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Juan José Iglesias Rodríguez e Isabel Mª Melero Muñoz (coords.

HACER
HISTORIA MODERNA
Líneas actuales y futuras de investigación

ÍNDICE

Editorial Universidad de Sevilla


Juan José Iglesias Rodríguez
Isabel Mª Melero Muñoz
(coords.)

HACER HISTORIA MODERNA


Líneas actuales y futuras de investigación

V Encuentro de Jóvenes Investigadores de la FEHM


Sevilla, 4 y 5 de julio de 2019
Universidad de Sevilla
Líneas actuales y futuras de investigación
HACER HISTORIA MODERNA

Sevilla 2020
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Colección Actas

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Rafael Fernández Chacón
María Gracia García Martín
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Manuel Padilla Cruz
Marta Palenque Sánchez
María Eugenia Petit-Breuilh Sepúlveda
José-Leonardo Ruiz Sánchez
Antonio Tejedor Cabrera

3
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Líneas actuales y futuras de investigación
HACER HISTORIA MODERNA

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Composición interactiva: Cuadratín Estudio


IV. La historia de la cultura y las mentalidades en las nuevas encrucijadas

NUEVAS ENCRUCIJADAS
Y LAS MENTALIDADES EN LAS
IV. LA HISTORIA DE LA CULTURA

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1087
Irene Andreu Candela

“Su salud tan preciosa y que tanto me


importa”: preocupación por la enfermedad en
la correspondencia privada del siglo XVIII
“Your health so precious and so important
to me”: concern about the disease in private
correspondence in the eighteenth-century

Irene Andreu Candela


Universidad de Alicante 1273

Resumen: Durante la Edad Moderna, informar sobre la salud personal y fa-


miliar en la correspondencia privada era una constante. El estudio de di-
por la enfermedad en la correspondencia privada del siglo XVIII

ferentes epistolarios del siglo XVIII nos ha permitido conocer de primera


“Su salud tan preciosa y que tanto me importa”: preocupación

mano la importancia que alcanzaba la enfermedad y el interés social de la


salud desde la óptica personal que aportan las cartas. Estas misivas, pertene-
cientes a corresponsales de diferentes grupos sociales, como la familia real,
ilustrados, nobles o burgueses, demuestran que la importancia atribuida a
conocer el estado de salud de los más allegados no distinguía de posicio-
nes sociales. La existencia de estas referencias nos permite conocer también
las creencias más difundidas; comparar los remedios más utilizados y acer-
carnos a la realidad social de las epidemias padecidas por la población. Fi-
nalmente, por su continuidad y por la reiteración de estas referencias, nos
acercaremos a la información sobre salud encontrada en el epistolario de
Carlos III y Bernardo Tanucci.
Palabras clave: correspondencia, salud, enfermedad, Carlos III, siglo XVIII.

NOTA: La autora de este trabajo cuenta actualmente con una Ayuda para la Formación
del Profesorado Universitario del Ministerio de Educación Cultura y Deporte con referencia
ÍNDICE

FPU16/02637.
Irene Andreu Candela

Abstract: In the early modern period, reporting on personal and family


health in private correspondence was a constant. The study of epistles in
the eighteenth-century has allowed us to know the importance of the di-
sease and the social interest of health from the personal perspective. These
missives, belonging to correspondents of different social groups, such as the
royal family, enlightened, noble or bourgeois, show that the importance at-
tributed to knowing the state of health of those closest to them did not dis-
tinguish from social positions. The existence of these references lets to know
the most widespread beliefs; compare the most used remedies and approach
the social reality of the epidemics suffered by the population. Finally, for its
continuity and for the reiteration of these references, we will approach the
health information found in the correspondence of the king Carlos III and
Bernardo Tanucci.
Key words: correspondence, health, disease, Carlos III, eighteenth-century.

1. INTRODUCCIÓN

Es innegable que las cartas privadas constituyen un instrumento fundamental


para conocer la esfera íntima de sus interlocutores. Lejos de la corresponden-
cia oficial, se convierten en un espacio en el que expresar sus pensamientos a 1274
alguien sentimentalmente cercano a pesar de la distancia, que los obliga a co-
municarse a través de misivas. Así, los corresponsales intentan reflejar en ellas
las novedades de su vida diaria y las noticias más destacas de su entorno. Por
ello, estos documentos adquieren un valor mucho mayor, pues no solo son el
reflejo de una personalidad, sino que resultan esenciales para conocer de pri-
mera mano la vida cotidiana de una época determinada1.
por la enfermedad en la correspondencia privada del siglo XVIII

Además, la multiplicidad de temas que se tratan en la correspondencia


“Su salud tan preciosa y que tanto me importa”: preocupación

amplía las posibilidades investigadoras de la fuente. Los comentarios sobre


la salud contenidos en estas misivas ya han suscitado el interés de diferen-
tes investigadores, algunos en sus estudios sobre un personaje concreto y su
entorno2; otros han intentado acercarse, desde el punto de vista médico, a
la perspectiva del enfermo que proporciona este tipo de fuente3; y también
se ha optado por reconstruir las alternativas asistenciales disponibles ante la

1. Antonio Mestre, “La carta, fuente de conocimiento histórico”, Revista de Historia Mo-
derna, 18 (1999-2000). p. 17.
2. Rosario Die Maculet (Ed.), Cartas a Margarita. La correspondencia de Jorge Juan Santa-
cilia con su hermana y otros documentos familiares, Novelda, Edicions Locals, 2018.
Rosario Die Maculet, Armando Alberola Romá, “La muerte de Jorge Juan”, en La heren-
cia de Jorge Juan: muerte, disputas sucesorias y legado intelectual, Alicante, Universidad de Ali-
cante, 2002.
3. Roy Porter, “The patient in England c.1660-1800”, en Andrew Wear (ed.) Medicine in
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society. Historical essays, Cambridge, Cambridge U.P., 1996, pp. 91-118.


Irene Andreu Candela

presencia de la enfermedad o el mantenimiento de la salud4. En esta comu-


nicación pretendemos resaltar el papel que puede adquirir la carta como re-
flejo de la percepción social de la enfermedad durante el siglo XVIII. Conviene
puntualizar que se trata de una primera aproximación que pretende añadir
nuevos elementos de análisis que permitan acercarnos a la realidad social de
la medicina en la sociedad dieciochesca y a la posible incidencia que las nue-
vas obras médicas sobre el mantenimiento de la salud a través de unos hábitos
de vida concretos5.

2. EL INTERÉS POR LA SALUD EN LA


CORRESPONDENCIA PRIVADA

El principal obstáculo que nos encontramos al estudiar la correspondencia


privada es su conservación, pues es habitual que este tipo de misivas no se
guarden y, en el caso de que se hayan preservado, suelen pertenecer a los es-
tratos más altos de la sociedad6. Sin embargo, su utilidad, por su condición de
testimonio personal, nos permite conocer de primera mano la actitud que se
tomaba ante la enfermedad, así como los síntomas y remedios descritos a los
1275
familiares y amigos más cercanos. Una de las características que permite este
acercamiento es el uso de un lenguaje menos planificado que transmite, desde
un tono familiar, las circunstancias que lo rodean; aunque, al mismo tiempo,
muestran las características de la lengua escrita y de las fórmulas epistolares7.
Es desde esta dualidad desde la que tenemos que entender los comentarios de
los corresponsales sobre la salud.
Asimismo, coincidiendo con esta dicotomía entre el lenguaje planificado
por la enfermedad en la correspondencia privada del siglo XVIII
“Su salud tan preciosa y que tanto me importa”: preocupación

y el espontáneo presente en la correspondencia privada, distinguimos dos ti-


pos de referencias, por un lado, los meros formulismos que sirven para in-
formar o agradecer la continuación de una buena salud; y por otro, aquellas
alusiones más explícitas y espontáneas que indican que quien escribe la carta,
o algún familiar, está enfermo. Nos centraremos en primer lugar en los formu-
lismos, que son básicamente algunas expresiones escuetas, normalmente al fi-
nal de la carta, para desear que el corresponsal goce de buena salud: «celebro

4. Alfons Zarzoso, “El pluralismo médico a través de la correspondencia privada en la Ca-


taluña del siglo XVIII”, Dynamis: Acta hispanica ad medicinae scientiarumque historiam illus-
trandam, 21 (2001), pp. 409-434.
5. Mónica Bolufer Peruga, “Ciencia de la salud y ciencia de las costumbres: Higienismo y
educación en el siglo XVIII”, Areas: Revista internacional de Ciencias Sociales, 20 (2000), p. 26.
6. Mercedes Abad Merino, “Muy señor mío, dueño y amigo. Lengua epistolar y élite social
en la correspondencia privada del sureste español (1760-1805)”, Tonos digital: Revista electrónica
de estudios filológicos, 30 (2016), p. 7.
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7. Mercedes Abad Merino, “Muy señor mío…”, p. 8.


Irene Andreu Candela

que Vd. se mantenga con buena salud, que es lo que importa»8; «quedo ro-
gando a Dios por la importante salud de V.I.»9; «celebro hiciese su viaje con fe-
licidad y con la salud tan completa como yo se la he deseado y deseo»10; o para
indicar que la salud del emisor y de su familia está bien: «de aquí no me queda
otra cosa que decirte, sino que gracias a Dios estamos todos buenos»11.
La reiteración de este tipo de comentarios en la correspondencia privada,
sobre todo en la familiar, ha llamado la atención de muchos investigadores,
que suelen enumerarlo en sus estudios como uno de los temas más frecuentes
en los epistolarios, aunque considerándolos tópicos propios del género episto-
lar12. Si bien esta apreciación es cierta, la recurrencia de estas referencias indica
la preocupación existente en la sociedad por el estado de salud de sus familia-
res y amigos, pues la ausencia de información al respecto provocaba la reac-
ción de los corresponsales, que pedían explícitamente alusiones sobre el tema.
Encontramos muchos ejemplos de ello en el epistolario editado de la familia
Burgués de Girona, que recoge principalmente las cartas que enviaban a Martí
de Burgués sus familiares y amigos más cercanos entre 1799 y 1803. En algu-
nas de ellas, su hermana muestra su preocupación por la inexistencia de infor-
mación sobre la salud de los familiares:
1276
Querido hermano: tu carta que recibo [en] este correo me ha puesto con al-
gún cuidado de mi casa pues, a más de no decirme si están buenos, me expresas
me vaya pronto a mi casa, todo lo que me da a entender hay alguna novedad que
te aseguro me tiene en la mayor confusión y así, a vuelta de correo (que para mí

8. Carta de José Nicolás de Azara a Francisco Ramos, Roma, 08/02/1792; en José Nicolás
por la enfermedad en la correspondencia privada del siglo XVIII

de Azara, Epistolario (1784-1804), María Dolores Gimeno Puyol (ed.), Madrid, Castalia / Insti-
“Su salud tan preciosa y que tanto me importa”: preocupación

tución «Fernando el Católico», 2010 pág. 204.


Las siguientes citas referentes a fragmentos de cartas omitirán este encabezamiento e in-
dicarán
directamente el remitente, el destinatario, el lugar en el que fue escrita y la fecha.
9. Juan Antonio Hernández de Larrea a Pedro Rodríguez Campomanes, Zaragoza,
25/01/780; en Pedro Rodríguez Campomanes, Epistolario (1778-1802), vol. 1, Jerónimo Herrera
Navarro (ed.), Madrid, Fundación Universitaria Española, 2004, p. 50.
10. Juana de San Pedro a Martí de Burgués, San Lorenzo del Escorial, 22/11/1799; Javier
Antón Pelayo, La sociabilitat epistolar de la familia Burgués de Girona (1799-1803), Girona, Cer-
cle d’Estudis Histórics i Socials de Girona, 2005, p. 101.
11. Carlos III a Bernardo Tanucci, Buen Retiro, 28/06/1763; en Carlos III. Cartas a Ta-
nucci (1759-1763), Introducción, transcripción y notas de Maximiliano Barrio, Madrid, Banco
Bilbao Vizcaya, 1988, p. 449.
12. Algunos ejemplos de ello son:
Silvia Amor López, “Las vías de análisis de la correspondencia: las cartas de los Aparici (si-
glo XVIII)”, en Eliseo Serrano Martín (coord.), De la tierra al cielo: Líneas recientes de investi-
gación en Historia Moderna, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2013, vol. 2, p. 1044.
Naiara Ardanaz-Iñarga, “Vida cotidiana de una casa baztanesa en el siglo XVIII a través de
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la correspondencia familiar”, Cuadernos de etnología y etnografía de Navarra, 91 (2017), p. 11.


Irene Andreu Candela

será un siglo) avísame de la verdad de todo que, a más de sacarme del cuidado
que estoy, te quedará agradecida esta tu hermana que te quiere13.

Y, de la misma manera, la ausencia de carta también inquietaba a los co-


rresponsales, pues cabía la posibilidad de que la razón fuese la falta de salud.
Parece ser que Martí de Burgués olvidaba en ocasiones escribir misivas a algu-
nos de sus familiares, por lo que ellos insistían en que lo hiciese regularmente:

Mi querido tío y señor: hace algún tiempo nada sé de usted y deseando siem-
pre saber de la salud de usted, que tanto me interesa, no me es posible dejar de es-
cribirle para satisfacer mi curiosidad nacida de mi fino cariño para con usted, y le
suplico no deje usted de acordarse de mi de cuando en cuando14.

Si bien muchas de las referencias a la salud son meros formulismos, como


los investigadores han destacado, la necesidad de conocer explícitamente
que los corresponsales habituales se encontraban bien hace obligatorias es-
tas alusiones que, incluso, se convierten en el motivo principal que empuja al
emisario a escribir a su destinatario: “La carta […] no contenía especie de con-
testación particular, pero me asegura la continuación de su buena salud, que
me interesa más que cuantas noticias contienen todas las gacetas del mundo”15. 1277
Esta preocupación será la que les hará informar sobre la salud de manera
habitual en la correspondencia. En estas descripciones, y atendiendo al Diccio-
nario de Autoridades, los términos utilizados para definir un estado saludable
como “robustez”, “constitución”, “temperamento” o “complexión” hacen referen-
cia a “la disposición proporcionada de los humores”16. La teoría humoral seguía
estando presente en la medicina del siglo XVIII, de ahí que los términos que in-
diquen la aparición de alguna enfermedad sean “mutación”, “alteración”, “tras-
por la enfermedad en la correspondencia privada del siglo XVIII

torno” o “mudanza”, entendidas como “la novedad que padece el cuerpo con
“Su salud tan preciosa y que tanto me importa”: preocupación

algún accidente que le asalta y turba el orden y concierto natural de la vida”17. Las
enfermedades interrumpían el transcurso natural del cuerpo y lo hacían cam-
biar, por lo que el objetivo era volver al estado anterior, es decir; restablecerse,
otro de los términos comúnmente utilizados en la correspondencia.

13. Manuela de Pastors a Martí de Burgués, Barcelona, 28/02/1800; en Javier Antón Pe-
layo, La sociabilitat epistolar…, p. 184.
14. María Teresa de Miró y de Burgués a Martí de Burgués, Reus, 30/03/1800; en Ibid.,
p. 198.
15. José Nicolás de Azara a Aranda, Roma, 01/03/1786; José Nicolás de Azara, Epistola-
rio…, p. 48.
16. Real Academia Española: Diccionario de la lengua castellana, en que se explica el ver-
dadero sentido de las voces, su naturaleza y calidad, con las phrases o modos de hablar, los prover-
bios o refranes, y otras cosas convenientes al uso de la lengua, 1726-1739, Disponible en: http://
www.rae.es/recursos/diccionarios/diccionarios-anteriores-1726-1996/diccionario-de-autorida-
des [Consulta: 16 de enero de 2019]
ÍNDICE

17. Idem.
Irene Andreu Candela

Era frecuente que se incluyese información más precisa sobre las enferme-
dades padecidas, describiendo todo tipo de dolencias, desde algunas conside-
radas pequeñas alteraciones que no necesitaban atención médica, tales como
“achaques de tos”, “esfogaciones”, “ardores de sangre”, “dolores de muelas” o
“fluxiones de ojos”, hasta aquellas que ponían en riesgo la vida de la familia o
los amigos cercanos. Si la recuperación de estas pequeñas dolencias ya mante-
nía atento al corresponsal a las novedades sobre la salud del familiar enfermo,
las referencias a otras afecciones más graves podían monopolizar el contenido
de la carta. Ejemplo de ello es la misiva que Enrique O’Donnell manda a Martí
de Burgués a finales de 1801 para informarle sobre la enfermedad de su mu-
jer María Ignacia18. Durante algunas de las cartas anteriores, don Enrique co-
menta que su esposa había estado enferma de tercianas, para las cuales se le
había suministrado la correspondiente quina. Sin embargo, dos semanas des-
pués el esposo manda una carta a su tío para informarle de la gravedad del
estado de María Ignacia, que padecía “ramatismo [sic] interno con calentura
terrible”. Su salud empeoró tanto que se confesó, temiendo su muerte. Tras los
cuidados del médico, la fiebre y los dolores le fueron remitiendo y se restable-
ció. Aunque el relato no nos permite en este caso conocer los remedios que
fueron utilizados para curar a María Ignacia, sí ejemplifica las dificultades de
1278
diagnóstico con las que los facultativos se encontraban y las medidas de pre-
vención tomadas para evitar el contagio del hijo del matrimonio, que fue en-
viado a casa de una ama en un pueblo inmediato.
Si bien los propios remedios, que sí aparecen descritos en muchas otras
referencias a enfermedades graves, necesitarían un estudio pormenorizado,
cabe destacar dos de los paliativos y prevenciones más aludidos. Por un lado,
las sangrías, utilizadas frecuentemente en la medicina dieciochesca no solo
por la enfermedad en la correspondencia privada del siglo XVIII
“Su salud tan preciosa y que tanto me importa”: preocupación

como “fármaco” contra alguna afección, sino como preventivo a la hora de


contraer enfermedades. Y, por otro, el clima, considerado culpable de muchos
males, como José Nicolás de Azara destacaba en una de sus cartas al conde de
Floridablanca:

Hemos vuelto a lo más crudo del invierno. Ha nevado mucho en las mon-
tañas; y la noche del sábado heló de manera que se ha llevado un tercio del vino,
cosa la más extraordinaria que aquí se ha visto. Después ha llovido siempre sin
cesar. Yo siento demasiado en mi brazo, porque no puede haber cosa más contra-
ria para él que este tiempo revuelto19.

18. Enrique O’Donnell a Martí de Burgués, Valladolid, 28/11/1801; en Javier Antón Pe-
layo, La sociabilitat epistolar…, p. 177.
19. José Nicolás de Azara a José Moñino, Roma, 28/04/1790; en José Nicolás de Azara,
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Epistolario…, p. 144.
Irene Andreu Candela

Pero, igualmente, también era remedio para muchas dolencias, como ad-
mitía el propio Azara un mes después: “Yo también reconozco que el calor me
hace provecho porque mi brazo se va poniendo más ágil”20. Además, esta rela-
ción entre salud y clima será uno de los principales motivos por los que apa-
rezcan en la correspondencia privada estas alusiones al tiempo atmosférico.
Además de las noticias sobre la salud de la familia, también aparecen en
la correspondencia referencias a epidemias que afectan a toda la población. Si-
guiendo con la correspondencia de los Burgués, desfilan entre las líneas de es-
tas cartas novedades sobre la epidemia de fiebre amarilla de Cádiz en 1800. La
enfermedad llegó a esta ciudad en un barco procedente de la zona caribeña en
agosto21. Las noticias sobre la epidemia llegaron a los oídos de Martí de Bur-
gués a través de algunos amigos: “fíjese usted como estaré con la peste en San-
lúcar, a donde están muriendo de 50 a 60 diarios en un pueblo de 20 a 25 mil
personas, las cuales vivían mucho por el hermoso clima que siempre ha te-
nido dicho pueblo”22. En noviembre, cuando la epidemia había disminuido su
intensidad, Tomás Barril, desde Valencia, volvía a hacer referencia a la fiebre
amarilla:

Con mi citada última te hablaba yo extensamente sobre la epidemia de Cá-


diz, la cual ha cesado casi enteramente en aquella ciudad, pero subsiste (aunque 1279
con disminución) en los demás pueblos intermedios hasta Sevilla inclusive, por
cuya razón acaba de publicarse en toda Andalucía una Real Orden que impone
200 azotes y diez años de presidio a toda persona que, con violencia o con engaño,
pretenda pasar a esta parte del cordón23.

Como era habitual, la preocupación por el contagio llegaba a las autori-


por la enfermedad en la correspondencia privada del siglo XVIII

dades, que ponían medidas para intentar frenar la propagación de la enferme-


“Su salud tan preciosa y que tanto me importa”: preocupación

dad. Sin embargo, la inquietud de la sociedad por la posibilidad de contagiarse


queda reflejada en la correspondencia desde el otro lado del cordón:

Aquí estamos con el cuidado que debe infundir el contagio y, aunque se to-
man todas las providencias que dicta la razón y el miedo, son tantos los que pro-
curan introducirse que no hay día que no se descubran trampas con que quieren
sorprender a los comisarios que están a las puertas para hacer estos reconoci-
mientos. En el día se aumentan los recelos con las noticias que se acaban de re-
cibir de Portugal, en donde están ya, según parece, infestados, regalo que le ha

20. José Nicolás de Azara al cardenal Lorenzana, Roma, 26/05/1790; en Ibid., p. 147.
21. Adolfo Hamer Flores, “La epidemia de fiebre amarilla de 1800 y su impacto en La Car-
lota, capital de las Nuevas Poblaciones de Andalucía”, Trocadero: Revista de historia moderna y
contemporánea, 30 (2018), p. 215.
22. María Therán de Amorós a Martí de Burgués, Madrid, 01/11/1800; en Javier Antón
Pelayo, La sociabilitat epistolar…, p. 250.
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23. Tomás de Barril a Martí de Burgués, Valencia, 22/11/1800; en Ibid., p. 255.


Irene Andreu Candela

hecho la escuadra inglesa que llegó a Lisboa, y en el día mismo murieron 60 de


los que desembarcaron. Con este motivo han cerrado los teatros y empezado las
rogativas, pero si se llega a declarar peste, ya puede vuestra merced conocer cuan
difícil es sostener el cordón desde las Andalucías hasta Galicia24.

El miedo por el contagio y la preocupación por la epidemia llevaba in-


cluso a detener a aquellos que se pensaban introductores de la enfermedad. En
este caso, la misiva enviada por Pedro Ruiz el 20 de diciembre de 1800 avisaba
a Martí de Burgués que José Pablo Valiente, intendente del ejército y hacienda
enviado a Cuba, fue detenido y acusado de ser el introductor de la peste. Fi-
nalmente se demostró su inocencia, pues fue inculpado injustamente por los
comerciantes gaditanos, que pretendían criminalizarle por oponerse a ellos a
reconocerles privilegios de exportación25.
Todos estos epistolarios, aunque incompletos y discontinuos, evidencian
que la preocupación por la salud de los familiares y amigos cercanos fue una de
las razones principales a la hora de mantener el contacto con los familiares. Por
tanto, la conservación de epistolarios con un intercambio de misivas constante
y prolongado en el tiempo puede reflejar de mejor manera la realidad social de
la enfermedad en un entorno concreto. Buen ejemplo de ello es la correspon-
dencia de Carlos III con Bernardo Tanucci. Evidentemente, este epistolario no 1280
puede considerarse representativo debido a la condición social de sus prota-
gonistas, sin embargo, comparte muchas de las características anteriormente
mencionadas, como veremos a continuación.
Aunque solo se han conservado prácticamente completa la serie de las
misivas enviadas por el rey, que se encuentran en el Archivo General de Si-
mancas26, nos encontramos ante un epistolario de más de mil cartas enviadas
por la enfermedad en la correspondencia privada del siglo XVIII

semanalmente, sin interrupciones, que abarcan de 1759, con el comienzo del


“Su salud tan preciosa y que tanto me importa”: preocupación

reinado del monarca en España, a 1783, con la muerte de Tanucci. Parte de


esta correspondencia ya fue publicada por Maximiliano Barrio, quien advirtió
la gran importancia que el monarca daba en estas misivas a la salud de la fami-
lia, observando que se podía trazar un completo cuadro clínico de las afeccio-
nes padecidas por la familia real, tanto española como napolitana pues, tanto
su hijo Fernando, que se convirtió en el nuevo monarca del reino de las Dos Si-
cilias, como su hijo Felipe, permanecieron en los territorios italianos27. Si bien
estamos ante la correspondencia de un rey y su ministro que, además, tuvo
un papel fundamental en el gobierno napolitano, los temas políticos, aunque
muy importantes, no son los únicos que se tratan en sus páginas. Los asuntos

24. Pedro Ruiz a Martí de Burgués, Madrid, 26/11/1800; en Ibid., p. 257.


25. Enrique O’Donnell a Martí de Burgués, Reus, 01/12/1800; en Ibid., p. 262.
26. Archivo General de Simancas [AGS], Estado, libros 318-355.
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27. Maximiliano Barrio, Carlos III. Cartas a Tanucci… p. 3.


Irene Andreu Candela

privados serán constantes debido a la estrecha relación de los corresponsales,


siendo incluso la razón principal de este intercambio epistolar. En un episto-
lario paralelo, el del monarca con su hermano Felipe de Parma, también son
frecuentes este tipo de comentarios sobre la salud, destacando entre ellos la re-
probación que don Carlos muestra a su hermano cuando descubre que este
inoculó de la viruela a su hijo28.
El interés del monarca por saber cómo estaban sus hijos era tan importante
en esta correspondencia que, en todas y cada una de estas cartas, constituye el
primer tema a tratar. Carlos III, tras informar de la recepción de la misiva, agra-
dece a Tanucci todas las buenas noticias que le da de sus hijos en el caso que es-
tén totalmente sanos, y comenta las novedades de su salud en el caso contrario.
La preocupación del monarca es tal, que resulta frecuente que se refiera a la sa-
lud del rey Fernando con expresiones como la del título de esta comunicación,
a la que alude al mostrar la alegría que le causa que “la inconstancia de los tiem-
pos no le hubiesen causado la menor impresión en su preciosa salud que tanto
me importa”29 e, incluso, incide en que se prepare físicamente y tenga una sa-
lud resistente “pues conviene que lo esté por todo lo que le pueda suceder”30.
Además, en el caso de que sus hijos hubiesen contraído alguna enfermedad, ha-
bitualmente el ministro italiano la describía con minuciosidad, enviándole la re-
1281
lación del médico en el caso de que fuese una afección importante31.
Esta inquietud por la salud de sus hijos refleja la preocupación de un pa-
dre, pero el hecho de que esta desazón se suela centrar en el rey Fernando im-
plicaría que la conservación de la línea sucesoria era uno de los factores que
acrecentaron su interés por el bienestar de su hijo. Además, tras su matrimo-
nio con María Carolina de Austria en 1768, las referencias a la salud se amplia-
rán frecuentemente a su esposa y también a su descendencia. La implicación
por la enfermedad en la correspondencia privada del siglo XVIII
“Su salud tan preciosa y que tanto me importa”: preocupación

de don Carlos tanto en la educación como en los hábitos diarios de su hijo Fer-
nando serán una constante. Esta preocupación llegará al extremo de aconsejar
qué vino debe beber su hijo para que se le fortifique el estómago32 o que realice
actividades físicas frecuentemente, sin importar las condiciones meteorológi-
cas, pues “yo tengo dicho de que conviene que se acostumbre a todo, pues con
ello se pondrá fuerte y robusto”33.

28. Cayetano Mas Galvañ, “Los sentimientos en una relación regio-fraternal, las cartas
entre Carlos III y Felipe de Parma (1759-1765)”, en Juan José Iglesias Rodríguez, Rafael M. Pérez
García, Manuel Francisco Fernández Chaves (coord.), Comercio y cultura en la Edad Moderna:
Actas de la XIII Reunión Científica de la Fundación Española de Historia Moderna, Sevilla, Uni-
versidad de Sevilla, 2015, vol. 2, p. 2218.
29. Carlos III a Bernardo Tanucci, Madrid, 07/01/1766, AGS, Estado, lib. 330.
30. Idem.
31. Carlos III a Bernardo Tanucci, Aranjuez, 10/06/1760; en Carlos III. Cartas a… p. 102.
32. Carlos III a Bernardo Tanucci, Aranjuez, 14/06/1763; en Ibid., p. 444.
ÍNDICE

33. Carlos III a Bernardo Tanucci, El Pardo, 28/01/1766, AGS, Estado, lib. 330.
Irene Andreu Candela

Su marcha a España para reinar le impidió estar presente para instruir a


su hijo en las labores de gobierno, por lo que tuvo que dar directrices a Ber-
nardo Tanucci a través de estas misivas. Sin embargo, el desinterés del rey Fer-
nando por estos asuntos ¾y sus constantes fiestas¾ preocupaba sobremanera
a su padre, que mostraba su nerviosismo a Bernardo Tanucci y le daba conse-
jos para que se los transmitiera a su hijo, a pesar de que ni él ni la reina cambia-
ron su actitud. Las costumbres de los reyes napolitanos no solo preocupaban a
Carlos III porque suponían la desatención del gobierno, sino porque afectaban
a su salud. Así se lo hacía saber en 1769 tras una calentura que tuvo la reina,
quien esperaba que recapacitase y se percatase de “cuán perjudicial es a su pre-
ciosa salud y vidas la irregular vida que hacían y que me dará el consuelo que
tanto le pido y deseo de saber que en adelante se arreglen y conducen como
deseo y les conviene”34. Ante la situación, Carlos III les envió una carta reser-
vada, que copió en la misiva siguiente a Tanucci, en la que advierte a los mo-
narcas napolitanos: “Nunca hubiera creído que llegase a tanto el defender la
indecencia ni el peligro que podrá resultar a vuestra salud y crédito del mundo
que es el objeto más importante que tengan los hombres y especialmente los
soberanos”35. En este sentido, don Carlos trataba de inculcar a Fernando IV
y su esposa las ideas de moderación y conservación de la salud que prolifera-
1282
ban en el siglo XVIII intentando aconsejarles sobre sus prácticas cotidianas, no
solo rechazando aquellas que consideraba dañinas, sino proponiendo que rea-
lizasen otras de manera habitual, como la caza.
Es ampliamente conocida la casi obsesión de Carlos III por esta actividad,
que realizaba habitualmente, ocupando la mayor parte de su ocio36. Además,
en todas las cartas a Tanucci adjuntaba la lista de las cazas semanales e instaba
a que su hijo Fernando también la practicase porque la consideraba una activi-
por la enfermedad en la correspondencia privada del siglo XVIII
“Su salud tan preciosa y que tanto me importa”: preocupación

dad útil, pues creía que prevenía las enfermedades mentales que otros miem-
bros de la familia habían padecido37. La creencia de que existía una conexión
entre el cuerpo y la mente se popularizó en el siglo XVIII y se divulgó fre-
cuentemente en la literatura médica, considerando que si se modificaban los
hábitos corporales era posible influir en la formación moral e intelectual del
individuo38. Con todas estas ideas se puede observar cómo Carlos III compar-
tía e intentaba huir de la convicción social que achaca las enfermedades de
los nobles a los vicios y excesos que habían cometido y que transmitían a su

34. Carlos III a Bernardo Tanucci, San Ildefonso, 19/09/1769, AGS, Estado, lib. 337.
35. Copia de la misiva enviada a su hijo Fernando, adjuntada a Tanucci en la carta del 19
de septiembre de 1769. AGS, Estado, libro 337.
36. Roberto Fernández Díaz, Carlos III. Un monarca reformista, Barcelona, Espasa, 2016,
p. 245.
37. Ibid., p. 249.
ÍNDICE

38. Mónica Bolufer Peruga, “Ciencia de la salud…”, p. 38.


Irene Andreu Candela

descendencia en forma de defectos congénitos39. Ante ello, don Carlos inten-


taba influir en su hijo e inculcarle nuevas prácticas que mejoraran su salud
tanto física como psicológica y evitasen que las enfermedades que habían su-
frido otros miembros de la familia le afectasen o pudiesen transmitirse a sus
hijos. Los comentarios sobre su hijo Felipe, que se encontraba incapacitado
mentalmente y sufría ataques de epilepsia40, también evidencian la preocupa-
ción sobre su salud: “me sirve de mucho consuelo lo que me dices de que mi
querido hijo Felipe estaba enteramente sano en lo que pertenece al cuerpo,
pues por lo demás es menester adorar las divinas disposiciones que siempre
son las mejores y que más nos convienen”41. Si bien no son tan frecuentes los
comentarios sobre la salud de este hijo limitándose a los momentos en que te-
nía alguna indisposición, siempre se refiere a él con el adjetivo “infeliz”. El uso
de este término refleja muy bien las ideas que proliferaban en el Setecientos so-
bre la enfermedad y el cuidado personal, como la necesidad de mantener la sa-
lud como condición para conseguir la felicidad propia42.
El monarca no solo mencionaba en esta correspondencia el estado de sa-
lud de la familia napolitana, sino que en todas y cada una de las cartas precisó
cómo se encontraban los familiares de España. En este caso, estas referencias
están siempre al final de la carta, apareciendo siempre después de los asuntos
1283
de estado y utilizando siempre las mismas expresiones. El rigor de sus misi-
vas no se demuestra solo en sus locuciones, sino también en el contenido, pues
no hay enfermedad, por mínima que sea, que no quede reflejada en estas últi-
mas líneas.
Sería imposible comentar en estas páginas las dolencias que afectaron a
toda la familia real durante estos 24 años de correspondencia; por ello, desta-
caremos algunos comentarios referidos a ella. En primer lugar, es evidente que,
por la enfermedad en la correspondencia privada del siglo XVIII
“Su salud tan preciosa y que tanto me importa”: preocupación

para don Carlos, ferviente devoto, el responsable de toda enfermedad es Dios,


y así se lo indica explícitamente a Tanucci: “No dejaré de escribirte a menos
que Dios me envíe una enfermedad que lo imposibilite.”43. Las mismas referen-
cias encontramos sobre la salud de la reina María Amalia, que se vio resen-
tida tras llegar a España. Su afección pulmonar se agravó y en las últimas
cartas antes de su muerte el monarca le dice a Tanucci que enfermó de tercia-
nas, que no consiguieron remitirse con la quina que le proporcionaron44, por
lo que “los médicos juzgaron conveniente el que la haga mudar de aire, para
con la ayuda de Dios lograr su total restablecimiento”45. Es decir, que el

39. Idem.
40. Roberto Fernández Díaz, Carlos III…, p. 127.
41. Carlos III a Bernardo Tanucci, Buen Retiro, 15/07/1760; en Carlos III. Cartas a… p. 115.
42. Mónica Bolufer Peruga, “Ciencia de la salud…”, p. 32.
43. Carlos III a Bernardo Tanucci, El Pardo, 11/02/1777, AGS, Estado, lib. 350.
44. Carlos III a Bernardo Tanucci, San Ildefonso, 02/09/1760; en Carlos III. Cartas a… p. 137.
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45. Carlos III a Bernardo Tanucci, San Ildefonso, 09/09/1760; en Ibid., p. 143.
Irene Andreu Candela

componente religioso seguía jugando un papel importante tanto como causa


de enfermedades, como solución a ellas, porque la providencia divina era la
que decidía quién vivía y quién no. Ejemplo de ello lo vemos en el comentario
que la propia María Amalia le hacía a su marido por la preocupación por su sa-
lud y la insistencia en ir a visitarla diariamente, pues le reiteraba que invirtiese
el tiempo en otras cosas, ya que la salud era asunto de Dios46.
Otros aspectos por los que Carlos III se mostraba muy interesado eran los
embarazos de las mujeres de la familia y la salud de sus nietos. Es evidente que
la necesidad de atender a estos temas se basaba en una cuestión dinástica, pues
aseguraban la pervivencia de los borbones en los gobiernos europeos. Sin em-
bargo, su preocupación es tal que el monarca contaba las faltas que las muje-
res iban teniendo. Ya en octubre de 1766 habla de un posible primer embarazo
de la princesa María Luisa de Parma; si bien no se hallaba totalmente conven-
cido por ser “la primera vez”47. Efectivamente, una semana después avisaba a
Tanucci que “lo que te dije de la princesa se ha desvanecido”48. Así comenzaron
a hacerse frecuentes los comentarios sobre posibles embarazos y abortos, pues
la princesa no tendrá su primer hijo hasta 1771. Simultáneamente, el monarca
comentará también semanalmente con Tanucci las novedades sobre los emba-
razos y partos de su hija María Luisa de Borbón, gran duquesa de Toscana, y
1284
los de la reina María Carolina. En todos ellos podemos comprobar lo habitual
que seguía siendo la sangría como método curativo durante la gestación, pues
simplemente por una “ligerísima novedad” que […] se la sangró de la mano,
y gracias a Él continúa muy felizmente nuestras esperanzas”49; o incluso, por
mera precaución, evitando cualquier enfermedad.
Cuando alguna de las mujeres de la familia “malparía”, las misivas mues-
tran el interés que tenían en conseguir un nuevo embarazo pronto, tomando
por la enfermedad en la correspondencia privada del siglo XVIII
“Su salud tan preciosa y que tanto me importa”: preocupación

incluso agua “para tener hijos”, como la reina napolitana hizo tras su aborto en
julio de 177050. Será dos años después, en junio de 1772, cuando los reyes con-
siguieron tener descendencia. Tras los partos de las mujeres de la familia, don
Carlos seguirá atentamente el estado de salud tanto de la madre como del niño,
comentando las molestias que podía ocasionar el “sobreparto” y “la calentura
que ordinariamente trae consigo la leche”51 y, posteriormente, los dientes que
le iban saliendo a cada uno de sus nietos, especificando qué diente era y si le
había causado “la más leve novedad en su salud”.

46. Roberto Fernández Díaz, Carlos III…, p. 218.


47. Carlos III a Bernardo Tanucci, El Escorial, 28/10/1766, AGS, Estado, lib. 331.
48. Carlos III a Bernardo Tanucci, El Escorial, 11/11/1766, AGS, Estado, lib. 331.
49. Carlos III a Bernardo Tanucci, San Ildefonso, 29/08/1769, AGS, Estado, lib. 337.
50. Carlos III a Bernardo Tanucci, San Ildefonso, 07/08/1770, AGS, Estado, lib. 339.
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51. Carlos III a Bernardo Tanucci, El Escorial, 24/09/1771, AGS, Estado, lib. 340.
Irene Andreu Candela

Pero no solo aparece información en estas misivas sobre la salud familiar,


sino que también son frecuentes los comentarios sobre las afecciones graves
que padecían las personalidades más destacadas de la política internacional,
de la corte o las más cercanas a la familia real y, del mismo modo que en el
resto de la correspondencia que se ha consultado, aparecen referencias a algu-
nas epidemias que afectaron, sobre todo, a la sociedad napolitana durante los
años que abarca este epistolario. En estos comentarios, el monarca se refiere a
la salud pública como “una cosa tan importante y delicada”, confiando en las
medidas tomadas por la Diputación de la Salud de Nápoles52. Sin embargo, en
este caso es Tanucci el que suele detallar las medidas tomadas en contra de las
enfermedades que afectaban al pueblo napolitano, mientras Carlos III se li-
mita a aceptarlas, sin comentar cuáles eran y pasando a considerar el aspecto
que más le interesaba de estas epidemias: cómo podían afectar al rey Fernando.
Es decir, cuando la salud del monarca napolitano y su familia peligraba,
eran trasladados a otro Real Sitio más lejano, donde quedasen protegidos.
Igualmente, cuando alguna de estas epidemias remitía, el monarca volvía para
“consolar con su presencia a sus fieles y amantes vasallos y darles el buen ejem-
plo que tanto conviene”53. Por lo tanto, la información solo es más extensa
cuando estas enfermedades pueden poner en peligro la salud de los monarcas:
1285
“me alegro muchísimo que se hayan acabado las viruelas de Capodimonte para
que el rey mi muy amado hijo pueda divertirse allí”54.

3. CONCLUSIONES

Esta primera aproximación ha corroborado que la preocupación por la sa-


por la enfermedad en la correspondencia privada del siglo XVIII
“Su salud tan preciosa y que tanto me importa”: preocupación

lud queda totalmente reflejada en la correspondencia privada del Setecien-


tos. Aunque se han consultado epistolarios pertenecientes a diferentes grupos
sociales que no pretenden ser generalizados sobre otros, sí encontramos un
punto en común: muestran que no eran solo meros formulismos o comenta-
rios por cortesía, sino uno de los temas fundamentales del intercambio episto-
lar, llegando incluso a ser el motivo principal de este. Es decir, constata, junto
con otro tipo de fuentes, que todos los rangos sociales prestan atención a su
salud y a la de los que están a su alrededor55. Las cartas y su carácter de tes-
timonio personal reflejan la actitud ante la enfermedad de manera directa,
siendo una primera vía médica constituida por los consejos de la familia y las

52. Carlos III a Bernardo Tanucci, San Ildefonso, 19/04/1763; en Carlos III. Cartas a…
p. 423.
53. Carlos III a Bernardo Tanucci, Aranjuez, 08/04/1766, AGS, Estado, lib. 330.
54. Carlos III a Bernardo Tanucci, El Escorial, 18/11/1766, AGS, Estado, lib. 331.
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55. Roy Porter, “The patient in England”, p. 101.


Irene Andreu Candela

amistades56. Por tanto, es necesario seguir indagando en la información apor-


tada por este tipo de fuente, pues permite mostrar lo que la historia social de
la medicina busca: reflejar con mayor fidelidad que los escritos médicos lo que
significa la enfermedad para aquellos que la sufren y como afecta a sus vidas57.

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por la enfermedad en la correspondencia privada del siglo XVIII
“Su salud tan preciosa y que tanto me importa”: preocupación

56. Alfons Zarzoso, “El pluralismo médico”, p. 430.


57. Emilio Balaguer, Rosa Ballester, Josep Bernabeu; Enrique Perdiguero, “La utilización
de fuentes antropológicas en la historiografía de la medicina española contemporánea”, Dyna-
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mis, 1990, 10, 196.

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