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P
or qué tiene éxito el Japón? es hoy el tema más candente de discusión. ero poco
se habla del costo del capital en el Japón.
Las grandes firmas japonesas han venido pagando el 5 por ciento, a lo sumo. Y
una ventaja del 200 al 300 por ciento en costo del capital es casi invencible. Ni
la ´´cultura ´´ ni la ´´estructura´´ factores que generalmente se invocan para
explicar el éxito del Japón son el origen del bajo costo del capital. La ocupación
estadounidense se lo proporcionó a los japoneses hace cuarenta años.
Después de la derrota, esa tasa bajó más aún mientras la inflación y la violenta
pugna laboral devoraban rápidamente los ahorras que habían sobrevivido a los
impuestos confiscatorios y a la destrucción de la guerra
.
Con sus ciudades y sus fábricas reducidas a escombros, el país requería
inversiones masivas de capital, pero no había posibilidades de tomarlo prestado
en el exterior ni existía un Plan Marshall. En esa crisis, los Estados Unidos
llevaron a un banquero de Detroit, Joseph Dodge, en calidad de asesor
económico de la Ocupación. Dodge vio que sólo un cambio radical en una
economía impulsada por la inversión podía evitar el desastre.
Entonces propuso un fuerte aumento de tarifas tributarias aun para los ingresos
relativamente bajos, y hasta el día de hoy, las tarifas de impuestos, especialmente
las marginales sobre las grandes rentas, son bastante más altas en el Japón que en
los Estados Unidos. Además, propuso una exención total de impuestos para los
intereses sobre depósitos en las cajas postales de ahorros hasta el monto de 3
millones de yenes por persona.
Todos los expertos pusieron el grito en el cielo, los japoneses, por la horrorosa
pérdida de renta por impuestos que sufría un fisco ya castigado por el déficit, los
estadounidenses y en especial los economistas y políticos ´´liberales´´ de
Washington, por el horroroso regalo que les hacía a los ricos. Pero Dodge logró
persuadir de la bondad de su plan a un joven y nuevo ministro de hacienda
japonés, Hayato Ikeda (que luego sería primero ministro). Ikeda hizo que
aprobaran el plan el gabinete, que era escéptico, y la Dieta, que era abiertamente
hostil.
La inflación desapareció a las pocas semanas. Seis meses después, la tasa de
ahorro empezó a subir y continuó subiendo.
Sin embargo, hoy sabemos que fomentar el ahorro no favorece a los ricos. Todos
los países que le han otorgado exenciones tributarias o impuestos diferidos a los
ahorros han tenido la misma experiencia que el Japón: las personas de ingresos
medianos o bajos son las que aprovechan más estas oportunidades. Tal ha sido el
caso, por ejemplo, con las escasas concesiones de impuestos diferidos al ahorro
en los Estados Unidos (por ejemplo, en las cuentas individuales de jubilación de
los planes Keogh).
Además, los ingresos tributarios, son mayores a los pocos años cuando se apoya
el ahorro, aunque esto no quiera reconocerlo la Oficina de Recaudación de
Rentas.
Hemos aprendido en los cuarenta años transcurridos desde los tiempos de Joseph
Dodge que en un país desarrollado nada funciona mejor que la evasión legal de
impuestos.
Las cuentas exentas en el Japón producían intereses irrisorios --- nunca más de
un 2 por ciento anual ---- y a pesar de eso, el público estaba encantado con
ellas. En los Estados Unidos, el ahorro monetario en las cuentas de jubilación
y en los planes Keogh para individuos que trabajan por cuenta propia suele ser
más nominal que real y, sin embargo, son siempre populares. Abogados y
contadores son testigos de la gente se acoge a los más dudosos ´´ refugios
tributarios ´´ con tal de burlar al recaudador de impuestos.
LA ´´ INCIDENCIA ´´ DE LOS IMPUESTOS