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Cambio Climático: ¿Política del Calor o del Frío?

El tema del calentamiento global –catastrófico, por supuesto- se ha convertido en un tema que ha
alcanzado dimensiones desproporcionadas con respecto a su real importancia. Es un tema donde la
ciencia de los hechos comprobados apenas ocupa una parte minúscula, y el uso politizado de
innumerables suposiciones y conjeturas ocupa totalmente la escena desplazando al sentido común
y a los razonamientos científicos.

En los últimos 5 o 6 años se han venido realizando una enorme cantidad de “Conferencias sobre el Clima” que
tienen lugar en exóticos lugares del mundo, y que en promedio ocurren a una por mes –todas patrocinadas y
financiadas por alguna combinación de asociación entre el Panel Intergubernamental del Cambio climático
(IPCC), gobiernos, agencias científicas de esos gobiernos, embajadas y asociaciones de industrias conectadas
con el floreciente negocio de las energías alternativas. Todas esas conferencias y congresos dan por supuesto
que el hombre es el causante del calentamiento, y que hay una manera de reducir ese calentamiento –y evitar el
cambio climático- y es reducir las emisiones de dióxido de carbono causadas por la quema de combustibles
fósiles. Como esas emisiones son producto de la actividad industrial y otras actividades productivas, como el
agro, y el transporte de esos bienes de consumo imprescindibles para la vida, las metas de reducción propuestas
implican una reducción de todas esas actividades a niveles de producción de principios del Siglo 20 –sólo que
con una población de 6500 millones de habitantes y no de 2000 como entonces.

Las metas propuestas por el Protocolo de Kioto significará la muerte por inanición, o cuando menos extensas
hambrunas, de varios miles de millones de habitantes del mundo, en especial de aquellos países en donde el
color de la piel sea más oscuro que lo “políticamente correcto”. Nos cuenta Wikipedia que T.M. Wigley, del
National Center for Atmospheric Research (NCAR), publicó en 1998 los resultados de la aplicación de un modelo
climático a los efectos del Protocolo de Kioto, distinguiendo tres casos en el comportamiento de los países del
anexo B del protocolo (los industrializados):

1. Que el cumplimiento del protocolo fuera seguido por una sujeción a sus límites, pero sin
nuevas medidas de reducción;
2. Que el protocolo fuera cumplido, pero no seguido de ninguna limitación (lo que se llama en
inglés bussiness as usual);
3. Que el protocolo, una vez cumplido, se continuara con una reducción de las emisiones del
1% anual.

Las reducciones del calentamiento previsto por el modelo para 2050 (2,5°C) eran respectivamente de entre 0,11
a 0,21 °C (aproximadamente 6%), 0,06 a 0,11 °C (3%) y alrededor de 0,35 °C (14%). En todos los casos los
resultados son muy modestos. Esto se traduce también a que el retraso en el tiempo para llegar a los 2,5ºC
predichos por los modelos será de apenas 16 años. Una conclusión es que, según estos dudosos modelos
climáticos, a pesar de que las emisiones de CO2 de las activi-dades humanas se redujeran a CERO ,
la
reducción sería la ínfima cantidad mencionada más arriba: 0,06ºC para el año 2050,
como lo muestra un gráfico del Hadley Center de Gran Bretaña:

Figura 1:
Resultado de la disminución de temperatura obtenida por las provisiones del
Tratado de Kioto y la temperatura que habría sin aplicar la reducción de
emisiones de CO2. Fuente: Hadley Center, G.B.

Sin embargo, en nombre de alcanzar tan minúsculos resultados se lanzará a la


humanidad de regreso a los modos de vida del siglo 19, tan apreciados por los
románticos ecologistas. Volveremos a vivir a la manera del “noble salvaje” de Jean-
Jacques Rousseau.

La publicidad y el tratamiento mediático que esas conferencias reciben las presentan


como si fuesen “conferencias científicas”. En verdad, casi todas ellas son eventos
políticos cuidadosamente planeados y los científicos que asisten a ellas van por motivos
de constitución de redes de acción política. Presentar estudios y escuchar nuevos
descubrimientos no es el objetivo primordial –dado que la Internet ofrece hoy el mejor
de los métodos de distribución de información al instante, sin necesidad de viajar miles
de kilómetros y perder una semana de trabajo en lujosos hoteles bebiendo sabroso
champagne- y sintomática y significativamente, los científicos racionales y escépticos
de la calidad catastrófica del cambio climático, son universalmente excluidos de las
deliberaciones.

Los científicos conocedores, responsables y activos en la investigación profunda de los


fenómenos naturales, entienden los alcances y significados de esta Oktoberfest de
pseudociencia politizada y saben que su propia credibilidad científica descansa sobre el
envío de sus estudios a genuinos con-gresos de científicos tales como el encuentro anual
de la Unión Americana de Geofísicos, en San Francisco cada diciembre, o a encuentros
regionales de grupos especializados o de intereses especiales.

Una vez visto el carácter político y poco científico de todas esas reuniones, incluida la
presentación de los conocido Informes de Evaluación del IPCC, y la catarata de
desinformación que la prensa le provee al público de la calle, surgen las lógicas
preguntas que ese público hace y que hasta hoy los medios no han sabido responderla
con seriedad: “¿El cambio climático será tan malo como lo anuncian? ¿En verdad la
tierra se ha calentado de manera catastrófica? ¿Salvaremos al planeta reduciendo el
consumo de petróleo –aunque la humanidad resulta perjudicada gravemente? ¿Quién
está ganando miles de millones con este asunto de salvar al planeta?"

Pero muchas de las preguntas más importantes no las hacen el público sino los miles de
científicos a quienes la famosa teoría del invernadero y el calentamiento global no les
cierra –para nada. La primera objeción de los “escépticos” es que el clima es algo que
ha variado durante toda la historia de la Tierra, y que lo seguirá haciendo así el hombre
esté presente o ausente. Dicen que en tiempos relativamente recientes, como entre los
años 800 y 1250 de nuestra era, durante el llamado Período Cálido Medieval o también
Pequeño Óptimo Climático, la temperatura global de la Tierra era hasta de 2,5ºC más
caliente que hoy –perdón, hasta el año 1998. En su informe de 1991, el IPCC mostraba
un gráfico como este:
Figura 2:
Las temperaturas obtenidas por medio de estudios proxy (anillos de árboles, estomas en
hojas fósiles del fonde de lagos, etc), demuestran que la temperatura durante los años
que van entre los años 800 al 1250 llegaron a ser hasta 2º C más alta que hoy.

Demuestran los escépticos que no hay registros históricos de que esa mayor temperatura haya causado una
subida de los niveles de los océanos cubriendo la isla de Manhattan, o sumergiendo islas en el Pacífico. Los
registros que se conservan hablan del enorme impulso que el calor de la época le dio a las economías europeas
y de oriente, facilitando y promoviendo el intercambio comercial entre naciones, viajes como los de Marco Polo,
la extensión de las áreas de cultivo y el alargamiento de las temporadas de cosechas, y hasta incluye la
colonización vikinga de Groenlandia (según Eric el Rojo, Tierra Verde!). En ese período era normal el cultivo de
viñedos en Inglaterra, y la minería en las alturas de los Alpes –actividad cancelada más tarde con la llegada de la
Pequeña Edad de Hielo que la sepulta bajo el hielo de los glaciares. Esos glaciares, al retirarse hoy, dejan al
descubierto la evidencia de que en esa época la temperatura era mucho más alta que hoy.

La Pequeña Edad de Hielo comienza alrededor del 1280, y se profundiza a partir de 1640, cuando ocurre el
famoso Doble Mínimo Solar de Maunder, un período de 70 años en el que no se observaron manchas en la
superficie del sol. La actividad solar se había reducido a su mínima expresión en muchos siglos. Hoy está
sucediendo exactamente lo mismo.

Es el Sol, amigo mío!

Analizando los registros históricos de la actividad de las manchas solares, los


climatólogos han podido establecer una correlación muy estrecha entre la variabilidad
del sol y la temperatura de la Tierra, algo que instintivamente nos suena como algo
lógico: después de todo, de dónde proviene el calor que permite la vida en la Tierra? Si
esa fuente de calor tiene variaciones, lógicamente eso se reflejará en el clima del
planeta.

Figura 3: Variaciones modeladas del flujo solar y de las desviaciones de la temperatura en


el hemisferio norte (curva fina, media de 11 años.)

Y los astrofísicos han descubierto que hay una muy estrecha relación entre el largo del ciclo solar y la
temperatura global de la tierra. Nadie conoce el mecanismo por el que una variación en el largo del ciclo solar
influye sobre las corrientes marinas, y las oscilaciones cíclicas que presentan los océanos Pacifico y el Atlántico
Norte, pero se sabe que cuando la Oscilación Decadal del Pacífico y la Oscilación del Atlántico Norte están en su
fase cálida, la Tierra se calienta, y cuando entran en la fase fría, la Tierra se enfría. Curiosamente –o no tanto-
esas variaciones en las corrientes marinas coinciden con las variaciones de la actividad solar.

El CO2 es inocente de los cargos

En realidad, y como todas las evidencias científicas lo demuestran, la correlación entre los niveles de dióxido de
carbono, o CO2, de la que Al Gore habla apasionadamente en su documental Oscarizada y Nobelizada, es
simplemente inexistente en cualquiera escala de tiempo que se investigue! Científicos de reconocido renombre
como Eric Monnin o Jan Vezier han demostrado más allá de toda duda que la relación que el CO2 tiene con la
temperatura, es que el aumento de esta última es quien provoca el aumento de los niveles de CO2 en la
atmósfera. No hay que remontarse demasiado en la historia para comprobarlo: entre los años 1940 y 1980, la
actividad industrial emitía cantidades cada vez mayores de CO2 al ambiente, como nunca antes, las
temperaturas descendieron provocando una gran alarma entre los científicos que pregonaban una "nueva edad
de hielo”. Pero, lo mismo que la actual alarma por el calentamiento, el inminente enfriamiento era atribuido a las
emisiones de CO2 del hombre.

De manera similar, el hecho de que el vapor de agua constituye el 95% por volumen de los gases llamados de
invernadero, es ignorado de manera conveniente por la documental Nóbel de Al Gore. Mientras que la
humanidad anualmente contribuye al CO2 de la atmósfera con unas 5 a 7 Gigatoneladas (o miles de millones de
toneladas) de CO2, algo que a escala humana parece ser enorme, en realidad es menos del 0,5% del CO2 que
actualmente existe en la atmósfera de la Tierra. Las emisiones humanas son minimizadas hasta lo ridículo por
las emisiones naturales de la biosfera del planeta, que anualmente produce unas 210 Gigatoneladas de CO2
todos los años. Quizás lo más importante es que la imprecisión en la manera y las tecnologías disponibles para
medir o calcular las emisiones naturales es que la incertidum-bre y el margen de error es de unas 80 GT, lo que
hace que las 5 o 7 Gt humanas no merezcan ser mencionadas.

La influencia del CO2 sobre el clima de la Tierra ha sido exagerada de manera catastrófica, y no tiene bases
científicas serias para seguir considerando que su aumento será un peligro para la vida sobre la Tierra. Por el
contrario, los mayores niveles de CO2 han contribuido a una mayor producción de biomasa en el reino vegetal:
el CO2 es el alimento básico de las plantas, y una duplicación de los niveles de dióxido de carbono provocará un
aumento de entre el 20 y el 45% de los rendimientos en la producción de cosechas, en los cereales tipo C3 y C4,
y de hasta el 49% en tubérculos y otras raíces.

Un beneficio extra que causaría un calentamiento de 2º C más es la extensión de las tierras de cultivo hacia los
polos y un alargamiento de las estaciones de siembra y cosecha, aumentando de manera significativa la
producción de alimentos para la humanidad, justo en momentos en los que la crisis alimentaria parece estar
rogando por que algo así suceda lo más pronto posible. Desgraciadamente, las perspectivas no son nada buenas
viendo las predicciones de los astrónomos y astrofísicos sobre el futuro comportamiento del sol. Una nueva
pequeña edad de hielo sumiría a la humanidad en las condi-ciones de cortas temporadas de siembra y menos
áreas de cultivos en el Hemisferio norte, y una consiguiente escasez de alimentos a escala mundial.

Sólo un avance en las tecnologías agrarias, un mayor desarrollo y aceptación de especies transgénicas de
cereales, frutas, verduras, legumbres y otros vegetales podrán ayudar a que la humanidad pueda sobrellevar,
con no tantas penurias como antaño, una nueva edad de hielo. Es imperioso que los gobiernos consideren
planes de adaptación a las nuevas condiciones que este cambio de clima que se avecina –que ha cambiado su
curso de calentamiento a enfriamiento- para que los fríos no tomen de sorpresa a sus
ciudadanos. Si aplicasen de manera correcta el llamado Principio de Precaución, no
deberían pasar por alto los indicios que hemos venido teniendo desde 1998 a la fecha, y
que se han agravado desde Enero 2007 a hoy, Junio 2008. En ese período de 17 meses
la Tierra se ha enfriado globalmente 0,774ºC – siete décimas de grado, sí, pero son las
mismas décimas que se había calentando durante los últimos 150 años.
Fig. 4: Anomalías de temperatura de la baja troposfera entre 1979 y Mayo 31, 2008, de acuerdo con las
mediciones de los satélites de la NASA. Fuente: UAH, Drs. Roy Spencer & John Christy, Universidad de
Alabama, Huntsville.

Hemos tardado 150 años en calentarnos 0,7º C, pero nos hemos enfriado en 17 meses esa misma cantidad.
Sería mejor prevenir antes que curar mientras nos lamentamos… Entones vale la pena escuchar algunas
opiniones de científicos que disienten con el alarmismo cataclísmico del calentamiento global:

El Nivel de Mar Sube, Los Osos Polares Estables, Las Capas de Hielo se Engrosan…

 “No hallamos ningún aumento alarmante del nivel del mar en las Islas Maldivas, Tuvalu,
Venecia, el Golfo Pérsico, y hasta en la altimetría por satélites, si ésta se aplica de manera
adecuada.” –Prof. Nils-Axel Mörner, profesors emérito de palogeofísica y geodinámica, Universidad de
Estocolmo, Suecia.
 “Puedo asegurarle a Al Gore que nadie de las islas del Pacífico Sur se ha mudado a Nueva
Zelanda a causa del ascenso del nivel del mar. De hecho, si Gore consultase los datos, verá
que el nivel del mar está des-cendiendo en algunas partes del Pacífico.” –Chris de Freitas,
científico del clima, profesor asociado, Universidad de Auckland, Nueva Zelanda.
 "Al Gore está aquí totalmente equivocado –la malaria ha sido documentada a alturas de
2500 metros, Nairobi y Harare están a unos 1500 metros. Las nuevas alturas de la malaria
son menores que las registradas hace 100 años atrás. Ninguna de las llamadas “30 nuevas
enfermedades” a las que Gore hace referencia son atribuibles al calentamiento global –
ninguna!” Dr. Paul Reiter, profesor, Instituto Pasteur, París, unidad de insectos y enfermedades
infecciosas. Los comentarios del Dr. Reiter se refieren a las afirmaciones de Al Gore de que Nairobi y
Harare fueron fundadas a 1500 metros de altura para escapar a la malaria y que los mosquitos están
ahora mudándose a mayores alturas.
 Nuestra información recogida durante varios años es que siete de las 13 poblaciones de
osos polares en el Archipiélago del Ártico Canadiense (más de la mitad del total mundial
estimado) están estables o creciendo. De las tres que aparentan estar decreciendo,
solamente una ha sido probada como afectada por el cambio climático. Nadie puede decir
con certeza que el cambio climático no ha afectado a estas y otras poblaciones, pero
también es cierto que no tenemos información de eso haya ocurrido,” –Dr. Mitchell Taylor,
director de la sección de Investigación de la Vida Silvestre, Departamento del Ambien-te, Igloolik,
Nunavut, Canadá.

Para terminar, no hay un significativo calentamiento global causado por el hombre. Tampoco hubo ninguno en el
pasado, no lo hay ahora y no hay razón alguna para creer que habrá uno en el futuro. El clima de la Tierra está
cambiando. Siempre estuvo cambiando, y lo seguirá haciendo hasta el fin de la historia. Pero las actividades del
hombre no han abrumado ni modificado de manera sustancial a las fuerzas naturales.

Por: Eduardo Ferreyra


Presidente de FAEC

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