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EL RATÓN Y EL ELEFANTE

Cuento del Tíbet

Una vez, un ratón cayó en una tina de la que no lograba salir. Por más que chillaba
lastimosamente, nadie lo oía. El pobrecito pensaba ya que aquella tina sería su tumba, pero un
elefante llegó a pasar por allí y consiguió sacarlo de su trompa.
-Gracias, elefante. Me has salvado la vida. Sabré demostrarte mi gratitud.
El elefante se echó a reír diciendo:
- ¿Y cómo lo harás? No eres más que un ratoncito.
Un tiempo después, unos cazadores capturaron al elefante y lo amarraron con una cuerda para
llevárselo a la mañana siguiente. Era de noche, el elefante yacía tristemente en el suelo y, por
más que se esforzaba, no lograba desprenderse de la cuerda.
De repente, apareció el ratoncito y comenzó a roer la cuerda. Y roe que te roe, antes de que
amaneciese, el elefante estaba libre.
-¿Has visto, elefante? –dijo el ratón. He cumplido con mi palabra. Hasta un ratoncito
insignificante puede a veces hacer lo que no puede hacer un elefante, por más fuerza que éste
tenga.
EL NIÑO Y LOS CLAVOS
Había un niño que tenía muy mal carácter. Un día, su padre le dio una bolsa con clavos y le dijo que cada vez que perdiera la calma,
clavase un clavo en la cerca del patio de la casa. El primer día, el niño clavó 37 clavos. Al día siguiente, menos, y así el resto de los días.
Él pequeño se iba dando cuenta que era más fácil controlar su genio y su mal carácter que tener que clavar los clavos en la cerca.
Finalmente llegó el día en que el niño no perdió la calma ni una sola vez y fue alegre a contárselo a su padre. ¡Había conseguido,
finalmente, controlar su mal temperamento! Su padre, muy contento y satisfecho, le sugirió entonces que por cada día que controlase su
carácter, sacase un clavo de la cerca. Los días pasaron y cuando el niño terminó de sacar todos los clavos fue a decírselo a su padre.
EL PAPEL Y LA TINTA

Había una hoja de papel sobre una mesa, junto a otras hojas iguales a ella,

cuando una pluma, bañada en negrísima tinta, la manchó completa y la llenó de

palabras.

– “¿No podrías haberme ahorrado esta humillación?”, dijo enojada la hoja de

papel a la tinta. “Tu negro infernal me ha arruinado para siempre”.

– “No te he ensuciado”, repuso la tinta. “Te he vestido de palabras. Desde ahora

ya no eres una hoja de papel sino un mensaje. Custodias el pensamiento del

hombre. Te has convertido en algo precioso”.


MI RATÓN JACINTO
Este es mi ratón
Mi ratón se llama Jacinto
Jacinto es muy tragón
Él es de color gris
A Jacinto le gusta comer queso

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