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MÁSTER : EL MALTRATO INFANTIL:

ASPECTOS CLÍNICOS, PREVENCIÓN


Y TRATAMIENTO
Pruebas de Evaluación MÓDULO IV

Curso de Máster. UNED


2022

Programa de Postgrado

FRANCISCO MIGUEL RODRIGUEZ RODRIGUEZ .


Abogado.

CÓMO CITAR:
Rodríguez Rodríguez, F. M. . (2022). “Prueba Evaluación Final. Máster “EL MALTRATO
INFANTIL: ASPECTOS CLÍNICOS, PREVENCIÓN Y TRATAMIENTO”. MÓDULO
IV (Unidades Didácticas 21-25). Pag 1–35. https://uned-es.academia.edu/
FRODRIGUEZ.
Módulo IV (Unidades Didácticas 21-25)
NIÑOS EXPUESTOS A LA VIOLENCIA DE PAREJA
Unidad Didáctica 21
VIOLENCIA DE PAREJA Y ABUSOS A MENORES
Cuestionario de Evaluación

https://gredos.usal.es/bitstream/handle/10366/140057/72899-236124-2-
PB.pdf?sequence=1
http://www.codajic.org/sites/www.codajic.org/files/GuiaViolenciaMenores.pdf
(Intervención con menores expuestos a la violencia de pareja/violencia
doméstica)
file:///C:/Users/Bonifacio/Downloads/guia-de-intervencion-con-menores-victimas-
de-violencia-de-genero.pdf (Guía Intervención con menores expuestos a la
violencia doméstica. Gobierno de Canarias)
https://www.copmadrid.org/web/img_db/publicaciones/guia-intervencion-
menores-pdf-58be61d01e6e7.pdf (Intervención psicológica en menores
expuestos a la violencia doméstica. COP)

1. – Explique la taxonomía de Holden (Baker y Cunningham, 2004), en base


a la cual los niños que observan la violencia entre la pareja se
convierten en maltratados indirectos.

Formas y Tipos de Exposición de los niños, niñas y adolescentes, a la


VG: Holden (2003) propone que la acepción “Menores Expuestos” desarrolla
una taxonomía, en la que describe 10 tipos de exposición posibles, los
cuales, suponen formas de maltrato infantil.

Los hijos e hijas que viven en un ambiente familiar violento, son


también víctimas de la violencia de género perpetrada por el padre
hacia la madre, y en tal situación, el contar con la figura paterna en el
desarrollo de sus hijos e hijas, sería sólo posible, siempre y cuando, la
relación del padre con sus hijos e hijas, no les perjudique. En caso contrario,
más vale no contar con la figura paterna, que tener una figura inadecuada y
destructiva, y prevalece, siempre y en todo caso, el interés del menor, o la
menor.

Destaca, que los y las menores pueden experimentar ante un mismo


acontecimiento violento, varias de estas categoría; así podría ser
considerada como maltrato infantil (Holden, 2003).

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Cumple con las características de daño y tipo, que permiten llamarlo
de este modo, sin esconder su crudeza. Los y las menores, son objeto de
agresión de diversas formas y esa agresión, es provocada por su padre, su
madre u otra persona adulta.

Así cuando los hijos e hijas, sean víctimas directas o indirectas,


padecen enormes consecuencias negativas, tanto para su desarrollo físico
como psicológico, tanto efectos a corto como a largo plazo, afectando a sus
emociones, pensamientos, valores, comportamiento, rendimiento escolar y
adaptación social.

Además, manifiestan conductas externas: agresivas, antisociales,


desafiantes, etc., y conductas internalizadas: inhibición, miedo, baja
autoestima, ansiedad, depresión, síntomas somáticos, etc. La violencia que
viven estos niños y niñas, impacta en todos los ámbitos de su vida, y en
cualquier momento evolutivo.

No son, además, meras personas que observan pasivamente, si no


que participan, en múltiples ocasiones, en los episodios de violencia, con el
riesgo de ser maltratadas directamente por el adulto. Por otra parte, la
involucración, no es solamente durante el acto violento, pues la mayor parte
de los y las adolescentes que sufren maltrato y exposición a violencia de
género, expresan una alta preocupación por lo que sucede alrededor de esas
situaciones, como el consumo de alcohol y drogas por parte de su padre o
su madre, y especialmente el estado anímico de su madre.

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2.- ¿Por qué el autor Raúl Lizana considera que el término niño/a víctima
de la violencia de género en la pareja es el más adecuado para referirse
a los menores que sufren este tipo de maltrato infantil? Haga especial
hincapié en la utilización de los términos “violencia de género”, “víctima” y
“pareja” en contraposición con otros como “violencia doméstica”, “testigo” y
“matrimonio”. (Ver enlaces Texto_adicional_Trauma_y_maltrado.pdf (gedisa.com) artículos
y publicaciones por Raúl Lizana (raullizana.com)

Se debe diferenciar entre el término “ser testigo” de violencia de


género y el término de “sufrir exposición a la violencia de género” (éste último
es el aceptado de forma general por los expertos y expertas estudiosos/as
del fenómeno de los efectos de la violencia en los menores), ya que el primer
concepto (testigo) significa la observación de un a hecho o acción que no
provoca en la persona observadora ningún daño o efecto y, en cambio “estar
expuesto a violencia de género” sí implica la existencia de uno o varios
efectos negativos producidos directa o indirectamente por tal exposición al
hecho violento, siendo el más inmediato de ellos, la experiencia del
crecimiento y el desarrollo personal, en sus diversas facetas, del niño o la
niña en un ambiente de hostilidad por parte de su progenitor varón o el
compañero de su madre, en su propio hogar. Menores Víctimas de VG: Son
aquellas personas, que ven, que escuchan, o que conocen y perciben, y que
en definitiva sufren, la violencia, el abuso y el control coercitivo ejercido hacia
su madre.
Estos menores que viven en entornos familiares violentos, son
víctimas directas de esa violencia. Pero este reconocimiento como Víctimas
directa de la VG, no ha estado siempre presente; la toma de conciencia por
parte de la sociedad, ha sido gradual, al igual que su reconocimiento en las
diferentes disposiciones legales.

Desde el marco legal español, en la actualidad, a los y las menores


expuestos/as a la violencia de género en el ambiente familiar, se les
considera víctimas al igual que a la madre, al estar afectados/as por dicha
violencia.

Los/as menores expuestos/as a violencia de género en su ámbito


familiar son todos/as aquellos/as que viven en un hogar donde su padre o el
compañero de su madre es violento contra la mujer.

Estos/as niños/as presencian en la gran mayoría de casos actos


violentos, oyen gritos, insultos, ruidos de golpes, ven las marcas que dejan
las agresiones, perciben el miedo y el estrés en la mirada de la madre y están
inmersos en el ciclo de la violencia (tensión creciente, estallido,
arrepentimiento).

Además, en los hogares donde impera la violencia los hijos e hijas


presentan hasta 15 veces mayor probabilidad de padecer maltrato físico,
abusos sexuales y negligencia que en los hogares no violentos.

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3.- Un total de 840.000 niños (un 10% de la infancia en España) sufren este
tipo de violencia (Ministerio de Sanidad, Asuntos Sociales e Igualdad,
2012). Comente brevemente su reacción a este dato.

Se hace necesario visibilizar a los hijos e hijas de las mujeres que


sufren violencia de género. Aunque no estén siempre presentes, la violencia
de género tiene gran impacto en el desarrollo psicológico y emocional de los
niños y niñas. Ya desde el embarazo la violencia de género provoca un
estrés en la madre que puede afectar en el crecimiento del feto.

Durante la infancia, la exposición a estas situaciones tiene


repercusiones negativas significativas a corto, medio y largo plazo en el
desarrollo emocional, social, cognitivo y académico, pudiendo afectar incluso
al funcionamiento en la vida adulta.

Algunos de sus efectos son: problemas de socialización, aislamiento,


inseguridad, problemas de integración, pesadillas, insomnio, fobias,
ansiedad, alteraciones del desarrollo afectivo y la interiorización de roles de
género erróneos.

En algunos casos, la consecuencia extrema de esta violencia es la


muerte de los niños, normalmente junto a la de su madre.

Es importante insistir en que los efectos de la violencia de género se


detectan también en niños y niñas que no la han presenciado. El mero hecho
de vivir en un ambiente en que existen las dinámicas del maltrato tiene
consecuencias en los niños y niñas que pueden acabar interiorizando
modelos violentos que, en muchos casos, se repiten en la edad adulta.

Ni la sociedad, ni muchas veces las propias madres entienden el


impacto que la violencia de género tiene sobre los niños y niñas. En este
sentido es significativo que casi un 17% de la población considera que una
de las razones por las que las mujeres perdonan al maltratador es “por sus
hijos”.

Además, no existen estudios cuantitativos ni una recogida


sistematizada de datos sobre los hijos y las hijas de las mujeres víctimas de

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violencia de género, que permita, tomar decisiones adecuadas para dar
respuesta al mismo.

Aunque desde la aprobación de la Ley Integral Contra la Violencia de


Género se ha incrementado la asistencia social a los niños y niñas hijos de
mujeres víctimas, es necesario reforzar y ampliar los recursos específicos
para atenderlos, especialmente en el ámbito judicial.

Garantizando además la coordinación entre los diferentes ámbitos


policial, sanitario, educativo, social, etc.

Por ejemplo, cuando una mujer acude a un juzgado a denunciar un


caso de violencia de género con sus hijos nadie atiende a los niños”

Save the Children: “ Es necesario que los niños y las niñas que sufren
las consecuencias de la violencia de género dejen de ser invisibles y reciban
la protección y la atención que necesitan”.

Por ello en Save the Children han lanzado la campaña de sensibiliza


ción ‘No hay una sola víctima’, con la colaboración del Ministerio de
Sanidad, Política Social e Igualdad, que cuenta con un spot producido por la
agencia Young & Rubicam y una gráfica con dibujos reales de niños que han
sufrido la violencia de género, realizados durante su terapia.

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4.- Describa brevemente cómo el ciclo de la violencia (Walker, 1989),
explica la violencia de género en la pareja y, especialmente, su carácter
repetitivo.

El ciclo de la violencia de género definido por la psicóloga estadounidense


Lenore Walker. El ciclo consta de tres fases secuenciales: el aumento de la
tensión, el incidente agudo de agresión y “la luna de miel” o etapa de conciliación.
La teoría de Walker es una de las más difundidas y aceptadas sobre las fases
de la violencia de género.
Explica cómo las mujeres llegan a ser víctimas y cómo, a raíz del
comportamiento manipulador y dominante del agresor, en muchas ocasiones no
intentan escapar ni denunciar.

Al terminar la tercera fase de conciliación, en la que el agresor se muestra


arrepentido de lo ocurrido y amable con la víctima, se vuelve a pasar a la primera
fase y, por tanto, comienza un nuevo ciclo de violencia.

En este sentido, vuelven las discusiones, gritos y agresiones de baja


intensidad características de la primera fase del ciclo, acompañados de
pensamientos como “tal vez lo merecía”.

En este punto es conveniente repasar qué indicadores nos alertan de que


puede existir violencia de género:

Elevado grado de control. Siempre pide explicaciones sobre lo que hace


y ejerce un control en muchos aspectos y situaciones: controla su teléfono, con
quién está o tiene contacto, su manera de vestir y también la economía familiar.
Elevado grado de intimidación o de celos. Atemoriza con miradas y
gestos, levanta la mano y la acusa de flirtear con otros hombres, los celos le
pueden.
Aislamiento de la mujer. Le prohíbe relacionarse con amigos o familiares
y le aísla de otro tipo de relaciones.
Constante culpabilización. Le responsabiliza de todo lo que no funciona
en la relación y no le pide perdón.
Abuso de poder reiterado. El hombre establece las reglas de la relación,
le da constantemente órdenes y decide sobre ella sin tener en cuenta su opinión
o preferencias.
Pensamiento narcisista. Los comentarios despectivos sobre las mujeres
suelen ser constantes.

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5.- Explique brevemente cómo el maltratador utiliza, en ocasiones, a los
hijos/as para maltratar a la madre.

El maltrato que tiene como objetivo dañar a la mujer a través de sus


seres queridos y especialmente de sus hijas e hijos, es lo que se denomina
violencia vicaria.
La violencia vicaria es la más cruel y despiadada violencia de género
porque causa un daño irreparable y destruye a la mujer. Más de 40 niñas y
niños han sido asesinadas/os por sus padres biológicos o parejas o
exparejas de la madre desde que en 2013 se empezó a contabilizar este tipo
de asesinatos, cuyo objetivo es destruir a la mujer para siempre.
El padre ejerce una violencia extrema contra sus criaturas, llegando
incluso a causarles la muerte y utilizando recursos de particular crueldad
para la eliminación de los cadáveres en muchas ocasiones. El ánimo de
causar daño a su pareja o expareja a toda costa supera cualquier afecto que
pueda sentir por ellas/os. El asesinato de las hijas o hijos es la parte más
visible de esta forma de violencia extrema que destruye a la mujer para
siempre; pero es habitual la manipulación de hijas o hijos para que se
pongan en contra de la madre o incluso la agredan. Esas hijas e hijos
sufren un daño irreparable y son también víctimas de violencia de género. El
objetivo es el control y el dominio sobre la mujer, en un alarde máximo de
posesión en una relación de poder que se sustenta en la desigualdad.
La violencia vicaria cuenta con la complicidad de una sociedad que
cuestiona permanentemente a las mujeres, que las priva de autoridad y pone
en duda su palabra. Las mujeres suelen intentar que su voz se oiga en el
colegio de esas hijas o hijos, entre las amistades, en la propia familia, en los
juzgados, pero los imaginarios del “buen padre” y la “mala madre” se
imponen. Se prefiere escuchar al varón y apoyar al hombre que juega a ser
víctima, que a esas mujeres que, desesperadas, intentan hacer oír su voz
para evitar que el padre haga daño a sus hijas o hijos. Ángela González
Carreño presentó más de 30 denuncias porque temía por la vida de su hija
en las visitas con el padre, finalmente éste la asesinó. El Comité de la
CEDAW condenó al Estado español por negligencia, pero como vemos los
asesinatos se han seguido produciendo y no se han tomado las medidas
necesarias.

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6.- Resuma los contenidos más relevantes considerados en el Informe de
Save the Children (2012) “En la violencia de género no hay una sola
víctima”

La principal conclusión es que a pesar de la mayor sensibilidad social


y política respecto a las necesidades específicas de los niños y niñas
víctimas de la violencia de género, aún queda mucho por hacer. En España
no se está dando un enfoque de derechos de la infancia a estas situaciones,
lo que se traduce en una respuesta desigual a las mismas, donde no siempre
se tiene en cuenta el interés superior del niño.
Para un tratamiento auténticamente integral es necesario abordar la
protección y atención a los niños y niñas víctimas de la violencia de género
en sus hogares desde una perspectiva de derechos de la infancia. La
exposición de los niños y las niñas a la violencia de género supone una
vulneración de sus derechos y tiene graves consecuencias en su desarrollo.
La Convención de los Derechos del Niño, de aplicación en España,
establece la obligación del Estado y de todos los poderes públicos de tomar
las medidas necesarias y adecuadas para garantizar la protección y la
atención de estos niños y niñas, asegurando que las respuestas
institucionales, judiciales y administrativas que reciben sean adecuadas a
sus necesidades específicas.
Tanto las mujeres víctimas de violencia de género, como los niños y
niñas expuestos a esa violencia son colectivos vulnerables a los que el
Estado y las Comunidades Autónomas, deben otorgar una protección y
atención específicas, especializadas y que garanticen sus derechos. La falta
de coordinación entre los diferentes organismos de ámbitos de protección y
atención integral, en muchas ocasiones, supone que los niños y niñas
víctimas de la violencia de género, en lugar de ver cualificada la protección
y asistencia que deben recibir del Estado, a menudo se encuentren en
espacios de desprotección y desatención, porque ni el sistema de protección
de infancia, ni el sistema de protección de las mujeres víctimas de violencia
de género otorgan una respuesta específica a su condición de niños y niñas
víctimas de la violencia de género.
No se ha logrado una coordinación interinstitucional que involucre a
los órganos competentes en la lucha contra la violencia de género y los

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competentes en materia de protección de la infancia. Esta coordinación es
un elemento esencial para la eficacia de las políticas públicas que de manera
homogénea fije unos estándares mínimos para la prevención, detección,
intervención, atención y protección a los niños y niñas víctimas de la violencia
de género. Además, reforzando el sistema de garantías de los derechos de
los niños y las niñas expuestos a la violencia de género, se reforzaría la
posibilidad de detectar e intervenir de manera eficaz para evitar o poner fin
a la violencia contra sus madres.
Una de las más representativas carencias del sistema es la falta de
datos oficiales que den cuenta de la verdadera dimensión del problema de
los niños y niñas en esta situación, lo que les convierte en víctimas invisibles.
Además de la imposibilidad de saber el número exacto, dada la propia
naturaleza de la violencia de género que impide saber el número de mujeres
sometidas a ella, no se manejan indicadores oficiales con que cuantificar
algunos aspectos muy concretos sobre el número y la situación de los niños
y las niñas dentro del sistema de protección de la mujer. Al no disponer de
esta información, resulta muy difícil que las administraciones puedan prever
la dotación de recursos necesaria para dar la protección y atención a estos
niños y niñas.
Fuera de este ámbito de la atención integral y la protección, no se han
adoptado medidas específicas que garanticen los derechos de los niños y
las niñas como víctimas de la violencia de género. Esta es carencia
especialmente significativa en el ámbito judicial, en el que a pesar de los
diversos protocolos de actuación adoptados a raíz de la entrada en vigor de
esta Ley, es notoria la falta de recursos adecuados para hacer comprensibles
los procedimientos a los niños y niñas implicados y que puedan ejercer su
derecho a ser escuchados y participar en la toma de decisiones que les
afectan; y, lo que resulta más preocupante, el interés superior de estos niños
y niñas no siempre es correctamente determinado y valorado en la adopción
de las resoluciones judiciales que les afectan.

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7.- Según los argumentos de Beatríz Atenciano (2015), ¿en que consiste el
rol parental y el rol maternal desarrollados en los contextos de violencia
entre la pareja?.

La investigación sobre el rol parental de los agresores se inició con


trabajos que recogían la perspectiva de las ex parejas, sobre el desempeño
del maltratador en la interacción con sus hijas e hijos.
En los últimos años contamos con estudios interesantes en la propia
población. Dada la multiplicidad de formas que la convivencia de pareja
adopta, debemos recordar que esta violencia acontece en cualquier tipo de
estructura familiar, no sólo en el matrimonio.
Por tanto, respecto de los menores, el adulto violento puede ser un
padrastro, pareja de hecho, o un novio con el cual no se convive (Wolak y
Finkelhor, 1998).
Las investigaciones más recientes se han centrado en padres
biológicos o en padrastros que hayan ejercido un rol paternal, y tengan un
contacto continuado con niñas y niños tras la separación.

Profesionales en la intervención clínica y forense, especializados en


el trabajo con el agresor (Bancroft y Silverman, 2002), señalan que se trata
de un padre controlador y autoritario, que modela roles que perpetúen
la violencia, poco consistente, crea divisiones intrafamiliares, hace uso
de los menores en contra de la madre, y socava la autoridad de ella
frente a los pequeños.
Por ejemplo, en el estudio de McCloskey et al., (1995) las mujeres
supervivientes, en comparación con un grupo de mujeres que no habían
sufrido violencia, describen al agresor como un padre que tiene poco
contacto con los niños, hace poco uso de formas educativas positivas, hace
más uso de prácticas educativas negativas y se enfada a menudo con los
niños.
También en palabras de las madres (Edleson, Mbilinyi y Shetty, 2003),
los agresores involucran a los menores a propósito en incidentes
violentos, hacen uso de los hijos para herir a la pareja y en ocasiones
ellas son golpeadas como castigo por los actos de sus hijos.

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La comprensión de cómo se desarrolla el rol maternal, mientras se
sufre violencia en la pareja, es también un campo con mucho por explorar,
en el que no faltan hallazgos empíricos contradictorios entre sí.
Por ejemplo, disponemos de estudios que afirman que son madres
competentes pese al impacto del comportamiento del agresor en ellas,
señalando que llevan a cabo estrategias compensatorias frente a la
violencia, en particular disciplina positiva, afecto, y pautas de crianza
consistentes (Letuourneau, Fedick y Willms, 2007).
Pero también hay resultados de investigaciones que indican que las
mujeres maltratadas tienen más probabilidad que las que no lo son, de
ser agresivas con sus hijos e hijas, en relación a los niveles de estrés,
depresión y ansiedad que experimentan a consecuencia de la violencia que
han padecido (Holden & Ritchie, 1991; Levendosky & Graham-Bermann,
2001; Osofsky, 1999).

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Unidad Didáctica 22
ALTERACIONES PSICOPATOLÓGICAS
ASOCIADAS A LA EXPOSICIÓN DE LA
VIOLENCIA DOMÉSTICA
Cuestionario de Evaluación

http://www.scielo.org.pe/scielo.php?pid=S1018-
130X2017000100009&script=sci_arttext&tlng=pt

1.- Imagínese el caso de un niño de 11 años que lleva siendo víctima de


violencia de género en la pareja durante los últimos 2 años. Ponga
ejemplos de consecuencias que esta violencia podría estar teniendo
en su vida, teniendo especialmente en cuenta los ámbitos social, físico
y afectivo.

El estudio realizado por Espinosa (2004) 1 muestra las consecuencias


frecuentes de la exposición directa e indirecta a la violencia de género. Las
consecuencias se presentan en función del tipo de exposición a la violencia de
género. Cuando la exposición es directa, es decir los hijos sufren el mismo tipo
de violencia que la madre, las principales consecuencias pueden darse de
diversas formas 2:

“Consecuencias físicas: (exceptuando lesiones): retraso en el crecimiento,


alteraciones neuropsicológicas, alteraciones del sueño y alimentación, retraso en
desarrollo motor.
Alteraciones emocionales: depresión, ansiedad, baja autoestima,
trastorno de estrés postraumático.
Problemas cognitivos: retraso en el lenguaje, ausentismo escolar, fracaso
escolar, deficiencias en la atención y concentración, dificultades de integración
escolar.
Problemas de conducta: falta de habilidades sociales, agresividad,
inmadurez, delincuencia, adicciones a sustancias psicoactivas”.

Si la exposición es indirecta, es decir los hijos escuchan disputas, golpes,


perciben terror y desesperanza, las principales consecuencias establecidas en la
Guía de intervención con menores víctimas de violencia de género del Instituto
Canario de Igualdad son:

1 Espinoza MA. Las hijas e hijos de mujeres maltratadas: consecuencias para su desarrollo e

integración escolar. Araba: Instituto de la Mujer Gobierno Vasco; 2004.

2Instituto Canario de Igualdad, Servicio de Coordinación del Sistema Integral contra la Violencia
de Género del Gobierno de Canarias. Guía de intervención con menores víctimas de violencia
de género. Las Palmas: Instituto Canario de Igualdad; 2012.

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i. “Incapacidad de las víctimas (las madres) para atender a las necesidades básicas
de las niñas y niños, por la situación física y emocional en la que se encuentra. Lo cual
puede generar situaciones de negligencia y abandono hacia los niños y niñas.
ii. Incapacidad de los agresores de establecer una relación cálida y afectuosa
cercana con sus hijos e hijas. Lo que puede generar serios problemas de vinculación
afectiva y establecimiento de relaciones de apego.

Gran parte de los trastornos que aparecen cuando las niñas y niños están
expuestos de manera directa a la violencia tienen su origen en la incapacidad de
los progenitores de satisfacer las necesidades biológicas, psicológicas y
emocionales de los niños y niñas, cuyos efectos son superponibles al patrón
descrito de víctima directa”.

Efectos sobre la salud mental de los hijos adolescentes

En el informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) del año 2003


se menciona: “… hasta un 20% de los niños y adolescentes del mundo sufre alguna
enfermedad discapacitante; el suicidio entre los jóvenes es un problema de salud
mental presente en todo el mundo, siendo la tercera causa de muerte entre los
adolescentes 3”.
“El trastorno depresivo mayor se inicia frecuentemente durante la
adolescencia y se asocia a una incapacidad psicosocial y a un alto riesgo de
suicidio; los trastornos del comportamiento tienden a persistir hasta la adolescencia
y la adultez, asociándose a menudo a delincuencia y comportamientos antisociales,
así como problemas de pareja, desempleo y deficiente estado de salud física”.
La mayoría de las investigaciones se han enfocado en estudiar los efectos
de la violencia contra la mujer en la infancia y en menor grado en la adolescencia.
Dentro de las secuelas de la violencia de género en la adolescencia, la guía de
intervención con menores víctimas de violencia de género, del Instituto Canario de
Igualdad (España), establece lo siguiente :

- Afectación de la Identidad personal, rol sexual, autoestima, capacidades personales.


- Falta de proyecto de vida.
- Sensaciones de frustración por no poder salvar a la madre.
- Responsabilidad excesiva en el hogar.
- Baja autoestima, ansiedad, síntomas depresivos, necesidad de llamar la atención.
- Conductas de riesgo o delincuencia.
- Distanciamiento emocional/ indiferencia hacia el entorno”

Por otro lado, en el caso de los adolescentes, se ha estudiado más el efecto


de la exposición a la violencia contra la mujer, que el efecto de esta violencia
independiente de la exposición 4, encontrándose relación con problemas de salud
mental diversos.

3World Health Organization. Caring for children and adolescents with mental disorders. Geneva:
World Health Organization; 2003.

4OKeefe M. The Differential Effects of Family Violence on Adolescent Adjustment. Child and
Adolescent Social Work Journal. 1996; 13 (1):51-68.

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2.- Reflexione sobre cómo el sufrir este tipo de violencia afecta al sistema
de creencias y valores de los menores.

Interiorización de creencias y valores estereotipadas por razón de


género referidos a varios ámbitos: Legitimidad de la autoridad del varón
en cuanto al ejercicio del poder en el grupo familiar, dada la exposición
a modelos familiares donde el padre es la figura dominante, roles, funciones
y tareas atribuidas de manera diferenciada a lo femenino y a lo masculino,
rasgos y características estereotipadas por razón de género.

El actuar psicosocial del menor víctima, nos aportan información


acerca del uso de comportamientos abusivos, agresivos o violentos por
parte del/la menor, lo que da una idea de su posible normalización.

Por otro lado, la transmisión intergeneracional y la perpetuación de la


violencia, relacionadas fundamentalmente con secuelas cognitivas que
implican la interiorización de sexismo y normalización del abuso y el maltrato.

Son frecuentes las referencias que aluden a la consideración de que


los hijos e hijas de familias violentas, al crecer son más propensos/as a
convertirse en perpetradores o víctimas de violencia en la pareja.

La exposición a los modelos paternales de abuso hacia la madre


influye en la transmisión intergeneracional, aunque no de forma concluyente
(Cappell & Heiner, 1990; Jaffe et al. 1990; Widom, 1989).

Faltan aún investigaciones acerca de diversas cuestiones


relacionadas con los fundamentos de tal asociación, por ejemplo, que
definan los mecanismos que intervienen en cómo las experiencias de los
menores influyen para que al llegar a adultos se transformen en
perpetradores o víctimas de violencia en la pareja, y la influencia de las
diferencias de género en los efectos es decir, las posibles repercusiones
diferenciales en función de si el/la menor que vivencia violencia de género
es mujer o varón.

Un resultado relativamente constante de las indagaciones llevadas a


cabo sobre los efectos intergeneracionales es que los hombres que de niños
sufrieron maltrato o presenciaron violencia entre sus padres, tienen más

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probabilidades de ser violentos con sus parejas (Herrenkohl et al., 2004;
Margolin et al., 2003; Whitfield et al., 2003).

En el caso de las mujeres, presenciar violencia hacia la madre en la


niñez aumenta el riesgo de sufrir victimización por sus parejas en la edad
adulta (Castro et al., 2003; Lipsky et al., 2005; Renner y Slack, 2006; Rivera-
Rivera et al., 2004, 2006; Stith et al., 2000; Villarreal, 2007 y Whitfield et al.,
2003).

En esta misma línea, Sarasúa et al., (1996) afirman que la tendencia


observada es que los niños aprenden que la violencia es una estrategia
eficaz de solución de problemas y que su manifestación asegura una
posición de poder y privilegio dentro de la familia, mientras que las niñas
aprenden a adoptar conductas de sumisión y obediencia.

Por tanto, los factores que parecen tener más peso en la pervivencia
intergeneracional de la violencia de género serían la interiorización de
sexismo, especialmente el referido a la posición de poder del hombre
sobre la mujer en la pareja y la normalización de la violencia, la
coacción y el abuso en la interacción intrafamiliar como estrategia
normalizada para el ejercicio de dicho poder.

Los niños y niñas víctimas de castigo o testigos de violencia entre sus


padres podrían llegar a imitar, aprobar o tolerar ese comportamiento en las
relaciones íntimas, interiorizando que la violencia es una forma apropiada de
resolver conflictos, que forma parte de la relación normal familiar, que queda
oculta e impune y que es una forma eficaz de controlar y dominar.

3.- Reflexione sobre cómo se ve afectada la relación del niño/a con su padre
y con su madre a partir de la aparición de las dinámicas violentas.
Preste especial atención a la ambivalencia que se suele producir en el
menor.

Estos niños suelen tomar una serie de roles adaptativos para poder
lidiar con su difícil situación.

Dentro de ellos destaca la posibilidad de tomar un rol de cuidador/a


de los padres, referido en ocasiones a calmar al padre, para que no ejerza
violencia y cuidar a la madre para que no la sufra o al menos consolarla.

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Este rol adultizado (de adulto) de hacerse responsable de las
necesidades de los padres puede conllevar a veces el cumplir con otras
funciones de cuidado en el mundo adulto, como estar a cargo de los
hermanos/as menores o realizar tareas domésticas (Cunningham y Baker,
2004; Groves, 2002; Stephens, 1999).

Con cierta frecuencia este rol se puede generalizar y extenderse al


cuidado o ayuda a otras personas como un mecanismo de defensa que
funciona como una forma de sentirse útil y menos culpable ante la violencia
que recibe la madre (Buckley et al, 2007).

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4.- Habitualmente, los efectos de este tipo de maltrato se mantienen incluso
una vez ha cesado la violencia en la vida de la persona. Describa las
posibles dificultades que una mujer de 30 años tiene en sus actuales
relaciones de apego teniendo en cuenta que estuvo expuesta a una
situación de violencia de género durante su infancia y adolescencia.
Largo plazo (consecuencias en su adultez):

 Trastornos de personalidad.
 Alcoholismo y toxicomanías.
 Trastornos emocionales.

Generalmente aparece sintomatología concomitante de tipo


depresivo. La reacción principal de las mujeres es el miedo y las
repercusiones psicopatológicas más frecuentes son el trastorno por estrés
postraumático (TEPT), que afecta a casi dos tercios de las víctimas, los
trastornos de adaptación y la depresión.

Trastornos psicológicos: Conducta suicida y autolesiones; Abuso


de sustancias; Baja autoestima y Desesperanza; Trastorno de pánico y
Fobias; Ansiedad; Trastornos de alimentación y sueño; Disfunción sexual;
Trastornos psicosomáticos; Sentimientos de vergüenza y culpa.
Trastorno de estrés postraumático.
Aparece cuando la persona ha sufrido o ha sido testigo de una
agresión física o una amenaza para su vida o la de otra persona y cuando la
reacción emocional experimentada implica una respuesta de miedo, horror
o indefensión.

Hay tres aspectos característicos de este trastorno:

Reexperimenta los acontecimientos traumáticos, flashback,


pesadillas y otros, mantienen su miedo y, por tanto, la mujer permanece en
una situación de alerta.
Sufre conductas de evitación de los estímulos asociados con el
trauma, que provocan rechazo a recordar situaciones o acontecimientos
traumáticos dando lugar a una desconexión consigo misma y con lo que hay
a su alrededor.
Padece síntomas debidos al exceso de activación (dificultades de
concentración, irritabilidad, trastornos del sueño…). Le impiden recuperarse.
Todo ello da lugar a que la mujer se comporte de forma paradójica
dada la desesperanza derivada de la indefensión aprendida.

Depresión.
Caracterizada desde la clara situación de indefensión constantemente
percibida antes de abandonar el hogar, hasta la desorganización y ruptura
de las actividades habituales y el entorno social una vez abandonado éste y
agravado por la necesidad de desarrollar nuevas habilidades para hacer
frente a la actual situación, empeorada por las restricciones económicas y la
ruptura de las redes sociales.

18
5.- ¿A qué se refiere el término transgeneracionalidad en el contexto que
estamos tratando?

Quizás una de las consecuencias más complejas de la violencia que


viven estos niños y niñas sea la posibilidad de adquirir un rol que perpetúa
la violencia, también llamado “transgeneracionalidad”.
La posibilidad de que los menores reproduzcan las conductas
violentas llegando con este comportamiento a la adultez, constituye la
continuación de un problema psicosocial que parece de difícil resolución.
Esta variable aparece asociada al estado psicoemocional de la madre,
pero también a otras variables que sugieren nuevas reflexiones.
Así, se puede apreciar que también presenta una asociación con
cierto tipo de violencia que no tiene que ver con la madre sino con los
menores directamente, tales como el maltrato físico directo y una mayor
frecuencia de la violencia sobre éstos.
Una posible explicación a esta relación podría vincularse a un
elemento de aprendizaje social.
Los menores al recibir la violencia ellos y/o verla repetidamente en el
tiempo, aprenden a percibirla como algo que se va normalizando en la vida
y que puede utilizarse para solucionar conflictos o expresar malestares.
En todo caso, llama la atención que todas las variables asociadas a la
adquisición de un rol que perpetúa la violencia, están referidas a la violencia
actual que reciben los niños y niñas o al estado psicológico actual de la
madre. Esto podría indicar que esta consecuencia está asociada al contacto
actual que tienen los menores con respecto al padre. Es decir, existe la
posibilidad de que la mantención de este contacto en el tiempo hasta la
actualidad sea lo que tiene un efecto en que los menores adopten un rol
violento.
Lo mismo se puede decir ante la variable “síntomas clínicos de
psicopatología” que tampoco aparece asociada a la violencia pasada. Esto
podría sugerir que esta sintomatología también está ligada al contacto
paterno actual. Por consiguiente, estos resultados estarían poniendo en
evidencia los riesgos del contacto con estos padres, lo cual es congruente
con lo expresado por diversos autores (Bancroft, 2004; Harrison, 2008).

19
Unidad Didáctica 23

EFECTOS DE LA OBSERVACIÓN DE LA
VIOLENCIA EN EL HOGAR SEGÚN LA ETAPA
EVOLUTIVA DEL NIÑO
Cuestionario de Evaluación

Comente qué elementos del normal desarrollo de los niños pueden verse
afectados por la exposición de la violencia de la pareja, así como qué
síntomas derivados de esta problemática pueden experimentar los
menores en cada una de estas etapas:

- 0 a 3 años.
Elementos del normal desarrollo de los niños pueden verse afectados por la
exposición de la violencia de la pareja: Representación maternal. Vínculo de
apego.
Síntomas derivados de esta problemática pueden experimentar:

 Representación distorsionada de su rol marental.


 Apegos inseguros: evitativos, desorganizados, ambivalentes.
 Funcionamiento resiliente: apegos seguros-representación
marental equilibrada.
 Factores protectores: ruptura con el maltratador, temperamento
fácil del niño, buena salud mental de la madre, sensibilidad marental.
- 3 a 5 años.
Elementos del normal desarrollo de los niños pueden verse afectados por la
exposición de la violencia de la pareja: El juego corno centro de actividades
- juego solitario- juego con pares.
Buen dominio del lenguaje. Necesidad de afecto. Afirmación de la confianza
básica. Sentido de los límites. Progresos en independencia y autonomía.

Síntomas derivados de esta problemática pueden experimentar:

• Síntomas TEP: pensamientos intrusivos, rumiación, dificultad para dormir,


problemas de alimentación, regresiones, miedos, reactivación del trauma,
juegos repetitivos, sentimientos pesimistas, angustia de separación.
• Funcionamiento cognitivo (Bajos IQ, habilidad verbal, memoria explícita,
esquemas cognitivos).
• Conductas pro sociales: dificultades con los pares.
• Problemas de conducta: internalizados, externalizados.
• Funcionamiento resiliente.
• Expuestos a violencia de género y con niveles no clínicos de síndromes
internalizados y externalizados.

20
• Factores protectores: Temperamento fácil de los niños y contar con
madres no deprimidas.

- 6 a 12 años
Elementos del normal desarrollo de los niños pueden verse afectados por la
exposición de la violencia de la pareja: "Niño productor" - habilidades -
trabajo escolar. Éxito en sus aprendizajes Necesidad de amigos íntimos.
Desarrollo de tareas individuales y colectivas. Cambios púberes con crisis
en confianza básica, independencia, afectos, inseguridad e incertidumbre.

Síntomas derivados de esta problemática pueden experimentar:


Síntomas TEP (Reexperirnentación, evitación, hiperarousal).
Esquemas cognitivos (violencia normaliza-da) Problemas con los pares.
Problemas externalizados. Problemas internalizados. Normas y reglas.
Desempeño académico. Funcionamiento resiliente.
Perfiles resilientes - conductas de adaptación.

- 13 a 17 años
Elementos del normal desarrollo de los niños pueden verse afectados por la
exposición de la violencia de la pareja: Sentido de sí mismo y autonomía.
Cambios físicos. Grupo de referencia. Autoestima. Proyecto de vida.

Síntomas derivados de esta problemática pueden experimentar:

Síntomas internalizados (ansiedad - depresión).


Síntomas externalizados (agresividad - delincuencia).
Síntomas TEP.
Conductas de riesgo.
Patrones de maltrato en las relaciones.
Últimas Conductas de aislamiento.
Funcionamiento resiliente: Perfiles resilientes - conductas de adaptación.

21
Unidad Didáctica 24
FACTORES DE PROTECCIÓN EN LA
EXPOSICIÓN A LA VIOLENCIA DE PAREJA
Cuestionario de Evaluación

1.- Comente cuáles son los factores protectores (señalados por la


investigación en el tema), que ayudan a que el niño haga frente a la
situación adversa en la que se encuentra.

Factores protectores se dan a Nivel personal, Nivel familiar y a Nivel


ambiental.
Nivel personal.- Los factores de protección relacionados con el niño y la
familia surgen constantemente en la investigación sobre la resiliencia en
poblaciones de alto riesgo, con algunos estudios que incluyen la exposición
a la VPI (Agaibi y Wilson, 2005). Las características personales del niño
parecen particularmente relevantes para los posibles factores de protección.
Además de las características personales del niño, los factores demográficos
también son relevantes para la resiliencia potencial de los niños en edad
preescolar. El género del niño puede considerarse un factor protector; sin
embargo, hasta la fecha no hay evidencia consistente de diferencias de
género en la exposición de los niños o reacciones a la VPI (Sternberg et
al., 2006). Por ejemplo, un estudio sobre el género infantil encontró que los
niños de familias violentas tenían un mayor riesgo de usar tácticas abusivas
en sus relaciones adolescentes y adultas jóvenes (Pelcovitz et al., 1994).
Otros investigadores han encontrado que las niñas que presencian violencia
en el hogar tienen más probabilidades de exhibir problemas de
comportamiento internalizados, incluyendo abstinencia y depresión
(Cummings, Pepler y Moore, 1999; Sternberg, Lamb y Dawud-Noursi,
1998). Por lo tanto, tanto los niños como las niñas corren un mayor riesgo
de aprender que la violencia es normal y, como resultado, es más probable
que acepten la violencia en sus relaciones futuras ( Fantuzzo y otros, 1991;
Grych, Fincham y otros, 2000).

Nivel familiar.-Los estudios también muestran que las características


positivas de las familias están asociadas con una adaptación positiva de
los niños después de la violencia. Factores familiares, como la competencia
social de los padres, los vínculos familiares o extrafamiliares positivos, al
menos un padre cálido y amoroso o un cuidador sustituto que proporcione
límites y límites finales (Masten y Coatsworth, 1998; Skopp, McDonald,
Jouriles, & Rosenfi eld, 2007), la ventaja socioeconómica (Osofsky, 1999)
y una mayor participación de los padres en la vida de los niños (Alvord &

22
Grados, 2005), han estado relacionadas. a una mayor sensibilidad en los
niños expuestos a circunstancias difíciles. En términos de variables
específicas para las madres, la investigación sobre la violencia doméstica
muestra que la capacidad de la madre para hacer frente eficazmente a
situaciones adversas afecta la resiliencia del niño. La capacidad de la madre
para proporcionar a su hijo mecanismos de afrontamiento eficaces y
estrategias de resolución de conflictos, a pesar de la exposición a la
violencia en el hogar, afecta significativamente la competencia social y
emocional del niño (Hines & Saudino, 2002 ).
Las mujeres maltratadas hicieron un esfuerzo por prestar más atención a sus
hijos y ser más receptivas como una forma de compensar la violencia en el
hogar. Tal estilo parental puede conducir a relaciones madre-hijo más
fuertes. Sin embargo, esto solo se aplicaba a las mujeres que estaban
mentalmente sanas después del abuso. Las madres deprimidas y
traumatizadas eran menos capaces de compensar; por lo tanto, mostraron
prácticas de crianza más pobres.
Nivel ambiental.-Los factores protectivos son cualidades de una persona
o contexto que predicen mejores resultados, particularmente en situaciones
de alto riesgo (Wright y Masten, 2006). Estas son variables que modifican la
respuesta de una persona a una adversidad ambiental. Los factores de
protección pueden ser opuestos a los factores de riesgo o vulnerabilidad
o pueden denotar beneficios de forma independiente. Además, estos
factores deben considerarse en el contexto de la cultura y la etapa de
desarrollo del niño.
Se han desarrollado varios modelos para conceptualizar mejor estos
elementos protectores, incluido el enfoque ecológico que evalúa variables
a nivel individual, familiar. nivel de sistemas y nivel comunitario
(Bronfenbrenner & Morris, 1998). Los elementos de la psicopatología del
desarrollo también pueden incorporarse a este modelo de protección
(Graham-Bermann y Gross, 2008).
La patología se conceptualiza como una adaptación desarrollada en el
contexto de las transacciones entre el individuo y el su entorno. La
investigación que utiliza estos enfoques ha logrado identificar a los niños
que parecen haberse adaptado bien a pesar de los desafíos obvios
planteados para su adaptación (Masten, 2001).

23
2.- Reflexione sobre cómo la perpetuación de la violencia afecta a dichos
factores protectores.

Es importante considerar el papel de la gravedad de la violencia en


el aumento de la vulnerabilidad de los niños para desarrollar más problemas
de adaptación después de la exposición a la violencia de pareja.

La cantidad de violencia a la que el niño ha estado expuesto está


relacionada con la inadaptación de los niños en varios estudios (Kilpatrick
y Williams, 1998; Wolfe y otros, 2003).

Grych, Wachsmuth-Schlaefer y Klockow (2002) encontraron que el


desajuste de los niños, como la internalización de la sintomatología,
aumentaba con una mayor exposición a la violencia, particularmente de la
exposición a la violencia hacia el madre así como de la agresión de los
padres hacia los propios hijos.

Del mismo modo, en un estudio de niños en edad preescolar


expuestos a la violencia familiar, Fantuzzo et al. (1991) encontró que
cuanto mayor era la violencia a la que estaban expuestos los niños, más
probabilidades tenían de experimentar problemas de adaptación.

Más específicamente, la exposición al conflicto verbal se asoció con


un nivel moderado de problemas de conducta, mientras que la exposición
al conflicto verbal y físico se asoció con niveles clínicos de problemas de
conducta y un nivel moderado de problemas emocionales.

Kitzmann et al. (2003) señalan en una revisión meta analítica que los
niños que presencian formas menos graves de IPV evidencian síntomas
menos graves que los niños que presencian IPV más graves (Kitzmann et
al., 2003).

En otros estudios, es la historia de exposición a la violencia y el


número de parejas violentas lo que se relaciona con efectos negativos
posteriores (Bogat, Levendosky, Theran, von Eye y Davidson, 2003;
Graham-Bermann y Perkins, 2010; Litrownik, Newton, Hunter, English, &
Everson, 2003).

24
3.- Describa brevemente algunas de las estrategias que utilizan los niños
víctimas de la violencia de género en la pareja para “cuidarse a sí
mismos” y tratar de mitigar los efectos perjudiciales de la situación.

Ante esta realidad intentarán una serie de estrategias vinculadas a


ayudar a sus padres tratando de ser mediadores, calmando al agresor o
consolando a la madre. Asumirán esta serie de roles que abarcarán
múltiples alternativas que implican el cuidado de otros y también en
ocasiones el cuidado de ellos mismos a través de intentar tomar distancia
con la situación, lo cual suele ser un intento fallido (Adamson y Thompson,
1998; Cunningham y Baker, 2007).

No obstante, lo anterior, hay que apuntar también que la resiliencia de


los niños se ha relacionado con su participación en actividades sociales
positivas (Dumont & Provost, 1999), el fomento de talentos e intereses
(Gilligan, 1999) y la educación aspiraciones (Tiet et al., 1998).

La investigación apoya la asociación entre resultados más positivos


y la emocionalidad positiva de los niños (Prior, Sanson, Smart y Oberklaid,
2000), la empatía y la expresividad social ( Luthar et al., 2000),
inteligencia, locus de control interno (Alvord & Grados, 2005), autocontrol
(Masten & Coatsworth, 1998), autoestima y atractivo para los demás en
apariencia y personalidad (Osofsky, 1999).

Además de las características personales del niño, los factores


demográficos también son relevantes para la resiliencia potencial de los
niños en edad preescolar.

El género del niño puede considerarse un factor protector; sin


embargo, hasta la fecha no hay evidencia consistente de diferencias de
género en la exposición de los niños o reacciones a la VPI (Sternberg et
al., 2006).

Por ejemplo, un estudio sobre el género infantil encontró que los niños
de familias violentas tenían un mayor riesgo de usar tácticas abusivas en
sus relaciones adolescentes y adultas jóvenes (Pelcovitz et al., 1994). Otros
investigadores han encontrado que las niñas que presencian violencia en el
hogar tienen más probabilidades de exhibir problemas de comportamiento

25
internalizados, incluyendo abstinencia y depresión (Cummings, Pepler y
Moore, 1999; Sternberg, Lamb y Dawud-Noursi, 1998). Por lo tanto, tanto
los niños como las niñas corren un mayor riesgo de aprender que la
violencia es normal y, como resultado, es más probable que acepten la
violencia en sus relaciones futuras ( Fantuzzo y otros, 1991; Grych,
Fincham y otros, 2000).

Una segunda característica demográfica potencialmente protectora


de los niños es su edad avanzada. A pesar de que la investigación concluye
que los niños pequeños están desproporcionadamente expuestos a la VPI,
los estudios no parecen concluyentes en cuanto a si los niños más
pequeños o mayores son más vulnerables a desarrollar diversos problemas
de adaptación. después de la exposición a IPV.

Por ejemplo, en su estudio megaanalítico, Sternberg et al. (2006)


informó que la edad moderó los efectos de presenciar violencia en los
problemas de conducta internalizantes de los niños, y que los niños
mayores (de 7 a 1 4 años) tenían un mayor riesgo de internalizar problemas
que los niños más pequeños (de 4 a 6 años); La edad de los niños no
moderó los efectos negativos de la VPI en los problemas de exteriorización.

Los autores sugirieron que los niños mayores pueden tener más
capacidad para reflexionar sobre el significado de la violencia y tal vez sentir
más ira o autoculpa, lo que podría explicar estas diferencias entre los grupos
de edad.

Lehmann (1997), por otro lado, informó que los niños más pequeños
eran más vulnerables a desarrollar síntomas similares al TEPT en
comparación con los niños mayores. Lehmann sugirió que esta diferencia
probablemente se deba a que los niños más pequeños dependen más de
sus cuidadores y tienen capacidades de afrontamiento menos desarrolladas
que los niños mayores.

26
4.- Los menores qué sufren este tipo de maltrato a menudo tienen acceso
a una serie de posibles fuentes de apoyo (p.ej., la familia extensa).
Mencione algunas de estas fuentes y describa el papel qué suelen tener
en estos casos.

El apoyo fuera de la familia: La vinculación social y la competencia


en este ámbito puede ser un factor que proteja de los efectos adversos de la
violencia (Graham-Bermann et al, 2009; Madsen Thompson, 2010). El
sistema social puede brindar apoyo y entregar algunas figuras importantes
como modelo para la adultez (Howell, 2011; Suzuki et al, 2008). Es lo que
se ha llamado “tutor de resiliencia”. Se trata de adultos que aparecen en la
vida de los niños y niñas y activan los recursos resilientes de éstos a través
de la construcción de vínculos sanos y protectores (Cyrulnik, 2003 y 2007).

Las habilidades prosociales se definen como el éxito de una persona


en el cumplimiento de las expectativas sociales, la capacidad de atender a
las señales sociales relevantes y resolver problemas interpersonales (Hines
y Saudino, 2002). Pueden servir como amortiguador entre las experiencias
negativas tempranas, es decir, presenciar violencia en el hogar, y los
resultados negativos posteriores del desarrollo.

Aquellos niños que pueden navegar con éxito su mundo social y


generar soluciones a los problemas sociales son más capaces de evitar
resultados negativos (Lansford et al., 2006).

Las habilidades prosociales pueden ser particularmente beneficiosas


como ayuda para que los niños formen relaciones de confianza y positivas
con los demás, una capacidad que es crucial para los niños que son testigos
de la violencia de pareja.

Estos niños pueden obtener apoyo y protección de individuos


fuera de la familia, lo que a menudo conduce a mejores resultados
después de la exposición a la violencia (Alvord y Grados, 2005).

Aunque la resiliencia ha sido concebida en una variedad de formas,


esta teoría de la resiliencia basada en las fortalezas, en las habilidades
prosociales, y la regulación de las emociones, parece la más relevante
tanto desde una perspectiva de desarrollo, ya que se centra en las tareas

27
de los años preescolares, como desde una perspectiva contextual, ya que
está estrechamente vinculada a la violencia de pareja.

28
5.- Reflexione sobre las dificultades con las que se suelen encontrar los
niños/as víctimas de esta situación a la hora de pedir ayuda.

Una nula o escasa asistencia que reciben niños y niñas en ayuda


psicológica, encontrándose con una necesidad no cubierta de prestación en
ayuda psicológica especializada.
Hay una opinión compartida entre los profesionales de que la red
pública de atención a la salud mental infantil está saturada y/o poco
especializada en esta temática.
Existen, además de los factores personales y familiares, otras
variables como el apoyo o respaldo social que pueden igualmente mediar
entre la exposición a violencia y sus efectos en los hijos. En este sentido, la
disponibilidad y apoyo de familiares, amigos, vecinos, profesores y otros
agentes sociales supone un recurso frente al miedo y el estrés no sólo para
los niños, sino también, para las mujeres víctimas de abuso en las relaciones
de pareja.
Los niños en situaciones de violencia familiar tienen verdaderas
dificultades para acceder a este tipo apoyo citado. Con frecuencia, el
agresor coarta las relaciones sociales de sus hijos, al igual que lo hace
con la pareja, con el objeto de conservar el control y salvaguardar este tipo
de relaciones familiares (Lizana, 2012). Otra limitación estaría relacionada
con el estado psicoemocional de la mujer víctima; el cual, dificulta la
comprensión objetiva de los hechos, atribución de responsabilidades y
repercusiones en el núcleo familiar y su denuncia pública (Lizana, 2012). Por
su parte, el sentimiento de vergüenza de los hijos puede llevarles a
negar la situación ante quienes les puede ayudar (Kitzmann et al., 2003).
Es más, su perfil conductual, agresivo o inhibitorio, puede precipitar la
ausencia de apoyo social, especialmente, entre pares (Cunningham y
Baker, 2004; Edleson, 1999; Kitzman y Cohen, 2003; Kitzmann et al., 2003).
Es preciso, pues, señalar que el aislamiento social al que están sometidos a
menudo estos niños supone un grave riesgo para su bienestar (National
Research Council, 1993; Rosser et al., 2013).

29
Unidad Didáctica 25
INTERVENCIÓN EN NIÑOS EXPUESTOS A LA
VIOLENCIA DE PAREJA
Cuestionario de Evaluación

https://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/34239/1/INTERVENCI%c3%93N%20CON%
20MENORES%20EXPUESTOS%20A%20VIOLENCIA%20DE%20GENERO%20libr
o.pdf (Guía de Intervención. Rosser, Villegas y Suriá, 2013)
https://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/67475/1/2017_Rosser_Papeles-del-
Psicologo_esp.pdf (Cambios legislativos)

1.- Partiendo de la Guía de Intervención con menores expuestos a violencia


de género (Guía para profesionales) elaborada por Rosser, Villegas y
Suriá (2013), describa brevemente el encuadre teórico y los contenidos
que suelen tener los programas basados en la rehabilitación de las
competencias marentales y la mejora de la relación materno-filial.

El encuadre teórico en el que se fundamenta la intervención


psicoterapéutica (rehabilitación) estará centrada en dos grandes ejes:
• Constructos teóricos de la resiliencia.
• Vinculación afectiva (Teoría del Apego).
Las sesiones tendrán unos contenidos tanto psicoeducativos como
experienciales.
Se desarrollarán a través de exposiciones teóricas, técnicas de
dramatización, relajación, etc, a través de trabajo tanto individual como grupal.
Los contenidos específicos de las sesiones abordarán temas tales como:
 Resiliencia.
 Estilos de apego
 Competencias/Incompetencias marentales
 Estilos de crianza
 Construcción de la identidad. Modelos Operativos Internos
 Consecuencias de la violencia en el desarrollo de los menores

30
 Consecuencias de la violencia en el desarrollo de las competencias
marentales.
Las Herramientas para la intervención serán:
 Historia vincular.
 Necesidades infantiles
 Duelo
 Autoestima
 Comunicación
 Reconocimiento de emociones
 Resolución de conflictos. Estilos de afrontamiento
 Modelos saludables de relaciones afectivas
El programa de intervención propuesto se desarrollaría con la
metodología de intervención grupal. Dicha metodología trabaja desde la
premisa que la “comunidad” supone un agente promotor y facilitador del
cambio, en tanto en cuanto genera una red de apoyo entre los miembros
participantes, que además tienen la característica de establecer unos
vínculos adultos entre iguales puesto que la problemática que los hace
integrantes del mismo es común. No obstante, las sesiones previas de
valoración para la inclusión o no dentro del programa, tanto de las mujeres
como de los menores, tendrían como objetivo el establecimiento de una
vinculación primaria con los terapeutas, así como un objetivo evaluativo-
terapéutico. De éstas no sólo dependerá la `participación o no en la
intervención grupal, sino también el desarrollo, simultáneo o no, de una
intervención individual psicoterapéutica con los participantes.

31
2.- Si usted tuviera que dar un curso de formación a profesionales que
quieren asistir a víctimas de la violencia de género, y, especialmente, a
los menores expuestos a esa violencia, ¿cuáles serían los aspectos
concretos en los que más incidiría relacionados con el contenido de la
terapia, la actitud y el estilo del terapeuta?

Uno de los protocolos de tratamiento psicológico empleado con


menores víctimas de violencia de género es la Terapia Cognitivo-Conductual
Centrada en el Trauma (TCC-CT). Esta terapia, aunque fue diseñada
originalmente para el abuso sexual (Cohen y Mannarino, 1993; Deblinger,
Lippmann y Steer, 1996), ha sido adaptada para los niños/as expuestos a
cualquier tipo de trauma.
La TCC-CT se dirige específicamente a los síntomas relacionados
con el trauma, incluyendo TEPT, depresión, ansiedad, vergüenza
relacionada con el trauma, y cogniciones relacionadas con el trauma,
como la autoinculpación. La TCC-CT también incluye un componente para
que el cuidador no maltratador (madre), cuyo objetivo es mejorar el apoyo al
niño/a traumatizado, para que disminuya la propia angustia emocional
asociada con la experiencia de victimización del niño/a, y mejore las
prácticas adecuadas de crianza. En este sentido, diferentes intervenciones
basadas en el apoyo y asesoramiento a madres han mostrado su
importancia en la mejoría de las condiciones de los hijos/as de mujeres
maltratadas ubicadas en alojamientos alternativos (Sullivan, Bybee y Allen,
2002; McDonald, Jouriles y Skoop, 2006).

Estos programas están orientados a mejorar las habilidades de


comunicación y las estrategias de manejo y cuidado de los/as hijos/as;
mientras que en los/as menores se aplican componentes psicoeducativos,
de habilidades de gestión de las emociones y reforzamiento de
comportamientos positivos.

En general, las intervenciones psicológicas en menores expuestos a


violencia de género han mostrado mejoría clínica, sin embargo, pocos
incorporan diseños metodológicamente adecuados para ofrecer datos sobre
eficacia significativa estadísticamente, ya que la mayoría y por necesidades
vitales en este tipo de intervención, se van aplicando estrategias y
procedimientos clínicos y/o sociales no protocolizados y/o sin la suficiente
evidencia empírica.

Es imprescindible que los/as profesionales que trabajan con


estos/as menores estén formados específicamente en violencia de
género y en psicopatología infantil.
Se desarrollará un tipo de intervención terapéutica con los/as menores
en función del tipo de secuelas detectadas, el nivel de desarrollo del/la menor
y su contexto familiar.
Resulta necesaria la coordinación entre todos los recursos implicados
en el desarrollo psicosocial del niño o niña víctima de violencia de género,
como el centro escolar, servicios sociales, centro sanitario…etc.

32
3.- Partiendo de la Guía de Intervención con menores expuestos a violencia
de género (Guía para profesionales) elaborada por Rosser, Villegas y
Suriá (2013), describa los distintos módulos que incluyen algunos
programas de intervención con los menores.

Módulos que incluyen intervención con los menores:

Intervención con víctimas de violencia de género y sus hijos e hijas.


Abordaje de problemáticas en menores víctimas de violencia de género,
a través de la intervención con las víctimas. Promoción, apoyo y rehabilitación
de las competencias marentales y restablecimiento de los vínculos afectivos en
la interacción madre-hijo.
COMPETENCIAS/INCOMPETENCIAS MARENTALES
PROGRAMA de REHABILITACIÓN DE COMPETENCIAS
MARENTALES
Intervención psicológica con menores afectados por violencia de
género. Cómo trabajar con los menores diferentes áreas.

(a) Módulo Reconocimiento y Expresión emocional.


Se pretende que niños y niñas desarrollen un vocabulario emocional, sean
capaces de distinguir entre diversas emociones (negativas y positivas), mejoren
la regulación de sus propios sentimientos y desarrollen la empatía. Con esto se
consigue romper el silencio sobre las situaciones de violencia que han
presenciado, normalizando sus emociones y liberándoles de la angustia que
sufren.
(b) Módulo Relajación.
Entrenamiento en respiración profunda, relajación muscular progresiva,
imaginación guiada, visualizaciones y otras intervenciones personalizadas que
ayudan a los/as menores en la disminución de la hiperactivación fisiológica.

(c)Módulo Estrategias de Autoprotección.


Crear para los/as menores una experiencia positiva, con un ambiente
de seguridad y unas rutinas estables, así como facilitar su participación en
actividades agradables que puedan proporcionarles algún sentido de control
sobre su vida.

33
(d) Módulo Reconstrucción de la Identidad Personal.
Se trabaja el autoconcepto, la autoestima y la autoeficacia.
Se realiza a través de diversas actividades como: psicoeducación;
ejercicios sobre cómo soy, qué pienso de mí mismo/a y qué creo que piensan de
mí los demás; reflexión sobre las cualidades personales; y proyectos
personalizados de superación personal.

(e) Módulo Crecimiento Personal.


Adquisición de estrategias que fomenten relaciones sociales positivas,
tanto con iguales como con personas de otras edades, aprendiendo nuevas
formas de resolución de problemas y de expresión de la ira.

(f) Módulo Reestructuración Cognitiva.


Los objetivos específicos son: mostrar al/la menor el poder de sus
pensamientos, enseñarle a detectar los pensamientos automáticos
disfuncionales, y cambiar éstos por otros más adaptativos, aprendiendo a tener
control sobre sus pensamientos. Además, se trabaja la focalización de la
atención en los aspectos positivos de su realidad personal, social y familiar.

(g) Módulo Relaciones Familiares.


Con los adolescentes se trabaja especialmente el tema del amor, las
relaciones sanas e insanas y cómo les influye la relación de sus padres en sus
relaciones de noviazgo y en su futuro, dotándoles de estrategias para combatir
mensajes sociales sobre el poder y control en las relaciones, los estereotipos de
rol sexual y las actitudes basadas en el género.

(h) Módulo Exposición al Trauma.


Procesar y elaborar los recuerdos del suceso traumático; aprender a
evaluar si son realistas las creencias sobre sí mismo y sobre el mundo; y
posibilitar que el/la menor se enfrente con nuevas estrategias a situaciones
relacionadas con la violencia.

34
4.- Reflexione sobre las ventajas y las desventajas de los distintos
formatos de intervención con las madres y los niños víctimas de esta
violencia (terapia individual vs grupal; terapias de corta duración vs
terapias de larga duración).

TERAPIA INDIVIDUAL VS GRUPAL

El formato de grupo ha sido muy utilizado, ya que los niños y niñas


aprenden que otros menores han vivido también una experiencia similar a la
suya, y les ayuda a romper el silencio. Autores expertos en el tema indican
que la terapia grupal resulta eficaz en la mayoría de casos, si bien proponen
diversos criterios a tener en cuenta en los niños/as que no resultarían
beneficiados por este tipo de intervención. Éstos son: sufrir una importante
ansiedad de separación de su madre (atribuible a la violencia padecida);
presentar elevada agresividad o inquietud psicomotriz; y estar gravemente
traumatizados.
En estos casos, los/as menores deben ser tratados previamente de
forma individual, y según su recuperación, integrarse posteriormente en el
grupo.
La evaluación de estos programas muestra resultados prometedores
(Eldeson, Mbilinyi y Shetty, 2003). Una revisión de estos programas
realizada por Graham-Bermann en 2001 encontró que los niños y niñas que
participaron en programas grupales para menores expuestos a violencia
doméstica o en programas de trabajo la diada madre-hijo redujeron sus
conductas agresivas y sus niveles de ansiedad y depresión, y mejoraron sus
relaciones tanto con la figura materna como con los iguales.

TERAPIAS DE CORTA DURACIÓN VS TERAPIAS DE LARGA


DURACIÓN
Se consideran más eficaces las terapias de larga duración respecto a las de corta
duración, por tener un mayor efecto recuperador en la salud psicológica del
menor victima de violencia de género.

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