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Darío siempre había sido un aventurero.

Soñaba con realizar viajes exóticos y


descubrir nuevas y diferentes civilizaciones. Siempre estaba mirando al horizonte
e imaginando lo que descubriría más allá de las altas montañas que encerraban
en el valle a su pequeño pueblo.

Sin embargo, aunque su vista estaba puesta en el cielo y estudiaba con atención a
los pájaros, los aviones le daban miedo y no pensaba subirse nunca a uno. Por el
contrario, aunque nunca había visto el mar, admiraba los barcos que veía en sus
cuentos.

En el valle había un pequeño río, pero Darío sabía que por él no podría navegar
con un barco. Así que tomó una decisión: construiría un barco que volara. Para
ello, reciclaba todos los aparatos y piezas que encontraba y que sus vecinos
desechaban. Tuvo que estudiar mucho, por lo que cuando salía de la escuela
pasaba las tardes en la biblioteca tomando notas sobre la construcción de barcos
y de aviones para poder crear su barco volador. Su invento se llamaría Barvión.

Al principio los amigos de Darío pensaban que éste se había vuelto loco e incluso
se reían de él. Pero a Darío no le importaba, él tenía un sueño y desde pequeño
su familia le había enseñado que hay que luchar y trabajar duro para conseguir
dichos sueños. Pero, según iba creciendo Barvión, los amigos de Darío
empezaron a creer en él. Incluso, muchos fueron los que quisieron participar en su
aventura y convertirse en su tripulación.

Barvión ya estaba listo. Y ante la expectación de todo el pueblo, en lugar de zarpar,


despegó. Darío, que se había convertido en todo un capitán, aprovechó una corriente de
aire para que Barvión alcanzara altura. Los pájaros aplaudían los colores de Barvión y
enseñaban a Darío el camino para llegar a otras tierras. Durante el día, la tripulación
jugaba con las nubes como si de delfines se tratara y, por las noches, pescaban estrellas
mientras la luna les iluminaba.

Los ruidos y las plantas


Estaba leyendo «Un puente sobre el Drina» cuando escuchó ruidos en el patio.
Eso ocurrió como a las once de la noche, comenzó a leer el libro cuando terminó el
noticiero en la televisión.
Los ruidos no eran claros, de pronto parecían pasos o el ruido de un mueble que
se arrastra. Nora dejó el libro sobre la cama y se levantó, fue hasta la ventana y miró
a través del vidrio, alzando levemente la cortina. No vio nada, pero continuó
escuchando ruidos, entonces dijo para sí que a lo mejor era el viento que soplaba
muy fuerte y movía las ramas del paraíso que estaba en el patio. «O mueve las hojas
duras de esa planta horrible de la vecina», pensó La planta de la vecina que ella
aborrecía era una especie rara, de tallos duros y hojas alargadas en forma de vaina,
muy duras, pero lo más llamativo eran sus flores, unas flores extrañas en forma de
capullo cerrado que estaban formados por numerosos pétalos blancos y duros que
tienen la forma de dientes humanos. El odio hacia esa planta tenía su historia.
Cuando Nora era chica había una en el fondo del patio de la casa de sus abuelos y
una tarde cuando jugaba con sus amigas, una de ellas le dijo que esa planta crecía
donde estaba enterrado un muerto, por eso la forma de dientes de sus flores. Nunca
más se acercó hacia el Pondo, especialmente si ya estaba oscureciendo.
Muchas veces, por las noches escuchaba el rugir del viento y le parecía que se
mezclaba con ese ruido un llanto lastimero o un pedido de auxilio. Cuando pasó el
tiempo y se mudó jamás dejó de pensar en esa planta y aunque con los años ésta
desapareció del patio, no le agradaba estar en el lugar donde había crecido. Cuando
se mudó a la casa que ocupaba ahora descubrió que la vecina tenía una gran cantidad
de esas plantas que crecían en el lindero de su terreno, formando una muralla
natural. Le pareció infantil seguir temiéndole a unas inofensivas plantas, a sus años.
Los ruidos continuaban, por supuesto que no pensaba salir a averiguar qué
estaba pasando. «Por mí que roben el juego de jardín,   —50→   si son ladrones», se
dijo, y se acostó para continuar leyendo. No hubo caso, por más que leía y leía no
entendía en absoluto lo que el autor narraba, el dichoso libro tenía como
protagonista un puente, centenario y vetusto y lo que ella necesitaba era algo más
ágil, más entretenido. Entonces se levantó, fue hasta su biblioteca y repasó los títulos
en busca de algo que le ayudara a relajarse. Tomó una novela, de esas llamadas rosa,
y se acomodó sobre sus cuatro almohadones dispuesta a concentrarse en la obra y
olvidarse de los ruidos, pero éstos no se olvidaron de ella. Continuaron más intensos,
de pronto parecían voces, pasos, o el roce de un cuerpo al sentarse. Entonces perdió
la serenidad. «Necesito un perro», pensó, «tengo que comprar inmediatamente un
perro enorme, de policía, que con su sola presencia infunda terror».
Se dispuso a salir en el momento en que los ruidos eran más intensos, preparada
con un martillo en una mano y un cuchillo en la otra. Abrió la puerta de golpe como
para sorprender a quien estuviera, pero no encontró nada. No había ni siquiera
viento, sólo un rayo de luna habitaba el frente de su casa. Miró hacia el costado,
donde estaba la muralla natural de plantas con flores en forma de dientes. Allí
estaban las inocentes plantas, exhalando su extraño aroma mezcla de su néctar y el
anhídrido carbónico nocturno. Caminó hacia ellas y las miró desafiante. «Qué
tontería -pensó-, tenerle miedo a una hilera de plantas, y que también si están
creciendo sobre una hilera de muertos, éstos no hacen daño, peores son los vivos»,
dijo, y se fue a dormir. Pero por las dudas puso todas las trancas en puertas y
ventanas.
Intentó dormir, pero los ruidos continuaban, entonces decidió que a primera
hora le iba a proponer a la vecina hacer una muralla que ella costearía íntegramente.
Se imaginó que la vecina no se negaría a que le regalen una blanca muralla en
reemplazo de sus antiestéticas plantas.

Cuentos sobre valores: La atrapadora de sueños

Cuentos sobre valores para entender la importancia de perseguir


nuestros sueños para lograr la felicidad.

Todas las personas tienen muchos sueños. Cada noche, mientras


duermen todas las personas tienen muchos sueños, y también tienen
muchos sueños por el día. Sueños mientras están dormidos y mientras
están despiertos, sueños que se encienden en su mente y en su corazón
como una estrellita, sueños que crecen como vocecitas interiores que
muestran lo que les gustaría conseguir o donde les gustaría estar.

Pero ocurre que muchos de esos sueños se escapan y se quedan en el


aire, convirtiéndose en sueños inalcanzables para las personas que los
sueñan. Y cuando esto pasa, las personas no dejan de ver ese sueño
como una luz cada vez más lejana, cada vez más difícil de conseguir. Y
esto hace que las personas se sientan tristes, frustradas, derrotadas, etc.

La pequeña Berta, que siempre observaba todo con mucho detalle y


atención, desde muy pequeña pudo ver como los sueños que nacían en
el corazón y la mente de las personas en muchas ocasiones se les
escapaban, alejándose cada vez un poquito más y haciendo infelices a
estas personas. Fue así como se le ocurrió ayudar a todas esas
personas y decidió ponerse una capa y convertirse en una súper heroína:
La atrapadora de sueños. No tenía ningún súper poder, pero si una
misión muy importante: atrapar los sueños que se les escapaban a las
personas, o al menos ayudarles a ello.

La pequeña Berta, se construyó un hilo con fibras de esperanza, con


mucha fuerza y con algo de magia. Y con ese hilo de muchos colores
acudía a ayudar a las personas, lo único que hacía era observar los
sueños y atar esos sueños antes de que se escapasen con el hilo de la
esperanza, la fuerza y la magia que ayudaba a mantener la ilusión y a
dejar el sueño cerquita siempre a la vista, de este modo poco a poco y
sin saber cómo las personas alcanzaban sus sueños. Pero Berta sabía
porque lo hacían, lo hacían porque tenían esperanza, porque ponía
fuerza y esfuerzos y porque se añadía un poco de magia de esa que
hacía todo posible.

De este modo las personas que tenían muchos sueños no abandonaban


sus sueños, no dejaban que se escapasen y que se alejasen. De este
modo las personas que soñaban a todas horas, empezaron a cumplir sus
sueños porque se dieron cuenta de que sus sueños son posibles pero no
hay que dejar que se escapen.

FIN

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