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I. LA FALTA DE INTERIORIDAD
Lo primero que advertimos en el hombre de nuestro tiempo es su escasa interioridad, una insuficiencia de
vida interior que, paradójicamente, puede ir unida con un marcado subjetivismo. Al decir interioridad, nos
estamos refiriendo a aquel fondo recóndito del alma que es el afectado cuando decimos que algo se nos
ha entrañado en el corazón, que algo nos ha impresionado, conmovido o sobrecogido, como suele
acontecer al tratarse de algo que se refiere a la admiración, el amor, la adoración, la emoción artística o el
asombro metafísico. Todas estas son vivencias que afectan nuestra interioridad. En los momentos en que
acontecen, tenemos la impresión de que vivimos intensamente, en el sentido de profundidad, no de
extensión.
El hombre de Hoy vive más “exteriormente” que “interiormente”. Recuerda todas sus citas, menos las que
tiene consigo mismo. Dominado por las vicisitudes de la vida, zarandeado en su vorágine, ha perdido la capacidad de recogimiento y de
concentración. La meditación y el silencio, que constituyen algo así como el marco de la vida interior, le son totalmente extrañas. A lo
largo del día se vuelca fuera de sí mismo, y a la noche se encuentra vacío. “Nosotros vivimos fuera de nuestra interioridad: no interiorizamos
nuestra vida práctica, exteriorizamos nuestra conciencia; no recuperamos el mundo dentro de nosotros, nos perdemos y dispersamos a
nosotros mismos en el mundo. Reflejamos la superficie de las cosas en lugar de reflejar sobre las cosas la profundidad de nuestro espíritu”.
El hombre ha perdido “la capacidad de estar a solas consigo”.
II. LA MASIFICACIÓN
Tratemos de penetrar en las características del hombre masificado. ¿Qué es la masa? Lo que vale
por su peso y no vale sino por su peso; una realidad que se manifiesta más por ausencias que por
presencias: ausencia de formas y de colores, ausencia de cualidades, pura inercia. Y así podemos
decir que, en el campo social, la masa se da cuando en un grupo más o menos numeroso de
personas se agolpan en base a idénticos sentimientos, deseos, actitudes, perdiendo, en razón de
aquella vinculación, su personalidad en mayor o menor grado, convirtiéndose en un conglomerado
de individuos uniformes e indistintos, que al hacerse bloque no se multiplican, sino que se
adicionan.
III. EL HEDONISMO
Junto con la actitud consumista, el hombre moderno se caracteriza por una pronunciada tendencia al
hedonismo. ¿Qué es el hedonismo? Esta palabra viene del griego, edoné, que significa placer. El origen
último del hedonismo es de índole filosófica, ya que propiamente el hedonismo es un sistema
filosófico, referido al campo de la moral, que hace consistir el bien en el placer. Según esta manera de
ver, el hombre encuentra su felicidad plenaria en el placer, el placer actual, inmediato, sensible. El
hombre, según los hedonistas, está sujeto y la soberanía del instante; la previsión, el anhelo de un
placer futuro lleva siempre consigo cierta inquietud e inseguridad, y, por lo mismo, su espera implica
una cuota de dolor, que se trata de regir experimentando un nuevo placer lo más rápidamente posible.
Interpretada rigurosamente, la moral del hedonismo presupone la superioridad del placer físico sobre
el moral, y el principio del egoísmo, mi placer, sobre todo. Excluye, asimismo, toda moderación en la búsqueda de la dicha. No importa lo
que la moral diga de cada acto; lo importante es el placer que en ellos pueda encontrarse.
Otra característica de] hombre actual que vamos a considerar es su apertura a las pseudos-espiritualidades
y religiones esotéricas. Como el deseo de Dios está inscrito en lo más hondo del corazón del hombre, el
hombre ha sido creado por Dios y para Dios, y Dios no cesa de atraerlo hacia sí, el hombre moderno, a
pesar de su profunda decadencia, no deja de poseer un instinto religioso, que radica en su propia
naturaleza, y es, por tanto, indestructible. Cuando no lo vuelca en el Dios verdadero, no puede menos
que fabricarse dioses propios, ídolos, en quienes busca saciar su anhelo de trascendencia.
Se observa, también, un auge de supersticiones que van desde el culto a fetiches hasta la adivinación y
la magia. La consulta a horóscopos, la astrología, entendida como un
poder de los astros sobre la voluntad del hombre, la quiromancia, la
predicción de suertes, el recurso a medíums, y tantas otras prácticas
que todos conocemos, parecen ofrecerle al hombre vacío de hoy la
sensación de cierta espiritualidad.
CAPACIDADES: 2.1. Transforma su entorno desde el encuentro personal y comunitario con Dios y desde la fe que profesa.
2.2. Actúa coherentemente en razón de su fe según los principios de su conciencia moral en situaciones concretas de la vida.
ESTANDAR: Asume su rol protagónico en la transformación de la sociedad a partir de las enseñanzas de Jesucristo en marco ético y moral
cristiano