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• Ascenso revolucionario de masas: analizar brevemente las diferentes organizaciones sociales. El rol de la
juventud. La resignificación de la violencia.
El 28 de junio de 1966, la “Revolución Argentina” que ponía al frente del ejecutivo a Onganía era,
fundamentalmente, un golpe cívico militar.
El régimen declaraba que “carecía de plazos”, y anunciaba el desarrollo de tres tiempos: el tiempo económico, el
tiempo social y el tiempo político.
•Su accionar de gobierno estuvo caracterizado por un estilo paternalista, fuertemente autoritario, sobrio, poco
verborrágico y profundamente tecnocrático, que bajo la bandera de la “modernización” del país,
Lo que se buscaba con esta medidas era alentar las empresas eficientes, esto conllevó a la consolidación de las corporaciones
extranjeras (capaces de sobrevivir a estos procesos) en el país.
Pero estas medidas provocaron un fuerte rechazo en los sectores asalariados, primeros perjudicados en capacidad adquisitiva,
los sectores agropecuarios, el capital nacional.
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LA MOVILIZACIÓN SOCIAL
Explotarían movimientos de protesta en distintas capitales de provincia que adquirirían, en gran
parte por la represión a la que fueron sujetos, las dimensiones de verdaderas rebeliones que
pusieron en jaque al gobierno dictatorial de Juan Carlos Onganía: El Cordobazo, el Rosariazo
y el Viborazo, entre otros.
Lo que había comenzado por una lucha de un minoritario sector de la población buscaba ahora la
unidad con el resto de los sectores populares. Comenzaron a proliferar agrupaciones
estudiantiles que aparecían como núcleos de otras organizaciones políticas que trabajaban
también en otros ámbitos, pues la lucha circunscripta al ámbito universitario comenzaba a perder
sentido. La tendencia general comenzó a apuntar a la revolución.
El cierre de todos los canales de negociación posible por parte del gobierno fueron la llama
que encendió la mecha. La percepción de injusticia sectorial derivó en una percepción de
injusticia colectiva y hacia principio de 1969 el fortalecimiento de una identidad común.
Nuevos repertorios de confrontación adquirieron la forma de las insurrecciones urbanas. De
ellas se destacan dos fundamentales, mencionadas al inicio del apartado. El Cordobazo y el
Rosariazo marcaban el inicio de la descomposición del régimen de la Revolución Argentina.
Ambas rebeliones tuvieron características en común, y para no entrar en detalles sobre los
hechos específicos de cada episodio podemos decir que: fueron urbanas, unificaron distintos
sectores populares (trabajadores, sindicatos, estudiantes), no fueron controlados por ninguno
de ellos en particular, no se registraron actos de pillaje (aunque hubo destrozos por doquier) y
fueron acontecimientos que conmovieron la esfera política nacional:
El problema que vino a encrespar los ánimos en Córdoba, la segunda ciudad más
industrializada del país, fue la derogación de la ley del “sábado ingles”. La agitación juvenil
convergió con la movilización de SMATA (sindicato automotor) contra esa medida. Los
trabajadores abandonaron las fábricas, y desde los cuatro puntos cardinales fueron avanzando
hacia la ciudad para participar de una marcha de la CGT. A las columnas obreras se sumaron
las de estudiantes. Superada por una multitud enardecida la policía se retiro y la ciudad fue
tomada por la gente. Lanusse se había opuesto al estado de sitio, argumentando que la
situación no era tan grave, La posición del régimen comenzó a ser seriamente cuestionada.
EL FIN DEL RÉGIMEN DE ONGANÍA
Onganía, seguro de que la racionalidad y eficacia de sus políticas serían suficientes para
conservar el crédito que sus compañeros de armas le habían dado proclamó la llegada del
“tiempo social”
Pero los rumores de derrocamiento de Onganía por sus compañeros de armas ya
circulaban en todas las redacciones periodísticas. General Aramburu comenzó a propiciar
una salida negociada del gobierno, a través de la rehabilitación de los partidos políticos,
responsables de canalizar la protesta, con el objetivo de llevar a la presidencia a un
candidato que tuviera el visto bueno de las Fuerzas Armadas.
El Cordobazo tuvo un efecto de demostración, porque a pesar de las medidas represivas,
a partir de allí se sucedieron uno tras otro alzamientos populares, proliferaron las
huelgas en abierto desafío a las direcciones sindicales nacionales y la protesta penetró
en las universidades. Sin embargo estos tumultos de amplia base popular fueron
perdiendo intensidad, y la guerrilla comenzó a ocupar el centro de la escena.
La guerrilla había evolucionado de grupos armados clandestinos a organizaciones de
masas. La amplia participación de jóvenes de clase media fue el rasgo distintivo de la
experiencia argentina. Eran jóvenes que habían crecido en un clima de descreimiento
respecto de la legitimidad del proceso electoral. Compartían una cultura de rebelión
arraigada en el contexto político y social de ese momento, en el marco de una historia de
crisis políticas recurrentes. Su objetivo era anular toda manifestación de colaboración, todo
intento de solución política para la crisis militar en pro del retorno de Perón, en el caso de
Montoneros. Su utopía era una visión del pasado, no del futuro.
Reacio a tomar decisiones presionado por las circunstancias, Onganía simplemente
aprovechó para remover de su gabinete al Ministro de Economía Krieger Vasena. A su
tiempo proclamó el mencionado discurso que preanunciaba el “tiempo social” e invitaba a
acuerdos a los líderes sindicales que garantizaran cooperación con el gobierno. Pero con la
salida de Vasena también se fueron los avales que el establishment había dado al
gobierno.
El secuestro y posterior asesinato de Aramburu, en mayo de 1970,
sorprendió a todos. La desaparición de quien muchos veían como el
candidato para presidir la transición institucional hacia un gobierno
elegido en las urnas era una terrible advertencia con la que hacían su
aparición pública los montoneros. En un contexto marcado por un
descontrol de la una violencia que era percibida como no totalmente
injustificada, se produjo un rápido deterioro de la situación económica.
La fuga de capitales y la desconfianza que siguió a la remoción de
Vasena se sumó a una alza de los precios, empujados por la aceleración
de los precios de la carne. Los salarios se renegociaron en medio de un
clima de generalización de los conflictos laborales. Los dirigentes
sindicales no estaban en condiciones de controlar el descontento.
¿Qué cartas tenía Onganía para proseguir en el poder? Pocas, sino
ninguna. Se fijaban objetivos de política económica, social, educativa,
pero el capítulo sobre la reforma institucional para volver a la
democracia no aparecía. Perón, por su parte, seguía gravitando en la
política nacional y nada era más ilusorio que imaginar que podría
integrarse al peronismo sin su líder.
El 8 de junio 1970 Onganía abandonó la Casa Rosada.
CAMINO AL GAN – VUELTA DE PERÓN
El corto mandato de Levingston
Levingston asumió el poder, convencido de que le tocaba llevar adelante la segunda fase de la “Revolución
Argentina”. Pero pronto surgieron los conflictos que se desencadenarían nueve meses después, entre el presidente y
la Junta. Al rumbo incierto de la economía se agregó la cuota de incertidumbre que el presidente trajo consigo. Con
Aldo Ferrer en economía, el presidente se puso delante del proyecto de fortalecimiento de la industria nacional, con
la ley del “compre nacional”. La política nacionalista fue bien recibida por los sectores de la burguesía industrial y
por los oficiales del Ejército. Pero su férrea voluntad de ser algo más que un administrador del conflicto no podría
con las circunstancias que presionaban más y más a favor de una salida a las elecciones y se oponían a un presidente
que planteaba, contra las decisiones de la Junta, que su gobierno no podía durar menos de seis años.
En noviembre de 1970, radicales, peronistas y otras agrupaciones daban luz a “la Hora del Pueblo”, una
agrupación cuya meta era presionar para que el gobierno llamara a elecciones. La reaparición de los partidos
políticos asestó un duro golpe a Levingston. El régimen militar había logrado la convergencia de antiguos enemigos
políticos en pos de un objetivo en común. El detonante del relevamiento de Levingston fue un levantamiento
popular en Córdoba. Llegaba el indefectible tiempo político.
Desbordados por la ola de descontento popular los militares buscaron una salida política que les permitiera
canalizarla para regresar a los cuarteles. Noviembre de 1970 Lanusse finalmente asumió la presidencia. A
diferencia de Levingston, Lanusse no era un ignoto para la opinión pública. Había participado de las crisis militares
durante dos décadas. Para los peronistas era el prototipo de “gorila”. Para los nacionalistas era el arquetipo del
liberal. Los radicales no podían olvidar su parte en el derrocamiento de Illia. Para la extrema izquierda, era un
representante del imperialismo norteamericano. Sus vínculos de familia lo ligaban al establishment económico.
Pero lo cierto es que llevó a cabo una movida que tal vez ningún militar, desde 1955, se había animado a realizar.
El planteo de cómo lograr un gobierno electo por la mayoría pero a su vez aceptado por el Ejercito volvía a escena.
Pero con una novedad: esta vez el peronismo era aceptado en un gran acuerdo entre los militares y los partidos
políticos vueltos a la legalidad para fijar las reglas de la transición institucional.. Así salió a la luz el GAN (Gran
Acuerdo Nacional).
¿Por qué, por primera vez, los militares estaban dispuestos a incorporar al peronismo en un acuerdo? La
novedad que los movimientos revolucionarios antes mencionados traían a la escena política habían empujado
a Lanusse a negociar con el líder exiliado. La estrategia de Lanusse era que, una vez incorporado a las
negociaciones, Perón dejaría sin sustento ideológico a estos grupos que invocaban su nombre. Perón venía a
ser un dique de contención para contener y dividir las aguas de la subversión. Pero pese a las ofertas que le
realizaban, Perón seguía sin pronunciarse sobre sus intenciones, decidido a conservar una iniciativa política
que la crisis militar le brindaba. En mayo, un complot abortado llevaba a la superficie las tensiones que
atravesaban a la corporación militar. Los rumores de levantamiento debilitaban a Lanusse en las negociaciones.
Los representantes de la Hora del Pueblo redoblaban la apuesta. Finalmente se fijó una fecha; el 25 de marzo
de 1973 se llevarían a cabo las elecciones.