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La Misa explicada

Vamos a participar de la Santa Misa, y se las iré explicando. Los santos cuando hablaban de
la Misa decían que no hay nada más grande en este mundo que la Misa. ¿Por qué? Porque se
hace presente en este altar Jesús, pero Jesús cómo, Jesús sacrificado en la CRUZ.

El encargado principal de celebrar la Misa es el sacerdote. Qué dignidad la del sacerdote


¿no? El Sacerdote antes de la Misa se reviste de los ornamentos. No estaría bien presentarse
ante el Señor, infinitamente Santo, con la ropa manchada con el polvo del camino. Al
revestirse el Sacerdote entra en un mundo superior, el de las cosas de Dios, porque va a
realizar un misterio sagrado.

En primer lugar, el Sacerdote se coloca el amito sobre los hombros. Simboliza el casco para
la guerra contra el diablo, que empezó Cristo y continúa el Sacerdote. Por eso reza al
ponérselo:
Mientras se lo coloca “Coloca, Señor, sobre mi cabeza el casco de la salvación, para que
pueda vencer los ataques de demonio”.

Luego se coloca el alba, que quiere decir blanco, y recuerda al Sacerdote que para celebrar la
Misa debe vivir con un corazón puro y un alma serena. Por eso reza:
Mientras se la coloca “Purifícame, Señor, y limpia mi corazón para que, lavado con la
Sangre del Cordero, merezca participar en las alegrías celestiales”.

El cíngulo con el que se ciñe la cintura, y sujeta el alba, se refiere especialmente a la pureza.
Por eso el Sacerdote reza:
Mientras se lo coloca “Cíñeme, Señor, con el cíngulo de la pureza y apaga en mi cuerpo el
ardor de la concupiscencia para que permanezca siempre en mí la virtud de la continencia y
de la castidad”.

La estola significa el poder del Sacerdote. Es el ornamento de la gloria que será en el cielo su
recompensa. Reza:
Mientras se la coloca “Devuélveme, Señor, la estola de la inmortalidad, que perdí por la
desobediencia del primer padre; y si bien me acerco indignamente a celebrar los sagrados
misterios, haz que no obstante pueda gozar de las alegrías eternas”.

Y finalmente la casulla, el ornamento más hermoso, que cubre todos los demás, se compara
con la Caridad, que es la virtud más importante y más preciosa. El Sacerdote es el
representante en la tierra del amor de Cristo.
Mientras se la coloca “Señor, que dijiste, mi yugo es suave y mi carga ligera, haz que lleve
esta casulla de tal modo que alcance tu gracia”.

Una vez revestido y preparado, el sacerdote se prepara para entrar en procesión con los
monaguillos.

Delante nuestro está el trono de la majestad de Dios. Imaginemos que todo este lugar está
lleno de ángeles, los santos, la Virgen María, Cristo. Es algo impresionante ¿no?
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Procesión de entrada: El sacerdote sube las gradas del altar, como Jesús subió al Calvario
para morir en la Cruz…o como quien sube al trono de la majestad de Dios…

El Sacerdote besa el Altar porque representa a Cristo, por eso es de Piedra.


Saludo al Altar
Señal de la cruz
Saludo

Primera parte: La ante-Misa

La Misa tiene dos partes: ante-Misa y Misa.


En la ante-misa: primero rezamos, después escuchamos.

Primero rezamos, como subiendo cuatro escalones:

1º nos arrepentimos (acto penitencial). Nos purificamos del polvo de nuestros pecados (estos
son pecados veniales, las manchas se tienen que limpiar antes de la Misa mediante la
confesión)
2º llamamos a la puerta de Cristo (Kyrie eleison, como el ciego del Evangelio, la cananea, o
tantos otros).

Confiteor, Kyrie

3º Alabamos a la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo (Gloria)

y Gloria

4º le pedimos una gracia (oración colecta). Llegamos ante el Padre, con Jesús, y le
presentamos nuestra súplica. El sacerdote dice “oremos” y hace un silencio (para que
pongamos nuestra intención); luego con los brazos extendidos reza a Dios y recolecta
nuestras intenciones para presentarlas al Padre.
Resumiendo: son cuatro escalones: me arrepiento, llamo, saludo, pido.

Oración Colecta

Después que hemos rezado, escuchamos.

El Padre envía a uno de sus mensajeros y nos habla en la Epístola (primera lectura); pero no
contento con esto, nos manda a su propio Hijo, que nos habla por sí mismo en el Evangelio;
y el Espíritu Santo, nos habla en el sermón del sacerdote. Estemos atentos, Dios nos habla…
escuchemos lo que nos quiere decir…

Se pide la mayor atención: “El Señor está con Ustedes”: “estemos atentos”

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Persignación: Nos persignamos en la frente, para que no nos avergoncemos del Evangelio
(cf. Rm 1, 16). En la boca para proclamar su palabra con los labios; en el pecho, para
guardar su palabra en nuestro corazón. La Virgen guardaba todo en su Corazón.

Segunda Parte: la Misa o el Sacrificio

No hay canto de Ofertorio

Comienza la 2ª parte de la Misa, es la parte del Sacrificio. La fe nos abre la puerta del
Santuario del Sacrifico para que podamos entrar (por eso, al final de la Liturgia de la Palabra
rezamos el Credo). Con los ojos de la fe al abrirse la puerta, vemos que cambia el escenario:
estamos frente al Calvario de Nuestro Señor (se puede hacer un breve resumen de la Pasión
desde el prendimiento hasta la crucifixión, a modo de composición de lugar: está la Virgen,
está Juan, María Magdalena, los soldados; los dos ladrones, ¿yo cuál quiero ser?).
Delante nuestro sucederá algo tremendo, se renovará el sacrificio de la Cruz, eso que sucedió
hace más de dos mil años, sucederá nuevamente…estemos atentos…no lo vemos con los
ojos del cuerpo, pero sí con los ojos del alma: la FE.

“El Sacrificio de la Misa tiene tres partes que podemos resumir del siguiente modo: doy,
sacrifico, recibo”. Ofertorio, Consagración y Comunión.

Doy: Jesús va a entregar su Cuerpo y a derramar su Sangre por nosotros, pero también
nosotros tenemos que entregar algo, por eso el ofertorio.

Se extiende el corporal: Recibe las partículas del Cuerpo de Cristo, que caen fuera de la
patena, porque está presente en todas las partes de la hostia, aún en las más pequeñas.

Nosotros ofrecemos pan y vino, junto a ese pan y ese vino nosotros mismos nos ofrecemos.
Nosotros también tenemos que ofrecer algo nuestro (como ese niño que tenía cinco panes y
se los dio a Jesús para que los multiplicara). En este momento, antes de hacer la
presentación del pan y del vino, se puede pasar una canasta como se pasa para la colecta,
pero recolectar papelitos en donde los niños pongan los sacrificios, dolores y/o las
buenas obras que hicieron durante ese día, desde la misa anterior . Todo eso será
ofrecido a Dios junto con el Sacrificio de Jesús en la Cruz. Ofrecemos junto con el pan y el
vino TODA nuestra vida, lo bueno y lo malo…los sacrificios pequeños…los logros…y los
frutos.

Procesión de ofrendas
Se ofrece el pan: Bendito seas por siempre Señor

Mientras se prepara el Cáliz: nuestro sacrificio unido al de Jesús, por pequeñito que sea,
tiene un valor infinito, aunque sea una gotita, se transforma en un océano de gracia. El agua
se mezcla con el vino, y ese vino después será la Sangre de Cristo, y nuestra gota estará ahí
convertida en la Sangre de Cristo.
El Sacerdote dice en secreto: “que el agua unida al vino sea signo de nuestra participación
en la vida divina de quien se dignó compartir nuestra condición humana”.
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Se ofrece el vino Bendito seas por siempre Señor
Se lava las manos “Lávame, Señor…”
El Sacerdote invita a orar, y reza la oración sobre las ofrendas.

Sacrifico: Da comienzo la sección más importante (Plegaria Eucarística), se puede explicar


cómo, en unión con toda la Iglesia, se reza por los vivos, por los difuntos, y cómo todo lo
que pedimos al principio de la Misa (en la colecta), y que escribimos en esos papelitos, el
sacerdote lo pide nuevamente ahora porque el Padre Celestial ve a Jesús clavado en la Cruz y
nos es favorable.

Sursum corda: Como dijimos, inicia el momento más importante de la Misa, se volverá
a hacer presente el sacrificio de la Cruz. Accedemos a este evento tremendo con la llave
de la Fe, pues lo que sucederá es más celestial que terrenal. Entonces escucha lo que te
dice el sacerdote: ¡Levantemos el corazón!!! En el Calvario Jesús estaba bien alto, y María
levantó su Corazón hacia la Cruz. Estamos de pie porque queremos estar bien atentos y
ofrecernos nosotros también junto con Jesús.
Al entrar en este Santuario del Cielo se oye el canto de los ángeles: ¡Santo, Santo, Santo...!

Prefacio

Tendrá lugar la consagración. Asistiremos al corazón de toda la Misa, por eso durante las
palabras de la Consagración (palabras de la Última Cena), estamos arrodillados, porque el
pan y el vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Jesús, y entonces lo adoramos, suena
la campanita, y decimos interiormente, lo mismo que dijo el Centurión al pie de la Cruz:
“Verdaderamente éste es el Hijo de Dios” o lo que dijo Tomás al creer: “Señor mío y Dios
mío”.

Plegaria II
Después de la Consagración …Este es el misterio de la fe

Ahora ya no es más el pan y el vino, sino el Cuerpo y la Sangre de Jesús, el Cielo en la


tierra… ya no es más el pan y el vino que nos representan a nosotros, que representan
nuestro ofrecimiento, el mismo Jesús tomó nuestro lugar y se ofrece Él mismo al Padre.

Después del canto del Cordero de Dios


Este es el Cordero de Dios

Recibo. Comunión: Dios es más generoso que nosotros: todo lo que le damos, nos lo
devuelve mucho más grande y valioso. Cuanto más le demos, más recibiremos. Nos
ofrecimos a Él en el ofertorio, ahora Él mismo se nos da en la comunión. Ir con María a
comulgar, hacer la reverencia debida, y luego en silencio, la acción de gracias individual.

Comunión
Acción de gracias: Agradecer a Jesús los beneficios recibidos.

Oración post-comunión

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Al terminar la Misa somos enviados a dar testimonio de los que hemos recibido, a misionar
(de ahí viene Misa). Nuestra unión con Cristo debe permanecer en toda nuestra vida, y de
este modo comunicarlo a los que viven con nosotros.

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