Está en la página 1de 15

EL PEDIMENTO

Versión libre de Espacio Teatral de la pieza petición de mano de Antón Chejov

1
Personajes

-Madre: Doña Simona Mamesa


-Hija: Cristeta Mamesa
-Pretendiente: Don Alirio Puerquisongo

2
En la sala de la casa Simona Mamesa.

SIMONA: (Saliendo al encuentro) ¡A quién veo! ¡Don Alirio! ¡Qué alegría tan
grande! ¡Sígase que está en su casa! (Se le va arriba) ¡Esto sí que es
una grata sorpresa, ¿Cómo está?... dígame.

ALIRIO: ¡Muy bien, muchas gracias! ¿Y usted, que tal se encuentra?

SIMONA: ¡Gracias a sus oraciones, Ángel mío, vamos tirando! Pero; siga, se lo ruego.
¡No está bien, eso de olvidarse así de sus vecinos! ... ¡Querido! ¿Cómo viene
tan de etiqueta?... ¿Va usted a alguna parte?

ALIRIO: No. Vengo solamente a verle, estimada Doña Simona Mamesa.

SIMONA: ¿Y por qué entonces va vestido de esa manera? ¡Pareciera que estuvieramos
en fiestas y que va usted de parranda!

ALIRIO: Verá... el asunto que me trae (tomándole de un brazo) he venido a verla,


estimada Doña Simona Mamesa, para importunarla con un ruego…Varias
veces tuve el honor de dirigirme a usted y solicitar su ayuda, y siempre... en
fin... ¡Perdóneme!... ¡Estoy muy nervioso!... ¿Me permite que beba un poco
de agua, estimada Doña Simona Mamesa? (Va hacia el agua.)

SIMONA: (Aparte.) Este viene a pedirme dinero, pero no se lo daré. (A Alirio.) ¿De qué


se trata, guapo mozo?

ALIRIO: Verá usted estimada Somona... ¡Perdone!... ¡quiero decir!... Doña Simoña
Mamasa (se interrumpe y vuelve a explicar) ¡Estoy terriblemente nervioso!
(Aparte) En una palabra, que solo usted puede ayudarme, aunque yo no
merezca tal honra, ni tenga derecho a su ayuda.

SIMONA: Al grano, querido ¡Diga lo que sea de una vez!…Se trata de… (Lo trae al
centro)

ALIRIO: Ahora mismo... Al instante. El asunto que me trae... es solicitar la mano de


(Se separa un poquito de Simona) su hija Cristeta Mamesa.

SIMONA: (Con alegría) ¡Don Alirio! ¡Querido! ¡Repita eso otra vez! ¡No sé si lo he
oído bien! (tomándolo del brazo)

ALIRIO: Digo que tengo el honor de pedir...

SIMONA: (Interrumpiéndole.) ¡Entrañable amigo! (Lo abraza efusivamente) ¡Me


siento tan contenta! (Lo abraza y lo besa.) Hace tanto tiempo que lo
deseaba, fue mi sueño siempre... (Vierte una lágrima.) ¡Siempre le quise,
ángel mío, como si fuera mi verdadero hijo! Que Dios les conceda el amor y
la concordia, siempre lo he desee. ¡Bueno!... ¿Y por qué sigo aquí como una

3
tonta? ¡La alegría me ha dejado aturdida! ¡Completamente aturdida! ¡Voy a
llamar a Cristeta! (con voz aguda) ¡Cristeta! ¡Cristeticaaa! ¡Venga Mija!

ALIRIO: ¡Estimada Doña Simona! ¿Cree que puedo contar con su aceptación?

SIMONA: ¿A un guapo mozo como usted,… no va a dar ella su aceptación? ¡Estará


enamorada como una gata! ¡Cristetica! ¡Ahora vuelvo! (Sale dando gritos.)
¡Cristetica! ¡Criss! ¡Teti! ¡Tetica!...

ALIRIO: Tengo frío, estoy temblando como si fuera a examinarme. Lo principal era
decidirse. ¡Si uno está tiempo y tiempo pensando empieza a vacilar, y si uno
espera encontrar el ideal, el amor verdadero, entonces uno no se casa nunca!
Brrr… ¡Que frío! Cristeta Mamesa es una perfecta ama de casa, no está mal
de exterior y es instruida. ¿Qué más puedo desear?... Con todo esto, y con
tanta excitación, ya empiezo a sentir el ruido de oídos. (Bebe agua.) Ya es
hora de que me case. En primer lugar he cumplido los treinta y cinco. ¡Edad,
digamos, critica! ¡En segundo, necesito hacer una vida ordenada y bien
organizada! ¡Tengo una lesión de corazón, me dan constantes palpitaciones y
me excito y agito terriblemente! Ahora mismo, estoy sintiendo un temblor en
los labios y un tic nervioso en el párpado derecho. Sin embargo, para mí, lo
más penoso es la falta de sueño... No hago más que echarme en la cama y
empezar a quedarme dormido, cuando de pronto, en el costado izquierdo
siento una. Este luego me sube al hombro y a la cabeza. Me levanto de un
salto como un loco, doy unas vueltas y me acuesto otra vez; pero apenas he
empezado a adormecerme, cuando de nuevo siento la punzada en el costado
otra vez... ¡Y así lo menos veinte veces!... (Entra Cristeta.)

CRISTETA: ¡Vaya!... ¡Pero si es usté!... ¡Y mamá diciéndome que era un comerciante


que venía por mercancía!... ¡Buenos días, Don Alirio! ¿Cómo me le ha
ido?

ALIRIO: ¡Buenos días, estimada Cristeta Mamesa!

CRISTETA: Siga pa´dentrico y tome asiento, no se té ahí parao que ya no va a crecer


más. Perdóneme que venga con el delantal puesto y sin arreglar. Estábamos
pelando las mazorcas para hacer una mazamorra ¿Por qué ha tardado
sumercé tanto en venir? (Se sientan) ¿Quiere almorzar?

ALIRIO: No, muchas gracias. Ya he comido.

CRISTETA: Fume si quiere. Ahí tiene usted las cerillas. Hace hoy un tiempo
maravilloso... Ayer, en cambio, llovía de tal manera que los mozos se
pasaron todo el día con los brazos cruzados... ¿Cuántas lonas de pasto
recoge usted?... ¡Yo, imagínese, por dármelas de avariciosa, me puse
disque a cortar todo el prado; dios quiera que el pasto seco no se me
vaya a podrir! Hubiera sido mejor que me esperara ¿Verdad?... Pero,
¿qué veo?... ¡Viene usted muy perfumao! ¡Vaya, vaya! ¿Va usted pal

4
algún lado, o qué?... ¡Hasta se vé simpático!... Pero, de veras, dígame,
en serio, ¿Qué bicho fue el que le pico?

ALIRIO: (Agitado) ¡Verá usted... estimada Cristeta Mamesa!¡El caso es que he


decidido pedirle que me escuche!... ¡Claro que usted se extrañará, y
hasta puede que se enoje..., pero lo cierto es que yo...(Aparte) ¡Tengo
un frío terrible!

CRISTETA: ¿Y qué es la joda a ver?...Plata no tengo pá prestar… (Pausa) Dígame...

ALIRIO: Procuraré ser breve. Usted sabe, estimada Cristeta Mamesa... que, desde hace
mucho tiempo, desde la misma infancia, tengo el honor conocer a su
familia... Mi difunta tía y su esposo, de los que yo, como usted se
servirá sabe, heredé las tierras..., siempre estimaron profundamente a
su madre y a su difunto padre... las familias Mamesa y Puerquisongo,
mantuvieron siempre un trato amistoso, que bien pudiera llamarse…
de parientes. Además..., como usted tiene el honor de saber..., mis
tierras lindan estrechamente con las suyas... Si usted recuerda, mi
pastizal de los bueyes limita con su potrero.

CRISTETA: Perdone que le interrumpa. No lo entiendo. Ha dicho usted “mi” Pastizal


de Bueyes... ¿Acaso el pastizal de bueyes es suyo?

ALIRIO: Es mío, sí.

CRISTETA: ¡Esto sí es bueno!... El pastizal de los bueyes no es suyo, sino nuestro.

ALIRIO: No, estimada Cristeta. Es mío.

CRISTETA: ¡Pero qué novedad! ¿Y de dónde saca usted que es suyo?

ALIRIO: ¿Cómo que de dónde?... Ese pastizal forma una cuña entre su potrero y el
pantano de los sapos.

CRISTETA: ¡Mas sapo será usted por mentiroso! ¡Le digo y le repito que ese pastizal
es nuestro!

ALIRIO: ¡No!... Se equivoca usted, estimada Cristeta Mamesa. Es mío.

CRISTETA: ¡Entre en razón, Alirio Puerquisongo! ¿Desde cuándo es suyo, a ver?

ALIRIO: ¿Como que desde cuándo?... Desde que alcanzo recordar, fue siempre
nuestro.

CRISTETA: (Amenazante) ¿Perdón?

ALIRIO: ¡Eso puede verse en los papeles, estimada Cristeta Mamesa!... ¡La propiedad
de esas tierras fue discutida en un tiempo, eso es cierto: pero ahora
todo el mundo sabe que son mías! ¡Ni se discute! Tenga la bondad de
escucharme... La abuela de mi tía cedió estas tierras, por tiempo

5
indeterminado y gratuitamente, a los campesinos del abuelo de su
padre de usted y, en cambio, ellos tenían que cocerle los ladrillos. Los
campesinos del abuelo de su padre aprovecharon las tierras durante
cuarenta años y se acostumbraron a considerarlas como suyas... sin
embargo... cuando salió la nueva orden...

CRISTETA: ¡No es nada de eso que usted dice! ¡Mi abuelo, que en paz descanse, lo
mismo que mi tatarabuelo, siempre consideraron sus tierras llegando
al pantano sapos... lo cual quiere decir que el pastizal de bueyes
siempre fue nuestro! ¡Aquí no hay nada que discutir! ¡Resulta hasta
enojoso!

ALIRIO: ¡Yo le mostraré el documento, querida Cristeta!

CRISTETA: ¡No!... ¡Sencillamente me está usted tomando del pelo, o me quiere hacer
rabiar!... ¡Vaya sorpresa!... ¡Conque tenemos unas tierras desde hace
casi trescientos años y, de repente, vienen a decirnos que no son
nuestras! ¡Perdone usted, Don Alirio Puerquisongo, pero no puedo
creer lo que oyen mis oídos! ¡Y déjeme decirle una vaina sobre el
pastizal de los bueyes! No tienen más que cinco hectáreas y no vale
más de trescientos mil pesos, pero me indigna la injusticia... ¡Diga lo
que le dé la gana, pero no puedo soportar la injusticia!

ALIRIO: ¡Escúcheme, se lo suplico!... Los campesinos del abuelo de su padre, como


ya tuve el honor de explicárselo, cocían ladrillos para la abuela de mi
tía... la abuela de mi tía, deseando complacerles...

CRISTETA: ¡El abuelo, la abuela, la tía! ¡No comprendo absolutamente nada! ¡El
pastizal de bueyes es nuestro y punto! ¿O se lo explico con plastilina?

ALIRIO: ¡Es mío!

CRISTETA: ¡Es nuestro! ¡Aunque se pasara usted más de dos días intentando
demostrarlo, y aunque se vistiera usted de gala todos los días! ¡Le
digo que el pastizal de los bueyes es nuestro, nuestro, y nuestro! ¡No
quiero nada suyo, pero no quiero tampoco perder lo que es mío! ¡Ya
lo sabe usted!

ALIRIO: Yo, Cristeta Mamesa, no necesito de esas tierras. ¡Lo que quiero es mantener
el principio!... si usted quiere, se lo regalo.

CRISTETA: ¡Yo soy la que podría regalárselo a usted! ¡Es mío! ¡Todo esto es muy
extraño, Don Alirio Puerquisongo! ¡Hasta ahora le hemos considerado
como un buen vecino, como a un amigo!... ¡El año pasado le
prestamos nuestra trilladora, quedándonos nosotros sin terminar de
trillar nuestro pasto hasta noviembre, y usted se porta con nosotros
como si fuéramos unas intrusas!... ¡Me regala usted mi propia tierra!
¡Perdone, pero así no procede un buen vecino! ¡A mis ojos esto podría
resultar, hasta... si quiere... insultante!

6
ALIRIO: Entonces... según usted... ¿Soy un usurpador? ¡Señora!... ¡Jamás me he
adueñado de tierras que no me pertenecieran, y no permito a nadie que
me culpe de tal cosa! (Dirigiéndose rápidamente a la jarra de agua,
bebe) ¡El pastizal de los bueyes es mío!

CRISTETA: ¡Mentira! ¡Es nuestro!

ALIRIO: ¡Es mío!

CRISTETA: ¡Mentira!... ¡Y yo voy a demostrárselo! ¡Hoy mismo enviaré allá a


nuestros trabajadores!

ALIRIO: ¡Cómo! ¿Qué dice usted?

CRISTETA: ¡Que hoy mismo irán allá mis trabajadores!

ALIRIO: ¡Pues sepa que yo los echaré!

CRISTETA: ¡No se atreverá usted!

ALIRIO: (Llevándose una mano al corazón) ¡El Pastizal de los bueyes es mío!... ¿Lo
entiende usted?... ¡Mío!

CRISTETA: ¡Tenga la bondad de no gritar! ¡Chille, si quiere, en su casa, pero aquí le


ruego que se comporte!

ALIRIO: Si no fuera, señora, por este horrible y torturante latir de corazón, si no fuera
por estas venas que están por estallar, entonces hablaría con usted de
otra manera. (Gritando) ¡El pastizal de los bueyes es mío!

CRISTETA: ¡Mío!

ALIRIO: ¡Mío!

CRISTETA: ¡Nuestro!

ALIRIO: ¡Mío!

SIMONA: (Entrando) Pero ¿qué pasa? ¿Por qué gritan así?

NATASHA.-¡Papá! ¡Di, por favor, a este caballero a quién pertenece El Pastizal de los
Bueyes! ¡Si a él o si a nosotros!

CHUBUKOV.-¡El Pastizal de los Bueyes es nuestro... petimetre!

LOMOV.- ¡Pero, por Dios..., Stepan Stepanovich! ¿Cómo van a ser suyas esas
tierras?... ¡Por lo menos usted debería ser razonable!... Verá... La
abuela de mi tía había dejado esos pastizales, para uso ilimitado y
gratuito, a los campesinos de su abuelo de usted. Los campesinos

7
aprovecharon las tierras durante cuarenta años y se acostumbraron a
ella como si fuera suya… pero cuando salió la nueva ordenanza…

CHUBUKOV.-¡Permítame, precioso!... ¡Olvida usted que si los campesinos no


pagaban a su abuela de usted y etcétera, era, precisamente porque el
pastizal entonces estaba en discusión, etcétera. Pero ahora hasta los
perros saben, precisamente, que son nuestras. Seguramente no ha visto
usted el plano.

LOMOV.-¡Puedo demostrarle que son mías!

CHUBUKOV.-¡Demostrarlo... predilecto mío... no podrá usted!

LOMOV.-¡Pues sí lo demostraré!

CHUBUKOV.-¡Mamita, para qué gritar así! ¿Por qué gritar?... ¡A gritos es imposible
demostrar nada!... ¡Yo no quiero lo que sea suyo, pero tampoco tengo
la intención de perder nada que sea mío!... ¿Por qué iba a perderlo? Ya
que hemos llegado a esto, querido mío, ya que usted tiene la intención
de discutir por el pastizal, etcétera, entonces yo prefiero regalarlo a los
campesinos y no a usted. Así es.

LOMOV.-¡No entiendo! ¿Qué derecho tiene usted a regalar propiedad ajena?

CHUBUKOV.-¡Permítame!... ¡Eso del derecho ya es cuenta mía!... ¡Además, joven, no


estoy acostumbrado a que me hablen en ese tono!... ¡Soy dos veces
mayor que usted, joven, así que le pido que hable conmigo sin
agitación, etcétera.

LOMOV.-¡No! ¡Sencillamente me toma usted por tonto, y se ríe de mí! ¡No solo dice
que mis tierras son suyas, sino que, encima, pretende que conserve la
sangre fría y le hable como es debido! ¡Ese no es el proceder de un
buen vecino, Stepan Stepanovich!... ¡Usted no es un buen vecino, sino
un usurpador!

CHUBUKOV.- ¿Cómo? ¿Qué ha dicho usted?

NATASHA.-¡Papá! ¡Manda inmediatamente los segadores al Pastizal!

CHUBUKOV.-¿Qué dijo usted, señor mío?

NATASHA.-¡El pastizal de los bueyes es nuestro y no lo cederé! ¡No lo cederé!

LOMOV.-¡Eso ya lo veremos! En juicio le voy a demostrar que es mío.

CHUBUKOV.-¡En juicio! Puede usted acudir a juicio, estimado señor, etcétera. Sí que
puede ¡Denúncienos cuando quiera! ¡Ya le voy conociendo bien! Eso
es. Usted solo espera la primera ocasión para pleitear, etcétera... Tiene
alma de demandante. ¡Toda su familia fue siempre pleiteadora, toda!

8
LOMOV.-Hágame el favor de no ofender a mi familia. En la familia Lomov todos
fueron honrados, y no hubo ninguno que fuera juzgado por
malversación de fondos como su tío de usted.

CHUBUKOV.-¡Pero en la familia Lomov eran todos unos locos!

NATASHA.-¡Sí! ¡Todos! ¡Todos!

CHUBUKOV.-Su abuelo fue un borracho; y su tía, la menor. Natalia Mijailovna, se


fugó con un arquitecto, etcétera.

LOMOV.-¡Y su madre era torcida de espalda! (Llevándose la mano al corazón)¡Qué


punzada en el costado! ¡Ahora en la cabeza!... ¡Dios mío!... ¡Agua!

CHUBUKOV.-¡Su padre fue un jugador empedernido y un glotón!

NATASHA.-¡Y su tía una chismosa como hay pocas!

LOMOV.-¡Se me paralizó la pierna izquierda! ¡Y usted es un intrigante! ¡Ay! ¡El


corazón!... Y para nadie es un misterio que antes de las elecciones
coi... ¡Chispas en los ojos! ¿Dónde está mi sombrero?

NATASHA.-¡Es una ruindad! ¡Es deshonesto y es feo! ...

CHUBUKOV.-¡Y usted mismo es un hipócrita, un hombre de dos caras, un embrollón


y un delator! ¡Eso es!

LOMOV.- ¡Aquí está mi sombrero! ¡Ay! ¡El corazón!... ¿Por dónde salgo?
¿Dónde está la puerta?... ¡Ay! ¡Me siento morir! ¡Llevo a rastras la
pierna! (Se dirige a la puerta)

CHUBUKOV.- (Gritándole a la espalda) ¡No se le ocurra volver a poner los pies en mi


casa!

NATASHA.-¡Presente, si quiere, la denuncia! ¡Ya veremos lo que pasa! (Lomov sale,


tambaleándose)

CHUBUKOV.-¡Que se vaya al diablo! (Pasea, preso de fuerte excitación)

NATASHA.-¡Habrase visto canalla semejante! Después de todo, ¿qué fe va uno a tener


en los buenos vecinos?

CHUBUKOV.-¡Infame! ¡Espantapájaros!

NATASHA.-¡Vaya con el adefesio! Se apropia las tierras ajenas y se atreve a insultar.

CHUBUKOV.-Y que ese zorrino, este... eso es, este sarnoso, todavía se atreve a
declararse, etcétera ¿Eh? ¡A declararse!

NATASHA.-¿Cómo a declararse?...

9
CHUBUKOV.-¡Claro! ¡Vino a pedir tu mano!

NATASHA.-¿Cómo?... ¿Pedir mi mano?... ¿La mía? Pero, ¿por qué no me lo dijiste


antes?

CHUBVKOV.-¡Por eso esa..., esa salchicha..., se ha vestido de frac!

NATASHA.-¿La mía? ¿Pedir mi mano?... ¡Ah!... (Se desploma en un sillón y


gime.) ¡Hazlo volver! ¡Hazlo volver! ¡Ah! ¡Que vuelva!

CHUBUKOV.-¿Volver, a quién?

NATASHA.-¡Pronto!... ¡Pronto!... ¡Me siento mal!... ¡Que vuelva! (Llora


histéricamente.)

CHUBUKOV.- Pero ¿qué te pasa? ¿Qué quieres?... (Se toma la cabeza entre las
manos.) ¡Qué desgraciado soy! ¡Me pegaré un tiro! ¡Me ahorcaré!

NATASHA.-¡Me estoy muriendo! ¡Que vuelva!...

CHUBUKOV.-¡Ah!... ¡Ya voy! ¡No lloriquees! (Sale.)

NATASHA.- (Sola y entre gemidos.) ¡Qué hemos hecho! ¡Que vuelva! ¡Que vuelva!

CHUBUKOV.- (Entrando rápidamente.) En seguida viene, etcétera.¡Que el diablo lo


lleve! ¡Uf! ¡Háblale tu misma con él... yo no tengo ganas!

NATASHA.- (Gimiendo.) ¡Que vuelva!

CHUBUKOV.- (Irritado.) ¡Ya te he dicho que ahora viene!... (Recitando) «¡Oh, qué


castigo, Señor, ser padre de una hija mayor de edad!... ¡Me mataré!
¡Me mataré sin falta! Hemos maldecido a ese hombre, lo hemos
pisoteado, lo hemos echado y todo esto es por tu culpa... ¡por tu culpa!

NATASHA.-¡No! ¡Por la tuya!

CHUBUKOV.-¡Claro, ahora el culpable soy yo! ¡Eso es! (Por la puerta aparece
Lomov.) ¡Pues bien, entiéndete tú con él! (Sale.)

LOMOV.-  (Entra recuperándose.) ¡Siento unas palpitaciones horribles, se me ha


dormido la pierna! ¡Tengo paralizada la pierna izquierda y las
punzadas en el costado!

NATASHA.-¡Le ruego me perdone, Iván Vasilievich!... ¡Nos hemos acalorado, pero


ahora recuerdo perfectamente que el Pastizal de los Bueyes, es en
efecto, suyo.

LOMOV.-Me late horriblemente el corazón... ¡Es mío! ¡Ahora tengo el tic en los dos
ojos!

10
NATASHA.-Conque ya sabe... que el Pastizal de los bueyes es suyo.
Siéntese. Estábamos equivocados...

LOMOV.-Yo, era solo por cuestión de principios. La tierra no tiene valor para mí. Lo
preciso para mí es mantener el principio...

NATASHA.-Justamente: el principio. Vamos a hablar de alguna otra cosa…

LOMOV.-Tanto más que poseo comprobantes... La abuela de mi tía dejó a los


campesinos del abuelo de su padre...

NATASHA.-¡Basta, basta de esto!  (Aparte) No sé cómo empezar. (A él) ¿Piensa


empezar a cazar pronto?

LOMOV.-La caza de la codorniz, estimada Natasha, pienso empezarla después de la


siega... ¡Ah!... ¿Usted sabes? ¡Imagínese que desgracia me ha
ocurrido! Mi perro Ugadai, al que se sirve usted conocer, empezó a
cojear.

NATASHA.-¡Qué lástima! ¿Y cómo pasó eso?

LOMOV.-No lo sé. Quizá se torció, o lo mejor lo mordieron otros


perros... (Suspirando) ¡Era el mejor que tenía..., y eso, sin contar el
dinero que vale! ¿Usted sabe? ¡Pagué por él a Mironov ciento
veinticinco rublos!

NATASHA.-¡Pues lo pagó usted demasiado caro, Iván Vasilievich!

LOMOV.-A mí, en cambio, me parece muy barato. ¡Es un perro maravilloso!

NATASHA.-Papá pagó ochenta y cinco rublos por su Otkatai, y... Otkatai es mucho
mejor que Ugadai.

LOMOV.-¿Que Otkatai es mejor que Ugadai? (Ríe) ¡Pero qué está diciendo! ¡Qué


disparate! ¡Otkatai mejor que Ugadai!

NATASHA.-¡Claro que mejor!... ¡Otkatai es todavía joven..., esa es la verdad..., aún no


es un verdadero perro..., pero ni Volchanetzkii le tiene mejor!

LOMOV.-Con su permiso, Natasha Stepanovna, pero olvida usted que es hundido de


hocico, y el perro hundido de hocico es siempre peor.

NATASHA.-¿Hundido de hocico?... ¡Esta es la primera vez que oigo semejante cosa!

LOMOV.-Le aseguro, su mandíbula inferior es más corta que la superior.

NATASHA.-¿Se la ha medido usted?

11
LOMOV.-Se la he medido, sí... Para perseguir, claro que sirve, pero para otra cosa
dudo que pueda servir.

NATASHA.-En primer lugar, nuestro Otkatai es de buena casta. Es hijo de Sapriagai y


de Stameska..., mientras que el de su bastardo, no se podría encontrar
el pedigree ni haciendo excavaciones... Además, es más viejo y más
feo que un percherón.

LOMOV.-  ¿Viejo? No lo cambiaría ni por cinco de sus Otkatai. ¡No faltaría más!...
Ugadai es un perro, y en tanto su Otkatai... Hasta es ridículo discutir...
perros como su Otkatai se encuentran en la jauría de cualquier mata
gatos en más cantidad que peces en el agua... ¡Veinticinco rublos
resultaría un precio altísimo para él!

NATASHA.-¡Parece enteramente que lleva usted hoy dentro eldemonio de la


contradicción, Iván Vasilievich!... ¡Primero inventó que el pastizal de
bueyes era suyo y ahora que Ugadai es mejor que Otkatai!No me
gusta cuando uno dice una cosa y piensa otra, porque usted sabe
perfectamente que Otkatai es cien veces mejor que el tonto de su
Ugadai ¿Por qué, entonces, decir lo contrario?

LOMOV.-Estoy viendo Natasha Stepanovna, que me tiene usted por ciego o por necio.
Entiéndalo de una vez, su Otkatai es hundido de hocico.

NATASHA.-¡No es verdad!

LOMOV.-¡Defectuoso!

NATASHA.- (Con un chillido) ¡Mentira!

LOMOV.-¿Por qué grita usted, señora?

NATASHA.-Y usted ¿por qué dice esas tonterías?... ¡Es indignante! ¡Justo cuando le ha
llegado el momento de llevar al matadero a su Ugadai, se pone usted a
compararlo con mi Otkatai!

LOMOV.-Perdone... No puedo proseguir esta discusión... Me dan palpitaciones.

NATASHA.-¡Siempre lo he dicho: los cazadores que más discuten son los que menos
entienden!

LOMOV.-¡Señora, cállese, se lo pido! ¡Mi corazón está a punto de estallar!... (Con un


grito) ¡Cállese!

NATASHA.-¡No me callaré hasta que reconozca que Otkatai es cien mil veces mejor
que Ugadai!

LOMOV.-¡Cien mil veces peor y su Otkatai que se muera! ¡Oh!... ¡Mis sienes, mi ojo,
mi hombro!...

12
NATASHA.-¡Y su Ugadai que no muera; total ya está medio muerto!

LOMOV.- (Llorando) ¡Cállese! ¡Se me rompe el corazón!

NATASHA.-¡No callaré!

CHUBUKOV.- (Entrando) Y ahora, ¿qué pasa?

NATASHA.- Papá, di con el corazón en la mano:¿Qué perro es mejor: Otkatai o


Ugadai?

LOMOV.-Stepan Stepanovich, conteste solo una pregunta: ¿Otkatai es defectuoso o


no? ¿Sí o no?

CHUBUKOV.-Y si lo fuera ¿qué importancia tendría?... A pesar de eso, no hay en toda


la región un perro mejor que él, etcétera.

LOMOV.-Pero mi Ugadai es mejor, ¿no? Con el corazón en la mano.

CHUBUKOV.-No se altere, querido. Veamos... El Ugadai de usted tiene sus buenas


cualidades: Es de buena raza, tiene patas firmes, caderas macizas,
etcétera... pero si quiere usted saberlo, buen mozo, tiene dos defectos
fundamentales: es viejo y tiene poco aguante.

LOMOV.-Perdóneme, me dan palpitaciones... ¡Tomemos los hechos!... Tenga la


bondad de acordarse. En los pastizales de Maruskino mi Ugadai corría
oreja a oreja con el Rasmajai del conde, mientras que su Otkatai se
quedaba un kilómetro atrás.

CHUBUKOV.- ¡Se quedó atrás porque uno de los criados del conde le había dado un
fustazo!

LOMOV.-¡Y se lo merecía! ¡Todos los perros perseguían al zorro y su Otkataise pone a


zamarrear al cordero!

CHUBUKOV.-¡Eso no es cierto!... ¡Soy irascible, alma mía, por lo que le ruego


dejemos esta discusión!... ¡Si recibió un fustazo fue porque todos son
envidiosos del perro ajeno! ¡Así es! ¡Todos son envidiosos! Y usted
tampoco está libre de culpas, señor mío. Tan pronto como se da cuenta
de que hay un perro mejor que su Ugadai, en seguida se pone a... eso...
etcétera. ¡Es que yo me acuerdo de todo!

LOMOV.-¡Y yo también lo recuerdo todo!

CHUBUKOV.- (Remedándole) ¡Y yo también lo recuerdo todo! ¿Y de qué se acuerda


usted?

LOMOV.-¡Oh, qué palpitaciones!... ¡La pierna dormida!... ¡No puedo más!

13
NATASHA.- (Haciéndole burla) ¡Palpitaciones!¿Qué clase de cazador es usted?
¡Mejor que se quede en la cocina matando cucarachas, en lugar de ir a
cazar zorros! «¡Palpitaciones!»

CHUBUKOV.-De veras, ¿qué clase de cazador es usted? ¡Precisamente por sus


palpitaciones, debería estarse sentadito en casa y no subirse a una silla
de montar!... ¡Y todavía, si cazara usted..., pero lo único que hace es
discutir y estorbar a los perros ajenos!... ¡Soy irascible, dejemos esta
discusión; pero conste que de cazador no tiene nada!

LOMOV.-¿Y usted si tiene de cazador? ¡Usted va de caza más que para florearse con el
conde y armar intrigas!... ¡Mi corazón!... Usted es un intrigante.

CHUBUKOV.-¿Cómo? ¿Yo un intrigante? (Gritando) ¡Cállese!

LOMOV.-¡Intrigante!

CHUBUKOV.-¡Mocoso! ¡Cachorro!

LOMOV.-¡Rata vieja! ¡Hipócrita!

CHUBUKOV.-¡Cállate o te mataré con un tiro como a una codorniz!

LOMOV.-Todo el mundo sabe que... ¡ay mi corazón! su difunta mujer le pegaba... ¡Mi
pierna! ¡Mis sienes! ¡Las chispas!... ¡Me caigo, me caigo!...

CHUBUKOV.-¡Y usted está bajo la pantufla de su ama de llaves!

LOMOV.-¡Espere, espere!... ¡Ya me ha estallado el corazón! ¡Se me ha roto el hombro!


¿Dónde está mi hombro? (Cae desplomado en una butaca.) ¡Me
muero! ¡Un médico! (Pierde el conocimiento.)

CHUBUKOV.-¡Mocoso, niño de teta, vago!... ¡Me siento mal! (Bebe agua.) ¡Me siento


mal!

NATASHA.-¿Qué clase de cazador es usted? ¡No sabe ni montar a caballo! (A su


padre.) ¡Papá!... ¿Qué le pasa? ¡Papá! ¡Míralo, papá! (Con un
chillido.) ¡Iván Vasilievich! ¡Se ha muerto!

CHUBUKOV.-¡Me siento mal! ¡Me falta la respiración! ¡Aire!

NATASHA.-¿Está muerto? (Sacudiéndole por el brazo.) ¡Iván Vasilievich! ¡Iván


Vasilievich! ¿Qué es lo que hemos hecho? ¡Se ha muerto! (Cayendo
en una butaca) ¡El médico, el médico! (Llora histéricamente.)

CHUBUKOV.-¡Ah! ¿Qué pasa? ¿Qué quieres?

NATASHA.- (Entre gemidos) ¡Está muerto, está muerto!

14
CHUBUKOV.-¿Quién está muerto? (Fijando los ojos en Lomov) ¡De veras está
muerto! ¡Dios mío! ¡Agua, el médico! (Acercando un vaso a los
labios de Lomov) ¡Bebe, bebe! ¡No bebe!... ¡Entonces está muerto y
etcétera!... ¡Infeliz de mí!... ¿Por qué no me he matado todavía? ¿Qué
estoy esperando? ¡Tráiganme el cuchillo! ¡Tráiganme la
pistola! (Lomov empieza a moverse) ¡Parece que revive! Tome agua,
así... así...

LOMOV.-¡Chispas!... ¡Neblina!... ¿Dónde estoy?

CHUBUKOV.- ¡Cásense lo más pronto posible y váyanse al diablo! ¡Ella da su


consentimiento! (Uniendo las manos de Lomov a las de su hija) Está
de acuerdo, etcétera. Los bendigo, etcétera. ¡Pero déjenme en paz!

LOMOV.-¿Eh? ¿Qué? (Levantándose) ¿A quién?


CHUBUKOV.-¡Que ella está de acuerdo! ¿Y? ¡Bésense y váyanse al diablo!

NATASHA.- ¡Está vivo!... ¡Sí, estoy de acuerdo!

CHUBUKOV.-¡Bésense!

LOMOV.-¿Eh? ¿A quién? (Lo besa Natasha) Es muy agradable, ¿pero qué pasa?¡Ah,


sí!... ¡Ahora recuerdo!... ¡El corazón!... ¡Las chispas!... ¡Qué feliz soy,
Natasha Stepanovna! (La besa en la mano) ¡La pierna dormida!

NATASHA.-¡Yo!... ¡Yo también me siento muy feliz!

CHUBUKOV.-¡Uf! ¡Qué peso me saqué de encima!

NATASHA.-Pero, sin embargo, tendrá usted que reconocer que Ugadai es peor que
Otkatai...

LOMOV.-¡Mejor!

NATASHA.-¡Peor!

CHUBUKOV.-¡Bueno! He aquí la dicha conyugal. ¡Champan!

LOMOV.-¡Mejor!

NATASHA.-¡Peor!

CHUBUKOV.- (Esforzándose en dominar las voces) ¡Champan! ¡Champan!

TELÓN

15

También podría gustarte