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DE MONTEHANO
Fr. S. de Santibáñez, ( ). M. C.
Aragón por su lectura predilecta. Clemente V le hizo comparecer en Aviñón para ver
de dar fin a las discordias, y no habiéndolo conseguido le autorizó para hacer su paso
a los Benedictinos, entre quienes murió en 1330.
Nicolao IV, antes de subir al solio pontificio, había sido Ministro general de la < ir
den franciscana, conocía su estado y cuando autorizó la vida de reforma individual-,
excusado será decir que fué después de intentar la colectiva. Estos datos los juzgamos
muy útiles para comprender lo que vamos diciendo.
(1) Absolvit nos coram ómnibus ah omni ordinis vinculo et obedientia dicens:
mihi soli volo quod obedire teneamini et fratri Liberato secut mihi: et ipse concedo quod
possit recipere omnes volentes paenitentiam et vitam, quam vos promisistis facere...
Praecipit quod interrogantibus nobis: qui estis «■ responderemus quod sumus pauperes
sive fratres heremitae promissam vitam pasaupertatum in desertis senvantes». Epist-
Ad Jom. XXII. Apud L’Idialisme Franciscain spiritual ari XVI, sicle por Fredegand
Callaey. Analist. FF. MM. Cap.
(2) La Aguilera, morada de San Pedro Regalado, Bebalcázar, donde murió el Ve
nerable Juan de la Puebla, hijo de Alfonso Sotomayor, Conde de Bebalcázar, el cual
recibió de manos de Sixto IV el hábito franciscano en 1480. Este trajo la reforma ini-
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(1) Si los hijos de S. Francisco deben a la casa de Guevara albergue en llano, los
de ésta tienen que agradecer a aquéllos el haber salvado la vida a uno de sus más ilus
tres descendientes, a don Ladrón de Guevara, hijo de don Beltrán: el hecho fué el si
guiente. En la primavera de 1446, don Ladrón alióse con el marqués de Santillana, su
próximo pariente, con el fin de tomar a Santander. «El experto caudillo de Guevara, con
los traidores que dentro de la ciudad estaban comprados, se entregaron a una muerte
cierta, de que fueron librados por los frailes franciscanos de San Francisco y Canóni
gos de la villa, que consiguieron de ésta dejase salir a los restos de las tropas capita
neadas por el Guevara». «Cantabria», obra escrita por varios literatos, Santander 1880.
Ya hemos dicho en otro lugar que los franciscanos llegaron a tener en la provincia
siete conventos, Laredo, Castro, Reinosa, San Vicente de la Barquera, El Soto, Hanov
Santander; de aquí la grande influencia que ejercieron en las públicas costumbres, etc.
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verdad que casi siempre ganaron los pleitos, lo cual prueba que se
les obligaba a defender sus derechos, mas esto no podía ser sin que
brantamiento de las amistosas relaciones que deben existir entre uno
y otro clero.
Defendieron, he dicho, los derechos y, en efecto, la multitud de
casos repetidos aquí, allí y en varias partes provocaron la cuestión
de licitud en que hubo de mediar la Santa Sede, quien por su Nuncio
en España, Monseñor Julio Sachette, declaró en 1625 que el dar tierra
en sus iglesias a los fieles que libremente lo pidiesen, era privilegio
concedido a los regulares en premio a los servicios que prestaban a
los intereses de la Iglesia: mas para no perjudicar los derechos parro
quiales, aquéllos deberían pagar la cuarta funeraria al párroco del di
funto. Además, los párrocos acompañaban el cadáver y por esto im
ponían derechos de arancel que hacían subir excesivamente los gastos
de enterramiento. Por esta causa Hano sostuvo varias veces pleito
con los Cabildos de Santoña, Las Pilas, Escalante, Argoños, etc., etc.
Sabemos que ganó en los primeros y perdió con estos últimos. El
libro de «Becerro» apunta 850 reales que le costó el pleito «con el Ca
bildo de Escalante», y en papel suelto, y formando parte del Archivo,
está el recibo del cura Beneficiado de Argoños, D. Antonio Aguado,
quien confiesa haber recibido de D. Francisco Rugama, vecino de
Escalante y Síndico de S. Sebastián de Hano, 282 reales «en que Ami
gablemente nos con pusimos, el R. P. Guardián y mi Cavildo para de
tener y zanjar el curso del pleyto sobre los derechos parroquiales de
Doña Margarita López.» Estas domésticas disensiones algo debían
entibiar las relaciones entre uno y otro clero; sin embargo les vemos
compartir el trabajo en el púlpito y confesionario de sus pueblos.
(A. 103).
Los Superiores provinciales cuidaron de dar normas fijas a las
ofrendas y derechos que habían de satisfacer cuantos encomendasen
a los religiosos sus honras fúnebres, y son datos curiosos los que
nos suministran los testamentos de D. Beltrán de Guevara (A. i.° bis)
y el de D. Juan del Castillo (A. 101) carne, vino, huevos, pan y todo
en abundancia.
Los derechos de acompañamiento variaban según los pueblos y
distancias; el Cabildo de Escalante exigía 6 ducados, que más tarde
de común acuerdo con el P. Guardián de Hano, rebajaron a 3.
También tuvieron sus discusiones con la villa de Escalante los
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