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GUÍA Lengua y Literatura

III Medio – 1 Trimestre- 2023


EL ENSAYO

Unidad: El ensayo y la Intertextualidad.


Contenido: Teoría de la recepción, Alteridad y el subalterno, Deconstrucción y
ausencia, Alegoría, Intertextualidad.
OA/OE:
OA 2: Reflexionar sobre el efecto estético de las obras leídas, evaluando:
Cómo la obra dialoga con las experiencias personales del lector y sus puntos de
vista sobre diversas problemáticas del ser humano (afectos, dilemas éticos,
conflictos, etc.).

La larga y breve historia del cambio climático

El 8 de agosto de 1975 apareció en la prestigiosa revista científica Science un


término que a partir de entonces se convertiría en una de las principales
preocupaciones de nuestra especie: el cambio climático. Ya en ese entonces la
evidencia de un progresivo y sostenido calentamiento de la atmósfera se hacía
notoria, y las principales sospechas recayeron en la humanidad, ya que desde el
siglo XIX hemos bombardeado impunemente nuestra atmósfera con gases ricos
en carbono, como el dióxido de carbono (CO2) o el metano (CH4).

Naturalmente, también hubo voces escépticas al respecto. A fin de cuentas, se


sabía desde hacía mucho ya que la civilización humana entera se ha desarrollado
en los 12.000 años finales de una era glacial (conocida como Würm), que no es
muy distinta de muchas otras que nuestro planeta ha vivido. Nuestro planeta
transitaba, mucho antes de que los seres humanos inventásemos la industria, una
etapa de calentamiento natural. Y visto así, ¿por qué debíamos asumir la culpa de
un proceso climático que sucedió muchas otras veces en el pasado geológico del
planeta?

Quizá por eso le tomó 30 años a la Organización Meteorológica Mundial dar


cuenta del proceso actual de calentamiento del planeta y, tras cotejarlo con la
evidencia disponible de procesos anteriores, llegar a una irrebatible conclusión:
nunca antes el proceso de calentamiento se dio de un modo tan rápido y sostenido
como desde el siglo XIX hasta el día de hoy. De hecho, el registro de temperaturas
medias mundiales, disponible desde 1850, corrobora nuestras peores sospechas:
el proceso de calentamiento mundial, principal factor causante del cambio
climático, se ha acelerado notoriamente conforme la humanidad progresa en su
modelo de industrialización.

Esto se debe, como es sabido ya, a que las necesidades energéticas de nuestra
civilización y nuestro modelo de vida son enormes y constantes, y los modelos
disponibles para satisfacerlas son, sencillamente, nocivos para la estabilidad
climática del planeta. Especialmente la quema de combustibles fósiles, que libera
a la atmósfera toneladas de gases ricos en carbono, produce un aumento
desproporcionado del efecto invernadero.

Los cálculos, en ese sentido, no son optimistas. Se estima que durante la próxima
década, las temperaturas medias aumentarán casi 2 ºC respecto a los niveles
preindustriales, lo cual es suficiente para acarrear cambios drásticos en el modo
en que el clima se manifiesta a escala global. En resumidas cuentas, hablamos de
estaciones más crudas y extremas: inviernos más fríos y veranos más calientes,
pero también de precipitaciones torrenciales y mayor frecuencia de ciclones, a la
par que largos períodos de sequía y desertificación.

Sin embargo, los efectos más graves de este cambio los sufrirán los océanos: el
aumento del nivel de las aguas producto del derretimiento de los polos traerá
consigo una mayor acidificación y menores niveles de oxígeno, que atentarán
directamente contra la biodiversidad de los mares a un ritmo demasiado veloz
como para permitir una evolución adaptativa. Se trata, pues, de un fenómeno que
amenazará de manera directa e indirecta nuestro modelo de existencia y el de
millones de plantas y animales. Una temperatura global 2 ºC mayor a la actual, por
ejemplo, acabaría con todos los arrecifes coralinos.

Las primeras consecuencias, no obstante, ya están aquí: incendios en largas


extensiones de diversos continentes, inundaciones recurrentes, sequías que
reducen la cantidad de tierra disponible para el cultivo y temporadas de huracanes
cada vez más intensas y prolongadas. Todo ello se está observando a diario en
nuestro planeta.

Los comités de climatólogos especialistas que asesoran a la Organización de las


Naciones Unidas han establecido el 2050 como una fecha límite para alcanzar las
ansiadas “emisiones cero” de carbono, cosa que solo podría lograrse si
previamente las emisiones se reducen en un 45 % antes de 2030. A inicios de
2021, se ha logrado apenas una reducción de un 1 %. El futuro de nuestra especie
peligra.

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