Los siete ensayos de Mariátegui es el reflejo de la aplicación de un marxismo vivo, de la
aplicación del método del materialismo histórico aplicado en una realidad nueva, y no la típica trasplantación europea de las ideas hacia América. En el ensayo “El factor religioso” se pone la consecuencia de nuestra época colonial, a diferencia de los otros ensayos que se habla de un arrastre problemático, puramente, hacia la república. En este ensayo, Mariátegui argumenta que la religión ha sido una fuerza importante en la formación y consolidación de las sociedades latinoamericanas. Reconoce el valor cultural y espiritual de la religión; sobre todo incorpora al mito en este tipo de concepciones como algo útil, intrínseco del humano, pero al mismo tiempo como algo vulnerable. También, destaca que ha sido utilizada por las clases dominantes como un medio de control social y de justificación de la desigualdad y la explotación. Mariátegui critica la tendencia de algunos sectores intelectuales a menospreciar la religión como una "superstición" o un "opio del pueblo". En cambio, aboga por una comprensión más compleja y matizada de la religión, reconociendo que tiene un arraigo profundo en la conciencia popular y que responde a las necesidades espirituales y emocionales de las personas. No obstante, Mariátegui también advierte sobre los peligros de la manipulación de la religión por parte de las clases dominantes. Sostiene que la Iglesia, en su alianza con las elites políticas y económicas, ha sido cómplice de la opresión y ha contribuido a mantener las estructuras de poder desiguales. En este contexto, Mariátegui propone una visión crítica y liberadora de la religión. Argumenta que el verdadero espíritu religioso debe estar vinculado a la lucha por la justicia social y la transformación revolucionaria de la sociedad. Aboga por un enfoque de la religión que promueva la solidaridad, la igualdad y la emancipación de los oprimidos. Así mismo, reconoce la importancia cultural y espiritual de la religión, pero también critica su uso por parte de las clases dominantes para mantener el statu quo de desigualdad. Mariátegui aboga por una visión crítica y liberadora de la religión, que se vincule con la lucha por la justicia social y la transformación revolucionaria de la sociedad. Pero esta reivindicación e inclusión de la religión es debió a que, en Latinoamérica, esta misma no ha podido ser expulsada, o, mejor dicho; gran parte de Latinoamérica no ha podido independizarse de la importancia y necesidad de la religión en cuanto la dirección política del país. Mariátegui no trata esta necesidad como algo bueno o malo, sino que pone en la mira de todo el gran problema que nos dejó España, y como este problema de la supervivencia del latifundismo impidió que se desarrollara todo un gobierno y país laico como tal; sino que desde el primer día de la Republica el Cristianismo fue puesto como religión nacional, y de cierta manera impuesta. Si bien las ideas liberales van llegando a cabezas aristocráticas y van haciendo evolucionar un poco esta independencia de la religión, esta no llegar por separarse, pero si por debilitarse. Es pues este carácter débil, con poca repercusión gubernamental, pero con regular presencial social de la religión que nosotros terminamos arrestando y heredando de la república. Hoy por hoy, en nuestra época contemporánea, aunque nos llamemos y nos definamos como país laico, eso solo es tinta en papel no valida ni representada. Esto se ve, para nuestro pesar social y moral, visto desde la esfera educativa: en esta rama educativa se ha pasado a llamar directamente religión a una educación católica, que para ser justificada como no intromisión es agregarle pequeñas partes historicistas de otras religiones sin darle la relevancia necesaria o debida. Inclusive se ha visto como desde la presidencia se pidió la intervención de la iglesia católica para la calma de la ira del pueblo; una petición que no solo reflejaba el desconocimiento real de la gran variedad de creencias religiosas, propias de una región como es el Perú, sino que también manifiesta un claro desconocimiento de las normal de la carta magna que manifiesta que ningún ente religioso tiene poder sobre las decisiones políticas, económicas o del país de manera directa. Después de todo pese a que, inclusive, en la actualidad la iglesia católica este muy debilitada y relegada, generalmente, a esta concepción moral y controladora de la sociedad; es verdad que no se ha podido separar aun del poder político ni de la concepción de mandato que quedo desde la Republica. Lo que si podemos decir que, nosotros, también aun arrastramos desde la época colonial en este apartado religioso: la contaminación supersticiosa que termino contaminando la fe o mito del Tawantinsuyo Es pues, como menciona Mariátegui, lo religioso algo parte del hombre y necesario para el: para su desarrollo como persona, como sociedad y como ente espiritual; pero es verdad que lamentablemente no se ha logrado independizar del todo de la esfera mandataria; obviamente este pesar es visto y sentido desde la corriente libertaria.
Bibliografía Mariátegui, J. C. (1928). 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana. Lima, Perú: Amauta.