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Cómo actúan las fuerzas para hacer que los objetos se muevan o para cambiar
su estado de movimiento, es el tema de una rama de la física llamada
mecánica. Todos hemos observado estos fenómenos desde nuestra más
temprana niñez; todos hemos experimentado fuerzas y aceleraciones de
algunos objetos. Por ejemplo, hemos sentido como nos movemos hacia
adelante cuando el vehículo, en movimiento, en el que estamos sentados frena
repentinamente o nos movemos hacia atrás cuando este acelera bruscamente
desde el reposo. Estos eventos constituyen nuestra experiencia común, y así
se vuelven componentes de lo que calificamos como nuestro sentido común.
Los físicos y otros científicos están tratando de ampliar estas lecciones del
sentido común y de aplicarlas a lo muy grande (macroscópico), a lo muy
pequeño (microscópico), a lo muy rápido, y a los objetos muy distantes. Un
verdadero progreso en estos intentos se ha obtenido en los siglos recientes, a
medida que los científicos aprendieron a codificar la experiencia común en un
conjunto de leyes generales que podían expresarse como ecuaciones.
Por ejemplo, las mediciones que efectuó Tycho Brahe, uno de los primeros
astrónomos, de los movimientos de los planetas a través del firmamento,
proveyeron a Johannes Kepler en el siglo XVI con datos suficientes para que
pudiera definir las trayectorias de los planetas corno órbitas alrededor de un
centro de masa común. Después, hacia el fin del siglo XVll, Newton desarrolló
su teoría de la mecánica usando algunos de los conceptos cinemáticos creados
por Galileo, y pudo demostrar que las leyes empíricas del movimiento
planetario, formuladas por Kepler, tenían su base física en las leyes de la
gravitación.
Sin embargo nosotros, como físicos del siglo XX, a medida que abarcamos
mayores distancias y masas más grandes, o a medida que considerarnos
objetos muy pequeños y objetos que viajan a muy altas velocidades,
encontramos que nuestros sentidos comunes ya no son aplicables. Así,
descubrimos que las "leyes" que gobiernan el mundo existente a nuestro
alrededor son, en realidad, sólo aproximaciones a un conjunto más grande de
leyes que cubren un dominio más amplio de la naturaleza.
Encontraremos entonces que este conjunto más grande de leyes está lejos
todavía de ser un conjunto verdaderamente universal con el cual describir el
vasto universo en todos sus detalles. Pero como nuestros sentidos comunes sí
se aplican, con precisión excelente, a una gran porción de la naturaleza,
utilizamos un término especial para designar este dominio de la física: clásica.
La mecánica clásica, como otras ramas de la mecánica que han sido
desarrolladas, dependen del tipo de leyes de conservación que establecen que
alguna cantidad permanece igual a través del cambio en el movimiento de un
objeto. Por ejemplo, la masa de una pelota antes y después de haber sido
golpeada. El sentido común nos dice que, fundamentalmente, la naturaleza
debe ser la misma para el hombre que viaja en un tren que para el hombre que
ve pasar al tren por su lado. Una distancia, digamos de 1 m. medida sobre el
tren debe ser la misma que una distancia equivalente medida sobre la tierra, y
el reloj en el bolsillo del hombre en el tren debe marcar la misma hora que el
reloj del hombre que ve pasar el tren por su lado. Estas son conclusiones del
sentido común o del enfoque clásico de la naturaleza. Derivemos ahora, de
esta forma de abordar la naturaleza, un postulado clásico.
Por simplicidad, están orientados de manera que sus ejes Xi, Yj, y Zk son
parelelos, y que el vector de velocidad relativa v es paralelo a los ejes x1 y x2.
Se hace también la suposición de que los relojes en S1 y S2 marchan a la
misma velocidad, y están sincronizados para marcar t = O cuando los orígenes
de los dos sistemas coinciden. Así, nos damos cuenta de que no será
necesario escribir t1 o t2 ya que el tiempo es el mismo en los dos marcos de
referencia y basta escribir t para el tiempo en ambos sistemas.
Supongamos que se pueden colocar los vectores unitarios i1 e i2 sobre los ejes
x1 y x2, y que i1 es siempre igual a i2 cualquiera que sea el valor de t o v.
Nuestra suposición es que un vector unitario siempre lo es, cualquiera que sea
el marco en el cual se ve o se mide, y que un vector unitario siempre
permanece siendo un vector unitario. Inicialmente, esta suposición puede
parecer de simple sentido común, hasta que examinamos la forma en que se
mide la "longitud" de un vector.
Para que podamos tratar a los tres ejes igualmente, supongamos que un vector
unitario j1 yace sobre el eje y1 que j2 yace sobre el eje y2, y que j = j para todos
los t sin importar cuál observador esté haciendo la medición. Finalmente,
dejemos yacer los vectores unitarios k1 y k2 a lo largo de los ejes z1 y z2,
respectivamente con las mismas relaciones de igualdad establecidas para los
otros vectores unitarios.
𝑟1 = (𝑂1 𝑂2 )𝑖 + 𝑟2 (𝑒𝑐𝑢𝑎𝑐𝑖ó𝑛 1)
Donde (O1 O2) es la distancia desde el origen de S1 hasta el origen de S2 en el
tiempo t del suceso. Ya que todos nuestros relojes fueron puestos en marcha
cuando los orígenes coincidían, podemos escribir esto como
𝑦1 = 𝑦2
𝑧1 = 𝑧2
𝑡1 = 𝑡2
Notamos que sólo los coeficientes en la ecuación (5) aparecen en el sistema
mostrado. Los componentes vectoriales de cada lado se han cancelado. El
sistema de ecuaciones mostrado es el primer ejemplo de una transformación
de coordenadas que hemos encontrado.
𝑥2 = 𝑥1 − 𝑣𝑡
𝑦2 = 𝑦1
𝑧2 = 𝑧1
𝑡2 = 𝑡1
Los dos sistemas de ecuaciones simultáneas representan parte de lo que se
conoce .corno grupo de transformaciones Galileanas. Si consideramos todas
las posibles formas diferentes en que podrían estar relacionados entre sí los
dos sistemas, incluiríamos los desplazamientos lineales a lo largo de los ejes y
y z, de la misma clase del que hemos descrito a lo largo del eje x. Además,
consideraríamos las rotaciones de ángulos variables alrededor de los diferentes
ejes y también las reflexiones a través del origen y en cada dirección. Tomadas
en conjunto, estas relaciones forman un grupo.
𝑑𝑟1
𝑣1 = (𝑒𝑐𝑢𝑎𝑐𝑖ó𝑛 8)
𝑑𝑡
Y la velocidad del evento con respecto a S2 es:
𝑑𝑟2
𝑣2 = (𝑒𝑐𝑢𝑎𝑐𝑖ó𝑛 9)
𝑑𝑡
Sustituyendo la ecuación 2 en 1 y diferenciando con respecto al tiempo t, y
usando las ecuaciones (8) y (9), obtenemos la ecuación vectorial
𝑣1 = 𝑣2 + 𝑣 (𝐸𝑐𝑢𝑎𝑐𝑖ó𝑛 10)
La ecuación (10) puede ser llamada composición Galileana ( o clásica) de
velocidades. La ecuación (10) tiene, desde luego, una inversa:
𝑣2 = 𝑣1 − 𝑣 (𝐸𝑐𝑢𝑎𝑐𝑖ó𝑛 11)
Diferenciamos con respecto al tiempo una vez más, recordando que el sistema
S2 se mueve con velocidad constante v con respecto a S 1. La misma respuesta
se obtiene de cualquiera de las ecuaciones (10) o (11), de modo que para
ambos observadores
𝑑𝑣1 𝑑𝑣2
= (𝐸𝑐𝑢𝑎𝑐𝑖ó𝑛 12)
𝑑𝑡 𝑑𝑡
Por tanto
𝑎1 = 𝑎2
Así, las aceleraciones parecen ser las mismas vistas desde uno u otro marco.
Decimos que la aceleración es una invariante con respecto a una
transformación Galileana. Ya que la masa también es una invariante en este
tipo de transformaciones, el producto de la masa por la aceleración, o fuerza,
también es una invariante con respecto a una transformación Galileana.