Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Actualizada el 01/06/2009
Autores:
Ana Mª Costa Alcaraz y Carlos Almendro Padilla
Médicos de Familia.
Tabla de contenidos:
Índice Casos
Presentación del caso clínicos: Caso
práctico 1.Caso
Definiendo el problema práctico 2
Deliberando
Comentarios
Bibliografía suplementaria
Presentación del
caso
A veces, el estilo de información puede generar yatrogenia. Esto es lo que aprendió Luis, residente de tercer
año de Medicina Familiar y Comunitaria, con el caso de José:
José tiene 50 años. Fue derivado a la consulta del otorrinolaringólogo con sospecha de cáncer laríngeo. La
sospecha se ha confirmado y, tras ser informado de su diagnóstico, se le pide que firme el consentimiento
previo a cirugía. José es analfabeto funcional y se alarma ante un torrente de palabrotas, aderezado con
malas noticias, al término del cual se le pide que estampe la firma en un folio escrito. Por supuesto, se niega
y, por ello, se le excluye de la lista de espera para cirugía. Al día siguiente, acude a su médico de cabecera y
le refiere, de forma atropellada, lo sucedido.
Definiendo el problema
Así pues, en este caso, un paciente informado sobre un diagnóstico de cáncer tratable mediante
cirugía decide no operarse y, ante dicha decisión, el especialista le da el alta de su consulta, es
decir se desentiende de su paciente.
Buscando bibliografía
¿Se deja el paciente a su libre evolución, dado que ha manifestado no querer operarse?.
¿Sería mejor haber minimizado los riesgos de la intervención quirúrgica, para conseguir
aceptación del paciente?.
¿El médico tendría que haber llamado a los familiares para que éstos intentaran convencer al
paciente?.
¿O el especialista tendría que haberse puesto en contacto con el médico de cabecera para, entre
ambos decidir qué es lo mejor para el paciente?
El modelo clásico de relación médico-paciente es paternalista. Según dicho modelo el médico, como experto,
debe procurar el mayor bien para sus pacientes sin que éstos puedan tener opinión al respecto, ya que son
profanos en la materia. Dicho bien siempre venía determinado por la aceptación del orden natural y, para
conseguirlo, el paciente debía obedecer sin cuestionar todo lo que el médico le propusiera. Sólo cuando fuera
imprescindible hacerlo para conseguir colaboración, como en el caso de los procedimientos quirúrgicos, se
debía informar antes de proceder. Nuestro paciente ha encontrado un médico que sigue el modelo
paternalista y, ante la postura de resistencia al tratamiento considera terminada su relación profesional con él.
Por una parte esto, aparentemente, se ajusta a la voluntad del paciente, luego está respetando su autonomía.
Por otra, al existir un posible tratamiento curativo o, en su defecto otros paliativos, el médico está
abandonando a un enfermo cuando todavía se puede hacer algo por él y, por tanto, está incumpliendo el
principio de beneficencia.
Podría el médico haber decidido que prevaleciera el principio de beneficencia sobre el de autonomía. En este
caso, por el tipo de tratamiento, es imposible actuar sin conseguir previamente la aceptación del paciente por
lo que tuvo que solicitar su permiso. Si el médico estuviera decidido a conseguir dicha aceptación, podría
haberlo intentado minimizando los riesgos de la intervención quirúrgica, aunque en ese caso habría estado
transmitiendo una información sesgada al paciente y, por tanto, éste último habría decidido algo sin suficiente
fundamentación y se estaría transgrediendo el principio de autonomía. Además el médico, al ocultar parte de
la información, estaría incumpliendo el principio de no-maleficencia. Podría también, haber implicado a la
familia, a espaldas del paciente, para que ésta lo presionara pero, también en este caso no se habría
respetado el principio de autonomía, que se refiere al derecho del paciente a que se respete su proyecto vital
e, incluso, se podría llegar a transgredir el de no-maleficencia si el paciente insiste en su negativa y queda
enfrentado a los familiares.
Podría darse el caso de que el paciente, debidamente informado y acompañado en la deliberación por
familiares, decidiera persistir en la negativa. Si se le da el alta, por una parte se le niega la posibilidad de que
pueda cambiar de opinión, por otra es un comportamiento alejado del bien intrínseco de la profesión, que
contempla la posibilidad de paliar cuando no se puede curar. En ambos casos, se está incumpliendo el
principio de beneficencia e, incluso, podría estar actuándose con maleficencia si, como consecuencia de la
negativa, se priva al paciente de tratamientos alternativos o de control de síntomas más adelante.
Nos encontramos con un médico que informa al paciente sobre su diagnóstico y, sin valorar el grado de
comprensión, le cierra las puertas de su consulta. Una situación similar a la que se plantea cuando un
paciente ingresado solicita el alta voluntaria. En este caso, atendiendo tanto al bien intrínseco de la profesión,
como al respeto a los principios de la ética y también a las consecuencias derivadas de la actuación
profesional, convendría que la información se hubiera proporcionado en términos comprensibles, incluyendo
en ella las diferentes alternativas y sus consecuencias personalizadas según el paciente, e invitando al
paciente a expresar sus dudas y temores para llegar, en deliberación conjunta, a la última decisión.
Si, aún entonces, el paciente persistiera en su negativa a ser operado, la excelencia profesional implica la
obligación de no abandonarle, manifestándole de forma explícita la posibilidad de recibir el tratamiento o la
posibilidad de recibir atención paliativa, cuando la precise.
En caso de que el especialista no hubiera actuado según los criterios de valor expresados, el médico de
cabecera puede paliar el sentimiento de abandono que sufre el paciente:
Escuchando su relato.
Informando de las alternativas de tratamiento, así como de los riesgos y beneficios de cada una
de ellas expresados, en lo posible, con cifras y personalizado según los riesgos del paciente.
Con todo ello, en algunos casos se consigue un cambio de actitud, tras el cual puede volver a ser
remitido a consulta especializada.
En cuanto a los gestores tendrán que considerar que la solicitud de consentimiento informado, planteada de
forma adecuada, consume tiempo. En este caso, como en el de cualquier otro procedimiento de medicina
centrada en el paciente, que es la clave de la humanización de la asistencia, es preciso un mínimo de, al
menos, diez minutos por paciente. Como reconocen los expertos, la incorporación del consentimiento
informado a la práctica clínica no se hace «a coste cero». Realizar procesos de consentimiento informado
consume tiempo, tiempo que tiene un precio que debe tomarse en consideración a la hora de programar y
medir la actividad asistencial y de gestionar recursos. (Júdez J, Simón P. Consentimiento informado. Med Clin
(Barc) 2001; 117: 99-106).
1. Urgencia vital que requiere actuación profesional inmediata, sin que exista tiempo o posibilidad
de comunicarse con el paciente.
2. Incapacidad del paciente, lo que obliga a que el proceso de consentimiento informado se realice
con sus representantes.
3. Grave riesgo para la salud pública, lo que puede incluso legitimar actuaciones sanitarias
coactivas, aunque no corresponde al médico adoptarlas por su cuenta.
5. Privilegio terapéutico. A pesar de haberse utilizado con gran frecuencia para legitimar la
ocultación sistemática de información a los pacientes, el privilegio terapéutico es un argumento
que sólo puede justificarse éticamente en muy contadas ocasiones. De recurrir a él, es
aconsejable que se deje constancia fundada de ello en la historia clínica del paciente y se
brinde la información del caso a los familiares. [Accesible
en www.sideme.org/doctrina/articulos/ci-ravf.pdf]
Comentarios
La familia no debe suplantar a un paciente y tomar decisiones por él, con las excepciones de que
el paciente así lo desee o de que esté incapacitado
Es más importante asegurar que el paciente comprende aquello para lo que se solicita su
consentimiento, que conseguir que su aceptación quede plasmada en un documento
El médico de familia se encuentra en situación privilegiada para facilitar información a sus
pacientes
La Ley General de Sanidad, 14/1986 del 25 de abril, Art. 10 (apartados 5 y 6) establece el
derecho del ciudadano a la información y la necesidad de contar con su consentimiento
Bibliografía suplementaria