Está en la página 1de 4

Sin importar el contexto histórico bajo el cual se estudie a Venezuela,

siempre predominan factores antropológicos cuyas raíces llaman de vuelta a


las luchas independentistas de la joven nación. Ya sea en la forma de la renta
petrolera o en materia de los líderes políticos, el venezolano siempre establece
un cauce a través del cual converger su frustración; una cultura que deviene
precisamente del locus de control externo. Este es un concepto transgresor,
profundo y emotivo que interpela a todos los seres humanos en calidad de las
experiencias que moldean sus perspectivas como colectivo. Especialmente
cuando las rocas fundadoras de la cultura están cimentadas sobre la carencia
de millones que viven atados al reato histórico de un pasado cruel y efusivo.

La cohesión social del país es entredicha por este carácter individualista de


la población. Esto llega a evidenciarse en las políticas de gobierno que se
esconden detrás de la teoría, ideología y moral. Especialmente detrás de la
virtud de las convicciones de un mandatario que centra sus esfuerzos en
promulgar una visión que no profundiza en la realidad sociocultural del
venezolano. Verbigracia, fue el mandato de Juan Vicente Gómez el cual tuvo
su inicio el 20 de diciembre de 1908 se establece el nuevo gobierno al mando
de Gómez, el cual tendría el lema de “Paz, unión y trabajo”. Este régimen es
conocido como la Rehabilitación, y fue una absoluta dictadura, bajo el poder de
un hombre que durante 27 años gobernó al país con un régimen de terror
político.

“El final de la dictadura gomecista en 1935, marca el inicio de una nueva


etapa en la historia contemporánea venezolana”. En efecto, tras la muerte de
Gómez estaban dadas en Venezuela las condiciones típico-ideales para que se
desarrollara un sistema populista de movilización, pues se había producido un
proceso de intensa y extensa movilización social, que había generado una
masa desarraigada y disponible para entrar en nuevas organizaciones y
contraer nuevas lealtades; una situación de exclusión o bloqueo de la
participación política, económica y social por la existencia de un sistema de
sufragio restringido y de un régimen oligárquico, y la aparición de una nueva
élite, constituida por grupos de clase media urbanos, que sufrían de
incongruencia de status y se encontraban alienados de un orden sociopolítico,
que bloqueaba su participación y no les otorgaba el reconocimiento que creían
merecer.

A partir de ese entonces es que surgen los partidos modernos en


Venezuela. El partido socialcristiano COPEI tuvo un papel protagónico en el
proceso de transición de la dictadura a la democracia en Venezuela a finales de
la década de los cincuenta y principio de los sesenta; y posteriormente pasó a
ser, junto a Acción Democrática, parte del sistema bipartidista de preferencias
electorales desde los setenta hasta principio de los noventa.

Los antecedentes del partido COPEI, están relacionados con las ideas que
planteó la Generación del 28, especialmente con lo que se podría llamar su
aspiración fundamental: la participación civil en la dirección del Estado por
medio de partidos políticos de masas, el sufragio universal y la elección directa
de los poderes públicos, y la competencia electoral interpartidista junto a la
existencia de grupos de presión, mientras que por otra parte, Acción
Democrática nació como un movimiento de izquierda. Era necesario superar el
caudillismo que había dejado Juan Vicente Gómez y AD quería darle sentido a
la democracia venezolana y a la economía del país.

El 18 de octubre de 1945 militares y civiles junto a Rómulo Betancourt,


Marcos Pérez Jiménez y Carlos Delgado Chalbaud, instalaron una junta de
Gobierno. Dos años después se realiza por primera vez elecciones
presidenciales libres en Venezuela. 

Acción Democrática se constituyó como el primer partido venezolano con


una organización partidista de carácter nacional. La aplastante superioridad de
AD contribuía a complicar la situación, pues llevaba a ese partido a identificar
su propia voluntad con la voluntad de la nación, pero esto no duraría por
mucho tiempo, ya que con la subido de Pérez Jiménez al poder fueron
encarcelados y exiliados los líderes de los partidos de AD. La democracia se
veía lejana y obligó a los líderes de partidos a unificarse con un proyecto en
común.

El 23 de enero de 1958, un movimiento cívico-militar derrocó al gobierno


de Marcos Pérez Jiménez, quien abandonaría el país con rumbo a República
Dominicana a bordo del avión presidencial la "Vaca Sagrada".

Restaurar la democracia en el país era difícil después del 23 de enero y la


persistencia militar y las guerrillas de izquierda no ayudaron. Durante este
panorama la lección del Trienio quedó clara: “Para poder disentir y confrontar
opciones había que asegurar una base mínima de acuerdo; sin una democracia
consolidada, era imposible la competencia entre partido”. En efecto, el sistema
populista de conciliación que se instauró a partir de 1958, el cual se basa en el
reconocimiento de una pluralidad de intereses heterogéneos, tanto de la
mayoría como de las minorías, y en la creación de un complejo sistema de
negociación y acomodación entre ellos, que se expresa en un conjunto de
mecanismos y reglas peculiares para la toma de decisiones obligatorias para el
conjunto de la sociedad. Mediante tal sistema se trataba de lograr el necesario
consenso social en torno a las reglas básicas del orden político, conciliando dos
necesidades de las que dependía el mantenimiento del régimen democrático.

Desde 1958, Venezuela disfruta de una estabilidad democrática excepcional


en su convulsionada historia, que, hasta fechas recientes, ha sido considerada
como un ejemplo para América Latina. El hecho de que, durante los últimos
treinta y tres años, en el país hayan funcionado y se hayan sucedido, en forma
continua, gobiernos libremente elegidos, y de que la actual Constitución, con
sus treinta años de vigencia, se haya convertido en la de más larga duración
de toda nuestra historia republicana, son acontecimientos singularísimos, pues
rompen con una lamentable tradición de gobiernos autoritarios y de
inestabilidad político-constitucional, que ha caracterizado nuestra vida como
nación independiente.

Los Gobiernos que sucedieron a la dictadura de Gómez habían iniciado una


cierta liberalización, pero sin llevar a cabo una verdadera democratización. Las
vías de acceso de la sociedad a la política continuaron bloqueadas por
instituciones tales como el sufragio restringido y la elección indirecta del
Congreso y del presidente, y se mantuvieron regímenes oligárquicos en los que
el reclutamiento político tenía lugar a través de camarillas.

El Pacto de Punto Fijo en un primer momento es visto por los actores políticos
como un mecanismo de estabilidad y pacificación. Luego del perezjimenismo,
la prioridad para los actores políticos era la legitimación de la democracia y la
estabilidad política. Si a los inicios de la democracia, la amenaza venía de los
sectores conservadores que venían con poco agrado el ascenso de AD, la
fragilidad de la experiencia democrática que se vivió en el Trienio Adeco y la
Revolución Cubana junto a la insurrección armada, colocó a los partidos
políticos venezolanos frente al reto de lograr, antes que cualquier cosa, un
acuerdo para estabilizar la democracia. El aprendizaje del Trienio era que la
conducción sectaria y el enfrentamiento con los sectores conservadores no era
la vía para la estabilidad; todo lo contrario, era la fórmula para generar el
clima perfecto para la aparición de la figura militarista.

La cohesión social del país es entredicha por este carácter individualista de la


población. Esto llega a evidenciarse en las políticas de gobierno que se
esconden detrás de la teoría, ideología y moral. Especialmente detrás de la
virtud de las convicciones de un mandatario que centra sus esfuerzos en
promulgar una visión que no profundiza en la realidad sociocultural del
venezolano.

También podría gustarte