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El ex de la autopista

Sofía ya tenía problemas con el alcohol a los 16 años. Su novio era


alcohólico y ella tomaba demasiado mientras estudiaba el bachillerato.
A esa edad varias veces experimentó lagunas mentales después de
alguna fiesta en la que bebió de más. Borracha, su libido aumentaba y
tenía relaciones sexuales con quien fuera. Despertaba rota
moralmente, pero seguía tomando.

Para ella era algo normal. Desde pequeña notó que sus padres se
embriagaban constantemente, incluso en una ocasión vio cómo su
madre llegó con el rostro bañado de sangre porque había chocado en
el auto con su padre. El vehículo quedó destrozado; sin embargo, no
llamaron a los servicios médicos con el fin de que no fueran detenidos.

Dejó el alcohol en su etapa de universitaria, cuando se enteró de que


su exnovio de la secundaria se había estrellado en la Autopista del
Sol. La muerte de su expareja de adolescente marcó su vida para
siempre. No acudió a ningún grupo de ayuda, simplemente decidió no
seguir el camino de sus padres ni de sus amigos que cada ocho días
arriesgaban su vida. Conoció a más personas, buscó un nuevo lugar
donde vivir y cambió completamente de ambiente. Ahora es rarísima la
ocasión en que bebe, no recuerda cuándo fue su última borrachera.
Han pasado más de 20 años desde que abandonó su etapa etílica.
Excesos musicales

Una decepción amorosa llevó a Yocu a experimentar en su boca un


sabor totalmente ajeno a sus papilas gustativas. A los 15 años invitó a
sus amigos a tomar la bebida cubana por excelencia, el ron, que en
México es usual acompañarlo con refresco de cola, pero ellos
decidieron tomarlo solo. Años más tarde, Yocu inició su carrera como
baterista. El éxito de su banda de Ska, Los de abajo, le trajo una vida
de excesos.

Lo que más consumía era cerveza. Entre semana o los fines el


consumo aumentaba y se mezclaba con otras sustancias. El primer
desencuentro con el alcohol fue en medio de una gira por Estados
Unidos. Sin mayor detalle, cuenta que en el hotel donde se
hospedaban los grupos mexicanos pasaron cosas bastante
desagradables que lo hicieron reflexionar. Decidió dejar de beber,
aunque en el mundo de la música parece algo imposible. Sus amigos
en lugar de ayudarlo lo motivaban con el propósito de que siguiera
bebiendo.

Durante 20 años consumió alcohol en cantidades considerables, pero


la fuerza de voluntad y los problemas de salud que lo alejaban de su
pasión musical fueron la mayor inspiración para que dejara de beber.
Hoy en los after o en las fiestas bebe refresco, y a pesar de que en
alguna ocasión especial puede brindar con una copa de vino, jamás ha
vuelto a mezclar la música con el alcohol.
El hijo honesto

Juan estaba borracho pero no inconsciente. Alcanzó a escuchar cómo


su hijo de siete años le decía: “¡Pinche borracho!”. Nunca había visto
así, tan llena de rabia, la cara de su primogénito porque su padre, una
vez más, había llegado ebrio a la casa. Para ese entonces, Juan
llevaba ya buena parte de su vida embriagándose.

Comenzó a los 14 años. Lo primero que bebió fue vodka, y quedó


atrapado. Poco a poco el consumo se hizo más frecuente y aumentó
su intensidad. Al ser originario de Oaxaca, desarrolló un gusto enorme
por el mezcal de ese estado, lo bebía como agua. Era un alcohólico de
carrera larga, nada lo detenía, bebía diario. Hasta esa noche de 1987
cuando su hijo le dijo lo que todos pensaban.

Han pasado más de 30 años y presume no haber bebido una gota de


alcohol en todo ese tiempo. Su mayor motivación para dejarlo fue el
amor por su familia, y le ayudó bastante dejar viejas amistades de un
círculo social que lo presionaban con el fin de que siguiera bebiendo.
Dice que si uno tiene fuerza de voluntad sí es posible dejar de tomar
de un día para otro. A él le funcionó.
Los punks sanos

Jessica tenía 14 años cuando decidió no beber alcohol. No es que


fuera una borracha a esa edad, simplemente no le llamaba la atención.
Después conoció a un grupo de punks que se hicieron sus amigos y le
enseñaron los principios del Straight Edge, un movimiento nacido en
California a inicios de los años 80 en el que los que lo integran dejan
de consumir alcohol, fumar tabaco e ingerir drogas.

La adolescente lo adoptó como su estilo de vida. En las fiestas tomaba


agua o refresco y se dedicaba a cuidar a sus amigos ebrios. Nunca se
sintió fuera de lugar, se daba cuenta de cómo la bebida transformaba
a sus amigas, por tal motivo debía protegerlas. Con el paso del tiempo
conoció a otras personas, rompió su compromiso y comenzó a beber.

Ahora tiene 26 años y nunca ha sido una alcohólica, aunque sí se ha


emborrachado. Eso le ha generado algunos problemas que la han
hecho reflexionar sobre si es momento de volver a sus viejas prácticas
y llevar una vida más sana; quizá nunca es demasiado tarde para
volver a los orígenes.
La soledad de la abstinencia

El alcoholismo de Paco desintegró a su familia. Los problemas que


acarreó después de 25 años de beber le cobraron factura y decidió
rehabilitarse voluntariamente, motivado por la presión familiar. Era
demasiado tarde para reparar los errores del pasado, pero no para
enmendar el camino y cambiar su forma de vivir.

De la misma forma que ocurrió con Sofía, Yocu, Juan y Jessica, los
amigos de Paco lo invitaban a beber, sobre todo cuando salía de su
grupo de Alcohólicos Anónimos, por eso decidió ser un hombre
solitario. Sabe que si tiene amigos recaerá en la bebida con todos lo
problemas que eso significa, por eso ha preferido la soledad que,
aunque a veces le pesa, le provoca tranquilidad.

Ahora ya no bebe, y eso lo ha hecho darse cuenta de que puede llevar


una buena relación con su familia si se encuentra sobrio. No puede
recuperar el tiempo perdido, pero sí mostrarse como alguien diferente
con sus seres queridos y ayudar a otras personas que se encuentran
ante el abismo que él ya logró cruzar.

Estas son algunas historias de quienes pudieron enfrentar su


alcoholismo de manera exitosa o que están en proceso de ganarle la
batalla a una de los vicios que, en México, mata a más personas que
el narcotráfico: 24 000 al año tan sólo en accidentes de tránsito, según
la Organización Panamericana de la Salud. A eso hay que sumarle
las enfermedades que genera.

Por ello es importante reconocer si es que tenemos un problema con


nuestra manera de beber, porque más allá de ser un mala copa,
podemos estar causando bastante daño en nuestro entorno, en
nuestro organismo o en la sociedad. Siempre es bueno quitar el pie
del acelerador y meter el freno, antes de tomar una curva que no
sepamos manejar y que nos llevará a estrellarnos contra el muro de
nuestra realidad.

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