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Historia y Genealogía Nº2 (2012) | 1

Revista Digital del equipo de investigación Historia Social en la Edad Moderna | www.historiasocialmoderna.com

www.historiaygenealogia.com
Nº 2 | Año 2012 | Universidad de Córdoba

Director
Enrique Soria Mesa, Universidad de Córdoba, España

Secretario
Antonio J. Diaz Rodriguez, Universidad de Extremadura, España

Consejo de Redacción
Juan Jesús Bravo Caro, Universidad de Málaga, España
José Miguel Delgado Barrado, Universidad de Jaén, España
Manuel Fernández Chaves, Universidad de Sevilla, España
Juan Francisco Jiménez Alcázar, Universidad de Murcia, España
Raúl Molina Recio, Universidad de Extremadura, España
Rafael Pérez García, Universidad de Sevilla, España
Ángel María Ruiz Gálvez, Universidad de Extremadura, España
Luis Salas Almela, EEHA de Sevilla, España
Enrique Soria Mesa, Universidad de Córdoba, España
Antonio Urquízar Herrera, Universidad Nacional de Educación a Distancia, España

Consejo Asesor
Francisco Andújar Castillo, Universidad de Almería, España
Fernando Bouza Álvarez, Universidad Complutense, España
James Casey, Universidad de Norwich, Reino Unido
Francisco Chacón Jiménez, Universidad de Murcia, España
Fabricio D’Avenia, Universidad de Palermo, Italia
Manuel Herrero Sánchez, Universidad Pablo de Olavide, España
José María Imízcoz Beunza, Universidad de País Vasco, España
Alberto Marcos Martin, Universidad de Valladolid
Nuno Monteiro, ICS de Lisboa, Portugal
Fernanda Olival, Universidad de Évora, Portugal
María José de la Pascua Sánchez, Universidad de Cádiz, España
María de los Ángeles Pérez Samper, Universidad de Barcelona, España
Ofelia Rey Castelao, Universidad de Santiago de Compostela, España
José Javier Ruiz Ibañez, Universidad de Murcia, España
Pegerto Saavedra Fernández, Universidad de Santiago de Compostela, España
Gaetano Sabatini, Universidad Roma III, Italia
Mafalda Soares da Cunha, Universidad de Évora, Portugal
Bernard Vincent, EHESS de Francia, Francia
Jean-Paul Zuñiga, EHESS de Francia, Francia

Edición digital y soporte informático


Raúl Alonso, QWAIR | Director de Proyectos, España
ISSN 2173-6030 | Historia y Genealogía Nº2 (2012) |

Índice
“No se expresare en los títulos el precio en que compraron”: Los fundadores de la
Maestranza de Caballería de Sevilla y la venta de títulos nobiliarios durante el reinado
de Carlos ii
por Juan Cartaya Baños ......................................................................................................................5

Propuestas preliminares para la reconstrucción genealógica de la comunidad mo-


risca de Baeza
por William Childers .......................................................................................................................37

Reconstrucción de familias y redes sociales en el seno de la comunidad morisca


sevillana. Las familias Valenciano, Montano y Marín
por Manuel F. Fernández Chaves y Rafael M. Pérez García ...........................................................53

As nobrezas secundogénitas no império ultramarino português. Um estudo de caso


(sécs. xvi e xvii)
por Joâo de Figueiroa Rego ..............................................................................................................75

Así en la tierra como en el cielo. Aproximación al estudio de las capellanías en la Edad


Moderna: entre la trascendencia y la política familiar. El caso de Córdoba
por Gonzalo J. Herreros Moya .......................................................................................................111

El curriculum vitae de los capitulares en el siglo xvi: el ejemplo del cabildo catedral
de Santiago
por Arturo Iglesias Ortega ..............................................................................................................143

Identificación e identidad en el desarrollo de la memoria histórica: El reino de Murcia


y la edad media ................................................................................................................................171

Relações Familiares e Parafamiliares dos Mouriscos Portugueses


por Isabel M. R. Mendes Drumond Braga ........................................................................................195

Mecanismos y estrategias de promoción, ascenso y consolidación de los Carrillo de


Toledo, señores de Caracena y Pinto
por Ana Quijorna Rodríguez ........................................................................................................209

¿Qué había debajo del “solideo con orejeras” del canónigo Verde Sañudo?
(Burgos, 1707-1718)
por Francisco J. Sanz de la Higuera ..................................................................................................233

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ISSN 2173-6030 | Historia y Genealogía Nº2 (2012) |

“NO SE EXPRESARE EN LOS TÍTULOS EL PRECIO EN QUE COMPRARON”:


Los fundadores de la Maestranza de Caballería de Sevilla y la venta de
títulos nobiliarios durante el reinado de Carlos II

Juan Cartaya Baños


Universidad de Sevilla

Resumen: Dividimos este artículo en tres partes. En un breve epígrafe inicial, hacemos un corto recorrido
sobre el estado actual de la cuestión en cuanto al estudio del estamento nobiliario sevillano en la Edad
Moderna. En una segunda parte, exponemos diversos hechos vinculados a la fundación, en 1670, de la
Real Maestranza de Caballería, analizando brevemente las motivaciones de este hecho y a sus fundadores.
Por último, se trabaja el concepto de “beneficio”, en lo relativo a la compra de cargos y fundamentalmente
de títulos nobiliarios por los fundadores de dicha institución, durante el reinado del último monarca de
la Casa de Austria.

Palabras clave: Nobleza, Sevilla, Real Maestranza de Caballería, títulos nobiliarios, “beneficio”, Carlos II.

“NOT TO BE EXPRESSED IN THE TITLES THE PRICE IN THAT THEY BOUGHT”:


The founders of the Maestranza de Caballería of Seville and the sale
of peerages during the reign of Charles II

Abstract: We divide this article into three parts. In a brief initial section, we make a short study on the
current state of the studies about the Sevillian nobility in the Modern Age. In a second part, we exhibit
various facts related to the foundation, in 1670, of the Real Maestranza de Caballería, briefly analyzing
the motivations of this fact and its founders. Finally, we work the concept of “benefit”, as the purchase of
charges and –essentially– peerages by the founders of this institution, during the reign of the last monarch
of the House of Austria.

Keywords: Nobility, Seville, Real Maestranza de Caballería, peerages, “benefit”, Charles II.

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ISSN 2173-6030 | Historia y Genealogía Nº2 (2012) |

“NO SE EXPRESARE EN LOS TÍTULOS EL PRECIO EN QUE COMPRARON”:


Los fundadores de la Maestranza de Caballería de Sevilla y la venta de
títulos nobiliarios durante el reinado de Carlos II

Juan Cartaya Baños


Universidad de Sevilla

1. La investigación histórica sobre la nobleza sevillana: un estado actual de la cuestión

Es de agradecer que en los últimos años podamos atisbar un cierto repunte del interés que, para los
investigadores de la Historia, supone el estudio del estamento noble sevillano, en un espectro de tiempo
que abarca desde los años medios del siglo XIII (coincidiendo, obviamente, con la conquista de la ciudad
en 1248) hasta –y creemos que se trata a día de hoy de una fecha tope– el proceso desamortizador que
se iniciaría con Godoy en los últimos años del siglo XVIII y que no concluiría hasta el primer cuarto del
siglo XX, un proceso enajenador del que esta clase no dejó de beneficiarse. Es, por tanto, la pretensión
última de este artículo la de aportar algunos granos de conocimiento más al estudio de este estamento,
esclareciendo un episodio muy concreto de la historia de la nobleza de esta ciudad, en unas fechas en las
cuales se produjo lo que podríamos denominar como un proceso de inflación titularia que provocó que un
buen grupo de miembros intermedios de la nobleza sevillana accediera al superior escalafón que suponía
el ingreso en el exclusivo grupo de nobles titulados.
No olvidemos que estamos hablando de una ciudad en la que el peso específico del estamento
nobiliario fue muy notable tras la recuperación de la misma de manos musulmanas, y desde luego durante
los siglos posteriores gracias a los negocios ultramarinos, vía segura de enriquecimiento y de prosperidad
para tantos individuos y linajes; por ello llama más aún la atención el hecho de que no exista un mayor
número de trabajos contemporáneos que busquen en la nobleza local sevillana su sujeto. Ejemplos
próximos de lo contrario los tenemos en los abundantes estudios que se han dedicado, en el antiguo
Reino de Granada o en la ciudad de Córdoba, a diversos linajes, individuos o a aspectos propios de tan
significativo estamento, trabajos cuyo método merece todos los elogios1. Sin embargo, en el caso de Sevilla

1  Como ejemplo de estos trabajos, vid. Soria Mesa, E., “Ascenso social y legitimación en la Granada moderna: la Real
Maestranza de Caballería”, en GÓMEZ GONZÁLEZ, I., y LÓPEZ-GUADALUPE MUÑOZ, M. L. (eds.), La movilidad
social en la España del Antiguo Régimen, Granada, 2007. Del mismo autor, El cambio inmóvil: transformaciones y permanencias
en una élite de poder (Córdoba, ss. XVI-XIX), Córdoba, 2000; Asimismo, “La creación de un grupo. La nobleza titulada del
Reino de Granada en el siglo XVIII”, en DÍAZ LÓPEZ, J. P., et alii (eds.), Casas, Familias y Rentas. La nobleza del Reino de

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“NO SE EXPRESARE EN LOS TÍTULOS EL PRECIO EN QUE COMPRARON”...

no son tan numerosos los estudios que, desde un moderno acercamiento historiográfico, han tratado
en estos últimos años de acercarse a los múltiples aspectos dignos de estudio de este diverso y polimorfo
grupo social, centrando las fechas de su análisis en las propiamente modernistas, esto es, entre los siglos
XVI y XVIII. Honrosas excepciones son los trabajos –precursores sin duda– de Ruth Pike, que aún a día
de hoy sirven como fuente fundamental para todos aquellos que desean acercarse a la historia de la ciudad
en dicho período2; o (ya más cercanos en el tiempo) los de Iglesias Rodríguez y Núñez Roldán, que han
logrado caracterizar igualmente a notables alcuñas3 de mercaderes, posteriormente devenidas en parte
principal de la nobleza ciudadana, caso de los Fantoni (aunque éstos desarrollaron realmente su papel en la
cercana Cádiz), los Federigui o los Bucareli, al igual que –caso del profesor Núñez Roldán– han estudiado
instituciones creadas por y para el estamento, como la Real Maestranza sevillana4. Acerca de los grosarios
y cargadores de Indias también nos han hablado Domínguez Ortiz5, Vila Vilar y Lohmann Villena, estos
dos últimos en sus trabajos dedicados a los Mañara, a los Espinosa o a los Almonte6, al igual que otros
autores se han centrado en los procesos socioeconómicos del comercio con Indias, protagonizado en buena
parte por individuos pertenecientes al estamento7. Los doctores Díaz Blanco y Fernández Chaves han
profundizado en el estudio de varios linajes de gran interés, en general de origen jenízaro, que asociados al
tráfico ultramarino alcanzaron en el siglo XVII el ansiado premio de un título nobiliario8. Los profesores
Álvarez Santaló y García-Baquero González tocaron en su día algunos aspectos puntuales, caso de los
recursos económicos, al igual que lo hizo dentro de otro trabajo de más amplias dimensiones Aguado de

Granada entre los siglos XV-XVIII, Granada, 2010. Otras obras del mismo autor, a las que nos referimos por su interés son: La
venta de señoríos en el Reino de Granada bajo los Austrias, Granada, 1995; Señores y oligarcas. Los señoríos del Reino de Granada en
la Edad Moderna, Granada, 1997. Trabajos más específicos del mismo autor relativos a esta temática pueden ser “Las pruebas
de nobleza de los Veinticuatros de Córdoba. El control de la familia”, en CASTELLANO, J. L., DEDIEU, J. P., LÓPEZ-
CORDÓN, Mª. V. (eds.), La pluma, la mitra y la espada. Estudios de Historia Institucional en la Edad Moderna, Madrid, 2000;
y “Tomando nombres ajenos. La usurpación de apellidos como estrategia de ascenso social en el seno de la élite granadina
durante la época moderna”, en SORIA MESA, E., BRAVO CARO, J. J., DELGADO BARRADO, J.M. (eds.), Las élites en la
época moderna: la Monarquía Española, I, Nuevas Perspectivas, Córdoba, 2009.
2  Pike, R., Aristocrats and Traders. Sevillian Society in the Sixteen Century, Ithaca, 1972; Enterprise and adventure: the genoese in
Seville and the opening of the New World, Ithaca, 1966; Linajudos and Conversos in Seville. Greed and Prejudice in Sixteenth– and
Seventeenth–Century Spain, Vol. 195, New York, 2000.
3  “Familia, linaje o ascendencia”. Diccionario de Autoridades de la Real Academia Española, Ed. 1770, p. 153.
4  Iglesias Rodríguez, J. J., El árbol de sinople. Familia y patrimonio entre Andalucía y Toscana en la Edad Moderna,
Sevilla, 2008; Núñez Roldán, F., La Real Maestranza de Caballería de Sevilla (1670-1990): de los juegos ecuestres a la fiesta
de los toros, Sevilla, 2007. Del mismo autor, “Tres familias florentinas en Sevilla: Federighi, Fantoni y Bucarelli (1570-1625)”,
en Presencia italiana en Andalucía. Siglos XIV-XVII, Sevilla, 1989.
5  Domínguez Ortiz, A., “Comercio y blasones. Concesiones de hábitos de Órdenes Militares a miembros del Consulado
de Sevilla en el siglo XVII”, Anuario de Estudios Americanos, XXXIII (1976); “La monarquía, la nobleza andaluza y la sociedad
en los siglos XVII y XVIII”, en Monarquía y nobleza andaluza, Sevilla, 1996; “Monarquía, nobleza y sociedad en la Baja
Andalucía durante la Edad Moderna”, en Sevilla en la Edad Moderna: Nobleza y cultura, Sevilla, 1997.
6  Lohmann Villena, G., Les Espinosa. Une famille d’hommes d’affaires en Espagne et aux Indes à l’époque de la colonisation,
París, 1968; Con Vila Vilar, e., Familia, linajes y negocios entre Sevilla y las Indias. Los Almonte, Madrid, 2003; Vila
Vilar, E., Los Corzo y los Mañara: Tipos y arquetipos del mercader con América, Sevilla, 1991.
7  García Fuentes, L., “Cien familias sevillanas vinculadas al tráfico indiano (1650-1700)”, Anuario Hispalense, 185
(1977); Gil-Bermejo García, J., “Mercaderes sevillanos (una nómina de 1637)”, en Archivo Hispalense, LXI, nº 181,
Sevilla, 1976; Miralles Martínez, P., y Molina Puche, S., “Socios pero no parientes: los límites de la promoción
social de los comerciantes extranjeros en la Castilla moderna”, Hispania, Revista Española de Historia, 226 (2007).
8  Díaz Blanco, J. M., “Del ‘tratar noblemente’ al trato de nobleza: el acceso al señorío de linajes extranjeros en Sevilla
(ss. XVI-XVIII)”, en ANDÚJAR CASTILLO, F., y DÍAZ LÓPEZ, J. P. (coords.), Los Señoríos en la Andalucía moderna. El
marquesado de los Vélez, Almería, 2007; “El ennoblecimiento en la carrera de Indias: el caso de la familia Peralta, marqueses
de Íscar”, en DÍAZ LÓPEZ, J. P., et alii (eds.), Casas, Familias y Rentas. La nobleza del Reino de Granada entre los siglos XV-
XVIII, Granada, 2010; Con Fernández Chaves, M., “Una élite en la sombra: los comerciantes extranjeros en la Sevilla
de Felipe III”, en SORIA MESA, E., y DELGADO BARRADO, J. M. (eds.), Las élites en la época moderna: La Monarquía
Española, III, Economía y Poder. Córdoba, 2009.

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Juan Cartaya Baños

los Reyes9. También algunos señoríos han sido estudiados hace ya tal vez demasiado tiempo, con lo que
quizás se imponga la necesidad de una revisión metodológica sobre este importantísimo asunto10. Otros
estudios han trabajado aspectos parciales sobre la historia, la cultura o la mentalidad del estamento, bien
en artículos independientes, en volúmenes compilatorios o en trabajos más específicos11. Algún trabajo de
importantes dimensiones, caso del monumental estudio sobre los conversos sevillanos de Gil, toca como
es lógico el más que conocido entronque entre un buen número de casas nobiliarias con ese importante
colectivo perseguido12. También autores como Sánchez Saus han tratado el devenir del estamento durante
los siglos medievales, tanto en monografías que hoy sirven de referencia, como en trabajos más puntuales13.
Otros estudiosos han incidido en el análisis de algunas instituciones en las que formaron los individuos de
este notorio estamento, caso del Ayuntamiento sevillano14. El profesor Andújar Castillo ha sido pionero
en tratar el tema de la venalidad, centrándola en la hornada de títulos concedidos en 1711, un trabajo que
ha servido como indudable precursor del ahora presentamos15. Existen asimismo obras cuya voluntad y
enfoque son básicamente compilatorios, para ser utilizadas fundamentalmente como fuente16. E incluso
nosotros, en nuestra Tesis Doctoral recientemente defendida hemos intentado también dilucidar qué
ocurrió con la fundación de la propia Maestranza de Sevilla –creada en la primavera del año de 1670–, y

9  Álvarez Santaló, L. C. y García-Baquero, A., La Nobleza Titulada en Sevilla, 1700-1834. Aportación al estudio
de sus niveles de vida y fortuna, Sevilla, 1981; Aguado de los Reyes, J., Riqueza y Sociedad en la Sevilla del Siglo XVII,
Sevilla, 1994.
10  Infante-Galán, J., Los Céspedes y su señorío de Carrión, 1253-1874, Sevilla, 1970.
11  Cañizares Japón, R., La hermandad de la Soledad: devoción, nobleza e identidad en Sevilla (1549-2006), Sevilla,
2006; Hermoso Mellado-Damas, Mª. M., “Las cofradías de “los Caballeros” y el Concejo de Sevilla en el siglo XVI:
de nobles a mercaderes”, en SORIA MESA, E., y BRAVO CARO, J. J. (eds.), Las élites en la época moderna: la Monarquía
Española, IV, Cultura, Córdoba, 2009; Kinkead, D., “Artistic Inventories in Sevilla: 1650-1699”, Boletín de Bellas Artes,
2ª época, 17 (1989); Mendioroz Lacambra, A., “El Archivo de Protocolos como base para la elaboración de una
historia de mentalidades. Seis inventarios de bienes pertenecientes a la nobleza sevillana (1721-1731)”, Laboratorio de Arte,
7 (1994); Urquízar Herrera, A., Coleccionismo y nobleza. Signos de distinción social en la Andalucía del Renacimiento,
Madrid, 2007. CARTAYA BAÑOS, J., “Algunas claves ideológicas para el estudio de la nobleza urbana española en la Edad
Moderna: el caso de Sevilla” en FERNÁNDEZ CHAVES, M., GONZÁLEZ SÁNCHEZ, C. A. y MAILLARD ÁLVAREZ,
N. (coords.), Testigo del tiempo, memoria del universo: cultura escrita y sociedad en el mundo ibérico (siglos XV-XVIIIS), Barcelona,
2009, págs. 436-467.
12  Gil, J., Los Conversos y la Inquisición Sevillana, 8 vols., Sevilla, 2000-2003. Otros autores se acercan a este problema,
abarcando aspectos concretos del mismo, caso de Ladero Quesada, M. A., “Sevilla y los conversos: los ‘habilitados’ en
1495”, Sefarad, 52 (1992); Montes Romero-Camacho, I., “La huida de judeoconversos sevillanos a Portugal como
consecuencia del establecimiento de la Inquisición”, en Estudos em homenagem ao professor doutor José Marques, vol. I, Porto,
2006; Ollero Pina, J. A., “Una familia de conversos sevillanos en los orígenes de la Inquisición: los Benadeva”, Hispania
Sacra, 40 (1988).
13  Sánchez Saus, R., Caballería y linaje en la Sevilla medieval: estudio genealógico y social. Sevilla, 1989; Las élites políticas
bajo los Trastámara. Poder y sociedad en la Sevilla del siglo XIV, Sevilla, 2009; La Nobleza Andaluza en la Edad Media, Granada,
2005. Linajes sevillanos medievales, Sevilla, 1991.
14  Márquez Redondo, A.G., El Ayuntamiento de Sevilla en el siglo XVIII, 2 vols., Sevilla, 2010; Ollero Pina, J.
A., “Interés público, beneficio privado. La oligarquía municipal en la Sevilla de Cervantes”, en NÚÑEZ ROLDÁN, F. (ed.),
La ciudad de Cervantes: Sevilla, 1587-1600, Sevilla, 2005; Campese Gallego, F. J., “Familia y poder en los cabildos
sevillanos del siglo XVIII”, en SORIA MESA, E., y MOLINA RECIO, R., (eds.), Las élites en la Época Moderna: La Monarquía
Española, II, Familia y redes sociales, Córdoba, 2009.
15  Andújar Castillo, F., “Nobleza y fidelidad dinástica: la hornada de títulos nobiliarios andaluces de 1711”, en DÍAZ
LÓPEZ, J.P., et alii (eds.), Casas, Familias y Rentas. La nobleza del Reino de Granada entre los siglos XV-XVIII. Granada, 2010;
Felices de la Fuente, Mª del M., “La Cámara de Castilla, el Rey y la creación de títulos nobiliarios en la primera
mitad del siglo XVIII”, Hispania, Revista Española de Historia, 236 (2010). De la misma autora, “Silencio y ocultaciones en los
despachos de los títulos nobiliarios. Análisis crítico de su contenido”, Chronica Nova, 36 (2010).
16  Artacho, F., La Nobleza sevillana a través del Privilegio de Oratorio, Sevilla, 2002; Atienza Navajas, J., “Títulos
nobiliarios avecindados en Sevilla en el año 1770”, Hidalguía, 100 (1970); Díaz de Noriega y Pubul, J., La Blanca de
la Carne en Sevilla, 4 vols., Madrid, 1975-1977 y “Oficios del estado noble en Sevilla”, Hidalguía, 130 (1975).

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“NO SE EXPRESARE EN LOS TÍTULOS EL PRECIO EN QUE COMPRARON”...

quiénes fueron los caballeros fundadores de ella, en lo que creemos es un amplio estudio prosopográfico de
los mismos17. Desgraciadamente –aunque pueda parecernos lo contrario tras esta enumeración que aquí
exponemos– no podemos hablar todavía de un amplio espectro de trabajos científicos que nos ofrezcan
una perspectiva lo suficientemente profunda sobre este problema: no olvidemos la importancia de la
ciudad y de este estamento en concreto durante los siglos XVI al XVIII, relevancia a la que no hace justicia
un número de obras que, aunque pueda parecer lo contrario, no resulta ser precisamente abundante.

2. La fundación de la Maestranza de Caballería de Sevilla: las motivaciones para su fundación y los


caballeros fundadores.

Como bien nos indican sus primeras Reglas de 168318, la Real Maestranza de Caballería de Sevilla
fue creada en el año de 1670: fecha en la que varios caballeros sevillanos, “con afortunado designio
pensaron en formar una Junta, que se compusiesse de la primera Nobleza del Lugar”, con el fin de que,
instando a la nobleza sevillana a vivir “expuesta al Exercicio fiero” ecuestre y guerrero, percibido como
su principal vocación, obligación y naturaleza19, se revivieran, imitándolas, las pasadas glorias de otras
hermandades u órdenes caballerescas por entonces desaparecidas o en desuso, como la asimismo sevillana
congregación de San Hermenegildo, sita en los tiempos de la tardía Edad Media en las cercanías de la
antigua Puerta de Córdoba20, y que no debemos confundir con otra, a todos efectos nonata, impulsada
por Gonzalo Argote de Molina y que en 1573 había solicitado al Consejo de Castilla la aprobación de sus
reglas, retomando esta antigua advocación ya extinta para entonces21. Tomando por tanto al hilo la lectura
de estas tardías Reglas (puestas por escrito trece años después de la fundación de la corporación, aunque
sabemos que algunos años antes, en 1677, se habían redactado formalmente algunos acuerdos puntuales
recogidos en cabildo) podemos apreciar con claridad las motivaciones y los intereses que pudieron mover

17  Cartaya Baños, J., Los caballeros fundadores de la Real Maestranza de Sevilla en 1670: Contextualización, prosopografía y
estudio crítico. Tesis Doctoral inédita, Departamento de Historia Moderna, Universidad de Sevilla, 2011. Otros trabajos sobre
la Maestranza sevillana (además de los ya indicados de Soria Mesa y de Núñez Roldán) pueden ser los clásicos de León y
Manjón, P. de, Historial de Fiestas y Donativos de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, Sevilla, 1907 (Existe reedición:
Ediciones Guadalquivir, Sevilla, 1989); Solís y Desmaisières, M. de, Marqués de Valencina, Noticias de
la Real Maestranza de Sevilla. Relación de noticias curiosas y datos de interés para la historia de la Real Maestranza de Caballería
de Sevilla..., Sevilla, 1907; Márquez de la Plata, J.Mª, “Las Maestranzas de Caballería”, Revista de Historia y de
Genealogía Española, 4 (1912). Más reciente, aunque desgraciadamente nunca traducida al castellano, es la obra de Liehr,
R., Sozialgeschichte spanischer Adelskorporationen: die Maestranzas de Caballeria (1670-1808), Wiesbaden, 1981; Acerca de una
Hermandad vinculada cercanamente a la Maestranza sevillana, vid. Halcón, F., “La Hermandad del Rosario del convento
de Regina Angelorum”, en Actas del IV Simposio de Hermandades y Cofradías de Sevilla y su provincia, Sevilla, 2003.
18  Regla de la Ilustrissima Maestranza, de la Muy Ilustre, y siempre Muy Noble y Leal Ciudad de Sevilla, tomando por Abogada a
la Siempre Virgen María Nuestra Señora del Rosario, dirigida al Señor D. Álvaro de Portugal y Castro, Hermano Mayor de dicha
Maestranza. Con licencia. En Zaragoza, por los Herederos de Juan de Ibar. Año de MDCLXXXIII.
19  Vid. sobre esta cuestión García Hernán, D., “La función militar de la nobleza en los orígenes de la España Moderna”,
Gladius, 20 (2000), pp. 285-300. El abandono por parte de la nobleza de sus deberes militares lo planteaba en su día Domínguez
Ortiz (vid. Domínguez Ortiz, A., “La movilización de la nobleza castellana en 1640”, en VV.AA., Nobleza y sociedad
en la España Moderna, Oviedo, 1996). Otros trabajos más recientes tratan este asunto desde diversas ópticas, como es el caso
de Andújar Castillo, F., “Milicia y nobleza. Reformulación de una relación a partir del caso granadino (siglos XVII-
XVIII)”, en JIMÉNEZ ESTRELLA, A., y ANDÚJAR CASTILLO, F. (eds.) Los nervios de la guerra. Estudios sociales sobre el
ejército de la Monarquía Hispánica (s. XVI-XVIII): Nuevas perspectivas, Granada, 2007, pp. 251-276; También, Andújar
Castillo, F., “Empresarios de la guerra y asentistas de soldados en el siglo XVII”, en GARCÍA HERNÁN, E., y HAFFI,
D. (eds.), Guerra y Sociedad en la Monarquía Hispánica. Política, estrategia y cultura en la Europa Moderna (1500-1700), vol.
II, Madrid, 2006, pp. 375 y ss.
20  Vid. Morgado, A. de, Historia de Sevilla, Ed. 1587, pp. 115-116. Ortiz de Zúñiga nombra la antigua cofradía,
mencionando la cita de Morgado (vid. Ortiz de Zúñiga, D., Anales Eclesiásticos y Seculares..., I, Ed. 1677, p. 186).
21  Acerca de la hermandad de San Hermenegildo, ofrece abundante información Montoto de Sedas, S., Sevilla en el
Imperio, (siglo XVI), Sevilla, 1938.

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Juan Cartaya Baños

–al menos directamente– a estos primeros miembros de la institución sevillana a la hora de decidir la
creación de esta nueva institución: la práctica, como decimos, de las actividades ecuestres y de las armas; y
la devoción a una determinada advocación mariana, la del Rosario, preferida de la nobleza desde el hecho
famoso de armas de Lepanto. Esta práctica de las armas había sido instada por el propio Felipe II años
atrás, y daría lugar, entre otras fundaciones, a la de la primitiva hermandad del Espíritu Santo de Ronda
en agosto de 1573, que se quiere germen de su futura Maestranza, y en Sevilla al intento de recreación de
la ya mencionada de San Hermenegildo; y el segundo motivo fundacional, la unión de personas nobles y
principales en hermandades dedicadas al culto y a la pública devoción, no era tampoco un fenómeno ajeno
a la Sevilla del momento: baste recordar el peso de la aristocracia hispalense en algunas de las cofradías
más notorias de la época, como la de María Santísima de la Soledad del Carmen calzado, al igual que
desde 1673 se haría evidente la vinculación de la propia Maestranza con la hermandad que rendía culto
a la advocación del Rosario sita en el convento dominico de Regina Angelorum, en la calle de la Feria22.
Una de las motivaciones principales que instarían a la fundación de la nueva Maestranza, por
tanto, sería la del cumplimiento de las obligaciones militares que se entendían como propias a la nobleza.
Es bien sabido que tal cumplimiento se había desnaturalizado ya en los años medios del siglo XVII, lo que
puede apreciarse por la escasa respuesta ofrecida por parte de la nobleza castellana al llamamiento para
su alistamiento a filas dentro del contexto de la Unión de Armas23: los descendientes de los nobles que
habían combatido a los moriscos, que habían luchado en Flandes, en las Indias o en Italia “se niegan en
redondo a ir al frente”, o reducen “sus deberes castrenses al espacio ‘provincial’ [...] en el que habitaban”24.
Desde 1635, Grandes y títulos realizan levas con escasa respuesta, excusándose en general (salvo escasas
excepciones) por “grabe enfermedad”, “por estar ympedidos”, “ser pobres”, “por sus seruiçios” anteriores
o por ostentar un oficio público, por lo que –siempre que pueden– pagan un servicio en dinero o alistan
a pecheros en su nombre.
No hay que olvidar, sin embargo, que varios miembros de los linajes que conformaron la recién
nacida Maestranza25 participaron activamente en la organización y reclutamiento de milicias, como don

22  Vid. Archivo de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla (en adelante ARMCS), Hermandad del Rosario, Lib. 12: Libro
en el que se sientan los caualleros Hermanos que tienen voto en nuestra Hermandad del Ssmo. Rosario en este Colegio de Regina
Angelorum de Sevilla. Año de 1712; También, González de León, F., Noticia Histórica del Origen de los Nombres de las
Calles..., Sevilla, 1839, pp. 117 y 413).
23  Vid. Rodríguez Hernández, A. J., “Los servicios de la nobleza y el reclutamiento señorial en Andalucía durante la
segunda mitad del siglo XVII”, en ANDÚJAR CASTILLO, F., Y DÍAZ LÓPEZ, J.P. (coords.), Los señoríos en la Andalucía
Moderna. El Marquesado de los Vélez , Almería, 2007, pp. 639-654.
24  Sobre este tema, Vid. Domínguez Ortiz, A., “La movilización de la nobleza castellana en 1640”, en VV.AA., Nobleza
y sociedad en la España Moderna, Oviedo, 1996; y para una visión más específica, Hernández Franco, J., Y Molina
Puche, S., “El retraimiento militar de la nobleza castellana con motivo de la guerra franco-española (1635-1648). El ejemplo
contrapuesto del Reino de Murcia”, en Cuadernos de Historia Moderna, 29 (2004).
25  El grupo estudiado es el publicado en 1907 por León y Manjón (Vid. León y Manjón, P. de, Historial de Fiestas y
Donativos de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Sevilla, 1907. Existe reedición: Ediciones Guadalquivir, Sevilla, 1989),
y contiene a los caballeros asistentes al cabildo de constitución de 1670. León y Manjón incurre en algunos errores y omisiones en
su obra (en el caso de don Rodrigo y don Francisco de Vivero Galindo: omite al primero, y nombra al segundo como “Ribero”),
que han sido subsanados en la edición, por la Real Maestranza de Caballería sevillana, de una nueva Relación de los Caballeros
Maestrantes, 1670-2006, en donde las filiaciones de los fundadores aparecen correctamente reflejadas. Por tanto, hablamos
de treinta y dos fundadores y no de treinta y uno. Estos son don Agustín y don Pedro Andrés de Guzmán Portocarrero, don
Francisco y don Pedro Carrillo de Albornoz, don Pedro José de Guzmán Dávalos, don Francisco Bazán y Figueroa, don Juan
Bruno, don Andrés y don Pedro Tello de Guzmán, don Fernando Solís y Barradas, don Francisco Fernández Marmolejo, don
Juan de Saavedra Alvarado, don Francisco Gaspar de Monteser, don Juan Ponce de León, don García de Quirós (o Bernardo
de Quirós), don Pedro de Pineda Salinas, don Rodrigo y don Francisco de Vivero Galindo, don Francisco de Araoz Montalvo,
don Francisco de Vargas Sotomayor, don Juan y don Pablo de Esquivel Medina y Barba, don Antonio Federigui y Solís, don
Juan Federigui y Arellano, don Juan de Córdoba Laso de la Vega, don Bartolomé de Toledo (o Ramírez de Arellano Enríquez de
Toledo), don Lorenzo Dávila Rodríguez de Medina, don Fernando de Medina Cabañas, don Juan de Mendoza Maté de Luna,
don Adrián Jácome de Linden, don Juan Alonso Mojica [Mújica Butrón] Bocanegra y don Fernando de Esquivel Guzmán. La

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“NO SE EXPRESARE EN LOS TÍTULOS EL PRECIO EN QUE COMPRARON”...

Luis de Guzmán o –como narra Zúñiga en sus Anales– don Francisco de Guzmán, hermano de los
marqueses de la Algaba, que levantó con otros nobles sevillanos cuatro tercios para la guerra con Portugal
de 1657. No dejaron de intervenir tampoco activamente en la represión del motín de la Feria de 1652:
en dicho suceso tomaría parte don Juan Bazán, señor de la Granja, padre de don Francisco, primer
secretario de la Maestranza, entre otros caballeros, fundadores de la institución o antepasados directos
de aquellos, como don Juan de Saavedra Alvarado26. Don Pedro Andrés de Guzmán, segundo hermano
mayor, era mariscal de Castilla, dignidad hereditaria en su familia, además de primer caballerizo real. Los
hermanos Carrillo de Albornoz estuvieron presentes en la campaña portuguesa, en donde se distinguieron,
y coincidieron sirviendo en ella con otros fundadores como don Francisco de Vivero Galindo y don Juan
Alonso de Mújica; añadido a ello, don Pedro Carrillo y don Francisco de Vivero serían almirantes de
armadas (este último participaba también en los años 40 en la campaña de Cataluña), don Francisco
Carrillo fue maestre de campo y Mújica capitán de caballos corazas. Don Lorenzo Dávila desempeñó un
generalato distinguido, participando en campañas como la de Cataluña de 1690 y posteriormente en la
guerra de Sucesión, al mando de los regimientos sevillanos. Don Fernando de Esquivel Guzmán, don
Juan Baltasar Federigui y don Agustín de Guzmán serían almirantes o generales de armadas; don Juan de
Mendoza y el primer marqués de la Mina, generales de la artillería. Don Juan de Saavedra Alvarado fue
asimismo capitán de caballos corazas –al igual que don Juan Bazán, padre de don Francisco–, y don Juan
Bruno Tello de Guzmán se distinguió comenzando una exitosa carrera militar desde abajo, que culminaría
como gobernador colonial y miembro del Consejo de Guerra del rey. Por todo ello, creemos que no es
descabellado proponer que una de las primeras motivaciones que movió a estos caballeros fuera la de crear
algo parecido a una “hermandad de armas”, que fortaleciera en la nobleza local los hábitos y las prácticas
bélicas, en un momento en el que, en general, buena parte del estamento –y no solo en Sevilla– se había
desentendido de ellos. La intención de recuperar esos perdidos valores militares la vemos claramente
reflejada en las primeras Reglas de la corporación:

“Aprenda el Noble los juegos del ocio, lo que será prouecho en los combates de la guerra
[ya que] sólo serán idóneos [para el oficio de las armas] los que en su cotidiano exercicio fundan
su confiança”.

Esta voluntad se aprecia claramente en la orientación primera de la institución: la de instruir y


ejercitar a

“la juventud aristócrata local en el arte de la caballería, muy particularmente de la escuela jineta,
que era la considerada típicamente española [...]. Los maestrantes continuamente llevaban a cabo
[la] práctica de los ejercicios ecuestres, en principio como preparación para la guerra. Dentro de
tales ejercicios contaban los juegos de cañas, alcancías y [...] fundamentalmente, toros”27.

Así, aprenderían o desarrollarían –muchos de ellos eran consumados jinetes, o propietarios de importantes
yeguadas y de ganado bravo– unas habilidades que tendrían ocasión de lucir públicamente en ocasiones
tan relevantes como la de la canonización de San Fernando, un año después de la creación de la institución
caballeresca, el 15 de junio de 1671:

“Entraron á torear con garrochones el Marqués de la Algaba, Conde de Teba y Hardales,


Comendador de Turón en la Orden de Santiago, Don Pedro Andrés de Guzmán, y Don Agustín

relación, completa en AMS, Sección XI, Papeles del Conde del Águila, rollo 73 (microfilme), f. 99 y ss.
26  Archivo General de Andalucía (en adelante AGA), Fondo Arias de Saavedra, Leg. 3775, nº 38.
27  Vid. Flores Hernández, B., “La Real Maestranza de Caballería de México: una institución frustrada (1790)”, en
Red Caleidoscopio, México, 2006, p. 31.

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Juan Cartaya Baños

de Guzmán su hermano de compañeros, y de compañeros también Don Fernando de Solís, Señor


de Ogén y Rianzuela, y Don Antonio Federigui, Señor de Paterna del Campo, Caballero del
Orden de Alcántara, su cuñado y sobrino, cada dos con cien lacayos, y quatro lacayuelos en trages
de Turcos y Moros cautivos [...], en cuyos vestidos el oro y la plata regateaban á la vista el color de
los fondos”28.

En cualquier caso, creemos también que estas razones (la educación en el manejo de las armas y el
común interés de muchos fundadores por el mundo ecuestre) tal vez no fueran las únicas que empujaron
a este selecto grupo de caballeros a la hora de crear una nueva corporación dedicada al fomento de las
actividades caballerescas. No nos queda más que preguntarnos cuál podría ser, en tal caso, la motivación
añadida de los treinta y dos caballeros fundadores de la nueva institución ecuestre sevillana, creada en
1670 y formalizada mediante su primera junta corporativa el 21 de abril de 1671. Tal vez podamos intuir
dicho motivo acercándonos al propio colectivo que conforma la nueva institución, el grupo fundacional
de treinta y dos caballeros de 1670. Tienen, entre ellos, muchos elementos en común; varios se hallan
emparentados entre sí –o lo estarán en el futuro a través de diversos matrimonios–, o son afines por
distintas causas: su pertenencia a las milicias o al ejército, como capitanes o maestres de campo, o a
la administración de los territorios coloniales como gobernadores, presidentes u oficiales de las Reales
Audiencias o capitanes generales, tales como don Francisco Carrillo de Albornoz, don Pedro José de
Guzmán Dávalos, don Juan Bruno Tello de Guzmán, don Pedro Andrés de Guzmán, don Lorenzo Dávila,
don Juan de Mendoza, o don Francisco de Vivero; a la oficialidad de las flotas y armadas de Indias, como
el mismo don Francisco de Vivero y don Juan Federigui, don Pablo y don Fernando de Esquivel, don
Pedro y don Andrés Tello de Guzmán, don Pedro Carrillo de Albornoz o don Agustín de Guzmán; a
la Casa de la Contratación –el mismo don Juan Bruno Tello de Guzmán o don Rodrigo de Vivero– o
al Cabildo, la Audiencia o el tribunal de la Inquisición sevillanos, como don Juan de Mendoza, don
Fernando de Medina, don Francisco de Araoz, don Pedro de Pineda, don Antonio Federigui, don Juan de
Saavedra o don Francisco Marmolejo; también pertenecen a diversas órdenes militares, como Santiago,
Calatrava o Alcántara (don Fernando de Solís, don Juan de Saavedra, don Antonio y don Juan Federigui,
don Juan de Córdoba, don Bartolomé de Toledo, don Adrián Jácome o don Fernando de Esquivel).
Forman igualmente como hermanos en corporaciones similares (caso de las hermandades de la Soledad
o de la Santa Caridad, con veinticuatro de los treinta y dos caballeros recibidos en esta última como
hermanos entre 1665 y 1700) y también varios de ellos gozan, reciben o adquieren de nueva concesión
diversos títulos nobiliarios, o están relacionados familiarmente con casas tituladas: entre los fundadores
se cuentan los dos marqueses de la Algaba, de Ardales y condes de Teba; el marqués de la Mina; el conde
de Montemar; el marqués de Rianzuela; el marqués de Moscoso; el marqués de Castellón; el marqués de
Paterna del Campo; el marqués de Gelo de Torregrosa; el conde de Valhermoso; el conde de Villanueva o
el marqués de Tablantes.
De hecho, la circunstancia de que buena parte de los fundadores de la institución fueran beneficiados
con un título por Carlos II no era, tampoco, algo ajeno a la gran mayoría de la nobleza titulada sevillana,
que obtuvo títulos masivamente durante el reinado de este último monarca: el número de títulos existentes
hasta entonces en Sevilla estuvo cercano a cuadruplicarse entre 1665 y 1700. Quien podía y quien tenía
recursos o méritos para ello no dejó de aspirar a la codiciada dignidad, que la administración carolina
abarató hasta extremos por entonces desconocidos. Buena parte de los beneficiarios eran, ciertamente
–caso, por ejemplo, de los marqueses del Moscoso o de la Mina– vástagos segundones de grandes linajes;
pero entre ellos no dejaron de infiltrarse descendientes de mercaderes, negociantes y comerciantes (muchos
de ellos de origen extranjero), hidalgos rurales e incluso miembros conspicuos de otros linajes de origen
más o menos turbio.

28  Vid. ORTIZ DE Zúñiga, D., Anales..., V, p. 248.

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“NO SE EXPRESARE EN LOS TÍTULOS EL PRECIO EN QUE COMPRARON”...

¿Son escasas todas estas afinidades? Parece que no. Ante todo, es fácil reconocer que todos ellos
comparten un buen número de rasgos comunes, y pertenecen plenamente al estamento nobiliario sevillano,
desde épocas más antiguas o más recientes, y con un mayor o menor grado de relevancia social. Este
hecho, la mayor o menor importancia de dichos linajes adscritos en un principio a la propia corporación
maestrante, nos aporta también algunos instrumentos de interpretación acerca de la forma en la que la
institución se constituyó en sus inicios, apoyada en el paraguas nobiliario indiscutible que ofrecían a la
mayoría de sus miembros –descendientes muchos de ellos de linajes discutibles por su limpieza de sangre o
cuestionables por la dedicación al comercio de sus antepasados más próximos, o incluso de ellos mismos–,
los grandes linajes de Guzmán (los dos primeros hermanos mayores, los marqueses de la Algaba y don
Pedro José de Guzmán Dávalos, que procedía de la casa de Medina Sidonia) y de los Saavedra de la rama
del Castellar: estos linajes legitimaron al resto y los hicieron ampararse en lo que sería un cuerpo sólido,
en donde la calidad de sus miembros se convertiría en indiscutible gracias a los requisitos exigidos por las
Reglas posteriores, y por las propias normas de recibimiento y de admisión.
En poco tiempo, linajes que no pertenecían a la alta nobleza (letrados, oligarcas locales, militares,
segundones o nobles “de segunda fila”) que habían comprado tan sólo una o dos generaciones antes señoríos
y prebendas se encontrarían (en lo que se ha llamado un “vertiginoso ascenso”, previo pago del valor del
mismo a la hacienda real, por supuesto) con un título nobiliario en sus manos, y estarían encuadrados
en una institución de prestigio en la que no cabrían preguntas acerca de su pasado familiar, tormentoso
–según los parámetros de entonces– en no pocos casos, y que a partir de ahí sería convenientemente
olvidado. De un golpe de vista apreciamos con facilidad palmaria cómo varios de los fundadores (caso
de los Marmolejo, Araoz, Pineda, Ponce de León, Medina Cabañas, Monteser o Esquivel) comparten
una ascendencia discutida o discutible; su limpieza de sangre se vio cuestionada en uno u otro momento
debido a sus vinculaciones –o a su descendencia directa–, de linajes conversos, algo, por otra parte,
habitual entre la aristocracia sevillana: pocas familias podían asegurar que no contaban con ancestros
conversos o “irregulares”, según las normas de limpieza de sangre, dada la política matrimonial seguida
por las oligarquías municipales sevillanas durante la baja Edad Media. No deja de sorprendernos cómo
esta fuerte voluntad de integración se marcó, además, en un calendario pautado con rara precisión: en
unos escasos años, buena parte de los fundadores de la Maestranza ingresarían en diversas instituciones
prestigiosas, amparadas y apadrinadas por diversos miembros del estamento aristocrático de la ciudad;
accederían a diversos puestos de mando y relevancia en el cabildo y en otros ámbitos de administración,
mando o gobierno, y se instalarían definitivamente en esa seguridad nobiliaria tan ansiada29.
Y la institución que catalizaría mejor que ninguna otra este afán será la nueva Maestranza, una
corporación esencialmente nobiliaria, en teoría endogámica, por definición restringida y en la que el plural
y diverso estamento nobiliario sevillano se equiparó y unificó de una manera sorprendentemente eficaz,
creando incluso un efecto llamada –dado su prestigio, adquirido fundamentalmente tras las concesiones de
Felipe V y la reconstitución de la propia corporación en 1724, ya que en los inicios del siglo XVIII decaería
de nuevo– dirigido hacia otros miembros del estamento noble incluso originarios de otras localidades,
que formarían también dentro del cuerpo maestrante tras su admisión en el mismo. Formar parte del
cuerpo de caballeros de la Maestranza sevillana se consideraría, ya aproximadamente desde la década
de 173030, como un signo inequívoco de representatividad y de nobleza tanto del individuo como del

29  “Uno de los rasgos de esta nueva nobleza titulada que llegó a controlar jurisdicciones y rentas [...] es la diversidad de sus
orígenes, lo que contrasta, precisamente, con la similitud entre los distintos procesos de ascensión, caracterizados todos por
la responsabilidad que directa o indirectamente tuvo el Estado [en ellos]”. Vid. Yun Casalilla, B., Sobre la transición al
capitalismo en Castilla. Economía y sociedad en Tierra de Campos, Salamanca, 1987, p. 321.
30  Pese al paréntesis de la guerra de Sucesión, que “impidió [...] la continuación de las actividades y la desorganización
del instituto caballeresco”, además de la supresión de los ejercicios y funciones ecuestres públicas y del cambio de la moda.
Esto “cortó el hilo a la continuada tarea de sus actos por más de veinte años, pudiendo decirse con toda verdad que la
Maestranza renació en el año de 1725 por el fervor y celo de algunos de sus hermanos” (Vid. Núñez Roldán, F., La Real
Maestranza...). De hecho, hemos comprobado en no pocos documentos (caso de los expedientes de órdenes militares) el hecho
de que la pertenencia, por esas fechas, a la Maestranza era considerada como un hecho poco menos que irrelevante, ya que

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linaje, condiciones ambas no poco estimadas, tanto por entonces como a día de hoy. La posesión de estas
“calidades necessarias” por los nuevos candidatos (“assí hereditarias en el esplendor de la nobleza ilustre,
como adquiridas, y natiuas en lo generoso de sus costumbres”) permitirían en el futuro la renovación de
la corporación.

3. Los títulos beneficiados de los fundadores de la Maestranza.

Debemos detenernos aquí un momento, para indicar –aunque estimamos que a día de hoy es
un fenómeno ya bien conocido– en qué consistía la adquisición de cargos dentro de las transacciones
que las élites socioeconómicas llevaban a cabo con la administración real. El beneficio “se define como
la entrega de un dinero, donado o prestado, a la real hacienda para obtener el nombramiento de un
cargo”31. Por ello, el aspirante al mismo entregaba crecidas cantidades a la administración, siempre voraz
y necesitada de dinero, para poder ser beneficiado con aquél, pagando además de ello otros impuestos
como la media annata. Estos cargos, muchos de ellos potencialmente muy lucrativos, eran muy apetecidos
por sus posibilidades económicas (no solo por la autoridad que conferían), al permitir el posible acopio
de nuevos ingresos por parte de sus beneficiarios, que muchas veces, además, desvinculaban bienes de
sus mayorazgos para poder pagar los gastos que suponían la adquisición, el desplazamiento y la toma
de posesión de los nuevos cargos y mercedes concedidos. En años como 1687 llegaron a venderse por
el Consejo de Indias ochenta y cuatro nombramientos, lo que pone muy en claro que tal vez no eran
los méritos el factor decisivo a la hora de otorgar un cargo, sino más bien la capacidad adquisitiva del
aspirante32.
No sólo se vendían los cargos que estarían seguidamente en activo, sino también por anticipado
las plazas futuras. El sistema era sencillo: el aspirante elevaba al monarca un pliego con sus méritos, en
donde también ofrecía una puesta económica, avalada normalmente –la petición y la oferta– por algún
miembro de la administración, quizás incluso de alguno de los Consejos en los que se debatiría la petición,

nadie, ni los solicitantes (todos ellos miembros de la corporación) ni los testigos entrevistados, la menciona como un mérito,
o hace constar su pertenencia a ella como un acto positivo más que certificaría su nobleza, a diferencia de otras pruebas que sí
se incorporaban de forma exhaustiva, tales como recibimientos de hidalgos, parentescos más o menos directos con caballeros
cruzados en dichas órdenes, padrones, exenciones de impuestos, oficios por el estado noble, etcétera (un ejemplo aclarador en
Archivo Histórico Nacional (AHN), Órdenes Militares, Santiago, Exp. 2040: don José Conde Carrillo de Albornoz, III conde
de Montemar, año de 1717). Podemos aventurar –y creemos que sin riesgo de equivocarnos– que por aquellos años (al menos
hasta pasado el primer cuarto del siglo XVIII, en el que ya en la década de los 30 se comienza a recoger como mérito en las
testificales el hecho de formar parte de la cofradía caballeresca: ver, como ejemplo, AHN, Órdenes Militares, Calatrava, Exp.
7159, año de 1764, de don Adrián Rodríguez de Valcárcel Jácome), es decir, hasta la concesión de sus privilegios por Felipe
V, la Maestranza no pasaba de ser una institución local con un cierto prestigio, pero aún no se había convertido en la potente
institución nobiliaria que sería posteriormente.
31  Acerca del beneficio (o venta de títulos nobiliarios de forma vitalicia o transmisible) vid. Maruri Villanueva, R.,
“Poder con poder se paga: títulos nobiliarios beneficiados en Indias (1681-1821)”, Revista de Indias, 246 (2009); También,
Rodríguez Hernández, A.J., “La creación de Títulos de Castilla durante los reinados de Felipe IV y Carlos II:
concesiones y ritmos”, en DÍAZ LÓPEZ, J.P., et alii (eds.), Casas, Familias y Rentas. La nobleza del Reino de Granada entre
los siglos XV-XVIII, Granada, 2010; Acerca de la compra de cargos, vid. Sanz Tapia, A., “Andaluces en cargos políticos
hispanoamericanos (1674-1700)”, en Estudios sobre América: siglos XVI-XX, Sevilla, 2005; Del mismo autor, ¿Corrupción
o necesidad? La venta de cargos de gobierno americanos bajo Carlos II (1674-1700), Madrid, 2009. En teoría, el beneficio es
una provisión vitalicia y la venta es a perpetuidad, aunque no era así en la práctica: es interesante hacer esta salvedad, ya
que en buena parte de la documentación que hemos manejado el término beneficiado se entiende como equivalente al de
vendido, sobre todo en el caso de los títulos nobiliarios. Quien beneficiaba la adquisición podía optar a convertirlo en vitalicio
completando las cantidades que faltaban en el pago que había realizado inicialmente para que la dignidad pudiera convertirse en
transmisible. Los títulos beneficiados no sólo los vendía la administración, sino también instituciones (por ejemplo, conventos
o monasterios) o particulares que habían recibido la merced de la Corona, que les adeudaba diversas cantidades o a las que
quería socorrer, evitando el Estado engorrosos desembolsos.
32  Vid. SANZ TAPIA, A., op. cit.

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“NO SE EXPRESARE EN LOS TÍTULOS EL PRECIO EN QUE COMPRARON”...

y que cobraba su corretaje por usar de su influencia. Una vez concedido el nombramiento y antes de poder
tomar posesión del mismo, el postulante habría de liquidar en contante la oferta que había realizado.
Era una práctica no solo admitida, sino también extendida: de más de mil provisiones a un total de 874
aspirantes, 250 fueron obtenidas únicamente gracias a las compensaciones económicas que el postulante
había ofrecido a la hacienda real, sin mediar mayores méritos, aunque no sería así en el caso del resto.
También ocurriría al revés: en otros 290 casos el puesto se proveyó solo debido a los méritos y servicios
del solicitante, lo que nos deja un 20% de los cargos provistos solo por dinero, otro 20% provistos por
servicios y un 60% por ambas causas33. Los mismos beneficiarios revendían los cargos o utilizaban agentes
para ello, usándose incluso los futuros nombramientos como dotes para los matrimonios. Algunos de
nuestros primeros maestrantes se encontraron entre los que usaron de esas prácticas: la presidencia de
Panamá le costaría a Juan Baltasar Federigui, conde de Villanueva, el préstamo de 50.000 pesos aunque
nunca llegaría a ostentarla, cambiándola con el marqués de la Mina por una almirantía de los galeones; el
gobierno de Yucatán, la donación de 32.000 pesos a Juan Bruno Tello de Guzmán34; el de Cartagena, la
donación de 18.000 pesos a Francisco Carrillo de Albornoz, al igual que la alcaldía mayor de Xicayán, en
Nicaragua, por la que pagaría la misma cantidad. Pedro José de Guzmán Dávalos, marqués de la Mina,
obtendría la presidencia de Panamá como compensación por renunciar a la almirantía de los galeones, que
ya había pagado, y que recaería en don Juan Baltasar Federigui35. Esta costumbre, evidentemente, abría
las puertas a todo tipo de corrupciones, abusos y exacciones, frente a las que de poco servían los juicios de
residencia, ya que el receptor del cargo buscaba recuperar a toda costa su inversión, en un sistema viciado
desde el principio.
De este mercadeo no se escapaban tampoco los títulos nobiliarios: apenas concedidos ya por
méritos sino por la compra directa de los mismos, consagrando la autoridad señorial de los beneficiarios
sobre sus villas y lugares en propiedad, adquiridos por pasadas (o inmediatas) generaciones de
emprendedores antepasados, muchos de los fundadores de la corporación optaron a la adquisición de
aquellos, endeudándose incluso para poder hacerse con los honores de manera hereditaria, como sería
el caso de don Juan de Esquivel Medina y Barba, agraciado por Carlos II con el título de marqués del
Campellar en 1682, que envió un memorial al rey Carlos II en ese mismo año

“supplicando a Su Magestad le conseda facultad para ymponer un censo sobre sus bienes
para el pago de la media annata que debe abonar para sacar el título de Marqués de Campellar,
de que el Rey N.S. le hiso mersed para sí y los subsessores de su Casa y mayorazgo, sirbiendo aSu
Magd. con veinte mill reales de a ocho”36.

Algo similar habría de hacer don Juan de Saavedra, primer marqués del Moscoso, que solicitaría
también la autorización real para vender, en 1680, bienes por valor de 40.000 ducados para pagar la
media annata y los gastos por la concesión del título –por el que pagó 35.000 ducados–, procedentes de
los mayorazgos de Neve (la dehesa del Juncal Perruno en Aznalcázar), Alvarado (la dehesa de Pozacivera
en Badajoz), y de Saavedra (censos y juros por diverso valor)37. Hubo de hecho momentos en los cuales
se produjo una verdadera inflación de concesiones: al estar la hacienda real necesitada de numerario
para la celebración de las bodas del rey Carlos II en 1679, se benefició a un buen número de caballeros
sevillanos, que fueron concretamente don Fernando de Solís, marqués de Rianzuela; don Pedro José de
Guzmán, marqués de la Mina; don Pedro Manuel de Céspedes, marqués de Villafranca de Céspedes;
don Juan de Céspedes, marqués de Carrión; don Juan de Saavedra, marqués del Moscoso; don Alonso
de Pedrosa, marqués de Dos Hermanas; don Francisco de Vargas, marqués de Castellón; don Francisco
Bucareli, marqués de Vallehermoso; don Francisco de Santillán, marqués de la Motilla; don Francisco de
Peralta, marqués de Íscar; don Nicolás de Córdoba, marqués de la Granja; don Juan Vicentelo, marqués

33  Estas referencias las tomamos igualmente de SANZ TAPIA, A., op. cit.
34  Archivo General de Indias (en adelante AGI), Contaduría, 235.
35  Archivo General de Simancas (en adelante AGS), Dirección General del Tesoro, In-13, 10-200.
36  AHN, Consejos, 9891, A.1682, exp. 2.
37  AGA, Fondo Arias de Saavedra, Leg. 3754, nº 38.

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de Brenes; don Alonso Verdugo, conde de Torrepalma, y don Juan Federigui, conde de Villanueva38. Para
la consecución favorable de estas pretensiones no dejaba de tener notable importancia, como es lógico,
que el candidato al título (además de engrasar con sus doblones las bisagras del portazgo que le permitía
acceder a la concesión) aportara, si ello fuera posible, el relato exhaustivo de los pasados méritos –y
presentes, si los hubiera: aunque muchas veces no había los suficientes, o incluso no existía ninguno– que
sustentaban, con los fundamentales servicios económicos, una petición presentada habitualmente por
un agente en la corte que actuaba como intermediario, y que formaba a menudo parte del grupo que,
finalmente, tomaba la decisión de la concesión. Estos memoriales, muchas veces impresos, justificaban
a los ojos de los solicitantes y de la opinión pública la concesión final de sus solicitudes. Esto podemos
apreciarlo de forma meridianamente clara al leer el escrito de la mano de uno de los más importantes
genealogistas del momento, el cronista de Felipe IV don José Pellicer de Tovar, defendiendo en 1651 los
méritos del mismo don Juan de Saavedra Alvarado, caballero de la orden de Santiago, alguacil mayor
de la Inquisición de Sevilla, señor de Poveda, Moscoso y de los mayorazgos de Loreto y Alvarado. En
este Memorial de la Calidad, y Servicios... de uno de los primeros maestrantes sevillanos, gentilhombre
de boca de Carlos II y I marqués del Moscoso desde 1679, cuyo primogénito sería hermano mayor
de la corporación desde finales de 1688 hasta 1690, podemos ver muy claramente cómo funcionaban
dichos mecanismos: en el documento, el cronista expone detalladamente la genealogía y los méritos de su
representado, que habla por su boca, representando

“a V.M. en este Memorial, la Calidad, i Servicios de las Casas que Possee, hechos a estas
Coronas, i de que es Legítimo Heredero; Para que Sirviéndose V.M. de Mandar se Vean, Sea
también seruido de Premiarlos, con El Título que Pretende de Conde, ò Marqués de Vna de sus
Villas en estos Reinos, para su Persona, i Casa; Pues en El, y en Ella, concurren todas las Calidades,
i Requisitos Necessarios, que pueden, i deven concurrir para semejante Pretensión; y que a todas
Luces le constituyen Digno desta Merced. Conviene a saber Antiguedad de Sangre, No solo
derivada de Ricos-Omes desde su Primer Origen, i Conservada en El su Varonía de Saavedra
por el espacio de Novecientos Años; Pero Ilustrada con Casamientos tan ensalçados, que no se
hallarà Casa en España de las mas Esclarecidas, i de Mayor Estatura, de Quien por sus Abuelas,
no le toque algún Costado, por Ellas también tiene diversas vezes Repetidas en la Suya Muchas
Líneas Reales. A esta Calidad tan segura, se Añade la Cantidad de sus Mayorazgos, i Rentas, para
mantener con Decencia, i en Decoro, i Lucimiento esta Dignidad; Merecida Igualmente, por los
Servicios hechos a V.M. por su Padre, i Abuelos, Cuyas Personas Vnicamente Representa, como
Sucessor Suyo Primogénito”39.

En suma –como vemos en este texto–, las cosas podrían decirse más altas, pero no más claras: no
solo riqueza, sino también nobleza heredada harían recaer –años más tarde, eso sí– el ansiado, acariciado
y hondamente deseado título de marqués del Moscoso en la familia. No pocas veces, sin embargo, los
títulos se recibirían sin necesidad de alegar mérito alguno: lo que sucedió de manera paradigmática como
decimos en el entorno de 1679, cuando para pagar las bodas de Carlos II se vendían en toda España un
número estimado en treinta y cinco nuevos títulos nobiliarios, comprados en no pocos casos por individuos

38  Biblioteca de la Real Academia de la Historia (en adelante BRAH), Salazar y Castro, nº 38858, vol. K-14, f. 249r: Relación
de los títulos de Castilla que se beneficiaron a caballeros de Sevilla en 1679, con ocasión del casamiento del Rey nro. sr. Don
Carlos segundo. Figuran también en la Relación los títulos concedidos en 1680, 81 y 88, que serían en 1680 a don Diego
Jalón y Baeza, marqués de Valdeosera, y a doña Catalina de Gaviria, marquesa de las Torres de la Pressa; en 1681, a don Tomás
Ponce de León, marqués de Castilleja del Campo; a don Luis del Alcázar, marqués de Torralba; y a don Bartolomé Ramírez
de Arellano y Toledo, marqués de Gelo y Torregrosa. En 1688, titularían don Martín Rodríguez de Medina como marqués de
Buenavista y don Luis de Torres Monsalve como marqués de Campoverde.
39  Pellicer de Tovar, J., Memorial de la Calidad, y Servicios de Don Juan de Saavedra Alvarado Remírez de Arellano,
Cavallero del Orden de Santiago, Alguazil Mayor del Santo Oficio de la Inqvisición de Sevilla. Señor de las Villas de Poveda, y
Moscoso, y mayorazgos de Loreto, y Alvarado. En Madrid, año MDCLI. El documento se encuentra en AGA, Fondo Arias de
Saavedra, Leg. 3754, nº 36.

Historia y Genealogía Nº2 (2012) | 17


“NO SE EXPRESARE EN LOS TÍTULOS EL PRECIO EN QUE COMPRARON”...

cuyo origen y condición eran si acaso someramente investigados40, caracterizándose buena parte de estos
despachos por lo que ocultaban, más que por la información que ofrecían sobre los solicitantes, sus linajes
y sus méritos propios o heredados41. Con el fin de determinar algunas cuestiones relativas al pago de
dichas dignidades, en 1692 se enviaba una carta a asistentes y corregidores que no podía expresar las cosas
más claramente:

“Saued que por justas causas, y Consideraçiones que e tenido por decreto señalado de mi
Rl. mano de treynta de Agosto proximo passado he resuelto que todos los titulos de Castilla que
desde primero de henero del año de ochenta a esta parte se huuieren beneficiado en estos reynos
en menos Cantidad que la de treynta mill Du[cado]ss. de Uellon no passen de los posseedores
que oy los tienen sino que los goçen por su Uida y que los que quisieren mantenerlos perpetuos
en sus Cassas hayan de reynteg[r]ar la Cant.d que faltare Cumplimiento a los treynta mill Duss.
De Uellon [...] para lo qual les Conçedo el termino de seis meses desde la fecha del Referido
Decreto y passado quedara desde luego Uitaliçio el titulo para el que le tiene y por que muçhos que
Compraron esse honor, façilitaron no se Expresare en los titulos el preçio enque Compraron mando que
todos los que tuuieren sus titulos desde el diçho año de ochenta los pressenten sin Exçepcion de
perssº alguna para que se pueda aueriguar los que eran berdaderam.tº conçedidos por la Calidad de las
perssº por meritos o por benefiçio”42.

En Sevilla, tras recibir la carta, el Asistente conde de Adanero exhortó al conde de Benagiar, al
marqués de Brenes, al de Paterna, al de Villaalegre, al de las Torres, al de Castellón, al conde de la Peñuela,
al marqués de Medina, al de Vallehermoso, al de la Moralera, al del Vado, al conde de Villanueva, al
marqués de Valdeosera, al de Íscar, al de Aguiar, al conde de la Laguna, al marqués del Moscoso, al
marqués de Carrión, al de Nevares, al de Torralba, al de Dos Hermanas, al conde de Santa Gadea, al de
Castillejo, al de Buenavista, y a los marqueses de la Motilla, la Serrezuela, Gelo, la Sauceda, Campoverde
y Villafranca a presentar su documentación en regla43.

40  Esta dinámica continuaría en los siglos siguientes: un ejemplo podría ser los que se vendieron para financiar la marcha de
la corte a Sevilla en 1729, como el título de marqués de la Encomienda. Los abusos en las concesiones provocaron que desde
febrero de 1749 se investigaran “las circunstancias de los pretendientes”, para intentar evitar que los títulos cayeran en manos
que individuos que no tuvieran un origen aceptable o que no pudieran sostener la dignidad. La concesión podía llevarse a cabo
usando de la instancia de la Cámara de Castilla o bien por la vía del decreto ejecutivo –en el que de hecho poco importaban las
calidades del pretendiente, sino la calidad de su contante–, dentro de un contexto que se ha denominado como “economía de
la merced”, como expone Felices de la Fuente, Mª del M., “La Cámara de Castilla, el Rey y la creación de títulos
nobiliarios en la primera mitad del siglo XVIII”, Hispania. Revista Española de Historia, 236 (2010), pp. 661-686.
41  Vid. asimismo Felices de la Fuente, Mª del M., “Silencio y ocultaciones en los despachos de los títulos nobiliarios.
Análisis crítico de su contenido”, Chronica Nova, 36 (2010). Acerca de la dinámica en la creación de títulos durante los reinados
de los Austrias menores, es de obligada consulta el artículo de Rodríguez Hernández, A. J., “La creación de Títulos
de Castilla durante los reinados de Felipe IV y Carlos II: concesiones y ritmos”, en DÍAZ LÓPEZ, J. P., et alii (eds.), Casas,
Familias y Rentas. La nobleza del Reino de Granada entre los siglos XV-XVIII, Granada, 2010, pp. 167 y ss. Según este estudio, se
evidencian claros picos en las concesiones de títulos, con años como 1679, 1689-91 o 1693 (este último un año verdaderamente
inflacionista) como los más destacados, en los que la venalidad en la concesión de estas dignidades estuvo a la orden del día.
42  La cursiva es nuestra. AHN, Consejos, 9017, 11 de septiembre de 1692. También AHN, Consejos, 9270E. En 1695 (18
de abril), se reducirá finalmente el precio de los títulos beneficiados de 30.000 a 22.000 ducados. A este servicio económico se
sumaba el pago de lanzas, medias annatas y los derechos de la Real capilla, que importaban un monto de 2.250 ducados (1.500
por el condado o el marquesado, y 750 por el vizcondado previo, obligatorio desde 1631) en el caso de la media annata, 3.600
reales por las lanzas –este pago era de carácter anual– y 2.400 reales para la capilla. Como vemos, en la misiva se hacía una
clara distinción entre los títulos concedidos por la calidad del linaje, por los méritos y servicios de aquél a quien se concedía o
directamente por la compra de la dignidad.
43  El marqués de Brenes alegaba que “hauia resiuido el beneffº que pago por el quarenta mill dssº y por sus seruisios de ueinte
años”: era el único que alegaba méritos, una condición que como vemos no resultaba relevante en la concesión de títulos
beneficiados. Otros alegaron que lo habían recibido –y pagado– antes de 1680, y que por tanto no les afectaba la nueva norma;
otros no se encontraban en sus viviendas para recibir la comunicación del Asistente: el marqués de Gelo, por ejemplo, se

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Juan Cartaya Baños

Como hemos podido apreciar en las anteriores enumeraciones, un buen número de caballeros
maestrantes recibirían durante el reinado del último Austria un título nobiliario: todos esos títulos –
sin excepción alguna– serían beneficiados, es decir, obtenidos por compra. Debemos hacer previamente
también algunas precisiones: algunos linajes fundadores recibirían posteriormente los tan deseados títulos
–incluso algunos, caso de los Bazán, con una práctica inmediatez–, aunque dichas dignidades no les
fueran concedidas específicamente a los caballeros fundadores de la institución, sino a parientes cercanos
o a descendientes directos44. Otro caso a destacar será el de don Juan de Esquivel Medina y Barba, que
nunca podría llegar a titularse pese a habérsele concedido el título de marqués del Campellar (1682),
ya que nunca obtuvo la autorización real para poder hipotecar sus propiedades con el fin de obtener el
líquido suficiente para poder pagar la concesión y los impuestos que la gravaban, lo que le provocó no
pocas desazones

“porque el credito del supplicante esta padeciendo respecto de auerse publicado la dicha
Merced en Seuilla y no poder dar satisfacion a V.M. de los dhos. veinte mil pesos de otra forma,
en consideracion supplica a V.M. le conçeda la facultad que tiene pedida [...] por el lustre y honor
que recaerá en ellos con el dho. título de Marqués [...]”45.

y que tras recibir dicha negativa suplicaba nuevamente al monarca, ya que no tenía “otro medio
que el que tiene propuesto para la dha. satisfazion” de los pagos pendientes, que le permitiera vender
unos cortijos en Burguillos, una huerta, un censo y un pedazo de Juliana, en Bollullos, para pagar el
impuesto de la media annata, “por no tener bienes libres de que conmodamente los pueda pagar sino es
Concediendose la facultad que tiene pedida”. Ponía como ejemplo a don Tomás Ponce de León, al que sí
se le había permitido vender parte de sus bienes, “para la paga de 20.000 pesos con los que ofreció servir
por el título de marqués de Castilleja del Campo”, mas los 3.500 pesos de plata que había necesitado para
cumplir con el pago de la media annata. Se le respondió nuevamente que no había lugar a su petición,
por lo que nunca se hizo efectivo dicho título. No olvidemos tampoco el caso de los dos hermanos don
Pedro Andrés y don Agustín de Guzmán Portocarrero, que ostentaban los prestigiosos títulos –estos por
herencia– de marqueses de la Algaba y de Ardales, y de condes de Teba.
Por orden de su concesión, los títulos de nueva creación a los que accedieron los fundadores
de la Maestranza sevillana fueron, finalmente, los siguientes: conde de Villanueva, a don Juan Baltasar
Federigui y Arellano (1679); marqués de la Mina, a don Pedro José de Guzmán Dávalos (1679); marqués
del Moscoso, a don Juan de Saavedra Alvarado (1679); marqués de Rianzuela, a don Fernando de Solís y
Barradas (1679); marqués de Castilleja del Campo, a don Tomás Ponce de León y Cueto (1680); marqués
de Gelo de Torregrosa, a don Bartolomé de Toledo Ramírez de Arellano en 1681 (que heredaría también
de su familia materna el título de marqués de Villamaina); marqués de Castellón a don Francisco de
Vargas Sotomayor (1681); conde de Montemar, a don Pedro Carrillo de Albornoz (1694); marqués de
Paterna del Campo, a don Antonio Federigui y Solís (1694); marqués de Tablantes, a don Adrián Jácome
de Linden Bécquer (1695); y conde de Valhermoso, a don Lorenzo Dávila y Medina (1699). Terminamos

encontraba en sus propiedades; y el de Castellón (era ya el segundo marqués) estaba sirviendo en la Armada del Mar Océano.
44  Caso, por ejemplo, de los Bazán o de los Pineda. Para los Bazán, véase AHN, Consejos, 9270. AHN, Consejos, 4433,
A.1653, Exp. 9. También, Archivo General de Ministerio de Justicia (en adelante AGMJ), Caja 100-1, Exp. 884. Marqués de
la Granja. Madrid, 12 de junio de 1679. Para los Pineda, véase AGMJ, Caja 214-3, Exp. 1908. Conde de Villapineda. Méritos
de don Pedro de Pineda Salinas Ponce de León, 1728. El título no se haría efectivo hasta 1737. Acerca de esta concesión puede
verse también Felices de la Fuente, Mª del M., “Silencio y ocultaciones...”, op. Cit., pp. 669 y ss. En el caso de
los marqueses de las Torres de la Pressa, título concedido en 1680 a Catalina de Gaviria Zubizarreta y a sus descendientes,
sería el sobrino y único heredero (don Andrés de Madariaga) de un fundador de la Maestranza (don Francisco Marmolejo), el
agraciado, ya por herencia y en segunda generación, de un título nobiliario. Ver AHN, Consejos, leg. 2752, A. 1680, N. 21 y
AHN, Consejos, 5240, Rel. 3bis. En 1695 se elevaría a perpetuo: AHN, Consejos, 9270, Rel. E, núm. 1 de títulos perpetuos.
45  AHN, Consejos, 9891, A.1682, Exp. 2: “Memorial de don Juan de Esquivel Medina y Barba, suplicando a Su Majestad le
conceda facultad para imponer un censo sobre sus bienes para el pago de la media annata que debe abonar para sacar el título
de Marqués de Campellar, de que el Rey le hizo merced para sí y los sucesores de su casa y mayorazgo, sirviendo a Su Majestad
con 20.000 reales de a ocho”.

Historia y Genealogía Nº2 (2012) | 19


“NO SE EXPRESARE EN LOS TÍTULOS EL PRECIO EN QUE COMPRARON”...

este trabajo con la relación pormenorizada de estos títulos que acabamos de enumerar, dando lo que
esperamos sean completas noticias acerca de sus primeros poseedores.

3.1. Don Juan Baltasar Federigui y Arellano, primer conde de Villanueva (1679)
Vástago de un antiguo linaje florentino dedicado al comercio ultramarino, asentado ya en Sevilla
desde los inicios del siglo XVII46, y primo hermano del primer marqués de Paterna del Campo –a quien
posteriormente nos referiremos–, el primer conde de Villanueva don Juan Baltasar Federigui realizaría una
carrera bien distinta a la de aquél, centrada, en vez de en el acaparamiento de cargos municipales, en el
ámbito de las flotas de Indias. Había sido bautizado en Sevilla el 10 de septiembre de 1649, y accedería a
la orden de Santiago el 14 de junio de 166447. Nombrado en febrero de 1697 gobernador de Tierra Firme
y presidente de la Audiencia de Panamá48, nunca ocuparía este cargo alegando enfermedad y no pagando
el donativo de cincuenta mil pesos que le había costado el beneficio, permutándolo con el primer marqués
de la Mina, quien le cedería la almirantía de los galeones que se le había encomendado, que Federigui
ocupaba en 1689 y por la que ya había pagado en su día una crecida cantidad49. Previamente había servido
en la armada de Barlovento como entretenido, obteniendo de esa manera méritos y experiencia que le
harían capaz de comandar, años más tarde, las flotas camino de los puertos de Indias50. Aunque no sería
bastante, ya que el título de almirante se le concedería tras el préstamo de cien mil pesos para aprestar
los galeones bajo su mando. Recibiría el condado de Villanueva del Ariscal el 11 de diciembre de 167951.
Moriría, repentinamente, en 1724.

3.2. Don Pedro José de Guzmán Dávalos, primer marqués de la Mina (1679)
El primer marqués de la Mina había nacido también en Sevilla, siendo bautizado en su parroquial
de san Pedro el 6 de octubre de 1650, y según podemos suponer sus perspectivas iniciales no serían quizás
demasiado halagüeñas, ya que, aun siendo primer hijo del matrimonio entre Juan de Guzmán Dávalos
y Mariana de Santillán –la segunda esposa de su padre–, era sin embargo el cuarto hijo de la casa. Todo
cambiaría, sin embargo, en el año de 1666: fallecidos su padre y su hermano mayor, quedaba don Pedro
con dieciséis años como primogénito varón del linaje, disfrutando de los cinco mayorazgos que llegaría a

46 Véase nota 4.
47  AHN, Órdenes Militares, Santiago, Exp. 2837 (1664), y expedientillo N. 3875.
48 Vid. SERRANO MANGAS, F. et alii (coords.), IX Congreso Internacional de Historia de América, Vol. 1, Mérida, 2002,
p. 116. AGI, Contratación, 5796, L.1, F. 94v-98: Nombramiento de Juan Baltasar Federigui, conde de Villanueva, como
gobernador y capitán general de Tierra Firme y Veragua. También en el mismo legajo (F. 98-99v), su nombramiento como
presidente de la Audiencia de Panamá (ambos en 1697).
49  AGI, Contratación, 625, N.6, R.2. También en Contratación, 624, N.6, R.2. AGI, Contratación, 3799 (1690-1691).
También en Contratación, 4523, N.2, R.1 y N.3, R.4 (1689-1690). Más cuentas de armada, en Contratación, 4525, N.1,
R.1 (1693-1694). AGI, Contratación, 3218 (1689-1694). AGI, Contratación, 3217 (1689-1690). AGI, Contratación, 1245
(1689). También AGI, Escribanía, 1167B y AGI, Escribanía, 969. Registro de la flota a cargo del conde de Villanueva en
1690, en AGI, Fábrica de Tabacos, 14, N.41. También AGI, Indiferente, 2618. Sobre el pago del cargo de almirante, ver AGI,
Indiferente, 442, L.31, F.51v-52. También en AGI, Consulados, 688: Documentos varios de diferentes servicios y préstamos a
S.M. Asimismo su nombramiento en AGI, Indiferente, 2585.
50  Vid. Flores Moscoso, Á., “Entretenidos en la Armada de la Carrera de las Indias en el siglo XVII”, Anuario de
Estudios Americanos, 38 (1981), p. 117.
51  AGMJ, Leg. 111-1, Exp. 1003: Conde de Villanueva. Madrid, 8 octubre 1679. Para la Real Capilla, abonaba ciento sesenta
pesos. Antonio Frexomill Frechilla, depositario de la Junta de Medios para el casamiento de Carlos II, daba carta de pago de
230.000 reales de vellón, el 14 de noviembre de 1679. Federigui los pagó en dos plazos. Pagaba también la media annata, por
valor de 2.250 ducados de vellón, el 9 de diciembre de 1679. Nadie le sucedió legalmente en el título a su muerte, al no pedir
sus sobrinos (los hijos de su hermana Luisa) carta de sucesión, extinguiéndose la descendencia de su hermana en el canónigo
don Pedro de Céspedes Federigui. También en AHN, Consejos, 9017, Exp. 27: Notificación a don Juan Baltasar Federigui
sobre su donativo por el título de conde de Villanueva (1692). AHN, Consejos, L.2752, A.1679, N.58: Asiento de decreto de
gracia sobre merced del título de conde de Villanueva. Véase también BRAH, Salazar y Castro, nº 38858, vol. K-14, f. 249r:
Relación de los títulos de Castilla que se beneficiaron a caballeros de Sevilla en 1679, con ocasión del casamiento del Rey nro.
sr. Don Carlos segundo.

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Juan Cartaya Baños

acumular52, y que le proporcionaban en 1681 –según las capitulaciones matrimoniales que firmaba con
la que sería su suegra, la condesa viuda de Pezuela de las Torres doña Francisca de Palavicino53– una muy
respetable renta anual de más de ocho mil ducados, que declaraba al casar con doña Juana de Spínola
Palavicino el 7 de diciembre de 1681. Comenzaría una notable carrera militar recibiendo patente de
capitán de infantería española en 167454. En 1678 era gobernador del tercio de la armada de Tierra Firme
para aquel año55. De hecho, había venido sirviendo en los afanes de la milicia desde 1669, comenzando

“[...] en la Armada de la Guarda de las Yndias, con plaza senzilla de Soldado desde primero
de Junio de sesenta y nuebe hasta el de setenta y dos, el de setenta y quatro boluio a Continuar el
Real seruicio con el empleo de Capitan de Ynfanteria española, en Virtud de Patente de la Reyna
nuestra Señora siendo Gouernadora destos Reynos, dada en Madrid, a primero de Mayo de dho
año de setenta y quatro, de Vna de las Comp.ª del terçio, que se lebanto en el Reyno de Seuilla,
por Mre. de Campo dél á Don Agustín de Guzmán y se embarcó en la Armada Real del oçeano
que estaua a Cargo del Señor don Melchor de la Cueba, Capitán General de ella, hallándose en
la Bahía de Cádiz, y en fin de octuº de setenta y cinco, paso a ser Cap.n de Cauº Corazas, con
Patente del Señor Marques de los Velez virrey y Cap.n General del Reyno de Napoles, y continuó
hasta Veinte y seis de oct.re de mil seisçientos y setenta y seis que Vso de Lizençia para pasar aesta
Corte”56.

Tras alegar sus méritos y pagar el precio, recibiría su título sobre el mayorazgo de la Mina en
167957, y para poder pagar el beneficio del mismo empezó a acopiar con urgencia crecidas cantidades
desde pocos meses antes, acudiendo a un muy importante número de préstamos en fechas contiguas58,

52  AHN, Nobleza, Fernán Núñez, C. 408, D. 7: Requisitos y otros documentos relativos a la posesión de Jaime Miguel de
Guzmán Dávalos de los vínculos y mayorazgos en Burguillos, a la muerte de su padre Pedro José de Guzmán Dávalos, Marqués
de la Mina. También en AHN, Nobleza, Fernán Núñez, C. 33, D. 18.
53  Las firmaba en Madrid a 19 de octubre de 1681. AHN, Nobleza, Fernán Núñez, C. 2118, D. 6 y D. 7. Doña Francisca era
viuda del conde y banquero Jácome María Spínola, III conde de Pezuela de las Torres (1674), de la orden de Santiago (AHN,
Ordenes Militares, Santiago, Exp. 7910: 1630) y tesorero general de la Media Annata. Acerca de Jácome María Spínola, Vid.
Álvarez Nogal, C., “Los banqueros de Felipe IV y los metales preciosos americanos (1621-1665)”, Banco de España,
Estudios de Historia Económica, 36 (1997).
54  AHN, Nobleza, Fernán Núñez, C. 705, D. 18: Méritos y servicios de Pedro Guzmán Dávalos, Marqués de la Mina: título
de presidente de la Real Audiencia de Panamá, patente de capitán de infantería española.
55  AGI, Panamá, 240, L. 21, F. 53v-55v: Real Cédula a los oficiales reales de Panamá, para que paguen a Pedro de Guzmán
Dávalos, nombrado gobernador del Tercio que ha de ir en la Armada de Tierra Firme, veinticinco mil pesos que ha prestado a
la real hacienda, más sus intereses.
56  AGMJ, Leg. 87-2, Exp. 754.
57  AGMJ, Leg. 87-2, Exp. 754: Marqués de la Mina. Madrid, 2 de septiembre, 1679. Antonio Frexomill Frechilla, contador
de los libros del sueldo y depositario de la “Junta Particular de Medios que está formada para los gastos de su [del rey]
felizisimo casam.tº”, recibía de don Pedro José de Guzmán Dávalos 288.810 reales de vellón, una parte el 2 de febrero de 1680
y posteriormente el resto, hasta el monto de 20.000 pesos de a ocho reales de plata, dando carta de pago el 30 de agosto de
1681. En la capilla quedaban 40 doblones de a dos escudos en concepto de derechos (23 de octubre de 1681). La media annata
importó, como era habitual, 2.250 ducados de vellón. AHN, Consejos, L. 2752, A. 1679, N. 71. Se daba con un vizcondado
previo, como era costumbre.
58  Archivo Histórico Provincial de Sevilla (en adelante AHPSe), Leg. 619, 1678, f. 583, don Pedro José de Guzmán Dávalos,
vecino de San Pedro, se obliga a pagar a don Pedro de Valencia y Caviedes 553 pesos de a ocho reales de plata en moneda de
oro, un año más tarde. 9 de marzo. En f. 598, con Gerónimo de Morales, comprador de oro y plata como fiador, se obliga a
pagar a doña Beatriz de Moscoso, viuda de don Juan de Saavedra, 1.000 pesos de a 8 reales de plata en oro, 10 de marzo. En f.
602, se obliga con Miguel Usarte por 1.160 pesos de oro, 11 de marzo. En f. 612, con Nicolás Bucareli, por 348 pesos de oro, el
9 de marzo. De nuevo a doña Beatriz de Moscoso por 500 pesos más, el 10 de marzo, f. 620; con don Fernando Solís Barradas
como su fiador, a doña Juana Escrote, viuda de Pedro Estemar, otros 1.160 pesos de oro, f. 669, 26 de marzo. En f. 670, 580
pesos de oro más a don Francisco María Donati, 26 de marzo. En f. 762, a Andrés Rubio, juez oficial de la Contratación,
580 pesos oro, 29 de marzo. En f. 798, con el marqués de Paradas como su fiador, a doña Ana Lozano, otros 1.160 pesos, 30

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“NO SE EXPRESARE EN LOS TÍTULOS EL PRECIO EN QUE COMPRARON”...

aunque el título no se haría efectivo en realidad hasta su pago por completo en 168159, año en el que
Guzmán Dávalos sería también nombrado general de la artillería60, y en 1682 almirante de la flota del
cargo del general Antonio de Aguirre61, cargo por el que servía con treinta mil pesos como empréstito.
En 1683 tomaba parte en la organización de la armada del general Gonzalo Chacón62 como gobernador
del tercio de los galeones, cargo por el que había prestado a la hacienda real veinticinco mil pesos63, y con
don Gonzalo Chacón navegaba un año después de nuevo a bordo de un galeón de su propiedad, el San
Francisco Javier64 en el que cargaría mercaderías a su costa, lo que le acarrearía posteriormente no pocos
sinsabores, ya que cuatro años más tarde se le forzaba a renunciar al cargo de almirante de la armada de
la guarda de la carrera de Indias, cargo que se le había concedido y que finalmente recayó en don Pedro
Carrillo de Albornoz65, al abrirse una investigación por irregularidades que concluyeron con el pago de
una fuerte multa por parte del marqués, además de una breve condena en la cárcel66. Sin embargo eso no
fue óbice para que se le diera una salida honrosa, que a la vez garantizara el cobro de la multa: en 1689
marchaba al Perú como gobernador de Tierra Firme y Veragua y presidente de la Audiencia de Panamá67,
comprometiéndose a pagar su deuda como condición indispensable para poder tomar posesión de su
nuevo cargo68. Tras una gestión no poco controvertida que le llevó de nuevo a la cárcel durante cuatro

de marzo. En f. 1102, con Josías Godarte como fiador, a don Diego de Zuleta Reales 570 pesos oro, 26 de abril. En f. 1103,
con Pedro de Buendía como fiador, a Diego de Zuleta 560 pesos más, 26 de abril. En f. 1170, con Pedro de Valencia como
fiador, de nuevo a don Diego de Zuleta, 1.120 pesos de oro, 29 de abril. En f. 1171, y como fiador el capitán don Sebastián de
Arría, de nuevo a Diego de Zuleta, 560 pesos, 29 de abril. En f. 1175, con Francisco Pesio, vecino de San Pedro, como fiador,
nuevamente a don Diego de Zuleta 1.120 pesos, 29 de abril. AHPSe, Leg. 620, 1678, f. 462: se compromete a pagar al capitán
José Ruiz Calzado 570 pesos oro, 8 de junio. En f. 463, 1.140 pesos más, y en f. 480, otros 570 pesos. Seguiría endeudándose
en años posteriores: AHPSe, Leg. 2757, 1684, f. 871, el marqués de la Mina, gobernador del tercio de los galeones de don
Gonzalo Chacón, da un pagaré al capitán Pedro Agustín de Valenzuela por 456 pesos de plata, 28 de abril.
59  AHN, Consejos, 5240, Rel. 3bis (22 de septiembre de 1681).
60  AGI, Indiferente, 442, L. 31, f. 8v-9: Real Cédula a la Casa de la Contratación de Sevilla para que haga entregar a la persona
que señalara el gobernador del Consejo de Hacienda los 30.000 reales de a 8 con que ha ofrecido servir de contado el marqués
de la Mina, por la razón que se expresa.
61  AGI, Panamá, 240, L. 21, f. 269r-271r: Real Cédula a los oficiales reales de Panamá, para que paguen a Pedro Guzmán
Dávalos, marqués de la Mina, provisto almirante de la flota del cargo de Antonio de Aguirre, treinta mil pesos que ha prestado
a la real hacienda, más sus intereses.
62  AGI, Panamá, 240, L. 22, f. 39r-41r (también en F. 330v-333v).
63  AGI, Panamá, 240, L. 21, f. 327r-329v: Real Cédula a los oficiales reales de Panamá, para que paguen al marqués de la
Mina, provisto gobernador del tercio de los galeones que han de ir a Tierra Firme, después de los del cargo del general Juan
Vicentelo, marqués de Brenes, veinticinco mil pesos que ha prestado a la real hacienda, más sus intereses.
64  AGI, Contratación, 1241, N. 1, R. 3: Registro de ida del navío San Francisco Javier, del que es gobernador Pedro de Avalos
y Guzmán, marqués de la Mina, que salió de Cádiz, con la Flota de Gonzalo Chacón Medina y Salazar, para Tierra Firme.
65  AGI, Contratación, 3264B: Nombramiento de don Pedro Carrillo de Albornoz.
66  AGI, Indiferente, 443, L. 35, f. 1v-2v: Carta de Francisco de Amolaz a Don Alonso del Castillo Rueda para que de la
condenación a que fue castigado en la visita de los últimos galeones de Tierra Firme, el marqués de la Mina le sea aplazado su
cobro hasta que tome posesión de la presidencia de Panamá. AGI, Indiferente, 443, L. 34, f. 281-282: Carta de Francisco de
Amolaz a D. Alonso del Castillo Rueda sobre la forma de pagar la condenación a que fue castigado el marqués de la Mina,
esperando a su toma de posesión como presidente de la audiencia de Panamá. AGI, Indiferente, 443, L. 34, f. 176v-177: Carta
de Francisco de Amolaz a D. Rodrigo Navarro de Mendoza sobre la prisión en la torre de Triana del Marqués de la Mina, de D.
Andrés Tello, de D. Pedro Carrillo, de D. Ignacio de Ubrilla y de D. Francisco de Córdoba y sobre lo que ha de hacer en esta
cuestión. AGI, Indiferente, 443, L. 35, f. 2v-3: Carta de Don Francisco de Amolaz a Don Alonso Castillo Rueda sobre el cobro
de la condenación a que fue castigado el marqués de la Mina, cuando tome posesión de la presidencia de Panamá.
67  Su nombramiento, en 1 de julio de 1687: AGI, Contratación, 5795, L. 2, f. 114-115. También en AGI, Contratación,
5795, L. 2, f. 110v-114. Pasaje, en AGI, Pasajeros, L. 13, E. 2830.
68  AGI, Panamá, 231, L. 9, f. 204r-207r: Real Cédula al presidente y oidores de la Audiencia de Panamá, comunicando la
obligación que ha hecho el marqués de la Mina, provisto gobernador y capitán general de Tierra Firme y presidente de aquella
Audiencia, de satisfacer en Portobelo cinco mil seiscientos cincuenta pesos, que le faltan por pagar, correspondientes a la
condenación impuesta en la visita del empleo de gobernador del tercio de la armada que el año de 1686 vino de Tierra Firme, al

22 | Historia y Genealogía Nº2 (2012)


Juan Cartaya Baños

años69, en 1720, desesperanzado y posiblemente agotado por el larguísimo proceso seguido contra él
y sin haber, finalmente, conseguido nada en claro del mismo, testaba en Madrid el marqués, el 25 de
septiembre, ante el escribano público Juan Bermeo, aún esperando –en vano– su rehabilitación; y como
indicaba en sus últimas voluntades, reducido a la más precaria de las condiciones:

“En el nombre de Dios todo Poderoso amen. Sepase por esta escriptura de testamento,
ultima, y postrimera voluntad, como yo Dn. Pedro Josef de Guzman Davalos Ponce de Leon
Santillan y Mesia Marques de la Mina residente en esta Corte estando con algunos achaques,
y en mi sano juicio y entendimiento natural creyendo como firmem.te creo en el Misterio de
la Santissima trinidad Padre Hijo y espiritu Santo [...] hago y ordeno mi testamº en la forma
siguiente [...] declaro ser mi voluntad y final disposicion sean mis herederos mis dos hijos Dn.
Jayme y Dª Michaela de Guzman de qualesquiera bienes derechos y acciones que me pertenezcan,
ó puedan pertenecer, para qº lo que asi fuese lo hayan gocen y hereden por iguales partes con
la vendicion de Dios y la mia sin que por esta institucion deje de ser igualmente cierto la suma
pobreza a que estoy reducido Causa porque no puedo señalar misas ni funeral [...]”70.

3.3. Don Juan de Saavedra Alvarado, primer marqués del Moscoso (1679)
Uno de los afanes más constantes entre la nobleza no titulada, en la Sevilla de los siglos XVI y
XVII era, sin duda alguna, el de dejar de serlo; es decir, obtener a toda costa un título que consagrara
finalmente el ascenso del linaje. Esta constante, de la que ya hemos tratado, se aprecia no sólo entre
las familias que habían prosperado económicamente –y que habían ascendido socialmente– desde unos
orígenes comerciales y unas bases difusas en cuanto a su posesión efectiva de las calidades nobiliarias;
sino que la percibimos igualmente dentro de aquellos linajes titulados, cuyas ramas segundonas deseaban
seguir disfrutando de dichos privilegios y de su notoriedad inherente, pagando lo que fuera necesario para
obtenerlos. Tal efectivamente es el caso que nos ocupa, el de la adquisición del marquesado del Moscoso
por don Juan Arias de Saavedra, que recibiría de Carlos II en 167971. Como hemos visto anteriormente, a
don Juan no le dolieron prendas a la hora de reclamar lo que consideraba como un derecho –el acceso a un
título de Castilla– elevando a la Corona diversos memoriales solicitando dicha merced y recordando sus
servicios y ascendencia. Don Juan de Saavedra había nacido en Madrid en 1617, y a lo largo de su dilatada
vida pleiteó y continuó pleiteando por su hacienda, para conseguir obtener dinero contante con el fin de
poder hacer frente a sus numerosos gastos e, incluso, aspirar a la compra de un título. Don Juan poseía
los mayorazgos de Saavedra en el Loreto, fundado por su antepasado el primer conde del Castellar, y de
Alvarado en Extremadura: este último se componía de una dehesa, la de Pozacivera, de censos en Valverde
y casas en Zafra que habían sido del comendador Alonso Fernández de Moscoso. Ostentaba también el
mayorazgo que había sido de su tío –hermano de su padre– don Pedro Venegas de Quesada, con juros
sobre diversas propiedades en Cáceres72. Y el mayorazgo del que gozaba por la vía materna había sido

cargo del general Gonzalo Chacón. Se les ordena que hasta que no cumpla con dicha obligación no le den posesión de su cargo. 
69  AGI, Escribanía, 464A: 1714. Residencia de Pedro José Guzmán Dávalos, Marqués de la Mina, Presidente de la Audiencia
de Panamá, Gobernador y Capitán General de Tierra Firme, por Gaspar Pérez de Buelta, oidor de la Audiencia de Panamá.
Fenecido en 1720. 7 piezas. Sentencia en Escribanía, 1193.
70  Recogido en AHN, Estado, Carlos III, Exp. 69: Expediente de pruebas del caballero de la orden de Carlos III, Miguel José
María de la Cueva Velasco y Enríquez Guzmán y del Solar, duque de Alburquerque, marqués de la Mina y Cuéllar, conde de
Ledesma de Huelma y de Pezuela de las Torres, señor de las Villas de Mombeltrán y la Condosera, etc., Grande de España
de primera clase, Gentilhombre de Cámara de Su Majestad con ejercicio, caballero comendador de vívoras en la orden de
Calatrava, administrador con el goce de Frutos de la de Benasal en la de Montesa, Mariscal de Campo de los Reales Ejércitos.
71  AHN, Consejos, 9017, Exp. 27.
72  AGA, Fondo Arias de Saavedra, Leg. 3772, nº 13: Testamento de Pedro Venegas de Quesada Saavedra, otorgado en
Granada a 9 de julio de 1609. Don Santiago Montoto publicaría en 1914 un pequeño opúsculo sobre él: Vid. Montoto,
S., D. Pedro Venegas de Saavedra..., Sevilla, 1914.

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“NO SE EXPRESARE EN LOS TÍTULOS EL PRECIO EN QUE COMPRARON”...

instituido por sus abuelos, don Gil Ramírez de Arellano y doña Catalina González de Medina73: el vínculo
rentaba anualmente un millón de maravedís, con casas palacio en Villaescusa de Haro y sus muebles, el
cargo de alférez mayor de la villa y de almotacén de la misma, patronazgos, viñas y olivares, y otros bienes
muebles de valor. A este patrimonio hay que añadir el señorío sobre la villa de Poveda, en Cuenca74.
A estos mayorazgos propios hay que añadir el de los Neve, riquísimos mercaderes sevillanos de origen
flamenco, que obtuvo por su matrimonio, al igual que otro vínculo más, instituido por el veinticuatro
Fernán Ramírez de Cartagena el 22 de junio de 1599. Don Juan no desdeñó tampoco seguir la estela en
el comercio de su suegro don Miguel de Neve, y nunca hizo ascos a los beneficios comerciales que esta
ocupación le proporcionaba: arriesgaría repetidamente sus dineros, depositando parte de sus rentas en
el lucrativo comercio ultramarino sin entender dicha actividad en modo alguno como un desdoro. Así
–por ejemplo– reclamará entre 1675 y 1678 la devolución de “çierta cantidad que ha de haber” y que
provenía del valor de una partida de diversas mercancías que le había sido incautada en 1651, cuando
venía registrada a su nombre en la flota de Nueva España de dicho año75. Don Juan había ingresado en
la orden de Santiago en 163076, calidad que adujo en sus repetidas solicitudes de un título nobiliario,
ofreciéndose también a

“servir a V.M. haziéndole merced, para leva de soldados en esta ocasión, los que V.M.
mandare, reducidos a dinero, dándole V.M. facultad de poder tomar lo que montaren, a censo
sobre los bienes y rentas de dichos Mayorazgos, o vendiendo algunas pieças de dichos Mayorazgos,
para que con más brevedad pueda cumplir con dicha leva”,
donativo con el que esperaba se tomara en consideración su empeño77. Para poder asumir el coste
de la adquisición –porque finalmente en eso habían quedado las mercedes reales, en una pública subasta
en la que la Corona, exhausta de fondos, obtenía numerario para poder hacer frente a los acuciantes pagos
que la desbordaban–, don Juan había tenido que pedir permiso real para poder alienar diversos bienes
procedentes de sus mayorazgos78: bienes que, sin embargo, no resultaron ser suficientes; aún en 1682
seguían coleando los pagos del título79. Había recibido también de manos de la reina Mariana de Austria,
el último año de su regencia por la minoridad de Carlos II –en 1675 cumplió el rey catorce años– la

73  Don Gil había heredado asimismo los derechos sobre otro mayorazgo, el de su abuelo Diego Ramírez de Villaescusa, del
que vendía unas casas en 1604 (AGA, Fondo Arias de Saavedra, legajo 3761, nº 5).
74  AGA, Fondo Arias de Saavedra, legajo 3763, Nº 25, memoria sobre la compra de Poveda (1622) a don Fernando Ruiz de
Alarcón –que había tomado posesión del señorío en 1607–, con jurisdicción civil y criminal, etcétera. Gil Ramírez la compró
por 131.664 reales.
75  AGI, Panamá, 240, l. 20, f. 231v-233v; Panamá, 240, l. 20, f. 198v-200v; Panamá, 240, l. 20, f. 185v-187v; Panamá, 238,
l. 17, f. 99r-104r.
76  AGA, Fondo Arias de Saavedra, Leg. 3775, nº 30.
77  Acerca de las levas como pago en la concesión de honores, Vid. Jiménez Moreno, A., “Honores a cambio de soldados,
la concesión de hábitos de las Órdenes Militares en una coyuntura crítica: la Junta de Hábitos (1635-1642)”, en SORIA
MESA, E., Y DELGADO BARRADO, J.M., (eds.), Las élites en la época moderna: La Monarquía Española, III, Economía y
Poder, Córdoba, 2009, pp. 155 y ss.
78  AGA, Fondo Arias de Saavedra, Leg. 3754, nº 40: Carta de Carlos II (4 marzo 1680) a don Juan de Saavedra, Gentilhombre
de Boca, Dª Luisa de Neve y D. Juan de Saavedra y Neve, de la orden de Santiago, Contador Mayor del Consejo de Cruzada,
recordando la merced del título y del ofrecimiento de Moscoso de servir por él con 35.000 ducados, permitiéndoles vender
bienes por valor de 40.000 ducados para poder pagarlo.
79  AGA, Fondo Arias de Saavedra, Leg. 3754, nº 41 y 42: Nº 41, Real cédula a favor de don Juan de Saavedra (27 de octubre
de 1681), para imponer un censo de 5.666 ducados sobre el mayorazgo de los Ramírez de Arellano en la villa de Poveda, para
afrontar el pago del título. También impondrían otro censo de 2.082 reales de plata sobre un mayorazgo de Cristóbal Monte
Bernardo de Quirós, que había venido a parar en los Neve. Nº 42, Real Cédula (12 de septiembre de 1682) a favor de don Juan
de Saavedra ratificando la facultad anterior para rematar el pago del título. También en el legajo 3775, nº 53 y 64: Nº 53, nueva
autorización para vender bienes amayorazgados para pago del título. Nº 64, “Memoria de lo que se Vendió para El Seruiçio de
los Veinte mill ds. de bn. que se entregó a Su magd. por la mrd. de título que su magd. se siruio aser”. Finalmente, se vendieron
un tributo del Conde de Gelves por 3.000 ducados, la dehesa del Juncal Perruno por 14.000 ducados, y varios tributos situados
en Utrera, etcétera, todo ello por un total de 220.000 reales, de los que sobraron 33.200.

24 | Historia y Genealogía Nº2 (2012)


Juan Cartaya Baños

merced del puesto (que su padre había ostentado igualmente con Felipe III y Felipe IV) de gentilhombre
de la boca del monarca, cuyo cargo había jurado ante el duque de Alburquerque, mayordomo mayor,
pagando por ello el impuesto de la media annata sobre el valor de dicho cargo el 5 de diciembre de 167580.
Fallecía el 21 de julio de 1687.

3.4. Don Fernando de Solís y Barradas, primer marqués de Rianzuela (1679)


Don Fernando de Solís Barradas, primer marqués de Rianzuela81, sería bautizado en la de San
Miguel de Sevilla el 3 de octubre de 1646, y casaba con doña Lucrecia Federigui el 2 de diciembre de
1663. Don Fernando es un magnífico ejemplo –y como tal lo exponemos aquí– de lo que podríamos
definir como crónica o endémica falta de liquidez de la nobleza de este período: poseyendo un patrimonio
incrementado a lo largo de generaciones, asistiremos a lo largo de varios años al intento, por parte
del ya primer marqués de Rianzuela, de conseguir la liquidez necesaria para pagar su tren de vida.
Desgraciadamente sus numerosos bienes (que en gran medida se encontraban vinculados), le ofrecían
un muy escaso margen de acción. Y no eran pocos dichos bienes, como decimos: en 1679, al solicitar
permiso al monarca para poder poner a censo varios de ellos con el fin de poder completar el pago de
su recientemente adquirido marquesado de Rianzuela82, los nuevos titulados nos ofrecen un auténtico
catálogo del valor de sus posesiones, entre otras

“una heredad que dizen de juliana que se conpone de ziento y zinquenta aranzadas de
olibar y duzientas aranzadas de tierra de pan senbrar con sus casas prinzipales y recojederas de
azituna bodegas molino de moler azeite almazenes uaxijas tributos de gallinas y otras muchas
cossas en prezio de veinte mill y quinientos ducados [...]”83.

Añadiendo a ello el mayorazgo de su antepasado Gómez de Solís, que se componía de

“unas casas prinzipales que estan en la dicha ziudad y otras en el lugar de ojen en el
reynado de granada termino de la ziudad de maruella con todos sus vasallos y rentas tributos
pechos y derechos señorio y heredades que rentava todo ziento y cinquenta mill rs en cada un
año y en todo el heredamiento de bermejos [Bormujos] lugar del aljarafee en que auia duzientas
y sinquenta aranzadas de olibar y en unas casas prinzipales en el mesmo heredamiento con dos
molinos de moler azeyte y en duzientos mill mrs de tributo de zenso perpetuo en cada un año de
nuebe donadios de tierras de pan senbrar que estan entre utrera y los palacios y en aquel tiempo
rentauan siento y tres cayzes de pan terziado dos partes de trigo y una de zebada [...]”.

A ello había que sumar además el mayorazgo de su antepasada Beatriz de Esquivel, que era

“un heredamiento que dizen de boyana que se conponia de casas prinzipales molinos de
azeite almazenes setezientas aranzadas de olibar y tierras y que sobre esta hazienda se pagavan diez
y nuebe mill mrs de tributo cada año [...]”.

80  AGA, Fondo Arias de Saavedra, Leg. 3775, nº 52.


81  AHN, Consejos, 9017, Exp. 17: 1692. Notificación sobre donativo del título de Marqués de Rianzuela. AHN, Consejos,
8975, A. 1693, Exp. 82: Real despacho de concesión del marquesado de Rianzuela.
82  AGMJ, Leg. 202-2, Exp. 1797: Marqués de Rianzuela. Madrid, 10 de agosto de 1679. Su hijo Francisco Gaspar de Solís
Esquivel y Federigui pide la sucesión en 29 de septiembre de 1693. Pagaba su sucesión y parte de la media annata que había
dejado a deber su padre.
83  AHPSe, Leg. 2742, f. 1617, 30 de diciembre de 1679. Solicitud de don Fernando de Solís y doña Lucrecia Federigui
para hipotecar bienes amayorazgados del mayorazgo de Gómez de Solís y Beatriz de Esquivel para pagar 12.000 ducados que
restaban de los 30.000 de pago completo del marquesado de Rianzuela, poniendo propiedades por valor de 10.000 ducados a
censo y vendiendo por 2.000 ducados el cortijo de Casabermeja y un juro de las salinas de Andalucía o una casa en la calle de
San Eloy de Sevilla.

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“NO SE EXPRESARE EN LOS TÍTULOS EL PRECIO EN QUE COMPRARON”...

Se añadía a sus posesiones el lugar de Rianzuela, “que compro don fernando de solis en zinco
quentos quatrozientas y treze mill ochozientos y treinta y siete mrs”. En total, los bienes de todos sus
mayorazgos rentaban más de 11.000 ducados anuales –que don Fernando ya tenía comprometidos por
sus numerosas deudas–, con un valor total de sus principales de más de 200.000 ducados. Finalmente,
con el fin de atender al pago lo antes posible, puso tributos sobre Ojén, Boyana y la villa de Rianzuela;
sobre nueve donadíos en Utrera y los Palacios; sobre sus casas principales y sobre distintos juros que
poseía. Su mujer, Lucrecia Federigui, haría lo mismo con sus bienes imponiendo hipotecas sobre otras
diversas partidas de juros de su propiedad y sobre su heredamiento de Juliana. Estos gastos de gran cuantía
provocaron de inmediato la búsqueda casi frenética de liquidez por parte de don Fernando: para reponerse
vendería censos y esclavos84, apretaría a sus deudores85, arrendaría todo tipo de bienes de su propiedad86
y pediría préstamos con cierta frecuencia87. Sin haber conseguido solucionar sus problemas financieros,
fallecería en octubre de 1683, sin testar. Doña Lucrecia, que le sobreviviría, testaba el dos de mayo de
168988.

3.5. Don Tomás Ponce de León y Cueto, primer marqués de Castilleja del Campo (1680)
En 1680, don Tomás Ponce de León y Cueto de Lamadrid –que había accedido a la orden de
Santiago en 167789 y era también veinticuatro de Sevilla desde algunos años atrás90– recibiría un asiento
de decreto de gracia que le haría la merced del título de marqués de Castilleja del Campo91, sobre el
señorío familiar que su abuelo materno, don Juan Ponce de León, había comprado por 118.466 reales
de plata y 6 maravedís con sus alcabalas y jurisdicción, tal y como reflejaba su testamento, otorgado en
163692. El título en principio no pasaría de ser vitalicio, aunque posteriomente se elevaría a hereditario ya
que se completó la cantidad necesaria que permitiría convertirlo en transmisible93. Esta compra del título
nobiliario elevó definitivamente a la familia –ya habían subido antes varios peldaños que les llevaban
al ápice de la consideración social– al estatus de los privilegiados. Pero este camino, andado a lo largo

84  AHN, Nobleza, Osuna, C. 1619, D. 52: Traslado de la venta de un censo impuesto por Francisco Gaspar de Solís sobre
el mayorazgo que fundaron el comendador Gómez de Solís y su mujer Beatriz de Esquivel a favor del convento de carmelitas
descalzas de Écija (Sevilla). En cuanto a los esclavos, durante esos años la escribanía número 4 de Sevilla está llena de intercambios
de tal tipo por parte de don Fernando de Solís.
85  AHPSe, Leg. 2741, f. 133.
86  AHPSe, Leg. 2711, f. 1266.
87  AHPSe, Leg. 2741, f. 1303.
88  AHPSe, Leg. 2770, f. 364.
89  AHN, Órdenes Militares, Santiago, Exp. 6556 (1676) y expedientillo 4095 (1665/1677). Su hijo Juan Ponce de León y
Contador Dalvo optó también al hábito por las mismas fechas (AHN, Órdenes Militares, Santiago, Exp. 6567).
90 Archivo Municipal de Sevilla(en adelante AMS), Sección III, tomo 40: cédula de diligencias para recibirse de veinticuatro
don Tomás Ponce de León.
91  La real cédula, en junio de 1682. AHN, Consejos, l. 2752, A. 1680, nº 70. Vid. también Ramos, A., Aparato para la
corrección y adición..., 1777, p. 150. Igualmente AGMJ, Leg. 510, Exp. 1011. Marqués de Castilleja del Campo, a la que se
añade una somera Relación de los Seruicios de Dn. Thomas ponze de Leon... en la que el pretendiente indica cómo votó como
veinticuatro de Sevilla la prórroga del servicio del tercio provincial para la asistencia del ejército de Extremadura el 2 de mayo
de 1667, la prórroga de los millones el 11 de septiembre de 1667, el 3 de febrero de 1668 un donativo de 75.000 ducados y
el 10 de abril de 1671 otros 75.000 ducados para las asistencias de Flandes y Cataluña, además de otros 70.000 ducados para
el apresto de la Real Armada. Continuó votando favorablemente más imposiciones en el cabildo en años sucesivos. El título se
otorgó en Madrid a 12 de diciembre de 1680. Pagó la media annata, 2.250 ducados de vellón, el 20 de agosto de 1681: el pago
importó 20.000 pesos en oro. En 1694, su hijo don Juan recibe la concesión de perpetuidad del título, el 12 de junio, pese a
que “fue vno de los que vajaron declarados Uitalicios, por de veneficio”.
92  Valle Jaraquemada, F. de., Linajes de la Baja Extremadura, Sevilla, 2007. Vid. asimismo AHPSe, Leg. 14054, f.
180, 7 feb 1685.
93  AHN, Consejos, 9270, Rel. 1. Mención del título otorgado a don Tomás Ponce de León, marqués de Castilleja del Campo,
como vitalicio (1695).

26 | Historia y Genealogía Nº2 (2012)


Juan Cartaya Baños

de generaciones, se había apoyado previamente en una serie de soportes que –creemos– será necesario
analizar y determinar brevemente en este epígrafe, aunque a estas alturas no dejen de sernos conocidos. La
obtención del marquesado, de los hábitos (para el primer marqués y para su hijo Juan), de las veinticuatrías
y el acceso a todos los símbolos de prestigio que las acompañaban serían la consecuencia de una muy
meditada política familiar de defensa, crecimiento y engrandecimiento, caracterizada por una rabiosa
endogamia matrimonial que conoció escasas excepciones, siendo la principal de ellas la que les permitió
tomar el prestigioso apellido de los Ponce de León, al entroncar en los años finales del siglo XVI con una
rama menor de esta relevante casa; sin duda el jugo que la familia sacó al enlace fue realmente sustancioso,
ya que la adopción del apellido, finalmente, hizo olvidar en definitiva –confundiendo, por cierto, a no
pocos genealogistas futuros– unos orígenes que estaban poco claros: orígenes que en principio podríamos
remontar a un Alonso Contador, vecino de Baena en Córdoba, que en 1495 pedía la devolución de la
dote de su mujer, Mari Alonso, ya difunta, que había sido condenada como judaizante por la Inquisición
cordobesa94 y que había pagado con su dote una cuantiosa multa como pena. Don Tomás había casado
el 6 de abril de 1650, y su primogénito nacería al año siguiente95. El primer marqués de Castilleja vivía
aún en 1682 (figura como apoderado junto a su nuera en un poder para testar otorgado por su hijo Juan
en dicho año96), y otorgaba diversas escrituras dos años más tarde97. Fallecía el 6 de febrero de 168598.
Muy lejanos por entonces los días en los que eran importunados por la Inquisición (tanto en Baena como
después en Córdoba, y posteriormente en los juicios a los luteranos de Sevilla) y olvidados también los
problemas que don Tomás y don Juan hubieron de solventar con ocasión de la instrucción de sus hábitos,
sus descendientes lograron mimetizarse con gran fortuna dentro de la nobleza sevillana, de la mano del
prestigioso linaje de los Ponces andaluces, olvidando –podemos decir que absolutamente– un origen
claramente más controvertido, y que desde luego no se consideraba necesario recordar99.

3.6. Don Bartolomé de Toledo Ramírez de Arellano, primer marqués de Gelo (1681)
Nadie sabía a ciencia cierta en Sevilla en 1629 de dónde venía el linaje paterno del que sería,
cincuenta años más tarde, primer marqués de Gelo100. Sí estaba muy clara, sin embargo, la apabullante
riqueza de su abuelo, el capitán Fernán López Ramírez, que en buena parte provenía de los ajustados
tratos de su bisabuelo el mercader Juan de Armenta el Viejo, vecino de la collación de San Esteban101.

94  AGS, Registro General del Sello, 149503-2, 530.


95  AHN, Órdenes Militares, Santiago, Exp. 1197 (Alonso Boza de Chaves y Ponce de León, 1739).
96 Archivo de Protocolos, Cazalla de la Sierra (en adelante APCS), Protocolos Notariales de Constantina (sin signatura ni
número de legajo), año de 1682.
97  AHPSe, Leg. 14053, f. 1323 y ss.
98  AHPSe, Leg. 14054, f. 180, 7 feb 1685. Don Tomás Ponce de León había testado el 17 de diciembre de 1684 ante Jacinto
de Medina en testamento cerrado. En total poseía cuatro mayorazgos, que pasarían a su primogénito. En f. 458, su inventario
de bienes. En f. 539, se hace inventario de los bienes en Castilleja del Campo.
99  Caso de don Juan Antonio Ponce de León y Briones, IV marqués, nieto del II marqués de Castilleja del Campo e hijo del
III, don Tomás Francisco Ponce de León de la Peña Moro, y de doña María Briones Escobedo, al que se le devolvía la blanca
de la carne en 1745: AMS, Libro de Actas Capitulares, febrero y marzo de 1745; AMS, Libros de Cuentas de Propios, marzo y
abril de 1745; AMS, Libros de Escribanía de Cabildo, Sección V, tomo 297, nº 46 (1754). También en Archivo Histórico de
la Universidad de Sevilla (AHUS), Pruebas para el Colegio de San Telmo de Sevilla, nº 4, don Pedro de Porres Ponce de León,
nieto materno del marqués de Castilleja del Campo (1778). Véase también el expediente para la orden de Carlos III de don
Francisco Guerrero de Escalante: AHN, Estado, Carlos III, Exp. 1500. igualmente, el expediente de Santiago de Alonso Boza
de Chaves Ponce de León (AHN, Órdenes Militares, Santiago, Exp. 1197, año de 1739) y el de Alcántara de Diego María
Castañeda y Cárdenas (AHN, Órdenes Militares, Alcántara, Exp. 301, año de 1768), en el que, desgraciadamente, faltan casi
todas las pruebas de interés. También, las pruebas para guardiamarina de Tomás de Torres Ponce de León: Archivo del Museo
Naval de Madrid (AMNM), Pruebas Guardiamarinas, nº catálogo 1142.
100  Vid. AGAS, Catedral, Pruebas, Exp. A-37, Leg. 2, 1629, expediente del canónigo don Alonso Ramírez de Arellano.
101  Armenta el Viejo formaba sociedad para mercadear en las Indias en enero de 1543 con Fernando López y Francisco de
Frías, que se ocuparía de los negocios del mancomún en Santo Domingo (AHPSe, Leg. 17499, a 15 de enero). Armenta

Historia y Genealogía Nº2 (2012) | 27


“NO SE EXPRESARE EN LOS TÍTULOS EL PRECIO EN QUE COMPRARON”...

Armenta era hijo del procurador Gonzalo Díaz de Armenta, vecino de la collación de Santiago el Viejo,
que se habilitaba en la farda de 1510 y al que se le conmutaría la pena y penitencia de hábito en 1518,
y posteriormente de nuevo en 1520102, por lo que nos encontramos por tanto con el activísimo entorno
de los mercaderes conversos, y muchos de ellos penitenciados, que florecían en Sevilla gracias al mercado
americano que permitió financiarse holgadamente a esta naciente (o en algunos casos renacida) aristocracia.
Sin embargo –mucho podía el dinero–, estas familias tan comprometidas estaban bien consideradas en
Sevilla por la consabida pública voz y fama, tenidos por “personas de mucho porte, lustre y autoridad en
esta çiudad y se trataban como tales”, y estimados “por gente noble y prinçipal”, “[...] por auerlos uisto
siempre tratar como tales concurriendo con los Caualleros a los actos Publicos y Por ser señores de basallos
y por el lustre de los Casamientos103.”
Todo eran alabanzas también para los Ramírez de Arellano, su familia materna –deudos de
los condes de Aguilar–, muy favorecidos por don Juan de Austria, el hijo natural del Emperador, de
quien don Alonso Ramírez de Arellano había sido mayordomo. Estas riquezas familiares permitieron
comprar puestos en el cabildo sevillano, dotar prestigiosas fundaciones funerarias y adquirir la villa de
Gelo de Cabildo, sobre la que titularía don Bartolomé104. Debido a las deudas generadas por su padre,
don Luis Ramírez de Arellano, tuvo el primer marqués que empeñar diversos bienes personales, llegar
a apresurados acuerdos económicos con otros miembros de la familia o vender cargos propios de su
mayorazgo105. Esta situación cambiaría positivamente gracias, como era habitual, al siempre socorrido
matrimonio de interés que contraería don Bartolomé en 1668 con la rica heredera de Marchena doña
María Josefa Moreno de Vega. Inmediatamente don Bartolomé trató de poner en orden las finanzas
conyugales, cobrando sus rentas atrasadas que le permitirían saldar sus deudas en Madrid, y recuperar
para su propiedad los bienes valiosos que había tenido que empeñar para poder cumplir con su parte
del pago de los acuerdos matrimoniales106. Generaba también más recursos con el arrendamiento de sus
oficios propios107, mejorando la hacienda familiar tras su enlace: en 1676 fallecía la abuela de su mujer,
doña María Navarrete, heredando ésta de nuevo otros bienes en la villa, que incrementaron un patrimonio
común que aumentaba paulatinamente, tras haber puesto orden en las cuentas108. Conservaba también
alguno de los oficios más golosos económicamente del regimiento sevillano, que le correspondía por

pasaría también a Indias repetidas veces con el fin de vigilar de cerca estos negocios (véase AGI, Indiferente, 422, L. 14, f. 155r:
Real cédula a Juan de Armenta para permitirle pasar a Indias dos esclavos negros para su servicio personal (1530). También
Indiferente, 422, L. 15, f. 17v; Indiferente, 422, L. 15, f. 18r.), que no excluían el tráfico grueso de esclavos, en el que, según
puede apreciarse con facilidad, se había especializado (AGI, Indiferente, 423, L. 20, f. 214v-216r: Real Cédula a Luis y Juan
de Armenta dándoles licencia para pasar a Indias treinta esclavos negros (1543). AGI, Indiferente, 423, L. 20, f. 872r: Nota de
haberse despachado una Real Cédula dando licencia a Luis y Juan de Armenta, vecinos de Sevilla, para pasar a Indias cincuenta
esclavos negros (1545). AGI, Indiferente, 423, L. 20, f. 831r-831v: Real Cédula a Luis y Juan de Armenta para pasar a Indias
cincuenta esclavos negros (1545). La familia continuaría con el tráfico de esclavos en años posteriores: en 1555 pasaban cien
esclavos negros, “la terçera parte hembras”, pagando en Sevilla el impuesto del almojarifazgo, asociados con Gonzalo Jorge
(AGI, Indiferente, 425, L. 23, f. 145r-146r; ver también L. 23, f. 185v-186v). En 1556 pasaba a Indias doscientos esclavos
negros más (AGI, Indiferente, 425, L. 23, f. 250-251).
102  En dicho documento (la composición de 1510) su entrada corresponde al número 260. En cuanto a la penitencia de
hábito (que también había sufrido su hermano Luis de Armenta), véase AHN, Inquisición, libro 572, f. 294v y 330v.
103  AHN, Órdenes Militares, Santiago, Exp. 6846.
104  La hacienda importaba un total de 148.404.900 maravedís. Vid. en AHPSe, Leg. 10155, Escribanía 16, año 1637, ff.
624-698, la partición de sus bienes entre sus herederos, realizada dos años después de la muerte de su viuda.
105  AHPSe, Leg. 613, ff. 679 y ss. BRAH, Salazar y Castro, nº 51459. BRAH, Salazar y Castro, nº 51460.
106  AHPSe, Leg. 601, 1672, f. 397. AHPSe, Leg. 606, 1673, f. 332. AHPSe, Leg. 604, 1673, f. 130.
107  Sobre el arrendamiento del oficio de fiel del matadero y carnicerías de Sevilla por seis años, vid. AHPSe, Leg. 601, 1672,
f. 395. AHPSe, Leg. 603, 1672, f. 99.
108  AHPSe, Leg. 615, 1676, f. 855.

28 | Historia y Genealogía Nº2 (2012)


Juan Cartaya Baños

la veinticuatría de su mayorazgo, como el de tesorero de la Casa de la Moneda sevillana109. En 1681110


accedía al marquesado de Gelo y posteriormente heredaría el de Villamaina, aunque este último título lo
renunciaría en su hijo segundo en 1705111. El pago del título –que le costaría treinta mil ducados al ser
transmisible, y le dejaría constantemente hipotecado para el futuro– pudo realizarse gracias al importante
volumen de rentas que procedían de los diversos mayorazgos que gozaba –el de su padre sobre Gelo; el de
su abuela, doña María de Arellano; y los dos de su mujer–, que le proporcionaban rentas continuadas, y a
la venta de su oficio de fiel del matadero de Sevilla112. El marqués, que tras realizar complejas operaciones
financieras fallecería finalmente en la ruina, expiraba en su casa de Madrid de la calle Nueva el 13 de
febrero de 1715113.

3.7. Don Francisco de Vargas Sotomayor, primer marqués de Castellón (1681)


La suma de cinco mayorazgos muy bien dotados –uno proveniente de su familia paterna, que
se remontaba a un linaje de veinticuatros cordobeses allá por el siglo XIV y cuatro más que disfrutaba
su acaudalada madre– permitirá al primer marqués de Castellón, don Francisco de Vargas Sotomayor,
hacerse en 1681 con un título nobiliario sobre el pequeño lugar del Castellón, una de sus propiedades en
el Aljarafe, como habían conseguido lograr un buen número de sus coetáneos114. Don Francisco dedicaría
sus afanes a la tranquila y plácida administración de sus cuantiosas rentas, algunas de ellas colocadas en
los estados de la Algaba: el primer marqués daría por ello frecuentes cartas de pago a los titulares del
marquesado algabeño al recibir sus rentas dos veces al año115. El que sería primer marqués de Castellón
nacía en febrero de 1642 en las casas familiares de la collación de Santiago, aunque sería bautizado en la no
muy lejana parroquial de San Román. En 1672, con treinta años de edad, contraía un primer matrimonio
con Isabel Rodríguez de Alfaro, que había sido bautizada en el Salvador en noviembre de 1652. Se firmaban
las capitulaciones para el matrimonio en septiembre de dicho año. El enlace se celebraba el día 29 de
dicho mes, en las casas de la calle del Vidrio propiedad de don Francisco, donde se instalaría el nuevo
matrimonio. Su esposa le daría dos hijos, Alonso y Violante Ana, antes de fallecer en torno a 1678. Un

109  AHPSe, Leg. 2759, 1684, f. 933. AHPSe, Leg. 2804 (1701), f. 349.
110  AGMJ, Leg. 290-3, Exp. 2877: Marqués de Gelo de Torregrosa. Madrid, 8 de enero de 1681. El marqués había servido
con 20.000 pesos de a ocho reales de plata, más 2.250 ducados de media annata. Había “estado ausente destos reynos a
dependencias de su Haz.dª”, por lo que se había retrasado en el pago de los derechos. Solicitaba la denominación de Gelo para
su marquesado, en vez de la de Torregrosa. También AGMJ, Caj. 210-1, Exp. 1865. Marqués de Gelo y marqués de Villamaina.
Don Bartolomé de Toledo pedía que su título se declarara también por perpetuo, como había ocurrido con los de Valdeosera
y Torralba (1694). Pagaba los 2.250 ducados de la media annata el 4 de mayo de 1694. Pagó de derechos a la capilla real 40
ducados de a dos escudos de oro, el 5 de mayo de 1695. La merced del título se concedía el 5 de enero de 1681. Lo pagó en
dos partes, primero abonando 16.000 pesos y luego el resto, a plazos.
111  AHN, Consejos, Leg. 2752, A. 1681, N. 42. Ver también AHN, Consejos, 9270 (1692): Mención de don Bartolomé
Ramírez de Arellano, Marqués de Gelo, entre los títulos declarados perpetuos por Carlos II. Relación E, núm.1, de títulos
perpetuos. AHPSe, Leg. 2813, f. 292: el marqués de Gelo renuncia al marquesado de Villamaina en su hijo, don Tomás
Ramírez de Arellano y Toledo. 16 de febrero de 1705.
112  AHPSe, Leg. 2766, 1687, f. 1464. AHPSe, Leg. 2781, 1693, f. 880. AHPSe, Leg. 2784 (1694), f. 701.
113  Archivo Histórico de Protocolos de Madrid (en adelante AHPM), Protocolo 13.103, ff. 531r-550v.
114  AHN, Consejos, 9017, Exp. 27: Notificación a nombre del Marqués de Castellón, sobre donativo por su título (1692).
AHN, Consejos, 5240, Rel. 3bis: Mención de haberse creado el título de Marqués de Castellón el 24 de marzo de 1681. AHN,
Consejos, Leg. 2752, A.1679, N.70: Asiento de decreto de gracia a nombre de don Francisco de Vargas Sotomayor, sobre
merced de título de Marqués de Castellón. Los gastos de despacho y la media annata del título importaron un total de 8.000
ducados; a ello hubo que añadir el beneficio del mismo. Vid. también AGMJ, Leg. 214-1, Exp. 1899: Marqués de Castellón.
Madrid, 8 octubre 1679. Don Francisco de Vargas Sotomayor pagaba la media annata (2.250 ducados de vellón) el 24 de
diciembre de 1680. Antonio Frexomill Frechilla, depositario de la Junta Particular de Medios para el matrimonio de Carlos
II, daba carta de pago al marqués de la Granja, su apoderado, de 110.000 reales de vellón por el resto y el cumplimiento del
pago de los 30.000 ducados de vellón del precio del marquesado, el 3 de marzo de 1681. Pagaba a la Real Capilla 160 pesos
de derechos el 29 de marzo de 1681.
115  AHPSe, Leg. 2707, 1671, f. 560. AHPSe, Leg. 2729 (1676), f. 988. AHPSe, Leg. 2730, 1677, f. 701.

Historia y Genealogía Nº2 (2012) | 29


“NO SE EXPRESARE EN LOS TÍTULOS EL PRECIO EN QUE COMPRARON”...

año más tarde don Francisco casaba de nuevo, esta vez con doña Ana, hija de un viejo conocido nuestro,
don Bartolomé Ramírez de Arellano; no es de extrañar que, conociendo como conocemos la precaria –y
siempre en difícil equilibrio– economía de don Bartolomé, le reclamara en 1679 el pago de su dote116. No
habría hijos de este segundo matrimonio al igual que tampoco los habría del tercero, que don Francisco,
viudo por segunda vez, contraería tan sólo un par de años antes de su muerte con doña Josefa de Tapia
y Avendaño. La novia era viuda de don Pedro de Rivera y Casaus, su primo, de quien llevaba una hija a
su matrimonio, y firmaba capitulaciones con su flamante prometido el 22 de diciembre de 1685117: doña
Josefa era vecina por entonces de la collación de San Miguel, y llevaba de dote por sus bienes 380.763
reales de vellón y 49.153 reales y medio de plata, por los bienes que le tocaron de la partición de su primer
marido. Había ido acumulando diversas herencias por el camino: llevaba también varias partidas de los
legados que le correspondieron de sus padres y de su tío Juan de Tapia, que eran una merced de hábito
para quien casase con ella, apreciada en 4.000 ducados de vellón, un juro de 155.612 maravedís de renta
anual sobre las alcabalas de los azúcares de Granada que provenía de la herencia de su abuelo paterno
Pedro de Avendaño, otro de 337.500 maravedís de renta anual sobre los estados del duque de Sessa, otro
de 374.000 maravedís de plata de renta sobre el derecho de toneladas y otros 2.000 pesos de plata en el
concurso de acreedores de Juan Ventura Tirado, además de otros tributos de diverso valor y valores de
mercaderías negociadas en Indias, como cuatro mil botijas y más de cien pipas de vino. Don Francisco de
Vargas llevaba en bienes 26.200 pesos de la dote de doña Isabel de Alfaro, y hacía notar que poseía unas
casas principales en la collación de Santiago propias de su mayorazgo, “que hauia gastado mas de 6000
dº en reedificarlas por arruynadas y hauerse quemado”. Aportaba también al matrimonio una hacienda
de olivares, el Bodegón de las Cañas, en el que había gastado más de 10.000 ducados en mejoras por
estar también “la hazienda arruynada”, pero que una vez rehabilitada constaba de casa, molino, bodegón,
caballerizas, graneros, un almacen de aceite con capacidad para diez mil arrobas de vasijas de barro,
olivares nuevos y un cercado, además de enseres, muebles, cuadros, tapices y coches, todo ello de valor118.
La dote sin embargo no se estipulaba hasta el 20 de mayo del año siguiente119. Este rico matrimonio, sin
embargo, no duraría mucho: tras una corta vida en común, el marqués fallecía en octubre de 1687, sin
testar, enterrándose en la fundación familiar de San Agustín.

3.8. Don Pedro Carrillo de Albornoz, primer conde de Montemar (1694)


El primer conde de Montemar, Pedro Carrillo de Albornoz, había nacido en la collación de san
Vicente de Sevilla en agosto del año 1640. Empezó muy joven la carrera de las armas en la armada del
Océano, como nos indica en julio de 1678 don Enrique Enríquez de Guzmán, del orden de Alcántara,
del Consejo de Guerra y capitán general de la guarda de la carrera de Indias, que recomienda a don Pedro
Carrillo –como “persona de balor enteligençia y pratica en las cosas de la Mar y de la guerra”– para una
plaza de entretenido en el buque Nuestra Señora de los Remedios y San Ignacio, al mando del capitán don
Ignacio de Ubilla. Según la recomendación, esta se hacía al llevar don Pedro sirviendo

“muchos años a esta parte en las Armadas del ozeº y de la Carrera de Yndias con diferentes
plazas entre la Ynfantería de la del ozeº asta ocupar el puesto de Capitán de Ynfanteria española
de ella donde abeis prosedido con acreditado balor en las ocasiones que se an ofreçido […]”120.

116  AHN, Nobleza, Fernán Núñez, C.2290, D.11: Demanda de Francisco de Vargas y Sotomayor solicitando a Bartolomé
Ramírez de Arellano la parte que le corresponde de la dote de Ana Ramírez de Arellano, su mujer (1679).
117  AHPSe, Leg. 2761, f. 1254.
118  Había otros bienes en la hacienda de campo, que tenía una extensión de 552 fanegas de trigo y cebada. Los almacenes
guardaban cien fanegas de trigo en grano, ochocientas arrobas de aceite y setenta fanegas de cebada, y en el campo se criaban
treinta bueyes, dos vacas y un toro, cinco burras y dieciocho yeguas. Para las labores la finca disponía de seis carretas y cincuenta
arados.
119  AHPSe, Leg. 2762 (1686), f. 1036: Dote del marqués de Castellón, vecino de Santiago el Viejo, a doña Josefa Antonia de
Tapia y Avendaño. 20 de mayo.
120  AHN, Nobleza, Baena, c. 93, d. 34.

30 | Historia y Genealogía Nº2 (2012)


Juan Cartaya Baños

El futuro primer conde de Montemar comenzaría su servicio “como buen soldado y de espiriençia”
desde abajo, llegando a ser ya en 1678 capitán de infantería, dos años más tarde capitán de mar y guerra121
y recibiendo posteriormente el rango de maestre de campo, general y almirante general de galeones de la
flota del Perú122, cargos por los que pagaría crecidas cantidades123. Pagando su precio de 30.000 ducados,
ya que se trataba de un título de beneficio, Carlos II (por real cédula de 12 de junio de 1694), le concedería
para él y sus descendientes legítimos varones la dignidad de conde de Montemar124, que heredaría a su
muerte sin descendencia en 1707 su hermano mayor, don Francisco Carrillo125, y que pagaba parte al
contado y parte a plazos, abonando

“[...] lo que debiere satisfazer por razon de dho titulo lo qual pagare en esta Ciudº llanamente y
sin pleyto alguno con las costas de la cobranza un mes despues que aian llegado de buelta de biaxe
a estos Reynos de españa o a qualquier parte o puertos della los galeones qº de proximo estamos
aguardando de la Prouincia de tierra firme con plata y rexistro de Su Magdº y particulares luego
que aia llegado qualquiº nao dellos con la dha plata de rex[istr]º”126.

3.9. Don Antonio Federigui y Solís, primer marqués de Paterna del Campo (1694)
Don Antonio José Federigui y Solís sería bautizado en la parroquial de la Magdalena sevillana el 16
de febrero de 1651. Con tan sólo cinco años recibiría un hábito de la orden militar de Alcántara, el 12 de
junio de 1656127 –lo que nos muestra el verdadero despropósito en el que se había convertido la concesión
de estas distinciones– y continuaría la vía política que había iniciado su padre, don Luis Federigui, primer
señor de Paterna, en el marco del concejo sevillano, siendo veinticuatro y alcalde mayor de la ciudad,
y teniente de alcalde mayor en 1696128. Algunos años antes, en 1687, era también alcalde de la Santa
Hermandad por el estado noble129, y en 1693 estaba sirviendo como capitán del tercio de las milicias de

121  En 1684 capitaneaba el navío Nuestra Señora de la Estrella, del que era propietario (AHN, Nobleza, Baena, C.250), en la
flota de don Gonzalo Chacón (AGI, Contratación, 1241, N.1, R.13). Véase también AGI, Panamá, 240, L.21, F.235R-238V
(1680), AGI, Panamá, 240, L.22, F.21R-23R (1683). En 1686 era todavía capitán de mar y guerra (AGI, Contratación, 662,
N.17), cargo para el que había sido nombrado en 1680 (AHN, Nobleza, Baena, C.36, D.9: Real Provisión de Carlos II
concediendo a Pedro Carrillo de Esquivel el titulo de Capitán de Mar y Tierra en una de las Compañías de Infantería de la
Armada que irán a las Indias. También en AGI, Panamá, 240, L.21, F.179V-182R). Ver asimismo AHN, Nobleza, Baena,
C.78, D.106 (1694).
122  AGI, Contratación, 979, N.4, R.13.
123  AGI, Panamá, 240, L.22, F.304V-307R. AGI, Panamá, 231, L.9, F.166V-169V. 
124  AGMJ, Leg. 250-2, Exp. 2315. Conde de Montemar. Madrid, 12 de junio de 1694. El marqués pedía que la distinción
fuera transmisible. El expediente transcribe también su testamento. Vid. asimismo Vargas Ugarte, R., Títulos nobiliarios
en el Perú, Lima, 1965, p. 40. También en otras obras de referencia, como el Elenco de Grandezas y títulos nobiliarios españoles.
Instituto Salazar y Castro, Madrid, Hidalguía, 1979, p. 382; o en Rezábal y Ugarte, J. de, Tratado del Real Derecho de
las Medias-Anatas Seculares..., Madrid, 1792, p. 159.
125  26 de diciembre de 1707, ejecución del poder para testar dado a su hermano don Francisco (que había otorgado ante Juan
Muñoz Naranjo el 26 de febrero de 1707), que lo hace en Sevilla ante Bartolomé Pérez. ff. 1185 y ss. También en AHPSe, Leg.
2817 (1707), f. 223, 11 de febrero.
126  AHPSe, Leg. 663, 1698, f. 47: Se obliga a pagar a don Joseph de la Barreda en representación de la hacienda real parte de
las cantidades que debía como pago de su título. Al ser transmisible, los pagos importaron una cantidad igual o superior a los
30.000 ducados. No se conserva carta de pago del mismo en el legajo conservado en el AGMJ.
127  AHN, Órdenes Militares, Alcántara, Exp. 503 y Expedientillo 13863.
128  AMS, Sección III, tomo 42.
129  Por todo ello se le devolvería repetidas veces la blanca de la carne: AMS, Libros de Actas Capitulares, junio de 1673, agosto
de 1679, febrero de 1680, enero de 1685, diciembre de 1686, enero de 1687, noviembre de 1696, julio de 1697. AMS, Libros
de Cuentas de Propios, julio de 1673, septiembre de 1679, agosto de 1689, julio de 1697, AMS, Varios Antiguos, 529, 1697.
AMS, Libros de Escribanía de Cabildo, Sección IV, tomo 42, nº 27, expediente de Alcalde Mayor de Pedro Riquelme Ponce
de León. Su recibimiento como veinticuatro en 1662, como Teniente de Alférez Mayor en 1696. AMS, Libros de Escribanía
de Cabildo, Sección IV, tomo 9, nº 31 y 34, 1673-1697.

Historia y Genealogía Nº2 (2012) | 31


“NO SE EXPRESARE EN LOS TÍTULOS EL PRECIO EN QUE COMPRARON”...

Sevilla, entre Jerez, Medina Sidonia y Gibraltar, acompañado por otros caballeros y deudos sevillanos130.
Recibiría el 11 de mayo de 1694 el marquesado de Paterna, y previamente –algo que era habitual en la
dinámica de estas concesiones– el vizcondado previo del Cascajar, que sería suspendido tras la asunción
por don Antonio Federigui de su nuevo título131. Estas compras –primero la del señorío y después la del
propio título– supusieron notables dispendios para las arcas familiares y marcaron el comienzo del declive
económico de los descendientes de don Antonio Federigui: tal esfuerzo económico, que conllevaba con
el nuevo estatus unos usos y un tren de vida de un coste en no pocas ocasiones desorbitado provocaría
primero el endeudamiento132 y luego la pérdida del bien más sensible del mayorazgo: el señorío territorial,
principio –y fin, en el aspecto económico– de las aspiraciones familiares. Vendería también sus cargos
para obtener liquidez133. Fallecería el 14 de julio de 1704, enlazando sus descendientes con otros linajes
fundadores de la corporación134.

3.10. Don Adrián Jácome de Linden Bécquer, primer marqués de Tablantes (1695)
De los cuatro hijos del matrimonio entre Adrián Jácome y Catalina Bécquer, ambos descendientes
de notorios linajes jenízaros –es decir extranjeros, en este caso flamencos naturalizados– de Sevilla,
tres ostentarían, bien por derecho propio o por alianza matrimonial, un codiciado –y costoso– título
nobiliario: los marquesados de Tablantes, de Paterna del Campo y de Nevares135. El primogénito de la
tercera generación familiar asentada en Sevilla, Adrián Jácome de Linden Bécquer, había sido bautizado en
la parroquial familiar del Sagrario –no olvidemos que al lado de San Isidoro, la collación de Santa María
era un importante núcleo de población de origen foráneo, dedicada buena parte de ella a las actividades
mercantiles– el 15 de julio de 1655. Seguiría el ya pautado y trillado, y por ello exitoso itinerario que
otros miembros de su misma familia o de otras similares habían recorrido antes que él: la alcaldía noble
de la Santa Hermandad de Bollullos (1688), la adquisición de un señorío territorial, en este caso sobre

130  AHN, Consejos, 4465, A.1694, Exp. 69.


131 AGMJ, Leg. 86-1, Exp. 744: Marqués de Paterna del Campo. Buen Retiro, 3 de julio de 1690. Carta de pago de 14
de octubre de 1693 por 1.000 ducados de vellón a cuenta de 2.250 ducados por la media annata. También don Pedro
Rodríguez Monforte, capellán de honor de la Real Capilla, daba acuse de recibo de 40 ducados de dos escudos de oro por
parte del pago que le tocaba a aquella. Inicialmente el título era vitalicio. Vid. también AHN, Consejos, 5240, Rel. 3bis.
Asimismo Consejos, L.2752, A.1690, N.140; Consejos, 9270, Exp. 35; Consejos, 8975, A.1694, Exp.89; Consejos, 4465,
A.1694, Exp. 69.
132  AHPSe, Leg. 2776, f. 218.
133  AHPSe, Leg. 2782, 1693, f. 418, don Antonio Federigui, marqués de Paterna, renuncia su cargo de alcalde mayor en don
Alonso López de Chaves y Herrera, marqués de Cardeñosa, 30 de junio.
134  AHPSe, Leg. 2836 (1721), f. 522, don José Federigui, marqués de Paterna, calatravo, veinticuatro de Sevilla, vecino de
San Martín, hijo de don Antonio Federigui y doña Francisca Jácome, daba poder para testar a su mujer, doña Isabel Manuela
Tello de Guzmán.
135  Francisca María, hija del matrimonio, casaba con el primer marqués de Paterna. Federigui era ya al contraer matrimonio
veinticuatro de Sevilla, caballero de Alcántara (1656) y II señor de Paterna del Campo: el marquesado llegaría unos años después
(1690, despachado en 1694), al igual que la alcaldía mayor de la ciudad, la alcaldía noble de la Santa Hermandad (1687) y la
tenencia de alférez mayor, que ejercería en 1696 por doña Catalina de Aragón y Sandoval. Isabel, la hija tercera del matrimonio
Jácome de Linden Bécquer, bautizada también en el Sagrario sevillano el 16 de diciembre de 1656, casaba el 29 de agosto de
1674 en San Vicente con don Jerónimo de la Vega Valdés y Caviedes, que sería alcalde mayor de Sevilla, y que recibiría en el
mismo año que su cuñado Federigui el marquesado de Nevares (declarado perpetuo por Carlos II en 1695, al pagar Nevares
por el mismo más de 30.000 ducados: AHN, Consejos, L. 2752, A. 1690, N. 145. También AHN, Consejos, 9270, Rel. 1; y
en AHN, Consejos, 8975, A. 1694, Exp. 83). Pedro Jácome de Linden, cuarto hijo del matrimonio, sería bautizado también
en el Sagrario el 4 de marzo de 1662, ingresando en Calatrava en 1700 (AHN, Órdenes Militares, Expedientillos, N. 11628;
Calatrava, Exp. 1301). Ingresaba en la Maestranza en 1673. Sería veinticuatro y alcalde mayor de Sevilla en 1695 (AMS,
Sección III, tomo 42, nº 22, Real Cédula para recibirse de veinticuatro don Pedro Jácome de Linden). Fallecía sin hijos en
1720. Otro de los hijos del matrimonio Jácome de Linden Bécquer, Guillermo, moriría niño.

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Juan Cartaya Baños

el pequeño caserío de Tablantes, en Espartinas136, el goce de cuantiosas rentas137, la veinticuatría138 y el


hábito, en este caso de Calatrava, que don Adrián, tras un arduo proceso, recibiría en 1669139. Avecindado
en la collación de San Esteban, sería capitán de caballos corazas durante la guerra de Sucesión, colaborando
de cerca con el conde de Valhermoso, y gobernador de la villa de Martos; recibiría el título de marqués de
Tablantes en 1695140. El pago lo realizaba revirtiendo a la Corona los derechos sobre las alcabalas de Alcalá
del Río, de su propiedad, adquiridos el 6 de febrero de 1688:

“[...] por el seruicio que ha hecho retrocediendo á fauor de la Real Hazienda, las Referidas
Alcaualas de la Villa de Alcalá del Río [...] el dho título ha de ser para subrogarse en su Mayorazgo,
en lugar de las Alcaualas, para qº le tenga, e goze perpetuamente, el que es o fuere Poseedor del
mismo Mayorazgo, y con la carga de pagar el seruº de Lanzas y las mª annatª que se causaren por
la subzesion en él, pero libre de la primª mª annatª qº se deuia por la creazion”.

Jácome había comprado las alcabalas en el concurso de acreedores del conde de Gerena por el
elevado precio de 67.000 ducados, con los que beneficiaba la adquisición de la nueva dignidad que
ostentaría su linaje: más del doble de lo que podríamos denominar su “precio de mercado”, con lo que
posiblemente se aseguraba la concesión, ya que un pago tan cuantioso no iba a dejarlo escapar el fisco
carolino, de por sí tan pauperizado. Testaba ante Nicolás Muñoz Naranjo el 17 de abril de 1726, año de
su muerte, estando ya impedido en cama141.

3.11. Don Lorenzo Dávila y Medina, primer conde de Valhermoso (1699)


Don Lorenzo era bautizado en San Miguel de Sevilla el 10 de septiembre de 1646. Pasaba a Indias
como servidor del conde del Castellar, virrey del Perú en 1673, escasos años antes del fallecimiento de
su padre, don Martín Dávila Duque de Estrada142, orientando su futuro hacia la carrera militar, que le
llevaría posteriormente a la interminable guerra de Cataluña –la guerra de los Nueve Años: 1689-1697–,
en donde ostentaría el cargo de maestre de campo. El cabildo sevillano pediría al duque de Osuna que
intercediera ante el rey, con el fin de que el monarca concediera a Dávila la merced del título nobiliario
que el maestre de campo había solicitado:

“Hauiendo entendido esta Ciudad que Don Lorenzo Dauila y Medina, se halla
Pretendiente de que su Mgd. (que Dios guarde) honrre su persona y Cassa con Mrd. de titulo de
Castilla, y desseando manifestar la grande Estimacion que haze de sus releuantes prendas y de la

136  Vid. Madoz, P., Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar, Vol. XIV, Madrid,
1849, p. 545. También AHPSe, Leg. 2810 (1702), f. 1110, el marqués de Rianzuela da carta de pago y finiquito al marqués de
Tablantes por 72.000 reales de vellón por la renta de seis años de los cortijos de Juliana y Boyana, por 12.000 reales de renta
anual. Era también propietario inmobiliario: AHPSe, Leg. 2820 (1709), f. 414. AHPSe, Leg. 2792, 1697, f. 849.
137  AHPSe, Leg. 635, 1683, f. 674. AHPSe, Leg. 605, 1673, f. 699: Adrián Jácome, como poseedor del mayorazgo fundado
por su abuelo homónimo, da poder al capitán don Pedro de Leguizamón para tomar posesión de las alcabalas de Alcalá del Río,
cobrando sus rentas y arrendándolas, 6 de junio.
138  AMS, Sección III, tomo 42, nº 13.
139 AHN, Órdenes Militares, Calatrava, Exp. 1307 (1669) y expedientillo nº 10765 (1665).
140  AHPSe, Leg. 2808 (1702), f. 796, poder para testar de don Adrián Jácome a doña Luisa Esquivel y Velasco, 22 de
septiembre. También AGMJ, Leg. 186-2, Exp. 1643: Marqués de Tablantes. 30 de julio de 1695. No se expresaba en la
concesión, a petición del titular, el precio que Jácome pagaba por la dignidad. Pagaba también a la Real Capilla 40 doblones de
a dos escudos de oro como derechos. La cédula del título se expidió el 1 de agosto de 1695. AHN, Consejos, 8975, A. 1695,
Exp. 99: Real despacho a favor de don Adrián Jácome de Linden, concediéndole el título de Marqués de Tablantes, relevado
personalmente del derecho de lanzas y media annata (Vizconde de Arguijo, cancelado). También en AHN, Consejos, L. 2752,
A. 1695, N. 19: Asiento de decreto de gracia a nombre de don Adrián Jacome de Linden, sobre merced de título de Marqués
de Tablantes.
141  AHPSe, Escribanía 4, Leg. 2841, ff. 315 y ss.
142  AGI, Pasajeros, L. 13, E. 673. 7 de noviembre.

Historia y Genealogía Nº2 (2012) | 33


“NO SE EXPRESARE EN LOS TÍTULOS EL PRECIO EN QUE COMPRARON”...

notoria Calidad de su sangre, que es vna de las de primer lustre desta Ciudad no puede faltar a la
obligacion de repressentar a su Mgd. estos motiuos y los de sus continuados seruicios de mas de
Veinte años que a seguido los exercitos con tan publica aprouacion de sus Cabos desempeñando
siempre la justa satisfacion conque han fiado à su Valor y Experiencias militares las Empresas mas
Arduas correspondiendo los buenos succesos a la seguridad deste Concepto, cuyas Razones, y las
demas que Expresara en su memorial, obligan à esta Ciudad a supplicar a V.E. con el mas efficaz
encarecimiento se sirua de Patrocinar esta pretencion fauoreciendo en ella a esta Ciudad que la
Solicita por la mas Propria y la reconozera a V.E. en este grado [...]”143.

Título que recibiría en febrero de 1699 sobre su dehesa de Valhermoso, en Medina Sidonia, que
había heredado del mayorazgo instituido por su abuelo don Lorenzo Dávila, tesorero general del duque
de Medina Sidonia, y sobre la que posteriormente titularía su descendiente, que se acompañaba con un
juro de 20.000 ducados sobre los reales servicios de millones en la tesorería de Sevilla, y un censo de
10.000 ducados sobre los bienes del duque de Medina Sidonia: el valor del mayorazgo importaba un total
de 50.000 ducados, y lo acompañaba de otros propiedad de su familia materna144. Don Lorenzo pagaría
desde ese año –y en cómodos plazos– los 30.000 ducados del precio del nuevo título que ahora ostentaba
a la hacienda real145. Dos años después, en septiembre de 1701, el nuevo conde de Valhermoso tomaría
juramento de lealtad a los capitulares sevillanos, que apoyaron desde el primer momento al nuevo rey,
Felipe V. Valhermoso juraba el primero, siguiéndole don Juan Baltasar Federigui, conde de Villanueva;
se verían acompañados por don Diego Tello de Guzmán Medina, marqués de Paradas; don Alonso de
Vargas, marqués de Castellón; don Bartolomé de Toledo, marqués de Gelo; don Pedro Carrillo, conde
de Montemar; don Adrián Jácome, marqués de Tablantes; don Antonio Federigui, marqués de Paterna
y alguacil mayor, y el resto de miembros del cabildo municipal146. Sevilla aportaba para la guerra tres
regimientos de caballería, aportando además armas, dinero y realizando levas de milicias, formando en
agosto de 1702 una junta militar para defender las costas de Andalucía147. En 1703 se formalizaba el primer
regimiento, formado por 572 soldados de caballería completamente equipados a costa de la ciudad, que
a cambio de su aportación –más de 2.630.000 maravedís– recibía la patente del nombramiento de los
oficiales, que serían el propio conde de Valhermoso y don Fernando de Paz Fajardo, acompañados por
otros significados miembros de la nobleza sevillana como el marqués de Tablantes, don Felipe Ramírez de
Arellano y don José Federigui148. Don Lorenzo se ocuparía también de gestionar su crecido patrimonio149
y de administrar otros bienes, como los propios del hospital de la Misericordia, cargo que recaía en él

143  AHN, Nobleza, Baena, C. 78, D. 71.


144  AHPSe, Leg. 1784, Oficio de Juan Gallegos, 26 de diciembre de 1644, f. 586 y ss.
145  AGMJ, Leg. 196-1 y 196-2, Exp. 1742 y 1742(d): Conde de Valhermoso. 21 de febrero de 1699. También AHN,
Consejos, L.623, A. 1738.
146  Vid. también Vega y Tamariz, P., Relación de los servicios hechos por la muy noble y muy leal ciudad de Sevilla,
señaladamente desde el tiempo que entró a reynar en estos dominios el señor D. Felipe Quinto, en todas las guerras en dicho tiempo
ocurridas..., Sevilla, 1791.
147  AMS, Sección V, tomo 260. Padrones del conde de Aguiar (1702) y del marqués de Vallehermoso (1704).
148  AHN, Estado, Leg. 261. Vid. también ANDÚJAR CASTILLO, F., El sonido del dinero: monarquía, ejército y venalidad en
la España del siglo XVIII. Madrid, 2004, pp. 58-60; Del mismo autor, Los militares en la España del siglo XVIII: un estudio social,
Granada, 1991, p. 208; Asimismo, Gutiérrez Núñez, F.J., e Ybáñez Worboys, P., “El llamamiento a la nobleza de
las “Dos Andalucías” de 1706”, Revista de Historia Moderna. Anales de la Universidad de Alicante, 25 (2007), pp. 53-88;
También Morales Moya, A., “Milicia y nobleza en el siglo XVIII (Apuntes para una sociología de las armas y de la
nobleza en España)”, Cuadernos de Historia Moderna, 9 (1988), pp. 121-137.
149  AHPSe, Leg. 683, f. 611, 1711: da poder en México para cobro de deudas a don Juan Núñez de Villavicencio, el 19 de
julio; da carta de pago a las rentas de la aduana de 5.180 maravedís el 21de mayo; en f. 124, pone a tributo un molino de pan
en San Juan del Puerto y sus casas en Sanlúcar; da carta de pago al Arzobispado de Sevilla el 13 de febrero. En f. 118, él y su
mujer venden al patronato de obras pías del Pozo Santo un tributo de 370 reales y 25 maravedís, sobre su isleta de casas en
Sanlúcar y su molino de pan en San Juan del Puerto, 11 de febrero.

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Juan Cartaya Baños

por su mayorazgo, renunciando –algo por entonces más que habitual– temporalmente a su veinticuatría,
que le había llegado por los Rodríguez de Medina150. Recuperaba también la blanca de la carne en marzo
de 1706151. Llegada la muerte, don Lorenzo testaba el 4 de noviembre de 1711, ante Manuel Martínez
Briceño152. Dejaba una manda de mil misas rezadas, declarando haber estado casado y velado con doña
Ana Tello de Guzmán, que le había dado siete hijos: Luisa Josefa, Martín (que había muerto con 28 años),
Francisca, Juan José, Ana Josefa, José y Lorenzo.

Para concluir, confiamos en haber ofrecido en este, por necesidad, breve trabajo que aquí hemos
presentado una visión lo suficientemente amplia sobre el problema que exponemos (la adquisición de
títulos nobiliarios por parte de los caballeros fundadores de la Maestranza sevillana), aportando –como
esperamos– nuevos y desconocidos datos acerca de dichos fundadores y sobre la propia fundación de la
institución, que a día de hoy subsiste con notable salud y continúa siendo, más de trescientos años después
de su creación, un referente socioeconómico fundamental en esta ciudad andaluza, con una relevancia que
no ha dejado incluso de incrementarse en fechas contemporáneas.

150  AHPSe, Leg. 2820 (1709), f. 571, don Lorenzo Dávila, hermano y tesorero de la Casa de la Misericordia, ejercía su cargo
en vez de don Pedro de Esquivel Medina y Barba. El rey había concedido al tesorero poder renunciar su cargo de veinticuatro.
Dávila lo renuncia en don Miguel de Espinosa. 3 de mayo. AHPSe, Leg. 2822 (1710), f. 235, don Lorenzo Dávila, tesorero
de la Misericordia, daba carta de pago al duque de Medina Sidonia por 1309 reales y 24 maravedís por rentas de un juro sobre
la casa de Medina Sidonia legado por don Pedro de Carvajal, 18 de febrero. AHPSe, Leg. 682, 1710, diversas entradas, como
tesorero de la Misericordia arrendaba multiples propiedades y daba cartas de pago.
151  AMS, Libros de Escribanía de Cabildo, Sección IV, tomo 40, nº 16: expediente de veinticuatro de Alonso Feijoo, 1664.
AMS, Libros de Actas Capitulares, febrero de 1706. AMS, Libros de Cuentas de Propios, marzo de 1706. AMS, Libros de
Escribanía de Cabildo, Sección V, tomo 294, nº 113; también, en 1709, tomo 297, nº 73.
152  AHPSe, Leg. 683, f. 807.

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Propuestas preliminares para la reconstrucción genealógica de la


comunidad morisca de Baeza

William Childers
Brooklyn College y el Centro de Graduado, CUNY

Resumen: En este artículo se pretende analizar la red de parentesco de la comunidad morisca de la ciudad
andaluza de Baeza. Para ello se hace además un estudio crítico de las fuentes históricas disponibles.

Palabras clave: moriscos, Baeza (España), fuentes históricas, genealogía.

PRELIMINARY PROPOSALS FOR THE GENEALOGIC RECONSTRUCTION OS THE


MORISCO COMMUNITY OF BAEZA

Abstract: In this paper the author tries to analyze the kinship networks of the morisco community of the
Andalusian city of Baeza. To do so, it is made also a critical study of the historical sources available.

Key words: moriscos, Baeza (Spain), historical sources, genealogy.

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Propuestas preliminares para la reconstrucción genealógica de la


comunidad morisca de Baeza

William Childers
Brooklyn College y el Centro de Graduado, CUNY

1. Moriscos en Baeza: Fuentes y consideraciones generales.

El Reino de Jaén sigue siendo territorio casi virgen para los estudios moriscos.1 Jaén, Baeza,
Úbeda y Andújar, los lugares del reino con mayor número de moriscos, gozaban, sin embargo, de pujanza
económica, prestigio cultural e influencia política precisamente durante la época entre la Guerra de las
Alpujarras y la expulsión de 1610.2 El Reino de Jaén sirvió de puente para redes comerciales después de
1571, conectando Granada con La Mancha, Toledo y el nuevo núcleo de producción sedera que llegó a
ser Pastrana.3 Numerosas conexiones existen entre lugares de Jaén y las actividades culturales y políticas
de la élite granadina en el exilio. Pedro de Padilla, figura clave en la academia literaria de Pedro de
Granada Venegas y primer popularizador del romance morisco, nació en Linares.4 Según García Arenal
y Rodriguez Mediano, la familia de Miguel de Luna era de Baeza.5 En Baeza también vivieron Juan y
Luis Pérez de Berrio, hijos de Lorenzo de Berrio, el destacado mercader granadino quien, junto con su
hermano Melchor, se erigió en portavoz de los moriscos “leales” e intentó negociar su regreso a Granada;
aunque nunca se avecindaron en Baeza, Lorenzo y Melchor tenían muchos deudores allí.6 Luis Pérez de

1  La situación empieza ya a cambiar. Un estudio pionero es PORRAS ARBOLEDAS, P. A., “Los moriscos en el Archivo
Municipal de Úbeda”, Hommage à l’école d’Oviedo d’études Aljamiado, Abdeljelil Temimi, dir. Fondation Temimi pour la
Recherche Scientifique et l’Information, Zaghouan, 2003, p. 317-328. Santiago Otero Mondéjar realiza ahora una prometedora
tesis doctoral sobre moriscos en el Reino de Jaén. También estoy investigando varios aspectos de las comunidades moriscas en
Baeza y otros lugares de la actual provincia de Jaén, tanto en el antiguo Reino de Jaén como en lugares que fueron de órdenes
militares.
2  Se aprecia la subida y el desplome de Baeza, por ejemplo, en RODRÍGUEZ MOLINA, J. (coord.), Historia de Baeza:
historia, literatura, arte, Granada, 1985.
3  GARCÍA LÓPEZ, A., Señores, seda y marginados: la comunidad morisca en Pastrana, Bornova, Pareja (Guadalajara), 2009.
4  CARRASCO URGOITI, M. S., “Pedro de Padilla en el entorno de la Granada morisca” en VV.AA., Homenaje a Elena
Catena, Madrid, 2001, p. 115-123.
5  GARCÍA ARENAL M. Y RODRIGUEZ MEDIANO, F., Un Oriente español. Los moriscos y el Sacromonte en tiempos de
Contrarreforma, Madrid, 2010, p. 165.
6  Como demuestran Rafael M. Pérez García y Manuel F. Fernández Chaves en su importante estudio, “Los hermanos Berrio:

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PROPUESTAS PRELIMINARES PARA LA RECONSTRUCCIÓN GENEALÓGICA...

Berrio se graduó de bachiller de la Universidad de Baeza y fue procesado por la Inquisición por trasladar el
Corán, “diciendo que trasladaba aquel libro arábigo sin entenderle ni saber que fuese del Alcorán sino sólo
para [h]abilitarse y aprender la letra y lengua arábiga para poder servir de interprete como otros lo hacían”
(AHN Inq leg 1856). Tal vez tomó su inspiración de un granadino que fue también vecino de Baeza,
Lorenzo Hernández el Chapiz, miembro de una familia importante de sederos instalados en Pastrana,
quien ayudó en la traducción de los libros plúmbeos.7 ¿Son casos aislados o la punta de un iceberg? Sin
duda, merece un estudio más detenido la presencia morisca en el Reino de Jaén en general, y en Baeza en
particular.
Ahora bien, sin que se pueda decir que la documentación escasee, presenta importantes lagunas
y problemas que requieren paciencia, persistencia e imaginación. No es este el lugar para emprender un
catálogo completo de las fuentes documentales de la historia de los moriscos en Baeza; sin embargo,
esbozaré algunas líneas a guisa de perfil general. Las fuentes más importantes están en el Archivo General
de Simancas (AGS), incluyendo las matrículas de 1571 y 1581 (AGS Cámara de Castilla, legs 2164 y
2183), memoriales y libros de cédulas de la Junta de Población y otros memoriales e informes de la sección
Estado. Finalmente, entre los pleitos de cristiano viejo de los que pretendían descender de “cristianos
viejos de moros”, matrimonios mixtos u otras categorías distintas a los “moriscos del Reino de Granada”,
hay un número significativo que tienen que ver con granadinos asentados en Baeza (v. Apéndice). El
Ms 9577 de la Biblioteca Nacional contiene informes sobre la expulsión de los moriscos de muchos
lugares de Andalucía, principalmente del Reino de Jaén, y entre ellos hay uno que incluye una lista de las
propiedades que declaran tener los de Baeza (fols 159-72). En la sección Inquisición del Archivo Histórico
Nacional (AHN) en los legajos que corresponden al Tribunal de Córdoba, se mencionan denuncias y
procesos contra moriscos de Baeza. No carecen de interés, pero el único asunto inquisitorial realmente
trascendente es el mencionado caso contra Luis Pérez de Berrio por transcribir el Corán. El mal estado de
catalogación de la sección Consejos del AHN impide, por lo general, identificar más legajos con material
sobre moriscos que el conocido legajo 53.305 que, efectivamente, incluye algún documento sobre Baeza
que complementa lo que se encuentra en la sección Cámara de Castilla del AGS.
Al nivel local, hay luces y sombras. Los protocolos notariales de Baeza nunca se recogieron, como
es habitual, en el Archivo Histórico Provincial de Jaén, sino que se guardan en el Archivo Histórico
Municipal de Baeza (AHMB); de la época morisca son pocos los que se conservan, pero contienen material
imprescindible para el tema. Desgraciadamente, se perdieron los que hizo Alonso de Granada, escribano
morisco afincado en Baeza desde 1569, los cuales hubieran sido de un valor incalculable para historiar
el establecimiento de la comunidad exiliada de Granada.8 En las actas capitulares que se conservan en el
AHMB hay asuntos relacionados con los moriscos que sí ayudan a perfilar sus relaciones con el régimen
local. Dan constancia de los esfuerzos por parte de la élite baezana de defender su permanencia en el
lugar, a la vez que revelan la oposición a este propósito de los jurados, que representan una facción anti-
morisca.9 El AHMB conserva, además, un interesante padrón de todos los vecinos, hecho en el verano de
1610, cuando los moriscos tendrían que haberse ido, pero misteriosamente siguen allí unos 280 vecinos

Capital morisco, mediación política y transformaciones comunitarias”, próxima publicación en Sharq al-Andalus.
7  Un Oriente español, pp. 64 y 111. Véase también AGS Cámara de Castilla, libro 263 fol 52v y libro 258 fols 202r-202v, 261r.
8  El 19 mayo 1576, Alonso de Granada recibió una cédula real de la Junta de Población concediéndole permiso para quedarse
en Baeza a pesar del orden de redistribuirse los granadinos más lejos del Reino de Granada. Explica que es escribano, que ya
tiene más de 65 años y está quedando sordo, y que desde 1569 está en Baeza ejerciendo su oficio de escribano. AGS, Cámara
de Castilla, Cédulas libro 257 folio 90r.
9  Para el manejo de esta fuente es imprescindible el índice publicado por HIGUERAS QUESADA, M. D., Catálogo-inventario,
actas de Cabildo, siglo XVI, Baeza, Baeza, 2007. Se concentran las referencias a moriscos en torno a dos momentos: la primavera
de 1576, cuando el Cabildo pidió permiso para que se quedaran trescientas familias de moriscos en Baeza, y finales de 1581,
cuando, a raíz de la matrícula de 1581, se desató una polémica en torno a la cuestión del status de los nuevamente “alistados”,
quienes, según varios jurados, no tenían autorización real para residir en la ciudad.

40 | Historia y Genealogía Nº2 (2012)


William Childres

granadinos explícitamente identificados como tales.10 Entre los otros archivos locales cabe mencionar:
el de la Universidad, el de la Catedral y los parroquiales. El Archivo de la Universidad conserva libros
de matrículas y graduados donde se encuentran los nombres de cualesquier moriscos que hayan sido
alumnos; la dificultad estriba en reconocerlos, ya que nunca se ve ninguna indicación de que el alumno
sea morisco.11 En la Catedral hay documentación acerca del arrendamiento de propiedades eclesiásticas
a moriscos. Un “expediente sobre la expulsión de los moriscos” que alguna vez se hallaba en el Archivo
de la Catedral de Baeza desapareció sin dejar rastro.12 Afortunadamente se conservan intactos los libros
de bautizos de las doce parroquias que existían en la época morisca, con libros de desposorios a partir de
fechas variables (a veces sólo a partir de 1600) más catorce libros de defunciones que al menos en parte
son anteriores a la expulsión y uno de confirmaciones.13 La práctica de anotar cuando las personas que
bautizan a sus hijos o se casan, son moriscos, como veremos, es muy irregular. El investigador que pretende
reconstruir las familias moriscas no puede depender solamente de esta acotación, sino que tiene que cruzar
los libros de bautizos y matrimonios con otras fuentes que sí permiten identificar a los granadinos incluso
cuando por el motivo que sea el párroco no lo hace.
Solo acotando fuentes de diferentes archivos se puede intentar una reconstrucción que, además,
siempre será incompleta debida a las faltas notables de documentos que se han perdido o han sido
destruidos. Por lo tanto, tampoco se podrá estudiar la comunidad de Baeza aisladamente, sino que habrá
que ampliar el marco de estudio para incluir otros lugares circunvecinos que permitan suplir estas faltas
con una perspectiva comparatista y/o regional.
A grandes rasgos, esta documentación permite separar la cronología morisca en Baeza en tres
etapas. Inicialmente, la Corona pretende evitar que se queden afincados los granadinos tan cerca de su
antiguo Reino, así que los que llegan en 1571 se llevan tierra adentro hacia La Mancha.14 Incluso en
esta primera etapa un núcleo de 70 familias pide autorización a la Junta de Población para quedarse, y
consigue el apoyo del ayuntamiento, que a su vez escribe a la Corona para pedir que les permita afincarse
en la ciudad (AGS, Cámara de Castilla, leg. 2180). La segunda etapa es de consolidación. El número de
moriscos va en aumento y consiguen establecerse a pesar de la oposición de un sector local. Parece ser que
van llegando sin orden real, se avecindan y, en términos de hoy, “regularizan” su status. Tienen puestos en
el mercado, tiendas en la calle San Pablo y la Puerta de Toledo, y tanto el corregidor como los regidores
defienden su derecho de quedarse en la ciudad ejerciendo sus oficios. La matrícula de 1581, según el cual
había ya 1.128 moriscos, puede tomarse como indicio del comienzo de esta fase. En este momento Baeza
se divide en una facción pro-morisca y otra anti-morisca. Una crisis notable de estos años es la provisión
real concedida a los Fúcar para llevarse setenta casas de moriscos de Baeza a las minas de mercurio en
Almadén, contra la cual se organiza la comunidad, nombrando en 1588 como procurador a Álvarez de
Prado, quien argumenta en parte que la labor en la mina es tan perjudicial para la salud que se debe
considerar un castigo para personas que han cometido graves delitos: “respecto del daño tan notorio que el
azogue hace en ellos y el que acaso queda con vida es tan ynutil que bibe muriendo; en efecto. es población

10  Según una comunicación personal de Manuel Lomas Cortés, hay en la sección Estado de Simancas una carta donde se
explica que siguen tantos moriscos en Baeza porque están litigando para eximirse de la expulsión.
11  Pude localizar el nombre del bachiller Luis Pérez de Berrio cuatro veces en los libros de matrícula y de grados: en 1581
aparece entre los “estudiantes lógicos”; en 1582 es uno de los “estudiantes philosophos”; en febrero de 1583 fue admitido al
grado de bachiller, y finalmente participó ese mismo mes en la ceremonia de graduación. (Archivo de la antigua Universidad
de Baeza, Libro matrícula 1580-1595, s.f.; Libro de grados, 1580-1598, fols. 73v-74v) ¿Habrá más alumnos moriscos? Me
imagino que sí, aunque tal vez sea como buscar la proverbial aguja en el pajar.
12 CÓZAR MARTÍNEZ, F., Noticias y documentos para la historia de Baeza [1884]. (Edición facsímil; estudio preliminar por
María Antonia Carmona Ruiz), Granada, 2006, p. 476.
13  Para la lista completa de los que se conservan para cada parroquia, véase RODRÍGUEZ-MOÑINO SORIANO, R.,
Archivos de la ciudad de Baeza y catálogos para su historia eclesiástica, Madrid, 1999.
14  Antes de 1570 es difícil descubrir vestigios de una comunidad mudéjar, por falta de documentación, aunque es de suponer
que algunos moriscos autóctonos habría, y por supuesto contactos comerciales con el Reino de Granada.

Historia y Genealogía Nº2 (2012) | 41


PROPUESTAS PRELIMINARES PARA LA RECONSTRUCCIÓN GENEALÓGICA...

pa[ra] hombres que [h]an cometido grabes delitos que les sirva de castigo”.15 Después de estas crisis entra
la comunidad morisca en un período de relativa estabilidad, aumentando su número hasta la expulsión,
alcanzando, según el informe del mencionado manuscrito 9577 de la BNE, los 1.986 individuos. La cifra
de 280 vecinos moriscos en junio de 1610 sugiere que más de la mitad de la comunidad morisca de Baeza
no cumplieron con el plazo establecido para abandonar el territorio de la Corona. ¿Cuántos de ellos se
quedaron de manera permanente? Tal vez en un futuro no muy lejano la reconstrucción genealógica nos
permitirá contestar esta pregunta.

2. La matrícula de 1581 y el acercamiento crítico a las fuentes locales.

Como es bien sabido, para vigilarlos en el exilio, la Corona exigía que se mantuvieran listas de los
moriscos granadinos que vivían en cada lugar, las cuales, generalmente, se conservan en Simancas.16 Para
casi todos los lugares donde estuvieron se conservan al menos una de estas listas, a veces varias. Suelen
organizarse por parroquias, y dentro de cada parroquia por familias. A veces dan hasta la edad de cada
persona. El valor de esta fuente es inestimable, pero sólo representa un corte en el tiempo, una instantánea.
Para el seguimiento, habrá que buscar otras fuentes. También hay que tener en cuenta quién las hace y
en qué circunstancias.17 Para poner el ejemplo extremo, consideremos el escaso valor para la comunidad
baezana de las primeras listas, de moriscos que hicieron poco más que un alto en el camino antes de
proseguir hacia los lugares donde finalmente se asentarían. Por regla general podemos considerar que estas
listas nos presentan la comunidad morisca de un determinado lugar en un determinado momento casi en su
totalidad, aunque normalmente con poca información sobre cada familia. El suplemento más importante,
en cuanto a la reconstrucción genealógica y social, son los libros parroquiales de bautizos y desposorios.
Utilizados conjuntamente, las listas y los libros parroquiales deberían permitir una reconstrucción cabal
de las comunidades moriscas en el exilio.
Como hemos visto, la gran mayoría de los moriscos que llegaron a Baeza como consecuencia
inmediata de la deportación a raíz de la Guerra de las Alpujarras no se quedaron allí, sino que siguieron
hasta Castilla la Nueva. Por consiguiente, es la segunda matrícula, de 1581, la que sirve de punto de
partida lógico para la reconstrucción de la comunidad morisca.18 Como muestra con más detalle la Tabla
1, la matrícula da un número total de 1.128 personas, la mayoría concentrada en las parroquias de El
Salvador (285), San Pablo (238) y San Miguel (149). En las parroquias de El Salvador, San Andrés,
Iglesia Mayor, San Vicente y San Juan sólo dan las edades de los niños menores de edad, mientras que
en las otras parroquias dan edades para todas o casi todas las personas, algo más del 50% del total. Están
agrupados por familias, con el matrimonio primero y después los hijos. Suele declarar el estado civil de
los/las casados/as y viudos/as, aunque no siempre se aclaran perfectamente las relaciones matrimoniales y
sanguíneas de las personas que pertenecen a una agrupación familiar. Partiendo de esta matrícula se puede
proceder a la reconstrucción genealógica a través de los libros de bautizos y desposorios, pero se enfrentan
obstáculos significativos, como ahora veremos.

15  AHN, Consejos, leg. 53.305


16 También hay algunas listas en otros archivos e incluso en la BNE. Se han usado para estudiar los grupos locales en muchas
ocasiones; dos de las más acertadas son GARCÍA ARENAL, M. “Los moriscos de la región de Cuenca según los censos
establecidos por la Inquisición en 1589 y 1594”, Hispania 38 (1978), p. 151-99 y PÉREZ GARCÍA, R M. Y FERNÁNDEZ
CHAVES, M F., En los márgenes de la ciudad de Dios. Moriscos en Sevilla, Valencia, 2009, p. 215-227.
17  LOMAS CORTÉS, M, “La deportación morisca cordobesa desde una nueva perspectiva”, en SORIA MESA, E. y
OTERO MONDÉJAR, S. (eds.), Entre dos expulsiones. Los moriscos en la España Moderna, Granada, 2012 (en prensa), utiliza
este principio para explicar las discrepancias numéricas entre unas listas y otras en tierras de Córdoba, en contra de la tendencia
de atribuir estas diferencias a la tan traída “movilidad morisca”.
18  Se encuentra en un legajo de informes a una encuesta hecha a unos 15 obispos de la Corona de Castilla donde fueron
enviados moriscos granadinos (AGS Cámara de Castilla, leg 2183). Los obispados incluidos en este legajo son: Toledo, Burgos,
Jaén, Cuenca, Sigüenza, Palencia, Cádiz, Córdoba, Segovia, Salamanca, Zamora, Badajoz, Plasencia, Coria y Cartagena.

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Tabla 1. Población morisca de Baeza por parroquias, según la matrícula de 1581. Elaboración propia a
partir de AGS, Cámara de Castilla, leg 2183, sin foliación.

El primero y más importante de estos obstáculos es que, con la única excepción de estas listas de
moriscos que se conservan en Simancas, las demás fuentes combinan moriscos con otras personas que
no lo son, y a veces incluyen una acotación indicando que la persona es morisco y a veces no, sin que sea
previsible cuándo ocurrirá la omisión. En los archivos locales, como son los parroquiales o los provinciales,
con sus valiosísimos libros de protocolos, suele haber bastantes referencias a individuos o familias que
contienen una acotación, ya marginal, ya sólo en el texto, indicando que son “cristianos nuevos”, “moriscos”,
“naturales del Reino de Granada”, o alguna combinación de estas etiquetas diferenciadoras. Pero dentro
de un mismo libro de bautizos o de protocolos, a veces en el siguiente folio o incluso en un mismo folio,
hay personas o familias que las listas de Simancas permiten reconocer como moriscos, pero que el documento
local no identifica como tales. ¿Por qué? No es fácil saberlo. En el caso de los protocolos, que no son,
primordialmente, un instrumento de control político-social, se puede presumir que se busca simplemente
identificar a la persona, y si “morisco” o “cristiano nuevo” aparecen, es porque son las etiquetas que
permiten más rápida y eficazmente diferenciar este individuo de cualquier otro con el mismo nombre.
Si el oficio sirve igualmente para diferenciarlo, puede que no conste en el documento su pertenencia a la
minoría etno-religiosa. El oficio que con más frecuencia parece obviar así la necesidad de especificar que el
otorgante es morisco es el de mercader; obviamente no quisiéramos estudiar todos los protocolos referentes
a moriscos excepto los mercaderes, pero si nos limitamos a los que tienen la etiqueta, corremos el riesgo de
hacer precisamente eso. El caso de los archivos parroquiales es más ambiguo; hasta ahora no he podido
aclarar el por qué de la frecuente omisión.
Veamos un ejemplo concreto, tomado del archivo de la parroquia de El Salvador, que revela
cuán frecuente puede llegar a ser la tal omisión y, por lo tanto, la necesidad de acercarnos a esta fuente
teniendo delante los nombres tomados de algún registro de Simancas u otra fuente documental. Como
paso previo al acercamiento al libro de bautizos, preparé una base de datos con la información sobre las
familias moriscas que había en Baeza en 1581, según la matrícula que se hizo durante ese verano. Para
cruzar esta fuente con los bautizos, empecé con los recién nacidos de aquel verano. La matrícula da sus

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PROPUESTAS PRELIMINARES PARA LA RECONSTRUCCIÓN GENEALÓGICA...

edades con sorprendente exactitud, como se ve en la Tabla 2, y así se puede ir al libro de bautizos sabiendo
de antemano que estos niños nacieron en la parroquia de El Salvador, que es improbable que se mudaran
sus familias con bebés de menos de un mes, y que consecuentemente es casi indudable que se encuentren.
La Tabla 2 muestra, pues, los últimos cuatro nacimientos antes de hacer la matrícula: María Ana, hija de
Lorenzo de Cazorla, tenía 20 días; María, hija de Gabriel de León, tenía 12; Lorenzo, hijo de Juan Pérez de
Berrio, 8 días; y Luis de Córdoba tenía una niña, María, que había nacido tan sólo dos días antes de que
se hiciera la matrícula. En efecto, como ahora veremos, en agosto de 1581 se bautizaron en la iglesia de El
Salvador cuatro niños en este orden con esos nombres de pila. Es más, se puede continuar con los niños
que van naciendo, ya que en los próximos días se bautizaron dos hijas de parejas moriscas que aparecen
en la matrícula como matrimonios sin hijos. Está claro que las madres estarían embarazadas y a punto de
dar a luz cuando se hizo la lista.

Tabla 2. Últimos hijos de moriscos nacidos en la parroquia de El Salvador de Baeza antes de hacer la
matrícula de 1581, según datos de la propia matrícula, AGS Cámara de Castilla, legajo 2.183, con los dos
primeros nacimientos posteriores, según se establece cruzando esta fuente con el libro correspondiente de
bautizos, de donde se sacaron los datos entre corchetes (v. abajo).

Ahora si nos fijamos en sus partidas de bautismo (Tabla 3), lo primero y más importante que nos
llama la atención es la ausencia frecuente de la acotación “cristiano nuevo”. Aquí se trata, al parecer, de
seis hijos de moriscos. Pero sólo en dos de estas seis partidas apuntó el párroco “cristiano nuevo”. No está claro
por qué. Fue el mismo párroco, “Francisco Fernández, cura”, en todos estos casos y hasta podemos pensar,
por el infrecuente apellido Tamayo, que entre el padre de Catalina y la madre de Juana podría existir algún
parentesco. Curiosamente, en ningún caso coincide toda la información con los datos de la matrícula. En
dos casos, de la matrícula sabíamos de la existencia del matrimonio, pero el niño simplemente no había
nacido aun. En el caso de María Ana, coincide todo, sólo que la partida de bautismo no dice que sus
padres son moriscos. En dos casos el libro de bautizos da un apellido distinto para la madre, de hecho más
reconocible (y por lo tanto mejor): María Hernández, mujer de Gabriel de León, se convierte en María de
Colomera; e Isabel, mujer de Luis de Córdoba, identificada con el apellido de su marido en la matrícula,
aquí aparece con el suyo propio, Alhama. Finalmente, en el caso de Lorenzo, es difícil negar que el niño
de la esclava María y el hijo de ocho días alistado en casa de Juan Pérez de Berrio sean el mismo. (Debo
aclarar que sólo se bautizó un Lorenzo más en la parroquia de El Salvador en todo el año de 1581, y ese fue
hijo de Rodrigo de Cabrera y Doña María Corbera, bautizado el 7 de octubre.) ¿Será Juan Pérez de Berrio
el padre de la hija de María, esclava de Alonso de Baeza? Parece la conclusión más lógica. Tal vez haya
otro motivo desconocido por el cual decidieron adoptarlo Juan y Lucía, pero provisionalmente considero
que él es el padre de la criatura. Le pondrían Lorenzo por su abuelo paterno, Lorenzo de Berrio, vecino
de Sevilla quien con su hermano Melchor trató durante más de veinte años de conseguir la vuelta de por
lo menos algunas familias moriscas a Granada, como se apunta arriba. Es sugerente el detalle de que, al
parecer, el niño se iba a llamar Alonso, tal vez por el amo de la esclava, Alonso de Baeza. Está tachado “Alº”
en el margen, y al final le bautizaron con el nombre Lorenzo. También notable es la designación “esclavo
de Alonso de Baeza” que se aplica al recién nacido. ¿Tuvo que rescatar Juan Pérez de Berrio a su hijo (ya
sea biológico, ya adoptivo) para poder llevarlo a casa? Desgraciadamente, no se conserva en el AHMB
ningún libro de protocolos de 1581, así que parece ser otra pregunta destinada a quedarse sin respuesta.

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Tabla 3. Transcripciones de partidas de bautismo del libro 4 de Bautizos, parroquia de El Salvador, Baeza,
fols 214v-215r.

Los resultados de este primer ejercicio de acotación de las fuentes son varios: 1) En primer lugar,
se demuestra un alto nivel de compatibilidad entre las dos fuentes, que se confirman y se suplementan
mutuamente. Encajan a la perfección, lo cual es, en principio, alentador. 2) También demuestra cuán
limitada es la fiabilidad de la etiqueta “cristiano nuevo”, que aquí se utiliza en sólo el 33% de las
partidas de bautismo. Es un ejemplo extremo, tal vez, pero señala la necesidad de comprobar el nivel
de fiabilidad de los libros parroquiales en este sentido. Para el estudio demográfico de los moriscos no
es suficiente utilizar los libros de bautizos basándose simplemente en los casos donde el párroco apunta
que son cristianos nuevos; por lo menos hay que hacer algunas calas con otras fuentes para someter el
nivel de correspondencia entre ambas a un análisis crítico. 3) Se mantiene, sin embargo, la fiabilidad de
la matrícula de 1581, comprobando la exactitud de los datos en cuanto a fecha de nacimiento y nombres
de pila. 4) A la vez se enriquecen los datos de la matrícula de 1581 con los dos apellidos más precisos de
las madres, Colomera y Alhama, en lugar de uno demasiado frecuente (Hernández) u otro tomado del
marido (Córdoba). En el cruce de las fuentes, pues, se enriquecen mutuamente. 5) Además, al enfrentarse
una fuente con otra, surgen posibilidades que ni una ni otra contiene en sí. Por ejemplo, aquí se establece
que Lorenzo, nacido ocho días antes de hacerse la matrícula de 1581, posiblemente sea hijo de Juan Pérez
de Berrio, sí, pero de que su madre, en lugar de Lucía Enríquez, su mujer, sea María, esclava (¿negra?
¿morisca?) de Alonso de Baeza.

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PROPUESTAS PRELIMINARES PARA LA RECONSTRUCCIÓN GENEALÓGICA...

Hasta aquí ha sido relativamente fácil, pero no nos engañemos. Por una parte, la matrícula de 1581 no
siempre permite precisar tanto. No da las edades ni siquiera de todos los niños. Cuanto más nos alejamos
en el tiempo, más difícil es identificar con certeza las familias, que se mudan de parroquia o incluso de
ciudad, y claro está que, como en un porcentaje bastante alto de casos no apuntan en los libros de bautizos
o desposorios sí los participantes son cristianos nuevos, sólo se puede estar seguro de identificarlos todos si
se cotejan los nombres folio por folio con los que hay en la base de datos. Pero llega un momento en que,
simplemente, no podemos saber si se trata de la misma persona o no, y se contarán por docenas en un
lugar como Baeza, con más de mil moriscos, las personas con el mismo nombre que podrían ser moriscos
pero se confunden con otros que se llaman igual. Los niños luego crecen y se hacen adultos y no sabemos
qué apellido han tomado, y de los recién llegados, que no estaban cuando hicieron la matrícula, sólo
sabemos identificar como moriscos a los que el párroco señala, y parece que a menudo no lo señala. Para
tomar un ejemplo que tenemos a mano, suponiendo que Lorenzo es hijo de Juan Pérez de Berrio y María,
esclava de Alonso de Baeza, si hubiera nacido diez días más tarde jamás lo hubiéramos podido reconocer,
porque no hubiera constado en la matrícula que a Juan se le naciera un hijo Lorenzo en 1581.
Con los protocolos ocurre algo parecido, pero si en los libros parroquiales parece caprichosa la
decisión de incluir u omitir la acotación, aquí hay que reconocer que no lo es tanto. Al menos hasta ahora,
los ejemplos que he podido hallar de protocolos donde se suprime la identificación de los otorgantes
moriscos suelen ser de mercaderes. Si nos fijáramos sólo en los moriscos identificados como tales en
los protocolos, nos quedaríamos con los típicos ejemplos de moriscos arrendatarios que alquilan casas,
tiendas, talleres y huertas, o los pequeños artesanos que pagan sus alcabalas, pero dejaríamos atrás los
ejemplos más importantes de moriscos que mueven dinero y tienen influencia, los que se están integrando
con más éxito en un nivel socioeconómico más alto que otros miembros de la minoría. Aquí me limitaré a
un solo botón de muestra. En enero de 1600 firmaron una carta de poder los hermanos Alonso, Lorenzo,
Francisco y Fernando de la Puerta, vecinos de Baeza, para que su hermano Diego de la Puerta pudiera
litigar en su nombre ante el Consejo Real “sobre que nos sean guardadas los privilegios y exenciones
que tenemos y nos pertenecen que ganaron nuestros bisabuelos de los señores reyes pasados” (AHMB
3/1/11, fol 185r). Excepto Fernando, los demás aparecen nombrados en la matrícula de 1581, diecinueve
años antes. En ningún momento en la carta de poder se menciona que el pleito tenga que ver con su
status de morisco o cristiano viejo. Es un ejemplo interesante porque el investigador familiarizado con
los pleitos de cristiano viejo reconoce en seguida que de eso se trata, aunque parece ser que se evita
concienzudamente cualquier referencia explícita al hecho de querer mostrar que no son moriscos. Es más,
pues, que una simple omisión. Hay un intento de ocultar o camuflar la identidad, propia de una familia
que busca, precisamente, deshacerse de esa enfadosa pertenencia a la minoría marginada, y parece que
lo está consiguiendo.19 Pasar este documento por alto porque no se proclaman los otorgantes cristianos
nuevos sería, precisamente, renunciar un precioso índice de un proceso de integración que a la altura de
1600 estaba en pleno auge.
Así se va perfilando un posible método para aprovechar las fuentes y superar, en cierta medida,
sus lagunas. Cada documento sirve, en primer lugar, para identificar a ciertas personas como moriscos,
luego para darnos detalles que permitan afirmar que esas mismas personas aparecen en otro lugar sin la
etiqueta, y sólo en tercer lugar, metodológicamente hablando, para aportar más información sobre la
persona, interesante en sí misma. Por lo tanto, hay que reconocer la importancia metodológica del orden
en que se consultan las fuentes. Conviene empezar con las fuentes en que hay menos duda acerca de la

19  No está de más recordar aquí la observación perspicaz del “Papel original de Don Juan López Ugarte, remitido al Duque
de Lerma sobre introducir a los moriscos en las labores de las minas (Madrid 11 julio 1609)” que se conserva en la biblioteca
de la Real Academia de la Historia (RAH), donde explica López Ugarte el rencor de los moriscos hacia la sociedad cristiana:
“Ninguna [causa] los mueva a ellos tanto como la natural enemistad que nos tienen por verse sin remedio de poder perder el
nombre de perros moriscos jamás, aunque vinieran a ser verdaderos xpianos y hacer obras de tales, por la distinción con que
son tratados y privación de aspirar a todo lo que son premios y acrecentamientos temporales, que es la semilla que más arraiga
en sus corazones este rencor”. RAH, Salazar 9/7161 7º, fol 8v.

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clasificación de las personas, o sea, cualquier lista o matrícula de moriscos que se haya conservado en
Simancas o en otro archivo, pero añadiendo, si es que faltan, los vecinos del lugar que son litigantes en
pleitos de cristiano viejo. La mejor forma de proceder, creo, es construir una base de datos con relaciones
genealógicas e introducir todos los datos de las relaciones familiares de estas fuentes como base. Es un
buen momento, también, para meter cualquier referencia de la Inquisición, porque es poco probable
que haya moriscos acusados o testigos en los documentos inquisitoriales y no se nombren como tales.
Luego seguiremos reconstruyendo las genealogías con libros parroquiales, pero pendientes de los nombres
en la base de datos para que no pasen desapercibidos los hijos y nietos de los granadinos alistados. Sólo
entonces debiéramos acudir a las fuentes notariales, pleitos civiles y criminales, libros de arrendamientos,
etc., dónde no sería fácil sin la lista reconocer a los moriscos que no estuvieran anotados como tales. (De
paso, comprobaríamos el porcentaje de los casos en que se apunta o no la pertenencia de la persona a
la minoría, ya que esto es en sí un dato valioso para apreciar su nivel de integración social.) Finalmente,
podríamos acudir con nuestra base de datos a fuentes donde sabemos que habitualmente no ponen este
tipo de etiquetas, por ejemplo a las listas de matriculados de universidad.
Aunque hipotéticamente este método permitiría una reconstrucción “exhaustiva” de la comunidad
morisca de un lugar, sabemos que en la práctica hay otros obstáculos que lo impiden, principalmente la
repetición de nombres, la falta de control en la asignación de apellidos, y la movilidad de las personas
–aunque es posible que se haya exagerado este último factor, y tal vez este método permita finalmente
confirmar o refutar el tópico de la movilidad morisca. Frente a la repetición de nombres hay poco que
se puede hacer. Acumular todos los datos posibles en torno a los individuos, y esperar que pongan, por
ejemplo, los nombres de los padres de ambos cónyuges en los libros de desposorios (una práctica cada vez
más frecuente desde finales del siglo XVI). Es más fácil distinguir las personas cuantos menos hay, o sea,
en lugares más pequeños. Pero si lo que nos interesa es conocer la actividad comercial de los moriscos que
estaban subiendo la escala social, tenemos que enfrentarnos con estos límites en ciudades de más de diez
mil habitantes, donde no siempre va a ser fácil sentirse seguro. Hay que inventar algún sistema para anotar
identificaciones provisionales o dudosas, a la espera de que otro documento las confirme –o finalmente
obligue a descartarlas.

3. Un ‘atajo’ metodológico: los moriscos que no lo eran en Baeza y su participación en redes


comerciales.

Para el estudio de las comunidades locales de moriscos en su propia dinámica interna y/o en
relación con la comunidad anfitriona, ¿es realmente imprescindible esta labor de reconstrucción? Para
llevar a cabo estudios demográficos que se aproximen a la verdad en el mayor grado posible, es importante
hacer los ajustes que sólo el estudio crítico de las fuentes permite. Si no, los números se reducen mucho
frente a las cifras finales de 1610, lo cual produce un resultado anómalo que sólo el examen minucioso que
he sugerido permitiría aclarar. Más grave aún, en un lugar como Baeza, que por su economía dinámica
ejerce un efecto imán sobre los comerciantes y artesanos de la industria textil, se afincaron, al parecer, una
cincuentena o más de familias de litigantes que pretendían demostrar que eran cristianos viejos y por lo
tanto borrar sus huellas sistemáticamente de la documentación (v. Apéndice). Si no los estudiamos, si
no recuperamos su presencia y sus actividades, estaremos construyendo una imagen reducida y falaz de
la minoría morisca, eliminando precisamente a los que más éxito económico, político y social lograron.
Esa imagen sería una distorsión hacia abajo, no sabemos en qué grado, que acabaría por confirmar la
representación negativa de los moriscos como un grupo aparte, una comunidad marginada de jornaleros,
artesanos y comerciantes modestos, poco integrados en la sociedad dominante pero sería la consecuencia,
precisamente, de una operación metodológica previa que excluyera los mejor integrados, más ricos e
influyentes. Sólo podemos conocer el alcance de este proceso de integración haciendo el mayor esfuerzo
posible de no dejar escapar ningún morisco de nuestras redes informáticos.

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PROPUESTAS PRELIMINARES PARA LA RECONSTRUCCIÓN GENEALÓGICA...

Esto me lleva a un último motivo por el que vale la pena acercarse de esta manera sistemática,
semi-exhaustiva, a las comunidades moriscas. Para plantear seriamente la cuestión de los moriscos que
se quedaron después de 1610, se hace poco menos que imprescindible. No debemos creer que vaya a
ser tan simple como hacer un seguimiento directo a través de los libros de bautizos. Lo ha hecho Trevor
Dadson, sí, en Villarrubia de los Ojos, pero es un lugar muy pequeño y esos moriscos son descendientes
autóctonos de mudéjares antiguos.20 En lugares más grandes, no se puede evitar la confusión de nombres,
excepto en casos excepcionales. Y hay otro inconveniente: en los memoriales donde todavía a la altura de
1593 la familia de los Berrio intenta negociar la vuelta de “tres o cuatro mil” casas de moriscos al Reino
de Granada, se ven referencias a su largo “destierro” de más de 20 años (AHN, Consejos, 53.305). Los
moriscos de Villarrubia de los Ojos son manchegos y es lógico que decidieran quedarse allí después de
1610, pero los granadinos que lograran evitar la expulsión, pasados unos años, ¿no habría que buscarlos
más bien en Granada? Pero allí se perderían, en la mayoría de los casos, como gotas de agua en un mar
inmenso. A pesar de estos avisos, sin embargo, creo que vale la pena, una vez hecha la reconstrucción de
sus comunidades, buscar los vestigios de esas comunidades en los archivos locales, especialmente en la
franja cercana al Reino de Granada donde se concentran la mayor parte de los litigantes en los pleitos de
cristiano viejo, que son los mejores candidatos para permanecer legalmente en España.
Hasta aquí mis argumentos a favor de este proceso, tan laborioso que se medirá en años, no en
meses, el tiempo necesario para llevarlo a cabo sólo en una zona. Reconozco, sin embargo, que nunca
vamos a saber, sobre la gran mayoría de ellos, más que los datos escuetos de las nóminas de alistados o las
partidas de bautismo. Existe sin embargo un atajo que nos puede llevar más directamente a los moriscos
que se fueran integrando en un nivel socioeconómico relativamente alto. Me refiero al estudio de los pleitos
de cristiano viejo, conservados principalmente en Simancas, pero también en la Chancillería de Valladolid,
en la sección Consejos del Archivo Histórico Nacional, en el llamado Archivo Histórico de Toledo, que
es el archivo jurídico de Órdenes Militares, y en quién sabe cuántos archivos más. Esta documentación
tiene gran interés desde varios ángulos, pero aquí me limitaré a mencionar que nos pone sobre la pista de
familias que pretendían integrarse, y que litigaban con cierto éxito para lograrlo.21 Poco importa para este
fin si son auténticos o “fraudulentos” – pretendían gozar de privilegios y status, y está claro que muchos
de ellos buscaban escabullirse de la prohibición contra viajar sin pasaporte porque eran mercaderes. Para
la consulta de pleitos, protocolos y otras fuentes locales, por lo tanto, para encontrar a los moriscos que
iban subiendo la escala social, valdría tanto o más una lista de los litigantes de pleitos de cristiano viejo que
una base de datos exhaustiva, con todos los moriscos que vivían en un determinado lugar. Además, parece
ser, según datos del libro 258 de cédulas, que estos litigantes formaban redes de contacto entre moriscos
comerciantes a bastante larga distancia, y que seguían en contacto con moriscos y cristianos viejos que se
habían quedado en Granada.
En las listas de testigos que estos litigantes presentan para sus probanzas, se repiten algunos
nombres. Particularmente llama la atención un grupo de testigos que, según las recepturías (así llaman en
la Junta de Población las autorizaciones para hacer las nuevas probanzas que exige el fiscal), son “vecinos
de Granada, estantes en Madrid”. Estas recepturías iban dirigidas al Corregidor de Madrid, pues, y un alto
porcentaje de los nombres de algunos de los testigos se repiten. Aunque los testigos están en Madrid – o
estaban en Madrid entre 1588 y 1592 – los litigantes forman una extensa red que une algunos lugares
de Castilla la Vieja con Extremadura, Andalucía, la Mancha, y un lugar clave para el comercio de la seda
como es Pastrana. Algunos de los miembros de esta red nos son familiares de otros contextos, como los

20  DADSON, T., Los moriscos de Villarrubia de los Ojos (siglos XV-XVIII): historia de una minoría asimilada, expulsada y
reintegrada, Madrid-Frankfurt am Main, 2007.
21 Véase también dos estudios míos sobre estos pleitos: “‘Granada’: Race and Place in Early Modern Spain”, en CASTILLO,
D. R. y NELSON, B. (eds.), Spectatorship and Topophilia in in Early Modern and Postmodern Contexts, Tennessee, 2011 (en
prensa); y “Disappearing Moriscos” en ROZBICKI, M. J. y NDEGE, G. O. (eds.), Cross-Cultural History and the Domestication
of Otherness, New York, 2012 (en prensa).

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William Childres

hermanos Berrio o Lorenzo Hernández el Chapiz. No es ésta la única red de contactos comerciales que
se puede rescatar de los pleitos y sus trámites, pero es la más destacada. Pienso que, independientemente
de la creación de bases de datos exhaustivos donde puedan introducirse los datos que somos capaces de
reunir sobre miles de moriscos granadinos, también vale la pena tener en cuenta, a la hora de acercarse a
los archivos locales, los nombres e historiales de estas familias, que ejercen más influencia, claro está, que la
gran mayoría de sus correligionarios. No está al alcance de un solo investigador indagar al nivel local sobre
cada uno de estos casos, pero si se tuviera la lista de litigantes a mano a la hora de llevar a cabo estudios
locales, si estuviéramos pendientes de ir destapando esta y otras redes parecidas, es un atajo metodológico
que podría dar frutos que se tardaría muchos años en alcanzar con otro procedimiento.22
Otra vez un botón de muestra: en el AHMB se conserva una carta de poder con la firma de
Gabriel de Córdoba, mercader, vecino de Jaén, quien el 17 de septiembre de 1600 otorgaba su poder
a Manuel Fernández, mercader, vecino de Baeza, para cobrar una deuda en Baeza con que Gabriel de
Córdoba pretendía terminar de pagarle al mercader baezano los 716 reales que todavía le debía por dos
paños moriscos veinticuatrenos a 30 reales la vara, habiéndole pagado ya la otra mitad del precio (AHMB
Protocolos Sánchez de Ochoa 1600-01, signatura 3/1/22, fol. 878). Aisladamente, no nos dice mucho
este trato, pero teniendo en cuenta que Gaspar de Córdoba es el nombre de un litigante de la mencionada
red con testigos en Madrid, y que es vecino de Jaén con sus dos hermanos, Simón y Cristóbal, y que
compra y vende paños que valen 30 reales la vara, pues por lo menos parece un buen punto de partida
para buscar en Jaén más documentación sobre esta familia.23

Conclusiones provisionales y nuevas direcciones para la investigación.

Mi hipótesis actual es que una élite morisca se estableció en el Reino de Jaén y sirvió de puente entre
los que se quedaron en Granada y otros que fueron más lejos, sobre todo en un corredor que unía Granada
con Pastrana y Toledo a través de La Mancha. Pienso que eran mercaderes de mediana escala y que estaban
involucrados en varias actividades encaminadas a mejorar el status legal, social, política y económica de
los moriscos granadinos, o al menos de los más acomodados de ellos. Creo que el estudio detenido de este
grupo tiene interés propio, pero que también ayudará a plantear una cuestión de creciente interés, a saber:
¿qué se hizo de los miles de moriscos granadinos de élite que tenían opciones para quedarse en España
después de 1610? ¿Se fueron de todos modos, acompañando a sus antiguos correligionarios al exilio? ¿Se
quedaron dónde estaban, habiendo echado raíces allí? ¿Volvieron a Granada, ya que había desaparecido
cualquier impedimento legal a su regreso? Considero probable que cada una de estas rutas fuera seguida
por algunas de estas familias. Quizás la clave esté en el estudio paciente y detenido de las fuentes locales
en lugares como Baeza, cruzándolas siempre con las de Simancas y finalmente dando el salto a buscar en
los protocolos de Granada y tal vez incluso en los libros parroquiales de aquel Reino, su patria milenaria,
aunque eso sí me parece de una dificultad casi insuperable.
Considero que el cruce entre documentos de Simancas como las matrículas y los pleitos de
cristiano viejo demuestra definitivamente que las fuentes locales (libros de bautizos, protocolos notariales)
son fehacientes pero que el investigador no puede apoyarse únicamente en la acotación “morisco”,
“natural del Reino de Granada” o “cristiano nuevo” para el estudio de los moriscos. Creo importante
rastrear más la presencia de estudiantes descendientes de granadinos en la Universidad de Baeza, aun sin
saber si se van a encontrar o no. La falta de protocolos en Baeza es un problema, pero en cierta medida
se puede suplir buscando en Jaén, Úbeda, y otros lugares comarcanos. Si no aparecen algunos de los
moriscos mercaderes de Baeza, es que no eran tan activos como postula mi hipótesis. Siempre es más

22  Estudio esta red detenidamente en mi artículo “An Extensive Network of Morisco Merchants Active Circa 1590”, en
INGRAM, K. ed, The Conversos and Moriscos in Late Medieval Spain and Beyond, Vol. 2, Leiden: Brill, en prensa.
23  AGS, Cámara de Castilla, Cédulas libro 258, fol. 261r.

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PROPUESTAS PRELIMINARES PARA LA RECONSTRUCCIÓN GENEALÓGICA...

fácil lamentar los documentos que faltan o las limitaciones y lagunas de los que tenemos, que trabajar de
manera exhaustiva los contenidos que se conservan. Se puede en gran medida reconstruir las trayectorias
de familias específicas y se debe intentar, por tedioso y difícil que sea.

Apéndice: Litigantes de pleitos de cristiano viejo en Baeza entre 1585-1596.

Nota: La tabla siguiente es fruto de mi investigación en progreso sobre los pleitos de cristiano viejo,
principalmente enfocada en los registros, trámites y fragmentos de pleitos que se conservan en la sección
Cámara de Castilla del AGS. “L 263” se refiere a AGS Cámara de Castilla, Cédulas, libro 263, el registro
donde apuntaban los pleitos que iban llegando a partir de septiembre de 1585 cuando se decretó la
jurisdicción única sobre la cuestión de los que pretendían ser reconocidos como cristianos viejos. Los otros
libros (258, 264) son también de la serie de Cédulas y en ellos se transcriben los trámites de los pleitos
después de haber sido recibidos a prueba en la Junta de Población. Los legajos son de la serie de legajos de la
Cámara de Castilla; son pleitos anteriores que los litigantes entregaron en cumplimiento con la provisión
real que estableció la jurisdicción. Se juntaron entre los papeles de la Junta de Población documentos
referentes a unos 900 casos, pero cuando la Junta cesó en enero 1596 se disolvió la jurisdicción que había
tenido sobre este asunto y estos asuntos volvieron a su cauce normal de justicia. Sin duda hay más casos,
especialmente a partir del cese de la Junta. Por ejemplo, hemos referido arriba a la carta de poder de unos
litigantes en un pleito de este tipo, de enero 1600, firmada por los hermanos Alonso, Lorenzo, Francisco
y Fernando de la Puerta, vecinos de Baeza. (AHMB 3/1/11, fol. 185r).

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William Childres

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RECONSTRUCCIÓN DE FAMILIAS Y REDES SOCIALES EN EL SENO DE LA COMUNIDAD


MORISCA SEVILLANA.
LAS FAMILIAS VALENCIANO, MONTANO Y MARÍN

Manuel F. Fernández Chaves y Rafael M. Pérez García


Universidad de Sevilla

Resumen: En este artículo se pretende analizar el entramado familiar y de alianzas de parentesco de


algunas familias moriscas de origen almeriense en la Sevilla de la posguerra de las Alpujarras. Para ello se
han empleado todo tipo de fuentes documentales, dibujándose un perfil de moriscos de nivel adquisitivo
medio-alto dedicados a los sectores primario y secundario.

Palabras clave: moriscos, Almería, Sevilla, Valenciano, Marín, Montano, horticultura, alfarería.

RECONSTRUCTION OF FAMILIES AND SOCIAL NETWORKS WITHTIN THE MORISCO


COMMUNITY OF SEVILLE.
VALENCIANO, MONTANO AND MARÍN FAMILIES.

Abstract: In this paper the authors try to analyze the familiar and kinship networks of some morisco
families from Almeria settled in Seville after the Alpujarras war (1568-1570). To do so, every kind of
historical sources has been employed, sketching a medium-high profile of those moriscos who where
involved in the primary and secondary economic sectors.

Key words: moriscos, Almeria, Seville, Valenciano, Marín, Montano, horticulture, pottery.

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ISSN 2173-6030 | Historia y Genealogía Nº2 (2012) |

RECONSTRUCCIÓN DE FAMILIAS Y REDES SOCIALES EN EL SENO DE LA COMUNIDAD


MORISCA SEVILLANA.
LAS FAMILIAS VALENCIANO, MONTANO Y MARÍN1

Manuel F. Fernández Chaves y Rafael M. Pérez García2


Universidad de Sevilla

1. Introducción

En los últimos años viene produciéndose en la historiografía española una renovación en el campo
de los estudios moriscos, protagonizada por historiadores españoles y extranjeros. Esta nueva visita a un
tema que nunca ha dejado de estudiarse ha profundizado tanto en el tratamiento local de las comunidades
moriscas como especialmente en los problemas de la expulsión, así como en cuestiones culturales muy
importantes, y ha sido animada con monografías universitarias que han proporcionado basamento a
la nueva generación de trabajos de investigación3. Quedan, no obstante, algunos temas que demandan
mayor atención por parte de los investigadores, pues no todos los campos han sido atendidos por igual.
Uno de ellos es el de la familia morisca4, el de su constitución y comportamiento sociológico antes y

1  Este trabajo se enmarca en el Proyecto de Excelencia “En los orígenes de la Andalucía multicultural. Integración y rechazo de
los moriscos (Reinos de Córdoba y Sevilla, siglos XVI y XVII)”, P07-HUM-2681, financiado por la Consejería de Innovación,
Ciencia y Empresa de la Junta de Andalucía, y del Proyecto I+D “Los últimos moriscos. Pervivencias de la población de
origen islámico en la Andalucía de los siglos XVII y XVIII”, (HAR-2009-07267) financiado por el Ministerio de Ciencia e
Innovación. Parte de este trabajo no podría haberse realizado sin la ayuda inestimable de Amparo Rodríguez Babío, que nos
facilitó con generosidad el acceso al archivo de la parroquia de Santa Ana de Sevilla, de la que es organizadora y custodio.
Conste nuestra gratitud. Siglas utilizadas: AHN (Archivo Histórico Nacional), I (Inquisición), AHPSe (Archivo Histórico
Provincial de Sevilla), PNS (Protocolos Notariales de Sevilla), AGS (Archivo General de Simancas) CC (Cámara de Castilla),
E (Estado), APSA (Archivo de la Parroquia de Santa Ana) LB (Libro de Bautismos), LM (Libro de Matrimonios).
2  Correo electrónico de contacto: mfernandez6@us.es y rperez4@us.es.
3  Recientes panorámicas sobre la nueva producción historiográfica en SÁNCHEZ RAMOS, V., “Importancia historiográfica
de los moriscos granadinos”, Anuario de Historia de la Iglesia, 18 (2009), pp. 325-356, SORIA MESA, E., OTERO
MONDÉJAR, S., “Una nueva encrucijada. La reciente historiografía sobre los moriscos”, Tiempos modernos, 21 (2010/2), y
BARRIOS AGUILERA, M., “Los moriscos en el IV centenario de su expulsión. Unos libros”, Cuadernos de Historia Moderna,
35 (2010), pp. 215-235.
4  Centrado en las élites moriscas y su comportamiento, véase el trabajo y la bibliografía citados en SORIA MESA, E., “Una
gran familia. Las élites moriscas del reino de Granada”, Estudis, 35 (2009), pp. 9-35, a los que pueden añadirse VINCENT,
B., “Los elementos de solidaridad en el seno de la minoría morisca (siglo XVI)”, en Andalucía en la Edad Moderna: Economía

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RECONTRUCCIÓN DE FAMILIAS Y REDES SOCIALES EN EL SENO DE ...

después de la guerra. Asimismo, el papel que algunas élites familiares desempeñaron en la configuración
de la comunidad y los cambios que este rol sufre entre Granada y Castilla después de 1570 constituyen
un campo aún por explorar en profundidad, que puede darnos una importante serie de claves sobre los
comportamientos familiares, económicos y sociales de las minorías en el Antiguo Régimen, más allá de las
características culturales propias de la población morisca5.

2. La reconstrucción de familias moriscas de Sevilla



En una obra anterior6, realizamos un detenido estudio sobre la reconstrucción y configuración de
la minoría morisca en la ciudad de Sevilla tras la guerra de 1568-1570. Sin embargo, quedaron algunos
interrogantes por aclarar o perfilar relativos a:
1. Comportamiento demográfico y social de las familias moriscas de la ciudad y sus estrategias
reproductivas, a todos los niveles.
2. Perfil socioeconómico de los moriscos presentes en la ciudad y su inserción en los segmentos
productivos activos en la urbe.
3. Además de esta caracterización demográfica y económica, se planteó necesario averiguar el
peso que las estrategias de consolidación familiar y las alianzas entre linajes tenía en la articulación de los
comportamientos sociales antedichos, y en la relación de la comunidad con los poderes cristianoviejos.
En este trabajo nos centraremos en el tercer punto, dado que en el estado actual de nuestros
conocimientos necesitamos reconstruir los intereses reproductivos de largo alcance de algunas de estas
familias, cuya comprensión arroja nueva luz sobre los puntos uno y dos aquí explicitados. Es cierto que
todavía la historia de las élites moriscas de Sevilla está, como en otras localidades de la península, por hacer.
El retrato de la comunidad que resulta de una aproximación “ingenua” (la realizada simplemente sobre
las menciones documentales de “moriscos” o “cristianos nuevos”) es muy plano, sin que aparentemente
sobresalgan muchas familias. No obstante la reconstrucción de familias nos va permitiendo dibujar un
esquema inicial de relaciones en el que se aboceta una extensa red de parentesco que cuenta y mucho con
el origen geográfico dentro del reino de Granada de sus integrantes. En esta ocasión nos hemos querido
centrar en los almerienses, cuya instalación en Triana constituyó una importante elección de cara a su
fijación sobre el terreno. Para realizar la reconstrucción de familias el historiador se ve abocado a cruzar
el máximo número posible de fuentes disponibles, tales como los libros sacramentales de la parroquia de

y Sociedad, Granada, 1985, pp. 213-214, y “Las élites moriscas granadinas” en VINCENT, B., El río morisco, Valencia, 2006,
pp. 187-199, también VINCENT, B., “La familia morisca”, en Minorías y marginados en la España del siglo XVI, Granada,
1987, pp. 7-29. Estudios de corte demográfico sobre el conjunto de la población y modos de vida en MORENO DÍAZ DEL
CAMPO, F. J., Los moriscos de La Mancha. Sociedad, economía y modos de vida de una minoría en la Castilla Moderna, Madrid,
2009 y FERNÁNDEZ CHAVES, M. F., PÉREZ GARCÍA, R. M., En los márgenes de la Ciudad de Dios. Moriscos en Sevilla,
Valencia, 2009. El trabajo que de forma más completa armoniza la atención sobre élites, familia, comportamientos económicos
y culturales sigue siendo el clásico de TAPIA SÁNCHEZ, S. de, La comunidad morisca de Ávila, Salamanca, 1991, al que
contribuye en gran medida gracias al enfoque micro empleado el trabajo de DADSON, T. J., Los moriscos de Villarrubia de
los Ojos, Madrid/Frankfurt Am Main, 2007. Aunque no sea un libro centrado en la familia sino en la comunidad en general,
resulta también de interés, GARCÍA LÓPEZ, A., Señores, seda y marginados. La comunidad morisca en Pastrana, Bornova, 2009.
Un enfoque diferente, centrado en un personaje, su familia y sus conexiones con otros importantes moriscos en Aragón en
ANSÓN CALVO, M. del C., “Gaspar Zaydejos. Destacado morisco aragonés”, Turiaso, 16 (2001-2002), pp. 233-262. Véase
también en este número el artículo de CHILDERS, W., “Propuestas preliminares para la reconstrucción de la comunidad
morisca de Baeza”.
5  Nuestra aportación al respecto se encuentra en cinco trabajos aún en prensa, “La familia morisca de los Oleylas”, “La súplica
al rey y la supervivencia de las élites moriscas del reino de Granada después de 1570. El caso de Doña Brianda Venegas”, “Los
hermanos Berrio. Capital morisco, mediación política y transformaciones comunitarias”, y “La gestión de la fiscalidad como
medio de ascenso social en el seno de la comunidad morisca granadina, 1502-1610” y Las élites moriscas entre Granada y el Reino
de Sevilla. Rebelión, castigo y supervivencias.
6  FERNÁNDEZ CHAVES, M. F., PÉREZ GARCÍA, R. M., En los márgenes... passim.

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Manuel F. Fernández Chaves y Rafael M. Pérez García

Santa Ana, los censos existentes7, las fuentes notariales, y otras de cualquier naturaleza. Sólo en base al
cruce de una ingente cantidad de información de todas las tipologías posibles, se puede penetrar en la
estructura, organización y funcionamiento de la minoría en una ciudad tan grande como era la Sevilla de
la época, y sólo así se podrán dibujar los perfiles de sus élites, de sus vinculaciones familiares y de sus bases
económicas.

2.1. Moriscos de Almería en Sevilla: Valenciano, Marín, Montano


Tres familias destacan especialmente entre los moriscos asentados en Triana. Nos referimos a los
Valenciano, tejeros y hortelanos de alto poder económico, los Marín, quizá emparentados con los Marín
del célebre maestrescuela de la Catedral de Almería8, y los Montano. Todos estos apellidos se encuentran
en la ciudad de Almería antes de la guerra y responden a familias de un nivel económico medio-alto.

2.1.1. Los Valenciano


El de Valenciano es un apellido que aparece en la Granada morisca9. Es posible que su origen
guarde relación con la inmigración mudéjar que fue frecuente desde el Norte desde la Baja Edad Media,
y que fue facilitada por el comercio entre Almería y en general el Reino de Granada y Valencia desde
tiempos medievales10, la entrada de un linaje muy importante con grandes connotaciones religiosas como
el de los Çaybona11, la presencia del apellido “Mudéxar” en Granada12, etc. De Almería nos interesan dos
hermanos, Diego y Alonso Valenciano, presentes y muy activos en Sevilla tras la guerra13. Se especializaron
respectivamente en el cultivo de huertas y labores agrícolas y la ollería, siendo Alonso el más activo de los
dos.
En efecto Alonso Valenciano destaca por encima de todos aquellos que llevan ese apellido en
Triana debido a su actividad industrial, como fabricante de teja y ladrillo (“caudalero de teja”), empleando
a muchos maestros olleros, tejeros y caudaleros de cal en sus hornos y talleres, sitos en el Olivar del Moro
al menos desde 1581 (único año en el que aparece en los protocolos notariales como “morisco”)14, y

7  Concretamente nos referimos al padrón realizado en 1589 por los obispos y arzobispos castellanos a instancias de una orden
de Felipe II y que se custodia en el AGS, CC, leg. 2196, y que en adelante denominaremos: Padrón.
8 TAPIA GARRIDO, J. A., Almería hombre a hombre, Almería, 1979, y del mismo autor, Historia General de Almería y su
provincia, Almería, 1986. También, MUÑOZ BUENDÍA, J. A., “Supervivencia de la población morisca en Almería después
de la expulsión de 1570: ejemplo de algunas familias”, en Hespérides, IX Congreso de profesores-investigadores de Geografía e
Historia, Baena, 1991, pp. 503-525.
9  Así en 1561 un homónimo suyo vivía en la collación granadina de San Miguel, en una casa cercana a miembros de la élite de
la ciudad, como los Palacios, Dordux o los Raya. En la Iglesia Mayor del Albaicín (parroquia del Salvador) vivía un Jerónimo
Valenciano con su mujer, AGS, CC, leg. 2150, f. 338r, 551v. También en el padrón de 1569 aparece un “Diego el Balenciano”
y una “Isabel de Balencia” en la collación de San Miguel, viviendo junto a un Hernando Benegas y cerca de la casa de Francisco
Hermes, donde se ocultaba un Alonso Benegas vecino de Monachil, y en la parroquia de San Cristóbal Bajo, un Francisco de
Valencia, una “La Valencia” en San Juan de los Reyes y Bernabé “el de Valencia” en San Luis, cfr. MARTÍNEZ RUIZ, J., “Visita
a todas las casas del Albaicín en el año 1569. Conclusiones e índices”, Cuadernos de la Alhambra, 22 (1986), pp. 101-136, y
aquí, pp. 115, 119, 123, 128.
10  LÓPEZ DE COCA CASTAÑER, J. E., “Los mudéjares valencianos y el reino nazarí de Granada. Propuestas para una
investigación”, En la España Medieval, 2 (1982), pp. 643-666. Del mismo autor, “La emigración mudéjar al Reino de Granada
en tiempos de los Reyes Católicos”, En la España medieval, 26 (2003), pp. 203-226.
11  FRANCO SÁNCHEZ, F., “Andalusíes y magrebíes en torno a los Sid Bono/a de Guadalest y Granada”, en Actas del II
Coloquio Hispano-Marroquí de Ciencias Históricas “Historia, Ciencia y Sociedad”, Madrid, 1992, pp. 217-232.
12  Como aparece también en MARTÍNEZ RUIZ, J., “Visita...”, por ejemplo, p. 120.
13  Sabemos que son hermanos porque en todas las fuentes consultadas en Triana sólo hemos encontrado un morisco con el
apellido “Valenciano” que se llame Alonso, y éste, como caudalero de ladrillo, apoderaba a Diego Valenciano (también el único
que aparece con esta combinación de nombre y apellido)“mi hermano vecino de Triana” para que le representase en cualesquier
causas en 1592, AHPSe, PNS, leg. 2401, f. 590r, 2-VI-1592.
14  De esta manera en 1581 el labrador vecino de Triana Alonso Gil era “convenido y concertado con vos Alonso Valenciano
morisco residente en la dicha Triana… de manera que yo sea obligado de vos tirar con mis bueyes e carretas 80 carretadas de

Historia y Genealogía Nº2 (2012) | 57


RECONTRUCCIÓN DE FAMILIAS Y REDES SOCIALES EN EL SENO DE ...

que arrendaba a la obra pía de Francisco de Vallejo, radicada en la parroquia de Santa Ana. Debía haber
comenzado su actividad algo antes de 1581, puesto que en 1583 había prosperado lo suficiente como
para pensar en ampliar sus instalaciones, arrendando al año siguiente el pago de Juan Chico, propiedad
del vecino de Triana Juan Díaz, que se encontraba inmediato al Olivar del Moro15, y que acabaría
convirtiéndose en el centro neurálgico de sus instalaciones fabriles. Para seguir creciendo necesitó más
mano de obra, y en 1583 contrataba varios maestros que entrarían a trabajar la temporada siguiente16,
no importando si estos eran cristianos viejos o moriscos17. La buena marcha de su negocio le permitiría
arrendar desde 1584 la contigua Huerta de Galdames, que formaba parte del Olivar del Moro, donde
habitaría su hermano Diego y sus numerosos sobrinos18, y diez años después en 1594 adquirió el Mesón
de Santa Ana, que se situaba tras el Castillo de la Inquisición, al comienzo de la Calle Castilla. A éste
pertenecían unas casas anejas, que pensamos debieron constituir su vivienda19. La última noticia de su
actividad industrial la tenemos en 1597, con la firma de varios contratos de maestros de hacer teja y
ladrillo para que trabajasen en sus hornos20, la venta de aparejos y bueyes también a otros maestros21, y

palma en la temporada de este año en que estamos de 1581 desde los terminos de Guillena donde la he de recoger y cargar hasta
los ornos que teneis fuera y cerca de la dicha Triana donde se ha de descargar lo cual me obligo de comenzar a fazer… desde
luego y cada cuando que para ello fuere llamado sin ser requerido y no alzar la mano de ello hasta lo haber hecho y acabado sin
hacer falta ni ausencia alguna por razon de lo cual he de haber y se me pagaran dos ducados por cada carretada de la dicha palma
los cuales me habeis de dar y pagar por sus cuentas y almonaymas segun costumbre de ribera de que otorgo que he recibido de
vos 60 ducados los 40 ducados de ellos en reales de plata ante este escribano y testigos, y los 20 restantes que me habeis dado y
pagado en reales de contado y son en mi poder”. AHPSe, PNS, leg. 2367, f. 974r y ss., 24-IV-1581
15  En 2-XII-1584 Juan Díaz (seguramente emparentado con el ollero Antonio Díaz que emplearía a su sobrino Francisco
Valenciano, como veremos) le arrendaba “unas tierras y tejar que yo tengo en la bega de Triana al pago de Juan Chico junto al
olivar del moro” de tres aranzadas de extensión, por precio el año de 40 ducados horros de diezmo y rediezmo, dándole permiso
para hacer “otro horno o pozo o otra cosa”. También podía dejar en el tejar la producción sobrante hasta cinco meses después
del arrendamiento. AHPSe, PNS, leg. 2379, f. 66r.
16  Contrató a Bartolomé de Vega, maestro de cortar ladrillo de Castilleja de la Cuesta, y al pilero Hernán González para
trabajar allí durante el año de 1584, recibiendo 8 ducados para empezar. Debían hacer “todo el ladrillo y barro que pudieremos
bien echo segun uso y costumbre de ribera lo cual nos obligamos de lo comenzar a hacer desde primero dia que fueremos
llamados sin ser requeridos y no alzar la mano hasta haber acabado la temporada”; además contrató para aquel año a los
maestros de cortar teja Lorenzo Jaymes y Marcos Bejarano obligándose a las mismas actividades cobrando juntos siete reales “de
peleria e maestria”, por cada mil tejas, habiéndoseles adelantado cuatro ducados, AHPSe, PNS, leg. 2375, f. 669r, 2-XI-1583,
y, f. 955r, 8-XII-1583.
17  Así en 1591 se concertaban para trabajar allí toda la temporada Diego Pérez Ángel (que sospechamos es morisco) para “le
servir de maestro de cortar teja toda la temporada del año que viene de 1592 en los hornos que tiene en la vega de Triana a Juan
Chico haciendo e labrando toda la teja que pudiere hazer”, y el maestro Cristóbal Pérez para el mismo efecto, AHPSe, PNS,
leg. 2399, f. 73r-v, 428v-429v.
18  Ese mismo año arrendaba de Hernando Ribero de Galarza en “Triana la casa e la huerta que dizen de Galdames que es
fuera e cerca de la dicha Triana junto al olivar del moro” por un año en precio de 65 ducados horros de diezmo y rediezmo,
“y a condición que los pies de aceitunas gordales que estan en la dicha huerta quedan para mi porque no entran en este
arrendamiento y condición que el anoria de la huerta ha de entrar y salir por precio y si en fin del dicho tiempo tuviere mejoria
que yo os la pague y si menoscabo que me lo pagareis en precio el uno al otro”, AHPSe, PNS, leg. 2.379, f. 188r.
19  AHPSe, PNS, leg. 2.405, f. 101r-v. Amparo de la posesión del mesón para Alonso Valenciano, además de otras dos casas
con soportales en la calle Castilla.
20  Contrataba a otros profesionales como Antón Roldán, maestro de cortar teja vecino de San Marcos, y el maestro Salvador
Pérez, para trabajar con el en el pago de Juan Chico toda la temporada de 1594, cobrando siete reales por millar fabricado,
además de un adelanto para cada uno de 5 ducados. Años más tarde, contrataba al maestro de cortar tejas Alonso Ramos, para
“vos servir de maestro de cortar teja toda la temporada del año que viene de 98 y la teja se sacará de la vega de Triana”, a quien
había de suministrar “todos los recaudos necesarios” para hacerlas comprometiéndose Ramos a fabricar la cantidad más alta
de tejas que pueda, recibiendo de manos de Valenciano una parte proporcional de la venta de cada millar de tejas fabricadas,
prestándole 12 ducados para que comenzase a trabajar. AHPSe, PNS, leg. 2405, f. 111r, leg. 2413, f. 603r, 11-X-1597.
21  Así en octubre de 1597 contrataba al calero Francisco Gómez, vecino de San Roque, para darle “30 ducados de la moneda
que se agora usa a cumplimiento de sesenta ducados por dos bueyes, uno llamado “barbero” de color rubino (sic) y el otro
llamado rosado, de color bermejo” pagados a plazos octubre. A Alonso Valenciano se le llama “caudalero de cal”, AHPSe, PNS,

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Manuel F. Fernández Chaves y Rafael M. Pérez García

con nuevos contratos para abastecer de madera esta incipiente fábrica22. Después de 1597 no tenemos
más noticias de Alonso Valenciano, por lo que pensamos que la Peste Atlántica pudo haber truncado su
vida antes de 1600. Desde luego su actividad está muy lejos de la regulada por los gremios, tratando y
contratando libremente a maestros que no tenían medios de producción lo suficientemente importantes
para competir con semejante concentración de recursos y trabajar durante temporadas largas. Como se
recordaba en la historiografía hispalense hace ya un tiempo,

“Que el factor capital fuera decisivo está constatado y sin discusión, aunque no parezca
tan claro el origen de los cambios de organización del mundo laboral al imponerse una mayor
libertad y primar la búsqueda de beneficio... allí donde había una fuerte tradición artesanal –textil
o metalúrgica- y donde la presencia numérica de dichos artesanos era considerable, parece que allí
encontraron -unas circunstancias- más a propósito para una implantación más rápida y eficaz de
la industrialización”23.

Pero es que el sector de la ollería constituía de manera tradicional un campo especializado para
muchos mudéjares y luego moriscos residentes en la urbe, que continuaron con la tradición de sus
ancestros. Algunos de ellos ya fueron localizados por José Gestoso en su indispensable obra sobre el
particular24, y otros se han registrado ejerciendo esta labor en vez de otras profesiones más “honrosas”. En
otras ciudades de Castilla como Valladolid el sector de la ollería constituyó también un campo preferencial
para mudéjares y moriscos, como Manuel Moratinos y Olatz Villanueva nos ha demostrado en varios
trabajos25. Como ya señalara José Gestoso allá por 1904, Alonso Valenciano (que no detectó en su estudio
fundamental) era uno de esos mudéjares y moriscos en cuyas manos

“estuvo principalmente la producción artístico-industrial durante los siglos XV y XVI...


Moriscos eran los alfareros que bajo el difraz de nombres cristianos poblaban los barrios de
Sevilla, siéndolo también los que en pobres viviendas producían riquísimas telas, labrados cueros,
artísticas obras de metal... dedicándose también a las industrias vulgares, a la labor de los campos,
y explotando, en suma, todas las fuentes de la producción”26.

Además de esta dedicación, Alonso Valenciano fue apoderado de algunos moriscos para hacer de
mediador en ciertos pleitos27. Y es que sus negocios le permitían mantener una holgada posición social que

leg. 2413, f. 562r.


22  Por ejemplo, en 1597 contrataba al trabajador Francisco Martín para cargar y descargar en el “horno grande de ladrillo
que tiene en la vega de Triana al pago de Juan Chico cargando y descargando todo el ladrillo que se cociere toda la temporada
deste año 1597 y sacar la caldera del horno y haziendo todo lo demas”, cobrando 20 ducados de cada horno que se cargase y
descargase, pudiendo contar con gente para ayudarse, Sevilla, 15-VI-1597, AHPSe, PNS, leg. 2412, f. 858r-v.
23  A lo que se añadía previamente que “Parece como si esos artesanos de Antiguo Régimen terminasen por consumción,
haciendo mutis por el foro histórico... o por el contrario la aparición de unas presencias, casi fantasmagóricas, de unos obreros
industriales, que a ciencia cierta... más parecen apariciones que otra cosa pues no se sabe muy bien de donde vienen...”,
BERNAL, A. M., COLLANTES DE TERÁN, A., GARCÍA-BAQUERO, A., Sevilla, de los gremios a la industrialización,
Sevilla, 2008, pp. 77 y 76.
24  GESTOSO PÉREZ, J., Historia de los barros vidriados sevillanos, Sevilla, 1995.
25  MORATINOS GARCÍA, M, VILLANUEVA ZUBIZARRETA, O., “Los alcalleres moriscos vecinos de Valladolid”, en 70
Dieznés Sunédrio Mesaionikés Keramikés tes Mesogeíou, Atenas, 2003, pp. 351-362. También, VILLANUEVA ZUBIZARRETA,
O., “Vivir y convivir bajo la señal de la media luna: mudéjares y moriscos en Valladolid”, en Arte mudéjar en la provincia de
Valladolid, Valladolid, 2007, pp. 19-33, además de “La alcallería mudéjar en Valladolid con nombres propios. La familia
Alcalde”, en DEL VAL VALDIVIESO, Mª. I. y MARTÍNEZ SOPENA, P. (coords.), Castilla y el mundo feudal. Homenaje al
profesor Julio Valdeón, Salamanca, 2009, vol. II, pp. 69-86.
26  GESTOSO PÉREZ, J., Historia de los barros...
27  Así por ejemplo el caudalero morisco de ladrillo Martín Cabrera le daba poder para que recuperase de Cristóbal Quintero

Historia y Genealogía Nº2 (2012) | 59


RECONTRUCCIÓN DE FAMILIAS Y REDES SOCIALES EN EL SENO DE ...

le había llevado a convertirse en un destacado miembro de la comunidad, siendo propietario de inmuebles


que alquilaba en la collación. Asimismo llegó a ser a finales de siglo arrendador de la renta encabezada del
ramo de las alcabalas de las “piedras de molinos y atahonas e amolar e marmoles e otras” para los años de
1597 a 1599, habiendo asumido el riesgo en compañía del resto de los “encabezados del trato de la teja
e ladrillo e piedras con lo demas que le pertenece”, hecho que indica su ascendiente y la confianza que el
resto de olleros, cristianos viejos o moriscos, depositaban en el activo fabricante28. Esta confianza venía de
lejos, pues ya indicamos en otro trabajo la transcendencia de su ascendiente entre los moriscos de Triana
al formar parte de una comisión que con otros tres correligionarios debía recoger parte del dinero robado
a los moriscos en el asalto a sus casas que los soldados y la chusma de las galeras cometieron en los tensos
días del fracasado complot morisco de 158029. Asimismo, aparece en cuarto lugar en la lista de 67 moriscos
que otorgaban el servicio de 200.000 ducados por parte de los moriscos de Sevilla y Triana a Felipe II en
159630, cosa que denota su importancia. Por eso extraña su ausencia en las listas generales de encabezados
de la renta de la alcabala de la ollería en años posteriores, que como hemos indicado achacamos a su
posible defunción. En ellas aparecen entremezclados con los cristianos viejos algunos moriscos, como en
la de 160331: Agustín Marín, Francisco Marín32, Diego Montano, Gabriel de Baena33, Luis de la Torre34 y
probablemente, García Hernández Marín35.
A la hora de reconstruir los negocios de Alonso Valenciano, los protocolos notariales han constituido
una fuente de primer orden, pero también han ayudado a establecer, como hemos visto, la relación con
Diego Valenciano como su hermano. Para reconstruir la familia nos hemos servido en mayor medida de
los libros parroquiales de bautismos y matrimonios, así como del censo de 1589. Gracias a éste sabemos
que Alonso estaba casado con una morisca llamada Beatriz Valenciana, posiblemente una pariente. El
padrino de bautismo de su única hija fue el hermano de Alonso, Diego Valenciano, en abril de 157536.
Pero a partir de este punto los datos son contradictorios, dado que años más tarde encontramos un Alonso
Valenciano que casó con una morisca llamada Leonor Marín, quien le dio tres hijos en 1587, 159037 y
160138; sin embargo, tanto el Alonso Valenciano “original” como su mujer Beatriz Valenciana aparecen
juntos en 1594 como padrinos del hijo de los moriscos Juan Manzano e Inés González39. Llegados a ese
punto sólo cabían dos posibilidades: la primera, que Alonso Valenciano fuera polígamo, algo que no
podía darse de manera oficial y menos aún a través de los registros parroquiales, y la segunda, que fueran
dos personas distintas. Al cruzar los datos obtenidos del archivo parroquial con los protocolos notariales
podemos decantarnos por la segunda opción, que va en sintonía con la economía moral de la ciudad y

400 reales que le había dado para que comprase bacalao y que aún no había empleado en ese menester, AHPSe, PNS, leg.
2399, f. 296r-v, 14-X-1591.
28 Traspasaba el cobro de la renta a Francisco de Ojeda en 6-II-1597, AHPSe, PNS, leg. 9295, f. 391v-393v.
29  PÉREZ GARCÍA, R. M., FERNÁNDEZ CHAVES, M. F., “La gestión...”.
30  Ibídem.
31  AHPSe, PNS, leg. 16150, f. 175r, 19-V-1603. Apoderaron también a los olleros Simón Alonso y Pedro de Utrera, con la
misma función en ibid, f. 178r. Este Pedro de Utrera, del que no tenemos noticias de que fuese morisco, sí que apadrinó a dos
niños moriscos en 1586 y 1593, APSA, LB 13 y 14.
32  Debían ser padre e hijo, y vivían en la callejuela del Prior, Padrón.
33  Casado con Isabel de Baeza, tenía un hijo, Leandro, nacido el 20-XI-1602, APSA, LB 14.
34  Que aparece en el Padrón como ollero y habita en una casa y huerta junto a la Huerta del Mariscal, donde tenían su
residencia los Montano y Rodrigo Valenciano.
35  Así firma en el documento, y encontramos un García Hernández viviendo en casa de Francisco Montano, donde nos
especificaba el párroco de Santa Ana que todos sus habitantes eran “olleros”. No olvidemos que en esta casa habitaba el hijo de
Francisco, Diego de Montano, que estaba casado a su vez con María Marín.
36  APSA, LB 8, 9-IV-1575.
37  Isabel y Juana, APSA, LB 14, 22-II-1587 y 13-XII-1590.
38  Puesto que aparece registrado como “Alonso de Valencia” y está casado con Leonor Marín, APSA, LB 14, 8-IV-1601.
39  APSA, LB 14, 6-VIII-1594.

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Manuel F. Fernández Chaves y Rafael M. Pérez García

la cronología estudiada: el “Alonso Valenciano” casado con Leonor Marín es, en realidad, “Alonso de
Valencia”, no sólo porque así se recoja en el bautismo de su tercera hija en 1601, sino porque ya en el
padrón confeccionado en 1589 se distingue entre ambos con sus respectivas esposas, especificándose
además que Alonso de Valencia era médico de profesión40. Por si quedaran dudas, hemos comprobado en
la nómina de 67 notables moriscos confeccionada en 1596 ya mencionada que aparecen tanto “Alonso
Valenciano” (en el cuarto lugar) como “Alonso de Valencia” (en la posición sesenta y cinco)41.
Aclarada esta duda, que despeja nuestras sospechas sobre la pericia de los párrocos a la hora
de anotar los nombres de los moriscos en los libros sacramentales, podemos centrarnos en Alonso
Valenciano. Su vinculación almeriense es clara: Alonso Valenciano fue padrino del hijo que nació del
matrimonio formado por Diego de Arévalo y Leonor de Careaga, apellido éste último que nos retrotrae
a una de las familias más importantes de la Almería morisca, presente en Sevilla42. En comparación con
la de su hermano Diego Valenciano, su familia fue menos extensa, sólo tuvo tres hijos. Su hija mayor,
Leonor, debió casar antes de 1589 con el también morisco García Pérez, pues ese año Alonso Valenciano
llamándolo “mi yerno” lo apoderaba para que cobrase todas las deudas que tenía pendientes, tanto en
Sevilla como fuera de ella43. En 1590, García y Leonor tenían un hijo, al que llamaron Alonso44, viviendo
la pareja en la misma casa de vecindad en la que habitaban Alonso Valenciano y Beatriz Valenciano, sita
en la calle Castilla, en la Almona del Jabón, es decir, detrás del castillo de la Inquisición y junto a otras
propiedades inmuebles de Alonso Valenciano45. En nuestra búsqueda en los libros de bautismo de la
parroquia de Santa Ana no hemos encontrado más hijos de la pareja de Alonso y Beatriz, no al menos en
los que aparecen explícitamente como moriscos. Sin embargo según el padrón de 1589 tuvieron al menos
hasta esa fecha dos hijos más, Diego, de 16 años, y Bartolomé, que había nacido en 158846. Este dato nos
pone en guardia sobre la posibilidad de que no todos los bautismos de moriscos fueran recogidos en los
libros, aunque también es posible que no fueran anotados como tales, o que hubiesen sido bautizados en
otras parroquias. Al enriquecimiento que nos ofrece el cruce de fuentes se añade el hecho de que se pueden
precisar otros factores, como la edad de los moriscos, puesto que en el padrón aparece Leonor Valenciana
con 15 años, cuando sabemos por su registro de bautismo que ya en 1589 tenía 24 años47.
Para 1585 Alonso Valenciano subarrendaba la llamada Huerta de Galdames por 65 ducados anuales,
un gran espacio con olivos, noria y alberca que se situaba junto al olivar del Moro48, lugar donde como
hemos indicado tenía sus hornos y tejar. Pero ya antes de 1589 Alonso debió hacerse con el arrendamiento
directamente de su propietario, la fábrica de la parroquia de Santa Ana. Por ello ya en el padrón de
1589 aparece ocupado como casero su hermano, Diego Valenciano. Junto a Diego habitaba su extensa

40  Padrón.
41  PÉREZ GARCÍA, R. M., FERNÁNDEZ CHAVES, M. F., “La gestión...”.
42  No era la única representante de la familia en la ciudad, puesto que en una relación de presos en el Santo Oficio de la
Inquisición hispalense correspondiente a 1597 aparece “Diego de Careaga morisco vezino de Sevilla porque se queria pasar a a
Berberia a ser moro, ratificados los testigos”, AHN, I, leg. 2075, exp. 6.
43  AHPSe, PNS, leg. 2392, f. 623r, 14-VIII-1589.
44  APSA, LB 14, 19-I-1590.
45  Padrón.
46  Padrón.
47  Sobre la posible subestimación de la tasa de hijos por mujer en el caso morisco analizando en concreto el caso de Sevilla, véase
FERNÁNDEZ CHAVES, M. F., PÉREZ GARCIA, R. M., En los márgenes... pp. 248-253. Véase también, FERNÁNDEZ
CHAVES, M. F., PÉREZ GARCÍA, R. M., “San Bernardo morisco: familia, ocupación del espacio urbano y movilidad de
una minoría en la Sevilla de Felipe II”, en Actas del IX Simposio Internacional de Mudejarismo, Teruel, 2009, pp. 809-820.
Un estudio modélico en este sentido, en el que parece que la superior esperanza de vida de los moriscos podía explicar su
ligeramente mayor tasa de natalidad en ANSÓN CALVO, M. del C., “Demografía diferencial de la minoría morisca: Una
aportación a su estudio”, Sharq al-Andalus, 18 (2003-2007), pp. 39-72.
48  La arrendaba a un tal Hernando Ribero de Galarza, habiendo Alonso de pagar el diezmo y rediezmo del arrendamiento,
en principio por un año. Alonso no tenía derecho a tomar el fruto de los olivares de la huerta, que quedaban para Galarza,
AHPSe, PNS, leg. 2379, f. 188r.

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RECONTRUCCIÓN DE FAMILIAS Y REDES SOCIALES EN EL SENO DE ...

parentela, que puede verse en el árbol genealógico. Diego mantenía un pleito en el Consejo de Población
para recuperar sus bienes en Almería, y otros moriscos confiaron en sus contactos y representantes para
que también se les pudieran devolver los bienes confiscados, y a principios de los años noventa su posición
social y económica animaba a otros moriscos a recurrir a él para que les representasen sus procuradores en
los distintos pleitos que sostenían con el Consejo de Población o con otras instancias judiciales. Él mismo
en 1590 daba un poder para que

“el pleito e causa que traigo e sigo en el dicho Consejo de Poblaçion para gozar de las
libertades que gozan los cristianos biejos y que me buelban mis bienes e hazienda que me fueron
secrestados quando la guerra de Granada y otras cosas que pretendo… e pedir e ganar provision
reçeptoria para hacer mi probança e sobre lo acordado en el dicho pleito en la çiudad de Almeria
y en otras partes y lugares destos reinos…”49.

Diego Valenciano debió estar relacionado con la familia que aparece en Almería con un homónimo
que murió antes de 1561, cuya viuda era Isabel Auchala, quien dejaba sus heredades en Mondújar en dicho
año a sus hijastros Martín, Alonso y Luis de Valencia50. Según un apeo de la Catedral de Almería efectuado
en 1555 sobre las tierras que arrendaba junto a la ciudad, este Diego Valenciano (llamado también “de
Valencia”) poseía 11 tahúllas de regadío en dos parcelas diferentes, compartiendo con su yerno Diego
el Pacxa parte de la heredad de la Calderona en el lugar de Santa Fe, correspondiéndole treinta olivos
grandes, cuatro higueras y tres limeras, quedando el regadío para el Pacxa51.
Según el padrón de 1589, Diego estaba casado con Leonor de la Torre, y tenía a su cargo a
sus hijos Agustín y Luis, además de a su nieto Diego, hijo de Agustín. Ya se habían independizado
Francisco y Rodrigo Valenciano, los vástagos más activos de la familia. La mayoría de los hermanos se
dedicarán a faenas agrícolas, pero como arrendadores e inversores, además de aportar su fuerza de trabajo.
La relación con labores agrícolas de regadío, que aprovechaban las fértiles huertas regadas con norias y
agua del Guadalquivir como la de Galdames no era desconocida ni mucho menos para Diego Valenciano,
si consideramos que era el mismo que arrendaba huertas al cabildo Catedral almeriense. Algo antes de
realizarse el padrón, en 1587, Diego Valenciano invertía en la puesta en explotación de otros espacios
agrícolas, como la huerta de la Bachillera, sita en la otra orilla del río, extramuros de la ciudad. Para ello
había suministrado el precio del arrendamiento anual, 145 ducados y 70 gallinas anuales a dos moriscos,
Lorenzo y Luis Pérez. Estos padre e hijo se comprometían a devolver el dinero en tres pagas hasta navidad
desde febrero, recuperando además un haza que había alquilado Valenciano a 6 ducados anuales, los
frutos de la huerta (habas y alcasel) y las cuatro bestias que tenían para el trabajo en la huerta52. Respondía
por tanto al otro perfil generalizado, el del morisco horticultor, que puede encontrarse también en otras
collaciones de los bordes de la ciudad, dotadas de numerosas huertas, como San Gil, San Bernardo, Santa
Lucía y Triana, entre otras, ocupadas por familias moriscas que cultivan dichas explotaciones de regadío a
través del arrendamiento53.
Francisco Valenciano debía ser su hijo mayor, y aparece como vecino contiguo a Diego en el padrón
de 1589, con 30 años y casado con Leonor de Avalos de 22, también morisca. El padrino de bautismo

49  PÉREZ GARCÍA, R. M., FERNÁNDEZ CHAVES, M. F., “La gestión...”


50  SEGURA DEL PINO, D., Agua, tierra y sociedad en el río de Almería. De la época Islámica a la Cristiana (s. XV-XVI),
Almería, 2000, p. 221.
51  Ibídem, pp. 346-347, 369. Fue además testigo en varios apeos, lo que indica su antigüedad en la zona. En 1541 aparece
Diego el Valenciano pleiteando en Huércal junto con otros vecinos moriscos por unos derechos de riego, ibídem, p. 145.
52  AHPSe, PNS, leg. 172, f. 624v-626r, 17-II-1587.
53  FERNÁNDEZ CHAVES, M. F., PÉREZ GARCÍA, R. M., En los márgenes... pp. 202-205, 224-227, especialmente. Y
también, ARANDA DONCEL, J., “Estructura de la población morisca en tres parroquias sevillanas. San Julián, San Román y
Santa Lucía”, Boletín de la Real Academia de Córdoba de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes, 96 (1976), pp. 77-84, y aquí, p. 83.

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de su penúltimo hijo, Francisco, sería su tío Rodrigo Valenciano54. Francisco y Leonor tendrían seis hijos
durante su matrimonio55. Anteriormente debió estar casado con otra morisca, Violante Martínez, de la
que tuvo un hijo en 158256. Francisco era ollero, y en 1583 se obligaba junto al trabajador cristiano viejo
Benito Díaz, a trabajar para un posible pariente de éste, Antonio Díaz, como cocedores en sus hornos
para la temporada del año siguiente. Ganarían dinero según la cantidad de vasijas cocidas, además de 24
ducados de los que 12 ya se les habían adelantado57. No estamos seguros si fue el mismo Francisco de
Valencia que en 1597 pasó una temporada en las cárceles del Santo Oficio, por suplantación de uno de sus
agentes58. No obstante estos posibles problemas con la Inquisición, Francisco Valenciano conservaría en sus
manos las tierras que la familia venía arrendando y que constituían el espacio con el que se identificaban.
De esta manera en 1610 los jueces de la comisión que se encargaba de liquidar las propiedades y los
arrendamientos de los moriscos, enviaban a Madrid un extracto de las mismas, por el que sabemos que
Francisco Valenciano poseía,

“dos aranzadas y media de tierra calma en el pago de Juan Chico, realengas, arrendadas a
Antonio Groso, casas y huerta de por vidas que llaman de Galdames” además de “trescientos pies
de aceitunos gordales en la huerta y el olivar del Moro propiedad de Santa Ana, pagados los reditos
hasta fin de 1609”59.

Así pues, parece que aunque en un principio Francisco se inició en el negocio de la ollería, en
algún momento lo dejó para ocuparse de las tierras en las que vivía su padre Diego, y se acabó haciendo
cargo del complejo fabril del pago de Juan Chico y el Olivar del Moro en 1592. Francisco amplió su
inversión en tierras y arrendó unos pagos de viña cerca de los aquí mencionados en 159760.
Desprenderse de unos bienes raíces que se tenían en calidad de arrendamiento constituía un
problema dado que no se amortizaba la inversión que garantizaba su posesión, en este caso, por dos vidas.
Francisco, que sólo en esta escritura es presentado como “de los naturales del reyno de Granada”, no tuvo
más remedio que hacer dejación de sus casas y huerta en algunos vecinos de confianza, que garantizasen
el pago de la renta y amortizasen el tiempo que quedaba de arrendamiento. Primero escrituró la dejación
de la casa, huerta y olivares “en la dicha Triana... con cargo de las labrar e reparar e beneficiar y hacer las
labores... que dijo tiene hechos” en Melchor de Cabrejas, vecino de Triana, y la otra vida que tenía quedó
para la mujer de éste. Estaban apreciadas en 25.000 mrs. anuales, explicando que todo sería efectivo,
“despues parta destos reynos e no poder acudir a la administracion de las dichas casas e olivar e huerta y
por no aber podido hazer el dicho trespaso conforme a las condiciones del contrato”, quedando por el
momento en manos del mayordomo de la fábrica parroquial de Santa Ana, Hernando de Medina, uno
de sus clérigos presbíteros61. La dejación en el mismo Medina de las tierras nos informa de su valor, en
arrendamiento anual por 32.200 mrs., casi 1.000 reales, dato que nos aleja definitivamente de la imagen
del morisco sufridor y habitante permanente en la pobreza, y que nos sitúa más bien frente a un morisco

54  APSA, LB, 14, 9-IV-1606.


55  Bartolomé, Luis, Ángela, María, Francisco y Diego, APSA, LB 14, 18-III-1593, 2-VI-1596, 14-XII-1599, 18-XII-1601,
9-IV-1606, 10-IX-1608, respectivamente.
56  Martín, que no debió sobrevivir, APSA, LB, 14, 18-III-1582.
57  AHPSe, PNS, leg. 2375, f. 924v, 4-XII-1583.
58  En 1597 tendría cerca de cuarenta años, y según la correspondencia del tribunal del Santo Oficio de Sevilla estaba preso en
sus cárceles un tal “Francisco de Valencia morisco... porque ayudo a una prision y secresto con recaudos falsos en nombre del
sancto offiçio, recibido a prueba”. AHN, I, leg. 2074, exp. 6, relación de presos de 1597.
59  AGS, E, leg. 220.
60  En 1597 arrendó a Mateo Sánchez Peredo una aranzada de viña al Pago del Villar “en la vega de Triana”, por tiempo de un
año y en precio de 14 ducados, Sevilla, 7-I-1597, AHPSe, PNS, leg. 16130, f. 13r.
61  AHPSe, PNS, leg. 5015, f. 535, Sevilla, 3-II-1610.

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RECONTRUCCIÓN DE FAMILIAS Y REDES SOCIALES EN EL SENO DE ...

propietario de medios de producción, que diversifica a nivel familiar sus inversiones utilizando de forma
continuada un mismo espacio para desarrollar sus actividades fabriles al tiempo que se explota la tierra en
base al trabajo especializado como hortelano62.
Después declaró dejar la

“hacienda que tiene su huerta, tierra y olivar con una casa y anoria e lo demas que le
pertenece que es de la dicha obra pia y se dice la huerta de Galdames y el olivar del Moro en que
puede haber tres aranzadas de guerta y otras tres de calma y 300 pies de olivos, mas o menos, que
esta en la salida de Triana”,

por su vida y la de un heredero63. Valenciano arrendó la hacienda en 1592, y para ello tuvo que
atenerse a varias condiciones. Para comenzar con el arrendamiento la obra pía de Santa Ana le prestó
100 ducados que serían reembolsables en distintos plazos. Seguramente en 1605 Francisco Valenciano
atravesaba dificultades económicas, puesto que en dicho año los administradores de la obra pía le rebajaron
el arrendamiento anual a 25.000 mrs., a condición de que se comprometiera a invertir 500 ducados
en la reparación y mantenimiento de las casas y la infraestructura de regadío. Pero en 1610 Francisco
Valenciano no había podido satisfacer esta cantidad, por lo que un examen de alarifes dictaminó que
sólo había invertido 200 ducados y recomendó el desembolso de al menos 1.400 reales para realizar
reparaciones de urgencia64. Al tener que deshacerse de aquella manera tan inmediata de la huerta y quedar
al descubierto los reparos para los que todavía le quedaba el tiempo de su vida y la de un heredero indicaba
no sin amargura que,

“como son vienes e hazienda de la dicha fabrica en que yo no tengo ni me queda parte
ni derecho alguno y la propiedad de las dichas casas y olivares y huerta es de la dicha fabrica... y
solo tenia el beneficio y administracion della durante el tiempo del dicho mi arrendamiento y las
dihcas casas y olivares no valen ni ganan hoy la renta que yo por ellas pago a la dicha fabrica por
donde me son de ningun provecho y ansi desde luego me desisto y aparto de el derecho... que
tenga...”.

Gracias a esta valoración sabemos que esta “hacienda” de la Huerta de Galdames, tenía dos
plantas, una de ellas con un corredor-mirador con postes de madera y pequeñas columnas “pilaretes”,
que necesitaba nuevos “paños de barandas”. Los reparos más urgentes se referían a los techos de madera
(arreglo de las alfarjías y tejados) así como el solado de las habitaciones, y los quicios de puertas y ventanas.

62  Algo muy frecuente entre los contratos de arrendamientos de huertas en la ciudad durante la segunda mitad del Quinientos,
como es el caso del morisco Baltasar Rodríguez que arrendaba por 140 ducados anuales “una huerta con su casa y dos hazas, una
de ellas con 12 aranzadas. El morisco es hortelano, pero o bien su condición económica estaba por encima del nivel humilde
de la mayor parte de los moriscos sevillanos, o bien se hacen cargo de esta finca con la intención de explotarla posterioremente
junto con otras personas, tal y como hemos comprobado que era común en los arrendamientos rústicos en los que los moriscos
intervienen como arrendatarios”, como nos enseña, CARPIO ELÍAS, J., “Las parcelas de policultivo en la agricultura sevillana
de la Edad Moderna”, Archivo Hispalense, 279-281 (2009), pp. 11-26.
63  Los terrenos de policultivo en Sevilla solían combinar cereal, olivo y viña, “a los que se suman las huertas”, si bien en
nuestro caso aparece en la clasificación de Carpio Elías la de “Olivar y otros” sólo en un 7% de los contratos de arrendamiento
que dicho autor ha analizado, concentrándose muchos de ellos (el 78% de los contratos analizados) en el cinturón verde de
la ciudad, del que formaba parte Triana. Por otro lado, dentro de la práctica generalizada de arrendamientos de parcelas de
policultivo a corto plazo, parece que las instituciones eclesiásticas como la parroquia de Santa Ana preferían, como en nuestro
caso, los arrendamientos por dos vidas, sobre todo en el caso de parcelas de tierra calma y olivar. Cfr. CARPIO ELÍAS, J., “Las
parcelas...”, pp. 24,13-14,17, 22.
64  AHPSe, PNS, leg. 5015, f. 584r-592r, Sevilla, 19, 26 y 27-I-1610.

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Fuera, era preciso reparar el pilar, reforzar la alberca y poner a punto la noria que alimentaba la huerta65. La
casa-huerta que había sido habitada durante dos generaciones por los moriscos del reino de Granada y que
había constituido su último hogar en la Península quedaba como último vestigio de su paso por la ciudad.
El tío de Francisco, Rodrigo Valenciano, al que llamaremos “el viejo” para evitar confusiones con
sus sobrinos, se casó dos veces. La primera con María de Avalos, quien le dio dos hijos entre 1580 y 1582,
Diego y Martín66. La vinculación con los Avalos era importante para los Valenciano, como hemos visto
por el matrimonio de Francisco Valenciano.
Se volvió a casar ca. 1583 con María de Montano, siendo el padrino el padre de Rodrigo, Diego
el viejo, y testigo, entre otros muchos, el morisco hortelano Diego Martín, y el pariente de éste, Pedro
Martín67. El casamiento de Rodrigo con María de Montano supuso el traslado de aquel a donde vivían
la familia de su mujer, la Huerta del Mariscal, junto a sus suegros68. Este enlace, hasta donde sabemos,
fue el primer anudamiento consistente entre los Valenciano y los Montano, que daría buenos resultados
a ambas familias. El testigo de la boda, Diego Martín se casó con la hija de Isabel de Montano, Isabel de
Haro, y ambos tuvieron cinco hijos, uno de los cuales, Luis Sánchez, de oficio labrador, casaría a su vez
en 1603 con Constanza de Valenciano y de Montano, una de las hijas que Rodrigo Valenciano tendrá con
María de Montano69, preservando con este bucle y matrimonio en cuarto grado de consanguinidad parte
de los bienes familiares. La dote que llevó Constanza fue de 3.019 reales en bienes muebles entre ropa de
casa, ropa y joyas, mientras que las arras aportadas por Luis Sánchez ascendieron a la nada despreciable
suma de 880 reales, cantidades éstas que nos indican la posición acomodada a la que habían llegado estos
moriscos hortelanos70. En 1605 Constanza y Luis tendrían en 1605 un hijo, llamado Martín71. El tener
tantos hijos que llegaran a la edad adulta propició la elaboración de estrategias que permitiesen multiplicar
las alianzas. Por un lado los casamientos recurrentes daban la posibilidad de acercar ramas familiares, y
esta aproximación podía permitir a los moriscos el abrirse a otros lugares. Así un hijo de Rodrigo, Diego,
manifestaba en 1600 ante el juez y vicario del arzobispado el Doctor Jerónimo de Leyva, su intención de
casarse con una morisca de Cantillana, localidad situada al Norte de Sevilla, indicando que

“Es natural de la ciudad de Sevilla en Triana, hijo de Rodrigo Valenciano y de María de


Avalos, nació en Triana y en ella se ha criado sin haber fecho ausencia a parte alguna y no esta
casado de palabra de casamiento ni ha entrado en religión ni tiene impedimento para casarse”.

Los testigos fueron el ollero morisco Luis Hernández, y el tratante y morador en el Turruñuelo
(cerca de los tejares de Triana) García Pérez. Éste último no era sino el marido de Leonor Valenciana, y por

65  AHPSe, PNS, leg. 5015, f. 587r-589r.


66  APSA, LB 10, 6-I-1580 y LB, 4-III-1582.
67  APSA, LM 3, 11-IV-1583.
68  Según los registros parroquiales María de Montano había tenido una hija con su primer marido, Diego Hernández, el 7-IV-
1579, APSA, LB 10.
69  Ambos tendrían además a Francisco, nacido ca. 1584 (Padrón), a Constanza, nacida el 3-XI-1586 (APSA, LB 13), a Leonor,
nacida justo después de que se relizara el padrón, en 30-IX-1589, a Isabel, nacida el 31-I-1592, otra Leonor, seguramente
porque la hermana mayor habría fallecido, dada a luz el 7-IX-1599, y Ana, nacida el 23-II-1603, APSA, LB 14.
70  AHPSe, PNS, leg. 16152, f. 306r-309r, Sevilla, 22-XI-1603. No olvidemos que para un entorno rural cercano como el de
Lebrija el 64% de las dotes no pasaba de los 50.000 mrs., mientras que ésta, otorgada entre labradores y hortelanos, llega a los
102.646 mrs., sin contar las arras, que ascendían a 29.920 mrs. Sobre la dote en Lebrija y otros núcleos cercanos, NÚÑEZ
ROLDÁN, F., “Compromiso matrimonial, dote y ajuar femenino en el Bajo Guadalquivir (1513-1556)”, Archivo Hispalense,
279-281 (2009), pp. 127-139, aquí, p. 133.
71  APSA, LB 14, 11-IX-1605. En el asiento del bautismo Luis Sánchez aparece como “Luis Martín” tomando el apellido de
su padre, manifestando además la continuidad familiar en el nombre de su hijo. Este ejemplo llama de nuevo la atención sobre
la variabilidad de los apellidos y la importancia del cruce de fuentes para poder establecer las relaciones familiares entre los
moriscos.

Historia y Genealogía Nº2 (2012) | 65


RECONTRUCCIÓN DE FAMILIAS Y REDES SOCIALES EN EL SENO DE ...

tanto yerno de Alonso Valenciano el tejero y tío segundo del joven Diego Valenciano72. De nuevo aparecen
como padrinos miembros de la parentela de los Valenciano y en el caso de Luis Hernández, un posible
socio en los negocios de la ollería y fabricación de materiales de construcción. Diego Valenciano el joven
se marchó a vivir a la comunidad de Castilblanco, y allí le sorprendería la expulsión, siéndole confiscada
una sementera de tres fanegas de cebada y una fanega y media de trigo en 161073.
Sabemos poco de Luis Valenciano. Vendió al atahonero Gonzalo Rodríguez un mulo por 20
ducados en 1590. Si el párroco lo recogió como Luis de Valencia puede ser el que aparece casado con
María de la Torre (familiar por tanto de su madre, Isabel de la Torre) con quien tuvo dos hijos, Isabel y
Diego74. En 1603 aparece como ollero, y subarrienda una casa al tratante y vecino de Triana Francisco
Gutiérrez, en la calle de las Cadenas por dos años y cuatro meses a 20 reales anuales75.
Agustín Valenciano, más joven que sus otros hermanos, constituyó junto con Rodrigo el otro
puntal de la estrategia familiar de acercamiento con otras familias almerienses. De esta manera en 1590
salía de la casa familiar, al casarse con Jerónima Marín, morisca residente en Córdoba y que se había
trasladado con su hermano Luis Valenzuela, “morisco morador en la ciudad de Cordoba en casa e servicio
de Diego de Cordoba” a Sevilla para buscar el entronque con los Valenciano. Como declara su hermano
en la carta de dote y arras, era “hija legitima de Francisco Marin y de Leonor Lopez su mujer ya difuntos
naturales que fueron del reino de Almeria”, aportando una dote de 1.710 reales en ropas y joyas76. Ambos
tuvieron un hijo llamado Diego, quien en 1602 se había convertido en un hombre de 21 años, y casó
con la morisca María de Ávila. Su primer hijo se llamó Rodrigo en honor de su tío, siendo los padrinos
los abuelos de la criatura77. La pareja tuvo en 1604 a Francisco, y en 1606 una hija, Constanza78, como se
llamaba su tía, nieta de Rodrigo Valenciano el viejo.
Es importante reseñar que no hemos encontrado aún ninguna vinculación familiar directa
entre estos Valenciano y el núcleo criptoislámico formado en torno al mercero de 48 años llamado Juan
Valenciano y su mujer, quienes fueron detenidos por la Inquisición entre 1609 y 161079. Conocemos
la existencia de un Juan Valenciano que en 1597 es capataz del morisco Martín de Cabrera, para el que
organizaba el acarreo de madera de palma para ser usado como combustible en los hornos de cocer teja y
ladrillo de aquel80. Aparece también un Juan Valenciano como padrino en dos bautismos de moriscos, sin
que tengamos, por ahora, mayor información al respecto81.

72  La información en el Archivo General del Arzobispado de Sevilla, Matrimonios, leg. 406, prestándose el juramento el 11-
I-1600.
73  FERNÁNDEZ CHAVES, M. F., PÉREZ GARCÍA, R. M., “Los moriscos de las sierras de Constantina y Aroche a través
de sus bienes. Los casos de Constantina, El Pedroso y Castilblanco”, Archivo Hispalense, 282-284 (2010), pp. 247-266.
74  APSA, LB 14, 25-VIII-1603 y 29-VII-1606.
75  AHPSe, PNS, leg. 16151, f. 101r, 27-VIII-1603.
76  AHPSe, PNS, leg. 2395, f. 25r y ss.
77  Recordemos, Agustín Valenciano y Jerónima Marín, APSA, LB 14, 30-XI-1602.
78  APSA LB 14, 25-II-1606.
79  Grupo formado esencialmente por personas mayores de 40 años, en su mayoría mujeres, artesanos y tenderos. Juan
Valenciano poseía un Corán y como indica Boeglin, tenía un buen conocimiento de la fe islámica, cfr. BOEGLIN, M.,
“Conjonction des pouvoirs et désarticulation des réseaux de croyants: les morisques à Séville (1560-1610)”, en BARBAZZA,
M. C., HEUSCH, C., Actes du colloque international, Familles, Pouvoirs, Solidarités (XVe, XVIe siècle), Montpellier, 2002,
pp. 237-263, concretamente las pp. 257-259. Véase también, FERNÁNDEZ CHAVES, M. F., PÉREZ GARCÍA, R. M.,
“Expulsados en tierra extraña. El destino de los moriscos almerienses en Sevilla”, Farua. Revista del Centro Virgitano de Estudios
Históricos, 9-10 (2006-2007), pp. 69-84.
80  Se comprometía con el el vecino de San Gil y carretero Juan del Valle, debiendo traer la madera desde Guillena, AHPSe,
PNS, leg. 16130, f. 314r.
81  APSA, LB 14, 8-XII-1591 y 4-X-1592.

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Manuel F. Fernández Chaves y Rafael M. Pérez García

2.1.2. Los Montano


Los Montano constituyen otra familia bien estructurada en Triana, cuyos principales integrantes
ocupan, al igual que los Valenciano, una serie de espacios contiguos que les proporcionan cohesión.
La generación más antigua era la de Francisco Montano, que como Diego Valenciano, tiene, según el
Padrón sesenta años en 1589, así como también su mujer, Beatriz Montano. No debían tener una mala
situación económica, habida cuenta de que hasta 1594 fueron propietarios de otra casa distinta de donde
habitan según el citado Padrón, sita en el Barrionuevo (también en Triana), que vendían en dicho año
a dos cristianos viejos por el nada irrisorio precio de 240 ducados, pagados en reales de plata82; en dicho
documento Francisco Montano firma, algo bastante raro entre los moriscos. El hijo de ambos, Diego
Montano, estaba casado con una morisca llamada María Marín83. Esta Marín debió tener posiblemente
una relación familiar con Agustín Marín, reconocido ollero en Triana, que ya registrase Gestoso84, y ambos,
Agustín y Diego, aparecen entre los principales encabezados de la renta de los olleros en 160385. Por otro
lado, ya hemos visto cómo una pariente de Francisco y Beatriz, Isabel de Montano, era la suegra de
Rodrigo Valenciano. Consideramos que estos Montano eran de Almería, no sólo por su vinculación con
los Valenciano y los Marín, sino también porque este apellido forma parte del de algunos de los moriscos
que se quedaron en aquella ciudad86, y a su vez Bernard Vincent ya se hizo eco de dicha permanencia en
trabajo anterior87, y por su parte Dolores Segura nos informa de que algunos Montano habían conseguido
permanecer en la ciudad de Almería todavía en 1572, Diego y Luis, que tenían “en la colación de la Iglesia
Mayor tres casas y una tienda”88.
En la Casa de Francisco Montano habitaban pues su mujer, sus hijos Diego y Martín, y sus esposas,
además del matrimonio formado por García Hernández y su mujer Beatriz Hernández, según el padrón
de 1589, que también nos informa de que todos los habitantes de la casa eran olleros. El hijo mayor
de Francisco, Diego, llegó a tener seis hijos, de los cuales cuatro aparecen en el Padrón, pero no están
registrados en los bautismos, de donde hemos contado dos más (Lorenzo y Gaspar), coincidiendo los
bautismos con el Padrón en sólo una niña, Beatriz89. Como en el caso de Alonso Valenciano, el tamaño
de la familia morisca aumenta cuando se cruzan los censos con los libros de bautismo, hecho que de
nuevo pone en cuestión la fiabilidad tanto de los libros sacramentales como de los censos para establecer
conclusiones definitivas sobre el tamaño de las familias y sus integrantes. Parece que sólo el cruce de
fuentes y el análisis dinámico de poblaciones puede paliar un tanto las limitaciones propias de las fuentes
de la era preestadística. De hecho para otros miembros de la familia Montano, es complicado aclarar
su posición en los árboles genealógicos, debido a la falta de información sobre ellos en los protocolos
notariales, como dotes o escrituras en las que apareciesen los dos cónyuges, puesto que las homonimias y
los datos contradictorios de las fuentes censales y parroquiales quedan, en algunos casos como insolubles,

82  Concretamente al labrador Álvaro Muñoz y a su mujer Leonor de Olivos, y que Francisco Montano había comprado del
ollero Antonio Romero y de su mujer Francisca de los Ángeles, quienes, aunque no aparezcan como moriscos en los bautismos
(APSA, LB 11, bautismo de Beatriz, 26-VIII-1582, su padrino será el rico ollero Juan Gascón) serán padrinos de los hijos del
matrimonio morisco formado por Hernando de Baena (también ollero) y Leonor de Aguilar (APSA, LB 12, 18-III-1582, 12-
12-1583). AHPSe, PNS, leg. 2405, f. 444r, 9-III-1594.
83 Todos estos datos se encuentran en el Padrón. Sus hijos fueron: Lorenzo, que nació en 13-II-1581, APSA, LB 11, Leonor,
el 14-IX-1586, APSA, LB 13 y Gaspar, 25-I-1594, APSA, LB 14.
84  GESTOSO PÉREZ, J., Historia... p. 421.
85  AHPSe, PNS, leg. 16150, f. 175r.
86  MUÑOZ BUENDÍA, A., “Supervivencia de la población...”, pp. 515-516.
87 VINCENT, B., “Los moriscos que permanecieron en el Reino de Granada después de la expulsión de 1570”, en VINCENT,
B., Andalucía en la Edad Moderna: economía y sociedad, Granada, 1985, p. 275.
88  SEGURA DEL PINO, D., “Solidaridad y signos de identidad de la población morisca de Almería”, Sharq al-Andalus, 14-15
(1997-1998), pp. 245-261, y aquí, p. 247.
89  Quien casaría en 1597 con un tal Lorenzo Pérez, APSA, LM 3, 29-¿?-1597. De ambos no se dice que eran moriscos.

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RECONTRUCCIÓN DE FAMILIAS Y REDES SOCIALES EN EL SENO DE ...

al menos en el estado actual de nuestra investigación90. Como veremos en seguida, este problema se
agudiza en el caso de los Marín.
Si en 1589 “el Valenciano” (suponemos que Alonso) acudía a llevar adelante los negocios de su
comunidad, en 1600 sería el turno de los Montano de hacer lo propio frente a las autoridades cristianas,
como nos comenta Francisco de Ariño, en un pasaje bien conocido por la historiografía, cuando el 16 de
mayo de aquel año,

“amaneció en Triana en Señora Santa Ana, un aviso en que decia que se querian levantar
los moriscos de esta ciudad de Sevilla con los de Córdoba, y cómo García Montano, con otros
cristianos nuevos fueron a casa del Asistente a rogar por ellos, y mandó echar bando que ninguna
persona fuese osada a decir ni hacer mal a los moriscos”91.

Según el padrón de 1589, García Montano era un joven morisco de 20 años en 1589, que vivía
en la calle Castilla en la Almona del Jabón con su mujer Isabel Fernández92. Tuvieron dos hijos, Francisco
y Diego, en 1590 y 159493. El padrón nos informa de la existencia de otro García de Montano, casado
con una cristiana nueva llamada María Méndez94, pero dudamos de que sea este porque sabemos que el
tendero era el García Montano casado con Isabel Fernández.
García Montano se dedicaba a los abastos y tenía tienda abierta en el Altozano de Triana. En
otro lugar ya indicamos la relación de éste García Montano con el fiscal de la Inquisición, el licenciado
Gil de Escobar, a quien había puesto en contacto con otros moriscos tenderos y especieros quienes
le suministraban diversos productos que revendía sin la alcabala, amparándose en el privilegio de los
ministros de la Inquisición para no pagarla. Montano se quejaba a la comisión encargada de investigar la
actuación de Escobar diciendo que

“de que siendo el, el que le a buscado los dichos moriscos para que le comprasen las dichas
cosas, no le avia hecho bien con el, pues en los prescios no le abia hecho mas baja a el, que a los
demas que el le buscava para las dichas compras”95.

En aquel momento nos preguntábamos si este García Montano sería el mismo que aparecía en
el aviso de 1600, y hoy en día pensamos que es muy probable que lo fuera. Y precisamente la extorsión
y manejos que el fiscal y otros miembros del Santo Oficio pudieron estar detrás de aquel aviso de
levantamiento, puesto que la causa abierta contra el fiscal Escobar comenzó en marzo de 1600, y en mayo
se dejó vista para sentencia. Sea como fuere, García Montano no era, desde luego, el único miembro de
la familia relacionado con el Santo Oficio, puesto que su pariente Diego Montano contó como padrino
de bautismo de su hija Leonor con el secretario de dicha institución, Antonio de Zarauz96. El hijo de
éste, Antonio de Zarauz y Figueroa, sería a su vez padrino del último hijo de Diego Montano (que
presumimos hermano de García), bautizado como Gaspar, en 1594. Este García de Montano parece

90  Así, según el libro de bautismos 14 del APSA, hay una María Montano casada con un tal Martín Mejía, matrimonio que
vuleve a tener un hijo años más tarde, y de los que sólo tenemos esta noticia, sin que aparezcan en el padrón. Asimismo, hay
un Luis Montano casado con una María Hernández que tampoco conocemos a través de otra fuente.
91  FRANCISCO DE ARIÑO: Sucesos de Sevilla, de 1592 a 1604, Ayuntamiento de Sevilla, Sevilla, 1993, p. 112.
92  Padrón.
93  Para Francisco, APSA, LB 14, 10-VI-1590. El nombre de Francisco debió ser por su abuelo, Francisco Montano, siendo su
padrino el morisco Alonso Venegas. Para Diego, véase APSA, LB 14, 13-XI-1594.
94  APSA, LB 14, 12-XII-1591. Su hija se llamó Francisca, siendo su padrino el vecino de Omnium Sanctorum Jerónimo
Gutiérrez.
95  FERNÁNDEZ CHAVES, M. F., PÉREZ GARCÍA, R. M., En los márgenes... pp. 312-313.
96  APSA, LB 13, 14-IX-1586. Sería precisamente el escribano en la causa contra Gil de Escobar, AHN, I, leg. 2073-I, exp. 2.

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Manuel F. Fernández Chaves y Rafael M. Pérez García

pues haber gozado de un gran ascendiente sobre los moriscos de Triana y Sevilla, quizá precisamente por
sus íntimas conexiones con algunos miembros del Tribunal local de la Inquisición. Lo cierto es que no
sólo Ariño recoge su importancia, sino que ésta se manifestó en 1601 cuando encabezaba una nómina de
conversos que “por nos y en nombre de los demas vezinos que somos de esta ciudad de Sevilla y Triana”,
apoderaba al escribano del rey, Damián Pérez Galindo, para que les representase en la Corte para todas las
causas que fuese necesario97. No aparecen en esta nómina los Valenciano, pero sí los Marín (Francisco y
Pedro), Luis de Valenzuela, cuñado de Agustín Valenciano, y otros moriscos importantes de la collación
y de fuera de ella, así como alguno de Comares, población malagueña de la que también un nutrido
grupo de sus habitantes se asentó en la ciudad y entorno de Sevilla98. No obstante, este lugar preeminente
ocupado por García Montano en la comunidad morisca fue al parecer momentáneo, puesto que no estuvo
entre los firmantes de otros documentos mucho más trascendentes para los neoconversos, concretamente
en los poderes que se dieron para que se representase en la corte a todos los moriscos de Sevilla y Triana,
y otro para aprobar el servicio de los 220.000 ducados de 159699. Por todo ello nos inclinamos a pensar
que este García Montano ocuparía en todo caso un papel importante en Triana, pero no así al otro lado
del río, donde son otros hombres, dedicados fundamentalmente al comercio de telas y sedas, así como a
la especiería, quienes parecen tener un importante rol político de cara a la representación comunitaria100.
Otra parte de la familia, que casa con los hortelanos moriscos apellidados “Martín”101, al igual que
los Valenciano (matrimonio de Constanza Valenciano con Luis Sánchez Martín), habitaba en el entorno
de una gran huerta, en este caso la del Mariscal (también de manera similar a la de los Valenciano). Allí
convivían con otras familias, como la formada por Beatriz de Arroyal y su marido Luis de Haro, que no
podemos dejar de poner en relación con el apellido del marido de Isabel de Montano, suegra de Rodrigo
Valenciano, y que vivía junto con éste y su mujer, en la casa contigua102. Al igual que los Marín, otros
moriscos con el apellido Montano vivían por la ciudad, aunque no hemos podido establecer si tenían
alguna relación con los Montano de Triana103.

2.2.3. Los Marín


Hoy por hoy es muy difícil aclarar las relaciones familiares de los Marín, debido a que hubo
muchos moriscos así apellidados, y es muy complejo analizar las relaciones familiares que establecen entre
ellos y otros moriscos. En este sentido es muy interesante constatar cómo tanto los Valenciano como los
Montano entroncaron con moriscas así llamadas, buscándolas incluso en localidades fuera de Sevilla,
como es el caso ya visto de Agustín Valenciano y Jerónima Marín.
A la altura de 1589, convivían dos generaciones de los Marín en la ciudad: una que frisaba los
sesenta años, y otra más joven, que estaría formada por adolescentes al tiempo de la deportación. Los
más viejos de los Marín vivían en las Casas de Montiel, muy cerca de la Huerta de Galdames, y por tanto
de las casas y huerta que se habían convertido en el nuevo solar de los Valenciano. El mayor era “Diego
Marín el viejo”, casado con Elena de Jaén, y según el padrón tenían una hija, Isabel. En las casas contiguas
vivían los que parecen ser los hijos mayores de la pareja, el herrero Francisco Marín, casado con Leonor
de Castañeda, con una hija, Inés, Lorenzo Marín, casado con María Hernández y María Marín casada

97  AHPSe, PNS, leg. 16141, f. 590.


98  FERNÁNDEZ CHAVES, M. F., PÉREZ GARCÍA, R. M., En los márgenes... pp. 147-152, etc.
99  PÉREZ GARCÍA, R. M., FERNÁNDEZ CHAVES, M. F., “La gestión...”.
100  Ibídem.
101  Uno de los Martín, Diego, fue uno de los firmantes de una protesta para que el juez de la Iglesia no los multase por no
acudir a los servicios religiosos, FERNÁNDEZ CHAVES, M. F., PÉREZ GARCÍA, R. M., En los márgenes... p. 356.
102  Padrón.
103  Un Benito Montano en Omnium Sanctorum, en “casa de Doña Luisa” sita en la barrera de Alvar Negro, y un tal Luis
Montano en la calle Enladrillada, Padrón.

Historia y Genealogía Nº2 (2012) | 69


RECONTRUCCIÓN DE FAMILIAS Y REDES SOCIALES EN EL SENO DE ...

con Diego de Ayala104. Las velaciones de este matrimonio se habían producido en 1578, y habían sido
los padrinos nada menos que Alonso y Beatriz Valenciano, lo que muestra que la proximidad física en la
habitación de las familias Valenciano-Marín no era sólo una casualidad. Además el matrimonio entre una
Marín y un Ayala no era tampoco una casualidad.
Otra rama de los Marín, cuyo origen desconocemos, formada por los hermanos Bernardino,
Alonso e Isabel, matrimonió con la familia de los Hurtado en dos ocasiones. Isabel casaría con Alonso
Hurtado, mientras que uno de los hijos de Bernardino, Pedro Marín, lo haría con la posible sobrina de
Alonso Hurtado, Francisca Hurtado, hija de Luis Hernández y de María Hurtada. Pedro recibió en la dote
2.401 reales, aportando de capital en arras 550 reales, unos 18.700 mrs.105. Este Luis Hernández, ollero de
profesión y que no debe confundirse con tres homónimos (uno el cerero106, los otros dos el “despensero”
y el “buñolero”107) aparece como testigo en varios momentos importantes tanto de los Valenciano como
de los Montano, y aunque en el padrón de Granada de 1561 y la visita al Albaicín de 1569 aparece un
morisco así llamado, su papel como ollero y propietario de inmuebles en Triana necesita aún de una
investigación de mayor calado para aclarar su relación con los Marín, Montano y Valenciano. En cualquier
caso habrá que aclarar en el futuro las vinculaciones familiares exactas de estos Marín de Sevilla con sus
homónimos almerienses de los que ya trataran en su momento el padre Tapia y Muñoz Buendía, entre
otros.


3. Conclusiones y perspectivas

En este trabajo nos hemos centrado en la reconstrucción de familias y de ambientes sociolaborales


de algunos moriscos no pertenecientes a las élites del reino de Granada estudiadas en otros trabajos. La
presencia de miembros de dichas élites en la ciudad de Sevilla, como los Muley, fue un hecho en la ciudad,
si bien hasta ahora ha sido muy difícil encontrarlos de una manera activa108, aunque hemos investigado el
auge social y económico de otros moriscos que ocuparon desde el mundo comercial importantes espacios
de representación de la comunidad local como fueron Alonso Hernández de Represa y Alonso Hernández
Camit109. Aquí nos hemos centrado en estos hombres “nuevos” que consiguieron rehacer su existencia lejos
de la tierra que les vio nacer, y además formaron parte de los más señalados nombres de la comunidad en
el exilio.
En cuanto a las estrategias familiares no podemos decir que se diferenciasen de las de los cristianos
viejos salvo en el mantenimiento de los vínculos de paisanaje con la inclusión de miembros de las familias
Marín y Montano en la parentela de los Valenciano, y, por supuesto, la práctica de una importante
endogamia que no dejaba espacio a los cristianos viejos. No obstante éstos moriscos no dejarían de
buscar nuevas alianzas que les permitieran ampliar lo máximo posible sus relaciones con otros moriscos
de la ciudad, como es el caso de los casamientos de Francisco y Rodrigo con dos hermanas Avalos. Esta
vinculación sería fuerte, puesto que en 1605 Francisco Valenciano solicitaba el aval de Luis de Avalos,
tendero en San Vicente, para obtener una baja en el arrendamiento de la huerta de Galdames. Su otro fiador,
Luis Hernández, era un ollero de profesión, también morisco, que aparecía como testigo en el matrimonio

104  Padrón.
105  AHPSe, PNS, leg. 16130, f. 240r, 1-II-1597. Los testigos fueron los moriscos García Hernández y Martín de Cabrera.
Pedro Marín firma.
106  Muy habitual en el oficio del escribano, como por ejemplo en AHPSe, PNS, leg. 2401, f. 81r.
107 Tal y como firman en el poder general que dan al escribano Damián Pérez Galindo con otros moriscos y liderado por
García Montano en 1601.
108  PÉREZ GARCÍA, R. M., FERNÁNDEZ CHAVES, M. F., Las élites moriscas... en prensa.
109  En nuestro trabajo, “Gestión de la fiscalidad...”, en prensa.

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Manuel F. Fernández Chaves y Rafael M. Pérez García

de Rodrigo el joven, como hemos visto110. Los lazos familiares, anudados a través del matrimonio y el
padrinazgo, constituían un elemento esencial que tendía a reforzar las relaciones endogámicas del grupo.
Pero más allá de la endogamia, no encontramos rasgos esencialmente distintivos, al menos en los casos
analizados, si bien es cierto que salvo algunas excepciones, el comportamiento familiar morisco a largo
plazo no ha sido singularizado a través de estudios monográficos de manera regular111. Precisamente en otro
trabajo tuvimos ocasión de demostrar cómo la institución de la dote femenina y masculina entre moriscos
que se daba en la Granada del Quinientos y que conservaba parte de las donaciones matrimoniales típicas
del mundo andalusí112, sufrió una transformación importante al perderse no sólo gran parte de la cultura
material que se intercambiaba en las dotes, que se transformó radicalmente “a la manera cristianovieja”
sino que también sufrió un deterioro importante al perderse gran parte de las donaciones masculinas113,
aunque los moriscos continuarían entregando arras, algo que no todos los esposos cristianoviejos hacían a
finales de siglo114. Dos de las tres dotes aquí presentadas (Constanza Valenciano, 102.646 mrs., y Francisca
Hurtado, 81.634 mrs.) son muy elevadas, puesto que la mayoría de las que hemos analizado en Sevilla
están por debajo de los 60.000 mrs. (si bien la de Jerónima Marín ascendió a sólo 58.140 mrs.)115.
Una de las estrategias que practicaron de manera más generalizada fue la de aproximar lo máximo
posible los espacios habitacionales que ocupaban, como ya estudiamos en el caso de la collación de San
Bernardo116. En este sentido, la huerta de Galdames constituía un lugar emblemático, porque además se
encontraba en un extremo del espacio urbanizado de Triana, junto a los tejares y ollerías que tan famosa
hicieran esta collación. La proximidad física no sólo se daba entre miembros de una misma familia,
sino que los lazos matrimoniales servían para aproximar a varias de ellas, que se buscaban entre sí para
construir un espacio de sociabilidad “privado” más estrecho, aunque se intercalasen algunas casas de otros
moriscos o cristianos viejos. Parece que el espacio ocupado por los Montano, los Marín y los Valenciano
corresponde a la zona más alejada de la iglesia de Santa Ana, tomando como eje la calle Castilla que
arranca desde detrás del castillo de la Inquisición, y donde se encuentran muchos tejares y la Almona
del Jabón, un entorno en el que se entremezclaban las casas, instalaciones fabriles y las huertas, de calles,
vallados y barreduelas, donde el urbanismo se volvía híbrido y cambiante, a la manera de como lo hacían

110  AHPSe, PNS, leg. 5015, f. 586v.


111  A este respecto, puede verse la magnífica síntesis de CHACÓN, F., BESTARD, J. (dirs.), Familias. Historia de la sociedad
española (del fin de la Edad Media a nuestros días), Madrid, 2011, donde el estupendo capítulo escrito por Amalia Zomeño para
la familia en al-Andalus da paso al de la cristiandad medieval hasta el mundo contemporáneo, sin que la familia morisca reciba
atención al respecto. En este sentido Amalia Zomeño nos avisa de un detalle esencial: “Habrá que tener en cuenta, por tanto,
la posible evolución sufrida por las familias y por la sociedad a lo largo del período andalusí y no intentar comparar la Córdoba
omeya con el periodo morisco, sino más bien con las familias urbanas de la Granada nazarí”, ZOMEÑO RODRÍGUEZ, A.,
“Sociedad, familias e individuos en al-Andalus”, pp. 35-80, y aquí, p. 80.
112 Véase para al-Andalus, ZOMEÑO RODRÍGUEZ, A., Dote y matrimonio en al-Andalus y el Norte de África. Estudio
sobre la jurisprudencia islámica medieval, Madrid, 2000, y para la época morisca, BIRRIEL SALCEDO, M. M., “Notas sobre
el matrimonio de los moriscos granadinos (1563)”, Mélanges Louis Cardaillac, Zaghouan, 1995, pp. 97-107, y de la misma
autora, “Entre una ley y otra: la transmisión del patrimonio entre los moriscos granadinos”, en BARBAZZA, M. C., HEUSCH,
C. (eds.), Familles, pouvoir, solidarités: domaine méditerranéen et hispano-américain (XVe-XXe siècles), Montpellier, 2002,
pp. 227-236.
113  Según el estudio de Francisco Núñez en el medio rural dejaron de entregarse arras en la mayoría de los casos para fines del
siglo XVI, pues se consideraba suficiente la aportación del capital masculino, NÚÑEZ ROLDÁN, F., “La dote de la mujer y
la aportación del hombre en la composición del capital familiar inicial. Un ejemplo en la Andalucía rural de los siglos XVII y
XVIII” en LOBO DE ARAÚJO, M. M., ESTEVES, A., Tomar estado: dotes e casamentos (séculos XVI-XIX), Braga, 2010, pp.
107-119, en particular, p. 113.
114  FERNÁNDEZ CHAVES, M. F., PÉREZ GARCÍA, R. M., “Las dotes de las moriscas granadinas y sevillanas. Cambios y
adaptaciones de una cultura material”, en LOBO DE ARAÚJO, M. M., ESTEVES, A., Tomar estado... pp. 121-145.
115  Ibídem, p. 134. Los 60.000 mrs. constituyen también un techo importante según MORENO DÍAZ DEL CAMPO, F. J.,
Los moriscos de la Mancha... pp. 259-260.
116  FERNÁNDEZ CHAVES, M. F., PÉREZ GARCÍA, R. M., “San Bernardo morisco...”.

Historia y Genealogía Nº2 (2012) | 71


RECONTRUCCIÓN DE FAMILIAS Y REDES SOCIALES EN EL SENO DE ...

los que se quedaron en su ciudad natal117. En aquel urbanismo periférico florecieron los moriscos, muchos
de ellos continuando con sus dedicaciones productivas tradicionales desde la época en que vivieron en el
Reino de Granada como la horticultura, y otros uniéndose a una tradición de alfares moriscos radicados
en Triana y de procedencia mudéjar que había sostenido, junto con el trabajo de otros muchos cristianos
viejos, una de las industrias más importantes de la ciudad de Sevilla en el siglo XVI.

117  Citando el caso de la familia Quevedo, que también se halla presente en Triana, Dolores Segura nos recuerda que la
tradición alfarera estaba también presente en Almería, y que en torno a ella el urbanismo se volvía más complejo y variado:
“...otro pequeño núcleo compuesto por ocho familias –los Quevedo- se alineaban en la calle de las Cantarerías, inmediata a la
Puerta de la Vega, donde tenían sus casas y oficios de Cantareros. En un trazado urbano enmarañado, casas, talleres y tiendas
con puertas a distintas calles, pertenecientes a grupos familiares más o menos extensos, se unen por las espaldas y por los
laterales, como formando círculos quedando separado de este modo lo que es el espacio público y el reservado espacio privado
de la vida familiar...”, SEGURA DEL PINO, D., “Solidaridad y signos...”, p. 247.

72 | Historia y Genealogía Nº2 (2012)


GENEALOGÍA DE LAS FAMILIAS VALENCIANO, MONTANO Y MARÍN EN SEVILLA

FRANCISCO LEONOR DIEGO VALENCIANO


X DE HARO ALONSO VALENCIANO
MARÍN LÓPEZ
LEONOR DE LA TORRE ISABEL DE MONTANO
BEATRIZ VALENCIANA

LUIS DE JERÓNIMA AGUSTÍN LUIS RODRIGO


FRANCISCO LEONOR DE (1) MARÍA DE AVALOS (2) MARÍA DE MONTANO ISABEL DE HARO DIEGO MARTÍN
VALENZUELA MARÍN VALENCIANO VALENCIANO VALENCIANO BARTOLOMÉ
VALENCIANO AVALOS LEONOR DIEGO
VALENCIANA
DIEGO VALENCIANO
ISABEL LEONOR ANA FRANCISCO GARCIA PÉREZ
FRANCISCO MARTÍN CONSTANZA LUIS SÁNCHEZ
MARÍA DE AVILA FRANCISCO BARTOLOMÉ LUIS ÁNGELA MARÍA DIEGO VALENCIANO VALENCIANO VALENCIANO
E DE MONTANO
ALONSO
MORISCA
DE CANTILLANA MARTÍN
RODRIGO FRANCISCO CONSTANZA

FRANCISCO MONTANO BEATRIZ MONTANO

GARCÍA MONTANO DIEGO MONTANO MARTÍN DE MONTANO


ISABEL HERNÁNDEZ MARÍA MARÍN ISABEL RAMOS

FRANCISCO DIEGO LORENZO PÉREZ BEATRIZ ISABEL LEONOR ÁNGELA LORENZO GASPAR MARÍA BRIANDA ANDRÉS

DIEGO
MARÍN ELENA
“EL VIEJO” DE JAÉN LUIS MARÍA BERNARDINO ANGELA ALONSO ISABEL ALONSO
HERNANDEZ HURTADA MARÍN PÉREZ MARÍN MARÍN HURTADO
ISABEL MARÍA DIEGO
LEONOR DE FRANCISCO ISABEL LORENZO
HERNÁNDEZ MARÍN DE AYALA
CASTAÑEDA MARÍN LEONOR MARTÍN DIEGO FRANCISCA MARÍA
PEDRO FRANCISCO
HURTADO

INÉS LUIS LEONOR FRANCISCO ÁNGELA


LUIS LEONOR

Historia y Genealogía Nº2 (2012) | 73


Manuel F. Fernández Chaves y Rafael M. Pérez García
74 | Historia y Genealogía Nº2 (2012)
ISSN 2173-6030 | Historia y Genealogía Nº2 (2012) |

As nobrezas secundogénitas no império ultramarino português.


Um estudo de caso (sécs. XVI e XVII)

Joâo de Figueiroa Rego


Universidade Nova de Lisboa

Resumo: Ao longo das últimas décadas, a historiografia não se coibiu de repisar algumas ideias feitas
em torno do papel em sociedade dos filhos, não primogénitos, das nobrezas. Fê-lo, em particular, quando
abordou questões relativas ao envolvimento desses grupos na construção dos impérios ultramarinos. Em
traço largo, tendeu-se a definir os secundogénitos como um problema, primeiro familiar, depois social,
a que urgira dar resposta. Face à necessidade implícita de aliviar tensões e de corresponder a expectativa
de mercês, impelira-se toda essa mole humana para o esforço expansionista. Originou-se, deste modo,
um retrato simplista e redutor. Contudo, existem algumas excepções, ou seja, perspectivas de abordagem
inovadoras, que introduziram ângulos configuradores numa geometria descritiva essencial ao redesenhar
teórico. É com elas (e a partir delas) que se procurará dialogar. Do ponto de vista metodológico, não se
tornará, decerto, redundante insistir na necessidade de fixar padrões prosopográficos, para aferir quais as
coincidências, inocentes ou intencionais, em toda esta problemática. O recurso a essa ferramenta facilita,
entre outras coisas, optimizar a informação dispersa por múltiplas fontes e rastrear aspectos que, por
vezes, passam ao largo do observador. Por último, atender-se-á a um estudo de caso, sob vários aspectos,
emblemático da realidade historiográfica que se pretende recrear.

Palavras-chave: Nobreza, filhos secundogénitos, serviço da Coroa e Império Português.

Abstract: Over the past decades, the historiography has revised some preconceived ideas about
the social role of not firstborn noble children, specially regarding the construction of overseas empires. In
broad terms, we have tended to define the second born as a family and social problem. This has originated a
simplistic and reductive image. However, there are some exceptions, prospects for an innovative approach,
which will introduce a new descriptive geometry essential for the theoretical design. It is with them (and
from them) that we shall dialogue. From the methodological point of view, it is worth stressing the need
to stablish a prosopographic register. The use of this tool helps to optimize the information spread across
multiple sources and tracking features that may go unnoticed. Finally, a case study may be emblematic, in
many ways, of the historiographic reality that we want to recreate.

Key words: Nobility, second-born children, service to the Crown and Portuguese Empire.

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ISSN 2173-6030 | Historia y Genealogía Nº2 (2012) |

As nobrezas secundogénitas no império ultramarino português.


Um estudo de caso (sécs. XVI e XVII)

Joâo de Figueiroa Rego


Universidade Nova de Lisboa

Em torno de tendências historiográficas

De fora das teses urdidas em torno da alegada centralidade das nobrezas, ditas secundogénitas,
muito empoladas pela historiografia, ficaram as excepções, ou seja, os casos que iam manifestamente
contra-corrente e as subtilezas da própria retórica. Dito de outra forma, aquilo que, em princípio, seria
uma tendência enunciada instituiu-se, depois, como princípio configurador absoluto. A ambiguidade,
vagamente caracterizadora, que acompanhou o perfil dos actores, também não contribuiu para tornar
mais nítidas as fronteiras entre o individual e o colectivo.
O tópico foi, ocasionalmente, revisitado por alguns autores, embora de modo circunstancial. Por
norma, as leituras daí decorrentes, muitas vezes despojadas do necessário distanciamento crítico, pouco
mais fizeram do que recitar verdades adquiridas.
Nesse sentido, o estudo de Mafalda Soares da Cunha e Nuno Gonçalo Monteiro “Vice-Reis,
governadores e conselheiros do governo do estado da Índia (1505 – 1834)”, insinua-se como uma
referência, pelo que a ele se voltará mais adiante.
Mas, não significa isto que se ponha de lado a perspectiva tradicional, relembrada, por exemplo,
por Luís Filipe Thomaz no seu já clássico De Ceuta a Timor:

“A classe que dirigiu a expansão na Ásia – constituída por secundogénitos que o princípio
do morgadio, excluindo da sucessão, empurrava para a marginalidade – não tinha de facto senão
oportunidades limitadas de se tornar uma aristocracia terratenente, e permaneceu, por isso, uma
espécie de nobreza de serviço, sempre dependente do rei para a redistribuição periódica de favores
e cargos”1.

Sem pôr em causa a bondade das observações feitas por aquele autor, será, contudo, oportuno
questionar se poderemos, de facto, identificar em absoluto o grupo dos secundogénitos com a impressiva
pluralidade de gentes que se fez ao oceano. Ocorre, ainda, perguntar até que ponto o uso da expressão

1 THOMAZ, L. F., De Ceuta a Timor, Lisboa, 1994.

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AS NOBREZAS SECUNDOGÉNITAS NO IMPÉRIO ULTRAMARINO português ...

“marginalidade”, ao conferir um certo tom adjectivo e ambíguo a esse agregado, poderá traduzir uma
conexão efectiva com a realidade. Dois aspectos, sem dúvida, relevantes para a sondagem social e cultural
em apreço.
Trabalhos académicos recentes, por exemplo, de Teresa Lacerda, visando os capitães das armadas
da Índia2, ou de Andreia Martins de Carvalho, sobre aspectos do governo indiático de Nuno da Cunha3,
fornecem alguns dados pertinentes. Assim, de acordo com a última investigadora referida, cerca de 43%
dos capitães da Índia, nos quatro primeiros decénios de Quinhentos, seriam filhos segundos. Embora
expressiva tal sondagem deixa, no entanto, de fora certezas quanto à maioria dos providos, ou seja, 47%.
Destes, cerca de 20% seriam consabidamente primogénitos, já os restantes incorrem no anonimato
genealógico e/ou no estigma da ilegitimidade de nascimento. Sabe-se, no entanto, que a condição
primogénita assistia a 36% dos progenitores da totalidade desses nomeados. Um indicio revelador, é que
apenas 9% destes se poderia considerar como sendo oriundo das pequenas nobrezas locais. A percentagem
mais significativa, 27%, incidia no grupo dos senhores de terras, logo seguido pelos 20% correspondentes
aos alcaides-mores (tantos quantos os sem informação). Modesta era a presença dos titulares, 11% e, ainda
mais diminuta, a dos morgados, 2%.
Poder-se-á argumentar que este quadro social reproduziria um modelo específico, por se reportar
a um segmento (apesar de tudo) privilegiado, o dos investidos em capitanias. No entanto, será possível
extrapolar esses dados para outras categorias secundárias? E, dentro da mesma lógica, estabelecer correlações
com, por exemplo, a propriedade e serventia de ofícios?
A resposta às duas questões enunciadas permitiria uma visão de conjunto, com contornos mais
precisos, dos fundamentos sociais do sistema. Isto, sem esquecer o previsível contributo para o tratamento
de outros quesitos (como o tópico da venalidade ou a esfera remunerativa dos centros políticos), tudo em
função dos contextos envolventes.
Atente-se, pois, nalguns casos que ilustram facetas a que a historiografia nem sempre prestou a
devida atenção.
Assim, ao demarcar o peso dos secundogénitos e ao atribuir-lhe um impacto avassalador, esqueceu
que os primogénitos também não foram imunes à necessidade de rumar a outras paragens. De facto,
fizeram-no bastas vezes, não apenas para melhorarem a sua condição, como até pela premência de
garantirem o próprio sustento. Se a primazia do nascimento lhes garantia, à partida, mercês, honras e
rendimentos, a verdade é que dela se viam arredados enquanto os progenitores fossem vivos. Isto, partindo
do princípio que se tratava de gente com cabedais consolidados. Ora, esse impasse irmanava-os, ainda mais,
à prole secundogénita e até à ilegítima. Tal conjuntura atravessou diversos patamares nobres, incluindo
os de maior projecção. Embora a situação viesse a sofrer certas mutações em cronologias mais avançadas,
como bem notou Nuno Gonçalo Monteiro. De acordo com o autor, o topo da estratificação nobiliárquica
tornou-se “muito mais cristalizado a partir de meados do século XVII, com a constituição da Grandeza
e da “primeira nobreza de corte” da dinastia de Bragança”4. Contudo, no período quinhentista, estava-se
longe ainda das “certezas” adquiridas na centúria seguinte. Muitos percursos individuais atestam-no, de
modo expressivo. Exemplo disso, o sucedido com D. Fernando de Lima, sobrinho-neto do 2º visconde
de Vila Nova de Cerveira. Embora presuntivo herdeiro de casa teve de partir para a Índia, onde se juntou
a um irmão mais novo e a um outro, bastardo, até que a morte da mãe, em 1535, e a do pai, depois de
15495, lhe permitiram a fruição do senhorio de Castro Daire e dos morgadios de Airão e Canelas. Mesmo

2  Os Capitães das Armadas da Índia no reinado de D. Manuel I – uma análise social, dissertação de mestrado em História e
arqueologia da Expansão e dos descobrimentos portugueses, Lisboa, FCSH/ U.N.L, 2006.
3  MARTINS DE CARVALHO, A., Nuno da Cunha e os capitães da Índia (1529-1538), Dissertação de Mestrado em História
dos Descobrimentos e da Expansão Portuguesa (séculos XV-XVIII), apresentada à FCSH, da UNL, Lisboa, 2006.
4   SOARES DA CUNHA, M., MONTEIRO, N. G. F., “Vice-reis, governadores e conselheiros de governo do Estado da
Índia (1505-1834) - Recrutamento e caracterização social”, Penélope - Fazer e Desfazer a História 15 (1995), p. 92.
5  SANCEAU, E., “Uma narrativa da expedição portuguesa de 1541 ao Mar Roxo”, Stvdia, 9 (1962), pp. 199-234.

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Joâo de Figueiroa Rego

sem recorrer a fontes arquivísticas, bastará compulsar obras de cariz genealógico, apercebemo-nos que o
exemplo referido não foi excepcional, ou sequer pioneiro. A situação descrita, ainda que não configure
uma tendência, deverá ser tida em conta, já que se repercutiu inúmeras vezes no conjunto das diferentes
nobrezas.
Poder-se-á, no entanto, questionar se tudo isso não passava de um impulso normal no sentido
de um acrescentamento social, desejado por parte de parentelas em processo de mobilidade ou de
confirmação e reforço do seu estatuto. Aspecto que remete directamente para a questão da centralidade
da primogenitura. De facto, embora, os modelos reprodutivos familiares se apresentassem “cada vez
mais normalizados, com a mais acentuada desqualificação do estatuto dos secundogénitos em favor
da primogenitura”6, esse figurino estará longe de repercutir uma realidade plena. Em particular se nos
ativermos aos grupos oriundos das pequenas e médias nobrezas. Estas constituem, aliás, um campo de
observação particularmente fértil.
Para Michel Nassiet, a atitude nobiliárquica de fazer divergir as trajectórias dos secundogénitos em
relação à do varão herdeiro, tanto do ponto de vista da geografia como do ofício, constituiria uma prática
apaziguadora de eventuais tenções entre irmãos, além de se tratar de uma medida destinada a proteger
o sistema da primogenitura7. Contudo, a importância deste, por paradoxal que pareça, não deverá ser
dissociada da própria expectativa tecida em torno dos secundogénitos. Pelo que, a aparente linearidade
de tal leitura corre o risco de fazer subsumir outros significados e implicações. Na verdade, muitos desses
secundogénitos, alegadamente “sacrificados” em prol dos varões mais velhos, não só conheceram destinos
bastante diferenciados (para melhor), como foi através deles que a parentela pode garantir a continuidade
de certa proeminência social ou confirmar trajectórias ascendentes. Do mesmo modo a remuneração
dos seus serviços contribuiu para compor substancialmente os rendimentos, por vezes bem modestos,
auferidos pelos sucessores. Em certos casos, pode-se até dizer que residiu neles a capacidade de garantir,
às gerações subsequentes, a integridade dos patrimónios (material e imaterial) aportados pela parentela
ascendente.
Diogo Soares de Sousa Evangelho, filho de um cavaleiro do hábito de Cristo e neto de um servidor
do bispo D. Pedro de Castilho, herdou de sua mãe o morgadio dos Evangelhos. Da sua vida pouco se sabe
de concreto. Já os três irmãos mais novos deixaram rastro, um enquanto Mestre-escola da Sé de Leiria,
outro porque serviu como capitão nas guerras contra Castela e recebeu o hábito de Cristo. O mais velho
dessa tríade, Manuel de Sousa de Almada, doutorou-se em Cânones, foi opositor ao Colégio de S. Pedro de
Coimbra e obteve as insígnias da ordem de Cristo8. Depois de servir como prelado no Brasil, responsável
pela administração eclesiástica do Rio de Janeiro e capitanias anexas9, terá juntado bom cabedal, com o
qual comprou muitos bens com que institui um vínculo, chamando para 1º administrador seu sobrinho
primogénito. Este, graças ao morgadio herdado do tio, constituiu grande casa, matriculou-se como fidalgo
nos livros da Casa Real, recebeu o hábito de Cristo, habilitou-se para o Santo Ofício e ocupou os postos de
mestre de campo e superintendente da Coudelaria10. Apenas mais um exemplo, respeitante ao Dr. Baltazar
de Arêz, conservador-geral das ordens militares, cónego em Lisboa, arcediago de Viseu e governador
daquele bispado11. Estava nomeado bispo ultramarino quando morreu em 1625, não sem antes ter feito
testamento a favor de um sobrinho (filho de seu irmão primogénito), o qual logo nesse ano fez petição
para que sua mulher pudesse ter o tratamento de Dona. No documento alude a si mesmo como fidalgo de
solar conhecido. O pai vivera em Arraiolos sem especial notoriedade, sendo referido, na dita petição, como
descendente de um alcaide-mor de Montemor-o-Novo.

6  SOARES DA CUNHA, M., MONTEIRO, N. G. F., “Vice-reis …”, pp. 92-93.


7  NASSIET, M., Parenté, noblesse et états dynastiques XVe-XVIe siècles, Paris, 2000, pp. 51-52.
8  Archivo Nacional da Torre do Tombo (ANTT), Registo Geral de Mercês, Ordens, liv.3, fl.110.
9  ANTT, Registo Geral de Mercês, Ordens, liv.4, fl.273.
10  Para toda esta entrada vd. Jacinto Leitão Manso de Lima, Famílias de Portugal, tomo I, Lisboa, Casa da Prova, 2008, pp.
822-823.
11  Arquivo Distrital de Viseu (ADV), pergaminhos, 331 (emprazamento feito pelo cabido de Viseu em 1583).

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AS NOBREZAS SECUNDOGÉNITAS NO IMPÉRIO ULTRAMARINO português ...

Toda esta conexão entre secundogenitura, condição eclesiástica e capitalização da honra, com
reinvestimento na parentela horizontal e vertical/colateral, foi já sublinhada, de forma expressiva, por
Fernanda Olival e Nuno Monteiro. Os dois autores sublinharam que “embora uma abadia ou um
priorado de bom rendimento pudessem ser o destino de um secundogénito da fidalguia de província12, ou
a primeira etapa do périplo de um jovem clérigo nascido na primeira nobreza da corte, a verdade é que esse
era o plano onde se desenhavam, com maior frequência, as trajectórias de mobilidade social ascendente”13;
como, aliás, nos sugere o caso em epígrafe.
Uma carreira bem sucedida podia ainda potenciar outros recursos, designadamente a capacidade
de diluir manchas contraídas pelos ramos primogénitos, ou, simplesmente, resgata-los da obscuridade em
que tivessem incorrido.
Com alguma frequência a morte prematura de um secundogénito, em resultado das vicissitudes
inerentes às gentes de guerra, vinha beneficiar os réditos do irmão mais velho. Tal foi o caso de Roque
Aranha, morto nas armadas do Reino. Por essa razão, seu pai, Francisco Petiz Aranha, escudeiro-fidalgo
(acrescentado a cavaleiro-fidalgo)14, almoxarife do Paúl da Asseca e escrivão do celeiro comum de
Santarém, herdou-lhe os serviços. Em 1619, legou-os ao filho primogénito, Francisco Aranha Ferreira,
então morador em Tânger, o qual não só seguiu com a casa paterna, como se viu amerceado com o hábito
de Cristo, graças ao sacrifício do irmão.
Ocasionalmente, dava-se o inverso e eram os secundogénitos os favorecidos na roleta do destino.
Não apenas por circunstâncias adversas, inseparáveis da condição militar varonil, como por vicissitudes
naturais, alianças consanguíneas impensadas, ou, simplesmente em resultado de insuficiências físicas,
sendo comum a inaptidão mental e outras enfermidades excludentes. Subsistem, nas fontes primárias,
muitos exemplos ilustrativos deste tipo de ocorrências, pelo que não valerá a pena sobrecarregar esta nota.
Será, porventura, de maior utilidade assinalar a existência de outros indícios que parecem configurar o
surgimento de estratégias definidas, ou seja, não decorrentes de factores imponderáveis. Nesse sentido,
e deixando de lado a debatida questão do celibato forçadamente voluntário, atente-se numa observação
registada por Fernanda Olival e Nuno Monteiro, que assinalaram um aspecto inovador face à leitura
tradicional. Aqueles autores, estribados numa observação casuística dos grupos socialmente mais baixos,
sugerem uma certa propensão destes para canalizar os seus filhos mais velhos para o clero, deixando a
garantia da sucessão familiar entregue aos secundogénitos ou até mesmo às filhas. Em abono dessa dedução
apontam diversos estudos de caso, incluindo um, relativo às clientelas da casa de Bragança, estudado por
Mafalda Soares da Cunha15. Acentuam, ainda, que tal incidência manifestou-se especialmente na viragem
do século XVI para o século XVII, concluído que

“tais práticas terão existido sempre, pois os investimentos e as prioridades dos diferentes
patamares sociais estavam longe de coincidirem, com especial intensidade no século XVI, quando
o ideal vincular ainda não era tão marcante, mesmo entre categorias fidalgas”16.

Em suma, como se pode inferir e face a todas as variáveis assinaladas, parece que o tópico da
matriz secundogénita não se esgota numa sua aludida identificação plena com o modelo expansionista.
Será, certamente, uma tendência prevalecente, porém indissociável da especificidade das vivências, das
trajectórias e motivações, dos contextos e das cronologias. Aliás, todos estes elos podem confirmar ou
infirmar arquétipos e paradigmas, reais ou, apenas, intuídos.

12  A título de exemplo, refira-se que, pelo menos desde 1536, o padroado da Igreja de Galegos (Barcelos) cabia à Casa
de Azevedo que tinha direito de escolher o pároco. Tratava-se uma abadia rica pelo que os senhores da casa, sempre que
puderam, nomearam para lá um seu filho segundo.
13  OLIVAL, F., MONTEIRO, N. G. F., “Mobilidade…”, p. 1.228.
14  ANTT, Registo Geral de Mercês, D. Pedro II, liv. 10, fl.400v.
15  SOARES DA CUNHA, M., A Casa de Bragança 1560-1640. Práticas Senhoriais e Redes Clientelares, Lisboa, 2000, pp.
468 segs.
16  OLIVAL, F., MONTEIRO, N. G. F., “Mobilidade…”, p. 1230.

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Joâo de Figueiroa Rego

Por tudo isto convirá não relegar para a obscuridade todo um vasto repositório informativo,
aparentemente periférico ou pouco relevante, mas que insinua outras abordagens e reconfigurações, longe
da unanimidade retórica.

Papel da genealogia no fixar dos percursos e trajectórias de Serviço

A história social dos agentes da Expansão portuguesa conheceu uma certa evolução em décadas
recentes. A tendência para o estudo prosopográfico das elites17, de par com levantamentos biográficos de
personalidades cimeiras, cresceu de forma exponencial.
Por seu turno, a genealogia, parece ter, também, superado a crise de identidade e afirmação herdada
do positivismo. Como refere Nuno Gonçalo Monteiro “poucos géneros sofreram uma tão radical inversão
do seu estatuto com o advento da contemporaneidade”18.
De facto, orientada para uma perspectiva de análise social, a genealogia ajuda a fixar elementos
comparativos de grande interesse para o investigador. Por exemplo, sobre questões de mobilidade e
ascensão social, demografia histórica, endogamia familiar e geográfica, alianças e coesões parentais e de
grupos, e nestes as sensibilidades culturais e políticas, as práticas hereditárias e patrimoniais. Sem esquecer,
ainda, o reflexo de tudo isso na fixação das leis e do Direito.
Estudar a genealogia de uma família não passa, somente, pelo elencar de gerações desfiando nomes
e apelidos uns atrás dos outros, confiando-se o atractivo dessa actividade à, maior ou menor, sonoridade
dos indivíduos que os usaram. Aliás, o menorizar constante de que foi alvo o estudo genealógico viveu
muito desse equívoco disfuncional: o de que tudo se resumia a meros rosários geracionais. A genealogia
deve ser perspectivada, antes de mais, como o embrião da sociedade no seu todo. Porque do núcleo
familiar se parte para a construção de outras identidades, locais, regionais e, mais tarde, nacionais, não
falando já do exportar de modelos, acontecido ao longo da Expansão e intuído por todos os figurinos
coloniais que lhe sucederam19.
Parece, pois, indiscutível, que o conhecimento da mole humana que deu corpo à aventura
expansionista ficaria bastante limitado sem a explanação dos meandros genealógicos subjacentes; até
porque a tessitura social da Expansão, na sua heterogeneidade e complexidade, parece ter constituído uma
equação com muitas variáveis.

Um estudo de caso

O texto que se segue pretende demonstrar o impulso que a investigação genealógica pode trazer
ao conhecimento de um espaço, muito próprio, característico das monarquias ibéricas da Idade Moderna:

17 Veja-se o citado volume de actas do colóquio sobre a Alta Nobreza e o Estado da Índia (...) de par com o projecto que o
CHAM vem desenvolvendo nesta área. Outros casos além-fronteiras marcam o interesse deste tipo de abordagem; citem-
se, por exemplo: NAGEL VON JESS, K., Breve reseña histórico-genealógica del poder económico-político de algunas familias
maracaiberas, (Tesis de Maestría en Historia), Maracaibo, Facultad de Humanidades y Educación, Universidad del Zulia,
1998; LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J., “Limpieza de sangre y división en estados: el municipio de Almagro durante el siglo
XVI”, Studia Historica, 12 (1994), pp. 157-187; MIGUEZ RODRIGUEZ, V. M., A Fidalguia Galega: aproximacion a Xenese,
desenvolvemento dunha elite socioeconomica do Antigo Regime (tesis de doctorado), Santiago de Compostela, Universidade de
S.C., dpto. de Historia y Geografia, 1999.
18  MONTEIRO, N. G. F. “Genealogia”, in MOLINIÉ BERTRAND, A., RODRIGUEZ JIMÉNEZ, P. (eds.), A través del
tiempo: diccionario de fuentes para la historia de la familia, Murcia, 2000, p. 101.
19  Veja-se o caso dos territórios da América Latina, para Portugal e Espanha ou da Austrália e Nova Zelândia para Inglaterra
não sendo, pois, de estranhar as dezenas de associações de foro genealógico que proliferaram nos últimos anos. Qualquer
motor de busca da Internet dá, facilmente, uma noção da dimensão atingida pela procura, quase frenética, de Raízes (roots/
raíces)...nos países de expressão hispânica e anglo-saxónica, e o seu impacto em áreas de investigação tão específicas, como
a biologia e a genética. A título de exemplo, refira-se os estudos pioneiros de Negrete sobre a incidência da doença de
Huntington (ou mal de S. Vito) na Venezuela: Negrete, A., Corea de Huntington. Estudio de una sola familia a través de
varias generaciones, Maracaibo, 1955.

Historia y Genealogía Nº2 (2012) | 81


AS NOBREZAS SECUNDOGÉNITAS NO IMPÉRIO ULTRAMARINO português ...

o das pequenas nobrezas no contexto do serviço ultramarino. Por via destas e com suporte documental
diversificado, congregando desde núcleos arquivísticos das antigas Chancelarias da Coroa até fontes
notariais e paroquiais, é possível reconstituir percursos (de micro história) e avaliar a sua incidência e
projecção no domínio da história macro. Os memoriais de serviço, por exemplo, contribuem para ilustrar
aspectos menos conhecidos da presença além-mar e da mole humana que a protagonizou.

A Região

Em inícios do século XV, a região de Torres Vedras não divergia muito, em termos de estrutura social,
daquilo que era observável noutras localidades da Estremadura. O recenseamento de Jorge Fernandes, feito
por ordem de D. João III e concluído a 15 de Setembro de 1527, indicia uma componente escudeirática,
pontuada pela existência de cavaleiros da casa real e a que um, ou outro, fidalgo, dava o tom, e “o mais he
povo”20. Nota-se, no cadastro então elaborado, certo equilíbrio entre cavaleiros e escudeiros com alguma
vantagem para os segundos. Já as chamadas pautas, ou ementas de D. Flamínio, num período que vai
de 1531 a 1600,21 parecem, claramente, fazer pender a balança a favor dos mesmos. Ainda que, nesta
matéria, qualquer conclusão se apresente falível faz todo o sentido pensar que a pirâmide social alargava
as suas bases na charneira entre nobrezas e povo. Pelo que muita da principalidade local não andaria
longe de uma origem, relativamente, modesta do ponto de vista nobiliárquico. A gente de governança
seria, pois, recrutada nessa plataforma ampla onde se iam, à custa de certa endogamia, forjando alianças
e buscando nestas a inserção em redes de solidariedade e interesse. A tendência apontava para o exercício
de cargos de vereação, de par com actividade caritativa que no período pós fundação das Misericórdias
tenderá a caminhar, gradualmente, para aquilo que Romero de Magalhães designou como “cristalização
oligárquico-aristocrática”22.
Também nesse aspecto a região de Torres Vedras parece não ter constituído um caso à parte.
É neste contexto, descrito a traço largo, que se insere a parentela alvo deste estudo de caso.

Origens

A origem familiar e social dos Rego, de Torres Vedras, sendo recuada é, igualmente, incerta do
estrito ponto de vista da varonia. Sabe-se da existência na região de Pêro Fernandes do Rego, instituidor
da capela de S. Martinho e prior da igreja de Santiago, de Torres Vedras, que chegaria a raçoeiro da Sé
de Lisboa. Conhece-se o seu testamento, ou melhor a pública forma de uma sua cláusula tirada em 1406
(1368) e um traslado, da mesma, extraído poucos anos depois23. Fr. Manuel dos Santos, na Alcobaça
illustrada, transcreve uma carta de D. João I, de 5 de Fevereiro de 1426 (1388), concedendo a Gomes
Martins do Rego, capitão da guarda do Dom Abade de Alcobaça, os privilégios de capitão da guarda
real24. Este Gomes Martins vivia, com sua mulher Maria Fernandes, na quinta da Maceira, termo de
Torres Vedras. Dela tomara posse das mãos do referido prelado e mosteiro com “todas as rendas, direitos
e foros que nos temos e de direito devemos de haver (...) com o paço nosso que hy sta em a dita Aldeia

20 Veja-se MADEIRA TORRES M. A., Descripção historica e economica da villa e termo de Torres-Vedras (2ª ed.), Coimbra,
1862, pp. 182 e ss.
21  FIGUEIROA REGO, R. de, Soldados da Índia. Século XVI. Notícias genealogicas e biográficas in Ethnos, vol. II, Lisboa,
1942, sep. em nova ed. de 1956.
22  ROMERO DE MAGALHÃES, J., O Algarve Económico 1600-1773, Lisboa, 1993, p. 328.
23  AZEVEDO, P. A. de, “Catalogo dos Manuscritos do Museu Etnológico”, O Archeologo Portugues, vol. XVIII, p. 129 e
vol. XIX, p. 51, Lisboa, A.A.P., 1913-1914.
24  SANTOS, F. M. dos, Alcobaça illustrada, Coimbra, 1710, in fine (bullas apostholicas, cartas reaes).

82 | Historia y Genealogía Nº2 (2012)


Joâo de Figueiroa Rego

(...)”, conforme carta datada de 16 de Junho de 1436 (1398)25. Em 12 de Março de 1451, Álvaro do Rego,
escudeiro do arcebispo D. Fernando da Guerra, foi designado escrivão dos vassalos de Torres Vedras, local
em que residia26.
Ali viviam, por sua vez, o escudeiro Martim Fernandes do Rego – “tabelliam do civel e crime
em a dicta villa e seu termo” e “escripvam da camara”, conforme carta de 28 Abril de 145627, e não longe
Afonso do Rego, “homem fidalgo que teve alvará de vassalo, datado de 1470”28, senhor da quinta do
Sanguinhal (onde morava quando testou em 16.12.1518)29 e do Casal da Tiritana, depois quinta da
Freiria. Aliás, uma propriedade com esta mesma designação andaria depois nos descendentes de Francisco
do Rego, com quem se segue. A linhagem deste último assumirá certa projecção a partir do momento
em que se dá o casamento de um seu neto e homónimo com uma herdeira local, entroncando esta em
conhecidas estirpes medievais.

A parentela e o Serviço

§ 1º

1. Francisco do Rego, ainda que nascido na região de Torres Vedras, foi morador em Safim.
Para lá teria ido numa das levas de gente de armas que passara ao Norte de África, porquanto dele ficou
rasto na tomada, a 3 de Setembro de 1513, da cidade de Azamor. Estava, então, ao serviço do duque de
Bragança, D. Jaime, por quem seria feito cavaleiro, confirmado depois por carta de D. Manuel I, dada
em Lisboa, a 29 de Agosto de 151430. Neste mesmo ano, mas a 22 de Fevereiro, achava-se em Arzila,
onde tomou parte no recontro junto ao porto das Pedras, que opôs os soldados de D. João Coutinho, 2º
conde de Borba, aos alcaides de Alcácer, Jazem e Larache. Bernardo Rodrigues, assim o refere, nos Anais
de Arzila, (vol. I, pp. 120/1):

“A condessa velha e suas filhas, e asi a condessa nova, Dona Isabel, com as mais homradas
se forao á igreja de Sam Bertolameu e ordenaraõ huma solene procisão, rogando a Noso Senhor
Deos e a Santa Maria os guardase e lhes dese victoria; não tardou muito que não fizesem sinal, e era
Francisco do Rego que com dous homens de pé trazia o mouro captivo, o qual o conde mandou
diante à vila; e, logo que o entregou à porta, se tornou com outros outo ou dez de cavalo, que na
vila ficaráo, ou doentes ou mancos, os quais ainda chegarao a tempo de se acharem na peleja, por
ser muito perto da vila, como logo se dirá (...)”.

Francisco do Rego foi pai de Manuel do Rego e de Antão do Rego. O serviço das armas terá
sido, inevitavelmente, o denominador comum que os uniu em terras do norte de África.

25  ANTT, Prazos de Alcobaça, Códice B 53-182, fls. 198,


26  Cf. BAQUERO MORENO, H., “O Arcebispo D. Fernando da Guerra e o desenlace de Alfarrobeira”, in IX Centenário
da Dedicação da Sé de Braga, Braga, 1990, vol. II, p. 511.
27  ANTT, Chancelaria de D. Afonso V, Livro 13, fl. 128.
28  FELGUEIRAS GAYO, M. J. Da C., Nobiliário das Famílias de Portugal, vol. XI, p. 495.
29  GORJÃO HENRIQUES, N. e GORJÃO HENRIQUES, M., Gorjão Henriques, Lisboa, 2006, vol. I, p. 306.
30  Outorga concedida a petição do beneficiário mediante a apresentação de um alvará que certificava ter sido armado
cavaleiro em Azamor, por Rui Barreto, por mandado do duque de Bragança, cf. ANTT, Chancelaria D. Manuel I, Livro 11,
fl.53.

Historia y Genealogía Nº2 (2012) | 83


AS NOBREZAS SECUNDOGÉNITAS NO IMPÉRIO ULTRAMARINO português ...

2.a. Manuel do Rego, assistiu na mesma acção de Arzila, de 1514, como se infere da seguinte
carta:

“D. Manuel (...), etc .a quamtos esta nosa carta virem fazemos saber que por parte de
manuell do Reguo cryado de dom Joham Mazcarenhas do noso conselho e noso capitam dos ginetes
nos foy apresentado hum allvara de dom joham de Meneses do noso conselho porque hacertifiqua
que o fez cavaleiro por seus merecimentos quando sequoreu a nosa vila darzila Pedimdonos que
ouvesemos por bem e mandassemos que lhe fosem guardados os preujlegios e liberdades que
tem os cavaleiros daquall cousa por lhe njso fazemos merçe nos praz porem mandamos a todolos
corregedores, juizes e justiças de nosos Rejnos a que esta nosa carta for mostrada que guardem e
façam jmteiramente guardar e comprir ao dicto manuell do Reguo todas as homras e priujlegjos
liberdades primjnencias que tem e se guardam aos cavalejros porque asy he nosa merçe e queremos
que de todo gouze sem embarguo nem comtradjçam allguã que lhe a ello seja posto dada em
Lixboa a vinte e oito dabrjll dajam djas a fez de mjll e quinhentos catorze”31.

2.b. Antão do Rego, da tríade familiar, aquele que mais se terá distinguido e de quem ficou
maior rasto documental. É referido nas fontes como criado de D. João de Mascarenhas, de quem Rafael
Botado, parente de sua mulher e criado de D. Álvaro de Noronha, era pajem de lança. Tal como ele,
também serviu em Azamor, Mazagão e Safim, mas com cavalos e armas à sua custa, tendo estado cativo
dos mouros por duas ocasiões. A primeira durante a capitania de D. Álvaro de Noronha, em Azamor
(1518-1521), a segunda, em Safim, no tempo do governo de D. Nuno Mascarenhas. Andava, então, em
companhia de D. Rodrigo de Noronha e de Iáhia ben Tafuf, alcaide berbere fiel a Portugal, quando este
foi assassinado a 10 de Fevereiro de 1521.
Antão do Rego fugiu do primeiro cativeiro, que durou cerca de um ano, não sendo, por isso,
compreendido na fiança que os moradores de Azamor pagaram para o resgate dos cativos. Do segundo,
remiu-o uma fiança de 200 onças, ficando por ele Lançarote de Freitas, à época feitor de Azamor. Foi,
aliás, este quem, em carta ao rei, pediu que se pagasse o resgate já que, como asseverava, o cativo bem o
merecia. Por esse documento vê-se que Antão do Rego era um intérprete competente, o que indicia certa
temporalidade na estada africana. Para além de ser patente estar muito ao facto das negociações abertas
entre D. João III e o rei Mohamed de Fez, por ter sido ele o redactor de todos os apontamentos remetidos
para Lisboa, alia manu, por um enviado mandado à capital portuguesa pelo alcaide Latar de Tédula,
medianeiro entre os dois soberanos:

“Senhor, os catyvuos que em tempo de dom aluaro quatyuaram vyeram aquy ter todos
pela fyansa que hos moradores desta cydade lhes fizeram ho capytam jorge vyegas lhes deu carta
pera Vosa Alteza e pola mayor parte deles serem cryados de dom Aluaro de noronha se partyram
pera seuylha a busquar parte do seu Resgate que o dito dom Aluaro lhe tem pormetydo e porque
esta pesoa que a nome antam do Rego foy quatyvo com elles e asy tambem outra vez foy catyvuo
andando com dom rodryguo de loronha quando mataram aydea e esteue muyto tempo quatyvo e
fugyo e por ele ser tal pesoa e ter tam seruydo Vosa Alteza como eu bem sey fyquey por seu fyador
de duzentas omças em que foy resgatado porque lhe sertefyquo que ele ho merese. E asy sabera
Vosa Alteza que he pesoa que se bem pode emformar das cousas do Reyno de fez porque sabe bem
a lymgoa e asy sabe toda ha emformaçam com que este mouro do alcayde latar vay a Vosa Alteza
porque ele fez todolos apomtamentos que leua a porque a ysto sam obrygado o escrevuo asy a
Vosa Alteza noso senhor acresemte o Reall estado de Vosa Alteza a seu samto seruyso. Dazamor oje
vinte sete de jun ho de quinhentos vinte seis anos. Lançarote de freytas – pera elRey noso senhor
do feytor dazamor lamçaorte de freitas” 32

31  ANTT, Chancelaria de D. João III, Livro 4, fl. 15v.


32  ANTT, Corpo Cronológico, parte I, maço 36, nº 138.

84 | Historia y Genealogía Nº2 (2012)


Joâo de Figueiroa Rego

Antão do Rego esteve, também, com o governador de Safim, D. Nuno de Mascarenhas, na entrada
que este fez em Xiqre – povoação a 13 léguas de Safim, nas margens do rio Tencifle – e a sua acção foi tal
que o governador o fez “caualeiro por ser pesoa que ho mereçe”, graça confirmada pelo rei por carta datada
de Tomar aos 5 de Setembro de 1525:

“Dom Joam (...), etc, a quamtos esta mynha carta virem faço saber que por parte dantam
do Reguo me foy apresentado hum alvara de que o teor he o seguynte – dom nuno mazcarenhas
do conselho delRey noso senhor capitam e governador desta cidade de çafim faço saber que aos
catorze dias do mes doutobro fiz hua entrada a xiquere que sam treze legoas desta cidade homde
tiue noua que estaua o xerife com sua alhela e em amenheçendo demos em tres aduares em que
matamos dozentas almas e tomamos cento e sasenta almas e quinhentos camellos e mujto despojos
seis legoas do feito veo o xerife com seisçemtas lanças sobre nos honde se comtemtou de nos ver
sem trauar mais comnosquo e porque neste feito se achou antam do Reguo eu o fiz caualeiro por
ser pesoa que ho merece e por sua guarda e mynha lembrança lhe mandey ser feito este por mym
asynado feito a vinte e tres dias de setembro gonçalo diaz o fez de quinhentos vinte e hum annos
– pedindome o dicto antam do Reguo que por quanto elle e seu pay e outro jrmão seo seruiram
na mjnha cjdade de çafim mujto tempo todos com armas e cauallos e asy fora catiuo em marocos
hum anno e servira em zamor e mazagão tres annos com cauallo e armas serujmdo sempre em
todallas guardas e repiques e em todallas cousas que se nella fizeram e asy fora catiuo outra vez e
lhe confirmase o dicto alvara e visto tudo per mym querendolhe fazer graça e merçe o ey por bem e
lho confirmo e ey por confirmado o dicto aluara e quero e me praz que elle dicto antam do Reguo
goze de todallas graças, priuylegios liberdades (...)”33.

Após vários anos de serviço em terras marroquinas, Antão do Rego, à época moço de câmara, terá
passado ao Oriente, em 1538, seguindo os ventos do tempo. Tal como João Botado, parente próximo
de sua mulher, que também combatera em Azamor e fora armado cavaleiro, como consta na Crónica de
D. Manuel, de Damião de Goes (parte 4, Cap. 40). Antão do Rego assistiu com o governador D. Nuno
da Cunha, tendo sido capitão de uma nau. D. Flamínio refere ter Antão do Rego rumado ao Oriente
novamente em 154334.
Quando da 1ª ida estaria já casado, com Margarida Varela de Carvalhosa, pois, a 28 de Agosto de
1537, os frades de Alcobaça aforaram-lhe a quinta de Vale de Mendares35, no termo de Torres Vedras, a

33  ANTT, Chancelaria D. João III, Livro 12, fl. 104.


34  Cf. FIGUEIROA REGO, R. de, Soldados..., p. 14.
35  Corruptela de Mendo Aires. Este prazo viera pelo casamento (c. 1499) de Álvaro da Ponte com D. Margarida Varela, filha
de Fernão Varela, escudeiro do infante D. Pedro. Este, que era, filho de Álvaro Gonçalves Cordeiro, procurador da cidade de
Lisboa e senhor do dito prazo, casara com D. Margarida de Carvalhosa, filha de Pêro Gomes de Carvalhosa, neta de Gomes
Lourenço Palhavã, copeiro-mor de D. João I (ANTT, Chancelaria D. João I, Livº 4, fl. 97v), bisneta de D. Brites Palhavã e de
Lourenço Álvares de Carvalhosa, alcaide-mor de Celorico de Basto; ANTT, Chancelaria D. Pedro I, Lº I, fl. 2v. Estes últimos
eram filhos, respectivamente, de Martim Afonso de Carvalhosa, senhor da Honra de Carvalhosa e de D. João Anes Palhavã (†
1310) Alvazil dos Gerais e da cidade de Lisboa; cf. Documentos do Arquivo Histórico da Câmara Municipal de Lisboa, Livro
de Reis, vol. I, Lisboa, 1957, pp. 35, 37, 116 e 125. Veja, também, MARTINS, M. G., “A família Palhavã (1253-1357).
Elementos para o estudo das elites dirigentes da Lisboa medieval”, Revista Portuguesa de História, XXXII (1997-1998), pp. 35
a 93. ANTT, Corporações religiosas, Códice B 53- 137 Livro 6 dos prazos do Mosteiro de Alcobaça, fl. 226 a 231 (ano de
1537): Na petição em que Álvaro da Ponte (detentor do aforamento por três vidas) pede apara nomear a quinta em uma das
suas filhas, diz-se que a propriedade lhe viera por casamento, mas que ali tinha feito grandes benfeitorias, a saber: “nas casas
della hua torre sobrada e asy tem feito bacellos novos q darão dous tones de vinho em cada hu m anno y suas arroteas”. No
seguimento do pedido, o Cardeal Infante D. Henrique mandou que fosse feita vedoria na dita quinta, encarregando disso o
prior do Mosteiro de Alcobaça. A 9 de Maio de 1536, frei Diogo Moreno deslocou-se a Vale de Mendares e ali confirmou o
estado das 4 casas térreas e da torre sobrada, da atafona com seus dois engenhos, dos currais e das terras (as mais dellas todas
juntas as quaes dis ho caseiro pello juramento que lhe tinha dado que levariam bem três moios de semeadura e que pagava ao
dito Alvaro da Ponte cada hum anno de foro três moios de triguo e hum carneiro e seis galinhas”. Refere ainda a existência

Historia y Genealogía Nº2 (2012) | 85


AS NOBREZAS SECUNDOGÉNITAS NO IMPÉRIO ULTRAMARINO português ...

pedido de Álvaro da Ponte, cavaleiro da Casa Real e seu sogro. Este último era sobrinho de Frei António
do Turcifal, provincial da Ordem de S. Jerónimo, e irmão de Manuel da Ponte, moço de câmara da Casa
Real, feito cavaleiro por D. Rodrigo de Castro, pelos seus serviços em Safim e Azamor, conforme consta
do alvará de confirmação dado por D. João III em 03.05.154236. O mesmo, recebeu depois mercê de
escrivão da alfândega de Diu, por três anos, por carta régia dada em Almeirim, a 9 de Janeiro de 1544 e
renúncia que nele fizera Inácio Gonçalves, cavaleiro-fidalgo da Casa Real37. Em 1557 era-lhe renovada a
posse do dito ofício pelo tempo “contheudo no Regimento”38.
Antão do Rego ter-se-ia fixado, definitivamente, em Torres Vedras, por alturas de 1550, ano em
que é referido, conjuntamente com sua mulher, como confrade da casa do Espírito Santo de Alenquer39.
Serviu, ainda, de juiz pela ordenação antes de receber sepultura, em 1570, na capela-mor da igreja da
Ponte de Rol, fundada pelo sogro em 153040. A viúva ter-lhe-á sobrevivido, pelo menos nove anos, pois,
entre 1574 e 29 de Abril de 1579 participou em vários actos notariais. O último dos quais uma escritura
de arrendamento da quinta da Farroupeira, limite da freguesia de Turcifal, lavrada

“no lugar da ponte do roll termo da villa de tores vedras nas casas de morada da sñora
Margarida Varella donna viuva molher que foy de Antam do Reguo que Deos aja estando ahi
presente Lopo Gorjão caualeiro da casa delRey noso snor gemro da dita Margarida Varella (...)”41.
Deste casamento houve dois filhos:
3.a. Francisco do Rego, que segue
3.b. Bernardo do Rego que segue no § 2º
e duas filhas:
Florença e Bebiana do Rego, a quem adiante voltaremos a propósito dos respectivos casamentos
e descendência
3.a. Francisco do Rego, sucedeu na casa de seu pai. Terá tido esporádica passagem pelo Oriente,
uma vez que embarcando na monção de 1556, na nau Conceição – na qualidade de escudeiro-fidalgo com
1.100$00 réis de moradia42 – estava já de regresso ao reino por volta de 1558. Contudo, a 12 de Fevereiro
de 1560 recebia, pelos seus serviços, alvará régio de promessa da “primeira vara que vagar dallcaide ou
meirinho”, da cidade de Lisboa43 e, em escritura de 31 de Julho de 1574, era nomeado por segunda vida

de uma vinha “que levara trymta homens de cava (…) e que pode dar três ou quatro pipas”, além de outra vinha nova “que
levava doze homens de cava e tem terras arrotas que bem poderão vimte alqueires de semeadura”. O frade relator informa
que os rendeiros juraram aos Evangelhos que pagavam 400 reais, mas que ele, segundo a sua consciência, achava que deviam
pagar 900 a 2.000 reais. Em resposta o Cardeal Infante ordenou que se inquirisse sobre a existência de um casalinho, que
andava fora da dita quinta e não era declarado no auto de vistoria, para saber se andaria sonegado ou não. A 28 de Fevereiro
do ano seguinte, era feita nova devassa, apurando-se então as terras que estavam fora do circuito: uma terra de herdade, que
se chamava Vale de Sardinha e que levaria um moio de semeadura; outra courela chamada o Outeiro do Paço, que teria seis
alqueires de semeadura; outra terra de herdade, de nome, a Couraça com dez alqueires de semeadura, além de outras seis
herdades (que somariam muitos alqueires), um pedaço de mato, uma outra courela de herdade que andaria tresmalhada e o
dito casalinho, conhecido como da Pedra, por ali existir “hum outeiro ou pinacollo”, que partia com um casal do conde de
Marialva e cuja escritura fora, de facto, feita a Margarida Gomes de Carvalhosa, mas que não era trazida pelo caseiro por ser
fora de mão, embora formasse uma grande charneca. Vista a comissão, foram concedidas mais 3 vidas no emprazamento, do
qual Margarida Varela foi primeira pessoa.
36  ANTT, RGM, D. João III, Livº 32, fl. 80.
37  ANTT, RGM, D. João III, Livº 5, fl. 5v.
38  ANTT, RGM, D. João III, Livº 59, fl. 217.
39  FIGUEIROA REGO, R. de, “A Casa do Espírito Santo de Alenquer”.
40 Veja-se FIGUEIROA REGO, R. de, A Igreja de Nossa Senhora da Conceição da Ponte do Rol – Sua Fundação, sep. de
Arquivo Histórico de Portugal IV, Lisboa, 1939.
41  Para o teor desses actos veja-se FIGUEIROA REGO, R. de, Alguns Sumários das notas de vários tabeliães da vila
de Torres Vedras nos séculos XVI a XVIII, vol. I (e único), Lisboa, A.A.P., MCMLXXIII, pp. 64 e 88-89.
42  Biblioteca Geral Universidade de Coimbra (BGUC), Códices de D. Flamínio de Sousa, fl. 867.
43  ANTT, RGM, Chancelaria de D. Sebastião e D. Henrique, Livº 8, fl. 13v.

86 | Historia y Genealogía Nº2 (2012)


Joâo de Figueiroa Rego

do prazo de Vale de Mendares44. Documentos posteriores dão-no como inteiramente votado aos cargos
de governação tendo servido de vereador (1578), juiz pela ordenação (1579 e 1588)45, juiz ordinário
(1604) “por se ter tomado residencia ao lecençeado felipe butacas anriques juiz de fora e das sisas”. Nessa
última qualidade, presidiu, a 23 de Abril do dito ano, ao acto de posse do alcaide-mor D. João Soares
de Alarcão46. A 16 de Maio de 1601 surge como testemunha num acto notarial, protagonizado por seu
cunhado Bernardim da Rocha, no qual é referido como cavaleiro fidalgo da Casa d’ElRei, o que faz supor
que tivesse sido acrescentado no foro, provavelmente logo quando do seu filhamento, o que constituía
procedimento habitual47.
Francisco do Rego morreu a 4 de Fevereiro de 1607, sendo sepultado na capela-mor da igreja da
Ponte de Rol48. Havia casado duas vezes, mas deixou sucessão só do primeiro casamento, com D. Antónia
de Magalhães49, sendo varões:
4.a. Antão do Rego, que morreria na Índia, sem geração. Desconhece-se a data em que
rumou ao Oriente, sendo certo que em 1586 ainda estava no Reino, porque, nesse ano, outorgou como
testemunha certos actos notariais.
4.b. Gomes de Sequeira, igualmente morto na Índia, s.g. e que terá embarcado na monção
de 4 de Abril de 1591, na nau S. Cristóvão, sob o comando de outro torreense, João Trigueiros, que pelos
serviços prestados seria agraciado com a comenda de Santo André de Sever, na ordem de Cristo.
4.c. Luís do Rego, também serviu na Índia para onde fora em 5 de Abril de 1597 numa das
três naus da armada de D. Afonso de Noronha. Não seguiu, como veremos, o caminho que sua meia-
irmã, Francisca Varela, lhe vaticinara. Esta, que fora casada com Diogo da Guerra, cavaleiro da Casa Real,
morreu sem geração. Por testamento (feito em 27.10.1578) deixou por herdeira da sua terça a mãe, que
nomeou por testamenteira e, na morte desta, seu irmão Luís do Rego, a quem também legou um prazo
em Alenquer, para que pudesse ser clérigo “ou aquillo que lhe Nosso Senhor inspirar com tal condiçam
que cada anno lhe diga três missas para sempre”.
Em 1608, Luís do Rego, era morador em Cochim, conforme se refere na escritura em que os
outros irmãos sobrevivos nele renunciaram os direitos à herança dos irmãos que tinham morrido50. Luís
do Rego, ainda ali vivia em 1631, sendo por essa altura escrivão da câmara local. Assistiu, por isso, ao
motim protagonizado pelo povo da cidade que, descontente com a administração da justiça, tomara a
câmara de assalto e coube-lhe a si lavrar o assento relativo a esses factos, conforme se lê na correspondência
do vice-rei conde de Linhares51.
4.d. D. Violante de Sequeira, com quem se segue no § 5º
4.e. D. Margarida de Magalhães (ou Varela, como também assinou). Deve ter nascido por
volta de 1582, dado que, por sentença datada de 12 Maio 1607, o juiz dos Órfãos Duarte Vaz Trigueiros,
ordenava que “visto como prova Margarida Varella ser de idade de uinte e cinquo annos em tal caso ei a
suplicante Margarida Varella por emansipada e mando que seus bens lhe sejam entregues (…)”. Casou
em 1614, com Artur Brás Pereira, moço de câmara. Este, que por escritura de dote lavrada a 22.09 desse
ano, a dotou com 1.000 cruzados, era escrivão dos órfãos da vila de Sintra (carta régia de 05.02.1578) e ali

44  ANTT, Notariais, Torres Vedras, cartório de António da Ponte, Livro 5, fl. 76.
45  A 1ª vez “na ausência do licenciado André Falcão de Resende, juiz de fora e das sisas da mesma vila”, a 2ª “na ausência do
licenciado Gaspar de Abreu de Castelobranco, juiz de fora e das sisas da mesma vila”, Santa Casa da Misericórdia de Torres
Vedras (SCMTV), Livros dos Registos da Câmara, (para os respectivos anos).
46  Cf. Ibidem, (anos de 1602 a 1607), fl. 138.
47  ANTT, Notariais de Torres Vedras, Cartório de Manuel da Ponte, Livro de notas de 03.04.1601 a 30.08.1601, fl. 53v.
48  ANTT, Paroquiais, Torres Vedras, freguesia da Ponte de Rol, Livro misto de casamentos, baptismos e óbitos dos anos de
1590 a 1614, fl. 43.
49  Morreu a 26 de Março 1590 e foi sepultada na capela-mor da igreja de Ponte de Rol.
ANTT, Paroquiais, Torres Vedras, freguesia da Ponte de Rol, Livro misto de casamentos, baptismos e óbitos dos anos de
1590 a 1614, fl. 34.
50  ANTT, Notariais, Torres Vedras, cartório de Antº Pereira Trigueiros, escrituras de 16 Janeiro de 1608, fls. 73-74,
sumariadas por FIGUEIROA REGO, R. de, Alguns Sumários…, pp. 63-64.
51  Boletim da Filmoteca Ultramarina 8 (1958), p. 133.

Historia y Genealogía Nº2 (2012) | 87


AS NOBREZAS SECUNDOGÉNITAS NO IMPÉRIO ULTRAMARINO português ...

couteiro da Coutada Real, desde 1570 até 1583, ano em que foi aposentado com tença anual de 20.000
réis. Viúva em 1617, casou em 1619 com Álvaro de Avelar Baracho, cavaleiro-fidalgo, procurador às
Cortes de Lisboa desse ano. Enviuvou 2ª vez, sem geração, pelo que, por testamento feito em 14.02.1644,
nomeou por herdeiros seu sobrinho João de Figueiroa Rego e sua sobrinha D. Antónia de Magalhães. Ao
primeiro legou propriedades em Ponte de Rol, Corujeira e Sintra, instituídas em morgadio, e à segunda
deixou bens, igualmente vinculados, além de uma cadeia de ouro, sendo que por morte desta e na falta de
sua linha passariam esses bens ao herdeiro do remanescente, o dito João.
E, por último:
4.f. Manuel do Rego de Magalhães, que apesar de secundogénito sucedeu, nos bens de seus
pais, na falta dos restantes herdeiros. Serviu cargos de governação, em Torres Vedras, vereador (1611
e 1647), procurador do concelho (1625)52, juiz ordinário (1642 e 1643)53. Foi irmão nobre da Santa
Casa da Misericórdia local e seu provedor em 1620, eleitor (1629, 1632, 1635 e 1641)54. Casou com D.
Catarina de Figueiroa, de cuja ascendência falar-se-á adiante, a qual era já viúva, com geração, de Heitor
Varela, cavaleiro-fidalgo que, em 1550, partira para a Índia, sendo então escudeiro do infante D. Duarte55.
Manuel do Rego de Magalhães, morreu em 30 Abril 1655, deixando por testamenteiro seu filho
João.
Não se lhe conhece qualquer passagem pelo Oriente. Todavia herdara os serviços de dois dos seus
filhos:
5.a. António de Sequeira, que morreu na Índia, s.g.
5.b. Antão do Rego, baptizado a 20 Junho 1614, na Ponte de Rol, que também morreu na
Índia, s.g.
Destes foram irmãos:
5.c. Frei Francisco da Assunção, arrábido e conventual no convento franciscano de S. Miguel
de Óbidos56
5.d. João de Figueiroa Rego, também secundogénito, mas herdeiro da casa de seu pai, com
quem se continua no § 6,
5.e. Bartolomeu de Aguiar de Magalhães, baptizado na igreja de Santa Maria do Castelo, de
Torres Vedras, a 19 de Junho de 161057, era cavaleiro-fidalgo com 1$000 réis de moradia58. Com dezasseis
anos de idade, embarcou para a Índia a 21 de Abril de 162659, na armada de D. Manuel Pereira Coutinho.
Serviu cerca de oito anos até se fixar na cidade de Negapatão, onde casou, e da qual foi vereador. Participou
em várias acções militares, de Ceilão a Malaca e Paliacate e, quando em Agosto de 1641, o naíque de
Tanjaore cercou e tomou Negapatão– resgatada ao cabo de dois meses por “14 mil e oitoçentas patacas”
– a sua acção terá sido das mais notórias. Tal como, no ano seguinte, em que os holandeses aproveitando
estar a cidade “aberta & sem defesa” a tomaram, abandonando-a após o pagamento de novo e pesado
resgate. Bartolomeu de Aguiar fora herdeiro dos serviços de seu tio Luís do Rego (4.c.), mas nunca cuidou

52  È aliás nessa qualidade que, em nome da câmara, outorgou em 05.09.1625 uma procuração a António de Castro Barreto,
contador no juízo da provedoria da comarca, para efeito de este representar a dita câmara em quaisquer juízos do Reino, assim
seculares como eclesiásticos, especialmente na demanda que traziam com D. Afonso de Vasconcelos; ANTT, Notariais Torres
Vedras, cartório de António dos Rios, Livro de 11 de Março de 1625 a 26 de Setembro de 1625, fl. 98v.
53  A 1ª vez, no impedimento do dr. Manuel Barreiros Coutinho, juiz de fora; a 2ª vez em substituição de Bernardo Teixeira
de Freitas, que fora escuso por ser cunhado do vereador Brás de Aguiar Semedo; veja-se SCMTV, Livros dos Registos da
Câmara, (para os respectivos anos).
54  SCMTV, Livro de Eleiçoens annos de 1620 a 1682, fls. 30, 45, 57v e 83v.
55  Cf. FIGUEIROA REGO, R. de, Soldados..., pp. 50 e 75.
56  ANTT, Notariais de Torres Vedras, cartório de Bernardo da Silva de Azevedo, Livro de notas de 31.10.1665 a 07.11.1657,
fl. 131.
57  ANTT, HOC, Letra A, Maço 44, nº 7.
58  ANTT, Mercês de D. Pedro II, Liv. VII, fl. 421v.
59  Segundo testemunhou o escrivão dos órfãos de Torres Vedras, João Barreto de Pina, no processo de habilitação para a
ordem de Cristo de um filho de Bartolomeu de Aguiar, cf. ANTT Habilitações Ordem de Cristo, Letra A, maço 44, nº 7.

88 | Historia y Genealogía Nº2 (2012)


Joâo de Figueiroa Rego

dos direitos que lhe assistiam por morte de seus irmãos Antão do Rego e António de Sequeira, nele
renunciados por seu pai em instrumento de 23 de Março de 1645:

“Em nome de Deos Amen saibam quantos (....) que no anno do nascimento (...) na quinta
que chamao de ual de mendares que he de Manoel do Reguo de Magalhains que de presente esta
veuuo sendo elle ahi presente pello qual foi ditto a mim tabalião (...) que auvera quinze annos
pouquo mais ou menos embarcara pera a India em seruiço de sua magestade a tres filhos seus
per nome Bartholomeu de Aguiar de Magalhains, e a António de Sequeira e a Antão do Reguo
os quais seruiráo a sua magestade nas ditas partes como milhor constaria de suas sertidoins e que
somente era uivo o dito Bertholomeu de Aguiar de Magalhains e os outros dois erao mortos e de
seus seruissos era elle outorgante universal erdeiro pello que disse que de seu moto proprio boa
e liure vontade sem constrangimento de pesoa alguma fasia doassão e dote deste dia pera todo o
sempre ao dito Bertholomeu de Aguiar de Magalhains seu filho morador em Negapatão partes da
India de todos e quaisquer seruissos obras tenssas e toda a mais erança que tivessem os ditos seus
filhos Antonio de Siqueira e Antao do Reguo para que elle possa pedir a sua magestade a satisfaçáo
dos ditos seruissos (...)”60.

Bartolomeu de Magalhães morreu na Índia em data anterior a 1685. Do seu casamento com D.
Catarina Vieira, natural de Negapatão e aí baptizada61, houve, pelo menos, um filho, Domingos Vieira
de Magalhães, que se fez religioso62 e outros três varões, Francisco Vieira de Magalhães, João de Figueiroa
Rego e Manuel do Rego de Magalhães, que ali militaram. Desses sobreviveu:

6.a. Manuel do Rego de Magalhães, natural de Negapatão, em cuja Sé foi baptizado, teve
confirmado, por alvará de 18 Março de 1693, o foro de escudeiro-fidalgo da Casa Real63, que por seu pai
lhe pertencia, logo acrescentado a cavaleiro-fidalgo com 1.000 réis de moradia:

“Ouve sua Magestade por bem fazer mercê ao ditto Manuel do Rego de Magalhães natural
de Negapatã, partes da Índia filho de Bartolomeu de Aguiar cavaleiro fidalgo que foi de sua
caza, de o tomar por escudeiro fidalgo della com 700 réis de moradia por mês, e juntamente o
acrescenta logo a cavaleiro fidalgo para que daqui em diante tenha e haja mil reis de moradia por
mês de cavalleiro fidalgo e hum alqueire de cevada por dia pago segundo a ordenação e he o foro e
moradia que plo ditto seu Pay lhe pertence e irá este anno á índia parta a ditta mercê haver efeito
aonde se armará cavalleiro e em quanto o não for venserá somente o que lhe pertence de escudeiro
fidalgo e o alvará foi feito a 18 de Março de 169S264.

60  ANTT, Notariais Torres Vedras, cartório de Agostinho Nunes, notas de 11.1.1645 a 20.10.1649, fl. 136v; encontra-se
publicado por LAGOA, visconde da, Grandes e Humildes na Epopeia Portuguesa, vol. II, pp. 180-181.
61  ANTT, HOC, Letra A, Maço 44, nº 7.
62  “Fr. Domingos de S. Maria, que se chamava Domigos Vieira de Magalhaens, natural de Negapatão, freguesia da Sé, de 20
annos: entrou a 23 de Janeiro de 1649: faleceo noviço”; cf. Manual Eremitico da Congregação da Índia oriental dos Eremitas
de N. P. S. Agostinho (…) composto, ordenado e novamente corrigido pelo Me. Fr. Manoel da Ave Maria alumno da mesma
Congregação e actual provincial da mesma. 1817, fl. 494, apud Documentação para a História das Missões do Padroado Português
do Oriente, coligida e anotada por António da Silva Rego, Lisboa, Fundação Oriente/ CNPCDP, 1996, vol. XI (1569- 1572),
p. 501.
63  ANTT, Registo Geral  de  Mercês (RGM) de  D. Pedro II, liv. 7, fl.421v: Alvará. Foro  de  Cavaleiro Fidalgo.
Filiação:  Bartolomeu de Aguiar de Magalhães, 18.03.1693.
64  ANTT, RGM,  de D. Pedro II, liv. 7, fl.421v: Alvará. Acrescentamento de foro, 07.11.1698.

Historia y Genealogía Nº2 (2012) | 89


AS NOBREZAS SECUNDOGÉNITAS NO IMPÉRIO ULTRAMARINO português ...

Por outro diploma, datado de 7 Novembro 1698, foi-lhe suprida a imposição, visto o certificado
do “Provedor e Officiaes da Casa da Índia” em como embarcou na nau S. Francisco de Borja, a qual veio a
arribar a este reino depois de 5 meses de viagem.
Ainda nesse ano recebeu carta de capitão do terço da Fortaleza de Mombaça65 e a patente de
capitão de infantaria da viagem da Índia66, conforme o seguinte documento:

“Manoel do Rego de Magalhães, filho de Bartholomeu de Aguiar de Magalhães, natural


de Negapatão, do Estado da Índia. Ouve Sua Magestade por bem, tendo respeito ao ditto Manoel
do Rego de Magalhaes hauer seruido na cidade de Negapatao e Jafanapatao, desde o anno de
1653 athe o de 660 em praça de soldado e alferes, achandose em todas as ocazioens que ouve por
mar e terra naquellas partes e principalmente no impedir ao Olandez o dezembarcar na Ponta das
Pedras na peleja do prezidio de manar e retirandose a Jafanapatao, no serco que lhe pos o inimigo
em que ficou prizioneiro e no que tambem pos a Negapatao, com os malavares, pelejando ate se
render a ditta cidade, donde perderáo seos pays a sua fazenda e elle os seos papeis, hauendo que
ao ditto se satisfaçáo governando o forte de Sta. Cruz e passando a este reyno continuar o serviço
na provincia do Alentejo em praça de soldado e capitam de auxilliares, marchando no anno de
662 á campanha de Extremoz e Jurumenha, assistindo algum tempo nos comboios e atalayas com
muito cuidado, em 663 ir no socorro que foi à cidade de Euora que estava tomada plo inimigo
caminhando para ella com aproches, athe desarmar o forte de Sto. Antonio que foi o principio
de se render a mesma cidade, na marcha que fez a Eluas e Extremoz e vindo o inimigo á praça da
Berlenga guarnecendose toda a Costa Maritima, ir de guarniçao para o forte de Porto Nouo em
que assistio mez e meyo e por esperar delle que da mesma maneira servirá daqui em diante em
tudo aquillo de que for encarregado do serviço de Sua Magestade, conforme a confiança que faz da
sua pessoa e tendo consideraçao e ser nomeado capitam de huma das conquistas da guarniçao das
naos que na monçao passada forao para o Estado da India em que nao foi possivel embarcarse. Ha
por bem que o ditto Manoel do Rego de Magalhaes vá com o posto de capitam de infantaria em a
nao S. Francisco de Borja que na monçao de Março futuro vai para o Estado da Índia, (...) com o
qual havera o soldo que lhe tocar (...) e gozara de todas as Honras, (...) 18 de Fevereiro de 1693”67.

A 13 de Abril seguinte era concedida, por carta régia, uma tença de cem mil réis a sua mulher
“Elena de Souza”68 em virtude dela ser pessoa nobre e permanecer sozinha no Reino com três filhos, um
dos quais, Bartolomeu de Aguiar de Magalhães69, em grande perigo de vida “por ter achaque incurável
(accidentes epelepticos de gota coral)”70. Por seu turno o Conselho Ultramarino foi de parecer que Sua
Majestade mantivesse a dita tença a favor do filho doente “visto os achaques de que padece”, caso sua
mãe morresse71. Esta senhora era filha de Luís Cacela, capitão de infantaria nas guerras do Alentejo, e
de Jerónima de Sousa, nascida na sua quinta de S. João dos Bem Casados, freguesia de S. Sebastião da
Pedreira, de Lisboa72.

65  Ibidem, Carta Patente. Capitão de Infantaria do terço do Fortaleza de Mombaça, 06.03.1693.


66  ANTT, RGM, de D. Pedro II, Livro 21, fl. 260.
67  ANTT Registo Geral de Mercês, D. Pedro II, Livro 7, fls. 421 e 421v: Carta. Capitania de Infantaria para Estado da Índia.
Filiação:  Bartolomeu de Aguiar de Magalhães, 18.02.1693.
68  Ibidem.
69  Baptizado a 27.03.1676, na freguesia de S. Cristóvão, de Lisboa, sendo seu padrinho Domingos Fróis de Toar, ANTT,
Paroquiais, Lisboa, freguesia S. Cristóvão, Livros 4 e 5 de Baptismos, fl. 42.
70  BNL, Secção Ultramarina, Mercês, códice nº 86, fl. 318v.
71  BNL, Secção Ultramarina, Mercês, códice nº 85, fl. 323.
72  ANTT Habilitações Ordem de Cristo, letra A, Maço 44, nº 7.

90 | Historia y Genealogía Nº2 (2012)


Joâo de Figueiroa Rego

Em 1666, foi escolhido pela tia, D. Antónia de Magalhães, para seu herdeiro universal e
testamenteiro. Contudo, a 16.09.1668, esta senhora revogou as disposições anteriores, incluindo um
codicilo no qual legava 50.000 réis às filhas de seu primo Francisco do Rego da Silva. No novo testamento
a tia legava-lhe somente 118.000 réis, deixando ainda a sua sobrinha D. Catarina, um cordão, colares,
brincos e uma águia, tudo em ouro, além de alcatifas de Arrás e transferia para João de Figueiroa Rego
as funções em que antes o nomeara73. O motivo desta anulação talvez não seja alheio ao facto de Manuel
do Rego ter estado noivo de sua prima D. Catarina Maria Luísa, filha de seu tio João de Figueiroa Rego,
mas cujo casamento se desmanchou. Esta informação é dada pelo seiscentista Cristóvão Alão de Morais74,
Corregedor do Cível da cidade do Porto em 169075, mas que deve ter tido conhecimento disso por, à
época dos factos, servir de juiz de fora em Torres Vedras. Embora se desconheça a data exacta em que
Manuel do Rego casou com D. Helena de Sousa, é de presumir que tivesse sido por essa altura, uma
vez que a sua 1ª filha, Antónia, foi baptizada a 9 Abril de 1669. Teriam estado estes factos na origem da
mudança de espírito da tia, por quem foi praticamente deserdado?
Em 1695, Manuel do Rego de Magalhães, morando então Lisboa, alcançou sentença no juízo dos
Órfãos contra seu tio, João de Figueiroa Rego, da quantia de 40.000 réis, relativos a uma dívida que tinha
para com os herdeiros de Luís do Rego que morrera na Índia. Nesse sentido pediu que lhe fosse possível
arrecadar 26.666 réis, que cabiam a seus irmãos ausentes nas ditas partes, para o que constituía fiança
obrigando bens móveis e de raiz. Destes faziam parte um acento de casas na vila de Torres Vedras, próprias
e forras, que “com seus quintais, valiam muito bem quinhentos mil reis”76.
A viagem de Manuel do Rego rumo ao Oriente esteve, de novo, comprometida, uma vez que a
nau arribou à costa do Brasil, junto ao cabo de Santo Agostinho, entre Pernambuco e Baía. Inculpado
deste insucesso, por intriga do capitão Vidal Homem de Magalhães, “seu inimigo”, obteve sentença
absolutória77.
Após cinco meses de ausência tomou lugar a bordo da nau Nossa Senhora das Neves, que integrando a
armada comandada por Henrique Jacques de Magalhães partia, em Abril de 1699, de socorro a Mombaça,
de lá passando à Índia. Aportaria à barra de Goa, a 26 de Setembro desse ano e ali serviu, Manuel do Rego,
até 1702, altura em que regressou ao reino. Morreu no ano seguinte, em Lisboa, na freguesia de Santa
Justa, no dia 31 de Dezembro78.
Quando, anos antes, embarcara na nau S. Francisco de Borja, como capitão, levava com ele um
seu filho:
7.a. António de Sousa de Magalhães, natural de Lisboa e morador na freguesia de Santa Justa,
mas baptizado na de S. Cristóvão e que, aos dezanove anos de idade, iniciava o serviço ultramarino, para
ajuda do qual havia recebido 20$000 réis, da tesouraria dos Armazéns da Guiné e Índia79. Após o regresso
forçado, por arribação da nau, reembarcou com o pai na Nossa Senhora das Neves, com o posto de sargento
do número. Esta partida cumpria, também, uma imposição régia, a de servir na Índia para que houvesse
efeito a mercê do hábito de Cristo, com a tença efectiva de 12$000 réis anuais, com que fora agraciado
por portaria de 28 de Fevereiro de 1699, em atenção aos serviços de seu pai. No processo de habilitação,
um dos que subsiste na íntegra e razoavelmente conservado, diz-se ser ele natural de Lisboa e morador
na Índia, filho do capitão Manuel do Rego de Magalhães, natural este da cidade de Negapatão “que ora

73  ANTT, Notariais, Torres Vedras, cartório de Guilherme Álvares de Almeida, Livro de notas de 14.12. 1683 a 30.01.1685,
fl.107.
74  ALÃO DE MORAIS, C., Pedatura Lusitana, tit. Figueiroas, vol. II, pp. 56 a 72 (ed. 1945).
75  ANTT, Registo Geral de Mercês, D. Pedro II, liv. 8, fl.127.
76  ANTT, Secretaria notarial de Torres Vedras, notas de Sebastião Gomes da Silva, Livº 157, fls. 57.
77  ANTT, Decretos do Conselho de Guerra, decreto de 14 de Julho de 1696, sinopse nº 25, Maço nº 55 in Cláudio Chaby,
Decretos remetidos do extincto Conselho de Guerra…. Lisboa, 1872, vol. II, p. 279.
78  ANTT, Paroquiais, Freguesia de Santa Justa, Livro dos óbitos de 1685 a 1717, fl. 267.
79  ANTT, Registo Geral de Mercês, D. Pedro II, liv. 8, fl.14v e liv. 12, fl. 427v Carta de Padrão. Ajuda de Custo de 20$000
réis para sua viagem para a Índia. Filiação: Manuel de Rego Magalhães, 13.04.1693.

Historia y Genealogía Nº2 (2012) | 91


AS NOBREZAS SECUNDOGÉNITAS NO IMPÉRIO ULTRAMARINO português ...

está em poder dos holandeses”. Refere-se ainda a circunstância de seu avô paterno, Bartolomeu de Aguiar
de Magalhães, ser irmão do capitão João de Figueiroa Rego. As diligências decorreram em Lisboa, Torres
Vedras e Alhandra, sendo os habilitandos considerados “todos pessoas nobres e de nobre tratamento sem
nunca terem tido ocupação vil, ou macanica, de bom procedimento e limpo sangue, christãos velhos sem
raça de nação infecta, sem nunca ter avido rumor em contrario”80, pelo que lhe foi mandado lançar o
hábito.
Em 16.02.1723, o filho deste, Manuel de Sousa de Magalhães, recebeu o foro de escudeiro-
fidalgo da Casa Real, que por seu pai lhe competia81.

§ 2º

De regresso à descendência de Antão do Rego (2.b.), retoma-se esta linha com seu filho:
3.b. Bernardo do Rego, que, nascido em Ponte do Rol por volta de 1540, rumou à Índia
na monção de 1560. Possuía à data o foro de moço de câmara e 450$000 réis de moradia por mês e 1
alqueire de cevada por dia. Serviu sob as ordens de D. Constantino de Bragança, mlitou em Ceilão, no
presídio de Manar, e tornou ao reino em 1568, sendo então acrescentado a cavaleiro-fidalgo com 750$000
réis. Passou a Sintra, aí possuía bens tal como em Cascais onde parece ter residido82, e serviu cargos de
governança concelhia até à sua morte, ocorrida por volta de 1593. Encontra-se sepultado, em campa
brasonada na igreja do convento de Santo António do Estoril83 de que era benfeitor. Na lápida, ainda hoje
bem visível ao lado do Evangelho, lê-se, em caracteres romanos capitais:

SA DE BERNALDO
DO REGO E DE SVA
MOLHER MA BORGES
E DE SEVS ERDEIR
RÓS 1S93

Sobre esta legenda achava-se gravado o brasão dos Regos au ballon, tendo por diferença uma brica
carregada de uma merleta, no 1º cantão. Peças heráldicas, decerto, integrantes de carta de brasão de armas,
por sucessão.
Do seu casamento, com D. Maria Borges, filha de Francisco Borges, cavaleiro fidalgo e guarda-
mor da Casa da Índia84, ficaram os seguintes filhos:
4.b. Antão do Rego, que segue
4.c. João do Rego, que partiu para a Índia na monção de 1605, s.m.n.
4.d. António Borges do Rego que rumou na monção de 1606, s.m.n.
4.e. Bartolomeu do Rego, que seguiu com seu irmão João, s.m.n.

80  ANTT, Habilitações Ordem de Cristo, letra A, Maço 44, nº 7.


81  ANTT, Registo Geral de Mercês, D. João V, liv. 14, fl.357v: Alvará. Foro de Escudeiro Fidalgo. Filiação: António
de Sousa Magalhães.
82  ANTT, Arquivo da casa de Abrantes, Livro 13V (morgadio do Esporão, nº 3938) – Venda por Bernardo do Rego,
cavaleiro-fidalgo, morador na ribeira de Caparide, termo de Cascais, e sua mulher Maria Borges, a João Rodrigues Leão,
também cavaleiro-fidalgo, de um olival, sito acima do mosteiro de Chelas, chamado de “Entre os Caminhos” que havia sido
comprado, às freiras da Anunciada, pelo preço de 44$000 réis. Data da venda: 18.07.1576.
83  FIGUEIROA REGO, J. de, Breve notícia a propósito de uma campa armoriada na Igreja de Santo António do Estoril, sep.
Boletim Cultural da Câmara Municipal de Cascais 4 (1982).
84 ANTT, Arquivo da casa de Abrantes, Livro 13V (morgadio do Esporão, nº3939): Venda pelas freiras do mosteiro da
anunciada, a Francisco Borges, cavaleiro fidalgo, guarda-mor da Casa da Índia, morador em Lisboa, do olival de Entre os
Caminhos, sito acima do mosteiro de Chelas, pelo preço de 16.000 réis. Data da venda: 02.01.1546.

92 | Historia y Genealogía Nº2 (2012)


Joâo de Figueiroa Rego

4.b. Antão do Rego, cavaleiro-fidalgo e fidalgo de cota de armas85. Como tutor de seus irmãos
foi autorizado por provisão régia, datada de 3 de Março de 1605, a vender a Maria Botado de Almeida,
donna veuva moradora em Ponte do Rol, certos bens de raiz que, por formal de partilhas, haviam ficado
aos ditos seus irmãos, conforme se lê numa escritura, datada de 13 de Outubro de 1616, onde se transcreve
a citada provisão:

“elles todos os tres querem ir este ano de seisçentos e sinco as partes da India nas naus de
uiagem a seruir a vossa magestade e porque sam pesoas nobres que ão mister auviarense daqui em
diante a custa de suas legitimas que tem em o termo de Cascais e em o de Torres Vedras pedem
a vossa magestade que lhe faça merçe de conseder provisão para se poder uender das ditas suas
legitimas as propriedades de que tiuerem necessidade para se poderem auviar como filhos de quem
sao e receberão merçe”86.

Antão Rego casou em Sintra, a 28.04.1597, com D. Ana de Vasconcelos, a qual morreu em
24.12.1615, sendo sepultada na igreja de S. Martinho, na campa dos seus “antesuçores”, segundo consta
do referido assento de óbito.

§ 3º

D. Florença do Rego (3.b. do § 1º) casou com Rui Dias de Trigueiros, moço de câmara de Sua
Majestade, senhor da quinta da Macheia, em Matacães, a nascente da vila de Torres Vedras, filho do
também moço de câmara Diogo Trigueiros, e neto de António Trigueiros, nobre castelhano que viera
no séquito da rainha D. Maria, segunda mulher de D. Manuel I, de quem foi escrivão de cozinha,87 e
de sua mulher D. Joana de Goes. Já em tempo de D. João III, fez-lhe este mercê do “oficio de feitor e
prouedor dos defuntos e veador das obras da cidade de Ormuz por tempo de tres annos e com cem mil
réis. dordenado em cada hum anno”88.
Quanto a Rui Dias terá sido acrescentado a cavaleiro-fidalgo pois com esta designação é tratado na
escritura de dote de seu filho Lopo. Foi da governança de Torres Vedras, vila onde, em 1575, servia como
juiz pela ordenação e morreu a 20.06.1614, sendo sepultado na igreja de Nª Sª da Oliveira, freguesia de
Matacães. Sua viúva morreu pouco depois, a 12 de Setembro do mesmo ano89.
Deste casamento houve vários filhos, entre eles:
4.a. Antão do Rego, a quem sua mãe, por morte, legou a terça no valor de 36.000 réis além
de 67.250 réis respeitantes a terra de olival, 43.000 réis, relativos a uma vinha grande e outros bens mais
no valor de 1.250 réis90. Foi moço de câmara, senhor da quinta da Freiria, termo de Torres Vedras. Casou
com D. Catarina Caldeira da Rocha, filha de Bernardim da Rocha, cavaleiro-fidalgo da Casa del Rei nosso
senhor91 e escrivão da almotaçaria da mesma vila92; c.g. Esta senhora era irmã de Manuel Pereira da Rocha

85  Conforme é designado n escritura notarial lavrada em 1616, sendo à época morador em Sintra, na qual vendia umas casas
e quintal, sitas na Ponte de Rol. Casas essas que “erão de Antonio Borges do Reguo e de Joao do Reguo e de Bartolomeu do
Reguo irmãos d’elle Antão do Reguo de que era tutor e ouve prouisons de sua magestade pêra as vender”, cf nota seguinte.
86  ANTT, Notariais, Torres Vedras, cartório do tabelião António dos Rios, Livro de 24 de Setembro de 1615 a 26 de
Novembro de 1616, fl.195
87  ANTT, Moradias da Casa Real, Livro 1, Maço 2, fl. 12v
88  ANTT, Chancelaria D. João III, Livro 16, fl. 32.
89  ANTT, Paroquiais, Torres Vedras, freguesia de Matacães, Livro dos óbitos dos annos de 1602 a 1656, fl. 7v.
90  ANTT, Notariais de Torres Vedras, Cartório de João Leitão, Livro de notas de 15.12.1614 a 28.08.1615, fl. 19v.
91  Surge designado, como tal, em actos notariais, veja-se FIGUEIROA REGO, Rogério de, Alguns Sumários..., pp. 55 e 60.
92  MARGAÇA VEIGA, C. e GUARDADO DA SILVA, C., O Livro dos Acórdãos do Município de Torres Vedras (1596-1599),
Torres Vedras, 2003, pp. 39, 116, e C.M.T.V., Livro dos Acórdãos, nº 1, anos de 1572/3, fl. 47 e ANTT Chancelaria de Filipe

Historia y Genealogía Nº2 (2012) | 93


AS NOBREZAS SECUNDOGÉNITAS NO IMPÉRIO ULTRAMARINO português ...

e António da Rocha Pereira “que falleserão nas partes da Índia”, razão pela qual seu pai nomeara um
procurador, em 18.11.1603, para efeito de receber, na Casa da Índia em Lisboa, cerca de 90.000 réis de
soldos que lhe ficaram dos ditos filhos93.
4.b. Lopo Trigueiros da Rocha, cavaleiro-fidalgo, casou a 1.12.1601, com D. Antónia de
Abreu, filha de João Lopes, trinchante das Damas da Rainha D. Catarina, avó de D. Sebastião o qual por
mercê de 15 de Junho 1577 o fez juiz das jugadas de Torres Vedras; c.g. A noiva recebera em dote cerca de
400.000 réis, compostos por terras, uma vinha, um leito vermelho da Índia, panos de armar, um cofre da
Flandres e roupas de uso e cama94.

§ 4º

D. Bebiana do Rego, (3.c. do § 1º) casou com Lopo Gorjão, cavaleiro-fidalgo, a quem levou
como dote a quinta da Farroupeira, limite do Turcifal. Este era filho de André Gorjão, um dos capitães do
governador da Índia Francisco Barreto e que, segundo Diogo do Couto, foi tanadar (tesoureiro das rendas
das gancarias) de Agaçaim no ano de 155595. O casamento, ter-se-á realizado depois de 31 Julho de 1574,
porquanto nessa data, sendo ainda solteira, seu irmão, fez-lhe doação de “toda a legytyma que lhe a elle
Francisco do Rego couber dar de seu pay no casall do Azambujal”, além de “dous moyos de pão terçado
oytenta de trigo e corenta de cevada em cada hum anno”.
Foram filhos:
4.a. Francisco do Rego Gorjão, sucessor, capitão de ordenanças da vila de Torres Vedras onde,
servindo de vereador mais velho e juiz pela ordenação no ano de 1640, presidiu à aclamação, a 18 de
Dezembro, de D. João IV96.
Por carta régia, de 15 de Junho de 1618, tivera a mercê dos “offiçios de Almoxarife e Juiz dos
direitos reaes sismeiros e Juiz dos Órfãos dos reguengos e ordinario delles da villa de tores uedras e seu
termo (...)”. No ano de 1628 encontramo-lo como provedor da Misericórdia local, voltando a ser eleito
para este cargo em 163797 e a 13 Julho 1640 era nomeado vereador de Torres Vedras por carta de Filipe
III98. Francisco do Rego Gorjão, que morreu a 24 Julho 164399, casara com D. Brites Vaz Trigueiros, filha
de Acácio Botado de Almeida, cavaleiro-fidalgo, senhor da quinta da Cadriceira, no termo da vila de
Torres Vedras, em cuja vila era juiz dos direitos reais, vereador100 e juiz dos Órfãos101. Esta senhora, que era
sobrinha neta de Acácio Botado, bispo de Siguença, tesoureiro da capela real e capelão da imperatriz D.

II, Liv.7, fl. 284.


93  ANTT, Notariais de Torres Vedras, Cartório de António Pereira Trigueiros, Livro de notas de 24.10.1603 a 16.05.1604,
fl. 43.
94  ANTT, Notariais de Torres Vedras, Cartório de Manuel da Ponte, Livro das notas de 03.04.1601 a 30.08.1601, fl. 129v
95  COUTO, D. do, Décadas, década VII, p. 34.
96  SCMTV, Livro dos Registos, nº 5, fls. 51v a 53.
97 SCMTV, Livº nº 3 de Eleições dos annos de 1620 a 1682, fl. 69v.
98  SCMTV, Livº nº 11 dos Acórdãos de 6 de Março de 1636 até Julho de 1643, fl. 172.
99  Foi enterrado junto à capela dos Botados e deixou como testamenteiro seu cunhado, João Botado de Almeida, morador
na sua quinta da Ribeira, cf. ANTT, Paroquiais de Torres Vedras, freguesia de Santa Maria do Castelo, Livro dos óbitos dos
anos de 1642 a 1740, fl. 1v. Este João Botado foi também vereador da câmara (1665 e 1678), cf. SILVA, M. N. da, Poder e
Família em Torres Vedras no Antigo Regime. Espaços de actuação e formas do controlo social (1663-1755), Lisboa, 2006, p. 45.
100  MARGAÇA VEIGA, C. e GUARDADO DA SILVA, C., O Livro dos Acórdãos..., p. 115. Acácio Botado renunciou,
por escritura de 2 Novembro 1606, os “serviços prestados na Índia por seus filhos Rafael Botado de Almeida e Nicolau de
Almeida, ambos falecidos no dito Estado a favor de outro seu filho João Botado de Almeida”; cf. FIGUEIROA REGO, R.
de, Alguns Sumários..., p. 62. A este João Botado de Almeida, é dado o tratamento de capitão de infantaria em actos notariais,
por volta de 1624, veja-se idem, ibidem, p. 154, tal como a Rafael Botado de Almeida, seu irmão, idem, ibidem, p.123. João
Botado era procurador do concelho de Torres Vedras em 1653 quando das exéquias do príncipe D. Teodósio de Bragança.
101  ANTT, RGM, Filipe II, Livº 43, fl. 127v.

94 | Historia y Genealogía Nº2 (2012)


Joâo de Figueiroa Rego

Isabel, mulher de Carlos V102, morreu a 31 de Maio de 1631, sendo enterrada junto à capela dos Botados,
na igreja de Santa Maria do Castelo103. Dela e de seu marido foram filhas, entre outras:

5.a. D. Margarida Botado de Almeida, que a 22 de Outubro de 1657 casou104 com o capitão de
infantaria auxiliar João de Freitas da Cunha, que a dotou em 200.000 réis, a título de arras105. Este último
foi vereador106 e juiz pela ordenação de Torres Vedras, além de juiz dos direitos reais e reguengos da dita
vila, por renúncia de seu pai, Bernardo Teixeira de Freitas, provedor da Misericórdia local107 e vereador
da câmara (1669, 1672 e 1676)108. Este último, por sua vez, recebera o dito cargo por morte do sogro109,
o atrás referido Francisco do Rego Gorjão, pois, encontrando-se viúvo, tornara a casara com, Maria
Trigueiros de Almeida, irmã de sua futura nora110.
João de Freitas da Cunha, morreu a 25 Agosto 1684, sendo enterrado na capela do Espírito Santo
da igreja de Matacães, conforme se pode ler em caracteres romanos capitais:

SA. DO CAPT.AM IOÃ


DE FREITES DA
CVUNHA FALECEº
EM 25 DE AGOSTº
NA ERA DE 1684
E DE SVA MOLH.R
MARGAIDA BO
TADA DE ALM.DA
E DA L.ÇA Pª SE EN
TERRAR Mª DO ES
PIRITO Sº SVA
CRIADA

Deixou por testamenteira sua mulher111, a qual veio a morrer a 8 Janeiro 1697, recebendo sepultura
na igreja de Nossa Senhora da Conceição de Ponte de Rol112. Esta, que havia vinculado os seus bens de
raiz em capela, deixou por seu testamenteiro e herdeiro113, Diogo de Vasconcelos Homem, fidalgo da Casa
Real e genro do capitão João de Figueiroa Rego.
5.b. D. Maria Trigueiros de Almeida, que a 30 de Janeiro de 1651 casara com Bernardo
Teixeira de Freitas, sogro de sua irmã Margarida. Este era filho de António Teixeira de Freitas, juiz de fora

102 Sobre este e os Botado torrienses, veja-se FIGUEIROA REGO, R. de, Um Herói português na emprêsa de Tunis: resolução
de um problema heráldico-genealógico, sep. do Arquivo Histórico de Portugal IV (1943).
103 ANTT, Paroquiais de Torres Vedras, freguesia de Santa Maria do Castelo, Livro misto dos anos de 1601 a 1641, fl. 141.
104  ANTT. Paroquiais de Torres Vedras, Freguesia de Ponte do Rol, Livro dos casamentos e óbitos dos anos de 1632 a 1666.
105  ANTT, Notariais de Torres Vedras, cartório de Bernardo da Silva de Azevedo, Livro de notas de 31.10.1665 a 07.11.1657,
fl. 131.
106  SCMTV, Livro dos Acórdãos nº 14 de 1672 a 1684, fl. 45v.
107  SCMTV, Livro de eleições, nº 3, dos anos de 1620 a 1682, fl. 200.
108  SILVA, M. N. da, Poder e Família em Torres Vedras…, p. 45.
109  SCMTV, Livro de Registos, nº 8, (anos de 1673 a 1683), fl. 111v e ANTT, RGM, D. Afonso VI, Livº 31, fl. 267.
110  ANTT, RGM, D. João IV, Livº 22, fl. 83v.
111  ANTT, Paroquiais de Torres Vedras, freguesia de Matacães, Livro dos baptismos, casamentos e óbitos dos anos de 1676
a 1724, fl. 13v.
112  ANTT, Paroquiais de Torres Vedras, freguesia de Ponte de Rol, Livro dos óbitos dos anos de 1636 a 1728, fl. 31v.
113  ANTT, Notariais de Torres Vedras, cartório de Francisco Pinto da Silva, Livro de notas de 30.01.1715 a 10.01.1716, fl.
92 (o qual como herdeiro vinculou, em 1715, os seus bens de raiz em capela).

Historia y Genealogía Nº2 (2012) | 95


AS NOBREZAS SECUNDOGÉNITAS NO IMPÉRIO ULTRAMARINO português ...

de Silves e provedor da misericórdia de Torres Vedras114 condição que evocou para ser escuso do lugar de
almotacé, para que havia sido eleito em 1597115.

§ 5º

D. Violante de Sequeira, (4.d. do § 1º), filha de Francisco do Rego, casou em 1602, a 13


de Março116, com Pêro da Rocha da Silva, cavaleiro-fidalgo, e filho de Bernardim da Rocha, sogro de seu
irmão Antão do Rego (4.a. do § 3º), “todos pessoas muito nobres”117. Pêro da Rocha serviu igualmente o
ofício de escrivão da almotaçaria de Torres Vedras118, que andava na sua família desde seu bisavô paterno
Pêro Delgado119. Ofício de que obteve licença para poder nomear em uma das suas filhas, para a pessoa
que com ela casasse e fosse julgada apta pelo Desembargo do Paço120.
Deste casal foi filho:
5.a. Francisco do Rego da Silva, ou Francisco do Rego da Rocha, como também usou, baptizado
a 10 Setembro de 1605121. Teve foro de Cavaleiro-fidalgo122, vereador da câmara de Torres Vedras nos anos
de 1648123, 1662124, 1667125, 1670126 tendo neste último mandato servido de juiz pela ordenação. Casou
1ª vez com Leonor da Mota, que morreu em 12.12.1632127, e 2ª com sua cunhada Maria da Mota, natural
do Turcifal, ambas irmãs de Jerónimo da Mota Franco, “alferes de huma companhia do teréiso (sic) que
esta na villa de Cascais” e que passando ao Brasil ali serviu “com escravos e carros, na armada de António
de Oquendo, na de João Pereira Corte Real na do cabo de Santo Agostinho e em Itamaracá”, pelo que,
em 1667, teve a mercê do hábito de Santiago, com a pensão de 20$000 réis e a promessa de um ofício de
justiça ou fazenda128. A que se seguiu, em 1686, Carta de Padrão de 40$000 réis de tença efectiva cada
ano com o Hábito de Cristo129.
Francisco do Rego e sua 2ª mulher tiveram cinco filhos, nascidos entre 1632 e 1641130. Maria da
Mota, morreu em 1682 sendo enterrada com o hábito de S. Francisco, na igreja do Turcifal131.

114  SCMTV., Livro de Eleições, dos anos de 1620 a 1682, fl. 200.
115  MARGAÇA VEIGA, C. e GUARDADO DA SILVA, C., O Livro dos Acórdãos..., p. 56.
116  ANTT, Paroquiais, Torres Vedras, freguesia de Santiago, da vila, Livro misto dos annos de 1600 a 1644, fl. 103v.
117 Veja-se a este propósito, ARANTES E OLIVEIRA, E. R. de, “Carvalhosas, Palhavãs e Carvalhosas-Palhavãs”, in Armas
& Troféus, IX Serie (Jan-Dez 2000 e Jan-Dez. 2001), pp. 110-111.
118  SCMTV, Livro dos Acórdãos nº1, dos anos de 1572 a 1573, fl. 47.
119  ANTT Chancelaria de D. João III, Livro 30, fl.12v.
120  ANTT, RGM, Filipe II, Livº 7, fl. 284.
121  ANTT, Paroquiais de Torres Vedras, freguesia de Ponte de Rol, Livro misto dos annos de 1590 a 1614, fl. 26.
122 Tal como seu meio-irmão Manuel Pereira da Rocha, filho do 2º casamento de Pero da Rocha da Silva, sob condição de
ir à Índia, onde seria armado cavaleiro. Alvará datado de 13.02.1653, cf. Inventário dos Livros de Matrícula de Moradores da
Casa Real, vol. I, p. 254.
123  SCMTV., Livro dos Acórdãos nº 8 dos annos de 1643 a 1654, fl. 174v.
124  Por curiosidade registe-se que, por carta régia de D. Luísa de Gusmão (regente do reino na menoridade de D. Afonso
VI), foi nomeado, nesse mesmo ano, juiz de fora da dita vila o genealogista Alão de Morais que na sua autobiografia anotou:
“tomei posse da judicatura em 6 de Abril quinta frª de Endoenças no anno de 1662, sendo vreadores Fran.co Carnide de
Sotomayor, Francisco do Rego da Sylva, João Barretto de Pina (...)”, in Boletim Cultural da Câmara Municipal do Porto, vol.
VII, fasc. 4, p. 313.
125  SCMTV, Livro dos Acórdãos nº 13 dos annos de 1663 a 1672, fl. 120v.
126  Ibidem, fl. 243 e SILVA, M. N. da, Poder e Família em Torres Vedras…, p. 45
127  ANTT, Paroquiais de Torres Vedras, freguesia de Ponte de Rol, Livro nº 1, caderno nº 4 dos anos de 1632 a 1666.
128  ANTT, Portarias do Reino, vol. I, p. 243 e Ibidem, Registo Geral de Mercês, Ordens, liv.12, fl.404-404v.
129  ANTT, Registo Geral de Mercês de D. Pedro II, liv. 3, fl.44v.
130  ANTT, Paroquiais, Torres Vedras, freguesia do Turcifal, Livro dos baptismos dos anos de 1597 a 1660, fls. 123, 127v,
140, 153, 163.
131  ANTT, Paroquiais, Torres Vedras, freguesia do Turcifal, Livro dos óbitos dos anos de 1654 a 1695, fl. 84.

96 | Historia y Genealogía Nº2 (2012)


Joâo de Figueiroa Rego

§6

João de Figueiroa Rego, (5 c. do § 1), fidalgo de cota d’armas,132 filho secundogénito (mas sucessor
na falta dos irmãos) de Manuel do Rego de Magalhães e de sua mulher D. Catarina de Figueiroa133. Foi
baptizado na igreja de Santa Maria do Castelo, de Torres Vedras a 9 de Setembro de 1606.134 Em virtude
dos grandes bens – nos concelhos de Torres Vedras, Sintra, Cascais e Lourinhã – de que foi herdeiro, por
seu pai, tias e irmã, instituiria o morgadio de Vale de Mendares135, a pretexto do casamento de sua filha D.
Catarina. A cabeça deste vínculo era o prazo do mesmo nome, com suas casas nobres e capela, armoriada,
sob orago de Sam Joam Baptista “(...) a qual esta ornada com todos os paramentos necessarios para nella
se poder diser Missa como athe o prezente se disse com lisença que se alcansou no tempo que se edificou
a ditta ermida (...)”136.
Contudo haverá que fazer uma ressalva: é que, muitas vezes, o cuidado posto na preservação da
pureza dos administradores vindouros, bem como outros interesses decorrentes do incrementar de novas
rendas, levava à refundação de um morgadio original, alargando-se o conteúdo patrimonial para, através
disso, introduzir cláusulas inibitórias. De facto, o capitão João de Figueiroa, na escritura de dote, lavrada
em 1669, anexou várias terras, prazos, quintas e capelas ao vínculo que recebera de sua tia D. Margarida
de Magalhães137, “com tal condiçaõ que todos os sucessores que sucedam no dito morgado sejaõ catolicos
excluindo mojro e judeo e seraõ leais a Coroa Real”138 .
Ora, de acordo com Enrique Soria, se “esta política de agregaciones tiene mucho que ver com
la existência de una saneada economia familiar, com un nivel de rentas tan alto que permite seguir
aumentando el núcleo del património troncal una y outra vez”139 –como seria o caso–, por outro lado,
possibilitava a introdução ou consolidação de mecanismos já existentes, de controlo parental e linhagístico.

132  O uso anterior de armas pelos seus ascendentes paternos e maternos está documentado quer no caso dos Rego, ainda hoje
visível na campa quinhentista de um seu tio-avô, Bernardo do Rego, em Santo António do Estoril, quer nos Figueiroa, que já
as usavam em pratas, caso do igualmente quinhentista e também tio-avô Bernardo de Figueiroa, fidalgo da casa, conforme se
lê no testamento de sua viúva D. Luís Pessoa, cf. A.M.P. H, Maço 6, nº17, fl.16. Sem esquecer outros testemunhos epigráficos
de que ficaria memória na distante Índia. “Campas que se achão na Igreja de N S da Graça de Goa com suas inscripçoens:
(…) campa, que diz: aqui jazem Miguel de Figueiroa, e seu filho João de Figueiroa, falecerão o pay aos 15 de Novembro de
1656, o filho a treze de Fevereiro de 1661. Tem por armas em hum escudo sinco arvores, e capacete em sima do escudo”.
Nota: como se infere da dedução heráldica não se traria de árvores, mas sim de 5 folhas de figueira. BNL, F.G. Nº 177
(Memorias da Congregação Agostiniana na Índia oriental, pelo padre frei Manuel da Purificação, provincial da congregação
da Índia), fl. 282 apud Documentação para a História das Missões do Padroado Português do Oriente, coligida e anotada por
SILVA REGO, A. da, vol. XII (1572-1582), Lisboa, Fundação Oriente/ CNPCDP, 1996, p. 73.
133  Morreu antes do marido, que foi seu testamenteiro, a 06.10.1643, sendo enterrada na igreja de Nossa Senhora da
Conceição, de Ponte de Rol, cf. ANTT, Paroquiais, freguesia de S. Mamede da Ventosa, Livro misto de baptismos, casamentos
e óbitos dos anos de 1641 a 1657, fl. 161v.
134  Cf. ANTT. Registos Paroquiais, Torres Vedras, Lº 1 de registos mistos da freguesia de Sta. Maria do Castelo, fl.14
135  Em 27 de Julho de 1669, cf. ANTT. Notariais de Torres Vedras, cartório de Francisco de Almeida, Livro de notas de
19.10.1668 a 19.01.1670, fl. 69.
136 ANTT. Notariais de Torres Vedras, cartório de Guilherme Alvares de Almeida, Livro de notas de 13.Abril. 1699 a 5 Abril
1700.
137  João de Figueiroa Rego foi testamenteiro e herdeiro desta sua tia, que morreu a 27.03.1643, sendo sepultada na capela-
mor da igreja de Ponte de Rol, cf. ANTT, Paroquiais, Torres Vedras, freguesia de Ponte de Rol, Livro dos óbitos dos anos de
1636 a 1728, fl. 12v.
138  ANTT, Cartório Notarial de Torres Vedras, Notas do Tabelião Francisco de Almeida, Livro de 19 de Outubro de 1668 a
19 de Janeiro de 1670, fl. 69, apud FIGUEIROA REGO, R. de, Subsídios para a investigação científica em Portugal: Alguns
Sumários das notas de vários tabeliães da vila de Torres Vedras nos séculos XVI a XVIII, sep. de Armas & Troféus, IV Série,
Tomo I (Janeiro/ Dezembro 1979), nºs 1, 2 e 3, p.189.
139  SORIA MESA, E., La nobleza en la España moderna. Cambio y continuidad, Madrid, 2007. p. 241.

Historia y Genealogía Nº2 (2012) | 97


AS NOBREZAS SECUNDOGÉNITAS NO IMPÉRIO ULTRAMARINO português ...

Ao contrário de seus irmãos, João de Figueiroa Rego, nunca militou no Oriente. Serviu vários
lugares de governança e principalidade, de juiz a vereador140, para além de ter sido capitão de cavalos141,
de infantaria142 e de auxiliares143 nas campanhas da Restauração144; procurador às Cortes de 1642, por
Torres Vedras145, vila de cuja Misericórdia foi provedor146. Mesmo assim, apesar de também nunca ter ido
a África, sendo capitão de ordenanças

“trinta annos aonde na costa do mar desta villa captivou uinte e seis mouros por sua
industria no tempo que governaua a Duquesa de Mantua que por sua ordem se venderão que
mandou repartir pellos soldados de sua companhia que com elle fizerao a dita preza dos tais
mouros e que de tudo o sobredito constaua de papeis e certidoes (…)”147,

conforme se lê na escritura de doação dos seus serviços a favor de seu filho Manuel.
O capitão João de Figueiroa Rego, tornou-se, provavelmente, o paradigma familiar em termos
de estratégia de integração social, riqueza fundiária e monopolização de cargos e funções em sede de
oligarquia municipal. Em si convergira toda a axialidade de uma lógica que visava o reforço da estratégia
de participação activa na vida pública e de consolidação nobiliárquica, iniciados pela parentela, algumas
gerações antes.
O estudo da sua ascendência materna traduz uma homogamia, em tudo concordante com o
registo social paterno. Portanto, em perfeita consonância com a normativa social praticada, embora

140  Em 1653, João de Figueiroa Rego era vereador e juiz pela ordenação tendo dado posse de corregedor ao Dr. João de
Albuquerque, no dia 7 de Janeiro, cf. SCMTV, Livro dos Acórdãos, dos anos de 1643 a 1654, fl.428. Em 1666, 1672 e 1676,
era de novo vereador, cf. SILVA, M. N. da, Poder e Família em Torres Vedras…, p. 45.
141  “Dom Affonso por graça de Deos Rey de Portugal (...) faso saber aos que esta minha Carta patente virem que tendo
respeito aos mericimentos de João de Figueiroa Rego e por confiar delle que no de que o emcarregar me servira a meu
contentamento por todos estes respeitos hey por bem e me praz de o nomear como por esta Carta o nomeyo por Cappitam
de huma Companhia de Cavalos de ordenança da Villa de Torres Vedras o qual posto servira emquanto o eu ouver por bem
e gozara de todas as onrras e previlegios liberdades izensoins franquezas que direitamente lhe pertençerem pelo que ordeno
ao conde de Cantanhede dos meus Conselhos de Estado e Guerra Vedor de minha fazenda governador das armas desta Corte
e Comarcas de Estremadura lhe mande dar pose delle deixando o servir e eixercitar. Ao thenente general da Cavalaria faça o
mesmo e os ofisiais della e os soldados delle cappitao que em tudo lhe obedeçáo e guardem suas ordens como devem e sao
obrigados jurando primeiro na forma costumada de satisfazerem suas obrigaçoins por firmesa do que lhe mandey pasar esta
Carta asinada e selada com o selo grande de minhas armas. Dada na Cidade de Lixboa aos vinte e noue dias do mez de março
.(...) Ano do nacimento de noso Senhor Jesu Xpto de mil e seis centos e sesenta e hum (...) A Raynha –Conde de Soure–Pero
Sesar de Menezes. Cf. C.M.T.V. Livro de Registos, anos de 1650 a 1665, fl.163v.
142  Já o era em 1636 pois assim é declarado num acto notarial em que assina como procurador de seus pais, cf. ANTT.
Notários de Torres Vedras, Cartório de António dos Rios, Livro de 20/09/1632 a 18/02/1633, fl. 27.
143  Decreto de 18 de Maio de 1647, cf. Chaby, C. de, Synopse dos documentos remetidos ao extincto Conselho de Guerra,
Lisboa, Imprensa Nacional, 1870, vol. II, p. 166.
144  De D. João IV conhece-se uma carta dirigida ao “Capitam de auxiliares de Torres Vedras, João de Figueiroa do Rego,
Eu elRey vos envio muito saudar. Mando encarregar ao corregedor dessa comarca tenha prevenido os auxiliares della para
marcharem para a fronteira do Alentejo logo que chegue outro recado para o fazer e a vos encomendo e mando tambem
assistais ao que convenha em ordem a isto e esteiais prevenido e prompto para ides com a nossa companhia e o fazerdes sem
momento de dilação porque assi convem ao meu serviço tendo por certo que hey de ter memoria do que me fizerdes nesta
ocasião para folgar de vos fazer a merce que ouver lugar. Escrita em Lixboa a cinco de outubro de mil seis centos quarenta e
sete. REY”. Cf. ANTT. Registos do Conselho de Guerra, Livº 8, fls. 53v.
145  A procuração passada pela vila de Torres Vedras, em 7 Setembro 1642 encontra-se em ANTT Cortes, Maço 8, nº II e
encontra-se transcrita, junto com outra documentação, em FIGUEIROA REGO, R. de, Procuradores da vila de Torres Vedras,
às Cortes de 1642, sep. Miscelânea, tomo I, Oeiras, MCMXXXII.
146  Eleito no ano de 1658, cf. SCMTV, Livro das Eleições da Santa Casa da Misericordia da vila de T.Vedras, anos de 1620
a 1682, fl.137v.
147  ANTT, Notariais de Torres Vedras, Cartório de Sebastião Gomes da Silva, Livro de notas de 30 de Janeiro de 1686 a 11
de Janeiro de 1687, fl. 100v.

98 | Historia y Genealogía Nº2 (2012)


Joâo de Figueiroa Rego

acrescida de outras mais-valias148. Seu avô, João de Figueiroa, fora moço de câmara de D. Sebastião,
depois acrescentado a cavaleiro-fidalgo149, além de proprietário dos ofícios de escrivão das malfeitorias
e execuções da Corte (que comprara em 1539) 150 e de escrivão da câmara de Torres Vedras151. Viu-se
privado da posse deste último por ser da parcialidade de D. António, Prior do Crato152, cujo auto de
aclamação naquela vila assinou em 1579. Sua avó materna, D. Isabel de Aguiar Leitão, era irmã de Brás
de Aguiar, moço de câmara da rainha D. Catarina, que em 19 de Abril de 1573 rumara à Índia numa das
quatro naus da armada de D. Francisco de Sousa, ali permanecendo até 1581153; e de Ambrósio Leitão,
que também zarpara para a Índia e cujo rasto se descobre quando, em 1588 se evidenciaram ambos, em
Ceilão, na perseguição aos exércitos do Rajú, em especial na última semana de Fevereiro daquele ano:

“Braz de Aguiar, e seu irmão Ambrosio Leitão, e outros soldados e cavalleiros, que se
adiantaram, indo no alcance dos nossos que seguiam os inimigos, chegaram a hum lugar, aonde se
apartava o caminho em dous, e pareceo-lhes melhor deixarem se ficar naquella parte, porque nao
arrebentassem os inimigos por qualquer daquelles caminhos, e fossem dando nas costas aos nossos
que hiam diante, o que foi mui considerado: e assim ficaram ajuntando todos os soldados, que alli
hiam ter, ate fazerem hum arrazoado corpo delles”154.
De Brás de Aguiar sabe-se, ainda, que participou na armada que Tomé de Sousa levou à costa de
Melinde, conforme carta régia de 12 de Janeiro de 1591 endereçada de Lisboa a Matias de Albuquerque,
merecendo de Filipe I a seguinte referência:

“E asy me escreue [o governador Manuel de Sousa Coutinho] que me serirao bem Braz
d’Aguiar e Manuel da Silva, e tambem avendo papeis seus em que requeirao despacho os mandarey
ver e responder lhes e a ambos direy assy, e que me ouue por bem servido delles”155.

Brás de Aguiar, Ambrósio Leitão e D. Isabel de Aguiar Leitão eram filhos de Bartolomeu de
Aguiar, cavaleiro fidalgo e porteiro de câmara da rainha D. Catarina156, que, em 1 de Abril de 1555
partiu para o Oriente, na armada de D. Leonardo de Sousa, provido, por morte de seu irmão Francisco

148  Sobre os Figueiroa, do Porto, veja-se, por ex: BRITO, P. de, Patriciado Urbano Quinhentista: As Famílias Dominantes do
Porto (1500- 1580), Porto, A.H.C.M.P., 1997.
149  Era-o já em 1578, quando, na qualidade de procurador de Luís de Figueiroa, assinou o contrato de arrendamento do
casal de Pedrógão, cf. ANTT, Notariais de Torres Vedras, Cartório de Manuel da Ponte, Livro das notas nº 9, fl. 45 e ss.
150  ANTT, RGM, D. João III, Lº 26, fl. 181v.
151  Por carta datada de 27 de Setembro de 1578. Obtivera a propriedade do ofício por renúncia que nele fizera Fernão
Botelho, que o tivera por carta da Infanta D. Maria; cf. ANTT, RGM, D. Sebastião, Lº 42, fl. 87.
152  Da propriedade deste ofício foi feita mercê, em 1593, a Francisco Coelho, cavaleiro-fidalgo da Casa Real, cf. ANTT,
RGM, D. Filipe I, Lº 23, fl. 251.
153  BGUC, Códices de D. Flamínio de Sousa, tit de Aguiares.
154  COUTO, D. do, Década X da Ásia, Livro X, cap. 17.
155  Archivo Portuguez Oriental (APO), Nova Goa (1861), fasc. III, doc. 77.
156  ANTT Chancelaria de D. João III, Liv. LXVIII, fl. 304. Sobre este vd. ANTT, Corpo Cronológico, Parte I, Maço
84, n.º 60: Alvará da rainha para se dar a  Bartolomeu  de  Aguiar, porteiro da sua câmara, que mandava por escrivão da
Armação  de  Boliche, termo  de  Lagos, 4.000 réis para suas despesas; 22.05.1550; Ibidem, Maço 85, nº 45: Alvará da
rainha para se pagar vestiaria a Bartolomeu de Aguiar, porteiro da câmara, 26.09.1550; Ibidem, Maço 86, nº 18: Alvará
da rainha D. Catarina para Álvaro Lopes dar a Bartolomeu de Aguiar 2.000 réis,  de que lhe faz mercê para certa despesa,
09.02.1551; Ibidem, Maço 86, nº 88: Alvará da rainha D. Catarina para Álvaro Lopes dar a Bartolomeu de Aguiar, porteiro
da Câmara, 6.000 réis de que lhe faz mercê, 13.07.1551; Ibidem, Maço 96, nº8: Alvará da rainha D. Catarina para se dar
a Bartolomeu de Aguiar, porteiro da Câmara, 4.000 réis de mercê, 20.07.1555; Ibidem, Maço 98, nº 106: Alvará da rainha
para se dar a Bartolomeu de Aguiar, seu porteiro da câmara, 4.000 réis de mercê, 02.07.1556; Ibidem, Maço 98, nº 131:
Recibo de Bartolomeu Aguiar, porteiro da rainha D. Catarina,  de como recebeu de Álvaro Lopes, tesoureiro da mesma
senhora, 2.500 réis de um dos quartéis da sua tença, 10.07.1556.

Historia y Genealogía Nº2 (2012) | 99


AS NOBREZAS SECUNDOGÉNITAS NO IMPÉRIO ULTRAMARINO português ...

de Aguiar, nos ofícios de alcaide do mar de Ormuz e guarda-mor das naus do mesmo porto, por quatro
anos, conforme carta de mercê:

“(...) que avendo eu respeito a mo pedir a Raynha minha sobretodas muito amada &
prezada molher, ey por bem & me praz de fazer merçe a bertolameu daguiar seu porteiro da
camara dos officios de alcaide do mar durmuz & guarda das naos do porto da ditta cidade por
tempo de quatro annos, posto que per meu regimento ouuesse de ser tres annos somente.(...)
noteficoo asij ao meu visorrey & gouernador q ora he & ao diante for nas partes da India, & aos
veedores da minha fz.ª em ella (...) lhe deixem seruir os ditos quatro annos, posto que per meu
Regimêto ouuesem deser três somente (..)”.157

Pretendem alguns que este Francisco de Aguiar, reposteiro da casa real, a quem o irmão
sucederia, andasse por piloto na nau capitania de Duarte da Gama na companhia de S. Francisco Xavier,
“seu íntimo amigo”158 quando em 22 de Novembro de 1551 zarpou do porto de Figem, no Japão, numa
viagem tormentosa cujas circunstâncias estiveram na origem de um dos conhecidos milagres atribuídos ao
Apóstolo das Índias. Quer a memória literária que no meio de grande tempestade Francisco de Aguiar se
tenha posto a cantar alegremente e quando

“perguntado por hum dos passageyros, como tinha vontade de cantar com a morte diante
dos olhos, respondeo não temia mares, nem ondas, posto que fossem mil vezes mais altas & o navio
de vidro, porque o Padre Mestre Francisco lhe havia profetizado chegaria sempre a salvamento,
assim elle, como também qualquer embarcação, em que elle navegasse”.
“Na ilha de Sanchuam – escreve o visconde da Lagoa – porque a nau de Duarte da Gama
ficou tam estroncada da tormenta, que náo estava para viagem tam prolongada, passaram Xavier e
Francisco de Aguiar para a Santa Cruz, de Diogo Pereira, o maior amigo que o santo contava entre
os portugueses, na qual largaram, em 31 de Dezembro de 1551, as velas com rumo a Malaca.
Na segunda quinzena de Novembro de 1552, – escreve o citado autor – tornou Francisco de
Aguiar a encontrar-se em Sanchuam com o grande missionário, o qual então lhe confidenciou o
pressentimento da morte próxima, que o vitimou às catorze horas de sexta-feira, 2 de Dezembro
seguinte. Francisco de Aguiar acompanhou o enterro do apóstolo, cujo corpo transportou mais
tarde na nau Santa Cruz, que partiu de Sanchuam a 17 de Fevereiro de 1553, e aportou a Malaca
no dia 22 de Março”159.

Sucede, porém, que ao ler-se a relação do padre Manuel Barradas, que se manteve inédita até ser
publicada, anos atrás, por Georg Schurhammer160, encontra-se uma anotação do citado relator em que
este numa referência à audição de testemunhas para o processo de canonização de S. Francisco Xavier,
precisa:

“Hum portuguez de oitenta e nove annos depoem lhe contara a elle mesmo o piloto das
botas Francisco Aguiar (que assim o chamão as mais das testemunhas, dizendo huma só que
se chamava...Luís) que alguns querem fosse acabar em Portugal, e bem podiam ser dous deste
apellido, ou aquelle se chamar assim por as calçar, e Francisco de Aguiar pela devoção que teve às
do Santo. Porque este hé certo que foy aqui cazado, e tem ainda nettos,e acabou em Pegu (..)”161.

157  ANTT Chancelaria D. João III, liv. LVIII, fl. 189.


158  SOUSA, P. F. de, Oriente conquistado a Jesu Christo pelos padres da Companhia de Jesus da provincia de Goa, Lisboa, 1710,
1ª parte, p. 84, e Dell’Istoria della Compagnia di Gesu – L’Asia – descritta dal P.e Daniello Bartoli, Roma, 1667, parte prima,
p. 188.
159  LAGOA,Visconde da, Grandes e Humildes..., vol. II, p. 136.
160  SCHURHAMMER, G., “Uma relação inédita do padre Manuel Barradas, sobre São Francisco Xavier”, Studia, II, pp.
42 e ss.
161  Idem, Ibidem, p. 62.

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Joâo de Figueiroa Rego

Barradas levanta, pois, a possibilidade de coexistirem com o mesmo nome e alcunha dois
homónimos, acrescentando a propósito que uma das testemunhas do segundo processo de canonização,
ocorrido em Roma em 1616, o jesuíta Manuel Correia, dizia ter a bota do santo vindo com Aguiar para
Portugal conservando-a este em Lisboa, na freguesia de Santa Catarina do Monte Sinai162.
Já Lagoa, com base nos escritos dos padres Francisco de Sousa e Daniello Bartoli, atribui ao apoio
da companhia de Jesus e à estima que lhe votava Xavier a razão de ser das mercês régias feitas a Francisco
de Aguiar163. Ainda que a carta de provisão164, de alcaide do mar de Ormuz e de guarda-mor das naus
do mesmo porto, apenas faça referência aos serviços prestados a verdade é que ela traz, em apostila165,
a concessão de mais três anos de fruição dos ditos ofícios, ou seja, o dobro do que era prática corrente.
Todavia, Barradas, que só foi para a Índia em 1591, ou seja quase quarenta anos depois da morte do
reposteiro Francisco de Aguiar, parece ter conhecido bem a família do piloto. Referindo-se ao depoimento
de sua viúva Maria Manoel e a um neto deste casal, Francisco de Aguiar de Faria, dá a entender que os
descendentes ainda viviam na Índia. Aduzindo outros pormenores que levam a conjecturar que reposteiro
e piloto fossem, de facto, duas pessoas distintas. O próprio episódio da zanga havida entre a companhia de
Jesus e o piloto, possuidor de uma bota do Santo avidamente guardada como relíquia que depois se vira
obrigado a entregar aos padres coercivamente166, quando a requerimento destes fora preso em Cochim,
parece desabonar a tese de Lagoa sobre a protecção dispensada a Francisco de Aguiar. Não parece crível
que este que ficara tão zangado “que ainda que El-Rei lhe cortara as orelhas ambas, o não sentira tanto
como o tomarem-lhe aquella bota”, se predispuzesse, mesmo que a título compensatório, a aceitar o
patrocínio da companhia para requerer mercê dos ofícios que sabemos terem cabido ao reposteiro. Noutro
passo do mesmo relato, o p.e Barradas confirma ter o piloto morrido no Pegu “muitos annos dispois” da
predição de Xavier que, como ele afirma teria sido feita em 1551. Ou seja, menos de quatro anos antes
da morte do Francisco de Aguiar, alcaide do mar de Ormuz. Este, como se sabe, morreu pouco depois
de haver recebido os ditos cargos em 1554; não consta que tivesse casado, nem vivesse no Pegu, ou
tivesse herdeiros directos (filhos e netos). Por essa razão, aliás, foi o irmão quem lhe sucedeu, logo no ano
seguinte. Constata-se, ainda, que tanto Francisco como Bartolomeu de Aguiar, haviam pertencido à casa
da Rainha D. Catarina, a qual lhes fez várias mercês167. Tudo isto reforça a convicção de estarmos perante
dois homónimos com carreiras e perfis distintos, para lá das frágeis coincidências que os pretendem fundir
num só homem.

De retorno a João de Figueiroa Rego, refira-se que foram-lhe, de novo, emprazadas as terras de
Vale de Mendares e bens anexos (depois por ele vinculados)168.

162  Conforme se diz na tradução latina do 2º processo de canonização de S. Francisco Xavier guardado na Biblioteca
Innocenziana de Roma, fl. 30v (testemunha nº 7) segundo indicação do p.e Manuel Barradas.
163  LAGOA, Visconde da, Grandes e Humildes..., vol. II, p. 136.
164  ANTT Chancelaria D. João III, liv. LVII, fl.32.
165  Ibidem, fl. 57v.
166  O que resta dessas botas (na verdade trata-se de uma sandália) integrou a exposição comemorativa do V Centenário de S.
Francisco Xavier, realizada no edifício da Cordoaria, em Lisboa, em Abril de 2006.
167  ANTT, Corpo Cronológico, Parte I, Maço 93, n.º 107 (Alvará da rainha D. Catarina para Afonso de Zuniga dar
a Francisco de Aguiar,  reposteiro do rei D. João III, 2.000 réis de que lhe fazia mercê), 20/09/1554; Ibidem, Maço 95, n.º
11 (Alvará da rainha D. Catarina para Afonso de Zuniga pagar a Francisco de Aguiar, seu reposteiro, 6.000 réis de que lhe
tinha feito mercê), 04/03/1555.
168  Em 28.09.1655, para actualização do foro respectivo e conforme vistoria e demarcação prévia, era lavrado um auto, no
qual se dizia que a quinta de Mendares tinha “humas cazas nobres e nouas e consttam de duas salas grandes e de duas alcobas,
huma saleta, huma guarda roupa, huma cozinha, huma despensa, que todas estão em andar baixo e tem azuleio a roda em
cada huma delas, e muittas porttas e janelas em conrespondensia, com portas de pedraria e portas de almofadas, tem mais
neste mesmo sitio quatro cazas de sobrado e parte dellas ficao sobre as asima referidas, tem mais hum pateo, hum lagar de
vinho, místico e huma casa graode de adega que tem duas portas huma ao nascente e outra ao nortte e huma janela de sul,

Historia y Genealogía Nº2 (2012) | 101


AS NOBREZAS SECUNDOGÉNITAS NO IMPÉRIO ULTRAMARINO português ...

Casou com D. Maria de Siqueira, baptizada a 17.03.1630169 na igreja de Enxara do Bispo, sendo
padrinho (por si próprio) D. João Luís de Vasconcelos e Meneses, comendador na Ordem de Cristo170.
Esta senhora era filha de Nicolau Bernardes Franco Gorjão, senhor da quinta das Covas, em Alenquer
e administrador do vínculo dos Francos, no Turcifal171. A noiva foi dotada, por escritura de 1 Março
1652, com bens moveis e de raiz no valor de 15.000 cruzados e “capella sita no lugar do trocifal (sic)
que instetuiu o padre jeronimo franco capellão de Sua Magestade”172. Do casamento nasceu uma filha,
D. Catarina Maria Luísa de Figueiroa e Siqueira. Esta última viria a casar a 17 de Julho de 1669173 com
Diogo de Vasconcellos Homem, fidalgo da casa real, e capitão de infantaria do terço da comarca de
Torres Vedras (carta patente 27.04.1670). O qual foi dotado com uma quinta em Vila Viçosa, quatro
casais anexos e outras duas quintas, respectivamente em Óbidos e em Aldeia Gavinha, termo de Alenquer
(tudo vinculado em morgadio). O noivo era filho do capitão Cristóvão Ferreira Homem, fidalgo da casa
real e cavaleiro da ordem de Cristo, “vreador da cidade de Macao174, E navegou muitas vezes naquelles
mares”175, e de sua mulher D. Francisca de Vasconcelos. Esta senhora (neta de Diogo Fernandes Gago
de Negreiros e bisneta de André Boto de Resende, cavaleiro da Ordem de Cristo) era sobrinha de Diogo
Nunes Figueira, deputado do Santo Ofício, e de Inácio Colaço de Brito176, desembargador dos Agravos
da Casa da Suplicação.
Em D. Catarina Luísa de Figueiroa recaiu a administração de numerosos vínculos, entre os quais
os de sua tia-avó, de sua tia paterna e o dos Francos, somando os bens móveis e de raiz cerca de 300.000
cruzados. Morreu, sem filhos, deixando os bens livres, situados no lugar do Paúl, freguesia de Santa Maria
de Torres Vedras ao filho do seu parente e testamenteiro João Rebelo de Vasconcelos, fidalgo da Casa
Real177, cavaleiro da Ordem de Cristo178, provedor da Misericórdia (1695)179 e familiar do Santo Ofício180.

tem mais huma cozinha que serve de almazem do azeitte, tem mais místico com as cazas velhas, huma atafona com seos
pertences que de prezentte moe, todas as sobreditas cazas estão mui bem aparamentadas e tem logo pegado as sobreditas cazas
nouas as cazas antiguas que tinha esta quintta que são cinco cazas térreas, duas de sobrado, hum alpendre fechado comprido
duas cazas mais que servem de palheiro e três curais, hum de bois, outro de vacas e outro de ouelhas com suas alpendoradas e
iuntto a estas sobredittas cazas antigas fiqua a atafona de que asima se faz mensão (…)” ANTT, Cartório Notarial de Alcobaça,
Livro B- 53- 108, fls. 267.
169  ANTT, Paroquiais, Enxara do Bispo, Livro de Registos Mistos nº 5, fl. 62v.
170  ANTT, Registo Geral de Mercês, Ordens, liv.1, fl.206v e Ibidem, liv. 2, fl. 219v.
171  FIGUEIROA REGO, R. de, Alguns Sumários..., pp. 148-150.
172  Era capelão da Casa Real, inscrito no livro de moradias da rainha D. Catarina, ANTT, Livro de Moradias da Casa Real,
Maço 5, Livº 7, fl. 2., Ibidem, RGM, Chancelaria de D. Sebastião, liv 44, fl. 164v e Liv 45, fl. 387v. Este padre instituíra
vínculo dos seus bens em 08.02.1644, chamando para 1º administrador seu sobrinho João Coelho Franco, filho de João
Coelho de Matos, cavaleiro-fidalgo e comendador na Ordem de Cristo. A sucessão deste morgadio veio, mais tarde, a recair
em D. Catarina, filha de João de Figueiroa Rego.
173  A escritura de dote encontra-se sumariada por FIGUEIROA REGO, Rogério de, Alguns Sumários..., [parte II], Armas &
Troféus, IV série, tomo I, nºs 1, 2 e 3, Lisboa, I.P.H. (Janeiro-Dezembro 1979), pp. 188-189.
174  O seu nome, conjuntamente com o de Francisco Ferreira Homem, consta de um Rol dos Vezinos que hay nesta Cidade
de Macao [em 1625], publicado na íntegra por PENALVA, E., LOURENÇO, M., Rodrigues (ed.), Fontes para a história de
Macau no século XVII, Lisboa, I.P., 2009, p.177.
175 VASCONCELOS, F. de, A Aclamação del-Rei D. João IV em Macau, Lisboa, 1929, p. 39. Encontra-se publicado na
íntegra um parecer do capitão Cristóvão F. Homem, datado de 01.10.1624, em resposta a um pedido de D. Francisco
de Mascarenhas, capitão general de Macau, sobre a conveniência e importância de se fazer, ou não, a viagem de Manila;
PENALVA, E., LOURENÇO, M. R. (ed.), Fontes para a história de Macau…, p.120.
176  ANTT, Paroquiais, Alenquer, freguesia de Aldeia Gavinha, livro de óbitos de 1625, fl. 56v.
177  ANTT, Registo Geral de Mercês de D. Pedro II, liv. 5, fl.277.
178  Ibidem, liv. 1(1), fl. 151.
179  SILVA, M. N. da, Poder e Família em Torres Vedras…, p. 62.
180  ANTT, HSO,  João, mç. 18, doc. 458.

102 | Historia y Genealogía Nº2 (2012)


Joâo de Figueiroa Rego

Contudo, a sucessão do grande morgadio de Vale de Mendares e vínculos anexos passou para um
seu irmão, filho natural, mas legitimado por carta régia181 e havido em mulher solteira e limpa (sobrinha
de um padre): Manuel de Figueiroa Rego. Este, que até à legitimação usou o nome de Manuel do Rego
de Magalhães (como seu avô paterno), veio a ser capitão de ordenanças, cavaleiro-fidalgo da Casa Real
e serviu cargos de governança, entre os quais o de vereador nos anos de 1711 e 1725182. Por escritura de
31.01.1685, seu pai dotou-o com vários bens, móveis e de raiz, de cuja curiosa lista constavam

“leitos com suas armações, panos de Raza, doze cadeiras atamaradas, três caixas da Índia,
dous bofetes grandes de Angelim, dous contadores com seos bofetes, seleiro de prata, hum jaro
com seu prato de agoas de mãos, huma salva, tudo de prata, huma dúzia de colheres outra dúzia
de garfos também de prata, coatro caldeiras de cobre (…), etc, e ainda mil cruzados que testará
como lhe aprouver”.

No mesmo documento refere que, por sua morte e na falta de descendência de sua filha, passaria
para este seu filho o morgadio de Vale de Mendares “sem paçar a estranhos como athegora não pasou”.
No dia imediato, na presença do tabelião, deu posse de tudo ao dito Manuel do Rego de Magalhães,
“praticando todos os actos possesórios do estilo”, tais como, entrando pessoalmente

“nas cazas da ditta quinta abrindo e fechando as portas della pondo as mãos pellas paredes
e nos panos de Ras que nellas estavao e nas mais couzas que dentro nas dittas cazas estavao (…)
e nas vinhas e terras da dita quinta apegou com seus pés tomando terra e erua e das sepas e de
aruores de fruto e sem elle ramos e fazendo outrosim os mesmos autos e termos em a sesmaria de
Val de Salgueiral (…)”183.

À morte de sua irmã cabia-lhe, nos termos expressos pelo pai, a administração da casa vinculada.
Tal, só veio a suceder após prolongado litígio judicial em que as partes levaram ao extremo a capacidade
de contraditório e o jogo de influências. Manuel de Figueiroa Rego ter-se-á valido da Lei e do Direito mas,
talvez, tenha, também, feito uso de alguma margem de manobra clientelar. Isto a julgar pela qualidade dos
padrinhos que escolheu para os seus filhos: D. Tomás de Almeida, Chanceler-mor do Reino e 1º Patriarca
de Lisboa e D. Francisca Bárbara Mouzinho de Matos Castelo Branco, mulher do Desembargador do Paço
José Monteiro de Vasconcelos Miranda, a quem esta deu procuração para a representar184; o Corregedor

181  “Dom Pedro, etc coetera, faço saber aos que esta minha carta de legitimação virem que João de Figueiroa Rego fidalgo de
cota de Armas e cappitam de cavallos morador na sua quinta de Val de Mendares termo da vila de Torres Vedras me emviou
a dizer por sua pitição que sendo como he homem viúvo tivera hum filho por nome Manuel de huma mossa que tinha em
caza por donzella e depois de se ver prenhe por medo de seus Pais se cazara com hum criado delle suplicante e porquanto este
era certo ser seu filho o dito Manoel e por descargo de sua conciencia e ter setenta e quatro annos de idade não tendo mais
que huma filha legitima cazada a doze annos com hum fidalgo sem que athe o presente tivesse sucesao nem esperanças e não
tinha outro acendente nem decendente legitimo que se concervace a sua caza que a tantos durara e queria legitimar o dito
seu filho (…) pelo grande gosto homra que tinha de que todos os seus sucesores servise sempre a esta Coroa nas campanhas
e Armadas assim como elle servira na Restauração do Reino de capipitao (sic) de Infantaria de cavallo (…) e outro sy quero
e outorgo que por este legitimação haja o dito Manoel a nobreza e privilégios della e que por direito comum, leis ordenaçois,
uzanças dos ditos nosos Reynos aver deveria se de legitimo matrimonio nascido fora (…) e por firmeza disso lhe mandei dar
esta carta em Lixboa a onze de Agosto e pagou de novos direitos duzentos reis que forao carregados ao thezoureiro delles no
livro de sua Receita a folhas quatrocentox e trinta e nove o Principe nosso senhor o mandou pelos Doutores Joao Lampreia de
Vargas e Belchior do Rego de Andrade ambos do seu conselho e seus Dezembargadores (…), ANTT, Chancelaria D. Afonso
VI, Legitimações, Livº nº 5, fl. 155.
182  SILVA, M. N. da, Poder e Família em Torres Vedras…, p. 45
183  ANTT, Notariais, Torres Vedras, Cartório de Guilherme Álvares de Almeida, Livro de notas de 30.01.1685 a 03.12.1685,
fl. 2.
184  ANTT, Registos Paroquiais, Livro hum de baptizados da freguesia de S. Pedro, de Torres Vedras, (Livro respeitante aos

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AS NOBREZAS SECUNDOGÉNITAS NO IMPÉRIO ULTRAMARINO português ...

do Crime da Corte e Casa Belchior da Cunha Brochado185; D. Afonso Manuel de Menezes186, deputado
do Santo Ofício e Desembargador dos Agravos e, por fim, D. Jaime de Melo187, 3º duque de Cadaval e 5º
marquês de Ferreira, Estribeiro-mor de D. João V. O Padre Francisco Lino de Figueiroa Rego, beneficiado
da igreja de S. Pedro, ecónomo da Colegiada de Santiago e notário do Santo Ofício188, anotou nas suas
memórias genealógicas que um irmão do duque, D. Rodrigo de Melo, deslocava-se com frequência a Torres
Vedras189. Acrescenta ainda que o dito fidalgo aboletava-se no Convento do Varatojo e privava com seu pai,
o Capitão Manuel de Figueiroa Rego, em práticas cinegéticas, nas quais era exímio190.
Os ruinosos embargos movidos pelo cunhado do capitão, Diogo de Vasconcelos Homem, levaram
este último a ter de contrair um empréstimo substancial (600.000 réis) junto de D. Joana Francisca de
Menezes, viúva do secretário de Estado Roque Monteiro Paim191. Por sua vez, a viúva do recorrente viu-se
obrigada a arrendar a longo prazo certos bens192, entre os quais umas casas de morada na rua do Terreirinho193,
em Torres Vedras.
Manuel de Figueiroa Rego, foi também administrador da capela instituída pelo padre João Rodrigues
Azinheiro, na Herdade da Regosa, termo de Evoramonte, por mercê de D. Pedro II, datada de 2 Março de
1693194.
Por deliberação camarária de 28.10.1712, “enlegerão e votarão para seruir o dito cargo de Thezoureiro
geral das desimas este presente anno em o capitão Manuel de Figueiroa Rego, morador nesta uilla per ser
pesoa em quem entendiao ficaua o dinheiro de Sua Magestade seguro”. No entanto, inconformado com a
“honra”, o nomeado agravou da decisão e recorreu para o tribunal da Relação “e a rezam do seu aggravvo
consiste em quelle agrauante he dos principais homens nobres daquella villa (com o foro de cavaleiro-fidalgo)
que tem seruido na governança daquelle Povo na ditta villa de vereador mais velho o anno próximo passado
e como tal neste he chanceler dos Sellos do Conselho”, pelo que devia ser escuso por se tratar de ofício mais
baixo. Por sentença, registada nos livros da Câmara, datada de 13.09.1713, foi, efectivamente, dispensado
de servir o referido cargo.
Sucedeu-lhe seu filho primogénito, João de Figueiroa Rego, que veio a ser vereador de Torres Vedras
(1732), juiz ordinário (1734, 1741 e 1750) e cavaleiro professo na Ordem de Cristo, segundo se refere na
relação das solenes exéquias de D. João V, acontecidas a 17, 20 e 21 de Agosto de 1750.
Ainda antes, em 1723195 e 1728, habilitara-se para servir o Santo Ofício, do qual seu irmão era
notário, porém não chegaram a ser instruídas diligências e o processo ficou por concluir. Não existia qualquer
impedimento de sangue mas para o pretendente terá pesado o argumento financeiro, dado que ainda se
faziam sentir os encargos decorrentes da contenda judicial por posse do morgadio. De facto, foi só no
ano seguinte (1729) que “considerando os incertos e duvidosos fins das demandas e as vexações e despesas
certas que delas resultam e os desasossegos das consciências e pessoas, per evitarem tudo isto, se resolveram

anos de 1651 a 1713), fl. 215v (14.03.1703).


185  Ibidem, fl. 247 (23.09.1710).
186  Ibidem, fl. 253v (26.03.1712).
187  Ibidem, Livro do Registo de baptizados da Freguesia de S. Pedro, de Torres Vedras, dos anos de 1713 a 1746, fl. 3.
188  ANTT, HSO, Francisco, Maço 58, d.1143. Prestou juramento no dia 06.08.1738, ANTT, Inquisição de Lisboa, Lº 113,
fl. 114.
189   D. Rodrigo de Melo (Lisboa 1688- 1713 vila de Torres Vedras) Marquês de Cadaval. Casou em 1711 com Ana de Lorena
de Sá e Menezes (1691-1740), filha do Marquês de Fontes; casou depois com sua sobrinha, Ana Catarina de Lorena.
190  Famílias nobres de Tôrres Vedras – Botelhos, Alarcões, Perestrellos, Botados, Rêgos, Trigueiros, 1750, Mss in fólio de
180 pp.
191  ANTT, Notariais de Torres Vedras, Cartório de Francisco Pinto da Silva, Livro de Notas de 10.02.1714 a 29.12.1714, fl.
192  Ibidem, Cartório de José Pinto Valadares, Livro das notas de 12.09.1738 a 15.03.1739, fl. 3v.
193  Ibidem, Cartório de José Coutinho de Faria, Livro de notas de 10.06.1755 a 20.10.1756, fl. 59v.
194  ANTT, RGM, D. Pedro II, Livº 41, fl. 159.
195  ANTT, HSO, Habilitações Incompletas, doc. 2547.

104 | Historia y Genealogía Nº2 (2012)


Joâo de Figueiroa Rego

a fazer entre si concerto amigável de composição assim sobre o valor dos ditos prazos [Vale de Mendares,
Burdinheira e Mosqueiro] que pertencem ao Morgado (…) como sobre os juros do mesmo valor (…)”196.
Assim, os Desembargadores da Casa da Suplicação, Manuel de Almeida de Carvalho, Juiz-geral das Três
Ordens Militares (1715), depois Deputado do Conselho Geral do Santo Ofício e desembargador do Paço
(1745), Manuel Gomes de Carvalho, mais tarde Chanceler-mor do Reino e Filipe Maciel, deputado da
Mesa da Consciência (desde 1719) e Inquisidor extraordinário de Lisboa, na qualidade de “arbitradores e
amigáveis compositores” declararam o que, em seu entender, devia ser restituído aos bens do vínculo, como
tudo consta da escritura de compromisso, lavrada a 11 de Agosto desse ano197 e testemunhada por António
da Silva de Araújo, deputado do Santo Ofício.
Aliás, esta proximidade a membros do patamar superior da Inquisição afasta qualquer dúvida quanto
ao motivo de se ter quedado incompleta a habilitação para o Santo Ofício. Tratar-se-ia, muito provavelmente,
de razões de cariz financeiro, como atrás se disse.

Honra e Mercê

“Com efeito – segundo Fernanda Olival – servir a Coroa, com o objectivo de pedir em
troca recompensas, tornara-se quase um modo de vida, para diferentes sectores do espaço social
português”198.

Os sucessores de Francisco do Rego não escaparam a esse desígnio.


O serviço prestado pelos secundogénitos desta parentela assentou, basicamente, na actividade militar
em Marrocos, para o período quinhentista, e na Índia ao longo dos séculos XVI e XVII. O chamamento
das armas reflecte, antes de mais, uma necessidade para quem tinha, em razão da ordem do nascimento,
de procurar sustento com alguma dignidade não esquecendo de quem era filho; como se viu no teor da
petição feita em nome dos irmãos de Antão do Rego. Aliás, o caso destes últimos, impelidos a alienar a
sua legítima como forma de se subsidiarem, ilustra bem não só o grau de dependência face à Coroa – de
quem se esperava depois justiça distributiva – como aquilo que, no dizer da autora atrás citada, se tornara
uma questão fundamental: “encontrar a disponibilidade necessária, nomeadamente económica, para poder
servir”199. Nos documentos referentes a tenças e outras mercês, auferidas pelos membros da família, é muito
frequente a menção de haverem servido com “armas e cavalos à sua custa”.
A esta estratégia, foram-se, gradualmente, eximindo os varões primogénitos. Em regra, ficavam-se
pelas terras assegurando a administração patrimonial e buscando no exercício dos cargos de governação
concelhia a sua quota-parte, não tanto de sobrevivência material, mas, de acrescentamento honorífico. Isto,
sobretudo, a partir da primeira metade do século XVII quando a existência de bens e fazenda com certa
rentabilidade atingiu maior expressão, aliviando os primogénitos da obrigação de ter de partir para acautelar
honra e mercê. Assim sucedeu com Antão do Rego (4.b.) que foi feito fidalgo de cota d’ armas, sem nunca
ter rumado ao Oriente, e com seu pai, Bernardo do Rego, cuja esporádica estada indiana não justificaria, por
si só, o acrescentamento a cavaleiro-fidalgo e a presumível carta de armas, que terá recebido200, à semelhança

196  ANTT, Notariais, Torres Vedras, Cartório de António da Costa Teixeira, Livro de Notas de 4 Maio de 1729 a 12 Março
1730, fl. 80v a 92v.
197  Ibidem.
198  OLIVAL F., As ordens militares e o Estado Moderno. Honra, mercê e venalidade em Portugal [1641-1789], Lisboa, 2001,
p. 21.
199  Ibidem.
200  Só assim se explica que se tenha feito sepultar em campa armoriada, com armas de Rego acrescidas de uma diferença
(uma brica carregada de uma merleta no primeiro cantão) indiciadora de sucessão, v. nota de rodapé nº 32. Além de que as
Ordenações do Reino eram, à época, de grande rigor quanto ao uso indevido de armas; cf. Ordenações Manuelinas, liv. 2, t.

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AS NOBREZAS SECUNDOGÉNITAS NO IMPÉRIO ULTRAMARINO português ...

de João de Figueiroa Rego, também ele fidalgo de cota d’ armas201, mas que no exercício das armas não serviu
mais longe do que o Alentejo.
Deste modo, o tempo de serviço ultramarino do primeiro varão, antes pautado por décadas,
passou a ser aligeirado, quase uma formalidade para que se efectivasse a matrícula nos Livros de Moradia da
casa real ou o hábito e tença de ordem militar concedida em reconhecimento dos serviços prestados pela
geração anterior. Aliás, no âmbito de serviço, dito compulsivo, conhece-se um outro caso, o de Fernão
Varela, escudeiro do infante D. Pedro e sogro de Antão do Rego que sendo inculpado em 1451 na morte
de um tal Antão Vaz, andou homiziado por terras de Alenquer e Torres Vedras, onde tinha parentela, até
que, por carta régia de 27 de Agosto de 1456, obteve perdão sob condição de servir três anos em Ceuta,
sendo os dois primeiros à sua custa202.

Serviço e estratégias de representação: uma leitura possível

As ligações familiares e a teia de parentesco tecida, por esta linhagem, ao longo de gerações são de
grande importância, enquanto testemunho sociológico, e permitem conhecer os bastidores e meandros em
que se movia. Sobretudo tendo em conta que talvez não se tratasse de um exemplo típico de principalidade,
ou seja, um daqueles casos que levou Romero de Magalhães a concluir:

“que nunca a consideração pela gente nobre da governança das terras se plasmou em
nobreza hereditária, como tal considerada pela corte. Tratava-se de agrupamentos sociais que se
entendiam apenas no quadro concelhio”203.

Muito embora a visibilidade social de que gozavam este Rego, de Torres Vedras, os impelisse no
sentido de integrar plenamente a “potestade local”, como juízes, vereadores, procuradores, almotacés,
provedores da Misericórdia e deles haja memória presencial em ocasiões incontornáveis como aclamações
régias, quebra dos escudos204, procissões e outros festejos, a verdade é que não se quedaram pelo simples
“aparecer e parecer” local. Sempre que lhes foi possível procuraram integrara-se noutras redes de sociabilidade
mais próximas do centro político. Aliás, nesta parentela, de Torres Vedras, a consideração pública parece
não ter sido alimentada só pelo prestígio e reputação inerentes ao exercício de cargos próprios de quem
“vivia à lei da nobreza”. O serviço da coroa foi uma constante e com ele a assunção de um conceito de
honra, alicerçado ainda na velha noção – alimentada por alguma tratadística – de preferir a espada à
pena. Ao contrário daquele grupo “da gente nobre da governança”, referido por Romero, em que “não
se deparam (...) expectativas de ascensão social” e que “nada farão para ascender para além do patamar
em que se encontram”, percebe-se uma intencionalidade que escapa ao conformismo. Essa consciência
social torna-se explícita quer através do recurso à homogamia e à endogamia, tanto externa como interna

37, §5 e § 8 e Filipinas, liv. 5.t.92, § 3; veja-se ainda SÃO PAYO, conde de, “Do Direito Heráldico Portuguez”, Archivo do
Conselho Nobiliarchico de Portugal, III, Lisboa, 1928, p.108
201  Sobre a discutida relevância social desta expressão, ou título, veja-se o ponto de situação feito por VASCONCELOS, F.
de, A Nobreza do século XIX em Portugal, Porto, 2003, pp. 49/50.
202  ANTT Chancelaria D. Afonso V, Lº 13, fl.21
203  ROMERO DE MAGALHÃES, J., “Os nobres na governança das terras”, in Optima Pars: Elites Ibero-Americanas do
Antigo Regime, Lisboa, 2005, p.67.
204  A este propósito veja-se uma Memória escrita por Jerónimo de Sousa Lima, no Livro nº 9 dos Registos (Câmara de Torres
Vedras) referentes aos anos de 1683 a 169, apud FIGUEIROA REGO, R. de, A Vila de Torres Vedras na morte de El-Rei D.
Afonso VI, o Vitorioso, Lxª, Tipografia Ramos, Afonso & Moita (s/d), sep. do Boletim da Junta da Província da Estremadura,
nº 16, p. 4.

106 | Historia y Genealogía Nº2 (2012)


Joâo de Figueiroa Rego

(na linha do que foi já designado por endogamia preferencial)205 como, também, na adopção de signos
aristocráticos. Nesse contexto deve ser salientada a tumulização em capelas de fundação ou reedificação
própria, a sepultura em campas armoriadas; a constante designação do foro da casa real possuído, no
âmbito dos actos notariais em que eram intervenientes; bem como a inscrição nos livros de matrícula da
casa real dos foros e moradias conseguidos. Todos estes aspectos ilustram uma estratégia de sucesso. Do
mesmo modo, a escolha de padrinhos de representação,206 recrutados entre a alta nobreza palaciana, terá
sido outro dos mecanismos seguidos para sublinhar, publicamente, a pertença não apenas ao grupo das
elites locais mas a inserção num patamar fidalgo. Não será, portanto, de estranhar a inscrição da memória
familiar em nobiliários seiscentistas207.
A referência à génese da linhagem materna, recuável à Idade Média, vinca bem a importância das
alianças. Os casamentos feitos por esta gente revelam-se em absoluta conformidade com os padrões da
época. Nos quais a repetição de uma matriz em que a procura, por vezes limitada, no seio do mercado
matrimonial disponível, impunha determinadas regras e condicionantes. Nesse sentido, é compreensível
a repetição de alianças num mesmo núcleo parental, impedindo a dispersão ou pulverização de bens,
sobretudo, no caso de segundos casamentos. A lição genealógica traduz uma apetência por alianças no
seio de um conjunto de famílias que repartindo o poder local se interligam entre si repetidas vezes. O
rol dos elegíveis, que exibia a plenitude dos segmentos que no contexto da nobreza estremenha mais se
evidenciaram, pela posse fundiária e pelo exercício dos cargos administrativos, mostra significativa coesão:
Carvalhosa, Botado, Gorjão, Henriques, Trigueiros, Botelho, Bernardes, Cabreira, Franco, Fonseca
Tagarro, Rocha, Figueiroa e Rego. Como bem sintetizou José Damião Rodrigues:

“as relações de parentesco funcionam como marcos determinantes na concentração e


reprodução de poder e privilégios (...) o controlo político dos concelhos pelas oligarquias passa
pelo grupo familiar e pela sua organização em linhagens (...)”208.

Nesse sentido, mostra-se à evidência, que os laços familiares teriam sido aqui, tal como foram
noutros casos, determinantes para o impulso aristocratizante dos centros políticos a nível concelhio.
Da observação da rede de parentesco ressaltam, portanto, essas duas preocupações: a procura de
alianças reputadas no seio da nobreza e principalidade locais e a tentativa de não dispersar bens. Nesta
última, lançaram mão de dois expedientes: consanguinidade (ainda que nem sempre bem sucedida) e
celibato. Por outras palavras, privilegiaram a busca de uma concentração patrimonial (inclusive a nível
testamentário, através do legar de serviços – embrião de futura casa/morgado). Para, desse modo, tentarem
acautelar a perpetuação de um estatuto.
De início condicionados pela, quase, obrigatoriedade de serviço ultramarino foram-se demarcando
dessa necessidade no sentido de uma cada vez maior fixação geográfica. A ponto de, no primeiro decénio
de setecentos, deixarem por completo de servir fora do espaço físico a que pertenciam. A guerra da
Restauração havia absorvido o ímpeto bélico, subjacente ao espírito militar e o Alentejo mostrara-se tão
atractivo como o Oriente, igualmente compensador em termos de mercê e acrescentamento e, fisicamente,
muito mais próximo.

205 Veja-se a propósito RODRIGUES, J. D., Poder e Oligarquias urbanas: Ponta Delgada no Século XVII, Ponta Delgada,
1994, p. 127
206  Por ex: ANTT. Registos paroquiais, freguesia Santa Engrácia, Lx. Livro 3 de Baptismos, fl. 213:A 5.11.1671. baptismo
de Isabel, filha do capitão Manoel do Rego de Magalhães e de sua mulher Elena de Sousa. Padrinho D. Gastão Joseph (da
Câmara Coutinho), e madrinha D. Isabel de Noronha.
207  Entre esses, os do rei d’ armas Francisco Coelho Mendes, Famílias de Portugal e suas Armas, fl. 321v., RANGEL DE
MACEDO, D., B. N. Col. Pombalina, cod. 375, fl. 333, de ALÃO DE MORAIS, C., Pedatura…, vol. I, tomo III, pp. 56
segs; etc.
208  RODRIGUES,  J. D., Poder Municipal..., p. 125.

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AS NOBREZAS SECUNDOGÉNITAS NO IMPÉRIO ULTRAMARINO português ...

A carreira das armas seguida pelos descendentes do 1º morgado do Vale de Mendares, será, após a
conclusão das campanhas militares de 1640, vagamente decorativa e unicamente suportada pelos postos
de milícia e ordenanças. Contudo, ao invés do que veio a suceder com a descendência da linhagem
materna (Figueiroa), nunca chegaram a alcançar a titulação (viscondes de Beire) ou a casar entre a 1ª
nobreza da Corte (duques de Palmela, condes de Resende, condes do Covo, etc).

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Joâo de Figueiroa Rego

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ISSN 2173-6030 | Historia y Genealogía Nº2 (2012) |

ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO.


Aproximación al estudio de las capellanías en la Edad Moderna: entre
la trascendencia y la política familiar. El caso de Córdoba

Gonzalo J. Herreros Moya


Universidad de Córdoba

Resumen: En España, durante el Antiguo Régimen, tuvieron un importante peso social la fundación y
transmisión de capellanías, aunque los estudios sobre ellas son bastante desiguales. Idealmente un figura
jurídica canónica, desempeñaron en la realidad un papel determinante en las políticas familiares dentro de
linajes de diverso rango social. Por un lado, canalizaban las inquietudes trascendentales de los fundadores,
pero por otro conllevaban un sustancial significado de ostentación social para los sucesivos patronos y de
mantenimiento económico para los capellanes.

Palabras clave: Córdoba, capellanía, obra pía, patrón, capellán, misa, familia.

AS ON EARTH SO IN HEAVEN.
APPROACH TO THE STUDY OF CHAPLAINCIES IN EARLY MODERN AGE: BETWEEN
TRANSCENDENCE AND FAMILY POLICY. THE CASE OF CÓRDOBA.

Abstract: In Spain, during the Modern Age, the foundation and the transfer of the chaplaincies were an
important social role, although the studies around it are very different. In theory like a legal and canonical
object, the chaplaincies were in the past life a main function in the family politics inside the lineage of
several social bodies. In the one hand, its focus the transcendental founders interests, and in the other
hand its mean a significant duty of ostentation for the patron and a way of support for the chaplains.

Key words: Cordoba, chaplaincy, pious legacy, patron, chaplain, mass, family.

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ISSN 2173-6030 | Historia y Genealogía Nº2 (2012) |

ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO.


Aproximación al estudio de las capellanías en la Edad Moderna: entre
la trascendencia y la política familiar. El caso de Córdoba

Gonzalo J. Herreros Moya1


Universidad de Córdoba

“Así, lo que ates en la tierra,


quedará atado en el cielo,
y lo que desates en la tierra,
quedará desatado en el cielo”
Mateo, 16, 19

“Alguien no muere hasta que no se le olvida”


Proverbio africano

El presente estudio no pretende más que ser un avance de unas inquietudes investigadoras sobre el
tema en cuestión, las capellanías en España en la Edad Moderna, y su desarrollo en la ciudad de Córdoba
y su Reino, y que se espera vaya creciendo en no demasiado tiempo. La fundación y convivencia de las
capellanías en la sociedad de los siglos Modernos ofrece muchas lecturas a todo aquél que se adentre en la
profundidad mental, económica y social de la época. Es esta última dimensión, la social, desde el enfoque
del linaje y la parentela, la que en las siguientes páginas nos proponemos esbozar.

1. Idea, concepto e historiografía

A menudo, los estudios realizados en torno a los vínculos de bienes y su transmisión familiar en
el Antiguo Régimen se han centrado en los mayorazgos2, dejando en parte de lado los referidos a fines
religiosos. Los motivos de este desinterés, desde luego, son varios y hasta poseen su lógica, ya que los
mayorazgos fueron mucho más numerosos, valiosos y trascendentes en la concentración del patrimonio,

1  Correo electrónico de contacto: gjherrerosmoya@hotmail.com.


2  Imprescindible, CLAVERO, B., Mayorazgo. Propiedad feudal en Castilla (1369-1836), Madrid, 1974 o GARCÍA
FERNÁNDEZ, M., Herencia y patrimonio familia en la Castilla del Antiguo Régimen (1650-1834), Valladolid, 1995. Pero
existen otros muchos estudios locales y transversales en los últimos cincuenta años. A modo de ejemplo, PÉREZ PICAZO,
M. T., El mayorazgo en la historia económica de la región murciana. Expansión, crisis y abolición (s. XVII-XIX), Madrid, 1990.

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ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO. APROXIMACIÓN AL ESTUDIO ...

el fortalecimiento de las familias y el ascenso de los linajes que las figuras jurídicas homólogas de corte
piadoso. Gracias a los mayorazgos se perfilaron auténticas fortunas de nobles y aspirantes a la nobleza,
se mantuvieron generaciones y generaciones y se desarrolló toda una actividad económica de rentas y
alquileres, censos, y bienes inmuebles rústicos y urbanos.
Sin embargo, y a pesar de que como decimos su papel pudo tener menor peso económico, las
fundaciones y legados de pauta religiosa albergaron también no pocos intereses materiales, combinados, y
ahí su particularidad, con las inquietudes trascendentales de pervivencia. Por su volumen y su continuidad
hasta la actualidad, paradigmática es en este sentido la práctica de las fundaciones conventuales, que tan
magistralmente ha abordado la Dra. Atienza López en sucesivos trabajos3, destacando sobre todos ellos
la monografía Tiempos de conventos4. Sin embargo, a menor escala, el establecimiento de otros legados
de corte religioso, aunque de cuantía menor, tuvo mucha importancia en el día a día de la dinámica
familiar y económica de la época; y si bien las fundaciones conventuales u hospitalarias fueron de mayor
calado, estuvieron por su coste reservadas a la nobleza o a élites adineradas, mientras que la fundación de
capellanías u obras pías de todo tipo se desarrollaron en un espectro social mucho más amplio. Y todo ello
pone sobre la mesa la necesidad de ahondar en esta materia.
Además, dentro de todo ese grupo de difícil frontera que suponen las obras piadosas, que abarca
desde los legados para casar huérfanas, pasando por mandas de misas, sacristías, capellanías de legos,
capellanías eclesiásticas, memorias…, son, precisamente, las capellanías laicas las que pueden despertar
mayor interés, como decimos, por su cuantía, variedad y alcance sociológico. Interés que ha gozado de
seguidores en la historiografía con diferente éxito, aún escaso, pero con brillantes aportaciones.

El primer gran trabajo sobre el mundo de las capellanías, aunque desde el enfoque del derecho,
nació a comienzos del siglo XX, de la mano de Mariano Álvarez y Gómez y su Manual de capellanías y
obras pías5. Sin embargo, hay que esperar a las últimas décadas del siglo XX para que los historiadores
comiencen a trabajar sobre las capellanías desde la perspectiva diplomática, histórica y social, por ese orden.
Para una aproximación general, completa y pulcra del concepto y funcionamiento de las capellanías,
fundamentales siguen siendo las aportaciones de Pro Ruiz6. El planteamiento de Soria Mesa7 años más
tarde abrió todo un panorama de posibilidades de estudio, que sin duda dejó huella en trabajos posteriores,
sobre el protagonismo de las capellanías en la dinámica social y parental. En el mismo año, aunque con
unas directrices por completo diferentes centradas en la Iglesia, publicó Bajén Español otro trabajo al
respecto8, pero como decimos recorriendo otro camino. Muy sintético y esclarecedor, en la línea de los
artículos de Pro Ruiz, aunque demasiado formalista, resulta el artículo de las profesoras Castro, Calvo y
Granado, en 2007, para concretamente los siglos XVII y XVIII9. Y hasta ahí lo que se refiere a visiones
generales de conjunto del mundo de las capellanías.
El resto de investigaciones realizadas se presentan o bien demasiado localistas o acudiendo a su
lado eclesial y espiritual. Para el caso de las capellanías en Indias y Ultramar gozamos de varios estudios de

3 Véase, como ejemplo, “Fundaciones y patronatos conventuales y ascenso social en la España de los Austrias”, en SORIA
MESA, E. y BRAVO CARO, J. J. (coord.), Las élites en la época moderna: La Monarquía Hispánica, vol. 4., pp. 37-53.
4  Tiempos de conventos, La Rioja, 2008.
5  Editado en Vitoria, en 1903 con sucesivas ediciones.
6  Sobre todo, “Las capellanías: familia, iglesia y propiedad en el Antiguo Régimen”, Hispania Sacra, 41 (1989), pp. 585-602.
7  SORIA MESA, E., “Las capellanías en la Castilla Moderna: familia y ascenso social”, en IRIGOYEN LÓPEZ, A. y PÉREZ
ORTIZ, A. L. (eds.), Familia, transmisión y perpetuación (siglos XVI-XIX), Murcia, 2002, pp. 135-148.
8  BAJÉN ESPAÑOL, M., “Beneficios y capellanías: manifestación de la devoción y la fe popular”, Memoria Ecclesiae, 21
(2002), pp. 455-471.
9  CASTRO PÉREZ, C., CALVO RUIZ, M., y GRANADO SUÁREZ, S., “Las capellanías en los siglos XVII-XVIII a través
del estudio de su escritura de fundación”, Anuario de Historia de la Iglesia, 16 (2007), pp. 335-347.

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Gonzalo J. Herreros Moya

interés, algunos de ellos de gran alcance10. Especialmente exitoso parece el trabajo de Mesquida Oliver11,
de la Universidad de Asia y el Pacífico, sobre las capellanías en Manila en el siglo XVII, ya que trasciende
lo exclusivamente local y ofrece una visión de conjunto de altas miras.
Centrándonos en la geografía peninsular, muchos de los trabajos adolecen de una presentación un
tanto corta en lo que a objeto de estudio se refiere, abordando en ocasiones la glosa de una sola capellanía
durante páginas12. De un mismo tono, pero abordando espectros algo mayores, en torno a una población
o comarca, o incluso una isla entera para el caso de los archipiélagos, disfrutamos de resultados diferentes,
algunos de ellos de gran calado13. De entre ellos, dignos son de mención los esfuerzos de Acosta Barrios14
y Suárez Grimón15 para el caso de Las Canarias, o la aportación de Arroyo Vozmediano para el territorio
calagurritano16. Este último, en el trabajo publicado en 2008, ahonda en el papel que en el ascenso y
consolidación del poder local y nobiliario tuvieron las fundaciones y transmisiones de capellanías en
el contexto de La Rioja en el siglo XVII; línea, la profundización del papel familiar de las capellanías
avanzada por Soria Mesa años antes, que nos suscita mayor utilidad.
Utilidad social que, como hemos ya comentado, otros grandes trabajos, de valor indiscutible sobre
toda esta materia, no poseen, abordando un punto de vista completamente clerical, a pesar de avanzar
cuestiones económicas en el asunto17, pero edificando planteamientos que dejaban de lado cuestiones de
la sociedad civil de los fundadores.

Y es que como decíamos, la importancia que tienen las capellanías es múltiple. Evidente resulta
su componente espiritual y trascendental; conceptual son sus ingredientes económico y jurídico; pero de
altísimo interés aunque de minuciosa observación se perfila su índole familiar. Componente este último
que sin desdeñar, ni por supuesto desmentir los anteriores, más nos atrae en el presente avance de estudio.

10  GARCÍA-ABÁSOLO GONZÁLEZ, A., “Inversiones indianas en Córdoba. Capellanías y patronatos como entidades
financieras”, en Actas de las II Jornadas de Andalucía y América, I, Sevilla, 1983, pp. 427-453; LEVAGGI, A., Las capellanías en
Argentina. Estudio histórico-jurídico, Buenos Aires, 1992; WOBESER, G. von, “La función social y económica de las capellanías
de misas en la Nueva España del siglo XVIII”, Estudios de Historia Novohispana, 16 (1996); GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, J.,
“El plano de México a través de la sección Capellanías del Archivo General de la Nación”, Revista de Estudios Colombinos, 2008
(4), pp. 31-42.
11  MESQUIDA OLIVER, J., “La población de Manila y las capellanías de misas de los españoles: libro de registros, 1642-
1672”, Revista de Indias, vol. LXX, 249 (2010), pp. 469-500
12  BEJARANO RUBIO, A., “Capellanía fundada por D. Francisco de Onteniente, arcediano de Lorca (1508), en Homenaje al
profesor Juan Torres Fontes, 1987; POZO MARTÍNEZ, I., “Noticias sobre el castillo y capellanía de Celda (Los Royos, Caravaca),
Murgetana, 98 (1998), pp. 21-34; CAMPO DEL POZO, F., “Centenario de la capellanía de las Madres Agustinas en Medina
del Campo”, Archivo Agustiniano. Revista de Estudios Históricos, 84 (2000), pp. 295-366; GUILLÉN MARTÍNEZ, C., “Las
capellanías en Puente Genial a través del testamento de don Antonio de Gálvez de Alcaraz”, en SORIA MESA, E. (coord.),
Actas del I Congreso de Historia Puente Genil, Pasado y presente, Córdoba, 2002, pp. 299-314; ARROYO VOZMEDIANO, J.
L., “Fundaciones testamentarias de Damiana López de Murillas. Las capellanías de Los Castañares y Los Oñates a través de su
instrumento de fundación”, Kalakorikos, 12 (2007), pp. 383-393.
13  JIMÉNEZ DE GREGORIO, F., “Las capellanías en el año 1697. (Para la Historia Socioeconómica de Valdepeñas),
Cuadernos de Estudios Manchegos, 20 (1990), pp. 317-332; MARÍN LÓPEZ, R., “Notas histórico-diplomáticas sobre capellanías
y cofradías en la Catedral de Granada en el siglo XVI: la cofradía de escribanos”, Cuadernos de Estudios Medievales y Ciencias
y Técnicas Historiográficas, 20 (1995), pp. 65-92; MOLENAT, J. P. “La voluntad de permanencia: mayorazgos y capellanías
en la práctica toledana de los siglos XIII-XV”, En la España Medieval (1986); LEBRATO FUENTES, F., “Trujillanos: sus
fundaciones, capellanías y obras pías”, Revista de Estudios Extremeños, 41-1 (1985), pp. 97-122.
14  “Las capellanías de la Isla de El Hierro durante el Antiguo Régimen”, Anuario de Estudios Atlánticos, 38 (1992), pp. 141-197
15  “El mayorazgo de Carvajal: un precedente de la capellanía de Coro de Teror”, Anuario de Estudios Atlánticos, 34 (1988), pp.
389-444; “Propiedad y clero: las capellanías en Gran Canaria en el siglo XVII”, Almogaren, 13 (1994), pp. 121-147.
16  “Iglesia, poder municipal y fundación de capellanías en Calahorra (1600-1710)”, Revista de Historia Moderna. Anales de la
Universidad de Alicante, 26 (2008), pp.189-220.
17  CATALÁN MARTÍNEZ, E., “El precio del purgatorio”, Obradoiro de Historia Moderna, 8 (1999), pp. 31-63. A partir de
este trabajo la autora realizó una monografía posterior homónima, CATALÁN MARTÍNEZ, E., El precio del purgatorio. Los
ingresos del clero vasco en la Edad Moderna, 2000.

Historia y Genealogía Nº2 (2012) | 115


ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO. APROXIMACIÓN AL ESTUDIO ...

Esta atracción viene dada por dos vertientes. De forma intrínseca, las capellanías combinan
dos mundos, el material y el trascendental, en igualdad de condiciones, ya que se concentran esfuerzos
terrenales para ganar méritos celestiales, con todo el intenso debate antropológico que ello suscita. Y
es que a diferencia de las otras fundaciones y legados religiosos, las capellanías poseían una dotación
material, ejercida desde una consciente y perpetua intervención de los laicos y transmitida de generación
en generación, con un fin exclusivamente espiritual pero utilizando para ello códigos completamente
prosaicos.
Y de forma extrínseca, porque las pruebas documentales que tenemos de fundaciones de capellanías,
nos llevan a descubrir fundadores de todos los lugares de la península, de todas las capas sociales, desde la
Corte hasta lo rural, de todas las edades, personas al borde de la muerte o fundadoras en vida, mujeres y
hombres, clérigos u hombres de armas, regidores y labradores, duques y escribanos, entre hermanos, en
matrimonio o en solitario. Una generalización del uso fundacional, pues, difícilmente comparable a las
demás, quizá precisamente porque el mecanismo parental que las definía las hacía universalmente útiles.
Porque todo individuo del Antiguo Régimen vive, o al menos debe vivir, en, por y para la familia.
No obstante a todo lo dicho, dentro de la misma figura jurídica de capellanía, podemos encontrar
una multitud de variables cuantitativas y sustanciales diferencias entre unas y otras. Para ello, nada mejor
que definir los límites de esta fórmula de vínculo y a partir de ahí ver todo el campo de acción que
permitió en la época, centrándonos sobre todo en los siglos XVI y XVII.
La definición más convenida y citada por muchos autores no deja de ser la elabora por Pro Ruiz18.
Proponemos desde estas líneas otra complementaria: es, pues, un legado de bienes metálicos o inmuebles
vinculados que el fundador instituye para mantener con su productividad el pago a uno o varios clérigos,
quienes debían cumplir de forma perpetua las mandas religiosas establecidas en la fundación. Podemos
añadir que a ella son inherentes dos figuras, la del patrón, cabeza decisoria y administradora de la capellanías
tras la muerte del fundador, y la del capellán, clérigo de cualquier grado que en cada momento ha de
cumplir dichas mandas19; y ambos roles están determinados indefectiblemente de forma concienzuda en
la institución de la capellanía.
Esta sencilla aproximación al concepto de capellanía no deja, sin embargo, de estar carente de
humanidad: es quizá demasiado jurídica. Y este ingrediente añadido surge cuando al adentrarse en las
fundaciones y dinámica cotidiana de éstas, se descubren intenciones si no omnipresentes, sí muy constantes.
Hablamos del papel que en este vínculo piadoso tuvo el círculo familiar, la parentela, el cuidado por el
linaje. Cuando al examinar la multitud de documentación que generaron las capellanías se comprueba
cómo el fundador manda misas por sí mismo y por sus familiares, establece como patrones sucesores
igualmente a parientes cercanos, y manda que sean los capellanes así mismo clérigos de su mismo linaje,
inferimos que no resulta casual el empleo masivo20 de esta institución en el Antiguo Régimen. Pero no
avancemos acontecimientos.

2. Las fuentes

Previamente a adentrarnos en ese examen a las capellanías, esta vez para el caso de Córdoba,
no está demás que realicemos un ligero apunte a las fuentes donde podemos estudiar de primera mano

18  “Una capellanía era una fundación perpetua por la cual una persona segregada de su patrimonio ciertos bienes –en vida o
por testamento– y formaba con ellos un vínculo que se destinaría a la manutención o congrua sustentación de un clérigo, quien
quedaba por ello obligado a rezar un cierto número de misas por el alma del fundador o de su familia o a cumplir otras cartas
de carácter litúrgico.” PRO RUIZ, J., “Las capellanías…”, p. 585.
19  Muy claro el esquema que para ello se diseña en CASTRO PÉREZ, C., CALVO RUIZ, M., y GRANADO SUÁREZ, S.,
“Las capellanías en …”, p. 341.
20  Solamente para el Reino de Córdoba, se conservan catalogadas en el Archivo General del Obispado de Córdoba varias miles.

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estas instituciones21. En primer lugar, los archivos religiosos albergan una inconmensurable cantidad de
documentación en torno a las capellanías, siempre y cuando nuestros antepasados no hayan contribuido a
su pérdida en cualquier enfrentamiento bélico de los últimos siglos. Los Archivos Parroquiales suelen tener
un fondo relativo a las capellanías que se fundaron en su collación, con los expedientes de los fundadores
y la casuística que se sucediera con el paso de los años, aunque la tipología, conservación y acceso de
estos fondos es de lo más variopinta y han corrido desigual suerte. Igualmente, el Archivo de la Catedral
posee un fondo propio de capellanías referidas al recinto del templo mayor y a los templos situados
bajo su jurisdicción (conventos, ermitas, santuarios…). Sin embargo, el lugar por excelencia donde se
concentraron escrituras relativas a las capellanías son los archivos diocesanos, donde debían guardarse
todos los expedientes de fundación y sucesiones de las misas para toda la Diócesis. Aún con pérdidas de
todo tipo, el patrimonio documental que se guarda en estos fondos es de altísimo valor. No obstante, la
disponibilidad de ciertos archivos diocesanos suele estar plagada de dificultades al investigador, cuando
no completamente cerrados, lo que empiedra el camino para su estudio. El caso del Archivo General
del Obispado de Córdoba22 es bastante esperanzador, y desde hace una década se ha llevado a cabo una
meticulosa catalogación y descripción de sus fondos, siendo la sección Administración de Capellanías de
las más rápidamente concluidas y más fácil consulta. El catálogo de la ingente cantidad de capellanías está
ordenado por lista alfabética de municipios del Reino de Córdoba, luego provincia; a su vez, cada localidad
ordenada por parroquias, y dentro cada parroquia se reseñan todas las capellanías en ella fundadas por
orden alfabético del nombre propio del institutor.
Los archivos privados, esencialmente nobiliarios, suelen tener también una sección dedicada a
obras pías o capellanías, o al menos albergan en sus fondos todo tipo de escrituras relativas a éstas y a
las casas y linajes fundadores o patrocinadores. Así, el Archivo Histórico Nacional en su Sección Nobleza,
en Toledo, y en cada una de sus secciones agrupadas por Casas nobiliarias, resulta también de vital
importancia para conocer el establecimiento y fundación de las capellanías así en la Edad Media como
en la Época Moderna. Derivado de este tipo de archivo resulta, para el caso que nos ocupa, el Archivo
Histórico del Palacio de Viana23, con fondos desde el siglo XII al XX, referidos a más de una treintena de
señoríos y títulos de España, especialmente de Andalucía24. Elocuente es sin duda que exista una sección
completa dedicada a Obras Pías y otra a Testamentarías, donde las capellanías tienen un peso proporcional
abrumador. Su reciente apertura al público y su esmerada catalogación dotan de especial interés a este
joven archivo centenario.
En lo que respecta a archivos civiles, son los instrumentos de fe pública otorgados ante escribanos
y notarios, los protocolos, en el caso del Reino de Córdoba concentrados la mayoría en el Archivo Histórico
Provincial25 –aunque existan diseminados los de algunos municipios en el resto de la provincia–, los
que ofrecen de primera mano las cartas de fundación, transmisión, nombramientos y demás avatares
de las capellanías, ya que toda su actividad debía registrarse ante notario. A pesar de lo laborioso del
rastreo, la consulta concienzuda de los fondos notariales puede ofrecer todo tipo de información con
multitud de escrituras referidas a ellas, y su funcionamiento con el paso de los siglos. Además, en el citado
archivo cordobés se encuentra la sección Clero, que aglutina buena parte de los fondos de corporaciones
eclesiásticas desamortizadas en el siglo XIX, guardando una importantísima documentación de antigüedad
notable. Esta sección posee además una subdivisión catalogada como Capellanías, interesante al respecto.
Igualmente, son de interés las numerosas escrituras sobre lo mismo repartidas por el resto de sub-secciones
dedicados a conventos, monasterios y parroquias de Córdoba y provincia. Por último, algunos archivos

21  CASTRO PÉREZ, C., CALVO RUIZ, M., y GRANADO SUÁREZ, S., op. cit., pp. 335-336.
22  En adelante, AGOC.
23  En adelante AHV
24  PRIMO JURADO, J. J., Memoria histórica y vida de la nobleza a través del Archivo Viana. Siglos XII-XXI, Córdoba, 2009.
25  En adelante, AHPC

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ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO. APROXIMACIÓN AL ESTUDIO ...

locales, siendo así el caso del Archivo Municipal de Córdoba, distribuyen alguna sección de relaciones con
la Iglesia26, y así contiene un fondo de Fundaciones piadosas, que nos aporta también datos y escrituras
interesantes para el tema.
Añadido a todo esto, y aunque no se trate de documentación archivística, pueden ser utilizadas
como fuente de primera mano, desde la cual partir una investigación o tener referencias iniciales, multitud
de obras genealógicas. Dependiendo de la prolijidad del autor, antiguo o contemporáneo, los compendios
genealógicos pueden ofrecer muchas referencias a fundadores de capellanías, patronazgos y legados píos
de los individuos prosopografiados. A lo largo y ancho de la geografía y el tiempo en España los ejemplos
serían interminables. Acotando el especio que nos atañe, Córdoba y su Reino, citar los clásicos, en el
sentido dieciochesco del término, sobre la Casa de Cabrera27 o la Casa de Aguayo28, y los contemporáneos
de Fernández de Bethencourt29 y sus tomos dedicados a la gran Casa de Córdova donde se cita a multitud
de personajes y estirpes cordobesas, así como la labor de los Porras, padre e hijo, con sus diferentes
aportaciones a la genealogía local30.
Realizado todo este preámbulo, esperemos no demasiado extenso, dibujemos, a través de los casos
traídos a colación, algunos esbozos sobre el funcionamiento y dinámicas sociales de las capellanías en
Córdoba.

3. El caso de Córdoba

De la observación y lectura de todo tipo de escrituras referentes a la materia que nos trae aquí, son
diversos los aspectos que la propia institución merece tratar, por la complejidad y diversidad de algunos
de ellos. Acudiendo al esquema que líneas arriba esbozábamos, son tres los componentes humanos
particulares intervinientes en toda capellanía: el fundador, el patrón y el capellán. De las formas que cada
uno de estos tres pilares, insustituibles, actúa dentro de la dinámica de cada fundación pía, y se relaciona
con los otros, podemos aproximarnos a aspectos mentales y sociales muy sugestivos para el conocimiento
de los siglos Modernos. Aclaramos de antemano que la tipología de capellanías que nos interesan en este
estudio, por su implicación y consecuencias sociales, son las denominadas “de legos”, es decir, las que se
mantienen con identidad propia fuera de la jurisdicción eclesiástica, más allá de las visitas pastorales.

Los fundadores y el ansia de memoria


El fundador de una capellanía de legos es un individuo que a título personal y particular decide
desgajar en un momento de su vida parte de sus bienes para dotar una memoria, de cuyo culto deberá
encargarse uno o varios clérigos, con el papel de capellán, y de cuya titularidad deja a otro particular,
el patrón. Es pues aparentemente una necesidad piadosa, religiosa, trascendente, a través de la cual el
fundador quiere que se conserve memoria por sí, su esposa o esposo, sus padres, sus hermanos, etc. Y está
claro que esa intención prístina es universal, provenga de donde provenga socialmente el fundador.

“… Que me hagan decir o me diga dos misas en cada mes que viene a ser veinte y cuatro
misas en cada un año en los días y de la forma que le pareciere al tal capellán y con cada una de
ella me diga un responso y esto se guarde para siempre jamás31 sin que se pueda moderar ni acortar
la dicha cantidad de misas en responsos…”,

26 VERDÚ PERAL, A., Guía del Archivo Municipal de Córdoba, Córdoba, 1997.
27  RUANO, F., Casa de Cabrera en Córdoba, 1756. Edición de 1994 de la Diputación Provincial de Córdoba.
28  RAMOS, A., Descripción genealógica de la Casa de Aguayo y líneas que se derivan de ella, 1781. Edición Sevilla, 2006. Aunque
contamos con decenas de ejemplos más, no es el sitio de relatarlos todos.
29  FERNÁNDEZ DE BETHÉNCOURT, F., Historia Genealógica y heráldica de la Monarquía Española, Casa Real y Grandes
de España, 1912, Tomos VI-IX dedicados a la Casa de Córdova. Ed. Sevilla, 2001-2003.
30  PORRAS BENITO, V. y PORRAS DE LA PUENTE, A., Glosas a la Casa de Córdova, Sevilla, 2004; Bocetos genealógicos
cordobeses, Sevilla 2004.
31  La cursiva es mía.

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dirá Bartolomeda (sic) Ruiz en la constitución de su capellanía en San Andrés, en 160432. Aunque
nos parezca un formulismo de la época, porque ciertamente lo fue, la expresión por siempre jamás denota
la visualización pétrea e inmovilista del sistema que en estos siglos poseían de su sistema social y mental.
Es la verbalización del principio motor de la fundación: la institución de una figura jurídica con la que
evitar el olvido, la muerte, por mucho que se pase de esta presente vida.
Doña Inés de Ahumada y Herrera, de familia más acomodada que la anterior, en su testamento
otorgado en Córdoba en 1646, tras todas las mandas pías, misas y demás, que aplica “por mi ánima, por
la de mis padres y difuntos y de mis deudos y ánimas del purgatorio”, insiste en que ha de hacerse “todo
ello en cada un año, perpetuamente por siempre jamás”33.
Abundando en lo mismo, Juan de Manosalbas, regidor de Córdoba34 y uno de los más ricos e
influyentes personajes de Palma del Río, cuando firma su testamento en 150935, realiza todas sus mandas,
en lo que se refiere a su lugar de enterramiento en el convento de Santa Clara de la villa de los Portocarrero
y legados píos, con este mismo aire de eternidad insistente.
Dos siglos más tarde, en agosto de 1700, el espíritu de otros fundadores es idéntico: en el patronato
fundado por Mariana y Andrés Sánchez de Santana, en San Andrés, establecen toda una detallada lista de
posibles sucesores, para que ocurra lo que ocurra siempre esté claro quién debe suceder y ejecutarlo, pasen
las generaciones que pasen, “para que lo goce para siempre jamás con el cargo y obligación que adelante
se dirá”36. Nótese pues que incluso antes de decir de qué se va a tratar el mismo patronato que fundan, se
han establecido todos los resortes de la sucesión para que nunca deje de funcionar. Poner más ejemplos de
esta inquebrantable fe en lo eterno de sus mandas piadosas resultaría aburrido.
Sin embargo, esta firme creencia trascendente y religiosa debe, si no ponerse en duda, sí aclarar
en qué términos estaba inserta en las mentalidades del momento. Y alguna luz sobre esto nos la ofrece
el hecho de que la gran mayoría de las capellanías –no podemos lanzar aún cifras cuantitativas ante los
miles de casos pendientes de estudiar– se establecen por mandato testamentario, o incluso a veces en un
terminal codicilo. Ofrece una visión cuando menos curiosa el análisis de que se establezcan obras pías,
de beneficencia, o sencillamente misas por las ánimas, dotando bienes toda vez que ya el fundador haya
muerto, es decir, no renuncia en vida a sus bienes para crear una institución religiosa, si no que ordena que
una vez “pasado de esta presente vida” sus albaceas, o quien corresponda, lleven su deseo a la práctica. No
hay una donación altruista, ni mucho menos desinteresada. Tan revelador resulta esta idea para la época
como las manumisiones de esclavos por la misma vía, con la muerte del dueño.

No obstante, asumido pues el componente trascendental de toda esta cuestión, debemos ahondar
en el porqué y en qué momento un individuo del Antiguo Régimen decidía establecer con sus bienes
una capellanía. Está claro que no podemos hallar una repuesta única, directa ni contrastable. Y es que
para la formación de una capellanía hacen falta dos elementos: por un lado, la necesidad de pedir por el
alma de uno o varios individuos, necesidad que todo el mundo en la época compartía; pero, por otro,
la posibilidad de poder renunciar a ciertos bienes, que irían a parar a los herederos de no hacerse, para
dedicarlo a ello, situación que no todo el mundo podía permitirse, o no al menos de la misma forma. Por
tanto, partimos de la base de que todo fundador de capellanías quiere establecer una memoria por su alma,
pero además puede hacerlo.
Para hallar más explicaciones en torno a esta cuestión, podemos partir de un caso contrario: la
de un individuo que pudiendo establecer una capellanía, no lo hace pero sí constituye otras obras pías.

32  AGOC, leg. 869, expte. 7.


33  AHPC, leg. 10118, fols. 786 y ss.
34  CABRERA SÁNCHEZ, M., “Los regidores de Córdoba en 1480”, Meridies, III (1996), pp. 61-87.
35  AHPC, sección Clero, leg. 2269.
36  AHPC, leg. 1229, fols. 374 y siguientes.

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ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO. APROXIMACIÓN AL ESTUDIO ...

Nos acercamos a don Gonzalo de Hoces, perteneciente a una de las más rancias familias locales, pariente
cercano, aunque no inmediato, de los señores de la Albaida y de varios caballeros veinticuatros. Este noble,
en su testamento, otorgado en Córdoba el 29 de noviembre de 1556 –año en el que no creemos que
fuera muerto por declararse “sano del cuerpo”37–, manda un volumen de mandas de misas y donaciones
religiosas de tal volumen que resulta casi increíble, pero no instituye ninguna capellanía.
El siguiente cuadro muestra, de forma sintética y parcial algunas de sus disposiciones testamentarias.

Fuente: Testamento de Gonzalo de Hoces. AHPC. Sección Clero, Testamentarías. Legajo 0538. Extracto y
elaboración propios.

En síntesis, todas la mandas que establece en sus últimas voluntades se resumen en las siguientes
cantidades: 2.000 maravedís por novenario, 5 reales por misa y 15 reales por los salmos en cada año,
teniendo así un total de inversión de 8.000 maravedís por los novenarios, 46.555 reales por las misas y 390
reales por los salmos. A todo ello, habría que sumar en conceptos de limosnas y donaciones a las fábricas
de diversas parroquias y monasterios de Córdoba, cofradías y hospitales: 1.535.000 maravedís, que se
convierten en más de 4.000 ducados. Si convenimos a transformarlo todo en la misma unidad monetaria,
arroja un valor de unos 8.300 ducados. En fin, toda una fortuna para la fecha, gastada en mandas pías que,
no obstante, don Gonzalo de Hoces no emplea en la fundación de una capellanía.
Y la respuesta puede leerse implícita en la misma carta testamentaria. Todas estas misas las manda
por su alma y la de su mujer, doña Inés de Saavedra; y por los demás parientes citados, apenas primos
del testador, sabemos que no tenía ni hijos, ni hermanos, ni sobrinos carnales38, al menos vivos en tal
momento. Es decir, no tenía familia inmediata a la que dejar ni herencia ni un patronato. Además,
las ramas más poderosas de su linaje tenían ya varias capellanías y enterramientos importantes, en la

37  AHPC. sección Clero, Testamentarías, legajo 0538. Testamento de Don Gonzalo de Hoces. 1556.
38  Para la reconstrucción de su espectro familiar: OSTOS SALCEDO, P., Notariado, documentos notariales y Pedro González
de Hoces, veinticuatro de Córdoba, Sevilla, 2005; CABRERA SÁNCHEZ, M., “Los regidores de Córdoba en 1480”, Meridies,
III (1996), pp. 61-87; MOLINERO MERCHÁN, J.A., La Mezquita-Catedral de Córdoba: símbolos de poder. Estudio histórico-
artístico a través de sus armerías, Córdoba, 2005, pp. 420-422; RAMOS, A., Descripción genealógica de la Casa de Aguayo,
Sevilla, 2006; PORRAS BENITO, V., y PORRAS DE LA PUENTE, A., Bocetos genealógicos cordobeses, Sevilla, 2004, pp.
338-339; y el testamento.

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Gonzalo J. Herreros Moya

Catedral de la ciudad, en el monasterio de la Arruzafa y en los Trinitarios. Así pues, podemos arriesgarnos
a proponer que don Gonzalo de Hoces no instituye una capellanía, sencillamente, porque no le hacía
falta. Poseía la necesidad espiritual y la capacidad económica, pero en él se ausentaba un tercer factor
fundamental: la inquietud social.
Así pues, reconocemos la fundación de capellanías como un fenómeno espontáneo e imprevisible,
pero en el que deben confluir estos tres puntos de los que venimos hablando: una expectación espiritual,
un sostén material y una –indiscutible– necesidad social. Si sólo se encuentran dos de esta tríada,
podemos pensar que se generarían otras figuras jurídicas de distinto componente, como vínculos y
mayorazgos, mandas de misas, casamiento de huérfanas, donaciones a la Iglesia, capellanías eclesiásticas y
o sencillamente mandas particulares.
Más incidimos en esta idea cuando en un mismo testamento, se establecen una serie de mandas
de misas y más adelante se establece una capellanía con la misma función. Volvemos a citar el caso de Juan
Manosalbas, quien manda en su testamento las siguientes disposiciones pías:

Fuente: Testamento de Juan Manosalbas, 1509, AHPC, Sección Clero, leg. 2269. Extracto y elaboración propios

Y además de todo ello, tenía constituida una capellanía a la que vuelve a mejorar con el remanente
de algunos bienes. Está claro que tenía una necesidad de trascendencia que se plasmaba en todos los legados
piadosos que dejó en Córdoba y en Palma del Río, pero si ya había calmado sus ansias de trascendencia,
¿por qué establecer entonces una capellanía? La respuesta, categórica, es el fuerte componente social, de
prestigio y de protección familiar que éstas tuvieron.
El mismo caballero palmeño, previendo su muerte y sin descendencia viva, concreta, escribiendo
en sus últimas voluntades, que

“por cuanto yo tuve propósito porque quedase de mí memoria y de mi linaje, de construir


y hacer un patrón de mi hacienda y que fuese uno de mi linaje, por ende yo queriendo seguir mi
propósito por la presente señalo y establezco por mi patrón a un hijo de Pedro Banegas, marido de
doña Leonor, mi sobrina, con condición que se diga Juan Jiménez Manosalbas”39.

39  AHPC, sección Clero, leg. 2269.

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ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO. APROXIMACIÓN AL ESTUDIO ...

Ahora empieza a estar todo mucho claro: las mandas de misas consolaban su alma, pero la
capellanía y su patronazgo consolaban su yo social, su círculo familiar, su permanencia terrena con el paso
de los siglos. No tenía hijos, pero obliga a que los patrones de su fundación lleven obligatoriamente su
apellido. La fundación de la capellanía, pues, dota de sentido al linaje, a la Casa.
Síntoma de que la figura de la capellanía, con todos los aparejos con los que puede fundarse
(enterramiento, capilla con altar, sacristía…), completaba la imagen social de una familia o un linaje, es la
dejación del cuidado de la misma cuando socialmente los patronos se habían desvinculado del fundador
o habían alcanzado distancias sociales muy grandes con él. Sobre esto, acudimos a la dilatada historia
de las capellanías fundadas por don García Méndez de Haro y Sotomayor, hijo del noveno señor de la
villa de El Carpio, que llegó a ser obispo de Málaga, y su pariente, don Felipe de Haro, arcediano de
Écija y canónigo de Sevilla. Estos dos eclesiásticos de notable influencia en la Iglesia del ámbito andaluz,
fundaron entre ambos la nada desdeñable cifra de once capellanías que anexaron a su Casa. En concreto,
la fundación más notable fue la del obispo, que por la escritura de 1591, hecha en Córdoba, constituía seis
capellanías perpetuas y una mayor, en total siete, así como una sacristía, en la capilla mayor de la iglesia del
monasterio de Jesús Crucificado de Córdoba, donde tendrían enterramiento los de su casa. Instituyeron
por patrón de todo este volumen piadoso a su hermano primogénito, don Diego López de Haro, ya I
marqués del Carpio, y a su descendencia. El resto se fundaron en la iglesia mayor de la Asunción, de El
Carpio, centro religioso de la villa.
Pues bien, la inversión social tan grande que este obispo y su pariente realizan, dotando con
algunos miles de ducados sus fundaciones, tuvieron su trascendencia para la Casa de El Carpio, que
estableció el lugar de las capellanías como su panteón familiar, para entierro de los padres, hermanos y
demás deudos40. Sin embargo, esta intención no tuvo toda la permanencia esperada. Cuando la Casa de El
Carpio se fundió cien años más tarde con la Condal-Ducal de Olivares, y al poco tiempo, a fines del siglo
XVII, fueron absorbidas ambas por la Ducal de Alba de Tormes, los intereses de los también por entonces
Marqueses del Carpio se alejaron mucho de Córdoba, y más aún del patronato de unas capellanías de un
monasterio provinciano. Mª Teresa Álvarez de Toledo, XI duquesa de Alba y IX marquesa de El Carpio41
fue la primera en poseer los dos títulos (y otra quincena más), con intereses en la práctica totalidad del
territorio peninsular, por lo que ya comenzó a hacer dejación del panteón de sus antepasados cordobeses.
Así las cosas, andando aún más el tiempo, ya en el siglo XIX, los capellanes de estas capellanías deciden
escribir a los Duques de Alba y Berwick, para comentarles la ruina con que viven, la escasa congrua que
tienen y el abandono a que están postrados algunos asuntos de la capellanía, y les proponen reunir las once
capellanías en sólo seis. Así por fin, en 1819, el Duque de Alba y Marqués del Carpio, tras los permisos
eclesiásticos necesarios, accede a la fusión, ya

“que debía reunir como reunía y reunió, en uso de sus facultades ordinarias, las once
capellanías citadas en seis solas, a fin de que los capellanes gocen de la congruidad que previenen
las leyes eclesiásticas”.

Este recorrido por los vaivenes de esta institución colativa a lo largo de casi tres siglos nos revela,
en efecto, el papel social de las capellanías, pero dentro de su contexto social. Fue sustancial la fundación
en su marco familiar cuando se fundaron, pero cuando el patronazgo de la misma fue cayendo en manos
cada vez más alejadas de la intención fundacional, se descuidaron enormemente, perdieron su función;
y así las cosas, para evitar que se perdieran por completo, las capellanías hubieron de reducirse a la mitad
para sobrevivir.

40 Todos los avatares de esta capellanía, en AHPC, sección Clero, leg. 2461.
41 Ver árbol genealógico

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Gonzalo J. Herreros Moya

Genealogía descrita en el patronato de los marqueses del Carpio, instituido en 1591, demostrando
las obligaciones del duque de Alba como su patrono, en 1872.

Árbol que comprende la descendencia del linaje de los Haros, Marqueses del Carpio, hasta venir a parar a S. E. como Marqués
actual del Carpio

Fuente: Archivo Histórico Provincial de Córdoba, sección Clero, Leg. 2461.

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ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO. APROXIMACIÓN AL ESTUDIO ...

Un último caso digno de mención en torno a las inquietudes de trascendencia terrena que mueven
al fundador de una capellanía lo podemos encontrar en una figura que hoy nos sería bastante indiferente
de no ser por la obra de esta naturaleza que instituyó. Don Alonso de Benavides, de genealogía bastante
desconocida, probablemente hidalga –tan pretendidamente como improbablemente emparentado con los
homónimos de Jaén, de mucha más alta cuna–, es un militar que marcha joven de Córdoba y al final de
su vida, sin hijos, y en Lisboa, fatigado de luchar en nombre del rey, decide acordarse de su tierra natal.
El siguiente párrafo de su testamento, otorgado en la capital lusa, a 24 de noviembre de 162342, merece
atención:

“…declaro que el Capitán Francisco de Cañizares, es mi amigo y yo suyo, con quien he comunicado
mis secretos y a ellos me ha puesto delante la obligación que tengo a la patria natural donde nací,
teniéndola tan olvidada, por haber tantos años salí de ella, que por mi testamento cerrado que
otorgué en esta ciudad de Lisboa dejaba mi hacienda para casar doncellas y huérfanas y se lo
quitaba a deudas mías por no saber si las tenía y esto lo ha encaminado con tan eficaces razones y
con tanta cristiandad que le he revocado y lo dejo en mi patria…”.

Con ello, el capitán nos reconoce que no tiene vínculo ya con su tierra, pero que aún así quiere
dejar memoria de él en ella y recodar a la poca y lejana familia que le quedaba. Y vaya si lo consiguió.
Para ello deja dotadas dos capellanías, nombrando como patrón al Cabildo de la Santa Iglesia
Catedral –aunque seguían siendo de corte laical–, y estableciendo más específicamente la cuestión de los
capellanes, de la que más adelante trataremos. Sea como fuere, lo cierto es que a su muerte, acaecida en 12
de octubre de 1627, se pone en marcha el funcionamiento de las mandas que requieren las capellanías que
ha instituido. Y para ello se compra un espacio funerario, una capilla, que inicialmente pensaba que fuera
en San Francisco, pero tuvo que hacerse en la parroquia de Santa Marina de Córdoba, y allí establece que
se haga bajo la advocación de Ntra. Sra. del Rosario, y que coloquen diversas imágenes, que detalla, en su
altar, y que

“acabada la dicha Capilla, quiero y es mi voluntad que mis huesos sean trasladados en ella
y puesto junto al propio altar en medio de él y en la piedra se labren mis Armas que son un León
Bandeado y cinco cubos por orlas con escudo y celada encima, y al pie mi nombre y como soy el
fundador de la dicha capilla en la cual se haga una reja de hierro con sus puertas que no pueda
entrar persona si no deudos míos, con su llave, la cual han de tener mis capellanes; y se entierren
los deudos míos que quisieren y los capitanes que murieren en Córdova se puedan enterrar”.

En fin, demasiadas molestias para que quedase memoria de él en un sitio donde ya, como parece
por las declaraciones de sus familiares, ni lo recordaban. Parece que la capilla donde debían decirse las
misas que dejaba por su alma estaba concluida hacia 163443. Varios artistas locales intervinieron en ello, y
además nos legaron para la posteridad una excelente muestra del primer barroco en Córdoba.
Decíamos que su ambición de inmortalidad terrena tuvo efecto porque a pesar de no tener ya
nada que ver con Córdoba, su fundación legó para la “eternidad” un espacio y un término jurídico, la
capellanía, que siglos después se mantenían vivos. A las increíbles alturas de 1925, don Rafael Barrios
escribía al párroco de Santa Marina porque –a través de una serie de compras, ventas y enajenaciones que
no vamos a detallar– poseía unas tierras que tenían la carga de:
- 7 misas llanas cantadas a Ntra. Sra. del Rosario
- 2 aniversarios
- 3 libras de cera para el Altar de la Virgen
- 6 arrobas de aceite para la lámpara de la capilla
- 200 reales para reparos y aseo de dicha capilla.

42  AGOC, leg. 1628, expte. 1.


43  PÉREZ CANO, M. M., Estudio histórico-artístico de la Iglesia Parroquial de Santa Marina de Aguas Santas, Córdoba, 1998.

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Gonzalo J. Herreros Moya

Y para lo cual, le realizaba el correspondiente ingreso de 202’25 pesetas anuales por “el cargo que
impuso don Alonso de Benavides”44. Y a la vista y deleite de los sentidos artísticos queda, por conservarse
casi intacto, el recinto religioso que para su tumba y sus deudos quiso fundar el capitán.

Clave del arco que de acceso a la capilla de Ntra. Sra. del Rosario, con las armas de su fundador, el Capitán don Alonso
de Benavides, en la Parroquia de Sta. Marina, en Córdoba.

Los patronos y el prestigio social


Los patronos son los titulares y protectores de la capellanía, que deben velar por su buen
funcionamiento, nombrar capellanes y sacristanes, y acudir a su culto y, si lo hubiera, ejercer su derecho a
enterrarse donde disponga la fundación. Ejercen lo que las escrituras denominan el Ius Patronatus.
De forma casi universal, los patronos son los primogénitos y cabezas de cada familia, y combinan
los patronatos que ostentan con vínculos, mayorazgos, señoríos y demás posiciones de privilegio. En ellos
se centrarán las atenciones de linaje, por aumentar sus cargos y dignidades, porque si el cabeza de la Casa
acrecía su posición, el resto de su parentela también.

Una fórmula común, podríamos decir plantilla, de este tipo de capellanías donde es la inquietud
de memoria familiar lo que estaba encima de las atenciones espirituales de los fundadores, lo encontramos
en la sencilla capellanía y la sacristía que instituyen en la iglesia parroquial de Castro del Río, en 1520,
los hermanos Pedro y Martín de Argote, y en otra que funda este último en el lugar de su enterramiento.
Mandan por sus almas una memoria donde se han de decir 22 misas al mes por cada uno, con obligaciones
de fiestas anuales, y toda su dotación de material litúrgico; y don Martín de Argote funda además otra
capellanía en el convento de Santo Domingo, donde quiere ser enterrado, o donde finalmente dispusieran

44  AGOC, leg. 1628, expte 1.

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ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO. APROXIMACIÓN AL ESTUDIO ...

su tumba sus albaceas, y allí que se diga una misa diaria “por siempre jamás”, y otras cantadas y más
responsos, y que allí en su sepultura se entierren los de su linaje. Y para todo ello, dejan una serie de bienes
(cahíces de pan, varios olivares, 18 fanegas de tierra, un censo…) y detallan la sucesión que el patronato
de éstas ha de tener: queda como patrón don Tello de Argote, yerno de don Martín de Argote, esposo
de su hija doña Catalina, y tras ellos sus nietos y demás descendientes, que han de presentar capellanes
y enterrarse en tal lugar45. Y tras toda esta sucesión de mandas cuidando su memoria y los de su familia,
sólo aclara mediante formulismos que los capellanes “han de ser cristianos viejos”, “hábiles” y “naturales
de Castro del Río o del obispado de Córdoba”. Nada más. En este caso, el patronazgo de la capellanía es el
componente definitorio de su constitución, dándose omnipresente importancia a los sucesivos patronos,
pero nula a los capellanes que han de ejercer las funciones religiosas.

Los fundadores son conscientes de las tribulaciones y avatares que pueden traer los enlaces,
conflictos familiares o desaparición de la descendencia. Por eso, a menudo, llaman a heredar en los
patronazgos con todo lujo de detalles, previendo cualquier imprevisto o muerte sin descendencia que
pudiera ocurrir. Tomemos la descripción pormenorizada que hace Andrés de Roa, hijo de un escribano de
Córdoba, cuando otorga su testamento en 162146 para su fundación.

“Y por cuanto yo fundé una capellanía perpetua en el monasterio de las Recogidas de


esta ciudad más ha de veinte y dos años en cabeza de Francisco Ojeda, mi primo hermano, que
la posee por cuanto está colada y erigida y entregado los bienes de ella, cuya fundación pasó ante
el presente escribano y en ella reservé nombrar patrones después de mis días, y usando de este
derecho nombro y señalo por patrón de la dicha capellanía a Fernando de los Ríos, marido de
doña Andrea de Estrada, mi sobrina. Y después de la dicha doña Andrea y a falta de ellos a los hijos
y descendientes legítimos de ambos a dos, prefiriendo el mayor al menor y el varón a la hembra,
todos legos y siendo siempre uno el poseedor del dicho patronazgo, doña Francisca de Estrada mi
sobrina, mujer legítima de don Andrés de Morales y sus hijos y descendientes legítimos, de uno
en otro por la misma [.] hasta que se acabe su descendencia y sucesión legítima y a falta de ella
suceda mi pariente más propincuo y sus descendientes y a falta de ellos, el pariente más propincuo
de doña María de Estrada, mi legítima mujer. Y Así vaya para siempre advirtiendo que éste es
patronazgo de legos y ha de estar amparado con las leyes reales”.

No deja resquicio para las equivocaciones. Y a ello les suelen estar muy agradecidos sus descendientes
cuando, generaciones después, se produzcan enfrentamientos por las sucesiones tanto de patronatos como
de la provisión de capellanías.

Pero las prioridades de establecimiento de los patronos, aunque por lo general se cuidan ante
el primogénito de la familia, pueden tener sus matices, y a veces, queriendo velar por todo el espectro
familiar, se producen disposiciones de transmisión del patronato fuera de lo común. Traemos de nuevo a
colación la fundación establecida por los hermanos Andrés y Mariana Sánchez en San Andrés en 1700,
quienes disponen como patrón

“por primer poseedor al padre fray Antonio de Córdoba, hijo de don Andrés […] y por
su fin y muerte, a don Diego de Zamora y Estaquero, hijo de mí, la dicha doña Mariana […] y
a falta del susodicho a otro hijo de mí el dicho don Andrés, y a falta de él, llamamos a otro hijo
de mí la dicha doña Mariana y en esta forma y con esta alternativa han de suceder todos nuestros
hijos, nietos y bisnietos”47.

45  AHV, sección Obras Pías, Caja 0126, Expte. 1.


46  AHPC, leg. 10491, fols. 328 y siguientes.
47  AHPC, leg. 1229, fols. 374 y siguientes.

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Gonzalo J. Herreros Moya

Los fundadores reparten el peso del prestigio de su capellanía alternativamente, para que todas las
ramas y generaciones gocen de su patronato, por los siglos de los siglos, sin que haya un liderazgo claro.

Si antes analizábamos el caso de un grupo de capellanías cuya acumulación supuso un peso a lo


largo del tiempo y no sirvieron para los fines inicialmente pensados, veamos ahora otro ejemplo del lado
opuesto, un grupo de capellanías cuya identidad pasó mejor fortuna. La familia Corral48, establecida en
Córdoba de la mano del canónigo D. Antonio de Corral, comienza un interesante ascenso en la ciudad49,
posibilitado por la eficaz gestión de éste, que llegó a ser tesorero de la Catedral de Córdoba, su hermano
don Pedro de Corral, canónigo de Sevilla y arcediano de Niebla, del sobrino de éstos, D. Antonio de
Corral y Frías, también canónigo y tesorero de la Catedral de Córdoba. Pues bien, estos tres personajes
diseñaron una política familiar de compras, donaciones, casamientos y fundaciones de mayorazgos donde
las capellanías también estuvieron presentes de forma clave para la definición del linaje.
La familia Corral, tras una serie de donaciones del Cabildo de la Catedral de Córdoba, establece
su “centro espiritual” en el altar mayor de la Ermita de Nuestra Señora de la Fuensanta, extramuros por
entonces de Córdoba, en ella crearán a lo largo de las generaciones varias capellanías. El primer momento
fue la fundación de sendas capellanías por los hermanos don Antonio y don Pedro de Corral, quienes
tras todos los permisos y bulas necesarios, otorgan las disposiciones correspondiente 154850, en la recta
final de la vida de ambos51. La fundación de estas capellanías es sin duda ejemplar, y ponen de manifiesto
todo el aparataje social que un fundador puede revelar en torno a la constitución de una capellanía. En
cuanto a los patronos que tras ellos deben regir los destinos de las capellanías, establecen toda una línea
sucesoria: dejan al primogénito seglar de la familia, su hermano Francisco, y tras él a sus hijos; y tras ellos a
su sobrina mayor, doña Catalina, y si ella no tuviera descendencia, a la siguiente, doña María de Corral. Y
si en ellos no hubiera descendencia, a sus hermanos Lope de Corral, residente en Almorox, de donde eran
originarios, y tras él a María de Corral, única mujer de su generación. Trazan pues, a través de la sucesión
del patronazgo, todo el espectro familiar, por orden de varón a mujer y de mayor a menor, como si de un
mayorazgo se tratara. Y estos patrones tienen la capacidad, entre otras prerrogativas, de nombrar capellán
y de enterrarse en el altar mayor del santuario de la Fuensanta, y de mandar enterrar allí a quienes ellos
dispongan, así como de presidir las misas principales a que obliga la capellanía.
Pero igualmente, los fundadores se preocupan de los capellanes, diciendo claramente “que habiendo
algún sacerdote que descienda de los dichos nuestros hermanos Lope y Francisco y María de Corral, que
se oponga y quiera servir las dichas nuestras capellanías, que sea preferido”52.
Consolidadas estas dos capellanías, medio siglo más tarde, su sobrino D. Antonio de Corral y Frías,
también canónigo y tesorero en la Catedral de Córdoba, homónimo del anterior, fundaría en su nombre,
y cumpliendo también las mandas testamentarias de su madre, otras dos capellanías en el mismo sitio y
agregadas a las anteriores, configurando así un bloque de bienes y patronazgos que pasarían, igualmente, a
acumularse a la primogenitura de la familia. Por su testamento, otorgado en 159053 –aunque no se erigen
eclesiásticamente hasta 160254– este canónigo define estas dos nuevas capellanías con idénticos criterios
de patronazgo, provisión de capellanes, entierros y mandas de misas.

48  Para notas generales de esta familia, ARANDA DONCEL, J., “Almodóvar del Río en el siglo XVII: el sometimiento al
régimen señorial”, Almodóvar del Río, estudios históricos, Córdoba, 1991, pp. 71-99; y PORRAS BENITO, V., y PORRAS
DE LA PUENTE, A., Glosas a la Casa de Córdova, Sevilla, 2005, pp. 487-573.
49  HERREROS MOYA, G., “De oscuros hidalgos a señores de vasallos. La construcción de la imagen de una casa nobiliaria
cordobesa: Los Corral, ss. XVI-XVIII”, en Actas de la XI Reunión Científica de la FEHM, Granada (en prensa).
50  31 de octubre de 1548, ante el escribano Alonso Fernández de Bonilla. AGOC, leg. 2097, Expte. 1
51  Don Antonio había testado en 1544, en Córdoba, AHPC, leg. 13241, 3 de noviembre de 1544; y don Pedro testaría en
Sevilla, 1555, Archivo Histórico Provincial de Sevilla, leg. 9176, fols. 1.133-1163
52  AGOC, leg. 2097, expte. 1
53  AHPC, leg. 10294, Testamentos Cerrados.
54  AGOC, leg. 2098, expte. 1.

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ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO. APROXIMACIÓN AL ESTUDIO ...

Y por si esto fuera poco, doña María de Corral y Frías, hermana del anterior, decide a través de su
testamento otorgado en 1621, pero no ejecutado hasta su muerte en 162555, fundar una quinta capellanía
sumadas a las cuatro anteriores, dotándola igualmente para los mismos fines.
Entre todos, en las dos primeras generaciones de los Corral en Córdoba, configuran la constitución
de un cuerpo piadoso con que honrar a los antepasados, posiblemente con calculada premeditación,
y que sirviera de panteón al linaje y de ostentación social, ya que a los honores y cargos que ya por
entonces tenían algunos miembros de su estirpe (hábitos de órdenes militares, veinticuatrías, el señorío de
Almodóvar y La Reina…) siempre añadirán los primogénitos “y patrón del altar mayor de la Fuensanta,
extramuros de Córdoba”. La estrategia completa a la propiamente de fortalecimiento económico del linaje,
ya que de los cinco fundadores de que tratamos, los tres más significativos–Antonio de Corral, el primero,
Antonio de Corral y Frías y María de Corral y Frías– constituirán sendos mayorazgos en la misma cabeza
primogénita en la que establecieron sus capellanías56, primero en Juan de Corral y Frías, y luego en su hijo
don Francisco de Corral y Guzmán, quien paralelamente al desarrollo de toda esta política fundacional, es
nombrado caballero en 1591 veinticuatro de Córdoba y en 1613 conseguirá el hábito de Santiago.

Síntesis de las capellanías fundadas y acumuladas en la Fuensanta por los miembros de la familia
Corral en los siglos XVI y XVII

Fuentes: AGOC, leg. 2097 y 2098; AHPC, Legajos. 10294, 10503, 13241;AHV, Caja 0122, expte. 0050. Elaboración
propia

La identidad con la Casa de los Corral, que ya por entonces se vislumbra plenamente forjada, para
con las capellanías de las que hablamos es tal que, cuando se crea un segundo señorío dentro linaje, dando
lugar a la rama de Santa Cruz de los Llanos, la cuestión cambia por completo. Don Francisco de Corral
y Guzmán, comentado poco antes, tuvo un hermano, Antonio de Corral y Guzmán, que fue beneficiado
con el mayorazgo de segundogenitura establecido por su tío el canónigo don Antonio de Corral y Frías.
De esta forma, cuando éste y su hijo, Juan Alonso de Corral y Guzmán, fundador del mayorazgo de
Santa Cruz de los Llanos57, son ya independientes en lo que se refiere a lo económico y social de la línea
primogénita, los señores de Almodóvar y la Reina, sus hermanos y primos hermanos respectivamente, la
identidad de Casa se divide, siendo ahora dos: los Corral primogénitos, los de la Reina, y los Corral de
Santa Cruz de los Llanos. El hecho que estos últimos ya no se entierren en la Fuensanta, a pesar de que
son hijos, hermanos y primos de los sucesivos patronos mayores de tal capilla y panteón, nos clarifica
la identidad de Casa-enterramiento que suponía la Fuensanta, como otros tantos. Como decimos, las
capellanías y sus lugares de culto delimitaron intrínsecamente la conciencia de grupo.

55  AGOC, leg. 1758, expte 1 y leg. 1759, expte. 1.


56  PORRAS BENITO, V., y PORRAS DE LA PUENTE, A., Glosas… pp. 486-495.
57  Ibídem, pp. 541-548

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En esta misma línea, otro análisis interesante en lo que respecta a una política familiar exitosa,
donde las capellanías jueguen un papel muy relevante en la consideración social, nos lo ofrece un linaje
de la mesocracia ascendiente cordobesa –mucho menos elevados que los anteriores Corral– y muy bien
estudiada en lo genealógico por Vicente Porras Benito y Alfonso Porras de la Puente58. Los Gómez de
Figueroa, de origen mercader y más bien oscuro, emparentados con otros mercaderes y familias de limpieza
dudosa de la capital cordobesa (Aragonés, Ahumada, Roa…) y desde el siglo XVI matrimoniando con
escribanos y ostentando varias juraderías locales, desarrollan una política de patronatos y capellanías muy
concienzuda. [Ver anexos genealógicos].
El matrimonio celebrado en 1550 entre el mercader Diego Gómez y María Gómez tuvo varios hijos,
de los cuales el primogénito, Alonso Gómez de Figueroa –nótese el toque arbitrariamente aristocrático de
su apellido– fue jurado de Córdoba, aunque murió sin dejar hijos vivos, y así sucedió su hermano Pedro
Gómez de Figueroa como cabeza familiar, y a éste su hijo Alonso Gómez de Figueroa. Pues bien, para
cuándo este último, también jurado, testa en 1628, ya es poseedor del mayorazgo fundado por su padre y
patrón de tres capellanías de legos: las establecidas por su mismo padre, por su tía abuela Beatriz Gómez
y por su tío carnal el Ldo. Juan Gómez de Figueroa, hermano de su padre. En la siguiente generación, su
hijo Diego Gómez de Figueroa, también jurado, hereda el mayorazgo y los tres patronatos de su padre,
pero además encabeza los que a su vez han fundado en él el Ldo. Francisco Gómez de Figueroa, su tío, y
Pedro Alonso de Aragonés, primo suyo, que aneja al establecido por su madre Leonor Gómez. Este hecho
les facultaba el enterramiento en la capilla de Ntra. Sra. de la Antigua, en la Santa Iglesia Catedral de
Córdoba, donde toda su familia se enterró durante varias generaciones.
En fin, a mediados de la centuria del seiscientos, la cabeza de estos Gómez de Figueroa atesora
ya seis capellanías de legos, repartidas entre Córdoba y Posadas. El resultado de todo ello era evidente:
nietos de mercaderes y escribanos de ascendencia discutida yacían para la eternidad junto a Reyes, obispos
y marqueses en el recinto catedralicio. Las capellanías eran toda una inversión: si no conseguían sacar las
almas de sus patronos del purgatorio, está demostrado que si conseguían comprar su prestigio, aunque
fuera a título póstumo.

Los capellanes y la política familiar


Si el hincapié de ciertas capellanías recae en la descripción de los patronos, el enterramiento, las
armas y la perpetuidad de los fundadores y sus sucesores, y por tanto el componente trascendental es el
eje de la fundación, otra veces las intenciones se vuelcan no hacia la sucesión del patronazgo, si no a la
delimitación y papel de los capellanes. Aún a riesgo de generalizar demasiado, por regla general, si los
fundadores son de posición media-baja, las preocupaciones recaen sobre los capellanes; si es de acomodo
medio-alto, se piensa mucho más en la posición de los patronos, aunque sin descuidar tampoco a los
capellanes como ya hemos visto.
Así pues, el cargo de capellán será previsto con cuidado y gozará de notables preocupaciones
en muchas fundaciones y transmisiones de capellanías, incardinando al ámbito familiar como el marco
donde deben situarse los futuros capellanes. Cuando se nombra por patrón de una fundación a un cargo
o institución (el Cabildo de la Catedral, el rector de un colegio o el superior de monasterio) pero se
establecen mandas expresas delimitando el grado de parentesco de los capellanes, su orden sucesorio y sus
funciones, entonces se está utilizando la capellanía con unos fines familiares tan evidentes como útiles. En
estos casos, la capellanía es un seguro de protección familiar y no tanto un hábito de ostentación.

Otra versión de la proliferación de capellanes dentro de un mismo círculo familiar mayor o


menor perteneciente a la misma familia del patrón, y por tanto como lógico desarrollo de la inversión
familiar que fueron las capellanías a corto, medio y largo plazo, son las redes clientelares que generaron
en ocasiones los nombramientos de capellanes. Comprobamos cómo en ciertas ocasiones, cuándo la

58  PORRAS BENITO, V., y PORRAS DE LA PUENTE, A., Bocetos..., pp. 415-447. Nos remitimos a todas las referencias
notariales que ofrecen los autores en la exposición de esta genealogía.

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ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO. APROXIMACIÓN AL ESTUDIO ...

estirpe del fundador y los patrones no disponen de varones con que ocupar las funciones de capellán,
se generaron grupos familiares ajenos que albergaron sucesivamente los puestos de capellán, y que se
convertían en clientes sociales de la familia que poseía el patronazgo. De nuevo acudimos a las capellanías
fundadas en la Fuensanta por la Casa de Corral. Agotadas las posibilidades de que ningún Corral o afín
varón se ordenara y ocupara alguna de las capellanías, apareció don Pedro José de Pedrajas, esposo de
Josefa Agustina Navarro y Pozo, para pedir en 1738 una capellanía para su segundo hijo varón, Gabriel de
Pedrajas59. Concedida ésta por el patrón, dos años después muere el jovencísimo capellán, con tan sólo 11
años60, y los padres deciden solicitar de nuevo la misma capellanía vacante para su siguiente hijo, José de
Pedrajas. Éste se mantiene un cuarto de siglo en el puesto, también hasta su muerte, acaecida en 176561. Y
tras el óbito de éste último, doña Mª Josefa de Pedrajas, hermana de los anteriores capellanes, y viuda don
Carlos Román, solicita la vacante en 1766 para su hijo, Rafael Román Pedrajas. A punto de encadenar un
tercer capellán para la misma fundación en estos Pedrajas, se frustró la petición y fue denegada. El motivo:
solicitaron el puesto dos parientes de los patronos, don Diego de Argote Saavedra y Corral, y don Luis de
Albarracín Quero, y lógicamente los Pedrajas quedaron fuera de toda posibilidad62.
Sin embargo, hemos de notar el indicio clientelar que tenía la presencia de estos Pedrajas Navarro
para con los Corral, teniendo en cuenta que el patrón, don Gabriel de Corral fue padrino de bautismo
de los dos jóvenes capellanes, y que a éstos se les hizo colación de la capellanía antes de los 10 años63, lo
que denota un destino marcado desde la cuna, siendo, una vez más, piezas predeterminadas de un tablero
familiar con intereses más allá de la propia esencia religiosa de sus empleos.

Síntesis familiar de los Pedrajas, de la collación de la Magdalena, en el siglo XVIII, auténtica saga
de capellanes en el Santuario de la Fuensanta

Fuente: diversas escrituras, A.G.O.C., legajos 2097 y 2098. Elaboración propia

59  AGOC, sección Capellanías, leg. 2098, expte 1.


60  Ibídem. Fue enterrado en la parroquia de San Pedro el día 5 de marzo de 1740.
61  Ibídem. Fue enterrado en la parroquia de La Madalena el 30 de noviembre de 1765.
62  Ibídem. El puesto de capellán fue dispuesto para don Luis de Albarracín y Quero, nieto materno de doña María de Valdivia
y Corral.
63  Ibídem.

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Gonzalo J. Herreros Moya

Así las cosas, vemos cómo la adjudicación de capellanes tiene como principal fin no ya velar por
el cumplimiento piadoso encomendado, si no permitir el mantenimiento de un familiar, deudo o clérigo
afín, o en su caso encarrilar la carrera eclesiástica del designado. Son muchos los ejemplos que se nos
ofrecen de cómo un individuo, significado como clérigo de menores órdenes, se vincula a una capellanía
para, con su congrua correspondiente, mantenerse y ordenarse, y a partir de ella escalar, en la medida de
la posible, puestos en el escalafón eclesial. Documentos de principio y fin de trayecto vital así lo permiten.
Los ejemplos elegidos, algunos ya tratados en el presente trabajo, se pueden ver más claramente en el
siguiente cuadro.

Nombre y puesto Capellanía inicial Puesto final


inicial

D. Antonio de Corral64 Capellán de los Reyes Católicos Canónigo y Tesorero de la SIC de


Córdoba, prior del Puerto de Santa
María, hasta su muerte en 1550.

Diego Navarrete y Capellanía del obispo Francisco Canónigo de la SIC, al menos hasta
Portocarrero65 Pacheco, en 1641 1680

Benito de la Huerta y Capellán en 1646 de una de las Canónigo de la SIC, fallecido ya en


Montesdeoca66 fundadas por los Corral en la Fuensanta 1670

Blas Antonio de Capellán de la primera capellanía del Rector y Catedrático del Colegio
Espejo y Arenillas67 Capitán Benavides en 1707 de San Pelagio Mártir y párroco del
Sagrario de la SIC, muerto hacia
1745

D. Luis de Albarracín Capellán en 1766 de una de las Canónigo de la SIC a su muerte, en


y Quero68 fundadas por los Corral en la Fuensanta 1809.

Francisco de Paula Capellán en el altar de Santa Lucía, de Párroco en Navarra, prebendado de


Gómez de Figueroa69 la Catedral la SIC de Córdoba, vicario de Palma
del Río, a su muerte en 1832.

Como64vemos, la65posesión66de67una capellanía bajo la cual ordenarse les permitió no ya tener una
congrua, un sueldo, una profesión remunerada, si no que les posibilitó el salto al capítulo catedralicio o
a otros puestos de poder local o dentro de los términos episcopales. Depende de cada caso, la capellanía
podía ser un trampolín con que auparse a destinos mayores.

Más68 ingredientes69 añadidos a la evaluación de la importancia que tuvo la designación de capellanes


se comprueba en aquellos en que podemos llegar a conocer la edad a la que los clérigos de menores órdenes
piden colación de una capellanía a la que ordenarse. Los hermanos Gabriel Isidro y José Enrique de Pedrajas
entraron cada uno a desarrollar las tareas de capellán sin haber cumplido los 10 años70 en 1738 y 1740
respectivamente, en la fundada por don Antonio de Corral en la Fuensanta. No sabemos la edad a la que
Juan de Clúa y Arenillas solicita que se le instituya como titular de la segunda capellanía que fundó en Santa

64  AHPC, leg. 13241, 3 de noviembre de 1544.


65  AHV, caja 0095, exptes. 0042ª, 0042b y 0095.
66  AGOC, leg. 2097, expte. 1.
67  AGOC, leg. 1628.
68  AGOC, leg. 2098.
69  PORRAS BENITO, V., y PORRAS DE LA PUENTE, A., Bocetos..., p. 433.
70  AGOC, leg. 2097, expte 1, cuadernillo 76.

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ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO. APROXIMACIÓN AL ESTUDIO ...

Marina el Capitán Benavides, pero sí sabemos que se le otorgó en 174071 y que murió en el año 180072, es
decir, fue capellán durante 60 años cabales, lo que nos hace suponer que no debió de acceder a la capellanía
con más de 10 o 15 años teniendo en cuenta la media máxima de edad de la época. Esta tendencia nos habla
de la colación de capellanes para obras pías como una salida familiar clave desde muy jóvenes. Muchos niños
eran encaminados por sus padres a la carrera eclesiástica dentro de la planificación familiar tipo y célebre en
la época, y las capellanías fueron un medio muy útil para que desde tempranas edades ese destino eclesiástico
fuera rentable.
Sin embargo, este camino religioso, previsto por las familias y facilitado por las capellanías, a veces
dejaba límites poco claros. Si antes veíamos la consolidación de carreras eclesiásticas a partir de clérigos de
órdenes menores, no siempre éstos optaban por continuar este camino. Y la jurisprudencia de las capellanías
en torno al ordenamiento de sus titulares mantenía la suficiente ambigüedad como para mantener en sus
labores a hombres que no mantuvieran una vida clerical cerrada. Es así como en 1684, se denuncia que
Francisco de Corral y Acevedo, señor de Almodóvar y la Reina, había nombrado a su hermano Rodrigo de
Corral y Acevedo como capellán de una de las de su familia, y que sin embargo

“…don Rodrigo andaba en hábito indecente y espada en cinta, sin embargo de haber sido
amonestado por dicho edicto, y dándole diferentes términos para que mudase de hábito, y usase el
eclesiástico decente, pena de que se pasaría a privarle de sus capellanías y que perseverando como
antes en la indecencia del hábito con grave escándalo de los demás eclesiásticos y de toda la ciudad
de Córdova…”73.

Se pone de manifiesto que la carrera eclesiástica impuesta a don Rodrigo de Corral no era de su
gusto y por muy familiar que fuera del patrón debía cumplir las mandas fundacionales, que indicaban que
el capellán debía comportarse como tal. Seguramente a regañadientes, el patrón, hermano del denunciado,
tuvo que sucumbir ante los edictos de la Vicaría General que examinaron el caso e impusieron el cese de don
Rodrigo y el nombramiento de otro titular.
No todos los casos de capellanes que abandonaron sus primeros pasos clericales fueron de este tenor.
Volviendo a los Gómez de Figueroa estudiados por los Porras, se cuenta la situación del licenciado Gabriel
Codera de Figueroa, hijo de doña Constanza Carrillo de Figueroa y Pedro Codera, cirujano en Córdoba,
casados en 1606. Éste era ya capellán con 15 años, pero luego nos aparece casado con doña Bernarda de
Figueroa y Alfaro, su prima hermana, y ejerciendo de médico y cirujano, como su padre, en las Caballerizas
de Córdoba74. En este caso no se le despojó por mal uso de su cargo, si no que se empleó la capellanía que
ostentaba en tanto que no pudo mantenerse para el oficio que su padre tenía previsto. Aquí, de nuevo, la
colación de capellanías se empleó a las claras como un instrumento de sostenimiento familiar.

Y si fue frecuente que a fines del Antiguo Régimen se reunieran patronatos en una misma Casa,
debido a la concentración de vínculos, honores o señoríos, dependiendo del rango social del que tratemos,
no menos habitual fue una unión de varias capellanías en manos del mismo capellán. Esto fue debido, sin
duda, a varios factores que podríamos dilatarnos mucho en analizar (disminución cuantitativa del clero y de
los destinos eclesiásticos forzosos, la tendencia generalizada a la unión de Casas por políticas matrimoniales
endogámicas de siglos, etc.); pero en el terreno que nos interesa, dos pueden ser las causas esenciales que
condujeran a este acaparamiento de capellanías para un mismo clérigo: la disminución y pérdida de valor
de la congrua de algunas de ellas, y la desigual representación de la proporción entre número de capellanes y
cantidad de capellanías a asignar por un mismo patrón dentro de su parentela.
En el primer sentido, no son pocos los capellanes que con el paso de los años – y de los siglos– ven
mermada su capacidad adquisitiva debido a que los parámetros económicos de la congrua que establecieron
sus fundadores resulta imposible por la cantidad de cargas, censos o hipotecas a que se han tenido que hacer

71  AHV, caja 0095, Expte. 0059b.


72  AGOC., leg. 1628. Falleció el día 10 de diciembre de 1800.
73  AGOC, leg. 2097, expte 1, cuadernillo 6.
74  PORRAS BENITO, V., y PORRAS DE LA PUENTE, A., op. cit., p. 374.

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frente, por la inflación y aumento del costo de la vida, o por la ruina y mal cuidado de los bienes inmuebles
que formaban parte de su dotación. Es este el caso de Gabriel de Pedrajas, quien siendo dispuesto en 1738
para entrar a una capellanía de las establecidas en la Fuensanta por los Corral, no puede hacerlo por la
deficitaria congrua que genera. Su padre, don Pedro José de Pedrajas, como su tutor ha de escribir a los
patronos para comunicarles tal situación, y alega las declaraciones que para ello aporta el capellán de otra
de las capellanías de la misma Casa. Así es como Juan de la Parra, este otro capellán, admite que “la renta se
reparte entre uno y otro capellán, por mitad, la cual, bajadas obras, misas, subsidio, excusado y demás cargas
y obligaciones, le quedará a cada capellán libres hasta 300 reales poco más o menos”, lo que no suponía más
de un tercio de lo previsto en su fundación75. El padre del aspirante a dicha capellanía trae a un maestro
albañil y otro carpintero, quienes testifican la ruina y grandes gastos que generan los cinco pares de casas que
son la dote y mantenimiento de ella. Situaciones similares, nada raras como decimos con el paso del tiempo,
conllevaban a que una sola capellanía no fuera suficiente para el mantenimiento decente de un mismo
clérigo.
La otra vía que podemos concluir por la que un mismo individuo llegara a ostentar en su persona
diversas capellanías es, como decíamos, la concentración y unión de familias, mayorazgos y patronatos en
una misma persona o rama de un linaje. Ante un mismo espectro familiar de capellanes, pero combinado con
un gran número de capellanías ostentadas, está claro que la posibilidad de que un mismo clérigo ostentara la
titularidad de varias de ellas fue creciendo. Sírvanos de ejemplo el caso de los ya citados Gómez de Figueroa
en Córdoba. Andando el tiempo, en la primera mitad del siglo XVIII, recaen en el primogénito toda una
serie de mayorazgos y patronatos. Así, don Lucas Fausto Gómez de Figueroa y Granas tomó posesión,
paulatinamente a lo largo de su vida, de las capellanías erigidas por ancestros suyos y familiares colaterales,
en concreto las fundadas por Francisco Gómez de Figueroa, Pedro Gómez de Figueroa, doña Leonor de
Figueroa, Pedro Aragonés, Martín Gómez de Aragón, Beatriz Sánchez, Inés de Herrera, Cristóbal de Godoy,
las más importantes de ellas en la Capilla de Ntra. Sra. de la Antigua, en la Catedral de Córdoba. Pues
bien, de más de la mitad de ellos se declara capellán su hermano, don Jerónimo Gómez de Figueroa. Éste
presbítero, fallecido en 175676, acopió en vida las capellanías erigidas por don Pedro Gómez de Figueroa,
doña Leonor Gómez de Figueroa, Martín Gómez de Aragón y Pedro Aragonés77. Un sobrino nieto de este
capellán, D. Francisco de Paula Gómez de Figueroa (1760-1832) superó con creces la acumulación de su
pariente, disfrutando en vida hasta 9 capellanías diferentes78. Exactamente el mismo número de mayorazgos
con patronato anexo y capellanías que declara tener el hermano primogénito, don José Rafael Gómez de
Figueroa hacia 179179. No es casual, pues, la relación entre el aumento de la cantidad de patronatos familiares
con la concentración de disfrutes de capellanías en un mismo clérigo con el paso de las generaciones.

De otra parte, esta acumulación de capellanías condujo además a que una vez consolidada la posición
económica del clérigo poseedor, éste pudiera renunciar a los cargos en los patronos para que nombraran
un nuevo titular de la capellanía a quien hiciera más falta. Es por esto que el 6 de noviembre de 1717,
Esteban Antonio de Collazos, presbítero y capellán de varias capellanías, entre las cuales se encontraba una
de importantes rentas en la capilla de Santo Tomás Apóstol, en la Catedral de Córdoba, hace formal renuncia
ante don Pedro Antonio de Salazar, Vicario General de Córdoba, porque “me hallo en edad crecida, con
muchos achaques, y con congrua suficiente para mantenerme con las capellanías a cuyo título me ordené,
que no fue la referida de don Antonio de Corral” y “por tanto hago dimisión y renuncia de esta capellanía en
manos de V. S. para que la haya y tenga por vacante”80. Al día siguiente, el patrón, D. Gabriel de Corral y de
los Ríos, señor de Almodóvar y de la Reina, hacía pública la renuncia, y dos días después ya tenía solicitudes

75  AGOC., leg. 2097, expte. 1, cuadernillo 76.


76 Testó en Córdoba, dando poder para ello, el día 16 de diciembre de 1756. AHPC., leg. 9792, f. 963-968vº.
77  PORRAS BENITO, V., y PORRAS DE LA PUENTE, A., op. cit, p. 430.
78  Ibídem, p. 433.
79  Ibídem, p. 434.
80  AGOC, leg.2097, expte. 1, cuadernillo 76.

Historia y Genealogía Nº2 (2012) | 133


ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO. APROXIMACIÓN AL ESTUDIO ...

de varios clérigos para entrar al disfrute de la misma. Está claro que era fundamental, en la mentalidad de
todos, la función de las capellanías como mantenimiento y puente para la carrera eclesiástica.
Lo mismo le ocurre a don Diego de Navarrete Portocarrero, quien teniendo avanzada edad y siendo ya
canónigo del cabildo de la Catedral de Córdoba, hacia 1680 comienza a renunciar algunas de las capellanías
que había disfrutado a lo largo de su vida y que le habían permitido auparse hasta la posición capitular que
tenía. Tenemos noticia de que en julio de ese año renuncia a la capellanía que ostentaba desde hacía cuarenta
años en el convento de Santa Isabel de los Ángeles, fundada por el obispo don Francisco Pacheco y que por
entonces era patrón el Marqués de Estepa81; y en las mismas fechas hace idéntica dejación a la que poseía en
Santa María de las Dueñas, fundada por Beatriz de Córdova82.

Sea como fuere, se vislumbra que en la época el desempeño de capellanías era un empleo deseado
y buscado, y cualquier resquicio de posibilidad era aprovechado para aspirar al nombramiento de una. Son
muchos los casos de los que tenemos noticia que revelan que tras la muerte de un capellán concurren varios
clérigos, familiares o no del patrón, a presentar su candidatura, siendo muchas veces los padres –dato que nos
reafirma en la juventud de los mismos– los que presentan la solicitud. Pero más allá de este dato, que siendo
interesante puede ser evidente, conociendo que las vacantes se hacen públicas y que son de libre concurrencia,
al menos aparentemente, lo que sí realmente resulta de alto interés es la conservación de auténticos pleitos
para conseguir una capellanía, y no hablamos de altas fundaciones piadosas de la Corte o de la Catedral,
sino de cualquier fundación de memorias que se precie. Y para ello vamos a acudir, nuevamente, al Capitán
Benavides y a la familia Corral. Y recalamos en ello porque de común aceptación entre los modernistas es
la idea de que “la gente acomodada es extremadamente litigiosa y se encuentra generalmente encerrada en
complicados e interminables pleitos”83. Pero los casos que se han examinado en torno a algo de tan baja
ambición como una capellanía parroquial demuestran que la generalización de los litigios trasvasaba a los
nobles.
Don Juan de Clúa y Arenillas, capellán como ya vimos de la segunda capellanía de las fundadas por
el Capitán Benavides, concurre a una de ellas en 1740. Pero a la par es candidato don Juan Francisco Ruiz
de Almoguera, también clérigo de órdenes menores. Ambos dos aspirantes tras la muerte el último capellán,
don Bartolomé Luis de Ortega, presbítero. Pues bien, presentadas las correspondientes candidaturas, ambos
dos declaran ser familiares del fundador, lo que complicaba la elección a los patronos, a la sazón el Deán y
Cabildo de la Catedral de Córdoba. Así pues, ambos comienzan a demostrar su parentesco y a acusar al otro
de falsas filiaciones. Todo el proceso y alegaciones finales hechas por don Juan de Clúa se recogen en un Por-
Con con fecha de 4 de marzo de 174084. Los esfuerzos judiciales de éste último tuvieron su resultado y el día
29 de marzo de ese mismo año el Cabildo se decantó por él para la elección85.
Más aparatoso resulta el que algunas décadas antes llevó a cabo don Alonso de Corral y Acevedo86.
En 1670, su hermano –varias veces traído aquí– don Francisco de Corral y Acevedo le había hecho provisión
de una de las capellanías que tenía la familia en la Fuensanta, y como tal era, este don Alonso, clérigo de
menores órdenes. Sin embargo, a finales del año 1684 el Cabildo de la Catedral, le hace saber al patrón que
el nombramiento sobre su hermano no es válido por “no concurrir, por no poder vivir en dicho cuarto [el
de la sacristía de la Fuensanta] y ser caballero de capa y espada, y del orden de San Juan, y aunque tenía
nombramiento de capellán de dicha capellanía era solo del patrono, no empero como se mandaba por dichas
constituciones”, y que por tanto el Vicario General de la Diócesis, por entonces don Antonio Maldonado

81  AHV, sección Capellanías, caja 0095, expte. 0042 a.


82  Ibídem, expte. 42 b.
83 Traigo esta cita, reflejada en EXTREMERA EXTREMERA, M. A., “Puente Genil en el siglo XVIII. Familia y transmisión
del patrimonio”, en SORIA MESA, E. (coord.) Puente Genil, pasado y presente. I Congreso de Historia, p. 319, a su vez tomado
de ARANDA MENDIAZ, M., El hombre del siglo XVIII en Gran Canaria. El testamento como fuente de investigación histórico-
jurídica, Las Palmas de Gran Canaria, 1993, que recoge el comentario entrecomillado de G. Glas, Descripción de las Islas
Canarias, 1764.
84  AHV, sección Capellanías, caja 0095, expte. 59b.
85  AGOC, leg. 1628, expte. 1
86 Todo el proceso en AGOC, leg. 2097.

134 | Historia y Genealogía Nº2 (2012)


Gonzalo J. Herreros Moya

Monje, da por vacante la capellanía. Caso, por tanto, similar al que ya vimos para su hermano don Rodrigo
de Corral y Acevedo. Ante la situación concurre a ser capellán don Rafael Terrín y Franco, presbítero, que a la
sazón fue nombrado por el Cabildo catedralicio. Es así como don Alonso de Corral, alegando la intromisión
del cabildo en cuestiones que sólo el patrón podría dirimir, quiere invalidar el nombramiento, y si primero
acude a la Vicaría General, seguidamente lleva el caso a la Chancillería de Granada; y una vez que allí
tampoco se le dio la razón, pues ciertamente no vivía como clérigo, se dirigió a las más altas instancias del
Estado. En efecto, puede que ambas partes llevaran su razón con acierto, con respecto a las mandas del
fundador, ya que ni el capellán debía vivir como seglar y el Cabildo podía disponer del nombramiento de
capellán alguno, pero esa es otra historia.
Sea como fuere, en diciembre de 1685, el recurso de don Alonso de Corral llega al cardenal
Portocarrero, Arzobispo primado de Toledo, Canciller Mayor de Castilla y del Consejo de Estado de Su
Majestad Carlos II, institución donde el capellán había realizados sus últimas alegaciones. Y en fin, en un
largo proceso judicial, en enero de 1687, aún sin resolver, el aspirante a capellán fallece en Córdoba, y por
tanto el conflicto cayó por su propio peso. El “apócrifo” capellán, Rafael Terrín, consiguió su discutida plaza
de capellán finalmente ante la desaparición de la otra parte en el pleito. Pero, sin duda, lo que llama la
atención son las energías volcadas en un pleito por la provisión de una sencilla capellanía que casi duró tres
años y que se elevó a las más altas instancias judiciales de la época. Alguna importancia debía de tener.

Y efectivamente, que otros fenómenos del mismo corte en torno a las capellanías nos llevan de la mano
a inferir la gran importancia que en determinados contextos sociales y familiares tuvieron las provisiones de
capellanías. Retomando, ahora por última vez, las dos capellanías establecidas por el capitán Benavides en
Santa Marina, del examen y comparación de fuentes detallados de los capellanes que el Cabildo proveyó para
sus funciones, hemos llegado a la conclusión de que gran parte de los capellanes y otra tanta de los aspirantes
a esta obra pía falsearon su genealogía para conseguir tal puesto.
Llama la atención la comparación de dos frentes en torno a la familia del capitán: en su testamento
dice que no deja más linaje que tres sobrinos, Catalina y María de Blancas y Benavides, y Antón de Blancas,
en cuya descendencia obliga el nombramiento de sendos capellanes para sus dos fundaciones87. Estos Blancas
Benavides eran parientes suyos por ser sobrinos de su madre, Beatriz de Benavides; y aclara que no tiene más,
por ningún lado. Fruto de esta designación ocuparon plazas Pedro de Blancas y Benavides, nieto del dicho
Antón de Blancas, y don Antonio Mellado de Almagro, bisnieto del mismo, por tanto parientes legítimos
del fundador. Y así lo demostraron. Pero a pesar de ello, otros muchos ajenos a estos parientes alegaron –y
consiguieron en ocasiones– ser parientes para conseguir la provisión de alguna de las dos fundaciones. Son,
por un lado los Gahete Sabariego, y de otro los Arenillas.
Cuando todavía en 1633 no se había hecho erección de la segunda capellanía, Pedro de Blancas
Benavides, capellán de la primera capellanía del capitán, examina a los candidatos para tal nombramiento: el
bachiller Francisco de Bassa y Benavides y Sebastián Gahete y Benavides88. Pues bien, en mitad de las pruebas
para dilucidar un candidato mejor, el mismo Pedro de Blancas, pariente real del capitán, comenta que la
genealogía presentada por Sebastián de Gahete para las pruebas es falsa.
El candidato dice ser nieto materno de Juan Pérez de Sabariego y Catalina de Benavides, nieta de
una tía del fundador “de quien no hay memoria por ser mucho el tiempo”, alega el aspirante. Y sin embargo,
Pedro de Blancas dice que miente ya “que el dicho Esteban de Sabariego no ha tenido ni tiene apellido de
Benavides y que no lo tuvo su madre ni su abuela, ni han sido ni son parientes del dicho Capitán en grado ni
en manera alguna” y que su abuela era en realidad Catalina de la Cruz, hija de Catalina de Mesa, y que por
tanto se había inventado los apellidos por Benavides, y que

“aunque el dicho Esteban de Sabariego o alguno de sus antecesores hubiera tenido el dicho
apellido de Benavides no se infiera ni pudiera concluir por ello ser pariente del dicho Capitán para lo
cual precisamente se requiere especificar y declarar la forma y líneas del parentesco”89.

87 Testamento de Alonso de Benavides, dado en Lisboa en 24 de noviembre de 1623. AGOC, leg. 1628
88  El proceso completo, en AGOC, Ibídem.
89  8 de enero de 1833.

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ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO. APROXIMACIÓN AL ESTUDIO ...

Pocos días más tarde, Sebastián Gahete admite que su abuela era “Catalina de la Cruz Benavides”,
porque “aunque uno tenga muchos apellidos no sea costumbre llamárselos todos”90 pero ya era demasiado
tarde. Por varias razones, ninguno de los aspirantes fue nombrado y la segunda capellanía quedó algún
tiempo más sin proveer.

Capellanes y algunos pretendientes de las dos capellanías fundadas por el capitán Alonso de
Benavides en Santa Marina y su relación con el fundador.

Leyenda
.-Las fechas referidas indican el intervalo durante el que ocuparon la capellanía. Si va con paréntesis, no son fechas extremas, ya
que a falta de más datos se reseña el intervalo para el que tenemos datos de su ocupación como capellanes.
.-Con cuadro cerrado, los capellanes o aspirantes que fueron realmente de la familia del fundador.
.-Con cuadro discontinuo, los capellanes o aspirantes que demostraron falsamente ser familia del fundador.
.-Sin cuadro, los que recibieron la capellanía sin ser familia ante la falta de los mismos.
NOTA: Todos los capellanes cesaron su cargo con su muerte, pero en ocasiones hubo varios años de capellanía vacante.

Fuentes: Archivo Histórico Viana, sección Obras Pías caja 95, expte. E-0059b; y Archivo General del Obispado de
Córdoba, sección capellanías, leg. 1628. Elaboración propia.

90  12 de enero de 1833.

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Gonzalo J. Herreros Moya

Pero este testimonio de falsificación genealógica para conseguir una plaza de capellán, empalidece
frente a lo que, probablemente, esta vez sí, consiguieron otros supuestos deudos del fundador. Pasados
unos 20 años después de la muerte del capitán, ocupan ya plazas de capellanes Juan y Andrés de Arenillas
y Benavides, que nada parecen tener que ver con la descendencia nombrada en el testamento del Capitán,
ya que declaran ser parientes en cuarto grado por parte de su padre, es decir, bisnietos de algún hermano.
Y así, en el mismo espectro familiar de los Arenillas aparecen, ya en el siglo XVIII, Blas de Espejo y
Arenillas, sus primos Bartolomé y Juan de Clúa y Arenillas, el sobrino de estos Clemente Cervent (o
Sirvent) y Arenillas, y el sobrino de éste último Juan Carrillo Cervent y Arenillas. Todos ellos no presentan
ningún problema a la hora de demostrar su parentesco, más lejano con el paso de las generaciones, y entre
todos se declaran familia, aunque no aducen por parte de qué pariente del capitán tienen derechos. [Ver
anexos genealógicos]

La pista la ofrece, por fin, el pleito que en 1740 –arriba comentado– entre don Juan de Clúa
y Juan Ruiz de Almoguera, aspirantes ambos a una de las capellanías. Si efectivamente el parentesco
delimitado por Juan de Clúa fuera veraz, ciertamente los patronos fueron fieles a la verdad al designarlo,
por que alegaba más cercanía: Juan de Clúa decía venir de un hermano del fundador, y Almoguera
descendía de la prima del
fundador, de los Blancas Benavides. Sin embargo, los testigos aportados en dicho pleito comentan que
la filiación de los Arenillas de que viene Juan de Clúa vivieron en Santa María de Trassierra, y que el
pretendido hermano del capitán, del que desciende, Antón de Arenillas, “habían oído decir” los vecinos
de esta villa que tenía un hermano en el ejército91. Y sobre estos débiles argumentos, el Cabildo provee a
Clúa la capellanía, en detrimento de Almoguera. Pero nos atrevemos a decir que el vínculo familiar del
que Clúa, como su hermano, sus primos, sus sobrinos y sus tíos, antes y después que él, decían provenir
era en realidad una tremenda farsa. Se atribuyen descendientes de Juan López Cortés, hijo de Beatriz de
Aranda y Arenillas, hija a su vez de Antón de Arenillas, a quien –como eje de la demostración– se declara
hermano del Capitán Alonso de Benavides. Pero el mismo fundador niega tener hermanos, y dice que su
familia siempre ha vivido en Córdoba, en Santa Marina, y por tanto toda relación con Santa María de
Trassierra, inferimos, le es ajena. Aún así, no sabemos si nadie reparó en las más que dudosas filiaciones, o
sencillamente las primeras candidaturas de estos Arenillas promocionaron por no haber más candidatos,
y del resto se encargó la inercia. Sea como fuere, no es descabellado pensar que todos los Arenillas92 que
ocuparon plazas de capellán en las capellanías de Benavides, lo fueron no sin impostura, a conciencia o
sencillamente repitiendo lo que generaciones atrás los primeros interesados habían fabulado.

4. Conclusiones

Aunque a lo largo de estas páginas ya hemos vertido muchas conclusiones y se han desarrollado
análisis varios, no está de más concentrar los más importantes en unas líneas finales.
Las capellanías, analizadas desde las experiencias de Córdoba y su Reino, fueron en el Antiguo
Régimen una vía de expresión de la trascendencia, de una mentalidad sobre el más allá que había que trabajar
también en el más acá. La conciencia del purgatorio y la creencia en que las misas celebradas en memoria
de difuntos ayudaban a mitigar la presencia en este lugar –de naturaleza y ubicación indescriptibles–
fueron el germen de fundaciones y mandas piadosas de todo tipo. Sin embargo, la experiencia cotidiana
de las capellanías nos revelan contenidos mucho mayores y, a la par, mucho más mundanos, a veces en
primer plano, en torno a su dinámica.

91  AHV, sección Capellanías, caja 0095, expte. 0059b.


92  AGOC, leg. 1628, expte 1.

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ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO. APROXIMACIÓN AL ESTUDIO ...

Las capellanías fueron fundadas persiguiendo también memoria terrenal, y los legados a través de
los cuales se establecen murmuran una gran preocupación por la visualización de las capillas, de entierros,
del papel de los patronos y de las designaciones de capellanes. Cada una en su línea, muchas capellanías
tuvieron como fin el aumento del prestigio social, de la consideración entre linajes y dentro de un mismo
linaje entre la rama primogénita y las demás. Otras, tuvieron como propósito el mantenimiento de los
clérigos que, irremediablemente por la ingeniería familiar a la que estaban acostumbrados, aparecieran en
el entorno familiar, lejano o cercano. Y no son pocas las veces en las que todo ello se encadena de forma
armoniosa. Tres preocupaciones, trascendencia, prestigio y sostenimiento familiar, desarrolladas a través
de la misma figura jurídica y religiosa.
Y partiendo de todos ellos, se eleva un resultado de capital importancia: las capellanías como
fuente de identidad del linaje. Las capellanías posibilitaban la reunión física y espiritual de la familia,
generando el aumento de la consideración de los patrones, convocando a sus cultos y fiestas mayores
donde debían acudir todos los miembros de la Casa, ayudando con su congrua a mantener a no pocos
clérigos, hijos, hermanos o parientes del capellán, y, a la postre, reunía a todo el espectro familiar a la cita
que en el ocaso de sus días tendría lugar tanto en la sepultura como en la intención de las misas celebradas.
En las capellanías convergen y se mezclaban lo celestial con lo trivial de forma natural y espontánea,
sin discusiones. Las dicotomías iglesia-laicos, muerte-vida, antepasados-descendientes, salvación-dinero,
todo en un mismo compendio natural, habitual y, lo que es más interesante, necesario.

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Gonzalo J. Herreros Moya

ANEXOS GENEALÓGICOS

Síntesis genealógica explicativa de la falsa relación familiar de los Sabariego y Gahete con el
Capitán Alonso de Benavides

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ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO. APROXIMACIÓN AL ESTUDIO ...

Síntesis genealógica explicativa de la falsa relación familiar de los Arenillas con el Capitán Alonso
de Benavides93

93  Fuentes de estos dos últimos cuadros genealógicos: AGOC, leg. 1628; AHV, sección Obras Pías, caja 0095, expte. 0059b;
y Archivo de la Catedral de Córdoba, Secretaría: Expedientes de limpieza de sangre, cajas 5.019, 5.024 y 5.069. Debo esta
última información del Archivo de la Catedral de Córdoba a D. Antonio J. Díaz Rodríguez, de la Universidad de Córdoba.

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Gonzalo J. Herreros Moya

Síntesis genealógica de la familia Gómez de Figueroa, durante los siglos XVI y XVII, y sus
sucesivas fundaciones de capellanías, presencia de patrones y de capellanes
(Cuadros lisos: fundadores de capellanías; cuadros discontinuos, capellanes; las flechas indican en qué generación se
incorporó el patronato a la familia)
Fuente: PORRAS BENITO, V., y PORRAS DE LA PUENTE, A., op. cit.

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142 | Historia y Genealogía Nº2 (2012)
ISSN 2173-6030 | Historia y Genealogía Nº2 (2012) |

El curriculum vitae de los capitulares en el siglo XVI:


el ejemplo del cabildo catedral de Santiago

Arturo Iglesias Ortega


Universidade de Santiago de Compostela

Resumen: Desde un enfoque prosopográfico y estadístico, empleando numerosas fuentes documentales y


bibliográficas, este trabajo hace un seguimiento exhaustivo de la carrera profesional de los miembros del
cabildo catedralicio de Santiago de Compostela en el siglo XVI, analizando las variables que determinan
su ocupación de puestos eclesiásticos y civiles en tres períodos vitales (antes, durante y después de su vida
capitular compostelana) y teniendo en cuenta su tipología capitular. Además, estudiamos el grado de
cumplimiento de las disposiciones canónicas, especialmente las del Concilio de Trento, en lo que se refiere
a los grados y órdenes eclesiásticos de los capitulares al ingresar en el cabildo.

Palabras clave: cabildo catedralicio, currículo, grados eclesiásticos, prosopografía, siglo XVI.

Curriculum vitae of cathedral chapter’s members in XVIth century:


the case of THE cathedral chapter of Santiago de Compostela

Abstract: From a statistical and prosopographical approach, by using numerous documentary sources
and bibliographies, this article is an exhaustive study of the professional career of the cathedral chapter of
Santiago de Compostela’s members in the sixteenth century, analyzing the variables that determine their
ecclesiastical and civil life along three periods (before, during and after his chapter life in Compostela)
and taking into account their chapteral typology. In addition, it’s been studied the degree of compliance
with canon, especially the Council of Trent, in regard to canons’ clergy orders after becoming a member
of the chapter.

Key words: cathedral chapter, clergy orders, curriculum, prosopography, XVIth century.

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ISSN 2173-6030 | Historia y Genealogía Nº2 (2012) |

EL CURRICULUM VITAE DE LOS CAPITULARES EN EL SIGLO XVI:


EL EJEMPLO DEL CABILDO CATEDRAL DE SANTIAGO

Arturo Iglesias Ortega


Universidade de Santiago de Compostela

La cuantificación, estudio y análisis de los cargos ocupados por los capitulares de Santiago
de Compostela en el siglo XVI se ha llevado a cabo realizando una clasificación objetiva de dichas
ocupaciones y dividiendo la carrera vital de cada uno de ellos (y, por lo tanto, cada tipología profesional)
en tres etapas: antes, durante y después de su vida capitular. Junto a un objetivo general, determinado
por el conocimiento global del curriculum vitae de todos sus miembros, esta división deja entrever unas
relaciones concretas entre cada momento y dichas ocupaciones: por un lado, observaremos la vinculación
entre las instituciones que determinan el acceso al cabildo compostelano y el desempeño de puestos
cercanos a aquellas por parte de sus capitulares; por otro, comprobaremos hasta qué punto el ejercicio de
las tareas propias de cada uno de los capitulares no impedía el desarrollo de otras ocupaciones dentro de
la catedral, pero, sobre todo, fuera de ella; por último, cabe preguntarse qué hay después de la catedral
compostelana para aquellos que no acabaron sus vidas siendo canónigos en ella.
Un primer obstáculo ha sido la recopilación de datos, no sólo por el tamaño de la muestra estudiada
(492 capitulares) y su variada procedencia geográfica, sino también por las carencias documentales a las
que nos hemos enfrentado. De manera general, hemos vaciado las fuentes documentales relativas a estos
individuos conservadas en el Archivo Catedralicio de Santiago (actas capitulares, expedientes de limpieza
de sangre, expedientes de oposición, visitas pastorales, informaciones de beneficios, testamentarías,
protocolos notariales, provisión de beneficios, libros de la Congregación de Castilla, etc.), el Archivo
Histórico Diocesano de Santiago (provisión de beneficios), el Arquivo Histórico Universitario de
Santiago (protocolos notariales, actas municipales, libros de grados, expedientes de colegiales, etc.), el
Archivio Segreto Vaticano (registros de bulas pontificias) el Archivo de los Establecimientos Españoles
en Roma (actas de la congregación, instrumentos notariales, libros becerro, etc.), así como algunas de las
conservadas en el Arquivo do Reino de Galicia (secciones de Pleitos, Clero, etc.), Archivo Universitario
de Salamanca (libros de grados, expedientes de colegiales), el Archivo Universitario de Valladolid (libros
de grados, expedientes de colegiales), la Biblioteca del Colegio de Santa Cruz de Valladolid (expedientes
de colegiales), el Archivo Histórico Nacional (pruebas para el Santo Oficio, pruebas para caballeros de
Órdenes Militares, libros de grados, expedientes de colegiales, etc.), el Archivo General de Simancas
(Cámara de Castilla, Registro General del Sello, Consejo Real, Patronato Real, etc.), el Archivo de la
Real Chancillería de Valladolid, el Archivo de la Real Chancillería de Granada, la Biblioteca Nacional y

145
EL CURRICULUM VITAE DE LOS CAPITULARES EN EL SIGLO XVI ...

la Biblioteca de la Real Academia de la Historia1. Por lo que a la bibliografía se refiere, hemos buceado en
la abundante producción existente sobre historia de la administración y de las instituciones (Consejos,
tribunales, Casa Real, Órdenes Militares, Inquisición, concejos, universidades, colegios universitarios,
cabildos catedralicios, diócesis, curia romana, cofradías, etc.), estudios locales, estudios genealógicos y
familiares, repertorios biográficos (episcopologios, singularmente), historia de las élites, etc. Ha sido
necesaria la elaboración de un catálogo biográfico, aún hoy en continua actualización, en el que se ha
registrado, entre otras cosas, el mayor número de referencias ocupacionales de todos los individuos
estudiados a lo largo de toda su vida.
Para ello hemos partido metodológicamente de la prosopografía, ya empleada como método
historiográfico desde el siglo XIX, y que Lawrence Stone definió como “una investigación retrospectiva
de las características comunes de un grupo de muestra de protagonistas históricos, mediante el análisis
colectivo de un conjunto de variables uniformes acerca de sus vidas”2 definición que se vio enriquecida
desde la sociología gracias a las aportaciones del “multiple career-line analysis” y del “análisis de redes”3. Todo
ello favoreció el incremento de estudios de las élites sociales, académicas y políticas mediante el empleo
de la prosopografía4, pero también derivaron en un mayor protagonismo de las ciencias sociales en los
trabajos prosopográficos, fundamentalmente desde los años 90 del siglo XX5, revisándose las limitaciones
del método y de la concepción “stoniana” del mismo. Uno de los pioneros en aplicar esta metodología para
el análisis sociológico de las jerarquías eclesiásticas en España fue Maximiliano Barrio, especializado en el
estudio de los obispos españoles6. Por lo que a los cabildos catedralicios se refiere, aunque no contamos con
grandes bases de datos nacionales7, existen varios trabajos que emplean la prosopografía para aproximarnos
a la sociología capitular, también aquí en su mayoría del período medieval8. Para la época moderna, algunas

1 Véase a este respecto IGLESIAS ORTEGA, A., “Fuentes documentales para la elaboración de un catálogo biográfico de
los capitulares de la catedral de Santiago de Compostela en la Edad Moderna”, en HEVIA BALLINA, A. (coord.), Memoriae
Ecclesiae XXIX, Oviedo, 2006, pp. 337-352.
2  CARASA SOTO, P., “La recuperación de la historia política y la prosopografía”, en CARASA SOTO, P. (ed.)., Élites.
Prosopografía contemporánea, Valladolid, 1995, p. 46.
3 Véase a este respecto CASTELLANO, J. L. y DEDIEU, J. P. (dirs.), Réseaux, familles et pouvoirs dans le monde ibérique à la
fin de l’Ancien Régime, Paris, 1998.
4  En España un trabajo señero fue el de FAYARD, J. sobre el personal del Consejo de Castilla (Los miembros del Consejo de
Castilla (1621-1746), Siglo XXI de España Editores, Madrid, 1982).
5  Un buen ejemplo de ello sería la historia socioestructural introducida por Christopher Lloyd, aplicada al estudio de las élites
eclesiásticas por GÓMEZ NAVARRO, S., “Élites eclesiásticas en la España moderna. Un intento de historia socioestructural”,
en RODRÍGUEZ CANCHO, M. (coord.), Historia y perspectivas de investigación. Estudios en memoria del profesor Ángel
Rodríguez Sánchez, Badajoz, Editora Regional de Extremadura, 2002, pp. 39-44.
6  El autor inició una serie de trabajos bajo el título de “perfil socioeconómico de una élite de poder” en la revista Anthologica
Annua a comienzos de los ochenta del siglo pasado. Una síntesis de sus trabajos en BARRIO GOZALO, M., “La jerarquía
eclesiástica en la España moderna. Sociología de una élite de poder (1556-1834)”, Cuadernos de Historia Moderna, 25 (2000),
pp. 17-60; y El clero en la España moderna, Córdoba, 2010.
7  Inspirados en los Fasti Ecclesiae Gallicanae (véase su página web en http://fasti.univ-paris1.fr/fasti_programme.php), un
modelo más próximo son los Fasti Ecclesiae Portugaliae de la Universidade Católica Portuguesa (véase JORGE, A. M. et alii,
“Construção e exploração de uma base de dados prosopográfica normalizada do clero catedralício português na Idade Média”,
en VII Congreso de la Asociación de Demografía Histórica, Granada, 2004), que abarcan el período 1071-1325, si bien ya están
en preparación los referidos al período 1325-1418 (CENTRO DE ESTUDOS DE HISTÓRIA RELIGIOSA, Fasti Ecclesiae
Portugaliae: prosopografia do clero catedralício português (1071-1325)).
8 Podemos destacar los de DÍAZ IBÁÑEZ, J., “La Iglesia de Castilla y León y el Papado de Aviñón. Súplicas beneficiales,
prosopografía y clientelismo eclesiástico en época de Urbano V”, en El reino de León en la Edad Media, X, León, 2003, pp.
569-720; LOP OTÍN, M. J., El cabildo catedralicio de Toledo en el siglo XV. Aspectos institucionales y sociológicos, Madrid, 2003;
PONS ALÓS, V., “Los canónigos de la catedral de Valencia (1375-1520): aproximación a su prosopografía”, Anuario de Estudios
Medievales, 35.2 (2005), pp. 907-950; y SANZ SANCHO, I., “Prosopografía de los componentes del Cabildo Catedralicio de
la Catedral de Córdoba en la Edad Media (1238-1450): aportaciones a la historia social y cultural”, en Carreiras Eclesiásticas no
Ocidente Cristâo (séc. XII-XIV). Ecclesiastical Careers in Western Christianity (12th-14th C.), Lisboa, 2007, pp. 31-62.

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Arturo Iglesias Ortega

investigaciones sobre cabildos han empleado técnicas prosopográficas de manera más o menos notoria al
tratar sus aspectos sociológicos, pero, en ocasiones, las fuentes manejadas son limitadas (por ejemplo, al
trabajar casi exclusivamente a partir de las actas capitulares o de los expedientes de limpieza de sangre9).
En cualquier caso, este trabajo se enmarca en el contexto de una corriente historiográfica que, en el ámbito
de los cabildos eclesiásticos de época moderna, está más interesada desde los años noventa del siglo pasado
en los aspectos sociales10, bien representada por tesis doctorales como las de Antonio Cabeza (Palencia)11,
Antonio Cánovas (Murcia)12, Antonio J. Díaz (Córdoba)13, Pedro Fatjó (Barcelona)14, Antonio Irigoyen
(Murcia)15, Montserrat Jiménez (Girona)16, Arturo Morgado (Cádiz)17 y Rafael Vázquez (Córdoba)18, de
las que han derivado múltiples publicaciones, y por trabajos como los de Pedro C. Quintana (Canarias)19,
entre otros.
A la dificultad que el manejo de una amplia gama de fuentes documentales ofrece, hay que añadir
el modo de presentar los datos recogidos, puesto que el elevado número de cargos exigió su reducción
a “grupos profesionales” muy amplios, cuya combinación pudiese ser plasmada de forma didáctica en
una tabla. Nuestra intención ha sido clasificar a los capitulares en función de la categoría o categorías
profesionales desempeñada, de manera que se pudiesen plasmar estas sin que se volviesen a cuantificar
los mismos individuos dentro de categorías distintas. Esto obligaba a hacer tantas combinaciones de
categorías como fuera necesario. Una primera clasificación en 13 categorías nos daba un total de 87
combinaciones, lo que se hacía poco inteligible, de ahí que hayamos optado por agrupar los cargos en 4
grandes apartados, que nos dan como resultado 13 combinaciones, para presentarlos como una primera
aproximación a la carrera profesional de los capitulares.

9  Es el caso del estudio de los prebendados cordobeses por VÁZQUEZ LESMES, R., Córdoba y su cabildo catedralicio en la
Modernidad, Córdoba, 1987, pp. 37-133.
10  Para conocer una completa bibliografía sobre historiografía capitular y sus nuevas líneas de investigación, específicamente
de época moderna, véanse CORTÉS PEÑA, A. L. y LÓPEZ-GUADALUPE MUÑOZ, M. L., “Historiografía sobre la Iglesia
en el Reino de Granada (Edad Moderna)”, Tiempos modernos, 20 (2010), pp. 170-174; DÍAZ RODRÍGUEZ, A. J., “Cabildos
catedralicios y clero capitular en el Antiguo Régimen: estado de la cuestión”, Revista de historiografía, 13 (2010), pp. 82-99;
MARÍN LÓPEZ, R., “Historiografía sobre cabildos eclesiásticos. Estado de la cuestión y perspectivas de investigación”, en
CORTÉS PEÑA, A. L. y LÓPEZ-GUADALUPE MUÑOZ, M. L. (eds.), La Iglesia española en la Edad Moderna. Balance
historiográfico y perspectivas, Madrid, 2007, pp. 75-112; MARTÍN RIEGO, M. y RUIZ SÁNCHEZ, J.L., “Historiografía de
la Edad Moderna y Contemporánea de la Iglesia de la Andalucía Occidental (1965-2007)”, Anuario de Historia de la Iglesia
Andaluza, I (2008), pp. 46-48; y SÁNCHEZ GONZÁLEZ, R., Iglesia y sociedad en la Castilla moderna. El cabildo catedralicio
de la Sede Primada (siglo XVII), Cuenca, 2000, pp. 9-18.
11  CABEZA RODRÍGUEZ, A., Entre lo sagrado y lo profano. Clero capitular y poder clerical en Palencia durante el Antiguo
Régimen, Valladolid, 1994.
12  CÁNOVAS BOTÍA, A., Iglesia y sociedad en Murcia durante el siglo XVIII: el cabildo catedral, Murcia, Universidad de
Murcia, 1991.
13  DÍAZ RODRÍGUEZ, A. J., El clero catedralicio en la España moderna: los miembros del Cabildo de la Catedral de Córdoba
(1475-1808), Córdoba, Universidad de Córdoba, 2008 (Tesis doctoral inédita).
14  FATJÓ GÓMEZ, P., La catedral de Barcelona en el siglo XVII: las estructuras y los hombres, Barcelona, 2000.
15  IRIGOYEN LÓPEZ, A., Entre el cielo y la tierra, entre la familia y la institución. El cabildo de la catedral de Murcia en el siglo
XVII, Murcia, 2000.
16  JIMÉNEZ SUREDA, M., La Iglesia catalana bajo la monarquía de los Borbones. La catedral de Gerona en el siglo XVIII,
Barcelona, 1998.
17  MORGADO GARCÍA, A., El estamento eclesiástico y la vida religiosa del Cádiz del siglo XVIII, Cádiz, 1988.
18 VÁZQUEZ LESMES, J. R., Un cabildo catedralicio en el prerreformismo borbónico (1687-1759), Córdoba, 1986.
19  QUINTANA ANDRÉS, P. C., ‘Finis Gloriae Mundi’. Ideología y sociedad en Canarias. Los prebendados del cabildo Catedral
durante el Antiguo Régimen (1483-1820), Gran Canaria, 2004.

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EL CURRICULUM VITAE DE LOS CAPITULARES EN EL SIGLO XVI ...

TABLA Nº 1. Grupos profesionales de los capitulares según el período relacionado con su vida capitular

Fuente: elaboración propia a partir de fuentes bibliográficas y documentales varias

El grupo A se corresponde con aquellos puestos directamente relacionados con la Iglesia: los
vinculados a catedrales, al margen de los propios desempeñados por los capitulares como parte habitual
de su labor administrativa y cultual (no se han considerado otras prebendas capitulares acaparadas por
el mismo individuo en la catedral compostelana); coadjutorías y prebendas en otros cabildos; la alta
jerarquía de la Iglesia secular y regular; oficiales y criados de prelados y de la curia romana. El grupo B
agrupa a oficiales y miembros de la Inquisición y de la Santa Cruzada. El grupo C a oficiales y criados
de la Casa Real. El grupo D se refiere a cargos que llamaremos del Estado: de la fe pública, judiciales,
administrativos, políticos y militares.
Los porcentajes aplicados a cada una de las combinaciones se refieren al total de casos conocidos,
es decir, al total de capitulares de los que sabemos ocuparon algún puesto civil y/o eclesiástico. Los datos
se refieren al período comprendido entre 1500 y 1599, por lo que no se registran las ocupaciones de
aquellos que ingresaron en el cabildo en el siglo XV y de aquellos que, siendo capitulares en el XVI,
obtuvieron otra prebenda compostelana en el XVII. El número y tanto por ciento de capitulares con
alguna ocupación conocida es lo suficientemente significativo: tanto antes de acceder a la corporación
como durante su pertenencia a ella es de un 43%, mientras que al dejar de ser capitular tan sólo es de
un 14%. Sin embargo, en este último caso, habría que descontar los 338 individuos del siglo XVI que
fallecieron siendo capitulares compostelanos (incluyendo los que lo hicieron en la siguiente centuria),
dado que, como es lógico, no tuvieron carrera profesional posterior. Hecho esto, el porcentaje es muy
similar al de las otras dos etapas: un 46,10%.
Los resultados presentados en la Tabla nº 1 no dejan lugar a dudas. El predominio absoluto de los
cargos relacionados con la Iglesia es notorio en todas las etapas vitales, si bien su importancia va decreciendo
cuando pasamos de una a otra (antes: 84%; durante: 78%; después: 70%). Dicho predominio es aún
mayor si consideramos su combinación con otros grupos profesionales. Precisamente es al considerarlos
en combinación cuando sobresale el porcentaje de capitulares compostelanos que desempeñaron cargos en
otras instancias: al acceder al cabildo, los que estuvieron al servicio del Estado (8,49%) y de la Casa Real
(8,02%); mientras fueron capitulares, los que ocuparon puestos en la Inquisición y Cruzada (12,26%) y,
en menor medida, en la Casa Real (7,55%) y el Estado (7,07%); al abandonar el cabildo, el Estado y la

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Arturo Iglesias Ortega

Casa Real son los destinos predilectos (ambos con un 15,49%). Aunque las posiciones de los grupos son
las mismas al entrar y al salir del cabildo, el ligero incremento de los que se emplean al servicio directo de
la Monarquía en detrimento de su carrera eclesiástica puede explicarse inicialmente por el hecho de que
la Iglesia de Santiago era el punto final de aquella para la inmensa mayoría de sus capitulares, difícilmente
superable salvo por promoción a algún obispado. Sólo los cabildos de Toledo y Sevilla podían resultar más
apetecibles dentro de la Corona de Castilla. Asimismo, la conexión entre las instituciones a cuyo servicio
se encontraban los individuos antes de ingresar en el cabildo compostelano y aquellas de las que dependía
de una u otra manera su designación como capitulares es más que presumible. Junto a una parcela,
más o menos pequeña, reservada a la elección del rey, la mayoría de los casos corresponden a la Iglesia,
representada en el cabildo, Roma y el arzobispo20. Pero para poder precisar esta hipótesis debemos llegar a
un mayor detalle en el estudio de los datos, considerando los puestos ocupados por tipo de prebendado.

Los puestos vinculados a la Iglesia

Hemos clasificado estos cargos en seis grupos: el primero aglutina los oficios y beneficios menores
catedralicios (casi todos compostelanos, salvo algunos casos de individuos que ocuparon puestos en capillas
de música de otras catedrales ) y a aquellos individuos que fueron criados o comensales de capitulares (todos
los casos registrados, lo eran de capitulares compostelanos); el segundo agrupa a coadjutores y prebendados
de otros cabildos (mayoritariamente catedralicios, pero también colegiales); el tercero se ocupa de prelados
seculares (obispos, arzobispos, patriarcas y cardenales, incluidos los electos y los auxiliares); el cuarto de los
prelados de instituciones en principio regulares (abades, priores y comendadores); el quinto de los oficiales
y criados de obispos y arzobispos (principalmente provisores, visitadores, secretarios y jueces de arzobispos
compostelanos); y el sexto de los oficiales del papa (clérigos, camareros y otros oficios domésticos) y de la
curia romana (oficiales de la Cancillería, Dataría, Cámara y Secretaría Apostólicas, y de la Penitenciaría,
Signaturas Apostólicas y Tribunal de la Rota), así como de los familiares y criados de aquel y de otros
miembros de la curia (cardenales, escritores apostólicos, etc.)21. Se han excluido las referencias a beneficios
parroquiales porque la recogida de información no ha sido sistemática y sí bastante sesgada, al proceder
mayoritariamente de fuentes documentales y bibliográficas de la diócesis compostelana, quedando en
un segundo plano las de capitulares procedentes de otras diócesis22. Como apunte final, diremos que, de
manera general se ha contabilizado un tipo profesional por cada capitular: por ejemplo, si un capitular fue
familiar de tres papas, sólo se ha contabilizado uno. La excepción, sin embargo, se ha aplicado en aquellos
casos en que un capitular desempeñó un mismo tipo profesional en la Iglesia de Santiago y fuera de ella:
por ejemplo, si un capitular fue provisor de Santiago y de Toledo, se ha contabilizado como dos. La idea
era hacer de la misma categoría profesional dos entradas en función de su vinculación o no a la Iglesia
compostelana, pero preferimos englobarlos juntos y duplicar su valor para evitar un número de categorías
aún mayor.

20  Esta conexión también ha sido valorada en los estudios de otros cabildos: por ejemplo, en el de Córdoba (1687-1759),
donde destacan, por este orden, los cargos vinculados a la curia diocesana y al servicio particular del prelado, los vinculados a
la Casa Real, los canonicatos de otras Iglesias, los cargos vinculados al servicio del cabildo cordobés y los vinculados al Santo
Oficio (VÁZQUEZ LESMES, R., Córdoba y su cabildo…, pp. 98-102); o en el de Murcia (s. XVIII), donde destacan, por
este orden, los prebendados capitulares de otras catedrales (37%), los que ascendieron por promoción interna (20%), los que
sirvieron al obispo o la diócesis (10%), los que sirvieron al rey (4%), los que sirvieron al Santo Oficio (4%), los que tuvieron
cargos parroquiales (2,5%) y los que tuvieron cargos en Órdenes Militares (2,5%) (CÁNOVAS BOTÍA, A., Auge y decadencia
de una institución eclesial: el cabildo catedral de Murcia en el siglo XVIII. Iglesia y sociedad, Murcia, 1994, pp. 274-278).
21  Puede verse la nómina completa de cargos de cada uno de estos grupos en Apéndice, Tablas nº 11-16.
22  En general, los capitulares compostelanos, especialmente dignidades y canónigos, acumulaban varios beneficios sinecuras
y algunos con cura, que les suponían unos ingresos suplementarios, mayores cuanto más valor tuviese el beneficio y/o cuantos
más beneficios acumulasen al mismo tiempo. Como ejemplo extremo, el arcediano D. Alonso de Fonseca (1484-1508), futuro
arzobispo Alonso de Fonseca III, llegó a disfrutar a lo largo de su carrera capitular de al menos 3 beneficios con cura y 55
beneficios sinecura y prestimoniales, naturalmente gracias al favor de su padre, el arzobispo Fonseca II.

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EL CURRICULUM VITAE DE LOS CAPITULARES EN EL SIGLO XVI ...

En lo que atañe al curriculum previo al ingreso, de acuerdo con la Tabla nº 2, los puestos
desempeñados en mayor número antes de formar parte de la corporación catedralicia fueron, en primer
lugar, los de oficiales, familiares y servidores de la curia pontificia (grupo VI) y de la diocesana (grupo V);
en segundo lugar, los de capitulares (grupo II), beneficiados menores y oficiales de cabildos (grupo I), y,
en último lugar, los de la alta jerarquía secular (grupo III) y regular (grupo IV).

TABLA Nº 2. Individuos que ocuparon cargos relacionados con la Iglesia antes de ingresar en el cabildo

Fuente: elaboración propia a partir de fuentes bibliográficas y documentales varias

Analizando cada tipo de prebenda capitular, comprobamos que los canónigos y las dignidades
reproducen ese orden de modo general. Sin embargo, en las dignidades los casos del grupo I son
secundarios: es lógico que los prebendados catedralicios más importantes no hubiesen ejercido oficios
de tan baja categoría inmediatamente antes de acceder a su dignidad23. Por otra parte, mientras hay una
absoluta igualdad en el número de puestos de la curia diocesana y la pontificia entre las dignidades (31%),
entre los canónigos destacan los segundos (37%) por encima de los primeros (26%), coincidiendo con el
hecho de que fue mayor entre los canónigos el porcentaje de los nombrados por la Santa Sede que entre las
dignidades, cuya provisión recaía en buena parte en manos del arzobispo. Hay una relación directa entre la
institución a la que se sirve y la que designa: el peso de los oficios pontificios es mayor entre los canónigos
porque muchas canonjías compostelanas fueron provistas por el papa en individuos que desarrollaron
una labor en su curia, ya fuera como premio a sus servicios, ya por la “insistencia” o recomendación de
cardenales (incluso por su resignación en favor de aquellos), escritores apostólicos y otros oficiales de
peso en la misma, de quienes fueron familiares o comensales, y, en último caso, con el plus que suponía
su presencia física en el lugar desde el que se distribuían la mayoría de las prebendas catedralicias; las
dignidades, por su parte, aunque provistas principalmente desde Roma, normalmente eran individuos
que ya ostentaban anteriormente otras prebendas en catedrales españolas u ocupaban altos puestos
administrativos, políticos o militares de la Corona (como ser verá más adelante), de ahí que su presencia
en la curia papal fuera algo inferior y que en su designación pontificia tuvieran un mayor peso las súplicas
de la Corona, los obispos y, en menor medida, los cabildos. Por lo demás, hay que destacar en ambas
tipologías, dignidades y canónigos, un porcentaje importante de prebendados de otras catedrales (22% y
18%, respectivamente): la mayoría de ellas correspondieron a dignidades (39% y 33%, respectivamente)
y canonjías (55% y 53%, respectivamente) de otros cabildos, preponderantemente catedralicios (80,56%
y 90,2%, respectivamente), situados, sobre todo, en las regiones de Galicia (40,23%), Castilla la Vieja
(21,84%), Andalucía (11,49%), León (9,19%) y Castilla la Nueva (8,04%). Las catedrales más productivas

23  Los únicos casos registrados se refieren a coadjutores de canónigos cardenales que ocuparon capellanías del coro de Santiago;
dos tesoreros que antes de serlo fueron, uno, racionero de Sancti Spiritus, y el otro, clérigo del coro de la catedral compostelana;
y una dignidad que fue vicario del deán de Lugo, su pariente.

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Arturo Iglesias Ortega

en este sentido son las de Lugo, Ourense, Mondoñedo, Sevilla y Burgos24. Para terminar, únicamente las
dignidades y canónigos registran casos de los grupos III y IV: la mayoría de los capitulares que presentaban
en su curriculum algún obispado o arzobispado eran cardenales en Roma25, y la mayoría de los abades y
priores registrados eran, o bien en encomienda, o bien de abadías o prioratos secularizados cuyo abad o
prior no era dignidad catedralicia.
En cuanto a los canonjías de oficio, recayeron en individuos con puestos en la curia diocesana,
fundamentalmente la compostelana (40%), con prebendas de otras catedrales, mayoritariamente canonjías
de oficio (35%), y con cargos catedralicios “menores”, casi todos en manos de los maestros de capilla (a los
que, insisto, considero canónigos de oficio, sin serlo en puridad) que también lo fueron en otras catedrales
(25%).
Finalmente, los racioneros –grupo de extracción social inferior, como veremos, y de procedencia
más localista, como ya se ha indicado– se nutren del clero menor, músicos y criados de la catedral
de Santiago (48%) y de servidores del arzobispo compostelano (35%), y, en grado mucho menor, de
racioneros de otras catedrales o canónigos de colegiatas (11%), y de oficiales de la curia pontificia o sus
comensales (5%).
Como conclusión, queda probada la vinculación del acceso a la corporación capitular, por
una parte, con el servicio a las instituciones provisoras (Roma, arzobispo) y, por otra, con el disfrute de
prebendas capitulares y prelaturas, que refuerzan el curriculum de los aspirantes.
Por lo que se refiere a puestos ocupados a lo largo y después de la vida capitular compostelana,
los capitulares de Santiago mantienen grosso modo los porcentajes de participación en los distintos grupos
“profesionales” durante su vida capitular (Tabla nº 3), pero destaca sobremanera el incremento general
de cargos vinculados a la administración diocesana, debido al nombramiento de los canónigos en sede
vacante para desempeñar los principales puestos de la curia arzobispal: provisores, jueces y visitadores
diocesanos, por este orden. Al mismo tiempo, se percibe un retroceso del número de beneficios y oficios
menores catedralicios26.

TABLA Nº 3. Capitulares con cargos relacionados con la Iglesia mientras formaron parte del cabildo

Fuente: elaboración propia a partir de fuentes bibliográficas y documentales varias

En cambio, aquellos individuos que remataron su relación con el cabildo compostelano por
cualquier vía, descontando a los que lo hicieron por fallecimiento (Tabla nº 4), pasaron a disfrutar de
otras prebendas capitulares en un alto porcentaje (un 40% de los casos registrados), y, en el caso de las

24 Véase Apéndice, Tabla nº 17.


25  Sólo hubo tres excepciones: Giovanni Battista Bonciannus, obispo de Caserta, y Pedro Flores, obispo de Castellamare,
referendarios y prelados domésticos del papa, residentes en la Urbe; y Pedro Salamanqués, obispo electo de Ávila.
26  Puede verse la nómina completa de cargos de cada uno de estos grupos en Apéndice, Tabla nº 18.

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EL CURRICULUM VITAE DE LOS CAPITULARES EN EL SIGLO XVI ...

dignidades y canonjías, un buen número pasó a ocupar obispados, arzobispados y cardenalatos (24%),
y cargos en la curia romana (21%). Mucho menos importante fue el número de los que desempeñaron
puestos en las curias diocesanas27.

TABLA Nº 4. Individuos que ocuparon cargos relacionados con la Iglesia después de ser capitulares

Fuente: elaboración propia a partir de fuentes bibliográficas y documentales varias

Los grados y órdenes de los capitulares

El estado eclesiástico se adquiría al obtener la tonsura clerical, cuya edad mínima se venía
estableciendo en los siete años. Una vez tonsurado, el clérigo que aspiraba al sacerdocio debía pasar por
cada uno de los cuatro grados u órdenes menores (ostiariado, lectorado, exorcistado y acolitado, conocidos
como “clérigos de menores”) y por las tres órdenes mayores (subdiaconado, diaconado y presbiterado,
conocidos como “clérigos de mayores” u “ordenados in sacris”). El Concilio de Trento dispuso que se
cumpliesen unos intervalos temporales (intersticios) entre cada una de las órdenes eclesiásticas para ir
acomodando dichos grados y órdenes a una edad adecuada a su condición, si bien estos intervalos eran
muy difusos en lo que a las órdenes menores se refiere y en cuanto a las mayores (un año para cada orden),
se podían obviar mediante la obtención de dispensas extra tempora28. Como norma general, no se podía
obtener un beneficio eclesiástico si no se tenía al menos 14 años, tal y como se establece en Las Partidas de
Alfonso X. El Concilio de Trento corroboró esta norma, pero reguló además otras limitaciones generales,
aplicables a todos los cabildos: las dignidades con cura de almas debían contar con 25 años como mínimo,
mientras que el resto de dignidades, canonjías y raciones debían tener 22 años al menos, si bien se estipula
que en todas las catedrales se distribuyesen las canonjías y porciones, mitad por mitad, entre presbiterales,
de un lado, y diaconales y subdiaconales, por otro, o que, al menos, mantuviesen la costumbre de que la
mayor parte o todas fuesen presbiterales. Por lo que a las dignidades se refiere, las que exigían cura de almas
(deán y canónigos cardenales, en Santiago) podían conferirse únicamente a los ordenados in sacris29. Esta
normativa nuevamente podía soslayarse mediante la obtención de la respectiva dispensa. Precisamente, en
algunas de las bulas concedidas a los capitulares compostelanos se hace referencia a dispensas por defecto
de nacimiento y obtención de órdenes y beneficios30.

27  Puede verse la nómina completa de cargos de cada uno de estos grupos en Apéndice, Tabla nº 19.
28  CANDAU CHACÓN, Mª. L., La carrera eclesiástica en el siglo XVIII, Sevilla, 1993, pp. 231-236 y 399.
29  VILLACORTA RODRÍGUEZ, T., El cabildo catedral de León. Estudio histórico-jurídico, siglo XII-XIX, León, 1974, p. 207.
30  Estos son los ejemplos recogidos, con la fecha de la bula en la que se indica: Martín Zurbano de Azpeitia, canónigo, siendo
clérigo de menores (1486); Juan Rodríguez, canónigo, para ser promovido a órdenes sagradas (1490); Diego Vallo, tesorero, para
obtener órdenes sagradas (1509); Vasco Prego, canónigo, para ser promovido a órdenes sagradas y presbiterado y obtener un

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Arturo Iglesias Ortega

A falta de expedientes de órdenes o patrimonios para el siglo XVI, hemos recurrido


primordialmente a los documentos pontificios de provisión, las actas capitulares (especialmente las tomas
de posesión y las transcripciones de los instrumentos de colación) y las escrituras notariales de Santiago
para conocer los grados u órdenes de los capitulares compostelanos. El problema es su imprecisión, dado
que, salvo para indicar que son presbíteros, en la mayor parte de las ocasiones su estado eclesiástico se
define con expresiones tan vagas como “clérigo de la diócesis de” o “clérigo”31. Podríamos pensar que, al
menos con este calificativo se incluirían a todos los tonsurados y ordenados, excepto a los “clérigos de
misa” (presbíteros), pero esto no responde a un criterio sistemático, puesto que son muchas las ocasiones
en que podemos encontrar a presbíteros a los que se alude simplemente como clérigos. Estas situaciones
se pueden verificar, por ejemplo, cuando podemos deducir que eran presbíteros por el hecho de que regían
alguna parroquia o eran clérigos de un beneficio con cura, aún cuando pudiera darse el caso de curas
dispensados por no estar todavía ordenados de misa. Otras fuentes, como los testamentos, son mucho más
fiables, dado que, en las mandas para entierro y sepultura, el testador suele pedir que entierren su cuerpo
“en hábitos sacerdotales” o “en hábito clerical”. Por otra parte, aunque teóricamente a algunas dignidades
compostelanas se les exigía el presbiterado (deán y canónigos cardenales) o el diaconado (arcedianos),
sabemos que en algún caso esto no fue así�. En la Tabla nº 5 se indica el número y porcentaje de capitulares
que ya eran o no sacerdotes al recibir su primera prebenda capitular y al concluir su vida en la catedral
de Santiago, por muerte o por renuncia. Para los casos que hemos deducido o de los que no se tiene
constancia segura, se han empleado los corchetes.

TABLA Nº 5. Órdenes de los capitulares al ingresar en el cabildo y al final de su carrera capitular

Fuente: elaboración propia a partir de fuentes bibliográficas y documentales varias

Una primera ojeada nos induce a tomar los resultados con cautela: por un lado, el elevado
porcentaje de casos sin información (40% al comienzo y 54% al final de la carrera capitular); por otro, el
escaso porcentaje de casos “totalmente” fiables (13% al comienzo y 24% al final de la carrera capitular). Si
nos atenemos a los datos conocidos, los nuevos capitulares con presbiterado alcanzaban sólo a un 33,45%
del total. Para comparar esta cifra con la etapa final no podemos tener en cuenta los datos conocidos,
dado que las fuentes empleadas prácticamente sólo nos han permitido conocer qué capitulares fueron

curato (1513); Juan Micael de Ben, arcediano, para obtener las órdenes sagradas (1514); Gómez Pérez das Mariñas, canónigo,
para obtener un beneficio simple (1519); Suero de las Alas, racionero, para obtener las órdenes menores y un beneficio sinecura
(1539); Diego Rodríguez de Moscoso, canónigo, para ser promovido a las órdenes sagradas (1542); Agustín de Mondragón,
coadjutor de cardenal, para ser promovido a las órdenes sagradas y presbiterado y obtener dos beneficios eclesiásticos (1561).
31  De los 492 capitulares de Santiago, podemos precisar el orden de 14: cinco “clérigos de corona” o “clérigos de prima
tonsura”, siete “clérigos de órdenes menores”, un “clérigo de epístola” (subdiácono) y un “clérigo in sacris” (órdenes mayores).

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EL CURRICULUM VITAE DE LOS CAPITULARES EN EL SIGLO XVI ...

presbíteros, pero no cuáles no lo fueron. Por ello, consideraremos el porcentaje de presbíteros respecto al
total de capitulares, es decir, un 44,92%. Esto quiere decir que un buen número de ellos aprovechaba su
pertenencia al cabildo de Santiago para alcanzar el grado sacerdotal.

TABLA Nº 6. Órdenes de los capitulares al ingresar en el cabildo en función de la prebenda (1500-1599)

Fuente: elaboración propia a partir de fuentes bibliográficas y documentales varias

Si analizamos los datos en función de la tipología capitular (Tabla nº 6), desestimando los casos
no conocidos, las cifras de capitulares presbíteros durante todo el siglo XVI son aceptables en el caso de
las dignidades (51%) y canónigos de oficio (75%), pero bastante inferiores en el caso de los racioneros
(34,48%) y, sobre todo, de los canónigos (38,02%).

TABLA Nº 7. Órdenes de los capitulares al ingresar en el cabildo (1569-1599)

Fuente: elaboración propia a partir de fuentes bibliográficas y documentales varias.

Ahora bien, ¿hasta qué punto se respetaron los preceptos tridentinos en lo que a las órdenes de los
capitulares se refiere? Contabilizando sólo los casos conocidos (Tabla nº 7), un 46,91% eran presbíteros al
acceder al cabildo, es decir, casi la mitad. Más significativos son los resultados por tipo de prebenda (Tabla
nº 8), que arrojan valores similares al global de la centuria en lo que a dignidades se refiere (51,28%).
Recordemos que en Santiago debían estar ordenados de misa obligatoriamente 8 de las 20 dignidades
(40%). En el resto de las prebendas se perciben incrementos importantes: los canónigos de oficio con el
título presbiteral son ya el 84,61%, mientras que los canónigos sacerdotes alcanzan el 50% y, lo que es
más sorprendente, los racioneros presbíteros el 53,33%. Esto quiere decir que se cumple con los mínimos
exigidos en Trento para las canonjías y raciones catedralicias.

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Arturo Iglesias Ortega

TABLA Nº 8. Órdenes de los capitulares al ingresar en el cabildo en función de la prebenda (1569-1599)

Fuente: elaboración propia a partir de fuentes bibliográficas y documentales varias

Los puestos en otras instituciones

Cuando ingresan en el cabildo, son pocos los capitulares vinculados al Santo Oficio, por la
incompatibilidad de oficios, y eso a pesar de que, siendo una institución de limpieza de sangre, su
pertenencia a él suponía que el aspirante a capitular traía bajo el brazo un expediente positivo, que evitaría
normalmente el tener que someterse a las informaciones de limpieza del propio cabildo. Una vez dentro,
se incrementa espectacularmente el personal de la Inquisición, principalmente a base de inquisidores,
pero también de oficiales del Consejo de la Suprema y de oficiales del Santo Oficio como consultores,
calificadores y comisarios (ningún familiar, pues era un cargo laico); además, ahora aparecen miembros
del Consejo y del Tribunal de la Santa Cruzada. Para los que dejaron el cabildo, la Inquisición y la Santa
Cruzada es un destino muy poco apetecido, a tenor de los datos, y reservado a los más altos puestos
(consejeros de la Suprema, comisarios generales de Cruzada, inquisidores generales). Hay que tener en
cuenta que el nombramiento de los comisarios generales de la Santa Cruzada recaía por lo general en
obispos y arzobispos, salvo cuando fuesen interinos o subdelegados nombrados por los titulares, facultad
esta que vino dada por breve de Pío IV en 1560, en cuyo caso debían tratarse de eclesiásticos32. Por otra
parte, no he contabilizado a los dos comisarios o jueces subdelegados del Tribunal de Cruzada, cargo que
recaía, en virtud de la pragmática real del príncipe D. Felipe de 1554, en los que tenían las prebendas
doctoral y magistral de las iglesias cabeza de diócesis o partido, que en el caso de Santiago correspondía,
como es lógico, a su catedral33.
El importante peso de capitulares en las filas inquisitoriales ha sido constatada en otros cabildos:
por ejemplo, cerca de la mitad de los inquisidores de Toledo en el XVI y de los de Valencia en época
moderna eran canónigos34. La importancia del entorno capitular en la estructura profesional del Santo
Oficio está directamente relacionada con las instancias que determinaban su nombramiento directa
o indirectamente. En primer lugar, el inquisidor general, fuente de la jurisdicción inquisitorial por
delegación del papa, promotor, de manera general, de todos los cargos inquisitoriales y, específicamente,
de los magistrados con jurisdicción y oficiales que constituían el núcleo del Santo oficio; después, los
inquisidores de distrito, a quienes el inquisidor general transmitía sus facultades para nombrar a los

32  Por lo que respecta a los capitulares compostelanos, es el caso del deán Diego de Muros, comisario general en 1496; de
Pedro de Deza, subdelegado en 1563 por el obispo Fr. Bernardo de Fresneda y años más tarde prior de Sar; y del arcediano de
Cornado Juan Sarmiento, comisario general interino en 1558-1560.
33  FERNÁNDEZ LLAMAZARES, J., Historia de la bula de Santa Cruzada, Madrid, 1859, pp. 124-130.
34  MORGADO GARCÍA, A., “Vida de canónigo. Percepción, origen y status de vida del alto clero durante el Antiguo
Régimen”, en ARANDA PÉREZ, F. J. (coord.), Sociedad y élites eclesiásticas en la España moderna, Cuenca, 2000, pp. 86-87.

Historia y Genealogía Nº2 (2012) | 155


EL CURRICULUM VITAE DE LOS CAPITULARES EN EL SIGLO XVI ...

miembros de la organización de distrito; en segundo lugar, el rey, que, en la base de la dotación económica
del Santo oficio, tenía gran influencia en el nombramiento del inquisidor general, concedía diversos grados
de privilegio y podía proveer directamente algunos oficios relacionados con la hacienda inquisitorial35.
Toda esta organización jerárquica con facultades para designar directamente los cargos inquisitoriales se
combinaba con el particular contexto de las relaciones de patronazgo y clientelas de las élites de poder
central (la Corte: el rey, el inquisidor general)36 y locales (inquisidores y sus vínculos con otras instancias
de poder local: obispos, cabildos, nobleza,...). De ahí que, aunque en el período 1560-1600 se trató
de desligar la estructura del Tribunal de Santiago a la sociedad de la región, podamos hallar algunos
inquisidores que eran miembros de su cabildo catedralicio, circunstancia común también a lo largo de la
siguiente centuria, en la que, además, se percibe un importante peso de los nacidos en Galicia37.
En el siglo XVI, tanto el cargo de inquisidor como el de fiscal, nombrados por el inquisidor general,
exigían de una preparación intelectual que vinculaba a estos individuos, procedentes fundamentalmente
de las élites urbanas, a los estudios de Derecho en las tres grandes universidades castellanas, desde
donde seguían un sendero curricular definido por la oposición a prebendas eclesiásticas, a puestos en la
administración episcopal o a cátedras universitarias38, cargos que, como estamos viendo, ocuparon los
capitulares compostelanos en mayor o menor grado39. En el caso particular del Tribunal de Santiago y de
modo general en otros tribunales, “la carrera eclesiástica era la ‘carrera’ principio y fin de todo inquisidor”
y en ese cursus honorum el parentesco, el apoyo eclesiástico y las clientelas eran fundamentales40. Esto
explica que, por una parte, algunos de los capitulares compostelanos fueran parientes o clientes de algunos
inquisidores generales del XVI (especialmente, Diego de Deza, Juan Pardo de Tavera y Fernando de
Valdés), y que la influencia de los arzobispos compostelanos para colocar a nepotes y allegados en el
tribunal fuera notable, de igual modo que lo era para introducirlos en el cabildo41.
La relación con el estamento eclesiástico también está presente en otros puestos inquisitoriales
de rango superior como los consejeros de la Suprema, que aspiraban a ocupar al mismo tiempo altos
puestos en la administración monárquica y a obtener las rentas de algún obispado cuando no a realizar
una importante carrera dentro de la Iglesia42; e inferior, especialmente los comisarios del Santo Oficio,
entre los que, además de presbíteros, era frecuente hallar a canónigos o personajes de relevancia eclesiástica
en el ámbito de su tribunal43.
En cuanto a los que sirvieron a la Casa Real, es un contingente pequeño pero significativo,
que mantiene su número durante todas las etapas curriculares, con un ligero descenso en la última. En
la inmensa mayoría de los casos se trata de capellanes que sirvieron en la Casa de Castilla de los reyes y
príncipes, o de algún otro cargo que exigía la pertenencia al estamento clerical: predicadores, oradores,
confesores, etc.44. El elevado número de capellanes de la Casa de Castilla en las filas de los capitulares
compostelanos está directamente relacionado con el papel que los arzobispos de Santiago tenían en el

35  MARTÍNEZ MILLÁN, J., La Inquisición española, Madrid, 2007, pp. 154-159.
36  Como ejemplo del patronazgo de los inquisidores generales en un tribunal del Santo Oficio y de la constitución de facciones
cortesanas, véase PIZARRO LLORENTE, H., “Las relaciones de patronazgo a través de los inquisidores de Valladolid durante
el siglo XVI”, en MARTÍNEZ MILLÁN, J. (ed.), Instituciones y elites de poder en la monarquía hispana durante el siglo XVI,
Madrid, 1992, pp. 223-262.
37  CONTRERAS, J., El Santo Oficio de la Inquisición en Galicia, Madrid, 1982, pp. 187-193.
38  MARTÍNEZ MILLÁN, J., La Inquisición…, pp. 170-172.
39  Sobre la relación de los capitulares de Santiago y las élites urbanas, véase IGLESIAS ORTEGA, A., “Élites eclesiásticas y
sociedad en el siglo XVI: la extracción social de los capitulares compostelanos”, Estudios Humanísticos. Historia, 10 (2011), en
prensa.
40  CONTRERAS, J., El Santo Oficio…, pp. 204-235.
41  Ibid., pp. 206-235.
42  MARTÍNEZ MILLÁN, J., La Inquisición…, pp. 162-164.
43  Ibid., p. 177. En el Tribunal de Santiago, los comisarios accedían a su cargo a presentación de los clanes nobiliarios y por
la voluntad de los ordinarios gallegos, que elegían a clérigos, canónigos con importantes prebendas o curas con beneficios
lucrativos (CONTRERAS, J., El Santo Oficio…, op. cit., p. 162).
44  Puede verse la nómina completa de cargos de cada uno de estas categorías en Apéndice, Tablas nº 20-22.

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Arturo Iglesias Ortega

organigrama de la Capilla Real. Desde 1127 todos los prelados jacobeos recibían el cargo de capellán
mayor del rey de Castilla, el cual, además de mantener su preeminencia sobre la institución, era juez
de la capilla y entendía en todos los delitos de índole eclesiástica de la corte45. Su primacía fue discutida
fundamentalmente por su no residencia en la corte y se inició un proceso que acabó en el último cuarto
del siglo XVI, dejando el poder real de la capilla en manos del limosnero mayor, en tanto se mantuvo el
título honorífico de capellán mayor al arzobispo compostelano. No obstante, el prelado tuvo un papel
muy destacado en el nombramiento de los predicadores y de los capellanes de banco o de honor, estos
últimos designados entre los clérigos más relevantes de los cabildos catedralicios46.

TABLA Nº 9. Individuos que ocuparon cargos en la Inquisición, Cruzada y Casa Real

Fuente: elaboración propia a partir de fuentes bibliográficas y documentales varias

En función del tipo de prebenda (Tabla nº 9), la evolución anterior se ajusta al grupo de
dignidades y canónigos de manera general, si bien se puede reseñar que al dejar la corporación capitular,
los puestos en la Inquisición y Cruzada recaen únicamente en las dignidades, lo que explica que sean
puestos de muy alto rango, como ya hemos indicado, y, por el contrario, los cargos en la Casa Real recaen
mayoritariamente en canónigos, que probablemente ya desempeñaban la misma tarea antes de renunciar
a su canonjía. Por lo que a los canónigos de oficio se refiere, no tenemos constancia de puestos en la Casa
Real, pero sí del Santo Oficio, básicamente durante su adhesión al cabildo compostelano (inquisidores la
mayoría, algún consultor, calificador y comisario). De los racioneros, apenas hay información, casi toda
para la etapa capitular.
Los puestos que hemos dado en llamar del “Estado” se han clasificado en cuatro grupos
profesionales: el de la fe pública, que engloba a los escribanos, notarios, archiveros y oficios del mismo
sector (grupo I); el de los oficios judiciales, que agrupa a oficiales de los grandes tribunales, chancillerías
y audiencias (grupo II); el de los puestos administrativos, que se reducen prácticamente a los oficiales
de los Consejos y regidores (grupo III); y los que llamaremos “cargos políticos” (virreyes, gobernadores,
capitanes generales, etc.) y militares (grupo IV).
En términos absolutos tan sólo subrayaremos que el número de puestos ocupados por capitulares
se mantiene sin grandes cambios a lo largo de las tres etapas vitales, lo que parece indicar que en su
desempeño concurren otros factores al margen del disfrute de una prebenda en la catedral compostelana,
que, en estos casos, no viene a ser más que un signo de distinción socioeconómico, cuando no un premio,

45  ROBLEDO ESTAIRE, L., “La capilla. Composición, estructuras y evolución”, en MARTÍNEZ MILLÁN, J. y
FERNÁNDEZ CONTI, S., La monarquía de Felipe II: la Casa del Rey, vol. I, Madrid, 2005, pp. 148-152.
46  PIZARRO LLORENTE, H., “La capilla real, espacio de la lucha faccional”, en MARTÍNEZ MILLÁN, J. y FERNÁNDEZ
CONTI, S., La monarquía de Felipe II…, vol. I, pp. 182-225.

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EL CURRICULUM VITAE DE LOS CAPITULARES EN EL SIGLO XVI ...

para individuos que se encuentran en la Corte u otros lugares al servicio del Estado (véase Tabla nº 10).
De todos modos, hay que notar que se trata de un número bastante reducido, sobre todo mientras son
capitulares, etapa en la que los cargos “políticos” y militares apenas se han computado. Esto no deja de
tener su lógica, puesto que, mientras los puestos en la Inquisición y la Casa Real se pueden considerar
mayoritariamente como “eclesiásticos” y, por tanto, ser más afines a los miembros del cabildo, los de esta
categoría son nítidamente “civiles”.
De manera general, la administración del Estado moderno se nutrió a base de lo que se puede
denominar profesionales del saber, formados en los principales centros universitarios, dentro de los que
destacó el grupo de los letrados, de formación fundamentalmente jurídica47. La necesidad de colocar
a individuos bien instruidos e íntegros en los principales puestos de la administración explica el que
miembros de cabildos catedralicios y prelados estuvieron a la cabeza de las listas de candidatos. Además,
la mayor parte eran teólogos y, sobre todo, juristas. Esto explica, por ejemplo, la costumbre de que en
la primera mitad del Quinientos todos los presidentes de los dos grandes tribunales castellanos (la Real
Chancillería de Granada y la Real Chancillería de Valladolid) y la inmensa mayoría de los del Consejo
Real fueran obispos o arzobispos. Con Felipe II se avanza considerablemente en la secularización de las
presidencias, pero su presencia siguió siendo significativa48. Realmente, hasta mediados del siglo XVII se
percibe una tendencia a que el colectivo eclesiástico se encuentre presente en la administración49. De ahí
que, aparte de los presidentes, encontremos magistrados y oidores de tribunales50 o consejeros51 procedentes
del estamento clerical o que hicieron carrera en él.
Por otra parte, el acceso a los puestos de gobierno estuvo directamente relacionado con el patrocinio
de los grupos de poder imperantes en cada momento en la Corte. El “partido aragonés” o “fernandino”
ocupó los puestos de la administración central a partir de los últimos años del siglo XV bajo la protección
del rey Fernando “el Católico”. Una de sus cabezas visibles fue el inquisidor general Dr. Diego de Deza,
quien “colocó”, entre otros, a Juan Pardo de Tavera, futuro arzobispo de Santiago y arcediano de Salnés,
o a Martín de Azpeitia, canónigo compostelano. Frente a este grupo, el “partido castellano” o “felipista”,
partidario de Felipe “el Hermoso” y la reina Juana, tuvo entre sus servidores al deán compostelano Diego
de Muros. Al fallecer el Rey Católico, el regente Cisneros impuso su propia facción cortesana, de la que
salió Fernando de Valdés, futuro inquisidor general. Con la llegada del emperador Carlos V se produce una
renovación de la estructura administrativa, en la que se logra imponer el “partido fernandino”, encabezado
ahora por el secretario Francisco de los Cobos y el cardenal Juan Pardo de Tavera. Este último patrocinó a
personajes como su sobrino Diego de Tavera, deán compostelano y futuro obispo de Jaén, o Juan Bernal
Díaz de Luco, canónigo en Santiago y futuro obispo de Calahorra. A su muerte se afianzó como cabeza
de una facción heredera de dicho partido el inquisidor Fernando de Valdés, protector, por ejemplo, de
Cristóbal Hernández de Valtodano, futuro arzobispo compostelano, y de Pedro de Deza, luego prior
de Sar, inquisidor general y cardenal romano. Con Felipe II se desarrolla el denominado “bipartidismo
filipino”, en el que se impondrá sobre el “partido albista”, liderado por el Duque de Alba, el recién surgido
“partido ebolista”, capitaneado por el príncipe de Éboli Ruy Gómez de Silva y el secretario Eraso, y del
que habían sido apadrinados personajes como el canónigo compostelano Gracián de Briviesca o como el
canónigo y arcediano de Cornado Juan Sarmiento. A partir del último cuarto de la centuria se establece
una lucha de facciones, entre las que acaba imponiéndose la “castellana”, liderada por el secretario Mateo
Vázquez de Leca, sobre la “papista”, liderada por el secretario Antonio Pérez y Gaspar de Quiroga52. A

47 Véase ARANDA PÉREZ, F. J. (coord.), Letrados, juristas y burócratas en la España moderna, Cuenca, 2005.
48  GÓMEZ GONZÁLEZ, I., La justicia, el gobierno y sus hacedores. La Real Chancillería de Granada en el Antiguo Régimen,
Granada, 2003, pp. 30-34.
49  Ibid., p. 87-89.
50  Ibid., pp. 113-114.
51  GAN GIMÉNEZ, P., El Consejo Real de Carlos V, Granada, 1988, pp. 166-167. Basta echar un vistazo a las biografías de
los consejeros de Carlos V para constatar esta realidad: MARTÍNEZ MILLÁN, J. (dir.), La Corte de Carlos V, vol. III (Segunda
parte. Los Consejos y los consejeros de Carlos V), Madrid, 2000.
52  Sobre las facciones y grupos de poder dominantes en las principales instituciones del Estado durante el siglo XVI existe
una abundante bibliografía: MARTÍNEZ MILLÁN, J., “Las élites de poder durante el reinado de Carlos V a través de los

158 | Historia y Genealogía Nº2 (2012)


Arturo Iglesias Ortega

través de estos grupos de poder cortesanos se establecieron una serie de redes clientelares y relaciones
individuales que fue más allá de la colocación de los allegados de una u otra facción en los principales
oficios del Estado, canalizando la influencia del rey y su corte sobre la propia elección o provisión de
los capitulares compostelanos. Basta con fijarse, por ejemplo, en la amplia nómina de individuos que
obtuvieron una prebenda en el cabildo catedralicio, cuyos apellidos delatan una vinculación familiar con
miembros de las élites de poder cortesanas: el canónigo Fernando Álvarez Maldonado, hijo del famoso
“Doctor de la Reyna”; el racionero Gaspar Camacho, hijo del homónimo consejero de Carlos V y regente
del Consejo de Aragón; los arcedianos de Trastámara, Antonio Tavera de Deza y Francisco de Tavera
Santillán, sobrinos del cardenal Tavera; Martín de Figueroa, arcediano de Santiago, hermano del conocido
como “regente Figueroa”; el canónigo y prior de Sar Álvaro de Mendoza, hermano del consejero Luis
Méndez Quijada; el racionero Gabriel de Palomares y Eraso, sobrino del secretario Eraso; el arcediano de
Reina Gómez Tello Girón de Deza, hijo del consejero Hernando Girón; el canónigo Fernando de Valdés
“el Mozo”, sobrino del inquisidor Valdés; Francisco Vallés y Vera, prior de Sar, hijo del “Divino Vallés”,
protomédico de Felipe II; el deán Arnao de Velasco, hijo de Juan Velázquez de Cuéllar, consejero real y
maestresala de Isabel “la Católica”; o el canónigo Luis Zapata, hijo del homónimo consejero de los Reyes
Católicos y Carlos V.

TABLA Nº 10. Individuos que ocuparon cargos del Estado

Fuente: elaboración propia a partir de fuentes bibliográficas y documentales varias

miembros del Consejo de Inquisición (1516-1558)”, Hispania, 168 (1988), pp. 103-168; IDEM, “Élites de poder en tiempos
de Felipe II (1539-1572)”, Hispania, 171 (1989), pp. 111-149; IDEM (ed.), Instituciones y elites de poder en la monarquía
hispana durante el siglo XVI, Madrid, Universidad Autónoma de Madrid, 1992; EZQUERRA REVILLA, I. J., Justicia y
gobierno en el siglo XVI. El Consejo real de Castilla durante el reinado de Felipe II (1556-1591), Madrid, 1999; MARTÍNEZ
MILLÁN, J. (dir.), La Corte de Carlos V, Madrid, 2000, 5 vols.; PIZARRO LLORENTE, H., Un gran patrón en la corte de
Felipe II. Don Gaspar de Quiroga, Madrid, 2004.

Historia y Genealogía Nº2 (2012) | 159


EL CURRICULUM VITAE DE LOS CAPITULARES EN EL SIGLO XVI ...

Tomando en consideración el tipo de prebenda ocupada, la mayoría de los casos registrados


corresponden a canónigos y, especialmente, a dignidades, que suelen ocupar los cargos más importantes
dentro de cada grupo (protonotarios del reino, presidentes de audiencias y chancillerías, presidentes de
Consejos, virreyes, capitanes generales, gobernadores). Llama la atención la presencia de dos regidores
de Santiago, que ocuparon dicho cargo siendo asistentes del arzobispado compostelano: Pedro Navarro
y Simón Rodríguez. De los canónigos de oficio sólo se registra uno, el de un lectoral que fue abogado de
la Real Audiencia de Galicia antes de obtener su prebenda. Los racioneros, por su parte, también aportan
escasos ejemplos, casi todos antes de serlo53.

53  Puede verse la nómina completa de cargos de cada uno de estos grupos en Apéndice, Tablas nº 23-25.

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Apéndice

TABLA Nº 11. Individuos que ocuparon cargos relacionados con la Iglesia (I) antes de ser capitulares

Fuente: elaboración propia a partir de fuentes bibliográficas y documentales varias

TABLA Nº 12. Individuos que ocuparon cargos relacionados con la Iglesia (II) antes de ser capitulares

Fuente: elaboración propia a partir de fuentes bibliográficas y documentales varias

TABLA Nº 13. Individuos que ocuparon cargos relacionados con la Iglesia (III) antes de ser capitulares

Fuente: elaboración propia a partir de fuentes bibliográficas y documentales varias

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EL CURRICULUM VITAE DE LOS CAPITULARES EN EL SIGLO XVI ...

TABLA Nº 14. Individuos que ocuparon cargos relacionados con la Iglesia (IV) antes de ser capitulares

Fuente: elaboración propia a partir de fuentes bibliográficas y documentales varias

TABLA Nº 15. Individuos que ocuparon cargos relacionados con la Iglesia (V) antes de ser capitulares

Fuente: elaboración propia a partir de fuentes bibliográficas y documentales varias

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TABLA Nº 16. Individuos que ocuparon cargos relacionados con la Iglesia (VI) antes de ser capitulares

Fuente: elaboración propia a partir de fuentes bibliográficas y documentales varias

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EL CURRICULUM VITAE DE LOS CAPITULARES EN EL SIGLO XVI ...

TABLA Nº 17. Número de prebendas de otros cabildos ocupadas por los capitulares antes serlo

Fuente: elaboración propia a partir de fuentes bibliográficas y documentales varias

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TABLA Nº 18. Capitulares que ocuparon cargos relacionados con la Iglesia mientras lo fueron

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EL CURRICULUM VITAE DE LOS CAPITULARES EN EL SIGLO XVI ...

Fuente: elaboración propia a partir de fuentes bibliográficas y documentales varias

166 | Historia y Genealogía Nº2 (2012)


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TABLA Nº 19. Individuos que ocuparon cargos relacionados con la Iglesia tras abandonar el cabildo

Fuente: elaboración propia a partir de fuentes bibliográficas y documentales varias

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EL CURRICULUM VITAE DE LOS CAPITULARES EN EL SIGLO XVI ...

TABLA Nº 20. Individuos con cargos en la Inquisición, Cruzada y Casa Real antes de ser capitulares

Fuente: elaboración propia a partir de fuentes bibliográficas y documentales varias

TABLA Nº 21. Individuos con cargos en la Inquisición, Cruzada y Casa Real mientras fueron capitulares

Fuente: elaboración propia a partir de fuentes bibliográficas y documentales varias

168 | Historia y Genealogía Nº2 (2012)


Arturo Iglesias Ortega

TABLA Nº 22. Individuos con cargos en la Inquisición, Cruzada y Casa Real tras abandonar el cabildo

Fuente: elaboración propia a partir de fuentes bibliográficas y documentales varias

TABLA Nº 23. Individuos que habían ocupado cargos del Estado antes de acceder al cabildo

Fuente: elaboración propia a partir de fuentes bibliográficas y documentales varias

Historia y Genealogía Nº2 (2012) | 169


EL CURRICULUM VITAE DE LOS CAPITULARES EN EL SIGLO XVI ...

TABLA Nº 24. Individuos que ocuparon cargos del Estado mientras formaron parte del cabildo

Fuente: elaboración propia a partir de fuentes bibliográficas y documentales varias

TABLA Nº 25. Individuos que ocuparon cargos del Estado tras abandonar el cabildo

Fuente: elaboración propia a partir de fuentes bibliográficas y documentales varias

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ISSN 2173-6030 | Historia y Genealogía Nº2 (2012) |

IDENTIFICACIÓN E IDENTIDAD EN EL DESARROLLO DE LA MEMORIA HISTÓRICA:


EL REINO DE MURCIA Y LA EDAD MEDIA

Juan Francisco Jiménez Alcázar


Universidad de Murcia

Resumen: La realidad histórica de una actual Comunidad Autónoma de la Región de Murcia hunde
sus raíces en plena Edad Media. Si bien esto es común a la inmensa mayoría de regiones europeas, lo
particular de este territorio es el modo en que la memoria que aquella época dejó en sus pobladores hasta
el día de hoy ha reflejado una concreta manera de entender su propia existencia como institución regional,
con su cultura específica fruto de ese complejo devenir histórico.

Palabras clave: Murcia, Edad Media, identidad, Castilla.

IDENTIFICATION AND IDENTITY IN THE DEVELOPMENT OF HISTORICAL MEMORY:


THE KINGDOM OF MURCIA AND THE MIDDLE AGES

Abstract: The historical reality of an actual region of Murcia has its roots in the Middle Ages. While this is
common to the vast majority of European regions, particularly in this area is the way that the memory that
time left its inhabitants to this day reflected a concrete way to understand your own existence as a regional
institution with its specific culture result of this complex historical process.

Key words: Murcia, Middle Ages, identity, Castile.

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ISSN 2173-6030 | Historia y Genealogía Nº2 (2012) |

IDENTIFICACIÓN E IDENTIDAD EN EL DESARROLLO DE LA MEMORIA HISTÓRICA:


EL REINO DE MURCIA Y LA EDAD MEDIA1

Juan Francisco Jiménez Alcázar2


Universidad de Murcia

Somos lo que no somos.

La Comunidad Autónoma de la Región de Murcia es heredera histórica, directamente, de aquel


reino de Murcia incorporado al sistema multirregional castellano de mediados del siglo XIII por el infante
don Alfonso, demarcación que ha ido transformando sus límites hasta el dibujo provincial del XIX y la
definitiva (hasta la fecha) delimitación constitucional de la actualidad. De eso no debe haber la menor
duda, y fue la denominación consensuada en el periodo preautonómico (hablamos de los años 1979
a 1981), incluyendo aquí el diseño de los símbolos que a partir de entonces se iban a enarbolar en
las fachadas de los edificios oficiales murcianos (artículo 4 del título preliminar en el estatuto vigente,
apartado primero dedicado a la bandera y el segundo al escudo), la que fijó esa designación. Esa bandera,
con un rojo carmesí (rojo cartagena), contiene en su margen izquierdo superior cuatro castillos, como
significación del panorama fortificado fronterizo de aquellos siglos XIII-XVI en estas tierras, y porque el
elemento encastillado está presente en la mayor parte de los escudos municipales de la Región; además,
también aparecen las siete coronas que contiene el escudo de la ciudad de Murcia: las cinco del concejo
alfonsí, la sexta concedida por Pedro I a causa de sus servicios en las guerras con Pedro el Ceremonioso, y
la séptima y última por Felipe V, por el apoyo a la causa borbónica durante la Guerra de Sucesión3.
La razón por la que hago referencia a estos hechos es porque la identidad e identificación de lo
murciano tiene mucho que ver con la conservación de la memoria histórica a través de los siglos de una
manera muy especial, es decir, no hubo que esperar a un romántico siglo XIX para la recuperación notable
de aquel periodo en el poso cultural de este territorio situado en el Sureste peninsular. Con anterioridad,

1  Este trabajo se inscribe en el seno del proyecto de investigación La configuración histórica del español hablado en el antiguo
reino de Murcia (ss. XIII-XVII), HUM2007-64902, financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia, convocatoria I+D+i
de 2007.
2 Correo electrónico de contacto: jimenezalcazar@um.es
3  Son diversos los estudios de J. Torres Fontes a este respecto, como los aparecidos en el Boletín de información del
Ayuntamiento de Murcia (año 1966), así como referencias sueltas en diversos estudios, o el más reciente “Cinco coronas para
un blasón”, en Littera Scripta in honorem prof. Lope Pascual Martínez (Murcia, Universidad de Murcia, 2002, 983-992. En un
artículo de divulgación de A. Pérez Crespo, presidente de la preautonomía murciana, en una revista de historia regional, hacía
recopilación de estas cuestiones y resulta útil tanto en cuanto los refiere como individuo que vivió todo el proceso en primera
persona (“El nacimiento de la Región de Murcia”, Murcia histórica, 1 (2008), pp. 4-17).

173
IDENTIFICACIÓN E IDENTIDAD EN EL DESARROLLO DE ...

y casi desde el mismo momento de los acontecimientos concretados por nosotros como medievales, el
resguardo de un pasado, de un pretérito, referido a eventos ubicados en aquellos fronterizos años se llevó
con extremo celo por parte, fundamentalmente, de determinados linajes esforzados en fijar esos recuerdos.
Obvio es el comentario que esa remembranza era el sustrato de su poder social, de su privilegiado puesto4,
cuestión esta sobre la que volveré a lo largo del presente artículo.
Mi planteamiento concreto es el de reflexionar desde una perspectiva interna (desde el seno propio
de las tierras murcianas) de la realidad de una conciencia histórica existente en el territorio de la actual
comunidad autonómica regional, y que termina por justificar la presencia de una institución organizativa
en el marco de lo que hoy es el Estado español e incluso que tiene cabida en la Europa de las Regiones.
No hay fines de justificación política, sino de análisis y debate histórico.
No pienso aludir como objetivo principal de estas deliberaciones a si existe o no descargo
histórico para esa región murciana –que la hay–, o la existencia misma de una peculiar cultura murciana
–que también está presente y desarrollada–, sino que voy a sumergirme en los conceptos identidad e
identificación que había en aquellos momentos del periodo fronterizo bajomedieval para intervenir en
el plano territorial y social, de tal forma que nos ayude a comprender el panorama actual de la presente
comunidad autónoma. Y una precisión antes de continuar acerca de la existencia del fenómeno frontera en
este territorio, y es su permanencia a través del peligro costero a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII,
así como las intervenciones sobresalientes de las huestes murcianas, lorquinas, muleñas, etc. en teatros de
operaciones como el reino de Granada durante las rebeliones mudéjar y morisca, o las realizadas hacia
Orihuela con ocasión de las maniobras políticas del marqués de los Vélez –incluido el saqueo de 1521 con
ocasión de las Germanías–. La participación de individuos en acciones bélicas europeas en el marco de las
intervenciones imperiales en Europa o América no terminó de revestir lo que he aludido anteriormente,
pues no se absorberá como factores comunes de grupo, sino que quedará marcado en el plano del linaje
concreto; fue a lo largo del XIX y del XX cuando se rescataron para la globalidad del bagaje memorístico
colectivo, pero sin mayor identificación.
¿Es lícito plantear si existe “lo murciano” en la actualidad? Como he comentado, no hay duda de
que hoy se identifica; cuestión distinta es con qué se identifica. La pregunta que surge a continuación es si
se podía plantear esa misma interrogación en el siglo XV, por ejemplo. La Edad Media, como concepto
generado con posterioridad a los hechos5, se configura como un periodo clave en que esto fuera así: en
primer lugar, porque ese periodo es el que guarda el origen no solo de la ciudad de Murcia y de distintas
poblaciones de la región, sino de lo que identificamos como reino de Murcia, incluso como entidad
política. Y en segundo lugar, porque es donde más lejos podemos ir con nuestro recuerdo histórico para
referirnos a ese principio. En realidad, no es una cuestión única ni exclusiva de estos territorios, todo
lo contrario; si cabe, es una generalidad que hace que el planteamiento global del estudio encaje con el
conjunto peninsular y europeo.
Existen problemas con el periodo cartaginés antiguo, incluso con la alusión a la etapa romana y la
materialización de un sustrato territorial bajo el nombre “Cartaginense”. Y aludo a “problemas”, porque a
estos referentes pretéritos de época antigua se aluden de forma reiterada para buscar el núcleo de base que
englobe la identificación territorial posterior. En realidad esto no es así, porque “la normalidad que sustenta
nuestra cultura no nos llegó de Roma sino que descendió hasta aquí con los conquistadores castellanos

4 Ya he comentado en alguna ocasión, la importancia de esta fijación del pasado para los linajes bajomedievales y modernos,
referido para el caso murciano pero extrapolable al resto de territorios peninsulares y europeos occidentales (“Los parientes e
amigos de los unos e de los otros. Los grupos de poder local en el reino de Murcia (ss. XIII-XVII)”, Anales de la Universidad de
Alicante. Historia Medieval, 13 (2000-2002), 103-155), y general del sur peninsular en “Con el qual deseo murieron todos nuestros
antecesores. Propaganda, legitimación y pasado en los concejos castellanos (siglos XIII-XV)”, en VIII Encuentros Internacionales
del Medievo. Nájera 2010. Logroño, 2011, 493-521.
5  Son muy interesantes los planteamientos realizados por J. Heers en su obra La invención de la Edad Media, Madrid, 1996.

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Juan Francisco Jiménez Alcázar

y aragoneses del siglo XIII”6; no pudo escribirlo más claro el profesor Rodríguez Llopis en su excelente
prefacio a su no menos personal obra sobre el reino-región de Murcia. Proceden estas palabras a causa de
su oportunidad en el plano histórico, ya que en los siglos bajomedievales y altomodernos la cultura del
pasado tenía las referencias claras en las alusiones a los repobladores del XIII; eran aquellos genealogistas
que hurgaron en memorias, tradiciones, documentos, privilegios e incluso falsificaciones para buscar esa
luz de época alfonsí, y no la de romanos o cartaginenses. Si acaso, se utilizaban esos recursos para aludir a
la antigüedad del lugar, que no del territorio en su conjunto, ya que lo que se pretendía era precisamente
destacarse en el panorama de las urbes. Era lo mismo que se aspiraba para los linajes, pero en estos casos
para la globalidad de la población. Un caso claro era el de Lorca, donde un fragmento recogido en el pleito
abierto por las aguas del arroyo de Tirieza y posesión del lugar de Xiquena entre la ciudad y el marqués de
Villena, don Diego López Pacheco en 14927, especifica lo siguiente:

“Consta ser esta dicha çibdad muy antiquisima hedificada y poblada y raigada del tiempo
de los alanos y vandalos y troyanos, segund que consta por las antiguas estorias de España”.

Evidentemente realiza la declaración alguien que tenía claro la antigüedad de los pueblos, y no su
distribución cronológica. Y ese sustrato se mantiene en la memoria colectiva del lorquino, fijada además
por las obras diversas de los autores locales, desde Vargas8 a Morote9, y por la cartela que aparece bajo los
gigantes del escudo en la Casa del Corregidor, antigua sede de cabildos de concejo y actuales juzgados de
la ciudad. Esas magnas figuras, como Elios y Crota, legendarios príncipes troyanos fundadores de Lorca
esculpidos como Cástor y Pólux10, asumían el rancio pretérito del conjunto del solar urbano, pero no de
sus pobladores. Insisto en que estas gentes sí que tenían claro que pertenecían a un pasado concreto que
partía de la repoblación alfonsí, en el mejor de los casos. Por lo tanto, se identificaba con la población
por la permanencia en el lugar por parte del linaje. Y esos son dos conceptos complementarios pero
distintos que tenemos que manejar con mucha prudencia: la identidad del linaje y la identificación del
lugar. Más que nada porque era muy común que el núcleo familiar utilizase la antigüedad de la urbe en
su propio beneficio, y siempre el pretérito como elemento clave, de ahí que buena parte descienda, según
las probanzas genealógicas del XVI-XVII, de Adán, Carlomagno, César o Moisés. En último término,
la vanagloria de pertenecer a algún lugar concreto por parte de todo el vecindario no hacía más que
potenciar la legitimidad de poder de su grupo oligárquico.
Con precisión, y hoy concretamente, la abundancia de contenidos y de conocimiento histórico
(aunque queda todo por hacer, y si no hay ninguna revolución ideológica sobre el modo de hacer Historia,
siempre estará todo por hacer), hace que nuestra memoria histórica se confunda, de manera que con
apoyo social, o sin él, las autoridades políticas hacen todo lo posible por rescatar cualquier cosa del pasado
con tal de rentabilizar ese pretérito.
Para hacer un ejercicio de retrospección histórica en el siglo XV se llegaba hasta la centuria alfonsí
(por los motivos que indujeran a ello, incluso llegando algunos hasta los ya mencionados Carlomagno,
César o Noé). Nuestra perspectiva, nuestros intereses y nuestra propia globalidad cultural no tienen nada

6  Rodríguez Llopis, M., Historia de la región murciana, Murcia, 1998, p. 17. De esta obra se ha realizado una
reimpresión de forma reciente bajo el título Historia General de Murcia, Murcia, 2008.
7  Archivo Municipal de Lorca. Pleito de Xiquena. 1492. Leg. B, fols. 21v-22r. Recogí el fragmento completo en Lorca: ciudad
y término (ss. XIII-XVI), Murcia, 1994, 26.
8  Vargas, fr. A., Relación votiva o donaria de la antigüedad de la imagen de Nuestra Señora de las Huertas, Granada, 1625,
reimp. facs., Murcia, 1999).
9  Morote, fr. P., Blasones y antigüedades de la ciudad de Lorca, Lorca, 1741 (reimp. facs., Murcia, 1980).
10  Muñoz Clares, M., “Arte y ciudad”, en Lorca histórica, Murcia, 1999, 188. Del mismo autor y con mayor profundidad:
“Una representación singular de los dioscuros en la Casa del Corregidor de Lorca (Murcia)”, EDHIALTE, II (1990), pp. 409-
414.

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IDENTIFICACIÓN E IDENTIDAD EN EL DESARROLLO DE ...

que ver con entonces. Y sin embargo, buscamos de manera ansiosa esas raíces. Es una cuestión muy
interesante de esbozar en unos términos diferentes a los que podemos dar desde nuestro balcón actual; en
una conversación con el profesor Rodríguez Llopis me expuso el siguiente planteamiento, y que luego él
lo recogió en su monografía: en ningún momento veríamos con buenos ojos que para trabajar la Murcia
islámica arrancásemos con el homo antecessor. En realidad, y así es, esta forma de plasmar el pasado en un
discurso histórico está ubicada en las maneras de hacer Historia propias del localismo erudito del XIX (sin
matices peyorativos por el valor que tienen en sí mismos), pero que no se sostiene desde hace décadas,
con la salvedad de alguna obra magna compilatoria de divulgación que posee, en la mayoría de los casos,
objetivos y planteamientos bien distintos.

1. Un obispo para dibujar el pasado

A todos sorprende el hecho de que aludamos algunos profesionales de la Historia al origen


estrictamente medieval de la región, y en concreto del periodo alfonsí, tal y como la podemos identificar
hoy día. Se esgrimió desde esa misma centuria y a lo largo de los siglos siguientes, la importancia de este
solar como uno de los primeros cristianizados de la Península Ibérica. Es evidente que la existencia del
núcleo cartagenero como uno de los principales focos urbanos de Hispania hizo que las ideas entraran
por su puerto al igual que embarcaban o desembarcaban mercancías. La tradición mantenida en y por
todos los autores eclesiásticos acerca del supuesto atraque de Santiago en Cartagonova, ha hecho que se
sea consciente de que el obispado de Cartagena quedaba por delante del de Begastri, Elche o Lorca desde
ese mismo siglo alfonsí, precisamente al tiempo de la conquista castellana y la restauración de la sede
episcopal. Volvemos al siglo XIII. Es posible que pensemos en un primer momento que se trata de un
factor menor, pero no lo es cuando se maneja con determinados intereses manifiestos puesto en boga por
el propio estamento eclesiástico; el anterior obispo de Cartagena, Reig Pla, quiso entrar en el territorio
de su sede episcopal desembarcando en un bote, literalmente, por el puerto de Cartagena. Puede parecer
una nimiedad, un hecho contemplado en un anecdotario, pero ya conocemos que en política no hay nada
dejado en manos de la casualidad. Y ese desembarco fue una manifestación política; dirigida a los fieles,
pero política.
Se da con estos hechos la conjunción siguiente; Murcia, como ciudad, cubre su aspiración como
enclave principal del territorio a través de la edificación de la catedral como sede definitiva para el obispo
de Cartagena, realidad desde los finales del XIII. Begastri era inexistente, pues había quedado abandonada
en beneficio de un nuevo solar para la población unos metros más allá, en el actual emplazamiento de
Cehegín, fenómeno similar al ocurrido con Mula y La Almagra, o Cieza y Siyasa, aunque por motivos
distintos. Los casos más espectaculares van a ser nuevamente Lorca y Orihuela, el primero dentro del
territorio murciano y el segundo desgajado del mismo tras la sentencia de Torrellas.
La ciudad del Guadalentín intentó recuperar la sede obispal bajoimperial romana, arrancando
desde 1533, año en que se inicia el que hoy es segundo templo más importante de la región murciana, San
Patricio. Ese esfuerzo, que tiene continuidad con la asunción por parte del concejo lorquino de Nuestra
Señora del Alcázar como patrona de la ciudad con el objetivo de fijar el derecho de posliminio, se plasmó
en el XVIII, donde se procuró definir el territorio comprendiendo buena parte de las circunscripciones
cartaginense y almeriense. Este tipo de delimitaciones episcopales no era nuevo en la Península, pues en
los complejos momentos del siglo XII se solventaron los problemas de Santiago y Toledo11; realizados
éstos, el resto debió parecer actos menores para las autoridades eclesiásticas, curadas de espanto por el
lento y pausado transcurrir del tiempo eclesiástico. No fraguó, pero aquello no se identificó como un
hecho diferencial, algo distinto, sino que fue más bien correspondiente a una aspiración política, no

11  Sobre este tema, véase el trabajo de Henriet, P., “Territoires, espaces symboliques et «frontières naturelles». Remarques
sur la carte diocésaine hispanique du XIIe siècle”, en MAZEL, F. (dir.), L’espace du diocèse. Genèse d’un territoire dans l’Occident
medieval (Ve-XIIIe siècle), 2008, pp. 287-307, en especial el apartado “Création de diocèses, réalités politiques, exemption et
constructions symboliques”, 292 y ss.

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Juan Francisco Jiménez Alcázar

de identidad propiamente dicha: no se quería dejar de ser del reino (en esos años, de la Intendencia
murciana), sino conseguir un obispado. Sólo tuvo eco en un obispo, pero no fue más allá. Hasta hoy,
en que en determinados momentos ha tenido cierta resonancia en algún político, pero más por intereses
propios de fronteras autónomas internas. Volveré sobre el modelo para todo lo que vengo exponiendo.
El segundo caso me es útil para definir esa misma delimitación pero desde el exterior. Orihuela fue
conquistada en tiempos de Fernando III e incorporada definitivamente a Castilla tras la rebelión mudéjar
de 1264-66. Las décadas siguientes y hasta la irrupción de Jaime II en el reino de Murcia en 1296, la
ciudad del Bajo Segura estaba incorporada completamente a las estructuras institucionales castellanas, sin
mayor protagonismo eclesiástico que el del puro asiento cristiano a través de la organización por parroquias
del poblamiento. El arbitrio de Torrellas conllevó un hecho puntual que hubiera podido cambiar los
acontecimientos posteriores. En efecto, en ese acuerdo entre Castilla y Aragón se declaraba de soberanía
aragonesa el Bajo Segura, es decir, la zona septentrional del reino murciano ocupado (de Orihuela incluida
hacia el Norte) así como Cartagena. Si los negociadores castellanos no hubieran presionado y forzado una
nueva reunión en Elche al año siguiente del acuerdo original (1305), la sede cartaginense hubiese quedado
en manos aragonesas, estando la residencia episcopal en la ciudad de Murcia.
El reingreso de la ciudad portuaria devolvió las cosas a su antiguo cauce, pero ni este lecho era el
mismo ni el agua que corría tampoco era la misma (nunca lo es). El territorio desgajado del reino de Murcia
quedó marcado como fronterizo pero indefinido incluso en el propio seno de la demarcación donde se
incluyó desde el comienzo. Era el territorio Ultra Xixona, la zona meridional del reino de Valencia. En
1327 se configuró una Procuración General de Orihuela para sistematizar la estructura institucional en el
conjunto regnícola12, hecho que progresó cuatro décadas después con la constitución de la Gobernación
oriolana, ya bajo Pedro IV. Pero el problema planteado era que este conjunto de tierras había cambiado
de soberano laico, pero no eclesiástico. El obispado seguía teniendo los mismos límites, así que la sede
continuó en territorio castellano aunque estos territorios perteneciesen a una Corona distinta. La sangría
económica de los diezmos era indudable, por lo que los deseos de exención fueron constantes hasta
el XVI. La presunta aparición en 1306 de la Virgen de Montserrat en Orihuela tuvo más que ver con
la catalanización de ese apéndice territorial respecto a la referencia murciana que con otra aspiración.
Los acontecimientos de 1503, 1521 y 1565, hicieron que la erección definitiva delimitase ya de forma
contundente esta frontera eclesiástico-política.

2. Idéntico e identidad

La identidad queda definida como lo idéntico, es decir, lo mismo en esencia y presencia. No hay
posibilidad de paralelismo. La identificación es hacer que aparezcan elementos o se consideren lo mismo,
buscando esas vías, en ocasiones convergente, se haga consciente o inconscientemente, según intereses.
Ya tenemos claros ambos conceptos. Bien, pues es básico no confundirnos porque a la hora de
escribir o referirnos al otro elemento en juego, la noción Historia, interviene la circunstancia de si existía
la posibilidad de escribir una Historia de la región-reino de Murcia. Han pasado unos treinta años desde
que un grupo de historiadores escribían al comienzo de un ensayo que titularon Materiales para una
Historia del Reino de Murcia en los tiempos modernos: «Murcia no tiene historia»13. Planteaban determinados
presupuestos que yo ahora pondré en tela de juicio, manifiestamente por estar escritos por modernistas:
que nadie se ofenda pues lo decían ellos mismos, y que llegó a originar que todo un presidente de la
Comunidad Autónoma, en una introducción a una obra de Historia regional sacase a colación tal aserto,
diciendo que eso ya quedaba cubierto14.

12  Cabezuelo Pliego, J. V., Poder público y administración territorial en el reino de Valencia. 1239-1348. El oficio de la
Procuración, Valencia, 1998.
13  Pérez Picazo, M. T.; Lemeunier, G. y Chacón Jiménez, F., Murcia, 1979, p. 9.
14  Se trató de C. Collado Mena en el breve prólogo a un coleccionable titulado La Región de Murcia y su Historia,
aparecido en el diario La Opinión durante 1989.

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IDENTIFICACIÓN E IDENTIDAD EN EL DESARROLLO DE ...

Todo esto pone sobre la mesa las condiciones concretas del acontecer histórico del reino de Murcia
medieval, o para ser más certeros leamos bajomedieval, el conformado por la ocupación cristiana.
La causa por la que recurro a este hecho es por la existencia de una premisa clara: ese reino de
Murcia era un espacio político además de patrimonial del rey de Castilla, y con posterioridad a Sancho IV,
de la Corona castellana; en este sentido, el testamento alfonsí así lo dejaba claro en un primer momento,
ya que estaba destinado a ser el solar regnícola de un futuro rey don Jaime15. Sobra decir que el respeto
a esa última voluntad de Alfonso X hubiera configurado aún más si cabe, la delimitación de ese espacio
político; esto último es obvio.
No existía nada identificable a priori con lo que se define hoy como Murcia: si acaso la Cuenca
del Segura, con el caso particular del intento departamental durante el gobierno de José I de formar una
demarcación atenta a criterios geográficos más que a propiamente históricos, ya sabemos que respondiendo
al espíritu ilustrado y racionalista del momento16. La primera vez que quedan identificadas esas tierras del
Segura con su referente político es con las condiciones del tratado de Tudilén (1151), acordado entre
Alfonso VII de Castilla y León y el conde barcelonés Ramón Berenguer IV para repartirse las áreas de
influencia y futuras conquistas en la Península. En el pacto se especificaba que toda la Cuenca del Segura
quedaría para el aragonés menos los enclaves de Lorca y Vera. Es evidente que hagamos hincapié en el
núcleo veratense, habida cuenta que no la identificamos hoy precisamente con el territorio murciano,
ni aun un siglo después, en época de la sistematización territorial alfonsí. Para entonces esto era posible
porque en estas tierras englobadas por la cuenca del Río Segura un caudillo musulmán resistía los embates
de las huestes almohades, manteniendo una independencia respecto al resto de al-Andalus apoyado en
los poderes cristianos del Norte. Ibn Mardanish pudo estructurar un territorio que sí aglutinaba la mayor
parte de las tierras que formalizarán el cristiano reino de Murcia17, más por centralización con la capital
en la ciudad de Murcia que por la extensión cambiante de sus dominios. El tratado de Cazola volvía a
retomar el asunto del reparto futuro de conquistas en el sur peninsular entre castellanos y catalanes, y en
esta ocasión no hubo mayores detalles, pues ese reino murciano iría a parar a manos de Castilla. Y el siglo
XII se marchó con todo el Sharq al-Andalus dominado indiscutiblemente por los almohades e incorporado
a su imperio. Su desintegración tras las Navas derivó en la presencia castellana más cerca de las costas
mediterráneas en este sector, ocupándose Alcaraz en fecha tan temprana como 1214; pero no es esto lo
que nos interesa ahora, sino el surgimiento de otro caudillaje que aspiró a edificar otro constructo político
nuevamente con capitalidad en la madina murciana: Ibn Hud. El intento militar de unificación andalusí
(no como tal objetivo en sí mismo, y sí como un resultado de su ascenso político) no debe confundirnos,
pues no hubo ninguna identificación territorial. La razón de lo que estoy manifestando viene dada no ya
de la rebelión en la zona fronteriza de Arjona con Muhammad Ibn al-Ahmar, sino del propio seno de lo
que consideramos hoy solar murciano: sepamos que al año siguiente del pacto de Alcaraz, aún quedaban
fuera del control de las autoridades murcianas plazas con un valor estratégico de primer orden: Lorca,
Mula y Cartagena18.
O lo que es lo mismo, nuestra imagen de reino murciano tampoco se corresponde con el territorio
que incorporó el infante don Alfonso en el tratado alcaraceño, ya que esas tierras bajo el dominio del régulo
murciano estaban siendo ocupadas desde años atrás por las armas santiaguistas de Pelay Pérez Correa. Y

15  Aparte de las décadas transcurridas desde su publicación, la obra de A. Ballesteros Beretta, donde se recoge muy
claramente la última voluntad del Rey Sabio, es muy válida: Alfonso X el Sabio, Barcelona, 1984, pp. 1.000 y ss.
16  Sobre el particular devenir de la territorialización del Sureste en la España contemporánea, véase el estudio de Vilar, M.
J., Territorio y ordenación administrativa en la España contemporánea: los orígenes de la actual Región uniprovincial de Murcia,
Murcia, 2004.
17  González Cavero, I., “Una revisión de la figura de Ibn Mardanish. Su alianza con el reino de Castilla y la oposición
frente a los almohades”, Miscelánea Medieval Murciana, XXXI, 2007, pp. 95-110.
18  Monografía clave y clásica sobre los repartos previos e incorporación definitiva del territorio murciano al dominio cristiano
es la de Torres Fontes, J., La reconquista de Murcia en 1266 por Jaime I de Aragón, Murcia, 1987.

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Juan Francisco Jiménez Alcázar

me estoy refiriendo a demarcaciones que quedaron integradas en el reino de Murcia tras su delimitación
a través del obispado de Cartagena, leamos las tierras manchegas al norte de la Cuenca segureña. Con lo
cual, se puede comprobar que ese reino era un territorio en descomposición política que estaba siendo
reventado tanto desde el interior como desde el exterior.

3. El nacimiento del reino de Murcia cristiano

El asiento cristiano (castellano-aragonés) en las tierras del Sureste peninsular se llevará a cabo a
través de un proceso lento, largo y complejo, donde incidirán tal cantidad de factores y elementos, que
no habrá una definición territorial clara hasta los finales del XV, y si incluimos el asunto del obispado
oriolano, hasta medio siglo después.
De forma indudable, existe lo que denomino un “desasosiego territorial”, con la apropiación
mental de comarcas que, por su cercanía o por sus lazos históricos tan profundos, se tiende a confundir
con zonas eminentemente murcianas, caso del sur albacetense, zonas levantinas de la provincia de Almería
y Granada o la propia Vega Baja; este último caso es si cabe mucho más claro para lo que acabo de
mencionar. Raro es el caso que cualquier conversación con alguien que acaba de identificar a Orihuela
como murciana, tanto del interior de este territorio como de fuera (es evidente que no me refiero en
ningún caso a nadie procedente de Alicante o de la Comunidad Valenciana), terminan zanjando el error
con un escueto pero contundente: «Como si fuera de Murcia...». Y nada más lejos de la realidad.
Hace algunos años, en el desarrollo de una conferencia en la vecina provincia alicantina ya aludí
a ese concepto, a través de la confusión que representa la identificación de una idea de territorio más o
menos compacto. Las causas son diversas, pues hay que contar con el desgajamiento muy importante de
las tierras bajas del Segura tras el arbitrio de Torrellas (1304) y la proyección natural hacia las comarcas
orientales andaluzas, en esos años bajomedievales zanjada por la fijación fronteriza entre castellanos y
nazaríes; en este mismo sentido, apostilla el hecho la reconquista granadina de Huéscar y Cúllar y la salida
del control vasallático de las tierras del Almanzora tras la intervención meriní. Este último factor no es
menudo, tanto en cuanto el poder central castellano indujo desde un primer momento el control por
parte de la ciudad de Lorca de su extensa área de influencia con un privilegio de futuras conquistas en el
sector19.
Pero hagamos un breve replanteamiento de todo ese proceso de estructuración territorial. En los
inicios de la década de 1240, con Córdoba en manos de Fernando III de Castilla y León desde 1236 y
cerrando el cerco sobre Jaén, la Corona castellana ya controlaba algunas guarniciones de lo que terminó
siendo reino de Murcia; sigo refiriéndome a enclaves de la zona norte (Chinchilla, Albacete, Hellín, Yeste,
Hornos…). Cabe cuestionarse en estos momentos cuál era el elemento clave para el asiento cristiano. Sin
duda alguna lo fue la restauración de la sede obispal de Cartagena, factor al que ya me he referido con
anterioridad. El obispado definía unas tierras concretas, unos límites que englobaban comarcas, ciudades,
villas y, por extenso, almas. Fue la referencia territorial más definitiva de las tierras recién conquistadas
hasta que la implantación de una nueva institución de gobierno y control de carácter supra-concejil
concretó el dominio de la Corona castellana; el punto y seguido fue el establecimiento del Adelantamiento
Mayor del Reino de Murcia20, lo que terminó por dibujar unos umbrales de jurisdicción que sirvieron para

19  Documento ya transcrito por F. Cánovas Cobeño (Historia de la ciudad de Lorca, Murcia, 1890, p. 194, reimpr.
facs. 1980), y recuperado por el profesor Torres Fontes en el tercer volumen de la «Colección de Documentos para la
Historia del Reino de Murcia» (codom), titulado Fueros y privilegios de Alfonso X el Sabio al Reino de Murcia (Murcia, 1973,
p. 122), en el Repartimiento de Lorca (Murcia, edición de 1977, p. 75) y de forma reciente en el compendio alfonsí aparecido en
2008 (Documentos de Alfonso X el Sabio, asimismo integrado en los codom, 221). Referí la importancia de este documento,
y en el mismo sentido en el que abogo ahora, en Lorca: ciudad y término (ss. XIII-XVI), p. 112.
20  Refiero al estudio de J. Torres Fontes sobre los adelantados del siglo XIII, publicado en Fueros y privilegios…,

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IDENTIFICACIÓN E IDENTIDAD EN EL DESARROLLO DE ...

identificar unas tierras de forma inequívoca. El reino era todo lo que competía a la justicia del adelantado
mayor, designado por el monarca. El hecho se explica por su propio carácter definitorio como institución;
el fondo de competencia judicial precisaba de manera inherente de unos límites bien establecidos para
ejercer su dictamen y poder.
La apertura de los procesos de repoblación, incluso antes de la revuelta mudéjar, y su desarrollo a lo
largo de décadas, atrajo individuos (con sus familias) procedentes básicamente de Castilla, de los diferentes
territorios de la Corona catalano-aragonesa y de manera más puntual de Navarra. Es evidente que en un
principio no existió ningún tipo de sentimiento directo de identificación territorial al margen de la propia
tierra caída en suerte y, como mucho, con la población (o concejo) en la que se ubicaba el repoblador.
Tras algunas décadas esa asociación se comenzó a gestar, justo en el momento de la intervención de Jaime
II en el reino de Murcia. Esos recursos de identificación y de identidad se van a poner de manifiesto
precisamente con esa acción bélica aragonesa al Sur de Biar.
El tratado de Almizra, firmado entre Fernando III y Jaime I en 1244, había supuesto una delimitación
más o menos clara entre ambos reinos, cuyas huestes habían confluido en las zonas septentrionales de la
Cuenca del Segura. Se había respetado más o menos el acuerdo de Cazola de hacía décadas, aunque esta
realidad tuvo más que ver con la contundencia de los hechos que con cualquier otro factor. La plaza de
Biar se configuraba como la referencia fronteriza entre ambas esferas políticas cristianas. De esta forma,
el rey aragonés veía el final de su proceso expansivo en la Península Ibérica. Ese reino de Murcia, ese
adelantamiento mayor, ese obispado de Cartagena, tenía en la década de 1270 un dibujo jurisdiccional
más o menos concreto. Y ese concepto no se perdió, tal y como he aludido anteriormente, hasta los
finales del periodo medieval, pues esa identificación del territorio en su conjunto “original” como reino
de Murcia no la olvidó ni tan siquiera Pedro IV cinco décadas después de Torrellas. Esto no era nuevo;
tampoco respondía a una política de imagen medida en contexto de guerra, pues con ello se convertía
en rey de una Murcia completa (de la misma manera que lo hacía Pedro I de Castilla). Se trataba de una
situación permanente de indefinición para las tierras meridionales del reino valenciano, aquellas que
habían quedado bajo patrimonio aragonés después del arbitrio de 1304. Ferrer i Mallol alude a diversos
ejemplos de esas referencias reales en las décadas posteriores al acuerdo, como la referencia recogida por
Muntaner al tiempo de relatar los preparativos para la expedición de conquista de Cerdeña en 1323,
donde el rey “ordonà qui ab lo senyor infant degués passar e d’Aragon, e del regne de València, e del regne de
Múrcia, e de Catalunya”21.
En el siglo XV hay un nuevo hecho que resulta tremendamente revelador; el ofrecimiento de
algún regidor murciano a la hora de entregar la ciudad al señorío de Alfonso V de Aragón tuvo la respuesta
contraria más contundente de la ciudad de Orihuela22, primero por evitar la absorción por parte del
contexto de un enclave mayor (como terminó sucediendo económicamente en el XVI-XVIII), y segundo
porque los oriolanos no querían perder una capitalidad que a buen seguro hubieran perdido en beneficio
de Murcia. En definitiva, se definía al reino de Murcia desde fuera de sus límites, es decir, Orihuela
definía a Murcia con su exclusión: los mojones del reino adquirían un sentido que nunca han llegado a
perder; ni tan siquiera hoy (se pueden contemplar en Beniel). Eran momentos complejos los del reinado
de Juan II en Castilla, y en Murcia se dilucidaba el liderazgo político en el seno del linaje Fajardo. En este
mismo sentido, y a colación de todo lo que vengo argumentando, la disolución de las fronteras oriolano-
murcianas con motivo de la generalidad de la guerra civil en el seno del territorio castellano, donde

capítulo introductorio. De forma reciente, ha aparecido una interesante reflexión sobre este tema realizada por B. Vázquez
Campos en su monografía Adelantados y lucha por el poder en el Reino de Murcia, Alcalá la Real, 2009, pp. 23 y ss.
21  Ferrer i Mallol, M. T., Organització i defensa d’un territori fronterer. La Governació d’Oriola en el segle XIV, Barcelona,
1988, p. 5.
22  Barrio Barrio, J. A. y Cabezuelo Pliego, J. V., “La defensa de los privilegios locales y la resistencia a la
centralización política en la gobernación de Orihuela”, Anales de la Universidad de Alicante. Historia Medieval, 13 (2000-2002),
pp. 9-42.

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Juan Francisco Jiménez Alcázar

Gómez Manrique como hermano de don Rodrigo, maestre santiaguista, Mosén Diego Fajardo, alcaide de
Abanilla, y Alonso Fajardo, alcaide de Lorca, como apoyos políticos y militares de los infantes de Aragón,
no hacía más que marcar una diferencia tras otra, bien por el apoyo bélico (lo que ocasionó protestas de
los de Orihuela23) bien por la definición de la propia jurisdicción del adelantado Pedro Fajardo.
Estos hechos se repiten cuando el ámbito era el aragonés. Volviendo a la intervención del Rey
Justo en el reino murciano en 1296, una de las primeras medidas fue la de erigir una Procuración General
del Reino de Murcia24, con un procurador al frente, claro está, y que estaba encargado directamente de
las operaciones militares y de la sistematización institucional precisa para la ocupación del territorio. En
este sentido, se repetía el modelo de configuración regional realizado en Valencia, aunque con diversas
salvedades y matizaciones graves que los hacen comparables sólo en este plano.
Un año atrás, la compactibilidad del reino había quedado demostrada con la formación de una
hermandad concejil, donde participaron las principales ciudades y villas, desde las fronterizas Lorca y
Mula hasta las situadas más al Norte como Orihuela25, y cuyo fin era el de defender el señorío real ante
la minoría de edad de Fernando IV. La entrada de las huestes aragonesas en 1296 abrió un proceso que
busca sus respuestas en el desarrollo de la repoblación llevado a cabo décadas atrás. La identidad en los
conquistadores aún se limitaba al reconocimiento del propio rey, bien del solar monárquico desde donde
partieron, bien de la establecida donde llegaron. Procede en este momento aludir a las palabras recogidas
en la Crónica de Fernando IV; para aludir a la presunta facilidad de la conquista aragonesa, el texto dice:
E por consejo de los de la tierra, que eran catalanes, diéronsele todas las villas e los castillos, salvo ende Lorca,
en que moraban castellanos e otrosi Alcalá [Puebla de Mula] e Mula26. Muntaner, por su parte, apoyaba la
cuestión con un fragmento que ha dado (y que dará) mucho que hablar: E con la dita ciutat hac presa,
poblà-la tota de catalans, e així mateix Oriola e Elx, e Alacant e Guardamar, Cartagènia e los altres llocs; sí que
siats certs que tots aquells qui en la dita ciutat de Múrcia e en los davant dits llocs, són vers catalans e parlen de
bell catalanesc del món, e són tots bons d’armes e de bons fets. Esta cita, que ha dado paso a interpretaciones
ciertamente temerarias del conjunto de los hechos y consecuencias posteriores27, de forma directa expone
una presunta realidad (aún queda mucho por confirmar o desmentir en este sentido, y que la investigación
futura de los registros de Cancillería dará sus pertinentes resultados de este particular). No entro en si
en las villas de Alicante y Orihuela28, e incluso en la capital murciana, había más castellanos o aragoneses
de procedencia natural, sino en la sensación existente y percibida por los contemporáneos al tiempo de
los acontecimientos. Si bien es cierto que la resistencia de Lorca durante cuatro largos años (de 1296 a la
Navidad de 1300), y la rebelión sostenida de Mula desde 1298 hasta el mismo momento de la firma de
Torrellas en 1304, sólo fueron posibles con un tejido social de naturaleza mayoritariamente castellana,
y respondería a los datos ofrecidos por el aludido e insigne medievalista para el caso lorquino29 como al
lógico proceso de repoblación muleña tras su conquista en 1244.

23  Bellot, Mosén P., Anales de Orihuela, Murcia, 2001, tomo I, p. 410.
24  Para la intervención aragonesa en el reino de Murcia a finales del XIII, véase la extensa colección documental publicada
por Estal, J. M. del, El Reino de Murcia bajo Aragón, I/1985, II/1990 y III/2000. Y en concreto sobre la instalación del
procurador general para Murcia, en Ferrer i Mallol, M.T., Entre la paz y la guerra. La Corona Catalano-aragonesa y
Castilla en la Baja Edad Media, Barcelona, 2005, p. 65.
25  Jiménez Alcázar, J. F., “La frontera occidental del reino de Murcia en el contexto de la intervención aragonesa:
defensa y repoblación (1270-1340)”, Anales de la Universidad de Alicante. Historia Medieval, 11 (1996-1997), pp. 231-232.
26  Ibídem, 233. También referí la nota en “La incorporación de Mula a la Corona de Castilla: de la conquista a la contienda
castellano-aragonesa de 1296-1304”, Murgetana, 18 (2008), p. 17, tanto en cuanto afectaba al núcleo muleño por la alusión
directa.
27  Como las obras de Garrido i Valls, J. D., Jaume I i el regne de Múrcia (Barcelona, 1997) y La conquesta del sud valencià
i Múrcia (Barcelona, 2002), y aun otras, en el ámbito de la filología igualmente un tanto discutibles.
28  Sobre la ciudad del Segura: Torres Fontes, J. y Veas Arteseros, F., “La procedencia de los repobladores en el
Repartimiento de Orihuela”, Miscelánea Medieval Murciana, XIII (1986), pp. 20 y ss.
29  Repartimiento de Lorca, Murcia, edic. 1994, XCIII.

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IDENTIFICACIÓN E IDENTIDAD EN EL DESARROLLO DE ...

La reordenación poblacional posterior a Torrellas-Elche terminó por asentar una frontera humana
que sí ayudó a que los individuos de ambos sectores se terminasen identificando con sus respectivas
Coronas, siempre con las oportunas reservas que hay que plantear en las zonas fronterizas de tan similares
culturas. Esta precisión es pertinente, ya que se trata de la fijación limítrofe con otro reino cristiano, que
de un día a otro pasó a soberanía distinta y que en ningún caso se podía comparar con la raya de Granada,
donde la identidad se correspondía más con el tipo de civilización cultural que se personifica, hablando
pues de Cristiandad e Islam.
Es indudable que el hallazgo, aparición o como queramos denominar el fenómeno mariano
montserratino en Orihuela en 1306 se correspondía con los deseos de buscar referentes, no sólo
iconográficos sino identificativos con los símbolos inherentes de lo que se desea pertenecer e integrar, en
este caso la Corona catalano-aragonesa. Reza la tradición oriolana que la Virgen de Montserrat apareció en
una oquedad en la falda de la montaña sobre la que se expandía la villa, justo dos años después del arbitrio
de Torrellas, conmemoración que se ha celebrado hace bien pocos años con todos los fastos pertinentes. Es
indudable que esa delimitación, llevada a cabo por factores exógenos al territorio murciano (identificado
en aquel momento como murciano castellano), derivó en que esa definición se realizase desde “el otro lado
de la frontera”, es decir, entraba en la concreción forzada por la política general e inducida por la actividad
puntual de las autoridades catalano-aragonesas; y se quiere, por las municipales del ya consell de Oriola.
Y fue precisamente en este momento, y a colación de lo aludido, cuando en estos primeros años
del XIV, la identificación era lo que pretendieron los monarcas conquistadores: el colono soldado con la
tierra que tenían que defender, es decir, el señorío indisoluble con el poder real. La tierra es del natural,
pero también es del señor natural, el rey; ende, el repoblador defenderá el señorío real, el territorio del
rey. Al fin y al cabo es lo que las ciudades y villas murcianas firmaron en la hermandad de 1295. Y aquí
es donde tiene éxito el primer paso en la génesis del proceso identificador territorial: la clarificación de la
alteridad, del otro, como elemento diferenciador respecto a lo que uno es. Y a lo que no es.

4. El reino de Murcia es castellano, y Murcia es su capital

Y así lo indican las fronteras marcadas al Norte después de Torrellas-Elche y al Sur por la presencia
de los granadinos. El Mediterráneo se comportaba ya, después de los fracasos marítimos alfonsíes, como
un abismo del que sólo se saldría con las intervenciones puntuales de Pedro I y Enrique III y el desarrollo
de la política expansiva peninsular desde los años finales del siglo XV.
La consolidación de un Adelantado Mayor del Reino de Murcia, unida de forma intrínseca a
su papel como líder militar de una demarcación fronteriza muy uniforme30, era ya un hecho. Esa
compactibilidad del territorio había quedado reafirmada con el nombramiento por parte del monarca
aragonés de un Procurador General del Reino de Murcia al tiempo de la intervención en 1296. Entonces,
si institucionalmente quedaba delimitado el reino de Murcia castellano… ¿sobre qué bases se sostuvo el
problema de la indefinición? De forma cierta no en el plano organizativo del sistema plurirregional de
Castilla, sino en el comportamiento tan quebradizo de sus resortes sociales y, en consecuencia, locales.
El proceso de asiento, ya castellano con exclusividad, en tierras del Reino de Murcia coincidió con los
desarrollos de abandono territorial general en Europa desde las décadas finales del siglo XIII, siendo
especialmente grave en estas tierras por la existencia de una frontera con Granada muy activa en el plano
militar y con las particularidades condiciones medioambientales que hacían muy complicada una vida
tranquila: plagas, sequía permanente, inundaciones puntuales muy agresivas, incendios, animales salvajes

30  En este sentido, B. Vázquez Campos hace hincapié en las competencias judiciales de los adelantados murcianos en su
pugna por el control efectivo del territorio en el primer siglo de ocupación cristiana (Adelantados y lucha por el poder…), más
que en el sustrato de la Capitanía Mayor de Guerra.

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Juan Francisco Jiménez Alcázar

(lobos), guerras, violencia, cautiverios, etc.31 Expongo que, junto a la presencia de importantes ciudades
desde muy antiguo y la no existencia de la capitalidad murciana, sobre lo que voy a incidir en estos
momentos, es muy posible que la comarcalización generada tras el refugio de la población a los entornos
de los puntos fortificados fuese el germen de la endeble idea de un espacio único murciano, reforzado
sobre todo por el tamiz del concepto de “lo local” decimonónico.
Uno de los pilares sobre los que aquellos historiadores escribieron en el periodo preautonómico
lo de que Murcia no tenía historia32 era la ausencia de una referencia clara en una gran ciudad sobre la
que girase la dinámica territorial, así como Valencia sí la tenía sobre sus tierras, generando la inexistencia
de conciencia regional ante la falta de punto de guía o de enclave modelo33. En este último caso, habría
mucho que discutir; diría incluso que contradecir, ya que la constitución de una Procuración General
para las tierras más allá de Jijona en 1327, con la definición final de la Gobernación oriolana en 1366,
no repercutió en que la ciudad valenciana fuese ese referente válido para la Vega Baja, por ejemplo. Pero
vayamos al comentario directo sobre el reino murciano. En el periodo bajomedieval y por lo menos
altomoderno no considero que esto fuese así. El propio Rey Sabio ya aludía en su testamento a que la
ciudad de Murcia era la cabeza del reino, conciencia que se tenía desde la propia capital cuando escribía
sus misivas, por ejemplo, a la vecina Orihuela. Pero vayamos a los hechos, que por su contundencia
destacan sobre las referencias de cartas o documentos. En los diversos núcleos de aquel reino de Murcia
incorporado a las estructuras castellanas existió un deseo de identificación (que no de identidad) con
la capital del Adelantamiento a través de la repetición de modelos sociales, por no hablar del referente
económico que la ciudad de Murcia fue para el sostenimiento en hombres, dinero y aprovisionamiento
de productos a una demarcación eminentemente fronteriza. Cuando las autoridades murcianas enviaban
bastimentos y soldados a la posición más avanzada de la demarcación frente a la Granada nazarí, la villa
de Lorca, lo hacían como responsables últimos del sector y por propios intereses, sin duda. Es muy similar
a las peticiones de las autoridades murcianas a las de Orihuela en el siglo XV para el sostenimiento del
sistema de escuchas y atalayas ante una inminente cabalgada de los nazaríes, según habían expuesto los
espías34. Pero la cuestión queda más clara cuando eran los regidores lorquinos quienes reclamaban el
auxilio a su ciudad-base fronteriza, que era Murcia. Como gran excepción del reino, era a lo que aspiraban
el resto de ciudad y villas de la demarcación para copiar y acomodarse. ¿Había peso específico de la
capital en el resto del reino? Pues sí, sin duda alguna. Y la causa principal había que buscarla en la nueva
configuración espacial del territorio tras los fracasos de los proyectos repobladores. El abandono de lugares
diversos y dispersos por la geografía del Sureste hizo que el panorama del reino de Murcia a mitad del
siglo XIV fuese la de un archipiélago de villas ubicadas entre inmensos desiertos de monte mediterráneo35.
Estas villas buscaban afanosamente (y casi por propia supervivencia) el referente, el modelo, el soporte…
un elemento que les permitiese guardar un atisbo de esperanza para tiempos de crisis, tanto por los
refuerzos militares como por el socorro de vituallas llegado el caso; y esto, de manera independiente a la
pertenencia al patrimonio señorial o real. Fue cuando se vertebró la red con la cabeza rectora de Murcia
como capital, con Lorca como clave militar del reino frente a Granada (referencia fronteriza para las villas
segureñas del Norte, como Caravaca36, y para la propia Corona, pues no en vano era junto con Tarifa los
puntos de marcación para la totalidad de la linde), Mula como salvaguarda y/o amenaza sobre la ciudad

31  Fueron esos “enemigos del hombre” a los que se refiere J. Torres Fontes en su colección de trabajos publicados en la revista
Murgetana, y que aparecieron compendiados en Estampas medievales, Murcia, 1988, pp. 363-441.
32  Nota 12.
33  Pérez Picazo, M.T.; Lemeunier, G. y Chacón Jiménez, F, op. cit., p. 11.
34  Bellot, Mosén P., op. cit., pp. 362-363.
35  En este sentido, es muy interesante el paisaje descrito por J. Torres Fontes y C. Torres Suárez en “El campo
de Lorca en la primera mitad del siglo XIV”, Miscelánea Medieval Murciana, XI (1984), pp. 155-176.
36  Como la solicitud de información solicitada por la villa santiaguista a Lorca en 1463 ante una duda de legalidad fronteriza.
Archivo Municipal de Lorca. Registro de correspondencia 1463-64, fol. 8r.

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IDENTIFICACIÓN E IDENTIDAD EN EL DESARROLLO DE ...

del Segura, los núcleos mudéjares de Ricote como bolsas aisladas de la dinámica social (que no económica
ni institucional) del reino, la costa como elemento marginal, y el Noroeste viviendo con un ojo en la
frontera y otro en la gran célula señorial de la Sierra de Segura. Castilla quedaba lejos y la solución de
los problemas pasaba por la respuesta rápida a las cuestiones planteadas de forma inmediata: ésa es la
explicación al carácter militar del Adelantamiento, pues no se podía esperar ni ayuda inmediata desde la
Vieja Castilla (los acontecimientos de 1296-1300 fueron un buen ejemplo) y la rapidez de reflejos en un
ámbito tan hostil era básico para la supervivencia. En pocos lugares del reino castellano tenía tanto sentido
el adelantado mayor ajustado al espíritu que lo generó. Y precisamente su poder global terminó por
condicionar la unicidad del territorio murciano y la patrimonialización del oficio en un linaje, asumido
como factor determinante y casi inevitable del cargo. La implantación de los corregidores será la solución
hallada desde la Corona, pero ya a finales del XV, y que expondré más adelante.
La identificación del territorio era cuestión de tiempo desde el mismo momento en que la capital,
la gran ciudad, aquella que representaba el lugar de referencia para el resto de aldeas, villas y ciudades del
distrito político (el adelantamiento del reino de Murcia), se convertía en el elemento clave para el dominio
de esa misma demarcación. Hablo de la intervención interesada de la Corona castellana en este sentido
a partir del siglo XIV, que no antes. En el siglo XIII, el Rey Sabio generó la mesa maestral de la Orden
de Santa María de España en Cartagena37 y (escusas por este ejercicio puntual de Historia virtual) si no
es por las debacles en Moclín y Algeciras y la inclusión en la orden santiaguista del capital humano de la
Orden de la Estrella, no sabemos qué futuro le hubiese deparado a la empresa alfonsí. La articulación en
más puntos de referencia que no fuese exclusivamente el de la capital hubiera deparado en una concepción
territorial distinta, igual de única, pero diferente. El abandono de las iniciativas mediterráneas a lo largo
del periodo bajomedieval, o si acaso, la espalda dada por reino y reyes a los asuntos mediterráneos hasta
las postrimerías del XV, hizo que la concentración en la gran ciudad, Murcia, fuese más acusada, en
tanto que se convertía ya en el XIV en el gozne del control castellano sobre la cuña que suponía el reino
murciano entre Aragón y Granada. La ocasión del enfrentamiento con los aragoneses durante la conocida
como Guerra de los Dos Pedros abrió una perspectiva distinta al conjunto del reino murciano, en tanto
que se tenía en cuenta la disponibilidad no sólo de las huestes concejiles (guerra por tierra) sino del
hostigamiento por mar (puerto de Cartagena). Sólo fue una ilusión coyuntural.
Pero ese momento fue la antesala que anunciaba un nuevo despegue histórico para los fechos allend
mar, tal y como los conocía el Rey Sabio. No sólo se comenzó a reocupar alguna de las zonas abandonadas
(de forma tímida en el entorno de las vegas ya irrigadas o en los anejos a nacimientos y afloramientos
hídricos –caso de Coy o Campo Nubla–), sino que la costa vio crecer la actividad portuaria en Cartagena
y desde principios del XV en un puerto situado al Sur de la dársena cartagenera, aunque inserto al Norte
del alfoz lorquino, el de Mazarrón, donde se documentan operaciones de embarque cerealístico ya en
la década de 142038. La explotación del yacimiento de alumbre en sus inmediaciones a partir de 146239,
con la concesión enriqueña al marqués de Villena y su inmediata compartición con la Casa principal de
los Fajardo, la de los adelantados en la persona de don Pedro Fajardo Quesada, hizo el resto. De repente
(aunque el proceso fue de décadas, como ya he expuesto), el reino de Murcia era algo más que una
demarcación fronteriza estrecha de tres umbrales y con una referencia urbana concreta. Pero no mucho
más. La verdadera alteración llegó en la última década del siglo XV.
Una vez que los Reyes Católicos lograron imponer la política permanente de corregidores, este
delegado real hubiera representado un buen elemento aglutinador y vertebrador del territorio, en tanto
que su nombramiento era de Murcia y Lorca. Pero en esos momentos, finales de la década de 1470 y

37  Torres Fontes, J., “La Orden de Santa María de España y el Maestre de Cartagena”, Murgetana, X (1957), pp. 95-
102; “La Orden de Santa María de España”, Miscelánea Medieval Murciana, 3 (1977), 73-118, y “La Orden de Santa María de
España”, Anuario de Estudios Medievales, 11 (1981), pp. 795-821.
38  Archivo del Reino de Valencia. Real Cancillería. Registro 35, fols. 113r.-v.
39  Franco Silva, A., El alumbre del reino de Murcia: una historia de ambición, intrigas, riqueza y poder, Murcia, 1996.

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Juan Francisco Jiménez Alcázar

comienzos de los 80, Cartagena pertenecía al patrimonio de la Casa de Fajardo liderada en 1483 por
don Juan Chacón. El constructo pareció funcionar bien, básicamente porque la Guerra de Granada trajo
consigo el nombramiento de un Capitán Mayor para el Reino de Murcia, don Juan de Benavides, señor
de Jabalquinto, separando así las competencias militares del adelantado, y del sostenimiento del sistema
de corregidores (prorrogados de manera continua) que asumía el ejercicio de la justicia. En realidad, se
trató de una maniobra de los monarcas para contrarrestar el poder manifiesto del oficio de adelantado
en beneficio de la Corona, pero adelantado, en sentido literal, pues se completaba el ardid con que la
persona que ocupaba el cargo era un afecto a la causa isabelina desde el comienzo del enfrentamiento por
la sucesión castellana, un Chacón. La territorialidad murciana quedaba sistematizada así en el eje Murcia-
Lorca, con el apoyo además de las órdenes asentadas en el reino una vez que los maestrazgos recayeron
en las personas de los monarcas. Pues todo este artilugio institucional se terminó de perfeccionar con la
ocasión abierta tras la muerte de don Juan Chacón en 1503 y la designación del cargo de adelantado, según
voluntad real, de su hijo don Pedro Fajardo Chacón, futuro marqués de los Vélez. Los Reyes cambiaron la
ciudad costera por los señoríos de los Vélez, Portilla y Las Cuevas, en el oriente del reino de Granada, al de
Fajardo, reintegrando Cartagena en el señorío real40; su incorporación al realengo murciano amplió la base
estructural de la dimensión única del reino, pues el corregimiento sería a partir de entonces compartido
por las tres ciudades. Las tres bases de ese esquema repercutió directamente en que el centralismo urbanita
de la capital quedó mermado, tanto en cuanto se asumía el territorio como un sistema institucional más
complicado. A partir del XVI esa perspectiva abundó en la dispersión conceptual del territorio como un
hecho más o menos compacto: la importancia estratégica de Cartagena y la apertura del Camino Real
hacia el Poniente, hicieron que la ciudad costera y Lorca pudieran soltar lastre del peso de la capital
murciana. La realidad marchó por una senda paralela, tanto en cuanto la gravedad económica y social de
Murcia terminó por hacerse presente de manera obstinada una y otra vez, bien con ocasión de asumir el
patrón de los poderes locales para la totalidad de núcleos del reino como por centralizar el ámbito de los
negocios regionales, donde los genoveses tuvieron un papel muy importante.
Es evidente que este resultado de sedes simultáneas no era nuevo, siendo incluso un recurso
utilizado en el reino de Granada para todo el oriente incluyendo las antiguas ta’as levantinas41, pero que
llegó al virtuosismo con la estructuración del nuevo corregimiento de Villena-Yecla-Almansa (situadas hoy
en tres provincias distintas) tras su incorporación al patrimonio real después de la Guerra del Marquesado
(1476-1479)42.
De forma indudable, esta articulación también nos revela la concentración simbólica espacial
de la ciudad de Murcia con respecto a su territorio circundante, leamos su reino. Toda esa organización
territorial se vertebra con su capital, básicamente porque el corregidor titular, de manera cotidiana residía
en Murcia, y en las otras dos ciudades, Lorca y Cartagena, con la excepción de tener que hacer algo
concreto, permanecían en su nombre sendos alcaldes mayores como lugartenientes de corregidor. Las
intervenciones en los presidios norteafricanos contribuyeron a aumentar las visitas a la ciudad costera, y
a Lorca las revistas tenía que llevarlas a cabo para aplacar el complejo ambiente socio-político del núcleo
una vez acabó la guerra de Granada; excepcional el comentario que el corregidor Bernardino de Meneses
hizo en 1516 al regimiento lorquino cuando su lugarteniente se vio incapaz de controlar la situación: los

40  Torres Fontes, J., “La reincorporación de Cartagena a la Corona de Castilla”, Anuario de Historia del Derecho
Español, L (1980), pp. 327-352.
41  Grima Cervantes, J., “El corregimiento de Vera-Baza antes del año 1500”, Roel, 7-8 (1986-87), pp. 55-82. Lo
incluyó también en su libro recopilatorio Almería y el Reino de Granada en los inicios de la Modernidad (ss. XV-XVI), Granada,
1994.
42  Además del clásico trabajo de J. Torres Fontes sobre este tema (“La conquista del marquesado de Villena en el
reinado de los Reyes Católicos”, Hispania, 50 (1953), 37-151, contamos con la monografía de Ortuño Molina, J.,
Realengo y señorío en el Marquesado de Villena. Organización económica y social en tierras castellanas a finales de la Edad Media
(1475-1530), Murcia, 2005, magnífico estudio que cubre suficientemente el plano septentrional del antiguo reino de Murcia
y las implicaciones señoriales de los Pacheco.

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IDENTIFICACIÓN E IDENTIDAD EN EL DESARROLLO DE ...

veçinos della son tan revoltosos e desasosegados que es menester que sea muy buena persona el que aqui oviere
de estar43. Las razones de la permanencia más continua en la capital eran obvias, pues desde ahí se tenía la
noción de controlar la totalidad del reino, pero es interesante apuntar que este proceso comienza desde el
mismo momento de la conquista en el siglo XIII, cuando el propio obispo no ocupa la sede cartaginense
en la ciudad que le da nombre a la diócesis y permaneció en Murcia.
Era la que tenía más dinero, la que tenía más hombres, la que tenía mayor poder político, es decir,
voto en Cortes. Esto que puede parecer una obviedad se justifica por todas las acciones que he aludido
en el párrafo anterior. Además es un hecho reconocido desde el mismo momento de la conquista. El
infante don Alfonso pactó en Alcaraz en 1243 la entrega del reino, donde se suponía que la totalidad de
un territorio aún sin definir capitulaba a los castellanos, aunque sabemos que no fue así por la incapacidad
militar para obligar al conjunto de tierras del Sureste a aceptar el acuerdo de protectorado. Y vendría a ser
el caso paralelo de 1296 y Jaime II.
Todas las maniobras políticas fueron encaminadas a controlar la capital. Don Juan Manuel
buscó de forma incansable ese logro, de ahí también la respuesta de Alfonso XI constituyendo el sistema
de regimiento para la capital de forma muy temprana. El aristócrata dominaba ampliamente el reino,
incluidos determinados señoríos en su seno, como Cartagena por compra en 1313, y Lorca como rehén,
en una situación peculiar tras el acuerdo fallido con el rey. No consiguió gobernar de manera efectiva en
Murcia, ya que además era la gran baza política del monarca castellano para dominar el reino (insisto en
la idea), y que el de Manuel terminó por aceptar una inclusión en el proyecto monárquico sin que pudiese
completar sus ambiciones. La pugna entre Manueles y Fajardos tenía a la ciudad de Murcia como la
clave para la victoria, aun cuando Alonso Yáñez Fajardo dominaba ampliamente el sector fronterizo, con
Mula y Lorca como grandes bastiones, y los Manuel con parte de Murcia y apoyo oriolano. El ascenso
de Alonso Yáñez Fajardo II, con la consecución de la villa de Mula como puerta de acceso a la capital,
se basó también en el abrazo político de la ciudad. O también el acoso de Alonso Fajardo el Bravo o el
Malo, alcaide de Lorca, cuyo mayor éxito fue ser nombrado regidor de Murcia (de forma extraordinaria
y fuera de todo reglamento) y Capitán Mayor de Guerra. Y un caso similar fue el de don Pedro Fajardo
y Quesada, vencedor en la guerra civil y que pudo permitirse el lujo de dedicarse al resto del reino una
vez tenía en Murcia a su principal sostén de poder económico, social y político. El nombramiento del
corregidor para Murcia en 147844 iba dirigida a restar poder al adelantado en la capital, tal y como ya lo
había hecho la Corona en tiempos de Enrique III. Y lo más representativo: el perdón que el rey Fernando
el Católico le ofreció a don Pedro Fajardo Chacón, que será primer marqués de los Vélez en 1507, para
que recondujese la situación política abierta tras la muerte de doña Isabel y de Felipe el Hermoso. Había
sido expulsado en último año de la vida de la reina Católica por la intervención del impetuoso político en
el conflicto con Orihuela y el arrastramiento por las calles de Martín de Selva, deán catedral. Su destierro
definitivo tras los sucesos de Comunidades en 1521 hizo que sólo se pudiese acercar a su señorío de
Molina, pero que repercutió en el dominio real de todo el territorio, ya inserto en la empresa imperial y
formando parte indisoluble de la Monarquía Hispánica.

5. La identidad murciana

Pero claro, la identidad es otra cosa, como ya sabemos. En esa cualidad distintiva respecto a lo que
rodea el elemento en cuestión, se añade la conciencia que se tiene de sí mismo, bien sea persona o ente. No
se buscan las propiedades, se tienen (o se supone o sospecha que se tienen). De esa percepción extraemos la
idea de que la identidad territorial sea más precisa y más permanente que la identificación; de hecho llega

43  Archivo Municipal de Lorca. Act. cap. 1516-17, sesión 14 de octubre de 1516, fols. 35r.-36r.
44  Torres Fontes, J., Don Pedro Fajardo, adelantado mayor del reino de Murcia, Madrid, 1953, p. 182.

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Juan Francisco Jiménez Alcázar

hasta los tiempos actuales. Es normal que ante todo lo que acabo de exponer plantee la cuestión de si existe
o no un centralismo murciano, encubierto o no, respecto a la totalidad del territorio. Este debate tiene
más de terapia de grupo que de discusión académica, pero expongo una anécdota altamente clarificadora
y significativa. Desde la capital todos los fenómenos se contemplan de diversa manera, de eso no cabe
duda, y los sucesos acaecidos en los diferentes núcleos que componen el conjunto de villas y ciudades
del reino serán contemplados como algo tangencial a lo que transcurría en la propia capital. Únicamente
se centraba el objetivo en algún lugar concreto cuando incidía directamente en los acontecimientos
potenciales sufridos por los vecinos de la ciudad de Murcia, caso de las internadas granadinas (interesaba
las informaciones de Caravaca, Mula y sobre todo Lorca), o de las noticias procedentes de epidemias
(saber desde dónde procedían) o de casos puntuales (la situación de la encomienda santiaguista de Cieza
en el Domingo de Resurrección de 1477 tenía un calado concreto, debido a que se trató de la cabalgada
de Abu-l-Hasán, donde fueron cautivados la mayor parte de los pobladores ciezanos).
Pues esa misma perspectiva es la que tenía el lcdo. Francisco de Cascales al tiempo de escribir su
obra cumbre: Discursos históricos de la ciudad de Murcia y su reino, en 162145. Pero su reino sólo aparece
cuando los sucesos coinciden o repercuten indefectiblemente en la capital. Pensemos que se trata de un
gran volumen justificador de la posición de poder social de la nobleza murciana de la ciudad de Murcia:
dedicado está, como era costumbre en este tipo de obras, a la Casa de Fajardo. Cartagena46 tendrá su
opúsculo y Lorca47 lo publicará un siglo después, con diferente origen y autoría pero con similar resultado,
y Jumilla48 aún más tarde, pero más matizado ya; nos situamos en 1800.
No obstante, las identificaciones territoriales con carácter exógeno, del contorno más inmediato
además, se alteraban por las referencias más cercanas, que absorbían la totalidad de la demarcación. No
es que se confundiese la parte con el todo, sino que el referente era tan claro y preciso que no hacía falta
otro señalamiento, otra identificación. Dos casos, ambos situados en los años postreros bajomedievales.
El primero lo localizamos en uno de los acuerdos del concejo de Vera, ya establecido como tal, en 1496.
Aludía el escribano al reino de Lorca para referirse a tierras situadas más allá de los mojones del reino en el
Norte49. Para los repobladores veratenses, lorquinos de procedencia en su mayor parte, la guía era Lorca,
no Murcia, aplicando en este sentido el principio físico de que la distancia influye de forma determinante
sobre la masa en el ámbito de la gravitación. No se trataba de un caso de confusión territorial, sino de la
realidad de que la ciudad del Segura quedaba muy lejos y la del Guadalentín ejercía un influjo de primera
magnitud desde el mismo año de la conquista de Vera, 1488.

6. La identificación política

En un segundo estadio del proceso de identidad y sostenimiento de la memoria histórica del


periodo medieval, cabe aludir a la identificación política, que será la razón última del éxito o fracaso en las
acciones de supervivencia familiar. En una palabra, se trata de la destreza social, o habilidad o incapacidad
de sortear obstáculos en la captación (acaparamiento) de poder social por parte de los diversos linajes.
Hay que referirse a los sucesos concretos en el seno del reino de Murcia, que tienen su
correspondiente en el resto del territorio castellano y, por extensión, peninsular. Las posturas políticas,
arrancando desde la guerra civil de los últimos años del gobierno alfonsí hasta las adscripción a Sotos
y Riquelmes en las primeras décadas del XVI, encontraban un eco concreto en la identificación de

45  Aparecida en ese año, fue reeditada sucesivamente hasta que en fechas recientes ha tenido reimpresiones facsímiles, editadas
por la Real Academia Alfonso X el Sabio, donde se incluyen unos útiles índices de todo tipo.
46  Cascales, F., Discurso de la ciudad de Cartagena…, Valencia, 1598. Reimp. facs. y estudio en 1998.
47  Morote, Fr. P., op. cit. Nota 7.
48  Lozano, J., Historia antigua y moderna de Jumilla, Murcia, 1800 (reimp. facs. 1976).
49  Archivo Municipal de Vera. Libro 1A, fol. 23r.

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IDENTIFICACIÓN E IDENTIDAD EN EL DESARROLLO DE ...

determinadas familias con los destinos del linaje guía. La razón hay que buscarla en la opción política
escogida, aquella que reflejaba la identidad familiar, la establecida por el grupo.
Recapitulemos. La identidad: lo que era («soy regidor»). La identificación; lo que hace ser («soy
descendiente de…» y que identifica para los demás, linaje y servicios de miembros del linaje). Y en un
momento determinado, se confundían y asimilaban en un sólo hecho: «soy regidor porque soy descendiente
de...». Ésta fue la clave para entender todo el sistema de poder social en la Baja Edad Media peninsular y en
la Modernidad. Pero el interés específico llegado este punto es el grado de identificación que podía tener el
común. Nos tendríamos que acercar más hacia nuestros días, hacia el XVII, para que la ciudad fuese algo
identificable con la familia como un matiz de prurito. Lógicamente hablamos de familias que hallaron su
verdadera dimensión de poder social muy tarde. En este sentido, el periodo bajomedieval fue modelo para
esa identificación, pues el asiento repoblador reconocía la procedencia de los nuevos vecinos, generando
apellidos (sorianos, navarros, de Tudela, etc.), y la estabilización producía en escasos años el origen de un
sobreapellido (por ejemplo, los Jiménez de Lorca, enfrentados al obispo de Cartagena en la década de
128050, y alineados con los aragoneses en la guerra de finales de siglo51). Este hecho es general, dándose el
caso de los gobiernos italianos sobre las comunas bajomedievales, donde apellidos han ido tan apegados a
esa historia que son indisolubles lugar y apellido: Médicis-Florencia, Sforza-Milán o Este-Ferrara.
Pero eran casos de poderosos. Era por tanto, una respuesta acorde y en referencia a las familias
grandes y que a partir del siglo XV fue el linaje patrón murciano, el de los Fajardo, y más en concreto el
de la rama de los adelantados, pero que pronto se va a desvincular del concepto regional52. Hay que pensar
que una vez realizó y asentó el extenso señorío jurisdiccional sobre buena parte del territorio almeriense53,
para el primer marqués de los Vélez, don Pedro Fajardo Chacón, las fronteras eran cuestión baladí y etérea,
e incluso le eran útiles en determinados momentos para eludir acciones judiciales de los delegados reales
en beneficio de vasallos suyos o de clientes, pongamos por caso y ejemplo, los años posteriores a los sucesos
de Comunidades con Vélez Blanco y la totalidad del reino de Murcia. Sería incluso una cuestión de debate
el hecho de que considerase el conflicto con Orihuela como de “orden interno”, y al arrastre por las calles
del deán Martín de Selva me remito.
En este sentido, y quien tenía más claro el carácter territorial de Murcia reino y linaje Fajardo era
la Corona. En la acción de Fernando el Católico, individuo inigualable tanto en perspectiva política como
en habilidad sinuosa con la aristocracia peninsular, hay que ver esa realidad; el destierro del adelantado
del reino de Murcia en 1503, fue levantado por el monarca una vez hubo fallecido doña Isabel54. La causa
había que buscarla en los complejos sucesos de 1505-06, y donde el rey era consciente de que el de Fajardo
era el único que podía controlar de forma efectiva el reino a través de su extensa, poderosa y estable red
clientelar entre el poder local de las villas del reino. Los tercos acontecimientos demostraron que la medida
fue acertada si lo que se pretendía era que en la demarcación murciana no hubiese disturbio alguno. Sí que
era una situación extraordinaria, y a la muerte del rey Felipe, el adelantado asumió las varas de la justicia
de las tres grandes ciudades del reino (Murcia, Lorca y Cartagena)55, o lo que era lo mismo, controlaba el
resorte político regional.

50  La razón parece ser que estuvo basada en la explotación de unos molinos en 1285 en Murcia. Torres Fontes, J.,
Documentos de Sancho IV, codom iv, Murcia, 1977, passim.
51  Ferrer i Mallol, M.T., Entre la paz y la guerra..., p. 209.
52  Para el periodo medieval, sigue siendo una referencia el profuso estudio de J. Torres Fontes: “Los Fajardo en los siglos
XIV y XV”, Miscelánea Medieval Murciana, IV (1978), pp. 107-176. Y para el moderno, véase el compendio de Guillamón,
F., et alii, Gli Eroi Fassardi. Los Héroes Fajardos. Movilización social y memoria política en el Reino de Murcia (ss. XVI al XVIII),
Murcia, 2004, y también la edición por R.A. Rodríguez Pérez y J. Hernández Franco del Memorial de la
calidad y servicios de la Casa de Fajardo, marqueses de los Vélez. Obra inédita del genealogista Salazar y Castro, Murcia, 2008.
53  Franco Silva, A., El marquesado de los Vélez (siglo XIV-primera mitad del XVI), Murcia, 1995.
54  Owens, J.B., Rebelión, monarquía y oligarquía murciana en la época de Carlos V, Murcia, 1980, p. 144. El perdón de Dª
Juana en: Bosque Carceller, R., Murcia y los Reyes Católicos, Murcia, 1994, pp. 331-333.
55  Jiménez Alcázar, J.F., Un concejo de Castilla en la frontera de Granada: Lorca 1460-1521, Granada, 1997, p. 466.

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Juan Francisco Jiménez Alcázar

Sin embargo, en el caso de las familias más pequeñas, en los linajes bien consolidados bien en
formación, pero de carácter local, las directrices generales en Murcia reino y en todos los demás, era la
política matrimonial expansiva del núcleo referencia. Las familias casaban entre diversos puntos; en un
momento dado, los Carreño de Cehegín, los Leiva de Mula, los Ponce de León de Lorca… pero claro,
los Riquelme… ¿de Murcia? Sí, pero las ramificaciones harán que en el XVI-XVII, aquellos que tengan
que defender su hidalguía aludieran a las diversas raigambres. De hecho, esa procedencia, esa identidad,
va a ser reclamada y mencionada a la hora de asentar pretérito de poder social. Por ejemplo, los Martínez
Carrasco de Huéscar son los descendientes del capitán Juan Martínez, de Lorca, con privilegio de armas
por sus servicios en Italia56 con Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán. O los Balboa. Procedían
de Jumilla, que marcharon a Hellín, y de allí a Guadix, en pleno proceso repoblador, y con un efecto
rebote, a Baza y a Hellín otra vez57.
Y en este punto enlazo con el tercer estadio, que es el grado último de identificación, como lo
es la alusión al momento de la conquista, porque ése es el sustrato de la identidad: todos los linajes que
pudieron engarzaban su pasado con el de un miembro de la familia presente en los libros de repartimiento
e incluso más allá. Pongamos un ejemplo; Calvillo, linaje murciano de conocidas raíces y que incluso
llegó a generar un mayorazgo en fecha tan temprana (para el contexto murciano) como lo fue 1318 en
las Torres de Cotillas58, muy cerca de la capital, queda especificado así por el lcdo. Cascales: «Los Calvillos
traen su origen de Aragon. Son de los Cavalleros pobladores de esta Ciudad; y asi en el libro de la población a
foxas 28 se halla Miguel Perez Calvillo entre ellos»59. O los Ferrer: «Los de este apellido son naturales del Reyno
de Valencia, a donde siempre se ha sustentado esta casa con grande lustre y honra. Vinieron muchos con el Rey
Don Jayme el Conquistador a esta Ciudad de Murcia, y en ella quedaron no pocos heredados, como se ve por
el libro de Poblacion, a donde consta que entraron por Cavalleros Ramon Ferrer, fol. 3. Guillen Ferrer, fol. 20.
Bernad Ferrer, fol. 28. Arnaldo Ferrer, fol. 31. Arnal Ferrer, fol. 45»60.
Los Ponce de León, asentados en Lorca, plantean una diferencia con respecto a los anteriores
mencionados. Aluden a un entronque directo con don Pedro Ponce, repoblador y primer comendador de
los alcázares de Lorca en el periodo alfonsí61. Este personaje estaba emparentado con el propio rey a través
de una filiación remontada al tronco leonés, y que en el XVI era muy rentable relacionarlo con la Casa de
los marqueses de Cádiz62. En realidad, y siempre según la ascendencia recogida por el propio linaje y que
recogió Salazar y Castro, falta alguna generación para que encaje cronológicamente ese árbol genealógico.
Sí podemos mostrar que se situó junto al alcaide de Lorca durante la guerra civil de mediados del XV,
encontrándose un tal Juan Ponce entre el listado de perdonados por Enrique IV en 1458, y que se pudo
reubicar políticamente entre el regimiento lorquino en las décadas siguientes. Pero serán las maniobras por
la procuración de un pasado las que ofrezcan unos resultados más que aceptables cuando en la segunda
mitad del siglo XVI un miembro del linaje (Luis Ponce de León) generó un vínculo, sin duda alguna
sostenido por los servicios hechos por Alonso Ponce de León, el de la Velica, durante la guerra de Granada,
en el proceso de reforma municipal y sobre todo en los sucesos de Comunidades, quien al fin y al cabo
supuso el pilar cierto del despegue familiar en el núcleo lorquino.

56  AGS. Escribanía Mayor de Rentas. Mercedes y Privilegios. 386-56.


57  De estas migraciones pendulares tenemos muestras en diversos pleitos por hidalguía sobre la familia Balboa conservados en
el Archivo de la Real Chancillería granadina (ARChGr ).
58  Torres Fontes, J., El señorío de Cotillas en la Edad Media, Las Torres de Cotillas, 1985. El documento también se haya
recogido en el VI volumen de la Colección de Documentos para la Historia del Reino de Murcia, dedicado a los Documentos
de Alfonso XI, edición a cargo de F. Veas Arteseros, Murcia, 1997, pp. 20-22.
59  Cascales, F., op. cit., pp. 388-389.
60  Ibidem, 413-414.
61  Real Academia de la Historia. Colec. Salazar y Castro, D-29, fol. 214v.
62  Acerca de este linaje, son muy interesantes las investigaciones de Carriazo, J. L., “Dos siglos de estudios sobre los Ponce
de León”, H.I.D., 29 (2002), pp. 131-142; o La Casa de Arcos entre Sevilla y la frontera de Granada (1374-1474), Sevilla, 2004.

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IDENTIFICACIÓN E IDENTIDAD EN EL DESARROLLO DE ...

Esos inventos (manipulaciones, sin ambages) fueron habituales en la Europa Moderna63. Lo más
interesante de este fenómeno es que llegó a implicar en esas identificaciones con el pasado a grupos
completos, y no sólo a individuos o linajes particulares. En la villa de Mula fue toda una comunidad la
que generó un libro de repartimiento completo64. A comienzos del XVI (fecha aproximada) los linajes
conseguían realizar su sueño de arrostrar su posición social privilegiada al común de vecinos. Es decir:
se ubicaba un antepasado (ya sabemos que originado ex profeso) en el repartimiento, o en el libro de
población, tanto da, por lo que la universidad de muleños tendría que reconocer que la villa progresó
gracias al esfuerzo y servicio de aquellos primeros colonos-soldados. Era una mostración simple de que se
tenía el derecho de disfrutar el privilegio, la posición preponderante, y de que por el contrario, el resto de
vecinos y moradores el deber de reconocer ese hecho.
Ésta es la causa de la confección y exhibición de los escudos forjados como privilegios de armas,
y que se sacan a la calle, a las fachadas de los palacios, buscando no una identificación sino ya, en último
grado, una identidad interna (para el seno del grupo familiar) y externa (para la colectividad y resto de
competidores sociales).
Y ahí es donde está el límite, incluso temporal; es cuando el común asume ese pasado como
propio: se identifica con él y lo incorpora a su memoria histórica, aquella de la que sentirse orgulloso.
Los casos de Alonso Fajardo en Murcia y Miguel Lucas de Iranzo en Jaén, como personajes puros
gestados a la sombra de la frontera, son paralelos en ese sentido. Y no es por caudillaje, que en un momento
determinado y si el viento político cambiaba, ese común vecinal lo hacía de igual modo. Sin ir más lejos, en
1458, ante el cerco de Lorca por el adelantado Pedro Fajardo, la ciudad va a abandonar a su alcaide, aquél
que la había dirigido en batallas de gloriosa proyección histórica posterior, como la de los Alporchones
(1452). Él mismo se encargará de recordar sus gestas al rey en la conocida carta escrita desde su postrera
resistencia en la villa de Caravaca65. Tendrían que pasar décadas hasta que ese mismo común de vecinos,
instado además por los descendientes del maquiavélico Fajardo, recupere la memoria de ese personaje.
En una etapa posterior, el pueblo (entendido siempre como comunidad de vecinos y moradores) verá ese
pasado con admiración: será el orgullo de los sucesos de la ciudad y de sus convecinos. Voy a seguir el
ejemplo de la ciudad de Lorca por ser el más paradigmático de la región de Murcia, tal y como ha puesto
de manifiesto en más de una ocasión el hispanista G. Lemeunir: ciudad media que entra en decadencia en
los comienzos del XIX, aunque permaneciese como punto de referencia comarcal. Orihuela podría ser un
ejemplo paralelo, con las particularidades de una y otra en todos los planos.
En el siglo XVII, en un enfrentamiento del cuerpo concejil con el corregidor, éste les recriminó
que eran gente belicosa y de ánimos altivos, cosa que confirmaban los propios regidores, a lo que apostilló
el alférez mayor, Martín de Irurita: Porque el ser belicosos y altivos no es para hazer lo contrario de lo que tiene
referido para con los moros enemigos de la Santa Fe Catolica, que tanto años tuvo en estas fronteras del reino de
Granada, y con quien esta ciudad ha tenido tantas y felices victorias, como es notorio en que emplea el altivez
de los animos, guardada para aquellas ocasiones y para las que cada dia se ofrecen en la marina de esta ciudad
con los moros y otros enemigos que a ella acuden a infestar su costa66. Año 1625. El propio Lemeunier llegó a
titular un trabajo suyo utilizando estas palabras como ejemplo de los problemas del poder local en el reino
murciano durante la época moderna67.

63  Soria Mesa, E., El cambio inmóvil. Transformaciones y permanencias de una élite de poder (Córdoba, ss. XVI-XIX), Córdoba,
2000, y en particular “Genealogía y poder: invención de la memoria y ascenso social en la España Moderna”, Estudis: revista de
Historia Moderna, 30 (2004), pp. 21-56.
64  Jiménez Alcázar, J. F., “La incorporación de Mula a la Corona de Castilla...”.
65  Torres Fontes, J., Alonso el Bravo, Murcia, 2001 (1ª ed. 1944), pp. 116 y ss. Se encuentra en su apéndice documental
(pp. 228-230, doc. 51).
66  A.M.L. Act. cap. 1623-1626, sesión de 25 de julio de 1623, sin foliar.
67  Lemeunier, G., “Una gente belicosa y de ánimos altivos. Sobre los bandos murcianos en la época moderna”, en
Economía, sociedad y política en Murcia y Albacete (ss. XVI-XVIII), Murcia, 1990, pp. 267-296.

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Juan Francisco Jiménez Alcázar

Ciertamente es muy expresivo el fragmento transcrito. Pero es que existe todo un plan iconográfico
de cuadros que hoy día se conservan en el salón de protocolo municipal lorquino con las principales
batallas y jornadas. Ya he aludido al caso del intento de erección de una sede obispal, pero cuidado, este
hecho tenía un trasfondo más político que identificativo.
Y llegamos al siglo XIX, donde todo lo que vengo argumentando cae en un caldo de cultivo
excepcional, que es el desarrollo del “localismo” en su más pura versión. Es lo que consigue glorificar,
mecido por la cuna de la literatura romántica, la proyección más intrínseca de los contenidos de los
distintos pueblos participantes en este desarrollo. Como no se alineaba a ninguna ideología política, pudo
ser apadrinada por todos, desde eruditos a elementos eclesiásticos, y donde el documento desempeñó
un papel crucial, ya que aposentaba cualquier asunto del pasado que, bien pertrechado por una pátina
cientifista del momento, se constituía en la única verdad histórica68. Y de forma paralela y muy interesante
como proceso, si se comienza entonces a recuperar el periodo islámico es a partir del Romanticismo, algo
exclusivamente exótico. De la ciudad de Murcia hay ejemplos, incluso de Caravaca, pero nuevamente me
ciño al extraordinario desarrollo de autores locales lorquinos para observar uno de los detalles más claros.
La obra se titula La toma de Overa, de Jacobo Rubira, publicada en 1889. En ella se recogía la teatralización
de la conquista de la plaza nazarí en las operaciones de 1436 por una hueste castellana dirigida por Tomás
de Morata, descendiente de Martín de Morata, frontalero de Alfonso XI, procedente del linaje Martínez
de Luna, señores de Morata del Jiloca. Se abre el telón; aparecen dos guardas, dos velas, que conversan
acerca de la gesta del de Morata:

“-¡Vive Dios, lo que ha hecho Tomás de Morata, que ha escalado Overa, y ha matado
veinte moros…!”.

Al final del relato de uno de ellos, el compañero no tiene por menos que contestar:

“-Lorquino al fin”.

Digamos que es el grado alcanzado en este punto del localismo decimonónico, pues ahí es donde
se confundían identidad e identificación: identidad, es decir, soy, orgullo de ser local, e identificación,
leamos aquellos fueron héroes y dignos, nos identificamos entonces, con lo que se produce la simbiosis de
grupo. Y de ahí a poner nombres a calles, plazas y erigir monumentos sólo había un paso mínimo.
Pero en esta cuestión hay un hecho paralelo, y es el del deseo de la no identificación, aquél que
responde al anhelo de hacer desaparecer la identidad. Lógicamente me refiero a quien no quería que su
pasado esté en manos públicas, en una palabra, que se supiera. Me estoy refiriendo al caso más evidente,
el de los conversos de judío. Sobre este proceso hay mucha literatura escrita, pero me quiero ceñir al
particular desarrollo en el obispado de Cartagena, tanto en cuanto tuvo unas connotaciones específicas en
los primeros años de asiento inquisitorial. Existía una voluntad firme de realizar maniobras de ocultación
por parte de los individuos afectados, razón obvia a causa de la presión social, pero sin que se plasmase
en esos años de finales del XV un ahogamiento excesivo por parte de los inquisidores (aun no siendo tan
tardío como en el caso granadino). Vayamos con casos concretos. Después del decreto de expulsión de
1492, muchos judíos convertidos a cristianos marcharon desde el reino de Murcia a repoblar Granada.
Las condiciones eran óptimas, debido a las juderías existentes en las principales ciudades granadinas
desde época nazarí, teniendo constatación documental el caso bastetano69. Pero marcharon donde podían

68  Sobre este tema, es magnífica la introducción de J.L. Molina Martínez a la obra de Mención Sastre, J., ¡Lorca por
Castilla!, Lorca, s.a., publicada en 1888 y representada un año atrás, en el teatro local, precisamente el 23 de noviembre, día
donde la tradición ubicaba la conquista de Lorca por el infante don Alfonso.
69  López de Coca Castañer, J. E., “Judíos, judeoconversos y reconciliados en el reino de Granada a raíz de su
conquista”, en El Reino de Granada en la época de los Reyes Católicos, Granada, 1989, pp. 153-170.

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IDENTIFICACIÓN E IDENTIDAD EN EL DESARROLLO DE ...

comenzar de nuevo, sin pasado, y donde se diluían entre una mayoría de mudéjares vencidos; no olvidemos
que llegaban entonces como cristianos repobladores. En fecha tan temprana como 1494, no existía la
posibilidad excesiva de ocultación para zonas muy cercanas a los lugares de origen o para lugares donde
la población controlaba perfectamente ese pasado inmediato. Tenemos el caso de Bartolomé Mellado,
que llegó a ser administrador de los bienes de María de Moncada, segunda esposa de Gómez Fajardo,
primogénito de Alonso Fajardo y heredado en Vera y Mojácar por los excelentes servicios a los Reyes
Católicos70. En el citado año, en un pleito sobre la vigencia de un privilegio para los vecinos de Lorca sobre
el diezmo y medio diezmo de lo morisco y almojarifazgo, en un pleito abierto con la Corona directamente,
el de Mellado testificó que los lorquinos no pagaban tales tasas. A la pregunta obligada de cómo lo podía
saber, el documento recoge lo siguiente:

“Preguntado como lo sabe, dixo que porque este testigo seyendo judio bivio en la juderia
que en la dicha çibdad avia, y el y otro su hermano pusieron por el dicho puerto de la dicha çibdad
muchas mercaderías de ganados e vacunos, panes e açeytes e miel e queso, e non pagavan de ello
ningund derecho de diesmo e medio diesmo e almoxarifadgo por ser de la labrança de la dicha
çibdad”71.

La marcha hacia Granada se realizó con una profusión que sólo podemos intuir, pues contar con
datos al respecto es muy complicado. De ninguna manera querían la identidad judía. Esta cuestión nos
llevaría muy lejos y ya ha sido abordada desde diversos planos. Pero cabe apuntar en este sentido, y aplicado
a la actualidad más reciente, la aparición de la judería lorquina a raíz de las obras realizadas para edificar
un parador nacional de Turismo en el cinturón del castillo de Lorca. El hallazgo ha cubierto un barrio
judío y su sinagoga muy bien conservada (falta la techumbre y el piso superior)72. En ningún momento,
y posiblemente causado por la ausencia de documentación en los fondos municipales se sospechó de la
importancia de esta comunidad. Las razones las podemos vincular al deseo manifiesto de ocultación del
pasado, de esa no identificación, y que ahora choca frontalmente con el anhelo multicultural de nuestra
sociedad, que sí busca (y rebusca) en su pasado por encontrar apoyo para su desarrollo económico más
que social. Desconocemos el impacto que el pretérito medieval causa en los ciudadanos de culto islámico
hoy en la Región murciana, erigida desde el siglo XIII en roca segura de la Corona de Castilla y de la
Cristiandad que personalizaba frente al sultanato musulmán de Granada. El pasado es común; la memoria
no.

Conclusiones

Puede resultar categórico, pero es procedente insistir en que Murcia como territorio y demarcación
definida existe desde el siglo XIII, o si se pretende identificar con el solar que hoy ocupa, desde la centuria
anterior, época de Ibn Mardanish, donde ya hubo una compactibilidad política entre las tierras y núcleos
que tras la conquista castellana definieron el reino cristiano de Murcia.
Una vez delimitado por la coyuntura de la ocupación cristiana, con una capitulación mudéjar,
un periodo de presión castellana, la sublevación musulmana y los procesos de repoblación alfonsíes, el
desarrollo de los acontecimientos históricos, seguramente por el aislamiento al que se vio sometida la
demarcación respecto al corazón de Castilla, derivó en una particularización del territorio, legitimado por
la existencia de un nuevo obispado (el de Cartagena) y por la definición de un Adelantamiento Mayor,

70  Jiménez Alcázar, J.F., El repartimiento de Vera. Estudio y edición, Almería, 1994, passim.
71  A.M.L. Leg. 4. Proceso de almojarifazgo, 1494, fol. 42v.
72  Gallardo Carrillo, J. y González Ballesteros, J.A., La judería del castillo de Lorca en la Baja Edad
Media. Estudio arqueológico, Murcia, 2009.

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Juan Francisco Jiménez Alcázar

jurisdicción concreta al frente de la cual se instaló desde el mismo gobierno alfonsí a un prohombre del
reino. El hecho de que a comienzos del XIV fuese don Juan Manuel quien ocupó el oficio terminó por
dibujar pormenorizadamente esa idiosincrasia específica del reino de Murcia, pues identificó personaje
e intereses a unas tierras específicas, entre ellas las del Sureste peninsular, a caballo entre las Coronas
aragonesa y castellana.
Los siglos siguientes no abundaron en esa sensación, aunque sí en su realidad. La concreción
de una triple frontera hizo que sus habitantes estuviesen “refugiados” en un entorno militar y jurídico,
donde el privilegio convivió en sobresaltada armonía con el peligro del cautiverio y la amenaza de la
algara. El hecho de que Murcia, junto al resto de las demarcaciones fronterizas castellanas con Granada
se convirtiese en un lugar de oportunidades, también repercutió de manera desfavorable en la identidad
específica. Mientras la potestad real sólo se hacía visible a través de la acción puntual de algún delegado
del rey (asistente, corregidor o juez pesquisidor, y ya después del gobierno de Enrique III), los altos índices
de migración existente entre Castilla y Aragón en esta zona, no correspondida con la línea de Granada,
hicieron que no hubiera una identificación de generaciones. El recurso al pasado para legitimar el poder
social en el ámbito local por parte de los linajes urbanos fue lo que configuró definitivamente los primeros
hilos que tejieron la urdimbre del paisanaje. Hasta que en el siglo XVI no desapareció el esquema político
anterior, y hubo unos nuevos referentes territoriales, no podemos hablar de un estanco concepto de
territorialidad más allá que el del vasallaje y naturaleza dependiente del reino en su conjunto (Castilla o
Aragón). De hecho, si para los murcianos del siglo XV los habitantes de Orihuela se llegan a identificar
ocasionalmente en los documentos como catalanes (ya aludí a la referencia en la propia crónica fernandina
de principios del XIV), los oriolanos mencionaban, incluso ya en el XVII, a Murcia con el genérico
“Castilla”.
Lo cierto es que durante el periodo moderno, fue el pasado de servicios en la frontera la guía
histórica para forjar de manera específica esa memoria de los pueblos situados siglos atrás en la raya. Y es
preciso recordar una vez más que la totalidad del territorio murciano estaba considerado como fronterizo.
Esas alusiones mantuvieron erguida la bandera identificativa, con símbolos concretos que sí ayudaron a
formalizar esa idea de pertenencia a un lugar concreto, y que son las que hoy se ponen sobre la mesa. Si
Pedro I concedió una sexta corona al escudo de la ciudad de Murcia por los servicios durante la guerra
con Aragón, Felipe V lo hizo tras Almansa durante la Guerra de Sucesión, ya en el XVIII. Y son esas siete
coronas las que dominan junto a los cuatro castillos el escudo de la actual Comunidad Autónoma.
En esencia, ese recurso utilizado en la actualidad con desigual fortuna por razones turísticas,
no contribuye en nada a desarrollar esa identidad, y queda como un elemento más de la tradición de
los pueblos; además de manera aislada. Caravaca de la Cruz celebra sus “Caballos del Vino” (tradición
que hunde sus raíces en un evento fronterizo) como su particularidad, de la misma manera que lo hace
Abanilla con sus fiestas de moros y cristianos, claramente influidas por las de Orihuela, adscritas éstas
en el conjunto festero del Levante. En cambio, Cartagena prefiere conmemorar unas multitudinarias
celebraciones de romanos y cartagineses precisamente para evitar la identificación con el entorno medieval
murciano, con el que considera su memoria que no tiene nada que ver, pues lo ahonda mucho más en ese
pasado clásico y sobre todo en el cantonal.
Por lo tanto, tuvo que llegar un periodo más cercano al nuestro para que se considere la identidad
murciana como un concepto identificable, siempre dentro del marco global que impuso la normalización
castellana, y que fue, a la postre, la que llevó a desarrollar a su lengua como el elemento de prestigio
fundamental para asentar su cultura. El proceso de definición nacional de finales del XVIII y principios
del XIX terminaron por aniquilar esos intentos identificadores, pues se amalgamaron con el resto de los
territorios y fue víctima de la fuerte personalidad de Andalucía, el corazón castellano, Cataluña o la propia
Valencia, ya en pleno desarrollo de los poderes periféricos. Un hecho concreto se asoma como punto de
referencia a que sí hubo una definición aceptada, y es que en la Constitución republicana non nata de
1873 se alude en el artículo 1º a esa realidad federal española con la inclusión de Murcia como Estado.
Son muchas las reflexiones que se pueden extraer de todo lo visto y expuesto, por lo que deseo
que este trabajo quede más como un posicionamiento a futuras investigaciones que como una liquidación
cerrada.

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IDENTIFICACIÓN E IDENTIDAD EN EL DESARROLLO DE ...

No obstante, y para concluir, lo cierto es que la identificación con el pasado medieval de lo que hoy
es Reino-Región de Murcia hunde su fundamento más importante en el periodo cristiano bajomedieval,
por mucho que el pretérito islámico murciano fuese esplendoroso. Los tiempos de multiculturalidad se
plantean como un auténtico reto, donde los símbolos sacados de una época y una circunstancia han de
englobar a unas gentes en un territorio y ponerlas en conexión con todo su contexto general, no sólo
peninsular sino mediterráneo como realidad más próxima a su definición cultural.

194 | Historia y Genealogía Nº2 (2012)


ISSN 2173-6030 | Historia y Genealogía Nº2 (2012) |

Relações Familiares e Parafamiliares dos Mouriscos Portugueses

Isabel M. R. Mendes Drumond Braga


Universidade de Lisboa

Resumen: En este artículo la autora pretende analizar las prácticas y actitudes familiares, ortodoxas y
heterodoxas, de los moriscos portugueses en época moderna.

Palabras clave: Portugal, moriscos, matrimonio, amancebamiento, homosexualidad.

FAMILY AND PARAFAMILY RELATIONSHIPS OF THE PORTUGUESE MORISCOS

Abstract: In this paper the author tries to analyze the family attitudes and practices, orthodox and
heterodox, of Portuguese moriscos in Early Moder Age.

Key words: Portugal, moriscos, marriage, cohabitation, homosexuality.

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ISSN 2173-6030 | Historia y Genealogía Nº2 (2012) |

Relações Familiares e Parafamiliares dos Mouriscos Portugueses1

Isabel M. R. Mendes Drumond Braga2


Universidade de Lisboa

1.

Na Época Moderna, Portugal albergou no seu território, a par da maioria de cristãos-velhos, diversas
minorias: cristãos-novos de judeus, mouriscos, negros escravos, negros libertos e ainda ciganos. Apesar
de o primeiro numeramento datar de 1527-15323, o mesmo não identificou o número de indivíduos
de cada um dos grupos, consequentemente, não podemos saber quantos e em que locais do Reino se
concentravam os diferentes elementos das diversas minorias, ao contrário do que se verificou em outros
espaços peninsulares. Por outro lado, os registos paroquiais nunca foram objecto de estudo sistemático o
que tem impedido encontrar dados sobre estas temáticas, ainda que necessariamente escassos4. Ou seja,
informações quantitativas afectas a estes grupos populacionais residentes em Portugal não existem. Para
os estudarmos temos, necessariamente, que procurar outras fontes, as quais proporcionam sobretudo
informações qualitativas. De entre estas, salientem-se capítulos de cortes, cartas de perdão, cartas de
privilégios, crónicas, legislação e, sobretudo, documentação inquisitorial, nomeadamente, cadernos do
promotor, habilitações e processos do Santo Ofício da Inquisição5.
Estes documentos, no que aos mouriscos respeita, não são particularmente ricos o que se relaciona
directamente com a escassa importância e o número pouco significativo destes indivíduos residentes em
Portugal. Na verdade, os cristãos-novos de mouros, quase sempre conotados com as práticas do islamismo
e, consequentemente, entendidos como criptomuçulmanos ou muçulmanos encobertos, decorreram da

1  A investigação desenvolveu-se no âmbito do projecto PTDC/HIS-HEC/104546/2008, Muçulmanos e Judeus em Portugal


e na diáspora: Identidades e Memórias (séculos XVI-XVII), co-financiado pela Fundação para a Ciência e a Tecnologia e pelo
FEDER, através do Eixo I do Programa Operacional Factores de Competitividade (POFC) do QREN (COMPETE).
2  Correo electrónico de contacto: isabeldrumondbraga@hotmail.com
3  Sobre o numeramento, cf. Alves Dias, J. J., Gentes e Espaços. Em Torno da População Portuguesa na Primeira Metade do
século XVI, vol. 1, Lisboa, 1996.
4  Para os Reinos de Espanha, cf. Vincent, B., “Elementos de Demografía Morisca”, El Río Morisco, [s.l.], 2006, pp. 17-24;
Fernández Chaves, M. F. y Pérez García, R. M., En los Márgenes de la Ciudad de Dios. Moriscos en Sevilla, [s.l.],
2009, pp. 215-269.
5  Sobre as fontes para o estudo desta minoria cf. Mendes Drumond Braga, I. M. R., “Fontes Documentais Portuguesas
para o Estudo dos Mouriscos”, en TEMIMI, A. (ed.), Mélanges Luce López-Baralt, tomo 2, Zaghouan, 2001, pp. 523-528.

197
Relações FAMILIARES E PARAFAMILIARES DOS MOURISCOS PORTUGUESES

política integracionista levada a cabo em Portugal por D. Manuel I, na sequência dos seus antecessores,
que levou à expulsão dos mouros, decretada em 1496 e concretizada durante o ano seguinte6. Assim
se, até 1497, a presença de mouros em Portugal ficou relativamente bem documentada7, a partir dessa
data, as informações passaram a ser extremamente escassas. Efectivamente, permitida a saída, não se
poderá estranhar a sua fraca presença no início do século XVI. Aos que permaneceram restou a hipótese
de se baptizarem e passarem à condição de cristãos-novos de mouros ou mouriscos. Como eram
pouco numerosos, acabaram por se diluir. No entanto, no reinado de D. João III, ainda se encontram
notícias relativas aos antigos mouros, ou seja, à primeira geração de convertidos e aos seus descendentes,
concretamente, em relação aos que viviam nas zonas costeiras, tais como Setúbal e Lagos8.
Principalmente durante a primeira metade do século XVI, continuaram a chegar muçulmanos a
Portugal, prática facilitada pela presença lusa no Norte de África. Deste grupo são bem mais abundantes
as informações. Baptizados, quer no Reino quer nas praças marroquinas, constituíram uma minoria
diferente daquela que vivia nos Reinos de Espanha. Efectivamente, a comunidade mourisca de Portugal
tem esta especificidade9, ao contrário das de Castela e de Aragão, onde os mouriscos foram entendidos
como os descendentes dos mouros convertidos e como tal já nascidos em terras cristãs.
A maioria dos autores espanhóis aplica o termo morisco aos descendentes dos muçulmanos
convertidos ao Cristianismo que dominaram uma parte da Península Ibérica entre 711 e 1492. Nesta
perspectiva, o termo exclui quer os hispano-muçulmanos não baptizados, originários do Al-Andaluz árabe
que podiam praticar a sua religião dentro da sociedade cristã durante a Idade Média antes das conversões
forçadas do século XVI, os chamados mudéjares, quer os novos convertidos provenientes do Norte de
África, tais como escravos, prisioneiros de guerra, refugiados políticos e outros10. Em Portugal, a reduzida

6  ALVES DIAS, J. J., MENDES DRUMOND BRAGA, I. M. R., DRUMOND BRAGA, P., “A Conjuntura”, en Alves
Dias, J. J. (coord.), Portugal do Renascimento à Crise Dinástica (= Serrão, J. e Oliveira Marques, A. H. (dirs.),
Nova História de Portugal, vol. 5), Lisboa, 1998, p. 723. Note-se, contudo, que esta atitude de expulsar mouros e judeus
também esteve presente em Castela e Aragão, uma vez que à excepção de alguns pontos do Império e de algumas cidades da
península itálica, onde viviam judeus, só na Península Ibérica havia membros destas duas minorias étnico-religiosas em número
significativo. Sobre a necessidade de uma política semelhante para os diversos Reinos da Península Ibérica, cf. MENDES
DRUMOND BRAGA, I. M. R., Um Espaço, duas Monarquias (Interrelações na Península Ibérica no Tempo de Carlos V), Lisboa,
2001, pp. 421-447.
7  LOPES DE BARROS, Mª F., Tempos e Espaços de Mouros. A Minoria Muçulmana no Reino Português (séculos XII a XV),
Lisboa, 2007 e a bibliografia aí citada.
8  MENDES DRUMOND BRAGA, I. M. R., Mouriscos e Cristãos no Portugal Quinhentista. Duas Culturas e duas Concepções
Religiosas em Choque, Lisboa, 1999, p. 30.
9  Cf. Bourcharb, A., “Spécificité du Problème Morisque au Portugal: une Colonie Étrangére Refusant l’Assimiliation
et Soufrant d’un Sentiment de Déracinement et de Nostalgie”, Les Morisques et leur Temps, Paris, 1983, pp. 217-233. No
arquipélago das Canárias, devido à proximidade com África, e especialmente nas ilhas de Tenerife, Fuerteventura e Lanzarote,
também havia muitos berberiscos, pelo que a pragmática dos Reis Católicos, de 1502, a qual decretava a expulsão ou a conversão
dos muçulmanos, não foi aplicada nas ilhas devido à presença massiva daqueles na agricultura, nas almogaverias em África e na
guarda pessoal dos senhores das ilhas. Não obstante, em 1530, foi considerada pouco conveniente para a população de Tenerife
a presença de berberiscos na ilha. Cf. Peraza de Ayala, J., “Los Moriscos de Tenerife y Acuerdos sobre su Expulsión”,
Homenaje a Elías Serra Rafols, vol. 3, La Laguna, 1970, pp. 109-128. Sobre o posicionamento das autoridades quando da
expulsão no século XVII cf. Lobo Cabrera, M., “Los Moriscos de Canarias Exceptuados de la Expulsión”, en TEMIMI,
A. (dir.), Le Ve Centenaire de la Chute de Grenade1492-1992, vol. 1, Zaghouan, 1993, pp. 69-78. Sobre aos mouriscos das ilhas
Canárias cf. também Anaya Hernández, L. A., “La Religion y la Cultura de los Moriscos de Lanzarote y Fuerteventura a
través de los Procesos Inquisitoriales”, en TEMIMI, A. (dir.), Métiers, Vie Religieuse et Problématique d’ Histoire Morisque. Actes
du IV Symposium International d’Études Morisques, Zaghouan, 1990, pp. 175-190; Anaya Hernández, L. A., “Visita
e
Inquisitorial a los Moriscos de Lanzarote y Fuerteventura”, en TEMIMI, A. (dir.), Le V Centenaire de la Chute..., vol. 1, pp.
69-78.
10  CARDAILLAC, L., e Dedieu, J. P., “Introducion à l’Histoire des Morisques”,en CARDAILLAC, L. (dir.), Les Morisques
et l’ Inquisition, Paris, 1990, p. 11; Epalza, M. de, Los Moriscos Antes y Después de la Expulsión, Madrid, 1994, p. 15;
Epalza, M. de, “Los Moriscos frente a la Inquisición, en su visión Islámica del Cristianismo”, Pérez Villanueva, J.
y Escandell Bonet, B. (dirs.), Historia de la Inquisición en España y América, vol. 3: Temas y Problemas, Madrid, 2000,

198 | Historia y Genealogía Nº2 (2012)


Isabel M. R. Mendes Drumond Braga

importância dos descendentes dos muçulmanos convertidos, que acabaram por desaparecer, fez com que
os autores se debruçassem preferencialmente sobre os berberiscos ou magrebís, ou seja sobre os muçulmanos
convertidos em Portugal ou nas praças do Norte de África durante o século XVI, a quem denominaram
mouriscos, enquanto sinónimo de cristãos-novos de mouros11.
Aos mouriscos portugueses, juntaram-se alguns provenientes dos Reinos de Espanha, os quais se
radicaram quer em Portugal quer nas praças portuguesas do Norte de África12. Tal prática foi visível ao
longo de todo o século XVI13 e também no início da centúria seguinte, isto é quando se deu a expulsão dos
mouriscos dos Reinos de Espanha. Porém, atendendo a que naquela data se vivia sob a mesma monarquia,
Filipe III não deixou de tomar providências, a 22 de Maio de 1614, para que a expulsão abrangesse
os que se tinham acolhido ao Reino de Portugal14. Dois anos mais tarde, a 3 de Outubro, o monarca,
ao saber que em Portugal “depois de expellidos se tornaram a elle [os mouriscos] e são recolhidos por
respeitos particulares”, decidiu que se renovassem as proibições para que os mouriscos não regressassem a
Espanha e que Portugal também não lhes desse acolhimento15. Em 1618, ainda se procurava saber quantos
mouriscos estavam em Portugal e em que locais16, continuando, após essa data, a chegar mouriscos de
Castela, alguns dos quais depois de terem passado pelo Norte de África17. Inclusivamente, em Castela e
em Aragão mantiveram-se alguns, aos quais se juntaram outros, especialmente vindos a corso. Logo em
1612, talvez com algum exagero, o duque de Medina Sidónia escreveu a Filipe III: “bien podríamos hacer
otra expulsión”18.
Não obstante a proveniência diversificada dos que em Portugal estavam conotados com o
islamismo19, quer fossem da primeira geração de convertidos quer fossem descendentes de antigos mouros
e já nascidos entre convertidos, a importância e o número desta minoria foi limitado. Em Portugal, como
antes referimos, não se sabe quantos eram, nem o seu real poder económico. Note-se que a lei do confisco
datou de 1568, a qual só teve cabal aplicação a partir do século XVII, logo, os processos inquisitoriais da
centúria de Quinhentos movidos a mouriscos não contêm inventários de bens20. De qualquer modo, o

p. 740.
11  BOUCHARB, A., “Spécificité du Problème Morisque ...”, pp. 217-233, note-se, no entanto, que o autor além dos
muçulmanos do Magrebe, incluiu também Turcos, Índios e outros. MENDES DRUMOND BRAGA, I. M. R., “Os Mouriscos
Perante a Inquisição de Évora”, Eborensia, 13-14 (1994), pp. 45-76.
12  Sobre a presença de mouriscos em Tânger e Ceuta cf. Posac Mon, C., “Episodios del Éxodo Morisco Allende Estrecho
de Gibraltar”, Cuadernos de la Biblioteca Española de Tetuán, 17-18 (1978), pp. 191-214; Veronne, Ch. de la, “Morisques
a Tânger et Ceuta en 1612 et 1613”, en TEMIMI, A. (dir.), Métiers, Vie Religieuse et Problématique d’ Histoire Morisque. Actes
du IV Symposium International d’Études Morisques, Zaghouan, 1990, pp. 213-217.
13  MENDES DRUMOND BRAGA, I. M. R., Mouriscos e Cristãos no Portugal Quinhentista..., pp. 42-46.
14  Andrade e Silva, J. J. de, Collecção Chronologica da Legislação Portugueza, vol. 2, Lisboa, 1854, p. 88.
15  Ibidem, vol. 2, p. 88.
16  Ibidem, vol. 2, p. 277.
17  MENDES DRUMOND BRAGA, I. M. R., “Os Mouriscos em Portugal no século XVII: uma Presença Discreta”, en
TEMIMI, A. (ed.), Mélanges María Soledad Carrasco, tomo 1, Zaghouan, 1999, pp. 121-134; MENDES DRUMOND
BRAGA, I. M. R., “Portugal e os Mouriscos de Espanha nos séculos XVI e XVII”, La Política y los Moriscos en la Época de los
Austria. Actas del Encuentro, Sevilla la Nueva, 1999, pp. 231-247.
18  Cardaillac, L., “La Comunidad Morisca de Sevilla y de su Distrito Inquisitorial frente a la Inquisición (1559-1610)”,
Cuadernos de la Biblioteca Española de Tetuan, 16 (1977), p. 60.
19  Referimo-nos apenas aos mouriscos naturais do Norte de África e aos mouriscos nascidos em território europeu, excluindo
turcos, jalofos e indianos que também se baptizaram uma vez que o contexto religioso e cultural desses grupos é diferente.
20  Em Espanha há inventários de bens e de terras de mouriscos cf. Domínguez Ortiz, A. y VINCENT, B., Historia
de los Moriscos..., pp. 109-128; Tapia Sánchez, S. de, La Comunidad Morisca de Ávila, Salamanca, 1991, pp. 179-222,
358-378; Reglá, J., “La Cuestión Morisca y la Coyuntura Internacional en Tiempos de Felipe II”, en Estudios de Historia
Moderna, 3 (1953), pp. 217-234; CARRASCO, R., “Le Prix de sa Foi. L’Inquisition de Valence et les Biens des Morisques
(1566-1609)”, en La Monarchie Catholique et les Morisques (1520-1620). Etudes Franco-Espagnoles, Montpellier, 2005, pp.
129-146.

Historia y Genealogía Nº2 (2012) | 199


Relações FAMILIARES E PARAFAMILIARES DOS MOURISCOS PORTUGUESES

que aparece através da documentação recolhida aponta no sentido de estarmos perante um grupo pobre,
constituído por mouriscos forros e cativos, estes últimos em resultado dos aprisionamentos verificados
no Norte de África. Casavam sobretudo entre si, não obstante também se realizarem enlaces mistos,
com elementos da maioria cristã velha e com negros. Praticavam também a mancebia e o concubinato,
especialmente com homens cristãos-velhos, dando origem a filhos ilegítimos. Trabalhavam em actividades
modestas, eram um grupo envelhecido e que viera para Portugal sobretudo em resultado da grande fome
de 1520-152121, dos conflitos políticos de 1549-1550, resultantes da reunificação efectuada pelos xarifes
saadinos e a extinção da dinastia oatácida22 e esporadicamente das almogaverias que iam fornecendo
alguns elementos.

2.

Enquanto minoria numérica e socialmente pouco importante, quase todos os mouriscos se


caracterizaram por terem aderido ao cristianismo sem convicção – tendo adoptado os nomes e apelidos
dos seus senhores e dos seus padrinhos23 – e, sobretudo, por terem mantido a sua fé islâmica; os mouriscos
eram indivíduos mal doutrinados, tenhamos em atenção que, ao contrário do que aconteceu nos Reinos
de Espanha, não houve nenhum plano de doutrinação dos mouriscos24; e dados a um enorme sincretismo
religioso. Enquanto pessoas baptizadas mas mal doutrinadas, não eram nem bons cristãos nem bons
muçulmanos ou, como prefere Mikel de Epalza, eram muçulmanos obrigados a parecer cristãos25.
Conheciam algumas ideias próprias do cristianismo – quer em resultado de uma eventual e precária
doutrinação quer por participar ou conviver com as práticas católicas de forma quotidiana – e acabaram
por assimilar elementos cristãos. No entanto, não podemos esquecer que praticavam frequentemente
a dissimulação defensiva, a chamada taqiyya ou qitmân, autorizada pelo Islão desde que os crentes
mantivessem a intenção, isto é, a niyya, que dava valor religioso aos seus actos, nomeadamente aos de
culto.

21  Sobre a fome de 1520-1521 em Marrocos cf. Góis, D. de, Crónica do Felicíssimo Rei D. Manuel, edição anotada e
prefaciada por J. M. Teixeira de Carvalho e David Lopes, parte 4, Coimbra, 1926, cap. LXXVI, p. 183; Crónica de D. João II e
Miscelânea por Garcia de Resende, introdução de Joaquim Veríssimo Serrão, Lisboa, 1973, p. 373; Rodrigues, B., Anais de
Arzila, tomo 1 (1508-1525), publicação dirigida por David Lopes, Lisboa, 1915, cap. LXXV, p. 327; Rosemberger, B.
y Triki, H., “Famines et Epidemies au Maroc aux XVIe et XVIIe siècles”, Hespéris-Tamuda, 14 (1973), pp. 109-175. Sobre
os muçulmanos que chegaram em resultado da fome, cf. Loupias, B., “Destin et Temoignage d’ un Marocain Esclave en
Espagne (1521-1530)”, Hespéries-Tamuda, 17 (1976-1977), pp. 69-84.
22  BOUCHARB, A., “Spécificité du Problème Morisque ...”, p. 231.
23  MENDES DRUMOND BRAGA, I. M. R., Mouriscos e Cristãos..., pp. 54-58.
24  Sobre os planos para integrar os numerosos mouriscos existentes em diversas zonas de Espanha cf. Cardaillac, L.,
Moriscos y Cristianos: um Enfrentamiento Polémico (1492-1640), Madrid, 1979, pp. 44-50; Redondo, A., “El Primer Plan
Sistemático de Assimilación de los Moriscos Granadinos: El del Doctor Carvajal (1526)”, Les Morisques et leur Temps, Paris,
1983, pp. 10-123; BENÍTEZ SÁNCHEZ-BLANCO, R., “Un Plan para la Aculturación de los Moriscos Valencianos: ‘Les
Ordinacions’ de Ramirez de Hero (1540)”, Ibidem, pp. 125-157; Vilar, J. B., “Las ‘Ordinaciones’ del Obispo Tomás Dassio.
Un Intento de Asimilación de los Moriscos de la Diocésis de Orilhuela”, Ibidem, pp. 383-410; García CÁrcel, R.,
“Estudio Crítico del Catecismo de Ribera-Ayala”, Ibidem, pp. 159-168; BENÍTEZ SÁNCHEZ-BLANCO, R., “L’Église et les
Morisques”, en Cardaillac, L. (dir.), Les Morisques et l’ Inquisition, Paris, 1994, pp. 69-78. Recorde-se que inclusivamente
se chegaram a redigir catecismos bilingues e com capítulos dedicados à gramática, alfabeto e pronúncia árabe. Cf. Rucqoi,
A., “L’Enseignement de la Foi et des Pratiques dans l’Espagne du Débuts des Temps Modernes”, Homo Religiosus. Autour de
Jean Delumeau, Paris, 1997, p. 193; VINCENT, B., “La Evangelización de los Moriscos: las Misiones de Bartolomé de los
Ángeles”, en El Río Morisco, [s.l.], 2006, pp. 145-254; Al Alaoui, Y., Jésuites, Morisques et Indiens. Étude Comparative des
Méthodes d’Evangélisation de la Compagnie de Jésus d’après les Traités de José de Acosta (1588) et d’Ignacio de las Casas (1605-
1607), Paris, 2006.
25  Epalza, M. de, “Los Moriscos frente a la Inquisición...”, p. 739.

200 | Historia y Genealogía Nº2 (2012)


Isabel M. R. Mendes Drumond Braga

À semelhança da maioria cristã velha e das outras minorias existente em Portugal, os mouriscos
tinham também as suas estruturas familiares e parafamiliares. Naturalmente, influenciados pela moral
e pelos costumes vigentes, dependentes das directrizes da Igreja, casavam-se e tinham filhos legítimos
paralelamente a outros casais que praticavam relações à margem da moral estabelecida daí a bigamia,
a mancebia, o concubinato e os filhos ilegítimos, por vezes resultantes de relacionamentos entre casais
mistos26. Práticas homossexuais também estão documentadas.
Dos 250 mouriscos acusados de islamismo processados pela Inquisição portuguesa durante o
século XVI, temos 146 forros, 68 cativos e 36 cuja situação é desconhecida27. O grupo, constituído
por 140 homens e 110 mulheres, passou pelos tribunais de Lisboa e de Évora, já que em Coimbra não
se encontraram mouriscos. Para o século XVI, os que foram processados por islamismo representaram
apenas 4,7% dos réus julgados pelos tribunais portugueses28. Dos 164 que indicaram a idade, 92 tinham
idades iguais ou superiores a 50 anos. 116 mouriscos, isto é, 47%, não forneceram indicações acerca
do estado religioso. Os restantes eram 105 casados (42%), 16 solteiros (6%) e 13 viúvos (5%). A estes
importa acrescentar um pequeno grupo processado por práticas mágicas29, pecado nefando de sodomia30
e, eventualmente, outros delitos diversos.
Em alguns processos perpassam informações acerca da vida familiar dos mouriscos casados, como
o número de filhos, as boas ou más relações entre os casais e até os enlaces mais raros entre cristãos velhos
e elementos da minoria mourisca ou entre estes e negros. De resto nada sabemos acerca de cerimónias de
casamento ou de eventuais dotes matrimoniais31.

Isabel de Campos, viúva de António de Campos queixou-se que o marido lhe dera sempre muito
má vida “por ser homem que se embebedava” . Maria Álvares Barbosa, forra, casada com João Francês,
32

mourisco cativo do infante D. Luís, declarou que o seu marido “se foy e desapareceo” e que ela tinha três
filhos. Um era frade no convento da Trindade, uma filha estava separada do marido devido à má vida
que aquele lhe dava e uma outra estava casada . A mulher de Fernando do Couto tinha fugido com um
33

branco, isto é, com um cristão-velho . António Fernandes, forro e antes pertencente ao duque de Aveiro,
34

era viúvo e tinha dois filhos: uma filha forra e um rapaz cativo . António de Faria, casado com Leonor
35

da Silva tinha duas filhas cativas pertencentes a dois senhores diferentes . Por seu turno, Ana de Melo
36

tinha contraído matrimónio com João Barreto que se dizia viúvo mas entretanto aparecera-lhe a mulher . 37

26  Quando referimos os casais ou as famílias mouriscas partimos da premissa que estávamos perante dois cônjuges mouriscos
ou um deles (homem ou mulher) mourisco. A nossa opção baseou-se no entendimento vigente na época afecto à parcela de
sangue cristão-novo entre os filhos de casais em que um elemento era cristão velho e outro cristão-novo. Ou seja, neste caso, a
criança nascida era meio cristão-novo de mouro ou de judeu, consoante o casal.
27  Sobre os mouriscos escravos, cf. CARRASCO, R., “Les Morisques Espagnols et l’Esclavage (1550-1640)”, La Monarchie
Catholique et les Morisques (1520-1620). Etudes Franco-Espagnoles, Montpellier, 2005, pp. 307-335; FERNÁNDEZ CHAVES,
M. F. y PÉREZ GARCÍA, R. M., En los Márgenes de la Ciudad de Dios..., pp. 83-140.
28  MENDES DRUMOND BRAGA, I. M. R., Mouriscos e Cristãos..., p. 128.
29  Cf. Bethencourt, F., O Imaginário da Magia. Feiticeiras, Saludadores e Nigromantes no século XVI, Lisboa, 1987. Nesta
obra o autor estudou algumas práticas mágicas em que estiveram envolvidas mulheres mouriscas.
30  Sobre esta temática temos em preparação um texto.
31  Sobre essa realidade em outros espaços ibéricos, cf. FERNÁNDEZ CHAVES, M. F. y PÉREZ GARCÍA, R. M., “Las Dotes
de las Moriscas Granadinas y Sevillanas. Cambios y Adaptaciones de una Cultura Material”, en LOBO DE ARAÚJO, Mª M.
y ESTEVES, A. (coords.), Tomar Estado: Dotes e Casamentos (séculos XVI-XIX), Braga, 2010, pp. 121-145.
32  Lisboa, Arquivos Nacionais Torre do Tombo (A.N.T.T.), Inquisição de Lisboa, proc. 9281.
33  Lisboa, A.N.T.T., Inquisição de Lisboa, proc. 3187.
34  Lisboa, A.N.T.T., Inquisição de Lisboa, proc. 1636.
35  Lisboa, A.N.T.T., Inquisição de Lisboa, proc. 7457.
36  Lisboa, A.N.T.T., Inquisição de Lisboa, proc. 108
37  Lisboa, A.N.T.T., Inquisição de Lisboa, proc. 11128.

Historia y Genealogía Nº2 (2012) | 201


Relações FAMILIARES E PARAFAMILIARES DOS MOURISCOS PORTUGUESES

Madalena Rodrigues, casada com João Gonçalves, teve quatro filhos dois rapazes, que estavam com o seu
antigo senhor, e duas raparigas que viviam com ela . Mais completa era a família de Diogo Rodrigues e
38

Maria Moniz que em 1554, 25 anos depois de o primeiro ter chegado a Portugal, já tinham um neto . 39

Nos Reinos de Espanha a família mourisca tinha em média quatro elementos. A prática da endogamia
era comum . A idade para contrair casamento era semelhante à dos cristãos-velhos, isto é, entre os 18
40

e os 19 anos para as mulheres e os 24-25 para os homens . Verificavam-se poucos casamentos entre
41

cristãos-velhos e mouriscos, sendo, mesmo assim, mais frequente a cristã velha de baixa condição integrar-
se na comunidade minoritária . No caso de Portugal não temos informações tão pormenorizadas. De
42

qualquer modo, verifica-se igualmente que os mouriscos casavam entre si, sendo numerosos os casais assim
constituídos detectados entre a minoria. Muito mais raros eram os casamentos mistos isto é com brancos,
como os próprios mouriscos referiam os cristãos-velhos ou até com negros43. Esta situação nem sempre
era aceite pacificamente. Por exemplo, se Isabel Correia se limitou a afirmar que tinha um filho casado
com uma mulher branca , Antónia Guerra declarou ter sido vítima de insultos quando decidiu casar com
44

um mulato . Entre os mouriscos processados por islamismo apenas encontrámos dois casamentos mistos.
45

Isto é, o de Fernão de Mendonça e Luzia de Mendonça e o de Francisco Lopes com Filipa Lopes . Nos
46 47

dois casos os homens eram mouriscos e as mulheres cristãs-velhas. Outra documentação, nomeadamente,
processos de pecado nefando de sodomia, como veremos adiante, dá conta de casamentos de um enlace
misto entre uma mulata e um mourisco.
As relações à margem do que era moralmente aceite também estão documentadas –tal como
acontece em outros espaços da Península Ibérica48– quer no que se refere à existência de filhos ilegítimos
de pais cristãos-velhos (alguns dos quais pertencentes ao clero), ou cristãos-novos de judeus quer ainda
ao relacionamento entre mouriscos não matrimoniados. Efectivamente, forras ou cativas, as mouriscas
eram, por vezes mancebas quer dos seus senhores quer de outros mouriscos, chegando deles a ter filhos e,
quando os não desejavam, a praticarem abortos.

Antónia de Mendonça tivera “conversação carnal” com Francisco Gusmão, mourisco forro . Antónia 49

Rodrigues, forra, viúva em 1556, uma vez que o seu marido João Fernandes falecera no cárcere; já tinha
uma filha quando se casou, não identificando, no seu depoimento, o pai da criança. Antes de ter contraído
matrimónio fora manceba de Cristóvão Fernandes, mourisco relapso . Antónia Vaz, cativa do cristão-
50

38  Lisboa, A.N.T.T., Inquisição de Lisboa, proc. 9670.


39  Lisboa, A.N.T.T., Inquisição de Lisboa, proc. 12720.
40 VINCENT, B., “La Familia Morisca”, en Minorías y Marginados en la España del Siglo XVI, Granada, 1987, pp. 8-12;
Soria Mesa, E., “Una Gran Familia. Las Élites Moriscas del Reino de Granada”, Estudis. Revista de Historia Moderna, 35
(2009), pp. 9-35; FERNÁNDEZ CHAVES, M. F. y PÉREZ GARCÍA, R. M., En los Márgenes de la Ciudad de Dios..., pp.
256-257.
41 VINCENT, B., “Amor y Matrimonio entre los Moriscos”, en Minorías y Marginados en la España..., p. 49.
42 VINCENT, B., “Amor y Matrimonio entre los Moriscos”, en Minorías y Marginados en la España..., p. 64. Tapia
Sánchez, S. de, La Comunidad Morisca de Ávila..., p. 174.
43  Sobre as relações sexuais e afectivas dos negros, cf. Fonseca, J., Escravos e Senhores na Lisboa Quinhentista, Lisboa, 2010,
pp. 341-353.
44  Lisboa, A.N.T.T., Inquisição de Évora, proc. 6736.
45  Lisboa, A.N.T.T., Inquisição de Évora, proc. 6258.
46  Lisboa, A.N.T.T., Inquisição de Lisboa, proc. 12095.
47  Lisboa, A.N.T.T., Inquisição de Lisboa, proc. 2263.
48  FERNÁNDEZ CHAVES, M. F. y PÉREZ GARCÍA, R. M., En los Márgenes de la Ciudad de Dios..., pp. 247-248.
49  Lisboa, A.N.T.T., Inquisição de Lisboa, proc. 6729.
50  Lisboa, A.N.T.T., Inquisição de Lisboa, proc. 6728.

202 | Historia y Genealogía Nº2 (2012)


Isabel M. R. Mendes Drumond Braga

novo de judeu Gabriel Álvares, teve três filhos do seu senhor, com quem estava há muito tempo pois as
idades dos mesmos eram de 20, 18 e 10 anos . António Alberto, casado com Isabel Fernandes “a quem
51

da ma vida”, foi acusado de ter em casa do casal uma mulher moça, de nome Francisca Pires, a qual seria
sua manceba. Segundo uma denúncia “quando da hum vestido ou calçado a molher da tambem outro a
manceba e dizem que as trata ambas como suas molheres” . Perante esta situação os inquisidores ouviram
52

os três implicados e decidiram que a suposta manceba saísse da casa do casal. Curiosamente ninguém
relacionou o procedimento de António Alberto com a prática da poligamia entre os muçulmanos. Beatriz
Fernandes tinha uma filha do marido nascida antes do casamento, por “estarem ambos amancebados” . 53

Beatriz Morgada era solteira mas tinha uma filha . Briolanja Caminha era manceba de um clérigo . Joana
54 55

Lopes serviu um abade durante 25 anos do qual teve uma filha, obtendo depois a condição de forra . 56

Filipa Lopes, forra, casada com Francisco Lopes, tinha já três filhos do mesmo quando se casou . Gonçalo 57

afirmou não ser casado “posto que la na ylha [de São Miguel] tem hua mourisca forra por companheyra
ou manceba” . Helena Vaz, solteira, tinha um filho de um homem branco, isto é, de um cristão velho,
58

de quem não sabia o nome . Inês Machada, forra, solteira, vivia amancebada com um mourisco de nome
59

Roque, o qual era cativo . Isabel Gomes, casada com Adrião Boto tinha uma filha de Rui Gomes Teixeira,
60

a qual era freira professa em Santa Clara de Évora . Isabel de Mendonça declarou que uma sua amiga,
61

Isabel de Castro, “no tempo em que estava em casa de seu senhor paryra muitas vezes delle e que fizera por
mover tres vezes e matara as crianças” . Leonor Palha teve duas filhas “onestas de bom viver”, uma de um
62

seu senhor entretanto falecido e outra do seu marido as quais “criara a seu leite” . Maria Bernaldes dera
63

“as mãos com hum Pedro de Sousa Mourisco forro que andava à palha” . Maria da Gama, solteira, tinha
64

dois filhos e Maria Fernandes teve uma filha do seu primeiro patrão . Nas visitações a Santo Estêvão de
65 66

Alfama, de 1553 e 1555, foram detectados dois casais de mouriscos os quais viviam “amancebados” . Por 67

seu turno, Baltasar da Costa, escravo cativo de D. João III, que servia na estribaria solicitou autorização
ao monarca para se poder casar com Catarina Luís, com a qual “ha muitos anos faz vida”. Tal autorização
foi obtida a 11 de Abril de 1554 . Posteriormente, a 10 de Abril de 1555, D. João III concedeu carta de
68

alforria a este mourisco . 69

51  Lisboa, A.N.T.T., Inquisição de Lisboa, proc. 6732.


52  Lisboa, A.N.T.T., Inquisição de Lisboa, proc. 10822.
53  Lisboa, A.N.T.T., Inquisição de Lisboa, proc. 565.
54  Lisboa, A.N.T.T., Inquisição de Évora, proc. 11466.
55  Lisboa, A.N.T.T., Chancelaria de D. João III. Perdões e Legitimações, liv. 13, fols 12v-13.
56  Lisboa, A.N.T.T., Chancelaria de D. João III. Perdões e Legitimações, liv. 13, fol. 310v.
57  Lisboa, A.N.T.T., Inquisição de Lisboa, proc. 7246.
58  Lisboa, A.N.T.T., Inquisição de Lisboa, proc. 12487.
59  Lisboa, A.N.T.T., Inquisição de Évora, proc. 1265.
60  Lisboa, A.N.T.T., Inquisição de Lisboa, proc. 4116.
61  Lisboa, A.N.T.T., Inquisição de Évora, proc. 4174.
62  Lisboa, A.N.T.T., Inquisição de Lisboa, proc. 9310.
63  Lisboa, A.N.T.T., Chancelaria de D. Sebastião. Perdões e Legitimações, liv. 31, fol. 169.
64  Lisboa, A.N.T.T., Inquisição de Lisboa, proc. 3184.
65  Lisboa, A.N.T.T., Inquisição de Évora, proc. 5462.
66  Lisboa, A.N.T.T., Inquisição de Lisboa, proc. 3182.
67  Rosa Pereira, I. da, Documentos para a História do Patriarcado de Lisboa. Visitações (1540-1561); Livro de Aniversários
e Tombos de Bens (século XV) da Freguesia de Santo Estêvão de Alfama, Suplemento de Vida Católica, 2.ª série, nº 22, 23, 24,
Lisboa, 1993, pp. 75, 86.
68  Lisboa, A.N.T.T., Chancelaria de D. João III, Privilégios, liv. 3, fol. 282.
69  Lisboa, A.N.T.T., Chancelaria de D. João III, Privilégios, liv. 3, fol. 207.

Historia y Genealogía Nº2 (2012) | 203


Relações FAMILIARES E PARAFAMILIARES DOS MOURISCOS PORTUGUESES

Era ideia corrente que os mouriscos se dedicavam frequentemente à sodomia. Sabe-se que tal tipo de
relacionamento só era aceite entre jovens solteiros apesar de não ser uma forma lícita de sexualidade para
os mouriscos . Mesmo assim, vários mouriscos foram acusados ou confessaram ter cometido o chamado
70

pecado nefando . Se na maioria dos casos estamos perante parceiros mouriscos, em alguns casos um dos
71

indivíduos era cristão-velho.

Afonso Manuel, processado por islamismo e por sodomia foi acusado de ter “dormido com dois
moços numa cama” . Fernando teve contactos sexuais com um mulato cativo “semdo o dito mulato molher
72

e elle homem estando o dito mulato debayxo e elle em cima delle” . Francisco, ainda enquanto mouro,
73

encontrou um homem em Setúbal o qual lhe perguntou se no Islão os “moços dormiam com outros
moços”, ao que o interpelado respondeu afirmativamente. Então, o referido homem ofereceu-lhe um
tostão para Francisco o acompanhar a uma estalagem onde teve “parte com o dicto homem duas vezes por
detras amtre as pernas sem lhe meter a natura em seu trazeyro” . Salema, mouro cativo do desembargador
74

Simão da Cunha, declarou ter cometido o pecado de sodomia com um outro mouro depois de aquele lhe
ter dito que “não hera pecado em sua lei”75. Filipe, mourisco forro, deu conta de múltiplas cópulas entre
vários parceiros, prática facilitada por cinco homens terem partilhado a mesma cama:

“por não terem onde dormyr se foram a huma estrebarya omde estava huum mouro que se
chama Hamet a qual estrebarya estaa em huma travesa que vay da oluizaria da prata para o poço
da Fotea na qual estava tambem huum mourisco a que confessante nam sabe o nome e o dito
Hamet disse a elle confessante que dormyse ahy aquella noute e elle e o moço que com elle vinha e
dormyrom ambos ahy aquella noute com o dito mouro e mourisco omde tambeem vyera dormyr
outros dous mouriscos dos quaes huum he forro e se chama Joam Pereyra e vive com huum neto
do Regedor que pousa a Torre de Sam João e ao outro nam sabe elle declarante o nome e tem
huum cavalo que aly na mesma estrebarya de Hamet e asi dorme e estando aquella noute todos
cynco na cama o dito Hamet tem parte por detras com o dito Gonçalo e asy a tiveram os outros

70 VINCENT, B., “Amor y Matrimonio entre los Moriscos”, en Minorías y Marginados..., p. 66. Cf. também BOUCHARB,
A., “Les Conséquences Socio-Culturelles de la Conquête Ibérique du Littoral Marrocain”, en García-Arenal, M. y
Viguera, Mª J. (dirs.), Relaciones de la Península Ibérica con el Magreb (siglos XIII-XVI). Actas del Coloquio, Madrid, 1988,
p. 521.
71  Sobre a actuação da Inquisição portuguesa face ao pecado nefando cf. Monteiro, A. C., Il Pecato Nefando in Portogallo
ed il Tribunale dell’ Inquisizione, Roma, 1927; ALVES DIAS, J. J., “Para uma Abordagem do Sexo Proibido em Portugal
no século XVI”, en Carvalho dos Santos, Mª H. (coord.), Inquisição. Comunicações apresentadas ao 1.º Congresso
Luso-Brasileiro sobre Inquisição, vol. 1, Lisboa, 1989, pp. 149-159; DRUMOND BRAGA, P., “Simão Coelho, Escravo
Negro, perante a Inquisição de Évora (1571-1572)”, Revista de Ciências Históricas, 5 (1990), pp. 205-211; DRUMOND
BRAGA, P., “Dois Luso-Genoveses na Inquisição de Lisboa no século XVII”, Revista de la Inquisición, 4 (1995), pp. 123-132;
Vainfas, R., Trópico dos Pecados. Moral, Sexualidade e Inquisição no Brasil, Rio de Janeiro, 1997; Mott, L., “Escravidão
e Homossexualidade”, en Vainfas, R. (coord.), História e Sexualidade no Brasil, Rio de Janeiro, 1986, pp. 19-40; MOTT,
L., O Sexo Proibido. Virgens, Gays e Escravos nas Garras da Inquisição, Campinas, Papirus, 1988; MOTT, L., “Inquisição e
Homossexualidade”, en Carvalho dos Santos, Mª H. (coord.) Inquisição. Comunicações apresentadas ao 1.º Congresso
Luso-Brasileiro sobre Inquisição, vol. 2, Lisboa, 1989, pp. 473-508, MOTT, L., “Justitia et Misericordia: a Inquisição Portuguesa
e a Repressão ao Nefando Pecado da Sododmia”, en NOVINSKY, A. e TUCCI CARNEIRO, Mª L. (coords.), Inquisição.
Ensaios sobre Mentalidade, Heresias e Arte, São Paulo, 1992, pp. 703-738; MOTT, L., “Filhos de Abraão e de Sodoma: Cristãos-
Novos Homossexuais nos Tempos da Inquisição”, en Ensaios sobre a Intolerância. Inquisição, Marranismo e Anti-Semitismo.
Homenagem a Anita Novinsky, São Paulo, 2002, pp. 65-96; JOHNSON, H., e DUTRA, F. A. (dirs.), Pelo Vaso Traseiro. Sodomy
and Sodomites in Luso-Brasilian History, Tucson (EUA), 2007.
72  Lisboa, A.N.T.T., Inquisição de Lisboa, proc. 4043.
73  Lisboa, A.N.T.T., Inquisição de Lisboa, proc. 6636.
74  Lisboa, A.N.T.T., Inquisição de Lisboa, proc. 4026.
75  Lisboa, A.N.T.T., Inquisição de Lisboa, proc. 10872.

204 | Historia y Genealogía Nº2 (2012)


Isabel M. R. Mendes Drumond Braga

dous mourisco que dormyão na mesma cama e asy elle confessante teve parte com o dito Gonçalo
duas vezes por detras e os outros nam sabe quantas vezes e jaa dantes no tempo que elle conheceo
prymeyro o dito Gomçallo lhe lembra que o dito Gonçalo o chamou a casa de seu amo e lhe disse
que tivesse parte com elle e elle confessante teve parte com elle por detras amtre as pernas sem lhe
meter a natura no seu trazeyro nem lha meteo as duas vezes que com elle teve parte na estrebarya
de Hamet e asy lhe disse o dito Francisco mourisco que tambem tyvera parte com o dito Gonçalo
em casa de Gaspar Garcia a quem elle Francisco e o dito Gonçalo aquelle tempo servyão e que nam
tem mais parte com o dito Gonçalo que estas tres vezes mas que o dito Gonçalo nunca se (?) em
cyma delle confessante”76.

Refira-se que este Gonçalo era um cristão-velho77.

João de Távora tem um processo rico em informações. Este mourisco forro, nascido na Berberia
e baptizado em Ceuta, estava ainda a aprender a doutrina no Colégio dos Catecúmenos78, quando foi
denunciado. Num dos seus depoimentos declarou ter tido vários parceiros e esclareceu, com um ter tido
“acesso por detras ao dito moço” e, mais tarde,

“despois outra noyte se foy elle confessante a cama do dito menyno que dormya na salla e
apagando a lampada que na dita salla estava acesa teve aceso por detras ao dito menyno tambem
por sua vontade e outra vez de dia na dita cozinha teve tambem aceso ao dito menyno por detras
de maneyra que por todas foram tres vezes e asy cometeo outro menyno cujo nome nam sabe que
estava no tromco pera ter aceso a elle por detras e por o dito menyno bradar deyxou de o fazer
e que o na cometeo mays que aquella vez e asy he mays lembrado que dormyndo na cama delle
confessante outro menyno chamado Antonio que era emfermeyro elle confessante teve huma vez
aceso por detras ao dyto menyno e nam teve mays por o dito menyno nam querer mays ir dormyr
a sua cama e todas as vezes que tinha aceso a estes moços molhava prymeyro a mão com o cospinho
e com a mão molhava o trazeyro aos ditos menynos amtes que dormyse com elles”79.

João Pereira, mourisco forro, natural de Tetuão, de cerca de 15 anos, ao ser preso afirmou

“que o seu pay e may e parentes sam mouros e que he de boons parentes e que o dicto seu
pay he cavaleyro e que avera dous annos que veyo de sua terra por sua lyvre vontade e trouxe dous
cativos christãos consygo os quaes eram do dicto seu pay e o fizeram christão logo em Secta como
veyo”.

76  Lisboa, A.N.T.T., Inquisição de Lisboa, proc. 12108. Estas informações foram igualmente dadas por Hamet, envolvido nos
acontecimentos. Cf. Lisboa, A.N.T.T., Inquisição de Lisboa, proc. 10362 e por Gonçalo. Cf. Lisboa, A.N.T.T., Inquisição de
Lisboa, proc. 7776.
77  Lisboa, A.N.T.T., Inquisição de Lisboa, proc. 7776.
78  Sobre o Colégio dos Catecúmenos, cf. Teles, B., Chronica da Companhia de Iesu da Província de Portugal..., tomo 2,
Lisboa, 1647, pp. 182-183; História dos Mosteiros, Conventos e Casas Religiosas de Lisboa..., tomo 1, pp. 322-324; Ribeiro,
J. S., Historia dos Estabelecimentos Scientificos Litterarios e Artísticos de Portugal nos successivos Reinados da Monarquia, Lisboa,
1873, tomo 1, pp. 100-101, tomo 3, pp. 117-124; Castilho, J. de, Lisboa Antiga. Primeira Parte O Bairro Alto, Lisboa,
1879, p. 246; Pastor de Macedo, L. Lisboa de Lés a Lés. Subsídio para a História das Vias Públicas da Cidade, vol. 3,
Lisboa, 1942, pp. 85-88; Cachinho, H., “Colégio dos Catecúmenos”, en SANTANA, F. e SUCENA, E. (dirs.), Dicionário
da História de Lisboa, Lisboa, 1994, p. 290. Mais recentemente, surgiu o artigo de Rodrigues da Silva Tavim, J. A.,
“Educating the Infidels within: some Remarks on the College of the Cathecumens of Lisbon (XVI-XVII centuries)”, Annali
della Scuola Normale Superiore di Pisa. Classe di Lettere e Filosofia, serie 5/n.º 1-2 (2009), pp. 445-472.
79  Lisboa, A.N.T.T., Inquisição de Lisboa, proc. 6018.

Historia y Genealogía Nº2 (2012) | 205


Relações FAMILIARES E PARAFAMILIARES DOS MOURISCOS PORTUGUESES

Por outro lado, tornou claro que tivera práticas homossexuais com vários parceiros e que ainda as
não tinha confessado por ter sentido vergonha:

“que sua revencia lhe perdoase por nam ter ate agora confessado a verdade de suas culpas por
que elle com vergonha dellas deyxou de as confessar quando por sua reverenvia foy perguntado por
ellas e he verdade que elle confessante peccou no mao peccado com tres pessoas prymeyramente
com huum mouro que se chama Hamet avera meyo anno pouco mays ou menos o qual Hamet
esteve aquy preso e o levava o dicto Hamet a huma estrebarya sua a qual estrebarya estaa na Rua
Nova dos mercadores e aly teve parte com elle por detras duas vezes e nam he lembrando se foram
mays metendo lhe a sua natura no seu trazeyro delle confessante nunca elle confessante foy agemte
com o dicto Hamet mas sempre paciente e a segunda com que peccou avera huum ano foy huum
mourisco chamado Felype que no colegio da doctryna da fee estaa preso com o qual teve parte duas
vezes por detras scilicet huum foy elle confessante agemte e na outra paciente da mesma maneyra
que peccou com Hamet e foy isto na estrebarya de dom Felype com quem o dicto Felype ao tal
tempo estava e o terceyro com que peccou foy huum moço branco portugues chamado Gomçallo o
qual nam sabe cuyjo filho he nem que he feyto delle e ouvyo dizzer que estyvera aquy preso com o
qual peccou huma vez por detraz da maneyra que peccou com o dicto Hamet e Felype na estrebarya
do dicto Hamet avera dous meses e meyo semdo elle confessante o agemte e que nam peccou com
outra nenhuma pessoa mays que com estes tres que tem dicto”80.

Bem mais raramente documentados ficaram os relacionamentos sexuais entre mulheres81. No


que diz respeito a mouriscas sabemos que algumas solteiras mantiveram contactos quer entre si quer
com mulheres casadas. A juventude das intervenientes e a maneira de descrever as relações sexuais foi
profundamente marcada pela lógica da chamada posição de missionário.

O processo de Clara Fernandes, mulata forra, casada com Francisco Fernandes, mourisco, é
particularmente revelador da prática da homossexualidade feminina. Esta mulher de 25 anos teve como
parceiras uma cristã velha, de cerca de 17 anos, casada, uma mourisca, igualmente jovem e casada e uma
outra mulher solteira. O relacionamento com a mourisca foi descrito nos seguintes termos:

“disse a dita Isabel Mendez se querya que fizesem marydos e a outra lhe disse que sy querya
e emtão fecharam a porta e se pos em cima della estando ambas arregaçadas compryram ambas
huma com outra como huum homem com huma molher e que continuaram isto alguuns dias
em os quaes tiryão cimco ou seys vezes acesso carnal estando ella declarante sempre de cima e asy
lhe dizia a dita molher que a nam descobrysse e que com Isabel Mendez de quem disse em sua
denunciação e confisão atras que tivera huma soo vez aceso carnal he lembrada que forão duas
vezes estando ella sempre de cima e a dita Isabel Mendez de bayxo e a segunda vez que com ella
teve acesso a may da dita Isabel Mendez sentio que dormyrão ambas huma com outra por o que
a dita filha dizia quando ella estava em cima della e chamou a ella declarante machão cadella que
vinha correger sua filha e por isto nunca mays teve com a dita Isabel Mendez acesso carnal que as
duas vezes como dito tem”82.

80  Lisboa, A.N.T.T., Inquisição de Lisboa, proc. 1617.


81  DRUMOND BRAGA, P., Filhas de Safo. Uma História da Homossexualidade Feminina em Portugal (séculos XIII-XX),
Alfragide, 2011.
82  Lisboa, A.N.T.T., Inquisição de Lisboa, proc. 12418.

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Isabel M. R. Mendes Drumond Braga

3.

Apesar de estarmos perante uma documentação que não nos torna possível estudar o comportamento
demográfico dos mouriscos residentes em Portugal, as fontes inquisitoriais permitem compreender que
as práticas e as atitudes familiares dos mouriscos eram muito semelhantes quer às dos cristãos velhos quer
às dos elementos das restantes minorias: cristãos novos de judeus, negros e ciganos. A vigilância da Igreja,
particularmente mais activa após o Concílio de Trento, enquadrava e punia cada vez com maior rigor
qualquer comportamento desviante. Se tal acontecia com os cristãos velhos, naturalmente que as minorias
eram igualmente visadas.
Não obstante, os mouriscos processados por islamismo e por outros crimes em Portugal ao longo
do século XVI serem muito poucos, a diversidade de comportamentos no que às relações familiares se
referiu, foram bastante diversificadas: casamentos dentro do grupo, raros casamentos com elementos
cristãos velhos ou com negros, filhos legítimos e filhos fora do casamento, bigamia, mancebia e até sodomia
fizeram parte do quotidiano destes homens e mulheres mouriscos.

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208 | Historia y Genealogía Nº2 (2012)
ISSN 2173-6030 | Historia y Genealogía Nº2 (2012) |

Mecanismos y estrategias de promoción, ascenso y consolidación de


los Carrillo de Toledo, señores de Caracena y Pinto

Ana Quijorna Rodríguez


Universidad de Castilla-La Mancha

Resumen: Como ha sido puesto de manifiesto ya en reiteradas ocasiones la movilidad social fue un fenómeno
característico del sistema estamental propio de la Edad Moderna. El dinero fue un elemento clave en el
intento por conseguir la ansiada promoción, como también esencial fue saber aprovechar las oportunidades
de servicio regio que brindó la maquinaria imperial de los Austrias. En el proceso de encumbramiento
político y social protagonizado por los señores de Caracena y Pinto, la concesión del señorío, el acceso a las
esferas locales de gobierno, la fundación de mayorazgos, la puesta en práctica de unas acertadas estrategias
matrimoniales y, finalmente, el desempeño de algunos de los puestos administrativos, gubernativos y militares
más relevantes de la Monarquía Hispánica, se convirtieron en hitos fundamentales. Trayectoria ascendente,
por tanto, la de estos señores, que les permitió, además, acumular honores y mercedes, diversificar sus fuentes
de ingresos, apuntalar un estatus privilegiado y entrar a formar parte de la nobleza titulada.

Palabras clave: marqueses de Caracena, ascenso social, estrategias matrimoniales, oligarquías urbanas,
nobleza

MECHANISMS AND STRATEGIES FOR PROMOTION, RISE AND CONSOLIDATION OF THE


CARRILLO DE TOLEDO, LORDS OF CARACENA AND PINTO

Abstract: Social mobility was a typical phenomenon in the estates system of the Modern Age, as it has
already been shown repeatedly. Money was a key element in an attempt to get the coveted promotion
as well as to seize opportunities for royal service that the Habsburg imperial machinery provided. In the
political and social elevation process starred by the lords of Caracena and Pinto, the grant of the manor, the
access to government local areas, the foundation of “mayorazgos”, the implementation of some successful
marriage strategies, and finally, the performance of some of the most relevant administrative, governmental
and military positions of the Spanish monarchy became milestones. Therefore, these lords’ upward career
also allowed them to build up honors and rewards, diversify their income sources, as well as prop up a
privileged status and become part of the titled nobility.

Key words: marquesses of Caracena, social rise, marital strategies, urban oligarchy, nobility.

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210 | Historia y Genealogía Nº2 (2012)
ISSN 2173-6030 | Historia y Genealogía Nº2 (2012) |

Mecanismos y estrategias de promoción, ascenso y consolidación de


los Carrillo de Toledo, señores de Caracena y Pinto1

Ana Quijorna Rodríguez


Universidad de Castilla-La Mancha

Introducción

La sociedad característica del Antiguo Régimen no fue una realidad estanca ni estuvo conformada
por estamentos herméticamente cerrados. De hecho, ya desde la Edad Media se venía experimentando un
proceso de renovación nobiliaria favorecido, incluso, por la propia Corona. Por tanto, existían una serie
de resquicios que permitían el ascenso de quienes se encontraban fuera de los estamentos inmediatamente
superiores a la condición social heredada. En este trabajo nos ocupamos del estudio del caso particular
de aquellos Carrillo de Toledo que llegaron a convertirse en marqueses de Caracena y condes de Pinto,
una de las ramas segundonas del linaje de los Carrillo escindida tras la fundación de los mayorazgos de
ambos estados a finales del siglo XV. El estudio partirá de la figura de Alonso Carrillo de Acuña, el primer
miembro de esta Casa que recibió de manos de los Reyes Católicos el señorío de Caracena y que llegó a
ser señor de Pinto gracias a su matrimonio con doña Leonor de Toledo; un casamiento, el conseguido por
Alonso Carrillo de Acuña, que, además de contribuir a la ampliación de su patrimonio, le facilitó el acceso

1 Este artículo es resultado de una beca para la Formación de Personal Investigador de la Junta de Comunidades de Castilla-
La Mancha y de los proyectos PII1109-0200-2750 y HAR2009-12031, ejecutados ambos desde la Facultad de Letras de la
Universidad de Castilla-La Mancha y financiados, respectivamente, por la Consejería de Educación, Ciencia y Cultura de la
JCCM y por el Ministerio de Ciencia e Innovación. Desde aquí me gustaría agradecer a mis dos directores, Jerónimo López-
Salazar Pérez y Manuel Herrero Sánchez, la ayuda que me han prestado a lo largo de estos años y el apoyo y la confianza con la
que siempre he contado. De igual manera, quiero mostrar mi agradecimiento al profesor Enrique Soria, director de la revista,
y a Santiago Otero Mondéjar, becario predoctoral de la Universidad de Córdoba que actualmente trabaja sobre Los moriscos en
el Reino de Córdoba y Jaén (siglos XVI-XVII) bajo su dirección, la oportunidad que me han brindado de publicar este trabajo.
Abreviaturas: AGI – Archivo General de Indias; AGP – Archivo General de Palacio; AGRB – Archives Générales du Royaume,
Bruselas (SEG – Secrétairerie d’État et de Guerre); AGS – Archivo General de Simancas (CC – Cámara de Castilla; CMH
– Contaduría Mayor de Hacienda; ME – Memoriales y expedientes; PTR – Patronato Real; RGS – Registro General del
Sello; SP – Secretarías Provinciales); AHN – Archivo Histórico Nacional (OO. MM. – Órdenes Militares); AHPM – Archivo
Histórico de Protocolos de Madrid; ASCMi – Archivio storico civico di Milano; ASMi – Archivio di Stato di Milano; BNM –
Biblioteca Nacional de Madrid; BRB – Bibliothèque Royal de Belgique; BUSE – Biblioteca de la Universidad de Sevilla; RAH
– Real Academia de la Historia; caja (c.); cart. (cartella); expediente (exp.); folio/folios (fol./fols.); legajo (leg.); manuscrito/
manuscritos (ms./mss.); parte antica (p. a.); protocolo (protoc.); registro (reg.); título (tit.).

211
MECANISMOS Y ESTRATEGIAS DE PROMOCIÓN, ASCENSO Y CONSOLIDACIÓN ...

al grupo de la oligarquía local toledana. Como se tendrá ocasión de comprobar, estrategias matrimoniales
acertadas como ésta unidas a la dedicación plena de sus vidas al servicio de la Corona durante varias
generaciones se convirtieron, así, en los pilares sobre los que se apoyó la ascendente trayectoria de los
señores de Caracena.

Alonso Carrillo de Acuña: el acceso a la oligarquía local toledana y la concesión de la villa de


Caracena y del lugar de Inés

Alonso Carrillo de Acuña era el hijo primogénito de Gómez Carrillo de Acuña y de doña María de
Castilla, nieta del rey Pedro I “el Cruel”2. Por este matrimonio en 1434 la reina había hecho merced a doña
María, en pago a sus servicios como camarera mayor, de la villa de Mandayona, además de una veintena
de lugares poblados y otros tantos despoblados, con todos sus vasallos, pechos, derechos y caloñas y con
la facultad de nombrar en dichos lugares a los alcaldes, justicias, escribanos y otros oficiales3. Muertos sus
padres, Alonso Carrillo de Acuña heredó el respetable patrimonio que ellos habían conseguido reunir en
tierras de Guadalajara, lo que no evitó que en 1469 iniciara los trámites necesarios para consumar un
trueque con don Pedro González de Mendoza gracias al cual recibió los derechos sobre la Alcaldía Mayor
de Toledo y la villa y jurisdicción de Maqueda y su fortaleza a cambio de gran parte de los bienes que por
entonces poseía bien vía herencia, bien gracias a las donaciones que había recibido de manos de su tío
Alfonso Carrillo de Acuña, el controvertido arzobispo de Toledo4.
Villalba Ruiz de Toledo considera que la explicación para el desproporcionado traspaso acordado
por Alonso Carrillo de Acuña con don Pedro González de Mendoza puede radicar en el posible interés
del primero por la percepción de las rentas jurisdiccionales de Maqueda, lo que a su vez llevó al autor a
hablar de la “desintegración de los lazos feudovasalláticos” como trasfondo de la preferencia mostrada por

2 Gómez Carrillo de Acuña, que llegó a recibir de manos de Juan II el oficio de camarero mayor y a ser nombrado miembro del
Consejo Real y repostero del príncipe don Enrique, era hijo del portugués Lope Vázquez de Acuña, señor de Buendía y Azañón,
y de doña Teresa Carrillo de Albornoz, hija a su vez de los señores de Ocentejo y Paredes. Nos ocupan, por tanto, descendientes
de uno de aquellos linajes de procedencia portuguesa que contribuyeron al proceso de renovación nobiliaria en la Castilla
bajomedieval y cuyos servicios a la Corona los Trastámaras supieron debidamente recompensar con la concesión de todo tipo
de honores y mercedes; cfr. BNM, ms. 21.732/5: Genealogía manuscrita de Lópe Vázquez de Acuña y Doña Teresa Carrillo, su
mujer; RAH, Salazar y Castro, B-92, fols. 115v y 116: Casa de los marqueses de Caracena; López de Haro, A., Casas Ilustres
Solariegas de España, tomo 3, en BNM, ms. 11.909, tít. 110, fol. 15v: De don Martín Vázquez de Acuña, conde de Valençia;
y ALonso CAMPOS, J. I. y Calderón ORTEGA, J. M., “Los Acuña: la expansión de un linaje de origen portugués
en tierras de Castilla”, en Actas das II Jornadas Luso-Espanholas de Historia Medieval, vol. III, Porto, 1989, pp. 851-860. Con
respecto a la relevancia política que llegaron a alcanzar en este período algunos linajes de origen luso como los Pacheco, los
Portocarrero, los Pimentel o los Silva pueden consultarse, entre otros trabajos, Mitre Fernández, E., “La emigración
de nobles portugueses a finales del siglo XIV”, Hispania, XXVI/104 (1966), pp. 513-525; y Romero Portilla, P.,
“Protagonismo del partido portugués en la política castellana del siglo XV”, HISTÓRIA, serie III, vol. 4 (2003), pp. 187-212.
3  BNM, ms. 18.696/29: Merçed que hizo la Reyna doña María, muger del Rey don Juan a Doña María, nieta del Rey don Pedro
[…], Madrid, 15-VI-1434; AHN, Nobleza, Osuna, leg. 2.045, doc. 1; y RAH, D-13, fol. 420-427.
4 RAH, Salazar y Castro, D-30, fol. 275: Tabla genealógica de la familia Carrillo, marqueses de Caracena, condes de Pinto,
varonía de Acuña; AHN, Nobleza, Osuna, c. 1.703, doc. 3: capitulación, obligación y confirmación celebradas entre don Pedro
González de Mendoza y Alonso Carrillo, Guadalajara, 22-XI-1469 y Sigüenza, 21-I-1470; e ibídem, doc. 1. Los detalles de
aquel intercambio en Villalba Ruiz de Toledo, F. J., “Reajuste de señoríos en el siglo XV: el trueque de Jadraque
por Maqueda”, en Homenaje al Profesor Juan Torres Fontes, vol. II, Murcia, 1987, pp. 1763-1778; y Franco Silva, A.,
“Señores y campesinos en tierras de Soria a fines del siglo XV”, en Homenaje al Profesor Juan Torres Fontes, vol. I, Murcia, 1987,
pp. 521 y 522 [reeditado en Íd., La fortuna y el poder: estudio sobre las bases económicas de la aristocracia castellana, Cádiz, 1996,
pp. 217-238]. No obstante, nueve años después Alonso Carrillo de Acuña terminó de deshacerse de los bienes familiares con
ventas como las efectuadas a favor de doña Brianda de la Cerda y del conde de Cifuentes; cfr. AHN, Nobleza, Osuna, c. 2.045,
docs. 3 y 4; ibídem, c. 2.066, doc. 2; y RAH, D-13, fols. 428-429.

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Ana Quijorna Rodríguez

algunos señores hacia los ingresos líquidos frente a la posesión de amplias extensiones territoriales5. Sin
embargo, no puede pasarse por alto que desde 1456 Alonso Carrillo de Acuña se encontraba casado con
doña Leonor de Toledo, hija y heredera de los señores de Pinto, don Pedro Suárez de Toledo y doña Juana
de Guzmán, y una de las familias más antiguas y poderosas de Toledo. Gracias a este matrimonio, además
de la disposición de los tres millones aportados como dote por doña Leonor frente al millón ofrecido
por Alonso Carrillo de Acuña en concepto de arras, éste pudo comenzar a hacer suyas la respetabilidad,
dignidad e influencia de la que ya gozaban los Toledo en dicha localidad. No en vano, había logrado
emparentar con uno de los miembros de la oligarquía toledana, pues don Pedro Suárez de Toledo era
regidor en esta ciudad y el hermano de éste, García Álvarez de Toledo, alguacil mayor de la misma6. Así
las cosas, por qué no pensar que proceder a la liquidación de su patrimonio en tierras de Guadalajara a
cambio de la obtención de los derechos sobre una de las “seis dignidades” del Ayuntamiento de Toledo y
convertirse en señor de una villa mucho más cercana al centro toledano, lugar en el que además quedará
fijada la casa principal de los señores de Caracena, pudieron ser los medios perseguidos para intentar
consolidar la singularidad social recién adquirida por vía matrimonial y la base sobre la que procurarse un
seguro medro dentro de los círculos de poder y de gobierno municipales7. De hecho, se sabe que hacia
1473 Alonso Carrillo de Acuña era uno de los miembros que tomaba asiento en el banco de regidores
de dicha ciudad. Por tanto, gozaba de uno de aquellos cargos públicos, instaurados tras las reformas
de Juan II, desde los que ejercer un claro predominio en la vida política local y que acabarían siendo
patrimonializados por una oligarquía urbana de “extracción hidalgo-caballeresca”. Tanto fue así que se
tiene constancia de que su hijo, Gómez Carrillo de Toledo, y su nieto, Alonso Carrillo de Toledo, quien
además recibió ya el tratamiento de “don”, ocuparon su mismo regimiento, el primero entre 1526-1528 y
el segundo desde 1528 hasta 15308. Además, con el desempeño de las funciones propias de estos puestos,
los miembros de esta familia consiguieron reafirmar visualmente su preeminente estatus, pues éste quedaba
sancionado desde el momento en que aquéllos ocupaban el lugar inherente a los mismos en la sala de
reunión del concejo, actos públicos y ceremonias varias que, en el fondo, hacían noble al regidor aunque
jurídicamente no lo fuese9.
Entre tanto, Alonso Carrillo de Acuña iba a recibir de manos de los Reyes Católicos la villa de
Caracena y el lugar de Inés a cambio de los 16 millones de maravedís que le había reportado la venta
de la villa de Maqueda y los derechos sobre la Alcaldía Mayor de Toledo a don Gutierre de Cárdenas,
comendador mayor de León, contador mayor de los Reyes Católicos y de su Consejo Real; cantidad que
éstos se habían visto obligados a “tomar y recibir” dada la precaria situación de la Hacienda Regia y el
desarrollo de la guerra que entonces se estaba librando en tierras de Granada10. Aunque los monarcas se

5 Villalba Ruiz de Toledo, F. J., “Reajuste de señoríos…”, op. cit., p. 1775.


6  RAH, Salazar y Castro, D-30, fol. 255v: Tabla genealógica de la familia de los Toledo, señores de Pinto; ibídem, D-21, fol. 191v;
ibídem, D-34, fol. 48v: Costados de Luis Carrillo de Toledo y Téllez Girón, Sarmiento y Guevara, señor de Pinto; y AHN, Nobleza,
Frías, c. 1.717, doc. 15: cartas de arras y de pago de dote de Alonso Carrillo de Acuña, Alcalá de Henares y Pinto, 22-X-1456.
7 Sobre la tendencia a la concentración y localización espacial del poder véase PALENCIA HERREJÓN, J. R., “Elementos
simbólicos de poder de la nobleza urbana en Castilla: los Ayala de Toledo al final del Medievo”, En la España Medieval, 18
(1995), pp. 163 y 164.
8  Aranda Pérez, F. J., “«Nobles, discretos varones que gobernáis a Toledo». Una guía prosopográfica de los componentes
del poder municipal de Toledo durante la Edad Moderna (corregidores, dignidades y regidores)”, en Íd. (Coord.), Poderes
intermedios, poderes interpuestos. Sociedad y oligarquías en la España moderna, Cuenca, 1999, pp. 227-309; e Íd., Poder municipal
y Cabildo de Jurados en Toledo en la Edad Moderna (siglos XV-XVIII), Toledo, 1992, pp. 23 y ss. y 191-223. Consúltese, además,
Íd., Poder municipal y oligarquías urbanas en Toledo en el siglo XVII, 2 vols., Tesis doctoral, Universidad Complutense, 1992.
9 Sobre estas cuestiones véanse, entre otros, Palencia Herrejón, J. R., “Elementos simbólicos de poder…”, op. cit., p.
171; y SORIA Mesa, E., La nobleza en la España moderna. Cambio y continuidad, Madrid, 2007, p. 222.
10 AHN, Nobleza, Baena, c. 85, doc. 6: carta de venta de la villa y fortaleza de Maqueda otorgada por Alfonso Carrillo de
Acuña a favor de Gutierre de Cárdenas, Toledo, 3-II-1483; la aprobación y ratificación definitivas en ibídem, c. 84, doc. 78, año
1490. Se desconocen los motivos que pudieron llevar a Alonso Carrillo de Acuña a realizar esta nueva venta. Sin embargo, si se

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MECANISMOS Y ESTRATEGIAS DE PROMOCIÓN, ASCENSO Y CONSOLIDACIÓN ...

habían comprometido a conceder a Alonso Carrillo de Acuña 600.000 maravedís de renta anual y 1.000
vasallos a cambio de la dicha cantidad, la aparente incapacidad mostrada por Isabel y Fernando a la hora
de cumplir con lo capitulado y lo inciertas que resultaron algunas de las compensaciones otorgadas en
principio en tierras de Sevilla derivaron, en 1491, en la concesión definitiva al señor de Pinto, que había
llegado a convertirse en guarda mayor de los Reyes Católicos, de la villa de Caracena y del lugar de Inés
con sus tercias, además de las de los lugares de Madruédano, Adante y Santa María del Val, 1.400.000
maravedís en dinero, ciertas partidas de juros por un total de 177.000 maravedís de renta, 675.000
maravedís en heredamientos, censos y tributos en tierras de Sevilla y 114.500 maravedís de juro situados
en las alcabalas de Caracena y sus citados lugares e Inés11. Con todo, Alonso Carrillo de Acuña no se
convirtió en señor de más de 377 vasallos, por lo que, con la clara intención de extraer por la fuerza lo que
no podía obtener de hecho, el ahora señor de Caracena no dudó, desde un principio, en cometer todo tipo
de abusos y atropellos fiscales sobre sus vasallos; tropelías que, no obstante, vieron parcialmente su fin en
1499 cuando, previa elevación de memorial por los agraviados y designación por los Reyes Católicos de un
juez comisario, la Chancillería de Valladolid dictó sentencia y ambas partes aceptaron sus disposiciones12.
Pero tampoco las relaciones mantenidas por este señor con su hijo habían sido especialmente
cordiales. Previa concesión de licencia despachada en 1479 doña Leonor dejaba estipulado en su
testamento que el goce del principal de su hacienda había de recaer en Gómez Carrillo de Toledo sin
que “su padre, ni otro alguno, non haya ni lleve los frutos e rentas del dicho maiorazgo ni otra cossa
alguna”, procediéndose entonces a fundar mayorazgo a su favor. Por éste se vinculaban la villa y fortaleza
de Pinto con su tierra, las penas de cámara, las de Alvenda, la martiniega, una huerta y un jardín, varias
casas en Pinto, eras, viñas, suertes de tierras, y demás pertenencias, además de las dehesas de Gozquez y
Santistéban13. Esto llevó a Alonso Carrillo de Acuña a protagonizar conflictos continuos con su hijo hasta

tiene en cuenta que desde el mismo año de su matrimonio Alonso Carrillo se había convertido en señor de Pinto por muerte
de don Pedro Suárez de Toledo y que, tras la división de este señorío por doña Juana de Orozco, el derecho de posesión de la
mitad de este estado había dado origen a continuos pleitos con doña Beatriz de Urueña a pesar de la cesión de éstos por parte
de Fernando el Católico a doña Leonor de Toledo, puede pensarse que, asegurada la posesión de los bienes del estado de Pinto,
era preferible obtener una liquidez que permitiera sufragar estos y otros gastos; cfr. AHN, Nobleza, Frías, c. 1.676, doc. 7:
testamento de don Pedro Suárez de Toledo, Toledo, 9-VIII-1456; AGS, RGS, leg. 1476-IX, fol. 602: registro de la merced del
lugar de Pinto a doña Beatriz de Urueña, Segovia, 3-IX-1476; ibídem, leg. 1480-IX, fol. 31: cesión de derechos de la mitad de
la villa de Pinto, Medina del Campo, 27-IX-1480; e ibídem, leg. 1483-VII, fol. 58: receptoría del pleito sobre la villa de Pinto,
Santo Domingo de la Calzada, 31-VII-1483.
11 Todo lo anterior en AGS, RGS, leg. 1485-III, fol. 28; ibídem, leg. 1491-III, fols. 3 y 4; AHN, Nobleza, Frías, c. 1.715, doc.
1; ibídem, c. 1.688, doc. 17; y AGS, CMH, CM, leg. 6, exp. 65. Un resumen de aquellos acuerdos en AHN, Nobleza, Frías, c.
1.687, doc. 10. Sólo cinco meses después de la concesión definitiva de estos bienes los Reyes Católicos hacían merced a Alonso
Carrillo de Acuña, en pago a sus muchos y prolongados servicios, de una venticuatría en el cabildo de Sevilla, que, no obstante,
renunció en su hijo Pedro Suárez de Castilla, y de la tenencia de su fortaleza por muerte de Pedro Mejía; cfr. AGS, RGS, leg.
1491-VIII, fol. 22; ibídem, leg. 1494-XII, fol. 66; e ibídem, CC, Cédulas, lib. 2-1/82, fol. 2.
12 AHN, Nobleza, Frías, c. 1.688, doc. 16; ibídem, c. 1.687, doc. 17; y FRANCO SILVA, A., “Señores y campesinos…”, op.
cit., pp. 526-531. Las escasas posibilidades económicas que ofrecía a su señor la “microsociedad campesina” de la remota y
aislada Comunidad de Villa y Tierra de Caracena han sido puestas de manifiesto en Alcalde Jiménez, J. Mª, “Rentas
provinciales y señoriales. La fiscalidad absolutista en Soria a finales del Antiguo Régimen”, Investigaciones históricas: época
moderna y contemporánea, 23 (2003), p. 79; y Álvarez García, C., “Censos de población de Caracena en el siglo XVI”,
en Jerónimo Zurita: su época y su escuela, Zaragoza, 1986, pp. 201-217, en especial, pp. 201 y 202.
13 AHN, Consejos, leg. 37.700, exp. 3.377: licencia y facultad regia, Cáceres, 20-III-1479 (traslado); ibídem: carta de fundación
del mayorazgo de Pinto, Toledo, 10-XI-1487 (traslado); y AHN, Nobleza, Frías, c. 1.676, doc. 8: testamento de Leonor de
Toledo, Toledo, 10-XI-1487. No ha sido posible localizar alguna fuente anterior al siglo XVII que especifique los bienes de la
hacienda del mayorazgo y Casa de Pinto. Según una relación, presumiblemente de 1626, dicho mayorazgo vinculaba: las penas
de cámara y martiniega; un jardín; una huerta; un corral y un mesón situado en la calle mayor de Pinto que se encontraban
dados en arriendo; tres casas en Pinto sobre las que se habían impuesto sendos censos que rentaban al año algo más de 1.900
maravedís; ocho viñas; 300 fanegas de tierra divididas en 25 suertes y media que también estaban arrendadas; otras tierras y eras
que no se especifican; las alcabalas y tercias de Pinto; las alcabalas de Ajofrín; la dehesa de Majazul; un juro sobre las alcabalas
de Toledo; y una casa principal en dicha ciudad que también solía estar arrendada. De todo ello se podía esperar algo más de

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Ana Quijorna Rodríguez

el punto de intentar impedir que éste disfrutara de la herencia de su madre y de pretender dar en venta
ciertos bienes pertenecientes a sus mayorazgos14. Y digo sus mayorazgos porque estas circunstancias no
evitaron –eso sí, previo asiento y capitulación hecha entre Alonso Carrillo de Acuña y los Reyes Católicos
con motivo de la concesión de la villa de Caracena e Inés– que su padre también fundara mayorazgo a su
favor en 1491. Por este otro se vinculaba la villa de Caracena con sus lugares, fortaleza y vasallos, y el lugar
de Inés; algunas eras, montes y tierras de pan llevar que solían estar arrendadas en especie; los molinos de
Tejadillo, de la Posada, de Arriba, de Rebollosa, de Valverde y el de los Olmos con sus prados –muchos
de ellos arrendados–; dos huertas en Carrascosa de Abajo, además de la de Majuelo, la de Tejadillo, la
de Camas de Yerro, la situada junto al molino de la Fasenda y la de Valverde con su prado; las tercias
de Caracena y los lugares de Adanta, Santa María del Val, Madruédano e Inés; el juro de los 114.500
maravedís a razón de 30.000 maravedís el millar situado en las alcabalas de Caracena y sus lugares; algunas
casas en la villa de Caracena; los 250.000 maravedís de tributos y censos perpetuos de los que gozaba en
la ciudad de Sevilla; y otros pechos, derechos y tributos como la martiniega, las penas de cámara de la villa
de Caracena, la leña y paja o el paso de ganado15.
Todo acabó en 1508 cuando, previo pleito movido por Gómez Carrillo contra su padre por
la posesión de Caracena, dos jueces de designación regia condenaron a Alonso Carrillo de Acuña “a la
pérdida de todas sus posesiones”. Con ello, el antiguo señor de Caracena quedó privado de la posibilidad
de apuntalar la singularidad social y la influencia política que había conseguido adquirir en la ciudad de
Toledo16. A partir de entonces, su hijo, convertido así en señor de Pinto, Caracena e Inés –entre otros
lugares– se dedicó a intentar aumentar y diversificar sus fuentes de ingreso. De hecho, a su iniciativa se
debió la vinculación de las casas principales de Toledo y de las alcabalas de la villa de Pinto, que según
él mismo afirmaba en su testamento compró a Carlos V. Obsesionado por la rentabilidad de sus bienes,
como se desprende de la recomendación reiterada que hacía a su mujer de que invirtiera los 1.500 ducados
que aportó en concepto de arras en algo que le rentase para “que tenga con qué alimentarse” y de la venta
que hizo, por ejemplo, de cierta plata que tenía para comprar un juro de 40.000 maravedís de renta, no
dudo en realizar un empréstito al Emperador por el que éste le adeudaba en el momento de su muerte 300
ducados y en adquirir por un valor de 16.000 maravedís el molino de Valbenedizo. Pero también comenzó
a apreciar los beneficios no pecuniarios derivados de la inversión en capital simbólico, sobre todo si, como
era el caso de Gómez Carrillo, no se contaba con un título nobiliario y lo que se deseaba era ser tenido
por tal. Así, se sabe que pudo contar, al menos, con 5 criados; que a lo largo de su vida adquirió ciertos
guardamaniles, algunas telas de terciopelo azul y de raso blanco bordado y dos alfombras verdes; que
atesoró diversos objetos y joyas de oro y plata; y que en 1511 compró a la condesa de Paredes, por 100.000
maravedís y 200 fanegas de trigo, unos “paños grandes” bordados en seda, plata y oro que representaban
la historia de Judit y Holofernes17.

11.000 ducados de renta al año; cfr. AHN, Nobleza, Frías, c. 1.724, doc. 20/2.
14 AGS, RGS, leg. 1488-VII, fol. 216; ibídem, leg. 1497-I, fol. 298: los Reyes Católicos, pidiendo informes sobre la venta
de Alonso Carrillo de ciertos maravedís del mayorazgo de su hijo, Burgos, 13-I-1497; y FRANCO SILVA, A., “Señores y
campesinos…”, op. cit., pp. 523-524.
15 AHN, Consejos, leg. 37.700, doc. 3.377: traslado de carta de mayorazgo de la villa de Caracena y el lugar de Inés, Sevilla,
15-IV-1521; ibídem, Nobleza, Frías, c. 1.724, doc. 18: relación de la hacienda y derechos pertenecientes al mayorazgo de
Caracena [s. l.], 21-VIII-1626; y AHN, Nobleza, Frías, c. 1.687, doc. 10.
16 No obstante, su hijo quedaba obligado a ceder a su padre 245.000 maravedís anuales; cfr. AHN, Nobleza, Frías, c. 1.688,
docs. 20-23; e ibídem, c. 1.717, doc. 8.
17 AHN, Nobleza, Frías, c. 1.687, doc. 1: traslado cerrado del testamento de Gómez Carrillo de Castilla y Toledo, Toledo,
17-III-1530 (copias de este testamento en RAH, Salazar y Castro, D-13, fols. 436-439; e ibídem, M-22, fols. 240v-244);
ibídem, c. 1.717, doc. 9: cartas de venta de un molino en Valbenedizo, Caracena, 18-IX-1524; ibídem, c. 1.688, doc. 24:
escritura de venta de los paños, Toledo, 25-I-1511; y AGS, CMH, CM, leg. 57, exp. 78. A pesar de lo expuesto hasta aquí,
no quiero dejar pasar la oportunidad de señalar que las fuentes referentes a la economía y hacienda de la Casa de Caracena
ofrecen unas claras limitaciones, no exclusivas, en cuanto a su número, diversidad y tipología, aclaración extensible al legado

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MECANISMOS Y ESTRATEGIAS DE PROMOCIÓN, ASCENSO Y CONSOLIDACIÓN ...

Con la fundación de ambos mayorazgos, en los que no se excluía la sucesión femenina, el patrimonio
de los estados de Caracena y Pinto parecía asegurado. Y con ello, la base económica sobre la que podrían
sustentarse los Carrillo de Toledo para procurar el ascenso del grupo a cotas más altas de la sociedad.
Si, además, se ponía en práctica una sabia política matrimonial y se aprovechaban las oportunidades de
servicio regio que ofrecía el engranaje imperial hispánico, las probabilidades de éxito eran muy elevadas.


Relaciones familiares y alianzas políticas: las estrategias matrimoniales de los señores de Caracena y
los Pacheco-Girón

Las decididas estrategias matrimoniales puestas en práctica por los señores de Caracena y Pinto
respondieron a una clara intención y necesidad social de grupo de sancionar el lugar de privilegio que éstos
habían conseguido alcanzar durante los años finales de la Edad Media y los primeros de la Edad Moderna
y de convertir el entronque con singulares Casas nobiliarias en el medio idóneo a partir del cual coadyuvar
a su reforzamiento político, económico y social. La política matrimonial seguida por los miembros de
esta Casa, que se vio condicionada por el propio devenir de los acontecimientos políticos desde el mismo
momento en que se estableció la conocida y estrecha colaboración entre el arzobispo Alfonso Carrillo y el
marqués de Villena –en realidad tío y sobrino–, respondió, por tanto, a unas nítidas directrices marcadas
por la yuxtaposición de los intereses políticos y familiares. Así, puede afirmarse que, al menos, desde
los años finales de la Edad Media las relaciones matrimoniales y clientelares de los Carrillo de Toledo se
inscribieron dentro del círculo nobiliario dominado por el clan Pacheco-Girón y el arzobispo de Toledo.
A este primer estadio corresponde, por ejemplo, el enlace contraído entre Leonor Carrillo de Acuña,
hermana de Alonso Carrillo de Acuña y, por tanto, sobrina del arzobispo, con Alvar Pérez de Guzmán,
VIII señor de Orgaz y miembro del círculo de intereses delimitado por don Juan Pacheco y su pariente
el conde de Cifuentes, o el entronque con los condes de Osorno, confederados con don Diego López
Pacheco y con don Juan Pacheco, que se produjo gracias al matrimonio en primeras nupcias de Gómez
Carrillo de Toledo con Aldonza Manrique18.
Con el advenimiento al trono de los Reyes Católicos y la promoción a la cúspide política y social
de linajes como los Mendoza, tocaba no sólo acogerse al pacto brindado por los monarcas para integrarse
en los nuevos engranajes de poder, sino también intentar emparentar con personajes cuyos decididos
apoyos a la reina Isabel les habían permitido consolidar sus preeminentes posiciones y alcanzar un claro
encumbramiento político. Así, de la misma manera que el marqués de Villena pretendió acabar con
las diferencias mantenidas con los Mendoza durante tantos años mediante la proyección de un doble
enlace entre sus respectivos vástagos, la hermana de Gómez Carrillo de Toledo, Teresa Carrillo de Castilla,
contrajo matrimonio con don Álvaro de Mendoza, hijo del II duque del Infantado. No obstante, la
dependencia internobiliaria de los señores de Caracena con respecto a los Pacheco-Girón se vio sancionada
con el doble enlace contraído, por un lado, en segundas nupcias por don Alonso Carrillo de Toledo con
doña Sancha Pacheco, hija de los I señores de La Puebla de Montalbán y, por tanto, nieta del marqués de

documental del marquesado de Frómista, estados que pasarán a formar parte de los bienes de los marqueses de Caracena a
partir del matrimonio de doña Ana Carrillo de Toledo, hija y heredera del I marqués de Caracena, con don Luis de Benavides
y Cortés, IV marqués de Frómista. Sobre estas cuestiones véase Soria Mesa, E., “Las rentas de la nobleza española en la
Edad Moderna. Una nueva fuente para su estudio”, en Rodríguez Cancho, M. (Coord.), Historia y perspectivas de
investigación. Estudios en memoria del profesor Ángel Rodríguez Sánchez, Mérida, 2002, p. 70.
18 BNM, ms. 11.909, fol. 15v; RAH, Salazar y Castro, D-30, fol. 275; y AHN, Nobleza, Frías, c. 12, docs. 14 y 16. Véase,
además, Riesco de Iturri, M. B., Nobleza y señoríos en la Castilla centro-oriental en la Baja Edad Media (siglos XIV y
XV), Tesis doctoral, Universidad Complutense, vol. I., Madrid, 1996, pp. 320-329 [publicada en formato digital por E-Libro,
2006]; Romero Portilla, P., “Protagonismo del partido portugués…”, op. cit., pp. 188 y 207; y QUintanilla
Raso, Mª C., “Élites de poder, redes nobiliarias y Monarquía en la Castilla de fines de la Edad Media”, Anuario de Estudios
Medievales, 37/2 (2007), pp. 967-969.

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Ana Quijorna Rodríguez

Villena, y, por otro, el que años después unió a don Luis Carrillo de Toledo y Acuña, hijo del mencionado
don Alonso, con su sobrina doña Leonor Chacón, hija igualmente de los por entonces III señores de La
Puebla de Montalbán, don Alonso II Téllez Girón y doña Juana de Cárdenas19.
Por otro lado, autores como Enrique Soria han puesto de manifiesto la existencia de una verdadera
endogamia de tipo socioprofesional entre las familias que coparon los cargos municipales, práctica a la que
los señores de Caracena no fueron ajenos20. Así, obtenidos los derechos sobre la Alcaldía Mayor de Toledo
y conquistado un instrumento más de ascenso social como era la regiduría debía procurarse, si era posible,
afianzar la presencia en estos nuevos espacios de poder mediante enlaces conyugales. Con el precedente
asentado por su propio padre, pues como se ha visto Alonso Carrillo de Acuña casó con una hija de regidor,
Gómez Carrillo de Toledo contrajo segundas nupcias con doña Beatriz Sarmiento, hija de los condes de
Salinas. Había sido, precisamente, el abuelo de esta señora quien, durante varios años, se había ocupado
del desempeño de las funciones propias de la Alcaldía Mayor de Toledo21. Otra de estas dignidades, la
del Alguacilazgo Mayor de Toledo, estaba en manos de los condes de Fuensalida, una de las principales
familias no ya de la ciudad toledana, sino del escenario político del momento. Y fue precisamente con
doña María de Ayala, hija de don Fradique de Zúñiga y de doña María de Ayala, hermana del III conde
de Fuensalida y abuela del futuro IV conde –uno de los personajes más influyentes de la Corte de Felipe
II– con quien Gómez Carrillo de Toledo contrajo matrimonio por tercera vez22. Por su parte, doña Juana
de Castilla, una de las hijas habidas de este último matrimonio, casó, precisamente, con quien llegaría a
ocupar el regimiento del que habían disfrutado tanto su padre como su hermano don Alonso, es decir,
con Hernando Niño, II señor de Tejares y sobrino a su vez del regidor Lope Conchillos por el matrimonio
de éste con María Niño de Ribera, prima del padre del futuro regidor. No hay que olvidar, tampoco, que
fue la hija mayor del omnipresente secretario quien contrajo nupcias con el III conde de Fuensalida23. Por
tanto, el enlace de Gómez Carrillo de Toledo con doña María de Ayala apuntó ya a la necesidad incipiente
de tomar y adoptar posiciones en un ámbito superior de poder como era la Corte, aunque, de momento,
la reproducción social de los Carrillo de Toledo siguió circunscrita a la esfera local.
No obstante, estas alianzas políticas y familiares condicionaron la situación de los señores de
Caracena en el episodio político abierto en 1504 tras la muerte de Isabel la Católica. Para el marqués de
Villena, cuya postura de principal rebelde mantenida durante los convulsos años de la guerra civil había
terminado con la confiscación de parte de sus posesiones, aquella situación de inestabilidad se presentaba
como una oportunidad sin igual para intentar recuperar el patrimonio perdido, por lo que no dudó en
convertirse, junto a otros eminentes personajes del momento como el conde de Urueña o el propio conde
de Fuensalida –éste por oposición al apoyo que los Silva iban a prestar a don Fernando–, en uno de los
principales valedores de la causa de Felipe de Habsburgo24. Se consolidaba de este modo, por mediación

19  FRANCO SILVA, A., Entre la derrota y la esperanza. Don Diego López Pacheco, Marqués de Villena (mediados del siglo XV-
1529), Cádiz, 2005, pp. 97 y 146; y RAH, Salazar y Castro, D-21, fol. 191v y D-34, fol. 48v. Véase, de aquí en adelante y
siempre que sea necesario, el árbol genealógico anexo. Agradezco al profesor Francisco Javier Moreno Díaz del Campo la ayuda
prestada para su elaboración.
20 Soria Mesa, E., La nobleza en la España moderna…, op. cit., p. 174.
21 RAH, Salazar y Castro, D-21, fol. 191v y D-34, fol. 48v; y LÓPEZ DE HARO, A., Nobiliario Genealógico de los Reyes
y Títulos de España, vol. I, Madrid, 1622, pp. 530 y 531. Nótese que este matrimonio permitió a Gómez Carrillo, además,
emparentar con titulados cuando ellos aún no había recibido tal distinción, realidad que a partir de este momento no iba a ser
algo excepcional.
22 LÓPEZ DE HARO, A., Nobiliario genealógico…, op. cit., vol. I, pp. 515 y ss.
23  Martz, L., A Network of Converso Families in Early Modern Toledo. Assimilating a Minority, Michigan, 2003, p. 105;
Martínez Millán, J., “Las élites de poder durante el reinado de Carlos V a través de los miembros del Consejo de
Inquisición (1516-1558)”, Hispania, XLVIII/168 (1988), p. 117; y Aranda Pérez, F. J., “«Nobles, discretos varones que
gobernáis a Toledo»...”, op. cit., p. 261.
24 Torres Fontes, J., “La conquista del Marquesado de Villena en el reinado de los Reyes Católicos”, Hispania, XIII/50
(1953), pp. 37-151; Martínez Millán, J., “Las élites de poder durante el reinado de Carlos V…”, op. cit., pp. 124 y

Historia y Genealogía Nº2 (2012) | 217


MECANISMOS Y ESTRATEGIAS DE PROMOCIÓN, ASCENSO Y CONSOLIDACIÓN ...

de los Pacheco-Girón, una estrecha alianza entre los Carrillo de Toledo y los condes de Fuensalida que
perdurará a lo largo de todo el siglo XVII y que llegó a ser fundamental para la defensa de los intereses de
los señores de Caracena en la Corte de los Austrias. Ya se ha hecho alusión al matrimonio contraído entre
Gómez Carrillo de Toledo y doña María de Ayala. Entre los albaceas, testamentarios y “executadores”
del primero figuraba don Pedro López de Ayala, III conde de Fuensalida, para el que Gómez Carrillo
reservaba el papel de tutor y curador de sus hijos en caso de fallecimiento de doña María. No obstante,
la posición del de Caracena dentro del grupo incondicional al Habsburgo iba a consolidarse mediante el
matrimonio contraído en primeras nupcias por su hijo don Alonso Carrillo de Toledo con doña Catalina
de Zúñiga, hija del II conde de Miranda del Castañar y, por tanto, hermana del por entonces III conde,
don Francisco de Zúñiga y Avellaneda, otro personaje que se encontraba claramente dentro de la órbita
felipista25.
Pero aún faltaban el nexo articulador de toda esta parentela: los duques de Maqueda. Juan Vázquez
de Sepúlveda, capellán de la capilla de los Reyes Nuevos de Toledo, comisario del Santo Oficio e hijo
del que fue camarero de don Bernardino de Cárdenas –II duque de Maqueda–, en el interrogatorio
correspondiente a las pruebas de hábito de don Luis Carrillo de Toledo y Hurtado de Mendoza, hijo
malogrado del futuro I marqués de Caracena y de doña Isabel de Velasco y Mendoza, afirmaba conocer
a don Luis Carrillo de Toledo y Acuña, a su mujer doña Leonor Chacón, a don Alonso Téllez Girón y
a doña Juana de Cárdenas, abuelos y bisabuelos paternos del pretendiente, pues a la villa de Torrijos,
localidad de la que era natural doña María de Cárdenas –hija de don Bernardino, esposa del I marqués
de Almazán y abuela materna del pretendiente– y en la que el matrimonio Mendoza residió durante
largos años, “venían los unos y los otros (porque todos eran deudos) a hablar al duque de Maqueda y
a bisitarse en diversas ocasiones”26. Y no era para menos. Según recoge Mateu Ibars, el arzobispo de
Toledo, Alfonso Carrillo, no había tenido poco que ver en la elección de Gutierre de Cárdenas para el
desempeño del oficio de maestresala de Isabel la Católica. Además, mientras su primogénito, don Diego
de Cárdenas y Enríquez, futuro I duque de Maqueda y nieto del almirante, casaba con Mencía Pacheco,
hija del I marqués de Villena, su hermana María Enríquez hacía lo propio con el III conde de Miranda del
Castañar y, por tanto, con el cuñado de don Alonso Carrillo de Toledo. A su vez, don Alonso de Cárdenas
y Pacheco, uno de los hijos de don Diego de Cárdenas, volvía a contraer matrimonio con una Pacheco,
en este caso hija de los II señores de La Puebla de Montalbán, sobrina de don Alonso Carrillo, prima de
don Luis Carrillo de Toledo y Acuña y a su vez tía de la mujer de éste, doña Leonor Chacón. Otro de los
hijos de don Diego, don Gutierre de Cárdenas, se convertiría en el progenitor del señor de Colmenar de
Oreja, con cuyo heredero terminaría casando la nieta del I marqués de Caracena. Para terminar de cerrar
este imbricado mapa de entronques, Magdalena de Cárdenas, hermana del anterior, casó con don Pedro
López de Ayala, IV conde de Fuensalida27.
Mendozas, Pachecos, Girones, Ayalas, Zúñigas y Cárdenas, todos ellos asentados plenamente en
la Corte, colmados de honores –entre otros el de ser muchos de ellos designados, distinguidos y tenidos
como Grandes de España– y, como se ha tenido ocasión de comprobar, relacionados intrínsecamente con
los señores de Caracena por vínculos conyugales o lazos clientelares, se convirtieron, de este modo, en

ss.; y Martínez Gil, F., “Toledo es Corte. 1480-1561”, en Cruz Muñoz, J. de la (coord.), Historia de Toledo, Toledo,
1997, p. 273.
25 AHN, Nobleza, Frías, c. 1.687, doc. 1: doc. cit.; y Quintanilla Raso, Mª C., “Élites de poder…”, op. cit., pp. 974 y
977. Los condes de Miranda del Castañar, como veremos, van a formar parte de la tupida red nobiliaria tejida por los señores
de Caracena y Pinto. De hecho, las políticas matrimoniales practicadas por ambas Casas van a ser una de las claves de la unión
de los marquesados de Frómista y Caracena. No debemos olvidar, tampoco, las conexiones que van a existir entre los condes
de Miranda del Castañar, los duques de Maqueda, los marqueses de Villena y los duques de Lerma.
26 AHN, OO. MM., Santiago, exp. 1.627: pruebas de caballero de Luis Carrillo de Toledo Hurtado de Mendoza, Toledo,
1601.
27 Mateu Ibars, J., Los Virreyes de Valencia. Fuentes para su estudio, Valencia, 1963, p. 131; y López de Haro, A.,
Nobiliario Genealógico…, op. cit., vol. II, Madrid, 1622, pp. 295 y ss.

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Ana Quijorna Rodríguez

puntal reticular indispensable en el proceso de vinculación de los Carrillo de Toledo con aquel espacio de
poder y, por tanto, de su posterior promoción política. No en vano, los miembros de la Casa de Caracena
y Pinto seguirán emparentando con muchos de ellos, también, a lo largo del siglo XVII. Baste recordar
aquí, por el momento, que doña Isabel de Velasco y Benavides, hermana y valedora indiscutible en la
Corte de los intereses de su hermano don Luis de Benavides Carrillo de Toledo, futuro II marqués de
Caracena, contrajo matrimonio con don Bernardino de Velasco y Ayala, conde de Colmenar de Oreja y
futuro de Fuensalida. Que el propio don Luis lo hará con doña Catalina Ponce de León, hija del IV duque
de Arcos y Casa con la que los Pacheco-Girón venían enlazando desde tiempo atrás. Y que quien llegará
a ser el heredero de los marquesados de Caracena y Frómista, don José Téllez Girón, hijo de don Gaspar
Téllez Girón y de doña Ana Antonia de Benavides, primogénita del II marqués de Caracena, poseerá
asimismo el título ducal de Osuna28.
Así pues, inmersos en esa nueva fase de relaciones políticas de las que ha hablado Adolfo Carrasco
y en la que tanta importancia tuvo el proyecto de Monarquía adoptado por los Austrias y el fenómeno del
valimiento, los señores de Caracena consiguieron vincularse a finales del siglo XVI a la esfera estatal de
gobierno29. Sin embargo, y no obstante no poder determinar cuál fue la postura adoptada por los señores
de Caracena ante el fenómeno de las comunidades de Castilla dado el estado actual de las investigaciones
y a pesar de las afirmaciones hechas por Martínez Gil, hubo que esperar a que pasaran los años de recelo
nobiliario que aquel acontecimiento provocó en Carlos V para que una familia que por entonces se
encontraba a medio camino se abriera paso en unas estructuras políticas y de gobierno que iban a verse
claramente condicionadas por las nuevas relaciones establecidas entre la Corona y la nobleza y que iban a
presidir el resto de la Edad Moderna30.

La integración de los señores de Caracena en la estructura imperial de los Habsburgo: don Luis
Carrillo de Toledo y Téllez Girón (1564-1626)

Independientemente de los debates existentes en torno a multitud de cuestiones como


la periodización del reinado, el grado de “absolutismo” con el que se ejerció el poder, la idoneidad y
viabilidad del sistema conciliar, la “españolización” o “castellanización” a la que sometió el gobierno y la
administración de la Monarquía y tantas otras cuestiones controvertidas del reinado de Felipe II, lo cierto
es que la puesta en marcha del sistema hispánico y el establecimiento definitivo de la Corte en Madrid
en 1561 condicionaron las vidas de aquellos nobles grandes, medianos o pequeños que se acercaron a la
Corona para asegurarse un mejor futuro y velar por la posición política, social y económica disfrutada
hasta entonces. En este contexto, la aparición del fenómeno del valimiento iba a revestir de singular
protagonismo y relevancia a la conformación de unas cada vez más extensas parentelas como resultado
del ejercicio amplio del patronazgo y en las que no fueron de poca importancia los lazos familiares que

28  Aunque en la mayoría de las ocasiones lo encontramos nombrado como III marqués de Caracena y III conde de Pinto,
títulos que, en principio, debería haber heredado por vía materna, la mención que don Luis Carrillo de Toledo, I marqués de
Caracena y I conde de Pinto, hace en su testamento de su nieto como “inmediato sucesor” y la manda de fundación de una
capellanía para que se digan tres misas semanales por su “difunta” hija doña Ana, evidencian que el título pasó directamente de
la cabeza del abuelo a la del nieto, lo que convertía a don Luis de Benavides Carrillo de Toledo en II marqués de Caracena y II
conde de Pinto; cfr. AHPM, protoc. 2.678, fols. 198 r-209v, Madrid, 31-I-1626.
29 Carrasco MARTÍNEZ, A., Sangre, honor y privilegio. La nobleza española bajo los Austrias, Barcelona, 2000, pp. 59 y ss.
30 Martínez Gil no duda en señalar que la postura mantenida por Gómez Carrillo, en calidad de regidor de la ciudad de Toledo,
debió ser “bastante moderada”. Luego hace referencia a un tal Alonso, hijo de Gómez Carrillo y de doña Aldonza Manrique, y
dice de él ser uno de los caballeros toledanos entre los que fue imponiéndose cierta posición conservadora. Sin embargo, según
lo señalado por el profesor Aranda Pérez y como hemos tenido ocasión de comprobar, no parece probable que Gómez Carrillo
ocupara el banco de regidores antes de 1526 y don Alonso Carrillo de Toledo, quien además no era hijo de Aldonza Manrique,
antes de 1528; Martínez Gil, F., La ciudad inquieta. Toledo comunera, 1520-1522, Toledo, 1993, p. 107, 189 y 195.

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MECANISMOS Y ESTRATEGIAS DE PROMOCIÓN, ASCENSO Y CONSOLIDACIÓN ...

consiguieron establecerse, pues el acercamiento y la vinculación a la figura del valido mediante todos
y cada uno de los canales informales existentes y practicables en la Corte o fuera de ella, así como la
participación en los conflictos clientelares y de facciones propios del momento, se constituyeron de este
modo en estrategias prioritarias para procurarse un ansiado medro vía concesión, en la mayoría de las
ocasiones interpuesta, de todo tipo de favores, mercedes, cargos, oficios y beneficios31.
Como es sabido, durante los primeros años del reinado de Felipe II, uno de los personajes que con
mayor claridad gozó del favor regio fue Ruy Gómez de Silva. Aunque no debe obviarse la importancia
que en ello tuvieron aquellos años de juventud compartidos con el rey Prudente, conseguir emparentar
con los Mendoza mediante su matrimonio con la hija del II conde de Mélito se convirtió, para el príncipe
de Éboli, en un hecho de vital trascendencia para el fortalecimiento de su posición en la Corte32. A partir
de entonces, el clan Mendoza, casi en su totalidad, iba a manifestar su afinidad a las directrices políticas
propuestas e impulsadas por el que ha dado en llamarse partido ebolista33. Con ellos fue, precisamente,
con quien consiguió emparentar en 1579 quien llegará a convertirse en I conde y marqués de Caracena y
en I conde de Pinto, don Luis Carrillo de Toledo y Téllez Girón, hijo de don Luis Carrillo de Acuña y de
doña Leonor Chacón, al contraer matrimonio con doña Isabel de Velasco y Mendoza, hija de uno de los
principales colaboradores del príncipe de Éboli, don Francisco Hurtado de Mendoza y Fajardo, IV conde
de Monteagudo y X señor de Almazán, y de doña María de Cárdenas y Velasco, hija, como se ha visto, del
II duque de Maqueda34. Por tanto, estamos ante un claro ejemplo de matrimonio hipogámico o, mirado
desde el lado contrario, hipergámico, pues don Luis, dando muestras de haber comprendido perfectamente
la importancia de tomar parte en los conflictos clientelares y de facciones existentes en la Corte para la
consecución del ascenso personal y de grupo, consiguió casar con la hija de un Mendoza al que además,
tras el desempeño de la embajada ordinaria ante el emperador Maximiliano, se le había concedido el
marquesado de Almazán y había sido designado consejero de Estado35. Y todo sin que el de Caracena, que
ni siquiera contaba para entonces con un hábito de órdenes militares, hubiera iniciado su carrera política y
militar. Las motivaciones que llevaron a la celebración de este matrimonio debieron ser de índole diversa.
Sin embargo, no puede descartarse la trascendencia que en ello debió tener para ambas partes un estímulo
de tipo económico y patrimonial dada la cercanía existente entre el centro del marquesado de Almazán y
el de la Comunidad de Villa y Tierra de Caracena, lo que obviamente favoreció el afianzamiento territorial

31 Sobre la importancia de la figura del valido como fuente de patronazgo activa dentro de los circuitos de concesión de la gracia
y mercedes regias, para el período que nos va a ocupar, pueden consultarse, además de varios artículos de estos mismos autores,
Williams, P., The Great Favourite: The Duke of Lerma and the Court and Gouvernment of Philip III of Spain, 1598-1621,
Manchester-Nueva York, 2006 [1ª ed. en castellano: Valladolid, 2010]; Feros Carrasco, A., Kingship and Favoritism
in the Spain of Philip III, 1598-1621, Cambridge, 2000 [1ª ed. en castellano: Madrid, 2002]; y ALVAR EZQUERRA, A., El
Duque de Lerma: corrupción y desmoralización en la España del siglo XVII, Madrid, 2010.
32 Gonzalo Sánchez-Molero, J. L., “La formación de un privado: Ruy Gómez de Silva en la corte de Castilla
(1526-1554)”, en Martínez Millán, J. (Dir.), Felipe II (1527-1598). Europa y la Monarquía Católica, tomo I, Madrid,
1998, pp. 379-400; y Maltby, W. S., El gran duque de Alba. Un siglo de España y de Europa, 1507-1582, Madrid, 1985, p. 95.
33  Sobre los distintos grupos de poder operantes en la Corte durante este período, no sin antes mostrar aquí mis reservas ante
la existencia en el plano político de verdaderas facciones presentadas en ocasiones como inmutables, remito a Maltby, W. S.,
El gran duque de Alba…, op. cit, pp. 89-100; y a los numerosos trabajos publicados por el equipo de investigación dirigido por
José Martínez Millán. Brillante, asimismo, el estudio de Martínez Hernández, S., El marqués de Velada y la Corte en
los reinados de Felipe II y Felipe III. Nobleza cortesana y cultura política en la España del siglo de Oro, Valladolid, 2004.
34 AHN, Nobleza, Frías, c. 1.708, doc. 21: capitulaciones matrimoniales, Madrid, 13-X-1578.
35 Poco tiempo antes había sido nombrado comendador de Villahermosa; cfr. BARRIOS, F., El Consejo de Estado de la
Monarquía Española, 1521-1812, Madrid, 1984, p. 329; y Siete Iglesias, Marqués de, “Los Trece de la orden de Santiago”,
Hidalguía, 154-155 (1979), pp. 573 y 574. Sobre la figura del marqués de Almazán remito al estudio de Bouza Álvarez,
F., “Docto y devoto. La biblioteca del Marqués de Almazán y Conde de Monteagudo (Madrid, 1591)”, en Edelmayer,
f.; Kohler, A., y Rueda Fernández, j. c. (Dirs.), Die Epoche Philipps II. La época de Felipe II (1556-1598), Viena,
1999, vol. 5, pp. 247-310. Sobre todas estas consideraciones véase, además, Soria Mesa, E., La nobleza en la España
moderna…, op. cit., pp. 142-155, 173 y ss. y 216-217.

220 | Historia y Genealogía Nº2 (2012)


Ana Quijorna Rodríguez

de ambas Casas. Además, durante los años inmediatamente precedentes a aquel desposorio don Luis había
comenzado a disfrutar de una serie de rentas derivadas de la posesión tanto de las alcabalas de Ajofrín y de
Pinto, como de las tercias de este último lugar, pues las había adquirido, junto a un juro sobre las alcabalas
de Toledo de 52.233 maravedís de renta, a cambio de la cesión de las dehesas de Gozquez y Santistéban a
Felipe II. También, para entonces, el de Caracena había adquirido otros tres juros que rentaban, en total,
424.047 maravedís y que, al contrario de lo anterior, no vinculó a ninguno de sus mayorazgos. Aumento
de bienes vinculados y de libre disposición, por tanto, que no debió pasar desapercibido al titular del
marquesado de Almazán, de cuyo mayorazgo, según los datos aportados por Atienza Hernández y Simón
López, no podía esperarse una renta superior a 15.000 ducados36.
Esto no es óbice para admitir que con este enlace fue don Luis quien, como se tendrá ocasión
de comprobar, sacó un mayor provecho, pues había conseguido emparentar con alguien que, inmerso
en las estructuras de gobierno del sistema imperial hispánico y en su circuito de mercedes, le abriría las
puertas del servicio regio. Así las cosas, de la misma manera que los condes de Monteagudo y señores de
Almazán habían permanecido al abrigo de don Bernardino de Cárdenas durante los primeros años de
matrimonio –circunstancia que fomentó las relaciones con los señores de La Puebla de Montalbán y que,
por tanto, debió influir positivamente para que el enlace entre don Luis Carrillo de Toledo y doña Isabel
de Velasco acabara celebrándose– la elección de don Francisco para ocupar el virreinato de Navarra iba a
condicionar el traslado del nuevo matrimonio a tierras del norte37. Allí permanecieron junto a sus suegros
hasta que en 1586 Madrid requirió los servicios del marqués de Almazán para cubrir la presidencia del
Consejo de Órdenes. Fue entonces cuando se encomendó a don Luis Carrillo de Toledo el puesto que
hasta aquel momento había ocupado su suegro y, de este modo, el primer cargo gubernativo de lo que
iba a convertirse en una dilatada trayectoria política. El señor de Caracena permaneció al frente de aquel
territorio hasta 1590, año en que, definitivamente, fue enviado un sustituto en propiedad al de Almazán.
Fue un virreinato, por tanto, que se vio condicionado por el decidido apoyo prestado a los miembros de
la Liga Católica por parte de Felipe II38.
Sin haber gozado hasta entonces de sueldo alguno por el desempeño de aquel gobierno, aunque sí
hecho caballero de la orden de Santiago y digno del honor, para él y para todos los de su Casa, de poder
ser llamado a la jura de príncipes, don Luis regresó a la Corte39. Allí era donde se encontraba su suegro y
aquel el mejor lugar para procurarse la continuidad en el servicio a la Corona. Tanto fue así que en 1596,
a pesar de haberse encontrado sólo tres años al frente de un territorio como el navarro y, por tanto, tiempo

36 No obstante, estas alcabalas y tercias, que junto a la dehesa de Majazul rentaban un total de 2.250.000 maravedís, no estaban
exentas de cargas, pues el señor de Caracena debía hacer frente al pago de los juros situados en ellas; cfr. AHN, Nobleza, Frías,
c. 1.724, docs. 9, 18 y 20/2; AGS, CMH, CM, leg. 834, exp. 10/36: información de la pertenencia del juro de alcabalas de
Toledo, Madrid, 22 y 23-III-1641; ibídem, leg. 81, exp. 38; ibídem, leg. 401, exp. 18; ibídem, leg. 54, exp. 6; MOXÓ, S. de,
“La venta de alcabalas en los reinados de Carlos I y Felipe II”, Anuario de Historia del Derecho Español, XLI (1971), p. 516;
Marcos Martín, A., “«España en almoneda»: enajenaciones por precio de alcabalas y tercias en el siglo XVI”, en Ribot
García, L. A. y Belenguer Cebriá, E. (Coords.), Las sociedades ibéricas y el mar a finales del siglo XVI, tomo IV,
Madrid, 1998, pp. 60 y 61; y atienza hernández, i. y SIMÓN LÓPEZ, M., “Patronazgo real, rentas, patrimonio y
nobleza en los siglos XVI y XVII: algunas notas para un análisis político y socioeconómico”, Revista internacional de sociología,
45/1 (1987), anexo I, p. 52. Obviamente, la información aportada por Salvador de Moxó, trabajo seguido en gran medida por
Alberto Marcos Martín, entra en contradicción con lo que dejó estipulado Gómez Carrillo de Toledo en su testamento, quien,
como hemos dicho, afirmaba haber comprado las alcabalas de Pinto a Carlos V y mandaba que su hijo, don Alonso Carrillo de
Toledo, las tuviera, junto a los paños de la historia de Judit y Holofernes, “como bienes de mayorazgo”. La primera escritura de
venta de estas alcabalas hubiera posibilitado la aclaración de los datos aquí reflejados, pero su localización no ha sido posible.
37  AHN, OO. MM., Santiago, exp. 1.627: doc. cit.
38 Para muchos de los datos aportados a partir de aquí, y con la intención de evitar notas reiterativas, véase AHN, Nobleza,
Frías, c. 1.724, doc. 25: memorial del marqués de Caracena, [s. d.]. Éste se encuentra transcrito en Frías, duque de.,
“Memorial de servicios del primer marqués de Caracena a Felipe IV”, Hispania, XXIII/91 (1963), pp. 455-466.
39 AHN, Nobleza, Frías, c. 1.724, doc. 20/3; y AGS, PTR, leg. 10, doc. 93, fols. 613 y 614: el marqués de Caracena a Felipe
III sobre el juramento y pleito homenaje a los príncipes, El Real de Valencia, 16-XI-1608.

Historia y Genealogía Nº2 (2012) | 221


MECANISMOS Y ESTRATEGIAS DE PROMOCIÓN, ASCENSO Y CONSOLIDACIÓN ...

insuficiente para contribuir sobremanera a su buena formación práctica y militar, se le encomendó viajar
a Galicia en calidad de gobernador y capitán general. Si se tiene en cuenta, por tanto, la escasa experiencia
adquirida aún por el de Caracena y la importancia del Atlántico dentro de las directrices políticas de la
Monarquía con la prolongación del conflicto anglo-español y la perdurabilidad del enfrentamiento con
las Provincias Unidas no cabe más que pensar que aquella designación fue más que deudora de los favores
con los que don Luis podía contar en los círculos más inmediatos al monarca. De hecho, parece que este
nombramiento fue claramente promovido por el conde de Chinchón, uno de los asiduos en las juntas ad
hoc que empezaron a proliferar en los últimos años del reinado de Felipe II y de las que también había
conseguido formar parte antes de su muerte el propio marqués de Almazán40. Así pues, alianzas familiares,
parentelas y amistades políticas cada vez más amplias, reformuladas según el momento y la conveniencia,
se volvieron de este modo fundamentales en un cursus honorum ascendente y claramente “apadrinado”.
El gobierno de Galicia por parte del señor de Caracena iba a prolongarse hasta 160641. Por tanto,
se extendió a lo largo de unos años en los que la política proyectada desde Madrid para el norte de Europa
respondió a los deseos de poner pie en tierra inglesa tras la toma de Calais en 1596 y se vio materializada
con la ejecución de varias maniobras encaminadas a la consecución de tal fin. A pesar de que, en palabras
de Thompson, las empresas organizadas en 1596 y 1597 fueron “casi tan grandes e imponentes” como la
de 1588 ambas acabaron en fracaso, con lo que se perdió la que ha sido considerada la mayor oportunidad
estratégica de los años noventa42. Ya con Felipe III en el trono, sólo dos años después de la fallida tentativa
de 1599, tuvo lugar la famosa “Jornada de Irlanda” o desembarco de Kinsale, acontecimiento que marcó
de manera indiscutible los últimos años del gobierno gallego del señor de Caracena. El desastroso
desembarco de los hombres de Juan del Águila a finales de diciembre de 1601 y los continuos proyectos
para emprender una nueva acometida, obligaron a don Luis a reunir de manera reiterada hombres, dinero
y armas. Además, aquella guerra de los Nueve Años provocó una verdadera diáspora de exiliados irlandeses
que tuvieron como lugar de destino preferente tierras gallegas43. Afortunadamente para don Luis en 1604
se llegaba a la conclusión del conflicto anglo-español. El de Caracena, con una hacienda que se encontraba
ya más que resentida después de tantos años de gobierno en un territorio sometido a situaciones de

40 Ejemplo del respeto y apoyo que se profesaban el marqués de Almazán y el conde de Chinchón fue la defensa que don
Francisco hizo ante el rey de la conveniencia de que el de Chinchón ingresara en el Consejo de Estado a pesar de las sospechas
que se cernían en torno a la limpieza de sangre de su familia. No hay que olvidar, sin embargo, que el conde de Chinchón estaba
casado con su prima Inés Pacheco, hija del marqués de Villena y duque de Escalona y que otra de las hijas del de Villena se
encontraba casada con el conde de Miranda del Castañar; cfr. Fernández Conti, S., “La nobleza cortesana: don Diego
de Cabrera y Bobadilla, tercer conde de Chinchón”, en Martínez Millán, J. (Dir.), La Corte de Felipe II, Madrid, 1994,
pp. 238-241.
41 Para el contexto general de aquellos años remito a Frías, duque de, “Algunas noticias del reino de Galicia durante el
mando en él de don Luis Carrillo de Toledo, de 1596 a 1605”, Revista del Instituto “José Cornide” de Estudios Coruñeses, 5 y 6
(1969-1970), pp. 67-102; Íd., “Gobierno de Galicia por don Luis Carrillo de Toledo en tiempos del rey Felipe III. Años de
1598-1605”, Revista del Instituto “José Cornide” de Estudios Coruñeses, 8 y 9 (1972-1973), pp. 57-100; García García,
B. J., La Pax Hispánica. Política exterior del Duque de Lerma, Lovaina, 1996, especialmente capítulo 2, pp. 30-42; y ALLEN,
P. C., Felipe III y la Pax Hispánica, Barcelona, 2006, pp. 21-57. Una visión general de los recursos con los que por entonces
podía contar Monarquía en Stradling, R. A., Europa y el declive de la estructura imperial española, 1580-1720, Madrid,
Cátedra, 1992, pp. 53-65.
42 Thompson, I. A. A., Guerra y decadencia. Gobierno y administración en la España de los Austrias, 1560-1620, Barcelona,
1981, p. 40; Parker, G., “Felipe II y su mundo”, en Kagan, R. L. y Parker, G. (Eds.), España, Europa y el mundo
Atlántico. Homenaje a John Elliott, Madrid, 2002, p. 340; y TENACE, E. S., The Spanish intervention in Brittany and the failure
of Philip II’s bid for European hegemony, 1589-98, Tesis doctoral, Universidad de Illinois, 1996.
43 Sobre estos episodios véanse Silke, J. J., Kinsale. The Spanish intervention in Ireland at the end of the Elizabethan wars,
Liverpool, 1970; Schüller, K., “Inmigrantes irlandeses en España en la primera mitad del siglo XVII: condiciones para
una integración”, en Villar García, M. B. (Coord.), La emigración irlandesa en el siglo XVIII, Málaga, 2000, pp. 207-227;
y Saavedra Vázquez, M. C., “Participación de Galicia en el socorro de Irlanda y la comunidad irlandesa de La Coruña”,
en García Hernán, E. et al. (Coords.), Irlanda y la Monarquía Hispánica: Kinsale 1601-2001. Guerra, Política, Exilio y
Religión, Madrid, 2002, pp. 113-136.

222 | Historia y Genealogía Nº2 (2012)


Ana Quijorna Rodríguez

urgencia y para cuya defensa, además, se habían recibido escasos aportes de las arcas regias, tuvo que
recibir y agasajar en La Coruña al almirante Lord Nottingham, encargado de la ratificación de la paz, lo
que obviamente no debió contribuir a aligerar la deuda de 30.000 ducados que, según apuntó él mismo,
había contraído en el tiempo que estuvo al servicio del rey en tierras gallegas. No obstante, en 1599 se le
había concedido el título de conde sobre el estado de Caracena44.
Por otra parte, el desempeño de aquel gobierno brindó a don Luis la oportunidad de ampliar
sus amistades políticas y su círculo de influencias. Así, entre la nobleza gallega que participó de manera
activa en la defensa de aquellos territorios, a quienes se apeló sin miramientos por su capacidad para
movilizar recursos, se encontraron, entre otros, don Diego Sarmiento de Acuña, conde de Gondomar,
y don Fernando Ruiz de Castro, conde de Lemos. Del primero son conocidas las urgentes cabalgadas
que emprendió para acudir desde Valladolid en ayuda del gobernador, pues no en vano estaba al mando
de la gente de guerra de Tuy y Bayona. Desde entonces, ambos personajes no dudaron en aprovechar la
maquinaria imperial para procurar la promoción de sus respectivas clientelas. Por su parte, la afinidad
existente con don Fernando no sólo se desprende de la pronta información que el de Lemos hizo al de
Caracena del próximo enlace de su hijo con la hija del marqués de Denia, sino también del hecho de
que uno de los testigos en las capitulaciones matrimoniales que serían acordadas para la celebración del
enlace entre la hija de don Luis y el IV marqués de Frómista fuera, precisamente, don Pedro Fernández
de Castro, VII conde de Lemos45.

Pero don Pedro Fernández de Castro era, además, sobrino y yerno del duque de Lerma, lo que
no debió servir de poca ayuda para el posterior encumbramiento político de don Luis y para facilitarle
el hacerse pleno acreedor del ejercicio de la gracia regia. Muerto Felipe II, es sobradamente conocida la
“vorágine iconoclasta” a la que don Diego de Sandoval y Rojas, duque de Lerma, dio comienzo con el fin de
“depurar” a todo aquel ministro y cortesano que, aparentemente, no simpatizara con sus nuevas pautas de
gobierno. Sin embargo, los años que el conde de Caracena había pasado en Galicia habían sido percibidos
en Madrid con respeto y admiración, por lo que a pesar de las mudanzas éste consiguió mantener el puesto
que le había sido encomendado años antes. Y no sólo eso. Fiel reflejo de la importancia de las relaciones
no institucionalizadas de poder, a principios de 1606, y tras una designación no materializada para ocupar
el virreinato aragonés, don Luis fue elegido virrey y capitán general de Valencia46.
De camino a su nuevo destino, el de Caracena iba a aprovechar el paso por la Corte para tratar el
enlace de su hija primogénita y, debido a la muerte de todos sus hijos varones, en principio sucesora en
su Casa y mayorazgo. Efectivamente, el 23 de octubre de 1606 se firmaban en Madrid las capitulaciones
matrimoniales correspondientes al casamiento, como se ha dicho, de doña Ana Carrillo de Toledo con
don Luis de Benavides y Cortés, IV marqués de Frómista e hijo de don Luis de Benavides y Zúñiga,
II marqués de Frómista, y de doña de Ángela Cortés y Arellano, hija de los II marqueses del Valle47.

44 A pesar de lo dicho, por entonces también le fue concedida la encomienda de Estriana; cfr. AGS, CC, ME, leg. 944, exp.
101, El Real de Valencia, 23-VII-1608; AHN, Nobleza, Frías, c. 1.724, doc. 23/1; Cabrera de Córdoba, L., Relaciones
de las cosas sucedidas en la Corte de España, desde 1599 hasta 1614, Madrid, 1857, pp. 6 y 164; Siete Iglesias, marqués de,
“Los Trece de la orden de Santiago”, op. cit., p. 579; y Frías, duque de, “Gobierno de Galicia…”, op. cit., p. 60.
45 RAH, Salazar y Castro, A-77, fols. 190 y 191: minuta de Antonio de Escobar a Diego Sarmiento de Acuña, suplicándole que
vuelva a escribir a Luis Carrillo de Toledo para que le haga merced de emplearlo en su servicio, La Coruña, 14-X-1605; ibídem,
A-78, fol. 130: carta de Luis Carrillo de Toledo a Diego Sarmiento de Acuña pidiéndole que ayude a Antonio de Castilla, La
Coruña, 8-V-1605; AHPM, protoc. 1.702, fol. 924r: capitulaciones matrimoniales, Madrid, 23-X-1606 (una copia en AHN,
Nobleza, Frías, c. 1.708, doc. 6); y Thompson, I. A. A., Guerra y decadencia…, op. cit., pp. 181-187.
46 Cabrera de Córdoba, L., Relaciones…, op. cit., pp. 269 y 274.
47 En realidad, quien había sucedido en la Casa al II marqués de Frómista había sido el hermano de don Luis, don Jerónimo
de Benavides y Cortés, pero, tras un accidente doméstico, falleció en 1601. Aquellas circunstancias obligaron a que el tío del
joven marqués, don Juan de Zúñiga Avellaneda y Bazán, VI conde de Miranda del Castañar y futuro I duque de Peñaranda
del Duero, actuara como su curador. Por tanto, con este matrimonio, el conde de Caracena había conseguido casar a su hija

Historia y Genealogía Nº2 (2012) | 223


MECANISMOS Y ESTRATEGIAS DE PROMOCIÓN, ASCENSO Y CONSOLIDACIÓN ...

Ellas recogían que la dote aportada al matrimonio por parte de doña Ana Carrillo de Toledo sería de
30.000 ducados –10.000 en joyas y vestidos de su hacienda y los otros 20.000, vía censo cargado sobre
el mayorazgo de Caracena–, mientras que fueron 6.000 los ducados ofrecidos en concepto de arras. Al
capitularse que las Casas y mayorazgos de Frómista y Caracena habrían de juntarse en el momento en
que doña Ana heredara el legado de su padre, para que sus poseedores tuvieran “con qué mejor y más
honradamente poder vivir y acudir al serviçio de Dios y de sus Reyes y del bien público y amparo de sus
deudos”, era necesario proceder a la creación de un nuevo escudo de armas. De mutuo acuerdo, se decidió
encomendar la nueva tarea nada menos que a don Bernardo de Sandoval y Rojas, cardenal arzobispo de
Toledo y tío del duque de Lerma, y a don Francisco de Mendoza, II marqués de Almazán48. Como testigos
en las capitulaciones matrimoniales, junto al conde de Lemos, figuraron don Gómez Dávila y Toledo,
marqués de Velada, don Antonio Álvarez de Toledo, duque de Alba, y don Jorge de Cárdenas, duque de
Maqueda. Tras esta enumeración de nombres, sólo queda llamar la atención, una vez más, sobre la rigidez
con la que en ocasiones se ha hablado del funcionamiento de las facciones cortesanas, ya que si bien es
conocido el favor que recibió don Bernardo de Sandoval y Rojas de su sobrino y la cercanía existente entre
el conde de Miranda y el duque de Lerma, o entre éste y el de Lemos, no puede ignorarse que las relaciones
entre el marqués de Velada y el valido nunca fueron buenas.
Así dispuestas las cosas, don Luis partió para Valencia. “Para hir a ellos, se le hiço assí mismo
merced de título de marqués de Caracena en lugar del que tenía de Conde”, concediéndosele también
por entonces el privilegio de gozar de las rentas de la encomienda de Montizón y Chiclana en calidad
de comendador49. Desde noviembre de 1606, el marqués de Caracena permaneció al frente del reino de
Valencia y de su capitanía general hasta octubre de 1615, por lo que fue a él a quien tocó “resolver” el
problema morisco y acometer su expulsión. No deja de resultar llamativo el envío de un recién creado
marqués y no de alguien con mayor abolengo y, por tanto, con más posibilidades de éxito a la hora
de intentar imponer su autoridad sobre miembros de Casas como las del duque de Segorbe, Gandía,
Maqueda, Infantado y Lerma, o las de los marqueses de Guadalest y conde de Concentaina si era más que
presumible que todos ellos, señores de moriscos, no iban a ver con buenos ojos la adopción de aquella
medida. Por tanto, este nombramiento, e incluso su larga duración, no evidencian sino la confianza que
de su persona se tenía en las esferas superiores de la Corte50.

y heredera, además de con el sobrino de aquel que fuera el más estrecho colaborador de Lerma durante la primera década del
reinado de Felipe III, con un miembro del linaje de los Benavides; linaje con el que además se reforzarían los lazos sanguíneos
en un futuro gracias al matrimonio en segundas nupcias de otra de las hijas del marqués de Caracena, doña Mariana Carrillo
de Toledo, con don Francisco de Benavides y de la Cueva, VII conde de Santisteban del Puerto; cfr. AGS, CC, ME, leg. 944,
exp. 101; AHPM, protoc. 2.695, fols. 252r-255r: testamento de don Jerónimo de Benavides, Valladolid, 31-X-1601; ibídem,
protoc. 1.702, fols. 910r y ss.: doc. cit.; y Feros, A., El Duque de Lerma…, op. cit., p. 394.
48 Las escrituras de unión de mayorazgos en AHN, Nobleza, c. 1.717, doc. 23 y c. 1.690, doc. 11. Consúltese, además, AHN,
Consejos, leg. 4.418, exp. 164: la Cámara de Castilla sobre la “reunión” de las Casas de Frómista y Caracena, Madrid, 14-
VIII-1607; y AHPM, protoc. 1.702, fol. 925r: escritura de poder y facultad otorgada a don Bernardo de Sandoval y Rojas
y a don Francisco Hurtado de Mendoza, Madrid, 3-XII-1608. Como escribía Enrique Soria, “pocos elementos simbolizan
mejor la nobleza familiar” que el escudo de armas. Elemento identificativo y distintivo del lustre de la Casa por excelencia y
símbolo visual de las hazañas políticas y militares conseguidas por los ancestros, a partir de entonces todo lo que se preciase de
ser poseído podía ser objeto de plasmación del blasón familiar; cfr. Soria Mesa, E.: La nobleza en la España moderna…, op.
cit., p. 268.
49 No obstante estimado su valor en 1.036.257 maravedís, de poco debieron servir estas rentas para el pago de unas deudas
que habían crecido, y aún crecerían, a un ritmo galopante. Al pago de la dote de su hija y a los desembolsos derivados de una
serie de pleitos mantenidos en defensa del mayorazgo de Pinto vinieron a sumarse los gastos derivados de su jornada a Valencia,
la necesidad de componer su casa en el nuevo destino y, poco después, los elevados costes que para su hacienda supuso el
desempeño de aquel virreinato. Todas estas circunstancias se tradujeron en reiteradas peticiones para imponer nuevos censos
sobre sus mayorazgos o acrecentar los antiguos; cfr. BNM, ms. 2.693, fols. 49-63: papeles tocantes a las encomiendas de
Montizón y Chiclana; AHN, Nobleza, Frías, c. 1.724, doc. 26: cédula a su favor para acrecentar varios censos, Madrid, 23-IX-
1607; e ibídem, docs. 23/1 y 23/2: reales cédulas concediendo la suspensión por dos años de la obligación de redimir diferentes
censos, unos de 19.000 ducados de principal y otros de 10.000, Valladolid, 9-VIII-1608. Para la concesión del título remito a
AHN, Consejos, leg. 5.240, exp. 3 bis: relación de los títulos de Castilla y sus creaciones [s.d.].
50 Sobre las labores de gobierno desarrolladas por don Luis durante aquellos años remito a García Martínez, S., “Notas

224 | Historia y Genealogía Nº2 (2012)


Ana Quijorna Rodríguez

Sea como fuere, sólo dos años después de la llegada de don Luis a su nuevo destino nacía en
Valencia, fruto del enlace de su hija con el marqués de Frómista, don Luis Francisco de Benavides Carrillo
de Toledo, quien llegaría a convertirse en el heredero del marqués de Caracena51. Moradores del Real de
Valencia al abrigo de la relevancia política del marqués de Caracena y de las condiciones económicas,
sociales y, si se quiere, paternales que por entonces don Luis estaba en condiciones de ofrecerles, el joven
matrimonio engendró, además, a doña Isabel de Velasco y Benavides, futura condesa de Colmenar y de
Fuensalida. Allí permanecerían junto al gobernador hasta que en 1615 a don Luis Carrillo de Toledo le fue
encomendada la presidencia del Consejo de Órdenes en sustitución de Juan de Idiáquez, nombramiento
que, por tanto, acabó por determinar definitivamente un nuevo destino para toda su familia. Yerno de
uno de los antiguos presidentes y miembro de una de las familias que, junto a los Fernández de Córdoba,
los Fernández de Velasco y los Téllez Girón –todos emparentados entre sí– recibieron el favor regio para
ocupar la presidencia de aquel Consejo en once de las catorce ocasiones en que hubo de proveerse a lo
largo del siglo XVII, el marqués de Caracena se mantuvo en aquel puesto durante 13 años, convirtiéndose
así en la segunda persona, por detrás del propio Juan de Idíaquez, que lo ejerció durante más tiempo52.
La Corte era, por tanto, el nuevo acomodo que esperaba a los señores de Caracena, lugar privilegiado
por excelencia del que emanaban todo tipo de favores y entorno ideal para procurar la consolidación plena
del linaje a partir del establecimiento de nuevos enlaces matrimoniales o haciéndose acreedores de todo
tipo de gracias regias. Morar en ella permitía intentar proveer a los miembros de la familia con algún oficio
propio de las Casas Reales con el fin de obtener prestigio, honor y consideración social, pero también, por
qué no, para intentar aligerar con ello las obligaciones del patrimonio familiar. De hecho, se sabe que doña
Ana Carrillo de Toledo, al igual que su hermana doña Luisa, fueron damas de la reina Isabel de Borbón y
el marqués de Frómista gentilhombre de la Cámara de Felipe IV y su mayordomo53. Según se desprende
del testamento de don Luis Carrillo, fue él quien además se ocupó de sus nietos, lo que contribuyó a
gravar su hacienda con “deudas sueltas”. A ellos, igualmente, se les procuró un oficio palatino, de tal
manera que don Luis de Benavides Carrillo de Toledo fue nombrado gentilhombre de la cámara de Felipe
IV y su hermana, doña Isabel de Velasco, dama de la reina54.
Para entonces, don Luis había quedado viudo de doña Isabel de Velasco y aún no contaba con
heredero varón. Así las cosas, en 1617, a la edad de 53 años, desposaba a doña Juana de Noroña, dama de
la reina Margarita y después de Isabel de Borbón e hija de don Alfonso de Noronha, conde de Linhares y
ejemplo de aristócrata portugués al servicio de la Corona55. Pocos años después, el marqués de Caracena,
nuevamente viudo y sin descendencia masculina, convertido ya en gentilhombre de la Cámara de Felipe

sobre el primer trienio del marqués de Caracena en Valencia (1606-1609), en Homenaje al Dr. D. Juan Reglá Campistol, vol. I,
Valencia, 1975, pp. 527-547. Un clásico sobre la minoría morisca lo constituye el magno trabajo de Domínguez Ortiz,
A. y Vincent, B., Historia de los moriscos. Vida y tragedia de una minoría, Madrid, 1978. Asimismo, remito a los recientes
trabajos de Manuel Lomas Cortés.
51 AHN, Nobleza, Frías, c. 123, doc. 1: fe de bautismo, Valencia, 20-IX-1608 (copia de 6-XI-1775).
52 Postigo Castellanos, E., Honor y privilegio en la Corona de Castilla: el Consejo de las Órdenes y los Caballeros de
Hábito en el siglo XVII, Valladolid, 1988, pp. 68 y ss.
53 BNM, ms. 2.693, fols. 49-63; y AGP, Personal, c. 16.930, exp. 5. Según señala Félix Labrador Arroyo, doña Ana había sido
dama de la reina doña Margarita entre enero y octubre de 1606, justo antes de contraer nupcias; cfr. Labrador Arroyo,
F., “Relación alfabética de los criados de la Casa de la Reina Margarita de Austria (1599-1611)”, en Martínez Millán,
J. y Visceglia, M. Aª (Dirs.): La monarquía de Felipe III: La Casa del Rey, vol. II, Madrid, 2008, p. 805.
54 AHPM, protoc. 2.678, fols. 198 r-209v: doc. cit.; y AGP, Personal, c. 16.729, exp. 43. Gracias al desempeño de este
oficio palatino, doña Isabel de Velasco recibió por real cédula de 8 de agosto de 1634 la merced de 2.000 ducados de plata
de encomienda en indios vacos en concepto de ayuda de dote con motivo de su matrimonio con el conde de Colmenar, que
tuvo lugar el 11 de noviembre de 1633; cfr. AHN, Nobleza, Frías, c. 122, doc. 32, fols. 1 y ss. Con respecto a la cada vez más
habitual concesión de estas ayudas de dote en indios vacos véase DOMÍNGUEZ ORTIZ, A., La sociedad española en el siglo
XVII, vol. I, Granada, 1992, p. 246.
55 AHN, Nobleza, Frías, c. 825, doc. 33: copia de la fe de entierro de doña Isabel de Velasco; y Labrador Arroyo, F.,
“Relación alfabética…”, op. cit., p. 876.

Historia y Genealogía Nº2 (2012) | 225


MECANISMOS Y ESTRATEGIAS DE PROMOCIÓN, ASCENSO Y CONSOLIDACIÓN ...

IV y recién nombrado consejero de Estado, contraía nupcias con doña Ana María de Acuña y Guzmán,
hija de los I marqueses de Valle Cerrato. Las mercedes que en este caso se recibieron de manos de Felipe
IV por ser doña Ana dama de la reina Isabel de Borbón fueron especialmente generosas. Además de un
título de príncipe en Italia, estimado en 10.000 ducados, se concedió un título de conde aplicable a la
villa de Pinto para el hijo primogénito que hubiera de este matrimonio y la mejora para el marqués de
una encomienda de 3.000 ducados de renta y a la marquesa otros tantos por el mismo concepto. La dote
quedó fijada en 20.000 ducados impuestos a censo sobre los estados del marqués de Valle Cerrato y otros
10.000 en “obras, vastimentos, joyas, plata y menaje”, mientras que el marqués aportaba en concepto de
arras 7.00056.
No habían transcurrido dos años desde este último matrimonio cuando don Luis Carrillo de
Toledo fallecía en Madrid el 2 de febrero de 162657. Muchas eran las cosas que habían cambiado desde
que su carrera diera comienzo y, sobre todo, desde aquellos años en que pareció moverse dentro de los
círculos próximos al duque de Lerma. El último enlace contraído por don Luis con la hija de aquel cuya
negativa a obedecer las órdenes de Lerma en cierta ocasión dio lugar al famoso texto conocido como
“delegación de firma”, don Juan de Acuña, y la figuración como testigos en las capitulaciones de este
matrimonio de personajes como el duque de Uceda y su aliado el duque de Osuna, o la de su tío el obispo
de Cuenca, Andrés Pacheco, como uno de sus testamentarios eran fiel reflejo de estos cambios. Además,
en su testamento apelaba a la merced que Olivares siempre le había hecho y pedía su intercesión para
procurar de este modo la mejora de la situación de su mujer, hermanos y criados58. Sustitución de validos,
y, por tanto, de alianzas políticas que habían permitido a don Luis resistir a la debacle del valimiento de
Lerma y salir airoso de unas aguas procelosas a pesar de la mudanza de los tiempos.

El legado de unas vidas dedicadas al servicio de la Monarquía Hispánica

La gracia del Conde-Duque para con los de la Casa de Caracena no acabó con la desaparición
de don Luis Carrillo. También su nieto, el ya nombrado don Luis de Benavides Carrillo de Toledo, fue
objeto de los favores de Olivares, pues éste no dudo en comunicar una y otra vez al de Caracena la buena
predisposición en la que se hallaba “para todas las ocasiones que se offreçieren de servir a V. I.”59. Hecho
ya caballero de Santiago, transcurridos tres años desde la muerte de su abuelo y apoyado claramente en
el poder político e influencia que en las esferas de gobierno éste había logrado conseguir tras dedicar
cuarenta años de su vida al servicio de la Corona, el II marqués de Caracena emprendía, con su traslado a
Lombardía bajo el mando de Ambrosio Spínola, lo que iba a convertirse en una dilatada y meritoria carrera
militar. Daba comienzo, así, un imparable cursus honorum ascendente apoyado, además de en los hechos
de armas del propio don Luis, en la ayuda y patronazgo por él recibidos de personajes tan relevantes como
Ambrosio Spínola, el marqués de Leganés, su tío el conde de Peñaranda o el mismísimo don Luis de Haro.
Aunque no sin antes haber ocupado diversos puestos intermedios en la jerarquía de mando de los ejércitos
de la Monarquía como el de capitán de caballos, el de capitán general de caballería, el de maestre de campo
general o el de gobernador de las armas del ejército de Flandes, el II marqués de Caracena llegó a ser
nombrado capitán general del Estado de Milán en 1647 y de los Países Bajos y Borgoña a finales de 1658,

56 AHN, Nobleza, Frías, c. 1.721, doc. 16: capitulaciones matrimoniales, Madrid, 8-IV-1624. La merced del título sobre
el estado de Pinto, sin embargo, se hizo efectiva en la persona del I marqués de Caracena, pues el matrimonio no consiguió
descendencia; cfr. AHN, Consejos, leg. 10.074, exp. 3: memorial de don Andrés Téllez Girón, duque de Uceda, conde de La
Puebla de Montalbán y de Pinto, solicitando se le dé copia de este título, año 1765.
57 AHN, Nobleza, Frías, c. 1.724, doc. 17: partida de defunción (copia).
58 AHN, Nobleza, Frías, c. 1.721, doc. 16: doc. cit.; AHPM, protoc. 2.678, fols. 198 r-209v: doc. cit.; y PÉREZ
BUSTAMANTE, C., Felipe III: semblanza de un monarca y perfiles de una privanza, Madrid, 1950, p. 103.
59 AHN, Nobleza, Frías, c. 83, docs. 37-40: Olivares al marqués de Caracena, años 1639 y 1640.

226 | Historia y Genealogía Nº2 (2012)


Ana Quijorna Rodríguez

cargos que ocuparía hasta 1656 y 1664 respectivamente. En el campo de la política y del gobierno, aunque
había sido hecho con anterioridad consejero de Guerra, su trayectoria se vio efectivamente iniciada gracias
a su designación como miembro del Consiglio Segreto en 1640. Posteriormente, en 1659, fue nombrado
consejero de Estado y, a principios de 1668, presidente del Consejo Supremo de Flandes60.
A pesar de la trascendencia de muchos de los acontecimientos de los que fue protagonista el
marqués de Caracena a lo largo de su trayectoria tanto en Milán como en Flandes, entre los que cabría
destacar el levantamiento del asedio de Cremona en 1648, la toma de la fortaleza de Casale en 1652 y el
admirable modo en que consiguió acabar con el conato de rebelión localizado en la ciudad de Amberes
en 1659, la salida de don Luis del gobierno de aquellos territorios estuvo condicionada, en gran medida,
por el conflicto y enfrentamiento que mantuvo, entre otros, con Alfonso Litta, arzobispo de Milán, con
Charles de Hovynes, chef-président del Conseil Privé, y con Claude-Lamoral, príncipe de Ligne, de Epinoy,
de Amblice y del Sacro Imperio, además de caballero del Toisón de Oro; es decir, con algunos de los
miembros más eminentes de las élites naturales y, por tanto, aquellas que se habían convertido en elemento
clave dentro del modelo de gobierno adoptado por la Monarquía Hispánica. Los hechos acontecidos, que
entre otras consecuencias valieron al marqués la deshonra para su persona de ser nombrado gobernador de
las armas del ejército de Flandes bajo el mando de don Juan José de Austria después de haber conseguido
disfrutar de un puesto de gobierno pleno en el Estado de Milán, provocaron una inestabilidad política y
social tal que en Madrid se llegó a temer por la conservación de ambas periferias en caso de no procederse
al relevo en su gobierno del marqués de Caracena61.
Ello no fue óbice, sin embargo, para que Felipe IV pusiera bajo su mando el ejército que había
de protagonizar la última gran ofensiva de su reinado en el empeño por recuperar el rebelde reino de
Portugal. Así, a principios de 1665 fue nombrado capitán general de la artillería de España, competencias
que ejercería también, desde mayo de aquel mismo año, sobre las armadas y flota de la carrera de Indias ya
como capitán general del ejército de Extremadura62. La desastrosa campaña librada cerca de Villaviciosa,
que de hecho, aunque no de derecho, sancionó la independencia definitiva del territorio luso y que
provocó una campaña panfletaria denigratoria contra el de Caracena, no evitó, por un lado, que don
Luis siguiera al frente de aquellas armas y, por otro, que sobre todo lo anterior prevaleciera la innegable

60 AHN, OO. MM., Santiago, exp. 1.626; y AGS, Estado, leg. 3.437: muestra tomada al ejército de la Lombardía, año 1630.
Las patentes y títulos correspondientes a los cargos anteriormente mencionados en ASMi, Atti di Governo, Uffici e Tribunali
regi, p. a., cart. 39; AHN, Nobleza, Frías, c. 123, docs. 8 y 10; ibídem, doc. 11; ASMi, Registri della Cancellerie dello Stato,
serie II, cart. 23, fols. 247v-250v; AHN, Nobleza, Frías, c. 123, doc. 16, Madrid, 13-XI-1658; y AGS, SP, leg. 2.465, fol. 119.
Véase, además, RAH, A-53, fols. 154-157 y 160-161; ibídem, A-92, fols. 96-99; BRB, ms. 16.310, fols. 155 y 156: Histoire
chronologique des Gouverneurs Généraux, des Ministres Plenipotentiaires […] des Pays Bas depuis Marie de Bourgogne jusqu’à
nous jours (copias en ibídem, mss. 10.196, 12.880, 16.311 y 16.313); y BARRIOS, F., El Consejo de Estado…, op. cit., p. 382.
Concluida la paz con Francia y sofocada una incipiente revuelta localizada en Amberes, gracias, en gran medida, a la maña
demostrada entonces por el de Caracena, éste fue nombrado Caballero Trece de la orden de Santiago. También, tras aquellos
sucesos, Felipe IV le vendió las alcabalas y tercias de Caracena y sus lugares, además de las alcabalas de Inés, por un total de
44.000 ducados a razón de 30.000 maravedís el millar; cfr. AGS, CC, ME, leg. 1.398, s. f.: memorial del marqués de Caracena,
s. d. [julio de 1664]; y AHN, Nobleza, Frías, c. 123, doc. 17.
61  Sobre aquellos y otros altercados protagonizados por el marqués de Caracena pueden consultarse Signorotto, G., “Il
marchese di Caracena al governo di Milano (1648-1656)”, Cheiron, IX (1993), pássim; Íd., Milán español. Guerra, instituciones y
gobernantes durante el reinado de Felipe IV, Madrid, 2006, pp. 203-204, 209-210 y 285-286; HERRERO SÁNCHEZ, M., “La
quiebra del sistema hispano-genovés (1627-1700)”, Hispania, LXV/219 (2005), pp. 133 y ss.; y QUIJORNA RODRÍGUEZ,
A., Una vida al servicio de la Monarquía Hispánica: don Luis de Benavides Carrillo de Toledo, II marqués de Caracena (1608-
1668), Trabajo de Investigación inédito, Universidad de Castilla-La Mancha, 2010, pp. 191 y ss. En cuanto al papel reservado
a las élites en el gobierno de los imperios véase YUN CASALILLA, B. (Coord.), Las Redes del Imperio. Élites sociales en la
articulación de la Monarquía Hispánica, 1492-1714, Madrid, 2009, y, en especial, el artículo que en esta misma obra publica el
propio autor bajo el título “Entre el imperio colonial y la monarquía compuesta. Élites y territorios en la Monarquía Hispánica
(ss. XVI y XVII)”.
62 Los títulos correspondientes a estos cargos en AHN, Nobleza, Frías, c. 123, doc. 18; AGI, Contratación, leg. 5.785, lib. 2,
fols. 167v-168v; y AHN, Nobleza, Frías, c. 123, doc. 19.

Historia y Genealogía Nº2 (2012) | 227


MECANISMOS Y ESTRATEGIAS DE PROMOCIÓN, ASCENSO Y CONSOLIDACIÓN ...

experiencia política y gubernativa acumulada por él tras largos años de servicio y fuera designado pocos
días antes de su muerte, como ya se ha tenido ocasión de apuntar, presidente del Consejo Supremo de
Flandes63.
El marqués de Caracena moría el 6 de enero de ese mismo año sin hijos varones y sin poder ver
casada a alguna de las cuatro hijas que le sobrevivieron. Sin embargo, poco más de cuatro años después,
don Gaspar Téllez Girón, V duque de Osuna, desposaba a su primogénita y heredera, doña Ana Antonia
de Benavides Ponce de León64. Por su parte, su hermana, doña Mariana de Benavides, contrajo nupcias
con don Luis de Moscoso Osorio, VI marqués de Almazán y VIII conde de Altamira; doña Victoria, la
tercera de las hijas del marqués, lo hizo con don Cristóbal Portocarrero de Guzmán, IV conde de Montijo;
y, finalmente, doña Ángela casó con don José Fernández de Velasco y Tovar, VIII duque de Frías. De este
modo, aunque sus largos años de servicio a la Corona y la mediación en la Corte de su tía la marquesa
de Santisteban y de su hermana la condesa de Colmenar de Oreja y de Fuensalida no parecieron ser
suficientes para que el marqués de Caracena viera honrada su Casa con la concesión de la Grandeza, tanto
él como sus hijas consiguieron emparentar con Grandes de España, pues como se ha apuntado en otro
lugar, don Luis había contraído matrimonio por poderes en 1650 con doña Catalina Ponce de León, hija
de los IV duques de Arcos65.
Estos matrimonios, que no reflejan sino la posición, la preeminencia política y social y la
reputación de las que llegó a disfrutar el de Caracena dentro del entramado hispánico, bien pudieron
verse condicionados, además, por la posesión de lo que acabó siendo una próspera hacienda. Don Luis,
convertido en marqués de Caracena y conde de Pinto después de la muerte de su abuelo y en marqués de
Frómista tras el fallecimiento de su padre, acaecido en 1645, había heredado unos estados tremendamente
endeudados66. Pero la situación de la hacienda del II marqués de Caracena iba a cambiar, radicalmente,

63 BNM, ms. 12.633, fols. 323r-362v; ibídem, ms. 1.170, fols. 28-35 y 38-48; BUSE, ms. 111/072(06), fols. 1-13; y RAH,
Salazar y Castro, K-12, fols. 84-93 y K-13, fols. 148r-154v. Véase, además, BNM, ms. 12.930/19, s. d. [ca. 1670]; ibídem,
ms. 14.497/20; Childs, J., “The English brigade in Portugal, 1662-68”, Journal of the Society for Army Historical Research,
53 (1975), pp. 135-147; y Valladares Ramírez, R., La rebelión de Portugal. Guerra, conflicto y poderes en la Monarquía
Hispánica (1640-1680), Valladolid, 1998, especialmente, pp. 180-199.
64 AHN, Nobleza, Frías, c. 123, doc. 2: certificado de defunción, Madrid, 6-I-1668 (copia); y AHPM, protoc. 9.818, fols.
1.300v-1.307v: testamento del II marqués de Caracena, Madrid, 5-I-1668. Para las capitulaciones matrimoniales de este enlace
consúltese, entre otros, AHN, Nobleza, Osuna, c. 128, doc. 5.
65 Por este matrimonio, la futura marquesa de Caracena ofreció como dote 50.000 ducados, mientras que don Luis lo hizo de
10.000 en conceptos de arras. La escritura de capitulación se otorgó en Madrid el 1 de marzo de 1650 y quien actuó entonces
en representación y en nombre del marqués de Caracena no fue otro que su amigo don Luis Méndez de Haro; cfr. RAH, Salazar
y Castro, D-19, fol. 192; AHN, Nobleza, Frías, c. 1.687, doc. 2; ibídem, c. 1.708, doc. 12; e ibídem, Osuna, c. 127, doc. 53.
66 Según se desprende de las informaciones tomadas por la Cámara con motivo de un memorial presentado posteriormente
por el II marqués de Caracena, a altura de 1634 los mayorazgos de Caracena y Pinto, de los que no se podía esperar una renta
anual superior a los 12.000 ducados, se encontraban cargados con un total de 45.000 ducados, a lo que se tenían que sumar los
24.000 ducados debidos por don Luis Carrillo a sus acreedores y los casi 5.000 ducados que se adeudaban a doña Ana María
de Acuña por diferentes conceptos. Bien es verdad que en el momento de la muerte del I marqués de Caracena, a él le quedaba
pendiente el pago de 14 millones y medio de maravedís de deudas contraídas por particulares, de rentas de encomiendas, de
propinas de los Consejos y de la almoneda de sus bienes, principalmente; cfr. AGS, CC, ME, leg. 1.208, exp. 44, [Flandes],
19-X-1634; y AHN, Nobleza, Frías, c. 1.724, doc. 19: razón de las deudas del I marqués de Caracena, Madrid, 28-II-1626.
Por lo que respecta al estado de Frómista, la renta anual obtenida de los bienes de su mayorazgo no era mucho más de 10.000
ducados; cfr. AGS, CMH, CM, leg. 1.188, exp. 47: traslado del testamento y codicilo del señor marqués de Frómista, Madrid,
28-I-1645; y ATIENZA HERNÁNDEZ, I., y SIMÓN LÓPEZ, M., “Patronazgo real…”, op. cit., p. 53. Sobre el papel del
endeudamiento aristocrático en el nuevo equilibrio político articulado por la Corona en sus relaciones con la nobleza, entre
otros trabajos, remito a DOMÍNGUEZ ORTIZ, A., La sociedad española…, op. cit., pp. 242 y ss.; JAGO, CH., “The influence
of debt on the relations between crown and aristocracy in seventeenth-century Castile”, Economic History Review, 2ª serie,
26 (1973), pp. 218-236; y Benítez Sánchez-Blanco, R., “Nobleza y señorío: el método”, Cuadernos de Historia
Moderna, 15 (1994), p. 386. Véase, también, THOMPSON, I. A. A., Guerra y decadencia…, op. cit., pp. 196-197; y Yun
Casalilla, B., “Felipe II y el endeudamiento de la aristocracia. Un avance”, en Íd., La gestión del poder. Corona y economías
aristocráticas en Castilla (siglos XVI-XVIII), Madrid, 2002, pp. 157-158.

228 | Historia y Genealogía Nº2 (2012)


Ana Quijorna Rodríguez

con el paso de los años. En este sentido, y sin ánimo de traer aquí una exposición profusa y tediosa de
todas y cada una de las cantidades embolsadas por don Luis de Benavides Carrillo de Toledo debidas
a diferentes conceptos, debe señalarse que la ocupación de los más altos puestos en los ejércitos de la
Monarquía, la administración plena de la hacienda militar de la que llegó a disfrutar durante los últimos
años de su vida, la corrupción a la que se prestaba el desempeño de los virreinatos y las gobernaciones
generales del conglomerado hispánico, los sueldos “oficiales” que de ello se derivaban, las diversas ayudas
de costa percibidas en plata, la concesión de mercedes pecuniarias y, en fin, la recurrencia a la imposición
de censos consignativos impuestos sobre el mayorazgo, entre otros factores, no poco debieron tener que
ver con que el valor de los censos cargados sobre los mayorazgos de los estados legados por don Luis en
el momento de su muerte ascendiera “sólo” a 16.500 ducados67. No obstante, no debe olvidarse que del
ejercicio de puestos en el gobierno de la Monarquía Hispánica se derivaba la percepción de otro tipo de
dádivas económicas, no procedentes exclusivamente de la potestad graciosa del monarca, como el presente
de los 12.000 florines que el magistrado de Bruselas hizo el 16 de agosto de 1659 al marqués de Caracena
con motivo del nacimiento de un hijo varón. Fuera del mayorazgo, y según se desprende de la cuenta
y partición de sus bienes, el de Caracena contaba a su muerte con una hacienda líquida de algo más de
100.000 ducados68.
Sin embargo, no todo el beneficio obtenido de la dedicación de varias vidas al servicio regio
puede medirse en términos crematísticos, económicos y mesurables. Amén de las posibilidades que el
trasiego entre periferias ofrecía para la conformación de una cada vez más tupida red de clientelas –de
las que, obviamente, no se veían excluidos los parientes del marqués de Caracena–, no puede pasarse
por alto que entre los bienes dejados en herencia por don Luis se encontrara una imponente biblioteca
y una colección de pinturas bastante numerosa, muestra evidente de la importancia que esta manera
de ostentación de poder tenía a la hora de ser considerado noble, de reflejar ante los ojos de los otros
una manera noble de vivir, de sancionar la pertenencia a un grupo selecto de la sociedad, que en el caso
de los señores de Caracena se reforzó con la presencia de la sobrina del II marqués en Las Meninas de
Velázquez, y de legitimar la preeminencia social de cuyo goce se hacía tantas veces gala. De todo ello se
desprende la trascendencia que para el estamento privilegiado tenía toda inversión en capital simbólico;
conducta en el gasto o función política y social de éste que, además, se había convertido en obligada
durante el reinado del Rey Planeta, pues la amplia protección y mecenazgo artísticos ejercidos por él hizo
del gusto por el coleccionismo de pinturas un medio más a partir del cual expresar fidelidades como si
de una verdadera identificación política entre pautas de consumo y adscripción al grupo dominante se
tratase. La conformación de ambas colecciones, de una importancia tal que han merecido, incluso, algún
estudio monográfico, viene a constituirse, de este modo, en fiel reflejo de las oportunidades que brindó el
servicio en las periferias para ejercer un mecenazgo mucho más amplio que el posibilitado por la presencia
continua en la Península y del que obtener inmejorables creaciones con las que enriquecer, en este caso,
el importante patrimonio heredado por el II marqués de Caracena de manos tanto de su padre como de
su abuelo69.

67 Algunos ejemplos de lo expuesto aquí en AHN, Nobleza, Frías, c. 123, doc. 11; ibídem, doc. 19; ASCMi, Dicasteri, cart.
154; AGRB, SEG, reg. 263, fols. 23 y 24: don Juan a Felipe IV sobre los 24.000 ducados anuales que debía disfrutar el marqués
de Caracena por el gobierno general de los Países Bajos, Bruselas, 6-II-1658; AHN, Nobleza, Frías, c. 83, doc. 55, en donde
se recogen los 24.000 escudos concedidos como ayuda de costa para su regreso a la Península, Madrid, 20-VI-1664; e ibídem,
doc. 64: sobre la merced concedida al marqués de Caracena tras el socorro de Cremona, Madrid, 1-VII-1665. Para el sueldo
correspondiente al puesto de presidente del Consejo Supremo de Flandes véase AGRB, SEG, reg. 266, fol. 83: Felipe IV a
Caracena, Madrid, 14-III-1660; y Vanhaelst, A., “De bezoldiging”, en De Hoge Raad voor de Nederlanden en Bourgondië.
Leden en Bevoegdheden (1627-1665), Memoria de licenciatura inédita, Universidad de Gante, 2001-2002 [www.ethesis.net/
hoge_raad_inhoud.htm].
68 Gachard, L. P., “Caracena, don Luis de Benavides Carrillo y Toledo, marquis de Frómista et de”, en Biographie Nationale,
t. III, Bruselas, 1872, col. 297; y AHPM, protoc. 9.818, fols. 763r y ss.: cuenta y partición de bienes de don Luis de Benavides
Carrillo de Toledo, Madrid, 30-X-1668.
69  Una primera muestra de los ejemplares que engrosaron ambas colecciones en AHN, Nobleza, Frías, c. 123, docs. 25-31.

Historia y Genealogía Nº2 (2012) | 229


MECANISMOS Y ESTRATEGIAS DE PROMOCIÓN, ASCENSO Y CONSOLIDACIÓN ...

Se impone concluir. Según afirmaba el marqués de Velada el servicio a los Reyes era el mejor
camino para acrecentar las Casas nobiliarias y recorrido indispensable para éstas si lo que se pretendía era
la promoción, el ascenso y la consolidación social70. Desde los albores de la Edad Moderna, si no desde los
trascendentales años finales de la Edad Media, los señores de Caracena se habían dedicado a la consecución
de estos fines, lo que les llevó a ocupar algunos de los puestos más relevantes del aparato gubernativo
y administrativo de la Monarquía Hispánica. Del mismo modo, permanecer al lado de la Corona les
permitió hacer más llevaderas las consecuencias del progresivo endeudamiento de su hacienda, pues
pasaron de disfrutar de unos ingresos mayoritariamente de carácter señorial a engrosar su patrimonio con
mercedes y rentas líquidas derivadas, entre otros, de sueldos, encomiendas, juros, alcabalas y tercias71. Por
tanto, la relevante y ascendente trayectoria seguida por los miembros de esta Casa evidencia la necesidad
de estudiar a aquellos personajes que, con apellidos ensombrecidos por otros más resonantes, coadyuvaron
a la articulación y a la práctica del poder durante los siglos XVI y XVII en calidad de verdaderos artífices
de la vida política y de ejecutores efectivos de los dictámenes emanados de Madrid. Pero también, dicha
trayectoria convierte a los señores de Caracena en sujetos activos de dos de los fenómenos que con mayor
claridad caracterizaron, aunque no de manera exclusiva, a la sociedad propia de la Edad Moderna, a saber,
la permeabilidad de los estamentos privilegiados y, como consecuencia de ello, la renovación sanguínea
por ellos experimentada.

Véase además, para lo expuesto aquí, Vindel, P., Grandeza y gloria hispanas: bibliófilos célebres, el marqués de Caracena,
1608-1668, Madrid, 1923; Moreno García, Mª A., “El marqués de Caracena, mecenas de David Teniers el joven”,
Goya, 204 (1988), pp. 330-336; Vannugli, A., “Collezionismo spagnolo nello Stato di Milano: la quadreria del marchese
di Caracena”, Arte Lombarda, 117 (1996), pp. 5-36 (agradezco a Mercedes Simal López haberme facilitado esta referencia y
trabajo, hasta entonces por mí totalmente desconocido); Malcolm, A., Don Luis de Haro and the Political Elite of the Spanish
Monarchy in the Mid-Seventeenth Century, Tésis doctoral inédita, Universidad de Oxford, 1999, p. 168; y YUN CASALILLA,
B., “La situación económica de la aristocracia castellana durante los reinados de Felipe III y Felipe IV”, en Íd.: La gestión del
poder…, op. cit., p. 180, entre otras.
70 MARTÍNEZ HERNÁNDEZ, S., “La hacienda del Marqués de Velada. Perfiles de una economía cortesana, 1516-1616”,
Cuadernos de Historia Moderna, 28 (2003), p. 36.
71 Una muestra de ello en AGS, CC, ME, leg. 1.398: doc. cit; AHPM, protoc. 9.818, fols. 763r y ss.; y AGS, CMH, CM, leg.
834, exp. 10/36.

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Estrategias matrimoniales de los señores de Caracena y Pinto

FUENTE: LÓPEZ DE HARO, A.: Nobiliario genealógico de los reyes y títulos de España… op. cit., vol. 1, Madrid, 1622,
pp. 519; ÁLVAREZ Y BAENA, J. A.: Hijos de Madrid, ilustres en santidad… op. cit., tomo I, p. 222.

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Ana Quijorna Rodríguez
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ISSN 2173-6030 | Historia y Genealogía Nº2 (2012) |

¿QUÉ HABÍA DEBAJO DEL “SOLIDEO CON OREJERAS” DEL CANÓNIGO VERDE
SAÑUDO? (BURGOS, 1707-1718)

Francisco J. Sanz de la Higuera


I.E.S.”Torreblanca” (Sevilla)

Resumen: En los primeros años del siglo XVIII, un canónigo de la Catedral de Burgos, don Antonio Verde
Sañudo, quebraba, de forma consciente o inconsciente, las normas de conducta esenciales y enervaba al
Cabildo y sus componentes. Padre de cuatro hijos, sanos y con un brillante porvenir – sólo fue reconocido
legalmente uno, el último –, provocador hasta la nausea y protagonista de sonados altercados, era una
persona muy instruida pero, por su agresivo carácter y su altanera personalidad, generaba escasas simpatías
y un nulo atractivo emocional entre sus compadres capitulares.

Palabras clave: canónigo, catedral, paternidad, carácter, pleito.

WHAT WAS UNDER THE “SOLIDEO CON OREJERAS” OF THE CANON VERDE SAÑUDO?
(BURGOS, 1707-1718).

Abstract: In the first years of the 18th century, a canon of the Cathedral of Burgos, don Antonio Verde
Sañudo, broke, consciously or unconsciously, the essential behaviour rules and unnerved the Chapter and
their members. Father of four healthy children and with a bright future – only the last one was legally
recognized –, a great trouble-maker and involved in many arguments, was a very educated person but, for
his aggressive character and his arrogant personality, had little charm and no emotional attractive among
his capitulars compadres.

Key words: canon, cathedral, paternity, character, lawsuit.

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234 | Historia y Genealogía Nº2 (2012)
ISSN 2173-6030 | Historia y Genealogía Nº2 (2012) |

¿QUÉ HABÍA DEBAJO DEL “SOLIDEO CON OREJERAS” DEL CANÓNIGO VERDE
SAÑUDO? (BURGOS, 1707-1718)

Francisco J. Sanz de la Higuera1


IES “Torreblanca” (Sevilla)

“...A los sacerdotes no se les permitía casarse, pero


aquél tenía un ama de llaves y ésta tenía una hija. En la
aldea era un secreto a voces que el padre de esa hija era el
sacerdote”. KEN FOLLET2

1. Introducción y fuentes documentales:

No constituye ya, quizá, un acontecimiento extraordinario, a las alturas en que nos encontramos en
el proceso de reconstrucción de la historia eclesiástica en el Antiguo Régimen –en especial, en lo tocante al
siglo XVIII–, la existencia de clérigos progenitores, clérigos solicitantes, clérigos amancebados –e incluso
inductores de abortos–, prebendados, en suma, dados al sexo, puntual o habitualmente. Criadas, parientes
o mozas de los pueblos y ciudades en las que hacían vida cotidiana pasaron por sus manos sin escrúpulos.
Solteras, casadas o viudas, el cazador, ávido de poseer la carne y el espíritu, no paraba en mientes a la
hora de ejecutar sus tropelías. No eran multitud pero las vecindades en que habitaban se alarmaron
sobremanera.
La bibliografía está preñada de múltiples y excelentes análisis, propuestas y reflexiones. Descuellan,
entre la pluralidad de publicaciones que pueblan el acervo bibliográfico, expuestas sin un ánimo exhaustivo,

1  Correo electrónico de contacto: sanzdelahiguera@gmail.com


2  FOLLET, K., Los pilares de la tierra, Barcelona, 2007, p. 75.

235
¿QUÉ HABÍA DEBAJO DEL “SOLIDEO CON OREJERAS” DEL CANÓNIGO ...

los trabajos pergeñados por Aragón Mateos3, Barreiro Mallón4, Barrio Gozalo5, Candau Chacón6, Dubert
García7, Núñez Roldán8, Soria Mesa9, Morgado García10, Irigoyen López11 y Sánchez González12.

3  ARAGÓN MATEOS, S., “Notas sobre el clero secular en el Antiguo Régimen. Los presbíteros del obispado de Coria en el
siglo XVIII”, Hispania Sacra, 44 (1992), pp. 291-334.
4  BARREIRO MALLÓN, B., “El clero de la diócesis de Santiago: estructura y comportamientos (siglos XVI-XIX)”,
Compostellanum, 33/3-4 (1988), pp. 469-507 y del mismo autor “Sínodos, patronos y expedientes de órdenes. Tres indicadores
de la religiosidad en el N. O. de la Península”, en ÁLVAREZ SANTALÓ, L. C., BUXÓ, M. J. y RODRÍGUEZ BECERRA,
S. (Eds.), La religiosidad popular, tomo II, Barcelona, 1989, pp. 72-95.
5  BARRIO GOZALO, M., “El bajo clero en la España del siglo XVIII. Estado de la cuestión, problemas y direcciones de
la investigación actual”, Coloquio Internacional “Carlos III y su siglo”, tomo I, Madrid, 1990, pp. 793-805 y del mismo autor
“El clero bajo sospecha a principios del siglo XVIII. El informe de Macanaz y La respuesta de los obispos”, Investigaciones
Históricas, 22 (2002), pp. 47-62.
6  CANDAU CHACÓN, M. L., Los delitos y las penas en el mundo eclesiástico sevillano del XVIII, Sevilla, 1993, “Delito y
autoridad eclesiástica en la Sevilla de Carlos III”, Coloquio Internacional “Carlos III y su siglo”, tomo II, Madrid, 1990, pp. 183-
1978, “Un mundo perseguido. Delito sexual y justicia eclesiástica en los Tiempos Modernos”, en FORTEA, J. I., GELABERT,
J. E. y MANTECÓN, T. A. (eds.), Furor et rabies. Violencia, conflicto y marginación en la Edad Moderna, Santander, 2002,
pp. 303- 342, “Entre lo permitido y lo ilícito: la vida afectiva en los Tiempos Modernos”, en MORANT, I. y BOLUFER,
M. (coords.), El matrimonio en el corazón de la sociedad, Tiempos Modernos, 18/1, (2009), [En línea] www.tiemposmodernos.
org/tm3/index.php/tm/printerFriendly/157210, “El clero secular hispalense a fines del Antiguo Régimen: los problemas de la
vocación eclesiástica”, en BERNARDO ARES, J. M. (ed.), El hispanismo angloamericano: Aportaciones, problemas y perspectivas
sobre Historia, Arte y Literatura españolas (siglos XVI-XVIII), I Conferencia Internacional “Hacia un nuevo humanismo”, Córdoba,
2001, pp. 309-324 y de la misma autora La carrera eclesiástica en el siglo XVIII, Sevilla, 1993, “Église, pouvoir et doctrine: Les
visites pastorales post-tridentines dans l’archevêque de Séville (Espagne) à l’époque moderne”, en PAIVA, J. O. (ed.), Religious
Ceremonials and Images: Power and social meaning (1400-1750), Coimbra, 2002, pp. 273-302 y “Actitudes y mentalidades en
Alcalá de Guadaira durante el Antiguo Régimen”, en III Jornadas de historia de Alcalá de Guadaira, 1991, pp. 51-51.
7  DUBERT GARCÍA, I., “Alma de curas y cura de almas. Moral y comportamientos eclesiásticos en la Galicia interior durante
el Antiguo Régimen (1600-1830)”, Semata, 7-8 (1996), pp. 379-411, “Los comportamientos familiares del clero urbano en
Galicia: El ejemplo de Santiago de Compostela en el s. XVIII”, Compostellanum, 31/3-4 (1986), pp. 443-456, “La huella de
la trasgresión en el mundo eclesiástico de la Galicia interior (1600-1830)”, Compostellanum, 39/3-4 (1994), pp. 371-389 y
“La domesticación, la homogeneización y la asimilación de las conductas del clero gallego del Antiguo Régimen a la identidad
del modelo tridentino, 1600-1850”, en DÓNEZAR, J. M. y PÉREZ LEDESMA, M. (eds.), Antiguo Régimen y liberalismo:
homenaje a Miguel Artola, vol. II, Madrid, 1994, pp. 190-262.
8  NÚÑEZ ROLDÁN, F., El pecado nefando del obispo de Salamina. Un hombre sin concierto en la Corte de Felipe II, Sevilla,
2002.
9  SORIA MESA, E., La nobleza en la España moderna. Cambio y continuidad, Madrid, 2008, pp. 135-173 y pp. 185-200 y
del mismo autor la genial obra El cambio inmóvil. Transformaciones y permanencias en una élite de poder (Córdoba, ss. XVI-XIX),
Córdoba, 2000, pp. 92-101.
10  MORGADO GARCÍA, A., Iglesia y sociedad en el Cádiz del siglo XVIII, Cádiz, 1989, pp. 222-227, El clero gaditano a fines
del Antiguo Régimen, Cádiz, 1989, pp. 114-116, El estamento eclesiástico y la vida espiritual en la Diócesis de Cádiz en el siglo
XVII, Cádiz, 1996, pp. 149-153 y la excelente “Vida de canónigo. Percepción, origen y status de vida del alto clero durante
el Antiguo Régimen”, en ARANDA PÉREZ, F. J. (coord.), Sociedad y élites eclesiásticas en la España Moderna, Cuenca, 2000,
pp. 77-99.
11  IRIGOYEN LÓPEZ, A., “La difícil aplicación de Trento: las faltas de los capitulares de Murcia(1592-1622)”, Hispania
Sacra, 125 (2010), pp. 157-179, “Los tratados de perfección sacerdotal y la construcción de la identidad social del clero en la
España del siglo XVIII”, Hispania, 230 (2008), pp. 707-734 e IRIGPYEN LÓPEZ, A. y GUIRARDI, M., “Aproximación
a los procesos contra clérigos seculares en la diócesis de Tucumán en los siglos XVIII y XIX”, en III Jornadas de historia de la
Iglesia en el Noroeste argentino, Santiago del Estero, 2010.
12  SÁNCHEZ GONZÁLEZ, R., “El clero rural del arzobispado de Toledo en el Seiscientos: Distribución, formación y
conducta”, Hispania Sacra, 46 (1994), pp. 427-447, “Señorío y justicia en los Montes de Toledo: Las causas de amancebamiento
en la Edad Moderna”, en ARANDA PÉREZ, F. J. (coord.), El mundo rural en la España Moderna, VII Reunión Científica de
la FEHM, Cuenca, 2004, pp. 1285-1293 y del mismo autor “El clero secular en los territorios de Órdenes: vita et moribus y
tensiones con la Dignidad Arzobispal”, en LÓPEZ-SALAZAR PÉREZ, J. (coord.), Las órdenes militares en la Península Ibérica,
vol. II, Cuenca, 2000, pp. 2149-2177.

236 | Historia y Genealogía Nº2 (2012)


Francisco J. Sanz de la Higuera

Un segundo nivel en las aportaciones bibliográficas está protagonizado por las obras de Sáez13,
Sánchez14, Cobos Ruiz de Adana15, Fajardo Spínola16, González Marmolejo17, Graullera18, Lavallé19, Lucas
del Ser20, Rodríguez21 y Roselló Lliteras22. No menos sugestivas resultan las reflexiones de García Cárcel23,
Cabeza Rodríguez24, Rodríguez Sánchez25, Bravo Lozano26, Latorre Ciria27, Lorenzo Pinar28, Mantecón
Movellán29 y Saavedra Fernández30.

13  SÁEZ, R., “La transgression de l’interdit amoureux: Le pêtre, la femme et l’enfant dans l’archevêqué de Toléde (1565-
1620)”, en REDONDO, A. (dir.), Amours légitimes, amours illégitimes en Espagne (XVIe-XVIIe siècles), París, 1985, pp. 94-100.
14  SÁNCHEZ, A., “Pecados secretos, públicas virtudes: el acoso sexual en el confesionario”, Revista Andina, 14/1 (1996), pp.
121-147.
15  COBOS RUIZ de ADANA, F. J., El clero en el siglo XVII. Estudio de una visita secreta a la ciudad de Córdoba, Córdoba,
1976.
16  FAJARDO SPÍNOLA, F., “Confesores solicitantes en Canarias, siglos XVI y XVII”, en MARTÍNEZ RUÍZ, E. y SUÁREZ
GRIMÓN, V. (eds.), Iglesia y sociedad en el Antiguo Régimen, vol. I, Las Palmas de Gran Canaria, 1994, pp. 591-600.
17  GONZÁLEZ MARMOLEJO, J. R., “Algunos grupos desviantes en México. Curas solicitantes durante el siglo XVIII”,
en Familia y sexualidad en Nueva España, I Simposio de historia de las mentalidades, México, 1982, pp. 258-266 y “Clérigos
solicitantes, perversos de la confesión”, en ORTEGA NORIEGA, S. (ed.), De la santidad a la perversión o de por qué no se
cumplía la ley de Dios en la sociedad novohispana, México, 1986, pp. 239-252.
18  GRAULLERA, V., “mujer, amor y moralidad en la Valencia de los siglos XVI y XVII”, en REDONDO, A. (dir.), Amours
legitimes, amours illégitimes...., París, 1985, pp. 109-119.
19  LAVALLÉ, B., “Los nuevos rasgos del bajo clero en el obispado de Arequipa a finales del siglo XVII”, Caravelle, 70 (1998),
pp. 97-116.
20  LUCAS del SER, C., “El canónigo Lobariñas y su misteriosa viuda”, Argutorio, Revista de la Asociación Cultural “Monte
Irago”, 23 (2009), pp. 37-41.
21  RODRÍGUEZ, P., “El amancebamiento en Medellín, siglos XVIII-XIX”, en Seducción, amancebamiento y abandono en la
colonia, Santa Fé de Bogotá, 1991, pp. 73-93.
22  ROSELLÓ LLITERAS, J., “El clero de Mallorca frente a la vida sexual durante el Medioevo”, Mayurqa, 23 (1996), pp.
67-85.
23  GARCÍA CÁRCEL, R., Herejía y sociedad en el siglo XVI. La Inquisición en Valencia, 1530-1609, Valencia, 1980.
24  CABEZA RODRÍGUEZ, A., “El estudio del clero diocesano en el Antiguo Régimen a través de los fondos documentales
de las Audiencias Episcopales”, Investigaciones Históricas, 11 (1991), pp. 35-52.
25  RODRÍGUEZ SÁNCHEZ, A., Hacerse nadie. Sometimiento, sexo y silencio en la España de finales del siglo XVI, Lérida,
1998.
26  BRAVO LOZANO, J., Familia busca vivienda – Madrid, 1670-1700 –, Madrid, 1992, pp. 95-112 y del mismo autor
“Cura rico/cura pobre. Notas sobre rentas eclesiásticas en el Madrid de fines del siglo XVII”, en MARTÍNEZ RUÍZ, E. y
SUÁREZ GRIMÓN, V. (eds.), Iglesia y sociedad en el Antiguo Régimen, vol. I, Las Palmas de Gran Canaria, 1994, pp. 129-139.
27  LATORRE CIRIA, J. M., “Perfiles de un grupo eclesiástico: los canónigos aragoneses del último tercio del siglo XVIII”,
Hispania Sacra, 124 (2009), pp. 545-569 y “Rigorismo moral y defensa de la jurisdicción eclesiástica por Francisco Pérez de
Prado, obispo e inquisidor general”, en BETRÁN MOYA, J. L., CORTÉS PEÑA, A. y SERRANO MARTÍN, E. (coords.),
Religión y poder en la Edad Moderna, Madrid, 2005, pp. 353-380.
28  LORENZO PINAR, F. J., “La familia y la herencia en la Edad Moderna zamorana a través de los testamentos”, Stvdia
Historica, Historia Moderna, 9 (1991), pp. 159-201.
29  MANTECÓN MOVELLÁN, T. A., “El control de la moralidad por medio de la fiesta: flagelantes y cencerradas en la
España cantábrica”, Lúdica, 8 (2002), pp. 141-159, “El peso de la infrajudicialidad en el control del crimen durante la Edad
Moderna”, Estudis, 28 (2002), pp. 43-75 y del mismo autor Conflictividad y disciplinamiento social en la Cantabria rural del
Antiguo Régimen, Santander, 1997.
30  SAAVEDRA FERNÁNDEZ, P., La vida cotidiana en la Galicia del Antiguo Régimen, Barcelona, 1994, pp. 192-196.

Historia y Genealogía Nº2 (2012) | 237


¿QUÉ HABÍA DEBAJO DEL “SOLIDEO CON OREJERAS” DEL CANÓNIGO ...

No desmerecen en nada los análisis pergeñados por Quintana Andrés31, Saguier32, Sáenz de Haro33,
Sánchez Herrero34, Sanz de la Higuera35, Sarmiento Pérez36, Sobrado Correa37, Testón Núñez38, Vasallo39,
Rocha Nunes40 y Ramos de Carvalho41.
Catapultar a las páginas de la historia, con luz y taquígrafos, a clérigos extravagantes, locos
de atar, fornicadores, golfos…, es una tendencia historiográfica que puede parecer una grosería soez e
imperdonable. Empero, en última instancia, es únicamente una herramienta histórica más, que exhuma
lo que los yacimientos históricos –Actas Capitulares de la Catedral, protocolos notariales, etc.– nos han
puesto al alcance. Sólo es preciso juntar las piezas del rompecabezas, elucubrar un poco y, sin perder jamás
la objetividad ni caer en el presentismo, analizar de manera crítica los acontecimientos, las intenciones y
las mentalidades42.

31  QUINTANA ANDRÉS, P. C., A Dios rogando y con el mazo dando. Fe, poder y jerarquía en la Iglesia canaria. El Cabildo
Catedral de Canarias entre 1483-1820, Madrid, 2003, pp. 40, 51 y 119-122, Finis gloriae mundi. Ideología y sociedad en
Canarias. Los prebendados del Cabildo Catedral durante el Antiguo Régimen (1483-1820), Bilbao, 2004, pp. 48 y 253-254 y
del mismo autor “Actitudes del alto clero canario ante la muerte: preeminencias, ostentación y conflictividad durante la Edad
Moderna”, El Museo Canario, 61 (2006), pp. 181-215.
32  SAGUIER, E. R., Un debate histórico inconcluso en la América latina (1620-2000). Cuatro siglos de lucha en el espacio colonial
peruano y rioplatense y en la Argentina Moderna y Contemporánea, tomo X, “El comportamiento de miembros de la Iglesia”,
2000, [En línea] www.er-saguier.org/obras/udhielal
33  SÁENZ de HARO, T., “Aspectos de la vida cotidiana entre los capitulares de la Catedral de Calahorra durante los siglos
XII y XIII”, Kalakorikos, 10 (2005), pp. 151-194.
34  SÁNCHEZ HERRERO, J., “Vida y costumbres de los componentes del Cabildo Catedral de Palencia a finales del siglo
XV”, Historia, Instituciones, Documentos, 3 (1976), pp. 486-532.
35  SANZ de la HIGUERA, F. J., “”En casa [,cama] y compañía”. Yacer a lomos del XVIII en los hogares eclesiásticos
burgaleses”, Hispania Sacra, 118 (2006), pp. 545-577 y “Carrera eclesiástica y algunos deslices de Felipe del Hoyo y Pedro
Celestino Tomé, arcedianos de Burgos (1731-1784)”, Hispania Sacra, 124 (2009), pp. 649-690.
36  SARMIENTO PÉREZ, J., “Visitas pastorales en la diócesis de Badajoz en el episcopado de Mateo Delgado Moreno (1817-
1833)”, Hispania Nova, 3 (2003), [En línea] http://hispanianova. Rediris.es/artículos/03_008.htm
37  SOBRADO CORREA, H., Las Tierras de Lugo en la Edad Moderna. Economía campesina, familia y herencia, 1550-1860,
La Coruña, 2001, pp. 453-454.
38  TESTÓN NÚÑEZ, I. y SANTILLANA PÉREZ, M., “El clero cacereño durante los siglos XVI al XVIII: Comportamientos
y mentalidad”, en II Jornadas de Metodología y Didáctica de la Historia, Cáceres, 1983, pp. 463-472 y TESTÓN NÚÑEZ, I.
y HERNÁNDEZ BERMEJO, M. A., “La sexualidad prohibida y el tribunal de la Inquisición de Llerena”, Revista de Estudios
Extremeños, 44/3 (1988), pp. 623-660.
39  VASALLO, J., “Algunas notas sobre sacerdotes solicitantes y amancebados en Córdoba del Tucumán durante el
siglo XVIII”, Tiempos Modernos, 19/2 (2009), [En línea] http://www.tiemposmodernos.org/tm3/index.php/m/article/
viewPDFInterstitial/182/239
40  ROCHA NUNES, J., “Crime e castigo: “Pecados publicos” e disciplinamento social na dioceses de Viseu (1684-1689)”,
Revista de História da Sociedade e da Cultura, 6 (2009), [En línea] http://www.uc.pt/eu/chsc/rhsc/rhsc_6/jrn
41  RAMOS de CARVALHO, J., Comportamientos Morais e estruturas sociais numa parróquia de Antigo Regime (Soure,
1680-1720), Coimbra, 1997 y “A jurisdisçao episcopal sobre leigos en matéria de pecados publicos: as visitas pastorais e o
comportamento moral das populaçoes portuguesas de Antigo Regime”, Revista portuguesa de Historia Económica e Social, 24
(1988), pp. 121-163.
42  SETTERFIELD, D., El cuento número trece, Barcelona, 2007, pp. 370. “...la imaginación es una característica saludable, y
muchos descubrimientos científicos no habrían sido posibles sin ella, pero es preciso que vaya ligada a un propósito serio para
que resulte fructífera. Si la dejamos vagar libremente, suele conducir a la necedad”. En la reconstrucción histórica, en efecto,
un cáncer peligroso y dañino es la imaginación sin fundamentos de archivo.

238 | Historia y Genealogía Nº2 (2012)


Francisco J. Sanz de la Higuera

La reconstrucción de las idas y venidas de canónigos como Verde Sañudo, Calderón43, Garro44,
Hoyo Santamaría o Tomé Carrera45 nos transporta –nos hunde irremisiblemente– en el inframundo
de “la otra Burgos”46. Son flecos en la microhistoria de una ciudad castellana en la que se detecta la
presencia conflictiva, casi clandestina a veces, de individuos cuyos comportamientos y miserias han sido
escrupulosamente ocultados, en ocasiones, por las autoridades, eclesiásticas o laicas, merced a un (es)
túpido velo tejido con una mezcla de estupor, contrariedad, miedo, ansiedad, silencio cómplice y asco,
urdimbres de una contradicción funesta, provocada por el contraste entre el denuedo de la mayoría en
cumplir con los preceptos, el funambulismo hipócrita de (intentar) justificar a quienes los contravenían
y el descaro de unos pocos que literalmente aniquilaban sin escrúpulos sus propios votos y juramentos.
Ni eran pobres ni eran célibes ni mucho menos bienaventurados. A su alrededor se respiraba violencia y
amargura, conductas que provocaban conflictos, pleitos y alarma social.
Las biografías de estos individuos son más que meros ejemplos anecdóticos. Constituyen, a mi
entender, modelos de conducta y de mentalidad, aunque en este y otros casos se trate de los renglones
torcidos de una sociedad dislocada. Las piezas del puzzle que fueron sus existencias, aquellas que por
fortuna el devenir de la documentación histórica nos ha guardado, recopilada y custodiada en los legajos
de los archivos, llevan más de 200 años esperando que alguien las ensamble y muestre el bodegón de
sus miserias y alegrías. En el Archivo Capitular de la Catedral y en los gruesos legajos de los protocolos
notariales del Archivo Histórico Provincial quedan aún multitud de historias que desvelar.
Que un canónigo de la Catedral de Burgos fuera padre, a principios del XVIII, no es quizá
un acontecimiento excepcional ni nos debe sorprender más allá de lo justo y necesario. Empero que
fuera el progenitor no de uno sino de cuatro hijos y un individuo caracterizado habitualmente por el
enfrentamiento insidioso y la turbulencia convivencial es, a mi modesto entender, lo realmente novedoso.
La vida cotidiana en las Catedrales del Setecientos47 sufrió convulsiones que rallaron con lo espeluznante,
aunque, no obstante, el caldo de cultivo habitual era la tranquilidad propia de los canónigos48. El sosiego
que deseaba la mayoría quedaba dinamitado de forma estruendosa por algunos individuos dados a la
lujuria, a la ira, al más lacerante de los insultos, a socavar, en última instancia, todos los pecados capitales
a golpe de puño.
El itinerario documental que ha posibilitado reconstruir algunos retazos de la existencia del
canónigo Verde Sañudo comienza en el Archivo Histórico Provincial de Burgos –AHPB en lo sucesivo.
En el legajo 6920 descansa –no sabemos si en paz pero sí, al menos, al alcance de nuestros ojos y manos– el
testamento que en abril de 1717 rubricó el lascivo y controvertido clérigo, salido del cálamo del escribano
José de Mata49. Hubiera pasado por alto su existencia de no ser porque, acostumbrada la retina a ver

43  LÓPEZ GÓMEZ, J. M., “La enfermedad del canónigo Calderón. Una historia clínica de demencia en el Burgos de
principios del siglo XVIII”, Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, 66 (1998), pp. 307-321.
44  SANZ de la HIGUERA, F. J., “Aproximación a la locura en el Setecientos burgalés. Cerebros, humores y economías en
desequilibrio”, Investigaciones Históricas, 29 (2009), pp. 41-68.
45  SANZ de la HIGUERA, D. J., “Carrera eclesiástica y algunos deslices...”, Hispania Sacra, 124, pp. 649-690.
46  La perspectiva a considerar la planteó, con maestría y sutileza, GARCÍA ABELLÁN, J., La otra Murcia del siglo XVIII,
Murcia, 1981.
47  CABEZA RODRÍGUEZ, A., La vida en una catedral del Antiguo Régimen, Palencia, 1997 y Clérigos y señores. Política y
Religión en Palencia en el Siglo de Oro, Palencia, 1996.
48  De entre las muchas propuestas descuellan, sin duda, ÁLVAREZ SANTALÓ, L. C., “”Vivir como un cura”. Algunas
precisiones cuantitativas respecto al imaginario social sobre el clero en el siglo XVIII” y MORGADO GARCÍA, A., “Vida
de canónigo. Percepción, origen y status de vida del alto clero durante el Antiguo Régimen”, ambas en ARANDA PÉREZ, F.
J. (coord.), Sociedad y élites eclesiásticas en la España Moderna, Cuenca, 2000, pp. 101-147 y 77-99, respectivamente, y REY
CASTELAO, O., “El alto clero gallego en tiempos de Carlos III”, en Coloquio Internacional sobre Carlos III y su siglo, vol. II,
Madrid, 1990, pp. 579-600 y “El clero urbano compostelano a fines del siglo XVIII: Mentalidades y hábitos culturales”, en
EIRAS ROEL, A. (coord.), La historia social de Galicia en sus fuentes de protocolos, Santiago de Compostela, 1981, pp. 495-519.
49  Archivo Histórico Provincial de Burgos. Protocolos Notariales – en lo sucesivo, AHPB. PN –. José de Mata. Legajo 6920

Historia y Genealogía Nº2 (2012) | 239


¿QUÉ HABÍA DEBAJO DEL “SOLIDEO CON OREJERAS” DEL CANÓNIGO ...

cientos de últimas voluntades de burgaleses del Setecientos, me quedé sorprendido por el volumen de sus
folios –nada menos que 14, entre el 182 y el 196. El promedio de los prebendados catedralicios del siglo
XVIII era de únicamente 6 páginas (3 folios)50. Los 536 testamentos recopilados para la ciudad de Burgos
en el Setecientos nos ofrecen un promedio de 2 folios. Sólo las últimas voluntades del lectoral y canónigo
Prieto Bustamante, con 11 folios51, se acercan a las de Verde Sañudo. El sexto sentido que se desarrolla
después de pasar a velocidad de vértigo por los miles y miles de páginas que conforman los gruesos legajos
de protocolos notariales me advirtió que allí ocurría algo extraño. El canónigo Verde Sañudo era padre
por partida cuádruple y tenía una relación cuando menos paradójica con la que estaba destinada a ser su
nuera, a la que “he tenido y tengo en mi Casa en la qual me a Asistido con todo amor y cariño en mis
enfermedades y en las demás cosas de mi Casa guardándola y cuidando de ella con toda Lealtad”52. En
ese mismo legajo están compilados, facturados y firmados por las mismas manos la “Prottesta Secreta
que ottorgó el canónigo D. Anttonio Verde Sañudo” del 6 de junio de 1717 y otra más del 7 de febrero
de 171853. Su contenido colocaba al clérigo en “Su cassa por Carzel”54 y en plena controversia –insultos,
injurias y maltratos incluidos– con un compadre del Cabildo, el canónigo don Pedro de Linares. Como
dos y dos son cuatro –al menos en la torpe aritmética de los artesanos que hacemos por escribir un
poco de historia–, nos topamos, de la noche a la mañana, con un personaje cuando menos curioso que
anuda sus comportamientos con el de otros prebendados capitulares también bastante enjundiosos. Verde
Sañudo merece que se publique “su” historia55. Las Actas capitulares de la Catedral atesoran algunas
anécdotas sobre sus peripecias y vicisitudes profesionales –asistencia a los Cabildos, intervenciones ante sus
“Compañeros”, patologías médicas y enfermedades sufridas, bajas laborales o “Punctos de Quartanario”
que se le concedieron56…–, acontecimientos que perfilan su deambular por la ciudad que albergó su vida
cotidiana y sus quehaceres de trabajo.
En efecto, Verde Sañudo había aparecido también en las Actas capitulares de la Catedral al hilo
de la búsqueda de las patologías y enfermedades que los componentes del Cabildo sufrieron a lo largo
del siglo XVIII. Poco a poco, revisados los índices de los libros de registro de esos años (1700-1718),

(24 de abril de 1717), folios 182-196.


50  SANZ de la HIGUERA, F. J., “Aristocracia eclesial “en carrera de salbación”. Las dignidades catedralicias burgalesas entre
la vida y la muerte a mediados del Setecientos”, Cuadernos de Investigación Histórica, 24 (2007), pp. 355-413.
51  SANZ de la HIGUERA, F. J., “La librería del canónigo lectoral Prieto Bustamante. Libros y mesas de trucos a la greña.
Burgos (1749-1766)”, en ÁLVAREZ SANTALÓ, L. C. (coord.), Estudios de Historia Moderna en homenaje al profesor Antonio
García-Baquero González, Sevilla, 2009, pp. 639-671. Es encomiable y excelente el trabajo de SÁNCHEZ GONZÁLEZ, R.,
“Religiosidad barroca y sentimientos ante la muerte en el Cabildo catedralicio de Toledo”, Stvdia Historica, Historia Moderna,
18 (1998), pp. 299-320.
52  AHPB. PN. José de Mata. Legajo 6920 (24 de abril de 1717), folio 191. La bibliografía sobre prácticas testamentarias y
herencias en el Antiguo Régimen es densa y casi inabarcable. Descuella, sin duda, con luz propia GARCÍA FERNÁNDEZ,
M., Los castellanos y la muerte. Religiosidad y comportamientos colectivos en el Antiguo Régimen, Valladolid, 1996 y Herencia y
patrimonio familiar en la Castilla del Antiguo Régimen (1650-1834). Efectos socioeconómicos de la muerte y la partición de bienes,
Valladolid, 1995. Véase también SANZ de la HIGUERA, F. J., “Aristocracia eclesial...”, Cuadernos de Investigación Histórica,
24 (2007), pp. 355-413. En ellas aparece un dilatado acerbo bibliográfico sobre la problemática de la muerte y el reparto de
las herencias.
53  AHPB. PN. José de Mata. Legajo 6920 (6 de junio de 1717), folios 231-232 y (7 de febrero de 1718), folios 327-328.
54  Sobre la cárcel arzobispal y catedralicia en Burgos véase la magnífica aportación de PAMPLIEGA PAMPLIEGA, R.,
Pontido y otras dependencias de la Catedral de Burgos, Burgos 2005. Véanse igualmente FRAILE, P., Un espacio para castigar. La
cárcel y la ciencia penitenciaria en España (siglos XVIII-XIX), Barcelona, 1987 y de las HERAS, J. L., “El sistema carcelario de
los Austrias en la Corona de Castilla”, Stvdia Historica, Historia Moderna, 6 (1988), pp. 523-559.
55  SETTERFIELD, D., El cuento número trece, Barcelona, 2007, pp. 28. “... desenterrar vidas que han estado sepultadas
en diarios sin abrir colocados en estanterías de archivos durante cien años o más, reavivar memorias que hace décadas nadie
publica es quizá lo que más me gusta...”.
56  SANZ de la HIGUERA, F. J., “Aproximación a la “baja laboral” en el siglo XVIII. El “Punctto de Quarttanario” en la
Catedral burgalesa”, Hispania Sacra (en prensa).

240 | Historia y Genealogía Nº2 (2012)


Francisco J. Sanz de la Higuera

emergieron también las otras múltiples y espinosas ocurrencias en las que se vio implicado el extraño
canónigo, ya fuera por su problemática salud, por sus comportamientos extravagantes o por la violencia y
desazón que desataban sus puestas en escena.

2. Un testamento para la “buena muerte”, reflejo de una opípara vida. ¿Descargo de conciencia o fe
de erratas?

Los testamentos suelen ser, incluso aquellos que adolecen de escasa entidad, reducido tamaño y
una nula consignación de detalles, un fiel reflejo de las circunstancias, conductas y vicisitudes que se han
promovido y producido en el transcurso de la vida del futuro difunto. Las últimas voluntades son el ojal
fúnebre en el que encaja, casi a la perfección, el botón de la existencia, un ataúd de papel en el que se
depositan, ante mortem, las idiosincrasias del que teme –del que sabe– que va a morir, más tarde o más
temprano. El testamento es, desde mi modesto y torpe entender, un túnel del tiempo acelerado en el que
se resume, a marchas forzadas, lo acontecido al testador desde el útero materno que albergó su nacimiento
hasta la vagina terrestre que alojará los restos corporales tras el óbito57.
El testamento rubricado por Verde Sañudo impacta por sus dimensiones, por la calidad de sus
contenidos y, sobre todo, por los añadidos, no habituales, que implementa, aspectos que lo hacen diferente
y tremendamente atractivo. Don Antonio Verde Sañudo fue un individuo que procuró, por todos los
medios a su alcance, ser diferente del resto de los mortales que le rodeaban. Empero no fue, en absoluto,
atractivo ni conciliador y en el devenir de su existencia fue sembrando el camino de despropósitos y
rivalidades que intentó, finalmente, remozar a golpe de talonario.
La estructura interna del testamento es, para empezar, muy peculiar, en múltiples aspectos.
En primera instancia, por el oceánico volumen de líneas que fueron dedicadas a consignar el derrotero
material58, que constituyen el 81.4 % de lo redactado por el escribano –753 líneas–, capítulo rotundamente
contrastado con la parquedad de lo significado para dar solución a lo meramente espiritual59, un escueto
18.6 % de su contenido –172 líneas. Se ha reflexionado con fruición sobre qué intenciones y pretensiones
se tiene con la redacción de las últimas voluntades y, de los guarismos aducidos, sólo se obtiene, a mi
juicio, un rotundo e inequívoco espaldarazo a favor de la apuesta económica. Los testamentos eran un ojo
virtual que oteaba, desde el más allá, el reparto de lo atesorado en vida y que, por fuerza del guión –el saber

57  Además de las ya citadas obras de GARCÍA FERNÁNDEZ, M. y de sus muchos y provechosos artículos, son significativas
también las aportaciones de ARAUJO, A. C., A morte en Lisboa. Attitudes e representaçoes, 1700-1830, Lisboa, 1997,
GONZÁLEZ CRUZ, D., Religiosidad y ritual de la muerte en la Huelva del siglo de la Ilustración, Huelva, 1993, GONZÁLEZ
DOPO, D., “Actitud ante la muerte en Galicia Occidental de los siglos XVII y XVIII”, en II Coloquio de Metodología Histórica
Aplicada, La documentación notarial y la Historia, tomo II, Santiago de Compostela, 1984, pp. 125-137, LÓPEZ LÓPEZ, R.
J., Oviedo: muerte y religiosidad en el siglo XVIII. (Un estudio de mentalidades colectivas), Oviedo, 1985, LORENZO PINAR,
F. J., Muerte y ritual en la Edad Moderna. El caso de Zamora (1500-1800), Salamanca, 1991, MADARIEAGA ORBEA, J. J.,
Una noble señora: herio anderea. Actitudes ante la muerte en el País Vasco, siglos XVIII y XIX, Bilbao, 1998, MARTÍNEZ GIL,
F., Muerte y sociedad en la España de los Austrias, Cuenca, 2000, PASCUA SÁNCHEZ, M. J., Actitudes ante la muerte en el
Cádiz de la primera mitad del siglo XVIII, Cádiz, 1984, PEÑAFIEL RAMÓN, A., Testamento y Buena Muerte. (Un estudio
de mentalidad en la Murcia del siglo XVIII), Murcia, 1987, REDER GADOW, M., Morir en Málaga. Testamentos malagueños
del siglo XVIII, Málaga, 1986, RIVAS ÁLVAREZ, J. A., Miedo y piedad: testamentos sevillanos del siglo XVIII, Sevilla, 1986 y
RODRÍGUEZ de GRACIA, H., Vivir y morir en Montilla. Actitudes económicas y sociales en el siglo XVII, Córdoba, 1994. En
todos ellos se cita la abundante producción francesa sobre la muerte, que no reproduzco por problemas de espacio. Cualquier
listado es siempre injusto.
58  Bajo dicho epígrafe se concitan la filiación del testador, sus mandas no religiosas, la enumeración de sus propiedades,
deudas y circunstancias económicas y familiares, la consideración de los herederos y su situación física y mental.
59  Lo espiritual se materializa en las advocaciones espirituales, la lección de sepultura y hábito, la definición de acompañamientos
e inversiones de corte fúnebre –misas puntuales, cera, niños de la doctrina, pobres, papeletas, misas perpetuas, mandas religiosas,
etcétera.

Historia y Genealogía Nº2 (2012) | 241


¿QUÉ HABÍA DEBAJO DEL “SOLIDEO CON OREJERAS” DEL CANÓNIGO ...

con certeza que te ibas a morir irremisiblemente, es decir, que cualquier persona tenía fecha de caducidad
–, querías ver en manos de las personas e instituciones seleccionadas y no en posesión de desaprensivos y
desconocidos. La apuesta de Verde Sañudo era abiertamente terrestre –incluso hasta en los detalles más
religiosos y trascendentes. Sus últimas voluntades hacían recuento de las posesiones que había disfrutado
en vida y las adjudicaban según el patrón que él deseaba fervientemente materializar.
El segundo aspecto discurre justamente por la senda de la estructura interna del testamento, que
no tienen otra veleidad que catapultar al dominio público sus grandezas y sus miserias. Aunque comienza,
como no podía ser de otra manera en el siglo XVIII, con el protocolario “In dey Nomine Amen”, las
dos primeras líneas constataron lo que a mi entender era el objetivo secundario del documento, es decir,
el “Notorio y manifiesto Sea el ppco Instrumento de testamento, última y postrimera voluntad” de un
individuo que estaba, a pesar de todo, encantado de ser como era y de poseer lo que poseía. Lo esencial
es “el ppco Instrumento”. Verde Sañudo ordenaba abrir el armario de su existencia a su entorno, a sus
deudos, a sus familiares, a todo aquel que quisiera saber de dónde procedía y a qué se había dedicado
durante su existencia. Lo hacía con prevención pero sin excesivos escrúpulos, feliz de lo conseguido y
reconciliado con las averías que jalonaban el discurrir de sus días en el planeta60.
Don Antonio Verde Sañudo alardeó, como era lo habitual en los testamentos, de sus parentelas
materna y paterna, genealogía a la que estaba inmensamente apegado por ser “hombre noble hijodalgo
notorio de Sangre por ambas linias Paterna y materna, Señor y mayor de las casas Solares de mi apellido”.
El detalle al que llega en la descripción de su extracción socio-biológica se complementa con las
puntualizaciones que realiza sobre sus orígenes geográficos, “Vezinos que fueron de la villa de Espinosa
de los monteros y del qqº de Luena sito en la Cantabria de las asturias de Santillana de las montañas de
Burgos”61. Después recitó su currículum profesional, espléndido a todas luces.

“Doctor en ambos dros Zibil y canónico y en la Sagrada teoloxia, Abogado de los Rs


Consejos, capellán y patrón de la capilla y capellanía de la purificación de nra Ssra, sita en la Iglesia
Parrochial de Santa Zezilia de dha villa de Espinosa de los monteros, y Capellán de la Capellanía
de nra ssra de grazia y consolazion, sita en su hermita y santuario de dho lugar de San Andrés, y
canónigo que así mismo soy de la santa Iglesia metropolitana desta ziudad de Burgos, Visitador y
Juez appco General que he sido y en todos los Reynos de España y parte de Indias, confesor” 62.

Concluye la primera página, auténtica portada periodística sobre su extracción estamental y sus
méritos docentes y laborales, con el usual “enfermo en cama”, circunstancia que le advierte, a él y a nosotros,
de la posibilidad, no muy remota, de hallarse “en la ora y tranze terrible de la muerte”. Los prebendados
capitulares burgaleses solían rubricar sus testamentos estando sanos en un porcentaje muy elevado –el
59.5 % gozaban de perfecta salud en ese momento– y un 40.5 % estaban postrados en el lecho aquejados

60 Téngase en cuenta en todo momento LÓPEZ LÓPEZ, R. J., “Aproximación al clero urbano ovetense”, Cuadernos de
Investigación Histórica, 11 (1989), pp. 111-129 y ÁLVAREZ SANTALÓ, L. C. y GARCÍA-BAQUERO GONZÁLEZ, A.,
“Riqueza y pobreza del clero secular en la Sevilla del Antiguo Régimen (1700-1834)”, Trocadero, 8-9 (1998), pp. 11-46.
Véanse las consideraciones de SARMIENTO PÉREZ, J., “Biografía del canónigo emeritense Blázquez Prieto (1765-1845)”,
Espacio, Tiempo y Forma, Historia Contemporánea, 16 (2004), pp. 67-89 e IRIGOYEN LÓPEZ, A., “Clero secular, familia y
movilidad social: actores y directores (Murcia, Siglo XVII)”, en CHACÓN JIMÉNEZ, F. y HERNÁNDEZ FRANCO, J.
(eds.), Familias, poderosos y oligarquías, Murcia, 2001, pp. 131-152.
61  AHPB. PN. José de Mata. Legajo 6920 (24 de abril de 1717), folio 182.
62  Ibídem, folio 182. Véase KAGAN, R. L., Universidad y sociedad en la España Moderna, Madrid, 1981, PESET REIG, M.
y J. L., La Universidad española (siglos XVIII y XIX). Despotismo ilustrado y revolución liberal, Madrid, 1974 y TORREMOCHA
HERNÁNDEZ, M., Ser estudiante en el siglo XVIII. La Universidad vallisoletana de la Ilustración, Valladolid, 1991 y “La
matriculación estudiantil durante el siglo XVIII en la Universidad de Valladolid”, Investigaciones Históricas, 6 (1987), pp. 39-
74.

242 | Historia y Genealogía Nº2 (2012)


Francisco J. Sanz de la Higuera

de alguna patología63. Don Antonio había vivido mucho y muy intensamente, “siendo como soy de hedad
de más de Setenta y quatro años”, se encontraba “en Juicio y entendimiento natural” y era el momento
de atar el legajo de su existencia, o al menos de ir perfilando sus principales nudos. Era el progenitor de
cuatro hijos y el dueño de un importante conjunto de propiedades que precisaba salvaguardar, asignando
a las personas de su elección lo que él creía que era obvio e incuestionable. Estaba don Antonio bastante
satisfecho del periplo de su estancia terrenal, y lo deseaba airear sin denuedo. Sólo, después, en el reverso
del primer folio se va a ocupar de hacer profesión de fe –“he bibido y protesto vivir y morir como fiel y
catholico christiano”–, encomendándose –y falta le iban a hacer siendo clérigo, progenitor de 4 hijos y se
suponía que célibe– a “la serenisima Reyna de los angeles [madre] de nro ssr Jesu Xtpo”, a quien tomó por
“Intercesora y abogada”. Era acompañada, en el quehacer celestial de interceder para que se le pudieran
“Perdonar” sus desarreglos, por San Pedro Apóstol, San Atanasio, San Antonio de Padua –“Santo de mi
nombre”, el “Angel de mi guardia y a todos los demás santos y Santas de la corte Zelestial”64.
A continuación definió los aspectos básicos de las exequias, enterramiento y misas que habría de
recibir una vez fallecido. En lo tocante a la sepultura, su deseo era ser inhumado, caso de suceder en la
ciudad de Burgos, en “la capilla de San Pedro apóstol que está conjunta a la de San Juan de Sagun Inclusa
en dha Santa Iglesia metropolitana”, lugar en el que sus compadres capitulares no lo creían oportuno.
Como la inmensa mayoría de los prebendados catedralicios, su espacio de vida y de muerte se encontraba
anclado en el interior de la Catedral. Empero, don Antonio generaba problemas y animadversiones incluso
in articulo mortis. Si el óbito se producía en otra localidad, Verde Sañudo volvía a sus orígenes, dado que
preveía fuese o en Espinosa de los Monteros o en San Andrés de Luena. En la cuestión del entierro,
persiste en ese contraste. En caso de morir en ellas, era su voluntad asistieran “Seis Sazerdotes, los quales
ayan de Asistir a las honrras y cavo de Año, y a los que Zelebraren se les de Zinco Rs a cada uno en cada
un día de dha asistenzia y si no dijere misa sólo se les de a cada uno tres Rs en cada un día”. Más barato,
en la completa gratuidad, le salía fallecer en la ciudad, donde exigía la presencia de todos los “señores
Yndibiduos Canónigos y prebendados, mis Carísimos Compañeros” en el día del entierro, las honras
“y demás funziones que acostumbran”. Sabía, por supuesto, de los recelos que su persona generaba. No
olvidó señalar que le “perdonen si les hubiese dado caussa o motibo de darse por ofendidos” – y, sin duda,
lo había hecho en múltiples ocasiones.
La determinación de las misas pro anima reflejan también algunas pautas significativas de su
idiosincrasia y de sus estrategias mentales. Descuella, en primer término, la escasa asignación que señala
a cada misa rezada – “y todas se paguen a dos Rs de vellón por cada una” –, cantidad paupérrima, que
contraste vívidamente con la propuesta por otros prebendados catedralicios a cuyas últimas voluntades
hemos tenido acceso para el Setecientos. En total, Verde Sañudo se gastaría 1.300 reales en misas, cifra
lejana de los 2.300 reales que de promedio se obtiene entre el alto clero burgalés del XVIII. Tampoco es
excesivo ni sobresaliente el número de misas rezadas que encargó, 650, si bien es similar a la media de la
rubricada por sus compadres catedralicios, 695 misas. Su reparto era igualmente cercano al propuesto por
ellos. Don Antonio propuso celebrar el 61.5 % en la Catedral o en las parroquias de la ciudad y un 38.5
% en diversos conventos y colegios. El promedio de los clérigos de alto rango de Burgos derivaba un 65.5
% de las misas para el clero secular y el 34.5 % para el clero regular65.

63  En el 64.7 % de las últimas voluntades recopiladas, los capitulares no pudieron firmar dichos documentos por la gravedad
de sus achaques y enfermedades. Véase SANZ de la HIGUERA, F. J., “Aristocracia eclesial...”, Cuadernos Investigación Histórica,
24 (2007), pp. 355-413. Véase también AGUIRRE SALVADOR, R., “De las aulas al Cabildo eclesiástico. Familiares, amigos y
patrones en el Arzobispado de México, 1680-1730”, Tzintzun, 47 (2008), pp. 75-114. Sobre los estudios universitarios de los
capitulares catedralicios, véase, entre otras muchas posibilidades, QUINTANA ANDRÉS, P. C., A Dios rogando..., pp. 71-73 y
285-286 y CANOVAS BOTÍA, A., Auge y decadencia de una institución eclesial: el Cabildo Catedral de Murcia en el siglo XVIII.
Iglesia y sociedad, Murcia, 1994, pp. 282-287.
64  AHPB. PN. José de Mata. Legajo 6920 (24 de abril de 1717), folio 182.
65  SANZ de la HIGUERA, F. J., “Vestiduras, hábitos, papeletas y ataúdes. El cadáver clerical en el Burgos del XVIII”,

Historia y Genealogía Nº2 (2012) | 243


¿QUÉ HABÍA DEBAJO DEL “SOLIDEO CON OREJERAS” DEL CANÓNIGO ...

Un terreno en el que don Antonio Verde Sañudo no demostró ser en absoluto rácano fue en las
misas perpetuas. Tanto el número, 71, como las características de las fundaciones, le señalan como un
ejemplo aislado y poco habitual en el contexto burgalés del XVIII. Índice de la importancia que dichas
celebraciones tenían para el clérigo es que en su testamento ocupan un 38.4 % de las líneas dedicadas a lo
espiritual. Las misas perpetuas por él comanditadas se ordenan alrededor de tres ejes básicos. En primer
lugar las encomendadas al titular de la capellanía laical de su propiedad. En San Andrés de Luena era

“donde aya de Dezir prezisamente, en el altar de nra Ssra y Santa Ysabel, Zinquenta y una
misas Cantadas los sábados de cada Semana de todos los Años perpetuamente (…) con la calidad
y condizión que por los seglares ni Eclesiásticos no se agan Las bodegas de la dha mi casa que estoy
fabricando ni caballerizas en ellas ni se Enzierre oja, paja ni Yerba ni en ningún aposento de dha
Casa ni en ella se enzierre ningún Jénero de Ganados”.

En segunda instancia, se dotaron 4 misas cantadas

“que se an de dezir y zelebrar perpetuamente para siempre Jamás por los Señores Curas y
Venefiziados que al presente y adelante fueren de la Iglesia de dho lugar de Sn Andrés de Luena,
con asistenzia de otros dos Sazerdotes que se an de llamar para ofiziarlas”

y 16 misas rezadas, por cada una de las cuales se señaló un “Estipendio y limosna” de 5 reales, “en
que entra el corte de zera, oblazión y vestuario”. Estas misas perpetuas tenían como destinatarias su alma
y las de sus padres, abuelos y demás ascendientes, con excepción de una de las cantadas que se dedicó en
especial al “Santísimo Padre dn Benito de Odescarque, Ynozenzio Undécimo (…) en benefizio de la grazia
y merzed que su Santidad me Yzo allándome en Roma del Canonicato de dha Santa Yglesia y préstamo
que obtengo y gozo en este Arzobispado”66.
Esta largueza en la significación de las misas anotadas en las “tablas de memorias (…) para su
mayor perpetuidad” –de las cuales, no obstante, se exigía que fueran con “Rezibo de los Sazerdotes que
las Zelebraren sin que en ello tengan la menor omisión ni rretardazión alguna”– se trocó, sin embargo,
en una total ausencia de anotación y dotación para otros aspectos testamentarios como la bula y el florín,
los niños de doctrina, la presencia de pobres bajo las andas en el traslado del cadáver o a las puertas de
la casa del difunto los días del entierro, la elección de mortaja o la gratificación al servicio doméstico.
La bula y el florín, que aparecen en el 52.4 % de los testamentos de los canónigos burgaleses del XVIII,
Verde Sañudo las omitió. Don Antonio hizo lo propio con la presencia de los niños de la doctrina67,
bien es cierto que éstos sólo aparecen en un 2.4 % de las últimas voluntades de los clérigos prebendados
de la Catedral. Tampoco era muy usual entre los prebendados la colocación de pobres bajo las andas –
únicamente aparecen en el 2.4 % de los clérigos catedralicios de alto rango– y don Antonio no disintió en
esta carencia. Si no estaba dispuesto a desprenderse de 12 reales para tales paupérrimos, muchos menos era

Huarte de San Juan, Geografía e Historia, 12 (2005), pp. 215-245 y “Aristocracia eclesial “en carrera de salbación”...”, Cuadernos
de Investigación Histórica, 24 (2007), pp. 355-413. Véase el magnífico trabajo de GÓMEZ NAVARRO, S., “Una práctica
singular: herencias de derecho canónico en la España del Antiguo Régimen”, Espacio, Tiempo y Forma, Historia Moderna, 14
(2001), pp. 519-543.
66  Si los beneficiados de la citada iglesia no aceptaran dicha fundación sería el titular del Patronato y capellanía de legos quien,
como repuesto inmediato, hicieran decir siete misas rezadas todos los años perpetuamente. Todas las citas entrecomilladas en
AHPB. PN. José de Mata. Legajo 6920 (24 de abril de 1717), folios 183 y 188-189. El contraste histórico de fondo tiene
siempre como referente bibliográfico esencial GARCÍA FERNÁNDEZ, M., Los castellanos y la muerte..., Valladolid, 1996.
67  Véanse GARCÍA HOURCADE, J. J., “Un aspecto olvidado de la asistencia murciana: el Colegio de niños de la Doctrina”,
Coloquio Internacional Carlos III y su siglo, tomo II, Madrid, 1990, pp. 699-706 y SANTOLARIA SIERRA, F., “Los colegios
de doctrinos o de niños de la doctrina cristiana. Nuevos datos y fuentes documentales para su estudio”, Hispania, 192 (1996),
pp. 267-290.

244 | Historia y Genealogía Nº2 (2012)


Francisco J. Sanz de la Higuera

propicio a despilfarrar sus dineros entre los menesterosos a la puerta de su casa, práctica que se detalla en
el 21.4 % de los testamentos de sus compadres capitulares –quienes derramaron un promedio de 1.185 ½
reales para tales dádivas en el momento de su fallecimiento. Prueba de su escasa prodigalidad económica
en ciertos terrenos religiosos fueron los raquíticos 2 reales que consignó “por una Vez” a la Casa Santa de
Jerusalén. En los 25 testamentos donde sus titulares señalaron esta manda –es decir, en el 59.2 % de las
últimas voluntades rubricadas por canónigos– la media fue 18 ½ reales68.
No aparece mención alguna a la presencia en su hogar de una o varias criadas – quizá no dispusiera
de ninguna, atendido como estaba por la que estaba destinada a ser su nuera69. El 42.8 % de los prebendados
capitulares agradeció públicamente sus servicios a las criadas por ellos contratadas y les proporcionó un
promedio de 2.300 reales para que rehicieran sus vidas tras su óbito70. En el testamento de don Antonio
Verde Sañudo no hay ni el más liviano trazo dedicado a la mortaja –aspecto señalado por el 95.2 % de
sus “Compañeros” capitulares71.
Despachadas las imprescindibles circunstancias de cariz religioso (inhumación, entierro, misas
y mandas), Verde Sañudo abordó de manera decidida y sin pelos en la lengua el principal asunto de sus
últimas voluntades, que no era otro que la

“Declarazión y explorazión de mi Voluntad, aunque con grande empacho y berguenza y


grave Dolor de haver ofendido a su Magestad (…), me perdone las grandes ofensas que le he hecho
desde que tube Uso de Razón asta oy, que movido de la fraternidad humana y de las Ocasiones
Mundanas tube un hijo en Dª Antonio Berde Garzía Sañudo (…) allándose la suso dha donzella
onrrada [soltera], hijo dalgo notoria, limpia por ambas linias paterna y materna de toda mala rraza
y Seta (sic) Reprobada por nra Santa fee catholica y de ofizios Viles y Vajos, el qual dho mi hijo
tengo al presente en mi Casa y compañía y es de hedad de Catorze años poco más o menos y tiene
por nombre dn Antonio de Antonio Berde Garzia Sañudo, a quien he criado y alimentado asta
el día de oy y Renonozido por tal mi hijo y de la dha Dª Antonia y Desde luego Noblemente le
Reconozco y está lexitimado y enoblezido por el Rey nro ssor dn Phelipe Quinto”72.

68  Un canónigo (4 % de la muestra) consignó 2 reales – el capitular don Fernando Ortiz mandó 2.200 reales para su criada
y 300 reales para el reparto entre los pobres, AHPB. PN. Bernardo Alonso de Illera. Legajo 7188 (18 de febrero de 1762),
folio 566v –, tres canónigos (12 %) ordenaron 6 reales y 21 individuos del Cabildo (84 %) señalaron más de 10 reales, con un
promedio de 21 reales de vellón.
69  IRIGOYEN LÓPEZ, A., “Casa y hogares de los prebendados murcianos durante el siglo XVII”, Revista de Demografía
Histórica, 26 (2008), pp. 173-202, “Aproximación al estudio del servicio doméstico del alto clero de Murcia durante el siglo
XVIII”, Obradoiro de Historia Moderna, 19 (2010), pp. 307-327, “Análisis de los hogares eclesiásticos en Murcia durante el
siglo XVII”, en CHACÓN JIMÉNEZ, F. y FERRER i ALÓS, Ll. (eds.), Familia, casa y trabajo, Murcia, 1997, pp. 181-196,
DUBERT GARCÍA, I., Historia de la familia en Galicia durante la época moderna, 1550-1830. (Estructuras, modelos hereditarios
y conflictividad), La Coruña, 1992, pp. 73-88, PRESEDO GARAZO, A., “El servicio doméstico del clero y la hidalguía en el
área de influencia de la ciudad de Lugo a mediados del siglo XVIII”, en REY CASTELAO, O. y LÓPEZ, R. J. (eds.), El mundo
urbano en el siglo de la Ilustración, tomo II, La Coruña, 2009, pp. 385-396 y SANZ de la HIGUERA, F. J., “”En casa [, cama]
y compañía...”, Hispania Sacra, 118 (2006), pp. 545-577.
70  El Burgos así consta en el 15.5 % de los testamentos, con un promedio de 964 reales.
71  AHPB. PN. José de Mata. Legajo 6920 (24 de abril de 1717), folio 182. Véase GONZÁLEZ DOPO, D., “La mortaja
religiosa en Santiago entre los siglos XVI y XVII”, Compostellanum, 34/3-4 (1989), pp. 271-295, LÓPEZ LÓPEZ, R. J.,
“Aproximación al clero urbano ovetense”, Cuadernos de Investigación Histórica, 11 (1989), pp. 65-73 y SANZ de la HIGUERA,
F. J., “La temible f(r)actura de la muerte. Fallecer en el Burgos del Setecientos”, Cuadernos de Investigación Histórica, 23 (2006),
pp. 251-283.
72  Véanse BRAVO LOZANO, J., Familia busca vivienda..., Madrid, 1992, pp. 104-112, QUINTANA ANDRÉS, P. C., A
Dios rogando y con el mazo dando..., Las Palmas de Gran Canaria, 2003, pp. 119-121, Finis gloriae mundo. Ideología y sociedad
en Canarias..., Bilbao, 2004, pp. 253-255 y MORGADO GARCÍA, A., El clero gaditano a fines del Antiguo Régimen, Cádiz,
1989, pp. 114-119.

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¿QUÉ HABÍA DEBAJO DEL “SOLIDEO CON OREJERAS” DEL CANÓNIGO ...

Don Antonio destinaba a ese hijo, “para sus alimentos”, la escalofriante cantidad de 3.000 ducados
de vellón. La “Zédula Real” emitida en Madrid el 22 de marzo de 1707 permitía que los “vienes
muebles, juros, Zensos, Raízes o en dinero” propiedad del doctor Verde Sañudo pudieran llegar “así en
vida Como a el tiempo de Buestro fallezimiento, por buestro tesstamento hultima Voluntad o por otra
manda, donazión o en otra qualquier manera a buestra eleczion y voluntad” a don Antonio de Antonio,
“sin embargo que sea hijo de clérigo”73. Aunque desde los ámbitos laicos (legislación civil) y eclesiásticos
( Concilios, sínodos, etc.) se alentaba la existencia y formación de un clero honesto y a los bastardos de
clérigos se les obstaculizaba de múltiples maneras el porvenir – para que fuesen desterrados “los recuerdos
de la incontinencia de los padres”74 – y les estaba vedada la posibilidad de convivir, de hecho – como
señala Lorenzo Pinar de forma muy acertada – son múltiples las noticias sobre cohabitaciones y de padres
que se preocupan abiertamente por su manutención75.
Como respaldo de los citados 3.000 ducados se declinan en el testamento “los Vienes Raizes que
tuviere mios propios o heredados”, relación de fincas (prados, eriones, tierras, casas con huerto, molinos,
pisones) sobre las cuales don Antonio fundó “una Capellanía laical y de Patronato de legos” en la que no
podían intervenir las autoridades eclesiásticas. Dicha capellanía

“tan solamente Sea para abriguar y reconozer a el dho dn Antonio de Antonio Berde
Garzía Sañudo, mi hijo, a quien desde luego nombro por primer llamado en el goze y Posesión
de todos los frutos y Rentas de los Vienes Raizess que dejo señalado”76.

Los frutos y rentas de los bienes raíces se completaban con la existencia de dos censos a favor de
la Capellanía, uno de 100 ducados de principal y otro de 250 ducados, instrumentos hipotecarios que
servirían para que

“si en algún tiempo del mundo por llegar a extinguirse el dho Patronato y capellanía de
legos por falta de los parientes y Deszendientes de dho mi heredero y los demás que dejo llamadoss
a ella (…) la gozare el capellán de ella beinte Años continuos (…) y se puedan mantener con toda
dezenzia dho capellán y los que le subzedieren”.

Dichos censos habían generado una deuda de 4.335 reales contra un capellán en San Andrés de
Luena, y varios de sus familiares (hermano, cuñado,…), que don Antonio exigía se abonaran y redimieran77.

73  AHPB. PN. José de Mata. Legajo 6920 (24 de abril de 1717), folio 183. “... ser admitidos en qualesquiera Ciudades, villas
y lugares destos mis Reynos y Señoríos a todos y qualesquiera oficios públicos Reales y conzejiles de que fueredes proveídos y
gozar de todos las honrras, grazias, mercedes, franquezas, libertades y otras cosas que gozan los nobles hijos dalgo que son de
lexitimo matrimonio, nazidos y procreados no enbargante que Como dho seais hijo de clérigo”.
74  LÓPEZ de AYALA, I., El sacrosanto y ecuménico Concilio de Trento, sesión XXV, capítulo XV, Barcelona, 1848, pp. 329.
75  LORENZO PINAR, F. J., “La familia y la herencia...”, Stvdia Historica, Historia Moderna, 9 (1991), pp. 159-201.
76  AHPB. PN. José de Mata. Legajo 6920 (24 de abril de 1717), folio 196. No podían intervenir ni arzobispos ni provisores
ni visitadores generales ni particulares ni jueces eclesiásticos ni seculares. Véase PRO RUIZ, J., “Las capellanías: familia, Iglesia
y propiedad en el Antiguo Régimen”, Hispania Sacra, 41 (1989), pp. 585-602, CASTRO PÉREZ, C., CALVO CRUZ, M.
y GRANADO SUÁREZ, S., “Las capellanías en los siglos XVII-XVIII a través del estudio de su escritura de fundación”,
Anuario de Historia de la Iglesia, 16 (2007), pp. 335-347 y FERNÁNDEZ CUBEIRO, E., “Una práctica de la sociedad rural:
aproximación al estudio de las capellanías de la diócesis compostelana en los siglos XVII y XVIII”, en EIRAS ROEL, A.
(Coord.), La historia social de Galicia en sus fuentes de protocolos, Santiago de Compostela, 1981, PP. 205-215.
77  AHPB. PN. José de Mata. Legajo 6920 (24 de abril de 1717), folio 189. Véanse, entre otras muchas, las reflexiones de
RUBIO PÉREZ, L. M., “Deudores, rentistas y prácticas crediticias en la sociedad leonesa. El ejemplo de la ciudad de Astorga
en los siglos XVII y XVIII”, Espacio, Tiempo y Forma, Historia Moderna, 4 (1989), pp. 551-584 y ESCANDELL BONET,
B., “La investigación de los contratos de préstamo hipotecario (“censos”). Aportación a la metodología de series documentales
uniformes” y FERREIRO PORTO, J. “Fuentes para el estudio de las formas del “crédito popular” en el Antiguo régimen:
obligaciones-préstamo, ventas de renta y ventas de censos”, ambas en I Jornadas de Metodología Histórica Aplicada, tomo II,

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Francisco J. Sanz de la Higuera

La vida en el Antiguo Régimen era tan volátil que don Antonio, para curarse en salud – y previendo
que este hijo reconocido muriera antes que él mismo –, indicó varias alternativas para la titularidad de su
patronato de legos. En las líneas de reemplazo se colocó, “en segundo lugar”, a los hijos y descendientes de
don Antonio Eugenio Verde García Sañudo “mi hijo, capitán de Cavallos comandante de dos Compañías
de Caballos en el condado de Varzelona que se alla en servizio del Rey nro Ssor don Phelipe quinto”. “En
terzero lugar”, para el goce de los frutos y rentas de dicho Patronato y capellanía de legos , se designó

“a los hijos y deszendientes de dn Antonio Berde García Sañudo, así mismo mi hijo,
Capitán de Ynfantería en los Estados de Milán, y esto a de prezeder en caso que buelban a ser dhos
Estados del Rey nro Ssor o que dho mi hijo, su muger y los suios bengan a servir a donde el Rey
nro Ssor les mandare”.

Un rictus de tristeza se adivina en don Antonio que no pudo colocar a otro de sus hijos, don
Antonio Domingo, “Capitán que fue de granaderos y murió en la Batalla de Zaragoza”, en el listado de
reemplazos. Empero, desborda su afán de agraciar a la familia cuando privilegia a doña María García de
Bustamante, quien “a estado Capitulada por palabras de futuro con don Antonio Domingo” y, ante su
dramático fallecimiento en campaña, “la he tenido y tengo en mi Casa, en la que me a Asistido con todo
amor y cariño en mis enfermedades y en las demás cosas de mi Casa, guardándola y cuidando de ella con
toda Lealtad”78.
El testamento de don Antonio aparece, por tanto, a nuestros ojos como una fe de erratas continua.
El clérigo fue un preñador compulsivo que envió la sangre de su sangre al redil de los ejércitos Reales79.
Don Antonio no se refrenó en sus empeños progenitores con doña Antonia Verde García Sañudo y
probablemente cató algunas delicias sexuales más con posterioridad. Un siglo y medio después de la
celebración del Concilio de Trento, Verde Sañudo se empeñaba en poner en cuestión, con sus múltiples
desafueros, tanto en el terreno moral como en lo tocante a su atuendo, las directrices de la Iglesia, lejos de
lo que era habitual en la inmensa mayoría de los prebendados burgaleses, quienes procuraban adecuarse a
las fórmulas del celibato y de la pulcritud.

Santiago de Compostela, pp. 751-762 y 763-780, respectivamente.


78  AHPB. PN. José de Mata. Legajo 6920 (24 de abril de 1717), folios 183-184 y 187188. Cf. SÁNCHEZ IBÁÑEZ, R.,
“Dinamismo en las oligarquías castellanas durante la Edad Moderna: notas sobre la participación de las familias de Murcia en
el ejército del siglo XVIII”, en REY CASTELAO, O. y LÓPEZ, R. J. (eds.), El mundo urbano en el siglo de la Ilustración, tomo
II, Santiago de Compostela, 2009, pp. 683-691, CARRIÓ ARUMÍ, J., “Ascens social i carrera militar a la Catalunya de l’edat
Moderna”, Pedralbes, 23 (2003), pp. 167-186, FERRER i ALÓS, Ll., “Segundones y actividad económica en Cataluña (siglos
XVIII-XIX). Reflexiones a partir de la familia Berenguer de Artés”, Revista de Demografía Histórica, 21/2 (2003), pp. 93-128
y SANZ de la HIGUERA, F. J., “De Burgos a El Puerto de Santa María. El futuro profesional de la nobleza de provincias.
Los marqueses de Lorca en el Setecientos”, Trocadero, 20 (2008), pp. 199-215. También son muy interesantes las reflexiones
de IRIGOYEN LÓPEZ, A., “La Iglesia y la perpetuación de las familias: Clero y mayorazgo en Castilla durante el Antiguo
Régimen”, en GHIRARDI, M. (coord.), Familias iberoamericanas ayer y hoy. Una mirada interdisciplinaria, Córdoba, 2008, pp.
13-133 y GONZÁLEZ DEMURO, W. F., “Testamentos, obras piadosas y conflictos: Montevideo entre finales del siglo XVIII
y comienzos del XIX”, Hispania Sacra, 127 (2011), pp. 261-282.
79  Qué Monarca no estaría contento y satisfecho ante tamaña descendencia y deriva castrense. Véase, entre otras, ANDÚJAR
CASTILLO, F., El sonido del dinero. Monarquía, ejército y venalidad en la España del siglo XVIII, Madrid, 2004, Necesidad y
venalidad. España e Indias, 1704-1711, Madrid, 2008 y Los militares en la España del siglo XVIII. Un estudio social, Granada,
1991.

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¿QUÉ HABÍA DEBAJO DEL “SOLIDEO CON OREJERAS” DEL CANÓNIGO ...

Debajo del “solideo con oregeras” que tanto escándalo causaba en la Catedral80, se adivina un
cerebro dotado de una gran inteligencia para el aprendizaje pero, también, un hombre impúdico, que
igualmente tenía otras actividades menos sacras. Un clérigo que era padre en varias ocasiones81.
Dejados a parte los bienes del Patronato y “Desde luego en Retribuzión de su trabajo” le señaló a
doña María García de Bustamante múltiples propiedades y ajuares, “los que avajo se Dirán, los quales la
Dejo por Usufructuaria durante los días de su Vida”82. Casas, montes, prados, tierras serían del dominio
de la prometida de su difunto hijo y, a la postre, su criada en lo doméstico, para que procurara “tenerlos
Vien labrados y limpios de malezas y la casa Vien Reparada”. Su celo protector no acababa en lo raíz.
La mujer que con él corresidía sería depositaria de parte del atrezzo doméstico que habían compartido.
“Asimismo la mando por las Causas y motibos menzionados y que pueda más cómodamente mantenerse
con dezenzia” seis vacas de las mejores que tengo en San Andrés de Luena,

“Una Cama con la rropa nezesaria para ella, La que quisiera escoger exzepto en la que yo
duermo al presente y estoy enfermo en esta ziudad, con su colgadura, y la que también tengo en
dho lugar de San Andrés de Luena, que estass con su colcha de la misma tela que la colgadura y
otra de lienzo con sus puntas dejo y rreservo para mi heredero”83.

Las relaciones humanas y las solidaridades familiares del clérigo no acababan en sus hijos naturales
ni en su frustrada nuera. Se extendían a otros parientes, en especial hacia los sobrinos84. En el “quarto
lugar” de los llamados a suceder en la línea de herencia a su hijo don Antonio de Antonio se encontraba su
sobrino don Tomás de Corbera Bustamante, quien para hacerse cargo de la Capellanía era preciso “se aya
de poner y pongan mi apellido de Berde Garzía Sañudo antes que otro que tengan propio”. La derrama
de simpatías y favores del clérigo descendía igualmente hasta el coronel don Domingo García Sañudo y
Ceballos, caballero del orden de Alcántara, “que murió en el Último sitio y toma de Varzelona en Defensa

80  QUINTANA ANDRÉS, P. C., A Dios rogando y con el mazo dando..., , Las Palmas de Gran Canaria, 2003, pp. 116-117.
“El uso del bonete o gorro eclesiástico fue centro de múltiples polémicas internas y externas con otros eclesiásticos, como los
Capellanes Reales, ocasionando variados y sonados alborotos en el Cabildo”. Véanse, además, las reflexiones de IRIGOYEN
LÓPEZ, A. y GIORGI, A., “Un clérigo vestido de pulcritud. Imagen de una identidad de prestigio y de distinción en la España
Moderna”, en Congreso Internacional Imagen y Apariencia, 2009, GARRIDO GALLARDO, M. A., “El traje de clérigo: función
y significación”, Revista de dialectología y tradiciones populares, 43 (1988), pp. 307-316 y GARCÍA TORRALBO, M. C., “El
hábito religioso como símbolo y privilegio”, en Congreso Internacional Imagen y Apariencia, 2009. En cuestiones de atuendo
en general destacar, por su carácter reciente y totalizador, GARCÍA FERNÁNDEZ, M., “”El vestido diferenciador”: usos y
costumbres originales ante los ojos críticos de los extranjeros durante el Antiguo Régimen (siglos XVII y XVIII)” y GIORGI,
A., “La moda o el hispano metrónomo de la evolución Moderna”, ambos en BRAVO CARO, J. J. y VILLAS TINOCO, S.
(eds.), Tradición versus innovación en la España Moderna, IX Reunión Científica de la FEHM, vol. I, Málaga, 2009, pp. 477-498
y 561-569, respectivamente. Véase igualmente GARCÍA FERNÁNDEZ, M., “La cultura material doméstica en la Castilla del
Antiguo Régimen”, en GARCÍA FERNÁNDEZ, M. y SOBALER SECO, M. A. (coords.), Estudios en homenaje al profesor
Teófanes Egido, Valladolid, 2004, pp. 249-270. Es muy interesante la aportación de DÍAZ RODRÍGUEZ, A. J., “Sotanas
a la morisca y casullas a la chinesca: el gusto por lo exótico entre los eclesiásticos cordobeses (1556-1621)”, Investigaciones
Históricas, 30 (2010), pp. 31-48.
81  Nos hallamos ante un eclesiástico, doctor en teología, juez apostólico y canónigo de una Catedral, que era padre en cuatro
ocasiones, fenómeno que constituye un fenómeno bastante impactante.
82  AHPB. PN. Juan de Mata. Legajo 6920 (24 de abril de 1717), folio 191.
83  AHPB. PN. José de Mata. Legajo 6920 (24 de abril de 1717), folio 191. Las condiciones fueron, como era habitual,
exigentes dado que se le mandaban dichos ajuares “con condizión y calidad que sea muger honrrada, limpia y honesta, de buena
fama y costumbres y según corresponde a su Calidad y nobleza “ y que.”.. de lo contrario esta manda sea nula y de ningún balor ni
efecto y se agregue y se aplique a la dha fundazión de Capellanía como si la suso dha hubiese fallezido”.
84  Sobre las relaciones con los sobrinos y sobrinas véase, por ejemplo, BENITO AGUADO, M. T., La sociedad vitoriana en
el siglo XVIII: El clero, espectador y protagonista, Bilbao, 2001, pp. 125-135 y 170-171, QUINTANA ANDRÉS, P. C., A Dios
rogando y con el mazo dando..., Las Palmas de Gran Canaria, 2003, pp. 314-318 e IRIGOYEN LÓPEZ, A., Entre el cielo y la
tierra, entre la familia y la institución. El Cabildo de la Catedral de Murcia en el siglo XVII, Murcia, 2000, pp. 183-185.

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del Rey nro Ssor”, sobrino al que había prestado “Zinquenta y ocho doblones de A dos Escudos de oro
para sus Urjenzias y nezesidades militares”. Don Antonio se los perdonaba “por el mucho amor y cariño
que le tube”, de forma que ningún heredero ni otra persona en su nombre se los pudiera exigir “en ningún
tiempo”85.
Sus exigencias de cobro eran bastante menos livianas, y por tanto más drásticas e inmisericordes,
en lo tocante a lo que le debían de rentas los “Zensualistas” de la capellanía de Nuestra Señora de Gracia.
Don Antonio estaba muy enfadado, pues hacía “más de Catorze años” que, a pesar de sus órdenes, “no me
an pagado cosa alguna”, situación que se extendía también a las rentas de las capellanías de Espinosa de
los Monteros, donde, por los arrendamientos anuales, se le adeudaban “muchos granos y dinero”. No era
mucho más asequible ni viable el panorama habido en san Andrés y san Miguel de Luena –“Los Renteros
que an sido de mi casa [deben] muchos Ducados, Como consta de los Arrendamientos que están en mi
Poder”. La Mesa capitular de la Catedral era igualmente objeto de sus chanzas y exigencias. Como era
habitual en otras muchas ocasiones, la empresa en la que prestaba sus servicios le estaba “deviendo de
mis prebendas, enterramientos, libros, Distribuziones, lejas y otras Cossass Que me Pertenezen y post
mortem Diferentes Cantidades de maravedíes”, así como “diferentes Cantidades de granos”86. Don José
Fernández, capiscol de Valpuesta, andaba también a la greña con Verde Sañudo por 25 fanegas de trigo
que de la recaudación del patronato de Espinosa de los Monteros estaban pendientes de cobro. El cereal
fue vendido por la citada dignidad catedralicia en 1699 sin permiso de don Antonio, quien, ni corto ni
perezoso, había entablado un “Pleyto (…) en el tribunal de la Santa Cruzada de este Arzobispado”87. La
delicadeza con que se trataba a los más allegados se convertía en rudeza y brusquedad sin límites para con
los deudores que afeaban sus cuentas de resultados y ponían en peligro la solidez y continuidad de sus
fuentes de riqueza.
Don Antonio Verde Sañudo era un hombre notablemente afortunado. Atesoraba un patrimonio
importante y le gustaba, como a cualquier canónigo, vivir bien y de forma confortable88. Lamentablemente
en el testamento no se anotó la tasación de los muchos bienes muebles que poblaban sus casas, la de Burgos
y la de san Andrés de Luena –en varias “memorias”, custodiadas en su escritorio, estaban relacionados los
menajes y enseres de su propiedad, de los cuales “los que más valen y tienen su fixo prezio y Valor son
diferentes alajas de plata y oro, además de los vienes muebles de por Casa, que estos están tasados la mayor
parte de ellos, en que entran las pinturas y quadros”89. Indicativo de la trascendencia que el propio don
Antonio le daba a sus pertenencias domésticas es que su reproducción ocupa el 22.7 % de las líneas de
carácter material del testamento –un 18.5 % de la totalidad del documento objeto de análisis. A pesar de
la carencia de cómputo, es posible indicar que el clérigo había dispuesto un atrezzo hogareño marcado por
la calidad y el confort. Múltiples detalles posibilitan entrever una existencia dada a la buena y digestiva
mesa, al cómodo y relajante dormir, al exhibicionista y pulcro salir de casa.

85  Las últimas citas textuales en AHPB. PN. José de Mata. Legajo 6820 (24 de abril de 1717), folio 191.
86  Ibídem, folios 189-190.
87  Su decisión era contundente e incontestable: “se siga y prosiga asta su entero y cumplido pago”, que no podía ser otro que
los 40 reales por fanega. AHPB. PN. José de Mata. Legajo 6920 (24 de abril de 1717), folios 190-191. Véase QUINTANA
ANDRÉS, P. C., A Dios rogando..., pp. 175-186, 382-409 y 643.
88  Cf. MORGADO GARCÍA, A., “Vida de canónigo...”, en ARANDA PÉREZ, F. J. (coord.), Sociedad y élites eclesiásticas...,
Cuenca, 2000, pp. 77-100, REY CASTELAO, O., “El clero urbano compostelano a fines del siglo XVII: Mentalidades y
hábitos culturales”, en EIRAS ROEL, A. (coord.), La historia social de Galicia..., Santiago de Compostela, 1981, pp. 495-520
y SANZ de la HIGUERA, F. J., “Familia, hogar y vivienda en Burgos a mediados del siglo XVIII. Entre cuatro paredes,
compartiendo armarios, camas, mesas y manteles”, Investigaciones Históricas, 22 (2002), pp. 165-211. Véase la magnífica
aportación de DÍAZ RODRÍGUEZ, A. J., “Las casas del deán don Juan de Córdoba. Lujo y clientela en torno a un capitular
del Renacimiento”, Hispania Sacra, 123 (2010), pp. 77-104.
89  Véanse, por ejemplo, las aportaciones de MARTÍN MORALES, F. M., “Aproximación al estudio del mercado de cuadros
en la Sevilla barroca (1600-1670)”, Archivo Hispalense, 210 (1986), pp. 137-160, AGO, R., “Collezioni di quadri e collezioni
di libri a Roma tra XVI e XVIII secolo”, Quaderni Storici, 110 (2002), pp. 379-403 y PAYO HERNANZ, R. J., Arte y sociedad
en Burgos en la segunda mitad del siglo XVIII, Burgos, 2003.

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¿QUÉ HABÍA DEBAJO DEL “SOLIDEO CON OREJERAS” DEL CANÓNIGO ...

En resumen, se retrata un hogar clerical preñado de tranquilidad y boato, norma usual entre los
prebendados capitulares. La cultura material de Verde Sañudo se materializaba en lo dispuesto en las
diferentes estancias de la casa – probablemente eran 8 ó 9 los “quartos” habilitados para la convivencia
y la corresidencia –, dependencias más o menos especializadas en la preparación y consumición de las
comidas, el practicar un sueño reparador, ejercer el diletantismo en la sala de estar o darse al ejercicio de
la lectura90. Los prebendados catedralicios burgaleses disponían de suelos abundantes en sus residencia,
con un promedio de casi 500 m2, dimensiones que contrastan vivamente con los 114 del promedio de la
ciudad y los entre 45 y 50 m2 de hilanderas y jornaleros.
Aunque no se recoge el mobiliario (mesas, sillas, taburetes, etc.), las comidas del canónigo
contaban con mantelerías y cuberterías bastante bien dotadas. Se detalla la existencia de cucharas, salvillas,
fuentes, vasos, saleros, azucareros, pimenteros, … de plata y 18 platos iguales de peltre. Varios manteles,
servilletas y paños de mano daban pulcritud a las maneras de mesa. La cocina no parece mal dispuesta y
en ella reposaban, entre el tedio y la actividad más trepidante, según el caso, peroles, calderas, sartenes,
chocolateras, parrillas, fuelles, tenazas y otros muchos objetos de índole culinaria. Una gran cama con
colgadura era su leño cotidiano y una cama de nogal más simple albergaba a la nuera91. No faltaba “Una
caja de Brasero de pino con su payla de cobre y su concha de Bronce”, pertrechos imprescindibles para
calentar las frías habitaciones en los gélidos inviernos y “Un belón de bronze grande con su pantalla y
quatro luzes”92.
En casa de Verde Sañudo hallamos, simultáneamente, pertrechos de carácter militar, orientados
hacia la violencia y la brusquedad, y alhajas delicadas, dispuestas para el ornato personal y la ternura.
Espadas, trabucos, pistolas, venablos, picas, ballestas, cañones de escopeta y arcabuz, puñales93, por una
parte, y sortijas y uñas94, rosarios, dijes, medallas, perendengues, cuentas de coral, cruces, pendientes,
hebillas de plata95, por otra.
El vestuario del canónigo estaba compuesto por hábitos y ropa de coro, sotanas y manteos,
roquetes, capas y capotes, sobrepellices, camisas, jubones, calzones y calzoncillos, cuellos de Cambray,
pañuelos, manguitos, monteras y botines. Sus desplazamientos los efectuaba o a pie o a caballo. Disponía
de una silla con estribos de hierro y de bronce y los demás aderezos correspondientes96. Como elementos

90  SANZ de la HIGUERA, F. J., “La librería del canónigo lectoral Prieto Bustamante...”, en ÁLVAREZ SANTALÓ, L. C.
(coord.), Estudios de historia moderna en homenaje al profesor Antonio García-Baquero González, Sevilla, 2009, pp. 639-659.
91  Un variado repertorio de sábanas, colchones, colchas, mantas de Palencia, cobertores y almohadas acogían sus cuerpos en
la nocturnidad y en las enfermedades. Véase SANZ de la HIGUERA, F. J., “Pajas, catres, cujas, camas, ... El lecho cotidiano en
el Antiguo Régimen. Burgos (1740-1789)”, Cuadernos de Investigación Histórica, 26 (2009), pp. 435-499.
92  Cf. HERRERO GARCÍA, M., “El alumbrado de la casa española en tiempo de los Austrias”, Hispania, 66 (1957), pp.
262-299.
93  El canónigo Verde Sañudo era propietario de un auténtico arsenal de armas. Entre las paredes de su vivienda aparecen
anotadas 3 espadas, 2 venablos, 2 puñales, 19 alabardas, 3 picas “de a zinco baras de largo cada una”, 1 ballesta, 4 chuzos, 3
escopetas, 4 trabucos, 1 carabina, 6 pistolas y 1 arcabuz. AHPB. PN. José de Mata. Legajo 6920 (24 de abril de 1717), folio
193v. Sobre esta problemática de la cultura material, véase SANZ de la HIGUERA, F. J., “Armas en las casas burgalesas del
siglo XVIII. Entre la funcionalidad y el exhibicionismo”, Stvdia Historica, Historia Moderna (en fase de “información”). El
canónigo Verde era poseedor de armas bastante tradicionales y se echa en falta la presencia de espadines con puño de plata. De
promedio en las viviendas del clero encontramos armas en un 29.1 % de los IPM, que se eleva entre los canónigos hasta el 41.2
% – en la ciudad de Burgos en su conjunto hallamos armamento en el 45.1 % de los inventarios de bienes recopilados –. La
presencia de armas en los hogares eclesiásticos disminuyó desde el 44.4 % del primer tercio del Setecientos hasta el 21 % de
los últimos 30 años del XVIII.
94  De entre sus muchos pertrechos de plata y joyas destaca, por lo excepcional, “Una sortija de plata con la Uña de la gran
bestia”. AHPB. PN. José de la Mata. Legajo 6920 (24 de abril de 1717), folio 193.
95  Las más curiosas son “Unas evillas de Plata, para Zapatos, con los Retratos del Santo Papa Ignozenzio un Dézimo”. Ibídem,
folio 194.
96  La posesión de armas y pertrechos para la monta indica que Verde Sañudo practicaba actividades cinegéticas con asiduidad,
quehacer muy del gusto de la época. Véase CARO LÓPEZ, C., “La caza en el siglo XVIII: Sociedad de clase, mentalidad

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decorativos y ornamentales descuella la presencia de pilas de agua bendita, cajas de concha y de latón,
“treinta y ocho hermandades Ympresas en papel y en pergamino con sus marcos”, relicarios, pinturas,
retratos, agnus y cruces. La lectura no era un asunto frecuentado por el canónigo en el interior de su casa.
Dijo ser poseedor únicamente de “Un misal nuevo forrado en Badanas coloradas mosqueado de oro”97.
Lamentablemente el testamento de Verde Sañudo no tiene vocación plena de inventario de bienes
y los “diferentes Vienes muebles (...) y diferentes alajas de plata y oro” no presentan tasación –si bien el
canónigo señaló que “éstos están tasados la mayor parte de ellos en que entran las pinturas y quadros”,
evaluados por un maestro pintor y por un notario público, que emitieron “una memoria firmada (...) la qual
tengo en mi escritorio”98. La relación de bienes que enumera en sus últimas voluntades es impresionante
–ocupan tres folios completos en el documento.
El objetivo último y obsesivo de Verde Sañudo, como se ha señalado, era instituir, sin que nada
ni nadie lo pusiera en duda o lo impugnase, a su hijo don Antonio de Antonio como heredero universal
de todos los bienes y titular del patronato y capellanía de legos. Su longeva edad – más de 74 años –99 le
precavía contra cualquier intromisión exterior. Para que el cumplimiento de sus últimas voluntades llegara
a buen término, dispuso que fueran siete los “Cavezaleros y testamentarios”, hombres y mujeres de su
confianza que se encargarían de “tomar mis vienes y los que fueren nezesarios para el cumplimiento deste
mi testamento y acavar la fábrica de la casa principal”. El procedimiento que él mismo sugería era que
“los bendan y rrematen en ppca almoneda o fuera de ella”100. Los albaceas designados fueron don Diego
de Lerma, arcediano de Burgos, don Fernando de Castro, abad de San Millán, don Tomás de Corbera
Bustamante, su sobrino, Juan Sánchez de Bustamante y doña Antonia Verde García Sañudo, su mujer,
vecinos de san Andrés de Luena, don Antonio de Antonio, su hijo y heredero universal, y, por último, el
licenciado don Santos García de la Huerta, también sobrino suyo101.

2. Somera aproximación a los años finales de su existencia

Las últimas voluntades de Verde Sañudo posibilitan recorrer buena parte del túnel del tiempo
de su existencia. En su agonía, enfermo en cama, efectuó un repaso intensivo a los principales vórtices
de su dilatada vida (nacimiento, estudios y actividades profesionales, patrimonio, paternidad múltiple,
relaciones familiares y personales), intranquilo ante la perspectiva de que todo lo que había logrado
atesorar se malograra y pervirtiera.

reglamentista”, Hispania, 224 (2006), pp. 997-1018 y SAMPER PÉREZ, M. A., Mesas y cocinas en la España del siglo XVIII,
Gijón, 2011, pp. 154 y 434-445.
97  AHPB. PN. José de Mata. Legajo 6920 (24 de abril de 1717), folio 194.
98  Su utilidad, a pesar de todo, es notoria, en el tratamiento de las tendencias de consumo y de las vicisitudes evolutivas de
la cultura material, como demuestra MORENO CLAVERÍAS, B., “Pautas de consumo y diferenciación social en El Penedés
a fines del siglo XVII. Una propuesta metodológica a partir de inventarios sin valoraciones monetarias”, en LLOPIS, E.,
TORRAS, J. y YUN, B. (eds.), El consumo en la España pre-industrial, Revista de Historia Económica, nº extraordinario (2003),
pp. 207-245. AHPB. PN. José de Mata. Legajo 6920 (24 de abril de 1717), folios 192v-195v.
99  Sobre las edades de los capitulares, véanse, entre un abundante surtido de posibilidades, QUINTANA ANDRÉS, P. C.,
A Dios rogando...., pp. 47, 50-51, 69 y 88, IRIGOYEN LÓPEZ, A, Entre el cielo y la tierra..., pp. 82-84 y 174 y CANOVAS
BOTÍA, A., Auge y decadencia de una institución eclesial..., pp. 272-273.
100  AHPB. PN. José de Mata. Legajo 6920 (24 de abril de 1717), folio 196.
101  Ibídem, folio 196. Sobre testamentarios véanse BENITO AGUADO, M. T., La sociedad vitoriana en el siglo XVIII: El
clero..., Bilbao, 2001, pp. 235-239, QUINTANA ANDRÉS, P. C., A Dios rogando..., Las Palmas de Gran Canaria, 2003, pp.
301-303 y 315-322, LÓPEZ LÓPEZ, R. J., “Aproximación al clero urbano ovetense”, Cuadernos de Investigación Histórica,
11 (1989), pp. 118-119 y SANZ de la HIGUERA, F. J., “Aristocracia eclesial “en carrera de salbación”...., Cuadernos de
Investigación Histórica, 24 (2007), pp. 376-379.

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¿QUÉ HABÍA DEBAJO DEL “SOLIDEO CON OREJERAS” DEL CANÓNIGO ...

Individuo inteligente, pagado de sí mismo, muy amigo de sus amigos pero endiablado con sus
detractores y acreedores, dado a pleitos y a chanzas con quienes le disgustaban, bronco en muchas ocasiones
y otras delicioso hasta el ridículo, Verde Sañudo era padre de, al menos, cuatro hijos, tres de ellos militares,
y un encarnizado defensor de su patrimonio y de sus logros socioeconómicos.
Los quehaceres profesionales que nos es posible mensurar y calibrar los desarrolló en el seno de
la Catedral. Las relaciones de Verde Sañudo con sus “Carisimos Compañeros” del Cabildo fueron, en
términos generales, bastante polémicas y agrias. Él mismo era consciente de ello –“les pido y suplico
me perdonen si les hubiere dado causa o motibo de darse por ofendidos”102– si bien no podía, o no
quería, acallar sus estridencias y extravagancias. Algunos ejemplos, entresacados de los folios de las Actas
capitulares ilustran, sin duda, los tensos momentos que les hizo pasar a muchos de sus compadres y el
escaso tacto que demostraba en el tratamiento de ciertos asuntos polémicos.
En 1700, propuso que,

“en el levantamiento de prebenda que se había hecho por los Reyes en este año allaba que
en la Cédula se ponían 8.000 mrs de lejas y que respecto que el Cavildo en el año pasado abia
tenido presentte que para los quindenios podía tocar a cada prebenda a 36 Rs con corta diferencia,
y que siendo esa cantidad menos de lo que pareze se quedaba en las prebendas de otros años,
[señalaba] que los 8.000 mrs era mucho y que se abia de repartir de contado”103.

Si de un pésimo humor se pusieron las dignidades catedralicias, no menor debía ser la irritación
de quienes ocupaban plaza interina en el Cabildo. Don Antonio propuso en 1708 que “los Sres que tienen
Coadjutor estando éste ausente no puedan apunttarse de enfermos sin aver residido por sí dhos Sres
propietarios en alguna de las horas antes de apuntarse”104.
Es probable que Verde Sañudo, víctima de sus patologías o de cierto desequilibrio emocional, se
propusiera, de manera consciente o inconsciente, molestar al Cabildo y a sus componentes. En noviembre
de 1707, los Jueces del Cabildo le llamaron la atención sobre que “no usase de un solideo que traía con
Orejeras”. El canónigo argumentó que “lo necesitaba por lo mucho que padecía de los oydos además de
otros achaques”. Solicitó que “el Cavildo se sirviese darle el permiso para que continuase en traerlo o diese
otra providencia para que pudiese ganar su Prebenda sin riesgo de su Vida”. Después de varios debates
sobre el asunto, el Cabildo acordó “que dho Señor no traiga en la Iglesia el solideo aunque se le permitió
el que pueda usar deel fuera de ella, atento a la gran necesidad que representtó tenía para ello”105.
En noviembre de 1714, lanzaba sus dardos contra un tema controvertido y de trayectoria fúnebre.
Interrogó al Cabildo

102  AHPB. PN. José de Mata. Legajo 6920 (24 de abril de 1717), folio 183.
103  Archivo Capitular de la Catedral de Burgos – en lo sucesivo ACCB –. Actas capitulares. Libro de Registro – en lo
sucesivo LR – 92. Cabildo ordinario del 11 de enero de 1700, folio 54. En febrero de ese mismo año, protestó de forma agria
porque entendía que “en caso que hubiese pleito sobre la regalía de cada uno de los Sres dignidades y [los] Actos privativos onorosos
y onerosos que les tocaba no se debe entender ni tocar a los Sres Canónigos”. Cabildo ordinario de 12 de febrero de 1700, folio 71.
Véanse CORONAS VIDA, L. J., “El Cabildo de la Catedral de Jaén y la Guerra de Sucesión”, Boletín del Instituto de Estudios
Giennenses, 125 (1986), pp. 9-24, GUILLAMÓN ÁLVAREZ, F. J. y MUÑOZ RODRÍGUEZ, J. D., “La lealtad castellana en
la Guerra de Sucesión. Movilización social y representación del poder en una sociedad en guerra”, Revista de Historia Moderna,
24 (2006), pp. 513-536, BALLBÉ SANZ, N., “Els eclesiàstics austracistes durant la guerra de Successsió d’Espanya: el cas
de Llorenç Tomàs i Costa, canceller del Principat de Catalunya (1705-1714)”, Pedralbes, 28 (2008), pp. 73-88 y BARRIO
GOZALO, M., “La oposición a los Borbones españoles al comenzar el siglo XVIII y el exilio de los eclesiásticos. Don Baltasar
de Mendoza y Sandoval, obispo de Segovia e Inquisidor General”, Anthológica Annua, 43 (1996), pp. 589-608.
104  ACCB. LR 92. Cabildo ordinario del 8 de octubre de 1708, folio 453. Cf. BENITO AGUADO, M. T., La sociedad
vitoriana en el siglo XVIII: El clero...,, pp. 226-229 y SANZ de la HIGUERA, F. J., “Aproximación a la “baja laboral” en el siglo
XVIII. El “Punctto de Quarttanario” en la Catedral burgalesa”, Hispania Sacra (en prensa).
105  ACCB. LR 94. Cabildo ordinario del 14 de noviembre de 1707, folio 299.

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“para que se sirviese declarar si a los Prebendados que se mandan enterrar fuera de esta
Iglesia debe concurrir el Cavildo i el estipendio que se hubiera de dar a los Señores Capitulares
que asistieran a dhos entierros”106.

En diciembre de 1714, Verde Sañudo apuntó a lo más alto. Propuso que “no se devia apunctar el
coche del Sor Deán desde el día que salió últimamente de esta ciudad ni todo tpo que estubo ausente de
ella en otra ocasión en su País ni el que se averiguare estuvo sin Cochero”. Tanto el deán como el resto del
Cabildo trataron y votaron la invectiva. El ambiente estuvo caldeado. El Cabildo entendió que

“dho Señor [el deán] así en las ausencias anteriores como en estta havia mantenido en la
ciudad su coche y que el haber esttado algún tpo sin cochero era casual y accidente que a qualquier
Señor le podía sobrevenir”. Se ordenó, pues, que “se le apunctase en dho tpo y no se innovase”107.

La habilidad de Verde Sañudo para hacerse amigos era proverbial108. Las tensiones y enfrentamientos
llegaron, como veremos en breve, a niveles de inusitada violencia. Una parte importante del Cabildo
estaba bastante resentida con las actitudes e intervenciones, en general muy agresivas e insidiosas, del
canónigo tocado con un solideo con orejeras.

GRÁFICO SI
I NO
VERDE SAÑUDO: ASISTENCIA A LOS CABILDOS
1688 53,3 46,7
100 1689 51,8 48,2
1690 72,7 27,3
1691 57,9 42,1
90
1692 92,7 7,3
1693 47,2 52,8
80 1694 69,6 30,4
1695 37,4 62,6
1696 66,3 33,7
70 1697 76,5 23,5
1698 10 90
60 1699 36,8 63,2
PORCENTAJE

1700 60,8 39,2


1701 54,8 45,2
50 1702 60,4 39,6
1703 62,6 37,4
40 1704 69,7 30,3
1705 17,9 82,1
1706 53,3 46,7
30 1707 11,5 88,5
1708 87,6 12,4
1709 59,6 40,4
20
1710 70,8 29,2
1711 62,1 37,9
10 1712 68,6 31,4
1713 51,6 48,4
1714 67,8 32,2
0 1715 43,7 56,3
1688
1689
1690
1691
1692
1693
1694
1695
1696
1697
1698
1699
1700
1701
1702
1703
1704
1705
1706
1707
1708
1709
1710
1711
1712
1713
1714
1715
1716
1717
1718

1716 40 60
1717 16,7 83,3
1718 0 100
SI NO

Su salud experimentó en los últimos años de su vida un progresivo y, en ocasiones, vertiginoso


deterioro. – El GRÁFICO I nos muestra, anualmente, los ritmos de presencia y ausencia a los Cabildos

106  ACCB. LR 96. Cabildo ordinario del 5 de noviembre de 1714, folio 393.
107  Ibídem, Cabildo ordinario del 3 de diciembre de 1714, folio 403. Véase SANZ de la HIGUERA, F. J., “Cebada, mulas,
caballos, carruajes y habas. La Catedral de Burgos en el Setecientos”, Hispania Sacra, 116 (2005), pp. 559-588. Sobre carruajes
en general, la excepcional obra de LÓPEZ ÁLVAREZ, A., Poder, lujo y conflicto en la Corte de los Austrias. Coches, carrozas y sillas
de mano, 1550-1700, Madrid, 2007. Para el Setecientos, SANZ de la HIGUERA, F. J., “Una estancia doméstica que se mueve.
Entre las calles y las casas de Burgos a mediados del XVIII”, Cuadernos de Investigación Histórica, 21 (2004), pp. 469-506.
108  En 1708, sus dardos fueron dirigidos contra los sochantres – ACCB. LR 94. Cabildo ordinario (CO) del 8 de octubre
de 1708, folio 453 y CO del 3 de diciembre de 1708, folio 487. Ya en su toma de posesión, en 1688, las habas, “Todas blancas
[18] menos dos”, habían sugerido que un 11.1 % de los capitulares no le tenían mucha estima. ACCB. LR 90. CO del 12 de
noviembre de 1688, folio 33v.

Historia y Genealogía Nº2 (2012) | 253


¿QUÉ HABÍA DEBAJO DEL “SOLIDEO CON OREJERAS” DEL CANÓNIGO ...

del canónigo. Las pautas de asistencia a los Cabildos de Verde Sañudo se caracterizaron, a lo largo de
su estancia en Burgos como capitular catedralicio, por un ligero predominio de las ausencias sobre las
presencias en el coro, en especial en 1698, 1705, 1707 y 1717-1718. Del seguimiento intensivo del
“Punctto de Quarttanario” que se gestionaba en el Cabildo catedralicio burgalés y del rastreo de su
asistencia a las reuniones, ordinarias o extraordinarias, del mismo, se extraen las ocurrencias y patologías
clínicas protagonizadas por Verde Sañudo.
En mayo de 1707, solicitó el “punctto de quarttanario” “por lo largo y penoso de su enfermedad y
averla padecido por dos años y impedirle la residencia”. No se significa qué patología era pero probablemente
eran las temidas cuartanas109. Años más tarde, en enero de 1712, solicitó, de nuevo, la baja laboral “para la
Curación de los ajes que padezia”110.
En julio de 1714, “en attenzion a hallarse relaxado de una Cadera”, pidió el “punctto de quartanario”
porque para su “alivio necesita de hazer algún exercicio lento para que se estiren las cuerdas”111. A la
hora de conceder la petición, el Cabildo, expresado su dictamen por cada uno de los prebendados, se
mostró abiertamente renuente a facilitarle el tiempo de recuperación solicitado mientras no presentase
“Zertificación de Médico o Zirujano que con Juramento asegure le ha de sevir de Detrimento a la salud
y de augmento en el achaque que padece”. De hecho, se “suspendió el Punctto de Quarttanario”. Las
sospechas de que Verde Sañudo estaba cometiendo un fraude eran generalizadas112. El canónigo en cuestión
presentó a finales de julio un memorial en el que aducía

“estaba para Medicinarse del achaque de su relaxazion, la qual era cierta; y para que su
Señoría el Cavildo se enterase de su verídica relación pedía nombrase un Prevendado que asistiere
a dha curación y que hecho se le concediese el Puncto de Quartanario”113.

En agosto insistió en ello. Le era preciso “salir diez y ocho leguas de esta Ciudad a la curación de
un golpe que dho Señor recibió en una Cadera”114.
Los imponderables le acosaban. En un desplazamiento que efectuó, en junio de 1716, tuvo un
accidente. Desde allí comunicaba al Cabildo “hallarse enfermo de golpe que rezivio en el Viaxe, del qual
se hallaba postrado en cama”115. Su existencia se estaba convirtiendo en un rosario preñado de penas y
sinsabores. Se le acumulaban las patologías físicas, el resquemor y animadversión de sus “compadres”, los
litigios con múltiples colectivos catedralicios, ...
Una época especialmente difícil y espinosa le sobrevino, y no sólo por lo tocante al deterioro de su
salud, en 1717, año en el que se redactaron y rubricó sus últimas voluntades – 24 de abril –, y en 1718, el

109  ACCB. LR 94. CO del 9 de mayo de 1707, folio 211. Se le concedió el “Punctto de Quarttanario” “por votos uniformes”
el 13 de mayo –Ibídem, folio 212v– y prórroga en julio – Ibídem, CO del 8 de julio de 1707, folio 244 –. En los primeros años
del Setecientos únicamente se concedía la “baja laboral” por “quartanas”, salvo excepciones muy notables.
110  ACCB. LR 95. CO del 22 de enero de 1712, folio 420v.
111  ACCB. LR 96. CO del 24 de julio de 1714, folio 344v.
112  Ibídem, CO del 27 de julio de 1714, folios 347v-348. No era la primera vez. En abril de 1695, “... se halla en cama con
calentura de una gravísima y larga enfermedad de más de quatro meses, la que al presente está más agravado y se le ha hecho
cierta causa sin haver dado motivo a ella ni cometido delito alguno, y aunque para defender su inocencia ha presentado muchas
peticiones para que se le hiziese culpa y cargo y tomásele la confesión y fees juradas deel Médico, no lo ha logrado, antes bien
ha sabido que tres feés y dos petiziones están sin decreto en poder deel notario, más ha de un mes sin ser oydo en justicia...”.
ACCB. LR 91. CO del 29 de abril de 1695, folios 65v-66. La polémica venía de atrás, dado que ya en marzo (1698) Verde
Sañudo había elevado un memorial al Cabildo “suplicando mandase dar soltura de la prisión en que se halla” – ACCB. LR 91.
CO del 3 de marzo de 1698, folio 523v.
113  ACCB. LR 96. CO del 30 de julio de 1714, folio 350v.
114  Ibídem. CO del 13 de agosto de 1714, folio 358.
115  Ibídem. LR 97. CO del 10 de junio de 1716, folio 171. Verde Sañudo presentó una “certificación médica jurada del
cirujano de donde resulta ser cierto el achaque por el que pidió el punto de enfermo”.

254 | Historia y Genealogía Nº2 (2012)


Francisco J. Sanz de la Higuera

postrero de su existencia. El 6 de junio de 1717, “enttre Siette y ocho de la Mañana poco más o menos”,
don Antonio Verde solicitó la presencia de un escribano del Rey y perpetuo del número de la ciudad, José
de Mata, y de varios testigos, con objeto de confeccionar una “Prottesta Secreta”. Don Pedro de Linares,
canónigo también, le había presentado una “querella (…) Sobre dezir y Suponer le havía Ynjuriado y
hecho malos tratamientos el día Diez y Seis del mes de Marzo próximo pasado de este año”. El fiscal del
Cabildo catedralicio había decretado, según palabras de Verde Sañudo, que

“desde dho día [17 de marzo] asta oy [6 de junio] Sea ttenido y dado Su casa por Cárzel sin
mottibo ni Causa alguna, de que le prezedió Gravisima Enfermedad, afligzion y melancolía que a
padezido y Padeze, añadiéndose a ella es estar Como está dho ottorgante Padeziendo gravisimos
dolores en ttodo su cuerpo y en especial en los muslos y Piernas con grande Ynflamazion”116.

El 5 de abril (1717) en el Cabildo se trajo a colación la “Causa criminal para el Señor Verde”117.
Los jueces capitulares don Francisco Cabezudo y don Antonio de la Castañeda habían procedido, en
compañía de Linares, contra Verde. El problema era notable. Discrepaban sobre “si el débito era o no
de los graves”, si debía ponerse en conocimiento del Arzobispo o si era el Cabildo a quien competía
solucionar el entuerto118. Se repartieron las habas y se decidió que el Penitenciario y don Gaspar de Haedo
averiguaran “quantto era [de] notorio el cuerpo deel delito deel Señor Antonio Verde”. Mientras se instruía
el proceso, determinaron que “...dho Señor guarde y observe la casa por cárzel, pena de cien Ducados
aplicados al arbitrio deel Cavildo”. El 12 de abril se acordó remitir el asunto a los jueces de dudas, los
cuales consideraron, el 23 de abril, el delito privativo de los jueces del Cabildo y se procedió a

“suspender el Decretar la querella dada por dho Señor Verde contra el Señor Dn Pedro
Linares hasta dar quenta al Cavildo (...) insinuándoles los graves inconvenientes que se siguen de
que siga todo el curso judicial”.

Se nombró al abad de San Quirce y a un canónigo como mediadores119. A partir del 26 de abril,
ambos prebendados intentaron convencer a los implicados “de los inconvenientes de que esta Causa se
continuase por todos los términos Judiciales”120.

116  AHPB. PN. José de la Mata. Legajo 6920 (6 de junio de 1717), folios 231-232.
117  ACCB. LR 97. CO del 5 de abril de 1717, folios 317v-318. Véanse los planteamientos de MANTECÓN MOVELLÁN,
T. A., “Desviación, disciplina social e intervenciones judiciales en el Antiguo Régimen”, Stvdia Historica, Historia Moderna,
14, 1996, pp. 223-243, “El peso de la infrajudicialidad en el control del crimen durante la Edad Moderna”, Estudis, 28, 2002,
pp. 43-75, “El mal uso de la justicia en la Castilla del siglo XVII”, en FORTEA, J. I., GELABERT, J. E y MANTECÓN, T.
A. (eds.), Furor et rabies. Violencia, conflicto y marginación en la Edad Moderna, Santander, 2002, pp. 69-98 y “The Pattern of
Violence in Early Modern Spain”, The Journal of the Historical Society, 7/2, 2007, pp. 229-264.
118  La problemática, persistente, sobre la autonomía o la dependencia jerárquica del Cabildo fue un problema constante.
Una prueba de ella la encontramos en de IRAZOLA, J., “1 de junio de 1769. D. José Xavier Martínez de Arellano. Una curiosa
disputa entre el Arzobispo de Burgos y el Cabildo metropolitano”, Boletín de la Institución Fernán González, 179, 1972, pp.
283-289.
119  Ibídem, CO del 12 de abril de 1717, folio 319 y CO del 23 de abril de 1717, folio 326.
120  Ibídem, CO del 26 de abril de 1717, folio 327v. Véase BENLLOCH POVEDA, A., “Jurisdicción eclesiástica en la
Edad Moderna: el proceso” y PÉREZ-PRENDES MUÑOZ-ARRACO, J. M., “El tribunal eclesiástico (Sobre el aforamiento
y la estructura de la Curia diocesana de justicia)”, en MARTÍNEZ RUIZ, E. y de PAZZIS PI, M. (coords.), Instituciones de la
España Moderna, 1. Las jurisdicciones, Madrid, 1996, pp. 113-142 y 143-170, respectivamente. Son muchas las publicaciones
que inciden en la existencia de conflictos, incluso graves, entre los capitulares. Destacan con luz propia BARTOLOMÉ
MARTÍNEZ, G., Los clérigos a la greña. Sátiras, mascaradas, insultos, infundios, descaros, libelos y trampas entre sí de la gente de
púlpito y altar, San Vicente (Alicante), 2010, IRIGOYEN LÓPEZ, A., Entre el cielo y la tierra...., Murcia, 2000, pp. 57 y 80-
81, QUINTANA ANDRÉS, P. C., A Dios rogando...., Las Palmas de Gran Canaria, 2003, pp. 175-186, 643 y 658-662 y Finis
Gloriae Mundi. Ideología y sociedad en Canarias...., Bilbao, 2004, pp. 52-57 y SANZ de la HIGUERA, F. J., “Cebada, mulas,

Historia y Genealogía Nº2 (2012) | 255


¿QUÉ HABÍA DEBAJO DEL “SOLIDEO CON OREJERAS” DEL CANÓNIGO ...

A Verde Sañudo le llegaron implacables noticias, en su reclusión domiciliaria, según las cuales “en
dho Pleyto, acusazion y Querrella Por los Sres Presidentte y Cavildo de dha Sta Iglesia mettropolittana y
los Sres sus discretos Juezes (…) están para detterminar dho Pleyto y Caussa y dar y pronunciar Senttenzia
difinittiba en él”. Verde Sañudo estaba probablemente bastante asustado, quizá con una crisis de angustia
y ansiedad muy pronunciada, por “rrezelarse a de ser [la sentencia] grabossa y Perjudicial”121. Conocedor
como era del derecho y de sus recovecos y procedimientos, hizo ante el susodicho escribano “Como
Juez Carttulario” una protesta secreta “Para que en casso de que se le nottifique la Senttencia Que se
diere y Pronunziare en dho pleitto y Caussa” si ésta era contraria a sus intereses –“Grabossa conttra este
otorgantte (…) en caso de Ser perjudizial”– quedase meridianamente claro que “no le pare perjuicio
alguno el consentirla por no ser Su ánimo pasar a su consentimiento”. Su objetivo esencial era “Solamente
Redimir La Vejación y molesttia de su larga Prisión y enfermedad que padeze y alenttarse en lo posible para
Salir de Cassa aunque sea con trabajo y tthomar los ayres y rrecuperarse, Dios mediante, de su salud”122 y,
por supuesto, “Apelar y Reclamar dha Senttenzia para quando llegue el Casso de que le sea nottificada”.
Don Antonio era consciente de su penosa situación y se sentía, aunque no lo reconociera abiertamente,
culpable. Tener a todo el Cabildo catedralicio y a sus jueces en contra no era para tomárselo a broma y
había conseguido enervar a los capitulares hasta límites difícilmente soportables. Se había granjeado a lo
largo de los años el desdén de gran parte del Cabildo.
Don Antonio redactó en agosto un memorial en que hacía “presenttazion de la larga prisión en
que se halla, la enfermedad que ha padecido y padece, de que se halla summamentte fatigado, y de la
gran falta de medios que le han ocasionado sus gastos y la pérdida de la Prebenda y Distribuciones en que
se halla en el Largo tpo de su prisión”. Dando aparentes muestras de contrición, se ponía en manos del
Cabildo y sus providencias –“con qualquiera se aquietará y admitirá gustosísimo”123.
En un intento desesperado de congraciarse con sus compadres señaló que dicha

“Prottestta No la haze de milizia, Odio ni mala Voluntad ni por que dhos Sres Juezes
dejaran de obiar y guardar Justticia en horden a lo que resulta de dha Caussa, si sólo por el tthemor
de las Censuras y Penas pecuniarias que pueden imponer Conttra este ottorgantte y sus Vienes y
hazienda”.

Era imprescindible, dada la entidad del problema, “Usar del derecho y Recurso que el derecho le
permitte” y guardar “Sigilo y Secreto” en aras de una defensa contundente y vehemente de sus intereses124.
Más allá de las disputas entre dos canónigos, la agria polémica entre Verde Sañudo y Linares acabó
por complicarse hasta derivar en un affaire que puso en cuestión la autonomía y jurisdicción del Cabildo.
Van a desfilar por las páginas de las Actas capitulares el Ordinario, el Concilio de Trento, el Nuncio, la
Santa Sede, etc. El Cabildo exigía la “Jurisdicción privativa (...), inmediatamente subordinada a la Sta
Sede, con facultad de nombra propios Ministros de su Tribunal, según lo prescribe la Concordia y Bulla
Alexandrina”125.

caballos y habas...”, Hispania Sacra, 116 (2005), pp. 559-588.


121  AHPB. PN. José de Mata. Legajo
122  AHPB. PN. José de Mata. Legajo 6920 (6 de junio de 1717), folios 231v-232.
123  ACCB. LR 97. CO del 27 de agosto de 1717, folio 391v. En el memorial reiteraba una y otra vez “... los dispendios de
su larga enfermedad y [las] grandes pérdidas que ha tenido”. En septiembre de 1717 señalaba que “ha más de seis meses se halla
preso y padeciendo graves achaques y enfermedades por el delito que se le ha querido imputar “. Pedía a los jueces libertad y que
se le contribuyera con su prebenda y distribuciones, dado que “se hallaba en pérdida y sin medios para alimentarse” –véase el
GRÁFICO I para comprobar la casi nula asistencia de Verde Sañudo a los Cabildos. En 1718 las ausencias llegaron al 100 %.
Véase a este respecto las consideraciones de GARCÍA PARDO, M., “El servicio cultual de los miembros del Cabildo giennense:
residencia y remuneraciones económicas”, Anuario de Estudios Medievales, 35/2 (2005), pp. 671-692.
124  AHPB. PN. José de Mata. Legajo 6920 (6 de junio de 1717), folio 232.
125  ACCB. LR 97. CO del 26 de noviembre de 1717, folio 447.

256 | Historia y Genealogía Nº2 (2012)


Francisco J. Sanz de la Higuera

Que la problemática judicial no le era excesivamente proclive ni benigna deviene de la necesidad


a que se vio impelido de presentar una segunda “Prottestta Secrettta” el 7 de febrero de 1718126. Su tesis
principal ahora es que el ataque visceral es la mejor defensa. No sólo negaba que él hubiera sido el culpable
de las presuntas injurias y de haber “echo malos trattamientos” sino que era, según su punto de vista, todo
lo contrario, es decir, “… haver sido el ottorgantte Malttrattado y ofendido [por] dho Dn Pedro Linares”
y, a pesar de ello, “Le havian tthenido y dado Su Casa por Cárzel y Sequestrado y enbargado ttodas las
Renttas perttenezienttes de su Canonicato”. De esta manera, acusaba abiertamente a un miembro del
Cabildo y a éste al completo de conspiración, a lo que se añadía, además del dolor que le suponía ver sus
ingresos congelados y la pérdida de salud que había experimentado,

“… haverle Resulttado por dha Razón Gravisimas Enfermedades, afligzion y melancolía


que a padezido y al presente está padeciendo, Añadiéndose a estos Conttratiempos Otros muchos
y en espezial la dha reclusión ttan dilattada y faltta de medios para Su manuttenzion y dezencia
de Su esttado”.

El Cabildo, según su opinión, había cometido una brutal felonía al admitir a trámite el litigio, dar
por buenas las acusaciones de Linares, encerrarle en sus habitaciones, secuestrar sus ingresos profesionales
y generarle una pérdida lamentable de la salud y de la liquidez económica.
Verde Sañudo reiteraba, en el discurso de esta segunda protesta secreta, que no tenía “ningún
Odio ni mala Volunttad Conttra dho Dn Pedro Linares ni ottra persona alguna” y lanzaba un órdago
demoledor, una carga de profundidad sin escrúpulos, contra el Cabildo. Solicitaba que “Después que
se expidió la Bula de Absoluzion del Illmo Sor Nunzio de estos Reynos de Expaña no le pare ningún
Perjuicio”. La animadversión que generaba en algunos de los miembros del Cabildo era notable –él era
conocedor de ello– y sus precauciones quizá no fueran del todo infundadas. A la postre, lo que pretendía
era evitar las molestias y vejaciones que sufría en ese momento

“y que en adelantte no se sigan ottras mayores [por] allarse Con mucho Riesgo de la
Vida padeziendo Ynttenssos dolores en ttodo su Cuerpo para Cuya Curazion, Como es ppco y
nottorio, Le an asistido y asisten Médico y Zirujano, Deseosso de la Conservazion de su salud”127.

Sin embargo, a pesar de irle bastante bien en lo judicial, no conseguía relajar su conciencia
atormentada, probablemente porque objetivamente era culpable y se sentía culpable. Era un hombre
bronco, malhumorado y pendenciero. No es de extrañar, conociendo sus antecedentes, que hubiera
insultado de nuevo a algunos miembros del Cabildo y que se hubiera producido un feo altercado en
el que se profirieran descalificaciones por doquier. Las palabras que vierte en este segundo documento
en cuestión no dejan lugar a dudas sobre la responsabilidad que atesoraba en el conflicto, dado que no
estaba en “su ánimo haverlas echo, por Ynjuriar a dhos Sres Jueces ni a ninguno de los Yndividuos del
Cavildo”128. Esta fórmula, quizá pactada, era una manera, más o menos disimulada, más o menos tácita,
de admitir su culpabilidad y de pedir perdón al Cabildo. Le podían hacer mucho más daño del que ya le
habían infringido, sobre todo en el terreno de lo económico, y era preciso, a estas alturas de su existencia,
edulcorar tan funesta problemática y salvaguardar los trastos.
El 7 de marzo de 1718 se hizo público otro memorial. En esta ocasión ya no queda mucho del
aguerrido Verde ni tan siquiera del implorante, compungido y lacrimógeno enfermo “sin medios para
alimentarse”. Divisamos a un canónigo sabedor de su derrota.

126  AHPB. PN. José de Mata. Legajo 6920 (7 de febrero de 1718), folios 327-328.
127  La totalidad de las últimas citas textuales procede de AHPB. PN. José de Mata. Legajo 6920 (7 de febrero de 1718),
folios 327-328.
128  Ibídem, folio 327v.

Historia y Genealogía Nº2 (2012) | 257


¿QUÉ HABÍA DEBAJO DEL “SOLIDEO CON OREJERAS” DEL CANÓNIGO ...

“Aviendose sentenciado la causa Criminal (...) tiene obediencia y consentida la Sentencia y


cumplido en todas las partes de ella menos el de hacer quatro meses de Exercicios Spirituales que
se le ordenan hacer en uno de los Conventos deel Carmen, San Esteban de los Olmos o compañía
de Jesús”.

Y como no podía ser de otra manera, un último requiebro. Al borde de la muerte, aún ironizaba
de manera cáustica, porque

“siéndole imposible cumplir con esta parte a causa de los notorios achaques que padece y
tiene presentados a los Sres Jueces, como consta de diferentes Certificaciones, (...) suplica se sirva
haverse benignamente (...) conmmutándoselo a su casa, en donde sin tanto riesgo de agravársele
su achaque podía hacer los Exercicios Spirituales que se le mandan o subrogando alguna limosna
que sea tenue en atención a sus Cortos medios y grande pérdida que ha padecido en su prisión”129.

La salud y la vida ya no tenían solución de continuidad. En junio de 1718 entonó su último


memorial para demandar el punto de cuartana. “Se halla – dijo – con diferentes achaques que le tienen en
summa debilidad y falta de salud”130. De hecho, falleció a mediados de julio de 1718131 y como sabemos
se le negó la opción por él elegida en sus últimas voluntades para la inhumación de su cuerpo. El Cabildo
le pasaba factura132. Empero, lo substancial se había salvado: su hijo natural, el reconocido Realmente
por Felipe V don Antonio de Antonio no vería mermada la tajada patrimonial a heredar y se cumplía el
inexorable con el muerto al hoyo el vivo al bollo133.
Un último acontecimiento en este análisis es, a mi juicio, pertinente y revelador. No por anecdótico
es menos significativo y trascendente. El 9 de diciembre de 1719 se emitió una bula, en Roma, por
Clemente XI en la que se concedía a don Felipe del Hoyo Santamaría, canónigo de la Catedral burgalesa,
un beneficio, vacante por muerte de Antonio Verde Sañudo, su último poseedor134. Algunas de las prácticas
extra-profesionales de los arcedianos de Burgos estuvieron muy en sintonía con los hábitos fornicadores
de Verde Sañudo. En el Setecientos, un agrio olor a semilla testicular emanaba de las habitaciones de
varios clérigos capitulares burgaleses. La cuádruple paternidad de Verde Sañudo, la equívoca convivencia
de don Felipe del Hoyo con doña Josefa Tapia y el manifiesto concubinato de don Pedro Celestino
Tomé Carrera con una o varias mujeres, al parecer de mala nota, ilustran una tendencia clandestina pero
evidente de prácticas contra el sexto mandamiento que pusieron al Cabildo en un brete y a muchos de sus
componentes, honrados y leales, al borde del desquiciamiento135.

129  ACCB. LR 97. CO del 7 de marzo de 1718, folio 485.


130  Ibídem. CO del 8 de junio de 1718, folio 522. El 20 de junio se le dio un mes para dentro de la ciudad o dos meses para
fuera, como era lo habitual.
131  Tenemos noticia fidedigna de ello en ACCB. LR 97. CO del 16 de julio de 1718, folio 533v.
132  ACCB. LR 97. CO del 16 de julio de 1718, folio 533v. “... parezió ser su voluntad enterrarse en la Capilla de Sn Pedro
[pero] propuéstose el inconveniente de ser dha Capilla o recelase fuese de Patronato y que por este motivo no se han sepultado en ella
Sres prebendados hasta aquí, se acordó fuese en la de los Remedios (...) en ese día por la mañana”.
133  CATALÁN MARTÍNEZ, E., “Mi familia tiene un cura. El clero patrimonial en la España del Antiguo Régimen”, Nuevo
Mundo, Mundos Nuevos, Coloquios (2008), [En línea] http://nuevo mundo. Revues.org/index20993.html.
134  ACCB. V57 (9 de diciembre de 1719, Roma), folio 502 – Bula de Clemente XI, “Vitae ac mortum”, que concede a
Felipe del Hoyo Santamaría, canónigo, un beneficio vacante tras las muerte de Antonio Verde Sañudo, su último poseedor y
Bula de Clemente XI, “Holie dilecto filio”, en relación al beneficio catedralicio a favor del citado Felipe del Hoyo. Véase DÍAZ
RODRÍGUEZ, A. J., “El precio del nepotismo. Coadjutoría y resigna en las catedrales andaluzas (ss. XVI-XVIII)”, Chronica
Nova, 35 (2009), pp. 287-309.
135  SANZ de la HIGUERA, F. J., “Carrera eclesiástica y algunos deslices de Felipe del Hoyo y Pedro Celestino Tomé,
arcedianos de Burgos (1731-1784)”, Hispania Sacra, 124 (2009), pp. 649-690.

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Francisco J. Sanz de la Higuera

El “solideo con oregeras” del canónigo Verde Sañudo corrompía la serenidad del Cabildo y enervaba
a sus prebendados. Debajo de él se albergaba un cerebro en ebullición y un miembro excesivamente activo
para el gusto de unos clérigos que, además, sufrieron el apasionamiento de su corazón y la falta de escrúpulos
de sus entrañas136.

4. A modo de conclusión...

Señala Díaz Rodríguez que “la tan mentada vida de canónigo sigue siendo a fecha de hoy mal conocida
en nuestro país”137. La reconstrucción de algunos fragmentos del devenir vital del canónigo Verde Sañudo,
que el rastreo en los archivos nos ha deparado, permite poner, en la medida de lo posible, un granito de
arena en dichos quehaceres de investigación. Clérigo, universitario, canónigo, padre, pendenciero, hostil,
agresivo, contestatario. Antonio Verde Sañudo fue un pésimo ejemplo para sus compadres eclesiásticos y para
la población en general, un renglón torcido en la caligrafía eclesial, que, de forma consciente o inconsciente,
sembró su nicho ecológico y socio-profesional de disputas y conflictos.
Frente a la imagen de los canónigos como individuos tranquilos, pacíficos, venerables, humildes,
recatados, frugales y célibes –que era la de la inmensa mayoría de los clérigos y de los capitulares–, Antonio
Verde Sañudo aparece como un epítome excepcional, un modelo rompedor en lo sexual, en el atuendo,
en las relaciones sociales, en la calidad de vida y en los derroteros de su adorno personal y sus ocios,
probablemente también violentos y agresivos138. El Cabildo de la Catedral de Burgos sufrió en su seno,
durante todo el Setecientos, la presencia de algunos capitulares deshonestos, dementes y turbulentos que
agriaron sistemáticamente la concordia y la convivencia entre sus componentes.
Los planteamientos más alejados en el tiempo, pero no por ello menos efervescentes y vanguardistas,
de Antonio Cabeza para un estudio más intenso y comprometido del clero en el Antiguo Régimen139 han
fructificado en múltiples líneas de investigación en los últimos años, propuestas y reflexiones que nos dan
ánimos para persistir en el trabajo de descubrimiento de las maneras de vivir del clero capitular en el XVIII140.
Aún nos queda mucho por hacer. Los capitulares del Antiguo Régimen nos están esperando, sumidos en el
lánguido sueño del papel “dormido”, custodiado en los archivos públicos o privados, laicos o de la Iglesia.

136  Verde Sañudo y muchos de sus compadres (sic) capitulares se comportaban, en la práctica, como resalta DÍAZ RODRÍGUEZ,
A. J., “Cardenales en miniatura. La imagen del poder a través del clero capitular cordobés”, Historia y Genealogía, 1 (2011), pp.
11-21 [En línea] y de una forma más amplia SORIA MESA, E., El cambio inmóvil, Córdoba, 2001 y La nobleza en la España
Moderna. Cambio y continuidad, Madrid, 2007.
137  DÍAZ RODRÍGUEZ, A. J., “Cardenales en miniatura...”, p. 13.
138  Aunque el volumen de armas en manos del clero se redujo a juzgar por los datos extraídos de los inventarios post-
mortem de Burgos para el siglo XVIII, lo cierto es que los comportamientos y conductas de Verde Sañudo no fueron una
excepción como demuestra ARTOLA RENEDO, A., “Paternalismo, control social y sinergia represiva: el clero secular en las
comunidades campesinas y protoindustriales de Vizcaya”, Historia Social, 68 (2020), pp. 3-23. Es, a mi juicio, espectacular
y excelente, su gráfico de la página 18, en que se evidencia de nada ilustrativa como se pasa desde un promedio de 2 pleitos
promovidos por clérigos por injurias, amenazas, calumnias y lesiones en el decenio 1700-1710 hasta los 17-18 de final de siglo.
139  CABEZA RODRÍGUEZ, A., “Sugerencias para el estudio del clero diocesano en el Antiguo Régimen”, en CASTILLO,
S. (coord.), La historia social en España. Actualidad y perspectivas, Madrid, 1991, pp. 315-321.
140  Véanse, en otras, los trabajos y las propuestas de MORGADO GARCÍA, A., “El clero en la España de los siglos XVI y
XVII”, Manuscrits, 25 (2007), pp. 75-100, BARRIO GOZALO, M., “Sociología del alto clero en la España del siglo ilustrado”,
Manuscrits, 20 (2002), pp. 29-59 y “El bajo clero en la España del siglo XVIII. Estado de la cuestión, problemas y direcciones de
la investigación actual”, Coloquio Internacional Carlos III y su siglo, tomo I, Madrid, 1990, pp. 793-805, GÓMEZ NAVARRO,
S., “Élites eclesiásticas en la España Moderna. Un intento de historia socioestructural”, en RODRÍGUEZ CANCHO, M.
(coord.), Historia y perspectivas de investigación. Estudios en memoria del profesor Ángel Rodríguez Sánchez, Badajoz, 2002, pp.
39-44, BENITO AGUADO, M. T., “Clero e historia social; nuevas perspectivas de estudio”, en MARTÍNEZ RUIZ, E. y
SUÁREZ GRIMÓN, V. (eds.), Iglesia y sociedad en el Antiguo Régimen, III Reunión Científica de la Asociación Española de
Historia Moderna, Las Palmas de Gran Canaria, 1994, pp. 41-46 y DÍAZ RODRÍGUEZ, A. J., “Cabildos eclesiásticos y clero
catedralicio en el Antiguo Régimen: estado de la cuestión”, Revista de Historiografía, 13 (2010) (en prensa) y “La historia de la
Iglesia cordobesa en el Antiguo Régimen. Aproximación al estado de la investigación”, Ámbitos. Revista de estudios de Ciencias
Sociales y Humanidades, 14 (2005), pp. 59-67.

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¿QUÉ HABÍA DEBAJO DEL “SOLIDEO CON OREJERAS” DEL CANÓNIGO ...

Las andanzas del canónigo Verde Sañudo posibilitan, a mi entender, una zambullida superficial
no sólo en las vicisitudes del Cabildo Catedral de Burgos a principios del Setecientos, en plena Guerra
de Sucesión, sino también en las problemáticas, siempre arduas, de la aplicación de las directrices del
Concilio de Trento sobre un colectivo bastante heterogéneo y, a la postre, aporta, en la medida de lo
posible, algunas reflexiones, probablemente útiles y nutritivas, sobre la utilidad, la virtualidad y las
carencias de esta tendencia historiográfica, los Cabildos catedralicios en el final del Antiguo Régimen.
La microhistoria –aunque en este ámbito únicamente aplicable a una institución clerical concreta y a
algunos de los componentes más aguerridos–, elevada a rango de modelo de contraste, genera nuevas
piezas disponibles en un “puzzle” aún en gran parte descolocado pero que deja caer sobre las mesas de
trabajo de los historiadores modernistas otro elementos más de análisis y reflexión, por insignificante que
éste sea. Es probable que Verde Sañudo no fuera un individuo vocacional en la carrera eclesial y su ingreso
en las filas eclesiásticas estuviera predefinido en las estrategias familiares, no fuera un camino de rosas para
ganar el cielo y el Cabildo Catedral de Burgos únicamente fuera una manera, más cómoda y diletante, de
hilar los pañales con la mortaja, es decir, un lugar más o menos apacible donde soportar la imperturbable
cadencia de la existencia terrena.

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