Está en la página 1de 5

La Odisea por la Espada Perdida

-Preludio-
Las grandes leyendas se han contado durante siglos, pasando de ser apasionantes e
intrigantes historias a ecos de un pasado incierto y oscuro, tan oscuro que pocos pueden
creer en ellas. ¿Cuántas leyendas has escuchado en tu mundo? Quizás bastantes a este
punto. Pero hay una que siempre se comparte en todos los demás. La leyenda de una
espada, un arma elegante para un guerrero y símbolo de protección para un pueblo, que
lleva en su fino y frio filo un inmenso poder que se transfiere a su portador para que pueda
cumplir con su destino. Esto algo que todos lo saben. Él lo sabe.
Y en el vasto espacio cosmogónico, donde los diferentes mundos convergen, se oyen los
ecos de esa leyenda. La espada que acabaría con la oscuridad que acecha a todos los
mundos… pero está perdida. Nadie sabe donde está, ni quien fue el último en portarla. Los
ecos retumban con más fuerza sobre su leyenda, pues todos saben que la oscuridad estará
acechando de nuevo. Y no habrá poder que la doblegue…
Todo esto era leído por una hechicera en su lujoso aposento, en uno de los tantos textos
que poseía tras haberlo obtenido en un trueque con un anciano despistado que solo quería
un insignificante vistazo a un futuro que ya no había para él.
Ella se regocijaba en sus extravagantes artilugios de gran valor monetario y mágico, pues
ella tenia todo el conocimiento del mundo para poder obtener lo que quisiera: oro, cuarzos,
alebrijes, conjuros, cuentos, maldiciones. Todo lo que quisiera podría ser suyo con tan solo
ofertar una pequeña parte de todo lo que sabia, hasta podía darse el lujo de engañar a los
pobres incautos que iban por inocencia o por desesperación. Ella no era mala… solo que
ella tomó el camino que le daría ventaja siempre.
En lo que ella se perdía en sus pensamientos, alguien tocaba su puerta.
-No acepto citas a estas horas- dijo de forma indiferente
-Por favor, necesito una audiencia con usted… - dijo la voz de afuera, con un tono de
preocupación y temor – Es muy importante, y creo que tengo algo que le interesará –
La hechicera quería ignorarlo, pero su avaricioso instinto le intrigaba a aceptarlo, sobre
todo al escuchar esa ultima oración. Movió sus dedos, abriendo la puerta y permitiéndole
a aquel hombre entrar. Era un joven, en realidad. Portaba harapos, como si hubiera viajado
bastante.
-Muchas gracias, señora Rea… - dijo aquel joven, quitándose su capucha al entrar – De
verdad se lo agradezco.
-Ve al grano, vago de tierras lejanas. ¿Qué necesitas de mi gran conocimiento? –
-Señora Rea, hechicera de un vasto e inmenso poder, necesito de su ayuda para ubicar a
alguien cuyo rastro se ha perdido, pero restos ha dejado – Dijo mientras sacaba un pedazo
de tela, mostrándoselo a la hechicera, quien no pudo evitar el reír.
- ¿Un simple hechizo de rastreo? ¿Esa era tu urgencia? – Preguntó la hechicera, mientras
chasqueaba los dedos para encender las velas de su escritorio - ¿Y que planeas cambiarme
para compensar mi servicio? Que imagino que sabes el precio.
- Claro que lo sé… - De su cuello sacó un objeto. Un collar que poseía un dije interesante.
Era una un rubí, cuyo color rojizo de su composición cristalizada era más intenso, como
si eso tuviera sangre dentro de ella – Le ofrezco el… - fue interrumpido por la hechicera,
quien tomó el collar con rapidez.
- El ojo de Azaroth… ¿¡Tienes el ojo de Azaroth!? – Dijo sorprendida al ver ese collar, pero
más que eso, estaba impactada que un simple mortal lo tuviera en su posesión – Se supone
que este collar había sido destruido por Él hace más de 1500 años… -
- No sabía que había sido destruido… mi pueblo lo tenía desde hace mucho tiempo –
Respondió el joven mientras era juzgado con la mirada por la hechicera.
Ella lo observaba con detenimiento en los ojos. Extendió su mano, y en el cuello del joven
se empezó a sentir una presión, pues aun cuando ella no tuviera su mano en esa parte, el
podía sentir la asfixia.
-Mientes. Tu mismo sabes que este objeto es muy poderoso y peligroso. ¿Cómo acabo en
tus manos? ¡Habla, inmundo mortal! – Dijo la hechicera de forma amenazante sin dejar
de asfixiarlo.
-No miento… No puedo mentir – Dijo con dificultad – Solo supuse que sería suficiente
para usted. –
-Podrás haber engañado a muchos para obtenerlo, pero no esperes que tu racha siga
conmigo – Dijo la hechicera, levantando al joven por los aires al alzar poco a poco su
mano.
-De hecho… ya lo hice. – Dijo mientras hacia un pequeño y desapercibido movimiento
con sus dedos, que provocaron que del rubí saliera una esencia del mismo color rojizo que
empezó a viajar a la cabeza de la hechicera, que no se percataba sobre lo que el collar hacía.
Cuando ella pudo reaccionar, ya era demasiado tarde, pues su cuerpo empezaba a dejar de
corresponderle, provocando una leve risa por parte del joven, quien poco a poco podía
dejar de sentir la presión en su cuello.
-Serás la hechicera con más conocimiento, pero no significa que seas la única que pueda
usar magia – Dijo mientras ella intentaba moverse – Oh, no te canses en intentar. El ojo
de Azaroth no dejará que te muevas y no puedas utilizar tus conjuros. –
Ahora mostraba un actitud más altanera, sarcástica y segura, mientras que tomaba con
cuidado su collar de vuelta para ponérselo. Observó con detenimiento el lugar, viendo
todos los objetos de inmenso valor que había.
-Vaya, vaya… Tantas cosas interesantes. ¡Oh, mira! Un atrapa sueños. Bastantes cuarzos
y piedras místicas. -Dijo caminando y tomando los objetos de la chica con poco cuidado –
-¡Déjalos, escoria! ¡Son mis objetos! ¡Míos! – Dijo con una enorme ira e impotencia al no
poder moverse para evitar que ese sujeto toqueteara sus posesiones.
- ¿Y que harás? ¿Hechizarme? – Contesto de forma burlona, tomando una botella de uno
de los estantes - ¡Fantástico! ¡Tienes licor de los elfos! – Abrió la botella, oliendo su
contenido, mostrando una expresión de encanto – Autentico. –
-Cuando me liberes de esto te haré pagar. Te torturaré, ¡tenlo por seguro! – Le gritó.
El joven se servía de ese licor, sin apartar su mirada de la hechicera, acercando un asiento
para sentarse frente a ella. Su mano hizo un ademan, haciendo que ella se arrodillara.
-Rea, la hechicera que se vendió a los mortales… - Dijo antes de darle un sorbo a su bebida.
- ¿Así me llamas tú? – Le cuestionó
-Así te llaman todos. O al menos a los que les hablé. Una hechicera con complejo de reina,
creyendo que todo puede ser tuyo a cambio de un poco de tu verdadero conocimiento. Me
han dicho que te gusta embaucar – Se apoyaba mejor en su asiento.
-No me sorprende que digan eso. Los mortales son tan sensibles. Ya hasta me tachan de
villana, ¿no es así? – Dijo de la misma forma altanera y arrogante.
-Yo no te veo de esa forma, sobre todo con lo que haces. ¿Moralmente? Es cuestionable.
¿Personalmente? Me gusta. – Dijo dándole un sorbo a su bebida nuevamente – Y como
no estás en buena posición de negociar, necesito que cumplas lo que te encargué. –
La hechicera empezó a reír
- ¿En serio piensas que te ayudaré? ¡Mira como me has tratado, vago! – Le refunfuñó.
-Entonces, ¿no vas ayudarme? Porque, de otra forma, no planeo liberarte hasta que
aceptes. –
- Primero libérame, y puede que lo piense. – Le contestó
El joven no creía en sus palabras, levantándose y acercándose a donde ella tenía sus
escritos.
-No, ¡No, no, no! Ni se te ocurra tocar esos conjuros. – Le amenazaba.
-No me dejas opciones. Si no lo harás tú, supongo que entre tus valiosos textos habrá una
alternativa que pueda usar. –
- ¡Espera! ¡Está bien! – Le gritó, suspirando como símbolo de derrota – Solo… no toques
estos objetos. Por favor. –
-Eso me gusta oír. – Dijo mientras hacia un ademan con su mano para liberarla de la magia
oscura de su collar
- Tus sucias manos de hombre jamás entenderán estos conjuros. Ustedes jamás fueron ni
serán dignos de usar esta magia. – Decía indignada, mientras se levantaba.
-Como digas, brujita. Ten. – Le dio ese pedazo de prenda que utilizaría para rastrear a
quien buscaba.
La hechicera olfateó la prenda, notando un detalle. La prenda era de hace muchos siglos
atrás, quizás hasta milenios. Reconocía de quien era.
- ¿Para qué quieres verla? – Le preguntó con mucho interés
-¿La conoces? – Le respondió con otra pregunta, haciendo que la hechicera desviara su
vista hacia la prenda.
-No necesariamente… - Respiró profundo – Escucha con atención. Seas quien seas, no creo
que ella tenga interés en cualquier cosa que le ofrezcas. –
-Lo supuse. Solo quiero charlar con ella. Eso es todo. – Le dijo firmemente.
La hechicera suspiró, abriendo un portal hacia otro lugar.
-Cinco minutos. Es todo lo que puedo ofrecerte con este portal. –
-Me basta y me sobra. – Dijo mientras cruzaba ese portal, sintiendo el intenso frio del otro
lado. Un bosque cubierto por una triste y gris nieve. – ¿El bosque de los lamentos? Claro…
¿Cómo no pude pensar en este lugar? –
-Por cierto, niño… aún tenemos un trato. Que te quede claro. Y ese collar no bastará esta
vez. – Le dijo seriamente, pero el solo la vio de reojo, sonriendo de forma ladina y segura.
-Ya se me ocurrirá algo, supongo. – Dijo volteando su mirada hacia el frente, empezando
a caminar.
El camino hacia donde tenia que ir no fue tan obstruido ni complicado, pues aquel pasaje
helado era muy estéril, tan solo contando con varios árboles decaídos y poca vida habitaría
en ese lugar. Entre todas aquellas ramas cubiertas por la nieve, estaba alguien sentado,
apoyando sus brazos en sus piernas. Era alguien de aspecto femenino, cuyas cicatrices en
las partes visibles de su cuerpo no dejaban mentir sobre que era: una guerrera. Sus ojos
estaban perdidos y apagados, su cuerpo estaba expuesto a las frías temperaturas, podrían
congelarla, pero ella seguía muy viva.
-Por fin te dejas ver. – Dijo el joven, acercándose a la chica – No fuiste nada fácil de
encontrar, me costaste mucho tiempo de mi existencia. Pero, aún con todo, lo importante
es que al fin te encuentro. Bea, la inmortal que el tiempo abandonó. –
La mujer no lo observó en ningún momento, aun se mantenía en ese estado casi
vegetativo.
-Seré franco contigo. – Se hincó frente a ella – Te necesito. Estoy buscando algo que no
ha dejado ningún rastro pero que se que eres capaz de encontrar. Se sobre ti. Eras una gran
guerrera, pero eras como un sabueso, podías encontrar cualquier cosa aun sin pistas. –
Ella siguió igual de inmóvil, igual de inerte.
-Se que, a pesar de tu mirada vacía y triste, aun puedes escucharme. Se que lloras en
silencio tu enorme perdida. Se que no te convertiste en una gran guerrera que tu familia
quería ver, ni la leyenda que tu pueblo esperaba, pero ahora necesito que me ayudes. A
cambio… te diré dónde están los asesinos de tu pueblo. –
La mujer, tras oír eso, movió un poco su rostro para verlo de reojo. Su mirada aun
permanecía triste, pero lo miraba muy fijamente.
-Algunos siguen vivos… y otros, puedo llevarte a su descendencia. – Le dijo el joven.
-Matarlos no los traerá de vuelta. – Contestó fríamente la mujer.
-Lo sé. Pero es tu mejor momento para tener tu tan desea retribución. El peso de ese día
se irá. – Le contestó el joven.
La mujer no dejó de mirarlo de reojo, levantándose lentamente, aun con su cuerpo
congelado. Era capaz de moverse sin sentir ni una sola pizca de dolor.
- ¿Qué buscamos? – Dijo la mujer.
-

También podría gustarte