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Emma Green

CALL ME BABY
Volumen 1
1. Multimillonario
busca una
nana

El señor X busca niñera de tiempo


completo para encargarse de su hija de 2
años.

Su tarea consistirá en cuidar


meticulosamente a la niña, su salud, su
seguridad y su bienestar.

Experiencia significativa exigida.

Lugar: Mayfair, Londres.


Remuneración: atractiva, en función
del perfil.

Personas irresponsables, susceptibles o


indiscretas, abstenerse.

Hago sonar mis tacones hasta el salón


acomodando el cuello de mi sobrio traje
sastre. No es realmente cómodo, pero como
decía mi madre: «Tener una buena
apariencia siempre es necesario.» Me
inspecciono algunos segundos en el gran
espejo que está colgado en la pared, me
pongo un poco de labial color cereza, me
acomodo algunas mechas rubias detrás de
mis orejas, luego me doy cuenta de que no
estoy sola. Mi doble de cabellos negros
como un cuervo – en
pantaloncillos cortos de mezclilla y una
camiseta sin mangas con un estampado
estúpido – me observa, sentada en el suelo.

- Sid, olvida esta estúpida entrevista.


No tienesla experiencia necesaria, ¡van a
echarte enseguida! ¡Estás a punto de perder
dos horas de tu vida! Y de la mía. Se
supone que tendremos que arreglar todo
este desastre, suspira Joe ensañándose –
cúter en mano – con un inocente cartón que
tuvo la desgracia de andar por ahí.
- Recibieron mi CV y aceptaron
entrevistarme,eso es lo que cuenta. Ah, y
dos palabras mágicas: «remuneración
atractiva».

Le lanzo una de mis sonrisas más


molestas, ella me lanza un Converse
agujereado – que pasó muy cerca de mi
cara.

- ¡Te digo que vas a salir corriendo al


cabo dediez minutos! La mocosa va a hacer
una rabieta porque su nueva vajilla de
juguete no está incrustada de diamantes
sino de cristales Swarovski, su madre
maniaco-depresiva va a tomarse un puñado
de Lexomil como si fueran dulces, mientras
que el señor X – un viejo todavía guapo que
te coqueteará – le dará un billete de 100 a
su princesita. Y será lo único que le
funciona para hacerla callar... Eso funciona
también con su «mami», además, la cura
con botox es muy cara, la champaña y los
antidepresivos...
- ¿Qué es lo que te hace pensar que el
señor Xsea riquísimo?
- A ver genio, dame tu opinión:
Mayfair, ¿qué teinspira ese nombre si no es
el dinero, dinero y más dinero?
- Eso estaría bien, es justamente por
el dineroque me postulé. Porque no es con
tu trabajo de barmaid de medio tiempo que
vamos a pagar la renta... Ya vivimos
suficiente tiempo de forma miserable antes
de encontrar este apartamento que está en el
límite de lo mediocre. Ya tuve mi dosis de
hoteles de mala muerte y de albergues de
estudiantes mugrosos, ¡no quiero que nos
corran el siguiente mes! ¿Lo entiendes,
Coyote Girl?
- Sí, bueno, me rindo, ríe con su voz
grave. Ve avender tu alma, yo administro
los cartones.

Paseo mi mirada por las cuatro esquinas


del salón. Un cementerio. Todos los
cartones que se encontraban a su alcance
terminaron destripados.
No creo que los demás terminen diferente...
Joséphine. Mi hermana gemela. La
delicadez encarnada.
Me introduzco en el metro -
underground, versión británica – un cuarto
de hora más tarde y constato
inmediatamente que escogí un atuendo muy
vistoso. Mi traje sastre sofocante y yo, nos
hacemos un pequeño lugar en medio de los
londinenses en atuendos estivales y turistas
con gorras atornilladas en la cabeza. Hace
un calor aplastante en estos inicios de julio,
sueño con estar en una terraza, bebiendo
una soda fresca y con un vestido ligero.
Mala suerte. Estoy vestida con un traje de
payaso triste, aprisionada contra un muro
en este tren atiborrado, rodeada por gente
cuya educación e higiene no parecen ser
prioritarias. Y estoy alistándome para besar
los pies de un tal señor X, para sonreír
estúpidamente a una pequeña malcriada,
sólo para embolsarme un trabajo que
necesito desesperadamente. Pero que en
realidad no me encanta.
¿Abandonar París, fue la peor idea que
he tenido? No, era vital.

Bienvenida al barrio más buscado, el


más elitista de Londres. La casilla más cara
del Monopoly inglés. Bordado por Hyde
Park al oeste y la súper chic West End al
este, su ubicación es más que ideal. Es en
todo caso lo que balbucea la vieja guía
verde Michelin de los años 90 ’s que estaba
sobre mi mesita de noche.

Después de haber aplastado una media


docena de pies al salir del vagón, salgo al
aire libre, sin aliento, con las mejillas
carmesí, pero encantada. Desde mi llegada
al Reino Unido, hace un mes, nunca me
había paseado en este barrio durante mi
tiempo libre. Mi hermana y yo, nos
aislamos en los rincones más populares – y
más adaptados a nuestros gustos modestos
– como Camden Town o Soho. Era un error.

Sobre mi pequeño pedazo de acera, levanto


la cabeza y contemplo mi entorno. Me
enamoro instantáneamente – sin embargo
no es mi tipo. El encanto corre por mis
venas. Todo lo que me tomo el tiempo de
observar parece haber sido preservado en
un joyero de terciopelo. Aquí, no hay pubs
siniestros o antros ruidosos, sino bares de
vino con un encanto en desuso y salas de
fumadores intimistas. Los restaurantes son
discretos pero sutilmente decadentes, las
fachadas de los inmuebles rivalizan en
belleza y las calles son de una limpieza
radiante.

Y esta sonrisa que se dibuja


indolentemente sobre mis labios...
Una rápida mirada a mi reloj de pulsera
y tengo que caer de mi nube. En seis
minutos ya serán las 15 horas. En siete
minutos, el trabajo me pasará enfrente de
las narices. Acelero el paso sobre Bond
Street, admirando sin detenerme las tiendas
de lujo que se suceden unas a otras y que no
se parecen entre sí – al menos, no todas.
Chanel, Prada, Miu Miu, Cartier, Alexander
McQueen, Louis Vuitton... Joe tenía
probablemente razón. Viviendo en un
estudio insalubre y situado en el sótano más
lejano, hay que ser millonario para pagarse
el lujo de ser propietario por aquí. Y esta
afirmación no me dice nada que valga. No
tengo nada en contra de las personas ricas,
pero prefiero no tener que rendirles cuentas.
Sobre todo cuando sus riquezas rebasan el
entendimiento. Y el PIB de un país
pequeño.
Piensa en tu salario, piensa en tu
salario, piensa en...

Calle: St. George Street. Número: 30 .


Piso: no está indicado. Rápidamente
entiendo por qué. El señor X no vive en un
departamento, como el común de los
mortales, sino en una sublime casa
victoriana de cuatro niveles. Una
«townhouse», como dicen los londinenses –
con un pizca de celos en la voz.
14 h 59 : Trato de bajar mi temperatura
causada por la prisa y hago una rápida
verificación: vestimenta profesional –
peinado irreprochable – aliento fresco.
Tentada a dar la media vuelta, toco a la
puerta precipitadamente para ya no tener
más opción. Frente a esta puerta
probablemente centenaria, espero
descansando un poco. Con la espalda recta,
la cabeza erguida, las piernas apretadas, las
manos juntas frente a mí, puestas sobre mi
pequeño maletín. La perfecta acompañante.
Perdón, nana.

Primero, sólo puedo ver su cabellera de


un blanco inmaculado, como se ve ya
raramente. Mis ojos bajan y se encuentran
con los suyos, arrugados, de un azul
profundo. Luego me detengo en su boca
fina y delicadamente arrugada. Esta mujer
debe tener unos sesenta años, tal vez más y
merecería estar en un cuadro de alguno de
los grandes pintores. Su rostro está
envejecido, pero sus ojos, éstos, conservan
todo el ardor, la impetuosidad de su
juventud. Mi corazón se estruja cuando
imágenes de mi madre desfilan en mi
pensamiento.

- Cuando termine de examinarme por


todos los ángulos, ¿me haría el favor de
entrar? pregunta secamente mi
interlocutora.

Incluso su acento y su voz son de un


distinción increíble... y fría.

La sigo en silencio hasta un pequeño


salón ostentoso, situado a la entrada de la
propiedad, y me siento en el sillón que me
señala. Me siento pequeñita, súbitamente.
Respondo a cada una de sus preguntas
durante casi una media hora, sin saber si
mis respuestas son las correctas o no. Por
suerte, domino perfectamente el inglés –
incluso si mi acento francés delata mis
orígenes. La inglesa no sonríe, no cambia el
tono de su voz, se contenta con
interrogarme sin descanso tomando algunas
notas. Luego se levanta y yo la imito. Hasta
este punto no sé nada de ella. Espero que
me conduzca a la puerta, pero toma la
dirección contraria: hacia las escaleras.

Lo antiguo y lo moderno se mezclan


muy bien, aquí está la prueba irrefutable. Si
el exterior de la townhouse era
impresionante, el interior es sorprendente.
Camino rápidamente detrás de la Reina de
Hielo – estando a punto de atropellarla
varias veces – y trato de no tropezarme con
nada de la decoración que encontramos a
nuestro paso. Los grandes espacios vitales,
la enorme altura de los techos, la
decoración depurada y de diseñador, lo que
adivino ser una sala multimedia, a mi
derecha, luego un gimnasio, a mi izquierda.
Los muros claros y la luz que atraviesa las
amplias ventanas contrapuntean las notas
más oscuras del mobiliario. No hemos
cruzado todavía todo el primer piso, tengo
la impresión de caminar sin fin por los
pasillos interminables de un castillo. Por
aquí y por allá, plantas, flores, esculturas y
cuadros abstractos agregan color al
conjunto, dándole a esta casa un alma, una
impresión de vida y de unidad.

Finalmente, la mujer se inmoviliza frente


a una gran puerta blanca, detrás de la que
percibo unos llantos. Coloca una mano
sobre el picaporte y voltea hacia mí.

- Mi nombre es Imogen Price. Yo era


la nana deBirdie hasta este momento, pero
mi salud ya no me permite asumir esta
responsabilidad. Sólo queda saber si usted,
señorita Merlin, será capaz de hacerlo.
Tiene una hora para probarme que está
usted a la altura.
- ¿No me permitiría primero observar
un poco?¿Para que sepa cómo funciona
todo y para no espantar a la pequeña?
comienzo a aterrorizarme.
- No, sería una pérdida de tiempo.
Hoy ustedestá a prueba, y Birdie es la
mejor prueba que podría hacerle. Buena
suerte...

Imogen abre una primera puerta y me


invita a penetrar en la pieza. No hay duda, a
la niña que vive entre estas cuatro paredes
no le hace falta nada. A excepción de una
niñera con corazón y con un poco de buen
humor, parece. Mis ojos sobrevuelan por la
alfombra impecable – que adivino es súper
suave y mullida, con sólo mirarla -, se
colocan sobre las fotos en blanco y negro y
sobre las ilustraciones coloreadas colgadas
en los muros, luego sobre los montones de
juguetes.

- ¿El señor X vació un Toys’R’Us?


digo torpemente, tratando de hacer sonreír a
la señora Price.

Fracaso vergonzoso. Levanta los ojos al


cielo, luego se dirige hacia la siguiente
puerta. La pequeña voz aguda de Birdie es
cada vez más audible – o insoportable,
dependiendo del punto de vista.

- Su siesta acaba de terminar, retoma


la ex niñera. Tiene que cargarla, darle su
merienda y jugar con ella. Sea cuidadosa,
no deje nada al azar o podrá irse
despidiendo de este trabajo.
- Entiendo, digo, sin mucha
seguridad.
- Señorita Merlin, olvidé preguntarle
su edad...
- Llámeme Sidonie, se lo ruego,
sonrío antes decruzarme con su mirada
fulminante. Mmm, tengo 25 años.
- Es lo que me parecía... suspira
abriendo porfin esta maldita puerta.

Birdie ya no llora, ahora aúlla. Si acaso


esta puesta en escena es una prueba de
compatibilidad, ya la reprobé. Avanzo hacia
ella, hablándole con una voz dulce y
tranquilizadora. Pero no surte efecto. Las
mejillas de la pequeña pelirroja de cabello
ensortijado están cada vez más rojas, y sus
gritos son cada vez más penetrantes. Parada
en su cama, se agarra a los barrotes, con la
boca abierta. Le extiendo los brazos y con
eso redobla sus gritos haciéndolos aún más
agudos. Finalmente, una idea surge en mi
cabeza: me apodero de su muñeco de
peluche – un conejo peludo y... húmedo por
haber sido masticado tantas veces – y lo
agito frente a sus ojos. Los llantos
terminan, pero la pequeña malhumorada me
desafía ahora con la mirada. Sus ojos café –
casi negros – me ordenan devolverle su
peluche o todo acabará para mí. Me rindo,
ella balbucea alegremente y acepta por fin
que la saque de la cama. Apenas en mis
brazos, estornuda violentamente,
regalándome graciosamente sus mocos.
Detrás de mí, Imogen no se pierde nada del
espectáculo. Es la primera vez que veo una
sonrisa dibujarse en su rostro...

Tenga cuidado, Imogen. Hay suficiente


de esta substancia pegajosa en mi cuello
para las dos...

Lo que resta de la prueba no es más


glorioso, de hecho está lejos de serlo. Un
berrinche al momento de cambiarle el pañal
– descubro que comió zanahorias al
mediodía. Aullidos al momento de la
merienda – y la casi totalidad del puré
termina en mis cabellos. Una batalla de
cubos – de madera, muy duros, con aristas
puntiagudas – que tenían por objetivo... mi
nariz.
Dos años... Esta edad es terrible.

Después de haber anotado todo en su


pequeña libreta, Imogen me anuncia que la
hora ha terminado. Le regreso al pequeño
monstruo, que se lanza a los brazos de su
antigua nana, y enseguida le digo que no es
necesario que me acompañe a la salida.
Conozco el camino. Y el resultado de la
entrevista.

No hubiera podido ser peor. Por lo


menos... nadie resultó herido. Sólo mi
nariz... Esperemos que Joe pueda
encontrarme trabajo.
***

Dirección Camden Town, el barrio más


rock y jazzy del mundo. Un rincón al
mismo tiempo a la moda y popular en el
que todos los mundos, las aspiraciones, las
ganas se mezclan, lejos, muy lejos de la
calma y del lujo de Mayfair. Un rincón en
el que trabaja mi hermana cuando no tiene
nada mejor que hacer... La encuentro en
pleno inventario, en cuclillas detrás del
mostrador. La «happy hour» está a punto de
comenzar, seguramente no tendrá mucho
tiempo para mí.

- Bienvenido al Crazy Monkey, le


sirvo al... dice al incorporarse, antes de
verme... lo siento Sid, pronto será la hora
de empezar con esta cantaleta.
- Lo sé, no te quitaré mucho tiempo.
- Entonces, ¿Te sacaste la lotería?
- No, eché todo a perder. Pero creo
que fue lomejor. Hubieras visto la casa... Y
la gente que ahí vive... ¡No es para mí!
suspiro tomando el trago que me ofrece.

Estoy haciendo gestos – no esperaba un


shot de vodka puro – cuando Jasper se une
a nosotras y se sienta sobre el banco que se
encuentra al lado del mío.

- ¿Cómo que ya te vienes a sentar? le


lanza Joe.
No hay suficiente hielo y no encuentro las
aceitunas.
- No es mi problema, querida, sonríe
insolentemente el colega de mi hermana.
Eres tú quien se encarga esta noche, yo sólo
vine a visitar.
- Eso tal vez funcione con tus risitas,
tu sonrisade Casanova, pero no conmigo.
¡Quiero hielo enseguida! ordena apretando
los dientes.

El moreno alto, hipster vuelto al redil –


tendrá que explicarme el concepto de la
cachucha en pleno mes de julio – suelta una
risa franca y gutural, me besa rápidamente
en la mejilla, luego se va hacia la máquina
de hielos. Mi gemela tiene siempre la
última palabra. Siempre.

- Joe, es el único amigo que tenemos


aquí. Sipudieras evitar espantarlo...
- ¿Bromeas?, nos adora, ¡incluso
quiere ir a vivir con nosotras! murmura
haciéndome un guiño.
- Mmm, por la cantidad de tipas que
se liga yque lleva a su casa no lo creo.
- Es modelo, ¿qué quieres?, está en su
ADN,bromea mi hermana.
El interesado regresa, le da la cubeta a su
colega y pasa detrás del mostrador.

- Entonces, güerita, ¿cómo te fue en


la entrevista? me lanza limpiando un vaso.
¡Joe me dijo que ya muy pronto nos ibas a
pagar unas vacaciones en la playa!
- No sólo no los voy a llevar de
vacaciones,sino que además, creo que
tendré que pedirles que me contraten.
- Estás soñando, aquí ya estamos
completos, responde Joe. Y además,
mereces un mejor trabajo que éste...
- Si te interesa, podría recomendarte,
proponegentilmente Jasper. Mi agente me
habló de un casting para unas fotos de
lencería. Tienes un cuerpo de diosa debajo
de ese traje de abuelita, ¿no?
- Sid, ¿quedarse con sólo un sostén
enfrente deunos desconocidos? ¡Pagaría por
ver eso! se burla la maldita de mi hermana.
- ¡No estoy tan tirada a la calle, Joe!
- Ah, ¿en serio? ¡Pruébalo, súper
niñera!
- Bueno, los clientes están empezando
a llegar,ya me voy, gruño bajando de mi
banco.

Estoy a punto de llegar a la puerta, lista


para salir del bar que se llena a toda
velocidad, cuando Joe me alcanza.

- Lo siento, sabes que te amo...


murmura en mioído.
- Sí. A veces tienes maneras muy
curiosas dedemostrarlo, pero lo sé.

Joséphine y yo somos como el día y la


noche. Nuestros rostros son idénticos, pero
es todo en lo que nos parecemos. El color
de nuestro cabello es la primera cosa que
nos diferencia, pero eso no es nada
comparado con nuestras personalidades. A
ella le queda de maravilla su apariencia
grunge – aunque femenino y estudiado. Yo
enarbolo una apariencia que pasa
desapercibida en cualquier situación, sin ser
llamativa. Ella está tatuada, yo no puedo ni
siquiera ver una aguja. Ella es instintiva,
imprevisible, yo prefiero utilizar mi cerebro
antes de actuar. A ella le gustan los
hombres, y siempre ha tenido éxito, pero se
cansa demasiado rápido antes de construir
nada. Yo desconfío de los hombres, pero
siempre termino por escoger al peor de
todos. Ella es habladora, le gusta la
confrontación, es valiente – demasiado
arrojada... – yo soy igual, pero en una
versión más edulcorada. Demasiado, según
ella. Mi gemela pasa mucho tiempo
diciéndome que estoy llena de cualidades,
que mi futuro ya está trazado, que tendría
que tener el mundo a mis pies, pero no sé
cómo aprovechar las oportunidades. Por
falta de confianza en mí misma. Por culpa
de mis demonios del pasado. Sin duda ella
tiene razón...

Digamos que no está equivocada del


todo...

Nuestro punto común: una tristeza


inmensa, que no nos abandona desde hace
cuatro meses. La desaparición de nuestra
madre, Hélène. Una hada de ojos risueños,
de sonrisa pícara que pasó su vida cuidando
a los demás. Su profesión de enfermera,
ella decía que era todo lo que sabía hacer. A
Joe y a mí no nos engañaba, sabíamos que
era mucho más que eso. Que a pesar de su
pequeña existencia modesta, nuestra madre
era un ser excepcional. La única persona en
el mundo que sabía conservar su sonrisa en
cualquier ocasión, incluso en los peores
momentos, incluso al borde de la muerte.
Ella quien nos educó sola, sin jamás
hacernos pagar por la cobardía de nuestro
padre. Ella de quien éramos la viva imagen
y que jamás trató de cambiar nuestra
esencia. Libre, fuerte, amorosa, Hélène
Merlin era todo para mí. El cáncer se la
llevó, no había cumplido los 50 años.

Nuestra llegada a una ciudad nueva,


bulliciosa, anestesiante, fue lo que motivó
nuestra llegada a Londres. Era eso o dejar
que la tristeza nos carcomiera... hasta
dejarnos en los huesos.

Tengo que confesar que dejar


abandonado a Mathias no lo lamenté.
Necesitaba un cambio que obtuve al
comprar un boleto de ida, y no de regreso.
El gran, el famoso, el desacreditado
Mathias Prevost. El hombre carismático y
manipulador que trató por todos los medios
de retenerme, pero de quien finalmente me
escapé. Después de seis años de relación
con un egoísta de primera, para quien sólo
la notoriedad y el dinero contaban, ya había
llegado el momento. ¿Un escritor que gana
una fortuna al exhibir, al ridiculizar, al
arruinar la vida de la gente? Eso debió
ponerme en alerta. Era débil, inocente, un
poco perdida y me dejé seducir por esta
vida de «la alta sociedad». Hoy, he
recobrado mi libertad y lo abandoné con
sus libros-escándalo, con su público de
entrometidos, con sus entrevistas
televisivas, con sus artículos injuriosos en
la prensa. De él, no quiero conservar nada.
***
6 h 58 . Mi teléfono vibra sobre la silla
que ocupo como buró, sacándome
bruscamente de mis sueños – en los que una
hechicera, con el rostro extrañamente
similar al de Imogen, me jalaba de los
cabellos a lo largo de un interminable
pasillo. Número privado. Trago saliva con
dificultad al levantarme de la cama.

¿Mathias? No, él no conoce mi nuevo


número. Imposible.

Algunos segundos más tarde, estoy al


borde de una crisis de pánico cuando mi
teléfono inteligente tan maltrecho vibra de
nuevo. Dos veces solamente. Mensaje de
voz. Contengo la respiración al colocarme
el aparato contra mi oreja...

- Señorita Merlin, Imogen Price le habla.


El señor Rochester desea conocerla en el
mismo lugar. A las 8 . Sea puntual y si no
es así no se tome la molestia de ir. A las 8 h
01 , llamaremos al siguiente candidato.

¡Qué idiota!... Por supuesto que no era


Mathias... ¿A las 8 en punto? ¡Acepto el
reto, señorita Marple!

Salgo disparada hacia el baño, me


tropiezo con el cable de la secadora – que
dejó conectada toda la noche mi querida
hermana – y lanzo una maldición lo
suficientemente fuerte como para
despertarla. O al menos para despertar a
una persona normal. Lo que quiere decir
que no a Joe. La señorita Marmota sigue
durmiendo una siesta cuando franqueo la
puerta, veinte minutos más tarde. Pantalón
negro y blusa rosa pálido, maquillaje ligero,
cola de caballo alaciada: sin ningún
esfuerzo superfluo, sólo el estricto
necesario.

7 h 29 . El clima era tormentoso anoche y


vi los charcos que cubren la calle, adivino
que el cielo se ha vaciado durante la noche.
Me alejo de Cleveland Way – esta calle en
la que comienzo a sentirme en casa – para
tomar una arteria aún más grande. El
tiempo con el que cuento para llegar es
ajustado, tendré que pagarme el lujo de un
taxi. Hasta Mayfair, previendo el tránsito,
el trayecto debería tomarme una buena
veintena de minutos. Lo que me deja sólo
cinco para poder detener un auto.

El barrio ya está en ebullición, el gran


mercado se instala, los rostros están
cansados pero los cuerpos se activan. Este
rincón de Londres no tiene muy buena
reputación, pero a Joe y a mí nos gustó
enseguida. Sólo nos encontramos a diez
minutos de Whitechapel, el barrio
predilecto de Jack el Destripador. Es eso lo
que sedujo a mi gemela, más que todo lo
demás – vayan ustedes a saber por qué... A
mí lo que me convenció fue la renta. Muy
abordable: un milagro en esta ciudad.
Enseguida me gustó el lado cosmopolita de
este «borough», todas estas lenguas
cantantes que se escuchan en cada cruce de
calles, todos esos artistas que cruzamos,
esos restaurantes exóticos que hacen viajar
a las papilas – sin hacer un hoyo en tu
presupuesto. Las galerías de arte que
exponen lienzos incomprensibles pero
cautivantes, las tiendas retro, las
antigüedades, los pintores callejeros. Este
barrio es la viva imagen de nuestras vidas
últimamente. Un desorden perpetuo pero
vivo, que uno aprende a amar con el
tiempo, incluso a nuestro pesar.

Perdida en mis pensamientos, no me doy


cuenta de que un taxi miró mi mano
levantada y se dirige hacia mí a gran
velocidad. No me da tiempo de retroceder,
circula sobre un charco oscuro que rompe a
lo largo de la cuneta. Me encuentro
empapada, de los pies a la cabeza. Mi blusa
rosa se ha vuelto... grisácea.

¡No tengo el tiempo de regresar a mi


casa y cambiármela!

Salto dentro del «black cab»


mordiéndome las mejillas para no gritar mi
enojo, el chofer irritable me lanza una
mirada por el retrovisor y se disculpa entre
dientes. Luego me pide tener cuidado y no
mojar el asiento. Aprieto los puños, me
contengo para no destriparlo – Jack,
¿podrías ayudarme? – y le arrojo la
dirección berreando.

7 h 58 . Llamo a la puerta del número 30


de St. George Street, un poco febril pero
orgullosa por mi puntualidad – que no de
mi apariencia de rata empapada. No tengo
el tiempo para maravillarme una vez más
con la fachada blanca inmaculada y sus
ventanales adelantados. Sólo sonrío
educadamente e ignoro la tela que se pega a
mi piel.

La gran puerta rechina ligeramente al


abrirse. Espero encontrarme frente a
Imogen – grabado de moda de la tercera
edad – pero es un hombre quien aparece.
Un hombre de una virilidad y de un
magnetismo tan impresionantes que hacen
que olvide mi lengua materna. «¡Good
Lord!» - ¡Dios mío! – sale de mi boca,
remplazando el tradicional «Good
morning». Sus pupilas negras me miran
fijamente sin desvío, luego sus ojos me
barren rápidamente de la cabeza a los pies.
Repentinamente sacude la cabeza, luego me
invita a entrar. Hasta este momento no ha
pronunciado ni una sola palabra.

¿«Good Lord»? ¡Qué estúp...!

Sigo al señor Rochester hasta el gran


salón, suntuoso e intimidante – como su
propietario – y admiro la vista directa hacia
el jardín exuberante y podado con una
precisión milimétrica. El hombre con unos
hombros colosales se voltea hacia mí y me
indica con la mano que me siente sobre el
sofá Chesterfield de cuero café. Lo hago,
sin lograr dejar de mirarlo. Debe tener unos
treinta años. Su traje de marca azul marino
hace resaltar lo rubio cenizo de sus
cabellos. Éstos son cortos, peinados de
forma descuidada. Continúo mi inspección
mientras él se hunde en la lectura de mi CV.
Sus ojos son oscuros, penetrantes y vivos,
rodeados por largas pestañas que le dan un
poco de dulzura a su mirada. Su nariz es
fina, apenas aguileña, su mandíbula
cuadrada, sus labios carnosos, una barba de
tres días cubre su mentón, acabando con
esto de desdibujar mi fantasía hecha
hombre.

En toda mi vida, jamás había conocido a


un hombre así. Que emanara tanta fuerza,
tanta seguridad. Tiene algo de animal. Una
pequeña cicatriz traza una línea blanca en el
borde de su ojo izquierdo. Muero de ganas
por tocarla, con la punta de mis dedos.
Trato de fijar mi atención en otra cosa. Sus
manos. Inmensas, en tensión, con la piel
ligeramente bronceada. En un destello de
locura, las veo sobre mí. Recorriendo mi
piel. Acariciando mi nuca. Mi vientre. Mi...

- Tiene poca experiencia, pero


Imogen me dijoque usted no se había
dejado desmoronar en su encuentro con
Birdie.
Su voz grave viene de atravesar los aires,
de golpear los muros, de resonar en mí... en
lo más profundo. Sólo me faltaba eso.
Parpadeo estúpidamente, cruzo las piernas
para fingir serenidad.

Compórtate, Sid.

- Usted está aquí en mi casa, retoma


llevando suatención sobre la hoja que ahora
está puesta sobre la mesa de centro
laqueada. Emmett Rochester.
Su tono no se dulcifica, sigue glacial.
Estoy completamente desestabilizada.
Como una adolescente excitada, volteo los
ojos cada vez que nuestras miradas se
cruzan. Para él esto debe representar
debilidad de mi parte.

- Crio a mi hija solo y cuando mi vida


profesional me obliga a abandonarla,
espero que esté entre las mejores manos.
No busco a una persona sobre calificada,
una nana que haya atravesado el mundo
para cuidar a pequeñas cabezas coronadas.
Busco una persona responsable, que tenga
valores, que sea realista y que se preocupe
por que Birdie crezca lo más normalmente
posible. Beneficiarse con un tren de vida
privilegiado no es siempre una bendición
para un niño. Espero contratar a una
persona que sepa prodigarle amor, pero
también toda clase de atenciones que le
permitirán florecer, como todas las niñas de
su edad.
- Ya veo, digo con una voz tímida.
- ¿Ya entró en contacto con un niño
que hayaperdido a su madre? pregunta de
repente, hundiendo sus ojos negros en mi
azul petrificado.

«¿Perdido a su madre?» ¿No está


divorciado? ¿Es... viudo?

- No... confieso sosteniendo su


mirada. Pero yomisma he vivido esa
situación.

¿Porqué me siento obligada a exponer


mis propios problemas?

Se hace el silencio, nuestros ojos


permanecen unidos, atravesados por una
nueva intensidad.

- ¿Piensa quedarse mucho tiempo en


Londres,señorita Merlin? ¿No piensa
regresar a París en un arranque? Mi hija
necesita estabilidad, me pregunta de
repente, levantándose las mangas.

¿Es realmente necesario este sex-


appeal? Como si necesitara algo
parecido...

- Estoy muy bien en Londres y pienso


quedarme.
- ¿Seis meses, un año, cinco años...?
insiste, unpoco molesto por mi respuesta
evasiva. - Diez años. Mínimo.

Eso parece convenirle. Sus pupilas


insondables se pasean por mi rostro y
comienzan a bajar. Mi blusa – ¡ay...! – mi
pantalón estrecho y mis sandalias negras
con tacón.

- ¿Usted misma se ha convencido de


que antes
de ir a una entrevista de trabajo era una
buena idea participar en un concurso de
playeras mojadas? dice con una voz menos
severa, pero sin esbozar la más mínima
sonrisa.
- ¡No! Llovió esta noche... El taxi...
Yo...
- ¿Siempre responde sin reflexionar?
- No lo sé. ¿Y usted se divierte
frecuentementeincomodando a sus futuros
empleados?

Ser respetuosa, sí. Dejarse insultar, no.

- ¿«Futuros empleados»? Está usted


muy segurade sí misma... Y el anuncio era
claro. No para personas susceptibles.
- No lo soy.
- Bien. Entonces puedo enunciarle las
reglas sintemor a ofenderla, dice al
levantarse.
- Lo escucho.
- ¿No las piensa anotar?
- No pensé que necesitara...
- Primer cajón, me interrumpe
señalando la cómoda que está a mi derecha.
Sírvase.
Me apodero de un pequeño cuaderno
nuevo y de una pluma negra. Nuestras
miradas se cruzan de nuevo, la suya parece
más relajada. Contengo un suspiro
estudiando su silueta de perfil. Empieza:

- Si usted es contratada para este


puesto, dormirá aquí cuatro noches por
semana. Sábado y domingo serán sus días
de descanso.
- ¿Dormir... aquí? balbuceo
torpemente.
- Sí. Usted tendrá su intimidad, todo
el últimopiso se reservará para su uso. Pero
es un trabajo que requiere una atención
constante y una disponibilidad de
veinticuatro horas sobre veinticuatro. Un
niño no deja de vivir al caer la noche, usted
sabe... No existe un botón de apagado.

Una micro sonrisa se dibuja en sus


labios, luego desaparece antes de que tenga
el tiempo para admirarla.

- Entiendo, indico dibujando


vagamente su cara
en una esquina de la hoja.
- De igual manera deberá estar usted
lista paracambiar de residencia tan seguido
como sea necesario. Nunca dejo a mi hija
más de dos días.
- Lo he anotado. Viajar, no es para mí
realmenteun problema.
- Usted nunca ha viajado con mi
hija... comentasonriendo – definitivamente,
esta vez.

Sus dientes están perfectamente


alineados y son de una blancura
irreprochable – su dentista debe contarlo
como uno de sus clientes más asiduos. Pero
a pesar de que su sonrisa hace que me suba
el color a las mejillas, es burlona... y
efímera. Regla siguiente.

- Nadie tendrá el derecho de poner un


pie enesta casa. Sin excepción. No novio,
no miembro de la familia, no mejor amiga,
no animal doméstico:
nadie.
- Ok.
- Ahora, sobre el uniforme...
- ¿El uni qué? repito con una voz
aguda.
- Ni siquiera piense en decirme que
ya no estamos en el siglo XVIII, que es
sexista, degradante o cualquier otra cosa.
Es una de mis condiciones y ésta no
cambiará.
- Lo escucho... digo, desconfiada.
- Sólo una vestimenta sobria,
distinguida, que ledará un ejemplo a Birdie.
Sin manchas de lodo, no es necesario
decirlo, agrega con un aire superior... e
insolente. Nada de vulgaridades, nada de
accesorios inapropiados. Blanco en la parte
superior, negro en la inferior. Lo que usted
quiera. Ciertos elementos podrán
evidentemente variar: falda o pantalón, por
ejemplo. Pero toda su ropa tendrá que ser
aprobada por Imogen durante su periodo de
prueba.
- Mmm... asiento con la cabeza
continuando conmi dibujo – que es la única
forma que encontré para no comérmelo
ultrajosamente con la mirada.

Una cosa es segura: es más agradable


verlo que escucharlo... Aunque... Esa voz...

- ¿Me está usted escuchando? me


interroga derepente sentándose de nuevo.
No parece ser una persona muy
concentrada...
- Lo estoy. Disponibilidad total,
desplazamientos, cero invitados, uniforme.
¿Qué más? recito con la voz de la alumna
más aplicada de la clase.
- Hubiera tenido que agregar en el
anuncio «personas insolentes abstenerse»...
gruñe tratando de contener una sonrisa.
- A pesar de eso me hubiera
postulado, murmuro.

Él se instala más cómodamente sobre su


sillón de cuero, pone indolentemente el
tobillo derecho sobre su rodilla izquierda y
extiende los brazos detrás de él.

Si está tratando de seducirme, lo ha


conseguido...

¡Ignóralo! ¡Mira tu hoja, ninfómana!

- Siguiente regla, enuncia después de


haberse aclarado la garganta. Que va junto
a la del uniforme. No quiero ningún
piercing notorio, tatuaje, maquillaje
demasiado vistoso, joyas brillosas o
peinados fantasiosos. Un chongo es lo más
recomendado. Digamos obligatorio.
- ¿Bromea?
- ¿Parece que lo hago? replica sin
pestañear.
- Usted de hecho está buscando una
monja. Tendría que haberle hablado a un
convento, no a mí.
- No, busco una chica para quien la
educaciónde mi hija sea más importante
que su vanidad o sus gustos personales.
Aparte de su barniz de uñas rojo y el
incidente que hizo que llegara empapada,
no tengo nada que reprocharle. No en ese
sentido en todo caso.
- No sé cómo tomar lo que acaba de
decir... mascullo.
- ¿Puedo continuar o su ego ya no lo
soporta? sedivierte.
- Adelante...
- No fumar y no beber en sus horas de
trabajo.Es decir, en toda la semana. Y evite
los abusos durante los fines de semana,
también. Tendrá que estar usted al cien por
ciento a su regreso al trabajo cada lunes.

Confesarme todas las noches también,


¿es obligatorio?

- Anotado, me obligo a responder.


- Soy exigente, no cabe la menor
duda. Y no toleraré una sola falta de
conducta. Como compensación, disfrutará
usted de un salario más que consecuente y
de una comodidad óptima.
- ¿Consecuente? insisto.
- 1500 libras a la semana.

Es decir alrededor de 1800 euros. ¿Por


semana?

- Muy bien... resoplo evitando saltar


al techo.

Pasa suavemente la palma de su mano


sobre su barba naciente, luego se
levanta. Lo imito, deslizando el
cuaderno en mi bolso. Nos miramos
fijamente durante algunos segundos, mis
ojos claros se pierden en los suyos, más
oscuros. Este negro... No es sólo una
cuestión de color. Sus ojos son... fríos.
Los vi iluminarse una o dos veces
durante nuestra entrevista, pero de
manera casi imperceptible. Este hombre
ha sufrido, de eso no hay duda. Trae
consigo los estigmas de un mal que lo
carcome. Él del duelo.

¿Es realmente una buena idea este


trabajo? Vine aquí para combatir a mis
demonios, no para despertarlos...

- ¿Cuándo piensa tomar su decisión


final? pregunto de repente, impaciente por
respirar el aire libre y perfumado de las
calles de Mayfair.
- Ya la he tomado. Usted empieza
mañana a las7 de la mañana.
- ¡¿Y porqué yo?! exclamo
torpemente con losojos abiertos
desorbitadamente.
- ¿Y porqué no usted...? resopla entre
dientes.Además su acento es encantador.
Estoy impaciente por escucharlo todos los
días.

Guapísimo, autoritario y sarcástico.


Vamos mejorando, señor Rochester.

Una nueva sonrisa se dibuja en su cara.


Esta vez, tengo el tiempo de verla – de
imprimirla en mi memoria – antes de que el
gigante rubio reencuentre su máscara
glacial y gire sus talones diciendo: «Ya
conoce la salida, señorita Merlin...
»
2. Bisutería de
gelatina

- ¿Y cuándo empiezas, Sid? pregunta


Jasper, sentado a mis pies, con la boca llena
de hot dogs con mostaza inglesa.
- Mañana al amanecer. En realidad, es
mi díade prueba. Si sobrevivo a los
caprichos de la princesa Birdie, ya
regresaré el lunes… con todas mis cosas.
- No puedo creer que me vayas a
hacer esto…suspira Joe, indignada, desde la
barandilla del balcón.

Le ofrezco un Belhaven de frutas rojas,


acompañada de mi más irresistible mueca
avergonzada, ella se apodera de la cerveza
pero no se deja enternecer.

- Estaré aquí todos los fines de


semana… murmuro desde la hamaca en la
que me mezo. - Sí, más te vale.

Mi hermana y yo llegamos a Londres


para llevar una nueva vida… juntas.
Comprendo su contrariedad, pero Joe
también tiene que darse cuenta de que lo
hago por nosotras. Para poder sobrevivir en
esta ciudad en donde todo cuesta un ojo de
la cara. O dos.

Ella lleva la botella a sus labios, bebe un


sorbo azucarado, revelando de paso algunos
centímetros de la piel de su vientre plano.
El sol ya va a ponerse pero la temperatura
permanece sorprendentemente calurosa. Al
regresar de la entrevista lunar de esta
mañana, cambié mi vestimenta de monja
por un short de algodón y una playera
escotada. Una jornada agotadora me
esperaba: sesión de bronceado sobre el
balcón que mira hacia el sur.

- Sin embargo, trabajar para


Rochester, no escualquier cosa… dice de
repente Jasper, después de un largo
silencio.
-¿Qué tiene de especial? Es
multimillonario, punto final. No hay porqué
extasiarse, replica mi gemela.
- ¿Bromeas? Fundó una decena de
revistas, ¡sólo se habla de él en estos
últimos meses! Ese tipo no es solamente
financiero – un tiburón, con más exactitud
– también fundó un montón de asociaciones
caritativas. Para los desprotegidos, los
huérfanos, las madres adolescentes, gente
quemada y no sé qué cosas más. Ese tipo,
¡aparte de ser inteligente tiene un buen
corazón!
- Y una cara de infarto… murmuro.
- ¡Ah, no! exclama mi doble maléfica.
Ya te dejaste manipular por un imbécil
obsesionado por el dinero y el poder, ¡no
vas a volver a eso!
- ¡Ya no sigas con eso! ¡Comparas a
dos personas que no tienen nada que ver!
replico fusilándola con la mirada. Mathias y
Emmett no tienen nada en común.
- ¿Emmett? ¿Ya lo llamas por su
nombre?
- Déjame en paz, Joe. ¿Puedes
alegrarte por míen lugar de tratar de
protegerme todo el tiempo? Contrariamente
a ti, yo no he hecho nada de mi vida. Nada
alocado, en todo caso. Fui una alumna
modelo, una estudiante ejemplar, una novia
fiel, dócil, ¡una chica extremadamente
aburrida! Mientras que tú, tú te ibas de
juerga en cualquier lugar cercano… o del
mundo. Déjame al menos tener esto. Una
experiencia diferente. ¡Que por lo menos
me dará la impresión de haber vivido algo!
- Lo siento… resopla jugando con
una de mismechas rubias. Sólo cuídate,
¿ok? ¡Y tráenos un gran fajo de dinero, para
que podamos darnos por fin la gran vida!
ríe repentinamente, imitada por Jasper.

***

Medianoche. Esta maldita cama rechina


con cada uno de mis movimientos. Doy
vueltas y vueltas desde hace ya una
cantidad incalculable de minutos. Mi
despertador está programado para las 5 h 45
, entre más se acerca esa hora menos mis
ojos aceptan colaborar. Se abren a pesar de
mis protestas mentales y miran fijamente el
techo, como si eso fuera a serme de alguna
utilidad. Tengo calor. Tengo sed. Me
levanto, arrastro mis pies hasta la cocina,
me sirvo un gran vaso de agua fresca – que
apesta a cloro – lo vacío de un solo golpe y
regreso a mi recámara. Apenas me extiendo
sobre las sábanas, mi cuerpo vuelve a hacer
de las suyas. Ganas apremiantes de ir al
baño. Yo misma lo he buscado, con el
medio litro de agua que acabo de tomar.

¡¿Ya voy a acabar pronto, con esta


fiesta?!

Regreso a lo mismo del principio. Mis


ojos miran fijamente el techo, pero esta vez
un poco más a la izquierda. No hay ni un
solo ruido. Estoy sola en el departamento:
Joe y Jasper salieron. Por la hora, están
seguramente en su tercer trago. Los
envidio. Maldito trabajo.
Emmett Rochester… ¿Quién eres en
realidad?

Y esto es lo que necesitaba. Más que


contar borregos, voy a enumerar todas las
cosas que hacen que este hombre sea a la
vez el peor de los «control freaks», pero
también la más peligrosa de las tentaciones.
Y pondero mis palabras…

***

Mi estrategia funcionó: finalmente


terminé en los brazos de Morfeo. Y ahora
los extraño amargamente – esos brazos
suaves y mullidos – cuando el bip incesante
de mi despertador resuena – opción «para
romper tímpanos». No tengo el tiempo de
maldecir a esta máquina de plástico, salgo
disparada hacia la ducha. Hirviente.

7 h 01 – sí, bueno, nadie es perfecto.


Vestida con una blusa blanca y con un
pantalón de lino negro, con mi chongo
atornillado a la cabeza, toco a la puerta de
la townhouse, lista para dar una buena
primera impresión. Es eso o el trabajo más
lucrativo del universo se me irá de las
manos. La puerta se abre, dejando aparecer
el rostro estirado de Imogen. Me regala un
rápido «Good morning», luego sus ojos me
barren de arriba a abajo, sin expresar
absolutamente nada.

- Entre señorita Merlin, se decide por


fin. Elseñor Rochester la espera en su
oficina, última puerta a la derecha, después
de la biblioteca.
- ¿Mi vestimenta le parece
conveniente? le pregunto mientras ella ya
me ha dado la espalda.
- Usted no habría cruzado por esa
puerta, si eseno fuera el caso, dice
fríamente alejándose.

Vieja cacatúa desabrida…

Me dirijo a la famosa oficina, paseando


mis ojos por aquí y por allá, de nuevo bajo
el encanto de este lugar casi sagrado. Todo
es de un refinamiento tal, que todo parece
tener historia, una razón de ser. Recorro los
inmensos muros de elegantes molduras y
caigo varias veces sobre el mismo rostro,
rodeado de marcos suntuosos. Una hermosa
mujer de bucles pelirrojos, de cuerpo
menudo y una sonrisa emotiva.
Probablemente la madre de Birdie…

- ¡No tengo todo el día, señorita


Merlin!

La voz ronca me sobresalta, mi bolso de


mano cae al suelo. Lo recojo torpemente,
después de dos intentos, luego corro hasta
la entrada de la oficina, a algunos metros de
donde me encuentro. La belleza de este
hombre me invade, de nuevo. Con su
cuerpo masivo aprisionado en un traje
negro, el señor Rochester está sentado
detrás de una imponente mesa de trabajo en
madera oscura. Este mueble parece tener
cien años. Pero quien está detrás no parece
estar de humor para platicar sobre ese tema.

- La rapidez parece no ser una de sus


cualidades, gruñe haciéndome una seña
para que me siente enfrente de él.
- Lo siento, creo que esta casa me ha
embrujado…
- Las historias de magia, de brujas y
de hadas,resérvelas para Birdie, se lo ruego,
me echa en cara con el ceño fruncido.
- Lo sien…
- ¡Deje de disculparse y tome este
contrato! Éste estipula todas las
condiciones del puesto, su remuneración y
contiene una cláusula de confidencialidad.
No quiero que la ciudad entera sepa todo
acerca de mi vida, ¿entendido?

Lo miro fijamente con un aire aturdido,


dudo en si reírme en sus narices o hacerle
comer su fina corbata – salpicada de
arrogancia.

- ¿Qué es lo que espera? Léalo. Sabe


leer, ¿noes cierto? Vi que tuvo muchos años
de estudios. En psicología y sociología, ¿es
así?
- Sí.
- ¿Porqué entonces quiere convertirse
en una niñera? ¿Sus diplomas no le
abrieron las puertas?
- No terminé todos mis estudios. Tuve
que detenerme a la mitad. Por… mi madre,
digo fríamente, conteniéndome para no
lanzarle su pisapapeles a la cara.

Su mirada cambia, durante un instante


minúsculo. Un brillo de compasión
atraviesa sus pupilas negras, su boca pierde
su crispación, luego el señor insoportable-
de-primera vuelve a la carga.

- Imogen va a capacitarla hoy. Ella no


está en sumejor forma así que no la deje
hacer todo el trabajo… Sea atenta, reactiva
y no trate de improvisar. Mi hija está
acostumbrada a una rutina, respétela. -
Entiendo.

A esta palabra le costó trabajo salir.


Tenía muchas otras en la cabeza, pero de
haberlas pronunciado me hubieran corrido
inmediatamente.
- Lléveselo, me lo entregará firmado
al final deeste día de prueba. En fin, si todo
sale como esperamos, se impacienta
Rochester inclinándose para empujar el
documento en mi dirección.
- Muy bien. Esperemos que esto sólo
sea el inicio de una bella y armoniosa
colaboración… digo, irónica.
- En su lugar, evitaría hacerme
demasiadas ilusiones, murmura hundiendo
sus ojos en los míos, luego los pasea por
todo mi rostro.

Hasta mi boca. La estudia algunos


segundos – el tiempo se detiene, la sangre
hierve en mis venas, él tampoco parece
indiferente – luego me indica que salga
pasando su mano por su barba naciente. La
conexión se rompe pero mi corazón
continúa latiendo a mil por hora. ¿Porqué
tenía que toparme con mi fantasía hecha
carne, músculos y huesos? Salgo de ahí y
casi me golpeo con la arista del muro.
Detrás de mí, un suspiro.

¡¿Cuál es su problema?!

Al tomar las escaleras que llevan al


primer piso, me cruzo con Connor por
primera vez. El gran hombre calvo me
aprieta gentilmente la mano, indicándome
su nombre y su función en esta casa.
Hombre mil usos, hombre de confianza,
guardia secreto de la townhouse. El
mayordomo debe tener unos cincuenta
años. Con sus ojos claros, sus orejas
despegadas del cráneo y su cuerpo fino –
casi flaco – emana una dulzura y una
bondad poco comunes. Después de esta
rápida pero encantadora presentación, va a
recibir al jardinero que llama a la puerta,
pero se detiene a medio camino, abajo de
los escalones. Se voltea y me dirige un
«Good luck, miss» de lo más benévolo. Lo
que me trae de vuelta a la realidad:
¡primero es la operación Birdie!

En los brazos de la señora Price, la


chiquilla cachetona que apenas ha
despertado me recibe con unos aullidos
agudos. No de los que traicionan una
alegría repentina, sino de los que significan:
«¡Sal de mi casa o haré que tu vida sea un
infierno! » Recuerda Sid, firmaste para
esto… O al menos, te estás preparando
para hacerlo. ¿Firmarás o no firmarás?

- Birdie se despierta entre las 7 y las


7 h 30 ,todas las mañanas, me explica
Imogen, entre dos gritos. Eso le permite al
señor Rochester verla rápidamente antes de
irse a su oficina, alrededor de las 8 horas.
- ¿A ella no le gustan las mañanas o
es sólo amí? pregunto agitando una muñeca
enfrente de la pequeña.
- Ella no la conoce, señorita Merlin,
gesticulala vieja niñera. Birdie no es una
niña fácil, jamás lo ha sido, a usted le toca
hacer que la acepte.

Pone al monstruo sobre la alfombra,


enciende un iPod conectado a unas bocinas
y una canción infantil resuena atenuando un
poco los llantos.

- Creía poder cuidarla un poco más de


tiempo,continúa en voz baja. Mi
enfermedad me lo impide. Si usted obtiene
el puesto, tendrá que curtirse. Ella le hará la
vida de cuadritos, por lo menos al principio.
No ceder a los berrinches: ese será su
objetivo. Trabajar con niños requiere una
buena dosis de paciencia y de astucia.
Espero no
haberme equivocado con usted…
- ¿A qué se refiere? Estoy aquí
gracias a… ¿usted?
- Sí. Insistí para que le dieran una
oportunidad,para que el señor Rochester la
conociera. A pesar de su falta de
experiencia, me pareció esforzada y
determinada. Y además estudió psicología
infantil. Eso debería serle útil con Birdie.
Crecer sin madre, es de una crueldad sin
nombre, susurra antes de inclinarse hacia la
pelirroja. ¿Nos vamos, tesoro?
- ¡No bonita! Exclama la pequeña
señalándomecon el dedo.
- Ya la cambié, ya que le tomó
demasiado tiempo hacerlo, precisa Imogen,
con su fina boca. Por el contrario, es usted
quien tiene que darle su desayuno.
Y el maratón de catástrofes comienza.

La hora del gluglú. Traducción: del


desayuno. Birdie golpea sobre el pupitre de
su silla alta, trata de despertar a todo el
barrio golpeando con los pies, mientras que
mi mano tiembla al administrarle su
biberón. Mi coach cascarrabias espía cada
uno de mis movimientos, emitiendo un
pequeño chasquido con su lengua –
insoportable – cada vez que cometo un
error. El bebé-glotón se toma un cuarto de
litro de leche en menos de cinco minutos,
luego ataca al puré de frutas con los dedos.
Hago lo que puedo para evitar que se la
embarre por toda la cara, pero grita cada
vez que la toco. Ahora el pequeño bol de
avena. El cocido pastoso vuela a las cuatro
esquinas de la pieza.
¿De verdad son azúcares lentos? No
estoy segura de que los necesite…

La hora de vestirla. Dirección la cómoda,


en la pequeña pieza contigua a su recámara.
Mientras que selecciono tres vestimentas –
pensando en complacerla – el pequeño
bicho se divierte vaciando los cajones de su
hermosa cómoda en madera pulida.
Calzoncitos de corazones y calcetines de
flores cubren el suelo cuando me volteo.
Aprieto los dientes, bajo la mirada agria de
Imogen. Birdie, se carcajea viéndome
recoger este inmenso desorden.

Queda escoger entre el vestido rayado


con cuello marino, el rosa de cuello
redondo o el jumper rojo. Los ojos de
canica café de Birdie se posan sobre cada
elemento que le presento, luego sobre el
resto de la cómoda. Ella extiende el dedo en
dirección de la fila que está por encima: los
suéteres de invierno. Le explico
gentilmente que hace demasiado calor para
ponerse algo de lana, ella me mira,
escandalizada, como si acabara de insultar a
su muñeco de peluche «Bunny Boo».
Luego su boca se entreabre y el sonido
aumenta, hasta alcanzar notas
inimaginables. Berrinche número uno.
Durante este tiempo, la señora Price
gesticula ligeramente, cruza las manos
sobre su pecho y me observa, detrás de sus
lentes de media luna.

La hora del paseo. Todo es una cuestión


de negociación. Ésta tomó cerca de veinte
minutos, pero finalmente conseguí que
Birdie saltara a su carriola y que se quedara
en ella a todo lo largo del trayecto. Imogen
nos llevó hasta el jardín más cercano y
durante esos diez minutos de caminata, la
pequeña logró desatarse seis veces. Lo que
me valió, por supuesto, nuevas sugerencias
desagradables de parte de mi vigilante. «La
seguridad ante todo». Como si no lo
supiera.

Ya me está hartando, Mary Poppins…

La bandeja de arena: un invento del


diablo. ¿Quién pudo imaginar un juego tan
estúpido? ¿Un terreno de aventuras, de
creatividad, ideal para los niños? ¡Bromeas!
Mi pequeña protegida tiene la excelente
idea de llenarse la boca de arena, los ojos,
luego lanzármela a puñados a la cara
cuando me acerco hacia ella para auxiliarla.
El tobogán, ahora. Me gano unas benditas
patadas al ayudarla a trepar por la escalera,
luego me gano unos gritos cuando se da
cuenta de que tendrá que hacer cola y
esperar su turno. Berrinche número dos. A
Birdie Rochester no le gusta esperar. A
Birdie Rochester no le gusta compartir.
Birdie Rochester va a hacérmela pasar muy
mal.

La hora del miam-miam. Traducción: la


comida. La siesta se acerca, estoy tentada a
dar saltos de alegría, pero reservo mi gozo
para más tarde. Antes de este descanso
ampliamente merecido, habrá que nutrir a
la bestia. En el menú, este mediodía: jamón,
puré verde, rebanada de cheddar y yogurt
de vainilla. Imogen se sienta al otro
extremo de la cocina y observa la escena de
lejos, tomándose una infusión. Le doy vida
a mi cuchara, haciendo el avión, el
puentecito, el osito, la paloma… Nada surte
efecto. Berrinche número tres. «Angry
Bird» sólo sabe decir que no, me jala los
cabellos, llora, escupe restos de comida,
traga al revés. Hasta que mi blusa blanca
queda constelada con pequeñas manchas
verdosas. El cheddar pasa sin problemas.
En cuanto al yogurt, me rindo y dejo a la
pequeña hundir alegremente su mano
entera.

Roma no se hizo en un día…

La hora de la siesta. No necesita


traducción. A Birdie no le gustan muchas
cosas, no necesita demostrarlo ya, pero si
hay algo que le gusta menos que el resto…
es la siesta. Berrinche número cuatro.
Después de haber juntado todos sus
peluches, cantado una canción de cuna en
inglés, en francés, leído una docena de
páginas de la enciclopedia de los pájaros,
accionado su móvil, todavía podía ver el
fondo de su glotis. Y escuchar mis oídos
silbar, después de haber sido tan agredidos.
El monstruo se durmió alrededor de las 14
horas. Mi estómago amenazaba con
abandonar mis talones.
La hora de la merienda. Estas dos horas
de descanso me han hecho tanto bien.
Corrección: me hubieran hecho mucho bien
si Imogen no hubiera aprovechado para
hacerme pasar un nuevo interrogatorio –
sobre mi vida privada – seguido por un
cuestionario – para verificar mis
conocimientos sobre los 2 -4 años. Su
veredicto: «apenas aceptable». Tengo un
destello de esperanza cuando Birdie me
mira con una cara golosa, mientras me
acerco a ella con dos pequeños pedazos de
queso y un plátano. Que, diez minutos más
tarde, termina pelado, aplastado y
embarrado por todas partes. La mayor parte
en mi cuello.
La hora de juego al aire libre. Dirección
el jardín, pasando por la terraza que recorre
el gran salón. No había todavía puesto mis
pies ahí. Es difícil creer que estamos en
pleno centro de Londres. Frente a mí se
extiende un césped recientemente podado y
adornado con macizos de flores, de cerca de
quinientos metros cuadrados. A mi derecha,
una mini plaza fue colocada para la
felicidad de la pequeña mocosa mimada.
Ella se lanza, quitándose sus zapatos en el
camino. Le pido amablemente que se los
ponga, no quiere. De manera más
autoritaria, aúlla. Insisto otra vez, rueda por
el suelo. Berrinche número cinco.

Una hora más tarde, mi blusa está ahora


coloreada – arena, puré verde, plátano
aplastado, jugo de uva, tierra fresca.
Gracias a Dios, la hora del baño por fin
llegó. Aunque… Después de amplias
negociaciones, finalmente obtuve el
derecho de entrar a la ducha personal de la
mini Miss Mundo. Ajustar la temperatura
del agua me tomó demasiado tiempo, sin
habla de la selección de los juguetes que
tenían que flotar. Berrinche número seis.

El momento tan esperado de la cena. En


pocos momentos Birdie tendrá que
acostarse. Mi día de prueba habrá
terminado. Quién sabe lo que vaya a
ocurrir… Pero por la hora que es, tengo que
administrar la nueva crisis que se prepara.
El berrinche número siete. Dicho de otra
manera, la sopa de letras con zanahorias
que la pequeña plaga se niega a comer.
Diciéndome cualquier clase de nombre. Su
vocabulario es ciertamente muy limitado,
pero aun así logra volverme loca. Un
diluvio de «vieja fea», «mala», «inútil»,
«lárgate», «pedazo de caca» y otras cosas.

Sólo queda hacerle tragar su gelatina.


Esta gelatina temblorosa rosa fluorescente,
que, personalmente, me da náuseas de sólo
verla. Por primera vez, no tenemos que
luchar... La pelirroja se la mete
completamente a la boca, antes de toserla
justo en el momento en el que me inclino
hacia adelante para recoger las pastas
tiradas al suelo. Resultado: mis cabellos
rubios están ahora cubiertos por una capa
pegajosa de tonos rosa anaranjados. Birdie
suelta una carcajada, luego me regala su
más bella sonrisa del día. Exhausta
emocionalmente, dudo un segundo en si
deshacerme en lágrimas, pero termino por
unirme a su risa. Primer momento de
complicidad. Parada en la puerta de la
cocina, Imogen sonríe.

La hora de acostarse pasa


extraordinariamente bien. La ex nodriza y
yo compartimos la lectura, luego la bella
inglesa canturrea algunas frases en
dirección a la pequeña rizada… ya
dormida. Abandonamos la recámara
sigilosamente, suspirando al unísono.

- Trabajó usted muy bien, susurra.


Ocúpese delcontrato y llegue temprano el
lunes por la mañana.
- Usted quiere decir que…
- Sí, continúa. Ya pasó esta prueba.
Birdie hizomás destrozos con los
candidatos anteriores.
- ¿La veré a usted el lunes?
- No, pero pasaré de vez en cuando,
de improvisto, cuando mi tratamiento me lo
permita. Extrañaré a Birdie… confiesa
tristemente antes de cruzar mi mirada y de
reponerse. ¡Oficina! ¡Contrato! Y haría muy
bien si hiciera algo con su cabello…
Le sonrío por última vez y voy en
dirección de la escalera. Bajo rápidamente,
encuentro mi bolso en la entrada, saco el
contrato, lo firmo sin pensar – para no darle
ninguna oportunidad a la duda – y voy
enseguida a dejarlo a la oficina del señor
Rochester.

La manera en la que me miró esta


mañana… Esos ojos negros… esa
mandíbula en tensión…

Una gota de gelatina cae sobre mi


hombro y me saca de mi ensoñación. Me
dirijo al baño más cercano y me miro en el
espejo. ¡Qué horror! Deshago mi chongo
rápidamente, paso mi greña rubia bajo el
chorro de agua, lo escurro con la ayuda de
mis manos, luego trato de sacar algunas
manchas de mi blusa. Es inútil. Parezco de
nuevo una rata mojada. O una pintura
abstracta. Muy abstracta.

***

Estoy a punto de abandonar la


townhouse cuando el dueño del lugar hace
su entrada, acompañado de una hermosa
mujer con una expresión pérfida. Los ojos
de Rochester se posan en mí mientras
atraviesa la puerta. Mi estómago se contrae,
un calor irradia en mi bajo vientre…
Emanar tanto magnetismo, tanta
sensualidad, debería ser ilegal.

- Señorita Merlin, dice con una voz


grave. Veoque sobrevivió…
- Apenas, digo torpemente, sintiendo
que mi corazón se acelera.
- Emmett, ¿no nos presentas? gruñe
su invitada,con una voz lenta y amanerada.

Una de esas aristócratas que miran a la


gente del pueblo por encima del hombro,
seguro…

- Camilla Bradford, Sidonie Merlin.


La nuevanana de Birdie.
- Encantada, Sydney, sonríe
falsamente extendiéndome la mano,
como si yo fuera a besarla.
- Sidonie, corrijo sin dejarme
intimidar.
- ¿No olvidó firmar el contrato? me
pregunta Rochester al deshacerse su
corbata.

Sexy man…
- No, está sobre su escritorio, digo
bajando losojos.

Trato de huir acercándome a la puerta,


pero él me obstruye el camino.
Perfectamente inmóvil, dominándome con
toda su altura, me observa sin el menor
recato, sus ojos se pasean de nuevo sobre
mi rostro, como esta mañana. Mientras que
la Estirada Real me mira de pies a cabeza,
conteniendo una carcajada.

- Me tengo que ir, murmuro.

La mirada del coloso rubio se cierra de


nuevo, sus rasgos se vuelve fríos, sus ojos
glaciales. Se aparta con dos pasos, sólo lo
necesario para dejarme pasar. Me lanzo
hacia adelante, sin pensar. Franqueando la
puerta, escucho a Camilla decirme:
- ¡Espero que conozca una buena
tintorería, Sylvie! ¡Y un peinador!

¡Mi nombre es Sidonie, zorra! ¡¿No


puede ser que esté con una estúpida de este
tipo?!

Una eternidad más tarde, salgo del metro


y me acerco a grandes pasos a Cleveland
Way. Ya le avisé a Joe: el baño tiene que
estar libre a mi llegada. Ya no soporto esta
ropa que me asfixia, esta melena
encrespada que apesta a gelatina, estos
zapatos que trituran mis pies. Esta noche,
mis dos juerguistas preferidos tienen por
misión cambiarme las ideas. Hoy es
viernes, estamos en Londres, somos
jóvenes, somos libres… Y esos ojos negros
que me obsesionan tendrán que desaparecer
de mis pensamientos, de una manera u otra.
Estoy empujando la puerta de mi edificio
cuando siento mi bolsillo vibrar. Atrapo mi
teléfono y, con el pulgar, desbloqueo la
pantalla táctil. Un mensaje de texto.

[En lo subsecuente, cabellos atados,


como especifica el contrato. No se lo pediré
una tercera vez. E. Rochester. ]

Ok. Necesito una bebida fuerte. Noche


de vicio, ¡allá voy!

3. Call me Nanny

Me despierto con un sobresalto. Un poco


aterrorizada.

- ¡De pie, sol de mis días! me sacude


Joe, conuna taza de café humeante en la
mano.

Muevo sin ganas un brazo en su


dirección refunfuñando, como si eso fuera
suficiente para hacerla callar. O mejor aún...
desaparecer.

- ¡De pie, enseguida, o tu dosis de


cafeína terminará en el lavabo!
- ¿Qué haces levantada a esta hora?
gruño dándome vuelta hacia la pared. Ni
siquiera son las 6 de la mañana.
- No dormí. Espero que salgas hacia
el frentede batalla antes de acostarme. ¡No
eres la única que tiene días pesados! se ríe
tontamente jalándome el edredón.

Ella gana. Lanzo un grito ridículo – que


se supone es un grito de rabia, digno e
incisivo – y salgo de la cama de un salto.
- ¡Ya ves que cuando que cuando se
quiere sepuede! se alegra mi gemela
ofreciéndome el brebaje negro.
- Cinco días sin ti... ¡Por fin unas
vacaciones! suspiro teatralmente apretando
la taza caliente entre mis manos.
- Eso dices ahora, pero ya veremos
cuando estés lloriqueando en tu cama de
duquesa, esta noche.

El tono de su voz era... frío. La ofendí.


Durante algunos segundos, decido poner mi
mal humor – y mi estrés – de lado y tomo a
mi hermana en mis brazos. Ella se resiste
por un instante, antes de ceder. En realidad,
no tengo nada de ganas de alejarme de ella.

Cuatro noches lejos de ella. Sólo de


pensarlo ya me siento deprimida.

***
El chofer del taxi deja mis dos valijas
frente a la puerta del 30 St. George Street.
Treinta segundos más tarde, el rostro
travieso de Connor aparece y mi equipaje
pasa a otras manos. Las suyas. De un
tamaño impresionante, casi sobrehumano.
Este tipo tiene todo para ser un ogro gentil.
Que prefiere la avena y la mermelada sobre
la carne fresca de los niños.

- Señorita Merlin, ¿quiere seguirme?


se volteael gigante esquelético, todo
sonrisas, cuando me detuve justo en medio
de las escaleras, con los ojos fijos en una
foto.

Un retrato reciente de Birdie y...


Emmett...

Giro por fin mi cabeza hacia el


mayordomo, sintiendo un calor que me
picotea las mejillas. Cruzo su mirada
divertida y logro ponerme de nuevo en
marcha.

- Llámeme Sidonie, respondo al


alcanzarlo. Omejor aún, ¡llámeme Sid!
- Perfecto. ¡Sólo faltan dos pisos!

Dos minutos más tarde, Connor gira la


llave en una cerradura dorada y abre la
puerta doble que lleva al «piso secreto»,
como él lo llama. Lo sigo hasta el centro de
una primera pieza, de muros claros y
bañados por la luz del sol. Deja las dos
valijas a sus pies, luego se inmoviliza
cuando suena el timbre de la puerta de
entrada.

- Lo siento Sid, ese debe ser el


jardinero. Ladejo visitar sus aposentos a
usted sola, pero no dude en utilizar el
intercomunicador, dice señalándome el
aparato fijo en el muro. Se conecta
directamente con todos los pisos.
- Gracias Connor, digo cuando ya se
ha ido muyrápidamente. ¡No vaya a
romperse una pierna al bajar por las
escaleras!

¿Finalmente de quién soy la niñera?

Lanzo una mirada rápida a mi reloj de


pulsera. 7 h 10 . Tengo alrededor de unos
veinte minutos antes de que la pequeña se
despierte. Continúo con mi inspección.
Cien metros cuadrados. Sólo para mí.

La pieza en la que me encuentro es más


bien neutra. Poco mobiliario, sólo una
consola empotrada con un majestuoso
espejo y un sillón de terciopelo. Tomo el
babyphone puesto sobre el mueble y lo
enciendo. Silencio total. Una puerta a la
derecha, una puerta a la izquierda. Elijo
abrir la de la derecha y llego a una
recámara. Debe tener alrededor de treinta
metros cuadrados, está decorada con
sutileza y me hundo en una burbuja de
serenidad. De bienestar. La cama king size
está enmarcada con una magnífica cabecera
acolchada. Está adornada con una decena
de cojines perfectamente alineados y con
una ropa de cama en tela de color hueso.
Justo por encima está colgado un tríptico
encantador con tonos beige y crema. Una
orquídea blanca descansa sobre una de los
dos burós. Del otro lado de la pieza fue
acondicionado un rincón de lectura, paso un
poco más de tiempo ahí al deslizar mi dedo
sobre la tela fina del love seat, luego sobre
las repisas inmaculadas de la biblioteca.
Penetro en el vestidor y descubro una
decena de uniformes colgados en sus
ganchos. Todos de mi talla. Todos
carísimos. Vestidos negros, faldas de
cintura alta, pantalones rectos o de pinzas,
blusas blancas, tops sedosos y distinguidos,
zapatos de tacón y balerinas combinadas,
de piel y de tela.

Imogen no escatimó en las cantidades...

Un cuarto de baño muy agradable,


acidulado y
un poco futurista me espera, del otro lado
del muro. En tonos blancos y naranja. Tina
de baño por un lado, cabina de ducha por el
otro. Entre los dos, unas pilas de un diseño
sin precedentes. Productos de belleza –
mascarillas, champús, cremas por decenas –
tantos artículos y accesorios que no sabría
qué hacer con ellos. En el gran armario, mis
ojos no saben en dónde poner las pupilas.
Creo estar en una tienda de cosméticos. En
una de las mejores.

Un poco mareada por esta avalancha de


novedades, casi no me doy cuenta de la
hora que es. Por el momento, el babyphone
sólo anuncia la calma en la recámara de
Birdie. Apresuro un poco el paso y regreso
al punto de partida, en la primera pieza que
sirve de entrada en medio de este piso de
locos. Esta vez abro la puerta de la derecha.
Descubro un inmenso salón, en tonalidades
grises, azul oscuro y blanco, con un
mobiliario fresco y moderno, con equipo
multimedia de última generación.
¿Imogen realmente vivía aquí antes que
yo?

En el fondo de esta pieza impresionante,


una cocina americana totalmente equipada,
rodeada por grandes ventanales. Y un gran
balcón a todo lo largo, que da sobre la calle
apacible y arbolada de St. George Street.

Bienvenida al Ritz. A la manera de la


townhouse. A la manera Rochester.

No tengo el tiempo de desempacar mis


cosas, eso tendrá que esperar la siesta del
pequeño monstruo, esta tarde. Contemplo
rápidamente mi reflejo en el gran espejo de
la entrada. Mi chongo resiste bien, por el
momento. Sólo algunas mechas claras se
escaparon, por la parte de enfrente. Mi
maquillaje no ha tenido todavía la ocasión
para correrse, pero algo me dice que Birdie
podrá rápidamente encontrar la forma de
hacerlo. En cuanto a mi vestimenta, ésta no
tiene nada de extraordinario – uniforme
estricto – pero me esforcé por encontrar
algo que me quedará ajustado.
Nunca se sabe si una cierta mirada
podría examinarme... Y apreciar lo que
ve...

Un ruido agudo me saca de mis


elucubraciones. El intercomunicador acaba
de despertarse. Y estuvo a punto de
provocarme una crisis cardíaca.

- Sid, aquí Connor. La espero en el


segundo piso, necesito de usted para
ordenar una nueva estufa. Descubrí que la
suya ya no funciona.
- Sabe, Connor, me contentaría
únicamente conun horno de microondas.
- ¡Desafortunadamente eso no le hace
mucho bien! ¡La espero!

La comunicación se cortó. Aspiro una


gran bocanada de aire, y abandono mis
aposentos. Mi curiosidad malsana es un
defecto difícil de controlar, pierdo todavía
algunos preciosos minutos contemplando
las diversas fotos colgadas en las paredes.
Sobre cada una de ellas, el señor Rochester
refleja el mismo magnetismo. Y cada vez
que lo observo por más tiempo, una
pequeña bestia saltarina se libera en mi
vientre. Basta de bromas – de ninfómana.
En el segundo piso, avanzo por el pasillo,
en dirección de la puerta del fondo. Adivino
que ahí encontraré a Connor, para discutir
sobre los utensilios y las labores de cocina.

Discusión particularmente alentadora a


las 7 h 36 de la mañana.

Error fatal. Una puerta se abre, justo a mi


derecha, y un hombre – un dios viviente –
aparece, con el torso desnudo, con una
toalla negra anudada alrededor de la
cintura. Este hombre es el señor Rochester.
Mi jefe. Quien me lanza una mirada
desconcertada, antes de entornar los ojos de
esa manera tan particular. Que me impide
adivinar el menor pensamiento que le pasa
por la cabeza. No importa, en este instante,
mi corazón palpita a toda velocidad y
amenaza con salirse de mi pecho. Mis ojos
lo recorren. Esos cabellos rubios oscuros,
empapados, desordenados. Esa piel
bronceada, ambarina, resplandeciente. Ese
tatuaje oscuro que le cruza el hombro para
bajar hasta su pectoral prominente. Esos
bíceps enormes, esos abdominales
perfectamente delineados, esos...

- Señorita Merlin, ¿puedo ayudarla?


gruñe conuna voz profunda, obligándome a
mirarlo al interior de sus ojos. Me parece
que se equivocó de piso. Está usted en el
tercero. Éste es mi territorio...
No hay agresividad en su mirada. Sólo
una intensidad que me hace perder el ritmo
de mis latidos. Luego otra vez... Doy media
vuelta y me retiro miserablemente, sin decir
una sola palabra. Mis mejillas están de
color carmesí, mi orgullo se desvanece.
Acabo de cometer una torpeza monstruosa,
tomándolo por sorpresa a la salida de su
baño. Y de empeorar las cosas mirándolo
como si se tratara de una delicia culinaria
lista para morder, saborear, lamer...

¡Pero, maldición, tal perfección no


debería existir!

Esta vez no me equivoco de piso y


encuentro a Connor en su oficina, cuya
puerta estaba abierta. Me costó mucho
trabajo ocultar mi turbación, mi tensión
arterial no quiere disminuir.
- ¿Todo está bien, Sid? me pregunta
gentilmenteel único aliado que tengo en
esta casa.
- Sí... En fin... Yo... Usted puede
escoger la nueva estufa por mí, acabo por
articular. No conozco nada de equipo
electrodoméstico.
- Muy bien. Esperando que llegue, no
dude enusar la cocina principal. Usted no
molestará a nadie.
- ¿Incluso al señor Rochester?
pregunto con unavoz tímida.
- No. Él no es del tipo de persona que
pase mucho tiempo en la cocina, usted
sabe...

Otra vez esa sonrisa. Esa sonrisa sin


malicia, pero solidaria... Como si Connor
supiera. Como si notara con claridad en mi
rostro que estoy perdida por Rochester. El
multimillonario que todas las londinenses
de la «alta sociedad» codician.

Estoy pisando un terreno muy peligroso.


La menor caída podría costarme muy caro.
Mi trabajo, pero sobre todo mi salud
mental. Tengo que reponerme, blindarme,
volverme completamente indiferente a sus
encantos, sino me volveré loca.

Cuatro noches a la semana... Sólo un


piso nos separa...

Un cuarto de hora más tarde, la puerta de


entrada suena bruscamente, el babyphone
se pone a berrear. Uno: Emmett ha
abandonado la townhouse para ir al trabajo.
Dos: Birdie acaba de despertarse. Respiro
de nuevo. Y me doblo las mangas.

10 de la mañana. El desayuno y la sesión


para vestirla no han acabado
completamente conmigo. Pero casi lo
logran. Con la pelirroja – de muy mal
carácter – en los brazos, paso frente a la
cómoda de la entrada y descubro un
pequeño sobre, dirigido a mi nombre. O
casi. «Nana».

Esto con el fin de no olvidar cual es mi


lugar... Yo: niñera. Tú: Todopoderoso.

Leo.

Nana, aquí está su tarjeta de crédito


«empresarial». Tiene usted un presupuesto
ilimitado para los gastos de Birdie.

Subrayó el nombre de su hija. Dos veces.


Como si fuera necesario insistir sobre el
hecho de que esta American Express negra
no me está siendo otorgada. Bueno, no
directamente.
Ya que lo pide de una manera tan gentil,
voy a calentar, esta tarjeta... para Birdie,
por supuesto...

El cazador siendo cazado. Quería


portarme mal gastando una pequeña fortuna
en las necesidades de la «realeza», al final,
fui yo quien pagó. No financieramente, no,
sino emocionalmente. En una hora y media
de compras, Birdie logró traumatizarme de
por vida. Desde hoy, cuando vea el logotipo
de una tienda para niños, saldré corriendo.
Si mis piernas temblorosas me lo permiten.

Hubo órdenes, quejas y sonrisas


desafiantes, al principio. Un peluche, una
muñeca o un juguete señalado con el dedo,
se suponía que terminaría en el carrito de
las compras, bajo pena de represalias. Con
solamente dos años, la Princess Rochester
ya tiene una voluntad a toda prueba. Al
cabo de un momento, la niña genio cambió
de estrategia. Intentó las miradas de perrito
golpeado y sollozos suaves, para que la
asamblea se apiadara de ella. Cuando
comprendió que eso no funcionaría, sacó
toda la artillería pesada. Los aullidos.
Rodarse sobre el suelo. Las patadas, los
golpes, las mordidas. Bajo los aterrorizados
ojos de los vendedores, de las mamás y de
los paseantes.

Pero lo peor estaba por venir. Después de


haber encadenado un berrinche tras otro y
roto los oídos de todo Mayfair – cuya
población disminuyó repentinamente –
Birdie decidió ir aún más lejos.
Escapándose por un momento de mi
atención, se divirtió jugando a las
escondidillas y a vaciar completamente los
departamentos y repisas de productos que
se encontraban a su altura. En este
momento, decidí que mi misión tenía que
llegar a su fin. Que comprar un sólo vestido
o un sólo peluche más no era nada
razonable. No si quería evitar venir al
matadero.

O a un suicidio colectivo con las


vendedoras

de New Bond Street.

Metí al monstruo en su carriola y tomé la


salida, mirando fijamente mis pies. Esta
sesión de tortura me ha condenado a ir al
psicólogo. De por vida.

Joe se encargará...

De regreso a la townhouse, Connor nos


recibe y me lanza una mirada llena de
compasión. Sólo al verme adivina que
acabo de vivir un infierno. Pero ya, Birdie
lanza unos gritos agudos y reclama al
mayordomo tendiéndole los brazos. Él la
saca de la carriola y la atrapa. La pasea por
los aires haciendo ruidos graciosos. Ella se
carcajea, encantada. Yo suspiro,
desanimada.

Nunca se comporta así conmigo...

- Terminará por aceptarla, Sid. Dele


algunas semanas...
- Algunos años, sí, refunfuño de
camino a la cocina.
- Es posible, se ríe el gigante
regresándome a lapequeña.

Ella se resiste, me lanza una veintena de


veces su «no bonita» pero vuelve
finalmente a mis brazos, sin otra opción. La
pongo en su silla alta, abro el refrigerador y
escarbo en la pila de platillos preparados
para ella. Ruego interiormente para que esta
comida se desarrolle sin contratiempos – o
al menos, mejor que las anteriores. Pero
parece que es pedir demasiado. A pesar de
todos mis esfuerzos para que todo esté
perfecto, a una buena temperatura, en
buenas cantidades, no lo he logrado. El
puré está demasiado frío para su paladar,
los chícharos demasiado calientes, el jamón
«no está bueno». En cuanto al yogurt, lo
utiliza para hacerse una mascarilla. Que
aplica en mi rostro. Un regalo improvisado
para «no bonita».

Veinte minutos más tarde, me instalo en la


mecedora que está al borde de su cama con
barrotes. Tres libros leídos de principio a
fin más tarde – ya no cuento los insultos, ni
los berrinches – la diablilla se duerme sobre
mí, con la cabeza clavada en el hueco de mi
cuello. Es la primera vez que siento ternura
por Birdie. La primera vez que parece que
me tiene confianza. Mi corazón se estruja,
trato de bloquear las imágenes del pasado
que vienen a mí.

No tengo que moverme... No quiero


despertarla... ¿Dos horas en esta posición?
¿De verdad?

Joe se murió de risa durante unos quince


minutos cuando la llamé para contarle mis
desgracias del día. Me confesó a medias
palabras que ya me extrañaba, que el
apartamento estaba en completo desorden
desde mi partida – un récord, sabiendo que
lo dejé apenas esta mañana – y que estaba
pensando en adoptar un gato. «Un gato
gordo y desadaptado, será como si nunca te
hubieras ido.» Mi hermana, un amor.

Este inicio de tarde se ha pasado con


mucha rapidez. Aproveché la siesta de
Birdie para despotricar con Connor y con
Dexter, el jardinero. Medio comí dos
tostadas con mantequilla hojeando una
revista de finanzas - ¡está en chino! Me
obligué a vaciar el contenido de mis valijas
y luego instalé mi computadora – el único
contacto real con el mundo exterior hasta el
viernes. Justo antes de que el babyphone
sonara de nuevo, me apuré en probarme
todos mis uniformes. A excepción de un
vestido un poco suelto, todos me vienen
como un guante.

El cielo me cayó sobre la cabeza en un


instante. Durante las horas que siguieron, la
pelirroja hizo todo lo posible para volverme
loca. Repintar los muros de la cocina con su
puré de fresas. Vaciar todo el contenido de
su taza con jugo de frutas sobre el tapete
más caro de toda la casa. No una vez. No
dos. ¡Tres! Se arrojó en el jardín – con el
fin de desafiar una nueva prohibición – y
saltar en los charcos para cubrirse de lodo
de los pies a la cabeza. Romperme el
segundo tímpano durante el baño, porque
me atreví a agregarle un centímetro más de
agua. Sólo comer la cubierta empanizada
del pescado, utilizar el resto como
municiones. El objetivo era mi frente.

Ya no se ensaña con mi nariz, por lo


menos un cambio...

Y este maravilloso día en que estuvimos


solas se termina exactamente como
comenzó:
- Que pases buenas noches Birdie.
Que tengaslindos sueños...
- ¡No bonita!

***

8 de la noche. Connor acaba de volver a


su cuarto, en la pequeña pero confortable
dependencia en el fondo del jardín. Birdie
acabó por dormirse, la casa se ha hundido
en el silencio total, si no fuera por los
ruidos que emite mi estómago vacío. Voy a
la cocina, lleno una cacerola de agua y la
pongo sobre el fuego. Pasta a la
mantequilla: ¡sólo quiero eso!

Mentirosa... Como si no hubieras


pensado en él todo el día...

La puerta de entrada suena en el


momento preciso en el que dejo a mi
espíritu divagar – para rememorar la escena
embarazosa de esta mañana. Y entrever de
nuevo el cuerpo escultural del señor
Rochester. Su piel dorada sobre la que
corrían finas gotas de agua... Escurro mis
fusilli tratando de no temblar. No tengo
ninguna idea de lo que me espera. ¿Voy a
encontrarme con él? ¿Va a alcanzarme y
reprocharme por invadir de nuevo su
territorio? Mi cerebro se está
sobrecalentando cuando se presenta en el
vano de la puerta. Con su traje de marca,
está aún más tentador que en mi recuerdo.
Su mirada oscura se planta en la mía, sus
labios se entreabren, luego se cierran de
nuevo. No me da el tiempo para poder
saludarlo ya que ha girado sobre sus
talones.
Mi día ha estado increíble, gracias por
preguntar...

Hago deslizar mi pasta en un plato


hondo, agrego una gran bola de
mantequilla, mezclo rápidamente todo,
luego lavo los trastes en dos minutos. Con
mi cena en la mano, estoy a punto de
abandonar la cocina cuando Rochester está
de regreso. Sin decir palabra, me bloquea el
paso a propósito y me indica que me siente
a la mesa. Lo obedezco, me instalo sin
lograr tragar nada. Tengo el estómago
hecho nudos. La pequeña bestia se
desencadena de nuevo.

Lo observo mientras abre el refrigerador


para sacar una botella de vino. Trae puesta
una camisa blanca y su corbata que ya fue
desanudada.
Imagino que es lo que él llamaría una
apariencia relajada. Sin preguntar mi
opinión, llena dos copas y viene a poner
una bajo mi nariz. Se sienta enfrente de mí.
Un estremecimiento me recorre la espina.

- Creía que no me estaba permitido


beber unasola gota de alcohol bajo este
techo, digo con una voz tímida que tiene
inmediatamente el don de molestarme.

¡¿Porqué en su presencia me convierto


en una acompañante descerebrada?!

- Tuve un día muy pesado. Imagino


que ustedtambién... murmura antes de
llevar la copa a sus labios.

Yo pondría otra cosa en sus labios...

¡¡¡Sid!!!
- ¿No va a comer? pregunta
repentinamente mirando mi plato lleno.
- No, no tengo hambre... digo
empujando el plato.
- Tengo que decir que francamente no
se ve nada apetitoso. ¿Se come usted los
restos de mi hija? se burla usando mi
tenedor para tomar un bocado.
- Una receta de familia. Ancestral.
Pasada degeneración en generación. Si
usted la revelara a cualquier persona, me
vería obligada a matarlo...
- Pues ya estuvo a punto de lograrlo,
dice conuna voz ronca. Esta mañana...

Me muerdo el labio al sentir que mis


mejillas se sonrojan. Esta mañana. Su
mirada tan intensa. Su cuerpo desnudo,
excepto por esa fina toalla negra anudada
alrededor de su cintura. Tengo que pensar
en otra cosa. Urgentemente. Birdie. Pensar
en Birdie. Ver fijamente mi plato y pensar
en Birdie.

- ¿Ha perdido usted su lengua? ríe


dulcemente,buscando mi mirada.
- No, sólo me decía que...
- ¿Que qué?
- Que, sin querer faltarle el respeto,
usted es unpoco hipócrita.
- ¿Perdón? estalla en una
carcajada retrocediendo su silla
para instalarse más
cómodamente. Soy todo oídos. Explíqueme
todo, Sidonie.
- Bueno, usted me lo hizo pensar.
Porque acabade pronunciarlo, por eso
deduzco que usted conoce mi nombre.
- No cambie de tema, señorita Merlin,
sonríe,guasón.
- Sidonie, sí. Señorita Merlin,
¿porqué no?
Niñera, no.
- ¿Es una orden?
- Digamos que es... una petición. Que
me es muy importante.
- No quisiera decepcionarla, Sidonie,
susurra inclinándose ligeramente hacia
adelante. Que así sea, ni nana ni niñera
formaran ya parte de mi vocabulario.
- Gracias, sonrío bebiendo un primer
sorbo devino.
- Bueno, ¿y si me dijera porqué soy
un hipócrita?
- Su tatuaje...
- ¿Sí?
- Está en su lista de prohibiciones,
afirmo dejando mi copa sobre la mesa.

Su mirada negra inspecciona de nuevo la


mía, un poco más detenidamente de lo
necesario, y mi respiración se acelera.

- Se tomó entonces el tiempo


suficiente para estudiarme...
- No. Bueno, no en realidad,
balbuceo. Mis ojos se posaron sobre su
tatuaje, pero en ninguna otra parte más.
- Es injusto. Usted sabe mucho más
de mí queyo de usted, ahora... gruñe
mirándome con más ahínco.
- ¿Qué es lo que quiere saber?
murmuro sin lograr controlarme.

Estás yendo demasiado lejos, Sid...

Sus pupilas parecen ennegrecerse de un


tono mientras que, frente a mí, su rostro y
su cuerpo se tensan. Como si el señor
Rochester tuviera perfecta consciencia de
que esta conversación estuviera a punto de
descarrilarse. Como si pudiera palpar la
tensión sexual que llena la pieza.

Sus labios se separan y dejan entrever


sus dientes blancos, muero de ganas
interiormente esperando su respuesta – que
imagino juguetona, atrevida, insolente. Pero
ningún sonido sale de esa boca
diabólicamente sensual. Su teléfono vibra
sobre la mesa y el lazo que nos une se
rompe. Bajamos los ojos hacia el teléfono
inteligente y sólo tengo justo el tiempo para
ver el nombre que se despliega sobre la
pantalla antes de que él lo tome. Siete letras
que odio por una razón sin importancia, es
cierto, pero incontrolable. Siete letras que
me evocan el orgullo, la condescendencia y
la superficialidad. CAMILLA.

¡Incluso ausente, esta zorra echa todo a


perder!
Emmett recibe la llamada, me dirige una
mirada vacía, luego sale de mi campo de
visión. Y de la pieza. Dejándome rumiar,
sola enfrente de mi pasta fría e insípida.

La viva imagen del resto de mi velada...

4. « Free as a bird »

Viernes por la mañana: mi primera


semana como niñera llega a su fin. Birdie
dio todo lo que pudo – merecería
ampliamente el título de mini Miss
Catástrofe – pero no pudo acabar conmigo.
Entre berrinches, crisis de hiperactividad e
instantes de complicidad, empiezo a
entenderla mejor. A conocerla, casi.
Todavía no domestico al monstruo, pero
veo una pequeña luz al final del túnel. Es
un inicio.

Le puse de sobrenombre a su padre el


señor Caliente/Frío. Emmett Rochester es
tan
imprevisible y lunático como su hija.
Tendré que creer que es de familia. El
coloso rubio de ojos penetrantes también
debió haber sido un camaleón en su vida
pasada. Cambiando de color, de mirada, de
tono de voz de acuerdo a su humor. A veces
distante, frío, cerrado, incluso francamente
huraño. A veces atento, encantador,
juguetón, incluso francamente seductor.

A mí me seduce, en todo caso…

Una mirada rápida frente al espejo y


reacomodo mi chongo. Una mirada a mi
reloj y me doy cuenta de que lo mejor está
por llegar. En exactamente doce horas seré
libre. Dos días y tres noches sin verdugo en
pañales y sobretodo, sin DOJ: desorden
obsesivo por el jefe. Abandonaré la
townhouse de Mayfair para regresar al
apartamento que comparto con Joe. Mi
gemela loca de atar, loca de alegría, loca de
impaciencia. El pie. El mega extra giga pie
en el que me apoyo.

Justamente, mi teléfono vibra, el rostro


fino de mi hermana se despliega en la
pantalla. Todavía no son las 8 de la mañana.
Levantarse tan temprano está prohibido en
su religión. Es incluso una herejía.
- Sid, ¿te das cuenta del estado en el
que meencuentro? ¡Ni siquiera puedo
levantarme a horas convenientes, cuando
no estás aquí! gime del otro lado de la
línea.
- Muero de curiosidad por saber lo
que quieresdecir con «horas convenientes»,
río al sentarme en el sillón de mi
habitación.
- ¡Entre las 11 y las 14 horas, cielos!
Por otraparte, ¿Angry Bird todavía está
dormida?
- Sí, el babyphone está muerto.
- Mmm… Confiesa, ¡le quitaste las
pilas! - No. Pero no me parece una mala
idea… - Bueno, ¿me alcanzas en el bar esta
noche?
- Sí, pero todavía no sé a qué hora,
respondodistraídamente, mirando por la
ventana.
- Si a las 8 de la noche tu jefe no te
deja salir,llamaré a la policía. ¡Eso ya sería
un secuestro!
- Te recuerdo que gracias a él es que
podremosrenovar los muebles de todo el
apartamento, mañana…
- Y ahí vas de nuevo, lo sabía…
suspira.
- ¿Qué?
- ¡Ya quieres casarte con él, darle
ocho criaturas que me llamarán «Tía Zo» y
tendré que soportarlos hasta mi muerte!
- Divagas, creo que mejor cuelgo,
digo conteniéndome para no carcajearme.
- No, es en serio Sid, no vuelvas a
caer en eso.Evita pasar demasiado tiempo
con él a solas. ¡Sospecho que ese tipo es un
depredador! Sólo porque es un tipo guapo y
porque su cuenta
bancaria está a punto de reventar…
- Vas a empezar de nuevo, gruño al
estirarme.Nunca está solo, Joe. No corro
ningún peligro. Su perrito faldero real y con
manicura lo sigue por todos lados, con los
ojos vidriosos y la lengua de fuera.
- No sé de quién me hablas…
- Joe… gruño a mi pesar. ¡Ya te he
hablado diezveces de Camilla!
- ¡Ah, la pretendiente con título de
Primera
Sumisa! Ya ves, eso es lo que le gusta a tu
Rochester. Tener a todas las mujeres a sus
pies, eso le hace sentir superior. Si quieres
mi opinión, seguramente la tiene pequeña.
¡No, minúscula! - …
- ¿Sigues ahí?
- Tengo al manicomio en la otra línea,
digo conuna voz ronca.
- ¿Para qué?
-Para ti. Hay que internarte, enseguida.
- No firmaré ningún ingreso.
- Te vas a tragar dos o tres Valium y
la pluma sedeslizará hasta la parte baja de
la página… - Tonterías.
- Enferma mental.
- Me has hecho falta.
- ¡Tú también, no tienes una idea!
confieso justoantes de colgar, con una
sonrisa tonta en los labios.

Y este maldito babyphone que empieza a


sonar. Doce horas, Sid. Sólo faltan doce
cortísimas horas…

La hora del amigo Blédina ha llegado,


me dirijo a la cocina con la pequeña bola de
nervios en los brazos. Con gran sorpresa me
doy cuenta de que la pieza luminosa ya está
ocupada. Dos voces masculinas salen de
ahí: la de Emmett y la de Connor. Dudo un
segundo antes de entrar, escondida en el
vano de la puerta, pero Birdie toma la
decisión en mi lugar de delatarse lanzando
su peluche. El conejo acróbata aterriza… a
los pies de esos hombres. Su plática se
detiene inmediatamente, probando que nos
han notado. Me obligo a avanzar hacia los
dos hombres y busco primeramente la
mirada de Connor. Su eterna sonrisa sigue
siempre ahí, me lanza un guiño acariciando
la mejilla de la pelirroja.

Las pupilas oscuras me observan, a


solamente un metro de mí. Trato de
resistirme pero no lo logro. Giro finalmente
la cabeza hacia el señor Rochester.
Nuestros ojos se encuentran, no tiemblo. O
sí, un poco. Empiezo a acostumbrarme a
estos encuentros silenciosos. Incluso si la
pequeña bestia continúa saltando en mi
estómago. El dueño de la casa ignora
totalmente los gorjeos de su hija – que está
ocupada apretando la nariz del mayordomo
– y mira fijamente mi boca, con esta
intensidad que me hace hervir por dentro.
Luego la sensación desaparece. Sus ojos se
apagan, se alejan, trato de no mostrar mi
decepción. Este hombre tiene el don de
ponerme en un estado de enajenación, y el
de luego regresar a hundirse en sus
ocupaciones, como si estrictamente no
hubiera sucedido nada. Como si nuestro
deseo no fuera evidente. Y recíproco.
Nuestra química flagrante.

Emmett da dos pasos hacia mí y, durante


un instante, la flor azul chorreante que soy
se pone a soñar despierta. A creer en lo
imposible. Como si esta vez, fuera la buena.
Como si él fuera a pasar a la acción, a pesar
de la presencia de Birdie y de Connor.
Como si fuera finalmente a probar sus
labios. Su piel. Su cuerpo perfecto que me
obsesiona, cada noche.

¡Despierta Sid!
Es más fuerte que yo. Mi boca se reseca,
mis muslos flaquean, mis párpados se
cierran exageradamente. Efluvios de un
perfume fresco y boscoso me invaden
mientras se inclina hacia mí para besar… a
su hija. Luego, sin dirigirme la mirada, esta
viva imagen de la moda con su traje oscuro
se aleja con un paso decidido. Dejándome
sobre la baldosa, con este deshecho corazón
de coliflor.

Birdie se agita en mis brazos y gruñe


reclamando a su padre. Este nuevo
berrinche me ayuda para recuperarme. La
instalo sobre su silla alta y me lanzo a la
preparación de su biberón. Limpiando
algunos vasos, Connor me observa con el
rabillo del ojo.

- ¿Alguna pregunta? Digo tratando de


parecer indiferente.
- No, en realidad no, sonríe. El jefe
parece estar contento con usted.
- ¿Le ha hablado de… mí? insisto
tragando saliva.
- Sí, parece confiado. Es algo
importante paraél, que Birdie se apegue a
usted. Usted no remplazará jamás a su
madre, nadie podría, pero esta pequeña
necesita afecto.

La mirada dulce del gigante se posa


sobre Rizos de Cobre – que está bajando de
su silla alta – luego regresa a mí.

- ¿Sabe? Todos ellos han vivido un


drama… Espor eso que el señor Rochester
parece tan «ausente» a veces.
- ¿«Ausente»?
- Está aquí sin en realidad estarlo, ya
lo ve usted…
Lo veo perfectamente. Pero quisiera
saber más. Mi curiosidad lo empuja hacia el
pudor, a veces. Está mal, es incontrolable.
Haciéndome medio millón de preguntas, le
doy su biberón a la pequeña glotona. Que
se pone en la boca lanzándome una mirada
furiosa. Creo que le ha parecido eterna la
espera…

- ¿Qué fue lo que sucedió? ¿Qué le


pasó a lamamá de Birdie? murmuro
empujando al mayordomo a un rincón, para
que la pequeña no escuche esta
conversación.
- Robyn era una mujer maravillosa,
llena de ternura, de una gentileza poco
común. Ella pereció en un incendio, me
anuncia en voz baja, un poco sentencioso.
Birdie sólo tenía algunos meses.
- Qué horror…
- El señor Rochester no tuvo la culpa
de nada,de cualquier manera no hubiera
podido hacer nada, pero él se cree
responsable de esta tragedia. No puede
perdonarse. Ni ser feliz.
- ¿Está solo desde hace dos años?
pregunto arrepintiéndome inmediatamente
de la pregunta, que es demasiado personal.
- Sí. Sin embargo no ha sido por falta
de pretendientes…
- ¿Se refiere a una cierta Camilla
Bradford? meesfuerzo por sonreír.
- Entre otras… responde mirándome
con insistencia.

Se hace el silencio entre nosotros.

Por suerte, el pequeño demonio deja caer


su biberón, lo que me da la oportunidad de
escaparme de esta conversación de altos
riesgos. Detrás de mí, escucho los pasos de
Connor que se aleja. No necesito verlo, sé
pertinentemente que una sonrisa pícara se
dibuja en sus labios.

Sabe que dio en el clavo…

***

Fin de la mañana. Vigilo a Birdie desde


el banco en el que encontré resguardo.
Acabo de darle tres vueltas al parque
correteando a la pequeña pila eléctrica,
comiendo arena, arañándome las rodillas en
la gravilla, golpeándome la cabeza en todos
los techos de las pequeñas palapas… en
resumen, ya tuve mi dosis de infortunio.

- ¿Es usted la nueva niñera de Birdie?


me pregunta una hermosa asiática, en el
banco de al lado.
- Sí…
Esto me toma completamente por
sorpresa. Y debo parecer una absoluta
idiota con la boca entreabierta y con los
ojos abiertos desmesuradamente. Hace ya
una buena decena de minutos que escucho a
ese pequeño grupo de cinco jóvenes que
pían y gesticulan. Y que las escucho,
divertida por sus frases, fingiendo estar
concentrada en mi lectura. Atrapada…

- La hemos visto jugar con la


pequeña, sonríe.

Las cinco amigas me hacen un pequeño


signo con la mano, ya sea para saludarme,
ya sea para decirme que me acerque. Me
levanto y me uno a ellas, encantada por
volver al mundo palpitante de los adultos.

- Yo soy Anjali, ella es Nova, Rosie,


Scarlett yEsther, dice una morena bajita.
¡Bienvenida al círculo exclusivo de
«niñeras de oro»!
- ¿De oro? pregunto respondiendo a
todas lassonrisas.
- Trabajar para millonarios, ¡por lo
menos debetener algunas ventajas!
Sufrimos sus berrinches y sus neurosis todo
el día, ¡bien podrían pagarnos con lingotes
de oro! bromea Rosie, una negra sublime
que debe sobrepasar el metro ochenta.

El mío es multimillonario.
Multimillonario. Y no digo nada…

- ¿Los niños que ustedes cuidan


también son difíciles? pregunto
inocentemente, aceptando el dulce que me
ofrece Scarlett.
- ¿Los niños? ¡No son nada
comparados con lospadres! Es de todos
conocido, una vez que han franqueado la
suma de un millón en sus cuentas, pierden
todo sentido de la realidad, de la educación
y del respeto por los demás, se inflama
Nova, lanzando una mirada a los gemelos a
su cargo.
- La maldita me prometió otra vez
una liposucción para navidad, esta mañana,
suspira Esther, hermosa morena un poco
gótica. Al mirar mis puñados de amor…
¿Realmente cree que no la escucho vomitar
después de cada comida?
- ¡El mío es peor! ¡Me despertó a las
tres de lamadrugada llamándome por el
intercomunicador, para que le llevara un
brandy a la cama! dispara Rosie.
- ¡Al menos no trató de meterte en su
cama! seburla Scarlett.
- Siempre hay que desconfiar de
ellos, sobre todo cuando han bebido…
sentencia la joven india.
- ¿Y tú? ¿Qué cosa desagradable te ha
hecho tujefe? me pregunta mi vecina,
haciéndole señas a los gemelos.
- Por el momento nada, pero acabo de
empezara trabajar hace sólo algunos días…
- Mírenla, es como Imogen, ¡no se
atreve a contarnos nada! se burla. Rochester
no es tonto, ¡él les hace firmar una cláusula
de confidencialidad!

¿Qué quiere que le diga? Emmett no es


un puerco tiránico y libidinoso… Cuando
pienso que ellas huyen de sus jefes como de
la peste… Mientras que yo, corro detrás de
él… ¿Estoy muy grave doctor?

Aparentemente sí, ya que mis DOJ me


hacen alucinar. Del otro lado del pasto, lo
veo, avanzando hacia mí, como en cámara
lenta. ¿Alguien puede darme una bofetada?
¿No? ¿Nadie? Cierro varias veces los ojos,
luego los abro de nuevo. Mi visión
continúa. Emmett Rochester, con su traje de
creador sobre la espalda, una nevera bajo el
brazo, está salvando la pequeña barrera del
espacio de juegos. Mi corazón late con
locura. Mis manos están sudando. Todas las
niñeras observan al señor Perfecto, con el
rostro al pendiente – y goloso – mientras
que Birdie se da cuenta de su presencia y se
lanza a sus brazos.

Tal vez no esté soñando, tal vez sólo sea


que mi cerebro está realmente dañado…

- Emmett Ro… Rochester… balbucea


Nova comiéndoselo con los ojos. Es
todavía más guapo que en las revistas…

Ok. No estoy soñando.


- Claro que es él, digo tratando de
parecer lomás normal que puedo.
- El día que renuncies, avísame…
dice Esther,con la mirada fija en el coloso
rubio.
- A él si le llevaría el brandy cada
noche… masculla Rosie. ¿Porqué nunca me
pasa algo como eso? ¿Llegar a trabajar a
casa de un semental y no en la de un asno?
- ¡Guarden silencio, mi futuro marido
está llegando! susurra Scarlett o Anjali –
ignoro quién, estoy demasiado ocupada
mirándolo.

Se detiene a algunos pasos de mí, con su


hija acurrucada entre sus brazos. Los rayos
del sol se reflejan en sus cabellos dorados,
sus ojos parecen más claros y no veo en
ellos ninguna tristeza. Lo interrogo con la
mirada, inclina ligeramente la cabeza
sonriendo y señala un área para días de
campo, un poco más lejos. Con un
movimiento de la mano me despido de mis
nuevas compañeras, luego lo sigo hasta la
primera mesa con sombra. Sobre el camino,
me concentro en mis pies, para no
tropezarme.

Mi cerebro está aturdido. Suelto los


controles.

- ¿Estaría muy fuera de lugar si le


pregunto quéhace aquí? sonrío al sentarme
en la banca.
- El clima está radiante, mis colegas
me vuelven loco, extraño a mi hija y…
tenía ganas de verla a usted. ¿Le parece
bien esta respuesta? me provoca
alegremente abriendo la nevera sobre la
mesa.
¿Ganas de verme?

Río discretamente, repitiendo sus


palabras en mi cabeza. Atrapo a Birdie que
jala de mi falda, para levantarla por encima
de mis rodillas.

- ¡Coca! se poner a gritar.


- Birdie, ¿cómo se piden las cosas?
digo en vozbaja, a su oído.
- ¡Porfavor no Bonita!

Emmett lanza una carcajada, lo imito


poniendo a la pequeña diablilla en el suelo,
quien ya está interesada en otra cosa – una
piña de pino o un pequeño montón de
tierra, quién sabe, ella no se complica. Por
lo menos en eso.

- ¿Ya se hicieron amigas, señorita


Merlin? mepregunta mi jefe al servirme un
vaso de soda helada.
- ¿Podría llamarme Sidonie? ¿O Sid?
- No me gustan los sobrenombres. Al
contrariome gusta mucho su nombre. Es…
musical. Y pues… que así sea, la llamaré
Sidonie con la única condición de que usted
me llame Emmett.
- Mmm… Personalmente, me
encantan los sobrenombres. Si no le
molesta, lo llamaré Emmy, digo con una
voz espantosa, sacudiendo mis pestañas.
- Eso es un nombre de mujer.
- ¿Acaso tiene dudas de su virilidad,
señor Rochester?
- ¿Quiere conservar su trabajo,
Sidonie?
- Ok, lo llamaré Emmett, río
llevándome el vaso a mis labios.

Una ensalada muy fina, melón con


jamón serrano y una bolsa entera de dulces
Cadbury más tarde, suspiro de éxtasis.
Después de haber comido como una niña de
dos años toda la semana, mi estómago ruge
al fin de placer. Extiendo mis piernas
desnudas sobre la banca e inspecciono
lentamente los alrededores. Durante la hora
de la comida, el pequeño parque se fue
quedando vacío y la mayor parte de las
mesas para picnic quedaron libres. Los
londinenses están en el trabajo. Yo estoy en
el paraíso. O por lo menos, esto se le parece
mucho.

Joe se moriría de risa al preguntarme


qué le pasó al mantel de cuadros… Joe es
una cínica. No sabe disfrutar de las cosas
simples… ¿Simples? ¿En qué estoy
pensando? Nada es simple. Sobre todo
cuando se trata de él…
Emmett viene para sentarse enfrente de
mí, después de haberse alejado por un
cuarto de hora para pasar un tiempo con su
hija. La ama con locura, de eso no hay
duda. Ella es diferente cuando está con él.
Más tranquila. Casi bien portada. Digamos
que menos inquieta.
Me doy cuenta de que lo miro desde
hace una eternidad y me sonrojo. Me
sonríe, con los ojos entornados por el sol.
Un pensamiento me asusta de repente. Creo
que probablemente nunca dejaré de admirar
los rasgos de su cara, los contornos de su
cuerpo, el resplandor cambiante que
atraviesa su mirada. Estoy cayendo en la
marmita. Una que contiene la poción más
peligrosa de todas. Una que provoca que
actuemos sin reflexionar. Y que acaba por
quebrarnos, por dejarnos en un nivel muy
por debajo del suelo.
Mathias utilizó también la estrategia del
día de campo. Y sólo me mostró su
verdadero rostro mucho después…
Demasiado tarde…

Las pupilas negras no dejan de


escrutarme, del otro lado de la mesa.
Estudian mi perfil, mi mandíbula que se
crispa, mi frente que se arruga.

- ¿Todo está bien Sidonie? murmura


Emmett.
- Lo siento… A veces tengo
migrañas. Y ésta esparticularmente
violenta. El sol, probablemente… invento
al levantarme. Voy a regresar a casa con
Birdie, de cualquier forma ya es la hora de
la siesta.
- Espere, las acompañaré, dice
saltando para incorporarse.
Agarro el asa de la nevera al mismo
tiempo que él. Nuestras manos se tocan, su
piel es suave y cálida, ese contacto me
electriza, a él también, lo siento, pero
ninguno de los dos hace el menor
movimiento. Levanto la cabeza y cruzo su
mirada. Su negrura parece haberse diluido
un poco. Mi corazón se contrae. Ya no sé en
dónde estoy. Ni siquiera sé con exactitud lo
que quiere. Lo que espera de mí. Hace tres
meses, me juré a mí misma no volver a caer
en nada parecido. No volver a dejarme
manipular por un hombre poderoso.
Emmett Rochester es mi jefe. Yo soy su
empleada. Así es y esto no debe cambiar.

- Realmente me tengo que ir, gimo


rehuyendo a
su mirada.
- No es la primera vez que me dice
algo parecido…

Suspira- sólo por un segundo, sin


apesadumbrarse – pasa la mano por su
barba naciente, luego se voltea con su hija.
La besa, le dice unas cuantas palabras y la
instala en su carriola. Cinco minutos más
tarde, salgo del parque, obsesionada por
estas últimas palabras que acaba de
pronunciar:

- Esta noche, me gustaría hablar con


usted…

No si me voy a tiempo…

***

Birdie está acostada. Profundamente


dormida. Mi fin de semana de libertad
puede por fin empezar. ¡Lo espero con
ansias! Joe y Jasper me esperan en el Crazy
Monkey. No les he dicho la hora, pero ya
los imagino en el bar, equipados con
pancartas en las cuáles se puede leer
«Bienvenida a casa Sid». O una cosa un
poco más chistosa y un poco menos boba.
Sólo con la idea de verlos, un escalofrío de
impaciencia sube a lo largo de mi columna.

Decidí franquear el umbral de la


townhouse a las 8 en punto. Sólo tengo que
tener todos los astros de mi parte. ¿Porqué?
Para evitar cruzarme con esa mirada que
me revuelve. Esa boca que tanto me
gustaría probar. Ese cuerpo que mi
pensamiento ha tratado de explorar miles de
veces. Debo tomar distancia, tomar una
ducha fría, hacerle caso al enésimo sermón
de Joe sobre el tema. De cualquier forma
tengo que huir. Poniéndome mi vestido de
noche – seguramente un poco corta, un
poco entallado – ruego por que no llegue a
tiempo. ¿O es todo lo contrario?

Cállate, inconsciente infeliz. Ya tomé mi


decisión: ponerle término inmediatamente
a este juego peligroso… que además no
tiene nada de juego.

Subida sobre mis zapatos de tacón, mis


cabellos rubios flotando libremente sobre
mis hombros, hago una señal con la mano
en dirección de Connor – sentado en el sofá
del pequeño salón, el babyphone puesto
muy cerca de él. En mi ausencia, él está
encargado de vigilar el sueño de la bella
durmiente. Ya que el dueño del paraje
regrese, el mayordomo se irá discretamente
a su casa al fondo del jardín, para mirar
viejas películas fumando su pipa
electrónica. Su pasatiempo favorito.

19 h 59 . Evidentemente, tengo mala


suerte. Estoy mirándome por última vez en
el espejo del gran vestíbulo – y jalando mi
vestido hacia abajo para parecer un poco
más presentable y un poco menos excitada
– cuando Emmett aparece en el umbral.
Guapísimo, sus cabellos revueltos, una
ligera sonrisa en el borde de sus labios. Me
maldigo interiormente. Si me hubiera
apurado sólo dos minutos, me hubiera
podido escapar.

Ni uno, ni dos, Connor surge en el


pasillo, nos desea una buena velada y va a
instalarse en su gruta de viejo muchacho.
Completamente solos. El señor Rochester y
yo. Aires de pánico.

- ¿Iba usted a algún lado? me


pregunta quitándose el saco y mirándome
con intensidad.

Sus ojos abandonan rápidamente mi


rostro para detallarse en la forma de mi
cuerpo. Al cabo de algunos segundos, se
aclara ligeramente la garganta, luego me
indica que lo siga hasta el salón. Dudo por
un instante, luego me doy cuenta
finalmente que no tengo otra opción.
Llegamos al salón, me coloco detrás de un
sofá. Cerca de la salida.

- ¿Le sirvo algo de beber? Propone,


dándome laespalda, haciendo sonar las
botellas.
- No gracias, tengo prisa.
- ¿Alguien la espera? se voltea, con
un vaso delíquido ambariño en sus manos. -
Mi hermana. Y un amigo.
Su rostro se contrae cuando mis labios
pronuncian esta última palabra. Si no
supiera con quien estoy tratando, pensaría
que está… celoso. Imposible. El señor
Rochester está por encima de eso. No
perdería ni su tiempo, ni su energía por una
chica como yo.

Y sin embargo, esa mirada que insiste en


pasarme por los rayos X…

- ¿Está usted segura que ese vestido


es apropiado? dice repentinamente,
mientras que mis puños se contraen. Me
refiero al metro. Está usted encantadora.
Incluso más que eso. Pero no quisiera que
nada le suceda…

«Encantadora… Incluso más que eso…»

¡¡¡Sid!!!
- No me pasará nada, digo jalando de
nuevo torpemente mi vestido. Si no le
molesta, tengo que irme…

Es necesario, mientras tenga la fuerza


para resistir a esos ojos negros…

- ¿Puedo dejarla en alguna parte?


¿Llamarle untaxi? insiste acercándose con
paso de lobo.
- No, Emmett, se lo agradezco pero
yo…
- ¿Porqué se obstina en enfrentarme?
murmuracon su voz ronca. ¿En decir
sistemáticamente no a todo lo que le
propongo? ¿En huir, escapar de mí en
cualquier circunstancia?

Está a sólo un metro de mí. Su mirada se


hunde en la mía, conservándola como
rehén. No sé qué responder, me siento
impedida. Mis sentidos comienzan a
traicionarme, a sumergirme. Este calor que
crece en el hueco de mis entrañas. Esta
chispa que se esparce y abraza todo mi
sistema nervioso. En algunos segundos, ya
no podré luchar.
Si quiero partir, es ahora o nunca.

- Sidonie, respóndame… susurra


avanzando unpoco más.
- ¿Exactamente qué quiere de mí?
replica conuna voz sorda, retrocediendo
ligeramente.
- Antes de que llegara a mi puerta
tratándomede «Dios», no quería nada.
Ahora, ya no estoy tan seguro… dice
disminuyendo el espacio que nos separa.

Mi famoso «Good Lord» del primer


día…
- Ya no avance, digo con un hilo de
voz.
- Ya no retroceda, replica sabiendo lo
que hace.

Sabe que lo deseo. No hay ninguna duda.


Trato de protestar por última vez, un último
acto de rebelión. Que, como los anteriores,
es inútil:

- ¡Emmett!
- Sidonie…
Su boca suave acaba de pronunciar mi
nombre de la manera más escandalosa y
sensual. No necesitaba más para perder
completamente la razón. Mi lado oscuro,
primario, toma el control y doy un paso
hacia adelante. Sólo un pequeño paso. Y
todo se acabó para mí. Para mis buenos
propósitos.
Su negro se funde una última vez en mi
azul, luego nuestros labios se oprimen los
unos contra los otros, por primera vez. Un
millar de emociones se entrechocan en mi
cerebro. Y ya no pienso más. Me dejo llevar
por esta deliciosa voluptuosidad que se
apodera de mí. Sus labios son de una
dulzura infinita, de una flexibilidad y de
una sensualidad, que ya me embriaga con
su beso. No trata de precipitar nada, sino de
hacer durar este instante de eternidad.
Cuando entreabro la boca, suelta un ligero
gruñido, luego su lengua se introduce en
mí, saliendo a la conquista de mi alma.
Oprimo mi pecho contra el suyo, divago
algunos segundos más, gimiendo entre sus
labios.
Hace más profundo nuestro abrazo, pongo
mis manos en su espalda para no perder el
equilibrio, acariciando sus músculos
prominentes a través de la tela de su
camisa.

Al borde de mi aliento, arranco mis


labios de los suyos, luego retrocedo hasta
recargarme contra el muro. Emmett respeta
esta distancia que acabo de instaurar, sin
tratar de acercarse. Nuestras miradas se
superponen, se interrogan tanto como se
provocan.

- ¿Usted hace eso con todas sus


empleadas? digo con una voz
enronquecida.
- A parte de Imogen, usted es la
única, sonríeinsolentemente mordiéndose el
labio.
- No es mi tipo, lo sabe…
- Eso nos conviene, tampoco el mío.
- No quiero estropear nuestra relación
profesional.
- Yo tampoco.
- Quiero seguir con mi libertad.
Esta vez no responde enseguida. Inclina
un poco la cabeza de lado, con sus ojos
perdidos en sus pensamientos. Luego, con
la cabeza gacha, pasa una mano entre sus
cabellos desordenados antes de lanzarse:

- ¿Usted conoce la expresión «Free as


a bird»?
- Sí… Significa ser libre como un ave
en el cielo. En francés se dice «libre comme
l’air».
- Exacto. Es por eso que Robyn y yo
le pusimosa nuestra hija Birdie. Para que
toda su vida, vuele con sus propias alas.
- Para que nunca la pongan en una
jaula… reflexiono en voz alta, con los ojos
en el vacío.
- Usted ya ha estado enjaulada,
Sidonie, ¿no esasí?

¿Cómo…? ¿Cómo lo sabe?

Esta vez su mirada es dulce. Paciente.


Llena de compasión. Pero no tengo ganas
de eso. No tengo ganas de que sienta
lástima por mí.
- Tal vez, pero eso no tiene la menor
importancia. Ahora soy libre.
Definitivamente. Y esta libertad quiero
disfrutarla…

Me lanzo hacia él, con mis labios listos


para recibir los suyos. Mi cuerpo listo para
ofrecerse al suyo. Pero una de sus inmensas
manos se pone en mi pecho y detiene mi
impulso.

- No sé a dónde nos lleve esto


Sidonie. Si ustedda un paso más, ya no
respondo. Este deseo visceral, esta pérdida
de control, no he sentido esto desde… hace
una eternidad, susurra al borde de mis
labios.

Su aliento cálido y áspero acaba por tirar


todas mis barreras – ya debilitadas en
extremo.

- Sólo una vez, susurro presionando


mi boca sobre la suya y sintiendo sus
manos bajar por mi espalda. Sólo esta vez.
Sólo sexo…
- Sólo para mitigar a nuestros
demonios, gruñelevantándome bruscamente
para colocarme contra el frío muro.

Mis gemidos son rápidamente sofocados


por su lengua aventurera, que inicia entre
mis labios, se desliza a lo largo de mi
mentón, en mi cuello, antes de aventurarse
en mi escote. Cuando la yema de sus dedos
sube a lo largo de mi muslo, me agarro de
sus hombros cuadrados conteniendo una
injuria y le susurró al oído:

- Sólo por esta vez, puede llamarme


Niñera…

Sus ojos febriles se cruzan con los míos,


me contempla algunos segundos, con la
respiración entrecortada, luego avanza
suavemente para mordisquear mi labio
inferior. Gimo de dolor – y de placer.
Sonríe, como nunca antes lo había visto
sonreír.

- Baby, no has entendido nada… No


quiero a laniñera. Quiero a Sidonie…

No tengo tiempo para preocuparme por lo


que acabo de escuchar. Ahora, sus manos
alzan bruscamente mi vestido, exponen mi
tanga de encaje, mientras su boca ávida
regresa a la conquista de cada centímetro
de piel que cubre mi cuerpo. Mis buenos
propósitos se han esfumado
definitivamente.

Crujido de cerillos. Estoy literalmente a


punto de consumirme. Es la primera vez
que estoy a punto de tocar el cielo con un
perfecto extraño. Porque eso es lo que es,
en realidad. Trabajo para él, convivo con él
desde hace seis días, vivimos bajo el mismo
techo, pero no sé casi nada de este hombre,
sólo sé que despierta todos mis sentidos con
una mirada.

Sus manos, sus labios, su aliento cálido,


el crujido de su camisa contra mi pecho:
cada partícula de mi cuerpo está muy
receptiva. Casi demasiado. Si no me
controlo, pensará que soy una…
ninfómana.
No perder completamente el control…
No darle todo el poder…

-Hace una semana que perturbas mi


sueño… murmura pasando
voluptuosamente su pulgar sobre mis
labios. Que sólo un piso nos separa. Que
imagino tu cuerpo dormido, casi desnudo,
soñando por encima de mí. ¿En qué sueñas
Sidonie?
- No sueño, miento al sentir que mi
corazón sedesboca. O no lo recuerdo…
- Mis sueños son tórridos, continúa
recargándose sobre su codo contra la pared
y aprisionándome entre sus brazos para que
nuestros rostros se tuteen. Sobre todo
cuando estás en ellos.
- No lo sabía… digo mordiéndome el
labio.
- Esto tenía que salir, sonríe de una
manera completamente indecente. Porque
esos sueños se niegan a desaparecer. Me
atormentan. ¿Te gusta atormentarme
Sidonie?

Nuestra cercanía es tal que acaba de


pronunciar esas palabras entre mis labios.
En este instante, sus ojos me dicen «Tengo
ganas de ti». Los míos tratan de resistirse a
esta llamada carnal, jugarse la carta del
misterio, pero leer el deseo en su mirada me
procura una deliciosa sensación de… poder.
Por primera vez, estamos en una situación
de equidad. O casi. Mis iris azules se posan
sobre los músculos prominentes que me
rodean y me doy cuenta de que no tengo ni
la décima parte de su fuerza.

Este hombre tiene algo de


sobrenatural… Exclusiva: también es tu
jefe. Extrañamente, esto sólo hace que esto
sea aún más excitante…

- ¿Puedo saber qué es lo que pasa en


esta hermosa cabeza tan bien delineada?
murmura en mi oreja, antes de pasear en
ella la punta de su lengua.

Oh… Dios… mío…

- Mejor no, tiemblo contra él.


Chasquido. Por fin encuentro el valor
para lanzarme sobre sus labios. Dulces,
cálidos, suaves, tentación última contra la
que no puedo luchar. Nuestras bocas se
funden en una sola. Me pego a su torso,
deslizando mis manos por sus costados, él
gruñe salvajemente poniendo las suyas
sobre mi espalda, para mantenerme contra
él. Este tercer beso es de una intensidad
desconocida para mí. Nunca había vivido
algo parecido. Jamás había sentido un
deseo tan ardiente con un simple beso.

Había olvidado la excitación de hacer


temblar a un hombre… de sentirlo
contraerse, luego endurecer…

Ya no reflexiono. Ya no trato de razonar.


Su respiración se acelera, sus asaltos
continúan. Mis dedos temblorosos
comienzan a desabotonar su camisa,
mientras que su boca enardecida se pierde
en mi cuello. Ésta alcanza mi punto secreto.
Una pequeña parcela de piel, en la esquina
de mi mandíbula. Gimo violentamente, bajo
los efectos diabólicos de sus labios, de su
lengua. El coloso rubio parece encantado al
ver que me dejo llevar. Retrocede algunos
centímetros y me contempla
orgullosamente. Su sonrisa golosa desata en
mí escalofríos ardientes que van directo
hacia mi bajo vientre.

El último botón salta. Esta vez, es mi


boca la que sale a la conquista de su
manzana de Adán, mientras que mis manos
separan suavemente los bordes de su
camisa. Que cae al suelo, dejándome
atónita frente a una estatua de carne y
hueso. Este tipo es un dios viviente.
Literalmente. Sus proporciones son divinas,
no encuentro otra palabra. Emmett
Rochester me observa mientras mis ojos
hambrientos no dejan de contemplarlo.
Cada curva, cada línea, cada músculo es
escaneado por mis pupilas, para grabarse en
mi memoria. El tatuaje negro que le cruza
el pectoral es fascinante. Y enormemente
viril.
Paseo mis dedos sobre sus abdominales
regulares, su piel bronceada se tensa con su
contacto.

- Ya no tengo camisa… dice con una


voz ronca.Ahora te toca a ti.
- Traigo un vestido. Una sola pieza.
Esto es unaseria desventaja…
- Para ti tal vez… sonríe entornando
sus ojosnegros.

Nuestras miradas se atraen, nuestras


sonrisas se extienden, el calor sigue
subiendo en mi región sur. Finalmente, sus
manos se posan delicadamente en mis
hombros. Y separan la tela que los cubre.
Mi sostén negro aparece. Seguido de mi
vientre desnudo, mi ombligo, mis caderas.
Respiro con dificultad, sosteniendo su
mirada ávida. Mi tanga de encaje está al
descubierto, mi vestido rueda sobre mis
muslos y cae al suelo. Él tiene el torso
desnudo. Yo estoy en ropa interior –
seductora, ¡gracias a Dios!
Tu pantalón de vestir se tendrá que ir,
Rochester…

- Eres increíblemente bella… dice de


repenteel Adonis que tengo enfrente,
comiéndome con la mirada.

Es tonto pero este comentario va directo


a mi corazón. Me conmueve. Hubiera
podido contentarse con decir que soy sexy.
Deseable. Que tengo buen cuerpo. La
mayor parte de los chicos me lo han dicho,
al menos una vez. Pero «increíblemente
bella», está en otro nivel. Definitivamente
superior…

¡Sid, acalla a tu corazón derretido!


Dijimos que era sexo, solamente sexo.
- Es tiempo de nivelar las cosas, digo
mientrasdesabotono su pantalón.
- No tan rápido, me detiene
suavemente. Tenemos todo el tiempo…
- No, yo no quiero esperar, replico
abriendo elcierre de su pantalón.

No quiero que sea tierno, atento,


prudente, complaciente ni cualquier otra
cosa. Sería demasiado peligroso. Mi
espíritu no lograría hacer su parte de las
cosas. Él podría tomar esto como algo que
no existe. Entre él y yo, es únicamente
sexual. Y sólo sucederá una vez.

Entre más lo repita, más real será…

Quiero que sea espontáneo, salvaje,


incluso brusco. No quiero que me
consienta. No quiero volverme dependiente
de un afecto cualquiera. Lo que explica
porqué estoy dispuesta a entregarme a él de
esta manera, sin cursilerías ni
romanticismo.

¿Una nueva Sidonie?

Como si leyera mis pensamientos, como


si ya no buscara a cualquier precio
cuidarme, Rochester se convierte
exactamente en el hombre que quiero. Sus
zapatos italianos y sus calcetines de seda
bordada se aplastan en el tapete rutilante.
Su pantalón de marca le sigue en el
movimiento. En unos pocos segundos
jadeantes, se planta enfrente de mí, con un
bóxer que combina con mi lencería como
única prenda de vestir. Sus ojos oscuros han
cambiado de resplandor. Ahora una flama
demoniaca arde en ellos. Y me quema
inmediatamente.
Ya sabía que había un demonio en ti…

Sus manos. Inmensas e impetuosas


armas de carne se abaten sobre mí. Me
rozan, me acarician, me amasan. Se
introducen bajo mi sostén, tocan mis
pezones antes de pellizcarlos sin ningún
miramiento. Aúllo, las expresiones
animales que atraviesan su rostro se
intensifican todavía un poco más. La grapa
de mi sostén no opone ninguna resistencia,
contengo la respiración mientras su lengua
traza círculos sobre mis senos desnudos.

Mi mano. Fina pero hábil, que se desliza


bajo
la tela para apoderarse del Santo Grial. Su
sexo impresionante, aprisionado y duro
como el concreto. Lo saco rápidamente de
su prisión, Emmett lanza un suspiro
profundo cuando empiezo un lento vaivén.
Verlo disfrutar es muy satisfactorio.

La pieza hundida en una semioscuridad


comienza a tambalearse. Es normal, mi
semental inglés acaba de cruzar la frontera
del placer. Su mano se insinúa ahora entre
mis muslos. Haciendo, a su paso, una
víctima colateral. Mi más bella tanga, que
logró romper sin que me diera cuenta.

No hay duda, el señor Rochester sabe lo


que hace…

Me muerde el labio, su pulgar se activa


alrededor de mi clítoris, gruño
ruidosamente. Mientras me prodiga esta
atención – y algunas otras, su índice ha
entrado en mí como en un guante de
terciopelo – su sexo continúa
expandiéndose en el hueco de mi mano,
haciéndose más largo. Y más ardiente.
A través de mis ojos casi cerrados –
puestos en K.O. por la deliciosa ola que se
expande en mí – puedo ver cómo su boca se
abre varias veces, dudar, luego cerrarse
repentinamente. No se atreve. Se contiene.
¿De qué? ¿De decirme palabras sucias?
¿Palabras de las que no quiere arrepentirse
después? Lo que ignora, es que puede
permitirse cualquier cosa conmigo. Es el
trato que hemos hecho.

Nuestra relación profesional saldrá


indemne. Así es.

- Más rápido… Más fuerte… susurro


en su cuello, mientras que su dedo medio
entra y sale de mí.
- ¡Ok! gruñe el multimillonario
tomándome brutalmente por las caderas
para llevarme hasta el sofá.
Sus dedos se mueven sigilosamente
fuera de mí y una sensación de vacío me
oprime. Un gemido de frustración se me
escapa. No he terminado con él. Pero creo
que ha entendido esto perfectamente. Y que
es recíproco. Ya no soy una muñeca de
trapo. Mi pudor se ha desvanecido desde
hace un momento. Mi cuerpo enteramente
desnudo se deja guiar, luego tropieza sobre
la superficie fresca y mullida. Es cuero.
Algo me dice que en poco tiempo se me
pegará a la piel…

Como otra persona aquí presente…

Y aquí estoy recostada de espaldas, a su


merced. Durante largos segundos, veo
cómo me estudia con sus pupilas negras,
detenerse en mi boca, en mis senos
endurecidos, sobre mi vientre en tensión
y… sobre mi feminidad expuesta. Su
mirada me abraza. Hasta hacerme perder la
razón – otra vez. Separo los muslos, le
dirijo la mirada más insolente, la más
indecente de todo mi repertorio. Mi deseo
llega a su paroxismo. Lo quiero aquí, ahora.
Mi intimidad lo reclama, como nunca antes
había reclamado a nadie.

- Maldición, necesito… tengo que


buscar… seagita bruscamente Emmett.
- No es necesario, me ruborizo al
extender mibrazo para alcanzar mi bolso,
del que saco un preservativo.

Pone sus ojos en el empaque azul


marino, lo saca y me juzga con la mirada.
Largamente. Me pregunto qué es lo que
piensa. Probablemente que soy una chica
liberada. Es decir fácil.

Si supiera…
Sin darme el tiempo para pensarlo
demasiado, me lanza una sonrisa desafiante
y se pone el condón con un movimiento
seguro y milimétrico. Luego su cuerpo
musculoso se recuesta sobre mí, pone mis
piernas detrás de su espalda y me penetra,
bruscamente. Sin dejar de mirarme. Lanzo
un grito de sorpresa, seguido de un largo e
incontrolable gruñido. Su miembro me
llena. Es grueso. Largo. Muy largo. Una
novedad para mí.

En unos vaivenes, mi cuerpo se


acostumbra a su calibre y mis caderas se
balancean al ritmo de sus ataques. Él gruñe,
yo jadeo, me mira, con la mirada iluminada
por el deseo, yo me sofoco. He abandonado
el planeta. La realidad ya no me importa en
este instante. Sólo nuestros cuerpos
entrelazados tienen sentido. Sus embestidas
se hacen cada vez más agresivas, mis uñas
se hunden en sus hombros, responde a ese
golpe bajo mordiéndome el labio, varias
veces. Su barba naciente de provoca
escalofríos cada vez que me roza. El placer
aumenta, aumenta, hasta amenazar con
desbordarse.

Debajo de mí, el viejo cuero se calienta y


al cabo de algunos minutos, descubro el
verdadero sentido de esta expresión trivial:
tener fuego en las nalgas. Gesticulo,
Emmett comprende inmediatamente el
problema y se incorpora, sin salirse de mí.
Como un truco de magia – negra, ¡como
sus pupilas! – aterrizo sobre sus muslos,
montando su sexo y revolviendo mis senos
cerca de su rostro.

Las reglas del juego cambian. Hasta


aquí, es él quien dirigía el baile. Ahora, el
ritmo de nuestro acoplamiento ya depende
de mi voluntad. De mis ganas de él.
Nuestros muslos entrechocan y resuenan
con cada vaivén. Me arqueo contra su bajo
vientre y lo beso febrilmente, más y más.
Se siente tan rico. Sus manos se alojan bajo
mis nalgas y me invitan a moverme de
manera diferente – trata de retomar el
control, no le concedo ese placer.

Con la cabeza echada hacia atrás, el


rostro apuntando al cielo, me agito sobre su
estaca, saboreando los besos que pone
sobre mis senos, las pequeñas dentelladas
que me asesta, por aquí y por allá. Nuestros
suspiros, gruñidos y jadeos hacen eco en la
gran pieza de muros blancos.
Respiro con dificultad y pongo la frente
sobre el hombro tatuado de Emmett.

El ritmo disminuye un poco, dejando


casi oportunidad para respirar. Casi.
Rochester se mueve dentro de mi sin
precipitación, pero más profundamente. Las
sensaciones son exquisitas. Diferentes. Mas
afiladas, más peligrosas, también.

No te dejaré invadir mis sentimientos…

La carrera loca se reanuda por mi propia


iniciativa. De lánguido, nuestro contacto
corporal se vuelve bestial, desenfrenado.
Mi amante me sigue sosteniendo con una
mano de hierro, como un director de
orquesta dirige a sus músicos. Sus pupilas
se siguen fundiendo en las mías, excepto
cuando su boca se pasea y sale a la
conquista de mi piel. Este hombre es
deliciosamente
masoquista. Justo lo necesario…

Mi placer se acerca. Una bola de fuego


comienza a formarse, en el hueco de mi
cintura.
Con mis dos manos, envuelvo el rostro de
los ojos penetrantes, intercepto su mirada y
no la suelto más. Su sexo me posee un poco
más fuerte, un poco más rápido. Tenso al
extremo, él también está en sus últimos
estertores, Emmett barre rápidamente las
mechas rubias que caen sobre mi rostro.
Luego sus labios salen al asalto,
hundiéndose en mi boca, forzando
deliciosamente el paso. Su lengua se enrolla
alrededor de la mía, la golpea, la acaricia.
La bola crece en mi entrepierna, se
multiplica al infinito.

De repente tengo miedo de soltarme. De


ceder totalmente a este orgasmo. De
revelarle mi verdadero rostro. Fragmentos
de la realidad me alcanzan, trato de
concentrarme sobre el cuadro exquisito que
ocupa el gran muro de enfrente, pero la
marejada que sube en mí me impide pensar
en cualquier cosa. Entre más la combato el
placer aumenta.

Aquí está. Fulgurante. Desgarrador.


El orgasmo. El más sublime, el más
explosivo de toda mi vida. Plantada sobre
el sexo de mi multimillonario, tiemblo
como una hoja sintiendo como el goce me
transporta. Afortunadamente, sus manos me
atrapan y me sostienen firmemente contra
él, mientras que los últimos temblores lo
recorren a él también. Nos venimos con
sólo algunos segundos de diferencia, eso no
puede ser anodino, ¿o sí?

Mis ojos se posan sobre la pequeña


cicatriz en el borde de su ojo izquierdo. Sin
que exista una razón aparente, este detalle
me conmueve…

Sid, acuérdate. Sexo. Sólo sexo…

Mi teléfono suena, en mi bolso tirado del


otro lado del sofá. Evitando
cuidadosamente cruzar la mirada de
Rochester, me levanto y tomo mi ropa, una
a una. Lo siento todavía en mí. Mi corazón
se estruja, pero me impido sentir cualquier
cosa. Me pongo mis trapos al vuelo, no
alcanzo a contestar la llamada, sólo puedo
ver el nombre de mi gemela aparecer sobre
la pantalla. El silencio llena de nuevo el
gran salón. Malestar…

Emmett, quien simplemente se puso su


pantalón, se aclara la garganta. Me obligo a
levantar los ojos en su dirección. La misma
intensidad hierve siempre en él, me
estremezco. Sus hombros cuadrados, su
cabellera rubia en desorden, su busto de
Apolo avanzan en mi dirección. «Irme
rápido. Antes de sucumbir.»

Como si Birdie hubiera decidido – por


primera vez – ponerse de mi lado, escoge
este momento preciso para despertarse.
Sobre la mesa de centro, el babyphone
empieza a funcionar. Su padre cierra los
ojos, suspira – como si se diera cuenta del
error que acabamos de cometer. Luego me
dirige una sonrisa fría, desprovista de toda
emoción. Algo ínfimo, profundamente
enterrado se rompe dentro de mí. El señor
Rochester se aleja finalmente atrapando su
camisa al vuelo. Esto me da la ocasión de
irme tranquilamente.

De tal padre, tal hija… Estos dos no han


terminado de hacerme la vida pesada…
5. En la piel

Emmett… Sus manos que me oprimen


contra su torso desnudo, sus labios que se
pasean sobre mi piel temblorosa, su
virilidad que me… que
me…

- Sid, ¿puedes volver aquí con


nosotros? gruñemi gemela.

Se ve increíble con su playera de cuero


minúscula y su pantalón entallado negro,
¡pero cómo puede ser tan molesta! Acabo
de estar con el hombre más… más… ¡y ella
no me deja respirar! Imagino que pedir un
segundo de descanso, sería demasiado.

Se inmoviliza detrás del mostrador, con


dos botellas de alcohol en cada mano, como
fusiles listos para ser desenvainados. Sus
ojos azules fisgones me inspeccionan, me
pasan por el detector de mentiras. La miro
fijamente de regreso, sin dejarme
impresionar. A pesar de ser aún más terca
que yo, no acostumbro dejar que nadie dicte
mi conducta.

Esta noche no, en todo caso. No después


de lo que acaba de pasar…

- ¿Es todo lo que te inspira este


rencuentro? refunfuña inclinándose para
hablarme al oído.
- Estoy demasiado cansada para
bailar de alegría, Joe. Créeme, sólo estaba
esperando el momento de volver a verte.
Pero aquí, enseguida.
Sólo tengo ganas de ir a mi casa…
- A nuestra casa, me corrige
frunciendo el ceño.

Luego el deber la llama. Me lanza un


guiño y regresa a sus obligaciones.
Conservar su título de «Hottest Barmaid»,
bien vale la pena. Sobre todo en el Crazy
Monkey, en donde todos los empleados son
jóvenes, guapos y completamente
depravados.

Perdón, desacomplejados.

Esta noche, el bar a la moda de Camden


Town está completamente en ebullición.
Los clientes hacen filas hasta la calle, la
música pop-rock un poco mezclada suena a
todo lo que da, láser de luz fluorescente se
escapan del techo y se abaten sobre
nosotros, mezcla de rosa brillante, de
amarillo enceguecedor y mucho de
cualquier otra cosa. A ellos les encanta esto.
Todas estas personas que bailan, que beben,
que flirtean, que transpiran. Esta
efervescencia. Esta vida. Este desorden. Yo
apenas puedo darme cuenta de todo esto.
Mi pensamiento está en otra parte. Con él…

- Toma, algo para que te pongas en


ambiente…ríe Jasper poniendo un vaso
enfrente de mí.

Le agradezco con un pequeño


movimiento de la mano – tragando un
primer sorbo que me pica la garganta – y lo
sigo con la mirada, mientras se inclina
sobre una hermosa pelirroja para
preguntarle su orden. Tiene toneladas.
Miradas de reojo, sonrisas seductoras: no
hay duda, el chico guapo no regresará a su
casa solo esta noche.

Yo, por el contrario… ¿Acaso estará


rememorando lo que pasó? ¿Se arrepentirá
de nuestro arranque de locura?

- ¿Puedo comprarte un trago? ¿O


invitarte a bailar? me sobresalta un moreno
alto – o castaño, imposible saberlo – de
brazos desnudos y tatuados.

Flash-back… Emmett… Ese misterioso


tatuaje que cruza su pecho…

- Yo soy Pete, insiste el casi doble de


ChanningTatum, acodándose
indolentemente en la barra.
- Lo siento, estoy… ocupada.
- Parece que no es así, ríe dulcemente
antes desusurrarme al oído. Nunca me doy
por vencido, cuando quiero algo. Y esta
noche, lo que quiero, es a ti…
- Muy original… me río
burlonamente. Pierdestu tiempo, Peter.
- Es Pete, no Peter.
- Ok, adiós Pete-no-Peter, sonrío
esperando queal fin se vaya.
- ¿Tu nombre, es…?

Suspiro, volteo la cabeza y me doy


cuenta de que Joe nos observa, de lejos. Me
muerdo el interior de mis mejillas para no
carcajearme. Porque sé pertinentemente qué
es lo que está a punto de suceder.

- ¿No tienes nombre? continúa el


otro. Bueno,entonces te voy a llamar
«sexy» entonces…

Tres… Dos… Uno…

- Y nosotras te llamaremos «hombre


muerto» sino te vas inmediatamente. Ve a
engatusar a otra persona con tus frases
baratas, pero deja en paz a mi hermana.
Ustedes no están en la misma liga.

Joséphine Merlin… La diplomacia


encarnada…

Me carcajeo viendo al pobre tipo


alejarse, ya a la búsqueda de una nueva
presa.

- Se recuperará, se ríe Joe llenando mi


vaso.
- ¿Ustedes quieren que termine
tambaleándome?Jasper me sirvió antes que
tú…
- Sí, después de la semana que has
pasado, nosdijimos que necesitarías un
empujón para relajarte…
- ¿Vivir en ropa interior, hacer un
maratón deRyan Gosling y dormir doce
horas seguidas, por ejemplo?
- Mmm… es válido, pero sobre todo,
beber hasta ya no poder más… dice
tronando la lengua.

Ok. La noche va a ser muy larga… Y


agitada.

Y lo fue. Y más que eso.


Alrededor de la medianoche, cedí a las
sirenas del gin-fizz y subí al escenario para
cantar – corrección: a masacrar - Burn de
Ellie Goulding.

Hacia la una de la mañana, me dieron


ganas de llamarlo. Rochester. De decirle
todo lo que tenía en el corazón. Me
contuve, gracias a una distracción que
llegaba en el momento justo. Mi vecina
vomitó sobre mis zapatos.
Hacia las dos de la mañana, el demonio
del booty shake se apoderó de mí. El de la
danza de los patos, también.

Hacia las tres de la mañana, Jasper hizo


un strip-tease bajo la mirada hambrienta de
sus groupies. Los otros meseros lo
obligaron a bajar de la barra amenazándolo
con un extintor.

Hacia las cuatro de la mañana, Joe ya


había conquistado a tres tipos diferentes – o
cuatro, todo depende de si los gemelos
cuentan por uno o por dos – antes de
desecharlos sin escrúpulos.
Hacia las cinco de la mañana, los dos
locos que comparten mi vida rehicieron el
mundo sobre nuestro sofá del salón,
mientras yo zozobraba. En sueños
prohibidos.
Mediodía. Mi habitación es un horno.
Me levanto penosamente, con la cabeza que
me revienta. Al abrir la ventana, algunas
imágenes me regresan. Otra vez él. Esto no
acabará nunca. Me meto bajo la ducha, me
pongo debajo del chorro de agua poderoso,
luego alterno de lo hirviente a lo glacial,
esperando que esto me haga olvidar. Como
si el dolor fuera a deshacerse de él.
Definitivamente. No lo he logrado. Grito
como una bestia salvaje aferrándome contra
el muro de azulejos, hasta que Joe entra al
baño, asustada.

- Maldita sea, Sid, ¿qué estás


haciendo? ¡Creíque te estarían asesinando!
Tengo una migraña espantosa, si pudieras
evitar provocarme un paro cardiaco…
- Lo siento, murmuro cerrando el
grifo del agua.
Mi gemela aún adormilada me tiende
una toalla y desvía la mirada – soy
pudorosa, ella lo sabe – para dejarme salir
de la ducha. Me envuelvo en el rectángulo
esponjado y junto mis cabellos empapados
en un chongo mal hecho.

- Sid, puedes contarme cualquier


cosa, ¿lo sabes? me mira fijamente Joe al
agarrar su cepillo de dientes.
- Me acosté con él… susurro después
de un largo silencio, sintiendo mis lágrimas
correr.
- ¿Qué? exclama, con la boca llena de
pasta dedientes. ¡Espera!

Me indica que la deje unos diez


segundos, se activa frotando sus dientes
furiosamente, luego se enjuaga la boca
como un viejo camionero.
- Continúa… suspira mirando cómo
me pongoun vestido sin mangas.
- Anoche. Antes de alcanzarlos en el
bar, confieso.
- Sid…
- No, ¡te interrumpo enseguida! digo
poniendomi dedo índice en sus labios. Fue
sólo sexo. Nada de sentimientos. No quiero
tu opinión, es demasiado pronto, ni siquiera
yo sé qué pensar.
Sólo quería que lo supieras, es todo.
- Pero…
- ¿Un café? gruño optando por una
solución másradical: plantar mi mano
entera sobre su boca. - ¡Mmm mmm!
asiente moviendo la cabeza.
- Ok. Y después de eso, ¡hay que
decorarla!

Todo el resto de nuestro sábado estuvo


consagrado a esta misión – casi imposible.
Transformar nuestro apartamento un poco
miserable en tres piezas acogedoras, darle
un alma, decorarlo a nuestra imagen. Y
todo esto, sin arrancarnos los cabellos. A
Joe sólo le gusta el negro, lo metálico, el
cromo y lo ultra-moderno. A mí me gusta el
color, lo abstracto, lo retro. Tuvimos que
hacer varias concesiones. El refrigerador
rosa bombón me costó diez semanas de
lavar los trastes – además de todo lo que
debí pagar en la tienda de ofertas más
exclusiva del barrio.

Antes de trabajar para Rochester, nunca


hubiera podido permitírmelo…

Al llegar la noche, Joe y Jasper se


encontraron a los clientes frecuentes del
Crazy Monkey y pasé algunas horas sola
con la televisión. Una nueva adquisición
también. Me dormí temprano, hecha bola
en el sofá, mi hermana me acompañó hasta
mi cama al regresar del trabajo.

El domingo por la mañana, salí a correr


sobre Whitechapel Road y por los
alrededores. Bajo un sol radiante, la ciudad
se veía animada por los mercados de arte,
las tiendas ecológicas y los espectáculos en
la calle. Me detuve para admirar las vitrinas
de las galerías contemporáneas y las
boutiques retro. Un hombre sentado en la
acera me pidió algunas monedas. Fui a
comprarle un sándwich y una gran botella
de agua antes de continuar con mi sesión de
jogging. Vaciarme la cabeza. Tendré que
lograrlo…

13 h 10 . Joe – que me escuchó llegar en


el cubo de las escaleras – me recibe
tomando las bolsas de las compras que
pesan sobre mis muñecas.
- Sabes que no vives aquí en la
semana, sonríeponiéndolas sobre la mesa
de la cocina. No necesitas jugar a la niñera
conmigo.
- No, pero tenía que ocupar mis
pensamientosen otra cosa. Y además, eso
evitará que te alimentes exclusivamente de
papas fritas con vinagre y con mantequilla
de cacahuate.
- ¡Las dos juntas somos lo mejor! se
ríe burlonamente llenando los estantes.
- Voy a bañarme, ¿preparas el pollo?
- Sid, acabo de levantarme… ¿Cómo
te digo que tu pollo me da ganas de
vomitar?
- ¿Estuviste bebiendo anoche?
- ¡No, sólo una borrachera por
semana, con esoes suficiente! Vamos, fuera,
me empuja hacia la salida. Necesitamos
hablar, pero después de tu baño.
“Necesitamos hablar.” Esta vez, no
podre escaparme…

¡Bingo! Apenas metí una hoja de lechuga


en mi boca y mi gemela empieza las
hostilidades, sentada en traje sastre sobre el
sofá.

- Bueno, ¿ya me contarás?


- Nos miramos. Nos hablamos. Nos
besamos. Y… ya sabes, resumo poniendo
mi plato sobre la mesa de centro.
- Sidonie Merlin, tengo los medios
para hacertehablar… articula con una voz
gruesa.
- Está bien Dark Vador, tus amenazas,
¡ya sabesdónde te las puedes meter! río con
entusiasmo.
- Bueno, ya en serio… retoma
estirándose.
Sales de una relación complicada. Peor que
eso: una pesadilla. Por fin lograste
deshacerte de Mathias, escapar de él.
Encontraste un trabajo de psicópata – en el
buen y en el mal sentido del término. ¿Y te
lanzas de nuevo a la boca del lobo?
¿Poniendo tu bienestar mental Y tú trabajo
en peligro? ¿De veras, Sid?
- ¡Eres tú quien pasa todo el tiempo
diciéndomeque viva un poco más y que
piense un poco menos! ¡Que me deje
llevar! Que pruebe cosas nuevas. ¡Y es
exactamente lo que me estás reprochando!
- Uno: no te estoy reprochando nada.
Es tu vida.Tus elecciones. Dos: ser más
espontánea, más ligera, menos cautelosa o
cuadrada, ¡eso no quiere decir que te
acuestes con tu multimillonario! Yo estaba
pensando en un tipo como Jasper.
Apetitoso, chistoso, inofensivo, desechable.
- Es demasiado tarde, bostezo
sintiéndome derepente exhausta. Lo que
está hecho, hecho está. Tendré que asumir
las consecuencias.
- Sid, resiste la próxima vez. Si te
sientes a punto de caer, ¡cierra los ojos y
visualízalo con escamas por todo el cuerpo!
¿Quisieras acostarte con Godzilla? ¡No, no
lo creo! Si te puedes detener ahí, todo
puede volver a la normalidad.
- …
- Es eso lo que quieres, ¿no?
- No lo sé…
- No es verdad… suspira Joe
dejándose caerhacia atrás.
- Hey… digo suavemente
golpeándole el brazo.
- ¿Sí?
- Creo que el amor, realmente no está
hecho para mí…
- Es lo que me digo a mí también.
Sólo que tú,al menos tienes el valor para
intentarlo… susurra pasando la mano por
mis cabellos. Mamá siempre me dijo que tú
tenías razón…

Mi hermana también es eso. La ternura.

***

Lunes por la mañana. Como unas ganas


de renunciar…

La townhouse está sumergida en el


silencio cuando abandono mi cuarto piso –
al que subí hace diez minutos para dejar mi
pequeña valija y ponerme mi uniforme.
Birdie duerme tranquilamente, Connor no
está en los alrededores, mucho menos
Emmett. La gran aguja está lista para
detenerse sobre el ocho, me encamino hacia
la gran cocina para preparar el desayuno de
la pelirroja.

A quien, curiosamente, he extrañado…

Estoy bostezando como una carpa


cuando me encuentro de frente con un
dandi. Un verdadero dandi. No sólo un tipo
un poco snob que se divierte vistiendo
hermosos relojes y zapatos. No. Un hombre
con el físico distinguido y con la flema
típicamente británica. Éste tiene los rasgos
finos, como dibujados con estilógrafo.

¿Quién es él? ¿Y qué hace aquí tan


temprano? ¿Un coinquilino cuya existencia
desconocía?

Sus largos cabellos son estirados hacia


atrás, sus ojos azul gris, los distingo muy
claramente cuando los hunde en los míos
sin ningún empacho ni timidez. Recargado
sobre el plan de trabajo, con una taza de
café en la mano, me sonríe inmediatamente
– una sonrisa guasona, que me recuerda las
que me dirige frecuentemente Joe – y
avanza hacia mí con la mano extendida.

- Me habían dicho que era distinguida


pero…,bromea con suavidad.
- Me habían dicho que no dejara
entrar extrañosen la casa, le contesté
dándole un apretón de manos.
- Su alma caritativa, probablemente...
- Yo no sabía que tuviera una.
- Para ocuparse de Birdie, necesitaría
casi dos,susurra cubriéndose la boca.

Pero, maldita sea, ¿quién es? Creo que no


voy a tardar en saberlo. Por fuera, todo es
refinado en este hombre. La naturaleza lo
ha provisto de un físico estético - incluso
de supermodelo - y su gusto por las cosas
bellas es evidente. Sólo hay que poner los
ojos en él por un momento fugaz para
adivinar que el dandi juega en las Grandes
Ligas. Con los grandes diseñadores, en
todo caso.

- ¿Así que conoce a la gente que vive


en estacasa? ¿Usted no ha entrado aquí por
accidente? bromeo adoptando una voz
chillona y abriendo exageradamente los
ojos.
- Usted tiene una respuesta rápida, ya
siento quererla, Frenchie, sonríe. Soy Jude
Montgomery, también conocido como el
mejor amigo de su jefe y padrino de su
pequeña protegida.
- Encantada. Sidonie
Merlin. Niñera y
Presidenta de «SOS sáqueme de aquí.»
- La entiendo. Trabajar para Emmett,
no debeser fácil todos los días...
- Mientras que trabajar CON Emmett,
¡es un regalo del cielo! dice mi fantasía
rubia incluyéndose en el peor momento.
Cuando se trata de ganar miles de millones,
ya no te molesta trabajar conmigo,
Montgomery...

No hay duda de que estos dos se conocen


de memoria y a pesar de sus diferencias -
obvias – forman un buen par. Sólo basta
interceptar por sorpresa una mirada entre
los dos para adivinar la amistad profunda y
sincera que los une.

Pero esto no es lo que me obsesiona en


ese momento. No, lo que me hace
estremecer, son estas dos pupilas negras.
Emmett... La pequeña bestia se emociona
de nuevo en mi estómago. En todo mi
vientre, incluyendo la parte baja. No sé si
debo mantener un perfil bajo o
comportarme de forma normal, como si
nada hubiera pasado. Como si nuestro
encuentro carnal frenético nunca hubiese
existido. Levanto los ojos y cruzo los de
Rochester, mi garganta se cierra. Su mirada
está habitada por una llama intensa, que
crepita hasta enviarme escalofríos en cada
extremidad, pero su lenguaje corporal es
frío. Glacial.

- Buenos días Sidonie. Veo que las


presentaciones ya se han hecho, dice con su
voz ronca mientras vierte el líquido negro
en su taza.
- Imogen no me quería mucho, me
confiesa Jude. Pero creo que entre nosotros,
hemos tenido un buen comienzo...

Emmett se da vuelta y no examina de


pies a cabeza, uno tras otro. Al parecer, no
le gusta que su socio y mejor amigo se
entienda bien conmigo.

- Brrr, si una sola de sus miradas


mataran... bromea el dandi poniendo su
mano en el hombro del coloso rubio.
- Tenemos trabajo, Jude. El grupo
Primo nos espera, gruñe este último
señalándole la salida.

El invitado no insiste. Pasa frente a mí y


baja la visera de su sombrero imaginario
para despedirse. Agradeciéndome al pasar
con una última sonrisa de chiquillo, así
como con una reflexión totalmente
inadecuada:

- ¡Psstt! Algo me dice que su talón de


Aquiles,son sus hermosos ojos...

Emmett lo golpea detrás de la cabeza


para que se calle, el otro se ríe y sale de la
habitación. Mi jefe está también a punto de
franquear la puerta, cuando cambia de
opinión. El rubio tenebroso da media
vuelta, luego parece buscar sus palabras.
Finalmente, unas pocas, pronunciadas en
una voz suave y dulce, logran salvar la
barrera de sus labios:

- De hecho, ¿tuviste un buen fin de


semana?
- Sí... Bueno, tuve problemas para...
concentrarme.
- ¿En qué?
- En mi vida. Mi vida normal. Antes
de todoesto.
- No quiero complicarte la vida, ya
sabes, murmura, acariciando su barba fina.
- Lo sé. No estás buscando nada. Y yo

tampoco.¡Hipócrita! Es falso.
Completamente falso.

Sus ojos se funden en los míos, nos


mantenemos completamente inmóviles, a
menos de un metro de distancia, unidos por
esta intensidad que nos abruma en cada
mirada. La suya baja a mi boca, contengo la
respiración. Pero un objeto cae en la
habitación de al lado, emitiendo un ruido
sordo. Jude suelta una maldición, a la
distancia, y las pupilas negras me
abandonan. Menos de un minuto más tarde,
la puerta se cierra y me doy cuenta de que
mis uñas se clavaron en las palmas de mis
manos, desde el principio.

¡Ay!

***
Nada extraordinario sucede durante los
próximos tres días. Birdie ocupa mis días y
me encuentro con Emmett raramente, en la
mañana temprano o al anochecer. A
menudo está de prisa, junto con Camilla,
con Jude o con sus tres teléfonos móviles –
cuyas alarmas ya me tienen hasta el gorro.

La tensión sexual es siempre palpable


cuando estamos en la misma habitación.
Pero ninguno de nosotros actúa, se atreve a
dar el primer paso. Nuestras conversaciones
nunca exceden de algunos intercambios y
no se aventuran a donde no deben. Y, sin
embargo, sus ojos nunca dejan de
conmoverme. Y de estudiarme más de lo
necesario. Me agrada, ya no es un secreto.
Por más que trato de acallarlos, de
someterlos, los sentimientos crecen en mí.
Emmett sigue siendo una presencia
constante, en un pequeño rincón de mi
cabeza. Y creo que es mutuo.

Incluso si no quiere admitirlo...

Birdie, ella no esconde ni uno solo de los


sentimientos que siente hacia mí. Ira, a
menudo. Afecto, a veces. Sus caprichos son
todavía numerosos, pero disminuyeron en
intensidad. Y los momentos de complicidad
se vuelven cotidianos, aunque no duran
mucho tiempo.

No es poco común que nos tomen por


madre e hija. En el parque, en la calle, en
las tiendas, a menudo me permito este tipo
de pensamientos. Algunas mujeres incluso
me dicen que la pequeña se parece a mí. Es
una tontería, no podríamos ser más
diferentes. Y sin embargo, mi corazón
comienza a latir muy dulcemente por esta
niña que ha sido privada de su madre
demasiado pronto. Mucho antes que yo.
Pero incluso si nuestras historias no tienen
nada en común, compartimos al menos eso.
La mujer que nos dio la vida nunca nos
dará su bendición cuando encontremos al
amor de nuestra vida. No nos ayudará a
elegir nuestro vestido de novia. Nunca verá
a nuestros hijos crecer.
Bloquear el dolor. Respirar. Proseguir.

- ¡No bonita, en el agua! exclamó


el monstruosalpicándome desde de su
baño.
- Birdie, ¡ya es suficiente! Y dame
el jabón.
- ¡No!
- ¡Birdie! ¡No en la boca!

Le arrebato la galleta de las manos, trato


de enjuagarle la boca con agua limpia, pero
la glotona escupe espuma llorando.

- Cálmate cariño, yo te ayudo, le


digo tranquilamente, queriendo sacarla
de la tina.

Pero ella lucha, se retuerce en todas


direcciones, moviendo sus brazos y sus
piernas y por un segundo, pierdo el
equilibrio. Un segundo de más. Su cabeza
golpea contra la pared de baldosas blancas
y sus gritos resuenan a unos cien metros a
la redonda. Un chichón aparece en medio
de su frente.
¡Auxilio!

La pequeña arropada con su bata está


apretada entre mis brazos, llamo a Connor
aterrorizada, y me doy cuenta de que esto
no es lo que hay que hacer. Cuelgo a toda
prisa, y luego llamo a la línea privada del
pediatra de Birdie, disponible las 24 horas
del día. Descuelga después de sólo dos
pitidos, escucha mi explicación, oye los
gritos de la pequeña, siente mi estrés y me
aconseja llevar a la niña a emergencias.
«Sólo por precaución.» Connor llega a la
puerta del cuarto de baño en ese momento,
con las llaves del coche en la mano.

Los médicos de emergencias de la


clínica privada de Mayfair se ocupan de
Birdie al segundo de haber llegado. Ellos
saben con quién están tratando: la única
hija del señor Rochester, su más eminente y
fiel donante. Mientras asisto a los exámenes
nunca aparto los ojos de la pequeña,
Connor se encarga de avisar a su padre.
Sólo con esta idea, tengo ganas de
desaparecer bajo tierra. De abrazar a Birdie,
con la promesa de que ya nunca le pasará
nada.

- El examen clínico es perfectamente


normal, Birdie sufre sólo de un pequeño
traumatismo benigno, me dice el pez gordo
del hospital después de veinte minutos en la
sala número uno. Este término es
terrorífico, pero le aseguro que el golpe fue
muy ligero. Mi colega la recibirá para
explicarle lo conducente. Sólo por
precaución, tendrá que vigilar a la niña
durante los próximos días.
- ¿Así que puede ser que sea grave?
digo conteniendo mis lágrimas.
- Señorita Merlin, sonríe poniendo su
mano enmi antebrazo. Le aseguro que está
bien. Y usted no tiene la culpa de nada, una
niña de dos años se cae necesariamente.

Por fin puedo respirar. Birdie está bien.


Ahora está gorjeando, a mis pies,
masticando las orejas de su conejo de
peluche.

- ¿Dónde está? ¿Dónde está mi hija?


oigo gritaren el otro extremo del pasillo.

Emmett Rochester avanza a grandes


pasos en nuestra dirección, mirando
fijamente el rostro de su pequeña muñeca,
que se agita extendiendo sus brazos hacia
él. Llega a donde nos encontramos, se
arrodilla y la abraza antes de levantarla
contra su pecho. Él se levanta y me
interroga con la mirada. Sus ojos oscuros
son asesinos.

- Fue un accidente... perdí el


equilibrio y ellase golpeó...
- ¡Esa es la menor de mis
preocupaciones! seenfada. ¡Lo que quiero
saber es cómo está!
- Señor Rochester, nos interrumpe
una joven enbata de médico, su hija está
saliendo con un chichón desagradable. Las
pruebas son normales, nada sospechoso, no
hay nada de qué preocuparse.
Voy a por el informe, ahora vuelvo.
Emmett suspira, besa en la mejilla a
Birdie, luego su mirada fría me contempla
de nuevo. Su rostro es serio, con el rostro
tenso. En este momento, sé que nada
volverá a ser lo mismo.

- Esto es culpa nuestra, gruñe


barriendo su frente con la mano. Nos
equivocamos, fuimos demasiado lejos y
todo ha cambiado. Birdie no debería pagar
por nuestros errores. Es todo lo que tengo
en el mundo, está antes que todo. Es mejor
que nos detengamos aquí.

Su voz tranquila y cortante acaba de


asestarme un duro golpe. Muevo las
pestañas como una idiota, sintiendo mi
corazón acelerarse. Rezo por malinterpretar
lo que me acaba de decir...

- Yo... no estoy seguro de entender,


murmuro,dando un paso hacia él.

Da un paso atrás y dice sin inmutarse:

- Nuestro trabajo se detiene aquí,


Sidonie.
Puedes ir a buscar tus cosas, Connor te
entregará tu último día de salario.

Utilizo mis últimos recursos para no


echarme a llorar. Este trabajo, he aprendido
a apreciarlo. Finalmente me he apegado a
Birdie, a sus caprichos, a sus gestos feos, a
sus sonrisas adorables y juguetonas que me
fui ganando una a una, con el sudor de mi
frente.

Y Emmett. Hice todo para luchar, para


permanecer insensible, pero ya está en mi
piel. Y esta piel, tan frágil, tan expuesta,
acaba de arrancármela al pronunciar estas
últimas palabras.

- Me habían advertido, río con


nerviosismo, para no llorar. El primer día,
me dijiste que no me hiciera ilusiones.
Excepto que yo creí. A pesar de toda mi
voluntad, yo creí.

Su mandíbula se aprieta. No es
indiferente, lo siento muy dentro de mí.
Pero este hombre es demasiado terco para
arrepentirse. Así que me rindo. Junto todo
mi valor, doy dos pasos adelante y beso en
la mejilla a Birdie. Un beso largo, lleno de
emociones. Un beso de despedida. No sé si
ella lo siente, pero apenas me di la vuelta,
empezó a exigir mi presencia.

De espaldas a ellos, por fin puedo abrir


mis compuertas. Las lágrimas se rompen en
mis mejillas, mientras a lo lejos, oigo a la
pelirroja pronunciar mi nombre - o por lo
menos, es lo que parece:

- ¡Donie! ¡Donie! ¡No ir! ¡Donie!

Salí del hospital, perseguida por los


gritos de la niña. Y por las imágenes de su
padre. Sus ojos negros y evocadores. Sus
labios que me hubiera encantado rozar al
menos una última vez. Su magnetismo, su
lado oscuro, salvaje, que aún sacude mi
cuerpo.

Yo que quería tener un nuevo comienzo,


lo logré... ¡Encontrar un empleo de oro y
conservarlo: un fracaso! No traer de vuelta
a los demonios del pasado: un fracaso. ¡No
enamorarme: un fracaso!

Continuará...
¡No se pierda el
siguiente volumen!
En la biblioteca:

Call me Baby – Volumen 2


«Lo nuestro no debió de pasar nunca. Perdí
mi trabajo y mi orgullo, tú perdiste tu
tiempo…» ***
Sidonie Merlin no es del tipo indefenso.
Pero cuando lanza estas palabras cortantes
al rostro de Emmett, ¿realmente es lo que
piensa? En realidad, la joven no logra llenar
el vacío que el señor Rochester y la
pequeña Birdie dejaron detrás de ellos.
¡Pero parecería que el momento de la
mermelada aplastada y del puré volador ha
vuelto de nuevo! El oscuro multimillonario
y la niñera encontrarán la manera de
reconciliarse. Después de todo, su historia
sólo acaba de empezar…
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