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Crecimiento del 2018 e impulso de

reformas
27 de Septiempre del 2017
Ejecutivo y Legislativo deben aprovechar expansión económica

El Banco Central de Reserva acaba de pronosticar que el Perú crecerá el


2018 en 4.2% del PBI, y que la inversión privada se expandirá en 5.3%.
El MEF es menos optimista y señala que la inversión privada solo
crecerá 3.5%. Pero cualquiera sea el ángulo de enfoque, todos coinciden
en que en el 2018 culminará la ralentización de la economía y el país
volverá por la senda del crecimiento a tasas aceptables. El motivo: los
términos de intercambio comerciales mejoran significativamente porque
continúa el crecimiento de Estados Unidos y China, y se consolida la
recuperación económica de Europa. En este contexto, desde octubre del
2016 el precio del cobre se ha incrementado en más de 35%.

Ante esta situación surge la pregunta sobre qué hacer con el crecimiento.
La expansión económica tendrá mucho que ver con el repunte del precio
del mineral rojo y el ingreso de capitales; pero esos hechos también nos
están indicando que existe una gran agenda pendiente a desarrollar, si
pretendemos continuar creciendo a tasas altas y seguir reduciendo
pobreza como en las últimas décadas. El pecado capital que podrían
cometer las élites peruanas, el Ejecutivo y el Legislativo es observar con
complacencia la nueva expansión económica sin entender que el Perú
necesita de una segunda ola de reformas estructurales para continuar
con una expansión económica sostenible.

Y no solo se trata de reformas económicas y legales, sino también de la


imprescindible y urgente reforma política del país con objeto de
desarrollar círculos virtuosos en la economía y el espacio público. En ese
sentido, el Ejecutivo tiene la ineludible responsabilidad de liderar una
reforma laboral que termine con uno de los sistemas de contratación de
trabajadores más asfixiante y sobrerregulado del planeta, relanzar la
reforma educativa —sobre todo la meritocracia en la escuela pública—
que fue abandonada por el nacionalismo y la gestión Saavedra,
emprender la reforma de salud, abordar el enorme déficit en
infraestructuras y persistir en la simplificación administrativa que se inició
con el pasado Gabinete Zavala.
En la otra orilla está la responsabilidad del Legislativo de liderar o
proponer una gran reforma política del país, que movilice a toda la
sociedad alrededor de debates de fondo: la reforma electoral, la
necesidad de que el Legislativo cuente con una segunda cámara, las
leyes de desarrollo constitucional que precisen los preceptos de la Carta
Política acerca de las relaciones Ejecutivo y Legislativo y, finalmente, la
necesidad de plantear al país un balance de la regionalización que
posibilite propuestas de modificatorias y cambios centrales.

Los sectores que se proponen defender la democracia y la economía de


mercado siempre deberían recordar que desde las elecciones del 2006,
del 2011 y del 2016, en el Perú están en disputa las propuestas
prosistema y antisistema. De alguna manera, esta situación se explica
por el crecimiento y la sorprendente reducción de pobreza en la última
década y media; y al mismo tiempo, el fracaso general del Estado en
proveer los servicios e infraestructura necesarios, no obstante el
considerable aumento de los recursos fiscales.

Las disputas entre las propuestas prodemocracia y procapitalistas con


las fórmulas antisistema es una de las características intrínsecas de las
sociedades de ingreso medio que, luego de una primera oleada de
reformas, crecen a tasas altas y reducen pobreza considerablemente. Sin
embargo, por la falta de una nueva generación de reformas, estos países
se estancan y el pesimismo de las nuevas clases medias favorece a las
propuestas anticapitalistas. Aceptémoslo o no, el Perú está en ese
preciso momento.
 

La tercerización de la política
19 de Septiempre del 2017
Hoy los partidos son solo franquicias políticas

La tercerización o subcontratación es una práctica empresarial que


consiste en contratar a otra empresa para que realice un servicio o
trabajo que ella misma debería realizar. Sus objetivos son: ahorrar costos
a la empresa reduciendo salarios y desaparecer los sindicatos. En el
Perú, este sistema está implementado por los services y comprende
aproximadamente al 80% de los trabajadores formales.
Este despiadado modelo empresarial se ha extendido a la política. Ahora
los “partidos políticos” funcionan como services a favor de diversos
intereses. Es decir, son grupos que funcionan como empresas privadas
que tienen como único objetivo ganar las elecciones. Además conciben
la política a través del marketing; es decir, son franquicias que venden y
promueven imágenes e individualidades como si fuesen productos de
limpieza.

Esta práctica se inició con el fujimorismo, que creaba “partidos” para


cada proceso electoral con el objetivo de perpetuarse en el poder. Las
franquicias fujimoristas han tenido diversos objetivos; por el momento al
fujimorismo le interesa el indulto a Fujimori y no le importan las reformas
que el país necesita para institucionalizarse. Tampoco quieren
convertirse en un partido democrático que supere el nefasto caudillismo
autoritario.

Peruanos por el Kambio (PPK) es el ejemplo de cómo funciona


pragmáticamente una franquicia política. Kuczynski utilizó a diversos
operadores políticos para que lo conectaran con el mundo popular y lo
ayudaran a ganar las elecciones en las campañas 2011 y 2016. Sin
embargo, cuando llegó al poder motejó a su partido de “gorgojos” y
prescindió de ellos porque no pertenecen a su entorno social.

Otro ejemplo de service político es el Apra, que ha perdido identidad y


está entre convertirse en un comité fujimorista (liderado por Velásquez
Quesquén) y, por otro lado, está Jorge Del Castillo, que es el operador
externo del Gobierno pepekausa. Ambas corrientes actúan en abierta
contradicción. Por eso los dirigentes apristas del sur andino afirman que
Alan García, es el culpable de que el partido sea percibido como un
partido al servicio de la Confiep y que haya perdido su impronta
socialdemócrata.

Las izquierdas son el caso más patético de desorientación política y, sin


querer queriendo, están al servicio del sistema. Van dando palos de
ciego al cuestionar el modelo económico sin tener una alternativa seria.
Además, la izquierda parlamentaria está circunscrita a conseguir mejoras
administrativas en el Congreso (asesores, oficinas, pequeñas
prebendas), ha priorizado la lucha por el derecho de las minorías, la
legalización de la marihuana y la defensa esnobista del medio ambiente.
Es una izquierda hecha para la Confiep. Además son defensores de
oficio del Gobierno neoliberal de PPK, por el cual hicieron campaña y
votaron.

Por otro lado, está la inmensa mayoría, con diversidad de demandas que
no son canalizadas por las actuales franquicias políticas representadas
en el parlamento. Más aún, ni las conocen ni las entienden. Por eso los
pueblos, comunidades, estudiantes y diversos grupos sociales crean
organización sociales que empiezan a ejercer poder en todo el país, al
margen del Estado y de losservices políticos. Lamentablemente la
democracia empieza a ser sinónimo de desorden e incompetencia, y es
el primer paso para las soluciones autoritarias que cada día crecen más
en los sectores populares.
 

Conversación en el club empresarial


26 de Septiempre del 2017
Una tácita alianza ideológica, aún sin liderazgo político

En el club empresarial de San Isidro me reuní con cuatro gerentes de


diferentes empresas transnacionales. Querían saber qué piensan los
dirigentes del movimiento social peruano. Es más, me dijeron que leen
mis artículos aterrados, porque describo una realidad que no entienden, y
que observan muy preocupados el país, lo ven sin rumbo. Sin más
preámbulo, resumo la conversación.

Jacob Johnson (ejecutivo minero) me pregunta: ¿Por qué dices que el


poder en el Perú está fragmentado? No te asustes —respondo— en el
Perú existe el poder formal, pero este carece de autoridad. El Poder
Ejecutivo, Legislativo, Judicial, los gobiernos regionales y municipales,
los partidos políticos e incluso los medios de comunicación están
deslegitimados y el 80% de la población no cree en ellos; no les dan
confianza, no los escuchan, los repudian. El otro Perú es diverso,
disperso y fragmentado; crean como pueden sus propios trabajos y
construyen sus casas al margen del Estado, no pagan impuestos y han
instituido sus propias organizaciones que tienen poder en todo el país.

Por ejemplo, las empresas mineras negocian la "licencia social",


imprescindible para asegurar la inversión, con las directivas comunales o
los frentes de defensa local; y casi siempre llegan a acuerdos
satisfactorios, salvo en casos como los de Cajamarca y Arequipa.

Charlotte Sellers (economista y ejecutiva de una empresa inglesa)


pregunta: ¿Cómo pueden convivir esos mundos tan diferentes? Le
explicó que son varios los países que habitan este territorio que
llamamos Perú. Además —le digo— que estos países están en proceso
de reconocerse entre sí. Por ejemplo, Juliaca (“la perla del capitalismo
andino”) expresa esa nueva relación. El 75% de su población se dedica
al comercio formal e informal.

Su parque industrial es el más importante del sur del Perú, alberga a


Alicorp, Backus, Direpsur, Tecnología e Importación, Embotelladora
Juliaca, Inca Motors, Compañía Textilera, Cementos Sur y a diversas
empresas mineras, ganaderas agrícolas. Asimismo, están ahí todos los
bancos y funciona uno de losshopping malls más grandes del país. Sin
embargo, la ciudad crece desordenadamente, como sucede en todo el
Perú.

La ciudad tiene más de 150 barrios, pero solo están reconocidos 5O. El
38% de la población cuenta con agua dos horas diarias, y la inseguridad
y las ejecuciones extrajudiciales son cotidianas. Esta Juliaca —reina del
libre mercado, les señaló— convive con el contrabando, el narcotráfico,
la minería ilegal y el lavado de activos, que también cohabitan con el
Perú formal. Business are business (negocios son negocios) dicen los
puneños.

Alfonso Orriols (ejecutivo de hidrocarburos) reflexiona: ¿entonces el Perú


va camino al populismo de izquierdas? No, al contrario —respondo a mis
interlocutores—, los peruanos son mayoritariamente conservadores y
ahora están movidos por la ira. Los dirigentes sociales urbanos y rurales
anhelan un gobierno autoritario de derecha que por fin ponga orden con
fuerza. Creen que los senderistas están avanzando y quieren organizar
escuadrones de la muerte para acabar con el terrorismo, como lo
hicieron las rondas campesinas hace años; quieren se imponga otra vez
el servicio militar obligatorio para que sus hijos tengan un oficio y también
maten a los delincuentes para defenderse; creen que la reforma
educativa fomenta la homosexualidad en los colegios, mientras las
iglesias en el sector popular ven a PPK como un enviado del demonio.

Y todo esto no se expresa en los números de las encuestas de opinión


que realizan en Lima. Por otro lado, eso peruanos asocian a la izquierda
con la crisis del chavismo, y dicen que los miles de jóvenes venezolanos
que venden arepas en las calles de Lima son por culpa de la izquierda
chavista. Lo que vendrá en esta situación —me atrevo a predecir— es un
régimen autoritario de derechas, porque este pensamiento está
impregnado en las mayorías y en las élites, en medio del desorden que
vivimos y de la incompetencia del Gobierno.
Mi respuesta fue para ellos una recuperación de la fe en el espíritu de
Mussolini, de Escrivá, de Franco, de Sánchez Cerro y de Odría. Esos
ejecutivos creen ciegamente que el indulto a Fujimori traerá la paz y el
orden necesario para el ansiado y salvador crecimiento económico. La
conexión emocional de la derecha empresarial y el pueblo que anhela
autoridad refleja una tácita alianza ideológica, sin liderazgo político aún.
De triunfar esta inverosímil alianza puede cambiar radicalmente la
historia del Perú, con consecuencias impredecibles.

Tino Santander Joo

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