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Eran dos hermanos. Uno rico y uno pobre. El hermano rico detestaba al
hermano pobre. El hermano pobre, cansado del trato que recibía de su
hermano, parte de la casa en busca de trabajo. Como no tiene alimentos para
el viaje va donde su hermano rico que bota los desperdicios y recoge una
cabeza de gallo y restos de pan.
El hermano pobre camina un día entero y, al anochecer, llega a una cueva, ahí
se decide a dormir. Se tapa con su delgado y destrozado poncho.
Al llegar a la cueva, pasa lo mismo que había pasado antes. El hermano rico ve
dos hombres que conversan y que, al amanecer, se sacan los cuernos y bailan.
El hombre se los pone, pero el gallo no canta, aunque el hombre lo molesta y
empuja. Parece que los diablos ya están por terminar de bailar, entonces el
hombre canta como gallo y aletea igual que él.
Los diablos arrancan y lo dejan todo botado. El hombre quiere sacarse los
cuernos, pero no puede. Asustado, huye a su casa. El peso de los cuernos
parece aumentar cada vez más. Entonces decide consultar a un brujo.
El brujo le dice que tiene que colocarse en lo alto de una peña con un animal
para que el cóndor baje a robárselo: cuando el cóndor haga fuerza le pateará
los cuernos y se los irá sacando así. Pero, con cada intento del cóndor los
animales caen a una quebrada honda donde van muriendo. El hombre tiene
que poner otros animales. Cuando cae el último de los animales a la quebraba,
desaparecen los cuernos, pero el hombre queda arruinado.
Esto sirve para demostrar que los que ambicionan con malas artes más de lo
que tienen lo pierden todo.
FIN
Nota: Este cuento muestra cuán peligroso “es desear más de lo que Dios ha
dado”. Es decir, que los hombres deben conformarse con lo que tienen y
aumentarlo con su esfuerzo solamente, ya que solo es privilegio de Dios otorgar
venturas especiales. Aquel que por ambición las busca, “es castigado perdiendo
todo lo que tiene”.