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La obra del autor Lauro Estrada Inda comienza con la definición de familia,
entendiéndola como una célula social cuya membrana protege a sus individuos
en su interior y relaciona con otros al exterior. Por lo tanto, se encarga de
conectar a los hijos con el mundo y transformar al niño en adulto. Además, la
estructura familiar ayuda a integrar un mejor diagnóstico psicoemocional, ya
que la familia en sí puede ser un elemento de salud o de origen del problema.
Cuando si una familia cumple con sus funciones será sana, y en el caso de que
fracasé será un sistema enfermo y esto lo hace a través de dos mecanismos
principales que regulan su funcionamiento, que es el control homeostático y
una red de comunicación entre los miembros intra y extrafamiliar.
Ahora bien, enfocada la familia desde el punto de vista vital quiere decir
entenderla como un sistema que está relacionado con otros sistemas, y que
además despliega ciertas funciones como nacer, crecer y morir. Además, el
hecho de ver a una familia como un ciclo vital permite sistematizar el
pensamiento clínico para realizar diagnósticos y representan la oportunidad de
revisar casos que puedan dar la pauta para reconocer fenómenos similares en
otras familias. El psicoanálisis necesitó trascender el enfoque individual para
registrar el movimiento psíquico del niño al adulto dentro de las familias, o de la
pareja madre-bebé, además de la influencia de otras personas al círculo
familiar; de tal forma que el psicoanálisis requirió de la incursión de otras
disciplinas para entender a la familia como una célula fundamental. Esto
permitió la creación de un marco teórico para enlazar al individuo con el
sistema al que pertenece, tratando de resolver las dicotomías entre el individuo
y el medio, mediante ciertos conceptos importantes para la investigación como
son la interacción, el sistema social o el grupo.
Entender a la familia como un ciclo vital comprende saber sus fases que son el
desprendimiento, el encuentro, los hijos, la adolescencia, el reencuentro y
finalmente, la soledad y la muerte. El desprendimiento refiere cuando el
adolescente abandona el hogar paterno y sale en búsqueda de un compañero
o compañera, pudiéndose presentar diversidad de complicaciones vinculadas
con la relación del hijo con la familia y su capacidad o incapacidad para
desprenderse de la misma. La segunda fase es la del encuentro qué tiene que
ver con el aprendizaje del rol del cónyuge y tener la disponibilidad física y
emocional para formar una nueva familia, mediante el establecimiento de un
sistema de seguridad emocional interno que incluya tanto a uno mismo como al
nuevo compañero. De tal forma que el encuentro con una nueva persona
siempre representará novedad y un contrato de reciprocidad.
La tercera fase corresponde a los hijos que pasa por la decisión de procrear
que se ha separado de la decisión de casarse entre una serie de complejos
problemas que dificultan la etapa de los hijos, teniendo en cuenta que estos
necesitan de un espacio físico y emocional de tal forma que la pareja no puede
perder su anclaje emocional a pesar de la aparición del nuevo miembro o se
podría presentar una regresión por otro lado la educación sexual y la
planificación familiar juegan un papel primordial. Cuando en ocasiones, tener
un hijo favorece la intimidad de la pareja y ayuda a que penetra en el sistema
familiar el impacto social y cultural, a través de la escuela y otras familias. De
tal forma que el anclaje emocional será vital ya que muestra cómo desplazarse
de la pareja madre-bebé a cualquier otra situación que cumpla con las
condiciones necesarias.
La quinta fase del ciclo vital de la familia es el reencuentro, que conlleva la vida
de los hijos del nido familiar, ademas la pareja está frente a una biología en
declive y otros cambios familiares y sociales que experimentarán como pareja,
las nuevas familias de los hijos, los nietos, lo que permite remover conflictos
con matices edípicos que no habían sido resueltos. Conlleva la aceptación del
rol del abuelo entre la madurez, la vejez y la jubilación siendo necesario
explorar caminos y horizontes nuevos. Por otro lado, como es la etapa donde
se han ido los hijos, se da el cambio necesario emocionalmente para que unos
enfrente nuevamente consigo mismo y con su compañero o compañera.
Es importante el apoyo mutuo entre los esposos para establecer nuevas metas
en el matrimonio, dándole la capacidad del conyugue de expresarse como es.
También se debe de buscar un apoyo incondicional para que puedan compartir
su satisfacción de haber producido y ayudado a otras familias, asi mismo
contar con el apoyo y la comprensión mutua para los cambios de la jubilación y
el manejo de responsabilidades en el hogar y en el trabajo, y finalmente se da
mayor importancia a la ayuda mutua para tolerar los duelos a las pérdidas, para
prepararse a la soledad y aceptar el envejecimiento.
Esto nos lleva a la sexta fase que es la vejez, y se puede entender como el
momento en donde la fuerza vital se invierte hacia uno mismo y se traduce en
un ensimismamiento y en un despegamiento del mundo exterior; cuando una
familia sin viejos es una familia sin complemento histórico o mutilada. En esta
etapa es crucial lograr reintegrar los propios roles emocionales, y ayudar a los
de otros familiares. Conlleva tener la habilidad para aceptar las propias
limitaciones. Las personas en esta etapa aceptan su ciclo vital completo y de
su compañero, defendiendo la vida con dignidad.
Referencia