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EN ESTA HORA

Biblioteca de
RUSSELL P. SEBOLD
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NICOLAS GONZÁLEZ RUIZ

EN ESTA HORA
Ojeada a los valores literarios

5
• - MADRID
Talleres «Voluntad»
Serrano, 48
-- ---------- ---------- —-------------------- ---

A DON ANGEL HERRERA ORIA


con inmensa alegría de hallar esta
coyuntura para decir públicamente mi
admiración, mi respeto y mi cariño
por él.
PROLOGO
i

La serie de artículos que van a continuación,


publicados en El Debate, de Madrid, bajo el
mismo título general que lleva este libro, en­
cierran una aspiración restringida por una par­
te y quizá francamente ambiciosa por otra. No
pueden en esta su primera salida abarcar por
entero el panorama, y raras veces ha sido po­
sible en ellos hacer consideraciones de índole
general. A suplir esas deficiencias y a cohesio­
nar las porciones diversas de este organismo se
endereza el prólogo, que hemos conceptuado ne­
cesario para encabezar el presente volumen.
La serie En esta hora quiere ser un ba­
lance. Un balance es siempre una especie de
cuerda Hoja tendida entre el pasado y el por­
venir. Ante sus resultados, o nos caemos de
espaldas y nos anulamos, o salimos lanzados con
nuevo impulso hacia el futuro. Todo balance
tiende — claro está — a darnos conocimiento de
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NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ EN ESTA HORA


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lo que poseemos; pero en el fondo ocultamos tal de la crítica, y falta preparación. Podríamos
considerar quizá como de necesaria coincidencia
otra idea: queremos saber lo que nos será po­
esas dos faltas, ya que apenas puede darse la
sible realizar con los bienes que nos quedan. El
beneficio líquido cierra una puerta y abre otra. una sin la otra: suele faltar serenidad al hom­
bre no preparado. Sin embargo, el veneno de
Y si no la abre es señal infalible de quiebra.
La aspiración restringida de este trabajo la pasión se ha introducido de tal modo en nues­
ha sido precisamente su enfoque hacia el balan­ tra más íntima célula intelectual, que no es raro
ce sin digresiones ni fantasías. La aspiración ver entre nosotros hombres, de cuya cultura no
ambiciosa ha sido nada menos que hacer critica. puede dudarse, manifestar cerrada obcecación,
Una cosa así como hacer pan de trigo sin trigo. turbios ojos y oscuro juicio en cuanto se aplican
Hacer crítica en un momento español $n que al examen de valores nutridos de ideología con­
no hay crítica, en que todos los que vivimos nos traria a la propia.
hemos educado en la desesperación sin causa o Derechas e izquierdas. He aquí dos sectores
en el optimismo sin fundamento. Los jóvenes irreconciliables poseídos del maléfico espíritu
de hoy tenemos tremendas responsabilidades que de incomprensión. Esa triste realidad española
exigir. Se nos ha engañado. Algo más. De una disocia el cuerpo nacional con la fuerza de un
parte nos han querido dar veneno y de otra líquido corrosivo. Derechas e izquierdas, dos di­
vino. Se nos quería ver con la amarilla piel mensiones de un cuerpo mismo, se niegan obs­
del intoxicado y su gesto que presagia la muer­ tinadamente — las gloriosas excepciones indivi­
te, o con la risa estúpida del borracho y su in­ duales confirman la regla — al razonamiento y a
consciencia suicida. Si en medio de este doble la verdadera crítica que dimana del estudio.
afán destructor tenemos algunos nada más que Constante y diariamente se ve esto comprobado
el deseo de ver las cosas como son, aunque no en el coto particular de la literatura, adonde lle­
nos acompañe el acierto, España nos lo agra­ gan, quizá más intensamente que a otro alguno,
decerá. Nos lo agradecerá algún día, aunque hoy esas corrientes disociadoras. Falta serenidad y
los que querían darnos veneno nos desprecien y falta buena fe, pues no hay que confundir en
nos maldigan y los que querían emborracharnos modo alguno la pedante apostura y la mirada
nos apostrofen y nos repudien. desdeñosa con la verdadera elevación y la mi­
Falta en España serenidad, virtud fundamen­ rada serena. No es lo mismo un hombre alto
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10 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ en esta hora

que un hombre estirado, ni vale más que el del 98 andamos todavía, aunque sea, como que­
maestro llano y cordial la institutriz dominadora, remos hacer nosotros, para reaccionar violenta­
seca e ignorante. En el campo intelectual pa­ mente contra él. Basta citar los valores literarios
decemos, por desgracia, los españoles una epi­ de aquella generación para darnos cuenta de que
demia de institutrices. con mucha dificultad podremos sustituirlos. En
■Como humilde contribución al necesario an­ algunas zonas, como la del teatro, citar a Be-
tídoto de ese mal empezamos esta revisión de navente parece como poner un punto final ante
los valores literarios poniendo nuestra mejor vo­ el vacío.
Sería soberanamente injusto encerrar en una
luntad en estimar lo más digno de estima. He­
condenación sin apelaciones a toda la pléyade
mos sido leales con nuestro propósito y cuida­
de aquellos días del desastre español y la incuba­
mos —■ y en lo futuro seguiremos la misma nor­
ción del pesimismo. El punto de partida era ló­
ma — más ese fondo de lealtad que la elegancia
gico y patriótico inclusive. La manera de des­
o el eufemismo. Nuestra norma la constituyen
pertar al pueblo, que tenía tan poco conocimien­
las palabras que dice don Pedro en La comedia
to de sí mismo como para pensar en la victoria
nueva, del insigne Moratín: “Yo no quiero men­
tir, ni puedo disimular; y creo que el decir la sobre los Estados Unidos, era entrar en el bos­
verdad francamente es la prenda más digna de que de sus sueños con la podadera implacable
un hombre de bien.” en la mano. Pero las demasías de los leñadores
fueron tales, que a poco si dan con el bosque
entero abajo y le dejan bueno para que vengan
otros a hacer leña. El pesimismo se adueñó de
II todo, se rompieron lazos tradicionales y se dió
un salto mortal en la solución de continuidad
¿De dónde hemos de arrancar para esta ex­ histórica que ya se venía observando. La direc­
cursión a través del campo literario ? La fecha ción ideológica que impulsó al 98 era sencilla­
tan convencional como se quiera, pero muy útil mente la misma que impulsa al suicidio al hom­
para entendernos, de 1898, surge ante nosotros bre que hace un mal negocio. El crimen de este
hombre suicidándose, no sólo con olvido de le­
llamándonos a ir detrás o a ponernos enfrente.
Lo que no puede hacerse es olvidarla. En torno yes divinas, sino de posibilidades humanas que
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en esta hora

España, que ignora lo que significa el catolicis­


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mo, que pasa con ridicula petulancia ante Me-
con mayor serenidad hubiera podido ver, es néndez Pelayo y, se figura que Ernesto Haeckel
paralelo al impulso colectivo del 98, que ha de­ es un genio. Un novelista grande, en resumen,
rivado últimamente en un criminal olvido de forrando la más risible amalgama de nociones
España, con desconocimiento de su historia y absurdas, infundadas, incompletas, sin base y sin
ceguera ante todo lo que la vigoriza y la enaltece. cúspide, que sea dable reunir en un mismo es­
Por eso, actualmente, no queda más recurso píritu. Así como se siente al novelista fuerte y
a la juventud española que romper con la equi­ rico, parece imposible que el hombre pueda vivir
vocación del 98, -volviendo, si es preciso, a la con el espantoso desbarajuste que tiene dentro
revisión de aquel momento con mayor serenidad. de la cabeza.
Quizá anudando el hilo en ciertas síntesis, muy La tendencia espiritualista de un pensador
claras, de Ganivet, se podría tenderlo hasta hoy fuerte y humano como Unamuno, quédanos como
y contemplar cómo pasaba a mucha altura sobre norma para hacernos estimar a los católicos el
la cabeza de Unamuno o de Baroja, pongamos inmenso valor que el cauce sereno de nuestra
por los dos representantes más químicamente creencia tiene para aquietar todo desvarió. Apro­
puros de todo el peligroso afán desorientado que vechemos la tendencia noble tan firmemente sen­
movió hacia atrás — mientras creía andar hacia tida, y detengámonos mucho antes de llegar a los
adelante — a toda la generación. cuarenta grados de fiebre, con el correspondiente
Literariamente el 98 —lo mejor de él — ha delirio, que son la temperatura constante de
formado un núcleo denso y poderoso, en el que Unamuno.
hay mucho que estudiar para conseguir la sepa­ Difícil de olvidar la lección de Benavente. Su
ración de todo el sistema literario de aquellas manera de ver el teatro tan artística y tan lógica
otras cosas que representan la ya caduca ideolo­ es la consecuencia literaria más importante del
gía. Nos lega Baroja, por ejemplo, su sobria 98. La labor de Benavente en el teatro es imbo­
manera de novelar, fuerte e impresionista, que rrable y significa la redención de todas las locu­
no dejamos de agradecerle, tras la inundación ras del último cuarto del siglo pasado. No hay
de páginas galdosianas. Está ya en el polvo todo más remedio que arrancar de Benavente para
lo que no es Baroja novelista: el otro Baroja es proseguir la obra del teatro español. Hace falta
un hombre absurdo, ilógico, anacrónico, maniáti­
co, cerril, que no ha comprendido la historia de
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la ideología de entonces; pero estudio detenido
desde luego mayor fijeza de principios y menos
de aquella literatura y aprovechamiento de mu­
afán de ser ingenioso y satírico. La lección de
chos de los rumbos que marca. Es la única ma­
la manera de hacer de B enavente es inaprecia­
nera de que el 98 no sea un retroceso completo.
ble. Las otras lecciones contradictorias que el
dramaturgo nos brinda hócennos desear una for­
mación más completa para el que haya de venir
a ocupar su puesto, si es que viene alguno. Por
desgracia, el puesto amenaza con quedarse va­ III
cante.
De A zorín y de Valle Inclán hay que apren­
Ya comienza a inspirarnos temores la exten­
der a escribir. Todavía hay mucha gente entu­
sión de este prólogo. Procuraremos ser breves
siasta de la prosa declamatoria y vacía, con mu­
en el desarrollo de los puntos que hemos de tocar
chas palabras y pocas ideas. Ciertas frases he­
aún indispensablemente. ¿Qué tenemos después
chas, la unión indisoluble de muchos sustantivos
del 98? ¿Qué tenemos frente al 98? Los últimos
con los adjetivos tradicionales son aún para mu­
años parecen marcar atisbos de tendencias nue­
cha gente buena manera de escribir. Venga an­
vas, de reacciones aun no bien definidas, pero
tes que seguir por ese camino el despoje com­
desde luego mejor orientadas que las preceden­
pleto de todo adorno. Nosotros empezaríamos la
tes. La consecuencia, la continuación del 98 es
enseñanza de la composición castellana por el
francamente lamentable. Los mismos que la ini­
estilo telegráfico. Cuando se supieran decir en
ciaron parecen detenerse ahora y permanecer in­
ese estilo todas las ideas, se podría aprender a
decisos y errantes, sin dirección fija. Pérez de
rellenarlo y adornarlo. Por lo pronto, y en ’el
Ayala, que en Troteras y (lanzaderas no era más
momento en que estamos, vale más que falten
que un noventiochista despistado, con todos los
tres palabras que sobre una.
inconvenientes y muy pocas ventajas de los hom­
Esa es nuestra actitud ante el 98 y la que
bres del 98, se ha detenido y se dedica al equi­
aconsejamos a los pocos, poquísimos, que nos librio intelectual sin consecuencias, dando la im­
hacen la inolvidable merced de seguir nuestra presión de grave falta de rumbo. Ortega y
labor y de otorgar consideración a nuestros con­ Gasset y Eugenio d’Ors evolucionan lenta, pero
sejos. Reacción violenta, decidida, contra toda
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claramente, hacia un acercamiento a la medula
del pensamiento español. Vacilan y quiza vacila­ ridad para no alargar demasiadamente este
prefacio. Además, en esta primera serie, el
rán siempre, pero esa misma vacilación muestra
interés por el teatro, sector el más necesitado
que han visto el abismo y se han detenido a
de inyecciones, en nuestro concepto, nos ha he­
tiempo. De la ideología de Ortega y d’Ors a la
orientación tradicional católica del pensamiento cho descuidar algunas otras zonas que se pres­
en España hay una distancia no imposible de taban mejor a las consideraciones generales que
hemos creído pertinente hacer aquí con temor,
salvar. En Ortega domina últimamente una ten­
cierto es, de que la brevedad necesaria haya
dencia reconstructiva, una aspiración patriótica
perjudicado a la claridad de nuestras ideas. He­
serena y elevada que contrasta notablemente con
mos querido decir que la actualidad literaria da
todo el cúmulo de vaciedades amenas y de pe­
una sensación desorientada, tímida, vacilante e
dantería seca y sin medula que domina en otros
inexpresiva, y que conceptuamos preciso para
sectores. robustecerla acudir a situarnos francamente fren­
Literariamente, lo mismo Pérez de Ayala que
te al 98. Frente al 98 estamos nosotros. Pocos
Ors y Ortega Gasset, han impreso al estilo nue­
nos acompañan tal como entendemos que se nos
vos rumbos, dignificando y embelleciendo el idio­
debe acompañar, esto es, no situándose frente
ma. Quizá en ese afán bien orientado han caído
al 98 por medio de una ridicula y arcaizante de­
algunas veces en un campo de ridiculez por huir
clamación, sino advirtiendo que la reacción con­
de la frase manida. Es cierto. Pero la tendencia
tra el 98 ha de consistir en situarse delante
es lo francamente loable, y no sólo la tendencia,
del 98, en ser más modernos que el 98 y su
sino la realización en algunas páginas de gran
descendencia. En el alma europea florecen po­
belleza, que enseñan claramente el nuevo camino.
derosamente maneras de sentir y de pensar en
En el presente volumen apenas hemos tenido
las que advertimos nosotros la posible salvación
tiempo de alcanzar algunas manifestaciones de
del mundo moderno. Esas nuevas maneras no
nuestra nueva literatura. Si el público nos ayu­
constituyen más que una vuelta inteligente hacia
da una nueva serie completará esta primera, y
el catolicismo. Volver al catolicismo con el alma
entonces habrá ocasión para desarrollar amplia­
moderna, con el alma llena de todo el moder­
mente y en cada caso algunos de los puntos aquí
nismo posible, es situarse de un salto al frente
señalados y dejados quizá un poco en la oscu­
de todos los que trabajan por 1a cultura. En
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España estamos muy necesitados de hacerlo así, rece observarse un decrecimiento de la influen­
y por fortuna se observan buenas disposiciones cia francesa y una preponderancia creciente del
para ello. Este libro, en su esfera humildísima, teatro inglés. Es un hecho general. La influencia
quiere demostrar cómo enfoca un católico el francesa, que es aún muy grande, va centrán­
mundo literario, cómo lo siente y cómo lo ve. dose en el grupo de espíritus enfermos, o pre­
Él autor, fuerte en sus ideas, no se asusta de sos de dilettantisme/ exagerado y en algún caso
nada. Desprecia o se ríe. Estima todo lo que de afeminación sin atenuantes, que se entusias­
cree estimable, hállese donde se halle, y trata de man con Marcel Proust — gran escritor a quien
sumarse al despertar de los intelectuales católi­ nunca podremos perdonar que haya originado el
cos de España, que son muchos y muy buenos, proustismo — y se sorben mensualmente la Nou-
y pueden ser más y mejores en cuanto decidan velle Revue Française para aprender a hacer
no hacer el menor caso de las voces interesadas monerías.
que se hacen correr por ahí. Fuera de eso, la influencia francesa decrece,
y aumenta la influencia inglesa. Nosotros esti­
mamos eso como un gran beneficio. Para nada
necesita España que nadie le excite la sensua­
lidad. Lo que hace falta es un mayor interés
IV
por las preocupaciones espirituales y por el tra­
bajo. La literatura inglesa — como el pueblo in­
Como se ha dicho, en este libro se dedica aten­ glés — es la que camina más libre de la obse­
ción preferente al teatro. Más de la mitad de sión sexual y la que siente con intensidad ma­
los capítulos que contiene están dedicados a au­ yor las preocupaciones del espíritu. En la mo­
tores dramáticos. Por ellos se verá que, descon­ derna literatura francesa e italiana el espíritu se
tadas las grandes figuras, que ya caminan al ha rebajado hasta el servicio de la materia y aun
ocaso, apenas pasamos de la medianía. La figura de las anormalidades de la materia. Procurar,
de Eduardo Marquina, con su teatro poético tan con afanes dignos de mejor causa, la idealiza­
bello, es la única que parece destacarse en pri­ ción del placer material es lo que caracteriza a
mer término. Por lo demás, nuestro teatro vive muchos moderno?. Admirables caminos para la
de traducciones e imitaciones poco felices. Pa­ locura, para la tisis y para dar que reir al demo-
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nio. De la influencia inglesa puede esperarse que


contribuya en algo a elevar la moral del am­
biente.
Unos cuantos artículos se han dedicado en
esta serie a novelistas consagrados. Todos, ex­
cepto Fernández Flórez y Pérez de Ayala, son de
la generación anterior, a la que el autor consi­
dera como suya. Un solo artículo se ha dedicado
a un poeta — Machado —, y otro a un poeta y
erudito — Rodríguez Marín. Con esto queda
dicho que el autor no puede considerar conclui­
da su tarea. Con todo, ha creído que a la altura
en que ya se halla podría hacer un buen servicio
al público, ávido de orientarse, que no desea sino
JACINTO BENAVENTE
encontrar quien buenamente le ayude. Por eso
sale este libro, sabiendo el autor las imperfec­
ciones que tiene, pero estimando que, a pesar de
ellas, se acerca a la finalidad que persigue.

Nicolás González Ruiz

Madrid, octubre 1925.


Jacinto Benavente

En mi humilde biblioteca hay un tomito pe­


queño, limpiamente impreso y bien nutrido. Al
pie de la primera página dice: “Madrid, 1892.
Ha llegado a mis estantes desde una amplia mesa
donde daba el sol. Junto a la mesa un hombre
voceaba: “¡Lean barato!” Los rayos del sol re­
flejaban en un disco blanco que señoreaba la
mesa, y en el que alguien había escrito un letrero
de ciertas pretensiones decorativas. El letrero re­
zaba: “A peseta todos los volúmenes de este
tablero.” El librito pequeño, que yo saqué de
entre muy malas compañías, con el cariño y la
dulzura con que me llevaría a casa un niño aban
donado entre una turba de astrosos pillos, se titula
Teatro fantástico, y como autor aparece Jacinto
Benavente.
¡ 1892! Aún estaba el aire atronado, por los
ecos del aplauso con que fuera recibida unos
años antes La Pasionaria. Aún se aplaudía a ra­
biar El nudo gordiano. ¿Qué sería entonces de
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aquel volumen pequeñito ? En él se contiene la loa poco amargo, con sus gotas de filosofía y de
zímor de artista, la deliciosa comedia Los fa­ enseñanza de la vida.
voritos, que Benavente escribió acordándose de Habiendo escrito después Benavente tantas
Much ado about nothing, de Shakespeare; el obras magníficas, que parecía debían borrar el
diálogo El encanto de una hora, y la bella, obra recuerdo de El nido ajeno, éste sigue siendo para
fantástica, en dos actos, Cuento de primavera. muchos como un símbolo, y lo será más aún
Hoy, al amparo de la fama que conquisto aquel cuando- se trace en frío la historia literaria de
mozo iconoclasta de 1892, han vuelto algunos de últimos del siglo xix. En El nido ajeno parece
estos juguetes, que entonces huyeron a una pe­ indudable que Benavente se propone que el con­
numbra grata y modesta. El encanto de una hora traste sea absoluto entre su teatro y la técnica
lo hemos visto con placer en su versión inglesa. que privaba entonces. El nido ajeno puede ser­
Dos años después — 1894 — sorprendía a todo vir como un modelo excelente de una manera
el mundo una comedia en tres actos, muy dis­ moderna, segura y artística de entender el tea­
tinta de todas las que entonces se representaban. tro. De El nido ajeno ha salido la lección y la
Era El nido ajeno, y su autor Jacinto Benaven­ norma para todo nuestro teatro actual. No des­
te. El nido ajeno cae de pronto, como la piedra truye esta verdad el que muchos la desconozcan
en el lago. Casi diríamos mejor como el barril o finjan desconocerla. Ella se ha de imponer.
de aceite en el mar embravecido. Mar más que Entonces quizá maraville, indigne y provoque a
embravecido, loco furioso, era el de los sucesos risa al mismo tiempo el comprender la prisa con
tremendos que ocurrían En el seno de la muer­ que se olvidó. Y cuando ya no quede ni el polvo
te, o en La esposa del vengador. Y. en cambio, del teatro absurdo y grotesco del señor Linares
en El nido ajeno no pasaba nada. No había nin­ Rivas, y de los Quintero quede apenas un grato
gún conde vengativo, ninguna condesa adúltera, perfume, se dirá- que el teatro español de prin­
ningún escudero traidor. Ni siquiera un subte­ cipios del siglo xx lo formaban unas obras lla­
rráneo o una torre visitada por fantasmas. Nada. madas: La comida de las fieras, Los intereses
Salía allí una habitación de casa modesta, y en creados, La noche del sábado, Señora ama, Lec­
el segundo acto lo mismo, y en el tercero igual. ciones de buen amor...
Un oscuro incidente de la vida familiar, desarro­ Dos años después de El nido ajeno dió Be­
llado entre muy pocos personajes, y un final un navente a la escena una comedia, que es como la
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avanzada de todo un ciclo de obras de las mas Vamos a terminar este primer artículo dedi­
celebradas de nuestro autor. Hablamos de Gcwíe cado al gran Benavente con una referencia a la
conocida, que inicia la serie de obras de sátira primera de sus obras de definitiva importancia
fina y de buen tono. En ella existe una condi­ que vieron la escena: La comida de las fieras.
ción desconcertante todavía para mucha parte Exponemos estos principios con excesiva lenti­
del público. No hay “argumento”. El que esto tud, porque se vea bien cómo se dibuja y se
escribe ha visto a algunos espectadores de Gente afirma la personalidad del dramaturgo. En un
conocida preguntar por el argumento con indig­ próximo artículo ya podremos, más desembara­
nación, con el tono del hombre estafado, y que zadamente, intentar una clasificación y proceder
va a pedir que le devuelvan su dinero o arma por grupos de obras, en vez de por obras aisla­
un escándalo. En 1896 la tosa era mas extra­ das, como nos vemos obligados a hacer aquí
ordinaria que hoy. Entonces Gente conocida se La comida de las fieras continúa la serie sa­
salvó, porque la sorpresa de que no hubiese ar­ tírica, empezada dos años antes con Gente cono­
gumento desconcertó de tal modo, que casi cayó cida. Pero en La comida de las fieras aparece
en gracia. Allí había una serie de escenas ma­ ya el dramaturgo entero con un pensamiento
gistrales, finísimas, donde se veía retratada una vigoroso, con una técnica limpia, un estilo ad­
parte de la sociedad de entonces, y cuando todo mirable y un hondo sentido poético. Las figuras
iba por lo mejor, ¡paf!, se bajaba el telón y se de los nobles arruinados, sobre los que las fieras
acababa la comedia. Parecía verse al autor con se arrojan para devorarlos, son de mano maes­
malévola sonrisilla desaparecer a lo lejos como tra, y en el magnífico final aparecen humanamen­
una sombra, alegre por haber escamoteado el te dignificados y elevados por su verdadera su­
final, aquel final en que los protagonistas de los perioridad de espíritu, por su riqueza de volun­
Quintero se casan y se nos asegura que ya van tad, para edificar en medio de las ruinas de una
a ser felices para siempre, o en que los del señor vida rota una vida nueva y mejor.
Linares Rivas exponen una “tesis” para con­ Creo que La comida de las fieras — no quiero
mover a la sociedad burguesa. Menos mal que ni mencionar las infundadas acusaciones de pla­
la única conmovida es la “claque , y eso porque gio que se le hicieron —es una de las más bellas
es disciplinada y obedece las órdenes que se le comedias de Benavente, que es lo mismo que de­
dan antes de que la función empiece. cir una de las mejores del teatro moderno de
NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ EN ESTA HORA 29
28

Europa. Ya en adelante camina el autor por la muchas direcciones distintas y aun contrarias.
senda de sus gloriosos triunfos con paso seguro Pero siempre para llegar a un punto cercano
hasta llegar a la espléndida madurez coronada al corazón del espectador. Por todas partes se
de luz y de espinas, como todas las glorias de va a Roma.
este mundo. Las que escapen de esta ley están La primera época de Benavente se señala por
fabricadas con angelitos de mazapán, y no pue­ un predominio de la sátira, casi como objetivo
den pasar por tales glorias como no sea para único. El afán de satirizar abandona raras veces
servirlas de postre. a Benavente; pero podemos verle atenuado por
una emoción, por un florecimiento de poesía, bo­
rrado por un vendaval de pasiones o triunfante
en absoluto. En sus primeras obras es el motivo
II
fundamental, la base de toda la orquestación dra­
mática. Cuando Benavente estrena Gente cono­
El día 14 del corriente marzo—1925—estrenaba cida, acaba de cumplir los treinta años. Se anun­
Benavente su centésima obra dramática, Nadie cia claro el triunfo, la sociedad sonríe a los lati­
sabe lo que quiere. La sugestión de este número gazos y todo marcha viento en popa. Produce
significativo invita a algunas reflexiones sobre el alguna bella página de emoción juvenil, como el
conjunto de la obra del gran escritor. Nos ha­ final de La comida de las fieras. Pero tienen
llamos en una etapa en que es fuerza detenerse que venir aún los latigazos de la sociedad sobre
y volver la cabeza para contemplar el camino el artista. Vendrán y entonces le veremos ínti­
recorrido. Si a esto se añade que Benavente dijo mamente dolido, exprimiendo sobre el papel
que esa centésima obra sería a la vez la última amargura concentrada o sabia y humana dulzura.
de su autor... ¡Bah! Nadie sabe lo que quiere. El Benavente que fustiga a la sociedad dis­
Ese título benaventino parece casi una auto­ tinguida, al mundo bien, estrena La gata de An­
crítica. El concepto de psuge, mariposa,, aplicado gora (1900). Una figura de mujer, de mujer-gata
al espíritu de Benavente, tiene un significado (que las hay), perfectamente trazada, y un apa­
exacto. Benavente es en su labor tan vario y tan sionado artista, Aurelio, un poco tonto, como
diverso, dentro de las líneas esenciales de su casi todos los pintores que salen en las comedias.
personalidad, que le vemos levantar el vuelo en A mí me parece que los autores dramáticos no
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se tratan con los pintores. O les tienen mala vo­ Al natural, estrenada en el mismo año de 1903,
luntad. ¿Es posible que los pintores sean tan pone en contraste con la sociedad pervertida, que
ridículos como los sacan a escena? Sin tener la se satiriza como siempre, otra más humilde y
honra de tratar a ninguno, afirmamos que no. , sana. Es una de las más lindas comedias de este
Al año siguiente (1901), por no aludir más autor, tan pródigo en comedias lindas.
que a las producciones importantes, da Bena- El dragón de fuego, La princesa Bebé, La es­
vente Lo cursi a Rosario Pino, su gran inter­ cuela de las princesas, tienen entre sí y con la
prete, y hacia el final del mismo año La gober­ Noche del sábado un nexo común, rao tan visi­
nadora. En esta última obra se advierte ya mas ble como creen algunos, ya que las cuatro obras
cruel la intención satírica. Nada ni nadie se sal­ tienen grandes diferencias, sino también consis­
van. La acción transcurre entre una colección de tente en una similitud superficial, derivada del
sinvergüenzas, muy finos, con ingenio mordaz y ambiente exótico. El dragón de fuego se inter­
gran facilidad para decir atrocidades. preta como un tremendo alegato contra los pro­
Cuando el 17 de marzo de 1903 estrena María cedimientos colonizadores de una gran nación
Guerrero La noche del sábado, lleva ya Bena- marítima, dueña de inmenso imperio. Parece ser
vente escritas 25 obras dramáticas. Entre ellas así, en efecto. La obra no es de las mejores de
hay dos intentos fracasados de plantear por fin Benavente, aunque sorprende el hermoso derro­
el drama hondo, complejo y humano, Sacrificios che de fantasía y la belleza del lenguaje.
(1901) y Alma triunfante (1902). En La noche Rosas de otoño, otra de las comedias impor­
del sábado tenemos ya una realización definitiva. tantes de nuestro autor, continúa la serie de sus
Un lenguaje magnífico, literario, exquisito, que triunfos, que prosigue en crescendo a través de
resplandece desde el primer momento en el bello Cuento inmoral, Los buhos, Los malhechores del
prólogo, una de las páginas mejor escritas en bien, hasta llegar a Los intereses creados, la más
castellano en los últimos tiempos. En Imperia famosa y la reputada mejor entre las obras de
y en Donina, dos figuras maravillosas, llenas de Benavente, sobre todo por aquellos que gustan
poesía y de hondura: la mujer esclava de la am­ ante todo de la sátira fina y punzante del gran
bición, la mujer esclava del amor. Primores de escritor. Los intereses creados es, desde luego,
técnica, algunos de tan insuperable acierto como una comedia bellísima, literaria, en el sentido más
el final del cuadro tercero. puro de la palabra, y llena de penetrante sutileza.
3¿ NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ

Encierra una lección de filosofía práctica, que


nos cuesta aceptar como cierta, porque es la muer­
te de muchos sueños; pero que nos basta mirar
a nuestro alrededor para verla triunfante, rigien­
do las relaciones entre los hombres.
Esta suprema realización de la sátira que sig­
nifica Los intereses creados parece marcar el fin
de toda una época benaventina. Síguenle, entre
las obras importantes, Señora ama, La fuerza
bruta, Por las nubes, La losa de los sueños, que
marcan rumbos nuevos de extraordinario inte­
rés por mostrarnos posibilidades grandes fuera
de aquel camino benaventino del discreteo y de LOS HERMANOS QUINTERO
la sátira, que, aun elevándose mucho, nos pa­
recía necesitado de renovación. Y a esta cuali­
dad de renovarse que sólo tienen los grandes es­
critores, debemos el que Benavente haya podido
dar, tras de Los intereses creados, obras de gran
interés y tan distintas como La malquerida, El
collar de estrellas y esas otras donde el alma del
autor empieza a exprimir su intimidad: El mal
que nos hacen, La propia estimación.
Finalmente, una noble pesquisa en busca de
una técnica severa y de una expresión sobria,
que debe ser ley suprema del arte dramático, se
advierte en Una señora, Una pobre mujer, y de
manera espléndida en Lecciones de buen amor,
glorioso resplandor de la madurez de este artis­
ta, orgullo de la escena española.
3
Jjos hermanos (Quintero

Sería inexcusable este artículo si no comenzase


por una breve disertación comparativa de la es-
tr echez del molde con da amplitud del tema. Va­
lorar a los Quintero en un rápido estudio, exten­
so como de una columna de periódico, no puede
hacerse sin pedir antes muchos perdones. La obra
de los ilustres escritores andaluces es fecunda y
de calidad. El decoro literario y artístico con que
ha sido realizada exige consideración y respeto,
con los que a veces se aviene mal la necesidad de
escribir juicios rápidos sin espacio para la debi­
da comprobación. Por eso hace falta descargar
la conciencia en un párrafo preliminar.
Intentaremos una clasificación de la extensa la­
bor de los Quintero. Podría ser: sainetes, come­
dias, dramas. Dos posiciones se han adoptado
EN ESTA HORA 37
36 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ
— tipos, diálogo — que del sainete pasa a sus co­
comúnmente ante esta varia aptitud de los auto­ medias, y a aquellas comedias, como El patio,
res de Cristalina. La de aquellos que han consi­ que no son mas que sainetes amplificados. Pero
derado un error toda salida de los Quintero fuera
considerando la comedia de los Quintero como
del campo del sainete. La de los que han elevado tal, si bien se halla, cercana alguna vez a la per­
a los Quintero a la cumbre de la escena española,
fección y siempre en el terreno de lo discreto,
considerando que igual eran sus sainetes como
limpio y gracioso, ya no le son aplicables por en­
sainetes, que sus dramas como dramas. No hay
tero los elogios que hemos dirigido al sainete.
que decir que ninguna de ambas posiciones radi­
En la comedia quinteriana la elevación se bus­
cales es fruto de un estudio mesurado e impar­
ca por caminos de artificio, que se delatan más
cial. La fuerza de un prejuicio, de algo que se
bruscamente por el contraste con las escenas sin
quiere demostrar a todo trance, en algún caso
pretensiones. Ejemplo muy conocido del público,
del deseo de rebajar a otro autor, se ha impues­
y que prueba lo que decimos, es la comedia Amo­
to, con perjuicio de la crítica serena que los
res y amoríos. En ella no hay más que dos ele­
Quintero se merecen. No tenemos la pretensión
mentos : el sainete y la empalagosa dulzonería. El
de que vamos a acertar ahora. Pero sí tenemos
pi imer acto participa de ambos. El segundo acto
la seguridad de que nuestra disposición de áni­
es un acierto completo, a base del elemento sai­
mo es la que conviene.
nete. El tercero es un desacierto total, a base del
En el sainete, los Quintero han escrito peque­
elemento confitería. El cuarto acto se halla al ni­
ñas maravillas. La sal de la tierra andaluza, la
vel del primero.
verdadera sal — no el producto salobre e indiges­
I-as diferencias estas que señalo, con brusque­
to que nos sirven otros autores con la etiqueta
dad de la que vuelvo a pedir perdón, son tan
de Andalucía—, se infiltra en todos los poros de
salientes, que constituyen como pinceladas negras
los sainetes quinterianos, tornándolos en algo tan
y blancas, unas al lado de otras.
claro, tan justo, tan limpiamente regocijado, que
Los Quintero, a mi modo de ver, padecen de
con dificultad puede encontrársele par. Los tipos,
falta parcial de criterio artístico. De escritores
fielmente pintados, vivos, tiénen indudable fuer­
tan decorosamente' literarios como ellos no cabe
za. El sainete, con todos sus requisitos, está rea­
pensar otra cosa cuando no aciertan. Si han in­
lizado de un modo magistral.
cluido una mala poesía en una comedia, la han
Estas alabanzas pueden aplicarse a todo aquello
38 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ
EN ESTA HORA

incluido creyéndose que era 'buena. No puede buen ingenio, su discreción, las salva a todas. Pero
decirse de ellos que busquen halagar al público hay que significar muy claramente que, tan dig­
sirviéndole la mercancía que suponen más de su nos de estima y todo, los Quintero no son, como
agrado. Y el argumento no tiene vuelta de hoja y pretenden algunos, el primer valor de nuestro
es extensible a toda mala producción literaria, actual teatro. Es notoria injusticia considerarlo
que implica siempre o falta de criterio o falta así. Benavente se alza, y se alzará más aún cuan­
de decoro artístico. Si esto último no puede de­ do la Historia haga su labor, a muchos codos por
cirse con razón de los Quintero, ha de decirse lo encima de la mejor obra que los Quintero hayan
otro necesariamente. escrito. Y conste que hacemos la comparación a
Este defecto de los Quintero se hace patente disgusto y porque se ha hecho ya varias veces
al pasar de la comedia al drama. Si tuviera yo antes.
que representar de un modo gráfico, por medio Para finalizar esta ojeada relámpago a la labor
de una curva descendente, el mérito relativo de de los Quintero queremos hablar en particular
los sainetes, comedias y dramas de los Quintero, de dos obras suyas de gran interés, una de ellas
empezaría en lo alto con sainetes, del que podría de las más desconocidas y al par de las más be­
ser tipo La buena sombra; descendería un poco llas. Hablo de Don Juan, buena persona. Ya
para llegar en seguida a comedias tan lindas como Pérez de Ayala señaló esto con oportunidad. Don
El centenario, Los Galeotes, El patio, La escon­ Juan, buena persona, es una lindísima, una fina
dida senda, Doña Clarines; bastante más para co­ comedia, que ofrece una nueva encarnación de
medias, especiales para señoritas de la clase media, Don Juan, que es un verdadero hallazgo artís­
como Amores y amoríos, El genio alegre, La di­ tico. La otra obra, que merece capítulo aparte,
cha ajena, para caer por último en los pozos mar­ siquiera sea por la popularidad alcanzada últi­
cados por Malvaloca, Cabrita que tira al monte, etc. mamente, es Cancionera, En ella hay grandes
Insistiré de nuevo en las salvedades hechas, bellezas innegables; pero el propósito es ambi­
porque me duele pecar de dureza con escritores cioso en exceso y su realización se queda por
que merecen tanta gratitud del pueblo español. debajo. El fatalismo que impregna la obra toda
Los Quintero, valga la frase, están bien hasta es quizá un acierto para los que tienen de Anda­
cuando están mal. No hay obra suya francamen­ lucía una visión unilateral; pero nosotros vemos
te rechazable en el terreno literario, porque su en él un rasgo del carácter, de los Quintero, que
40 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ

no es de los menos defectuosos de su obra: la


ausencia de sentimiento religioso cristiano. Pero
esto nos llevaría demasiado lejos y nos apartaría
del cauce estrictamente literario que nos hemos
propuesto seguir.
La cualidad literaria eminente de los Quintero
es la gracia. Una gracia .cristalina, insuperable,
que no se puede comparar sino al limpio chorro
de una fuente brotando entre flores. Refresca el
alma y la llena de ideas sanas y optimistas. La
gracia. Sólo por esa cualidad, los Quintero me­
recen no sólo la consideración literaria, sino la
gratitud popular.
CARLOS ARNICHES

...______ —
Carlos Arniclies

Es muy curioso seguir el desenvolvimiento del


sainete madrileño desde D. Ramón de la Cruz,
pasando por Ricardo de la Vega, Javier de Bur­
gos, Tomás Luceño y López Silva y terminando
en D. Carlos Arniches. Este recorrido, que no
podemos hacer, ni siquiera rápidamente, prueba
lo que ya muchas veces se ha dicho: que el sai-'
nete madrileño ha ido transformándose en un
ingenioso producto artificial del que copia frases
y actitudes parte del pueblo. Los términos apa­
recen, pues, invertidos. Si no se puede decir en
absoluto que en vez de copiar los sainetes al pue­
blo copia el pueblo a los sainetes, puede afir­
marse que existe una doble corriente, una acción
y una reacción, una influencia mutua.
Este falseamiento del sainete no es enteramen­
te un defecto. A D. Carlos Arniches se le ocu­
rren cosas que ya quisieran los vecinos de la
calle del Tribulete que se les hubieran ocurrido
44 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ

EN ESTA HORA 45
a ellos. Don Carlos Arniches ha presentado ti­
pos populares que no se tropiezan ni con la cedimientos para lograr el chiste y varias situa­
linterna de Diógenes, y que nos gustaría mucho ciones, con ligeras variantes, constituyen el tea­
tropezar, sin embargo. Así se han producido con tro de este hombre, al que debemos todos un
el nombre de sainetes juguetillos muy lindos y
poco de alegría..
muy graciosos; pero, en cambio, el verdadero con­ Arniches ha escrito, como es sabido, muchos
cepto del sámete se esfuma, se falsifica, se mez­ sainetes madrileños. Algunos despiertan con su
cla y amenaza perderse del todo. título un eco grato en todos los oídos. El santo
Pero no vamos ahora a entonar las honras de la Isidra, Las estrellas, El chico de las Pe­
fúnebres de un género, sino a ver lo que nos ha gúelas, El amigo Melquíades... De ellos, en El
dado D. Carlos Arniches, y en la forma en que santo de la Isidra hay que reconocer la mayor
nos lo ha dado. Su labor es fecundísima y de aproximación al sainete que Arniches consigue.
indudable mérito. Van casi dos generaciones rién­ Si se le compara con El amigo Melquíades, por
dose con los chistes de Arniches, cantando a voz ejemplo, observamos que el mismo tipo ha per­
en cuello con letra de Arniches, repitiendo, a ve­ dido espontaneidad y ha ganado algunas super­
ces sin conocer la procedencia, frases que a Ar­ fluidades, que nada tienen que ver con él, y son
niches se le han ocurrido. De entre los autores de la exclusiva invención de su autor.
que en los últimos veinte años cultivan el género' Sin necesidad de ser el chino de antes, se pue­
conuco descontados los Quintero —- ninguno tan de establecer un sistema de hacer sainetes, que
chispeante, tan sanamente regocijado como Ar­ Arniches repite sin cesar. Erase que se era un
niches.
chulo de mala sombra, pendenciero, fanfarrón,
Su labor, con todo y lo extensa, no es fácil explotador y difamador de mujeres, ,y en el
de clasificar. Arniches se repite en lo fundamen­
fondo un gallina. Había una muchacha bonita
tal. Lo que constituye las diferencias entre sus
como las propias rosas y buena como el pan, que
obras es el distinto ropaje con que sabe vestirlas. lloraba amargas lágrimas porque el sinvergüenza
Aun en esto último un pacienzudo chino —que del chulo la engañó. Pero un honrado artesano,
supiese el castellano u lo que «a —podría esta­ que suele ser panadero, cajista de imprenta o al­
blecer sistemas de chistes y de situaciones. Se bañil, arremete con el chulo, destruye su falso
vería entonces que una o dos docenas de pro- prestigio, le “arrima candela” y se casa con la chi­
ca. Hay, como en los cuentos para niños buenos,
46 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ
EN ESTA HORA 47

uno. moraleja que inclina a la honradez y al tra­ por sendas escabrosas, por las que si él ha cami­
bajo y obliga a detestar la vagancia y la chule­ nado— no siempre —con gracia, otros, que ca­
ría. El mismo chulo, y lo mismito de antipático, recían de su ingenio, han ido sólo pertrechados
aparece en El santo de la Isidra, en El agua del de bajas intenciones para escribir esas piececillas
Manzanares, en El amigo Melquíades, etc. Hay “por horas”, deshonra de nuestra escena, y que,
variantes: el chulo se redime y se transforma de por fortuna, el público va rechazando con el des­
pronto en el cajista — Serafín el Pinturero —. En precio merecido.
realidad, la variante no es grande: se cogen los Una de las cosas que ha conseguido Arniches,
dos tipos y se hace uno solo con anverso y re­ a fuerza de conocimiento del teatro y de pasmo­
verso. sa habilidad, es que le consintamos que escriba
La tendencia educadora y moral es cosa que melodramas. Cuando nos creíamos ya despedidos
no nos atreveríamos a reprocharle a Arniches, para siempre de la época de Los dos sargentos
que ha hecho con ella mucho bien y que lo ha franceses y La huérfana de Bruselas, ha venido
hecho con gracia. Está presente en todos los sai­ Arniches, y una vez comprimidos — Doloretes, La
netes. Ya nos muestra los males de la envidia y noche de Reyes—/otra vez sin comprimir — La
la calumnia — El chico de las Peñuelas — ya nos cara de Dios, La sobrina del cura—, nos ha he­
prueba cuán locos son los padres que se forjan cho tragar melodramas con todas las agravantes,
excesivas ilusiones con sus hijos — Las estre­ si bien con cierta dosis de sustancia “arniches-
llas ya nos hace ver de mil modos lo ridículo ca”, que nos los ha hecho soportables .
de los celos — Los picaros celos — y lo falso de Al teatro “grande” de Arniches pertenecen al­
los Tenorios baratos. La misma tendencia, am­ gunas comedias que, en justicia, no deben pa­
plificada, pasa a los sainetones, o comedias saine­ sarse en silencio. » Entre ellas figura en primer
tescas, o juguetes cómicos, con elementos de sai­ término La señorita de Trevélez. Con un po­
nete, a los que Arniches ha dado proporciones quito de menos esfuerzo por declarar explícita­
“grandes”. Así, La hora mala, La chica del gato mente la finalidad moral, y habiéndolo dejado
y muchos otros. todo en comedia de costumbres de la clase me­
Al genero chico ha dado Arniches mucha con­ dia provinciana, habría resultado La señorita de
tribución, además de los sainetes, y es no poco Trevélez una obra maestra. El primer acto en el
culpable de haber animado a muchos a caminar casino es de una gracia y de una fuerza de pri-
48 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ

mer orden, el segundo degenera un poco hacia


la caricatura, y el tercero es ya falso entera­
mente, guiado tan sólo por el propósito del au­
tor de mostrarnos lo que, por otra parte, ya veía­
mos: la barbarie de los señoritos desocupados y
sus efectos sobre personas y sobre sentimientos
respetables.
En escala inferior a La señorita de Trevélez
se halla Es mi hombre, gran éxito del autor de
los grandes éxitos, con propósito moral y con un
tercer acto tan postizo y tan fuera de lugar, que
será para mí siempre un problema el por qué,
a pesar de él, se salva la comedia. EDUARDO MARQUINA
A nada conduciría el ir recorriendo todas las
producciones de Arniches. Tienen un encanto y
una gracia peculiares, que con Arniches desapa­
recerán. ¿Debe lamentarse? Creemos que no. Un
Arniches nos deleita y merece elogio y aplauso.
Un segundo Arniches quizá no se podría
soportar.
EJuardo 2v£arquma

No abundan en el teatro contemporáneo espa­


ñol figuras a cuyo estudio sea preciso entrar en
la disposición de ánimo con que hay que acer­
carse a Eduardo Marquina. El teatro, que ofre­
ce con tan lastimosa frecuencia ejemplos de fal­
ta de honradez artística, no cuenta con muchos
hombres que, como Marquina, no hayan perdi­
do jamás de vista el decoro de su arte. El con­
tacto con el monstruo que se agita en la sala
prostituye a menudo al artista, sin que, en rea­
lidad, debamos por eso mostrarnos demasiado
duros con él. La vecindad de la fiera obliga a
la claudicación. Entre mil hombres que se vean
frente a ella, saldrá quizá uno solamente capaz
de mirarla con fijeza a la cara y domarle sus
instintos. ¡ Y luego esa fiera, cuando ante ella se
claudica, tiene tan grandes halagos!...
Marquina es en todo momento un poeta. En
sus frecuentes salidas a la escena sigue fiel a
52 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ EN ESTA HORA 53

esta condición suya esencial, y sus obras de tea­ su decoro artístico: Las hijas del Cid, En Flan-
tro son poemas escénicos. El poeta domina al des se ha puesto el sol y Doña María la Brava.
dramaturgo. Por todo el tejido de sus obras una El Cid, Flandes, la época de Don Juan II y
grata esencia lírica pasa hasta el espíritu del es­ de Don Alvaro de Luna, el noble caído. No sor­
pectador, y vamos al teatro a oír lo que dicen prende que un poeta tan comprensivo, tan lleno
los personajes de Marquina; pero no a ver lo de ideas, como Marquina, busque inspiración en
que hacen. Y lo que hacen es precisamente el estos días gloriosos de la vieja Castilla. Lo gran­
drama. de en él es la manera de realizar el intento, la
Hay en la vida artística de Marquina una forma como se libra de la esclavitud de los
primera época, en la que el poeta siente pode­ grandes modelos pasados y de la baja adulación
rosamente la atracción de lo tradicional. Es un de los oídos del público, amigos de grato mar­
momento inevitable, que podrá o no cristalizar tilleo. Ocasión tendremos en el curso de la serie
en obras; pero por el que todo poeta ha de pa­ de artículos que nos hemos propuesto escribir
sar. Hay juventud, luz en el aire y un vuelo de de reprochar a poetas de más baja estofa el ha­
águilas en la altura. No es posible sustraerse al berle servido al público, en lugar de un drama
instante en que late dentro de las venas el pa­ heroico, un concierto de calderas. Marquina se
sado y arde el corazón en una hoguera épica. defiende contra ése, que además de feo vicio, es
Es el instante en que el poeta recuerda a su atrayente tentación, como, por desgracia, ocurre
hermano el héroe y le ensalza en el ardor de con la mayor parte de los vicios feos. Aun en
sus estrofas. Marquina — sangre de Aragón, luz los momentos en que parece que claudica y se
de la Barcelona mediterránea — tiene en sus pri­ entrega, su talento de verdadero poeta le salva.
meras salidas al teatro una tendencia épica, que Quizá — digámoslo con perdón de tanto cálido
le lleva a buscar sus asuntos en la noble tradi­ panegirista — en Don Luis Mejía, la última obra
ción castellana. Enlaza con ella, llevando a la de Marquina, sea donde más abunden los cona­
escena temas heroicos, y da un noble y elevado tos de claudicación. Ya sabemos que ha sido un
sentido moderno a su interpretación poética. Por éxito enorme, rotundo. Cuidado con la fiera, que
lo menos tres obras de esta que he dado en lla­ es taimada.
mar primera época de Marquina, perduran como De las tres obras citadas como ejemplo de la
gallarda muestra de su talento de poeta y de tendencia épica de Marquina, si se me obliga
54 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ EN ESTA HORA 55

a declarar preferencia, me decido por Las hijas tercero, encuentro un bello ejemplo del sentido
del Cid. La honda raíz del asunto en nuestra moderno que Marquina sabe aplicar cuando nu­
tradición presta grandiosidad original al poema; tre con sus ideas formas clásicas de metrifica­
pero no cabe dudar que, a no contribuir acertada ción. Es ejemplo que bastaría por sí solo para
realización, lo grande del tema tornaría en ri­ destacar la personalidad de Marquina. Bien está
dículo el intento malogrado. La nobleza artística que al pasado se le pidan prestadas algunas be­
del verso en Las hijas del Cid impone respeto. llas formas de métrica; pero no hasta las me­
Es un verso robusto, de armonía profunda, nu­ táforas. Sabe bien el vino nuevo en odres viejos.
trido de ideas, de sentido poético. Hálitos de Lo otro, aunque algunos se crean que es vino
viento poderoso, trayendo perfumes de la selva añejo, no es más que vinagre.
frondosa del Romancero, han pasado por él. Hay un momento en la vida de Marquina,
Puede la inspiración poner mayor o menor hombre de teatro, en el que parece vacilar como
impulso íntimo en el verso. Cuando decrece, en una encrucijada. Yo consideraría representa­
Marquina no la sustituye por el vacío redoble do ese momento por la comedia Cuando florez­
de tambor. En una de sus obras más conocidas, can los rosales y el drama Alimaña. Al crítico
En Flandes se ha puesto el sol, que mereció un que hubiese sospechado en Marquina falta de
premio de la Academia, se advierte esto. Cada algunas cualidades de dramaturgo, esas dos obras
vez me convenzo más de que a la recatada flor sirven maravillosamente para confirmarle en su
de la poesía los premios le hacen daño. En Flan- opinión. Brilla en ellas, como siempre, el decoro
des se ha puesto el sol es, sin duda, una bella artístico y literario; pero falta vibración dra­
obra; pero... digámoslo francamente: si fuera mática.
tan bella como podía ser, no la hubieran pre­ Llamaré segunda época de Marquina, insis­
miado. No se me pidan pruebas del aserto. Hay tiendo en esa clasificación un tanto arbitraria, a
una certeza moral de que las cosas son así, y la que pudiéramos considerar representada por
ella me basta. El pavo real, Una noche en Fenecía y El pobre-
Con estas dos obras y Doña María la Brava cito carpintero. El poeta aparece en esas obras
aparecen en escalón más bajo, pero siempre con todo fulgor vistiendo un nimio asunto, un
dignas de su autor, El Rey trovador y El reta­ cuento, una leyenda o una evocación con la ma­
blo de Agrellano. En la primera de ellas, acto gia de unos versos hondos, cada vez más suge-
56 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ

ridores y más ricos de ideas. Obras como El po-


brecito carpintero bastan a la gloria de un poe­
ta, y en ellas pueden fundarse esperanzas, por
mucha decadencia que se advierta en un teatro
y por desorientado que el público pueda estar.
Del Don Luis Mejia ya he señalado algo, y
me abstengo de más consideración, que sería ex­
puesta a errores, mientras no se pueda discer­
nir seguramente hasta dónde han llevado su co­
laboración los señores Marquina y Hernández
Catá.
Aun dentro de la obligada brevedad que im­
pone el artículo periodístico, creemos. haber evi­
denciado nuestra convicción. Consideramos a
GREGORIO MARTINEZ SIERRA
Eduardo Marquina como uno de los valores po­
sitivos con que cuenta en la actualidad el teatro
español. Salvando alguna producción del peregri­
no ingenio de D. Ramón del Valle Inclán, nin­
gún astro brilla en nuestro teatro poético moder­
no con la fijeza y luz propia de las obras de
Marquina.
Gregorio Martínez Sierra

Repasando dentro de la cabeza, en esa tarea


previa de elaboración, tan gratamente difícil, las
lineas generales de este artículo, me sorprendió
el hallar dentro de mí muy pocas ideas acerca del
teatro de D. Gregorio Miartmez Sierra y muy
pocos recuerdos de él. Quedé hondamente intri­
gado. Un fenómeno de esa clase me ocurre pocas
veces. Puedo, de un autor mediocre, no recordar
nada concreto, sino la idea segura de su medio­
cridad. Puedo resucitar las emociones despertadas
por un gran autor. Puedo revivir la indignación
que me produjo una obra mala. Pero esa inse­
guridad, ese no recordar sabor alguno y esa difi­
cultad para pronunciarme en un sentido, es una
experiencia nueva que debo al señor Martínez
Sierra.
He aquí el estado de mis recuerdos e impre­
siones al ocurrírseme la idea de que debía escri­
bir este artículo. Allá en el fondo de la memoria
quedaba el recuerdo de una novela: Tu eres la
60 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ
EN ESTA HORA 61

paz. Recordaba que la había leído hace bastantes


tudio detenido, me queda dentro muy poco más
años con gusto; pero no podía precisar más dato
que antes. El sabor es el de un pastel de mante­
concreto que el de una pelea muy cómica entre
quilla sin sal; pero tampoco bastante dulce. Una
dos caballeros. En el teatro podía recordar muy
cosa blanda, que no repugna, pero que engaña
bien dos tipos de mujer; de esas mujeres que el
el hambre y no alimenta. Hay un cierto parale­
señor Martínez Sierra fabrica a menudo para
lismo entre las creaciones del señor Martínez
decirnos a los hombres que valemos muy poca
Sierra y las de esas venerables damas o inquietas
cosa. Los dos tipos eran los de las protagonistas
y rebeldes jovencitas que en Inglaterra tienen el
de El ama de la casa y de Primavera en otoño.
oficio de escribir para el público. ¡Ah! No habrá
Sin poder precisar el título, recordaba una co­
más remedio que cumplir la vieja sentencia. Ten­
media que gustaba mucho a los padres de familia,
dremos que subirnos a los árboles huyendo de
porque los dejaba en muy buen lugar. Unas ve-
las mujeres. Subirnos a los árboles o meternos
cimtas mías, hijas de un dignísimo empleado de debajo de la mesa.
Aduanas, llegaron, con los lindos ojos bellamente
El vacío ideológico, casi absoluto, debe de ser
empanados, de una representación de Canción la causa de que una obra a la que no faltan bue­
de cuna. Hace de esto ocho años. Yo leí la co­
nas condiciones de estilo y de forma se la vaya
media y le regalé un ejemplar a mi novia. Por
llevando el viento con esa extraordinaria facili­
ultimo, y este era el recuerdo más reciente, veía
dad. Sería notoria injusticia negar condiciones de
a Catalina Bárcena, ronca la voz, leonino el ade­
literato al señor Martínez Sierra, que muchas ve­
mán, arrojando sobre el sexo masculino dicterios
ces, con asuntillos frívolos y ligeros, ha sabido
rotundos. Era el estreno de El corazón ciego.
cosquillearnos el espíritu agradablemente. Pero
Ruego al lector que no vea ese genio descon­
todo en este autor es de una dorada medianía. Me
tentadizo que algunos me atribuyen en esta ex­
recuerda a un jardín de esos meticulosamente
posición de recuerdos que no tiene nada de ten­
afeitados, con un leve perfume, desprovistos de
denciosa. Ese era mi estado de espíritu con res­
sombra y con unos chorritos de agua clara que
pecto al teatro del señor Martínez Sierra cuando,
brotan gracias a un mecanismo ingenioso, pero no
hace unas semanas, comencé una revisión minu­
naturalmente.
ciosa con vistas a la confección de este artículo.
Dentro de esa medianía uniforme, que ni entu­
Lo grave está en que ahora, después de un es­
siasma ni repugna, se observa, con todo, que el
62 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ EN ESTA HORA 6

señor Martínez Sierra se halla en decadencia. De ternura natural, sin apasionamiento, es cosa que
Prima-vera en otoño o El ama de la casa a El co­ muy pocos escritores nuestros saben hacer. Nues­
razón ciego o Mujer, hay una diferencia, que el tra literatura pinta muchos ángeles y muchos de­
más lego advierte, en perjuicio de las últimas. monios femeninos; pero pocas mujeres al natural.
Todo el teatro del señor Martínez Sierra está El señor Martínez Sierra apenas ha dado paz al
dedicado tan por entero a los tipos de mujer, pincel coloreando de rosa los angelitos.
que ha dado lugar a que se hable, no ya en los En algún momento asoma al teatro del señor
corrillos de murmuradores, sino hasta en libros Martínez Sierra una preocupación trascendental,
de historia literaria, de la influencia que dicen probablemente originada por alguna vibración del
ejerce sobre el literato la distinguida dama que ambiente. Tal así El reino de Dios, donde el señor
es su esposa. Esta influencia, bien legítima en Martínez Sierra sustituye por literatura principios
verdad, si es cierta, y que no traigo aquí a cuento y bases que no halla muy firmes en su interior.
con proposito hostil al señor Martínez Sierra, ni Otras obras del señor Martínez Sierra son li­
mucho menos, se aparece al espectador cuidadoso geros y frívolos encajes que se miran con no pe­
como muy digna de ponerse en duda. Esa femi­ queño deleite por parte del espectador. El sueño
nidad que algunos dicen vei4 en las obras del se- de una noche de agosto, Para hacerse amar loca­
ñoi Martínez Sierra no es más que una forma de mente, Rosina es frágil representan aspectos in­
las imaginaciones a que se lanzan con frecuencia teresantes de este escritor. No se alcanza en ellos
los hombres. Si existe la influencia femenina en el alto nivel artístico que nos forzaría a ocupar­
este caso, no vale la pena de ser tenida en cuenta, nos del señor Martínez Sierra como de una gran
pues adopta una forma espiritual masculina. La figura, pero revelan un discreto ingenio.
mujer íntegramente femenina.es un tipo rarísimo Como traductor de obras clásicas extranjeras,
en la sociedad española, y no sería a través de el señor Martínez Sierra nos parece de una falta
las obras del señor Martínez Sierra como se ma­ de escrupulosidad enteramente rechazable. Tradu­
nifestase. ce sin conocer a fondo las dificultades que ha de
A mí la mayoría de los tipos de mujer del se­ afrontar, y en vez de afrontarlas, las soslaya.
ñor Martínez Sierra me parecen la encarnación Como poeta, es almibarado, redicho, un tanto
de delirios masculinos, algunos de ellos bastante preciosista y empalagoso, y, en realidad, falto de
ridículos. Ver a las mujeres humanamente, con verdadera inspiración.
li

ANTONIO REY SOTO


.--------

Antonio Rey iSoto

Podando de la obra de este escritor la hoja su­


pèrflua, queda un esqueleto significativo compuesto
de tres partes: Amor que vence al amor, poema
dramático; Cuento del lar, tragedia rústica, y Nido
de áspides, poesías líricas. Lo bastante para re­
velar a un autor y ayudarnos a situarle, siquiera
desconcierte un poco su callado apagamiento ac­
tual.
Este poeta es duro y bravio. Su inspiración
no elige entre las cumbres sino aquellas peladas
y ásperas, donde se respira, es verdad, aire puro,
pero donde se siente también una crueldad in­
hospitalaria. La imaginación del poeta arde como
una llama de sarmientos sobre la roca. Queda
después la piedra quemada y una ceniza oscura:
la pasión devoradora y estéril pasó por allí.
La dignidad literaria de Rey Soto, patente en
su corta y cuidada producción, tiene poco de cor-
68 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ
EN ESTA HORA 69
dial, 'de amante para todas las cosas. No es, como
la de Marquina, una especie de cuidado mater­ te, Rodrigo, fraile, llama a las puertas de Teo­
nal para pulir hasta las piedras del camino que dora, casada con otro, en demanda de hospitali­
hieren los pies. Es orgullosa y altiva. Tiene, con dad por una noche. Allí tiene lugar la lucha entre
menos fundamento, el mismo empaque que la de el viejo amor guardado y el austero deber del
Valle Inclán, a quien Rey Soto se parece algo, religioso. Vence el religioso sobre el amante, con
no sabernos si deliberadamente. Ambos tienen aná­ pérdida de la vida de Rodrigo.
loga visión de la tierra gallega. Ambos han bus­ En primer lugar, aquí no hay amor que vence .
cado inspiración artística en la verde campiña al amor. Rodrigo no va al claustro por vocación.
agitada por el viento milenario de la superstición. Se mete allí huyendo de sí mismo, pidiendo arn-
Amor que vence al amor, con todo y sus be­ paro. Su amor sigue alentando en él. En segundo
llezas, es la más endeble de las tres obras gran­ término, el excesivo sensualismo de Rey Soto
des de Rey Soto. Es un poema dramático en el quita grandeza al conflicto. Teodora, en el en­
que la intención, no muy clara, del autor parece cuentro con el monje, se conduce como la mujer
ser poner en pugna el amor humano y el divino, . de Putifar. Rodrigo, por otra parte, se nos pinta
con lógica victoria de este último. Nos parece . como vacilando ante la belleza carnal de Teodo­
que el problema está mal planteado y no com- ra. El problema, de las proporciones que pudo
pi endido en toda su grandeza. Don Rodrigo, se­ tener, se reduce al mucho más frecuente y menos
gundón de noble casa española, uno de aquellos grande de la lucha de espíritu y materia. Rodrigo
cuyos aceros cumple un sencillísimo deber. Rey Soto concede
en este caso excesiva beligerancia a las tentacio­
desnudos y tajantes,
nes carnales.
con chispazos de luz van escribiendo Puede considerarse como un mérito del poeta
la historia de Castilla por los aires, el prestar al asunto la grandeza que no tiene. La
versificación es vigorosa y brava. La metáfora,
prende en amor loco por Teodora, doncella flo­ violenta siempre. Las amapolas son “coágulos san­
rentina. Por su baja y acomodaticia moral, Teo­ grientos”. Las razones chocan cual “fulmíneas
dora pierde el amor de Rodrigo, que, desesperado, espadas”. En el costado de Nuestro Señor Je­
busca refugio en el claustro. Un día, casualmen- sucristo la muerte “cavó un cubil y anidó”. Unos
fugitivos momentos de dulzura pueden encon-
70 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ EN ESTA HORA 71

trarse en las cuartetas asonantadas, de inspiración de Rey Soto, puede aplicarse cuanto se ha dicho
popular, que dice Rodrigo en el segundo acto : en los primeros párrafos de este capítulo. Reve­
lan los versos de Rey Soto un positivo valor, que
quisiéramos ver evolucionar y desenvolverse. Por
Os vendieron unos labios
eso no le regateamos nuestro estímulo. Es pare­
que os prometieron amor...;
labios que amor me jurasteis, cer nuestro (y sirva esto de respuesta a estima­
¿qué mal os hiciera yo? bilísimas consideraciones que se nos -han hecho)
que estos artículos no deben perder de vista nun­
En su conjunto, el verso, aunque con imper­ ca, que no son ni pueden ser definitivos. Más bien
fecciones, es rico de ideas, circunstancia impor­ tienden a influir sobre el público para que sepa
tante que eleva a Rey Soto sobre poetas de más con lo que cuenta “en esta hora”'. Por eso, aun­
brillo aparente, pero de un fondo vacío. que parezca injusto a primera vista, han de lle­
var una dirección apriorística, que será, en un
La tragedia Cuento del lar es, a mi juicio, lo
caso, la de deshinchar y reducir, y en otro la de
mejor de Rey Soto, y, en. sentido absoluto, obra
realzar. Permítaseme una pequeña comparación
de mucha consideración. Mérito sobresaliente es
económica para estar dentro -de las corrientes
que se llame tragedia y lo sea. El concepto vulga­
modernas. Si un señor deja en mi mesa varios
rísimo que poseen los no versados en literatura
de que tragedia es un drama que acaba muy mal miles de coronas austríacas en papel, y otro un
y donde muere muchísima gente, lo tienen tam­ puñado de pesetillas en plata, deber mío será, si
bién, aunque parezca mentira, muchos dramatur­ quiero instruir a algún testigo presencial, reve­
gos. Rey Soto no es de esos, por fortuna. Cuento larle quizá que aquel montón de billetes no valen
del lar es la tragedia de la superstición. Esta ac­ más que la piljta de plata. En este caso, aunque
túa de fuerza fatal. Recurso de teatro, de ver­ ambas cosas valgan lo -mismo, deberé fijarme en
dadero teatro,, es que el cuento que se refiere ocu­ el demérito del fajo de papel y en el mérito del
puñado de plata. Y no creo que por valorar pue­
rra ante los ojos del lector en los actos segundo
y tercero, que son en verso. El primero y el cuar­ da entenderse otra cosa.
to, en prosa, son bella y sobria pintura del am­
biente rural.
A Nido de áspides, el tomo de poesías líricas
FRANCISCO VILLAESPESA
Francisco V illaespesa

Dice Dostoyevsky en una de sus mejores y más


desconocidas novelas, hablando precisamente de
un literato: “Todos estos señores de mediano ta­
lento, a los que habitualmente se considera como
genios, suelen caer en el olvido y ser. desdeñados
inconcebiblemente pronto, no ya después de
muertos, sino en plena actuación y apenas van
siendo reemplazados por las nuevas generacio­
nes.”
Claro está que no voy a lanzar sobre nadie la
acusación de haber considerado alguna vez como
gentío a D. Francisco Villaespesa; ¿pero no hay
enorme diferencia entre las estrepitosas ovacio­
nes que acogieron a El Alcázar de las Perlas o
a Doña María de Padilla y el aplastante y desde­
ñoso silencio de ahora? El que hace unos años
era llamado gran poeta a voces, roncas de puro
gritar, es hoy una figura borrosa de la que ape­
nas queda sombra de un recuerdo en la memoria
de los que leyeron sus versos.


EN ESTA HORA 77
NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ

Y este hecho es la más grave condenación. ¿Qué nos ha legado teatralmente D. Francisco
Poeta que no se arraiga en el alma y nos deja Villaespesa? (Henos aquí empleando, sin querer,
a i dentro su voz, pronta a despertar y a hablar el pretérito.) Su producción es extensa, y alguna
de nuevo por nuestra propia boca, hizo bien poca de sus obras ha gozado de fugaz aura popular.
poesía. La doncella que Cervantes describió tan El Alcázar de las Perlas, Aben-Humeya, Doña
bien complaciéndose en la soledad, acompañada María de Padilla parecieron un momento brillar
del murmullo de las fuentes, es la eterna compa­ con 'luz propia. La leona de Castilla, La maja de
ñera del espíritu. Ateridos por el frío de los años, Goya, Judith, El halconero... fueron por sí mismas
grabado en la faz el anticipo de la muerte, pue­ descubriendo la pobre hilaza de que estaban teji­
de evocar nuestro recuerdo su grato perfume de das, y casi no engañaron ni a los críticos teatra­
juventud, y un suspiro dice: “Pasó por aquí.” les, que se dejan engañar con tanta frecuencia,
La humilde doncella cervantina — poesía mansa y como buenos chicos y buenos amigos que son en
profunda — no se olvida jamás. su mayoría. Me refiero a esa mayoría que ihace
Don Francisco Villaespesa, que escribió muchos la crítica teatral a base de llamar Pepito al autor
pasajes de grata lectura adornados de fácil or­ y Lolita o Paco a los artistas.
Así, Paco Villaespesa fué gran poeta, traído y
questación, sufre el destino del músico ovacionar
do como autot de la tonadilla de moda. No vale llevado en lenguas y plumas, y ahora “de su po­
derío ya no queda nada”. El Alcázar de las Per­
más, ni tampoco menos. No es un mixtificador
enteramente. Es un ave Ide poco vuelo y canto las y Aben-Humeya, las dos obras que dejan cam­
.vulgar. Es el último. ¿De qué? No nos metamos po al desbordamiento de la fantasía orientalista
en averiguaciones. Es el último a quien podemos que fué tan del agrado de los románticos, son las
que todavía pueden merecer alguna atención, y
aguantar lo que le hemos aguantado a él. La co­
rona de Zorrilla, por ejemplo, fué a parar a una con ellas Doña María de Padilla, en la que el
casa de empeños, y de allí la ha sacado D. Sal­ reinado de Don Pedro I vuelve por milésima vez
vador Rueda para disfrazarse. También el señor al terreno literario para salir tan falseado como
Villaespesa se viste de ropas usadas. Y sufre la siempre.
En esas tres obras el pastel de liebre -sin liebre
vergüenza del chicuelo a quien sus compañeros
descubren que le han hecho unos pantalones nue­ llega a tener gusto de liebre de vez en cuando.
vos de unos viejos de su padre. Aunque se pueden y, sobre todo, se deben decir
78 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ
EN ESTA HORA 79
de Granada cosas de más sustancia de las que se
fueron éxitos de público — La leona de Castilla
le ocurrieron al señor Villaespesa en su famoso
y La maja de Goya—ha trazado la pluma del
Alcázar y en su no menos famosa evocación de
señor Pérez de Ayala en Las Máscaras una im­
Aben-Humeya, reconozcamos que hay dos clases
de latón: el bien dorado y reluciente, que con placable e inconmovible crítica. La maja de Goya,
buena mano de cualquier líquido acabado en ol sobre todo,,es, a nuestro entender, una detestable
producción. Parece en ella observarse lo que ates­
pasa por oro, y el que no sirve para otro menes­
ter que el de encerrar pimientos de la Rioja. Com­ tiguan los años subsiguientes: que el escaso y
sonoro caudal del señor Villaespesa se halla ago­
petidor del señor Villaespesa anda por ahí que
haría fortuna vendiendo sus dramas a una fá­ tado o a punto de agotarse.
brica de conservas alimenticias. Esto es lo peor para esta valoración rápida que
Pero estamos hablando solamente del señor Vi­ estamos haciendo. El señor Villaespesa ha d'ado
cuanto podía dar, y no cabe esperar de él cosa
llaespesa como poeta. ¿ Hay en él alguna fracción
decimal de dramaturgo ? Nosotros creemos since- mayor. Su verbo fecundo, pero hueco, difícilmente
puede tronar con nuevo sonido. Ha dado su parte
raimente que no. En Doña María de Padilla es
de trompetazos y de redoble de atambores. No
donde el autor se aproxima en mayor grado a lo
es que en absoluto deban rechazarse los pasodo-
que entendemos por autor dramático. Traza en
bles; pero venga ya, tras la algarabía atronadora,
la figura de doña María un carácter que, aunque
un poco de sustancia lírica, silenciosa y humilde,
falseado, da alguna vez sensación de realidad y
afectuosa y sedante. Nos duele la cabeza.
existencia. De las que el señor Villaespesa llama
Quizá convenga algún día reducir a un peque­
“tragedias” no queremos ni hablar. Judith, por
ño voluimen de páginas escogidas la tarea del se­
ejemplo, es una desdicha. El magno asunto re­
ñor Villaespesa. Duélenos encerrar en una breve
sulta mixtificado y empequeñecido. Aben-Humeya,
sentencia despreciativa una labor esforzada y cons­
que tanta materia ofrece para una buena obra
tante donde vibran a veces chispazos luminosos.
de teatro, está echado a perder por ese afán de
El mismo señor Villaespesa, si no recordamos mal,
sentirse morisco honorario que tienen algunos
redujo a un volumen las que él juzgaba sus me­
poetas. ¡ El orientalismo de Víctor Hugo ha es­
jores poesías. Empleó para la selección un crite­
tropeado la imaginación de tanta buena persona!
rio subjetivo que no es aceptable. Los poetas han
De otros dos dramas del señor Villaespesa que
de persuadirse de que sus dolores no interesan a
80 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ

la gente más que en cuanto aciertan a ser expre­


sión del dolor universal. Con un criterio objetivo
y sereno, mezcla de severidad y benevolencia,
quizá se llegarían a destilar de la extensa produc­
ción del señor Villaespesa algunas páginas dignas
de estima y recordación.

MANUEL LINARES RIVAS


JMfanuel Linares Rivas

Es costumbre entre los que escriben a la lige­


ra sobre temas literarios, o entre los críticos de
mesa de café, nombrar al señor Linares Rivas
al lado de los Quintero y de Benavente, al enu­
merar los primeros valores de nuestro teatro
moderno. Se trata de un gran error y de una
injusticia notoria. Por fortuna, cunde entre los
enterados el descrédito de un valor literario tan
falso como el del señor Linares Rivas; pero
este señor ha cerrado recientemente contra los
críticos, acusándolos de graves defectos y llevan­
do al público la desorientación. El espectador
inocente puede preguntarse: ¿Tendrá razón el
señor Linares Rivas, y los críticos serán unos
malvados envidiosos, que no respetan nada, por­
que nada son capaces de hacer?
Esta postura del señor Linares Rivas se fun­
da en un concepto aldeano de la crítica. La ino­
cencia aldeana, y también la inocencia infantil,


84 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ
EN ESTA HORA 85
se rebelan contra el crítico que no sabe hacer las
cosas que critica mejor que el criticado. “Está escrito son muchas, y, sin embargo, todas se
mal”, dice el niño espectador del juego de un confunden en una misma y falsa cosa. Empezó
compañero. “Pues, hazlo tú mejor”, le contesta el autor de Cobardías siendo nada más que un
el otro. ¡Y qué conflicto para los críticos some­ imitador de Benavente. Entonces no pensaba to­
tidos a esta teoría! Algunos de ellos saldrían davía en ser igual o superior a nuestro gran
adelante—no cabe duda — en el .empeño de dramaturgo, aunque ya apuntaba en él el amor
hacer mejores comedias que las del señor Lina­ por las “tesis”. De esta época primera de nues­
res Rivas; pero, ¿cómo podrían Cañedo, o Jor­ tro autor la muestra más aceptable es El abo­
ge , de la Cueva, o Rafael Marquina hablar de lengo, que, con su pequeña tesis y todo, no es
la Argentinita sin verse antes en el terrible com­ comedia demasiado penosa de soportar. A mu­
promiso de bailar un zapateado mejor que ella? cho más bajo nivel se hallan éxitos ruidosísi­
Comprendemos que el señor Linares Rivas no mos del señor Linares Rivas. Pongamos, por
entiende de manera tan absoluta su teoría de la ejemplo, La fuerza del mal, La garra, Cobar­
crítica, porque se refugia en pedir respeto para días...
el escritor que trabaja honradamente. ¿Cómo ne­ Sospecho que sobre el éxito levanta también el
gárselo, pedido así en términos generales? Pero señor Linares Rivas un argumento a favor de
observe el señor Linares Rivas que el trabajo su teatro. Es otro error del infatigable comedió­
que respeta todo el mundo . es aquel que respon­ grafo, que ni siquiera vale la pena de combatir.
de a un fin y es útil para ese fin. Un hombre Porque, o él estima que Las corsarias (500 re­
honrado puede pasarse el día entero calle arriba presentaciones consecutivas a teatro lleno) es
y calle abajo con una gran piedra al hombro, una obra genial, o tiene que admitir que el pú­
trabajando enormemente y ocasionando la risa blico aprueba muchas veces obras detestables. Y
de todo el mundo. El señor Linares Rivas se a nosotros nos parece—digámoslo francamen­
parece mucho al hombre de la piedra, y por eso, te — que este último calificativo es el denomi­
aunque todos le reconocemos trabajador, nos nador común de todas las comedias del señor
resulta difícil no sonreír ante tanto trabajo Linares Rivas.
baldío. No nos ha costado mucho esfuerzo averiguar
Las comedias que el señor Linares Rivas ha el método de trabajo del famoso escritor. Pri­
mero elabora una tesis que debe demostrar la
EN ESTA HORA 87
86 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ
cosas como teatro, y logra que algunos lo crean.
comedia. Esta tesis puede ser: lo dañino del
Suele decirse por todos los que creen que el
matrimonio indisoluble y conveniencias del di­
señor Linares Rivas es malo; pero reconocen en
vorcio (La garra), o que en este picaro mundo,
el fondo de su conciencia que les gusta lo que
en cuanto se utilizan malos medios, se consigue
el señor Linares Rivas escribe; que este autor
lo que no se pudo por medios honrados —■ filó­
posee en alto grado esa famosa cualidad de la
sofo que és uno —< (La fuerza del mal), o que
técnica, que se dice salva tantos errores funda­
agua pasada no muele molino, y un marido in­
mentales en el teatro. Conviene que aclaremos
teligente no debe preocuparse de andanzas de su
estp. Para algunos, el que una obra tenga téc­
mujer anteriores al matrimonio (Cuando empie­
nica quiere decir que suceden en ella cosas im­
za la vida), o que los buenos son cobardes, y de
previstas, y que el autor pone todo su esfuerzo
eso viven y triunfan los pillos (Cobardías), etcé­
en ocultar a la perspicacia del espectador todo
tera, etcétera. lo que podría hacer adivinar el desenlace. En
Imaginada la tesis, no hay sino ir sobre ella,
este sentido, y para lograr esto, el señor Lina­
sin preocuparse de otra cosa. Hay que expo­ res Rivas ha hecho prodigios de falsedad. Una
nerla de un modo bien claro, lo cual corresponde de sus obras peores, Cuando empieza la vida,
al personaje que la defiende, y que es siempre sacrifica toda la lógica a ocultar un secretillo,
decidido y valeroso, un espíritu de una pieza
sin el cual no habría comedia. Si esto es técnica
fuerte y limpio como el oro. En lucha con él
teatral, el señor Linares Rivas es un gran téc­
se halla el personaje que se opone a la tesis, y
nico. Pero da la casualidad de que eso no es
que, o es un malvado de una vez, o un hombre
técnica teatral. No necesitaré esforzarme en de­
cerril e intransigente. Para mayor .comodidad,
mostrarlo.
a los personajes se les priva de uso de razón. También se han corrido las voces de que el
Con dos céntimos de sentido común que se ad­ señor Linares Rivas escribe galanamente. Las
judicase a cualquiera de los que intervienen en corren los que confunden una sarta de perlas
la comedia, ésta se acabaría, y con ella fenecería con una de frases vacías. El estilo del señor Li­
la tesis. Por' eso los personajes han de ser y son nares Rivas carece de toda originalidad, y como
muñecos, tan falsos y tan absurdos, que a veces además viste a un pensamiento ramplón, es a
han despertado en mí verdadera indignación con­ la larga de lo más empalagoso que pueda darse.
tra el señor Linares Rivas, que presenta esas
88 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ

Es, pues, el señor Linares Rivas el-valor más


falso de todo nuestro teatro actual. Ni ha dado
nada ni puede esperarse nada de él. Conviene
decirlo así, rudamente, para que el. criterio del
público vaya despertando y los ojos de todos
aprendiendo a ver. El que el señor Linares Ri­
vas haya podido contarse como uno de nuestros
grandes autores dramáticos no da más que la
medida del lamentable estado en que se halla
nuestro teatro y de la perversión del gusto.

LOS HERMANOS CUEVA

~ ----- yrr-—1 — -
Los kermanos Cueva

Hace pocos días asistí en Un teatro madrileño


a una representación de Aquí hase farta un hom­
bre. El sainete, con toda su gracia penetrante y
ligera, y su vida, que es la del pueblo, estaba allí.
El público lo agradecía, y el sainete triunfaba
ahora, como hace quince años, por su chispean­
te donosura, su verdad en los tipos y su agilidad
en el diálogo. Aquí hase farta un hombre está
muy cerca de ser un perfecto sainete, y si nos
desprendemos un poco del patrón dieciochesco,
imponiéndole las modificaciones que exigen los
gustos.de hoy, Aquí hase farta un hombre es ya
la perfección en su género.
Esta salida ruidosa y triunfal de los hermanos
D. Jorge y D. José de la Cueva hace unos quin­
ce años parecía marcar un camino. Lo marcaba,
en efecto, pero los Cueva, cuya inquietud y cuya
honradez artística son dignas de toda alabanza,

-
EN ESTA HORA 93
92 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ
titud. Sin ser defecto grave éste, es un defecto
no han querido dejarse aprisionar en él. Han común a toda la producción de los Cueva. Se
hecho bien. Cuando se sale al mundo con una entretienen con las flores del camino. Y en el
obra de gran éxito, la primera intención del ar­ camino dramático las flores deben existir, pero
tista ha de ser superarse. Si en la misma direc­ solamente con objeto de perfumar el ambiente y
ción no es posible, búsquese otra; pero no se ha- adornar los linderos. Pena de lentitud o desvai-
gan a continuación nuevas versiones de una cosa miento para quien se pare a olerías, o a po­
misma. Aquélla pudo estar bien y se aplaudió. nerse una en el ojal. Si se llega tarde, no es
Luego, hay que hacer otra. disculpa mostrar el ojal florido.
Los Cueva demostraron con Aquí hase farta Descontado ese defecto, que no se deja sentir
un hombre que 'sabían ver el pueblo andaluz y demasiado, Agua de mayo está muy bien de
trasladar fielmente su visión a la escena. Otra ambiente y tiene algún tipo graciosísimo. El del
prueba de ello dieron en Al arcanse de la mano, pobre muchacho tildado sin cesar de perezoso
juguete movido, lindo, no muy nuevo en el asun­ tiene verdadero humor. La idea profundamente
to, pero desarrollado con gracia fina y jugosa. poética de elegir ese momento en que la benéfica
Algunos tipos son deliciosos, y otros, aunque lluvia de primavera llega a fecundar las esperan­
vistos, cobran vida y calor y se producen con zas y los esfuerzos del labrador para cerrar la
sencilla naturalidad y gracia andaluza de esa tan comedia, llena el final de un regocijo noble y
difícil, tan sutil y alada, que solamente la po­ callado. El espectador ha sentido primero el
seen así los que se han criado bajo el cielo aquel drama de la sequía — el drama terrible de que
y sobre la tierra aquella. la ciudad no se acuerda —, y luego de la tensión
Obra mas madura, mas ambiciosa, abarcando amarga del espíritu, la lluvia deja en él, como
horizontes de mayor amplitud, aunque sin salir en los campos, una alegría melancólica, una risa
de Andalucía, es Agua de mayo, hasta el día, a empañada de humedad.
mi modo de ver, la obra más lograda de dos Prescindimos de mencionar otras obras de los
Cueva. Entiéndase que no digo la mejor en sen­ Cueva de menos importancia, aunque siempre
tido absoluto, sino la más lograda, esto es, aque­ discretas, para llegar a La mujer del Rey, el
lla. que alcanza de más cerca el fin que se pro­ momento más alto y más reciente en la produc­
pone. El único pecado de Agua de mayo es el ción de sus autores. En La mujer del Rey hay
desarrollarse en algún momento con cierta len­
94 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ EN ESTA HORA ’’

que agradecer ante todo a los Cueva la aspira­ construida, que es el peor enemigo de la natu­
ción, la preocupación artística que la obra signi­ ralidad.
fica. Para los Cueva, que pueden aún producir Cualidades sobresalientes en ios hermanos
tanto, no será demasiado grave que yo les diga Cueva son la discreción y la honradez literaria.
que la realidad se ha quedado por debajo de la Con ellas, su experiencia de hombres de teatro
aspiración. No importa mucho. Situados como y su talento ágil y claro, es de esperar que nos
ellos y donde ellos, lo que hace falta es sentir la den en el porvenir muy buenas cosas.
aspiración y la inquietud. Lo que no se haya
realizado, se realizará. Lo importante — los Cue­
va deben percatarse de esto muy bien —• es no
padecer equivocación, no creer que ya se ha he­
cho lo que no se ha hecho todavía. Por lo de­
más, La mujer del Rey es una obra que debe
tenerse en buena estima, apreciando en ella mo­
mentos y situaciones de fuerza que revelan al
artista en los autores.
Un reproche dirigiría yo a los Cueva. Se re­
laciona algo con lo de las flores del camino: el
cariño excesivo a la frase, la rebusca de la fra­
se. La frase bonita tiene- un inconveniente gra­
vísimo : es como las copas de coñac. Se bebe
una para excitar la imaginación, para apagar la
sed, para trabajar más a gusto. Se beben dos,
se beben tres y 'se acaba por no hacer cosa de
provecho y convertirse uno en bebedor de coñac.
La frase emborracha como el alcohol, y como
el alcohol hace a veces decir cosa distinta de
lo que se quisiera haber dicho. Claro está que
por frase entendemos la frase artificiosamente
PEDRO MUÑOZ SECA

- ut •' ‘ ‘L 1^^——Ian_<Ha
Pedro ÍMiuñoz iSeca

La extraordinaria actividad de este hombre,


que escribe cosas para el teatro, se ha encauza­
do preferentemente, como sabe todo el mundo,
por una modalidad exagerada del género cómico.
A esa modalidad se le ha llamado astracanada, sin
que sepamos a punto fijo por qué, ni nos aver­
güence confesar esa ignorancia lamentable. Hay,
pues, que estudiar forzosamente al señor Muñoz
Seca como autor de astracanadas, sin perjuicio
de consagrar alguna atención a excursiones fuga­
ces por otros campos amenos.
Nos alegra en este caso no vernos en la ne­
cesidad de subirnos a la tarima, enarcar las
cejas y señalar fieramente con el dedo tieso. No.
Hay que ponerse a tono con el señor Muñoz
Seca y no enfadarse con él, ya que él raras ve­
ces se ha enfadado con nadie. Al contrario. El
señor Muñoz Seca ha buscado afanosamente
todos los medios a su alcance para hacernos
100 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ
EN ESTA HORA 10!
cosquillas y obligarnos a la risa. El que algunos
no nos hayamos reído siempre que él lo quiso nada el título tiene gran importancia, y, a ser
no ha de ser obstáculo para que analicemos como posible, debe contener ya un chiste o un equí­
se debe sus procedimientos de incitación a la voco cualquiera. El señor Muñoz Seca fabricó
así, entre otros, los títulos que siguen: La fres­
hilaridad.
No es que el señor Muñoz Seca haya intro­ cura de Lafuente (un señor Lafuente que es
muy fresco), Los misterios de Laguardia (un
ducido elementos nuevos en el género cómico.
señor Laguardia muy misterioso), La fórmula
Ha exagerado los que se encontró, y nada más.
(el chistazo está a la vista), La barba de
A la gente le ha caído en gracia la exageración;
pero se va cansando de ella. Si estuviéramos Carrillo (que no es una barba colocada fuera de
sobre la tarima le diríamos al señor Muñoz Seca su sitio, sino la que ostentaba un señor llamado
Carrillo)...
que no tenía derecho a esperar otra cosa. Su
sistema de hacer comedias es un sistema indus­ Los imitadores tienen el camino abierto. ¿ Quién
me impide a mí hacer una comedia en que un
trial y no un sistema artístico. Un análisis ma­
señor Caspe de apellido se halle en un compro­
terial, físico y hasta químico, si se quiere, basta
miso terrible ? ¿ Y no podré titularla graciosa­
para revelar los elementos de que se ha dispues­
to y el procedimiento empleado para unirlos. mente El compromiso de Caspe? Y si pinto a
Hecho este estudio, se podría montar en grande una tal Paz, casquivana, ¿ no serán sus amantes
una fábrica de comedias, modelo Muñoz Seca. Los amantes de la Paz? Y si presento en escena
No tendría quizá más importancia que una fá­ los apuros de un señor Lavilla para sacar plaza
brica de calzado; pero sería tan respetable como en unas oposiciones, ¿no tendré derecho a titu­
ella y además no olería a cuero curtido, sino a lar mi comedia La plaza de Lavilla? Claro que
elementos cómicos machacados. sí. Y espero que si me llega el caso sé me trate
He aquí algunos de los resultados obtenidos con benevolencia.
por mí al analizar las astracanadas del señor Pasados del título y ya metidos en harina,
Muñoz Seca. No consideraré como atentado a hemos de encontrar un enredo. O hay enredo o
la propiedad intelectual el que algún estudioso la gente no se ríe. Eso está demostrado. Pero,
los aproveche para hacer comedias y ganar di­ siguiendo el modelo Muñoz Seca, lo de ha­
nero en estos tiempos críticos. En la astraca- llar el enredo, que parece tan difícil, se resuelve
con la mayor facilidad. No hemos de detenernos
102 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ EN ESTA HORA 103

ni ante la inverosimilitud ni ante el absurdo. El En otro elemento cómico, el chiste, parece


señor Muñoz Seca ha fabricado una comedia haber desplegado el señor Muñoz Seca toda su
(La barba de Carrillo) a base de una barba pos­ habilidad. Casi no es posible una clasificación.
tiza adherida a la piel con un pegamento de tal Existe el chiste a base de apellidos y de combi­
calidad, que lo adherido por medio de él no naciones de nombres y apellidos. Es una mina
podía desprenderse hasta los siete años de ha­ inagotable. El señor García Alvarez, colaborador
berse pegado. Otra (E/ verdugo de Sevilla), a del señor Muñoz Seca, dió el tipo de esta clase
base de una confusión entre un señor que ha de chistes. Sugería este principio de comedia.
inventado una cosa para matar conejos y un ver­ Sale un señor. “¿A quién anuncio?”, ‘le pregunta
dugo que va a matar a tres reos, Conejo de el criado. “Anuncie usted a Toda Plana”, con­
apellido. testa el caballero. Algunos de ustedes quizá se
No será preciso encarecer a los principiantes reirán. Perdonen que a mí se sea imposible.
el partido que puede sacarse de aquí. Todo cabe. Un recurso cómico del diálogo, muy usado por
En Pastor y Borrego un señor se ve obligado el señor Muñoz Seca, es el de aderezar las fra­
a hacer el muerto, tumbado a la larga, y una ses hechas, sustituyendo algunas palabras. En vez
respetable familia, gran cantidad de conocidos de decir “hay moros en la costa”, ¿por qué no
y hasta unos camilleros lo creen muerto de ver­ decir “hay árabes en la orilla”, como dice el
dad, y eso después de mirarle y cogerle y todo. señor Muñoz Seca en El clima de Pamplona?
Confusión facilísima. No todo el mundo está A este recurso le ayuda mucho el de inventar
obligado a saber lo que son cadáveres. La prue­ verbos y deformar palabras. Una persona alu­
ba es que un médico que aparece sabe muy bien cinada que sale en Faustina no ve mas que “lo­
que el fresco aquél — porque se trata de un bregueces, tetriqueces y macabridades”.
fresco, ¿cómo no?—está bien vivo. De aquí pa­ ¿Para qué seguir? La astracanada ha tenido
rece desprenderse una teoría muy dentro de las imitadores desgraciadísimos, que la han hecho
corrientes modernas acerca de la especialización. descender mucho. Con todo y lo apuntado, el
¿Quién es un cualquiera, sin estudios especiales, señor Muñoz Seca tiene en ocasiones gracia de
para conocer si alguien está muerto o vivo? Eso verdad, fresca y espontánea, manchada en segui­
es cosa para los doctores en Medicina, y nada da por el procedimiento industrial. Dos de sus
más. colaboradores más constantes han sido el señor
■KSKSHSI,JJUJwu*.i!n IIiIIII ■ w III■ I

104 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ


EN ESTA HORA 105

García Alvarez y el señor Pérez Fernández. No verdad de lo que él la hace (ejemplo: El filón):
se les ha nombrado porque cuando estos señores que el drama “grandguignolesco” no es solamen­
han hecho salidas aparte se ha visto claro que te cuestión de habilidad (ejemplo: La razón de
no habían añadido nada a la labor del señor la locura, La cartera del muerto), y que La raya
Muñoz Seca. Han estado muy por debajo de él, negra es una cosa que estaba muy mal, y el pú­
y, en cambio, el señor Muñoz Seca es lo mismo blico tuvo razón al rechazarla.
solo que mal acompañado. Sus colaboradores En cuanto al porvenir, tememos mucho que
llevarán, sin duda, trabajo material a la obra; el señor Muñoz Seca,, de ingenio innegable, esté
pero no le añaden elemento alguno característico tan echado a perder que no sea capaz nunca
de otra personalidad diferente. Es justo reco­ de hacer cosa a derechas.
nocerlo así.
Hay que mencionar, como aparte de toda la
labor cómica del señor Muñoz Seca, una obra
graciosísima: La venganza de don Mendo. Esta
parodia del drama romántico seudohistórico en
verso tiene en algunos momentos extraordinaria
sal, y es, por sí sola, un monumento de crítica
aunque tal no haya sido quizá la intención del
autor de los dramones ampulosos y falsos
que de cuando en cuando suelen aparecer en
nuestra escena y de que ya se ha hablado en
esta serie de breves estudios, y habrá quizá oca­
sión de hablar de nuevo todavía.
Subiéndome un .poco a la tarima para termi­
nar, habré de decir al señor Muñoz Seca: que
el sainete andaluz exagerado es una cosa muy
falsa y muy fea (ejemplo: Pepe Conde, El par­
que de Sevilla, Los chatos'); que la comedia sen­
timental y amena puede y debe hacerse con más
ENRIQUE LOPEZ ALARCON
Enrique López Alarcón

Sube por un peñasco


un lagarto vestido de damasco;
mas si en vez de peñasco fuera peña,
subiría vestido de estameña.
Valbuena.

El estudio que hicimos de Marquina nos lleva,


por asociación de ideas, a ocuparnos de los de­
más escritores que en España cultivan actual­
mente el teatro poético. No ha de ser agradable
con exceso nuestra excursión. Aun penetrados
de benevolencia hacia todo lo que signifique es­
fuerzo y trabajo, y salvando la honradez de in­
tenciones (excepto en los casos en que manifies­
tamente aparezca lo contrario), no es posible
considerar de un modo serio la mayor parte de
las obras que se nos han servido con dictado de
dramas poéticos o románticos.
Existe ya todo un recetario para elaborar dra­
mas de esta clase, y, a decir verdad, me sorprende
110 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ
EN ESTA HORA 111

que nadie se haya preocupado de hacerlo crista­


dificultad de esta versificación casi no existe ya,
lizar en un reglamento, que podría venderse muy
merced a los esfuerzos repetidos de algunos poe­ .)
bien en una de esas colecciones en las que se
tas, que han enseñado el camino. Yo no .tendría
incluyen tomitos que suelen titularse: ¿Quiere il
ninguna dificultad. Por ejemplo, he aquí lo que
usted aprender alemán en dos semanas?, El arte !• a
yo pondría en boca de un caballero a quien hu­
de la fotografía en ocho lecciones, Guía del ju­
biesen insultado:
gador de tresillo...
Bases de ese maravilloso reglamento, tal como
las requiere la moderna ciencia experimental, ¡Insolente! ¡Voto a tal!
¡ Que si hacéis en mi honor mengua,
esto es, no establecidas a priori, sino formula­ os he de arrancar la lengua,
das como resultado de la estudiosa observación, aunque lo toméis a mal!
podrían ser las siguientes, expuestas sin orden
ni método, ya que no voy a redactar el regla­
Si quiero ganarme una ovación, puede ocurrír-
mento ahora: a) La acción desde el siglo xn seme una galantería a una dama, donde a la vez
hasta el xvii, en cualquier época. En cuanto a
injerte un latiguillo de los de más efecto. Por
la propiedad histórica del lenguaje, se resuelve
ejemplo, el caballero puede decir de los ojos de
con que los personajes se hablen de vos, y en la dama que son
cuanto se les contraríe un poco, digan ¡vive el
Cielo! o ¡voto a Tal! Si se quiere extremar un
fulgurantes y admirables
poco, pueden decir tenello, facer, agora y obe-
como el acero que brilla
descí y alguna frase como ¡seor bellaco! o ¡don en los brazos indomables
villano! b) En cuanto a la versificación, se del soldado de Castilla.
cuenta con grandes recursos de eficacia positiva.
Los latiguillos a base del honor castellano, los
Con un par de docenas de frases hechas y el
teicios de Flandes, los aceros que se rompen,
inacabable repertorio de votos y juramentos, que
pero que no se rinden, y las galanterías retorci­ vienen de perilla, ya para consonante, ya para
das no fallan nunca, con tal que se expresen de
cascote, tenemos drama hecho.
un modo sonoro por medio de versos bien redon­
deados y aconsonantados como Dios manda. La * * *
112 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ
EN ESTA HORA 113

Tan largo e informal proemio a un artículo de­ ■las manos de la crítica seria. La nulidad de esta
dicado al Sr. López Alarcón tiene un doble ob­ obra, que quiso un punto volar a las alturas, es
jeto, al que me guían la sinceridad y la justicia, absoluta. Ni puede contar, ni contará para nada
que me he propuesto por norma. Quiero con ello en el futuro.
colocar en su ridiculo puesto todas las obras seu- Podría muy bien excusarme de dar ninguna
dodramáticas y seudopoéticas, verdadera parodia prueba de estas afirmaciones, que ni son cosa
o caricatura de nuestro gran teatro, y quiero, por nueva ni pueden tener contradictor formal; pero
otra parte, no cargar el ridículo todo entero en la demostración no será larga ni difícil. Siendo
la cuenta del Sr. López Alarcón, contra el que La tizona un drama en verso, bastará con que en
no tengo animosidad alguna, y que no es más ella haya verso y haya drama; pero, por más que
que uno de tantos entre los poetas de segundo nos afanamos, no podemos encontrar uno ni otro.
orden que concibieron un propósito ambicioso y La tizona no es drama, porque carece en absoluto
se quedaron a mucha distancia de la realización, de caracteres, porque el propio protagonista don
no sólo por falta de cualidades, sino por falta de Lope no es más que un fantoche que sus autores
criterio artístico también. Además, en el haber mueven como les parece. En La tizona no hay
del Sr. López Alarcón hay campañas teatrales verso, porque no hay sino ripios y prosaísmos,
bien orientadas, algún esfuerzo bien dirigido, aun­ porque se recurre, para lograr efectos de sonori­
que no plenamente acertado, una personalidad, en dad, a trucos vulgarísimos y gastados.
fin, que no es justo abrumar entera bajo el peso Ya que antes hablamos del buen servicio que
de uno de sus defectos. prestan los votos y juramentos para relleno y con­
Prueba de que el defecto aludido no es pro­ sonante, observemos que el diálogo de La tizona
piedad del Sr. López Alarcón solamente, la tene­ está empedrado de ellos. En la escena tercera
mos en que el desatino más ambicioso que ha del acto primero, que no es larga, se contienen los
producido este escritor lo ha perpetrado en co­ siguientes : ¡ Válame Dios! ¡ Vive Dios! ¡ Voto
mandita con otro poeta de escasa altura: D. Ra­ a Dios! ¡Rayo de Dios! ¡Dios de Dios! ¡Truenos
món de Godoy. Me refiero a La tizona, calificado y rayos! ¡Voto al infierno! y ¡Voto a tal! De la
de drama romántico en cuatro jornadas, y que elegancia y fluidez de un diálogo construido de
por mucho abuso de la sonoridad y del latiguillo ese modo júzguese por esta muestra (Act. I,
que contenga, no logra salvar ni un adarme de Ese. IV):
8
114 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ EN ESTA HORA 1,5

“—-¿En Sevilla por lo visto...? Cristóbal de Castro.. Más interés, siquiera por
—Más lejos piensa arribar.
estar trazado en franca prosa, tiene el drama Vivir,
¿Más lejos? —Allende el mar.
—¡ A las Indias! —¡ Voto a Cristo 1 ” intento menos ambicioso y mejor orientado, que,
sin tener gran importancia, revela en el Sr. López
Alarcón cualidades que él debía cultivar, conven­
Esta cuarteta no es, por cierto, mejor que las ciéndose de que los grandes poetas son en número
dos que yo hice antes. Con la diferencia de que reducidísimo en cada época y no hay menoscabo
el Sr. López Alarcón hace esas cosas en serio. en la dignidad ni en el honor por no contarse entre
En la misma escena hay escrito lo siguiente: ellos.

“Véngase el ventero acá


y el criado del ventero,
que he de hablarles yo primero
y no me hacen falta allá.
Pues menester es que agora
pongamos mano en todo esto
para que esté bien dispuesto
cuando llegue mi señora.”'

Esto es prosa, malísima, por ser aconsonan­


tada; pero no ha sido verso jamás.
En los pasajes en que el verso de La tizona
intenta elevarse, descubre igualmente su artificio,
que no por ser más difícil tiene más valor li­
terario.
En el teatro es La tizona la obra más conside­
rable del Sr. López Alarcón. Pese a lo dicho aquí,
él me agradecerá que no hable, por ejemplo, de
un Gerineldo, compuesto en compañía de don
JOSE FERNANDEZ DEL VILLAR
José Fernández del Vdlar

El teatro de este autor podríamos llamarlo el


“teatro de las buenas intenciones”. Sabido es
que, según afirma un dicho popular, de buenas
intenciones está empedrado el infierno. ¿Se ha­
llarán entre estas piedras del pavimento infernal
las intenciones del autor de. clavo? Digamos
sin rodeos que si el infierno tuviese solamente un
carácter literario, algunas de las buenas inten­
ciones del Sr. Fernández del Villar encajarían
allí como de molde. Pero atendiendo al carácter
profundamente sano en el orden moral que ca­
racteriza a muchas producciones del escritor de
que tratamos y a ciertas posibilidades que mues­
tra, nos animaremos a tratarlo con cariño y la
posible benevolencia.
Algunos de los primeros pasos dados en la es­
cena por el Sr. Fernández del Villar iban de in­
tento a colocarse muy ajustadamente sobre las
huellas dejadas allí por los ilustres hermanos
Quintero. Esos entremeses y piececillas breves
120 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ EN ESTA HORA 121

con tipos andaluces, que tan admirablemente es­ El argumento es sencillísimo: una familia mo­
criben los autores de Los chorros del oro, tu­ desta, con ligereza excesiva de cascos en sus
vieron en el Sr. Fernández del Villar un imi­ componentes, por ridículo snobismo y por afán
tador fiel y afortunado. Se conocía perfectamente de aparentar, se ve a las puertas de la ruina y de
la marca de fábrica, pero no resultaba deshon­ la deshonra. Hasta aquí todo va bien, y a nos­
rada. Antes se le hacía honor, como a todo maes­ otros nos parece de perlas que el teatro ridiculi­
tro un aprovechado discípulo. ce a esa parte amoral de la sociedad que no
Pero pronto el Sr. Fernández del Villar aban­ piensa sino en goces sin sustancia y le tiene al
donó aquellos floridos y también trillados ca­ trabajo un asco tan profundo y sincero. Pero,
minos y desembocó en la comedia grande, semi- literariamente, esa sátira hay que realizarla me­
sentimental, semicómica, con aciertos ingeniosos diante figuras humanas, vivas, lógicas, y no con
en el diálogo y honradísimas intenciones. No llegó, figurines hechos a propósito. El matrimonio cas­
por suerte suya, el Sr. Fernández del Villar a quivano de El paso del camello y sus hijitas
hacerse autor de comedias de “tesis”, con todos forman una colección de majaderos que en todas
los inconvenientes; pero se descubrió, sin em­ las épocas han de ir por mal camino. Si ahora
bargo, muy a las claras, y nos resultó tan pueril son unos niños bien los que se burlan de la po­
y tan candoroso como vamos a ver. bre familia y la arrastran a los linderos de la
Elijamos una comedia de éxito escrita para deshonra, de vivir en la Edad Media cuando no
adoctrinar a las familias y enseñarlas a cosas había, que yo sepa, dancings, hubieran sido unos
tan importantes como a no pasarse, en los gas­ pajes del castillo vecino o algún trovadorcete
tos, de la cantidad que se ingresa mensualmente guasón los que le hubieran tomado el pelo. No
y a vigilar a las hijas para que no se aficionen puede haber interés dramático con figuras de
a los bailes modernos: El paso del camello. El tan poca sustancia. Las calamidades que 'les ocu­
título—para aquellos de mis lectores que por rren dependen de su falta de buen sentido, y no
fortuna lo ignoren—es el de un baile modernista de los perversos tiempos. Con ello, la sátira
practicado con noble entusiasmo por niños y ni­ pierde toda su fuerza y todo su valor y queda
ñas bien, y en el que el propio título indica ya la buena intención solamente, la cual, muy digna
un deliberado propósito de hacer el indio o, por de estima en el terreno moral, tiene escasísimo
lo menos, el árabe del desierto. o nulo valor literario.
122 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ EN ESTA HORA 123

También ha cultivado el Sr. Fernández del señorita Primavera un paso hacia adelante dado
Villar un a manera de juguete cómico un tanto por el Sr. Fernández del Villar, nos alarma
elevado sobre ciertas lacras del género, pero abun­ mucho el creer que el autor ha confeccionado
dante también en la misma inocencia feliz que ya su formulita y se dispone a disfrutar del in­
las demás comedias del mismo autor. Muestra de vento hasta que el público se fatigue. Y esto
esos juguetes pueden ser La negra y Constantino no ha de pasar sin nuestra protesta.
Pía. No se abandona en ellos el propósito moral Conste que no estimamos al Sr. Fernández del
—tan importante como el de combatir la supers­ Villar sino como una aceptable medianía; pero
tición en la primera de Has dos comedias cita­ quisiéramos que a su buena intención y a su
das—, y se llega a un final plácido y alenta­ habilidad para interesar al público se uniese el
dor. Los recursos usados son las más veces de propósito decidido de estudiar y formarse, rom­
una cándida y venerable ancianidad, que no me­ piendo el molde de mazapán que se ha fabri­
rece más respeto que el que va adscrito a todo cado y tratando de buscar horizontes más am­
lo viejo y honorable. En La negra no hay un plios y elevados. De lo contrario, no podrá pasar
solo incidente que no se adivine por anticipado; de la categoría literaria en que consideramos in-
pero la misma bondad moral de la comedia pre­ cluído al autor del Tesoro de las escuelas.
dispone a una benevolencia especial que no se
usaría en otro caso alguno.
Como resumen y compendio de las facultades
y méritos del Sr. Fernández del Villar puede
considerarse su comedia La señorita Primavera,
escrita a la medida de la excelente actriz Con­
cha Catalá. Se advierte en ella que el autor se
ha picardeado, y se nos presenta con una ino­
cencia falsificada, así como algunos aldeanos de
esos que se hacen el tonto y engañan al más pin­
tado. El buenazo del público se tragó el anzuelo
todo entero y se dejó ganar por la habilidad
del comediógrafo. A nosotros, con parecemos La
FRANCISCO RODRIGUEZ
MARIN
Francisco Rod ríguez M.arín

El nombre de esta venerable figura de nues­


tras letras va unido al mas significativo y es­
plendoroso de los que en ellas han brillado. al
de Miguel de Cervantes, el único. Siendo tan varia
y tan extensa — que abarca ya 107 títulos la
labor de D. Francisco Rodríguez Marín, al pen­
sar en ella se piensa en primer término en el
estupendo caudal de erudición cervantina allí
derramado. Presumo que esta circunstancia col­
mará de alegría el sano espíritu del señor Ro­
dríguez Marín. En adelante, y por muchos años
que transcurran, su nombre irá unido al. de Cer­
vantes como el de su mas apasionado, docto y
erudito comentador.
Las numerosas ediciones del Quijote que el
señor Rodríguez Marín ha dado a la estampa, re­
presentan un trabajo titánico y fervoroso de
muchas veladas en el silencio de muchas noches
de muchos años. El texto de nuestro gran libro
128 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ
EN ESTA HORA 129

ha salido de manos de Rodríguez Marín exqui­


lucía aúnan el fervor cervantino con el amor a
sitamente depurado, limpio de muchísimos erro­
la tierra andaluza, que va donde vaya Rodrí­
res, que se venían cometiendo tradicionalmente.
guez Marín. Entre los otros son muy notables
Las notas de Rodríguez Marín marcan una épo­
las ediciones de las Novelas ejemplares y algu­
ca en la vida del Quijote. Inútil mirar hacia
nos estudios, como El Loaysa del “Celoso ex­
atrás, porque Rodríguez Marín lo ha visto todo.
tremeño”, que unen a la erudición la agudeza
Los futuros trabajos que, sin duda, inspirará
crítica y gran caudal de conocimientos histó­
aún la novela mejor del mundo habrán de arran­
ricos.
car de lo que Rodríguez Marín ha hecho.
Estimando en mucho todos los trabajos de in­
Siendo el ilustre y sabio escritor un conoce­
vestigación literaria del señor Rodríguez Marín,
dor profundo de toda nuestra literatura, con­
hemos de declarar — señalados ya los cervanti­
viene señalar aparte su portentoso conocimiento
nos — preferencia y afición singular por dos de
de los siglos xvi y xvn, y del primero particu­
entre ellos. Nos referimos al titulado Luis Ba­
larmente. No son solamente las obras destina­ rahona de Soto: estudio biográfico, bibliográfi­
das al estudio de figuras literarias de estos si­ co y crítico, y a la edición de las obras de Pedro
glos las que lo revelan así. Es un caudal enorme Espinosa. El primero de estos dos trabajos ob­
de citas, de datos, de alusiones que brotan cons­ tuvo un merecidísimo triunfo en público certa­
tantemente de la pluma de Rodríguez Marín, y men convocado por la Real Academia Española.
que denotan la extraordinaria facilidad con que Aporta preciosos datos, no solamente sobre Ba­
el gran cervantista se pasea por el recuerdo de
rahona de Soto, figura muy interesante, sino
aquellos siglos.
sobre aquel momento históricoliterario. La edi­
Sus estudios sobre Cervantes forman todo un
ción de Pedro Espinosa saca a luz, convenien­
ciclo, del que las ediciones del Quijote, con ser
temente anotadas, las obras de este escritor, tan
labor iipportantísima, son tan sólo, una parte.
poco conocido y lleno de intención satírica y
Veintitrés títulos comprende la labor cervantina agudeza grande, siquiera se vista con ropaje un
de Rodríguez Marín. Entre ellos hay estudios
tanto oscuro.
biográficos, críticos, filológicos, anecdóticos, nue­
Por fortuna, no hemos solamente de ocupar­
vos descubrimientos, interesantísimas investiga­
nos de un Rodríguez Marín que fuese erudito
ciones. Las relaciones de Cervantes con Anda­
muy completo, muy sabio, pero erudito “nada
9
130 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ EN ESTA HORA 131

más”. Hay otro Rodríguez Marín que algunos del siglo xvi. La doncella de Cervantes le es
estiman quizá en primer término, colocándolo conocida con todas sus bellezas, sus inquietudes
sobre' el otro. Nos referimos al poeta y al de­ y sus fragilidades, y usa con ella de gran par­
licioso narrador, lleno de gracia fina y dueño de simonia, como quien sabe perfectamente con
una prosa limpia y brillante, como una casita quién trata. Por eso las poesías de Rodríguez
blanca en el campo de Andalucía. Nosotros no Marín tienen siempre un meticuloso decoro, que
nos meteremos en la penosa tarea de decidirnos las rodea de una aureola de dignidad. Algunas
por éste o por el otro Rodríguez Marín. Tal de entre ellas han alcanzado general renombre,
como es tiene una personalidad muy suya, pecu­ y no puede dejarse de señalar el soneto “Agua
liar y significativa. Como estudiosos de la lite­ quisiera ser...”, del que existen traducciones en
ratura, debemos muchísimo a Rodríguez Marín, siete idiomas.
y no podemos asentir en modo alguno a la idea Rodríguez Marín, cuentista y narrador, es un
de que las investigaciones del maestro se hu­ andaluz pintiparado. El color, la gracia, la guasa
biesen quedado en lo profundo del tintero. Todo también, juguetean en su prosa, siempre castiza,
lo que ha hecho Rodríguez Marín en el campo y dejan en el espíritu del lector un sabor grato
de la erudición estaba haciendo muchísima fal­ y un aroma penetrante. Profundo conocedor del
ta ; ha rendido un servicio inapreciable y1 en alma popular de Andalucía, con sus decires pin­
ningún caso renunciaríamos a él. torescos, su fantasía, su copla bella y honda,
Rodríguez Marín como poeta es conocido de Rodríguez Marín lleva todo eso a sus narra­
los más delicados catadores hace muchos años. ciones, que no son, desgraciadamente, tantas
Fecha de 1875 lleva el libro Suspiros, que se como desearíamos que fuesen.
publicó en Sevilla, y en 1878 apareció Auroras
y nubes. En ambos y en lo aparecido después
Rodríguez Marín se ha mostrado poeta de bue­
na escuela, muy cuidadoso de la forma, de la
expresión pulida y no escaso de imaginación y
dotes que pudiéramos llamar “internas” de poe­
ta. Se imagina uno a Rodríguez Marín cultivan­
do la poesía como un buen hidalgo humanista
ANTONIO MACHADO
Antonio JvLackado

La poesía lírica —■ música, naturaleza — suele


tener en nuestra alma una representación sonora.
Con tal poeta imaginamos ir dentro de una nube
parda pronta a reventar en tormenta. Con otro
bajamos, el corazón en suspenso, a profundidades
espantosas. Otro nos hace oir la dulce música clel
viento en los cañaverales, y otro el eco imponente
de las aguas despeñadas.
Si nos preguntaran qué música interior oímos
leyendo a Antonio Machado, ¿qué respondería­
mos? Este poeta del lirismo claro y hondo, ¿qué
vibración hace oir en nosotros? Quizá la más si­
lenciosa y la más humilde, quizá alguna vez la
música más bella de todas, da más profunda y la
más callada. La del silencio significativo. La del-
remanso puro y quieto, espejo celestial.
Nada más difícil que explicar a un poeta. Ha­
brán de perdonarme todos que proceda por imá­
genes y por comparaciones, ni siempre felices ni
siempre exactas. ¡ Y aun así quedará tanto por
EN ESTA HORA 137
¡36 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ

explicar, sin imagen que lo revele, sin compara­ del camino solitario, donde el silencio le permita
ción que lo evoque! “La poesía — escribió Cer­ escuchar a su propio corazón. Soledades se llama
vantes, el único, en La Gitanilla — es una bellísi-' un libro de Machado, aparecido en 1903, que
ma doncella casta, honesta, discreta, aguda, retira­ contiene —< confesión del poeta — poesías escritas
da, y que se contiene en los límites de la discre­ entre 1899 y 1902. Ya entonces es Machado, pese
ción más alta: es amiga de la soledad, las fuen­ a fluctuaciones posteriores de su pensamiento y
tes la entretienen, los prados la consuelan, los ár­ de su estética, el poeta de la música callada.
boles la desenojan, las flores la alegran, y, final­ A las Soledades siguen — 1907 — Soledades,
mente, deleita y enseña a cuantos con ella comu­ Galerías y otros poemas. De esta colección ex­
nican.” ¿Quién explicará al feliz mortal que lo­ traigo, porque explica mejor al poeta que cuanto
gra encontrar a esa doncella y llevársela a su yo pudiera decir, una composición breve y de
casa? una gran belleza. No me atreveré a dogmatizar.
Yo me imagino a Antonio Machado como un Diré únicamente que esa composición es la que
inteligente podador, un artista de la podadera. prefiero entre todas las de Antonio Machado, y
Toma el árbol a su cuidado, el árbol que, fron-. que la pongo aquí tal como me la dicta la me­
doso y grato, tenía, sin embargo, un no sé qué moria. Dice:
de pesadez, de espesura, de ramaje innecesario.
Empieza la poda y caen ramas, muchas ramas y Yo voy soñando caminos
montones de hojas. Y luego el árbol es una gra­ de la tarde. ¡ Las colinas
doradas, los verdes pinos,
ciosa figura llena de sencillez, elegancia y signi­
las polvorientas encinas !....
ficación. Ni la sombra de él es menos grata ni ¿A dónde el camino irá?
la copa es menos bella. Todo se ha simplificado Yo voy cantando, viajero
agradablemente, y es como un símbolo de vida a lo largo del sendero...
profunda y clara. —■ La tarde cayendo está—.
“En el corazón tenía
Así es el lirismo de Antonio Machado. Surgido
la espina de una pasión;
este poeta al final del siglo xix, cuando triunfa logré arrancármela un día:
la explosión luminosa de Rubén Darío, sabe en­ ya no siento el corazón.”
contrar una senda nueva. Admira y sigue algu­ Y todo el campo un momento
na vez al maestro; pero va cada vez más en busca se queda, mudo y sombrío,
138 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ EN ESTA HORA 139

meditando. Suena el viento rreno de la estética el que no sabe comprender y


en los álamos del río.
apreciar el paisaje castellano.
La tarde más se oscurece,
y el camino, que serpea Antonio Machado, en Campos de Castilla, supo
y débilmente blanquea, mirar en torno suyo, puesto en tierras de Soria.
se enturbia y desaparece. A orillas del Duero, A un olmo seco, Campos de
Mi cantar vuelve a plañir: Soria, son composiciones de sobriedad noble, que
“Aguda espina dorada, nos revelan un aspecto muy interesante del poeta,
¡quién te pudiera sentir
en el corazón clavada 1 ”
aunque, a mi modo de ver, el Machado mejor
sigue siendo siempre el de las Soledades. De ins­
Esta composición podrá expresar muchas ve­ piración castellana y gran maestría en la expre­
ces la angustia de muchos corazones, que habla­ sión es el romance La tierra de Alvargonzález,
rán con las palabras del poeta mejor que con sus que no puede dejar de mencionarse con elogio,
propias palabras. ¡ Dichosa condición la del que por muy ligeramente que se pase sobre la labor
puede ser en algún momento o en algún modo de Antonio Machado.
intérprete del espíritu humano! Una observación final: este poeta, tan sencillo
Machado vivió algunos años plantado en medio y tan hondo en lo humano, es casi un ciego cuan­
de Castilla, en la vieja Soria, cerca de las nobles do intenta ver más allá. Suyo es este cantar, muy
piedras numantinas. Allí este hijo de Sevilla aca­ triste:
bó de sumergirse en el remanso castellano, de ¡ Ojos que a la luz se abrieron
belleza ascética. Castilla, la belleza íntima de Cas­ un día, para, después,
tilla, tiene siempre una honda .lección para el es­ ciegos tornar a la tierra,
píritu que se le acerca. Es la belleza más espiri­ hartos de mirar sin ver 1
tual del paisaje español, belleza de tesoros ocul­
tos, que no brilla y chispea como la del paisaje i Pobre poeta! El corazón humano no le ha re­
andaluz, ni ríe dulcemente como la de los paisa­ velado su secreto más profundo y más sublime:
jes del Norte. Permanece muda y no solicita ala­ el que le une íntimamente con su Creador.
banzas ni caricias; pero acoge en su regazo al
que llega y lo arrulla sobre su corazón como una
madre. Para mí está casi descalificado en el te­

■It

I
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ARMANDO PALACIO VALDES

.
!

I }
Armando P alacio ValJ es

Nada más grato y más fácil que nuestra tarea


de hoy. Diremos, para que no se nos tache de
feroches y descontentadizos, que daríamos cual­
quier porción útil de nuestra modesta humanidad
porque estos artículos contuvieran todos un no­
venta por ciento de alabanzas. Para ello bastaría
con que, en vez de un par de grandes novelistas,
dos o tres ilustres dramaturgos y un cuarteto de
notables poetas, tuviese España una docena de
cada cosa. Si no la tiene, reconózcase noblemente
que nosotros no tenemos la culpa.
El venerable D. Armando Palacio Valdés es
la más pura gloria de nuestra literatura novelís­
tica de hoy. Su ancianidad, tan discreta y tan
noble, es el coronamiento natural de una vida de
escritor que no movió jamás su pluma a merced
de ningún viento tornadizo y mal orientado. Man­
túvose constantemente en un plano elevado y ar­
tístico, legando a la posteridad buena porción de
>44 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ
EN ESTA HORA 145

obras limpias y sanas, en las que la vida se mueve,


conceptos—supera al autor de La hermana San
cambiante y varia como es, bajo un cristal de arte
Sulpicio.
sereno.
No enumeraré las producciones del gran no­
Según se desprende de algunas confesiones da­
velista, porque el pueblo español sabe la lista de
das a la estampa por el propio D. Armando, éste
memoria. ¿Cuál es la mejor? El público ha se­
llora un pecadillo literario, del que se arrepiente:
ñalado, por medio de un voto clarísimo—compran­
su fugaz escapada al campo del naturalismo cuan­
do el libro—, cuál es la que más le gusta: Marta
do éste, a fines del siglo pasado, se complacía en
y María. Muchos quieren que esta prioridad co­
llevar a la novela el retrato de algunas suciedades
rresponda a La hermana San Sulpicio, esa na­
y la pintura de llagas y supuraciones. A ésta,
rración tan ¡soberanamente amena. Algunos crí­
que podríamos llamar claudicación de Palacio Val-
ticos señalan a esa joya titulada La alegría del
dés, pertenece una novela que es, sin disputa,
capitán Robot. Yo, que tengo tanto derecho a
la más endeble de las suyas: La espuma.
votar como cualquiera, me inclino por El cuarto
En La espuma, D. Armando pintó lo que no
Poder. Creo que en ella se retrata más de cuerpo
conocía, y, naturalmente, lo pintó mal. Se pueden
entero el genio de Palacio Valdés. De todos
pintar los vicios de la aristocracia; pero hace falta
modos, lo dicho nos obliga a examinarlas las
conocer la aristocracia primero.
cuatro, que sobresalen, en efecto, sobre todo el
No vale la pena de insistir en este error de
resto de la producción, contándose en ella obras
Palacio Valdés, reconocido por él mismo. Para
de tanta valía.
contrarrestarlo están ahí algunas de las mejores
Sobresale Palacio Valdés en la pintura inimi­
narraciones que se han escrito en nuestra lengua.
table de tipos de mujer. Ha sabido crear tipos
En ellas resplandece ese supremo arte de contar,
artísticos femeninos, de insuperable manera. El
señalado varias veces como la cualidad sobresa­
espíritu atormentado de María; esa Marta tan
liente de . Palacio Valdés. Aliada con ese humor
viva, tan real; esa andaluza gentilísima que se
tan suyo, tan asturiano, tan casi gallego—con per­
llamó algún tiempo la hermana San Sulpicio; esa
dón de gallegos y -asturianos—, produce una deli­
Casilda y esa Venturita de El cuarto Poder...
ciosa manera narrativa, en la que ningún nove­
Difícil es imaginar nada literariamente más per­
lista español de los dos últimos siglos—habiéndo­
fecto.
los más grandes que Palacio Valdés por otros
En El cuarto Poder, que considero novela tipo
10

146 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ EN ESTA HORA 147

del arte de Palacio Valdés, las dos figuras de Ca­ hermana San Sulpicio no es un malvado como
silda y Ventura muestran a un gran artista. Ca­ estos dos, pero es un hombre tremendo, que en
silda, finísima, fundamentalmente honrada, llena una juerga clava su mano con la de otro en una
de abnegación y de amor, dispuesta al sacrificio, mesa, valiéndose de un puñal.
y Ventura, sensual y voluble, ególatra, que no No tenemos tiempo más que de observaciones
comprende siquiera la íntima alegría de la honra­ rapidísimas. El humor de Palacio Valdés, su amor
dez, son dos tipos absolutamente distintos y dos a los tipos de niño, podrían ser materia de un
retratos cuya admirable justeza maravilla. La emo­ estudio de literatura comparada. A la literatura
ción dramática, honda, que Palacio Valdés pone inglesa habríamos de acudir como término de com­
en algunos pasajes de esta novela, la elevan a la paración.
más altas regioñes del arte. Otros libros famosos de Palacio Valdés son:
Junto a esta emoción, el humorismo del maes­ Tristón, La aldea perdida, La fe, Los majos de
tro teje una intriga deliciosa. La Prensa, el cuarto Cádiz, El maestrante, etc.
Poder, va a ejercer su acción en un apartado rin- Palacio Valdés ha puesto al frente de ediciones
concillo provinciano. ¡ Qué sesiones las preparato­ definitivas de sus libros una advertencia indicando
rias del acontecimiento ! ¡ Oué extraordinarios ti­ que debe darse por no escrito en ellos cuanto sea
pos ! ¡Qué graciosísima pintura! Tuviera Pala­ contrario a la fe y -a la moral católicas.
cio Valdés nada más que esta novela, y por ella
se le citaría con admiración.
En El cuarto Poder aparece un tipo de aris­
tócrata que Palacio Valdés repite mucho, y que
sería curioso averiguar a qué prejuicios o a qué
experiencias debe el ser. Es el aristócrata frío,
correcto, cruel, impávido, capaz de las más atro­
ces acciones. El mismo tipo lo tenemos en El
señorito Octavio, cometiendo aquella fea acción
de matar al perro. Recuérdese que el aristócrata
de El cuarto Poder es igual y que también quiere
en una ocasión matar a un perro. El padre de la
P

PIO BAROJA
1—

Pío Saroja

Es rarísimo el caso del literato puro, del hom­


bre que no es más que literato. No es extraño
que suceda así, y es natural que ciertas preocupa­
ciones asomen a la pluma del escritor; pero ocu­
rre que a veces la inquietud espiritual se trans­
forma en pasión y domina toda la obra literaria
de un artista, atravesándola diagonalmente como
un brochazo negro. Este es el caso de D. Pío Ba-
roja, que, además de novelista, es un rabioso
enemigo del catolicismo y hace de esa enemistad
el brochazo antedicho, que en alguna de sus obras
llega a ser más visible que el cuadro mismo, con
no ser éste nunca una cosa incolora o vulgar.
Don Pío Baroja se levanta un día de mal hu­
mor. Ve un pobre sacerdote que acude presuroso
a decir su tnisa y a los fieles que penetran en la
iglesia. Y exclama: “He aquí la causa del atraso
español.” Lo cual, por muy bruscamente que se
diga, no pasa de ser una vulgaridad desacreditada.
152 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ EN ESTA HORA 153

Bien es verdad que Baroja no para aquí. Sigue Baroja, si Dios no le ilumina antes, no tiene más
su camino ese día y encuentra: suciedad y fetidez remedio que acudir a la aconitina o a otro ve­
en las ciudades, miseria en los pueblos, egoísmo, neno de menos pretensiones.
cerrilidad y falsedad por todas partes. Medita un Considero El árbol de la ciencia como la novela
momento, y al final de su paseo concluye: la Re­ más a propósito para dar idea entera de Baroja.
ligión es una farsa, la amistad es traición, el La producción de este escritor es muy extensa y
amor, instinto carnal. No hay nada noble en la se caracteriza: en el procedimiento, por el impre­
vida. Da asco de andar por el mundo. sionismo ; en el estilo, por el desaliño, y en el fon­
Lo extraño es que, llegado a la conclusión, y do, por el nihilismo. La última de estas tres cua­
no creyendo en un Dios, único dueño de la vida lidades hemos creído prudente analizarla primero,
Jiumana, no busque el puente de más decorosa porque sobre ella construye Baroja, realizando el
altura que encuentre al paso y se arroje por él prodigio de edificar sobre el vacío.
de cabeza. Pero eso tiene su explicación. Baroja, El impresionismo es todo el mérito de Baroja.
como todo verdadero literato, tiene un medio ex­ Llámesele impresionismo o, si no se quiere usar
celente de resolver cuestiones, que consiste en fa­ este término pictórico, úsese el filosófico de sub­
bricar personajes que hagan por uno lo que uno jetivismo o el literario de romanticismo. En to­
no se atreve a hacer. Baroja tiene una novela—El dos los casos se nos dará siempre la obra como
árbol de la ciencia — resumen y compendio de un producto de la reacción producida en el espí­
toda su filosofía, si es que puede llamarse filosofía ritu del artista por el mundo exterior. Y cuando,
al nihilismo. El protagonista de El árbol de la como Baroja, se posee una fuerte personalidad,
ciencia sale a la vida como Baroja al camino por esta reacción no puede menos de ser interesante.
donde pasea su espejo, y empieza a darle asco El impresionismo es en Baroja su distintivo li­
de todo. La Religión es mentira, la ciencia trae terario, toda la literatura de Baroja. Nos' da las
sólo tristeza y amargura, la amistad es falsa, la cosas animadas por su manera de ver, por su ojo
vida es miserable y sórdida. No hay sino hacer de pintor selvático, rabioso y humorista, y las
lo que hace el personaje. Un día utiliza la aco- cosas tienen así un perfil único que las dota de
nitina cristalizada de Duquesnel y se quita de una vida nueva, intensa, extraña, llena de matices
este mundo, donde ha vivido en perpetua náusea. violentos y audaces.
Todo el que participe de sus ideas o de las de Del estilo de Baroja se han dicho las cosas más
154 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ
EN ESTA HORA

diversas. Desde considerarlo casi perfecto, o como Puntos de vista para desarrollos muy amplios
el estilo del porvenir los enemigos del academis­ nos sugeriría el estudio y consideración de la obra
mo, hasta desprestigiarlo por incorrecto y por barojiana. La necesidad de no salimos de los lí­
rudo los de la acera opuesta. No conviene exa­ mites acostumbrados nos obliga a no extraer to­
gerar. Cierto que del purismo a la ridiculez me­ das las consecuencias que ofrece la perniciosa y
dia una zanja poco difícil de saltar; pero no hay disolvente ideología de este hombre, aliada a. sus
que ser ingratos con la Gramática ni aplastarla innegables dotes de novelista. Entre sus obras
con altos desdenes. Lo difícil tiene siempre un sobresalen Las inquietudes de Shanti Andia, El
mérito sobre lo fácil, y no cabe duda que saber árbol de la ciencia, La dama errante, La busca, El
Gramática es más difícil que no saberla. Yo con­ escuadrón del Brigante y otras muchas más, que
fieso que no me parece mal que los escritores la hacen un poco atrevida y peligrosa esta enume­
sepan. Es más: afirmo que la deben saber, y ase­
ración.
guro que sus más concienzudos detractores la sa­ Baroja es uno de los valores literarios que no
ben perfectamente. De otra manera no la podrían hay más remedio que tener en cuenta en esta
combatir con armas tan agudas. La Gramática hora. Su ideología es total y absolutamente re­
tendrá siempre esa fuerza. No se la podrá herir chazable. Sus libros son una lectura nociva para
sino con ella misma. los no preparados, innecesaria para los preparados
El estilo de Baroja dista mucho de ser un mal que no se dediquen a estudios literal ios e indis­
estilo. Con incorrecciones y todo, constituye un pensable para estos últimos.
instrumento adecuado en la mano del escritor, y
las pinceladas bruscas de Baroja son las más ve­
ces apropiadas al cuadro. El exigir corrección
solamente en el estilo nos llevaría a extremos
tan lejanos como a decir que Cervantes escribía
mal. Cualquier académico puede sacarle a Cer­
vantes muchísimas faltas, y podemos afirmar, sin
embargo, que Cervantes tiene un maravilloso es­
tilo. Lo cual quiere decir que en el estilo hay
algunas cosas que no son Gramática solamente.
RAMON DEL VALLE INCLAN

_______
Ramón del Valie Inclán

Este hombre, al que llamó Rubén Daño en


un verso popular “gran Don Ramón de las bar­
bas de chivo”, es un literato absoluto y com­
pleto. Es novelista, es poeta y es autor dramá­
tico. En todos los géneros ha dejado una huella
personalísima, y es quizá hoy la figura^más in­
teresante y varia de la literatura española mo­
derna. No hay obra desdeñable entre las suyas,
siquiera se les puedan imputar a muchas gran­
des pecados.
Como novelista ha escrito dos series de obras
de gran valor: las comprendidas bajo la de­

tí'! nominación de Sonatas y la serie de La guerra
carlista. Las primeras son cuatro, una para cada
una de las estaciones del año: Sonata de prima­
vera, Sonata de estío, Sonata de otoño y Sonata
de invierno. Son la autobiografía del marqués
de Bradomin, un don Juan “feo, católico y sen­
timental”, que tiene muchos puntos de contacto
con el propio D. Ramón o con las ilusiones que
D. Ramón se hace.
EN ESTA HORA 161
160 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ
Conforme avanza la vida del marqués de Bra­
El marqués de Bradomín es guardia noble de domín se va sintiendo, a través de las Sonatas,
Su Santidad el Papa. Joven, en la primavera de una sensibilidad enferma. La Sonata de otoño
la vida, pasa como un huracán por el corazón tiene mucho de inmoral. En primavera y en
de una virgen silenciosa. Hay un ambiente ita­ estío pueden ocurrir cosas que, aunque no sean
liano, con señoras monacales, clérigos, vírgenes ejemplares, tengan su explicación en la auras
que se consumen calladamente, noches sensua­ perfumadas y en el cálido resplandor solar. Pero
les y venganzas con puñal florentino. Hay tam- al caer las hojas secas ha llegado el momento
bién brujas y conjuros. Hay, en fin, lo que de meterse en casa y de hacerse persona respeta­
algunos han llamado un plagio, y que, exhumado ble. El marqués de Bradomín se atreve, en pleno
por D. Julio Casares, perjudicó en tiempos bas­ otoño de la vida, a cosas tremendas y demuestra
tante la reputación de Valle Inclán. Existe en que carece por completo de sentido moral.
efecto, una gran semejanza entre ciertas páginas En la Sonata de invierno, también terrible,
de Casanova y algunas de la Sonata de prima­ hay páginas que preludian lo que han de ser las
vera. La semejanza no es tan importante como bellísimas novelas de la guerra carlista. Aparece
se dijo; pero conviene de todoá modos señalarla. ya Don Carlos y su corte, y -el momento aquel
Por la Sonata de estío pasa una racha de en que la hoguera de la guerra civil consumía
viento caliginoso. Es el estío del año y el estío toda la vida española. El marqués de Bradomín,
de la sangre. Arde el corazón en amores violen­ en el invierno de su vida, llega lógicamente a
tos y las mujeres son fáciles y apasionadas. Di­ sentir un amor, consecuencia de otros amores,
fícilmente se podra dar mejor que en estas un amor que es pecado. El marques de Brado­
páginas de Valle Inclán la sensación de una ola mín tiene algo de diabólico. El marques en este
de calor que pasa del ambiente al cuerpo y al libro se queda manco, gloriosa y heroicamente
alma. Quizá sería incomprensible la Sonata de manco. Don Ramón no se quedó manco en
estío en un país nebuloso. Don Ramón la sitúa iguales circunstancias; pero lleva su mutilación
en América-—-en nuestra América, no la Amé­ con aire tan soberbio, que si no se quedó manco
rica de Ford—, y allí, bajo el sol, es inevitable en la misma forma que el marqués de Biado-
que un don Juan comunique su fuego a una mín, debió haberse quedado.
dama y ésta resulte esposa de un general y ocu­ Las novelas de la guerra carlista constituyen
rran otras cosas inmorales. 11
162 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ EN ESTA HORA 163

una serie de preciosas narraciones donde Valle villa de ambiente. El alma supersticiosa del
Inclán pasea su aristocrático carlismo con alti­ campesino gallego, la. miseria errante de los
vez de procer. Entre ellas, si se nos obligara a caminos, las consejas misteriosas, todo pasa con
elegir alguna, votaríamos por Los cruzados de enorme fuerza a estos libros de Valle Inclán, a
la causa. El estilo de estas novelas, como el de veces ásperos y tremendos, realistas, acres, no
las Sonatas, linda con lo maravilloso. Valle In­ desdeñando nada para la exactitud de la pintura,
clan domina a la perfección el castellano y es descendiendo a rincones negros del alma y exal­
maestro en la construcción de la frase concisa tando las pasiones más ocultas en el fondo.
y llena de armonía extraordinaria. Estilista di­ Aguila de blasón y Romance de lobos forman
fícil de superar, tiene un lenguaje pulido como un conjunto con decidida superioridad de la se­
-una joya y que deleita al lector, regalándole gunda parte sobre la primera. Un señor feudal
como con un perfume que le embriaga sua­ —no menos señor feudal porque viva en época
vemente. moderna—, caballeroso y apasionado, violento y
magnífico, es la figura central. Es todo un nom­
Valle Inclán ha escrito en forma dialogada bre. Mejor diríamos todo un macho. Y las muje­
unas piezas que no son representables por no res, naturalmente, son sus víctimas. El señor, el
sujetarse a las exigencias i del mecanismo tea­ señor feudal, suele ser siempre un esclavizador
tral, pero entre las que se encuentra, con toda de mujeres. La propia y las ajenas le deben
seguridad, lo mejor que la pluma de D. Ramón momentos de felicidad y muchas lágrimas. Pero
ha trazado. Las subtitula comedias bárbaras y es un hombre. No se doblega ni se rinde. Y
también tragedias y tragicomedias. A esta serie ellas le adoran al fin y al cabo. En el fondo de
de libros pertenecen: Aguila de blasón, Roman­ su desgracia se esconde una secreta felicidad.
ce de lobos, El embrujado, Divinas palabras, La Quizá si tuvieran poder para variar el rumbo
cabeza del dragón. de su vida y libertarse de la esclavitud no lo
Las cuatro primeras, que son muy importan­ harían. Son mujeres.-
tes, tienen por escenario Galicia, la tierra de De este hombre, de este señor feudal, son hi­
que es originario D. Ramón. Afirman los natu­ jos unas cuantas ñeras. Ingratos, feroces, incré­
rales de ella, con quienes hemos cambiado im­ dulos, pueblan de aullidos la triste vejez del
presiones sobre el particular, que son una mara­ caballero, que sigue presentando el pecho a todo;
164 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ
EN ESTA HORA 165

pero cada vez con una amargura más honda,


tipos de obras muy bellas de este teatro los
con un furor más reconcentrado. Esas páginas
constituyen La marquesa Rosalinda y La ena­
de Romance de lobos, donde los hijos aparecen
morada del Rey. Ambas son dos primores de
con el alma negra y desnuda, son grandiosas y
gracia y esbeltez. Un aleteo sutil, irónico y ju­
terribles, sombrías y tenebrosas, llenas de una
guetón, lleno de malicias y de frivolidades, se
vibración tremenda, de un dolor sin remedio.
agita dentro de la forma sonora de los versos,
El estilo, cortado, admirable, no esquiva ninguna
que alcanzan en algunos momentos un vuelo
dureza.
sereno y alto como el de un águila y que son
Lugar importante en la producción de Valle
siempre una labor de orfebrería. Versos talla­
Inclán debe concederse a la tragicomedia Divi­
dos, adornados y ricos. Versos de noble estirpe
nas palabras. La pintura de cierta Galicia tiene
y valientes ante la dificultad, modernos y anti­
la sobriedad y los contrastes de un aguafuerte.
guos, sin buscar ni una vez el subterfugio de
Visto todo de una manera artística abunda, sin
un modernismo para escapar a la inflexibilidad
embargo, en ciertos detalles innecesarios que
de una forma seguida con maestría.
Valle Inclán prodiga en todas sus obras y que
De bien distinto carácter que La Marquesa
no añaden nada al valor de ellas, transformán­
Rosalinda es una de las obras mas sangrienta­
dolas en cambio en un manjar fortísimo, que
mente intencionadas de Valle Inclán: La reina
muchos paladares han de rechazar. Un concepto
castiza. Comunica a esta pieza un sabor de plato
de la humanidad, del hombre, como amalgama
picante el reconocer todos, a los pocos momentos
de impulsos bestiales y de fuerzas ciegas, pare­
de lectura, que se alude a una reina de España
ce informar los libros de D. Ramón, este ex­
aun no muy lejana de nosotros y llevada en len­
traño católico que se complace en la pintura de
guas a causa de múltiples devaneos, de cuya
lo más francamente inmoral. El incesto le ha
autenticidad no nos corresponde juzgar aquí. El
inspirado muchas páginas.
caso es que, caído el recuerdo de la pobre rema
con su corte bajo la péñola implacable de don
La distribución de las obras de un autor por
Ramón, sale matizado con toques de una cruel­
géneros, sistema artificial que seguimos a disgus­
dad que ante nada retrocede. En La reina cas­
to aquí, nos presenta un obstáculo al encontrar­
tiza hay una gracia terrible, esa gracia de Valle
nos con el teatro poético de Valle Inclán. Dos
Inclán que produce a veces un escalofrío.
167
EN ESTA HORA
166 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ
perpentos una intención de sátira dura y cruel,
Ya hemos hecho el elogio de los versos de
con ese aspecto inhumano de falta de compasión
Valle Inclán. Despojados pronto de la influencia
y de respeto que tienen muchas cosas de Valle
de Rubén Darío, de la que en un momento de
Inclán. Don Ramón es duro, seco. Situado en
nuestra historia literaria rio se libra ningún
su cumbre parece mirar a un mundo grotesco.
poeta, adquieren ’ pronto la personalidad hidalga
Las pobres figuras que en él se mueven no le
que les corresponde y son como magníficos re­
merecen consideración ninguna. Las desnuda, y
lieves que adornan él escudo de D. Ramón. Pue­
cuando tienen al aire sus pobres miembros, se­
de ostentarlos orgullosamente. Voces de gesta
ñala los huesos que salen, la piel negra, la su­
es un bello libro. Algunas veces desciende a ex­
ciedad. ¿No hay realmente más verdad que esa.
travagancias y caprichos muy peculiares y que
¡Qué aspecto risible tendrían muchas madres
tienen el sello de su personalidad, que si bien
venerables si pudiésemos verlas desnudas! Y
es la de un artista es también la del hombre
¡qué crueldad inútil y repulsiva sería desnudar­
que quiere asustar a las gentes sencillas lo mis­
las! La verdad no está en poner al aire las
mo con la narración de una escena escabrosa que
con la irreverencia, ante las idea-s generales y llagas solamente.
En los esperpentos Valle Inclán realza esa
ante las reglas de todo orden. La pipa de Kif tarea con todo el arte posible. En Luces de
puede servir de ejemplo como libro de extra­
bohemia desnuda a una serie de desgraciados,
vagancia deliberada.
miserables y medio locos de alcohol, y en el se­
Parece que en los últimos tiempos tiende Valle
gundo se ensaña con el drama conyugal de un
Inclán a crearse una personalidad aun más acu­
pobre carabinero engañado por su esposa. El
sada. La última época de su producción se se­
estilo, con todo, es de una armonía, de una sig
ñala por unos libros que él llama esperpentos,
nificación, que difícilmente pueden perfeccionar­
y que son una mezcla de teatro y novela. Con
se. En conjunto, eso es lo más digno de admi­
el vocabulario al uso podrían llamarse novelas
rarse en la labor de D. Ramón: un estilo
dialogadas o dramas novelescos. Se caracterizan
insuperable. El fondo carece de humanidad, como
por una acentuación de la objetividad, tratando
se ha dicho, y cierta preferencia por los platos
el autor de apartarse enteramente de sus per­
fuertes hace de algunas obras de este escritor
sonajes y de dejarlos solos en su medio y con
una lectura que no puede recomendaise.
sus ideas y su lengua. Llevan también los es­
VICENTE BLASCO IBAÑEZ
Vicente Blasco lLáñez

A finales del pasado siglo, un fenómeno sís­


mico puso en conmoción el mundo literario. Tem­
bló la tierra, se cayeron algunas torres que . des­
precio al aire fueron”, y luego, una sene de
catástrofes entenebreció la atmósfera europea. La
que ha dejado más memoria fué un desborda­
miento de las cloacas de París, que se derrama­
ron Francia adelante y desembocaron por los Pi­
rineos en tierra española. Llenóse el aire de
miasmas y surgió una epidemia terrible, a la
que se puso en seguida un mote nuevo: natura­
lismo. La enfermedad atacó a los novelistas, y
uno 'de los que más rudamente sufrieron el ata­
que, quizá debido a su robusta naturaleza, fué
D. Vicente Blasco Ibáñez.
Este hombre sanguíneo, fecundo y mediterrá­
neo, miró a su alrededor y se percató de que
estaba en Valencia. Y según imperiosamente exi­
gía la enfermedad que se había enseñoreado de
173
en esta hora
172 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ
crito con todos sus olores, aquel describirnos cier­
él, dedicóse a copiar con detalle lo que tenía a tas actitudes de las placeras, y, sobre todo, la
su alrededor. Como no carecía de talento, consi­ morosa enumeración de todos los detalles más
guió escribir algunos cuentos y novelas, que hoy repulsivos de unos cadáveres de ahogados, son
flotan sobre toda su obra posterior y sobre su de la escuela de Emilio Zola. Hay más: la des­
yate propio y su HP. y su pluma estilográfica, cripción de los cadáveres en Flor de mayo es
formando, para los que no nos dejamos impre­ prima hermana, y quizá sea hermana natural,
sionar por la propaganda americana, lo único só­ de la que hace Zola en Teresa Raquin, también
lido de toda la frondosa producción de Blasco. de unos ahogados que se hallan en el depósito
Reflejos de aspectos de la vida valenciana son de cadáveres de París. Los naturalistas mostra­
las novelas La barraca, Cañas y barro, Flor de ban decidida preferencia por todo lo que olía mal.
mayo, Arroz y tartana, entre otras, y los Cuen­ Podían, a veces, prescindir de cosas molestas a
tos valencianos. Estos últimos son casi una obra la vista, el oído, el gusto o el tacto; pero al ol­
maestra, librándose por su técnica del eterno pe­ fato le perseguían incansablemente.
cado de Blasco: el intento de ahogar al lector Nunca ocultó Blasco Ibáñez, por lo menos en
arrojándole encima espuertas de letra de molde. los tiempos valencianos, su entusiasmo por Emi­
Tienen, por consiguiente, sobriedad, son intensos, lio Zola. Recuerdo un librito en el que narraba
y los tipos del pueblo de Valencia están retra­ la visita que hizo al autor de Los Rougon. Trans­
tados con indiscutible acierto. currió naturalmente en éxtasis por parte de Blas­
Apenas si los elogios pueden ya pasar de aquí. co, y cuando salía el novelista despidiéndole a
Alguna de las novelas valencianas—La barraca—
la puerta, Blasco se apoderó de la misma mano
conserva sobriedad e intensidad, y se defiende,
que había escrito tantas salacidades, y estampó
dentro de los límites de un realismo de buena
un beso en ella. Estos señores son así. Blasco
ley, de los ataques del microbio naturalista. Ya
hubiera creído rebajada su dignidad besando la
Arroz y tartana y Flor de mayo constituyen sín­ mano de un sacerdote virtuoso. Pero hace falta
tomas claros de la dolencia, que en Blasco es
el ídolo. Todos los descreídos lo tienen. Y mu­
algo más que naturalismo todavía: es “zolismo” chos pueblos del centro de Africa también.
y nada más.
El Sr. Blasco Ibáñez puede decir que es una
Flor de mayo es en este punto de una claridad
de esas personas que no hay epidemia que no
que excluye la discusión. Aquel mercado des­
174 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ 175
EN ESTA HORA

cojan. El naturalismo, el anticlericalismo, la gri­ que su interlocutor le responda: “Niña, no te


pe..., todo. Blasco es un anticlerical declamatorio adelantes, que eso que estás diciendo no se ha
y terrible. Verdaderamente no es comprensible inventado todavía.
un buen anticlerical sin un dominio seguro de la Un buen día estalla la guerra europea, y Blasco
declamación y también sin un cierto aspecto de Ibáñez decide publicar Los cuatro jinetes del Apo­
hombre que devora. Mandíbula fuerte, ceño fu­ calipsis. Para ese momento ha perfeccionado ya
ribundo, ojo llameante. Y luego la cascada ora­ sus métodos de propaganda, y la novela tiene
toria. Blasco ha demostrado y demuestra en un éxito rotundo. ¿Merecido? Conviene no ser
todos los detalles antedichos que es un anticle­ injustos. Los cuatro jinetes del Apocalipsis no
rical perfecto. En algunas de sus novelas de­ es tan mala novela como pudiera pensarse. No­
rrama su odio al clero y construye esas parra­ vela de la guerra, escrita al calor' natural o arti­
fadas que son como un cubo donde se vaciase ficial de la pasión,- tiene los abundantes defectos
a chorro el diccionario. de otras novelas de la guerra. Repugna en ella
La catedral, La bodega, Sangre y arena, La el observar que un español lleve la “adopción
maja desnuda, Sonnica la cortesana, son nada me­ del odio ajeno” hasta el extremo a que la lleva.
nos que. cinco famosas novelas escritas por el La pintura de los alemanes, disculpable en los
procedimiento de sembrar palabras a voleo. Qui­ periódicos franceses de aquellos días, no tiene
zá Sangre y arena, con todo lo que tiene de es­ explicación en un hombre inteligente que no es­
pañolada para la exportación, sea digna de mayor taba directamente interesado en la contienda. ¡ Qué
respeto. No así La bodega, mazacote de obser­ cosa triste y servil es apoderarse de ese modo
vaciones gordas y vulgares, amasadas en una del odio de los demás y llevarlo más allá que los
especie de ladrillo. Tampoco Sonnica la cortesana, demás! Los cuatro jinetes del Apocalipsis no po­
intento de novela arqueológica, escrita con el au­ drán quitarse esa mancha nunca.
daz pensamiento de emular a Flaubert. En ella Desde Los cuatro jinetes para acá, Blasco pros­
se nos da esa cómica nota de los personajes his­ pera, al parecer, prodigiosamente en fortuna y
tóricos que hablan con ideas que tendrá sobre decae con movimiento uniformemente acelerado
ellos la posteridad siglos después. Cuando Son­ como escritor. Farragosa Mare nostrum, insus­
nica habla de los griegos como pudiera hacerlo tancial, deslabazada, sin emoción y sin grande­
una alumna de la Sorbona, se echa de menos za Los enemigos de la mujer; sin unidad, sin
176 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ

caracteres, como un folletón vulgar, La tierra de


todos; absurda, La reina Calafia; pesada, lenta
y sin más valor que un cuento verde, Los argonau­
tas... Nada queda ya del Blasco de los Cuentos
valencianos o de La barraca. La historia literaria
de Blasco Ibáñez ha concluido y nos presenta al
autor de La condenada como un aceptable nove­
lista regional.

AZORIN”

12
“Azorín

Mucho más que las Confesiones de un peque­


ño filósofo interesan otras confesiones de “Azo-
rín”, breves, pero llenas de dignidad y de sustan­
cia. Para la buena confesión necesítase, previo, el
buen examen de conciencia. ¿Y quién lo hace
cuando se considera un pequeño filósofo? (Todos
los que se llaman pequeños filósofos se creen unos
filósofos grandísimos.) En cambio, cuando la vida
ha coronado la frente de dolor y de amargura,
si se posee un corazón recto y una inteligencia diá­
fana, se hace la confesión verdadera. Breve y
honda. Intima y sincera. Confesión.
Para mí, pocas páginas tienen un perfume de
dignidad tan serena, de madurez tan bien lograda
como las tres que puso “Azorín” al frente de
un libro suyo de páginas escogidas, que apareció
en 1917. “He tratado de simplificar el estilo. He
intentado—escribió—no decir sino cosas sencillas
y directas. Muchas que me parecían peregrinas no­
vedades antaño, hoy me parecen invenciones su-

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EN ESTA HORA 181


180 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ
arriero, ninguna de las figuras.de “Azorín” son
perficiales y pasajeras. En cambio, sé que hay vulgares.
ideas, sentimientos, formas del pensar que son de “Azorín” ha viajado por España y se ha ena­
hace mil años, que son de ahora y que no pasarán morado de ella. Es lo contrario de otros compa­
nunca. La experiencia hace que no me deje sedu­ ñeros suyos, de ese 98 calenturiento. No quizá
cir por estéticas y filosofías fugitivas y brillantes.” por falta de amor, pero sí por llevar delante de
Este es “Azorín”. Ha- tratado de simplificar el los ojos la venda de un prejuicio o de una utopía,
estilo y lo ha conseguido con sencillez admirable. han viajado por España y no la han visto. La
Ha pasado por él una gran porción de la vida, y habrían juzgado igual desde su mesa de trabajo
la experiencia de ella no le ha sido inútil. Algu­ antes de empezar el viaje. “Azorín” buscó ahin­
nos se enfadan con él por eso. Porque ha ex­ cadamente el corazón castellano bajo la agrietada
perimentado y no le ha sido inútil la experiencia. corteza esteparia, y dió con él. Lo tomó en sus
No en vano es España el país donde la expe­ manos como joya preciosa que es y le hizo un
riencia es más inútil, donde se admira al que estuche de cedro oloroso, forrado con seda. No
llegó al mundo, se equivocó y se pasó la vida es culpa suya si hay mucha gente que gusta de
sosteniendo fatigosamente su error con el pe­ los perfumes violentos y baratos y de las telas
cho. Obstinación que es lo más opuesto a la chillonas. •i’ |
condición intelectual. Los casos más ejemplares Las veinticuatro obras que constituyen la con­
de ella hay que buscarlos en la Zoología. tribución de “Azorín” a las letras españolas son
En la frase “primores de lo vulgar”, más feliz una ejecutoria brillante. En ellas se ve clara la
de forma que de exactitud en el significado, ha evolución del espíritu del escritor, que cada vez
sintetizado un crítico muy distinguido toda la labor se encuentra más seguro, y va realizando de una
de “Azorín”. Primoroso, sin duda. ¿Primores de manera lenta y progresiva el enlace con lo tra­
lo vulgar? Primores de lo sencillo, que es casi dicional, que le ha salvado de extraviarse. Del 98,
siempre lo menos vulgar. Vulgar es la colección sólo Valle Inclán, que estuvo en lo firme desde
de gruesos collares de grandes cuentas ostento- el principio, ocupa una posición mejor. Ni Be-
sas, la mano cuajada de anillos. Sencillos, pri­ navente, mariposeador con exceso, le aventaja.
morosos y no vulgares son el hilo de perlas y el Baroja, tan cerrilmente negativo, y Unamuno des­
diamante solitario. Ni el anciano caballero de peñado en el extravío más espantoso, no son, ni
Castilla, ni la señorita de pueblo, ni siquiera el
182 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ EN ESTA HORA 183

mucho menos, valor perdido para el arte litera­ agudeza de la visión algunas veces. Es un cono­
rio ; pero no hay que olvidar que en el 98 la lite­ cedor, un amador de la obra literaria. Tiene siem­
ratura era un medio y no un fin. Y la ideología pre puntos de vista de interés extraordinario, su­
que se propugnaba aparece derrotada definitiva­ gestiones acertadas, indicaciones útiles; pero su
mente. labor crítica no toma cuerpo si no se armoniza. Se
¿Qué es lo que ha salvado a “Azorín” de la ejerce de un modo un tanto disperso, atraída por
derrota? Leamos su confesión: “Los primeros es­ motivos muy diferentes. Sus Clasicos y wioder-
tudios de los clásicos, hechos siendo niño, pusie­ nos, su Rivas y Larra, que son, en su conjunto,
ron en mí el gusto por estas lecturas. Luego he bellos libros, revelan de una manera clarísima ios
vuelto periódicamente a ellos y he tratado de re­ defectos antedichos.
lacionar su espíritu con el paisaje y el ambiente “Azorín” novelista, es la menor porción de no­
de España.” Esa ha sido el áncora de salvación. velista posible, si se atiende a un criterio vulgar.
Por los clásicos, elegidos como supremo modelo Dentro de normas superiores de arte, “Azorín”
de técnica literaria, ha ido “Azorín” formándose ha escrito alguna novela de superior calidad. Esa
lentamente. No le habrá ayudado poco el ver con obrita breve y sutil, tan fina, tan humilde, que
serenidad la inconsciente obra destructora que a se llama Don Juan, es, a mi modo de ver, una de
su alrededor se iba efectuando. Determinadas ac­ ■las novelas más lindas que se han escrito en los
titudes políticas suyas no pueden explicarse de últimos tiempos en España. Hay que perdonarle,
otro modo. Valle Inclán se hizo carlista. Ha ha­ en gracia a su calidad artística, tal lunar muy li­
bido muchos momentos de la vida española en gero que pudiera hacerla no enteramente legible
que los hombres de corazón han sentido el im­ para todos.
pulso de buscar la reacción violenta. Todo me­ Los ensayos de “Azorín”, excursiones por el
nos vivir en la charca. No .quiero juzgar con campo de la historia, de la literatura y de la po­
esto, ni me corresponde, del acierto o desacierto lítica requerirían estudio aparte, ya que en tra­
■de la postura política de “Azorín”. bajos de esa índole conviene analizar el fondo
La novela, el ensayo y la crítica constituyen atentamente. Por fortuna para mí, no es éste el
■las tres direcciones por las que se ha encaminado sitio para meterme en profundidades. El estilo de
la producción literaria de “Azorín”. “Azorín” no esos ensayos es, como siempre el de Azorín , de
es un gran crítico. Le falta método siempre y una gran sencillez y una gran belleza.
RICARDO LEON


Ricardo León

Cuando publicó los versos de Lira de bronce,


D. Ricardo León se hallaba en plena juventud.
Es un dato. La lira de aquel poeta joven quería
que ante nosotros valiese sobre todo su condi­
ción broncínea. No venia el poeta con la frente
coronada de rosas. Su lira no era de marfil, ni
siquiera de una madera perfumada. Era de bron­
ce. El poeta buscaba ya el camino de las gallar­
días austeras y vibrantes. Los acordes de aque­
lla lira presagiaban todo lo que vino después,
toda la prosa apretada y sonora desparramada
ya sobre buena porción de volúmenes, que por
ahora empiezan en Casia de hidalgos, y termi­
nan en El hombre nuevo.
Quizá siga siendo hoy, como en los tiempos
de su primera salida, Casta de hidalgos la novela
que con más fidelidad nos representa a D. Ricar­
do León. Los gustos de este novelista por todo
188 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ

EN ESTA HORA 189


lo que tiene un perfume de leyenda, una capa
de polvillo de siglos, hallaron como un estuche bién habituales en el ilustre novelista. Su esplri­
encantado en la vieja Santillana. Confesemos, tualismo cristiano y su amor a la tradición dan a
para ser leales, que Santillana es uno de los lu­ todas sus novelas fuerza íntima y acerada. Algo
gares españoles que explica la devoción por lo de Pereda queda aquí. Pero algo nada más. Pe­
viejo. Todo el que no esté tan cerrado como una reda era un montañés, y D. Ricardo León no
bola de piedra a los vientos espirituales tiene que podrá dejar de ser un andaluz, y bien sabe Dios
sentir en Santillana la voz del pasado, algo como que no se lo apuntamos como un defecto. Por
el espíritu del viejo pueblo español hablando en eso la fuerza en Pereda es reconcentrada y ner­
los escudos corroídos y diciendo su canción desde viosa, y en D. Ricardo León exuberante, movible
la Colegiata. y encrespada. En Pereda tiene la serena placidez
Don Ricardo León pudo difícilmente hallar de una conversación al lado del fuego. En don
un campo más a propósito para su inspiración y Ricardo León es inflamada como un discurso de
para sus gustos. Casta de hidalgos puede darse juegos florales. En Pereda es severa como el viento
como una guía espiritual de Santillana, y si su que baja de la cordillera cantábrica. En don
entusiasmo fuese un poco más callado y un poco Ricardo León es luminosa y un poco chillona,
menos campanudo, ganaría la obra en fuerza ín­ como el reflejo del sol en la Caleta. Por eso en
tima todo lo que perdería en superflua sonoridad. Pereda adivinamos la fuerza y en D. Ricardo
Flaubert, que adquirió buen derecho a hablar de León necesitamos el alarde de ella. Por eso, ló­
estilo, consideraba éste como un caballo desbo­ gicamente, hemos de aceptar, junto a la virtud fun­
cado. La tarea es para el escritor, por consi­ damental de Casta de hidalgos, el error superficial.
guiente, la de frenar. D. Ricardo León parece Son buena pareja y quizá no podrían vivir se­
más bien dejarse ganar por el vértigo de la ca­ parados. Pero hay que hacer porque se separen,
rrera. No hay que tener excesivo cariño a los ya que no podemos resignarnos a enterrarlos
partos de nuestra pluma. Amputar. Ir acoplando juntos.
la idea a las justas palabras significativas y tener Comedia sentituenial y pílcala de los Zegries nos
el valor de despreciar lo sobrante. los da D. Ricardo León casi juntos, y ambos a
Casta de hidalgos tiene, con los defectos ha­ poca distancia de Casta de hidalgos. No añaden
bituales de D. Ricardo León, las virtudes tam- .nada a ésta en mérito literario. Tal vez sea la
más interesante de las dos Alcalá de los Zegries,
190 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ , EN ESTA HORA 191

por abandonar un poco el castellanismo postizo del En La escuela de los sofistas, D. Ricardo León
novelista y mostrárnoslo unos momentos en el se entrega a las disquisiciones filosóficas. Les tiene
ambiente que le es propio. Comedia sentimental más afición que debiera. Créanos. Bien están re­
tiene una melancolía escondida que hace perdonai cluidas en La escuela de los sofistas; pero mal,
lo viejo del asunto. desparramados por las novelas y entorpeciendo
El amor de los amores es, a nuestro modo de la acción, como ocurre en El hombre nuevo. Ade­
ver, la intención más alta y a la vez el erroi más más, no participamos del entusiasmo que despier­
grande de D. Ricardo León. Se ha calificado por tan en algunos esas obras que pudieran colec­
algunos esta novela de una especie de Pepita Ji­ cionarse bajo el título de La Filosofía al alcance
ménez al revés. La frase es más exacta de lo de todos. Ni el buen estilo ni las ocurrencias fe­
que se cree. Con ella no se quiso señalar mas que lices que abundan en La escuela de los sofistas nos
la antítesis del resultado de la lucha entre el amor han podido curar de esta repulsión.
divino y el humano en ambos libros. Por desgra­ Conviene terminar esta rápida ojeada. Obras
cia, significa también oposición en todo: en cla­ de consideración entre las del novelista, cuya la­
ridad, en gracia, en penetración. La literatura tiene bor examinamos, son Los centauros, especie de
estas jugarretas: la tesis de D. Ricardo León, novela picaresca, Humos del Rey y El hombre
más elevada, de una aspiración muy superior a nuevo; estas dos últimas, manifestaciones del
la de Valera, se queda en la realización muy por sentir de D. Ricardo León, actuando más ya en
debajo de la tesis materialista y socarrona del el odio a lo modernista que en- la reverencia a lo
cultísimo y atildado cordobés. Para los que cieen antiguo. A nosotros nos parece—y hemos tenido
que lo humano es solamente comer, dormir, ganar ya el honor de decirlo—que en esta dirección
dinero y pensar en el sexo contrario, la tesis nueva D. Ricardo León está menos feliz. De
de D. Ricardo León aparecerá como una abstrac­ Casta de hidalgos a Humos de Rey hay una curva
ción vacía. Para mí—para nosotros , la aspira­ descendente.
ción es magnífica; pero los alientos requeridos Consideramos rasgos generales de la obra de
para realizarla no han tenido albergue en don don Ricardo León: un solidísimo fundamento re­
Ricardo León. Y eso que no faltan en El amor ligioso y tradicional, digno de toda alabanza; cua­
de los amores muchas paginas de gran emoción lidades de artista y de poeta, que dan a sus no­
y belleza, velas muchos momentos de emoción gratísima
192 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ

para el lector; un estilo con excesiva preocupa­


ción de ser rotundo, recio, sonoro y clásico. De
todos modos, D. Ricardo León está, con entera
justicia, entre los novelistas que más público cuen­
tan en España.

RAMON PEREZ DE AYALA

13
Ramón Pérez de Ay ala

Si se examinan las críticas, los estudios y las


glosas que la importante labor literaria de D. Ra­
món Pérez de Ayala ha despertado, se observa
una nota común que da el tono a la alabanza. Se
habla de la poderosa inteligencia, del elevado ta­
lento del Sr. Pérez de Ayala. Muy raramente se
habla de su sensibilidad. Y hay una razón funda­
mental para ello. El elemento intelectual predomi­
na en absoluto en la obra del Sr. Pérez de Ayala.
Sus novelas, su misma poesía—no hay que decir
su crítica—, están como acartonadas por el inte-
lectualismo. Los primores de observación, que
no faltan, están como filtrados por un cedazo
intelectual.
Esto ocasiona una sensible falta de humanidad
en la obra del Sr. Ayala. Hasta llegar a Luna de
miel, hiña de hiel, no parece el Sr. Pérez de
Ayala humanizarse un poco. Aun en esa obra y
en lo que ha dado después, va siempre a alguna
parte, a desarrollar en una novela o en dos una
EN ESTA HORA 197
196 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ
disimular y que nos da siempre la sensación de
tesis profunda. No importa para esto falsear mu­ una sorpresa extraña. Arrancamos de un sitio
chas cosas. El coloquio perteneciente a la novela y no vamos a donde debíamos ir, sino a otra
Tigre Juan, que publicó la Revista de Occidente parte lejana, distinta y aun opuesta. El señor
en el mes de febrero, es una maravilla de impro­ Pérez de Ayala se ha desviado de lo que cons­
piedad, pese a la belleza del estilo y a la profun­ tituyó su formación inicial, y no sabe a dónde
didad y agudeza de muchos conceptos. camina.
Cualidades sobresalientes en D. Ramón Pérez Demos ahora una ojeada a las obras más im­
de Ayala son su dominio jlel idioma y su solidísi­ portantes de este escritor. La primera entre ellas
ma cultura. Por el primero se ha formado un que merece consideración es Troteras y danzade-
estilo personal que ha ido afinándose, haciéndose ras. Las dos que están antes, Tinieblas en las cum­
flexible y dócil y perdiendo aristas hasta produ­ bres y A. M. D. G., son obras de juventud, y
cir una impresión de cosa perfecta desde Belar- la segunda de ellas obra de la pasión. Sin que
mino y Apolonio para acá. Al principio se notaba a nosotros nos ciegue ésta, por hallarnos precisa­
una enfadosa rebusca de la frase que, si delataba mente enfrente del Sr. Pérez de Ayala, ni para
un noble afán literario de libertarse de lo vulgar éste ni para nadie diremos nada nuevo si afirma­
y pedestre, producía también el disgusto que cau­ mos que A. M. D. G. es, desde el punto de vista
sa lo artificial. Ahora el Sr. Pérez de Ayala ha literario y artístico, una obra endeble y pobre.
dominado el estilo, le ha domado perfectamente La aversión irrazonada por única musa apenas
y le ha impreso el sello de su personalidad. En si puede dar más que un fruto desmedrado y
este punto, descontado el viejo prestigio de Valle ¡sin vida.
Inc'lán, quizá no tengamos quien iguale al señor En Troteras y danzaderas rechazamos de plano
Pérez de Ayala, no siendo D. José Ortega y la tesis, incomprensible en hombre de la cultura
Gasset, que ha producido algunas páginas líricas del Sr. Pérez de Ayala. Porque hay tesis. Hay
insuperables. tesis, como siempre, en este autor. Es terrible que
La. cultura, la formación intelectual del señor se nos quiera aleccionar constantemente. Aunque
Pérez de Ayala, son un adorno y un lastre cons­ algunas veces reconozcamos que la lección está
tante de su producción.. En esto el Sr. Pérez de bien y aunque nos era necesaria, ¡ hubiéramos agra­
Ayala es un árbol torcido. De su formación a su decido tanto que no se nos diera como lección!
posición actual va una línea oblicua imposible de
NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ BN ESTA HORA 199
198

La tesis es en Troteras y danzadoras (¡a estas el carácter más poético, el más puro y el mejor
alturas!) la que expuso Masson de Morvilliers en visto es el de la muchachita asturiana, la pobre
la Enciclopedia, la que rebatió Juan Pablo For- enamorada que pierde la vida en la sima de un
ner en su Oración apologética. ¿ Se concibe mons­ callado dolor.
truosidad mayor? Beldrmino y Apolonio es, a nuestro juicio, la
Por lo demás, en Troteras y danzaderas en­ obra cumbre del Sr. Pérez de Ayala. Sentimos
cuentro algunas páginas que son de lo más bello no tener lugar de examinarla despacio. En ella,
que el Sr. Pérez de Ayala ha producido. Entre su autor se nos revela como dueño absoluto de su
ellas, la lectura de Otelo ante una mujer inculta estilo y nos maravilla con prodigiosos equilibrios
que va identificándose con todos los personajes, intelectuales, con figuras de una gracia y un hu­
uno por uno, es una felicísima lección de crítica morismo penetrantes, con primores de observa­
literaria difícilmente olvidable. Como apéndice de ción. En general, es un libro para acreditar por
ella puede considerarse el estreno del drama de sí solo de gran escritor al Sr. Ayala. Pero tiene
Teófilo Pajares y los comentarios al mismo. A su graves lunares, de los que hemos de advertir a
aparición Troteras y danzaderas movió ruido, por quienes bondadosamente nos sigan y se guíen por
tratarse de una novela con clave, en la que algu­ nosotros. Este, como todos los libros del señor
nos personajes son muy fáciles de reconocer to­ Pérez de Ayala, no son para estar en todas las
davía. manos. Hay que oponerles serios reparos desde el
La pata de la raposa, más literaria que Trote­ punto de vista religioso y moral, y nuestros lec­
ras y danzaderas, con un soplo artístico más in­ tores deben tenerlo en cuenta. Pero es imposible
tenso, representa un ascenso en la producción del ignorarlos literariamente.
señor Ayala. Ha sido quizás su obra de más éxito, Luna de miel, luna de hiel, con su segunda
aunque no la mejor, a mi juicio. Es una ventana parte, Los trabajos de Urbano y Simona, son una
sobre la vida y el alma de Asturias con la pintura nueva versión de Dafnis y Cloe. Por mucha ha­
de Pilares, que es interesante comparar con la bilidad y por muchos primores de estilo que el
Vetusta de Clarín. La comparación, sin embargo, Sr. Ayala derroche, no pasan de ser un relato
no puede ir muy allá. En La regenta se trata de inmoral avalorado por muchas prendas literarias ;
pintar la ciudad, e importan poco las peculiari­ pero siendo todo él un conjunto de variaciones
dades del alma asturiana. En La pata de la raposa, sobre un tema escabroso.
200 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ

Don Ramón Pérez de Ayala, como poeta y


crítico, vale menos que como novelista. Y como
crítico, menos que como poeta. En este último
aspecto es un lírico delicado, no siempre feliz en
la expresión, pero nunca vulgar ni manido. Como
crítico, la injusticia fundamental cometida con don
Jacinto Benavente es, por lo menos, bastante para
ponernos en guardia contra sus apreciaciones. Con
todo, en Las máscaras, colección de ensayos crí­
ticos, hay capítulos de gran interés..

LUIS ARAQUISTAIN
Luis Araquistain

He aquí uno de los nombres que más frecuen­


temente se nos presenta a la vista. Le vemos en
cubiertas de libros, en carteles teatrales, al pie
de un articulo sobre la crítica medieval o sobre
Chicherin y su política. ¿Inclasificable, pues?
Todo el mundo es inclasificable; pero también
_ ¡ay| — todo el mundo tiene algo — general­
mente una flaqueza — por lo cua'l se le puede
clasificar. Es algo que informa toda la produc­
ción, que es como el sello o como la marca de
fábrica. Suele llamarse defecto; pero muchas
veces debería llamarse exceso. Puede llamarse
falta; pero a veces seria mejor llamarlo pecado
capital.
Don Luis Araquistain se nos presenta como
un hombre de ideas. De ideas tan robustas a
juicio de su padre adoptivo—, que no solamen-
204 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ
205
EN ESTA HORA
te son orgullosas, desdeñosas, sino también pro­
vocativas. Unas a modo de ideas hercúleas y sabe de política como de dramaturgia, y para am­
achulapadas. Unas ideas que son como el que en bas cosas tiene o puede tener un hermoso buen
cuanto se presenta en u'n sitio... ¡el amo! sentido, que no puede afirmarse en un caso y
Esta actitud que se trasluce claramente en el negarse en otro.
tono del señor Araquistain no hubiéramos que­ Pero el señor Araquistain es un absolutista y
rido señalarla; pero sobresale de tal modo e in­ un gran intransigente. Al crítico que no está de
forma algunas veces en tal grado los razona­ acuerdo con él le niega su condición de critico;
mientos del escritor de que tratamos, que no al que tiene ideas distintas de las suyas le trata
podemos omitirla. Esta actitud soberbia del se­ con orgulloso desdén. Es el caso más claro de
ñor Araquistain ha hecho chirriar las prensas y la intolerancia izquierdista. Ya he tenido el ho­
gastar muchísima tinta. Es, por otra parte, la nor de sostener otras veces que en España —por
fuente de una gran cantidad de trabajos de su culpa de los hombres de la derecha, en primer
poseedor y la que en muchas ocasiones ha pro­ término — se ha consentido en la divulgación de
ducido maravilla y espanto en los lectores o con­ unos tópicos que ignoramos la realidad que pu­
trincantes. dieron tener hace cincuenta años; pero que
El señor Araquistain, escritor político, es de­ ahora son lo contrario de la realidad. Hoy día
mócrata o defiende teorías democráticas. No lo una parte de la derecha española es la única que
entendemos. El señor Araquistain es en su con­ en España significa una tendencia transigente,
textura intelectual el antípoda de un demócrata. atenta a las vibraciones del mundo moderno. En
La plebe le molesta, y en el fondo de sus escri­ cambio, la llamada izquierda y titulada por sí
tos se. trasluce el desprecio de ella. Si el señor misma tolerante y respetuosa con las ideas de
Araquistain fuera un demócrata, se habría con­ los demás, es la que suele albergar a hombres
formado en silencio con el fallo popular sobre que no admiten, bajo pena de insuficiencia men­
sus obras dramáticas. Además no habría seguido tal, más ideas que las suyas.
creyendo que eran buenas, después de votar el Don Luis Araquistain ha publicado trabajos
pueblo que eran malas. El hombre del pueblo, periodísticos, novelas “grandes” y “chicas”, y
que puede elegir su gobernante, tiene indiscuti­ ha estrenado dos dramas. En todo ello se ob­
ble derecho a elegir su autor dramático. Tanto serva un estilo literario digno de elogio por su
robustez, su fuerza y su sonoridad. Es rico en
206 BN ESTA HORA 207
NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ

vocabulario, sin dar la impresión de rebusca di­ las de café y para conversaciones entre hombres
fícil y feliz en frases y en imágenes informadas solos.
por ese aliento de soberbia y de dureza que tanta De los dos dramas Remedios heroicos y El
cordialidad y tanta simpatía le quitan a muchos rodeo no puede decirse sino que son construc­
trabajos del señor Araquistain, meritorios por ciones intelectuales por las que no pasa el menor
otros conceptos. soplo de inspiración. La última de ellas -— escri­
El señor Araquistain no pasa de ser un hom­ ta sobre una idea desarrollada antes por el pro­
bre culto, articulista notable y escritor de buen pio señor Araquistain en >su novelita Vida y re­
estilo. Pero no es lo que puede llamarse un ar­ surrección—está edificada utilizando el fácil re­
tista. Le faltan imaginación y cordialidad. Por­ curso del caso patológico. Ibsen, visto—¡ horror!
que le falta imaginación edifica premiosamente a través de Echegaray, tiene un perfil parecido
sobre ideas gastadas y carece de brillantez. Por­ al del señor Araquistain. Y el Ibsen de Espec­
que le falta cordialidad le falta humanidad. Un tros no es, por cierto, el Ibsen grande, como lo
hombre que siente a menudo el desprecio es in­ es el de Casa de muñecas. En El rodeo, sobre el
capaz de comprensión. Y un escritor sin com­ pecado de urdir el drama a base de las chifla­
prensión de los demás, de los más humildes y duras de una histérica, se comete el de precipi­
de los más bajos y sin un sentimiento de piedad tarlo todo a un desenlace violento mediante ac­
cordial hacia ellos, no podrá Mamarse nunca un titudes como la del marido, que de pronto se
artista. desboca después de haber sido tan sereno, que
Por eso ni las novelas ni los dramas del se­ no tiene lógica explicación posible. No importa
ñor Araquistain quedarán como imperecedero que el señor Araquistain nos explique que el ma­
monumento literario. De las novelas, ni el señor rido se transforma al sentirse padre. En la obra
Araquistain, con todo y su alta idea de sí mismo, artística, lo que no quede explicado en ella tiene
lo pensará. Ni Las columnas de Hércules, ni El mala explicación. En el último acto de El rodeo
archipiélago maravilloso, ni esas novelitas cortas no vemos más que una turba de locos o crimi­
que el señor Araquistain, con poco respeto a su nales. Sus conflictos no nos tocan para nada.
estirpe literaria, entrega a publicaciones de poco Que los lleven pronto al manicomio o a la cárcel
mas o menos, son otra cosa que amenidades es­ y que nos dejen en paz. ¡Ah! El tipo de la se­
cabrosas muy a propósito para entretener char­ ñora pagada de su rango y del marido toldante,
20® NICOLÁS GONZÁLEZ RÜIZ

y del ingeniero que le echa un parche a la fa­


milia, son de lo mas sobado que se ha visto en
el teatro.
Tiene el señor Araquistain buen talento y bu en
estilo. Si fuese capaz de examinarse a sí mismo
y de enmendar lo enmendable, podríamos es­
perar de él lo que ahora no podemos.

WENCESLAO FERNANDEZ-
FLOREZ

■ar --
Wenceslao I*ernánclez - 11 órez

Entre los escritores que aún no han alcanzado


o apenas llegan a la mitad del curso de una vida
normal y tienen ante ellos un porvenir rico en po­
h
sibilidades, el Sr. Fernández-Flórez ocupa uno de
L los primeros puestos. Goza de una merecida po­
pularidad en la Prensa, donde sus artículos de
humorismo gallego (que es la zona más próxima
al humorismo), han desatado la risa de muchos
lectores. Como novelista ha producido alguna obra
de gran interés.
Pocas secciones de la Prensa diaria habrán sido
más buscadas por el público que las Acotaciones
de un oyente, de Fernández-Flórez. Trazó en ellas
su autor algunas siluetas y retratos de mano maes­
tra, acertando a ver como nadie los aspectos ri­
dículos de algunas escenas de la comedia parla­
mentaria. La figura del político palabrero, hueco,
solemne en la actitud y vacio en la idea, salía de
la pluma de Fernández-Flórez caricaturizada con
212 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ EN ESTA HORA 213

perfección. Es lástima que por su tema esos tra­ nández-Flórez es en su justamente famosa novela
bajos humorísticos no pudieran tener ¡sino efíme­ Volvoreta, Alcanzó esta novela el premio de un
ra recordación. concurso del Círculo de Bellas Artes. Desde en­
Otros trabajos humorísticos de Fernández-Fló- tonces las ediciones de ella se han multiplicado,
rez circulan recopilados en dos libros deliciosos: y ha llegado a tener lo que pudiéramos llamar una
El espejo irónico y Las gafas del diablo, el se­ popularidad molesta. Molesta para el autor. El
gundo de ellos premiado por la Academia Es­ éxito de un libro en los comienzos significa a la
pañola. Se trata de dos libros literariamente muy larga una cadena echada al cuello del escritor. Este
bellos. Algunos de los artículos que contienen al­ se aleja de su libro, unas veces en terreno llano,
canzan verdadera profundidad y pasan de ser una otras para subir, otras para bajar. En todos los
muestra de buen humor superficial para calar casos llega un instante en que la cadena ha dado
hondo hasta descarnar un trascendental esqueleto. de sí cuanto podía, y el autor empieza a sentirse
Comparando el humor de Fernández-Flórez estrangulado. Si la senda que ha seguido es as-
con el de otro escritor que ha ejercido análoga censional, logrará elevarse con lastre y todo; si
actividad en la Prensa—Julio Camba—•, y que ha sido llana, podrá quizá arrastrar el lastre por
tiene con él muchos puntos de contacto, puede el suelo; pero si ha sido en descenso, no hay sal­
observarse mejor la naturaleza profunda del hu­ vación : el autor fallece colgado de su libro. Y
morismo del autor de Volvoreta. El humorismo Fernández-Flórez está en peligro de hallarse en
de Julio Camba no es sino un malabarismo in­ este último caso. Todavía sigue siendo el autor de
genioso de las ideas. Surge la nota cómica por la Volvoreta.
curiosa inversión de un pensamiento o por lo que Reconozcamos en su favor que Volvoreta es,
sencillamente llamamos una “ocurrencia”. En Fer­ literariamente, una excelente novela. ¡ Lástima que
nández-Flórez suele quedarnos a veces un sedi­ la despreocupación del autor en el terreno moral
mento amargo en el espíritu, una especie de in­ afee la narración con algunas manchas innece­
vitación a filosofar. La saeta ha hecho algo más sarias !
que arañarnos la piel; nos ha pinchado en un Por lo demás, la pintura de ambiente, los tipos,
lugar sensible. la descripción, son de primer orden. El decoro
Donde se observa de una manera clara hasta literario se mantiene en lo posible, sin dar a los
dónde es capaz de llegar el humorismo de Fer­ momentos escabrosos proporción desmesurada.
EN ESTA HORA 21
214 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ
su ignorancia de la Gramática. Hay clases to­
Pero la misma índole del asunto hace a esta
davía, y agradeceríamos a Fernández-Flórez que
novela impropia para dejarla en todas las manos.
estimase en más aquélla a la que él pertenece.
Después de Volvoreta, la novela que más noto­
No lo hace así, y la justicia no se ha de quebrar
riedad ha logrado entre las de Fernández-Flórez
por eso. En una de esas revistillas ha aparecido
es Ha entrado un ladrón. Sin que deseemos tirar una de las mejores narraciones que Fernández-
de la cadena antes mencionada, es lo cierto que Flórez ha escrito: La caza de la mariposa.
Ha entrado un ladrón es muy inferior a Volvo- Demos una nota final un tanto melancólica.
reta. Es casi una mala novela. No es mala del Nos está pareciendo que Fernández-Flórez da se­
todo, porque cuando se posee un espíritu tan fino ñales de cansancio y se cree camino de agotarse.
como el de Fernández-Flórez es imposible des­ Es una impresión que ha de sentir muchas veces
cender a ciertas zonas. Aunque se quiera bajar quien se entregue de lleno al periodismo. Pero
a ellas deliberadamente, no hay manera de dejarse es una impresión que hay que vencer. Se puede
el espíritu sobre la mesilla de noche. En Ha en­ hacer más, mucho más de lo que se hace y de
trado un ladrón, Fernández-Flórez ha entrado a lo que se cree uno que puede hacer. Y cuando se
su vez con todas sus cualidades, y hay momentos tiene talento, como le ocurre a Fernández-Flórez,
de humorismo delicioso, buenos retratos y algún no tiene perdón de Dios ponerse neurasténico.
momento dramático en el que se produce una emo­ A producir. A luchar con la dificultad. A bus­
ción noble. Inferior todavía a ella es El secreto carla y a vencerla. Nada de continuar en el surco
de Barba Azul.
ya abierto.
Hemos de reprocharle a Fernández-Flórez el
que de vez en cuando nos obligue a leer cualquier
revistilla de esas, en las que se sabe—por triste
experiencia—que apenas ha de encontrarse más
que pornografía y literatura de bajísimo precio.
Da un poco de pena ver el nombre de Fernández-
Flórez y algún otro alternando con los de una
colección de señores muy conocidos por su ejer­
cicio del comercio pornográfico, por su dureza de
mollera, por su falta de criterio artístico y por
ALBERTO INSUA

8
——.

Alberto Insúa

En este escritor, al parecer muy leído, convie­


ne distinguir dos épocas. Una primera, caracte­
rizada por la franca pornografía, de una parte;
cierta pretensión de retratista de la clase media,
por otra, y un tono general frívolo y ameno, que
por sí solo, o con muy poca cosa dentro, cons­
tituye alguna de las novelas más celebradas del
señor Insúa. La segunda época, o época actual,
se distingue por una especie de autoelevación
ilusoria a las cumbres de la Psicología, con des­
dén del método antiguo del propio escritor y va­
loración muy alta de sí mismo.
Confesamos que si el señor Insúa no gozara
de popularidad no nos ocuparíamos de él. Tene­
mos la desgracia de no encontrar peor que la pri­
mera época de este novelista nada más. que la
segunda. En un país donde hubiese crítica don
• Alberto Insúa estaría literariamente desacredita­
do. Como aquí no sucede tal cosa y las llamas
220 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ EN ESTA HORA 221

del elogio prenden tan sólo en la madera de la zoológico, no se puede encontrar más detestable
buena amistad y el compañerismo, hemos de libro.
evitar, por lo menos en el radio a nuestro alcan­ Al otro aspecto señalado en el señor Insúa
ce, que se .juzgue a D. Alberto Insúa como su­ _ , el de la pintura de ,1a Clase media — corres­
perior a sus muy escasos méritos. ponde una novela que ostenta'ya mayor decoro,
La lista completa de obras del señor Insúa aunque busca, Como todas, el aliciente de lo es­
seria muy larga de enumerar, y aseguro muy cabroso para lograr difusión. Nos referimos a
en serio que no vale ,1a pena. Bastará que con­ Las neuróticas. No diremos que ía pintura del
sideremos rápidamente algunas de las novelas señor Insúa sea absolutamente infiel. Por des­
que han dado a D. Alberto Insúa más nombre gracia, no es así. Como ejemplo de un caso ge­
y más dinero. Con que el lector tenga presente neral, desde lluego no sirve. Como muestra de
que hablamos de las mejores obras de este autor, algo más frecuente de lo que se cree, vale. Lo
quedará en libertad de imaginarse cómo serán que no vale ni sirve es que se busque, arrostran­
las otras. do lo absurdo, lo inverosímil y lo antipático, la
Recuerdo que en mis tiempos de estudiante manera de sacudir latigazos a la sensualidad del
circulaba casi más que los libros de texto entre lector. De cierto lector. De aquellos lectores cuya
nosotros — y eso que no pueden ustedes figurar­ .sensualidad debieran estimar los evolucionistas
se de qué manera tan eficaz se nos recomendaban como una prueba de que existe el tipo interme­
los libros de texto — una novela del señor In- dio entre el hombre y el mono.
súa titulada La. mujer fácil. En la portada de un A la primera época del señor Insúa pertenece
ejemplar de ese... libro creo haber leído “sexta también una celebrada novela en dos partes: Los
edición” o una cosa así. Se trata, por tanto, hombres. La primera parte se subtitula Mary
de una de esas obras “muy leídas” que tanto los descubre, y la segunda Mary los perdona.
parecen enorgullecer al señor Insúa. Y se trata Nos complace poder hablar con más elogio de
de uno de los libros más enteramente pornográ­ estos dos libros.. Nos desagradaría sobremanera
ficos, sin atenuantes literarios ni de ninguna clase que se nos creyese poseídos de animosidad con­
que hayamos podido encontrar. Dentro de no re­ tra el señor Insúa. De veras le desearíamos que
bajarse el hombre de la escala de lo normal para fuese tan buen escritor como él se cree. Todos
penetrar en lo patológico, o simplemente en lo saldríamos ganando con ello. Por eso repetimos
222 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ EN ESTA HORA 22

que nos complace hallar en Los hombres otro Suele el señor Insúa defenderse de estos ata-,
tipo de libro más literario, más limpio, más ame­ ques, que por duros que sean son las más ve­
no, y, en general, si no recomendable, por lo ces—de mi caso respondo—perfectamente lea­
menos no para echar una mancha imborrable les, argumentando con la tirada de sus novelas.
sobre el crédito de un autor, como ¡le ocurre a Don Luis Araquistain, que no puede argumen­
La mujer fácil. Algunos tipos de Los hombres tar así, ha dicho recientemente que el lector bus­
— no sólo el de Mary — están bien dibujados, ca siempre sentirse .superior al escritor. De este
e incluso sentidos y comprendidos poéticamente. modo los autores más mediocres y tontos son
Sin estar exenta de lunares, ni mucho menos, los que tienen más público. Así, al superinteli-
esta novela puede considerarse la mejor de don gente D. Luis Araquistain, no le lee nadie, y
Alberto Insúa. así... ¡pero, no! Yo ¡no creo que D. Luis Ara­
En su segunda época — o lo que hemos dado quistain escribiese eso pensando en su compa­
en llamar así —D. Alberto Insúa se nos pre­ ñero D. Alberto Insúa. Y no seré yo, por
senta como cronista ameno y novelista de altas tanto, el que dé al artículo del ilustre autor de
pretensiones. En este último aspecto nos parece Remedios heroicos más alcance del que tenga.
completamente desorientado, falto de ingenio, de Como cronista, D. Alberto Insúa nos resulta
aquel matiz de gracia frívola que tenía antes, de bastante mejor que como novelista. Se puede
penetración psicológica, de gusto y de criterio leer, es ameno, y en cuanto alguna vez se le
literario. Lo único bueno que ha hecho ha sido ocurra decir algo será un cronista perfecto.
abandonar la franca pornografía por otra más Como autor dramático D. Alberto Insúa ha
disimulada. Pero aquélla la hacia mejor, que tenido poca fortuna. Sin embargo, una comedia
conste. Resultaba un autor pornográfico mucho que escribió hace tiempo -en colaboración con el
más bueno que D. Artemio Precioso, por ejem­ señor Hernández Catá, titulada En familia, es
plo. Y como autor de altos vuelos resulta de una linda y digna de aplauso.
lamentable cursilería, complicada y agravada. Si
alguien creyese que no digo la verdad — que no
lo creerá ¡nadie, y esto es lo terrible para el señor
Insúa—, véanse las novelas El negro que tenía
el alma blanca y Un enemigo del matrimonio.
PEDRO MATA

15
Pedro Alata

Existe, sin duda, el oficio de novelista, y conste


que no damos a la frase intención tan despec­
tiva como pudiera creerse. El oficio de hacer
novelas ha sido perfeccionado grandemente, y
está produciendo resultados que no son dignos
de total abominación, y a veces reclaman una
amable y discreta estima. Buen ejemplo nos lo
da París diariamente. La perfección grande que
alcanza en Francia el cultivo de la literatura oca­
siona el estado de la casi perfección en el oficio
de novelar. Hay una colección de señores muy
distinguidos que lanzan al mercado sus novelas
en gran número y guardando periodicidad. En
Inglaterra, el feminismo ha recabado para las
señoras este modesto y grato oficio de hacer no­
velas. Realmente es de los que debían pasar ín­
tegros al dominio femenino.
En España, pocas personas han conseguido
alcanzar la maestría de D. Pedro Mata en la fa­
bricación de novelas. Los productos que obtiene


228 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ
EN ESTA HORA 229

en su laboratorio no son el resultado de una mez­ perfección de su método para hacer algo sin nada,
cla de ácidos y un sin fin de reacciones violen­ es una novelita corta escrita hace algunos años
tas, acompañadas de emanaciones mefíticas. En y publicada por primera vez, si mal no recuer­
el laboratorio de D. Pedro Mata se usa el agua do, en El Libro Popular. Se titula El misterio
chirle, los sesos huecos, el vino con sifón, y se de los ojos claros, y constituye la relación de
nota un perfume de agua de Colonia de a dos un asuntillo un tanto espinoso, de fondo inmo­
cincuenta el medio litro. ral, pero de forma limpia y contado muy discre­
Con estos ingredientes sencillísimos y tan ba­ tamente. Como esa narración tiene D. Pedro
ratos es justo reconocer que D. Pedro Mata logra Mata alguna otra—La excesiva bondad, por ejem­
insospechados efectos. Resulta atrevidillo y semi- plo—que revela posibilidades en su autor de ser
pornográfico, pero sin caer nunca en extremos otra cosa de lo que ha logrado ser. Claro que
presidiables, como otros contrincantes suyos. Na­ también revela posibilidad de ganar menos dinero
rra con habilidad y con mucha soltura, y logra y hacer menor tirada. Don Pedro Mata vende
ser de aquí su gran difusión—el novelista de muy -bien los productos de su laboratorio nove­
las niñas modernas y atrevidas que no son aún lístico.
en excesivo grado ni una cosa ni otra. La men­ En las grandes empresas es donde, a mi juicio,
talidad de D. Pedro Mata encaja a la perfección D. Pedro Mata se nos muestra tal como al prin­
en esa mentalidad media de la juventud, con ganas cipio de este artículo le hemos retratado utili­
de ser disipada y sin atrevimiento para serlo del zando buena cantidad de metáforas, que espera­
todo. Para ese público, D. Pedro Mata es un sen­ mos no nos hayan salido mal. En novelas como
timental erótico que ofrece lo escabroso en su Corazones sin rumbo y Un grito en la noche—las
estuche de preocupaciones espirituales, tomando de éxito más loco entre las del autor—se trata de
en serio o haciendo como que toma en serio las alcanzar de lleno el corazoncito no muy firme y
distracciones pecaminosas y las imaginaciones sen­ siempre ávido de novedades atrevidas de las mu­
suales de gente que tiene bastante vacía la ca­ jeres pertenecientes a esa dorada medianía social,
beza y muy. poquitas cosas que hacer, o muy po­ con las hondas virtudes de la raza sentidas por
quita gana de hacer cosas. instinto, de una parte, y la escasa seguridad en
Una de las historias más hábilmente narradas los principios y consiguiente gana de epatar, por
por D. Pedro Mata, y donde éste demuestra la otra.
230 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ EN ESTA HORA 231

Nada más del gusto de ese público que los amo­ recen entre las de D. Pedro Mata. Se puede sen­
res tristes y melancólicos de Una estimable joven tar como una consecuencia definitiva de nuestro
que conserva un corazón purísimo en medio de estudio que D. Pedro Mata es un narrador hábil,
las agitaciones constantes de los tés del Palace que, encerrado en límites breves, resulta muy acep­
y los fox bailados con muchos agradables com­ table, y al desbordarse pierde toda su virtud. Para
pañeros. La calidad artística de D. Pedro Mata remachar este aserto pudiera citarse la novela
es, como se ve, exactamente igual a la de las ope­ grande El hombre de la rosa blanca, cursi, verde
retas vienesas. No .nos atreveremos a decir que y sosa, hasta tocar el límite de la ridiculez.
D. Pedro Mata haya aprendido en ellas; pero, Don Pedro Mata se ha asomado al teatro al­
desde luego, lo parece. El ambiente de opereta: gunas veces con varia, pero siempre escasa for­
perfumes, música, danza, ropas ligeras, champán tuna. Su más importante obra es El infierno de
y noche de luna. La heroína: se parece a las aquí.
otras mujeres frívolas que por allí pasan; pero, Desde luego, una comedia al revés. Es decir,
¡ ah, señores!, la muchacha tiene un corazón sen­ se coge una tesis y se fabrican personajes a pro­
cillo, puro y tierno, y ya verán ustedes cómo en pósito para demostrarla. Los personajes que no
cuanto se tropiece con el barítono se enlazarán se encuentran vivos por ahí se hacen de cartón,
dulcemente, cantarán y aun bailarán sus amores, y en paz. Tesis disolvente, desde luego. Son las
y revelarán su ingenuidad adorable. Si se nos únicas tesis que arrancan aplauso. Existe siem­
permitiese trazar un gráfico de la vida hueca, sin pre como un poco de cansancio de ser persona
consistencia y sin espíritu, de la vida que no es decente. En el sentir íntimo de muchos hay una
vida, sino memez o clorosis en el mejor caso y colección de pequeñas granujadas muy agrada­
perversión moral en los otros, uniríamos con bles. Pero mientras las llamemos granujadas, el
una línea el teatro Alkázar, las novelas de don hombre cuidadoso de su reputación no se atreve
Pedro Mata, las..., los..., bueno; por fortuna, no a def enderlas. Mas llega D. Pedro Mata, tonante,
tengo que trazar el gráfico, y con eso me libro altisonante y declamador, y grita que aquellas
de levantar contra mí una tempestad de protesta. granujadas son cosa nobilísima, y lo que creíamos
Las narraciones breves reunidas en el volumen vergüenza es un “prejuicio . Y ya el que en su
Irresponsables, que prologó don Angel Ossorio fuero íntimo no tenia mas valla que la endeble
y Gallardo, son de las cosas que más estima me­ de una palabra, salta de gozo y exclama: ¡ Bra-
232 NICOLÁS GONZÁLEZ RUIZ
EN ESTA HORA 233

vo!” Y luego dice: “Yo no soy un sinvergüenza; falta para armar bien la comedia, ¡ qué caram­
soy un noble ser que no reconoce prejuicios es­ ba ! y sigue el hombre en sus trece, con un
túpidos. D. Pedro Mata me lo ha dicho, y cuando amor constante y fiel, que es una delicia! c) La
él, que tiene talento y sabe escribir, lo dice, razón hija, ya crecida y conocedora del mundo, ama y
tendrá.” respeta al galán de su madre, y al presentarse
El infierno de aquí. El título quiere decir que su padre verdadero es con él dura y fría en una
el infierno está en este mundo y las malas ac­ escena que no puede ser más repugnante y an­
ciones se pagan en él, tarde o temprano. Del in­ tihumana.
fierno de allá no se habla más que para casi ne­ Aceptado todo eso, y que un buen señor que
garlo al paso. Triunfa la última jugarreta del personifica el sentido común y la vergüenza es
diablo, que es, según Papini, correr por ahí las un idiota, todo marcha como una seda. Se lan­
voces de que no existe. Don Pedro Mata se ha zan apostrofes al marido, se ensalza al galán y
dejado engañar, como otros tantos que presumen a sus amores, se dice que la hija es magnífica,
de listos. En su “tesis”, el infierno está aquí, se habla de esta España absurda donde el divor­
y nos lo prueba mediante el castigo que sufre cio no existe con entera libertad de contraer
un marido que abandonó a su mujer y a su hija nuevo matrimonio, y etc., etc. Ovaciones, bra­
a los tres años de matrimonio. vos, y ál día siguiente se nos dice que en la
Vuelve el marido, triste y arrepentido, como noche de nuestra decadencia dramática se anuncia
en la copla, y se le niega absolutamente todo de­ una aurora feliz en la persona de D. Pedro Mata,
recho. Para que eso nos parezca bien, D. Pedro
Mata pretende que aceptemos lo siguiente: a) La
mujer abandonada no tuvo más recurso que
amancebarse. Así. Sin término medio. O se mue­
re de hambre, o acepta un galán que vele por
ella. ¿Y qué iba a hacer la pobrecita con una
hija tan mona ? í>) El galán, que hace vida irre­
gular con una mujer casada, es un perfecto ca­
ballero. Asusta de bueno y de decentísimo que
és. ¡ Como que pasan veinte años—los que hagan
ÍNDICE
Páginas.

Dedicatoria................................................... 5
Prólogo por el Autor. ......................... 7
Jacinto Benavente........................................... 21
Los hermanos Quintero............................... 33
Carlos Arniches............................................. 41
Eduardo Marquina......................................... 49
Gregorio Martínez Sierra................... 57
Antonio Rey Soto......................................... 65
Francisco Villaespesa.................................... 73
Manuel Linares Rivas................................. 81
Los hermanos Cueva..................................... 89
Pedro Muñoz Seca....................................... 97
Enrique López Alarcón............................... 107
José Fernández del Villar........................... 117
Francisco Rodríguez Marín........................ 125
Antonio Machado.......................................... 133
Armando Palacio Valdés........................... 141
Pío Baroja...................................................... 149
Ramón del Valle Inclan............................. 157
Vicente Blasco Ibáñez................................. 169
“Azorín”......................................................... ^7
Ricardo León................................................. 185
Ramón Pérez de Ayala............................... 193
Luis Araquistain............................................ 201
Wenceslao Fernández Flórez..................... 209
Alberto Insúa................................................. 217
Pedro Mata..................................................... 225
Acabóse de imprimir
en los « Talleres Vol untad»
esta primera colección de artículos titulada
tEn esta hora: Ojeada a los valores literarios»,
el miércoles, cuatro de noviembre de mil
novecientos veinticinco, fiesta de
San Carlos Bol-romeo.
Biblioteca de
RUSSELL P. SEBObD

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