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La Importancia de la 

Himnología
La Importancia de la Himnología

Estudios EBI: La Importancia de la Himnología                

Si el himno tiene un significado tan grande como ya se ha visto, entonces vale la pena
estudiarlo. El estudio ordenado de los himnos se llama himnología.

La himnología toma su lugar al lado de otras fases de la vida y doctrina cristianas, para
recibir de parte de los dirigentes y miembros de la iglesia la atención que su importancia
requiere, ya que está vitalmente relacionada con la tarea de ganar almas nuevas y de
ayudarlas a que crezcan en la adoración y en el servicio. Lo que mejore el himno
evangélico terminará mejorando la calidad de la vida eclesiástica.

El estudio de himnología tiene tres propósitos prácticos: conocer mejor los himnos
existentes y sus autores; poder seleccionar mejor los himnos apropiados para las ocasiones
deseadas; y crear himnos más autóctonos y de mejor calidad.

Es demasiado común que la gente en el culto cante los himnos sin pensar en su significado.
Cantan porque conocen el himno casi de memoria; porque les gusta la melodía; o
sencillamente porque el que está dirigiendo el culto lo ha indicado.

Una comprensión del período en que se escribió un himno y las circunstancias bajo las
cuales llegó a producirse, o algún conocimiento de la vida y del trabajo del autor a menudo
ayudan a que el himno tenga más significado.

En el caso de otra índole de poesías se considera muy provechoso saber algo de la biografía
de los autores. Por tanto, ese conocimiento debe ser tan importante en la educación
religiosa como en otras formas de educación y como en cualquier otra fase de la enseñanza
cristiana.

Entre el pueblo cristiano, tomando en cuenta los diferentes cultos con sus himnos, se lee
más poesía hímnica cada semana que cualquier otra clase. Es importante, pues, que nuestro
pueblo comprenda los himnos que está usando.

En seguida, resulta que si los himnos son comprendidos, será más fácil seleccionar los
himnos para las diferentes ocasiones que.se presentan. Pensando en el mensaje del himno,
un director no anunciará “Firmes y adelante” si quiere incitar a la oración.

Pensando en el contenido y en la forma del himno, también se dará cuenta de que la calidad
de los himnos no es uniforme, y vendrá a desear himnos que presenten las verdades que
más vienen al caso y que las presenten en la mejor forma literaria.
El estudio de la himnologia castellana también debe resultar un estímulo a los hermanos de
las iglesias de habla castellana para que se preocupen de producir más himnos que expresen
la propia alma del pueblo español o iberoamericano.

Hasta ahora la mayoría de los himnos son traducciones. Aunque siempre habrá lugar para
himnos traducidos, pues los hay en todos los idiomas, sin embargo debe haber más que
sean originarios del castellano. La himnología enfoca una luz sobre este problema y da
esperanza de mejores días en el porvenir.

La himnología aun entre los ingleses y norteamericanos no vino a tener importancia sino
hasta mediados del siglo pasado; pero entre las iglesias evangélicas de habla castellana
recién ahora empieza a recibir atención de los dirigentes de la obra.Así, se nos sugiere la
necesidad de preocuparnos de nuestros cantos evangélicos.

Primeramente haremos un estudio de cómo, a través de los siglos, se ha desarrollado el


himno como factor sin igual de la literatura religiosa y como parte importante de la
adoración que los hijos de Dios dan al Padre celestial.

Empezaremos con los cánticos sagrados primitivos, y seguiremos hasta ver los himnarios
de nuestros días. Y esto se hará con la esperanza de que sirva para poder mejorar la
alabanza congregacional a Aquel quien es digno de recibir toda la alabanza por los siglos
de los siglos.

CAPITULO II

EL HIMNO EN LA IGLESIA PRIMITIVA

Desde los principios de la historia ha habido canto sagrado. Los primeros humanos con sus
cánticos rústicos expresaron su relación para con la divinidad y en la literatura más antigua
de las naciones hay indicaciones de que los pueblos usaban himnos de alabanza y de ruego
a sus dioses.

La observación y la experiencia indican que el cantar himnos a un ser, o seres


sobrehumanos, parece ser instintivo para el género humano. Es lógico, entonces, que al
aparecer la Iglesia de Jesucristo, ella también usara himnos al acercarse a su Señor y Dios.

I. LOS ANTECEDENTES EN EL HIMNO PAGANO

El himno cristiano tiene raíces en los cantos que dirigían a sus dioses paganos los griegos,
romanos, y otros pueblos de los cuales salieron los creyentes primitivos. Es interesante
observar que los caldeos cantaban himnos a sus dioses antes del tiempo de Abraham. Uno
de los ladrillos grabados encontrados en el Cercano Oriente contenía un himno escrito en el
caldeo antiguo, dirigido a Hurkis, el dios luna de los caldeos.
El himno dice así:

“Padre mío, de la vida el dador, apreciando, contemplándolo todo;

Señor, cuyo poder bondadoso se extiende sobre todo lo que hay den el cielo y en la tierra.
Tú haces salir del cielo las estaciones y las lluvias;
Tú custodias la vida y produces los aguaceros.
¿Quién en los cielos es elevado y glorioso? Tú. Sublime es tu reino.
¡Tú revelas tu voluntad en los cielos y los espíritus celestes te alaban!
¡Tú revelas tu voluntad aquí abajo y sojuzgas los espíritus terrenales!
Tu voluntad resplandece en el cielo como ascua brillante;
En la tierra tus hechos me la declaran.
Tu voluntad, ¿quién la sabe? ¿con qué la puede comparar el hombre? 
¡Señor en cielo y tierra, tú, Señor de dioses, y ninguno te iguala!”

Entre todas las expresiones del paganismo había algunas como este himno que cabrían
dentro de la adoración del Dios hebreos.

Los egipcios también cantaban en la adoración de sus dioses. Los papiros conservan un
himno muy antiguo dirigido al río sagrado, el Nilo. Cuatro veces al día los sacerdotes
cantaban loores a sus divinidades. Sin duda, MOISES era muy conocedor de estas
alabanzas y algo aprendió de ellos para que, bajo la dirección divina, pudiera consagrar este
conocimiento a la adoración de Jehová.

El gran maestro de la literatura griega de antaño, HOMERO, tenía en sus obras muchos y
hermosos himnos a sus dioses. Los escritores griegos que le siguieron también presentaron
sus poesías como una adoración divina. Se puede decir que el contenido de sus himnos
contribuyó muy poco a la adoración cristiana; pero sí el desarrollo poético del cántico
griego tuvo una gran influencia en la forma de los primitivos himnos cristianos en griego.

Al hablar del canto religioso entre los paganos, vale la pena recordar que la palabra
encantar, que etimológicamente significa “cantar en”, viene de los pueblos primitivos que
creían que, mediante el canto, los adoradores podían lograr que un dios hiciese lo que los
cantores deseaban. De consiguiente, cantaban y bailaban para mover a la divinidad a
realizar una cierta acción.

II. EL FONDO DEL HIMNO CRISTIANO EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

Si es que el himno cristiano recibió algo de los cantos paganos, en cambio él tiene una
deuda mucho más grande para con el Antiguo Testamento. Cuando los israelitas primero
salieron de Egipto, el gozo de la liberación se expresó en canto (Éxodo 15), acompañado
con instrumentos de música que llevaban consigo. Las cualidades literarias de este cántico
indican que la poesía religiosa no era un arte nuevo, sino más bien algo ya establecido.

La principal distinción entre los cánticos paganos y los hebraicos estriba en que los
israelitas ocupaban la poesía casi exclusivamente en la religión, en su culto a Jehová.
Debido a este alto ideal religioso y a la inspiración, la poesía hebrea alcanzó alturas muy
superiores a la de otros géneros literarios producidos en países vecinos, y desarrolló
características propias. No tiene compás ni ritmo en el sentido de la poesía moderna, pero si
tiene un espíritu poético y un alto valor lírico. Esta literatura tiene su punto culminante en
los Salmos, el libro que es, sin duda, el himnario más antiguo del mundo y el que ha tenido
más influencias en toda la historia de la Iglesia.

Desde la época de SAMUEL había escuelas de profetas que hicieron considerable uso de la
música. Durante el tiempo de DAVID habla un coro numeroso, cuatro mil músicos, las
voces bajo la dirección de CHENANIAS y los instrumentos dirigidos por ASAPH y otros
(I Crón. 15:22; 16:57).

Como se ve en los Salmos, estos no sólo eran directores, sino también compositores y
escritores (Salmo 73, etc.). En el tiempo de SALOMON la obra coral era magnífica, la más
grandiosa tal vez que se haya usado en la adoración divina. Después del cautiverio, el canto
para el culto se extendió del templo a las sinagogas en dondequiera que había judíos.

Durante el tiempo de Jesús, el ritual del pueblo era confeccionado a base de cantos
especiales para los distintos días de la semana y otros para ocasiones especiales. El culto de
alabanza era dirigido por un coro numeroso de levitas. Formaban el coro mayormente
hombres y niños, aunque a veces las mujeres también cantaban en él.

La alabanza alcanzaba su punto culminante del año, el último día de la fiesta de los
Tabernáculos, en cuya ocasión el coro dirigía a la congregación el presentar en canto llano
el Salmo 81. Al cantarlo, los sacerdotes tocaban trompetas a intervalos y el pueblo se
inclinaba en adoración. Fue entonces, en un ambiente musical, que se educó el hijo de
María de Nazaret. Y es casi seguro que el himno cantado por el Señor y los apóstoles en el
aposento alto (Mateo 26:30) antes de salir para Gethsemaní, era uno de los salmos de la
Pascua (113118), llamados el “Halle!”. De esta palabra “Halle!”, alabar, viene la palabra
“Aleluya” (literalmente Hallaluya, Alabad a Jehová Yahweh).

III. EL HIMNO EN EL NUEVO TESTAMENTO

El mensajero del Antiguo Testamento había profetizado que con la llegada del Mesías
prometido, “los rescatados de Jehová volverán, y vendrán a Sión con canciones; y regocijo
eterno estará sobre sus cabezas; ¡alegría y regocijo recibirán, y huirán el dolor y el
gemido!” (Isaías 35:10. V. M.).  efectivamente, la venida al mundo del Salvador representó
“una nueva de gran gozo”, la que desde entonces ha dado razón sobrada para cantar en
alabanza y gratitud al Padre celestial.

Al principio, naturalmente, utilizaban los himnos del culto judío, pero al pasar los años se
escribieron himnos con espíritu más netamente cristiano evangélico, aunque en el mismo
Nuevo Testamento, y hasta en el Antiguo, encontramos también canciones personales
(como las canciones de MARIA, hermana de Moisés, y la de DEBORA, etc.).
En Lucas encontramos el principio de la himnología cristiana en la noble canción de
MARIA, madre de Jesús (1:46-55), comúnmente llamada el Magnificat, por ser ésta la
primera palabra en la traducción latina; la canción de ZACARIAS, el Benedictus (1:68-
79); la de LOS ANGELES, Gloria in excelsis (2:14); y la de SIMEON, el Nunc dimittis
(2:29-32). Estos himnos se cantan todavía, especialmente en la Iglesia Católica Romana, en
nuestra iglesia Anglicana y en algunas otras confesiones de fe..

El regocijo de los discípulos tuvo su expresión en el cantar alabanzas:


(Hechos 2:46,47).Pablo y Silas cantaron himnos a Dios en la cárcel de Filipos
(Hechos 16:25). Pablo, al escribir a los colosenses (3:16) y a los efesios (5:18-20), les
estimulaba a que fueran llenos del Espíritu y que se exhortasen los unos a los otros con
salmos, himnos y canciones espirituales. También en I Cor. 14:26 se puede deducir que en
el cantar había bastante libertad y espontaneidad. En el Nuevo Testamento hay varios
pasajes que dan la impresión de ser porciones de himnos antiguos, tales como, por ejemplo:
1 Timoteo 3:16 y Santiago 1:17, y los cánticos inspiradores del Apocalipsis 4:8; 4:11; 7:12
y 15:3,4.

IV. EL HIMNO EN LOS PRIMEROS SIGLOS

Cuándo comenzó a usarse un himno determinado, o cuándo fue generalmente aceptado por
los primeros cristianos, es difícil decirlo con certeza. El desarrollo fue lento, aunque hasta
el cuarto siglo, salvo en algunas partes como en Antioquía donde se notaba más un espíritu
de originalidad, es probable que la mayoría de los himnos para el culto tuvieran su origen
en el Antiguo y Nuevo Testamento.

El Gloria in excelsis llegó a llamarse la Gran Doxología, y le fueron agregadas palabras e


ideas por personas desconocidas, ampliando el texto angelical, hasta que durante el segundo
siglo quedó como sigue:

“Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres;
Te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias por tu gran
gloria.
Oh, Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre Omnipotente;
Oh, Señor Dios, Hijo Unigénito, Jesucristo, Oh Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del
Padre;
Que quitas los pecados del mundo, ten misericordia de nosotros;
Tú que quitas los pecados del mundo, ten misericordia de nosotros;
Tú que quitas los pecados del mundo, recibe nuestro ruego;
Tú que estás sentado a la diestra de Dios Padre, ten misericordia de nosotros.
Porque Tú eres santo, Tú sólo eres el Señor.
Tú sólo, oh Cristo, con el Espíritu Santo, eres Altísimo en la gloria de Dios Padre. Amén”.

La Doxología Menor era el Gloria Patri. La primera parte fue basada en Mateo 28:19, y la
última fue agregada después de la gran controversia sobre la persona de Cristo.

Las palabras completas traducidas son las siguientes:


“Gloria demos al Padre, Al Hijo y al Santo Espíritu;
Como eran en el principio, Son hoy y habrán de ser,
Eternamente. Amén”. (ENHP, 388).

El “tres veces santo” de Isaías 6:3 y Apocalipsis 4:8 nos dió el Ter Sanctus.

El Benedicite fue basado en el supuesto canto (encontrado en el agregado apócrifo de “El


cántico de los Tres Santos Niños”) de los tres compañeros de Daniel, capítulo 3, e insertado
entre los versículos 23 y 24. 

Es una paráfrasis del salmo 48. Fuera de estos, casi ninguno de los himnos del segundo
siglo ha sido conservado, salvo el breve Aleluya en el cual el dirigente cantaba, “Alabad a
Jehová” y la congregación respondía, “Sea alabado el nombre de Jehová”.

PLINIO EL MENOR, gobernador romano pagano de Bitinia durante la primera parte del
segundo siglo, nos da un vistazo de las costumbres cristianas al escribir al emperador
Trajano pidiendo saber qué hacer con esa gente. Le informó al Emperador que los
cristianos acostumbraban reunirse muy de mañana y que cantaban himnos a Cristo como
Dios, en canciones alternadas.

También EUSEBIO obispo cristiano de Cesares durante el tercer siglo, escribió en


suHistoria: “Tantos salmos e himnos, escritos por los hermanos fieles desde el principio,
celebran a Cristo el Verbo de Dios, jiablando de él como divino”. Más adelante en su libro
se refiere a un tal Pablo de Samosata, obispo hereje de Antioquía, quien trataba de “impedir
el cantar salmos a nuestro Señor Jesucristo por ser productos modernos de hombres
modernos”; y en vez de cantar gloria a Cristo, hacia cantar salmos a sí mismo, “lo cual
haría estremecerse a cualquier cristiano verdadero”.

Otro personaje del segundo siglo, CLEMENTE DE ALEJANDRIA (Ca. 150 Alejandría-
215 ó 217 Palestina), uno de los primeros escritores de himnos cristianos, testificó que los
grupos cristianos cantaban a la hora de las comidas, aunque no dio una idea de cómo eran
estas “bendiciones”. Un himno con el cual él terminó su obra El Pedagogo es el himno
cristiano más antiguo en existencia (fuera de la Biblia), el que nos da una idea de cómo
debían haber sido los himnos de la época.

En parte, hélo aquí, en traducción de A.B.:

Freno de potros salvajes,

Sobre nuestras voluntades domina;


Ala de aves erráticas,
Nuestro vuelo de forma segura guía.
Timón de la juventud obstinada,
Firme contra las adversidades;
Pastor, con sabiduría cuidando
Las ovejas del rebaño real:
Tus hijos en humildad
Se unen como uno para cantar,
Con solemnidad en sus labios,
Sus himnos de alabanza,
Con sinceridad, a Cristo su Rey.

Freno de potros salvajes,


Sobre nuestras voluntades domina;
Ala de aves erráticas,
Nuestro vuelo de forma segura guía.
Timón de la juventud obstinada,
Firme contra las adversidades;
Pastor, con sabiduría cuidando
Las ovejas del rebaño real:
Tus hijos en humildad
Se unen como uno para cantar,
Con solemnidad en sus labios,
Sus himnos de alabanza,
Con sinceridad, a Cristo su Rey.

Rey de los santos, Palabra omnipotente


del Padre, Dios altísimo;
Origen y principal de la sabiduría;
Mitigador de toda pena;
Señor del tiempo y del espacio;
Jesús, Salvador de la humanidad;
Pastor, que nos da sustento;
Labrador, que prepara su tierra,
Quien nos contiene;
Guía que nos encamina
Como un rebaño celestial;
Pescador de hombres, a quienes das vida;
Desde el océano del mal y del pecado,
Y desde la lucha con las olas,
Buscando peces puros
A los que atraer a sí con la dulzura de la vida:
Guíanos, Pastor de las ovejas,
Lleno de sabiduría, el Santo;
Rey de los jóvenes, a quienes guardas
Para que eviten la contaminación;
Los pasos de Cristo, el Camino celestial;
Palabra eterna, que nunca envejece;
Vida que nunca decae;
Fuente de misericordia y virtud;
Ejemplo de vida para los que elevan
Hacia Dios su himno de alabanza,
Cristo Jesús!
Alimentados por leche del cielo,
Dada para nuestros paladares delicados;
Leche de sabiduría del pecho
De la gracia en toda su expresión,
Llenos espiritualmente del rocío
Destilado de la justicia y la razón.
Elevemos, como niños, con labios puros
Nuestros himnos de alabanza
Como nuestra ofrenda de gratitud,
Limpia y pura, a Cristo nuestro Rey.
Celebremos, con corazones sin mancha,
Al Niño Todopoderoso.
Nosotros, nacidos en Cristo, el coro de paz;
Nosotros, el pueblo de Su amor;
Cantemos sin cesar
Al Dios de toda paz.

TERTULIANO, padre de la Iglesia (c. 160-c. 220) también hace referencia a la costumbre


de cantar Y testificar juntamente con la comida. Un Himno de Anochecer, con Ter Sanctus
y Gloria in Excelsis, eran los himnos más conocidos de aquellos tiempos. Cabe recordar
que el segundo siglo fue un período de persecución, cuando muchos de los que cantaban
tuvieron que pagar su fe con su vida.

En las iglesias griega y latina, desde el siglo sexto en adelante, cantar himnos quedó
confinado a las iglesias y conventos, estando restringido al clero en las iglesias, aunque en
Alemania la congregación cantaba el Leisen, cerrando ciertos himnos con el Kyrie eleison.
Los flagelantes de los siglos XIII y XIV cantaban himnos en latín o la lengua vernácula,
mientras que los lolardos ingleses del siglo XIV y los husitas bohemios del siglo XV
revivieron el uso popular del canto sagrado. La Reforma introdujo el canto congregacional
en la adoración. El avivamiento inglés del siglo XVIII estuvo marcado por un gran impulso
en la composición de himnos, en lo que miembros de la Iglesia nacional (Toplady, Newton
y otros compitieron con los dirigentes del movimiento metodista. Los himnos "han
consolado al triste, controlado al gozoso, sometido al furioso, refrescado al pobre" (Nicetio
de Tréveris, De psalmodiæ bono). Han estado en las lenguas de los creyentes en el primer
ardor de su fe y han ascendido en la última proclamación fervorosa de los mártires en la
pira. Son la común herencia de los creyentes y vínculo de todas las edades. En ellos se
esfuman las distinciones denominacionales. Los himnos de Ambrosio, Juan de Damasco,
Lutero, Tersteegen, Wesley, Toplady, Muhlenberg y Newman están juntos en los
himnarios, concordando en la alabanza al único Dios y en el amor al único Salvador.

Cada movimiento de reforma en los distintos países de Europa traía sus himnos que se
componían para respaldar el debate teológico de ese movimiento.

La relación general entre las colonias e Inglaterra fue tan estrecha hasta 1770 que la
himnodia americana tuvo poco distintivamente propio. El primer himnario fue el famoso
Bay Psalm Book, que fue a veces reimpreso. Luego se hizo popular el Psalter de Tate y
Brady, con un suplemento de himnos compuestos muchos por Watts, de los que se hicieron
muchas ediciones. Tras la guerra revolucionaria la actividad denominacional en producción
de himnarios se hizo intensa y este movimiento, estimulado por la producción de meritorios
himnos, fue pronto más allá del uso de los salmos versificados. La Iglesia episcopal
protestante editó himnarios oficiales (1789, 1808, 1826), también los bautistas (The
Philadelphia Collection, 1790), igualmente los metodistas (antes de 1790); los
universalistas publicaron dos colecciones en 1792, los unitarios una en 1795, los
congregacionales otra en 1799, mientras que el primer himnario presbiteriano apareció en
1828-29. Aunque la actividad denominacional continuó durante toda la historia de ese país,
posteriormente compositores de himnos como Edwin F. Hatfield, Thomas Hastings, Philip
Schaff, quien colaboró con R. D. Hitchcock, y Charles Seymour Robinson, compilaron
himnarios destinados al uso interdenominacional. Dos movimientos han contribuido a la
cantidad, si no a la calidad, de los himnos americanos: el movimiento de la escuela
dominical y los cultos de avivamiento bajo el liderazgo de Dwight L. Moody con la ayuda
de P. P. Bliss e Ira D. Sankey.

Los movimientos misioneros trajeron sus himnos a sus campos de misión en América
Latina y el Caribe. El movimiento pentecostal clásico se unió a la himnología evangélica
hasta los años 1980. Después de la década de los 1970 se incorporo la coritología. Y desde
1980 la música moderna con cantantes profesionales.

——

Osacar Naranjo  (Rosario,Argentina)

http://www.mdedecision.com.ar/160/160-
estudios_ebi_la_importancia_de_la_himnologia.html
HIMNOLOGIA CRISTIANA

Introducción.

Definiciones y términos.
Un himno es una
meditación espiritual en
prosa rítmica o verso, cuyo
principal constituyente es la
alabanza y oración a Dios.
Es la comunión del alma
con Dios. La noción
moderna de un himno es,
por tanto, más amplia que
para Agustín, quien dice:
"[Un himno] es un canto
con alabanza a Dios. Si
alabas a Dios y no cantas
Dos páginas de un libro de coro de la catedral de Toledo, no se trata de un himno; si
copiado hacia 1544 cantas y no alabas a Dios,
no es un himno; si alabas a
otra cosa... aunque cantes y alabes no es un himno. Un himno, entonces, contiene estas tres
cosas: canto, alabanza y a Dios." (Sobre el Salmo 149). Por otro lado, las iglesias griega y
latina, a diferencia de las protestantes, incluyen entre los himnos canciones métricas a
María y los santos. Los escritores del Nuevo Testamento emplean tres términos: psalmos,
hymnos y odĕ pneumatikē (Efesios 5:19; Colosenses 3:16). La palabra hymnos era común a
griegos y romanos, quienes cantaban a sus divinidades y en honor de hombres de renombre.
El poema de Homero contiene tales himnos y Hesíodo representa a las Musas cantando
himnos a los dioses. Píndaro denomina himnos a sus odas. La literatura egipcia también
contiene himnos, de los que uno de los más notorios, al sol saliente y poniente, se encuentra
en el Libro de los Muertos (cap. cxxv; cf. P. Le Page Renouf, Lectures on the Origin and
Growth of Religion, as Illustrated by the Religion of Ancient Egypt, Londres, 1880). Pablo,
en la colina de Marte, citó de un himno de Arato de Cilicia (siglo III a. C.) las palabras
"porque linaje suyo somos" (Hechos 17:28). El himno cristiano difiere del himno pagano de
la antigüedad en su espíritu y objeto de adoración, pero no necesariamente en forma. Va
dirigido a Dios o a una de las tres personas de la Trinidad, no admitiendo nada impuro.
Investigación general.
Los himnos desde tiempos
antiguos han sido un
elemento importante en los
servicios en el santuario y
en todos los periodos han
contribuido a la piedad de
la Iglesia. El Antiguo y el
Nuevo Testamento
frecuentemente presentan a
los cuerpos y huestes
celestes alabando a Dios
(Job 38:7; Isaías 6:3;
Apocalipsis 5:9 y sgg.),
mientras que los mejores
periodos de la historia
hebrea y cristiana
expresaron el fervor
religioso en el canto
sagrado (cf. Hechos
16:25). En las iglesias
griega y latina, desde el
siglo sexto en adelante,
cantar himnos quedó
confinado a las iglesias y
conventos, estando
restringido al clero en las
iglesias, aunque en
Alemania la congregación
cantaba el Leisen, cerrando
ciertos himnos con el
Kyrie eleison. Los Breviario de Isabel la Católica, Folio 155, verso
flagelantes de los siglos
XIII y XIV cantaban himnos en latín o la lengua vernácula, mientras que los lolardos
ingleses del siglo XIV y los husitas bohemios del siglo XV revivieron el uso popular del
canto sagrado. La Reforma introdujo el canto congregacional en la adoración. El
avivamiento inglés del siglo XVIII estuvo marcado por un gran impulso en la composición
de himnos, en lo que miembros de la Iglesia nacional (Toplady, Newton y otros
compitieron con los dirigentes del movimiento metodista. Los himnos "han consolado al
triste, controlado al gozoso, sometido al furioso, refrescado al pobre" (Nicetio de Tréveris,
De psalmodiæ bono). Han estado en las lenguas de los creyentes en el primer ardor de su fe
y han ascendido en la última proclamación fervorosa de los mártires en la pira. Son la
común herencia de los creyentes y vínculo de todas las edades. En ellos se esfuman las
distinciones denominacionales. Los himnos de Ambrosio, Juan de Damasco, Lutero,
Tersteegen, Wesley, Toplady, Muhlenberg y Newman están juntos en los himnarios,
concordando en la alabanza al único Dios y en el amor al único Salvador.
Himnos hebreos.

La himnodia hebrea tuvo un origen temprano. Los cantos de Miriam, Moisés, Débora y
Ana (Éxodo 15; Deuteronomio 32; Jueces 5; 1 Samuel 2:1-10) son poemas sagrados de
sublime imaginería e inspirados con una fervorosa devoción a Dios. El libro de los Salmos
es el mejor himnario y en todas las edades la Iglesia ha encontrado en el mismo una fuente
de devoción y alabanza.
Himnos cristianos antiguos.

Desde el comienzo de la dispensación cristiana han llegado himnos que son conocidos
generalmente por sus títulos latinos, usualmente derivados de las primeras palabras en las
versiones latinas. Son el Magnificat de María (Lucas 1:46-65), el Benedictus de Zacarías
(Lucas 1:68-79) y el Nunc dimittis de Simeón (Lucas 2:29-32). Otras partes del Nuevo
Testamento sugieren por su forma que son fragmentos de himnos (Hechos 4:24-30; Efesios
5:14; 1 Timoteo 3:16; Santiago 1:17; Apocalipsis 15:3). En la institución de la Cena (Mateo
26:30) Jesús y sus discípulos cantaron un himno, posiblemente una parte del Hallel. Los
cristianos de la era apostólica usaban los himnos como medio de edificación (1 Corintios
14:26; Efesios 5:19; Colosenses 3:16). Parece probable que en la asamblea pública el
himno, como la profecía y la predicación, era a veces el espontáneo producto del momento
(1 Corintios 14:26). Desde la edad sub-apostólica hasta el uso de himnos en el servicio
cristiano hay testimonios de fuentes paganas y cristianas. A principios del siglo II Plinio
informa a Trajano que los cristianos tenían la costumbre de reunirse antes del amanecer y
cantar himnos a Cristo como Dios (Epist. x. 97). Eusebio (Hist. eccl., V, xxviii. 5) cita a un
autor de finales del siglo II que habla de los "muchos salmos e himnos, escritos por
hermanos fieles desde el principio [que] celebran a Cristo el Verbo de Dios, hablando de él
como divino". El himno cristiano en uso más antiguo, aparte de los mencionados, es
probablemente "Pastor de tierna juventud" por Clemente de Alejandría (c 200) que ha
ganado contemporaneidad en la traducción de Henry M. Dexter, hecha en 1846 (cf. Schaff,
Christian Church, ii. 228-31). El himno "Luz de gozo, resplandor divino", cantado todavía
en la Iglesia griega, fue antiguamente atribuido a Atenágoras († 169); pero Basilio de
Cesarea († 379) niega su autoría, aunque refiere el himno a una composición antigua. Los
primeros gnósticos crearon un conjunto de himnos y Orígenes habla de un gran número en
uso. Bardesanes y su hijo, Harmonio, estuvieron entre los poetas gnósticos (cf. E.
Preuschen, Zwei gnostische Hymnen, Giessen, 1904).
Himnos de la Iglesia oriental.

La costumbre de cantar himnos fue tan general y popular en el siglo III que una de las
acusaciones del tercer sínodo de Antioquía (269) contra Pablo de Samosata fue que había
suprimido los himnos en honor de Cristo. Teodoreto señala (Hist. eccl., ii. 19) que el canto
antifonal comenzó en Antioquía y se difundió desde allí en todas direcciones en el siglo IV.
Mientras Crisóstomo era obispo de Constantinopla la facción trinitaria se reunía en las
plazas y luego marchaba en procesiones nocturnas por la ciudad cantando himnos como
medio de combatir a los arrianos, quienes también tenían sus propios himnos. El cardenal
Pitra señala que el número de himnos griegos es muy grande, suficientes para publicar
quince o veinte volúmenes, mientras que un número igual sobrevive en manuscritos. Efrén
Sirio († c. 378) es el padre de la himnodia cristiana siria. Teodoreto ensalza sus himnos que
conmemoran los grandes hechos en la vida de Jesús, las muertes de los cristianos y las
vidas de los mártires (cf. H. Burgess, Select Metrical Hymns... of Ephraem, Londres, 1853).
Gregorio de Nacianzo († 390) y Anatolio son los dos escritores más grandes en el periodo
de la himnodia griega antigua. El himno "Fierce was the wild bilow" se atribuye a Anatolio.
Los mejores himnos de esta rama de la Iglesia fueron escritos en lo que John Mason Neale
llamó el segundo periodo, 720-820. A este periodo pertenecen Romano († c. 720), a quien
el cardenal Pitra atribuye veinticinco himnos que muestran originalidad y vigor; Andrés de
Creta († 732); Cosmas; Juan de Damasco, el gran teólogo de la Iglesia griega, cuyo "Este es
el día de la resurrección" ha pasado a muchos himnarios ingleses y Esteban del monasterio
de Mar Saba († 794), cuyo "Estás cansado, estás lánguido" es la letra más simple y apacible
sobre las palabras de Jesús "Venid a mí los trabajados." Tres escritores posteriores son
Teodoro el Estudita († 826), quien escribió "Ese día temible, ese día de terror", José el
Estudita († c. 830), quien escribió "Jesús, Señor de vida eterna" y Teoctisto el Estudita († c.
890), autor de "Jesús, nombre sobre todo nombre."
Himnos de la Iglesia latina.

Periodo antiguo.
Los fundadores de la himnodia latina fueron Hilario de Poitiers († 368) y Ambrosio de
Milán († 397). Hilario fue desterrado de la Galia a Asia Menor, entrando en contacto con la
Iglesia oriental y al regresar a su diócesis compuso el libro de himnos que Jerónimo
menciona. Daniel le adjudica seis himnos, pero es dudoso si un solo himno de Hilario
todavía existe. Cantar himnos fue muy popular en Milán, donde Ambrosio fue obispo,
debiéndose a él la música llamada ambrosiana usada por la congregación (Conf., ix. 7).
Noventa y dos himnos se atribuyen a la escuela ambrosiana, de los cuales algunos son de
Ambrosio mismo. Combinan el vigor con la sencillez y conmemoran los grandes hechos y
doctrinas del cristianismo. Buenos ejemplos son el Veni, redemptor y el Deus Creator.
Algunos de los mejores himnos latinos son de Prudencio, un laico español († no antes de
405) de los que unos quince están tomados de poemas más largos. Dos, muy admirados,
son "Belén, de las ciudades más nobles" sobre el nacimiento de Cristo y "Salve, niños
mártires" sobre el asesinato de los inocentes. En el siglo V Sedulio, posiblemente de Roma,
que no ha de ser confundido con Sedulio Escoto del siglo VIII, compuso algunos himnos
excelentes.
Edad Media.
Gregorio Magno († 604) y
Fortunato de Poitiers (†
600) marcan la transición al
periodo medieval de la
himnodia latina. La música
ambrosiana fue sustituida
por la gregoriana, se
introdujo el recitativo y el
canto público en las iglesias
se restringió al coro de
sacerdotes, uniéndose la
congregación sólo en la
respuesta. Los mejores
himnos de Fortunato son
Vexilla regis y Pange,
lingua. Los himnos de la
Edad Media no muestran el
tono gozoso y jubiloso de
los himnos de Ambrosio y
Prudencio, estando
compuestos en una clave
menor. Nacidos del claustro
tienen el eco de los tonos
bajos de la contemplación
devota. Los cantores se
detienen en la cruz y
ponderan la agonía más que
la brisa clara de la mañana
de la resurrección;
describen las terribles
solemnidades del juicio y la
Canto llano de un manuscrito toledano del siglo XVI gloria celestial. Los
principales centros de producción de poseía sagrada fueron los monasterios de Saint-
Gallen, San Marcial en Limoges, Cluny, Clairvaux y San Víctor, ceca de París. Una vasta
colección de los poemas religiosos producidos la hicieron Dreves y Blume, siendo, salvo
pocas excepciones, editados por vez primera. Servían al propósito de la lectura devocional,
habiendo pasado pocos de ellos al culto eclesiástico. Emplearon la rima universalmente tras
1150 e incluyen una variedad de prosas, himnos, secuencias, salterios y oraciones rimadas
para el rosario. Los salterios se dividen en 150 partes en imitación de los Salmos y van
dirigidos a la Trinidad, a Jesús y a María. El término "secuencia" se aplicó originalmente a
la melodía, siendo Notker de Saint-Gallen el primero en adaptar poemas a las secuencias.
Los tropos eran versos intercalados en los oficios de la liturgia e iban unidos al gloria, el
hosanna y otras partes del servicio; se originaron en Francia y fueron muy populares en
Inglaterra. La mayoría de la poesía religiosa de la Edad Media se produjo en Francia y
Alemania. Algunos himnos estaban en alemán y a veces en latín y alemán con líneas o
palabras entremezcladas.
Compositores
individuales.
Entre los poetas sagrados
de la Edad Media
estuvieron Gregorio
Magno, Nortker de Saint-
Gallen († 912), Pedro
Damián († c. 1072),
Anselmo de Canterbury (†
1109), Hildeberto de Tours
(† c. 1134) y Abelardo (†
1142). Las mejores
composiciones inglesas
son las de John Peckham,
arzobispo de Canterbury (†
1292), del que de su oficio
rimado a la Trinidad se
tomaron tres himnos
(Daniel proporciona los
tres; i. 276 sqq; cf. Dreves
xxiii, páginas 5-6).
Bernardo de Clairvaux (†
1153), uno de los más
grandes escritores de
himnos, introdujo la
corriente mística en su
composición. Mabillon
dudó de la autenticidad de
todos sus poemas menos
de dos, mientras que
Vacandard (Vie de S.
Tracto de la Vigilia de Pascua, escrito en neumas (siglo XI)
Bernard, ii, París, 1895, p.
103) y Hauréau (Les Poēmes latins attribués à S. Bernard, París, 1890) duda de todos. Pero
la tradición más antigua los atribuye a él, no pudiendo encontrarse a nadie tan idóneo como
él para ser su autor. Hacia 1150 Bernardo de Cluny compuso su poema sobre la "Lucha del
mundo", consistente de unas 3.000 líneas, del que se han derivado "Jerusalén la dorada" y
otros dos himnos. El más prolífico escritor de himnos medieval fue Adam de san Víctor
(destacó c. 1170), llamado por Gautier, Neale y Trench "el más destacado entre los poetas
sagrados latinos de la Edad Media." De Buenaventura († 1274) procede Recordare sanctæ
crucis. Tomás de Aquino contribuyó con tres himnos al breviario. Dos de ellos, Pange,
lingua y Laude, Zion, pertenecen al ritual del Corpus Christi, yendo dirigidos a la hostia y
enseñando la transubstanciación. El himno más famoso de la Edad Media, y tal vez de
todos los tiempos, es el Dies irae atribuido a Tomás de Celano, amigo y biógrafo de
Francisco de Asís. La descripción reverencial y sublime del sobrecogimiento y terror del
juicio final nunca ha sido superada, desafiando la habilidad de muchos traductores, entre
ellos Sir Walter Scott. Philip Schaff lo denomina "la obra maestra reconocida de la poesía
latina y el más sublime de todos los himnos" (Christ in Song, Nueva York, 1868, p. 372).
El himno más tierno de la Edad Media es Stabat mater dolorosa, atribuido a Jacopone da
Todi († 1306). La primera línea está tomada de Juan 19:25. A esta clase de himnos, aunque
posteriores en el tiempo, pertenecen los de Francisco Javier († 1552) y Teresa de Ávila (†
1582). En general se puede decir que los mejores de los himnos posteriores de la Iglesia
latina, tales como los de Madame Guyon, John Henry Newman ("Lead, kindly light") y
Faber, están en la clave de la himnodia medieval.

Himnos alemanes.

Periodo de la Reforma.
Alemania posee una
himnología más
voluminosa que cualquier
otro país. En 1786 Ludwig
van Hardenberg preparó
una lista de 72.732 himnos
alemanes, habiéndose
superado con creces,
naturalmente, esa cifra hoy
en día. Uno de los primeros
Ilustración de un coro cantando resultados de la Reforma en
Alemania fue el uso de los
himnos en el canto congregacional, por lo que hubo en ese país un considerable número de
himnos antes de que se escribieran en inglés. El padre de la himnodia alemana fue Martín
Lutero. Posiblemente recibió su estímulo de los himnos de Hus, que le enviaron los
Hermanos Bohemios, haciendo una traducción libre de Jesus Christus, nostra salus. En
1523 Lutero publicó ocho himnos propios y en 1545 había escrito 125. Fueron difundidos
por cantores itinerantes de población en población. Tanto protestantes como católicos
testifican de la eficacia de los himnos de Lutero; Coleridge considera que Lutero hizo "por
la Reforma tanto por los himnos como por la traducción de la Biblia", mientras que el
católico Conzenius afirmó que "los himnos de Lutero han destruido más almas que sus
escritos y sermones." Sus himnos están marcados por una fe robusta y gozosa. Totalmente
característico es Ein' feste Burg ist unser Gott, que fue el himno de batalla de la Reforma y
se convirtió en favorito del pueblo alemán. Pero él pulsó otras notas además de las del
desafío y la guerra, como en su reflexivo Nun freut euch, liebe Christengemein. Entre los
colaboradores de Lutero en este campo estuvieron Justo Jonás, Paul Eber y Michael Weiss,
editando este último (1531) las traducciones almenas de los himnos de los Hermanos
Bohemios y añadiendo algunos propios. Los anabaptistas del siglo XVII produjeron una
destacada himnodia. Sus mejores himnos están recogidos en Auss Bundt. Muchos de esos
himnos fueron compuestos por mártires poco antes de su ejecución.
Desde la Reforma.
El lugar alcanzado por la
Iglesia luterana en el
campo de la himnodia ha
sido mantenido
continuamente por una
cadena de eminentes
escritores. Entre los más
notorios del siglo XVI está
Philipp Nicolai († 1608),
quien, durante la peste de
1597, escribió un himno
destacado por su suavidad
majestuosa, Wachet auft I
ruft uns die Stimme y Wie
schön leuchtet der
Morgenstern. Al mismo
periodo pertenece Ludwig
Helmbold († 1598), cuyo
Von Gott will ich nicht
lassen ha sido traducido
frecuentemente, como por
Catherine Winkworth
"From God shall naught
divide me." El periodo de
la Guerra de los Treinta
Años produjo algunos
himnos notables, entre los
que se puede mencionar el
himno de batalla de
Gustavo Adolfo, Verzage
nicht, du Häuflein klein y
el vigoroso de acción de
gracias de Martin Rinkart
(† 1649) Nun danket alle
Gott, que ha sido llamado Paulus Gerhardt
el Te Deum alemán. Entre
los más fértiles escritores del siglo XVII estuvo Johann Heermann († 1647), cuyas
experiencias de severo sufrimiento está incorporadas en himnos de abundante riqueza. Con
él hay que considerar a Johann Rist († 1667), quien escribió unos 680 himnos, entre ellos O
Ewigkeit, du Donnerwort. La culminación de la himnodia alemana se alcanza con Paul
Gerhardt († 1676). De sus 123 himnos más de 30 son clásicos, entre ellos O haupt voll Blut
und Wunden y Befiehl du deine Wege son representativos. De la Iglesia reformada el primer
escritor de himnos fue Joachim Neander († 1680), quien refleja la influencia de Spener.
Uno de los himnos más populares en Alemania es su Lobe den Herren, den mächtigen
König der Ehren. Los pietistas fueron fértiles productores de himnos durante los siglos
XVII y XVIII, Philipp Jakob Spener escribió nueve himnos, de los cuales tres se tradujeron
al inglés. August Hermann Francke († 1727) y Johann Anastasius Freylinghausen († 1739)
fueron los más eminentes de esta escuela. Benjamin Schmolke († 1737), pastor en Silesia,
escribió muchos himnos de alto mérito y valor permanente, siendo el más popular Mein
Jesu, wie du willst, traducido en el favorito inglés "My Jesus, as thou wilt." Para los
moravos de Herrnhut el conde Zinzendorf († 1769) escribió una gran número de himnos de
peculiar y efusivo fervor, de los que más de 200 han pasado al himnario inglés moravo y un
gran número aparece en otras colecciones inglesas. Wesley usó sus composiciones con
libertad. Un buen ejemplo de la composición de Zinzendorf es su Christi Blut und
Gerchtigkeit. Contemporáneo de Zinzendorf fue Gerhard Tersteegen († 1769), un laico de
la Iglesia reformada, de cuyos 111 himnos el más popular es Gott ist gegenwärtig, lasset
uns anbeten. Georg Friedrich Philipp von Hardenburgh († 1801 a la edad de veintinueve
años), quien escribió con el seudónimo "Novalis" compuso, entre otros himnos, Ich sage
jedem dass er lebt y Wenn ich ihn nur habe. Varios de los himnos de Johann Caspar
Lavater († 1801) han sido traducidos al inglés, especialmente O Jesus Christ, wachs du in
mir ("O Jesus Christ, grow thou in me.")

La primera parte del siglo XIX fue testigo de un avivamiento en la himnodia alemana,
coincidiendo con el tercer centenario de la Reforma en 1817. Este movimiento fue dirigido
por Schleiermacher, Claus Harms y Ernst Moritz Arndt. Uno de los propósitos era
contrarrestar la tendencia, dirigida por Justus Gesenius (en su colección de himnos
publicada en 1647), de mutilar y cambiar los himnos de los antiguos escritores. Se dio
ayuda material a este movimiento por las colecciones de C. C. J. von Bunsen, Ewald,
Rudolf Stier, H. A. Daniel y Albert Knapp. Otros fértiles contribuidores fueron Karl Johann
Philipp Spitta († 1869) y Albert Knapp († 1864); pero muchos magníficos himnos han sido
añadidos por Ernst Moritz Arndt († 1860), Friedrich Rückert († 1867), Meta Heusser (†
1876) y Karl Gerok.

Himnos franceses.

Calvino, igual que Lutero, fue un defensor del canto


congregacional y contribuyó a la literatura de la
himnología. Un himno de su autoría, Je te salue, mon
certain redempteur, fue descubierto en un antiguo
himnario ginebrino (cf. P. Schaff, Christ in Song,
Nueva York, 1868, páginas 678 y sgg.) Mientras
Calvino estuvo en Estrasburgo se hizo con doce de las
versiones de los Salmos de Clément Marot, no
sabiendo que eran suyas, junto con las versiones
originales de los Salmos 25, 26, 91, 138, el Decálogo
en verso, el Credo de los Apóstoles y el cántico de
Simeón. Este libro, publicado en Estrasburgo en 1539 y
conteniendo 21 piezas con el tono al comienzo de cada
salmo, pero sin prefacio y firma, fue la primera
colección para uso congregacional en la Iglesia
Clément Marot reformada francesa. Clément Marot recibió en 1541
permiso para publicar su Trente Pseaumes, que apareció al año siguiente dedicado a Carlos
V y en 1543 publicó Cinquante Pseaumes. Tras la muerte de Marot, Beza continuó la obra
de traducir los salmos, aunque una edición completa del Salterio sólo apareció en 1562. Las
versiones de Marot, con pocos cambios, continuaron en uso en las iglesias francesas. Les
puso música Claude Goudimel. Sin embargo, en himnos propiamente dichos la Igleia
francesa es muy pobre. Vinet otorga a César Malan el honor de restaurar este medio de
devoción. Junto a Paul Bost publicó Chants de Sion, mejorada y editada como Chants
chrétiens en 1841, con himnos y salmos incorporados de fuentes católicas (como el obispo
Godeau, † 1672, quien había editado una colección de excelentes traducciones de los
Salmos; Corneille, † 1684; Racine, † 1699 y Madame Guyon, † 1717). Malan tiene el
crédito de haber compuesto más de mil himnos. Muchos de los himnos de Madame Guyon,
señalados por su gracia y devoción, fueron traducidos por Cowper, quien simpatizaba con
el temperamento místico de la autora.

Himnos escandinavos.

Producciones danesas.
Antes de la Reforma los países septentrionales poseyeron pocos himnos en la lengua
vernácula aparte de las traducciones de originales latinos. Los himnos del culto católico
fueron traducidos al danés y al sueco antes de la Reforma (G. E. Klemming, Latinska
Sänger, 4 volúmenes, Estocolmo, 1885-
87; el danés Tidebog está reproducido en
la obra de C. Pederson, Danske Skrifter,
volumen ii. Copenhague, 1851),
desarrollando después Suecia, Dinamarca
y Noruega una himnología. En Dinamarca
la poesía post-Reforma comenzó con
sátira e ironía. El primer himnario danés
fue de Claus Montersen Töndebinder, el
reformador de Malmö, siendo llamado el
"Himnario de Malmö" publicado en 1528,
reimpreso al año siguiente y ampliado en
1533, con una edición posterior de Hans
Taufer en 1544. Un gran himnario, con
tonos para cada himno, conteniendo 261
daneses y ocho latinos fue publicado por
Hans Thomissen, pastor de Vor Frue
Kircke en Copenhague, en 1569, estando
entre sus contribuidores los obispos Peter
Palladius, Tygen Asmusen, Hans
Albertsen, los nobles Knud Gyldenstjerne,
Erik Krabbe, Elizabeth Krabbe Skram y el
célebre teólogo Niels Hemmingsen y Thomas Hansen Kingo
otros, incluyendo al editor, quien contribuyó con 49 himnos a la colección. El principio del
arreglo fueron "los principales artículos de la fe cristiana." A comienzos del siglo XVII la
edición de himnarios en Dinamarca fue tan frecuente que casi cuenta como industria. En
1699 el "Himnario Kingo" fue preparado por el obispo Thomas Hansen Kingo, estando en
uso durante mucho tiempo después. Un rival se publicó en 1717 por el pastor B. C.
Gjödesen, usado en algunas congregaciones hasta 1850. Otro, por Erik Pontopiddan,
apareció en 1740, siendo el primero que designaba a los himnos por números, obteniendo el
favor de la corte. Era pietista y uno de sus contribuidores fue Hans Adolph Brorson. Una
tercera publicación danesa fue la del ministro de Estado Ove Hoegh-Guldberg y L. Harboe,
obispo de Seeland, publicado en 1778 y conocido como "Himnario Guldberg". En 1698 se
acometió una nueva empresa en el "Himnario cristiano evangélico" bajo la dirección de
Nicolai Edinger Balle, obispo de Seeland, marcado por un tímido sobrenaturalismo y un
variado racionalismo. Se añadió un complemento por un obispo posterior de Seeland, Jakob
Peter Mynster, en 1846. En 1855 apareció Roskilde Konvents Psalmebog, al que Nicolai
Frederik Severin Grundtvig, B .S. Ingemann y C. J. Boye contribuyeron, añadiéndose
complementos en 1873 y 1890. En 1899 se publicó el himnario oficial de la Iglesia danesa
con el título Psalmebog for Kirche og Hjem.

Noruega y Suecia.
En Noruega el cambio en las
condicione políticas preparó
el camino para el abandono
de los himnarios "Kingo",
"Guldberg" y "cristiano
evangélico" que se habían
empleado allí igual que en
Dinamarca, publicándose en
1869 uno bajo el cuidado de
M. B. Landstad y en 1783 un
segundo himnario autorizado
bajo el de A. Hauge. También
hubo una colección de
himnos en el dialecto
campesino. En Suecia una
pequeña colección, Svenska
sänger eller visor, la publicó
el reformador Olaus Petri,
conteniendo diez himnos de
los que cuatro o cinco eran
suyos. Fue ampliada en las
nuevas ediciones de 1530 y
1536. El hermano de Petri, el
Olaus Petri arzobispo Laurentius Petri,
hizo una nueva edición en
1543 y en 1567 apareció el "Himnario Laurentius Petri", conteniendo unos cien himnos,
muchos de ellos polémicos contra la Iglesia católica. Continuaron apareciendo otros
himnarios a intervalos frecuentes, hasta que se publicó una edición oficial en 1645,
conteniendo 166 himnos suecos y quince latinos. Un nuevo himnario fue proyectado por
Jesper Svedberg, ayudado por el entendido Urban Hjärne y una comisión. Hizo su aparición
en 1694, pero desató una tormenta de oposición por el polémico obispo Carl Carlson. Bajo
una nueva comisión el proyectado y parcialmente terminado libro fue revisado por una
nueva comisión, siendo conocido como "Himnario de 1695", año de su publicación. La
difusión del pietismo en Suecia llevó a la publicación de Mose og Lambsens visor, que
siguió publicándose durante mucho tiempo. La difusión del movimiento de Herrnhut en
Suecia produjo la edición de Zions nya sånger por Anders Karl Rutström, que sirvió a ese
movimiento igual que Mose og Lambsens visor para el pietismo. C. J. Lohmann, Samuel
Troilius y el historiador Olof Celsius acometieron una revisión del libro de Svedberg,
apareciendo dos partes en 1765-67, pero el resultado fue recibido con fuerte desaprobación.
La entrada del racionalismo en Suecia llevó al deseo de un nuevo himnario, que apareció en
1793 en el "Himnario Upsala", revisado prácticamente en 1814 por una comisión. Más
popular fue el himnario de Johan Olof Wallin, Estocolmo, 1816, al que se añadieron
complementos de vez en cuando.

Himnos ingleses.

Antes de la Reforma.
Del periodo anglosajón sólo han llegado débiles indicaciones de canto sagrado. Del obispo
Aldhelmo († 709) se dice que mezcló cantos sagrados y seculares como ayuda en la
evangelización. El himno de Caedmon no estaba destinado para el servicio de canto. Hay
himnos latinos con glosas angloasajonas (cf. The Latin Himns of the Anglo-saxon Church,
de. J. Stevenson para Surtees Society, Newcastle, 1851) y hay además paráfrasis del
Padrenuestro, y el Gloria Patri; pero son propiamente meditativos y no pertenecen a la
himnodia como parte del servicio divino. Posteriores indicaciones de himnodia inglesa
antigua son los villancicos e himnos a la Virgen. Pero todo lo que se puede decir con
seguridad antes del periodo de la Reforma es que
predominó la práctica de la Iglesia latina, que se conoce
mucho material del que pudieron elaborarse los himnos
y que algunos de ellos se usaron en periodos posteriores,
pero que este material no pretendía más que la
meditación piadosa sobre temas religiosos. Lo mejor de
este material está representado en los denominados
Primers, basados en el Sarum use y el breviario romano,
sabiéndose que estuvieron en uso al menos durante
1360-1700. Contienen traducciones en prosa o rimadas
de partes del servicio, incluyendo oraciones.

Los Salterios.
Tras la Reforma la intensidad de la lucha entre el George Herbert
catolicismo y el protestantismo y el amplio lugar tomado por la Biblia inglesa en el sentir
popular hizo que el uso de incluso los grandes himnos latinos fuera desagradable.
Consecuentemente, aunque el canto se hizo parte de la adoración pública, apenas nada se
usó salvo versiones de porciones de la Escritura, de las que grandes partes, especialmente
los Salmos, se pusieron en forma métrica. Como resultado el periodo 1550-1700 ha sido
llamado el periodo de los Salterios métricos, durante el cual se comenzaron más de 350
versiones de los Salmos y unas 125 se terminaron, aunque había indicaciones de que la
himnodia de la Iglesia no se quedaría confinada al material bíblico. De ahí que la obra de
Miles Coverdale, Goostly Psalmes and Spiritual Songs (antes de 1539) representara el
deseo de incorporar el espíritu de los reformadores alemanes y consecuentemente incluye
traducciones de algunos de los himnos y versiones de los Salmos. Sin embargo, la principal
tendencia del periodo se muestra por lo que llegó a ser conocido en tiempos posteriores
como "la antigua versión", comenzada por Thomas Sternhold, un oficial de las cortes de
Enrique VIII y Eduardo VI. El propósito de Sternhold al publicarla fue proporcionar cantos
sagrados para el pueblo, aunque la versión la comenzó para su propio "solaz piadoso"; a las
piezas les puso música él mismo. La métrica empleada fue la corta y la común de las
baladas populares. La primera edición (sin fecha, probablemente 1548) contenía sólo 19
salmos, pero el número en posteriores ediciones se amplió con la ayuda de los discípulos de
Sternhold, John Hopkins y Thomas Norton, hasta que todos los salmos fueron traducidos al
verso inglés en 1562, siendo el resultado el bien conocido "Salterio de Sternhold y
Hopkins" o "versión antigua", que, combinado con el Libro de Oración Común, continuó
en uso durante un siglo. A este le siguieron dios variedades que tuvieron más o menos
favor, el ginebrino, influenciado por la versión francesa de Marot y el escocés, impulsado
por la asamblea general de 1564, que tenía más de 140 tonadas asociadas. Otra versión,
conocida como el "Salterio escocés" incluía principalmente temas de F. Rous y fue
completado por la asamblea general de 1649 y autorizado por la de 1650, al que se añadió
Biblical Paraphrases en el periodo 1745-81. Mientras tanto, en 1559 la reina Isabel I dio
permiso para usar al comienzo y al final del servicio divino "cualquier himno o canto para
alabanza del Dios Todopoderoso", mostrando este permiso que la escritura de himnos ya
había comenzado y dado un ímpetu distintivo a esta clase de composición. Seis himnos se
añadieron al Salterio de Sternhold y Hopkins, usándose públicamente; durante 75 años
escritores tales como Robert Herrick (1591-1674), John Donne y George Herbert
compusieron himnos que se cantaron, mientras que se hacían traducciones de partes de los
tesoros de la Iglesia latina, incluyendo "Hierusalem, my happy home."

Surgimiento de los himnarios.


El primer intento de un himnario distinguido
de un salterio fue Hymns and Songs of the
Church por George Wither, publicado en
1623 con una patente de Jacobo I permitiendo
encuadernarlo con el Salterio. Consistía de
dos partes, (1) paráfrasis métrica de la
Escritura, (2) himnos para las festividades
eclesiásticas y ocasiones especiales. Fue
vuelto a publicar en forma ampliada como
Hallelujah, Britain's Second Remembrancer
en 1641. Pero el sentimiento puritano, que
pronto se hizo dominante, prefirió los Salmos
en métrica, mientras que los escritores de
himnos eran principalmente partidarios del
rey. Esto abrió el camino en Inglaterra para la
"nueva versión" conocida como "Tate and
Isaac Watts Brady" (primera edición 1696; segunda 1698,
con suplemento 1702), publicada con la aprobación de Guillermo III, y en América al The
Bay Psalm Book. La nueva versión difería de la antigua en que fue escrita en métrica
variada, haciéndose obra de referencia e influenciando posteriormente toda la himnodia. En
1782 se añadieron cinco himnos y posteriormente se admitieron otros. Mientras tanto
escritores tales como Henry Vaughan, Jeremy Taylor, Thomas Ken (himnos de mañana y
tarde y la doxología), y Joseph Addison ("The spacious firmament on high") habían estado
escribiendo himnos que, en forma original o revisada, han sido posesiones permanentes. En
1683 John Mason publicó Songs of Praise, que pasó por muchas ediciones, y proporcionó
la base para varios himnos que todavía se usan. Pero bajo el persistente sentimiento
puritano el canto de himnos todavía estaba prohibido. Los bautistas quedaron envueltos en
la controversia sobre lo apropiado de usarlos, dividiéndose las congregaciones según se
cantaran o no. Los independientes comenzaron a usar himnos hacia 1690 (Collection of
Divine Hymns, 1694), estando el tiempo maduro para Isaac Watts (1674-1748), quien ha
sido llamado el creador de la himnodia inglesa. El sentimiento público del tiempo queda
indicado por el hecho de que Watts consideró necesario escribir un prefacio a sus Hymns
(1707) con un argumento apologético. La excelencia comparativa de sus composiciones
obligó a su aceptación, convirtiendo el canto de los salmos como único medio de alabanza
pública en algo obsoleto, y haciendo sus himnos necesarios en cada himnario desde su
tiempo. Dejó unos 875 himnos y salmos, yaciendo su importancia en su apartamiento de la
literalidad de los salterios y en el empleo de sentimiento y pensamiento moderno. Watts
abrió las compuertas de la himnodia inglesa y desde entonces la corriente de himnos ha
sido sostenida. Philip Doddridge (1702-51) compuso casi 400 himnos, muchos de los
cuales fueron escritos y cantados como suplemento a sus sermones. Tuvo como
contemporáneo más joven a Simon Browne (1680-1755), quien dejó 50 himnos, incluyendo
"Rise, my soul, and Strecht thy wigns." Las creaciones de himnarios bajos esas influencias
se sucedieron rápidamente. El himnario moravo se publicó en 1742 y fue normativo en
1789; una colección unitaria se hizo en 1757; el himnario de la Iglesia de Inglaterra
comenzó con la obra de Martin Madan, Collection of Psalms and Hymns (1760), usando
fuentes previas; el primer himnario metodista vio la luz en 1780 y el primer baustista fue el
de Rippon (1787).

Compositores de himnos individuales.


Los siglos XVIII y XIX fueron testigos del surgimiento de una número de "poetas de la
Iglesia", que produjeron composiciones que merecieron la popularidad y les dieron fama
duradera. Algunos de ellos son: Joseph Hart (1712-68), "Come, Holy Spirit"; Anne Steele
(1716-78), "Father, whate'er of earthly bliss"; William Williams (1717-91), un compositor
de himnos galés que escribió 800 himnos, incluyendo "Guide me, O thou great Jehovah".
John Cennick (1718-66), "Children of the heavenly king"; John Newton (1726-1807) y
William Cowper (1731-1800), quienes colaboraron para producir "Olney Hymns"; William
Hammond (1710-83), "Awake and sing the song"; Thomas Gibbons (1720-85), "Now let
our souls on wings sublime"; Edward Perronet (1726-92), "All hail the power of Jesus'
name"; Samuel Stennett (1727-95), "Majestic sweetness sits enthroned"; Thomas Haweis
(1732-1820), quien escribió 266 himnos; los hermanos Wesley, destacado como escritor de
himnos fue Charles (1730-86), quien escribió 6.000 himnos, 3.000 de los cuales quedaron
en manuscrito; John Fawcett (1739-1817), "Blest be the tie that binds"; Augustus Montague
Toplady (1740-78), "Rock of Ages, cleft for me" y otros 132; Anna Letitia Barbauld (1743-
1826), "Come, said Jesus' sacred voice" y otros 143; Rowland Hill, (1744-1833), "Cast thy
burden on the Lord"; James Montgomery, (1771-1834) "Oh! where shall rest be found";
Harriet Auber (1773-1862), "Our blest Redeemer, ere he breathed"; Reginald Heber (1783-
1826), "By cool Siloam's shady rill"; Charlotte Elliott (1780-1871), "Just as I am, without
one plea"; Henry Kirke White (1785-1806), "Oft in danger, oft in woe"; Sir Robert Grant
(1785-1838), "Oh! worship the king, all glorious above"; Sir John Bowring (1792-1872),
"In the cross of Christ I glory"; James Edmeston (1791-1867), "Savior, breathe an evening
blessing"; Henry Francis Lyte (1793-1847), "Abide with me, fast falls the eventide"; Sarah
Flower Adams (1805-48), "Nearer, my God, to thee"; Christopher Wordsworth (1807-85),
"Oh! day of rest and gladness"; Horatius Bonar (1808-89), "I heard the voice of Jesus say";
Henry Alford (1810-71), "Come, ye thankful people, come"; Thomas Toke Lynch (1818-
71), "Gracious Spirit, dwell with me" y otros 166; William Walsham How (1823-97), "For
all thy saints who from their labors rest"; Edward Henry Bickersteth (1825-1906), "O God,
the rock of ages"; Catherine Winkworth (1829-78), quien produjo Lyra Germanica que
tanto ha influido en el canto moderno; Frances Ridley Havergal (1836-1879), "I gave my
life for thee" y George Matheson (1842-1906), "O Love that will not let me go." No están
mencionados entre los precedentes los miembros de un pequeño círculo, relacionados todos
con el movimiento de Oxford, que influenciaron la himnodia inglesa no tanto por el número
de himnos que produjeron sino por el elevado valor de sus composiciones como
expresiones de devoción. Este círculo comprende John Keble (1792-1866), quien produjo
Christian Year; Frederick William Faber (1814-63), "Paradise, O paradise" y "Hark! hark,
my soul"; John Mason Neale (1818-1866), cuya traducción "Jerusalem the golden" es un
destacado himno y quien produjo también el espléndido Medieval Hymns and Sequences
(Londres, 1852); Edward Caswall (1814-78), quien produjo Lyra Catholica y John Henry
Newman (1801-90), cuyo "Lead, kindly light" es uno de los más conocidos himnos
ingleses.

Himnos americanos.

Descripción general.
La relación general entre las colonias e Inglaterra
fue tan estrecha hasta 1770 que la himnodia
americana tuvo poco distintivamente propio. El
primer himnario fue el famoso Bay Psalm Book,
que fue a veces reimpreso. Luego se hizo popular
el Psalter de Tate y Brady, con un suplemento de
himnos compuestos muchos por Watts, de los que
se hicieron muchas ediciones. Tras la guerra
revolucionaria la actividad denominacional en
producción de himnarios se hizo intensa y este
movimiento, estimulado por la producción de
meritorios himnos, fue pronto más allá del uso de
los salmos versificados. La Iglesia episcopal
protestante editó himnarios oficiales (1789, 1808,
1826), también los bautistas (The Philadelphia
Portada del Bay Psalm Book (1640), Collection, 1790), igualmente los metodistas (antes
impreso en Cambridge, Massachusetts. de 1790); los universalistas publicaron dos
The Granger Collection, New York colecciones en 1792, los unitarios una en 1795, los
congregacionales otra en 1799, mientras que el primer himnario presbiteriano apareció en
1828-29. Aunque la actividad denominacional continuó durante toda la historia de ese país,
posteriormente compositores de himnos como Edwin F. Hatfield, Thomas Hastings, Philip
Schaff, quien colaboró con R. D. Hitchcock, y Charles Seymour Robinson, compilaron
himnarios destinados al uso interdenominacional. Dos movimientos han contribuido a la
cantidad, si no a la calidad, de los himnos americanos: el movimiento de la escuela
dominical y los cultos de avivamiento bajo el liderazgo de Dwight L. Moody con la ayuda
de P. P. Bliss e Ira D. Sankey.

Compositores de himnos individuales.


Entre los escritores individuales cuya obra justifica la perpetuidad de su memoria están:
Samson Occom (Ockum, Occum, 1723-92), un indio montauk y fructífero misionero entre
su propio pueblo, quien escribió "Waked by the gospel's joyful sound," y con Joshua Smith
y otros compiló un pequeño himnario originalmente publicado en Wilkesbarre, Pensilvania;
Samuel Davies (1723-61), quien escribió 16 himnos, entre ellos "Lord, I am thine, entirely
thine"; Nathan Strong (1748-1816), editor de Hartford Selection (1799) y autor de "Swell
the anthem, raise the song"; Timothy Dwight, editor de la revisión Barlow de Watts y autor
de "I love thy kingdom, Lord"; Francis Scott Key (1779-1843), autor de Star-Spangled
Banner, quien también escribió varios himnos; Asahel Nettleton (1783-1844), compilador
de Village Hymns (una constante fuente para himnarios posteriores) y del que se dice que
escribió "Come, Holy Ghost, my soul inspire"; Thomas Hastings (1784-1872), conocido
tanto por sus servicios a la música de himnodia como distinguido por las palabras y por el
himno "Gently, Lord, oh, gently lead us"; William Cullen Bryant (1794-1878), cuyos
himnos no tienen la celebridad de sus otros poemas; William Augustus Muhlenberg (1796-
1877), "I would not live alway"; George Washington Doane (1799-1859), "Softly now the
light of day"; James Waddell Alexander (1804-59), cuya espléndida traducción "O sacred
head now wounded" reproduce fielmente el espíritu del original; Frederic Henry Hedge
(1805-1890), autor de la traducción favorita del himno de batalla de Lutero "A mighty
fortress is our God" que sólo tiene rival en la traducción de Carlyle, "A firm defense our
God is still"; John Greenleaf Whittier (1807-92), "We may not climb the heavenly steeps";
Ray Palmer (1808-87), tal vez el más prolífico de los compositores de himnos americanos,
"My faith looks up to thee"; Samuel Francis Smith (1808-95), "My country, 'tis of thee";
Oliver Wendell Holmes (1809-94), "Lord of all being, throned afar"; James Freeman
Clarke (1810-88), compilador de himnarios y escritor de "Father, to us thy children humbly
kneeling"; Samuel Longfellow (1819-92), editor de himnarios y autor de "Go forth to life,
O child of earth"; Frances Jane van Alstyne ("Fanny Crosby" 1820-1915), "Tis the blessed
hour of prayer" y Phœbe Cary (1827-71) quien colaboró con el Dr. Deems en Hymns for all
Christians (1869) y escribió "One sweetly solemn thought".

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