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Personajes
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En la sala de la casa Simona Mamesa.
SIMONA: (Saliendo al encuentro) ¡A quién veo! ¡Don Alirio! ¡Qué alegría tan
grande! ¡Sígase que está en su casa! (Se le va arriba) ¡Esto sí que es
una grata sorpresa, ¿Cómo está?... dígame.
SIMONA: ¡Gracias a sus oraciones, Ángel mío, vamos tirando! Pero; siga, se lo ruego.
¡No está bien, eso de olvidarse así de sus vecinos! ... ¡Querido! ¿Cómo viene
tan de etiqueta?... ¿Va usted a alguna parte?
SIMONA: ¿Y por qué entonces va vestido de esa manera? ¡Pareciera que estuvieramos
en fiestas y que va usted de parranda!
ALIRIO: Verá usted estimada Somona... ¡Perdone!... ¡quiero decir!... Doña Simoña
Mamasa (se interrumpe y vuelve a explicar) ¡Estoy terriblemente nervioso!
(Aparte) En una palabra, que solo usted puede ayudarme, aunque yo no
merezca tal honra, ni tenga derecho a su ayuda.
SIMONA: Al grano, querido ¡Diga lo que sea de una vez!…Se trata de… (Lo trae al
centro)
SIMONA: (Con alegría) ¡Don Alirio! ¡Querido! ¡Repita eso otra vez! ¡No sé si lo he
oído bien! (tomándolo del brazo)
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tonta? ¡La alegría me ha dejado aturdida! ¡Completamente aturdida! ¡Voy a
llamar a Cristeta! (con voz aguda) ¡Cristeta! ¡Cristeticaaa! ¡Venga Mija!
ALIRIO: ¡Estimada Doña Simona! ¿Cree que puedo contar con su aceptación?
ALIRIO: Tengo frío, estoy temblando como si fuera a examinarme. Lo principal era
decidirse. ¡Si uno está tiempo y tiempo pensando empieza a vacilar, y si uno
espera encontrar el ideal, el amor verdadero, entonces uno no se casa nunca!
Brrr… ¡Que frío! Cristeta Mamesa es una perfecta ama de casa, no está mal
de exterior y es instruida. ¿Qué más puedo desear?... Con todo esto, y con
tanta excitación, ya empiezo a sentir el ruido de oídos. (Bebe agua.) Ya es
hora de que me case. En primer lugar he cumplido los treinta y cinco. ¡Edad,
digamos, critica! ¡En segundo, necesito hacer una vida ordenada y bien
organizada! ¡Tengo una lesión de corazón, me dan constantes palpitaciones y
me excito y agito terriblemente! Ahora mismo, estoy sintiendo un temblor en
los labios y un tic nervioso en el párpado derecho. Sin embargo, para mí, lo
más penoso es la falta de sueño... No hago más que echarme en la cama y
empezar a quedarme dormido, cuando de pronto, en el costado izquierdo
siento una. Este luego me sube al hombro y a la cabeza. Me levanto de un
salto como un loco, doy unas vueltas y me acuesto otra vez; pero apenas he
empezado a adormecerme, cuando de nuevo siento la punzada en el costado
otra vez... ¡Y así lo menos veinte veces!... (Entra Cristeta.)
CRISTETA: Fume si quiere. Ahí tiene usted las cerillas. Hace hoy un tiempo
maravilloso... Ayer, en cambio, llovía de tal manera que los mozos se
pasaron todo el día con los brazos cruzados... ¿Cuántas lonas de pasto
recoge usted?... ¡Yo, imagínese, por dármelas de avariciosa, me puse
disque a cortar todo el prado; dios quiera que el pasto seco no se me
vaya a podrir! Hubiera sido mejor que me esperara ¿Verdad?... Pero,
¿qué veo?... ¡Viene usted muy perfumao! ¡Vaya, vaya! ¿Va usted pal
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algún lado, o qué?... ¡Hasta se vé simpático!... Pero, de veras, dígame,
en serio, ¿Qué bicho fue el que le pico?
ALIRIO: Procuraré ser breve. Usted sabe, estimada Cristeta Mamesa... que, desde hace
mucho tiempo, desde la misma infancia, tengo el honor conocer a su
familia... Mi difunta tía y su esposo, de los que yo, como usted se
servirá sabe, heredé las tierras..., siempre estimaron profundamente a
su madre y a su difunto padre... las familias Mamesa y Puerquisongo,
mantuvieron siempre un trato amistoso, que bien pudiera llamarse…
de parientes. Además..., como usted tiene el honor de saber..., mis
tierras lindan estrechamente con las suyas... Si usted recuerda, mi
pastizal de los bueyes limita con su potrero.
ALIRIO: ¿Cómo que de dónde?... Ese pastizal forma una cuña entre su potrero y el
pantano de los sapos.
CRISTETA: ¡Mas sapo será usted por mentiroso! ¡Le digo y le repito que ese pastizal
es nuestro!
ALIRIO: ¿Como que desde cuándo?... Desde que alcanzo recordar, fue siempre
nuestro.
ALIRIO: ¡Eso puede verse en los papeles, estimada Cristeta Mamesa!... ¡La propiedad
de esas tierras fue discutida en un tiempo, eso es cierto: pero ahora
todo el mundo sabe que son mías! ¡Ni se discute! Tenga la bondad de
escucharme... La abuela de mi tía cedió estas tierras, por tiempo
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indeterminado y gratuitamente, a los campesinos del abuelo de su
padre de usted y, en cambio, ellos tenían que cocerle los ladrillos. Los
campesinos del abuelo de su padre aprovecharon las tierras durante
cuarenta años y se acostumbraron a considerarlas como suyas... sin
embargo... cuando salió la nueva orden...
CRISTETA: ¡No es nada de eso que usted dice! ¡Mi abuelo, que en paz descanse, lo
mismo que mi tatarabuelo, siempre consideraron sus tierras llegando
al pantano sapos... lo cual quiere decir que el pastizal de bueyes
siempre fue nuestro! ¡Aquí no hay nada que discutir! ¡Resulta hasta
enojoso!
CRISTETA: ¡No!... ¡Sencillamente me está usted tomando del pelo, o me quiere hacer
rabiar!... ¡Vaya sorpresa!... ¡Conque tenemos unas tierras desde hace
casi trescientos años y, de repente, vienen a decirnos que no son
nuestras! ¡Perdone usted, Don Alirio Puerquisongo, pero no puedo
creer lo que oyen mis oídos! ¡Y déjeme decirle una vaina sobre el
pastizal de los bueyes! No tienen más que cinco hectáreas y no vale
más de trescientos mil pesos, pero me indigna la injusticia... ¡Diga lo
que le dé la gana, pero no puedo soportar la injusticia!
CRISTETA: ¡El abuelo, la abuela, la tía! ¡No comprendo absolutamente nada! ¡El
pastizal de bueyes es nuestro y punto! ¿O se lo explico con plastilina?
CRISTETA: ¡Es nuestro! ¡Aunque se pasara usted más de dos días intentando
demostrarlo, y aunque se vistiera usted de gala todos los días! ¡Le
digo que el pastizal de los bueyes es nuestro, nuestro, y nuestro! ¡No
quiero nada suyo, pero no quiero tampoco perder lo que es mío! ¡Ya
lo sabe usted!
ALIRIO: Yo, Cristeta Mamesa, no necesito de esas tierras. ¡Lo que quiero es mantener
el principio!... si usted quiere, se lo regalo.
CRISTETA: ¡Yo soy la que podría regalárselo a usted! ¡Es mío! ¡Todo esto es muy
extraño, Don Alirio Puerquisongo! ¡Hasta ahora le hemos considerado
como un buen vecino, como a un amigo!... ¡El año pasado le
prestamos nuestra trilladora, quedándonos nosotros sin terminar de
trillar nuestro pasto hasta noviembre, y usted se porta con nosotros
como si fuéramos unas intrusas!... ¡Me regala usted mi propia tierra!
¡Perdone, pero así no procede un buen vecino! ¡A mis ojos esto podría
resultar, hasta... si quiere... insultante!
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ALIRIO: Entonces... según usted... ¿Soy un usurpador? ¡Señora!... ¡Jamás me he
adueñado de tierras que no me pertenecieran, y no permito a nadie que
me culpe de tal cosa! (Dirigiéndose rápidamente a la jarra de agua,
bebe) ¡El pastizal de los bueyes es mío!
ALIRIO: (Llevándose una mano al corazón) ¡El Pastizal de los bueyes es mío!... ¿Lo
entiende usted?... ¡Mío!
ALIRIO: Si no fuera, señora, por este horrible y torturante latir de corazón, si no fuera
por estas venas que están por estallar, entonces hablaría con usted de
otra manera. (Gritando) ¡El pastizal de los bueyes es mío!
CRISTETA: ¡Mío!
ALIRIO: ¡Mío!
CRISTETA: ¡Nuestro!
ALIRIO: ¡Mío!
NATASHA.-¡Papá! ¡Di, por favor, a este caballero a quién pertenece El Pastizal de los
Bueyes! ¡Si a él o si a nosotros!
LOMOV.- ¡Pero, por Dios..., Stepan Stepanovich! ¿Cómo van a ser suyas esas
tierras?... ¡Por lo menos usted debería ser razonable!... Verá... La
abuela de mi tía había dejado esos pastizales, para uso ilimitado y
gratuito, a los campesinos de su abuelo de usted. Los campesinos
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aprovecharon las tierras durante cuarenta años y se acostumbraron a
ella como si fuera suya… pero cuando salió la nueva ordenanza…
LOMOV.-¡Pues sí lo demostraré!
CHUBUKOV.-¡Mamita, para qué gritar así! ¿Por qué gritar?... ¡A gritos es imposible
demostrar nada!... ¡Yo no quiero lo que sea suyo, pero tampoco tengo
la intención de perder nada que sea mío!... ¿Por qué iba a perderlo? Ya
que hemos llegado a esto, querido mío, ya que usted tiene la intención
de discutir por el pastizal, etcétera, entonces yo prefiero regalarlo a los
campesinos y no a usted. Así es.
LOMOV.-¡No! ¡Sencillamente me toma usted por tonto, y se ríe de mí! ¡No solo dice
que mis tierras son suyas, sino que, encima, pretende que conserve la
sangre fría y le hable como es debido! ¡Ese no es el proceder de un
buen vecino, Stepan Stepanovich!... ¡Usted no es un buen vecino, sino
un usurpador!
CHUBUKOV.-¡En juicio! Puede usted acudir a juicio, estimado señor, etcétera. Sí que
puede ¡Denúncienos cuando quiera! ¡Ya le voy conociendo bien! Eso
es. Usted solo espera la primera ocasión para pleitear, etcétera... Tiene
alma de demandante. ¡Toda su familia fue siempre pleiteadora, toda!
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LOMOV.-Hágame el favor de no ofender a mi familia. En la familia Lomov todos
fueron honrados, y no hubo ninguno que fuera juzgado por
malversación de fondos como su tío de usted.
LOMOV.- ¡Aquí está mi sombrero! ¡Ay! ¡El corazón!... ¿Por dónde salgo?
¿Dónde está la puerta?... ¡Ay! ¡Me siento morir! ¡Llevo a rastras la
pierna! (Se dirige a la puerta)
CHUBUKOV.-¡Infame! ¡Espantapájaros!
CHUBUKOV.-Y que ese zorrino, este... eso es, este sarnoso, todavía se atreve a
declararse, etcétera ¿Eh? ¡A declararse!
NATASHA.-¿Cómo a declararse?...
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CHUBUKOV.-¡Claro! ¡Vino a pedir tu mano!
CHUBUKOV.-¿Volver, a quién?
CHUBUKOV.- Pero ¿qué te pasa? ¿Qué quieres?... (Se toma la cabeza entre las
manos.) ¡Qué desgraciado soy! ¡Me pegaré un tiro! ¡Me ahorcaré!
NATASHA.- (Gimiendo.) ¡Que vuelva!
CHUBUKOV.-¡Claro, ahora el culpable soy yo! ¡Eso es! (Por la puerta aparece
Lomov.) ¡Pues bien, entiéndete tú con él! (Sale.)
LOMOV.-Me late horriblemente el corazón... ¡Es mío! ¡Ahora tengo el tic en los dos
ojos!
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NATASHA.-Conque ya sabe... que el Pastizal de los bueyes es suyo.
Siéntese. Estábamos equivocados...
LOMOV.-Yo, era solo por cuestión de principios. La tierra no tiene valor para mí. Lo
preciso para mí es mantener el principio...
NATASHA.-Papá pagó ochenta y cinco rublos por su Otkatai, y... Otkatai es mucho
mejor que Ugadai.
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LOMOV.-Se la he medido, sí... Para perseguir, claro que sirve, pero para otra cosa
dudo que pueda servir.
LOMOV.- ¿Viejo? No lo cambiaría ni por cinco de sus Otkatai. ¡No faltaría más!...
Ugadai es un perro, y en tanto su Otkatai... Hasta es ridículo discutir...
perros como su Otkatai se encuentran en la jauría de cualquier mata
gatos en más cantidad que peces en el agua... ¡Veinticinco rublos
resultaría un precio altísimo para él!
LOMOV.-Estoy viendo Natasha Stepanovna, que me tiene usted por ciego o por necio.
Entiéndalo de una vez, su Otkatai es hundido de hocico.
NATASHA.-¡No es verdad!
LOMOV.-¡Defectuoso!
NATASHA.- (Con un chillido) ¡Mentira!
NATASHA.-Y usted ¿por qué dice esas tonterías?... ¡Es indignante! ¡Justo cuando le ha
llegado el momento de llevar al matadero a su Ugadai, se pone usted a
compararlo con mi Otkatai!
NATASHA.-¡Siempre lo he dicho: los cazadores que más discuten son los que menos
entienden!
NATASHA.-¡No me callaré hasta que reconozca que Otkatai es cien mil veces mejor
que Ugadai!
LOMOV.-¡Cien mil veces peor y su Otkatai que se muera! ¡Oh!... ¡Mis sienes, mi ojo,
mi hombro!...
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NATASHA.-¡Y su Ugadai que no muera; total ya está medio muerto!
NATASHA.-¡No callaré!
CHUBUKOV.- ¡Se quedó atrás porque uno de los criados del conde le había dado un
fustazo!
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NATASHA.- (Haciéndole burla) ¡Palpitaciones!¿Qué clase de cazador es usted?
¡Mejor que se quede en la cocina matando cucarachas, en lugar de ir a
cazar zorros! «¡Palpitaciones!»
LOMOV.-¿Y usted si tiene de cazador? ¡Usted va de caza más que para florearse con el
conde y armar intrigas!... ¡Mi corazón!... Usted es un intrigante.
LOMOV.-¡Intrigante!
CHUBUKOV.-¡Mocoso! ¡Cachorro!
LOMOV.-Todo el mundo sabe que... ¡ay mi corazón! su difunta mujer le pegaba... ¡Mi
pierna! ¡Mis sienes! ¡Las chispas!... ¡Me caigo, me caigo!...
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CHUBUKOV.-¿Quién está muerto? (Fijando los ojos en Lomov) ¡De veras está
muerto! ¡Dios mío! ¡Agua, el médico! (Acercando un vaso a los
labios de Lomov) ¡Bebe, bebe! ¡No bebe!... ¡Entonces está muerto y
etcétera!... ¡Infeliz de mí!... ¿Por qué no me he matado todavía? ¿Qué
estoy esperando? ¡Tráiganme el cuchillo! ¡Tráiganme la
pistola! (Lomov empieza a moverse) ¡Parece que revive! Tome agua,
así... así...
CHUBUKOV.-¡Bésense!
NATASHA.-Pero, sin embargo, tendrá usted que reconocer que Ugadai es peor que
Otkatai...
LOMOV.-¡Mejor!
NATASHA.-¡Peor!
LOMOV.-¡Mejor!
NATASHA.-¡Peor!
TELÓN
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