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¿La tecnología potencia o destruye la naturaleza humana?

» Por dArío sztAjnszrAjBer Filósofo

Puestos a considerar la naturaleza humana en términos del impacto de la tecnología, resulta fundamental poder
diferenciar posiciones. En general, predomina la idea tradicional y conservadora de una naturaleza humana cerrada,
definitiva. Se trata de una concepción que nos tranquiliza y nos ordena pero que, al mismo tiempo, entra en
conflicto, sobre todo, con nuestra propia concepción de la naturaleza como algo cambiante. Concebimos la
naturaleza como algo que se transforma permanentemente y, sin embargo, al mismo tiempo, se nos presenta la
necesidad de fijarla en límites precisos. Así, por ejemplo, tenemos la idea de que existe una naturaleza humana –
delimitada, precisa– y que la tecnología funcionaría como un accesorio exterior, que facilita o destruye la naturaleza
en cuestión. Dicho de otro modo, por un lado, pareciera que pensamos desde lo que podríamos llamar una postura
optimista, sustentada en la confianza de que la tecnología viene a mejorar y potenciar funciones humanas ya
existentes. Esta perspectiva está presente en ideas como la de que una computadora es un cerebro ilimitado; o que
un martillo es un puño que no sangra; o que una bicicleta o un automóvil son dos piernas que corren rápido. La
noción que subyace es la de una exacerbación de las capacidades humanas a partir de la tecnología, que las pule y
les hace explotar su mayor magnitud.Pero, por otro lado, existe una posición pesimista, con una lectura más
apocalíptica, que entiende que la tecnología no potencia la naturaleza humana, sino que la destruye y ve a la
máquina reemplazando, en algún momento, al ser humano en todas sus funciones. Desde esta perspectiva,
entonces, ya no tenemos amigos, sino contactos en las redes sociales; la automatización del trabajo ocasiona que se
pierda conexión manual con lo que uno hace; la televisión va construyendo nuestra subjetividad y nuestras ideas.
Desde este enfoque, se postula incluso, el reemplazo de funciones. Es decir que esta segunda postura más pesimista,
supone que la naturaleza humana en algún momento se va a extinguir por culpa de la máquina. Así, por ejemplo, se
piensa que el celular o el WhatsApp no facilitan la comunicación entre los seres humanos, sino que –increíblemente
y a la inversa– todos los seres humanos terminaremos hablando de acuerdo a los parámetros del WhatsApp.
Entonces, cuando hablamos con alguien por fuera del celular, lo hacemos como si estuviéramos whatsappeando.
Otro ejemplo es pensar que el celular es el que define por sobre la persona las veces que necesitamos comunicarnos
con el otro, argumentando que, si no tuviéramos celular, probablemente tampoco estaríamos tan
hipercomunicados. Pero, como tenemos el aparato, estamos todo el tiempo viendo dónde está el otro y
molestándolo. De los autores que trabajan estas temáticas, me gustan algunos como Roberto Esposito, la feminista
Donna Haraway, la misma Paul Preciado. También Mercedes Bunz, una periodista que ha escrito libros muy
interesantes al respecto, sobre todo uno que se llama La utopía de la copia, donde plantea que, en realidad, ambas
posiciones suponen la escisión entre tecnología y naturaleza humana, como si se tratara de dos mundos separados,
cuando en realidad somos técnica. Lo que se plantea aquí es que no podemos pensar la tecnología como algo que
viene de afuera. En esta línea de pensamiento, entonces, no hay ni optimismo ni pesimismo porque la tecnología no
mejora la naturaleza humana ni la destruye. La cuestión es que, por un lado, no hay naturaleza humana: lo que
llamamos ‘naturaleza humana’ está atravesada por la técnica. Por otro lado, como dice Roberto Esposito, en todo
caso, si algún tipo de naturaleza poseemos, es que estamos todo el tiempo transformando nuestra propia
naturaleza. Y en esto la tecnología es clave, y es necesario dejar de visualizarla como algo evidentemente exterior.
Hay que interiorizarla y entender que el lenguaje es una técnica, caminar es una técnica. Y de este modo, nos vamos
dando cuenta de que esa misma transformación de la tecnología nos va transformando también a nosotros mismos
como seres humanos.

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