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XXIII
Introducción
No cabe duda que las inversiones realizadas en el ámbito de los contratos sobre
bienes futuros son relevantes y hasta sustanciales, tanto para los ciudadanos de
a pie como para las organizaciones empresariales. Veamos algunos ejemplos. La
adquisición de un departamento en planos ⎯paradigmático negocio sobre bien
futuro⎯ es la transacción inmobiliaria más común en nuestros días y que
involucra la disposición patrimonial más importante de las clases medias y
emergentes de nuestro país, las mismas que materializan en esta adquisición el
mentado sueño “de la casa propia”.
1
La creencia en el cumplimiento del otro inspira la esencia del contrato, sin ella las relaciones jurídicas no
existirían. El contrato termina siendo un ejercicio de alteridad con el otro, en el que una parte reconoce a
un sujeto diferente pero que en un acto de colaboración reconocido por el sistema ha de satisfacer sus
intereses con una conducta. Esta manera de pensar es propia del pensamiento neo humanista del reconocido
filósofo francés Emmanuel LÉVINAS, para quien la alteridad ética es una forma de respetar y proteger al
otro en la interacción humana.
La noción primordial de este nuevo humanismo señalado por LÉVINAS, llamado humanismo del otro
hombre, se caracteriza por los valores éticos de la solidaridad y la responsabilidad que impregna toda la
relación intersubjetivo, interpersonal e interhumano. Abordar la alteridad implica ante cualquier y todo
discurso, para subsumir la ética en el pensar y actuar. La relación con el otro es efectiva en forma de bondad,
teniendo su concreción en la acción humana ilimitada basada en los principios más nobles y elocuentes que
dignificar al otro” Lo interhumano está también en la providencia de unos en ayuda de otros, antes de que
la prestigiosa alteridad del otro venga a ser banalizada o eclipsada en un simple intercambio de buena
conducta que será considerado como ‘comercio interpersonal’ en las aduanas […]. Está en la perspectiva
interhumana de mi responsabilidad por el otro hombre, sin preocupación por la reciprocidad, está en mi
llamado y ayuda gratuita, está en la asimetría de la relación entre unos y otros” LÉVINAS, Emmanuele, Entre
nosotros. Ensayos para pensar en otro, Valencia: Pre-textos, 2001, pp. 141-142.
De la misma forma, la actividad empresarial de las grandes transnacionales en los
rubros de alimentos o minería se ve condicionada a la posibilidad de obtener un
provecho económico por el valor de intercambio de un bien, antes de que este
exista, mediante los mecanismos internacionales de los futuros o los commodites.
Por todos es conocido que, desde las naranjas en California hasta el petróleo en
el extremo oriente, las figuras titulizadoras de los commodities sobre futuros
gobiernan el precio y la oferta en sus mercados2. Contratar sobre bienes futuros
es, sin duda, una sana práctica comercial porque permite, como ya mencionamos
anteriormente, el financiamiento adelantado del proveedor y por el otro lado, el
aseguramiento de un valor competitivo en el mercado para quien adquiere un
bien. Es una de las prácticas de intercambio económico contractual más
importantes que podemos apreciar en el mundo de hoy.
Sin embargo, desde una perspectiva jurídica, la contratación sobre bienes futuros
se ha entendido de manera confusa tras diversas teorías que trataban de explicar
a esta forma contractual bajo la limitada percepción de un negocio jurídico sin
objeto. A su vez, la contratación sobre lo inexistente ha generado siempre en los
operadores jurídicos un “conflicto moral” que incitaba a pensar en estas
transacciones como fuentes de engaño y aprovechamiento de una de las partes.
Esta visión, es algo que debe desvanecerse ante la evidencia de la realidad
comercial y como natural consecuencia de un conocimiento serio de los efectos
del contrato y de las obligaciones en general.
Por otro lado, los bienes futuros no se entienden sino dentro de un contrato y,
por lo tanto, este mecanismo se encuentra, dada su naturaleza de negocio
jurídico y de pacto con contenido patrimonial, proclive también a padecer de las
figuras paliativas previstas por el sistema ante la presencia de una irregularidad
en su fase creativa o de cumplimiento. En resumidas cuentas, esta figura
contractual puede ser víctima de las patologías que ya se encuentran
categorizadas en el derecho civil desde hace un buen tiempo para los negocios
jurídicos, pero también pueden servirse de los remedios que constituyen la
respuesta a ello.
2
Características comunes para definir e identificar un contrato de futuros serían las siguientes: a) en los
contratos de futuros ambas partes asumen derechos y obligaciones recíprocas, b) el comprador tiene la
obligación de comprar (recibir) un activo determinado (activo subyacente) a cambio de un precio pactado
(precio futuro) en una fecha futura pactada (fecha de vencimiento), y c) el vendedor tiene la obligación de
vender (entregar) un activo determinado (activo subyacente) a cambio del cobro de un precio pactado
(precio futuro) en una fecha futura pactada (fecha de vencimiento). En definitiva, un contrato de futuros es
una contratación a plazo, que implica la determinación en el presente de parte de comprador y vendedor
de: i) fecha de exigibilidad de las prestaciones recíprocas; ii) cantidad y calidad del objeto de la
contratación; y iii) precio. En la fecha futura es que se harán exigibles las prestaciones y en ese momento
la actitud de las partes deberá ser: del comprador, recibir el activo y pagar; del vendedor, entregar el activo
y cobrar. GUERRERO BÉCAR, José Luis, “Los contratos de futuro”, en Revista de Derecho de la Pontificia
Universidad Católica de Valparaíso, t. XXIV, Valparaíso: 2003, pp. 277-319.
El objeto de esta colaboración es el de ofrecer un resumido e introductorio
panorama de las figuras o categorías del derecho civil que constituyen el auxilio
que el sistema ofrece a los contratantes cuando el acto celebrado sobre un bien
que a la fecha de su celebración no existe y no resulta funcional para la
satisfacción de los intereses de las partes.
1. El bien futuro
Para los más radicales, este negocio sería nulo por falta de objeto, para otros, es
un contrato incompleto, en proceso de formación, o sujeto a condición
suspensiva y a conditio iuris. Finalmente, otros temporalmente tardíos, reconocen
al contrato en el que participa un bien futuro como perfecto y generador de
obligaciones3.
3
Las primeras posiciones fueron defendidas por la doctrina francesa clásica representada por POTHIER,
COLIN y CAPITANT, DEMOLOMBÉ y luego autores italianos como REZZONICO, quien manifestó que “si no
se cumple la condición de existencia del bien, no hay contrato por falta de objeto”. Le idea del negocio
anticipado o imperfecto fue defendida por RUBINO y la del contrato completo con efecto obligatorio por
BIONDI, GRECCO y COTINO. Ver: PONCE DE LEÓN, Weber, “Venta de cosa futura”, en Anuario del
Departamento de Derecho de Universidad Iberoamericana, n.° 5, México D.F: 1973, pp.783-825
4
El Código Civil portugués establece una distinción entre cosas presentes y futuras. Las cosas futuras son
presentadas en el artículo 211 como: […] las que no están en el poder del disponente o sobre las que no se
tienen derechos al momento del acto negocial. Por un lado, pueden existir cosas objetiva o absolutamente
futuras cosas que no existen en la realidad pero que se espera vengan a surgir. Por otro lado, pueden existir
cosas subjetiva o relativamente futuras, esto es, cosas que ya existen, pero que no están presentes en el
patrimonio del disponente. MENEZES CORDEIRO, Antonio, Tratado de Direito Civil, t. III, Coimbra:
Almedina, 2012, p. 216
bajo un intento de objetivación o materialización que acaba con su condición de
figura dinámica en materia contractual5.
5
Ese dinamismo se refiere a la posibilidad que un bien futuro pueda constituirse en el centro de atribución
de los interese contractuales en diversos tipos nominados e innominados. Así, es posible hablar de
compraventa de bien futuro, como de arrendamiento de bien futuro, comodato de bien futuro o contrato de
constitución de usufructo de bien futuro. Al respecto es importante destacar el emprendimiento que, en la
doctrina nacional realizase el Dr. CASTILLO FREYRE, quien luego de delinear el concepto de bien ajeno lo
“conjugó” con diversas formas contractuales típicas existentes en el Código Civil, haciendo ver que este
concepto, al igual que los de bienes futuros y bienes en litigio (que llamaremos bienes contractuales) son
dúctiles y funcionales a toda forma negocial e independiente de su categorización real. CASTILLO FREYRE,
Mario, Los contratos sobre bienes ajenos, Lima: Concytec, 1990, p. 415.
6
CAPOBIANCO, Ernesto, Lecciones sobre el contrato, Puno: Zela, 2017, p. 120.
7
“La identificación del objeto del contrato con el bien tocado por sus efectos a menudo no funciona. En
muchos contratos, ni siquiera con el más grande esfuerzo de fantasía puede encontrarse un bien idóneo para
constituir su objeto. Ningún bien por ejemplo este contenido en un contrato de trabajo subordinado o en un
pacto de no competencia”. ROPPO, Vincenzo, El contrato, Lima: Gaceta Jurídica, 2001, p. 320
contratos sinalagmáticos, la lógica correspondencia a la contraprestación y en el
caso de los no sinalagmáticos el dato objetivo de la conmutatividad8.
Artículo 1409.-
La prestación materia de la obligación creada por el contrato puede versar sobre: Bienes
futuros, antes de que existan en especie, y también la esperanza incierta de que existan,
salvo las prohibiciones establecidas por la ley.
Artículo 1410.-
Cuando la obligación creada por el contrato recae sobre un bien futuro, el compromiso
de entrega queda subordinado a su existencia posterior, salvo, que la obligación verse
sobre una esperanza incierta, caso en el cual el contrato es aleatorio. Si la falta de
entrega obedece a causas imputables al obligado, el acreedor puede recurrir a los
derechos que le confiere la ley.
Artículo 1534.-
En la venta de un bien que ambas partes saben que es futuro, el contrato está sujeto a
la condición suspensiva de que llegue a tener existencia.
De acuerdo con las normas citadas, el legislador peruano ha optado por concebir
a los contratos sobre bienes futuros como negocios jurídicos sujetos a una
condición, en este caso a una conditio iuris9 en el que la eficacia del negocio se
dará como consecuencia de la venida en existencia del bien; hecho futuro e
incierto que, ciertamente, evitaría la eficacia inmediata del acto.
8
Un contrato conmutativo es aquel cuyas prestaciones no corren riesgo jurídico económico. Esta categoría
no coincide con la del contrato con prestaciones reciprocas. El contrato conmutativo puede ser con
prestaciones reciprocas como, por ejemplo, una compraventa. Pero un contrato conmutativo puede ser
también sin prestaciones reciprocas, por ejemplo, un contrato de sociedad. Incluso un contrato con
prestaciones reciprocas puede ser no conmutativo y no aleatorio como los de cobertura de seguros. A los
contratos con prestaciones reciprocas se les conoce como contratos sinalagmáticos o de intercambio, en
donde las dos prestaciones existen bajo una relación de reciprocidad. La causa de los contratos
sinalagmáticos es, precisamente, el intercambio jurídico entre las prestaciones. ROPPO, El contrato, ob. cit.,
pp. 412-415.
9
Las llamadas condiciones iuris o tacitae, se establecen cuando el ordenamiento jurídico, independiente de
la voluntad de los sujetos negociales, establece la realización de un determinado evento para que el negocio
produzca sus efectos. La doctrina clásica otorga el nombre de conditio iuris a aquellos actos que, aunque
siendo ajenos al negocio, si bien vinculados de alguna manera condicionan la eficacia con la naturaleza
misma del negocio (por ejemplo, en el caso de la premorencia del donante al donatario en la donación
mortis causa para que esta sea irrevocable); y también aquellos actos que modifican los efectos ya que estos
son fundamentales en el caso concreto. CRUZ MARTÍNEZ, Mario, “Algunas reflexiones sobre la condición”,
en Boletín Mexicano de Derecho Comparado, año XXX IV, n.° 100, 2001, p. 114.
negocio jurídico sujeto a condición es ineficaz y, por lo tanto, no genera si quiera
las obligaciones comunes en un contrato. Cumplida la condición nacerá la
obligación y, por ende, la exigibilidad del cumplimiento de la prestación (entre
varias, y dependiendo del negocio, la entrega del bien).
El bien no tiene existencia actual en el mundo real (lo real entendido como propio
del comercio entre los hombres) aunque sí pueden hallarse indicios razonables
de que este ha existido (por ejemplo, el terreno sobre el que se construirán
departamentos o la siembra de semillas que luego proveerán los frutos objeto de
la prestación). Sin embargo, el indicio más razonable de que el bien llegará a
existir es la propia voluntad de las partes que se obligan a realizar prestaciones
que colaboren con dicha finalidad. Tampoco estamos hablando de una existencia
meramente jurídica a nivel puramente teórico, sino de una existencia auténtica
que haga que el bien inmediatamente se convierta con su existencia en objeto
de atribuciones patrimoniales (por ejemplo, derechos reales). Ya se ha dicho que
no pueden existir derechos de propiedad u otros derechos reales sobre
inexistencias, pues es necesaria la presencia tangible de bienes para que estos
derechos subjetivos tengan un objeto sobre el cual recaerán las correspondientes
facultades a ser ejercidas por su titular10.
10
Como ya dijimos líneas antes, los contratos sobre bienes futuros no pueden generar titularidades sobre
bienes, en la medida que estos no existen y que es imposible pensar en que un derecho real puede tener
como objeto bienes inexistentes. No confundir lo inexistente con lo inmaterial. Puede darse el supuesto de
bienes inmateriales existentes como, por ejemplo, una pieza musical, como también bienes inmateriales
futuros que no existen hoy pero que han de existir como consecuencia de un contrato. Este sería el caso de
Por tanto, ya sea tratándose de bienes materiales o inmateriales, el bien futuro
requerirá primero su materialización en el mundo de los hombres (así, por
ejemplo, una casa, una cosecha de uvas o una marca comercial) para luego ser
objeto irremediablemente de derechos subjetivos, tales como el derecho de
propiedad. La existencia de bienes meramente imaginarios como la “máquina del
tiempo”, por ejemplo, no guarda relación directa con el concepto de bien futuro,
sino con el objeto físicamente imposible que conlleva a la nulidad del negocio.
Por otro lado, no se pueden concebir bienes que solo muestren una pura
existencia jurídica, pues lo que hace el sistema en el ámbito de los derechos reales
es reconocer siempre una realidad preexistente. Si hablamos, por ejemplo, de una
patente, este bien existirá cuando la idea ya esté consumada y haya evidencia de
aquello (como sucedería con los planos de una maquina), sin embargo, esta no
existirá cuando solo se trate de una idea a desarrollar cargada de vaguedad e
imaginación. Tampoco puede hablarse, por ejemplo, de que los lotes de una
parcelación no inscritos o independizados carecen de existencia jurídica, pues así
no se encuentren registrados ya son bienes, y pueden ser objeto de derechos y
atribuciones patrimoniales (pueden ser arrendados, poseídos o transferidos en
propiedad).
una marca sobre un producto comercial que aún no ha sido creada pero que luego lo será. BIONDI sostenía
que: “El negocio que tiene como objeto cosas actualmente inexistentes produce efectos jurídicos
compatibles con la existencia de la cosa. Por tanto, quedan excluidos los efectos reales (transferencia de la
propiedad y constitución de derechos reales), ya que el derecho real debe tener como objeto cosas
actualmente existentes: Así como no es posible disponer de cosas ajenas con efectos reales, así está
igualmente excluido que un negocio pueda tener efectos reales respecto a una cosa que no existe”. BIONDI,
Biondo, Los bienes, Barcelona: Bosch, 2003, p. 267.
habitabilidad. Esto grafica sin duda la importancia de la autonomía de la voluntad
en los negocios estudiados, no solo por el riesgo que se asume sino por la
determinación que las partes tienen sobre la llegada a existencia del bien.
Durante mucho tiempo, la doctrina trató el tema de los bienes futuros como un
asunto complicado que anidaba en el proceso de formación del contrato. Al igual
que en el caso de los bienes ajenos y en litigio, los bienes futuros servían para
cuestionar, como ya dijimos, la existencia de un objeto en el negocio jurídico o
en el contrato. Su evidente ausencia, al entender el significado de la futuridad de
forma literal, parecía enfrentarnos a una figura con rasgos anormales e incluso
ilícitos.
Mientras tanto, los remedios son las respuestas que el sistema otorga para
contrarrestar los efectos de la patología. Nuevamente recurrimos al DRAE para
entender en su mejor dimensión este término. Un remedio, para el diccionario de
nuestra lengua, es un medio que se toma para reparar un daño o inconveniente,
es una enmienda o corrección a una situación anómala no deseable por las partes.
El contrato sobre bienes futuros, antes que nada, es un contrato y, como tal, un
negocio jurídico sujeto a las reglas que el derecho civil y la codificación de 1984
han previsto ante las anomias en su constitución y desarrollo. En tal medida este
tipo de contratos pueden incurrir en los supuestos previstos por la normativa
sobre la nulidad y la anulabilidad.
11
Sin duda la difusión de estos términos en los círculos académicos peruanos se debe al trabajo del
destacado jurista MORALES HERVÍAS, Patologías y remedios del contrato, Lima: Jurista, 2011, p. 432, la
cual constituye ya un clásico de nuestra literatura privatista.
Un contrato sobre bienes futuros, como todo negocio jurídico, puede ser nulo
por: falta de manifestación de voluntad de las partes (supuesto referido a la
inexistencia del negocio y en el que la figura del bien futuro poco tiene que ver).
También podría ser nulo por finalidad ilícita, al esconder, por ejemplo, la intención
de estafar a alguien, en cuyo caso la condición futura del bien tampoco es
determinante para la causal, como sí lo es la voluntad e intención de cometer un
ilícito penal. En ese mismo sentido, operan los supuestos de simulación absoluta,
en donde lo que importa es la intención de engañar del sujeto activo.
Por otro lado, la declaración expresa de nulidad por parte de una ley, como, por
ejemplo, aquella que prohíbe la existencia de un derecho real de hipoteca en el
caso de bienes futuros, es irrelevante también respecto de la no existencia del
bien, pues lo que aquí importa es la voluntad del legislador de prohibir
determinada conducta. Finalmente, y como ya hemos explicado, el objeto física y
jurídicamente posible no es un tema discutible en el ámbito de los bienes futuros,
en la medida que es perfectamente posible establecer negocios sobre ellos y
porque en los negocios con efectos obligatorios, cualquier prestación que
contenga un bien futuro es posible de ejecutar sin ningún temor a su
imposibilidad12.
El negocio jurídico anulable es válido hasta que la impugnación tenga lugar. Con la
impugnación el negocio anulable deviene en nulo y además debe considerarse nulo
desde un principio. Frecuentemente al negocio jurídico anulable se le designa como “nulo
en situación de pendencia13.
Los negocios jurídicos, de acuerdo con el artículo 221 del Código Civil, son
anulables por vicios de la voluntad, por simulación relativa y cuando la ley así lo
12
“Se debe admitir por exigibilidad a aquella cualidad de una obligación por la cual se predica que se está
actualizando tanto el aspecto pasivo de la misma, el deber de prestar, como el aspecto activo, el derecho a
exigir el cumplimiento, y por ello, debe rechazarse una descripción puramente activa”. BARAONA
GONZALES, Jorge, “La exigibilidad de las obligaciones. Nociones y principales. Presupuestos”, en Revista
Chilena de Derecho, vol. 24, n.° 3, 1997, p. 522. Hay que diferenciar la prestación imposible de la que no
puede ser exigible. La imposible ni siquiera puede ser pactada, pues caeríamos en un supuesto de nulidad
del acto, la inexigible es la que cuyo cumplimiento no puede ser solicitado o requerido por el acreedor,
como en el caso de la prestación en la que se encuentran involucrados bienes futuros. Para poder exigir la
misma es necesario primero que el bien llegue a existe o que, en todo caso, el plazo para ambas cosas, la
existencia del bien y la conducta debida, ya se haya vencido.
13
FLUME, Werner, El negocio jurídico, Madrid: Fundación Cultural del Notariado, 1998, p. 654.
disponga. Sin embargo, la causa más importante de esta categoría son las
perturbaciones a la voluntad declarada de los sujetos que son parte de un
negocio, pues “[…] el acto anulable es un acto que no es inválido, pero puede
llegar a serlo (acto invalidable) si el perjudicado por el vicio así lo exige. En estos
casos el Derecho condiciona su validez a que la parte dañada por el vicio lo
consienta”14.
En el ámbito de los bienes futuros, el error vicio se puede manifestar, por ejemplo,
cuando una persona que radica en el extranjero desde hace un buen tiempo,
celebra un contrato de adquisición de un bien inmueble futuro, bajo la creencia
de que este existe cuando no es así.
14
BELADÍEZ ROJO, M., “La nulidad y la anulabilidad. Su alcance y significación”, en RAP, n.° 133, p. 158.
Resulta, por tanto, que la diferencia entre la nulidad y la anulabilidad consiste únicamente en que en los
actos anulables la norma infringida no tiene como finalidad proteger a todos aquellos que intervienen en el
negocio, sino individualmente a cada uno de los sujetos que forman parte del mismo. Por ello solo aquel
cuyo consentimiento se formó vulnerando lo establecido en el Código Civil o actuó sin la capacidad mínima
exigida por este cuerpo legal, tiene derecho a exigir su invalidez y lograr así la ineficacia definitiva del acto
o negocio. Por el contrario, en los actos nulos, como se ha vulnerado una norma cuya finalidad era proteger
a todos los que puedan verse afectados por el acto o negocio (y no a cada uno de los sujetos individualmente
considerados), la invalidez la puede hacer valer cualquiera de las partes.
15
Cabe recordar que según el artículo 1534 para que la compraventa de bien futuro sea considerada en
nuestro ordenamiento y sometida a la inapropiada condición suspensiva, ambas partes deben conocer sobre
la inexistencia del bien. Esto quiere decir que, si una lo desconoce, el sistema jurídico no reconocería tal
negocio y la encausaría en un supuesto de anulabilidad por vicios en la voluntad.
16
LEÓN HILARIO, Leysser, Derecho privado. Parte general, Lima: PUCP, 2019, p. 100.
17
ZUSMAN, Shoshana, El error en el acto jurídico, Lima: PUCP, 1987, p. 55.
Por otro lado, se presenta el error objetivo cuando la manifestación de voluntad
agrede la identidad, la sustancia o las cualidades del bien. Este sería el caso de un
negocio de productos agrícolas aún en proceso de maduración que no han
llegado a ser los esperados por las partes, por lo que el bien aún es futuro en
relación a las características previstas y acordadas. En este supuesto, el adquirente
desconocía una situación esencial del bien, su “inmadurez” y futuridad.
De otro modo, el error debe ser esencial y conocible. Lo primero significa que
este debe revestir una particular gravedad que, de no haber existido, el declarante
no habría manifestado su voluntad. Lo esencial del error es que este sea
determinante como la causa o razón principal de la celebración del acto 18. Para
nosotros, la adquisición de un derecho sobre un bien que aún no existe, de no
ser adecuadamente conocido por las partes, generaría esta perturbación en la
manifestación de voluntad.
Sin embargo, el error no es inducido o provocado, por lo que este vicio solo
resultaría aplicable en el supuesto de que ambas partes, la que constituye o
transfiere y la adquirente, desconocían de la futuridad del bien objeto de la
prestación. Por tanto, en este escenario el contratante perjudicado solo podría
solicitar la anulabilidad del negocio jurídico mas no un resarcimiento, pues el
artículo 207 del Código Civil sostiene la improcedencia del mismo por la
anulación del acto por error.
Ahora, el más recurrente de los vicios en los negocios sobre bienes futuros es el
que requiere de la intención de engañar: el dolo.
18
ZUSMAN, El error en el acto jurídico, ob. cit., p. 57.
altera la realidad con el propósito específico de inducir a error al contratante o a su
representante: falsificando firmas o documentos, atestiguando fraudulentamente la
existencia de circunstancias en realidad inexistentes o, contrariamente, la inexistencia de
circunstancias en la realidad existentes, manipulando instrumentos de medición o control,
etc.19.
Sin embargo, tanto en los casos de dolo y error, el negocio anulable puede
convertirse en uno permanentemente válido y, por ende, eficaz mediante la
confirmación. Este es un negocio jurídico unilateral por el que, en la práctica, la
parte que tiene el derecho potestativo a pedir la anulación renuncia a dicha
atribución. La razón de ello: la autonomía de la voluntad20.
En esta línea, el Código Civil peruano, en el artículo 230, establece que: “Salvo el
derecho de tercero, el acto anulable puede ser confirmado por la parte a quien
corresponda la acción de anulación, mediante instrumento que contenga la
mención del acto que se quiere confirmar, la causal de anulabilidad y la
manifestación expresa de confirmarlo”. Asimismo, el artículo 231 acepta que la
confirmación del acto jurídico anulable se realice de forma tácita, mediante actos
de ejecución, totales o parciales, o hechos que inequívocamente manifiesten la
intención de renunciar a la acción de anulabilidad.
19
CARNEVALI, Ugo, Instituzioni di Diritto Privado, Torino: Giappichelli, 2001, p. 720.
20
“En realidad, el reconocimiento de la libertad del sujeto de disponer de sus propios bienes y de
comprometerse para con otros, según sus propias escogencias, debe considerarse (con prescindencia de una
forma normativa específica) un valor fundamental del ordenamiento en el campo de las relaciones
económicas, este valor encuentra reconocimiento en el principio de la libertad de iniciativa, de la que la
autonomía privada es un instrumento necesario”. BIANCA, Massimo, Derecho civil, t. III, Bogotá:
Universidad de Externado, 2007, p. 51.
Sin duda, la patología más importante que se presenta a nivel contractual es
aquella que va contra la esencia misma del contrato como mecanismo de
cooperación de las partes en sociedad para la consecución de sus intereses21,
estamos hablando obviamente del incumplimiento.
Solo en el caso del aprovechamiento evidente que una parte realiza sobre otra
en un contexto de estado de necesidad, de la conversión en excesivamente
onerosa de una prestación de manera sobreviniente o de la desinformación sobre
las calidades esenciales del bien (un supuesto más cercano a la anulabilidad, pero
recogida en la venta de bien ajeno) estaremos ante situaciones distintas a la
inejecución de la conducta debida.
6.1 Excepciones
21
Por tal razón Gastón FERNÁNDEZ al hablar del concepto de obligación como la relación jurídica de
contenido patrimonial sostiene que la cooperación “constituye el postulado fáctico de toda vinculación
intersubjetiva que merezca llamarse relación jurídica. Las necesidades humanas de sociabilización y de
satisfacción, engendran vinculaciones intersubjetivas concretas, cuyo contenido, variará según el tipo de
necesidad que la haya postulado”. FERNÁNDEZ CRUZ, Gastón, “La obligación: apuntes para una dogmática
jurídica del concepto”, en Thémis, n.° 41, Lima: 1994, p. 48.
22
Cabe precisar que, en efecto, “existen hipótesis de violación de contratos que no revisten la forma del
incumplimiento de una obligación y, de la misma manera, existen eventos de incumplimiento de
obligaciones que no nacen del contrato. Cuando se emplea el sintagma “cumplimiento del contrato”, se
hace referencia a la producción exacta que derivan del contrato y los efectos contractuales atributivos no se
agotan a la sola obligación, sino que incluyen también el efecto real y el efecto de garantía”. Entonces,
incumplir un contrato no es necesariamente “inejecutar” una obligación, asimismo esto último tampoco es
solo el incumplimiento de la prestación contenida en la obligación, ya que: “la casi unánime literatura
alemana en materia de obligaciones ha esbozado una concepción compleja de la relación obligatoria,
diferente de la lineal, que, de acuerdo con el derecho romano, enfrenta los dos extremos de la relación, el
débito por el lado pasivo y el crédito por el lado activo. En efecto, la relación obligatoria presenta una
escritura circular, en cuyo centro se ubica el deber primario de prestación (hauptleistungspflicht), rodeado
por una gama de deberes accesorios (nebenpflichten), positivos (verhaltenspflichten) o negativos
(unterlassungspflichten) cuya función general es conducir a la relación a la obtención de resultados
previamente definidos”. PIRAINO, Fabrizio, El cumplimiento de la obligación, Bogotá: Universidad de
Externado, 2020, pp. 16 y 127.
jurídicamente simultánea, pero que por diversas razones una de las partes
distingue alguna posibilidad de incumplimiento por parte de la otra, lo que lleva
a que esta no cumpla hasta que la otra pague la contraprestación y/u otorgue
garantías de cumplimiento.
Pues bien, evidentemente, para los contratos sobre bienes futuros solo
podríamos acudir a la segunda excepción (la de caducidad), en la medida que las
prestaciones involucradas en un contrato de esta naturaleza no son de exigencia
simultánea, pues la obligación respecto al bien futuro solo podrá compelerse
cuando el bien llegue a existir23. A manera de ejemplo, la obligación de transferir
la propiedad de un bien mueble en un contrato de permuta de bien futuro solo
podrá ser exigible cuando el bien llegue a existencia, así como la obligación de
dar en uso un bien en un contrato de arrendamiento de bien futuro, que solo será
exigible cuando se constate la presencia del bien en la realidad.
23
“Si bien la simultaneidad de prestaciones es la regla general en los contratos de ejecución instantánea y
en los de ejecución inmediata no existe inconveniente para que en un contrato recíproco de ejecución
diferida se pacte, expresa o tácitamente, la ejecución de las prestaciones en dos oportunidades distintas. En
el supuesto que no se hubiera pactado, expresa o tácitamente, la simultaneidad en la ejecución de las
prestaciones, éstas necesariamente deberán ejecutarse en dos momentos distintos. Por ejemplo, en tal
contrato de compraventa se pacta que A debe entregar el bien el 31 de marzo y B debe pagar el precio el
30 de junio. Si así fuere, normalmente cada una de las partes solo puede exigir a la otra que ejecute su
prestación en la oportunidad que le corresponda, o sea que B reclame a A que le entregue el bien el 31 de
marzo y que A. reclame a B que le pague el precio el 30 de junio. A no puede suspender el 31 de marzo la
entrega del bien invocando como razón que B no le ha pagado el precio, porque la prestación de B aún no
es exigible. Sin embargo, el artículo 1427 del Código civil plantea una hipótesis en la que esta secuencia
puede no seguirse”. DE LA PUENTE Y LAVALLE, Manuel, El contrato en general, t. II, Lima: Palestra, 2017,
p. 72.
del vendedor e inmediatamente ser transferido al comprador ( esquema
puramente teórico, que es el plano de las ciencias jurídicas, ya que en la realidad
la obligación de enajenar inmediatamente gatilla la transferencia). Mientras tanto,
la obligación de pago del precio no solo ya ha nacido, sino que es normalmente
exigible, como lo podemos observar en cualquier proyecto inmobiliario de los
que abundan en nuestras ciudades.
Por tal razón, es anacrónico e ilusorio mantener la idea de que el contrato bajo
análisis se encuentra sometido a condición suspensiva. Incluso si pensásemos que
solo la obligación de transferir la propiedad se encuentra sometida a dicha
condición, la ejecutabilidad de prestaciones u obligaciones sin pendencia es
innegable, pues las partes se encuentran irremediablemente unidas a deberes
accesorios positivos o negativos de segundo orden y deberes de protección,
ambos de cumplimiento inmediato. Cabe mencionar en este punto lo que
acertadamente prescribe el Código Civil portugués en su artículo 880 cuando
dispone que: “en la venta de bienes futuros, de frutos pendientes o de
componentes o partes integrantes de una cosa, el vendedor está obligado a
ejercer la diligencia necesaria para que el comprador adquiera los bienes
vendidos, según lo estipulado o resulte de las circunstancias del contrato”24. En
síntesis, el acreedor de una prestación en la que se encuentren involucrados
bienes futuros debe actuar de tal forma que la prestación principal a la que se ha
obligado sea posible posteriormente. Pensemos en un agricultor que ha vendido
una cosecha futura, este, sin duda, se encuentra obligado a realizar las actividades
necesarias (sin llegar a convertirse estas en un crédito especifico) para que la
siembra de sus campos sea fructífera.
De esta forma, cuando quien debe pagar el precio por un bien futuro que ha de
recibir en propiedad, quien debe transferir la propiedad de un bien por un bien
futuro que recibirá en permuta, o quien debe pagar una renta adelantada por un
bien futuro que recibirá en uso, tiene el derecho incuestionable, ante
circunstancias que lleven a pensar en un probable incumplimiento de su deudor
de una prestación relacionada con un bien que no existe, de no ejecutar la
obligación a la que se comprometió en el contrato, de acuerdo con el artículo
1427 del Código Civil peruano.
6.2 Reajuste
24
Con razón Rómulo MORALES precisa: “Dentro de este marco teórico, una relación obligatoria es compleja
porque contiene deberes de prestaciones principales, deberes de prestaciones secundarias y deberes
accesorios. La prestación principal es la acción humana, considerada como núcleo de la obligación. La
prestación secundaria depende de la prestación principal. Y los deberes accesorios cautelan el vínculo
obligacional; protegen a las partes, en sus personas o en su patrimonio, y protegen a los terceros, que, con
la obligación, tengan un especial contacto”. MORALES HERVÍAS, Rómulo, “Los contratos con deberes de
protección: a propósito de la vinculación entre el derecho constitucional y el derecho civil”, en Derecho
PUCP, n.° 71, 2013, p. 55.
El reajuste es una reacción a una patología contractual que genera un
desequilibrio notorio en el valor de las prestaciones, por lo que suele
denominarse normalmente por la doctrina “reajuste del valor” y se trata, en
realidad, de una modificación de los términos contractuales iniciales. Al reajuste
se le han dado dos sentidos, uno referido al restablecimiento de una situación de
equilibrio entre las partes, es decir, en la recuperación de la proporción entre las
prestaciones equivalentes a su valor del mercado y el otro, que acepta un reajuste
sin eliminar la desproporción, pero evitando una desigualdad escandalosa o
indecorosa de las prestaciones25.
En el caso del reajuste por lesión, este se encuentra regulado en el artículo 1451
del Código Civil y constituye una potestad del demandado bajo la forma de una
reconvención ante la acción que pretende la rescisión del bien por esta causa. La
cuestión, nuevamente es, si un bien futuro puede constituirse como el objeto de
una desproporción notoria entre las prestaciones y se haga presente junto con el
aprovechamiento del estado de necesidad de uno de los contratantes.
Entendemos que la respuesta es positiva, pues es factible pensar en, por ejemplo,
un contrato de compraventa de un inmueble futuro en el que el precio pagado
sea nimio en relación al valor de mercado que el bien tiene. Similar situación se
presenta con los reajustes correspondientes a la excesiva onerosidad de la
prestación, en donde la transferencia y entrega del bien futuro pueden ser
absolutamente costosas para una de las partes por factores externos al contrato
y sobrevinientes a su celebración26.
6.3 Rescisión
25
DE LA PUENTE Y LAVALLE, Manuel, El contrato en general, Lima: Palestra, 2006, pp. 387-388.
26
CÓDIGO CIVIL. Artículo 1440
Si ello no fuera posible por la naturaleza de la prestación, por las circunstancias o si lo solicitara el
demandado, el juez decidirá la resolución del contrato. La resolución no se extiende a las prestaciones
ejecutadas.
La rescisión es un supuesto de ineficacia funcional que la ley prevé como remedio
ante la posibilidad de que una de las partes del contrato cause un perjuicio a otra
a través del aprovechamiento de su situación que determine que esta última
tenga que asumir obligaciones indignas al momento de la celebración
contractual.
6.4 Resolución
27
DE LA PUENTE Y LAVALLE, Manuel, El contrato en general, t. I, Lima: Palestra, 2011, p. 455.
En nuestro Código Civil, la excesiva onerosidad se regula en el artículo 1440 pero,
contradictoriamente, reservando el remedio de la resolución para el demandado
o cuando la naturaleza de la prestación o la circunstancia del caso así lo amerita,
siendo el remedio ordinario para el perjudicado el de reajuste.
¿Puede presentarse la figura del bien futuro en este tipo de patología? Para
responder ello debemos precisar los tipos de contratos en donde la excesiva
onerosidad puede aplicarse. El artículo 1440 establece que:
Bajo estos supuestos podemos decir con certeza que la figura del bien futuro
puede presentarse ligada a la excesiva onerosidad sobrevenida porque el
cumplimiento de la prestación sobre este tipo de bienes contractuales siempre
será un hecho diferido en el tiempo en relación al momento de la celebración del
acto, la excesiva onerosidad no es un supuesto propio de los contratos con
ejecución inmediata. Pongamos dos ejemplos, la empresa Tubérculo S.A. es
proveedora de papas para diversas pollerías del país con las que ha celebrado
sendos contratos de suministro. Como las papas son bienes futuros en la medida
que aún no existen al momento de celebrar el contrato, resulta claro que si el
cumplimiento de la entrega del tubérculo a las pollerías deviene en objetivamente
oneroso para la empresa por la razón de un conflicto armado interno que han
variado las circunstancias con las que se celebró el contrato (las papas provenían
de una zona en estado de emergencia por actividad terrorista), esta podrá
solicitar un reajuste en la prestación por causa de la excesiva onerosidad.
Una prestación que contenga como objeto un bien futuro puede convertirse en
imposible de ejecución, ya que el deudor de esta obligación siempre estará
comprometido con la venida en existencia del bien, hecho que pudiese no
suceder por diversas causas. Pongamos un solo ejemplo en el sector inmobiliario;
una empresa decide construir un edificio de departamentos y vende cada una de
estas unidades inmobiliarias futuras. El terreno donde construye el edificio se
encuentra en un malecón cercano al mar. Sucede que con un terremoto de grado
8 toda esa zona se derrumba y el terreno se convierte en una simple ladera de
una pendiente en donde resulte imposible construir. Aquí el deudor no solo
queda liberado de cumplir con la transferencia de propiedad del bien inmueble
sino también liberado de cumplir algún otro mecanismo de satisfacción del
interés del acreedor como podría ser una prestación equivalente o una
indemnización de daños y perjuicios siempre que no se haya pactado lo contrario.
28
DÍEZ-PICAZO, Luis, Fundamentos de derecho civil patrimonial, t. II, 2008, p. 699. El tratadista español
delineó como supuestos de cumplimientos defectuosos a los siguientes:
1) Se entrega de una cosa completamente distinta a la pactada, aquí ya no hablamos de cumplimiento
defectuoso, sino de incumplimiento total, 2) Existen diferencias de calidad entre lo convenido y lo
ejecutado, 3) Se entrega de una cosa de la calidad pactada, más resulta ser inhábil para el uso al que está
destinado, o bien; 4) Se entrega de una cosa con vicios o defectos ocultos.
Código Civil29, podríamos hablar también de una inejecución total porque no ha
cumplido la prestación materializando en la realidad el bien que inicialmente era
futuro. Sin embargo, de mantenerse vigente el interés del acreedor consideramos
factible el reconocer este supuesto como uno de cumplimiento inexacto.
Esta misma realidad nos muestra con crudeza que el incumplimiento es materia
común en este tipo de prestaciones, y que las respuestas del sistema son
absolutamente ineficientes porque generan un estado de desprotección del
acreedor al tener que involucrarse en lentísimos procesos judiciales para obtener,
inicialmente, la resolución del contrato, y luego, la restitución de lo pagado y el
pago de un resarcimiento. Salvo que en los contratos se hayan establecido
mecanismos muy particulares de protección del acreedor ante el incumplimiento
(garantías reales, fianzas, emisión de títulos valores con aval, etc.) la indefensión
del adquirente ante la incorrección del acreedor de bienes futuros es alarmante.
Veamos en los siguientes párrafos lo que sucede con uno de los contratos más
29
CÓDIGO CIVIL. Artículo 1151
El incumplimiento parcial, tardío o defectuoso de la obligación de hacer por culpa del deudor, permite al
acreedor adoptar cualquiera de las siguientes medidas:
1.- Las previstas en el artículo 1150, incisos 102.
2.- Considerar no ejecutada la prestación, si resultase sin utilidad para él.
3.- Exigir al deudor la destrucción de lo hecho o destruirlo por cuenta de él, si le fuese perjudicial.
4.- Aceptar la prestación ejecutada, exigiendo que se reduzca la contraprestación, si la hubiere.
recurridos en nuestro país sobre la materia estudiada, nos referimos a la
compraventa de departamentos futuros en proyectos inmobiliarios.
Artículo 1.-
Los actores del proceso inmobiliario que intervienen como personas naturales o jurídicas,
instituciones y entidades públicas o privadas, son los siguientes: El Propietario, El
Promotor Inmobiliario, los Profesionales Responsables del Proyecto, las Personas
Responsables de la Construcción, las Municipalidades, las Personas Responsables de la
Revisión de Proyectos, y el Ministerio de Vivienda, Construcción y Saneamiento. Sus
derechos y responsabilidades están determinados por lo dispuesto en la presente norma,
la Ley del Procedimiento Administrativo General, el Código Civil, el Código Penal, y las
demás disposiciones que le sean aplicables; así como por lo pactado en el Contrato que
acuerda su intervención.
En una situación como esta, un comprador recurriría a las figuras que le ofrece el
Código Civil para semejante patología. Pues bien, el acreedor deberá iniciar, en
primer lugar, un proceso conciliatorio extrajudicial con el promotor inmobiliario
para llegar a un sano acuerdo respecto a la controversia generada. La experiencia
nos dice que la gran mayoría de estos procesos culmina sin una conciliación y, lo
30
El considerando 66 de la Resolución N.° 1153-2020/SPC-INDECOPI establece claramente que:
“Tratándose de los servicios inmobiliarios y de construcción, un consumidor que adquiere un bien inmueble
en el mercado esperaría que el proveedor cumpla con las obligaciones asumidas expresamente en el contrato
de compraventa o en los documentos anexos al mismo, tales como podrían ser: la fecha de entrega, la
independización e inscripción del inmueble, la colocación de los acabados ofrecidos, entre otros aspectos.
Igualmente, en ausencia de mandato legal y pacto u ofrecimiento expreso del proveedor, este debe ceñirse
a los usos y costumbres del mercado a fin de ofrecer un producto o servicio idóneo”.
que es peor, sin la asistencia del promotor inmobiliario. Sin embargo, es requisito
para iniciar un proceso judicial posterior a la instancia conciliatoria.
Luego de superar esta etapa lo que debe hacer el acreedor es incoar una
demanda civil por resolución del contrato en la que deberá acumular las
pretensiones de restitución de lo pagado y pago de un resarcimiento por
inejecución de obligaciones. Todos sabemos cuánto duran estos procesos, más
aún cuando su vía procedimental es la del proceso de conocimiento y la instancia
que pone termino a estos procesos es la de la Corte Suprema, a quien se suele
recurrir en vía casatoria. En la práctica, estos procesos, de la forma más optimista,
no duran menos de cinco años. Mientras tanto la familia deberá seguir pagado el
crédito hipotecario asumido por el banco o verá perdidos sus ahorros,
incurriendo en gastos de alquiler de vivienda y de asesoramiento legal para
reclamar lo que por justicia lo corresponde.
La otra salida que tiene el acreedor y que resulta un tanto más novedoso, es la
de plantear una denuncia ante el Indecopi. El Código de Protección al
Consumidor establece en su artículo 108 que “constituye infracción
administrativa la conducta del proveedor que transgrede las disposiciones del
presente Código, tanto si ello implica violar los derechos reconocidos a los
consumidores como incumplir las obligaciones que estas normas imponen a los
proveedores […]”. Asimismo, el artículo 110 hace mención a las sanciones
administrativas que derivan de tales infracciones. Por su parte, el artículo 114
indica que “sin perjuicio de la sanción administrativa que corresponda al
proveedor por una infracción al presente Código, el Indecopi puede dictar, en
calidad de mandatos, medidas correctivas reparadoras y complementarias”.
31
La diferencia entre el delito de estafa y el ilícito o dolo civil es un tema de difícil determinación por parte
de la doctrina. Ya en España se plantea la pregunta: ¿Quién induce a otra persona a contratar mediante
engaño […] ¿comete un delito o un mero ilícito civil? La respuesta no es sencilla: a) por una parte, el
artículo 1269 del Código Civil define el dolus in contrahendo o dolo-vicio: “hay dolo cuando, con palabras
o maquinaciones insidiosas de uno de los contratantes, es inducido el otro a celebrar un contrato que, sin
ellas, no hubiera hecho”, y regula sus consecuencias jurídicas: El dolo grave (dolus causam dans contractu)
produce la nulidad del contrato, y el meramente incidental solo da derecho a una indemnización por daños
y perjuicios (siempre salvo que hubiese sido empleado por las dos partes: art. 1270 del CC) 2 . b) por otra,
el tipo penal de estafa (art. 248 y ss. CP) sanciona con prisión de 6 meses a 3 años a “los que, con ánimo
de lucro, utilizaren engaño bastante para producir error en otro, induciéndolo a realizar un acto de
disposición en perjuicio propio o ajeno, si la cuantía fuere superior a 400 (de ser inferior sería una falta, art.
623.4). Cabe así hablar de estafa contractual para referirse a las estafas en las que para defraudar a la víctima
se la induce a concluir un contrato (la Jurisprudencia habla de “negocio civil criminalizado”). Como se
puede contemplar, “el concepto de dolo que da el artículo 1269 del Código Civil […] en muy poco se
diferencia del de estafa que da el artículo 248 del Código Penal”. Pero pese a esa extrema similitud, como
se puede comprender, las consecuencias jurídicas de uno y otro precepto son radicalmente distintas:
mientras que la aplicación de los arts. 1269-1270 CC otorga a la parte perjudicada acciones civiles para
defender sus intereses patrimoniales, la aplicación de los artículos 248-250 del Código Penal implica una
condena penal y la imposición de una pena de prisión que puede llegar incluso a los ocho años (art. 250.2).
Por ello es de capital importancia diferenciar los casos de mero dolus in contrahendo de los que constituyen
auténticos delitos de estafa. DOPICO GÓMEZ-ALLER, Jacobo, “Estafa y dolo civil: criterios para su
delimitación”, en Dereito. Revista xuridica da Universidade de Santiago de Compostela, vol. 21, n.º 1,
2012, pp. 8-9.
32
La reparación civil en nuestro país no solo resulta confusa, en la medida que la teoría la entiende como
el desarrollo de los conceptos de la responsabilidad civil en el ámbito penal, es decir, se trata de la
canalización de un interés resarcitorio en el proceso penal; sin embargo, de acuerdo con el artículo 93 del
Código Penal, la reparación civil también tendría carácter resarcitorio porque en el numeral 1 se menciona
que la reparación civil comprende la restitución del bien o, si no es posible, el pago de su valor.
desconocimiento supino de las figuras jurídicas que el derecho continental ofrece
para estos temas, no se hizo nada para paliar la crítica situación.
Mientras tanto, en los países madre de nuestro derecho civil como Italia,
Alemania, España o Francia se emitieron normas relativamente simples que
declararon la moratoria de todo tipo de deuda ligada a procesos concursales, a
contratos de arrendamiento y similares. Mientras aquí debatíamos erradamente
sobre la posibilidad de extender a la situación vivida figuras como la excesiva
onerosidad de la prestación, la lesión enorme o la causa no imputable; en Europa
se recurría a una figura simple y eficaz con antecedentes en el derecho romano:
la moratoria.
Por tanto, una adecuada protección del contratante débil en una compraventa de
departamentos en planos conlleva a la creación de un mecanismo de fianza o
aseguramiento obligatorio, que deberá ser asumido por el promotor inmobiliario
33
Cabe recordar que en los sistemas privados de seguros ya existe un seguro de responsabilidad civil
profesional para abogados en el que se pueden leer clausulas como la siguiente “Protegemos su patrimonio
ante reclamaciones surgidas por errores u omisiones que los abogados puedan cometer al prestar sus
servicios profesionales. Los costos de defensa legal están incluidos dentro del límite de la póliza. Este
seguro se extiende a cubrir aquellas cantidades por las que legalmente deba responder el asegurado frente
a los perjudicados (Indemnización o Reparación Civil)” Información pública de la empresa de seguro
CHUBB. <https://www.chubb.com/pe-es/empresas/by-type-lineas-financieras-y-profesionales-
responsabilidad-civil-para-abogados.html>.
como parte de su costo de operación al ser el sujeto generador de un enorme
riesgo para su contraparte. Lo dicho se entiende así para los negocios jurídicos
celebrados con el objeto de adquirir departamentos de proyectos inmobiliarios
en donde se cuente con financiamiento bancario dado que su valor en el mercado
no los convierte en bienes suntuosos o excesivamente caros34.
Esta norma sirvió para que la jurisprudencia italiana, primero, y luego la doctrina
y el legislador tomaran en cuenta los considerables problemas que se generaban
por el incumplimiento de los promotores inmobiliarios o los constructores con
los acreedores de prestaciones de viviendas futuras. Sin duda, esto devino en un
problema social que no solo afectaba el acceso a la vivienda, sino también la
protección de los ahorros de los ciudadanos de a pie involucrados en la
adquisición de estos bienes.
34
La protección del sistema no podría extenderse a aquellas situaciones en donde se adquieren bienes
suntuosos o de un superlativo en el mercado, ya que en dichos casos el acreedor cuenta con una posición
económica sólida que le permite asumir riesgos y tener una capacidad de negociación mayor con su
contraparte.
35
En el derecho comparado se hallan distintas formas de organizar este interés protegido, y así vemos por
ejemplo, que en Portugal se creó la figura del derecho de retención del promitente comprador (direito de
retençào do promitente-comprador) que faculta al adquirente de la vivienda en construcción que haya
entregado cantidades a cuenta del precio a retener la misma con preferencia sobre otros derecho y cargas
recayentes en la vivienda, incluso inscritos en el Registro de la Propiedad (registro predial). En cambio, en
Francia, se ha optado por la persecución penal, creando un subtipo de la estafa (apropiaciones indebidas)
que se hallaba previsto en el ya derogado artículo 6 de la Ley 57/1968, del 27 de julio. MARTÍNEZ CATALÁ,
Raquel, Cantidades anticipadas en la construcción y venta de viviendas, Valencia: Universidad de
Valencia, 2015, p. 66.
Civil italiano36. El uso de esta figura generaba mayor inseguridad en el acreedor
porque literalmente solo tenía un derecho crediticio cuyo contenido era no la
transferencia de la propiedad de un bien en el futuro sino una obligación de hacer
manifestada en el contrato definitivo.
En este sentido, “el problema, cuyas vastas proporciones suscitó una profunda
preocupación en la doctrina y la jurisprudencia, cobra especial gravedad cuando
el inmueble a construir se destine a vivienda residencial, ya que en este caso, la
quiebra de la empresa acaba por aplastar los intereses fundamentales del
comprador, que puede ver anulados los ahorros miembro de la familia empleado
en la compra de un activo esencial, a pesar del dictado constitucional que
fomenta y protege el ahorro en todas sus formas favorece el acceso del ahorro
popular a la propiedad de la vivienda. Las fallas en la construcción son
innumerables y menos aun lo que cuenta son las víctimas de este tipo de
desastres, que casi siempre son pequeños ahorradores que ven el sueño de una
primera casa se frustró dramáticamente y los ahorros se evaporaron al mismo
tiempo de una vida en la masa informe de los acreedores sin garantía”37.
Esta anomalía del mercado inmobiliario fue advertida en Italia y generó la emisión
de una normativa cuyo objetivo era “[…] regular un fenómeno cada vez más
frecuente en la realidad económica contemporánea, como es la negociación de
contratos entre una ‘parte contratante fuerte’ y una ''parte contratante débil'', que
se caracteriza por un importante ‘desequilibrio’ entre las posiciones de las partes.
Las legislaciones nacionales, al igual que el derecho comunitario, intervienen cada
vez con más frecuencia con el fin de reequilibrar las posiciones de las partes,
mediante medidas conformistas destinadas a hacer efectiva la autonomía
contractual y facilitar así el buen funcionamiento del mercado o de los mercados.
[…] Estas medidas, que solo limitan aparentemente la autonomía privada, en
realidad la hacen más ‘efectiva’ al tender a eliminar las situaciones de
desequilibrio y a lograr una igualdad real de posiciones”38.
36
CÓDIGO CIVIL ITALIANO. Artículo 1351
Il contratto preliminare e' nullo, se non e' fatto nella stessa forma che la legge prescrive per il contratto
definitivo.
37
IMPAGNATIELLO, Gianpaolo, Aspetti processuali della tutela degli acquirenti di immobili da costruire,
in Giusto processo civ., Studi in onore di Carmine Punzi, I, Torino: Giappichelli, 2008, p. 317.
38
PETRELLI, Gaetano, Gli acquisti di immobili da costruire. Le garanzie, il preliminare e gli altri contratti,
le tutele per l’acquirente. (D.Lgs. 20 giugno 2005, n. 122), Milán: Ipsoa, 2005, pp. 2-4.
La respuesta positiva en Italia fue dada por la Ley del 2 de agosto del 2004 que
estableció un sistema de fianzas protector de los intereses del acreedor, sobre
todo cuando este ya adelantaba el precio del bien futuro o parte de él. Es bastante
notoria esta finalidad en el artículo 2 de esta norma que nos dice:
39
CÓDIGO CIVIL ITALIANO. Artículo 1938
La fideiussione può essere prestata anche per un'obbligazione condizionale o futura con la previsione, in
questo último caso, dell’importo massimo garantito. (La fianza puede ser prestada también para garantizar
una obligación condicional o futura, con la previsión en este caso del importe máximo garantizado).
del procedimiento que implique una situación de crisis, excluyendo el
beneficio de la ejecución previa del deudor principal en virtud del artículo
1944, párrafo segundo del Código Civil.
Artículo 2. En los contratos de cesión de las viviendas a que se refiere el artículo primero
de esta disposición en que se pacte la entrega al promotor de cantidades anticipadas
deberá hacerse costar expresamente:
40
DOMÍNGUEZ ROMERO, Javier, La recuperación de cantidades anticipadas por el adquirente de vivienda
en construcción, Valencia: Tirant lo Blanch, 2010, pp. 21-22.
Artículo 3. Expirado el plazo de iniciación de las obras o de entrega de la vivienda sin que
una u otra hubiesen tenido lugar, el cesionario podrá optar entre la rescisión del contrato
con devolución de las cantidades entregadas a cuenta, incrementadas con el 6 por 100
de interés anual, o conceder al cedente prórroga, que se hará constar en una cláusula
adicional del contrato otorgado, especificando el nuevo período con la fecha de
terminación de la construcción y entrega de la vivienda. En contrato de seguro o el aval
unido al documento fehaciente en que se acredite la no iniciación de las obras o entrega
de la vivienda tendrá carácter ejecutivo a los efectos prevenidos en el título XV del libro II
de la Ley de Enjuiciamiento Civil, para exigir al asegurador o avalista la entrega de las
cantidades a que el cesionario tuviera derecho, de acuerdo con lo establecido en esta Ley.
Lo dispuesto en los dos párrafos anteriores se entiende sin perjuicio de los demás
derechos que puedan corresponder al cesionario con arreglo a la legislación vigente.
Con estos dos ejemplos hemos querido demostrar que la lesión al crédito
imputable al deudor, en el caso de los contratos sobre departamentos futuros,
puede resolverse mediante mecanismos relativamente sencillos y efectivos. La
protección del acreedor-comprador ya no es un asunto que se satisfaga
necesariamente a nivel de las figuras codificadas del derecho civil como la
inejecución de obligaciones o la resolución, pues una verdadera protección es
aquella que, en justicia y sin violentar el principio de la libertad contractual,
compense el incumplimiento realizado por el acreedor.
8. A manera de conclusión
Los remedios aplicables a las patologías existentes en los contratos sobre bienes
futuros deben partir de la idea que este último es un concepto estrictamente
contractual, no real y aplicable a diversas formas contractuales, independientes
de la compraventa. Las patologías como negocio jurídico son las comunes a
cualquier otra manifestación con efectos jurídicos deseados por las partes, a
excepción de las referidas a los vicios del consentimiento, ya que la futuridad del
bien puede desvirtuar notoriamente la voluntad de las partes contratantes.
Por lo demás, hemos visto que la mayoría de los remedios contractuales son
aplicables a esta figura, sin embargo, en determinados supuestos, estos resultan
ineficientes para satisfacer los intereses del acreedor perjudicado, por lo que, en
nuestra opinión, debemos crear mecanismos similares a los utilizados en el
derecho europeo para restituir las prestaciones pagadas y resarcir
adecuadamente al patrimonio y a las personas que esperan una prestación ligada
con la existencia futura de un bien, pues hoy, ninguna protección resulta
adecuada.
Referencias bibliográficas