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LA GRAN ARMA JAPONESA DE POSTGUERRA

Tomado del Libro: “Gerencia para el Futuro”- El Decenio de


los 90 y más allá – Capítulo 9 – del autor Peter Drucker
como estrategia de financiación a largo plazo.

P
or qué tiene éxito el Japón? es hoy el tema más candente de discusión. ero poco
se habla del costo del capital en el Japón.

Las compañías estadounidenses y otras del Occidente pagan entre un 10 y un


15 por ciento por el dinero, sea en forma de préstamos a corto plazo, en deuda
fija o en acciones de capital.

Las grandes firmas japonesas han venido pagando el 5 por ciento, a lo sumo. Y
una ventaja del 200 al 300 por ciento en costo del capital es casi invencible. Ni
la ´´cultura ´´ ni la ´´estructura´´ factores que generalmente se invocan para
explicar el éxito del Japón son el origen del bajo costo del capital. La ocupación
estadounidense se lo proporcionó a los japoneses hace cuarenta años.

Es de conocimiento general que la tasa de ahorro en el Japón es el doble de la


tasa de los Estados Unidos, y es, ciertamente, la más alta del mundo
desarrollado. Pero pocos historiadores observan que antes de la Segunda Guerra
Mundial el Japón tenía una de las tasas de ahorro más bajas entre los grandes
países.

Después de la derrota, esa tasa bajó más aún mientras la inflación y la violenta
pugna laboral devoraban rápidamente los ahorras que habían sobrevivido a los
impuestos confiscatorios y a la destrucción de la guerra
.
Con sus ciudades y sus fábricas reducidas a escombros, el país requería
inversiones masivas de capital, pero no había posibilidades de tomarlo prestado
en el exterior ni existía un Plan Marshall. En esa crisis, los Estados Unidos
llevaron a un banquero de Detroit, Joseph Dodge, en calidad de asesor
económico de la Ocupación. Dodge vio que sólo un cambio radical en una
economía impulsada por la inversión podía evitar el desastre.

Entonces propuso un fuerte aumento de tarifas tributarias aun para los ingresos
relativamente bajos, y hasta el día de hoy, las tarifas de impuestos, especialmente
las marginales sobre las grandes rentas, son bastante más altas en el Japón que en
los Estados Unidos. Además, propuso una exención total de impuestos para los
intereses sobre depósitos en las cajas postales de ahorros hasta el monto de 3
millones de yenes por persona.

LOS EXPERTOS CLAMARON

En 1950, 3 millones de yenes apenas equivalían a un poco más de 8000 dólares,


pero en el Japón ésa era una suma astronómica, veinticinco veces el ingreso
anual del japonés medio, y más de lo que ganaba cualquiera en un año, salvo el 2
por ciento más alto de la población.

Todos los expertos pusieron el grito en el cielo, los japoneses, por la horrorosa
pérdida de renta por impuestos que sufría un fisco ya castigado por el déficit, los
estadounidenses y en especial los economistas y políticos ´´liberales´´ de
Washington, por el horroroso regalo que les hacía a los ricos. Pero Dodge logró
persuadir de la bondad de su plan a un joven y nuevo ministro de hacienda
japonés, Hayato Ikeda (que luego sería primero ministro). Ikeda hizo que
aprobaran el plan el gabinete, que era escéptico, y la Dieta, que era abiertamente
hostil.
La inflación desapareció a las pocas semanas. Seis meses después, la tasa de
ahorro empezó a subir y continuó subiendo.

La renta fiscal por impuestos también empezó a subir casi inmediatamente. Y


en 1988, cuando se abolieron las cuentas exentas de impuestos por haber
cumplido ya su cometido, prácticamente todo japonés pobre, de ingreso mediano
o rico tenía una cuenta de este tipo. Algunos tenían hasta veinte, no se había
hecho caso del límite de una cuenta por persona. La mayor concentración de
cuentas exentas de impuestos se encontraba entre los contribuyentes de ingreso
relativamente bajos.

Estos ahorros financiaron el crecimiento explosivo de la economía japonesa y el


esfuerzo de exportación, y explican igualmente por qué el Japón a pesar de su
rápido crecimiento no ha tenido que endeudarse en el exterior, hecho casi sin
precedentes en la historia económica. Desde luego, los ahorros exentos de
impuestos explican el bajo costo del capital y la poderosa ventaja competitiva
que éste le dio al país.
Pero el hecho de que la economía impulsada por la inversión funcionara en el
Japón, no es tan importante como el hecho de que la alternativa estadounidense
e inglesa ---- la economía impulsada por el consumo ------ no ha dado los
resultados prometidos, inversión y bajos costos del capital. Sin embargo, la
economía impulsada por el consumo todavía domina la teoría y la política
económicas de los Estados Unidos y del Reino Unido.
A pesar de sus diferencias, los Keynesianos, los monetaristas y los partidarios
de la economía de la oferta aceptan todos unas pocas postulados Keynesianos
básicos, que el ´´superahorro´´ es un peligro constante que produce
subconsumo y depresión. Por tanto, el ahorro no se debe estimular, y al
contrario, se podría penalizar sin riesgo. Si el consumo impulsa la
economía, la inversión productiva necesaria vendrá por añadidura. El
aumento del consumo creará demanda para nueva producción remunerativa y
capacidad productiva. Actuará como el ´´ multiplicador ´´ de la inversión.
Así, pues, fomentar y promover el consumo generará automáticamente
tanto el alza de ingresos como la alta formación de capital.
Que estos postulados adolecen de graves fallas lo vieron inmediatamente
desde mediados de los años 30 eminentes economistas como Lionel
Robbins, de la Escuela de Economía de Londres, y Joseph Schumpeter, de
Harvard.

Ellos demostraron que jamás se ha documentado un superahorro. Ni existe la


menor evidencia de que, como lo sostenía John Maynard Keynes, el
superahorro hubiera sido la causa de la Gran Depresión. Peor aún, la
propia teoría de Keynes excluye el multiplicador del cual depende su
economía impulsada por el consumo, pues en el fondo de toda su teoría se
halla fundamentada en el postulado de que los hombres de negocios invertirán
únicamente si tienen ´´confianza´´, la cual en la teoría Keynesiana es función
de los bajos tipos de interés y bajo costos del capital. No estimular el
ahorro, por no hablar de desestimularlo, tiene que hacer subir los tipos de
interés y, por tanto, minar la confianza.

La tesis de la economía impulsada por el consumo triunfó, aunque


principalmente en los países de habla inglesa , porque se ajustaba en forma
perfecta al sentimiento político de postguerra : se pensaba que penalizar el
ahorro ¨golpeaba a los ricos¨ mientras que promover el consumo ¨repartía la
riqueza¨ .Políticamente el mismo Keynes era un poco lo que hoy
llamamos un ´´neoconservador ´´ (entonces se llamaba un ´´Liberal´´,
con mayúscula) . No tenía sino desprecio para los ¨corazones sangrantes¨; pese
a lo cual, por magnífica ironía de las cosas, los progresistas aceptaron sus teorías
y las impusieron.

Estas teorías le dieron legitimidad a su posición política.

Sin embargo, hoy sabemos que fomentar el ahorro no favorece a los ricos. Todos
los países que le han otorgado exenciones tributarias o impuestos diferidos a los
ahorros han tenido la misma experiencia que el Japón: las personas de ingresos
medianos o bajos son las que aprovechan más estas oportunidades. Tal ha sido el
caso, por ejemplo, con las escasas concesiones de impuestos diferidos al ahorro
en los Estados Unidos (por ejemplo, en las cuentas individuales de jubilación de
los planes Keogh).

También sabemos que una economía impulsada por el consumo no ´´


distribuye la riqueza ´´. Hay mucha más igualdad de ingresos en el Japón,
impulsado por la inversión, que en los Estados Unidos impulsados por el
consumo.

Además, los ingresos tributarios, son mayores a los pocos años cuando se apoya
el ahorro, aunque esto no quiera reconocerlo la Oficina de Recaudación de
Rentas.
Hemos aprendido en los cuarenta años transcurridos desde los tiempos de Joseph
Dodge que en un país desarrollado nada funciona mejor que la evasión legal de
impuestos.

Las cuentas exentas en el Japón producían intereses irrisorios --- nunca más de
un 2 por ciento anual ---- y a pesar de eso, el público estaba encantado con
ellas. En los Estados Unidos, el ahorro monetario en las cuentas de jubilación
y en los planes Keogh para individuos que trabajan por cuenta propia suele ser
más nominal que real y, sin embargo, son siempre populares. Abogados y
contadores son testigos de la gente se acoge a los más dudosos ´´ refugios
tributarios ´´ con tal de burlar al recaudador de impuestos.
LA ´´ INCIDENCIA ´´ DE LOS IMPUESTOS

En otras palabras, sabemos cómo se podría fortalecer la infeliz tasa de ahorro en


los Estados Unidos y cómo bajar el prohibitivo costo del capital. Es menos
cuestión del nivel que de la incidencia de los impuestos (como dicen por
eufemismo los economistas para referirse a la oportunidad de evitar legalmente
el impuesto, Y sabemos también que Keynes tenía razón cuando afirmó que
el alto costo del capital destruye la confianza e inhibe la inversión. Pocas
inversiones reditúan lo suficiente como para recuperar costos de capital del 15%;
pero mucho bien pueden manejar un 5 por ciento que es lo que pagan los
japoneses.

Existen sin duda profundas diferencias entre la sociedad japonesa y la del


Occidente, especialmente la de los Estados Unidos, pero no hay nada que puedan
hacer los Estados Unidos o el Occidente como un todo con respecto a tales
diferencias. En cambio, sí podemos hacer mucho por eliminar, o suavizar al
menos la enorme desventaja competitiva que sufrimos frente al Japón por
nuestro costo prohibitivo del capital. Este no es un problema ´´ estructural ´´
es el resultado de una tasa inadecuada de ahorro causado principalmente por
nuestro empeño en seguir creyendo en una economía impulsada por el
consumo, contra nuestra propia experiencia y contra toda evidencia.

ALFREDO RIVERA LÓPEZ


ECONOMISTA, ESPECIALISTA EN ADMINISTRACIÓN FINANCIERA.
MAGISTER EN ADMINISTRACIÓN DE EMPRESAS.

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