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RESUMEN:
Como el personaje de Molière, que súbitamente se entera de que toda su vida ha estado hablando en
prosa, diversos estudiosos, practicantes e investigadores se dan cuenta de que han estado haciendo
ecohidrología sin saberlo. El centauro de Hölderlin ha estado habitando nuestros hogares y jardines
y hoy lo miramos con ojos sorprendidos. Algunos sostienen desde hace décadas que la ciencia
hidrológica es estrictamente una disciplina biogeofísica. Que las interacciones y retroalimentaciones
entre procesos hidrológicos y biológicos (y sociales) son pan de cada día desde mucho antes de que
el pan se inventara avanzado el neolítico. Desde el surgimiento de la vida en la tierra, ella
transformó el medio que le dio origen: cubrió de vida vegetal y animal los continentes, los arropó de
bosques sedientos y sudorosos, que se apropiaron en ciclos locales intracontinentales una porción
no desdeñable del caudal hídrico circulante en el planeta. En los inventarios recientes de humedales
en el país, los humedales de tierras bajas representan la mayor extensión, y albergan ofertas
alimentarias y expresiones culturales singulares, pero no se ha destacado su importancia regional en
los flujos de humedad mediados por las extensas formaciones vegetales (herbáceas y arbustivas)
que en ellos prolifera estacionalmente. Entre los humedales de llanuras de inundación, la Depresión
Momposina es objeto de interés por los impactos severos de un periodo invernal extraordinario
ocurrido diez años atrás, y el despliegue de una minería ilegal devastadora. La cultura anfibia Zenú
hizo ecohidrología práctica durante más de un milenio, enfrentando las amenazas y oportunidades
que representan las inundaciones. Dos de sus mayores ciénagas (Zapatosa y Ayapel) están cobijadas
por la designación como sitio Ramsar y la figura legal de Distritos de manejo integrado. No
obstante, persiste una progresiva degradación de las formas tradicionales de adaptación al
hidrosistema. La imagen emblemática del hombre-hicotea hace crisis ante eventos inéditos en su
historia cultural. Queremos discutir los requerimientos de una ecohidrología orgánica de la región,
que incorpore y aproveche los saberes adaptativos locales vigentes o extintos. El estudio de caso es
la ciénaga de Ayapel en el subsistema de la Mojana.
ABSTRACT:
Like Moliere's character, who suddenly learns that he has been speaking in prose all his life, several
scholars, practitioners and researchers have realized that they have been doing ecohydrology
without knowing it. Hölderlin’s centaur has been inhabiting our homes and gardens, yettoday we
look at him with surprised eyes. Some have held for decades that hydrological science is strictly a
biogeophysical discipline; that interactions and feedbacks between hydrological and biological (and
social) processes have been a daily occurrence since long before days started being counted. Since
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INTRODUCCIÓN
Quo vadis es una expresión latina que da nombre a una vieja y entretenida novela de Enrique
Zienkiewics, donde los superhéroes del cristianismo primitivo enfrentan la represión neroniana.
«Quo vadis, Domine» («¿Adónde vas, Señor?») es la pregunta que le hace el apóstol Pedro a la
súbita aparición de Jesús, cuando huía de Roma para ponerse a salvo de la persecución de los
cristianos por orden del emperador. A nosotros se nos aparece la ecohidrología como una
oportunidad de entendimiento y manejo de sistemas complejos, donde los procesos geofísicos
embebidos en el ciclo hidrológico y la dinámica de los ecosistemas se articulan en interacciones de
doble dirección.
Monsieur Jourdain, el Burgués gentilhombre de Molière, es una especie de mafioso o nuevo rico
de la Francia de Luis XIV, en el siglo XVII. Se rodea de una corte de afanosos instructores (en
música, danza, filosofía y otras). Cierto día hace un descubrimiento sorprendente:
“JOURDAIN.- ¿Conque no hay más que prosa o verso?
FILÓSOFO.- Nada más. Y todo lo que no está en prosa está en verso; y todo lo que no está en verso, está
en prosa.
JOURDAIN.- Y cuando uno habla, ¿en qué habla?
FILÓSOFO.- En prosa.
JOURDAIN.- ¡Cómo! Cuando yo le digo a Nicolasa «Tráeme las zapatillas» o «dame el gorro de dormir»,
¿hablo en prosa?
FILÓSOFO.- Sí, señor.
JOURDAIN.- ¡Por vida de Dios! ¡Más de cuarenta años que hablo en prosa sin saberlo! No sé cómo
pagaros esta lección...” Molière (Le Bourgeois gentilhomme, 1670)
Varias circunstancias acompañaban al fin del milenio que exigían aportes sustanciales desde
esta renovada disciplina. La conciencia ambiental en auge no se contentaba con los
procedimientos destinados a la identificación y mitigación de los impactos ambientales de
grandes obras de infraestructura hídrica. La preocupación no solo se centraba en los problemas
locales o meramente regionales. El distanciamiento proporcionado por la mirada privilegiada de
astronautas y satélites, desde la década del 60, nos permitió constatar la singularidad de nuestro
planeta en el sistema solar. Y reconocer que esa singularidad es el resultado interactivo de la
vida con los procesos de orden geofísico. Ya el concepto de biosfera, propuesto por Suess y
desarrollado por Vernadski, nos empujaba a entender la vida planetaria como entidad expansiva
surgida “en buena parte de los lugares de encuentro entre una litosfera sólida, una hidrosfera
líquida y una atmósfera gaseosa” y que esa porción del planeta habitada por los seres vivos ha
sido además “manifiestamente organizada por ellos” (Margalef, 1997). La concepción de la
tierra como entidad funcional unificada se resume hoy en la imagen de GAIA, propugnada por
James Lovelock (1982). La lucidez de estas aproximaciones nos informa dolorosamente,
además, de las desmesuradas tensiones que el ser humano ha infligido sobre la biosfera. Entre
otras condiciones del llamado Antropoceno, el hombre es hoy parte integral e inseparable (no
siempre benéfica) del ciclo hidrológico, el ciclo biogeoquímico más importante del planeta,
sobre el cual se activan todos los demás. El análisis de esa situación exigió entonces dar paso a
una hidrología global que afrontara el ciclo hidrológico del planeta más bien que a escala de
cuenca. (Eagleson,1986). Hoy se le reconoce a la hidrología su nicho junto a las demás ciencias
del planeta tierra. (Sivapalan, 2017). Antes de ello, hubo diversas vertientes de investigación,
que asumieron rumbos alternas a la visión ingenieril de la hidrología. Desde que Horton separó
y etiquetó los componentes del ciclo del agua en infiltración, evaporación, intercepción,
transpiración, escorrentía, etc, ya se tenía conciencia del papel activo de la vegetación en
muchos de ellos. La hidrología forestal hizo grandes esfuerzos en entender la función específica
de la vegetación en los balances hídricos y en evaluar las consecuencias asociadas a la
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Podemos afirmar que la limnología, como capítulo de la ecología, es ciencia que se alimenta
necesariamente de las disciplinas físicas y geofísicas (hidro-climatología, hidrodinámica y
geomorfología). Desarrollada inicialmente como ciencia de los lagos, “oceanografía de lagos”,
recibió de su primer mentor, François-Alphonse Forel, el rigor de la caracterización geofísica de
la masa acuosa, su cubeta y su entorno. Cualquiera de los manuales clásicos dedica amplios
capítulos a esas disciplinas en el esfuerzo de caracterizar la estructura y dinámica del biotopo
particular del cuerpo de agua, sea lago, rio o humedal (Hutchinson, 1957; Margalef, 1984). Por
ello, sus investigadores y practicantes, incluso los más ceñidos a estudiar “la biología del
ecosistema” valoran francamente el concurso y apoyo esencial de las ciencias físicas y
geofísicas. No tiene, en general, ninguna barrera disciplinar. Desde el entorno viscoso y
turbulento que envuelve los organismos de escala microscópica, hasta los procesos de
estratificación y mezcla de grandes lagos, sometidos a estímulos mecánicos y térmicos, son
muchos los aspectos del clima acuático que han sido abordados exitosamente en más de un siglo
de trabajo conjunto entre las ciencias físicas y biológicas (Vogel, 1994; Imberger y Marti,
2017).
Quizá no fue un azar el hecho de que el primer artículo científico que empleó el neologismo
ecohidrología fuese un estudio sobre lo que ha venido a llamarse humedales (Nuttle, 2002). El
artículo de Ingram (1987) estudia las condiciones hidrológicas de los sistemas de turberas
escocesas, en las cuales el nivel freático se presenta a ras del suelo. Allí emplea balances hídricos y
las teorías físicas de percolación (Dupuit-Forchheimer), a través de las distintas capas del suelo. Sin
embargo, hoy puede parecernos que la ecohidrología aplicada a humedales es una especie de
pleonasmo. El texto ya clásico de Mitsh y Gosselink, (2000) hace de la hidrología uno de los rasgos
que dan identidad funcional a cualquier humedal. Aunque, como dicen estos autores, se pueden
destacar algunos rasgos distintivos de un humedal, como la presencia de agua estancada durante la
estación de crecimiento (en zonas templadas), o unas condiciones particulares de los suelos, o bien
la presencia de especies vegetales que muestran adaptación o tolerancia a los suelos saturados o
incluso a una sumergencia prolongada, no es sencilla ni unánime una definición precisa (ibid., pag
25). Precisan además que los humedales suelen situarse a lo largo de un gradiente entre las
márgenes de tierras altas bien definidas y sistemas de aguas profundas, que pueden ser ríos, lagos o
el propio océano. Los lagos de llanuras de inundación, abundantes en nuestro país y usualmente
designados como ciénagas, se resisten al tratamiento usual de la limnología, sesgado hacia la
condición relativamente estable en su volumen, profundidad y extensión superficial de los lagos
alpinos que fueron tradicionalmente objeto de estudio de esta disciplina (Junk y Wantzen, 2003).
Las ciénagas admiten y se benefician de muchos de los esquemas de análisis, conceptos y teorías
aplicados a los lagos someros. Pero la caja de herramientas que provee la limnología clásica era
insuficiente para apropiarse de lo esencial de su funcionamiento. Ya nos señalaba Forbes, en su
artículo “El lago como un microcosmos” (1887) las condiciones que controlan la productividad de
los lagos fluviales:
“La cantidad y variedad de vida animal contenida en ellos, así como en las corrientes relacionadas con
ellos, es extremadamente variable, dependiendo principalmente de la frecuencia, extensión y duración
de los desbordamientos. Este es, de hecho, el rasgo característico y peculiar de la vida en estas aguas.
Tal vez no haya mejor ilustración de los métodos por los cuales el sistema flexible de la vida orgánica
se adapta, sin lesiones, a condiciones que fluctúan amplia y rápidamente. Cada vez que las aguas del
río permanecen durante mucho tiempo mucho más allá de sus orillas, los criaderos de peces y otros
animales se amplían inmensamente, y sus suministros de alimentos aumentan en el grado
correspondiente”.
“La secuencia regular de inundaciones y sequías (pulso de inundación) es la fuerza directriz en el sistema río-
llanura de inundación. La llanura de inundación es considerada como una parte integral del sistema que se acopla y
se desacopla periódicamente del río patrón a través de la zona de transición acuático-terrestre (ATTZ). […] El pulsar
predecible favorece la adaptación de los organismos e incrementa la producción primaria y la eficiencia en el uso de
nutrientes”. (Junk y Wantzen, 2003)
El concepto debe enmarcarse en las teorías que constituyen pilares fundamentales de la ecología,
la evolución y la sucesión, las cuales, una vez aceptadas, exigen reconocer que “ni las especies pueden
permanecer sin evolucionar ni los ecosistemas sin manifestar sus tendencias al cambio” (Margalef,
1993), y lo harán inmersos en la historia geofísica a largo plazo y en los patrones cíclicos a corto
plazo. Los niveles de influencia van desde la activación de procesos biogeoquímicos, la
determinación de fluctuaciones de poblaciones y comunidades hasta la diferenciación y adaptación
evolutiva de organismos. Ello implica diversas escalas, intensidades y complejidades del tipo y grado
de dependencia. El hidroperíodo, que representa el patrón estacional típico de las principales variables
hidrológicas y ha sido calificado como la “rúbrica hidrológica” del humedal (Mitsh y Gosselink,
2000), es el resultado del balance entre influjos y salidas sobre la geomorfología local o regional y
las condiciones sub-superficiales. Tiene influencia definida sobre los grados de conectividad y
transporte entre diferentes sectores o parches del sistema. El pulso de inundación puede ser
monomodal o polimodal, predecible o impredecible, y con alta o baja amplitud. Zalewski, el zar de
la ecohidrología de la UNESCO, sitúa la teoría del pulso como un escalón ganado en el camino hacia
la síntesis ecohidrológica (Zalewzki et al, 1997). Aquel se ha convertido en el marco básico de análisis
de la dinámica de muchos hidrosistemas de llanuras de inundación, sobre todo en los grandes ríos
tropicales (Amazonas, Orinoco, Paraguay, Paraná, etc.). El conocimiento de estos sistemas en nuestro
país se ha venido enriqueciendo notablemente en los últimos años. Dos hitos relevantes en esos
esfuerzos merecen destacarse. El “Estudio ecológico de una laguna de desborde del río Metica”,
premiado en el III concurso nacional de ecología en 1987 y publicado en 1989, fue probablemente el
primer estudio sistemático de un sistema sometido al pulso de inundación, cuya lectura sigue siendo
enriquecedora (Galvis et al, 1989). El texto “Colombia Anfibia”, promovido y publicado por el
Instituto von Humboldt, provee un maravilloso esfuerzo de síntesis y difusión de conocimientos sobre
los humedales de nuestro país (Jaramillo et al, 2015).
A los que somos habitantes urbanos de la Colombia montañosa se nos dificulta hacernos a una
imagen coherente de la Depresión Momposina. Ese territorio, conformado por la confluencia de los
ríos Magdalena, Cauca, Cesar, San Jorge y Nechí, está fragmentado entre los departamentos de
Bolívar, Magdalena, Sucre, Córdoba y Antioquia, cobijado por varias corporaciones ambientales
(Carsucre, Corpomojana, CVS, CSB, Corpamag y Corantioquia), es un desafío ante quien quiere
aprehender su geografía física y humana y emprender políticas de gestión y ordenamiento
territorial. Dentro de ella, La Mojana es el sector situado al occidente del río Cauca y el brazo de
Loba y al oriente de las sabanas de los departamentos de Córdoba y de Sucre. No tenemos para
describirla la experiencia íntima del lugareño, pescador o chofer de yonson, del vaquero en el
verano o del cultivador de arroz. No hemos sido cazadores de patos y ponches ni galapagueros con
chuzo tanteando la hicotea que estiva en los playones. Leemos de la Mojana, que es “un cenagal
situado entre el San Jorge y el Cauca” o “un país de leyenda dentro de la costa atlántica de
Colombia, una región cenagosa, enmarañada en la que sólo a grandes trechos se sorprende un atisbo
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“Cuando el Cauca recibe el tributo de las aguas del San Jorge, ha recibido ya una parte del mismo Magdalena
y luego se confunde enteramente con éste. Esto da a entender que existe algún entretejimiento de los
brazuelos respectivos de cada río; lo que sucede a causa de la poca resistencia de las tierras que forman las
paredes de los cauces, y de la falta casi absoluta de declive” (Luis Striffler, 1886).
Según Eliseo Reclus (Figura 1), “allí comienza la región de los pantanos, de los caños entrelazados,
de las corrientes alternativamente directas o trastornadas que constituyen el delta interior del
Magdalena, del Cauca, del San Jorge y del Cesar” (Reclus, 1893. p. 314).
Figura 1. Esquema del “delta interior” que conforma la depresión Momposina, por Eliseo Reclus.
.
Como unidad del paisaje, la Depresión Momposina se presenta como una cuenca sedimentaria de
aproximadamente 24.650 km², con un complejo entramado de ciénagas, caños, diques y playones.
Caracterizada como una especie de singularidad geológica dentro de la cuenca Magdalena, su
origen se asocia a los cambios milenarios del nivel del océano y la interacción tectónica entre las
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Ayapel
Según nuestro interés podemos caracterizar este territorio como un hidrosistema, o un gran humedal,
un delta interior, o quizá una posible unidad administrativa o cultural. Hidráulicamente, es un ámbito
de retención hídrica y sedimentación, formado por un control macrohidráulico que regula las
variaciones en los niveles base locales, situado unos 15 Km aguas abajo de Magangué entre Tenerife
y Tacamocho. Para que se formara esta gran batea, en la antesala del nivel base final de la cuenca
Magdalena-Cauca (el océano), se requirió de la actividad de fallas y plegamientos para cerrar el
acceso directo del Cauca al mar Caribe. Hidrológicamente, la Depresión Momposina es un sistema
que modula drásticamente las intensidades y ritmos de los flujos hídricos provenientes de las cuencas
andinas, a través del almacenamiento en las ciénagas y de los amplios y recurrentes derrames desde
los ríos y caños. Devuelve a la atmósfera, por evapotranspiración una cantidad no desdeñable de lo
que recibe. Sus cuerpos de agua permanentes son resultado todos del trabajo fluvial. Estas ciénagas
tienen nombre propio, y aparecen en los mapas y los libros de geografía. Las mayores profundidades
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La sección de las ciénagas es la mas inútil i la mas perniciosa de las del Estado, pues mide como 20
miriámetros cuadrados casi perdidos para el hombre, si esceptuamos los peces que se alimentan en
ella. Casi toda paralela al Magdalena, debe su formacion a los derrames de este rio o a los caños que
no alcanzan a salir de las vegas aluviales de él para rendirle sus aguas directamente. Estas ciénagas i
pantanos están a veces interrumpidos por masas de bosque que se estienden a lo largo de los esteros i
los caños, los cuales se inundan durante las aguas, i luego quedan en seco merced a la accion del sol,
formando las vegas llamadas playones, que se cubren despues de pastos abundantes i sirven de refujio
i solaz a los ganados durante el verano por su frescura i calidad.
Mas si el ganadero aplaude la formacion de esos prados siempre verdes, la jeneralidad de los
habitantes no puede ménos que sufrir las consecuencias de la fermentacion del cieno recargado de
yerbas que se pudren, i de los despojos vejetales i animales acarreados por las aguas i depositados en
esos pantanos sometidos por lo ménos a una temperatura de 35º centígrados. La evaporacion rápida
levanta nieblas i emanaciones insalubres que, arrastradas por los vientos, cobijan las llanuras
estendidas del pié de la serranía, i llevan por doquiera las fiebres pertinaces que por lo comun causan
la muerte al forastero que baja de las tierras altas. (Pérez, 1863 p. 576)
LA CIÉNAGA DE AYAPEL
Se presume que los organismos se acoplan o dependen de ese itinerario para activar, modular o
suspender procesos vitales. Quizá la manifestación más elocuente de acoplamiento biológico a ese
itinerario corresponda a la subienda. Además, se han encontrado notables correlaciones entre la
amplitud de la inundación anual con la abundancia en la oferta pesquera. Los cambios en
profundidad media y área superficial suponen respuestas diferentes en la estructura térmica y los
procesos de mezcla vertical y circulaciones horizontales, la resuspensión de sedimentos y por tanto
la disponibilidad de luz para los procesos fotosintéticos. Se han encontrado diversas correlaciones
entre los atributos del hidroperíodo y las respuestas de otras comunidades biológicas como el
fitoplancton y zooplancton.
500
Rango
Duración
sequía
EVT déficit hídrico
Volumen Millones de m3
400
Tasa llenado
Tasa vaciado
300
Duración
sumergencia
centroide
amplitud
200
100
Mínimo anual
0
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Pero quizá la mayor preocupación respecto al futuro de la ciénaga y su oferta natural está en las
fluctuaciones extremas asociadas a los masivos derrames del río Cauca. A ello se suma la
explotación aurífera formal o informal, legal o ilegal, en los aluviones de la zona sur. Por ejemplo,
la inundación de 2010-2012, provocó una muerte masiva de árboles en la zona ribereña y litoral. La
vegetación de ribera (robles, higos, guamos, guaraperos, ceibas) que soportan adecuadamente
periodos cortos de inundación, sucumbió a la prolongada inmersión (más de dos años).
El mangle de agua dulce (Symeria panniculata), que soporta inundación permanente pero es
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Pero sin duda, el problema de mayor gravedad fue la afectación de los asentamientos humanos,
pérdidas de cosechas que produjeron desplazamiento de pobladores de sus viviendas y áreas de
supervivencia. Las que han sido llamadas culturas anfibias, están adaptadas a los cambios regulares,
pero son sin duda vulnerables a los episodios de inundación extraordinaria y a las tendencias en los
extremos hidrológicos asociadas al cambio climático. Desde los tiempos de abundancia de pesca
casi legendaria hace medio siglo hasta la situación de la última década, con una oferta
sensiblemente disminuida, las relaciones entre los ritmos y tendencias en la cultura y la naturaleza
son enormemente complejas y conflictivas.
Hoy en día la ciénaga de Ayapel se encuentra en una encrucijada que los instrumentos de gestión y
la dudosa eficacia de la acción institucional no han resuelto. Ni la declaratoria del DRMI (distrito
regional de manejo integrado) ni la designación como sitio RAMSAR han logrado detener la
pérdida progresiva de su diversidad, su potencial productividad, ni la cantidad y calidad de su oferta
pesquera. Un entendimiento profundo de esta realidad compleja hará posible orientar las políticas
de manejo y preservación de los valores y servicios ecosistémicos, culturales y económicos del
sistema cienaguero de Ayapel.
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