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MATAR LA MUERTE
Los niños frente a la muerte, sus preguntas, sus síntomas, los trabajos del
duelo y la creatividad.
Autora: Lic. Liliana Iglesias

Resumen:

En este escrito me ocuparé especialmente de una función que algunos niños asumen,
casi como un gesto de modesta omnipotencia, ofreciendo su mundo psíquico para curar
el sufrimiento psíquico de sus padres, sufrimiento que a su vez los progenitores no
registran como propio. En mi experiencia clínica es esta una operatoria que casi todos los
niños que han alcanzado a tener una buena relación emocional con sus progenitores
realizan frente a una situación de brusca desorganización del psiquismo paterno producto
del encuentro con la muerte. Trataré de mostrar el trabajo creativo que estos niños
despliegan para que sus padres elaboren los momentos en que la muerte los ha tomado.
Finalmente describiré tres casos, en los cuales hay un duelo de difícil elaboración como
lo es un proceso autodestructivo o un suicidio.
El objetivo es presentar algunas ideas sobre un tema bastante complejo que podríamos
formularlo del siguiente modo: cuando los progenitores portan un duelo no elaborado
¿qué posibilidades tiene el niño de significar la muerte, transformandola en un encuentro
que provoque su creatividad?
Considero a la creatividad como la capacidad de mantenerse vivo e interesado por la
vida, jugando e inventando formas nuevas, relacionando algo conocido con algo
desconocido en forma innovadora, apartándose de los esquemas de pensamiento rígidos
y las conductas habituales.

Palabras Clave: niños – muerte – duelo – creatividad - psicoanálisis

Sobre la vida cotidiana y el encuentro con la muerte:


Nuestra vida cotidiana está sostenida por condiciones en las que usualmente no
pensamos. Condiciones silenciosas que operan a diario que solo las registramos cuando
nos faltan, “...no nos sorprendemos lo suficiente, sostiene Albert Camus, de que vivimos,
como si nadie supiera que vamos a morir”. La vida cotidiana, que Michel de Certeau
llama “lo ordinario” es una combinatoria de acciones y operatorias, cada uno tiene las
suyas, que dan por resultado un arreglárselas para vivir . “.... en realidad, dice Benedetti
en su libro ‘Cotidianas’ todas estas pertinacias son modestos exorcismos contra la
muerte, vivientes que se hacen los distraídos, reos obstinados que se niegan a notificarse
de su injusta condena”.
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Si lo cotidiano y ordinario es arreglárselas para vivir, lo extraordinario es tener a la muerte


demasiado cerca lo cual interrumpe las acciones y operatorias, el modo, la forma, en que
cada uno se las arregla para vivir.
Si la muerte no estuviese en acción en el ser humano más que en el instante que marca
la cesación de su vida, entonces no habría nada que decir de la muerte.
Si en cambio está insidiosamente presente bajo las máscaras más diversas pero siempre
actuando a lo largo del camino de la existencia, entonces, ese pequeño ser que solo
puede ser humano está obligado al trabajo creativo permanente para mantenerse vivo

Los niños -que como los adultos encuentran sosiego en la permanencia de la forma en
que su vida cotidiana está articulada- tienen además una aguda capacidad para detectar
cambios no sólo en el mundo físico sino especialmente los cambios psicológicos de las
personas que los rodean.
Cuando estos encuentros con la muerte se producen el niño trata de otorgarle algún
sentido. Pregunta con palabras o con gestos por los cambios psicológicos de las
personas que habitan en su entorno, percibe sus ansiedades y sus angustias. A veces
evidencia las suyas manifiestamente y otras las esconden detrás de síntomas.
En algunos casos parecería que lo que se produce es una suerte de auto-sacrificio del
propio psiquismo, ya que lo ofrece al trabajo psíquico que su progenitor no pueden
realizar respecto de sus propios duelos; sin embargo una intervención a tiempo, alguien
que signifique esos síntomas como preguntas puede posicionar al niño en otro camino a
favor de su creatividad y en contra del auto-sacrificio.

Sobre la creatividad que los niños despliegan para matar la muerte

Joaquín imita a su madre dramatizando


Joaquín es un niño 3 años, su madre consulta porque hace dos semanas que no duerme,
grita y llora todo el día, solo se calma un rato frente al televisor, se niega a comer la
comida que le ofrecen pero come tierra y grita ¡me quiero morir!, ¡me quiero morir!.
Su padre ha muerto de un derrame cerebral hace 4 meses. Poco tiempo antes los padres
se habían separado después de una pelea con golpes, donde trató de ahorcar a la
mamá, delante de él.
A la entrevista llega gritando y llorando diciendo que se quiere ir, con una mano aferra la
mano de su madre, con la otra a una cajita de pastillas. Los hago pasar y les muestro los
juguetes que he dispuesto para él. Joaquín grita con toda su alma, hace lo posible para
que yo no hable y sobretodo que no lo mire, ni a él, ni a su mamá. Está pendiente de eso,
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no le importan los juguetes. Trata de treparse a la madre y de acaparar toda su atención.


Si hablo grita para tapar mi voz. Exige irse con un manejo perfecto de la palabra, no deja
de llorar a los gritos en ningún momento, se esconde en el regazo de su madre, cada vez
que ella me habla Joaquín, grita, le clava las uñas y le tira del pelo arrancándole
mechones. La madre se enoja, lo baja y lo zamarrea hace el gesto de pegarle y le grita
que la termine. Él grita aún más fuerte, podríamos decir desesperadamente.
Le pido a la mamá que lo alce y que le explique que han venido a hablar y a jugar un
ratito conmigo porque ella está muy preocupada porque él no come ni duerme. Y que no
se van a ir hasta que podamos hablar y jugar un ratito muy chiquito. Joaquín sigue
gritando y pateando a su madre 10 minutos más. Le pido a la mamá que lo abrace fuerte
y que siga diciéndole, suavemente, que no se van a ir hasta que no podamos hablar y
jugar un ratito, me revolea una cajita de pastillas que tiene en la mano. Entiendo esto
como un intento de comunicación conmigo, entonces, me pongo a jugar con la plastilina,
hago un puente y un auto que pasa y se queda debajo del puente, Joaquín deja de llorar
y me mira, le digo que a este auto se siente seguro bajo el puente y que no quiere que
ningún otro auto pase por allí. Le pregunto si quiere que le alcance la caja de pastillas
(que había quedado de mi lado), vuelve a llorar a los gritos, le pregunto si quiere que se
la alcance a su mamá, asiente con la cabeza. Le doy las pastillas a la madre, la madre
parece comprender que las pastillas son un sistema de comunicación y le dice que me
convide una pastilla. Joaquín se niega. La madre insiste, Joaquín saca una pastilla de la
caja y me la tira, la levanto del piso y me la como. Le pregunto si quiere sentarse en el
piso a jugar, acepta, le digo que me parece que está muy asustado pensando que mamá
o él pueden desaparecer como desapareció papá. Toma el auto que hice con plastilina y
lo hace pasar debajo del puente, luego funde en su mano las dos plastilinas la del auto y
la del puente. Le digo que para estar seguro que ni mamá, ni él van a desaparecer
quiere meterse adentro de mamá y que mamá se meta adentro de él. Digo esto porque
me parece que Joaquín rasguña y tira del pelo como un bebé o como una mujer, en su
casa grita “me quiero morir” como posiblemente haya visto y escuchado hacer a su
madre.
Me mantengo en contacto telefónico diario con su madre hasta la próxima entrevista,
Joaquín duerme de noche, su hermanito un año y medio menor se tomó la botella del
piojicida Joaquín le dice a su madre, llevalo a lo de Liliana no ves que se quiere morir.

Mariela y el don de la palabra:


Mariela tiene 3 años y 7 meses, los padres consultan porque finge ser sorda, el síntoma
aparece después de una otitis sin pérdida auditiva y unos meses después del suicidio de
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la abuela materna que padecía una enfermedad oncológica. También ha perdido el


control esfinteriano anal que había adquirido a los dos años. Este suicidio remueve la
muerte de los abuelos paternos ocurrido en un accidente de tráfico cuando el padre tenía
12 años.
Mariela hace preguntas que los padres no pueden contestar:
Mientras almuerzan en un restaurante pregunta:
- ¿Mamá, eso que está en la pared es un ciervo?- Si
- Es la cabeza del ciervo, ¿y las patitas dónde están?- No sé hija
- ¿Está muerto? Si hijita
- ¿Lo mataron?- No se
-¿Porqué los colgaron en la pared?
- Porque lo querían y para acordarse de él los pusieron en la pared.
Cuando llegaron a su casa Mariela siguió preguntando:
- ¿Mamá, vos no la querías a la abuela? ¿no?- Porqué decís eso. Si, la quería.
- ¿Y por qué no la ponemos en la pared? ¿Por qué la cabeza de la abuela no la ponemos
en la pared? ¿Y las patitas de la abuela dónde están?
Cuando la madre logró armar alguna respuesta, apenas atinó a decir "está todo junto en
el cementerio".
Mariela ha percibido que la muerte tiene aspectos sombríos y pregunta por ellos, le
pregunta a la mamá si quería a su propia madre. Pregunta dónde está la abuela, para
Mariela como para todos los niños lo que no se puede ver es algo que aterroriza que
literalmente ‘caga’ de miedo, síntoma que se ha anudado a su cuerpo. Pregunta por los
cuerpos que imagina fragmentados (ciervo-abuela). Pregunta quién la mató. A partir de
allí Mariela ha creado un juego para su casa y otro para el consultorio. En su casa juega
con sus padres a parecer sorda, lo cual la divierte mucho. En sesión ha creado un ser
invisible con el cual conversa sin que la terapeuta pueda intervenir, entre los dos me
descalifican cuando digo algo que parece ser inapropiado.
La pulsión de saber la lleva a indagar sobre la muerte y sobre las dificultades que sus
padres presentan con sus muertos; denuncia el silencio de ellos frente a la muerte
creando un juego donde ella hace aquello que padece. En sesión modifica levemente el
juego, la analista ocupa el lugar de Mariela diciendo cosas inapropiadas que Mariela en el
rol de mamá o papá con su doble invisible (la muerte, los muertos, la parte muerta) no
quieren oír.
Mucho hemos dicho sobre la investigación sexual del niño, pero sobre la investigación
que los niños hacen sobre los efectos psicológicos de la muerte quizás todavía haya
mucho por aprender.
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Sebastián y sus monstruos


Sebastián tiene 6 años, está por terminar primer grado, los padres lo traen a la consulta
porque conoce el sonido de las letras pero no puede unirlas para escribir palabras,
tampoco puede sumar. Sin embargo dibuja maravillosamente. Sebastián dibuja
monstruos creados por un científico, que destruyen todo lo que encuentran en su camino.
Las primeras sesiones las dedica a mostrarme con sus dibujos el saldo de muerte que
dejan estos monstruos, las casas destruidas, los edificios derribados, las personas
muertas.
En esos días se produjo el primer bombardeo de Estados Unidos a Irak y en las pantallas
de los televisores se vieron los cuerpos de las personas muertas. Sebastián dramatiza en
sesión la posición de esos cuerpos muertos mientras dibuja. Vuelve a dibujar a sus
monstruos y dice que el científico que los hace deja las drogas sobre la mesa porque es
descuidado. Pasa un chico, se las toma y se transforma en un monstruo. Para el juego y
me dice sabes que mi abuelo es químico.
Esa noche al llegar a la casa se mete el dedo en la nariz hasta hacerla sangrar y con su
sangre escribe MUERTE en la pared. Me llama la madre asustada para contarme lo
sucedido. Pido una entrevista con los padres y en ella hablamos del abuelo paterno. Lo
describen como un químico con mucho poder que quebró y junto a la quiebra se auto
destruyó, dejando a los dos hijos sin nada. El padre dice que no siente nada por su
padre. La esposa dice que no es cierto que él sufrió mucho por la indiferencia de el padre
y que fue terriblemente adicto durante la adolescencia. Le pido al padre si puede
acompañar a su hijo en las sesiones. En la primera sesión con su padre Sebastián dibuja
un esqueleto y me cuenta que a su papá le regaló un libro sobre “El extraño mundo de
Jack”. El padre dice que a él siempre le gustaron los trabajos de Tim Burton, Sebastián
dibuja al personaje del libro Jack Esqueletor cayéndose y desarmándose todo el tiempo.
El padre se duerme durante las sesiones Sebastián le pregunta insistentemente porqué
Jack se desarma. En otra sesión combina dibujos de Jack Esqueletor con Edvard Manos
de tijera, dice que una vez vieron esa película con su papá y desesperadamente le
pregunta al padre porqué el científico no le termina las manos. El padre contesta porque
el científico se murió antes de poder terminarlo. Sebastián insiste preguntando porqué
tuvo que dejarlo con las manos de tijera.
Sebastián pregunta por la relación que su padre tiene con su propio padre el científico,
percibe y denuncia que su padre como Jack se arma y desarma y que como Edvard ha
quedado con manos de tijera, no pudiendo acariciar ni abrazar a nadie.
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El padre no quiere tratarse, dice que tuvo análisis durante toda su vida y que no le sirvió
de nada, pero Sebastián mejora enormemente en el aprendizaje de la lecto-escritura y
del cálculo pero disfruta haciendo sufrir a su hermana y a los chicos en la escuela.
Joaquín grita, rasguña, tira del pelo y dice “me quiero morir” como su madre. Mariela ha
creado un amigo invisible para significar la muerte. Sebastián dibuja e inventa historias y
pregunta. Los niños convocan y conjuran, conjuran y convocan a la muerte con sus
juegos, su arte, en sus invenciones para poder seguir vivos e interesados por la vida.

El encuentro con la muerte, no solo en el duelo sino en las mil formas de encuentro
posibles, produce desorganización y ruptura de las condiciones preestablecidas para el
diario vivir de nuestra vida cotidiana.
Las historias, las dramatizaciones, los cuentos y los juegos son modestas creaciones
cotidianas que se transmiten y repiten de generación en generación con leves
modificaciones, son modestas omnipotencias cotidianas contra muerte, formas de Matar
la Muerte. Imitaciones, preguntas, dibujos y juegos como los de Joaquín, Mariela y
Sebastián, con sus padres y conmigo, relatos como yo he hecho con ustedes, como los
que ustedes harán con los suyos son como decía Benedetti modestos exorcismos contra
la muerte, formas cotidianas de mantener a la muerte lo suficientemente muerta, como
para mantenernos vivos e interesados por la vida.

Referencias bibliográficas:

1- Abadi, Mauricio: "En torno a la muerte". Rev. Psic. 1960.4


2- Aberastury, Arminda: "La percepción de la muerte en los niños"
Rev. Psic. 1973. 3-4
3- Alizalde, Alicia M.: "Uno morirá". Presentado en A.P.A. Octubre
1988
4- Anderson, Hans Cristian: "La sombra y otros cuentos" Alianza
Editorial 1973.
5- Freud, Sigmund: "El motivo de la elección del cofre" (1913)
" " : "De guerra y muerte. Temas de actualidad"
(1915)
" " : "La transitoriedad" (1916)
" " : "Lo ominoso" (1919)
6- Grimberg, León: "Observaciones psicoanalíticas sobre la crea-
tividad" Rev. Psic. 1971.4
7- Merea, César - Rother, Cristina - Vega, Marta: Seminario:"Es-
tuto Metapsicológico de la creatividad" APA 1990 1er. cuatri-
7

mestre.
8- Pontalis, J. B.: "Entre el sueño y el dolor" Ed. Sudamericana
1978
9- Rank, Otto: "El doble" Ed. Orión 1976

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