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BERNARD MAITENAZ, INVENTOR DE LAS LENTES PROGRESIVAS

"Sólo quería arreglar las gafas a mi padre"


Mire 18 en el espejo, quítele uno y verá mi edad. Nací en la banlieue de París: ¡todos a
trabajar para que no sea un gueto! Casado, tres hijos informáticos. Soy católico y practico.
No inventarás nunca nada si te limitas a 35 horas de trabajo semanal. Todo está por
inventar: sea curioso, hágase preguntas y no acepte nunca la respuesta obvia

LLUÍS AMIGUET - 03/03/2006

- Yo veía a mi padre con las bifocales, cambiando de gafas, fastidiado porque no podía ver... Y empecé a
darle vueltas.

- ¿A darle vueltas a qué?

- El inventor es como un alpinista. Lo primero es saber adónde quiere llegar; lo segundo es ver cuántas
vías tiene en la montaña para llegar allá arriba, y lo tercero, ir descartando una vía tras otra hasta que
encuentra la buena. Puedes llegar o no, pero sólo intentarlo ya es media cima, y ni siquiera intentarlo es
doble fracaso.

- ¿Y usted empezó con las gafas de papá?

- Ahí vi la necesidad, pero curiosamente me ayudó la ignorancia.

- Yo creí que nunca es buena consejera.

- A veces, ignorar lo consabido permite descubrir lo escondido, que es lo bueno. Yo ignoraba las
soluciones en que trabajaban entonces otros ingenieros ópticos. Así que, como buen alpinista, intenté la
vía jamás pensada: ir más allá de la esfera.

- En la senda de Pitágoras.

- En cierto modo, me inspiré en Gaudí, que tenía un talento ultraesférico, un genio de la sinuosidad con
sus cerámicas rotas para ajustarse perfectamente a una superficie irregular no rectilínea...

- El trencadís.

-... Es la misma solución que yo proponía para la presbicia: las bifocales de entonces imponían un salto
poco natural, y el diseño óptico esférico que se utilizaba hasta entonces no permitía la progresividad en la
graduación. Mírelo aquí, en el ordenador.

- Son como microgafitas.

- Dan potencia a todas las distancias de forma continua, sin saltos. Mi padre era mi conejillo de Indias y
probó muchos intentos.

- ¿Cuántos años tardó en llegar a la cima?

- Tras elegir mi vía de trabajo, tenía que realizar cuatro mil cálculos complejos; uno por cada faceta de la
esfera.

- Una buena calculadora y ¡adelante!

- No había calculadoras. Le hablo de 1951, cuando empecé a concebir la idea. Pasaron ocho años hasta
que se comercializaron las primeras lentes progresivas, en 1959. Usé primero una regla de cálculo y,
después, las tarjetas perforadas de las primeras calculadoras.

- Creo haber visto alguna hace décadas.

- Yo calculaba de día y luego una asistente tecleaba en la perforadora toda la noche con un programa que
adecué al cálculo óptico.

- Estaría usted unas horitas.


- Todas, pero ¡qué ilusión cuando veía que me iba acercando al final! No entiendo que hoy quieran
inventar algo aspirando a trabajar sólo las 35 horas semanales. ¡Es ridículo!

- ¿Nadie intentó copiarle?

- Al contrario. No se copia a un despistado. Al principio de los ocho años de trabajo, la comunidad óptica
cuestionó mis posibilidades de éxito, porque yo investigaba a contracorriente de la línea imperante.

- ¿Quién le apoyaba?

- Mi padre y mi abuelo ya habían sido ópticos y yo trabajaba en la Sociedad de Ópticos, un pequeño taller
que empezó en 1884 como cooperativa especializada. La sociedad financió toda mi investigación.

- ¿Veían la oportunidad?

- Debo reconocer que en momentos de desaliento cuando los ingenieros me cuestionaban, nuestro jefe
de ventas me empujaba al laboratorio: supongo que no era del todo desinteresado, pero la verdad es que
me animó.

- Su invento fundó una multinacional.

- Tuvimos que ir gestionando la enorme demanda generada por las nuevas patentes y, sí, crecimos
mucho hasta ser Essilor. Estoy seguro de que esta contra la están leyendo miles de lectores con lentes
progresivas. Antes tendrían que haberse cambiado de gafas para poder distinguir las letras.

- Quiero inventar: ¿por dónde empiezo?

- Sea curioso.

- Eso ya va con mi oficio.

- No acepte la primera respuesta, la obvia, a sus preguntas. Continúe preguntando y preguntándose y no


se conforme con ninguna premisa que no esté bien explicada.

- ¿Algo más?

- Aprenda a ver. No es lo mismo mirar simplemente que saber ver.

- Por ejemplo.

- En mis cálculos necesitaba saber la distancia exacta de separación entre las dos pupilas. Era difícil de
medir.

- ¿Solución?

- Un día, mirándome en el espejo, supe ver la luz. Es decir, vi el reflejo de la bombilla en mis dos pupilas:
la distancia entre los dos reflejos sí que era muy fácil de medir. ¡Así nació mi pupilómetro de reflejo
corneano! Hoy lo utiliza la profesión de todo el planeta.

- ¡Bravo!

- Cuestione lo obvio, por ejemplo: cómo remolcar un barco averiado.

- Un buen remolcador y tira millas.

- Eso cree usted. Pues bien, hasta hace poco, efectivamente, se arrastraban los barcos, pero a alguien se
le ocurrió que tenía mucha más lógica física empujarlos. Hoy los barcos averiados se empujan, no se
arrastran.

- ¿Por qué siempre llevo las gafas sucias?

- Ya lo hemos solucionado. Hoy, los vidrios son tratados para evitar la electricidad estática que atrae las
motas de polvo y suciedad, y, además, otra sustancia evita la humedad que hace que esa suciedad se
adhiera a los cristales de sus gafas.

- Hay jugadores de golf que se han operado de la vista para tener supervisión.
- Es interesante. El límite para la visión humana está en la capacidad de resolución de la retina, es como
una pantalla cualquiera con sus píxeles. Y, aunque la nanotecnología va a revolucionar el sector, todo
tiene un límite... ¿O tal vez no?

UN CHAVAL

Los genetistas aseguran que la duración de tu vida está escrita en tu DNA; los médicos añaden que sin tabaco
y con ejercicio y dieta puedes alargarla unos añitos, y los gurús prometen más aún si trabajas la conciencia y
vives el momento. Constato con Maitenaz que la longevidad está en los genes pero también en los memes: en
el entusiasmo o la abulia con que encaras lo que unos consideran graves problemas y, otros, grandes
oportunidades de la existencia. Maitenaz, como el inquieto óptico optometrista Lluís Bielsa que me lo presenta,
en lugar de quejarse del precio de la gasolina goza calculando cuánto dinero se ahorraría mejorando la
aerodinámica del coche y..., ¿por qué no?, la de las motos... ¿Y si aplicáramos lo mismo a las bicis? Un
inventor es y será siempre un chaval.

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