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personalidad resulta irrepetible e irreemplazable y ostenta,

en consecuencia, y es, un valor por sí misma.


Nietzsche no habla aquí de «alma», ciertamente. Pero
en el fondo apunta a lo mismo que quienes abierta o se- NIETZSCHE, F., Schopenhauer como educador,
cretamente le visitarían poco después. Madrid, Biblioteca Nueva, 2001
Trad. Jacobo Muñoz, #1
]ACOBO Muúoz
,
Biar (Alicante), verano de 1999

Al preguntársele qué rasgos comunes había encon-


trado en los hombres, el~yiéliero, que había visto muchos
pueblos y países y muchas partes del mundo, repuso: tie-
nen una tepdencia general a la pereza. Algunos pensarán
que hubiera podido decir mejor y con más certeza: todos
son cobardes. Se ocultan tras de sus costumbres y opinio-
nes. En el fondo todo hombre sabe muy bien que sólo
está una vez, en cuanto ejemplar único, sobre la tierra, y
que ningún azar, por singular que sea, reunirá nueva-
mente, en una sola unidad, esa que él mismo es, un ma-
terial tan asombrosamente diverso. Lo sabe, pero lo es-
conde, como si se tratara de un remordimiento de
conciencia. ¿Por qué? Por miedo al vecino, que exige el
convencionalismo y se oculta tras él. Pero ¿qué es lo que
lleva al individuo a temer a su vecino, a pensar y obrar
con el rebaño y a no estar contento de sí mismo? En al-
gunos, pocosy raros, tal vez el pudor. En los más, la co-
modidad, la inercia, en una palabra, esa tendencia a la
pereza de que hablaba el viajero. Tiene razón: los hom-
hres son todavía más perezosos que medrosos y temen
por lo común, ante todo, las fatigas que les causarían la
sinceridad y la verdad absolutas. Tan sólo los artistas
odian este indolente dejarse ir a fuerza de convencionalis-
mas y opiniones prestadas, y descubren el secreto, la mala
conciencia de cada uno. A saber, que cada hombre es un
misterio único. Se atreven a mostrarnos al hombre tal

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como es hasta en sus movimientos musculares, tal como jana como uno de los períodos más oscuros y desconoci-
él y sólo él es. Y no sólo eso, sino que es hermoso y digno dos, porinhumanos, de la historia. Recorro las calles nue-
de consideración, nuevo e increíble como toda obra de la vas de nuestras ciiídades y pienso que todas esas casas ho-
naturaleza, y en modo alguno aburrido, como consecuen- rrorosas que se ha construido la estirpe de los opinantes
cia estricta de su carácter único. Cuando el gran pensa- públicos no estarán ya en pie dentro de un siglo, se ha-
dor desprecia a los hombres, desprecia su pereza, toda brán hundido como las opiniones de los que las constru-
vez que precisamente por ella parecen mercancías hechas yeron. Cuán esperanzados pueden estar, por el contrario,
en serie, seres indiferentes, indignos de ser tratados y edu- los que no se sienten ciudadanos de esta época; si lo
cados. El hombre que no quiere pertenecer a la masa, fuera, servirían para aniquilar su época, hundiéndose con
sólo necesita dejar de comportarse cómodamente consigo ella, cuando lo que en realidad quieren es conferir nueva
mismo y obedecer a su conciencia, que le grita:«~~_~ vida a su tiempo para perpetuarse ellos mismos en esta
mismo. Cuanto ahora haces,' opinas y deseas nada tiene vida.
que ver contigo.» Pero aun cuando el futuro no nos permitiera esperar
Toda alma joven escucha esta llamada día y noche y nada, nuestra peregrina existencia precisamente en este
tiembla, porque presiente la cantidad de felicidad que le ahora nos incita con la mayor fuerza a vivir de acuerdo
ha sido deparada desde la eternidad, porque piensa en su con nuestra propia medida y nuestra propia ley: lo inex-
'verdadera liberación: una dicha que jamás alcanzará plicable que resulta que vivamos precisamente hoy ha-
mientras permanezca encadenada a las opiniones y al te- biendo, no obstante, tenido todo el tiempo infinito para
mor. ¡Y cuán desesperada y carente de sentido puede lle- surgir, que no poseamos más que un apretado hoy y que
gar a ser la vida sin esta liberación! N o hay, en toda la tengamos que mostrar en él por qué y con qué designio
naturaleza, criatura más triste y repugnante que el hom- hemos surgido precisamente hoy. Tenemos que asumir la
bre que ha desertado de su genio y que mira a derecha y responsabilidad sobre nuestra existencia ante nosotros
a izquierda, detrás suyo y en todas las direcciones. En mismos; queremos, en consecuencia, ser también los ver-
realidad, ni siquiera cabe atacar a un hombre así, porque daderos pilotos de esta existencia, sin permitir que se ase-
está fuera de todo y sin sustancia, apenas es otra cosa que meje a un azar inconsciente. Hay que tratarla con auda-
un ropaje gastado, reteñido y recompuesto, un fantasma cia y sin rehuir el peligro; tanto más cuanto que, tanto en
cargado de adornos que ni siquiera puede suscitar ya el mejor como en el peor de los casos, acabaremos siem-
miedo ni compasión, Y si con razón se dice del perezoso pre por perderla. ¿ Por qué aferramos a este pedazo de
que mata el tiempo, una época que cifra su salvación en tierra, por, qué depender de este oficio, por qué hacer
la opinión pública, esto es, en la pereza privada, no caso siempre al vecino? Nada tan pequeñoburgués como
puede sino preocupar seriamente. Creo que tiene que ser sumarse a opiniones y puntos de vista que doscientas mi-
borrada de la historia de la verdadera emancipación de la llas más allá no obligan ya lo más mínimo. Oriente y Oc-
vida. ¡Cuán grande habrá de ser la repugnancia de las ge- cidente son como garabatos que alguien pinta con tiza
neraciones futuras que tengan que ocuparse del legado de ante nuestros ojos para burlarse de nuestra medrosidad.
una época en la que no han regido hombres vivos sino «Ouiero hacer el intento de liberarrne», se dice el alma
seudohombres identificados con la opinión pública! Tal joven, Y se lo impedirá el que casualmente dos naciones
~~~,.por ello nuestra época pasará a la posteridad más le- se odien y combatan, o el que haya un mar entre dos

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continentes, o el que alrededor suyo se predique una reli- feliz? Haz que desfile ante ti la serie de estos objetos ve-
gión que hace dos milenios ni siquiera existía. Nada de nerados, y tal vez mediante su naturaleza y el orden de
todo esto eres tú, se dice. Nadie puede construirte el su sucesión te revelarán una ley, la ley fundamental de tu
puente por el que has de caminar sobre la corriente de la ser. Compara estos objetos, mira cómo uno completa al
vida. Nadie a excepción de ti. Hay, sin duda, innumera- otro, cómo lo amplía y supera, cómo lo transfigura, cómo
bles senderos y puentes y semidioses que quieren llevarte forman una escalera por la que has ascendido hasta ahora
a través del río; pero sólo al precio de ti mismo: tendrías para acceder a ti mismo. Porque tu verdadera esencia no
que darte en prenda y perderte. En el mundo no hay más yace oculta en lo hondo de ti, sino inmensamente por en-
que un camino que sólo tú puedes recorrer: ¿adónde con- cima de ti o, cuando menos, por encima de lo que usual-
duce? No preguntes, síguelo. ¿Quién dijo que «un hom- mente consideras tu yo. Tus verdaderos educadores y for-
bre jamás se eleva tan alto como cuando no sabe adónde madores te revelan lo que es el genuino sentido originario
puede llevarle su caminoxi" y la materia básica de tu ser, algo en absoluto susceptible
Pero ¿cómo nos reencontramos a nosotros mismos? de ser educado ni formado, pero, en cualquier caso, difi-
¿Cómo le es dado al hombre conocerse? Es ésta una cues- cilmente accesible, apretado, paralizado: tus educadores
tión oscura y enigmática; y si la liebre tiene siete pieles, el no pueden ser otra cosa que tus liberadores. Y éste es el
hombre puede arrancarle la suya siete veces setenta veces, secreto de toda formación: no proporciona prótesis, nari-
sin poder por ello decir aún: «éste eres tú verdadera- ces de cera, ni ojos de cristal. Lo que estos dones pueden
mente, ya no se trata de un mero envoltorio». Además, dar es más bien la mera caricatura de la educación. Por-
ahondar así en uno mismo y descender brutalmente por que la educación no es sino liberación. Arranca la cizaña,
el camino más corto al hondón del propio ser no deja de retira los escombros, aleja el gusano que destruye los tier-
ser un comienzo terrible, peligroso. Cuán fácil es causarse nos gérmenes de las plantas; irradia luz y calor; actúa
heridas al hacer lo que ningún médico puede curar. Y no como la benéfica llovizna nocturna; imita e implora a la
sólo eso. Porque ¿para qué haría falta, si todo da testi- naturaleza en lo que ésta tiene de maternal y compasiva.
monio de nuestro ser, nuestros amigos y nuestros enemi- Es, en fin, la consumación de la naturaleza lo que lleva a
gos, nuestra mirada y nuestros apretones de mano, así plenitud su obra, previniendo sus golpes despiadados y
como lo que olvidamos y nuestros libros y los rasgos de crueles y haciéndolos mutar en bienes, cubriendo con un
nuestra pluma? Hay un medio, con todo, de organizar las velo sus impulsos de madrastra y su triste falta de com-
averiguaciones decisivas y tomar nota de ellas. Que el prensión.
alma joven eche una mirada retrospectiva a su vida y se Hay, ciertamente, otros medios de encontrarse, de vol-
pregunte: ¿qué has amado hasta ahora realmente, qué ha ver uno a sí mismo, de salir del letargo en que se vive co-
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I atraído a tu alma, qué la ha dominado y hecho, a la vez, múnmente, como rodeado de una nube sombría. Pero no
1
conozco otro mejor que volver reflexivamente a quien nos
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¡,I ha educado y formado. Y por eso quiero yo hoy rendir
homenaje a un maestro y educador del que puedo glo-
1 Se trata de un dicho atribuido a Oliver Cronwell, tomado por
:1 riarme, Arthur Schopenhauer, para luego volver con la
Nietzsche de un pasaje, muy subrayado por él mismo, del libro de
memoria a otros.
1:1 R. W. Emerson, Versuche, versión alemana de G. Fabricius, Hannover,
1895, que figura en su biblioteca.

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.11;
quilamente y se cuide él mismo, dándose así por satisfe- poco más o menos, el monje medieval comparado con el
cho, de ser un buen ciudadano. Estará en su derecho, reinado, por él soñado, de los «hijos de los dioses». Ese
como Platón estuvo en el suyo. Habrá también quien in- Estado moderno está, desde luego, muy lejos de convertir
terprete aquella grandiosa libertad como presunción. a los filósofos en gobernantes -¡gracias sean dadas a
y no dejará de tener razón, porque no sabría qué hacer Dios!, exclamará el buen cristiano-, pero el fomento de
con ella y sería, además, una gran prueba de presunción la filosofía que ha hecho suyo debería ser examinado al-
por su parte reclamada. Esa libertad es una grave culpa, guna vez de un modo tal que pudiéramos averiguar si
a decir verdad, que sólo mediante grandes hazañas puede tiene alguna relación, según él lo entiende, con las tesis
expiarse. Por supuesto que el común de los mortales tiene platónicos. Esto es, si lo entiende tan seria y sinceramente
el derecho de lanzar una mirada colérica a semejantes fa- como si su intención suprema fuera la de crear nuevos
vorecidos, pero que Dios les preserve de verse ellos mis- Platones. Si por lo general el filósofo surge en su época de
mos así favorecidos, o lo que es igual, cargados de tan te- modo casual, ¿se ha impuesto hoy realmente el Estado
rribles obligaciones. Su libertad y su soledad acabarían moderno la tarea de transformar conscientemente este
con ellos y acabarían convirtiéndose en locos, en locos azar en una necesidad con el fin de ayudar aquí también
malvados por puro aburrimiento. a la naturaleza?
Es posible que este o aquel padre de familia pudiera La experiencia nos enseña más bien algo mejor o
aprender algo de cuanto aquí se ha dicho y aplicado, ha- peor, según se mire. Sencillamente que por lo que se re-
ciéndolo así útil, a la educación privada de su hijo, por fiere a los grandes filósofos, a los que son por naturaleza,
'más que no hay realmente que esperar que los padres nada se opone tanto a su surgimiento y desarrollo como
quieran tener filósofos como hijos. Es harto probable que los malos filósofos que lo son por obra del Estado. Penosa
los padres se hayan resistido en todos los tiempos a la in- cuestión, ¿no es verdad? Como es sabido, la misma que
clinación filosófica de sus hijos, considerándola aberrante. Schopenhauer abordó por vez primera en su célebre tra-
Es bien sabido que Sócrates fue víctima de la cólera de tado sobre la filosofia universitaria. Vuelvo a esta cues-
los padres por «corromper a la juventud» y que por igual tión, porque es preciso obligar a los hombres a tomada
razón creyó Platón necesario crear un Estado completa- en serio, esto es, a dejarse determinar a través suyo a la
mente nuevo para no hacer depender el surgimiento del acción, y considero inútil cada palabra escrita tras de la
filósofo de la sinrazón de los padres. Se diría 'hoy casi que que no opere una incitación así a la acción. Y, en cual-
Platón ha ganado algún terreno, dado que el Estado mo- quier caso, está bien demostrar una vez más las aprecia-
derno ha asumido entre sus deberes el de fomentar la fi- ciones siempre válidas de Schopenhauer, apuntando al
losofia y busca en todo tiempo hacer felices a un deter- hacerlo precisamente a nuestros contemporáneos, dado
minado número de personas con esa «libertad» que que los bienintencionados podrían creer que tras sus gra-
tenemos por una de las condiciones esenciales para el sur- ves acusaciones todo ha cambiado para mejor en Alema-
gimiento del filósofo. Sólo que Platón ha tenido una ex- nia. Ni siquiera en este punto tan menor cabe decir que
cepcional mala suerte histórica: cada vez que surgía una su obra haya dado resultados.
configuración que en lo esencial correspondía a sus pro- Mirando las cosas más de cerca, esa «libertad» con la
puestas, era siempre, vista más de cerca, la criatura falsa que el Estado favorece ahora, como dije, a algunas per-
de un duende, un monstruo lleno de fealdad. Lo que era, sonas en beneficio de la filosofia no es, en realidad, tal li-

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NIETZSCHE, F., Schopenhauer como educador,


Madrid, Biblioteca Nueva, 2001
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bertad, sino solamente un oficio que da de comer a quien número tanto mayor de filósofos, que le confieren la apa-
lo detenta. El fomento de la filosofia, el apoyo que se le riencia de tener de su lado la filosofia, simplemente por
presta, consiste, pues, simplemente en que hay hoy por lo tener de su lado a todos estos hombres que llevan tal
menos algunos hombres a los que el Estado posibilita vi- nombre y que, en realidad, no inspiran el menor temor.
vir de su filosofia en la medida en que les es permitido ha- De surgir, sin embargo, alguien que hiciera realmente el
c~r de ella un oficio lucrativo, en tanto que los viejos sa- gesto de ir con el cuchillo de la verdad directo al cuerpo,
bios de Orecia, por ejemplo, jamás estuvieron a sueldo el Estado, que. afirma ante todo su propia existencia, es-
del Estado. A lo sumo, como en el caso de Zenón, se les taría en el derecho de excluirlo de sí y de tratarlo como
honraba con una corona de oro y una tumba en el Kera- un enemigo, de modo similar a como excluye y combate
meikos. Que se sirva o no a la verdad indicando un ca- una religión que se sitúa por encima de él y pretende eri-
mino que permita vivir de ella es cosa sobre la que, en girse en juez suyo. Así pues, cuando alguien soporta ser
términos generales, no sabría yo pronunciarme, pues aquí filósofo por la gracia del Estado, tendrá que soportar tarn-
todo depende de la especie y calidad del hombre indivi- bi~n ser considerado por él como alguien que ha renun-
dual que ha de recorrer ese camino. Podría , con todo , ciado a buscar la verdad en todos los rincones. Mientras
imaginarme 'muy bien un grado de orgullo y autoestima se encuentre favorecido y terÍga un puesto, al menos, ten-
tal que, poseído de él, un hombre pudiera decir a sus pró- drá que reconocer una instancia como superior a la ver-
jimos: cuidad de mantenerme porque yo tengo algo me- .dad, esto es, el Estado. y. no meramente el Estado, sino
jor que hacer, esto es, cuidar de vosotros. En Platón y cuanto éste reclama para su bienestar. Una determinada
Schopenhauer una grandeza así de talante y expresión forma de religión, por ejemplo, de orden social, de orga-
nos asombrarían, toda vez que precisamente ellos podrían nización militar ... Todas esas cosas, en fin, que llevan so-
ser muy bien hasta filósofos universitarios, como Platón bre su frente escrito un Noli me tangere": ¿Se ha dado
fue durante algún tiempo filósofo de corte sin denigrar ni cuenta alguna vez un filósofo universitario de toda la ex-
rebajar por ello la dignidad de la filosofia. Pero ya Kant tensión de sus obligaciones y restricciones? No lo sé. Si al-
fue, como acostumbramos a seda los sabios y eruditos, guno lo ha hecho y ha seguido siendo funcionario, ha
mucho más prudente, sumiso y, en su relación con el Es- sido un mal arnizo de la verdad. Si no lo ha hecho, pues
1")

tado, más falto de grandeza. Y ello de un modo tal que bien, tampoco creo que haya sido un amigo de la verdad.
cuando en una ocasión se trató de atacar a la filosofia Éste es el reparo más. general. Que parecerá débil a
universitaria: no pudo justificarla. Las naturalezas capaci- los hombres de hoy, por supuesto, a los que dejará indi-
tadas para hacerla +-como las de Platón y Schopen- ferentes. Los más se contentarán con encogerse de hom-
hauer-- me temo que nunca habrían tenido la oportuni- bros y decir: «¡Como si alguna vez se hubiera podido lle-
dad, porque jamás un Estado se habría atrevido a var a cabo y mantener vivo en este mundo algo grande y
favorecer a hombres de este tipo colocándolos en tal si- puro sin hacer concesiones a la bajeza humana! ¿Preferís,
tuación. ¿Por qué? Porque todos los Estados les temen y pues, que el Estado persiga al filósofo en vez de ponerle
nunca favorecen a otros filósofos que a aquellos de los un sueldo y tomarle a su servicio?». Sin responder de mo-
que nada tienen que temer. Ocurre, en efecto, en ocasio-
nes que el Estado teme, en términos generales, la filoso-
fia, y precisamente porque ése es el caso, se rodea de un 21 Cita literal del Evangelio según san Juan 20, 17.

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mento a esta última pregunta, añadiré simplemente que hace al Estado al obligarse, frente a él, a irrumpir ante
:st~s co~cesiones de la filos~fia al Estado van hoy muy le- todo y fundamentalmente como erudición, Como conoci-
JOs. El Estado escoge, en pnmer lugar, sus servidores filo- miento, sobre todo, de la historia de la filosofía, en tanto
sóficos y, desde luego, tantos cuantos precisa para sus es- que para el genio que, similar en ello al poeta, mira las
t~bl.eci~ientos. Hace, por tanto, como si fuera capaz de cosas puramente y con amor y nunca alcanza a reposar
distinguir entre buenos y malos filósofos, o lo aparenta. enteramente en ellas, el husmeo en innumerables opinio-
y no sólo eso, sino que da por supuesto que de los bue- nes extrañas y erradas es, digámoslo así, el más opuesto e
nos tiene que haber número suficiente como para poder inadecuado negocio. La historia erudita del pasado jamás
proveer con ellos todas sus cátedras. No sólo en lo que ha sido el negocio de un verdadero filósofo, ni en India,
hace, pues, a la calidad, sino también en cuanto al nú- ni en Grecia. Y un catedrático de filosofía que se dedica
mero necesario de los buenos es hoy la autoridad. Obliga, a tales menesteres tendrá que oírse, en el mejor de los ca-
en segundo lugar, a los que ha escogido a permanecer en sos, que es, sí, un competente filósofo, un especialista en
un lugar determinado, entre unas personas determinadas la Antigüedad, un buen conocedor del lenguaje, un histo-
y entregados a una determinada actividad; tienen que en- riador. .. pero nunca un filósofo. Yeso en el mejor de los
señar a los jóvenes académicos que así lo desean, y ade- casos, como acabo de subrayar, porque ante los trabajos
más diariamente, en horas fijas. Pregunta: ¿puede un filó- preferentemente eruditos que publican los filósofos uni-
sofo en conciencia obligarse a tener todos los días algo versitarios un filósofo tiene la impresión de que están mal
que enseñar? ¿Ya enseñarlo ante .cuantos quieran oírle? hechos, de que les falta rigor científico y que resultan, por
¿No se verá obligado a fingir que sabe más de lo que re- lo general, odiosamente aburridos. ¿Quién liberará, por
al:nente sabe? .¿No se verá forzado a hablar ante un pú- ejemplo, la historia de la filosofia griega de la bruma so-
blico desconocido de cosas sobre las que únicamente con porífera que sobre ella han hecho caer los no demasiado
sus más íntimos amigos podría hablar sin peligro? Y so- científicos pero sí, por desgracia, demasiado aburridos tra-
bre todo: ¿no se privará de la libertad magnífica de seguir bajos de Ritter, Brandi y Zeller? En lo que a mí respecta,
su genio cuando éste le llama y adonde le lleva, obligán- prefiero Diógenes Laercio a Zeller, porque en el primero
dose a pensar públicamente, a una hora determinada , so- vive, al menos, el espíritu de la filosofia griega, en tanto
bre asuntos previamente determinados? ¡Y todo esto ante que en éste, ni el de la filosofia griega, ni ningún otro.
jóvenes! ¿Acaso no está mutilado de entrada, por así de- y en última instancia: ¿qué puede importarles a nuestros
cirlo, un pensamiento de este tipo? ¿Qué ocurriría si un jóvenes la historia de la filosofía? ¿Han de sentirse desa-
día sintiera que no le es posible pensar, que no se le ocu- nimados de opinar por su propia cuenta ante el mare-
rre nada inteligente y tuviera, sin embargo, que ponerse mágnum de opiniones? ¿Deberán aprender a unirse al jú-
frente a su público y hacer como si pensara? bilo general por lo magníficamente que lo hemos hecho?
Pero, se me dirá, no -tiene por qué ser un pensador, ¿Tendrán que acabar odiando y despreciando la filosofía?
basta con que reflexione y exponga, con que sea, sobre Más bien habría que pensar esto último a la vista del
todo, un erudito conocedor de todos los pensadores del martirio que son para la mayor parte de los estudiantes
pasado, sobre los que siempre tendrá algo que decir que sus exámenes de filosofia, de cara a los que tienen que lle-
sus discípulos ignoran. Pues bien, ésta es precisamente la nar sus pobres cerebros con las más extravagantes y ab-
tercera concesión, altamente peligrosa, que la filosofia surdas ocurrencias del espíritu humano unidas a las más

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grandes y dificiles de entender. En las universidades sólo cabezas golpeó: se comportan hasta tal punto como niños
se enseña la crítica de las palabras con otras palabras, o enanos que traen a la memoria aquel versículo indio:
nunca la única crítica de una filosofia que es posible y «los hombres nacen, por sus actos, tontos, mudos, sordos,
. que prueba algo, a saber, ensayar si se puede vivir de contrahechos». Aquellos padres eran merecedores de esta
acuerdo con ella. E imaginémonos ahora un cerebro ju- descendencia, «por sus actos», como dice el refrán. Está,
venil, sin demasiada experiencia de la vida, obligado a al- pues, fuera de toda duda que la juventud académica sa-
macenar cincuenta sistemas como palabras y cincuenta brá arreglárselas muy pronto sin la filosofía que se enseña
críticas de los mismos, todo junto y revuelto. ¡Qué deser- en sus universidades, al igual que los hombres extraaca-
tificación! ¡Qué degeneración' ¡Qué burla de lo que po- démicos pueden pasarse muy bien ya .hov sin ella. Que
dría ser una genuina educación para la filosofia! De he- cada cual haga memoria, simplemente, de sus años de es-
cho lo que se hace no es, y así se reconoce, educar para tudiante; en lo que a mí respecta, por ejemplo, los filóso-
ella, sino para un examen de filosofia cuyo éxito es, como fos académicos eran hombres de todo punto indiferentes,
es bien conocido y común, que el examinado -¡y tan a quienes tenía por gente que compendiaban algunos re-
examinado!- reconozca con un sollozo: «¡Gracias a Dios sultados de las otras ciencias, que en sus horas de ocio
que no soy filósofo, sino cristiano y ciudadano de mi leían periódicos y que iban a los conciertos. Y que eran,
país!» . por lo demás, tratados por su colegas académicos con un
¿y si este sollozo fuera justamente el objetivo del Es- menosprecio discretamente enmascarado. Se les suponía
tado? ¿Y si la «educación para la filosofía» no fuera sino siempre bastante ignorantes y, desde luego, dispuestos a
un desvío de la filosofia? Preguntémonoslo. De ser real- recurrir a giros oscuros y escasamente comprensibles para
mente así, lo único que habría que temer es que la ju- ocultar esta ignorancia. Se demoraban gustosamente en
ventud pase a problematizarse algún día por qué se abusa esos lugares brumosos en los que ningún amante de la
en realidad aquí de la filosofía. Lo máximo, la producción claridad podía aguantar mucho tiempo. El uno oponía a
del genio filosófico, ¿es un mero pretexto? ¿No será pre-. las ciencias de la naturaleza la objeción de que nadie es
cisamente el impedirlo lo que se pretende? ¿Hacer virar capaz de explicar plenamente el devenir más simple, de
el sentido al sin sentido? ¡Malhaya entonces todo el tin- donde concluía la total irrelevancia de aquéllas. Otro de-
glado construido por la sabiduría del Estado y de los ca- cía de la historia: «A quien tiene ideas, nada nuevo le en-
tedráticos! seña.» En una palabra, siempre encontraban el modo de
¿ Es posible que no se haya notado ya algo de todo probar que es más filosófico no saber nada que aprender
esto? No lo sé; en cualquier caso, la filosofia universitaria algo. Y cuando se decidían a estudiar, se imponía siem-
ha caído en un descrédito general y es harto cuestionada. pre ese secreto impulso suyo a huir de las ciencias y fun-
Ello guarda, en cierto modo,. relación con el hecho de dar en alguna de sus lagunas o de sus tierras inexploradas
que la generación que domina actualmente las cátedras es un OSC]lfO reino. De este modo, sólo precedían a las cien-
floja, de modo que de haber tenido que escribir Scho- 'cias a la manera de las fieras al cazador que las persigue.
penhauer hoy su tratado sobre la filosofia universitaria no En los últimos tiempos se complacen en afirmar que no
hubiera necesitado ya una maza; le hubiera bastado con son más que los guardianes de los puestos fronterizos y
un simple junco. Estamos hoy ante los herederos y des- adelantados de las ciencias; toman pie para ello preferen-
cendientes de aquellos falsos pensadores cuyas confusas temente en la doctrina kantiana, que se esfuerzan por

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modular en el sentido de un ocioso escepticismo del que cosa que desconfianza. Innumerables principios abstractos
pronto no se ocupará nadie. Con todo, aquí y allá aún no demostrados han sido apresuradamente reunidos por
hay alguno que consigue elevarse en un pequeño vuelo gentes de imaginación rápida y calenturienta que los han
metafisico, con las usuales consecuencias de vértigo, dolor desarrollado cuanto han podido en libros y teorías para
de cabeia y hemorragia nasal. Tras haberse perdido a explicar con ellos el mundo entero. Pero el mundo se pre-
menudo en estos viajes a la niebla y a las nubes, tras ha- ocupa poco por estas abstracciones, lo que a nadie debe
berse sentido agarrado por los pelos y devuelto a la reali- extrañar, dado que son contradictorias». Si en otro
dad por algún discípulo terco y sin miramientos de las tiempo los filósofos estaban sumidos, sobre todo en Ale-
verdaderas ciencias, su rostro recupera su habitual expre- mania, en una meditación tan profunda que corrían el
sión compungida, que tanto recuerda la de quien ha sido peligro de dar con la cabeza contra un muro, hoy van
castigado por sus mentiras. Han perdido su alegre con- acompañados, como los liliputienses de los que habla
fianza, de modo que ninguno de ellos está ya dispuesto a Swift, de todo un enjambre de guardias con pitos y ca-
aventurar un solo paso adelante en favor de su filosofía. rracas que de vez en cuando les dan un suave empellón.
En otro tiempo aún creían algunos poder descubrir nue- A veces los empellones. son excesivos, y los vueltos de es-
vas religiones o sustituir los viejos sistemas por otros nue- paldas al mundo se olvidan y devuelven el golpe, algo que
vos; semejante presunción ha desertado ya de ellos, desde siempre redunda en su perjuicio. «¿No miras por dónde
luego. Ahora no pasan de ser gente piadosa en su mayo- andas, imbécil?», exclama el guardia. Y el filósofo pasa
ría, tímida y oscura, jamás arrogante al modo de Lucre- realmente a mirar por donde pisa y se vuelve dócil. Estos
cio ni airada por la presión que han de soportar los hu- guardias con pito son los científicos naturales y la historia;
manos. Tampoco enseñan a pensar lógicamente, y poco a poco han intimidado tanto a los soñadores y pen-
conscientes del verdadero alcance de sus fuerzas, han sadores alemanes que durante largo tiempo fueron con-
abandonado sus usuales disputas. Hay hoy, evidente- fundidos con lafilosofia que todos ellos renunciarían de
mente, más lógica, más cautela, más modestia, más in- buen grado al intento de andar por su cuenta. Y si de im-
ventiva, en una palabra, más espíritu filosófico del lado de proviso se echan en los brazos de aquéllos o quieren po-
.las ciencias particulales que del de los llamados filósofos, nerles andadores para dejarse conducir ellos mismos, tie-
de modo que todos asentirán a lo que Bagehot, ese inglés nen que oírse las más terribles pitadas, algo así como si
sin prejuicios, dice sobre los actuales constructores de sis- les dijera: «Lo único que nos faltaba, que un soñador de
temas: «¿Quién no está convencido casi de antemano de esta calaña quiera enmarañarnos las ciencias' naturales o
que sus premisas confieren una combinación tan extraña la historia. [Fuera!» A lo que reaccionan retrocediendo
de verdad y error que ni siquiera vale la pena reflexionar tambaleantes a su propia perplejidad e incertidumbre.
sobre sus consecuencias? Lo cerrado y completo de estos A cualquier precio quieren tener un poco de ciencia na-
sistemas atrae tal vez a los jóvenes e impresiona a los in- tural entre las manos, algo de psicología empírica, por
cautos, pero los hombres formados dificilmente se dejarán ejemplo, como los herbartianos, o un poco de historia
deslumbrar. Estos últimos están siempre dispuestos a aco- como sea, para poder así hacer ante el público como si se
ger favorablemente indicaciones y conjeturas, y la más Qcuparan de cuestiones científicas, aunque en su fuero in-
humilde verdad les es bienvenida, pero un grueso libro terno lo que realmente quieren es enviar la filosofia y la
lleno de filosofia deductiva no puede suscitar en ellos otra ciencia al diablo.

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Pero aun admitiendo que este enjambre de malos filó- condiciones de prometer al Estado que le será incondi-
sofos es ridículo -¿y quién no lo reconoccriar+-, ¿en qué cionalmente útil o, lo que es igual, que pondrá la utili-
medida resulta también dañino? Responderemos breve- dad del Estado por encima de la verdad. Cierto que se-
mente: porque convierten la filosofía en una cosa ridícula. Mien- ría magnífico para el Estado tener también a la verdad a
tras subsista la casta de los seudopensadores pagados por su servicio y a sueldo. Lo que ocurre es que sabe dema-
el Estado, toda influencia en gran escala de una verda- siado bien que pertenece a la esencia de ésta el no po-
dera filosofia será evitada o, cuando menos, dificultada, y nerse nunca al servicio de nada, el no aceptar un sueldo.
no por otro medio que por el de la maldición del ridículo De ahí, pues, que en lo que posee no posea más que la
con el que los representantes de esta gran causa se han falsa «verdad», una persona con una máscara. Y ésta no
cubierto, un ridículo que acaba por afectar a la cosa puede tampoco rendirle el servicio que tanto espera de la
misma. De ahí mi tesis de que una de las exigencias de la verdad genuina: su propia legitimación y glorificación.
cultura consiste precisamente en liberar la filosofia. de Cuando un príncipe medieval tenía que ser coronado por
todo reconocimiento por parte del Estado y de la acade- el papa y no lo conseguía, nombraba un anti-papa que
mia, librando a la vez a éstos de la insoluble tarea de dis- no dudaba en rendirle el servicio; lo que no resulta posi-
tinguir entre buenos y malos filósofos. Dejad, pues, a los ble, en cambio, es que el Estado moderno nombre una
filósofos que crezcan salvajemente y a su aire, privadles contrafilosofia destinada a legitimarle, porque no por ello
de toda perspectiva de un puesto y una posición en las dejaría, sino todo lo contrario, de tener en contra suya a
profesiones burguesas, dejad de estimularlos con la pro- la filosofia. Y como he dicho, aún más que antes. Creo,
mesa de un sueldo; más aún: perseguidles, tratadlos incle- pues, con toda seriedad que le resulta más útil no ocu-
mentemente, iY veréis cosas milagrosas!· Los unos em- parse en absoluto de ella, no pedirle nada y, en la me-
prenderán la desbandada buscando aquí y allá, pobres dida de lo posible, dejarla a su albur como algo indife-
impostores, un tejado bajo el que guarecerse; aquí se rente. Si no domina esta indiferencia, si la filosofia se
inaugurará una parroquia; allá una escuela; éste se me- vuelve peligrosa y agresiva contra el Estado, entonces
terá en la redacción de algún periódico; aquél escribirá li- que la persiga. Como el Estado no puede tener otro in-
bros de texto para pensionados de jóvenes distinguidas; el terés en la universidad que el deseo de educar, mediante
más sensato tomará el arado y el más vanidoso se buscará ella, ciudadanos devotos y útiles, debería reflexionar so-
un puesto en la corte. De repente todo estará vacío, los bre la inconveniencia de poner en peligro la utilidad que
pájaros habrán abandonado el nido, porque nada tan fá- le reporta esta devoción mediante la imposición a los jó-
cil como librarse de los malos filósofos, basta con dejar de venes de un examen de filosofia. Es posible que un exa-
favorecerlos. Y vale más aconsejar esto que lo otro, esto men temible de este tipo ayude a ahuyentar las cabezas
es, el patrocinio público, estatal, de una filosofia, sea ésta perezosas e incapaces. Tal vez sea éste, pues, un medio
la que fuere. adecuado para animarles a dejar sus estudios. Pero esta
Al Estado nunca le ha preocupado demasiado la ver- posible ganancia no compensa el perjuicio que esta
dad, sino sólo la que le puede resultar útil. y más exac- misma ocupación forzada ocasiona a una juventud diná-
tamente, toda clase de utilidad, ya sea la verdad, la se- mica e inquieta. Los estudiantes comienzan a leer libros
miverdad o el error. Una alianza entre el Estado y la prohibidos, dan en criticar a sus profesores y terminan
filosofia únicamente tendrá sentido de estar la filosofia en por comprender el objetivo último de la filosofia univer-

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sitaria y de esos exámenes. Por no hablar ya de los es- tura y en el discurso. La Antigüedadindia abre suspuer-
crúpulos que pueden apoderarse, en similar trance, de tas y los especialistas en, ella apenas tienen con las obras
los jóvenes teólogos; escrúpulos que les están llevando, en imperecederas de los hindúes, con sus filosofías, otra rela-
cualquier caso, a desaparecer poco a poco, como la ca- ción que la que un animal podría tener con una lira, por
bra montés en el Tirol. mucho que Schopenhauer haya afirmado que el conoci-
Soy perfectamente consciente de las objeciones que el miento de la filosofia india es la gran ventaja que nuestro
Estado podría hacer a toda esta consideración, al menos siglo tiene sobre los anteriores'<. La Antigüedad clásica se
mientras la opulencia hierba hegeliana henchía todos los ha convertido en una antigüedad cualquiera y nada tiene
campos. Pero como el granizo agostó ya esta cosecha y de ya, en cuanto a su influencia afectiva, de clásica ni de
todas las promesas que se hicieron ninguna se ha visto ejemplar, como bien nos lo hacen ver sus discípulos, que
cumplida, y los graneros están vacíos, se ha pasado a no no son, ciertamente, hombres a los que habría que imitar.
hacer ya objeciones y a no ocuparse de la filosofia. Ahora ¿Dónde está, pues, el espíritu de Friedrich August Wolf, de
se está en el poder. Entonces, en la época de Hegel, se quien Franz Passow pudo decir que le parecía un espíritu
quería acceder a él. He aquí la gran diferencia. El Estado genuinamente patriótico, genuinamente humano, capaz,
no precisa ya de la sanción de la filosofia, por lo que ésta llegado el caso, y por tener la fuerza para ello, de poner
no le es ya útil. Cuando deje de mantener sus cátedras o, en efervescencia e incendiar todo un continente? ¿Qué se
como creo que sucederá en los próximos tiempos, sólo las ha hecho de este espíritu? Por el contrario, ..elespíritu del
mantenga de modo laxo y más bien aparente, saldrá ga- periodismo penetra cada, vez más profundamente en la
nando. Pero lo que me parece más importante de todo uni~er~idad, y muchas veces enmascarado incluso de «filo-
ello es que también la universidad saldrá ganando. Tengo, ~?~a». Una conferencia plana y maquillada, Fausto y Na-
al menos, que pensar que un santuario de las verdaderas tán el Sabio en los labios, el lenguaje y los .puntos de vista
ciencias saldría ganando de verse libre de la compañía de de nuestros repugnantes gacetilleros, en los últimos tiem-
una semiciencia, de una ciencia de tres al cuarto. Por lo pos también un poco de cháchara sobre nuestra santa mú-
demás, la estimación en que se tiene a las universidades es sica alemana, incluso la reivindicación de cátedras dedica-
lo suficientemente singular como para tener que desear, das a Goethe y Schiller: he ahí los signos que nos obligan
por razones de principio, la exclusión de disciplinas por las a pensar que el espíritu de la universidad comienza a con-
que los académicos tienen poca estima. Porque los no aca- fundirse con el del siglo. Dada, pues, la situación me pa-
démicos tienen buenos motivos para alentar cierto menos- recería de la mayorjmportancia que surgiera, fuera de la
precio respecto de las universidades; les reprochan su co- universidad, un tribunal superior llamado a vigilar y juz-
bardía, que las pequeñas teman a las grandes y que las garestas instituciones en cuanto afecta a la cultura y for-
grandes tengan miedo de la opinión pública; que en todas mación que disponen. Y tan pronto como la filosofia sea
las cuestiones relacionadas con la alta cultura en lugar de
figurar en la vanguardia, vayan a rastras y con ritmo
amortiguado; que no caminen ya en la dirección funda- 22 En el prólogo a la primera edición de su gran obra El mundo como

mental verdadera de las ciencias prestigiosas. Cultivan, por voluntad y representación Schopenhauer alude en estos términos a los Upa-
nishads. (Cfr. Schopenhauer, A., Die Welt als Wille uns Vorstellung, Vorrede
ejemplo, los estudios lingüísticos con más celo que nunca, zur ersten Atiflage, vol. 1, Zúrich, Haffmans Verlag, MCMLXXXVIII,
sin estimar necesaria una educación rigurosa en la escri- pág. 11.)

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excluida de las universidades, purificándose así de todos tiempo la filosofia se ha convertido para ellos en algo ri-
los miramientos indignos y de sus nebulosidades, será ella dículo. Y, sin embargo, tendría que ser algo terrible para
ese tribunal. Sin poder estatal, sin sueldo ni honores, sabrá ellos. Y los hombres llamados a buscar el poder deberían
cumplir con su función, tan libre del espíritu de nuestra saber qué fuente de heroísmo mana de ella. 'Es precisa-
época como del miedo a este espíritu. Viviendo, en una mente un americano quien mejor ha dicho qué impor-
palabra, como vivió Schopenhauer: como el juez de la lla- tancia puede corresponderle a un gran pensador que llega
mada cultura de su entorno. De esta manera el filósofo re- a este mundo como centro nuevo de fuerzas inconmensu-
sultará útil asimismo a la universidad, con la condición, rables: «Tened buen cuidado, dice Emerson, y tomad
claro es, de que no se identifique con ella, sino de que vuestras precauciones cuando el gran Dios permita que
consiga contemplarla desde una lejanía digna. un pensador venga a nuestro planeta. Todo estará en pe-
Con todo, parece imposible no cuestionarse qué puede ligro. Es como si en una gran ciudad estallara un incen-
importamos la existencia de un Estado o el fomento de dio de grandes proporciones y nadie supiera qué está aún
las universidades cuando lo que está en juego, lo que real- a salvo y cuándo acabará. Nada habrá en las ciencias que
mente nos preocupa, es la existencia de la filosofia sobre mañana no pueda verse sometido a un giro radical, nin-
la tierra. Porque importa infinitamente más -y dejo en gún prestigio literario resistirá, como tampoco las celebri-
estos términos constancia de ello para que no quede duda dades reconocidas. Todas las cosas que en esta hora les
alguna sobre mi pensamiento+- que un filósofo nazca en son queridas y les resultan valiosas a los hombres, lo son
el mundo que el que un Estado o una universidad subsis- sólo en razón de las ideas que irrumpieron, con ademán
tan. La dignidad de la filosofía aumentará en la medida ascendente, en su horizonte espiritual y que causan el or-
en que el servilismo ante la opinión pública y los peligros _- den actual de las cosas del modo mismo como un árbol
que acechan a la libertad vayan, a su vez, aumentando. lleva sus frutos. Un grado nuevo de cultura revolucionaría instan-
Dicha dignidad alcanzó su nivel más alto en el terremoto táneamente el sistema entero de las aspiraciones humanasi/", Si es-
de la crisis de la República y del Imperio romano, tos pensadores son peligrosos, está, pues, claro por ql~
cuando su nombre y el de la historia pasaron a ser ingrata io son nuestros pensadores académicos, porque sus ideas
principibus nomma'", Bruto prueba más su nobleza que Pla- se desarrollan pacíficamente en la rutina y en lo conven-
tón; era la época en la que la ética dejaba de contentarse cional, como nunca un árbol sostuvo sus frutos. O dan
con lugares comunes. Y hoy, en que la filosofia no es ya miedo, no ponen nada en cuestión, y de todo su ir y ve-
demasiado estimada, preguntémonos por qué ningún gran_ nir cabría decir lo que iDiógenes, por su parte, objetó
mariscal u hombre de Estado se declara discípulo suyo. cuando se alababa, ante él, a un filósofo: «¿Qué puede in-
Sencillamente porque en el momento en que han ido a vocar de grande a su favor cuando tras tanta dedicación
buscarla, lo que les ha salido al encuentro con el hombre a la filosofía aún no ha conturbado a nadie?» En efecto,
de «filosofía» no es más que un débil fantasma, una sabi- éste es el epitafio que cabría poner en la tumba de la fi-
duría erudita de cátedra; en una palabra, porque en su losofia universitaria: «No ha conturbado a nadie.» Lo que
no deja de ser más bien la alabanza a una vieja que el

23 «Palabras desagradables para los príncipes.» H Cfr. Emerson, R. vV., ob. cit., págs. 226 y sigs.

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homenaje a una diosa de la verdad, y no es de extrañar
que quienes sólo conocen a esta diosa como una anciana,
sean ellos mismos poco viriles y no merezcan, en conse-
cuencia, que los hombres del poder les tengan demasiado
en cuenta.
Puestas así las cosas en nuestros días, va de suyo que
la dignidad de la filosofia está por los suelos. Parece como
si ella misma se hubiera convertido en algo ridículo o in-
diferente, de suerte que todos sus verdaderos amigos tu-
vieran que sentirse en la obligación de testimoniar contra
semejante malentendido, mastranto al menos que tan sólo
son ridículos o indiferentes esos falsos servidores e indig-
nos portadores de la filosofia. Haciendo ver, mejor dicho,
ellos mismos mediante la acción que el amor a la verdad
es algo fructífero y poderoso.
Esto y aquello demostró Schopenhauer. y cada día lo
demostrará más.

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