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Apunte de Cátedra. Asignatura: Gnoseología.


Institución: Universidad Nacional del Sur (Departamento de Humanidades)
Docente: Lic. Juan Luis Speroni
Resumen del texto:

Heisenberg, Werner,1 “La verdad habita en las profundidades”, en: Cuestiones


cuánticas, Wilber, Kent (editor), Barcelona, Kairós, 2015, pp. 59-124.

LA VERDAD HABITA EN LAS PROFUNDIDADES


[pág. 58] A principios del verano de 1952, los cultivadores de la física atómica se reunieron en Copenhague para tratar de
la construcción de un acelerador de partículas europeo. Quiero referir una conversación que tuve con Niels (Bohr) y con
Wolfgang (Pauli) en aquella ocasión. [59]

—Por mi parte —comentó Niels—, puedo estar muy de acuerdo con los positivistas acerca de lo que pretenden, esa
insistencia en la claridad conceptual, pero [60] no acerca de lo que rechazan. Por supuesto, esta insistencia de los
positivistas en la claridad conceptual es algo que yo respaldo plenamente, pero el hecho de considerar prohibida toda
disquisición en torno a temas más amplios, sencillamente porque estos dominios carezcan de conceptos lo
suficientemente definidos, no me parece demasiado útil: esa misma prohibición podría impedimos comprender la teoría
cuántica.

—Tampoco a mí me parece útil esa forma de restringir el lenguaje —dijo Niels—. Todos conocéis el poema de Schiller
“Sentencias de Confucio”, que contiene aquella frase memorable: “Sólo una mente plena es clara, y la verdad habita en
las profundidades.” En nuestro caso, una mente plena no se compone sólo de una abundacia de experiencia, sino también
de una abundancia de conceptos con los que poder hablar de [61] nuestros problemas y de todos los fenómenos en
general.

Philipp Frank fue uno de los filósofos que asistió al congreso de Copenhague, y dio una conferencia en la que usó el término
“metafísica” puramente como un insulto, o a lo sumo como un eufemismo para designar el pensamiento precientífico.
Cuando terminó, yo tuve que explicar mi propia postura, lo que hice más o menos como sigue:

»Comencé puntualizando que no veía razón alguna por la que hubiera que reservar el prefijo “meta” para la lógica y
para las matemáticas (Frank había hablado de “metalógica” y de “metamatemática”) y anatematizar, en cambio, su
aplicación a la física. Después de todo, ese prefijo meramente sugiere que nos estamos planteando cuestiones ulteriores,
esto es, cuestiones que se refieren a los conceptos fundamentales de una determinada disciplina, ¿y por qué habría de
estar prohibido plantearse tales cuestiones en el campo de la física?

[62] En todo este tipo de discusiones, lo que a mí fundamentalmente me importa es que no eliminemos de la existencia
esas “profundidades en las que habita la verdad”. Ello significaría que estamos moviendo sólo en la superficie.

Esa misma tarde Wolfgang y yo seguimos hablando del tema los dos solos. Wolfgang me preguntó:

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Werner Heinsenberg (1901-1976). En 1925 inventó lo que había de conocerse como mecánica cuántica matricial. La completa
formulación tuvo lugar con la ayuda de Max Bom, Pascual Jordán, Paul Dirac y Wolfgang Pauli (una de sus conclusiones fue el famoso
principio de Indeterminación de Heisenberg, que en términos simples viene a afirmar que cuanto más sabemos acerca de una mitad
del mundo subatómico, tanto menos podemos saber de la otra mitad). Siguiendo líneas de razonamiento diferentes, Erwin Schródinger
había desarrollado una mecánica ondulatoria; pronto pudo mostrarse que ambas formulaciones resultaban equivalentes. Con ello
había nacido la mecánica cuántica. Heinsenberg recibió el premio Nobel de Física en 1932.
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—¿Te dejó del todo satisfecho lo que dijo Niels de los positivistas? Tengo la impresión de que tú los criticas aún
más fuertemente, que tu criterio acerca de la verdad difiere radicalmente del que ellos tienen.

—Consideraría absurdo tener que cerrar mi mente a las ideas de los filósofos antiguos, simplemente por el hecho de que
no puedan expresarse en un lenguaje más preciso. Cuando me encuentro con dificultades para captar lo que tales ideas
querían realmente decir intento traducirlas a una terminología moderna y ver si así me proporcionan alguna respuesta
fresca. Pero no [63] tengo objeciones de principio, como tampoco contra el empleo del lenguaje de cualquiera de las
antiguas religiones, que hablan en imágenes y en parábolas, que nunca pueden corresponderse plenamente con los
significados que tratan de expresar. Sin embargo, no deberíamos escatimar esfuerzo para tratar de captar su sentido, pues
se refieren a un aspecto crucial de la realidad; o tal vez deberíamos intentar verterlas en un lenguaje moderno, si ya el
antiguo no se presta a trasmitirnos su contenido. [64]

—Estoy de acuerdo, pero los positivistas pueden acusarte de estar emitiendo solamente ruidos oscuros y sin sentido,
mientras que ellos por su parte son modelos de claridad analítica. Pero ¿dónde debemos buscar la verdad, en la claridad
o en la oscuridad? Niels ha citado a Schiller: «La verdad habita en las profundidades.» ¿Existen esas profundidades? ¿Se
encuentra en ellas alguna verdad? ¿Ocultan tal vez esas profundidades el sentido de la vida y de la muerte? [65]

La solución de los positivistas es muy simple: dividir el mundo en dos partes, aquello de lo que podemos decir con toda
claridad, y el resto, con respecto a lo cual lo mejor es no decir nada. ¿Pero se puede concebir una filosofía más inútil,
cuando lo que podemos afirmar con claridad es poco menos que nada?

—¿Crees en un Dios personal?

[66] —¿Puedo formular tu pregunta así?: ¿Podemos, o puede alguien, alcanzar la razón central de las cosas o de los
sucesos, de cuya inexistencia no parece haber duda, de un modo tan directo como podemos alcanzar el alma de otro ser
humano? Empleo el término «alma» deliberadamente, para que se entienda lo que quiero decir. Así planteada la
pregunta, mi respuesta sería «sí».

[68] VERDADES CIENTÍFICAS Y VERDADES RELIGIOSAS

En la historia de la ciencia, se ha proclamado repetidas veces que la verdad científica no puede reconciliarse con la
interpretación religiosa del mundo. Aunque la verdad científica es inatacable dentro de su propio campo, nunca me ha
parecido posible rechazar el contenido del pensamiento religioso como parte de una fase superada de la conciencia de la
humanidad. Entre estos dos campos del pensamiento, nunca he sido capaz de poner en duda la realidad de lo que cada
uno de ellos señala. [73] En las imágenes y parábolas de la religión encontramos un tipo de lenguaje que permite
comprender esa interconexión del mundo tras los fenómenos, sin la cual careceríamos de toda ética o escala de valores.
Este lenguaje es más afín al de la poesía que al más preciso de las ciencias de la naturaleza. De aquí que las palabras tengan
a menudo un significado diferente en uno y otro lenguaje. El cielo al que se refiere la Biblia tiene poco que ver con el cielo
que puebla la ciencia de aviones y cohetes. De modo que deberíamos intentar no mezclar ambos lenguajes.

El pensamiento religioso no puede racionalmente poner en duda los resultados científicos correctamente comprobados,
y al contrario, las exigencias éticas que brotan del núcleo del pensamiento religioso no deberían ser debilitadas por los
argumentos [74] excesivamente racionales venidos del campo de la ciencia.

Las condiciones materiales son importantes, y la sociedad tenía el deber de eliminar la privación de amplios sectores de
la población, una vez que la tecnología y la ciencia lo hacían posible. Pero ahora, después de haberlo hecho, sigue habiendo
mucha infelicidad. Si sigue habiendo mucha infelicidad entre la generalidad de los estudiantes, la razón no es la dureza
material, sino la falta de confianza que dificulta al individuo el poder dar un sentido a su vida. [75]
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No sabemos si podremos expresar la configuración espiritual de nuestras futuras comunidades con el viejo lenguaje
religioso. Pero no va a servimos de mucho acudir aquí a juegos racionales de palabras y conceptos. Estoy convencido de
que seremos capaces de conseguirlo, si logramos alcanzar el recto equilibrio entre las dos clases de verdad.

[110] SI LA CIENCIA ES CONSCIENTE DE SUS LÍMITES...

Puede resultar interesante tratar aquí de un modo más general el concepto de verdad científica, y preguntamos cuáles
son los criterios que nos permiten considerar como consistentes y definitivos a unos determinados conocimientos
científicos. [111]

Con respecto al carácter definitivo de los resultados, debemos recordar al lector que en los dominios de
las ciencias exactas las soluciones definitivas se han limitado siempre a ciertos campos restringidos de experiencia. La
mecánica newtoniana no puede ser mejorada en modo alguno, porque en tanto en cuanto podamos describir un
fenómeno con los conceptos de la física newtoniana —esto es, posición, velocidad, aceleración, masa, fuerza, etc.—, las
leyes de Newton se mantienen válidas en todo su rigor, y no hay nada en ellas que haya que cambiar en los próximos cien
mil años. Más precisamente deberíamos decir: las leyes de Newton son válidas con el grado de precisión con que pueden
ser descritos mediante esos conceptos los fenómenos en cuestión.

Con las reservas expuestas, es, pues, posible decir que la mecánica newtoniana es una teoría completa. Una teoría cerrada
de este tipo se caracteriza por un sistema de definiciones [112] y axiomas que establece los conceptos fundamentales y
sus interrelaciones, y también por su pretensión de que existe un amplio campo de experiencias, de fenómenos
observables, que pueden ser descritos con una elevada precisión por medio de este sistema. La teoría representa entonces
la idealización, válida para la época, de este campo de experiencia.

Pero existen otros campos de experiencia, y por tanto, también, otras teorías cerradas. Concretamente, en el siglo
diecinueve, la teoría de la termodinámica adoptó su forma final en este sentido como una afirmación estadística relativa
a sistemas dotados de un gran número de grados de libertad. Los axiomas fundamentales de esta teoría definen y conectan
conceptos tales como temperatura, entropía y energía, dos de los cuales, la temperatura y la entropía, no figuran para
nada en la mecánica newtoniana. A partir de la obra de Willard Gibbs, la teoría estadística de la termodinámica puede
también considerarse como una teoría definitiva y cerrada, y no puede ya caber ninguna duda de que sus leyes son de
aplicación universal, en toda época, con la máxima precisión —aunque naturalmente sólo a aquellos fenómenos
abordables por medio de conceptos tales como la temperatura, la entropía y la energía—. Esta teoría es también una
idealización. [113]

La teoría de la relatividad, no menos que la mecánica cuántica, puede también ser considerada como una teoría
cerrada, como una idealización sumamente comprensiva de unas regiones de experiencia extraordinariamente
amplísimas, y de cuyas leyes podemos afirmar que son válidas en todo tiempo y lugar —pero, de nuevo, solamente en
aquellas áreas de experiencia que resulten abarcables por medio de esos conceptos.

Por consiguiente, en ciencias exactas la palabra «definitivo» significa evidentemente que existen leyes que son aplicables
a ciertos dominios de experiencia, en los cuales son siempre válidas, y que no son [114] susceptibles de cambio ni de
mejora. No obstante, es evidente que no podemos esperar que esos conceptos y leyes resulten apropiados para la
descripción subsiguiente de nuevos dominios de experiencia. Sólo en este sentido limitado puede ser formulado de modo
definitivo algún conocimiento científico en lenguaje matemático o en cualquier otro lenguaje apropiado. [115]

A modo de conclusión, deseo citar aquí la introducción a los Principies of Mechanics (1876) de Heinrich Hertz (1857
1894), pues en ella aparece claramente cómo empezó la física a recordar una vez más que la ciencia natural es aquella
cuyas proposiciones relativas a campos limitados de la naturaleza sólo pueden tener una validez correspondientemente
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limitada; que la ciencia no es una filosofía llamada a desarrollar una visión de la naturaleza en su conjunto, o acerca de la
esencia de las cosas... Hertz concluye que las descripciones físicas son sólo imágenes, de cuya correspondencia con los
objetos naturales sólo podemos hacer una única afirmación: la de si las consecuencias que se derivan lógicamente de tales
imágenes se corresponden o no con las consecuencias empíricamente observadas en los fenómenos que se han querido
describir con tales imágenes. Con otras palabras… debe demostrar su utilidad práctica.

[116] Quisiera subrayar lo siguiente:

1. La ciencia moderna, en sus comienzos, se caracterizaba por una actitud de modestia consciente; se limitaba a hacer
afirmaciones sobre relaciones estrictamente limitadas, válidas sólo dentro del marco de tales limitaciones.

2. Esa modestia se perdió en gran medida a lo largo del siglo diecinueve. Aquí empezó a considerarse que el conocimiento
físico hacía afirmaciones relativas a la naturaleza como conjunto. Los físicos se complacían en filosofar, y de todos los
rincones surgían voces pidiendo que todos los filósofos debieran ser científicos.

3. La física actual está atravesando una transformación básica, cuyo rasgo más característico consiste en volver a su
conciencia original de autolimitación.

4. El contenido filosófico de una ciencia sólo queda garantizado cuando ésta es consciente de sus límites. Sólo cabe
hacer grandes descubrimientos acerca de las propiedades de determinados fenómenos individuales, si no se generalizan
a priori la naturaleza de tales fenómenos. Sólo dejando abierta la cuestión de la última esencia de los cuerpos, la materia,
la energía, etc., puede alcanzar la física una comprensión de las propiedades individuales de los fenómenos que
describimos con tales conceptos, comprensión que es la única que puede conducimos a una auténtica intuición filosófica.

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