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Los gases de efecto invernadero y los aerosoles afectan al clima al alterar la radiación
solar entrante y la radiación saliente, que forman parte del equilibrio energético de la
Tierra.
Por otra parte, los gases fluorados causan un potente efecto de calentamiento, hasta
23.000 veces superior al producido por el CO2. Sin embargo, estos gases se emiten en
cantidades más pequeñas y la legislación de la UE prevé su eliminación progresiva.
El exceso de los gases es generado por perjudiciales actividades humanas, tales como el
uso de energías eléctricas, la dependencia de las indústrias por los combustibles fósiles,
la contaminación de zonas urbanas, la deforestación, el mal uso de los residuos y los
contaminantes procesos industriales, entre otros.
Aunque las políticas adoptadas y los esfuerzos realizados para reducir las emisiones
sean eficaces, es inevitable que se produzcan algunos cambios en el clima. En
consecuencia, debemos desarrollar también estrategias y acciones para adaptarnos a los
efectos del cambio climático y del calentameiento global, tanto en Europa como en
otros lugares del mundo. Sin embargo, se debe incidir y prestar especial atención a las
zonas del planeta menos preparadas y a la vez más perjudicadas por este fenómeno,
tanto a nivel técnico como económico.
El aumento excesivo de estos gases de efecto invernadero contribuye a la
alteración de la temperatura del planeta y al deterioramiento de la capa de ozono,
constituida por dióxido de carbono (CO2), metano (CH4) y óxidos de nitrógeno
(NOx).
Biodiversidad en peligro
El cambio climático provoca cambios en el ciclo del agua. A medida que el fenómeno
del calentamiento global se hace más patente en nuestro planeta, sus efectos son más
perceptibles dentro del ciclo hidrológico, motivo por el cual los científicos pronostican
períodos de sequías e inundaciones más prolongados, aceleración de la fusión de los
glaciares y cambios drásticos en los patrones de precipitación y nieve.
El mundo ya está experimentando cambios a gran escala en lugares como los Andes y el
Himalaya, donde están desapareciendo los glaciares y llevándose consigo la fuente de
agua potable y riego para millares de personas. Katmandú o La Paz dependen del
glaciar del Himalaya y de los Andes respectivamente, por lo que pueden verse sin el
agua necesaria.
Por otra parte, se estima que a finales del siglo XXI es probable que el cambio climático
haya aumentado la frecuencia y la intensidad de las sequías a nivel regional y mundial.
A su vez, la necesidad de más agua de los distintos usos, sobre todo el de los cultivos,
será mayor en las épocas con menos recursos. Tanto las campañas de riego como la
turística se desarrollan fundamentalmente en los meses de verano.
Las zonas de mayor sensibilidad serán, por lo tanto, aquellas que actualmente
tienen un perfil de mayores temperaturas y menores precipitaciones, en las que
pueden disminuir los aportes de agua en un 50%, que a su vez son las mayores
consumidoras de agua.
Esto incrementa la incertidumbre de disponibilidad del recurso agua para garantizar las
necesidades sociales y ambientales futuras.
Los impactos del cambio climático dependen de los usos y manejos que efectuemos del
agua a medida que los aportes de agua vayan disminuyendo, pues junto a la sequía
climática, existe una sequía antrópica provocada por el hombre, que se debe a una
nefasta gestión de este recurso natural. Este hecho se explica considerando que
consumimos agua por encima de las posibilidades que tenemos de disponer de ella, lo
que ha llevado en muchas zonas a superar un consumo medio de un 20% de los recursos
hidráulicos renovables totales, lo que se considera como el límite de sobreexplotación
de un sistema. Es necesario limitar el crecimiento de la demanda de agua en muchas
zonas del mundo hasta recuperar el equilibrio hídrico.
Por otra parte, el 2014 fue el año más caluroso de Brasil, por lo que se
sucedieron severas sequías e inundaciones, que no solo afectaron a
este país, sino también a Paraguay, Argentina y Uruguay. Se alerta de
una mayor probabilidad de inundaciones, concretamente en las zonas
costeras y las cuencas de los ríos, a causa de la urbanización
creciente, la erosión de la costa y el aumento del nivel del mar por la
descongelación de los glaciares.
Se prevén también sequías en todo centroamérica y el Caribe, en el área
nordeste como Venezuela y Guyana, así como también la zona suroeste,
concretamente en Chile y el sur de Argentina. Sin embargo, las
precipitaciones y posiblemente inundaciones, se prevén en Ecuador,
Colombia y Uruguay.
Este aumento del nivel del mar afectará a más de 600 millones de
personas que viven en las áreas costera de Latinoamérica y el Caribe,
en forma de severas inundaciones en las costas. Por otra parte,
también se sufrirá un calentamiento de los océanos y la acidificación
asociada al cambio climático, lo que disminuirá aún más la pesca
marítima.
• Estrés hídrico. Desde los años 70 se han observado en muchas regiones sequías más
intensas y prolongadas, especialmente en el Sahel, el Mediterráneo, África meridional y
partes de Asia meridional.
• El Ártico se calienta. La extensión media anual del hielo del Océano Ártico se redujo
en un 2,7% por decenio, el hielo marino disminuye en general en verano en un 7,4%.
Los glaciares de montaña y la cubierta de nieve han disminuido en ambos hemisferios.
Olas de calor: las olas de calor se han vuelto cada vez más comunes,
y la tazón es que los gases de efecto invernadero que están atrapados
dentro en la atmósfera. Los estudios indican que estas olas de calor
seguirán aumentando en los próximos años. Esto dará lugar a un
aumento de enfermedades relacionadas con el calor y también
desencadenar innumerables incendios.
Por lo que, para los pueblos indígenas, el cambio climático no es solo una
amenaza a nivel medioambiental, sino también como una pérdida a nivel cultural.
Para muchos pueblos es vital que la relación entre naturaleza, espíritus y seres humanos
se encuentre en equilibrio. Se teme que los efectos del cambio climático erosionen las
estructuras tradicionales de dichos pueblos.
Seguridad alimentaria
El arroz y el maíz son dos de los cultivos más importantes -de ellos
dependen millones de personas en Asia, África y América- que están
experimentando una disminución de las cosechas. Se calcula que las
cosechas de maíz caeran un 15% hacia el año 2020 en la mayor parte
del África subsahariana y en la Índia.
Cada vez son más las empresas que trabajan para reducir sus
emisiones y luchar contra el cambio climático. Por ejemplo, una gran
empresa multinacional que fabrica diferentes productos en distintas
regiones del mundo ha ahorrado 1.500 millones de euros desde 1990
reduciendo el consumo de energía e instalando nuevas tecnologías
respetuosas con el medio ambiente en sus fábricas. Además, ahorra
entre 7 y 11 millones de euros gracias al uso de las energías
renovables. Con estas medidas, ha reducido sus emisiones de gases
invernadero en un 67% desde 1990.