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Problemas de comunicación. Dichos problemas van desde niños que apenas hablan, otros que
tienen un lenguaje pobre en el que a menudo incluye frases o conversaciones repetitivas hasta
otros con unas destrezas más avanzadas del lenguaje, que tienden a usar una cantidad limitada de
temas o bien tienen dificultades con los conceptos abstractos.
Existe un retraso del lenguaje (REL) cuando con buena comprensión hay un retraso madurativo;
sería el límite de la normalidad. En los trastornos específicos del lenguaje (TEL), afasia y
disfasia, hay retraso en el normal desarrollo del resto de los parámetros: es incorrecto en su
fonética, su estructura o su contenido y existe un déficit de compresión. En el trastorno autista
(TA) presentan alteraciones en la capacidad de relación, en el uso del lenguaje gestual y en la
capacidad del desarrollo simbólico. En el retraso mental además del retraso en la adquisición hay
otros déficit cognoscitivos .
Criterios de Diagnóstico
A. Las puntuaciones obtenidas mediante evaluaciones del desarrollo del lenguaje expresivo,
normalizadas y administradas individualmente, quedan sustancialmente por debajo de las
obtenidas mediante evaluaciones normalizadas tanto de la capacidad intelectual no verbal como
del desarrollo del lenguaje receptivo. El trastorno puede manifestarse clínicamente a través de
unos síntomas que incluyen un vocabulario sumamente limitado, cometer errores en los tiempos
verbales o experimentar dificultades en la memorización de palabras o en la producción de frases
de longitud o complejidad propias del nivel evolutivo del sujeto.
D. Si hay retraso mental, déficit sensorial o motor del habla, o privación ambiental, las
deficiencias del lenguaje deben exceder de las habitualmente asociadas a tales problemas.
Como un diagnóstico del DSM-IV, la característica fundamental del trastorno mixto del lenguaje
receptivo-expresivo (TMLRE) es la alteración tanto del desarrollo del lenguaje receptivo como
del expresivo. Así, a las dificultades de tipo expresivo (vocabulario limitado, errores en tiempos
verbales, dificultades en el recuerdo de palabras, etc.), se le unen las de tipo receptivo
(comprensión de palabras o frases, términos espaciales o de cierta complejidad). No se observa
un trastorno puro de lenguaje receptivo ya que si se diese, no habría lenguaje expresivo. El
trastorno mixto puede ser adquirido o evolutivo, siendo dificil su distinción en no pocas
ocasiones, estando asociado a lesión cerebral o a la maduración del sistema nervioso central
(Gaddes, 1980; Reitan, 1984). En el caso del supuesto de retraso madurativo, los niños con
disfasia evolutiva, seguirían un patrón esencialmente normal del desarrollo del lenguaje; sufrirían
un retraso en la tasa de adquisición que podría compensarse con el tiempo, siendo su pronóstico
mucho mejor que el de quienes no siguen un patrón de desarrollo normal, como es el caso de los
niños con daño cerebral lesional (Manga y Ramos, 1991). La característica primaria es el déficit
de comprensión. Puede aparecer confusión o no prestar atención cuando se le habla; puede seguir
instrucciones de manera incorrecta o no seguirlas, dando respuestas inadecuadas. Puede estar
silencioso o locuaz, teniendo deficientes habilidades en la conversación. Por otro lado, se
aprecian déficits en el procesamiento sensorial-auditivo, atención y discriminación, así como
dificultad en la producción de secuencias motoras y menor destreza motora.
Pueden darse casos de trastorno por déficit de atención con hiperactividad o de dificultades en el
desarrollo de la coordinación. Asimismo puede acompañarse de alteraciones en el EEG, algunos
hallazgos anormales en técnicas de neuroimagen y otros signos neurológicos. Dentro de este
trastorno mixto y de acuerdo al DSM-IV, se considera al síndrome de Landau-Kleffner como un
caso particular del mismo. En cambio, la CIE-10, especificando un trastorno receptivo y otro
expresivo, reserva entidad única al síndrome, asumiendo la integración en él de los criterios
propios del TMLRE, en asociación con el trastorno epiléptico, enmarcándolo en un tipo
adquirido. Estando pues ambos trastornos en una nosología de dificultades de desarrollo del
lenguaje, debidas al retraso o alteración del desarrollo de mecanismos cerebrales, puede aceptarse
el supuesto de una disfunción o retraso en la maduración cerebral como base neurológica y no
necesariamente de lesión cerebral. Si ese supuesto es más claro en el síndrome de Landau-
Kleffner (Luque, 2002), por sus manifestaciones epilépticas, no es menos cierto para el TMLRE,
por la similaridad de su sintomatología y, en buena parte, con casos de EEG con anormalidades.
En cualquier caso, en estos niños se interfiere el proceso de desarrollo y el establecimiento de
funciones, siendo los procesos de recepción los más afectados, al influir decisivamente sobre los
de expresión, ya que la emisión verbal correcta depende en su formación y desarrollo, de una
retroalimentación auditiva y cinestésica.
A. Las puntuaciones obtenidas mediante evaluaciones del desarrollo del lenguaje receptivo y
expresivo, normalizadas y administradas individualmente, quedan sustancialmente por debajo de
las obtenidas mediante evaluaciones normalizadas de la capacidad intelectual no verbal. Los
síntomas incluyen los propios del trastorno del lenguaje expresivo, así como dificultades para
comprender palabras, frases o tipos específicos de palabras, tales como términos espaciales.
D. Si hay retraso mental, déficit sensorial o motor del habla o privación ambiental, las
deficiencias del lenguaje exceden de las habitualmente asociadas a estos problemas.
Nota de codificación. Si hay un déficit sensorial o motor del habla o una enfermedad
neurológica, se codificarán en el Eje III.
Son trastornos específicos del lenguaje hablado, que se caracterizan por una alteración en la
producción de los sonidos del habla. Para su diagnostico es necesario que el problema no sea
atribuible a déficit o anormalidades en la inteligencia, en el oído o en la estructura y fisiología del
mecanismo del habla. Por tanto un trastorno fonológico, es aquel trastorno en el que aun no
habiendo una razón orgánica para la discapacidad, el habla del niño viene marcada por la falta de
articulaciones, incluyendo distorsiones en los sonidos y sustituciones incorrectas. Muchos de
estos errores en la articulación, representan procesos que son también típicos en los niños
normales (eliminaciones de consonantes finales, simplificación de grupos de consonantes), pero
en los trastornos fonológicos, estos errores son más frecuentes, persistiendo en el tiempo y
superando el periodo que se considera normal en el desarrollo para estos errores. La edad de
reconocimiento del inicio del trastorno está relacionado con su agudeza, y se hace evidente
alrededor de los 4 años, que es cuando el habla debe ser inteligible y en un desarrollo normal ya
se han eliminado la mayoría de los esquemas erróneos de los sonidos. A los 3 años pueden ser
diagnosticados de trastorno fonológico, sobre todo cuando su habla es ininteligible para los
miembros de la familia. Los casos leves no se suelen diagnosticarse hasta el inicio de la
escolarización.
Dentro de los problemas de la comunicación, los trastornos fonológicos son los más prevalentes.
Un 6% de niños en edad escolar presentar problemas fonológicos, con una mayor prevalencia
para los preescolares que se estima que es de un 10% a un 15%. Se ha observado hasta en un 80%
de pacientes con trastornos de articulación de una muestra clínica.
Criterios de diagnóstico
A. Incapacidad para utilizar los sonidos del habla esperables evolutivamente y propios de la edad
e idioma del sujeto (p. ej., errores de la producción, utilización, representación u organización de
los sonidos tales como sustituciones de un sonido por otro (utilización del sonido /t/ en lugar
de /k/ u omisiones de sonidos tales como consonantes finales).
C. Si hay un retraso mental, un déficit sensorial o motor del habla, o una privación ambiental, las
deficiencias del habla exceden de las habitualmente asociadas a estos problemas.
Nota de codificación. Si hay un déficit sensorial o motor del habla o una enfermedad neurológica,
se codificarán en el Eje III.
Es un trastorno específicos del discurso hablado, entendido como un Síndrome clínico en el que
se presentan difluencias anormales (bloqueos y vacilaciones de sonidos, pausas tensas) y
persistentes en el habla que generan una percepción de pérdida del habla, y suele estar
acompañado con frecuencia, de alteraciones afectivas y del comportamiento. Se inicia entre los 2
y los 7 años de edad, con un punto álgido entre los 3 y 4 años de edad. Se considera que 1 de cada
30 niños pasan por un periodo de tartamudeo, con una prevalencia de 0,8%.en la adolescencia.
De aparición más común en niños que en niñas, con un ratio que incrementa con la edad, siendo
el índice de recuperación mayor para las niñas. Si bien los niños normales, a veces pasan por
periodos de difluencias, éstas tienden a aparecer en unidades lingüísticas largas. Ante la
persistencia del tartamudeo, estas difluencias es más probable que aparezcan en repeticiones de
sílabas, sonidos, prolongaciones de los sonidos, bloqueos silenciosos y una lucha visible en el
comportamiento del niño con el habla (hacer muecas). Si ante difluencias persistentes, el niño no
muestra esfuerzo comportamental sugiere buen pronostico para la recuperación. Los niños que se
recuperan ya presentan una reducción de difluencias en el primer año, mientras que en los que
persiste el tartamudeo, son estables en su índice de difluencias. La recuperación suele aparecen
alrededor de la pubertad. La agudeza de la distorsión de la percepción del habla varia, siendo más
aguda cuando mayor sea la presión para comunicarse. Se ha demostrado, que el estrés y la
ansiedad tienden a exagerar el tartamudeo, y que reducir el estrés durante el habla puede
disminuir 10 los episodios de tartamudeo, pero no se cree que jueguen un papel relevante en
cuanto a su etiología.
A. Alteración de la fluidez y la organización temporal normales del habla (adecuadas para la edad
del sujeto), caracterizada por ocurrencias frecuentes dé más de los siguientes fenómenos:
2. prolongaciones de sonidos
3. interjecciones
C. Si hay un déficit sensorial o motor del habla, las deficiencias del habla son superiores a las
habitualmente asociadas a estos problemas.
Nota de codificación. Si hay un déficit sensorial o motor del habla o una enfermedad neurológica,
se codificarán en el Eje III.
Esta categoría se reserva para trastornos de la comunicación que no se cumplen los criterios de
ningún trastorno de la comunicación específicos; por ejemplo, un trastorno de la voz (esto es, una
anormalidad del volumen, calidad, tono o resonancia vocales).
TRASTORNOS GENERALIZADOS DEL DESARROLLO
1. alteración cualitativa de la interacción social, manifestada al menos por dos de las siguientes
características:
a. importante alteración del uso de múltiples comportamientos no verbales, como son contacto
ocular, expresión facial, posturas corporales y gestos reguladores de la interacción social.
c. ausencia de la tendencia espontánea para compartir con otras personas disfrutes, intereses y
objetivos (p. ej., no mostrar, traer o señalar objetos de interés). (d) falta de reciprocidad social o
emocional.
2. alteración cualitativa de la comunicación manifestada al menos por dos de las siguientes
características:
a. retraso o ausencia total del desarrollo del lenguaje oral (no acompañado de intentos para
compensarlo mediante modos alternativos de comunicación, tales como gestos o mímica).
b. en sujetos con un habla adecuada, alteración importante de la capacidad para iniciar o mantener
una conversación con otros.
d. ausencia de juego realista espontáneo, variado, o de juego imitativo social propio del nivel de
desarrollo.
a. preocupación absorbente por uno o más patrones estereotipados y restrictivos de interés que
resulta anormal, sea en su intensidad, sea en su objetivo
c. manierismos motores estereotipados y repetitivos (p. ej., sacudir o girar las manos o dedos, o
movimientos complejos de todo el cuerpo)
B. Retraso o funcionamiento anormal en por lo menos una de las siguientes áreas, que aparece antes
de los 3 años de edad: 1 interacción social, 2 lenguaje utilizado en la comunicación social o 3
juego simbólico o imaginativo.
El DSM-IV pone un énfasis especial en este aspecto. Para ser diagnosticado autista debe mostrar
dos criterios de esta categoría frente a uno en la categoría de comunicación y repertorio
restringido.
La dificultad en la interacción social incluye problemas con conductas no verbales como es la
dificultad en el mantenimiento del contacto visual, ausencia de expresión facial comunicativa y
fallo en el uso de gestos en las interacciones sociales. A menudo los autistas desvían su mirada
de la cara de la persona con la que interaccionan.
Usualmente presentan gran dificultad para desarrollar relaciones con sus compañeros, en el caso
de niños pequeños pueden ignorar el juego de otros niños o permanecer apartados incapaces de
encontrar una forma de unirse al juego de otros niños. Ello repercutirá y se agravará en las etapas
de la adolescencia y la edad adulta lo cual se traducirá en graves dificultades para establecer
amistades e intimar. Las personas con autismo no parecen comprender la importancia de la
felicidad de los demás o implicarse con los otros en interacciones sociales y emocionales tan
importantes para las relaciones humanas. La ausencia de empatía coloca un límite sobre los
intercambios emocionales.
La comunicación en los niños autistas. Las deficiencias en comunicación es otro aspecto central
en el diagnóstico del autismo. De acuerdo con el DSM-IV las personas con autismo pueden
mostrar retraso en el desarrollo del habla o, en algunos casos, una completa ausencia del habla.
Los autistas que hablan tienen una gran dificultad para mantener conversaciones y no parecen
comprender el sentido de dar y recibir en un intercambio entre dos personas. A menudo su
lenguaje es estereotipado y repetitivo y pueden incluir características como la ecolalia o la
inversión pronominal. Relacionado con estas deficiencias en la comunicación, muchos de los
niños autistas presentan graves dificultades para desarrollar juegos de fantasía.
Muchos de estos niños parecen no disponer de flexibilidad en el uso del lenguaje interno que
acompaña a la fantasía. El juego de estos niños suele ser concreto, por ejemplo apilar bloques o
completar puzles. Conducta repetitiva. Por último el espectro autista se caracteriza por un
repetitivo y limitado patrón de conductas de interés. Por ejemplo los niños autistas pueden estar
fascinados por los horarios de los trenes de modo que conozcan el horario y el destino de cada
uno. Algunos de estos jóvenes poseen conductas ritualizadas no funcionales que repiten una y
otra vez. Por ejemplo un niño puede pasar el tiempo alineando sus cochecitos de juguete uno tras
otro de una manera específica. Además puede tener una rabieta si el adulto intenta animarle a
jugar con ellos. Para algunos autistas la conducta estereotipada se refleja en movimientos
corporales repetitivos. Otros pueden estas fascinados con algún pequeño aspecto de un objeto,
por ejemplo colocar un camión con las ruedas hacia arriba para hacerlas dar vueltas
ininterrumpidamente o abrir el grifo del lavabo una y otra vez para mirar como el agua se va por
el desagüe.
Para algunos autores las dos entidades son distintas; para otros el síndrome de Asperger es una
forma de autismo con un alto nivel de funcionamiento. Las diferencias esenciales hacen
referencia al lenguaje, que se halla mejor desarrollado en el síndrome de Asperger. El síndrome
de Asperger comparte con el síndrome autista los problemas del contacto social, de la
comunicación no verbal y las relaciones extrañas al ambiente. Los signos precoces son más
tardíos, y el diagnóstico no se hace evidente hasta los 3-4 años. Según la CIE-10 (OMS, 1992), el
síndrome de Asperger es un desorden con una posología incierta caracterizada por un tipo similar
de problemas cualitativos en las relaciones sociales propias del autismo. Los dos síndromes
presentan un repertorio restrictivo de conductas estereotipadas Y repetitivas. Se diferencia del
autismo, especialmente, en el hecho de no presentar un retraso general del lenguaje ni del
desarrollo cognitivo. Algunos niños pueden tener una inteligencia normal, y es común en todos
ellos una notable torpeza. Tiene una incidencia mayor en varones (razón entre sexos 8/1).
Generalmente persisten las anormalidades en la adolescencia y en la vida adulta, y en algunas
ocasiones se pueden presentar episodios psicóticos en el inicio de la vida adulta.
A. Alteración cualitativa de la interacción social, manifestada al menos por dos de las siguientes
características:
1. importante alteración del uso de múltiples comportamientos no verbales como contacto ocular,
expresión facial, posturas corporales y gestos reguladores de la interacción social
2. incapacidad para desarrollar relaciones con compañeros apropiadas al nivel de desarrollo del
sujeto
1. preocupación absorbente por uno o más patrones de interés estereotipados y restrictivos que son
anormales, sea por su intensidad, sea por su objetivo
3. manierismos motores estereotipados y repetitivos (p. ej., sacudir o girar manos o dedos, o
movimientos complejos de todo el cuerpo)
D. No hay retraso general del lenguaje clínicamente significativo (p. ej., a los 2 años de edad utiliza
palabras sencillas, a los 3 años de edad utiliza frases comunicativas).
A. Desarrollo aparentemente normal durante por lo menos los primeros 2 años posteriores al
nacimiento, manifestado por la presencia de comunicación verbal y no verbal, relaciones sociales,
juego y comportamiento adaptativo apropiados a la edad del sujeto.
4. juego
5. habilidades motoras
D. El trastorno no se explica mejor por la presencia de otro trastorno generalizado del desarrollo o
de esquizofrenia.
Esta categoría debe utilizarse cuando existe una alteración grave y generalizada del desarrollo de
la interacción social recíproca o de las habilidades de comunicación no verbal, o cuando hay
comportamientos, intereses y actividades estereotipadas, pero no se cumplen los criterios de un
trastorno generalizado del desarrollo específico, esquizofrenia, trastorno esquizotípico de la
personalidad o trastorno de la personalidad por evitación. Por ejemplo, esta categoría incluye el
autismo atípico. Casos que no cumplen los criterios de trastorno autista por una edad de inicio
posterior, una sintomatología atípica o una sintomatología subliminal, o por todos estos hechos a
la vez.