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“Creo en la palabra, mas no en quien dice las palabras” (Yineth Gómez)

Digo que el espíritu humano, claro si hay una cosa que se llame así, es natural y sumamente
egoísta, el hombre es la cosa vana, ondeante, insaciable instintiva que lleva el gran sello de la
grieta, grieta por demá s que vive en mi, latente, punzante y recurrente en cada paso de mi
existencia, es lo ú nico que hereda el hombre a los otros hombres, ella “Se contenta con avanzar
en silencio, seguir las líneas de menor resistencia, siempre oblicua, presta a cambiar de dirección,
variando su tela, perpetuamente herencia del otro”1.

Este hombre, el de la grieta, se expresa y expresa la grieta a través de las palabras y los
instintos; “nuestras palabras van hasta los instintos y a veces los tocan, pero al mismo tiempo
hemos aprendido que ahí se detenía y para siempre nuestro poder 2”, paradó jicamente la grieta
tiene otra fuga, otra salida, otra forma de manifestació n o de desfogue que acompañ a la
palabra, el instinto fuerte, craso, lleno de sangre, despojado de toda razó n má s que la razó n
misma del sentido o sin sentido de muerte-vida.

Un poema que te cité anoche en mis embates por convencerte no sé de qué cosa, cuyo nombre
recuerdo ahora; El Golem de Borges. Nos habla que el nombre es arquetipo de la cosa, que
hay un nombre, por ende una palabra que la esencia cifre de Dios, un nombre por el cual
todo fue creado y hecho, pero que también hay un hombre siempre en bú squeda de esa
palabra:

“Los artificios y el candor del hombre no tienen fin,

Sabemos que hubo un día en que el pueblo de Dios

Buscaba el nombre en las vigilas de la judería”

El poema nos narra que hubo un rabino Judá leó n que vivió en Praga que pronuncio tras
muchos intentos el nombre que es la clave pero también nos cuenta que:

“Tal vez hubo un error en la grafía

O en la articulació n del sacro nombre,

A pesar de tan alta hechicería (ojo no era de la Jagua).

No aprendió a hablar el aprendiz de hombre”.

Este poema tal vez da cuenta de la inconformidad y el deseo humano de poder crear, de la
bendita grieta que nos mueve, del humano proceder frente a la dificultad, frente a las cosas
que se le escapan a su voluntad o su poder.

Hoy al levantarme pensaba, deseaba que tuvieras tiempo y ganas, espacio para pasear, para
conocer un poco tu mundo, un poco Cali, para caer un poco en el abismo que encubre el brillo
de tus ojos, para asomarme y abrazarme un poco a tu miseria y a tu luz
1
Deleuze Guilles, Lógica del sentido; Zola y la Grieta.
2
Ibíd.
Por causas, cuitas o variaciones de la vida hasta ahora pudimos vernos, má s viejos, má s
tristes, má s sabios, má s complicados, atiborrados de recuerdos, de pasado, de nuestras vidas,
nuestros fantasmas, tus quehaceres, mis vagancias, de nuestros recuerdos y lagunas respecto
del uno al otro. Ese hasta ahora vernos que lleva una temporalidad y una espacialidad del aquí
y el ahora me lleva a pensar en una palabra complicada como vos. Destino, tal vez debería
pensar en un desatino, en un simple acto circunstancial y voluntario que ahora plasmo en
letras y se pone aburridor, que es el acto mismo de encontrarnos. (paréntesis) Nuestra
tradició n, la religió n Judeo-cristiana de nuestros padres afirma que hubo un pacto entre Dios y
el pueblo Judío “Yo seré su Dios y ustedes será n mi pueblo”, hay un destino como voluntad de
Dios de escoger a un pueblo y de parte del hombre por serle fiel a Dios, pero tal vez nuestra
concepció n o no de la palabra destino tenga que ver má s con la cotidianidad: má s allá del “
Esto tenía que pasar”, sería pues nuestra elecció n sumada a las cuadrículas de las horas, el
tiempo, el espacio, las posibilidades; el trabajo el estudio, la fuga, lo que tomamos, lo que
dejamos.

Esa palabreja siempre me remite a preguntar por qués “si tuviera más horas las noches yo te
las daría, pero vengo corriendo de paso por esta ciudad 3”, venir acá , moverme implica mis
grietas, algo de las tuyas, implica un acto de la voluntad, del retorno, de la bú squeda de algo,
de un sentido, de un poco de aire en el mundo cotidiano, monó tono.

Vine porque me siento en sintonía con vos, porque percibo que por medio de las palabras, los
silencios, las risas hay una conexió n con el pasado, con el recuerdo, pero también con nuestro
ahora con tu literatura y mi historia, siento que con lo poco que te conozco, con los restos del
ayer hay la posibilidad, podemos hacer un puente, una trocha, un canal para aprender, para
ser, para compartir, para vivir, claro está si querés no.

Vine también porque tu mundo inquieta y hoy aú n má s que antes de mirarte y saberte la
misma pero viceversa, al ver esos ojos parpadear y regalarme un poco de luz, una pizca de
picardía, te escribo porque (suspiro)….

Al mirarte o al hablar contigo me siento má s lleno de locura, de alegría, me siento má s lleno de


ayer, menos ansioso del mañ ana, mas lleno de paz porque sé que sencillamente está s ahí sin
estarlo.

Te escribo porque también creo en la palabra, en esa que empieza con había una vez…, en esa
palabra que puede disentir y salirse de la fila, en esa que crea mundos, en esa palabra que
puede besar, abrazar, caminar, en esa que tiene mil sabores, en esa palabra que se puede colar
por los poros, en esa palabra combativa, rebelde, clandestina, en esa que vaga sin rumbo, sin
por qués, en esa palabra que no tiene miedo de llegar a ser, a conjugarse, a juntarse con otras
palabras para poder decirte algo de alguna o ninguna cosa.

3
Cepeda Andrés

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