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Reseña, 14, octubre de 1966

novela

la casa verde nidos, tan cargados de vida, son el per­


mario vargas llosa sonaje principal. Lo principal es la vida
misma, la vida y la naturaleza —más
aquélla que ésta— de estas gentes y estas
Hace cuatro años Vargas Llosa causó
•razas, de ese estamento social, popular
un positivo impacto en el mundo litera­
o salvaje, que respira con fuerza, vive,
rio con su novela La'ciudad y los perros.
En ella se revelaba un escritor de garra, lucha y muere en los suburbios de Piura
un verdadero novelista. Ahora vuelve el —la Gallinacera, la Mangachería—, en el
novelista peruano residente en París a puesto avanzado de Santa María de Nie­
va, en los ríos y bosques de la selva. Allí
darnos otra gran novela. Para mi gusto
donde los gobernadores son contraban­
mucho más ambiciosa, muy superior a
aquélla. distas y los oficiales de la policía o del
ejército que no son nativos, sueñan sólo
Nacido en 'Arequipa hace treinta años, con volver a la civilización.
al sur del Peni, Vargas hizo sus estudios
secundarios —parte al menos— en Piura, Esa vida está por encima del tiempo.
en el extremo noroeste de su patria, y Se desarrolla en el tiempo, pero el tiem­
allí estrenó un drama en 1952, La huida. po apenas parece tocarla, como apenas
Aunque residente ahora en Europa, Var­ se notan los años en el río Marañón, en
gas no ha huido de su tierra. Ni en su sus pongos o en sus selvas. El autor no-
primera novela ni desde luego en ésta. ha prescindido del antes y el después,,
pero el lector se sentirá perdido si quiere
El relato se mueve íntegramente entre
tomar el tiempo como apoyo para seguir
los hombres y las tierras del Perú. En su
el relato. Y es que en la vida que cada
mitad norte. En la vida elemental y fuer­
hombre vive se pueden fundir en un ins­
te de las gentes que viven en la desértica
tante el presente que vive, y el pasado
Piura, en una zona de la Amazonia,
que recuerda y el futuro que espera
sobre todo en la pequeña Santa María
o que teme. Y ese recuerdo, ése temor
de Nieva,-incrustada en la selva, y en el
y esa esperanza pueden ser mucho más
-corazón de la selva misma. Esas tres
intensos que el presente en el alma que
coordenadas geográficas, con algunos epi­
está en ese presente. El tiempo va y viene
sodios en Iquitos y en Borja constituyen
en nuestro corazón, la vida no es una
el escenario; amplio y variado, de la no­
vela. Estamos lejos de toda civilización recta cronológica. La técnica empleada
refinada, lejos de universidades y am­ por Vargas Llosa hace que el tiempo se
bientes culturales. Estamos en un mundo ciña a la vida y no la vida al tiempo.
primitivo, sea,blanco o de color, se llame Baste im ejemplo. Veinticinco persona­
cristiano o pagano. Pasiones fuertes, gen­ jes por lo menos tienen una historia per­
tes rudas, selva inacabable. sonal característica en la novela. Si to­
Son- muchos los personajes que des­ mamos uno de ellos, el sargento Lituma,
filan en este gran fresco del norte pe­ que aparece con carácter principal en 19
ruano. Cada uno tiene su historia, pero episodios de la novela, y ordenamos cro­
ninguno es un protagonista absorbente. nológicamente esos episodios, nos encon­
Los hilos de sus vidas tejen una inmensa traremos con esta reorganización de los
madeja en el tiempo y el espacio, se en­ mismos: 1, 12, 13, 14, 15, 2, 16, 3,17, 4, 18,
trecruzan o corren paralelos, avanzan en 5, 9, 10, 11, 6, 8, 7, 19.
los años o retroceden en el recuerdo, Sin embargo el tiempo tiene una cierta
pero ninguno de ellos, con estar tan defi­ función de enmarque en la novela. Toda
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Tl\ — novela

ella discurre entre la juventud y la muer­ ta para desahogar sus instintos, sino pa­
te —unos 60 años— del fundador de la ra atender td moribundo don Anselmo.
Casa Verde, don Anselmo, el creador del En estas pocas líneas de crítica han
prostíbulo que da nombre al relato. Con salido ya los nombres de bastantes per­
su muerte termina la novela. Y el paso sonajes de la novela. La .Casa Verde, sin
del tiempo se va reflejando en él, casi llegar a agobiarnos —como sucede en el
exclusivamente en él, y en la ciudad en Doctor Jivago, de Pastemak— con un
que aparece un día como un desconoci­ ejército de nombres y vidas, tiene una
do, sin origen y sin pasado: la Piura maravillosa variedad de tipos humanos.
donde llueve incansable la arena del de­ Veintitantos hombres y mujeres desarro­
sierto. llan su historia personal a través de la
Estamos otra vez ante una novela de novela. Cada uno está perfectamente de­
típico cuño hispanoamericano: pueblos finido, tiene su individualidad propia; y
jóvenes, gentes rudas, sencillas y fuertes, de cada uno de estos hombres y mujeres,
ríos y bosques gigantes. El conjunto es que se entrelazan a través de bastantes
grandioso. Y si el protagonista es la vida lustros, sabemos muchas cosas. Como
más que el individuo, la vida más que en la vida, hay muchos pequeños prota­
el instante, el sabor épico se acentúa. gonistas, ninguno tan absorbente que bo­
Siempre he encontrado en las grandes rre a los demás o deje en el anonimato
novelas americanas, en Doña Bárbara, su alma propia. No podemos dejar de
en Don Segundo’Sombra, en La Vorági­ recordar a don Anselmo, el fundador de
ne, en El mundo es ancho y ajeno, la la Casa Verde, la primera casa de pla­
misma sangre joven y fuerte, el mismo cer de Piura; el hombre de origen des­
sabor homérico, el vigor épico de los pue­ conocido, seguramente selvático, con al­
blos que empiezan y se abren paso en la ma tan sensible a la alegría del vivir, a
historia tan sencilla y tan irresistiblemen­ las mujeres, al vino y a la música —ar­
pista hasta la muerte—, capaz de un gran
te como los ríos en la selva o en los An­
amor, de una inmensa ternura, compren­
des. ¡Qué lejos está esta novela de los
sivo, cordial-y humano, fuertemente pa­
inacabables análisis interiores en que se
sional, jamás cruel ni vengativo; hombre
demora tanta novela europea! El hombre
de sentido moral casi imperceptible, que
rudo y joven todavía no se ha encarce­
se hacía odiar un momento y perdonar
lado a si mismo en la retorcida reflexión
siempre. Y Fushía, él aventurero en lucha
de su propio ser. continua por conseguir enriquecerse,
La Casa Verde es en este sentido más cruel, calculador, sensual, buen conoce­
joven que La ciudad y los perros. No dor de la selva y. sus tribus; un hombre
hay en ella ningún sabor de decadencia. sin escrúpulos nunca y del que nunca sa­
No hay tampoco laS morbosidades de se­ bemos que llegara verdaderamente a
xualidad y psicologías desviadas de aqué­ amar; su vida fue una violencia que sólo
lla, aunque no se suavicen ni en realidad la lepra domó. ¡Qué contraste con él el
ni 'en lenguaje la crudeza, de ambientes, barquero Aquilino, el hombre que enve­
pasiones, costumbres. Sólo, quizá, en la jeció en los ríos, fiel como un perro a
escena de la seducción de Toñita, la mu- toda amistad, incápaz de tocar un cénti­
chachita ciega y muda, por don Anselmo, mo que no fuera suyo, siempre al mar­
hay una morosidad excesiva en la des­ gen de la violencia en medio de la vio­
cripción sexual. Y sin embargo hay una lencia, gran patriarca bondadoso de las
ternura que en cierta manera la purifica. aguas! Y el Sargento Lituma, deseoso
Hace falta desde luego una madurez en de superar la indolencia picaresca de su
el lector para enfrentarse con esta no­ ambiente mangache, buscador de vida
vela, como hace falta esa madurez para seria en el servicio policíaco, pero con
enfrentarse con toda la crudeza de la vi­ una raíz de aquel primer ambiente que
da en sus pasiones y fuerzas primitivas. romperá su existencia y su destino, le
Algo de aquella madurez comprensiva e complicará en una muerte trágica y le
indulgente del doctor Zevallos al final de devolverá a los «inconquistables», hecho
su vida, cuarido ya im fue al prostíbulo proxeneta de su propia' mujer. Y con
de la Casa Verde como en sus años trein­ ellos Julio Reátegui, el hacendado expío-
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tador, contrabandista de honorable fa­ mente humano, sin eficacia, casi estéril.
chada ciudadana; Adrián Nieves, práctico No hay reflejo sentido de la acción de la
de río, que no se deja, arrastrar por las gracia.
aguas, pero sí por los acontecimientos; En el desfile de personajes no sólo hay
Jum, el jefe aguaruna, al que un castigo una desproporción entre los masculinos
despiadado exacerba hasta la locura en y femeninos. La hay mucho mayor entre
su fuerte sentimiento iimato de justicia; los «cristianos» y los «paganos». De los
el cabo Roberto Delgado, sin entrañas en salvajes como tales sólo uno aparece con
el castigo, vengativo; el Padre García, nombre y personalidad definida: Jum, el
tronador incansable hasta la muerte con­ aguaruna del que ya hemos hablado. Aun­
tra los vicios de Piura. Y los inconquis­ que aguarunas y huambisas aparecen con
tables, y el doctor Zevallos, don Fabio, frecuencia. El enlace vital de la selva con
Pantacha, Seminario, etc., etc. la vida urbana está precisamente en que
A esta serie de personajes masculinos don Anselmo y Bonifacia proceden de la
corresponde-otra importante de mujeres, selva.
aunque el número de éstas es sensible­ Quizá im lector apresurado de esta no­
mente menor en la novela: Bonifacia, la vela —si es que su técnica novelística
muchachita aguaruna educada con las perrnite ese apresuramiento— pudiera
Madres, asustadiza e ingenua, fácilmente pensar que ese cúmulo de hechos, luga­
dominable, sensual junto "á una concien­ res y personajes es precisamente otra sel­
cia despierta de ló moral y religioso, que va surgida al azar de una mano literaria­
primero tiene un gran miedo a los hom­ mente poderosa que atrapa en su pluiria
bres y después, encarcelado ya su marido la vida tal y como le va saliendo al paso.
Lituma, es arrastrada a la vida de pros­ Incluso parece que el autor no ha que­
tíbulo por Josefino, uno de los inconquis­ rido molestarse demasiado en dividir su
tables. Lalita, la mujer ñel a los hom­ obra; el índice .reza concretamente así:
bres con quienes va conviviendo; Fushía, Uno, Dos, Tres, Cuatro, Epílogo.
Nieves, el Pesado; alma que vive al día Pocas obras, sin embargo, tan cuidado­
—«años sin pensar eri las cosas pasa­ samente estructuradas tomo esta novela.
das»—, sin preocupaciones morales, cari­ Cada una de esa^ partes tiene una intro­
ñosa y sensual. Frente a estas dos muje­ ducción y varias secciones. Cada sección
res carnalmente ardientes, la Chunga, la está integrada por varios episodios dis­
hija de don Anselmo y Toñita, fundadora tinguidos sólo tipográficamente, sin nu­
de la segunda Casa Verde, cerebral, fría, meración ni título. Pues bien, un examen
impenetrable, más piedra que mujer, que atento de la estructura de la novela nos
sólo descorre algo el velo de sus senti­ descubre que las secciones siguen el es­
mientos al morir el arpista. Como ella, quema cuatro-tres-cuatro-tres-cuatro; que
pero en una línea completamente distin­ todas las secciones de las partes Uno y
ta, Toñita, la chiquita que recogieron los Dos tienen cinco episodios cada una, cua­
Quiroga y a quien unos bandoleros mu­ tro las de las partes Tres y Cuatro, uno
tilaron atrozmente, ciega y muda, es un las del Epílogo. Más aún, salvo en las
misterio del mundo interior inexpresado. secciones III y IV de la parte Tres, en
Un día, locamente enamorado, la raptó el todas las demás los episodios están en­
sentimental don Anselmo; otro, murió trelazados de suerte que aparezcan siem­
al dar a luz a la Chunga. Seguramente pre los tres escenarios principales: Santa
amó a su raptor y seguramente no supo María de Nieva, la selva, Piura. El eritre-
apenas distinguir el bien y el mal. Y lazado de los escenarios sigue casi siem­
Angélica Mercedes, encarnación de la ser- pre también un esquema paralelo a tra­
vicialida'd; Juana Baura, mujer del tra­ vés de toda la obra.
bajo, gran corazón compasivo que pri­ La comparación de cronología y geo­
mero recoge a Toñita y luego a la Chun- grafía nos descubre que el escenario de
guita. Y las Madres, más severas y frías Piura se puede dividir en tres períodos
que otra cosa. temporales: la primera Casa Verde, el
Cruzan la escena el Padre García, las período errante de don Anselmo después
Madres misioneras, Pero su paso deja del incendio de aquélla, y la segunda Ca­
una cierta impresión de trabajo mera­ sa Verde. Todos los acontecimientos na-
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rrados en los otros escenarios quedan se (nunca se nos dice expresamente que
comprendidos en los períodos cronológi­ Fushía esté leproso, que Lituma sea él
cos segundo y, tercero del primer esce­ Sargento, que Bonifacia sea la Selvática
nario. Y como los escenarios son inamo­ de La Casa Verde), dan a esta novela
vibles y las acciones en ellos se desarro­ una variedad y un dinamismo interior
llan paralelas, es el elemento humano el extraordinarios.
que une unos con otros: Lituma y Boni- Esa misma riqueza de técnica y estilo
facia trasladando su domicilio de Santa hace la lectura difícil al principio, difícil
María de Nieva a Piura; Fushía y Lalita siempre para los lectores esporádicos,
huyendo dé Iquitos para acabar en la obliga a una segunda-lectura, tranqmla
selva y en Santa María de Nieva, respec­ y reposada, para descubrir y gustar to­
tivamente. das las dimensiones estilísticas encerra­
No insistimos en estos aspectos estruc­ das en ella. La Casa Verde no se puede
turales, que sin embargo creíamos nece­ leer de prisa sin perder gran parte de sus
sario apuntar para profundizar en la en­ valores literarios. Decimos lo mismo de
vergadura de la novela que analizamos. la fuerza, precisión y riqueza de su len­
Un examen más atento y profundo, guaje, aunque no aprobemos la inclusión
aunque tampoco podemos demoramos en frecuente de palabras -malsonantes. ¿No
este aspecto, merecería su estilo y técni- se hubiera podido aplicar también aquí
,ca novelística. Vargas Llosa es un maes­ la elipse?
tro de la narración y de la descripción, Mucho nos hemos extendido en la crí­
maneja prodigiosamente las más variadas tica de La Casa Verde. Creemos sincera­
técnicas y las maneja simultáneamente, mente que sus méritos pedían esto y aun
con agilidad y dominio sorprendentes. estudios más serios. Es una de esas gran­
Y todo ello con una concisión, con una- des novelas que nos ha dado la América
fuerza incisiva extraordinaria.- El diálo­ española, fan fecunda en obras geniales
go. directo e indirecto sin solución de de este género como poco leída en Es­
continuijiad, la mezcla de diálogo y des­ paña cuando no se publican aquí direc­
cripción, la yuxtaposición, sin introduc­ tamente las novelas. Pero es una obra
ción ninguna, de planos temporales dis­ para lectores maduros, para personas que
tintos —hasta tres en un mismo episo­ sepan ya sonreír aunque sea con lágrimas
dio—, la alternancia de diálogos directos —superación por la comprensión y el hu­
del presente y del pasado sin más nexo mor— ante la crudeza de la vida. Y que
que la realidad psicológica del personaje sepan ungirla con la fe en la redención
que habla, los dobles relatos simultáneos, interior, sobrenatural, del hombre.—TO­
todo ello unido al uso continuo de la elip­ MAS ZAMARRIEGO.

Mario Vargas Llosa: La Casa Verde. Barcelona, Editorial


Seix Barrai, 1966, 432 pàgs.

una mañana cualquiera ridad en la marcha de la narración y en


la explosión de los conflictos. Una intri­
carmen miezja ga interior, sicológica, que no acaba de
definirse, hace pensar en una obra «en
El reclamo editorial de esta novela herbe», como dirían los franceses, que
—Preríiio Urriza. 1965—, dice que es «se­ no ha terminado de granar, aunque haya
gún opinión de los jurados, una obra de brotado uñ tallo verde flexible y prome­
madurez- masculina». Después de leer tedor. Hasta el poco airoso papel que
detenidamente la obra no nos resulta representan los tipos masculinos ^me­
^evidente esta apreciación. Nos parece jor, el tipo, porque prácticamente sólo
positivamente femenina, de fina 'capta­
actúa uno, Pedro— nos confinila en la
ción de matices, de reiteraciones llenas
opinión de hallamos ante una obra es­
de sentimiento,'de emociones mucho más
que de pasión; de cierta amable insegu­ crita por mano de mujer.

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