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BLOQUE I - UNIDAD II

Tectónica de Placas
Dinámica terrestre. Tectónica de placas. Límites y movimientos. Diastrofismo

Autora: Lic. Ma. Florencia Galecio

NOTA: Se recomienda al alumno que apoye su lectura de clase con la bibliografía “ad-hoc”

INTRODUCCIÓN
A principios del siglo XX, las ideas geológicas sobre la edad de las cuencas oceánicas estaban
dominadas por la creencia de que eran muy antiguas. Además, la mayoría de los geólogos aceptaba
la permanencia geográfica de los océanos y los continentes.

Se pensaba que las montañas eran el resultado de contracciones de la Tierra causadas por el
enfriamiento gradual a partir de un estado fundido antiguo. A medida que el interior se enfriaba y se
contraía, la superficie sólida externa de la Tierra se deformaba plegándose para ajustarse a la
contracción del planeta. Por consiguiente, las montañas se consideraban análogas a las arrugas que
aparecen en una pieza de fruta cuando se va secando. Este modelo de los procesos tectónicos de la
Tierra, aunque inadecuado, estaba firmemente atrincherado en el pensamiento geológico de la
época.

El concepto de una Tierra móvil desagradaba de manera particular a los geólogos


norteamericanos, quizá porque la mayor parte de las pruebas que apoyaba el movimiento había sido
recogida de los continentes del hemisferio sur, con los cuales la mayoría de los geólogos
norteamericanos estaba poco familiarizada. Sin embargo, durante las décadas de los años cincuenta
y sesenta, nuevas pruebas empezaron a reavivar el interés por esta propuesta que estaba casi
abandonada. Nuevos avances indujeron la exposición de una teoría mucho más completa que
incorporaba aspectos de la deriva continental y de la expansión del fondo oceánico: una teoría
conocida como tectónica de placas.
En las últimas décadas, se ha aprendido mucho sobre la dinámica de nuestro planeta. La
evolución del conocimiento comenzó a principios del siglo XX con la propuesta de la deriva
continental, la idea de que los continentes se movían sobre la superficie del planeta. Esta propuesta
contradecía el punto de vista establecido, según el cual, los continentes y las cuencas oceánicas eran
permanentes y estacionarias.

La idea de que la geografía de la Tierra era diferente en el pasado, comenzó con un


razonamiento del geólogo Edward Suess a fines del siglo XIX, el cual observó las semejanzas entre los
fósiles vegetales del Paleozoico Superior de la India, Australia y Sudamérica, así como también la
evidencia de glaciación en estos continentes del sur. En 1885, propuso el nombre de Gondwana, para
un supercontinente compuesto por estas grandes masas de tierra meridionales. Su nombre lo toma
de una provincia de la India, en la que se observan evidencias de una extensa glaciación, así como
abundantes fósiles de la flora Glossopteris, una asociación de plantas del Paleozoico superior, que se
encuentran sólo en India y los continentes del hemisferio sur. Suess, pensaba que la distribución de
estos fósiles y depósitos glaciales, eran consecuencia de grandes puentes de tierra que unían los
continentes y que posteriormente se hundieron bajo el océano.

La hipótesis de la deriva continental fue enunciada por Alfred Wegener, meteorólogo


alemán, cuando publicó por primera vez en 1915, el libro “El origen de los continentes y los océanos”.
Proponía la existencia de un supercontinente denominado Pangea (que significa “toda la tierra”) que
hace unos 200 millones de años empezó a romperse en continentes más pequeños, que derivaron a
sus posiciones actuales. Esto lo ilustró en una serie de mapas que mostraban la ruptura del Pangea y
el movimiento de los diversos continentes hasta su ubicación actual.

No obstante, estas evidencias presentas, la reacción inicial de los científicos de entonces fue
variada, considerándolas heréticas algunos o confusas para otros.

En 1937, el eminente geólogo sudafricano Alexander du Toit publicó su libro “Nuestros


continentes erráticos”, desarrollando en él, las ideas de Wegener y aportando más pruebas de orden
geológico y paleontológico. En su obra contrastaba los depósitos glaciales de Gondwana con los
depósitos de carbón del hemisferio norte que eran de la misma edad. Para resolver esta aparente
paradoja, du Toit, movió los continentes de Gondwana hacia el Polo Sur y reunió los continentes

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septentrionales, de modo que los depósitos de carbón quedaran en el ecuador. A esta masa de
tierras la denominó Laurasia que constaba de América del Norte, Groenlandia, Europa y Asia (con
excepción de la India).

A pesar de estas nuevas evidencias, los geólogos se rehusaban a aceptar la idea de que los
continentes se movían. No fue sino hasta la década de 1960, cuando la investigación oceanográfica,
proveyó de pruebas convincentes de que los continentes habían estado unidos y se habían separado
posteriormente, a partir de lo cual, la idea fue por fin ampliamente aceptada.

Las evidencias presentadas por Wegener, du Toit y otros para respaldar la hipótesis de la
deriva continental se pueden sintetizar en cuatro fundamentales:

1. Ajuste o Encaje continental: A Wegener, lo impresionaba la estrecha semejanza entre los litorales
de los continentes opuestos del Océano Atlántico, particularmente entre Sudamérica y África,
Los críticos que dicha configuración era resultado de la erosión y deposición y que se
modificaban en forma continua.
2. Evidencias fósiles: Algunas de las pruebas más evidentes de la deriva continental provienen del
registro fósil. Fósiles que se habían encontrado en los distintos continentes, que no podrían
haber atravesado los enormes océanos que existen en la actualidad. Un ejemplo es el
Mesosaurus, un reptil de agua dulce con dientes prominentes que vivía en lagos de lo que
entonces eran zonas adyacentes y cuyos fósiles se limitan al este de Sudamérica y al sur de
Africa. Otro ejemplo es el helecho fósil Glossopteris, de grandes semillas, que, por su tamaño y
peso, hacía imposible su dispersión a grandes distancias. Los restos están alojados en mantos de
carbón que son del Carbónico superior y Pérmico y se hallan dispersos en los cinco continentes
del Pangea. Otros restos hallados corresponden a reptiles terrestres del Triásico y se encuentran
en las zonas continentales de Gondwana. Sus nombres son Lystrosaurio y Cinognato, que al ser
terrestres no podrían haber nadado a través de los océanos que actualmente separan los
continentes, afirmando que los mismos deberían haber estado conectados alguna vez.
3. Rocas y estructuras montañosas: si los continentes estuvieron juntos en el pasado, las rocas y las
cadenas montañosas en ubicaciones adyacentes de continentes opuestos deben encajar
ajustadamente. Las secuencias de las rocas que van desde el Carbónico hasta el Jurásico son casi
idénticas en los cinco continentes. Las orientaciones de las cadenas montañosas apoyan esta

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teoría, ya que algunas parecen formar una sola línea continua si se colocan los continentes uno al
lado del otro. Ejemplo de ello lo vemos en los Apalaches y las cadenas de montañas de
Groenlandia, Irlanda, Gran Bretaña y Noruega.
4. Evidencias paleoclimáticas: Durante el Paleozoico superior los glaciares cubrían extensas áreas
continentales del hemisferio Sur (Sudamérica, Africa, India y Australia), esto lo evidencia los
depósitos morénicos y también los rasgos erosivos (estrías). Gran parte de las zonas que
contienen pruebas de esta glaciación paleozoica tardía se encuentran en otras latitudes
actualmente y bajo otro clima tropical o subtropical. Por otro lado, los grandes depósitos de
carbón, dan indicio de que imperaba en el hemisferio norte un clima tropical, mientras que en el
hemisferio sur estaba cubierto de hielo. Se han encontrado evidencias del paleoclima meridional
en fósiles hallados en altas latitudes actuales como los de Siberia, Estados Unidos y Europa,
denunciando la migración continental.

PALEOMAGNETISMO Y DERIVA POLAR


La deriva continental revivió su interés en la década de 1950, como resultado de pruebas
aportadas por el avance en estudio del campo magnético de la Tierra. El Paleomagnetismo es el
magnetismo remanente en rocas antiguas que registran la dirección de los polos magnéticos en el
tiempo de la formación de la roca. Se basa entonces en el estudio del magnetismo de las rocas.

Se puede concebir a la Tierra como un gigantesco imán bipolar en el que los polos
magnéticos corresponden estrechamente a la ubicación de los polos geográficos. Esta disposición
significa que la fuerza del campo magnético no es constante, sino que varía, pues es más débil en el
ecuador y más fuerte en los polos. Se piensa que el campo magnético de la Tierra resulta de la
convección dentro del núcleo externo líquido.

Cuando el magma se enfría por debajo de los 580 ºC (punto de Curie), los minerales de hierro
se alinean con el campo magnético terrestre, registrando tanto la dirección como la fuerza de este
campo. Mientras la roca no sea calentada posteriormente por encima del punto de Curie, preservará
el magnetismo remanente.

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Además de la dirección también se registra el grado de inclinación magnética, lo que es
indicativo de la latitud donde formaron dichas rocas.

Estudios paleomagnéticos en Estados Unidos y Europa demostraron que el alineamiento


magnético de los minerales de hierro en las diferentes coladas de lava de distintas épocas variaba
mucho. Una representación de la posición aparente del polo norte magnético reveló que, durante los
últimos 500 millones de años, la posición del polo había migrado de manera gradual desde una
posición próxima a Hawai, hacia el norte a través de Siberia oriental hasta su posición actual.

Esta era una prueba sólida a favor de que o bien los polos magnéticos se han desplazado a lo
largo del tiempo, una idea conocida como deriva polar, o bien los continentes se habían desplazado.

Aunque se sabe que los polos magnéticos se mueven, los estudios del campo magnético
indican que las posiciones medias de los polos magnéticos se corresponden estrechamente con las
posiciones de los polos geográficos.

INVERSIONES MAGNÉTICAS Y LA GESTACIÓN DE LA TEORIA


DE LA TECTÓNICA DE PLACAS
En la década de 1950, los geofísicos habían empezado a aceptar el hecho de que el campo
magnético de la Tierra cambia periódicamente de polaridad, es decir, el polo magnético norte se
convierte en el polo magnético sur, y viceversa. Una roca que se solidifica durante uno de los
periodos de polaridad inversa se magnetizara con la polaridad opuesta a la de las rocas que están
formando en la actualidad. Cuando las rocas muestran el mismo magnetismo que el campo
magnético terrestre actual, se dice que tiene polaridad normal, mientras que las rocas que muestran
el magnetismo opuesto se dice que tienen polaridad inversa.
Las evidencias de las inversiones magnéticas se obtuvieron a partir de lavas y sedimentos de
todo el mundo. Una vez confirmado el concepto de las Inversiones magnéticas, los investigadores
empezaron a establecer una escala temporal para las inversiones de polaridad. Hay muchas áreas
donde se ha producido esporádicamente actividad volcánica durante periodos de varios millones de
años. La tarea consistía en medir la polaridad magnética en numerosas coladas de lava de diversas
edades. Estos datos, que se recogieron por todo el planeta, se utilizaron para determinar las fechas

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de cambio de la polaridad del campo magnético terrestre.
Se descubrió una relación muy significativa entre las inversiones magnéticas y la hipótesis de la
expansión del fondo oceánico. Los investigadores descubrieron franjas alternas de magnetismo de
alta y baja intensidad que discurrían aproximadamente paralelas a las crestas de las dorsales.
Durante los años cincuenta y sesenta, los grandes avances tecnológicos permitieron
cartografiar ampliamente el suelo oceánico. De estos estudios llegaría el descubrimiento del sistema
global de dorsales oceánicas. Además, se observó que la dorsal Centro atlántica era paralela a los
márgenes continentales a ambos lados del Atlántico. También fue importante el descubrimiento de
un valle de rift central que se extiende a todo lo largo de la dorsal Centro atlántica, una indicación de
que estaban actuando grandes fuerzas tensionales. Además, se observó que el sistema de dorsales
oceánicas estaba caracterizado por un intenso vulcanismo y un elevado flujo térmico.
En otras partes del océano se estaban haciendo más descubrimientos. Los estudios sobre
terremotos llevados a cabo en la proximidad de las fosas oceánicas profundas demostraron que se
producía actividad tectónica a grandes profundidades por debajo del océano. Las montañas
submarinas de cima plana, situadas centenares de metros por debajo del nivel del mar, mostraban
signos de haber sido previamente islas que de alguna manera se sumergieron. Igual de importantes
fueron los dragados de la corteza oceánica que dieron rocas cuya antigüedad no era superior a 160
millones de años.
En 1962, con base en la investigación oceanográfica realizada en la década anterior, Harry
Hess propuso la teoría de la Expansión del Fondo Oceánico para explicar el movimiento continental.
Hess sugirió que los continentes no se mueven a través de la corteza oceánica, sino que continentes
y corteza se mueven juntos. Proponía que el fondo marino se separa en dorsales oceánicas, donde se
forma nueva corteza por brote de magma. Al enfriarse el magma, la corteza recién moldeada se
mueve hacia los lados apartándose de la dorsal. Como mecanismo impulsor de este sistema, Hess
revivió la idea de las celdas de convección térmica en el manto; esto es que el magma caliente
asciende del manto, pasa a través de las fracturas que definen las dorsales oceánicas y de este modo
configura nueva corteza. La corteza fría se subduce nuevamente en el manto a lo largo de profundas
hendiduras, donde se calienta y recicla completando así la convección térmica.
En 1963 F. Vine y D. Mathews relacionaron el descubrimiento de las bandas de alta y baja
intensidad con el concepto de Hess de expansión del suelo oceánico. Por lo tanto, conforme el

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magma intruye y solidifica a lo largo de las dorsales, sus componentes magnéticos adoptan la
polaridad del campo magnético existente.

TECTÓNICA DE PLACAS
La teoría general sobre las placas litosféricas, sus movimientos relativos e interacciones en
sus bordes se llama tectónica de placas. Tectónica es una palabra que significa “el estudio de la
actividad tectónica”. Actividad tectónica, a su vez, se refiere a todas las formas de rotura y flexión de
las rocas de la litosfera.

La litosfera (tanto continental como oceánica) consta de numerosos fragmentos de diversos


tamaños denominados placas. Las placas varían en grosor: las compuestas del manto superior y la
corteza continental alcanzan hasta 250 Km, las compuestas por corteza oceánica y manto superior
son de hasta 100 Km.

La litósfera descansa sobre la semiplástica astenósfera, más caliente y débil. La rotura de la litósfera
ha dado lugar a unas cuantas placas litosféricas, cada una de las cuales se mueve
independientemente de las placas que la rodean, y se alejan principalmente de las dorsales
oceánicas. En otras áreas, las placas chocan y se subducen (insertan) nuevamente en el manto.

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Existen tres grandes clases de bordes o límites de placa activos:

1. Bordes de expansión o límites divergentes: debido a fuerzas tensionales se forma litosfera


nueva por acreción. Las placas se separan producto del ascenso del material del manto, creando
nuevo suelo oceánico.
2. Bordes de subducción o convergentes: debido a fuerzas compresivas se consume litosfera.
Donde las placas se juntan una de ellas se hunde por debajo de la otra hacia el manto.
3. Bordes de falla transformante: por fuerzas de cizalla las placas se desplazan lateralmente una
respecto de la otra sin producción o destrucción de litósfera.
La mayoría de los bordes divergentes donde se produce la expansión de las placas, se sitúa a
lo largo de las crestas de las dorsales. Allí, a medida que las placas se separan del eje de la dorsal, las
fracturas creadas se llenan inmediatamente con roca fundida que asciende desde la astenosfera
caliente situada debajo. Este material caliente se enfría generando una roca dura, produciendo así
nuevos fragmentos de fondo oceánico. De una manera continua, la expansión de las placas y la
ascensión del magma añaden nueva corteza oceánica (litosfera) entre las placas divergentes.
Este mecanismo ha creado el fondo del océano Atlántico durante los últimos 160 millones de

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años y se denomina, con toda propiedad, expansión del fondo oceánico.
A lo largo de los bordes divergentes, donde emergen las rocas fundidas, el fondo oceánico
está elevado. En todo el mundo, estas dorsales se extienden a lo largo de 70.000 kilómetros a través
de todas las principales cuencas oceánicas. A medida que se va formando nueva litosfera a lo largo
de las dorsales oceánicas, ésta se va alejando lenta, pero continuamente, de la zona de ascenso que
se encuentra sobre el eje de la dorsal. Por tanto, la corteza empieza a enfriarse y contraerse,
aumentando con ello su densidad. Esto explica, en parte, la mayor profundidad de la corteza
oceánica más antigua y más fría situada en las cuencas oceánicas profundas. Además, las rocas del
manto localizadas debajo de la corteza oceánica se enfrían y endurecen al aumentar la distancia
desde el eje de la dorsal, añadiendo con ello grosor a las placas. Dicho de otra forma, el grosor y la
densidad de la litosfera oceánica dependen de su edad. Cuanto más antigua (más fría) sea, mayor
será su grosor y su densidad.
No todos los centros de expansión se encuentran en el medio de los grandes océanos. En el
mar Rojo se encuentra un borde divergente de formación reciente. En esta zona, la península Arábiga
se separó de Africa y empezó a moverse hacia el este. Por consiguiente, el mar Rojo está
proporcionando a los oceanógrafos una visión de qué aspecto podía tener el océano Atlántico en su
infancia. Otro mar lineal y estrecho producido por la expansión del fondo oceánico en el pasado
geológico reciente es el golfo de California, que separa la Baja Península de California del resto de
México.
Cuando se desarrolla un centro de expansión dentro de un continente, la masa continental
puede escindirse en dos o más segmentos menores, tal como Alfred Wegener había propuesto para
la ruptura de Pangea. Se piensa que la fragmentación de un continente está asociada con el
movimiento ascendente de roca caliente desde el manto.
El efecto de esta actividad es el abombamiento de la corteza directamente por encima de la
pluma ascendente caliente. Esta elevación produce fuerzas de extensión que estiran y adelgazan la
corteza. La extensión de la corteza va acompañada de episodios alternos de formación de fallas y de
vulcanismo.

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Adyacentes al eje de expansión, los bloques de la corteza están limitados por fallas y forman
unos valles alargados denominados rifts o valles de rift. Conforme continúa la expansión, el valle de
rift se alargará y aumentará de profundidad, ensanchándose al final en un océano.
Llegados a este punto, el valle se convertirá en un mar lineal estrecho con una desembocadura
al océano, similar al actual mar Rojo. La zona de rift seguirá siendo un lugar de actividad ígnea,
generando continuamente nuevo fondo oceánico en una cuenca oceánica en continua expansión.
Los valles de rift de África oriental representan el estadio inicial de la ruptura de un
continente. La extensa actividad volcánica que acompaña la formación de un rift continental tiene su
ejemplo en las grandes montañas volcánicas como el Kilimanjaro y el Monte Kenia. Si los valles de rift
africanos siguen activos en el futuro, África oriental acabara separándose del continente principal de
una manera muy parecida a como la península Arábiga se escindió de África hace tan sólo unos pocos

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millones de años.
No todos los valles de rift terminan en centros de expansión completamente formados. Un
ejemplo de rift abortado en la Argentina está marcado por el eje donde se sitúa la Cuenca del Salado.
Se desconoce todavía porqué un valle de rift se desarrolla hasta formar un centro de expansión
oceánica activo, mientras que otros son abandonados.
En los bordes convergentes se produce una subducción de una de las placas litosféricas
absorbiéndose en el manto. En esta zona de subducción a medida que las placas se deslizan una por
debajo de la otra, la placa se dobla generando una fosa submarina como la de Chile y Perú, aledaña a
la Cordillera de Los Andes. Estas fosas tienen miles de kilómetros de longitud, de 8 a 10 Km de
profundidad y unos 100 Km de ancho.
El ángulo medio con el cual la litósfera oceánica desciende en la astenosfera es de unos 45 º
(variando de acuerdo a su densidad de unos pocos grados a casi 90º).

Se dan en estos límites tres tipos de situaciones:


Convergencia océano-continente: choque de corteza oceánica contra corteza continental. En este
caso la placa que tiene el material menos denso como el continental se ve ascendida, mientras que la
más densa oceánica se hundirá en el manto. A medida que esta última desciende parte de los
sedimentos depositados en la fosa, así como fragmentos de corteza oceánica, se separan y se adosan
a la placa continental generando un prisma de acreción (material deformado). Cuando una placa
descendente alcanza una profundidad de unos 100 a 150 kilómetros, el calor impulsa el agua y otros
componentes volátiles de los sedimentos subducidos hacia el manto suprayacente. Esas sustancias
actúan como fundentes, induciendo la fusión parcial de las rocas del manto a temperaturas
reducidas. La fusión parcial de la roca del manto genera magmas que tienen una composición
basáltica o, posiblemente, andesítica. Los magmas recién formados, al ser menos densos que las
rocas del manto, ascenderán por flotación. A menudo, el magma se acumulará debajo de la corteza
continental situada encima, donde puede fundir parte de las rocas de la corteza ricas en sílice. Por
fin, una parte de este magma rico en sílice puede migrar a la superficie, donde dará lugar a
erupciones volcánicas, algunas de las cuales son explosivas.
El arco andino que recorre el flanco occidental de Sudamérica es el producto de los magmas
generados a medida que la placa de Nazca desciende por debajo deI continente. En la sección central

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de los Andes meridionales, el ángulo de subducción es muy bajo, lo que probablemente explica la
ausencia de vulcanismo en este área. A medida que la placa Sudamericana se desplaza hacia el oeste,
cabalga sobre la placa de Nazca. El resultado es una migración hacia el mar de la fosa de Perú-Chile y
una reducción del tamaño de la placa de Nazca.
Montañas como las de los Andes, que se producen en parte por la actividad volcánica asociada
con la subducción de la litosfera oceánica, se denominan arcos volcánicos continentales.

Convergencia océano-océano: cuando convergen dos placas oceánicas, una desciende por debajo de
la otra, iniciando la actividad volcánica de una manera similar a lo que ocurre en un borde
convergente océano-continente. En este caso, sin embargo, los volcanes se forman en el fondo
oceánico, antes que en un continente. Si esta actividad se mantiene, acabará por construir
estructuras volcánicas que emergen como islas. Las islas volcánicas suelen estar separadas
aproximadamente 80 kilómetros y están formadas sobre dorsales sumergidas de unos cuantos
centenares de kilómetros de anchura. Esta tierra recién formada que consiste en una cadena en
forma de arco de pequeñas islas volcánicas se denomina arco de islas volcánicas. Las Aleutianas, las
islas Marianas y las Tonga, son ejemplos de arcos de islas volcánicas. Arcos de islas como éstos están
localizados generalmente a 200-300 kilómetros del eje de la fosa. Adyacentes a los arcos de islas
antes mencionados se encuentran la fosa de las Aleutianas, la fosa de las Marianas y la fosa de las
Tonga.
La mayoría de los arcos de islas volcánicas está localizada en el Pacífico occidental. Algunos,
como los arcos de las Nuevas Hébridas y de las Marianas, tienen un pequeño prisma de acreción o
ninguno. Por tanto, o bien se deposita muy poco sedimento en estas fosas o bien la mayor parte del
sedimento es transportado al manto por la placa en subducción. En estos lugares, la corteza Pacífica
que subduce, es relativamente antigua y densa y, por consiguiente, se hundirá fácilmente en el
manto. Se piensa que esto explica el gran ángulo de descenso (que a menudo se aproxima a 90
grados) común en las fosas del Pacífico occidental. Muchas de esas zonas de subducción carecen de
los grandes terremotos que están asociados con algunas otras zonas convergentes, como la fosa
Perú-Chile.
Sólo hay dos arcos de islas volcánicas en el Atlántico: el arco de las Antillas Menores adyacente
al mar Caribe, y las islas Sandwich del Sur en el Atlántico sur. Las Antillas Menores son el producto de
la subducción de la placa Atlántica debajo de la placa Caribeña. Localizada dentro de este arco se

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encuentra la isla de la Martinica, donde la montaña Pelée hizo erupción en 1902 destruyendo la
ciudad de San Pedro y cobrándose una cantidad estimada en 28.000 vidas humanas, y la isla de
Montserrat, donde se ha producido actividad volcánica muy recientemente.
En unos pocos lugares, los arcos de islas volcánicas se forman sobre corteza oceánica y
continental. Por ejemplo, la sección occidental del arco de las Aleutianas consiste en numerosas islas
formadas sobre corteza oceánica, mientras que los volcanes del extremo oriental de la cadena están
localizados en la península de Alaska. Además, algunos arcos de islas volcánicas se forman sobre
fragmentos de corteza continental que se han separado del continente principal. Un ejemplo de este
tipo de arco de islas volcánicas son las Filipinas y Japón.

Convergencia continente-continente: antes de una colisión continental, las masas de tierra


afectadas están separadas por una cuenca oceánica. A medida que los bloques continentales
convergen, el fondo oceánico que queda entre ellos es subducido debajo de una de las placas. La
subducción inicia la fusión parcial de las rocas del manto suprayacente, lo cual, a su vez, provoca la
formación de un arco de islas volcánicas. Dependiendo de la localización de la zona de subducción, el
arco de islas volcánicas podría desarrollarse en cualquiera de las masas de tierra convergentes o, si la
zona de subducción se desarrollara varios centenares de kilómetros hacia el mar desde la costa, se
formaría un arco de islas volcánicas. Por último, a medida que se consume el fondo oceánico situado
entre medio, esas masas continentales colisionan. Esto pliega y deforma los sedimentos acumulados
a lo largo del margen continental como si estuvieran colocados en una prensa gigante. El resultado es
la formación de una nueva cordillera montañosa compuesta por rocas sedimentarias deformadas y
metamorfizadas, fragmentos de arcos de islas volcánicas y posiblemente fragmentos de corteza
oceánica.
Después de que colisionan los continentes, la placa oceánica subducida puede separarse del
bloque continental y continuar su movimiento descendente. Sin embargo, debido a su flotabilidad, la
litosfera continental no puede ser transportada muy al interior del manto. En el caso del Himalaya, el
borde frontal de la placa India fue subducido parcialmente debajo de Asia, dando lugar a una
litosfera continental de un grosor inusualmente grande. Esta acumulación explica, en parte, la gran
elevación del Himalaya ayuda a explicar la elevada llanura tibetana situada más al norte.

Los bordes de falla transformante, son el tercer tipo de límite de placas Es un borde pasivo

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caracterizado por fallas de desplazamiento horizontal (fallas transformantes o transcurrentes), en
donde las placas se desplazan una al lado de la otra sin producir ni destruir litósfera. Aunque la
mayoría de las fallas transformantes estén localizadas dentro de las cuencas oceánicas, una pocas,
entre ellas la famosa falla de San Andrés, en California, atraviesan la corteza continental.

DIASTROFISMO
También denominado deformación de las rocas, refiriéndose a los cambios de forma o
apariencia que puedan afectar a rocas de la litosfera. La rama de la geología que estudia estas
deformaciones se llama geología estructural.
Las deformaciones pueden ser de variados tipos. En algunos casos un tipo de deformación
puede estar dado solo por un cambio de volumen. En otros, la misma puede deberse a un cambio de
forma por plegamiento o fracturación de la masa rocosa.
La deformación es el resultado o la manera de ceder un sólido ante la aplicación de una fuerza.
El esfuerzo es la fuerza que actúa a través de un área de superficie unidad. Las fuerza se representan
en general por pares de flechas. Así las flechas que se apuntan una o otra a lo largo de la misma línea
representan esfuerzos de compresión. Un circulo se transforma en este caso en una elipse, siendo el
eje mayor de la elipse perpendicular al eje de compresión. Las flechas que apuntan en sentidos
opuestos, alejándose una de otra a lo largo de la misma línea, representan esfuerzos de tensión. Un
par de flechas paralelas que apuntan en sentidos opuestos indica esfuerzos de cizalla.
Dependiendo del material, la presión y la temperatura, la deformación producto de un
determinado esfuerzo será diferente. Por lo tanto cuerpo rocoso puede reducir su volumen o
aumentarlo, plegarse o fracturarse.
En ciertos momentos de la historia de la Tierra vastas zonas de la litósfera sufrieron intensas
presiones. A los movimientos generadores de las grandes cadenas montañosas plegadas se los han
denominado orogénicos. Los movimientos orogénicos son esencialmente tangenciales a la corteza.
A los movimientos radiales, que afectaron a las regiones continentales, que fueron elevadas o
hundidas, con ninguno o escaso plegamiento, se los denominaron epirogénicos. Se dan en este caso
grandes elevaciones y depresiones.
Actualmente, estos conceptos se encuentran ampliamente explicados por la teoría de la
tectónica de Placas.

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Los movimientos eustáticos, hacen referencia a los cambios del nivel de base debido a las
variaciones del nivel del mar, producto de los grandes cambios climáticos acontecidos en la historia
de la Tierra. Así se han observado momentos de grandes glaciaciones, donde el nivel del mar se
ubicaba en un nivel inferior al actual y viceversa.

BIBLIOGRAFÍA
 Capítulo 2 de TARBUCK, EDWARD Y FREDERICK LUTGENS, 2005 o 2013. Ciencias de la Tierra.
Una introducción a la Geología Física. Ed. Prentice Hall. Octava o Décima edición.

 Capítulo 2 de WICANDER, REED Y JAMES S. MONROE, 2000. Fundamentos de Geología. Ed


International Thompson Editores, S.A. ISBN: 970-686-024-X. México.

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