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¿QUÉ ES LA TEOLOGÍA?

Conságralos en la verdad; tu palabra es v erd ad... Yo


p o r ellos me consagro a mí m ism o, para que ellos
sean también consagrados en la verdad (Jn 17, 17.19).

1. El sentido de la pregunta

a) Sobre el preguntar mismo

Quizá pueda sorprendernos que a estas alturas de la vida de la


Iglesia y de la práctica de la teología todavía tengamos que hacernos
una pregunta tah elemental. ¿De verdad no sabemos lo que es la teo­
logía? ¿O más bien se trai^i de una cuestión retórica sobre la que no
existe un interés real ni por la pregunta ni por la respuesta?
En realidad jio sabemos del todo qué significa y qué es la teología.
Tal vez por ello, semejante pregunta sea la manifestación concreta de
nuestro progreso en la comprensión de esta actividad humana donde
se hayan implicados Dios y el hombre en su totalidad y en su misterio.
Precisamente, en la medida en que estas dos realidades nos desbordan,
la pregunta por su naturaleza y su sentido adquiere plena vigencia. No
en vano, estamos ante una cuestión que nunca puede ser respondida
del todo; una cuestión a la que tiene que enfrentarse cada generación
si desea avanzar en su comprensión de Dios y del hombre o si ansia
comprender cómo se relacionan ambas realidades entre sí.

b) Necesidad de responder personalmente

Con esta pregunta no pretendemos en absoluto cuestionar las dife­


rentes respuestas que se han ido dando en el pasado, como si nosotros
fuéramos los primeros en iniciar este ejercicio, o como si se pudiera
inventar su realidad en cada momento histórico y eclesial. Sin embar-
12 El ejercido de la teología

go, asumiendo dicha historia y aprendiendo de ella, tenemos que ser


capaces de enfrentamos directamente con dicha cuestión. Toda época
se encuentra en una relación de inmediatez con Dios1; además, tiene
la responsabilidad de dar una respuesta propia a la Palabra median­
te la cual Él mismo se revela en persona y expresa la plenitud de no­
sotros mismos. Por lo tanto, tenemos cada uno la responsabilidad de
responder a esta pregunta directamente, en inmediatez de realidad, sin
largas digresiones históricas que terminen convirtiéndose en justifica­
ciones científicas y que, sin embargo, nos alejan de la realidad de
Dios y de nuestra vida.
Por nuestra parte, vamos a intentar responder a esta pregunta en su
sentido más sencillo e inmediato, como si fuera una respuesta motiva­
da por el simple sonido de aquella Palabra dignamente pronunciada;
una respuesta en la que tenemos que implicarnos personalmente. No
en vano, considero que, de esta forma, la respuesta puede servir tam­
bién de presentación de su contenido y de invitación a su ejercicio in­
cluso para los no iniciados.
En todo caso, conviene tener presente que las preguntas más sen­
cillas y que se dirigen a la raíz misma de algo, son las más difíciles de
contestar, ya que cuando nos preguntamos por el sentido general e in­
mediato de una cosa nos estamos preguntamos a la vez por los funda­
mentos mismos de dicha realidad y, en este caso preciso, por la con­
dición de posibilidad de la teología misma. Por tanto, responder a
preguntas como ésta, supone tener capacidad para unir simplicidad y
profundidad2, adquirir una mirada que sea capaz de captar lo esencial
y llevar a cabo un esfuerzo que conduzca a la síntesis3.

1. Cf. L. von Ranke, Sobre las épocas de la historia moderna, Madrid 1984,
77. A este autor (1795-1886) se le considera el padre de la historiografía moderna.
La expresión que cito de forma implícita se ha convertido en un lugar común. Una
explicación y aplicación de ella puede verse en G. Amengual, Pensar y creer en
Dios después de Nietzsche, en A. Cordovilla-J. M. Sánchez Caro-S. del Cura
(eds.), Dios y el hombre en Cristo. Homenaje a Olegario González de Cardedai,
Salamanca 2006, 81.
2. Cf. P. Giibert, La semplicità del principio: introduzione alla metafisica, Ca-
sale-Monferrato 1992.
3. Estas son las dos características que, según el parecer de Romano Guardi­
ni , ha de tener cualquier buen teólogo (R. Guardini, Appunti per un ’autobiografìa,
Hrcscia 1986, 107).
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¿Qué es la teología? 13

c) Una sencilla mirada a la historia de esta cuestión en el siglo X X

A lo largo de la historia, la pregunta por la identidad de la teolo­


gía ha estado presente en el ámbito de la reflexión de una forma per­
manente. Vuelve una y otra vez en su desnuda tozudez. El ser humano
necesita decirse a sí mismo, con sus propias palabras y de forma in­
mediata, quién es Dios para él y quién es él para Dios. Sólo en el siglo
pasado -quizás uno de los teológicamente más fecundos- podemos
señalar una amplia nómina de autores significativos que se han plan­
teado expresamente la cuestión: Rudolf Bultmann (1884-1976), Karl
Barth (1886-1968), Erik Peterson (1890-1965), Anselm Stolz (1900-
1942), Karl Rahner (1904-1984), Y ves Congar (1904-1995), Hans Urs
von Balthasar (1905-1988), Jürgen Moltmann (1924), Gustavo Gutié­
rrez (1928), Adolph Gesché (1928-2004), Olegario González de Car-
dedal (1934).,. Cada uno de ellos ha subrayado un aspecto particular
de esta realidad tan compleja; y no tanto para negar el resto, sino para
poner de relieve aquella característica que se hacía especialmente ne­
cesaria a causa del olvido o por su redescubrimiento.
En este sentido, Rudolf Bultmann ha subrayado que sólo existe
verdadera teología cuando se da una implicación personal y existen-
cial entre/sl sujeto que hace teología y la realidad sobre la que trabaja.
El argumento es simple: Dios no es un objeto más de nuestra razón
que pueda ser conocido desde la distancia y desde una aparente neu­
tralidad, sino una realidad viviente con la que, abriéndose a ella o re­
chazándola, el hombre se juega el destino y el sentido último de su
existencia. Así, para que haya teología tiene que haber una existencia
teológica4.
Karl Barth acentuó, por el contrario, la centralidad de la revela­
ción de Dios en su Palabra, que provoca un juicio y una crisis en el
hombre pecador. La teología es posible sólo como Iglesia, pues ella es
el lugar donde esta Palabra puede ser actualmente escuchada, acogida
y pensada. La comunidad eclesial tiene la responsabilidad de que tal
Palabra sea atendida en su origen (teología bíblica), en su contenido
(teología dogmática) y en el sentido último al que ella es destinada
(teología práctica)5.

4. R. Bultmann, Glaube und Verstehen I, Stuttgart 91993, 26.


5. K. Barth, Introducción a la teología evangélica, Salamanca 2006.
14 El ejercicio de la teología

Para Erik Peterson la teología no es un simple hablar de Dios, ni


siquiera en la forma de predicación (apóstoles), de testimonio (márti­
res) o de enseñanza (maestros) del Evangelio, sino la ratificación con­
creta de lo que el Logos de Dios encarnado ha hablado concretamen­
te de Dios. La teología es el desarrollo de la porción de la revelación
divina que se ha expresado en el dogma. Un desarrollo que se realiza
en formas de argumentación concretas y que realmente presupone una
revelación que incluye su recepción en la fe y la obediencia concreta,
pero no sólo como forma dialéctica que pone en crisis toda capacidad
humana de acoger dicha revelación (frente a K. Barth). La teología no
puede decidirse desde su vinculación a una actividad espiritual del
hombre, ya que sólo la revelación determina en último término la
esencia de la propia teología6.
Amselm Stolz destaca que únicamente es posible la teología si an­
tes existe sagrada Escritura y, sobre todo, encarnación de Dios. Por­
que, si no es así, sólo sería posible un hablar sobre Dios, pero no un
real y verdadero hablar de Dios (en sentido objetivo y subjetivo). El
monje benedictino subraya además el carácter carismàtico de la acti­
vidad teológica. La teología es un carisma, un don y una gracia dado
a todo cristiano en el bautismo; es un hablar de Dios que proviene del
Espíritu divino que desciende sobre la estrechez de nuestra naturale­
za, La ciencia teológica se desarrolla como una profiindización de la
gracia de la fe, que en realidad constituye una participación en la eter­
na sabiduría de Dios7.
Karl Rahner, asumiendo este carácter carismàtico y bautismal en
el origen y en la raíz de la teología, ha subrayado su aspecto intelec­
tual y reflexivo. La teología es pensar, es la fe pensada con el objeti­
vo de ir pasando de ser siervos a amigos de Dios (Jn 15)s. El acto de

6. E. Peterson, «¿Qué es teología?», en Tratados teológicos, Madrid 1968,15-


26. El autor responde al artículo de K. Barth, La palabra de Dios como tema de la
teología, Munich 1924. Cf. B. Nichtweiss, Erik Peterson. Neue Sicht a u f Leben
und Werk, Freiburg 1992, 499-721.
7. A. Stolz, Was ist Theologie?, en G. Baumgartner (hrgs.) Die Siebten Salz­
burger Hochschulwochen, Salzburg 1937, 17-23 (por su interés, se ofrece en el ca­
pítulo 10 de nuestro libro la traducción de este breve texto de Stolz).
8. K, Rahner, «Freunde Gottes», en Id., Hörer des Wortes, Sämtliche Werke iy
Freiburg 1997, 294-295 (por su interés, se ofrece una traducción y comentario de
este texto de Rahner en el capítulo 10 de nuestro libro).
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¿Qué es la teología? 15

ptniar característico de ¡a teología tiene tres pasos o momentos esen-


Oilles, En prim er lugar, el sujeto creyente acoge la realidad que se
.flM da y se nos ofrece a través de los hechos, textos y monumentos
4|gf dan testimonio de la revelación de Dios. Rahner lo denomina
“Wirktichkeitsmorne.nl, el momento de la realidad. En segundo lugar,
‘f t da el paso de la percepción y la recepción a la pregunta que inten-
fcOOmprender esa realidad en su sentido último y en su racionalidad
j^teterna o logos. Rahner lo llama Verstehensmoment, el momento de
Comprensión y de la racionalidad. En tercer y último lugar, es pre­
d io interrogarnos por las condiciones de posibilidad implícitas en la
n tlidad acogida y comprendida respecto del dinamismo y estructu­
ra de nuestro conocimiento para que esa realidad, además de ser real
JAverdadera, sea posible conocerla hoy por nosotros (trascendental).
Rahner lo denomina Begründungsmoment, el momento de la funda-
mentación9.
Hans Urs von Balthasar destaca el punto de partida o núcleo pri­
mero de la teología. Para él, la teología significa antes de nada teolo­
gía de Dios (en sentido subjetivo), es decir, Dios revelándose y ha­
blando en su Hijo, en su Palabra hecha carne. Este origen y sentido
ftmdamentakposibilita una teología eclesial cuya característica esen­
cial es la obediencia a la revelación dada. Así, señala la necesidad de
que la teología sedente y académica sea a la vez una teología obe­
diente y arrodillada10.
Jürgen Moltmann añade a la pregunta qué es teología el adverbio
hoy, clave significativa para comprender su forma de entender la teo­
logía11. De esta forma busca insistir en que la teología se da en el
tiempo y tiene que asumir la aventura humana que se ha desarrollado
a lo largo de una historia de pecado y salvación. En esta historia está
en el centro la cruz de Cristo, que constituye la herida abierta de toda

9. Cf. Id., Grundkurs des Glaubens, Sämtliche Werke XXVI, Freiburg 1999,
199. Cito la edición alemana porque en la traducción española, siempre difícil de
realizar, no se perciben bien estos tres momentos de los que habíamos (Curso fu n ­
damental sobre la fe, B arcelona31998, 246-247). Cf. A. Cordovilla, La teología es
pensar. La relación entre filosofía y teología en Karl Rahner. Estudios eclesiásti­
cos 79 (2004) 395-412, en especial 410-411.
10. H. U. von Balthasar, «El lugar de la teología», en Ensayos teológicos I.
Verbum Caro, Madrid 1964, 193-207; Id., «Teología y santidad», 267.
11. J. Moltmann, ¿Qué es teología hoy?, Salamanca 1992.
16 El ejercicio de la teología

teología verdadera, así como el fundamento y la crítica de la teología


cristiana12. Ella es la llave maestra para salir de la crisis de identidad
cristiana y de relevancia social que padecen la fe y la teología, pero
también el centro desde donde se puede construir una auténtica teolo­
gía ecuménica.
Gustavo Gutiérrez ha continuado esta reflexión sobre el sentido
del quehacer teológico en la situación histórica contemporánea que
viven y padecen los pobres de la tierra. La teología consiste en hablar
de Dios desde el sufrimiento del inocente; hablar del Dios de la gracia
y de la gratuidad desde la situación histórica y concreta en la que exis­
ten los pobres y desde el ejercicio e implicación de los hombres en la
lucha por la justicia (praxis)13.
Adolphe Gesché nos ha dejado una teología verdaderamente apa­
sionada por el ser humano. Su teología puede resumirse en la expre­
sión Dios para pensar, donde pensando a Dios es posible saber mu­
cho más y más radicalmente del propio hombre y de las realidades
fundamentales que le afectan. Por tanto, la actividad de la teología
consiste en pensar con Dios, con el Dios del exceso y de la gratuidad,
comprendiéndolo como compañero del hombre que le lleva y condu­
ce a límites insospechados; pero también dejarse provocar por el Dios
que da que pensar, que ni dice ni oculta, sino que señala (como el
oráculo de Delfos)14. Semejante manera de entender la teología tiene
como destinatario al ser humano. Un hombre que vive entre el sufri­
miento por la experiencia del mal y el resplandor que le ofrece la luz
entrevista; un hombre que pertenece al cosmos y que es libertad emer-

12. Id., E l Dios crucificado. La cruz de Cristo como fundamento y critica de


la teología cristiana, Salamanca 2007.
13. Cf. G. Gutiérrez, Teología de la liberación, Salamanca 1972; Id., Hablar
de Dios desde el sufrimiento del inocente, Salamanca 1986.
14. A. Gesché, El mal. Dios para pensar I, Salamanca 2002,12: «Al inaugu­
rar con este libro (El mal] una serie de libros, intentamos formular la hipótesis de
que Dios o la idea de Dios puede ayudar al hombre a pensar. La idea es la si­
guiente. Que para pensar bien, todo es necesario. Que para pensar bien, hay que
llegar hasta el fondo de los medios de que se dispone. Pues bien, la idea de Dios,
incluso como símbolo y abstracción, representa en la historia del pensamiento la
idea más extrema, aquella más allá de la cual no existe ya ningún último concep­
to, falso o verdadero. Así pues, ia teología va a proponer pensar con Dios, con la
sota idea de que un pensamiento sobreabundante (in mentís excessu Sal 67, 28)
puede resultar beneficioso».
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¿Qué es la teología? 17

*
gente en busca del sentido. Conjugando ambas perspectivas podemos
dscir con J.-M. Sevrin que el propósito de esta teología consiste en
p tn sa r a pa rtir de Dios para salvar al hombre. En este sentido es un
lervicio de caridad; pues al ocuparse de la fe y de Dios en relación
Con la salvación de los otros se convierte en teología soteriológica. No
011 vano, sin el principio de la «salutarité», la teología de la fe se vol­
vería sobre sí misma, ensimismada en los pormenores institucionales,
ideológicos o teológicos, como si pudiera ser comprendida como un
objeto cerrado, lo que le abocaría a perder su objetivo salvífico15.
Olegario González de Cardedal se ha preguntado por el lugar de la
teología en el espacio público de la sociedad y de la academia, inten­
tando mostrar que el lugar hay que entenderlo más bien como sinóni­
mo de emplazamiento y origen, de misión y responsabilidad. Por esta
razón, ha distinguido primeramente un lugar exterior, físico y social,
que tiene que ver con el enclave dentro de una organización mecáni­
ca y técnica de la vida humana y de su relación social. Considera, a
continuación, el lugar interior, y lo entiende como la ley o exigencias
propias del quehacer teológico. Por último, aborda el lugar interno,
que tiene que ver con la actitud personal y la forma permanente de co­
rresponder a esa misión a la luz de su origen y sus fines16. El quehacer
de la trilo g ía se sintetiza entonces en «oír, atender, atenerse, inteligir,
interpretar, 'sistematizar y obedecer lo que Dios dice de sí mismo y so­
bre el hombre mediante acciones y palabras en la historia»17.

2. Sentido etimológico de la palabra «teología»

a) La paradoja: Dios en palabra humana


No siempre el sentido etimológico de una palabra nos acerca ver­
daderamente a la realidad misma de la que estamos hablando, aunque
en este caso si es así. El análisis etimológico del concepto teología
puede sernos muy útil para comprender el contenido esencial de la ta­
rea teológica o de la realidad que está detrás de la palabra.

15. Id-, Le mal et la lumiére, Paris 2004,126.


16. O. González de Cardedal, El lugar de la teología, Madrid 1986, 14-18.
17. Id., El quehacer de la teología: Salmanticenses 53 (2006) 251-299; cilil
en p. 254,
18 El ejercicio de la teología

El vocablo «teología» lo integran dos términos griegos: theos y lo­


gos, Dios y palabra. ¿Qué se desprende de este sencillo acercamiento?
Antes de nada, el carácter esencialmente paradójico de la teología,
pues en su origen y contenido fundamental se pretende unir dos rea­
lidades aparentemente contradictorias. Por un lado, esa realidad que
llamamos Theos, y que como muy bien ha descrito K. Rahner, se re­
fiere a un rostro hueco y sin contornos, o sea, el Innombrable, el Ig­
noto, el Incomprensible, el Indefinible, el Misterio que nos trasciende,
nos desborda y nos sobrepasa. Por otro lado, la realidad denominada
logos, es decir, el discurso razonable, la razón que busca el sentido de
las cosas, la palabra que por su propia dinámica limita, define y da
contornos a una realidad frente a otras.
¿Es posible y legítima esta unión, o por el contrario tenemos que
dejar a cada una de estas dos realidades que camine por su lado y con
sus propios dinamismos? A la hora de responder a esta pregunta, no
podemos perder de vista en ningún momento que una cuestión central
en la teología cristiana alude a la convicción de que ese Dios incom­
prensible e innombrable ha querido abrirse y manifestarse en su mis­
terio con el propósito de comunicarnos su proyecto sobre la humani­
dad; y en él y desde él darse a sí mismo. Si además esta revelación la
ha llevado a cabo en la historia mediante el lenguaje humano, no re­
sulta tan descabellado considerar que los hombres hayamos tratado de
unir dos realidades que en un primer momento nos parecían contra­
dictorias: Dios y la palabra humana.

b) Unidos en dos direcciones

A partir de esta primera aproximación etimológica, se ilumina la


esencia de la teología. Ella tiene que ver con Dios en cuanto objeto
central y único de su quehacer, a la vez que con el logos humano, que
busca e interroga, ama y padece, cree y espera. Sí la primera acepción
del concepto nos ofrece el objeto, la segunda nos propone el método
con el que nos enfrentamos al objeto.
Con todo, si en este primer paso hemos delimitado sus dos polos
esenciales, todavía no hemos dicho nada de la forma y la manera de
mantener entretejidas estas dos palabras y realidades. Contemplemos
para ello dos posibilidades:
I

¿ Qué es la teología ? 19

*
1. En primer lugar como «Logos de Dios», en donde el genitivo
que une ambos conceptos se entiende en sentido subjetivo. Aquí se
otorga la primacía a la palabra que Dios mismo pronuncia y dirige al
hombre. La teología es, entonces, Dios mismo en persona comunicán­
dose a la criatura. La teología es theos legón, el Dios que habla, el Dios
que de muchas formas y de muchas maneras habló a nuestros padres
por medio de los profetas y que en los últimos tiempos, cuando la tie­
rra había llegado a^u madurez y alcanzado la plenitud, nos ha hablado
por medio de su Hijo, por medio de su Palabra, que es el reflejo mismo
de su rostro y el sello indeleble de su ser (cf. Heb 1, 1-3).
Más aún, porque Dios es Palabra en sí mismo, porque es dia-logo
en su esencia y en su ser, puede haber una palabra libre y gratuita que
Dios dirige al hombre creado a imagen y semejanza de su Palabra. En
este sentido, Dios es en sí mismo teo-logía, diálogo radical y original
que fiinda y constituye todo diálogo y teología posterior en la historia,
tanto en la dirección de Dios hacia el hombre como en la dirección del
hombre hacia Dios.
2. En segundo lugar como «Logos sobre Dios», en donde el geni­
tivo que une ambos términos se comprende en sentido objetivo. Aquí
se concede la primacía a lá palabra que el hombre dirige a Dios y di­
ce sobre éi. Una palabra que sólo es posible como respuesta agrade­
cida (alabanzaj y responsable (discurso) a la primera palabra que Dios
previamente nos ha dirigido.
Es sin duda por esta razón por la que el concepto teología conser­
va un significado arcano que deriva de sus orígenes más remotos,
pues se haya vinculado a los himnos y poemas que poetas como
Hesíodo y Homero han dedicado a la divinidad. La teología, desde es­
te punto de vista, es inicialmente doxologia, como nos lo enseñan no
sólo las composiciones de los poetas griegos anteriormente mencio­
nados, sino los himnos dirigidos a Dios y a Cristo que encontramos a
lo largo del Nuevo Testamento. Ellos constituyen los estratos más an­
tiguos y las matrices más significativas del contenido de su teología y
de su cristología.
Por este motivo, uno de los mejores teólogos católicos del siglo
XX ha podido afirmar lo siguiente: «En la esencia más profunda de la
teología permanece aquello que fue en el origen, cuando ella consistía
en los himnos homéricos: alabanza a la divinidad; con la diferencia de
20 El ejercicio de la teología

que la ‘alabanza a la gloria de su gracia’ es ya para siempre respuesta


al eterno ‘antes’ de Dios y respecto al que nuestra palabra siempre es
respuesta»18.
3. Ambas formas de teo-logía, siendo diferentes, están esencia
mente unidas. La totalidad de la teología de Dios es Jesucristo, el cual
por un lado constituye la Palabra exhaustiva en la que él se da y se ex­
presa dentro de sí mismo como Palabra eterna y posteriormente como
Palabra definitiva dirigida a los hombres; y por otro es la palabra de los
hombres como respuesta que la humanidad ha de dar a esa palabra y
pro-vocación de Dios: de manera agradecida (teología doxológica), res­
ponsable (teología racional y sapiencial) y testimonial (teología apolo­
gética y profètica). Cristo es el quicio necesario para que podamos ha­
blar de una teología comprendida como teología de Dios, una teología
divina donde Dios mismo es su sujeto; y como teología sobre Dios, una
teología eclesial comprendida como acción humana, donde Dios cons­
tituye su objeto. Esta es la razón por la que muchos autores defienden
que sólo porque ha habido encamación es posible la teología como pa­
labra creyente, razonable y verdadera sobre Dios.

3. Unidad y pluralidad en su origen y en su sentido

a) Dios, sujeto y objeto de la teología

El análisis etimológico de la palabra teología nos ha conducido a


una concentración en el objeto sobre el que ella trata: Dios en palabra
humana, ya sea entendida esta expresión en un sentido descendente
(de Dios al hombre) o ascendente (del hombre a Dios). Esto es irre-
nunciable para toda forma de teología. Tomás de Aquino lo formuló
con la claridad y sobriedad que lo caracterizan al inicio de la Suma de
teología'. «En la sacra doctrina todas las cosas son consideradas des­
de el punto de vista de Dios, ya sea si se tiene en consideración a Dios
mismo o a las cosas en cuanto que son referidas a Dios como su prin­
cipio y su fin. Dios es en verdad el sujeto de esta ciencia». Dios cons­
tituye el sujeto de la teología. Normalmente los que comentan esta
afirmación del Aquinate añaden de inmediato que es preciso enten-

18. H. U. von Balthasar, Von der Theologie Gottes zur kirchlichen Theologi
International Kathotische Zeitschrift Communio (1988) 305-315; aquí 314.
}

¿Qué es la teología? 21

derla en el mismo sentido en que hoy nos referimos al objeto de un


conocimiento específico o de una ciencia.
Pero esto es una verdad a medias. Jean Pierre Torrell, uno de los
mejores conocedores de la teología y la vida de santo Tomás, nos avi­
sa sobre la importancia de esta expresión, que no puede ser traducida
sin más por «objeto». El objeto es la realidad externa que la ciencia
trata de conocer. Paro esto sólo es posible en la medida en que el su­
jeto que conoce logra apropiarse internamente de esa realidad y la ha­
cer existir en su inteligencia. Dios es una realidad externa al conoci­
miento del hombre y a través de los conceptos éste lo puede hacer
presente en su razón. Y es aquí donde distingue santo Tomás entre el
sujeto, que es la realidad de Dios y el fin último del conocimiento hu­
mano, y el objeto, que son los conceptos que nos hacen accesible esa
realidad a nuestra razón. Ambos constituyen el objeto de la ciencia
que llamamos teología. El conjunto de conceptos y de conclusiones
que establecemos en torno al sujeto para hacerlo presente en nosotros
es lo que llamamos el objeto, pero estos no constituyen el sujeto, ya
que este siempre queda más allá de ellos. El sujeto que conoce debe
ser consciente de la permanente inadecuación entre el objeto conoci­
do y la realidad por conocer (sujeto), ya que el fin último del conoci­
miento n é son los conceptos, sino la realidad hacia la que apuntan19.
Dios no es*sin más objeto de nuestro conocimiento junto a otros, si­
no el principio formal que in-forma y fúnda la capacidad misma del
conocer humano. Aunque, por otra parte, esto no signifique que Dios
puede ser reducido a un simple horizonte formal o a una idea regulati­
va que hace posible nuestro conocimiento o nuestra acción moral. Dios
es realidad, la realidad más viva y real, la realidad más decisiva para la
vida del hombre, que se nos da y se nos entrega y en cuya donación
crea en nosotros la capacidad para que podamos acceder a él, con to­
do lo que nosotros somos, también con nuestra razón e inteligencia.
Dios es sujeto porque no puede ser reducido ni a un simple objeto del
conocimiento del hombre20, ni a un simple principio formal, idea regu­
lativa u horizonte de comprensión sin realidad viva y verdadera para el

19. Tomás de Aquino, Suma de teología II-II, q. 1, a. 2, ad 2. Cf. J, P. Torrell,


Tommaso d ’A quino. Maestro spiritual, Roma 1998, 19.
20. Ex 20, 4: «No te hagas ningún ídolo o figura de lo que hay arriba en el
cielo».
22 El ejercicio de la teología

conocimiento del hombre. Es la realidad a la que el conocimiento del


hombre tiende y camina como a su plenitud y a su fin.

b) Concentración en el objeto y anchura en la mirada

La concentración en Dios como sujeto de la teología no significa


un angostamiento o un reduccionismo de la realidad que trata la teo­
logía. Desde Dios (sub ratione Deí), la teología está abierta a toda la
realidad, en toda su anchura y complejidad. Nada más lejos de la teo­
logía y del teólogo que una mentalidad íundamentalísta en la que todo
es reducido a una sola realidad, a su fundamento, pero sin respetar las
leyes autónomas de cada una de las realidades que en él son fundadas.
La teología, partiendo de ese fundamento único, accede a todo el edi­
ficio, a toda la realidad: al hombre, al mundo, a Cristo, a la salvación,
al destino del mundo, al sentido de la vida, etc. Concentración en lo
esencial y anchura en la percepción y en la mirada crecen en la teolo­
gía de forma directamente proporcional. En este sentido, es legítimo
que se hable de una teología escatológica, una teología de la libera­
ción, una teología antropológica, una teología histórica, una teología
salvífica, una teología contextual, dependiendo del subrayado especial
que deseemos remarcar en la realidad humana. Aunque no conviene
olvidar, sin embargo, que siempre habrá de ser y permanecer como teo­
logía (sub ratione Dei), pues el adjetivo nunca puede restar el prota­
gonismo al sustantivo.

c) Las tres formas fundamentales de teología

Esta dinámica de unidad y pluralidad puede contemplarse desde


otra perspectiva. El contenido esencial de lo que es la teología se ex­
presa en la idea fundamental que se desprende de la unión entre los
conceptos theos y logos. Esta idea esencial ha tenido tres formas de
realización origínales y en principio irreductibles entre sí21. Unas for-

21. Cf. Para el siguiente apartado sigo el excelente artículo de M. Seckler,


Theologein. Eirte grundidee in dreifacher Ausgestallung: Theologische Quartal-
schriñ 163 (1983) 241-264. Resumido en Theologieals Glaubenswissenschaft, en
W. Kern (hrsg.) Handbuch der Fundamentaltheologie IV, Tübingen 22000, 133-
140. El autor critica la postura de G. Ebelíng expuesta en la voz Theologie del dic­
cionario Die Religión in Geschichte und Gegenwart, que de una manera unilate-
I

¿Qué es la teologia? 23

B U que han nacido en contextos diferentes a partir de experiencias


ftndamentales diversas, tipos de lenguaje e intereses que mueven y
¡ituyen a cada una de ellas.

Af 1) Teología como anuncio y predicación


En esta forma nps encontramos con el origen mismo de la palabra
teología, ya que desde un punto de vista histórico la teología surge pa­
r í ligníficar la expresión concreta del lenguaje religioso dirigido a los
¿loses o a lo divino. La raíz y el origen primeros de la teología se en­
cuentran en la experiencia religiosa; los teólogos, por su parte, son
aquellos que hablan (anuncian y predican) de Dios mediante himnos,
poemas y doxologías. En este sentido, Homero y Hesíodo son teólo­
gos, porque a través de sus composiciones literarias, nacidas de la ex­
periencia religiosa, anuncian y predican a Dios.
Vinculada a esta raíz religiosa se habla también de una teología
mítica22, que no tenemos que entender inmediatamente en un sentido
peyorativo, sino altamente positivo. El mito consiste en una forma de
narración y de'lenguaje unida a una experiencia radical y primordial
que, por ser tal, no puede referirse mediante estrechos conceptos. El
mito precjpa de una historia que ha de relatarse, de un himno que ha
de entonarse a de una poesía que ha de declamarse.
A partir de esta forma original de teología, podemos iluminar dos
aspectos de la teología cristiana que en un principio pudieran parecer
contradictorios, pero que en el fondo tienen este mismo origen.

ral habla de la teología exclusivamente como teología cristiana y como búsqueda


de la inteligencia de la fe.
22. Agustín de Hipona {De Civitate Del, VI, 5ss), citando al filósofo estoico
Marco Terencio Varrón, habla de tres tipos de teología que existían en la antigüe­
dad: la teología mítica, la política y la filosófica. J. Ratzinger, El Dios de la fe y el
Dios de los filósofos, Madrid 2006,21-22: «La theologia mythica es asunto de los
poetas, la theologia civilis, asunto del pueblo, y la theologia naturalis, asunto de
los filósofos o de losphysici [...] Según esto, a la teología mítica corresponde el
teatro, a la política la polis, a la ‘natural’ el cosmos [...] El lugar de la teología mí­
tica y política está determinado por el ejercicio humano del culto; el lugar de la
teología filosófica, por el contrario, por la realidad de lo divino que está frente al
hombre [...] La teología mítica tiene por contenido las diversas fábulas de dioses,
precisamente los ‘mitos’, que juntos son el mito; la teología política tiene por con­
tenido el culto del estado; la teología natural, finalmente, responde a la pregunta
qué son los dioses».
24 El ejercicio de la teología

En primer lugar, las reservas que se dieron en el ámbito del cristia­


nismo para adoptar el concepto teología, Al no tratarse de un término
bíblico, sino estrechamente unido a los mitos paganos, parecía impro­
pio utilizarlo y asumirlo en la doctrina cristiana, la cual estaba vincula­
da a un acontecimiento histórico testimoniado en su Escritura sagrada.
Así, lo que hoy denominamos de forma normal y sin problemas teolo­
gía, durante mucho tiempo fue llamado doctrina sagrada («sacra pagi­
na»). Orígenes fue uno de los primeros teólogos que comenzó a cristia­
nizar esta palabra. En él comienza a significar «una doctrina de Dios
digna de Dios». Él habla de la teología de Jesús, el salvador en cuanto
Dios23, y aplica varias veces la palabra teólogo al evangelista san Juan.
Para el alejandrino «teologizar» esta reservado fundamentalmente a
Dios y a Cristo. Más adelante, con motivo de las disputas trinitarias del
siglo IV, se utiliza la palabra theologia para referirse a Dios en su mis­
terio trinitario en sí mismo considerado, y en oposición a oikonomia,
término con el que se indica la revelación de ese Dios trinitario en la
historia de la salvación. Posteriormente, la doctrina cristiana -desvincu­
lada ya de los mitos paganos gracias al gran esfuerzo de los padres de
la Iglesia, fundada en la historia de la revelación de Dios y puesta en
diálogo con la filosofía (verdad)-podrá ser llamada teología.
En segundo lugar, al igual que desde esta forma original de teolo­
gía pueden ser considerados «teólogos» Hesíodo, Homero y los poetas
de su estirpe, así también el cristianismo considera teólogo primera­
mente a Jesús, que con sus parábolas y dichos, con sus acciones y su
pasión, ha hablado de Dios de forma insuperable. Él es el Hijo que ha­
biendo estado en el seno del Padre, tiene ahora capacidad para dárnos­
lo a conocer (cf, Jn 1, 18). A continuación, pueden ser considerados
teólogos Pablo y Juan. El primero por ser el apóstol elegido por Dios
para revelar y anunciar a su Hijo a los gentiles (Gal 1, 16), y Juan por
ser el discípulo amado que, a imagen y semejanza de Jesús, habiendo
estado recostado en su pecho en los momentos claves de la vida del Se­
ñor (Jn 13,23; 19,26; 20,2), puede revelarlo y darlo a conocer en me­
dio de la noche y en el camino del seguimiento (Jn 21,7.20). Sólo mu­
cho más tarde, el título de teólogo se aplicará a Gregorio Nacianceno
en la tradición oriental y a Tomás de Aquino en la tradición latina.

23. Orígenes, Contra Celso 6, 18.


I

¿Qué es la teología? 25

2) Teología como interés racional en Dios


Este tipo de teología podemos denominarla teología filosófica. El
primero que utilizó la palabra en este sentido fue Platón, en su obra La
República, vinculándola a la búsqueda del bien supremo mediante un
discurso crítico que corrigiese los excesos e insuficiencias de la teo­
logía mítica:
-E n este mom ento, ni tú ni yo somos poetas -a firm a S ócrates- sino
fundadores de un Estado. Y a los fundadores de un Estado corresponde
conocer las pautas según las cuales los poetas deben forjar los mitos y
de las cuales no deben apartarse sus creaciones; mas no corresponde a
dichos fundadores componer mitos.
-C o rrecto -responde A dim anto-, pero precisam ente en relación con
este mismo punto, ¿cuáles serían estas pautas referentes al modo de ha­
blar sobre los dioses (typoi p e ri theologias)?
-A proxim adam ente éstas -continúa Sócrates-: Debe representarse
siempre al dios com o es realmente, ya sea en versos épicos o líricos o
en la tragedia.
-E so es necesario -corrobora Adim anto-.
-A h o ra bien -concluye Sógrates-, ¿no es el dios realmente bueno por
sí, y de este m odo debe hablarse de él?24
i
La exj^riencia religiosa como fuente del discurso teológico, da
paso a la pasión y búsqueda de la verdad que anida de forma innata en
la razón y en el corazón humano. Se puede hablar sobre Dios desde el
mito o la fábula, pero con la condición de que sea sobre el «dios que
es bueno en sí». Esta teología metafísica o filosofía primera, tal como
por primera vez fue denominada por Aristóteles25, ha tenido una im­
portancia vital en la teología cristiana cuando se ha unido al testimo­
nio bíblico que da razón de la revelación de Dios en la historia de la
salvación (Escritura). Este nexo entre revelación cristiana y logos

24. Platón, Diálogos, La República, 379a. Cf. Todo el discurso en 377a-383c.


«Muy probablemente sea la obra más importante de Platón. En ella se nos presen­
ta la teoría metafísica de las Ideas en algunos de sus principales aspectos, y, por
primera vez, estratificada mediante una jerarquización que coloca la Idea de Bien
en su cúspide [... ] También por primera vez se formulan planteamientos teológi­
cos (recuérdese que la primera aparición literaria que conocemos del vocablo teo­
logía es en La República II 379a)» (C. Eggers Lan, «Introducción, traducción y
notas», en Platón. Diálogos IV. La República, Madrid 1998,9-10),
25. Aristóteles, Metafísica, 1025b-1026a.
26 El ejercicio de la teología

griego no podemos ignorarlo. Porque si bien es verdad que semejante


teología filosófica tiene el riesgo de convertir a Dios en un objeto al
eos ificario (Dios de los filósofos) y, de esta manera, provocar un ale­
jamiento del Dios vivo y real (Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob),
su encuentro ha sido providencial para no encerrar la teología cristia­
na en su particularidad histórica y en sus propios dogmas. Sin este lo-
gos o teología filosófica la teología cristiana tiene el riesgo de ser
convertida en ideología. La alianza del logos con ella muestra, por
otro lado, que la búsqueda de la verdad forma parte de la entraña de la
teología; verdad que le aporta el fundamento de la realidad y el senti­
do último de la historia.
Esta teología filosófica tiene dos funciones principales respecto a
la teología: corregir el discurso sobre Dios basado en la experiencia re­
ligiosa que se expresa en mitos, himnos y poemas, «para que los poe­
tas nos representen por todas partes a Dios tal cual es» (Platón)26; y
abrir el discurso teológico a la búsqueda radical de la verdad, entendi­
da como fundamento metañsico y destino escatológico de la realidad.
La crítica que desde la propia teología cristiana se ha realizado a
esta teología filosófica (Tertuliano, Lutero, Pascal, Barth, Gesché) y
desde la propia filosofía (Heidegger y su descripción como onto-teo-
logía, Marión) es tan necesaria como injusta. Necesaria porque supo­
ne una llamada de atención a todo intento de fosilización de Dios en el
pensamiento y en la razón, la cual -como indica Balthasar- busca
siempre su propia presa. Pero injusta porque la pregunta por Dios y la
pregunta por el fundamento último de la realidad y su sentido definiti­

26. Desde este punto de vista, el filósofo Richard Schaeffler, siguiendo la


doctrina clásica de los cuatro sentidos de la Escritura, ha establecido otros tantos
criterios fundamentales para discernir cuándo nos encontramos frente a una ver­
dadera experiencia religiosa (religión), que se halla en la base de todo discurso so­
bre Dios (teología): 1. El momento del sentido alegórico de la experiencia reli­
giosa, como expresión de que la realidad experimentada está siempre más allá de
nosotros (varitas semper maior) y su posibilidad de falsificación en la idolatría y
el fetichismo; 2. el momento del sentido anagógico, como expresión de la unidad
de la realidad numinosa y su posibilidad de falsificación en el politeísmo; 3. el
momento del sentido tropológlco, entendido como medida y fuente de la vida rec­
ta y su posibilidad de falsificación en la magia; 4. el momento del sentido his­
tórico, como expresión de la relación entre eternidad, tiempo e historia y su posi­
ble falsificación en la gnosis (cf. R. Schaeffler, Philosophische Einübung in die
Theologie, Zweiter Band: Philosophische Einübung in die Gottesiehre, München
2004, 75-140).
¿Qué es la teología? 27

vo siempre han ido de la mano27. Sin estas preguntas filosóficas, la teo­


logía quedaría encerrada en su sistema propio con gran riesgo de fi­
deísmo y supranaturalismo. La teología correría grave peligro de con­
vertirse en una ideología al servicio de un credo religioso28.
La teología no es, pues, ideología, sino que representa una forma
radical de apertura^ la verdad. Una verdad no sólo buscada a tientas
por el hombre en su camino hacia Dios, sino revelada por Dios en su
camino hacia el hombre. Nada más lejos de la teología cristiana que
una reducción a un positivismo bíblico o dogmático, pues ninguno de
ellos da razón de la naturaleza en cuanto objeto y fin de la revelación
de Dios (DV 2-4), u objeto y fin de la razón humana (DV 5-6).

3) Teología como inteligencia de la fe


De san Anselmo proviene comprender la teología como la fe que
busca su propia inteligencia, su propia razón, su propia comprensión,
su propio logos («fides quaerens intellectum»). La fórmula remite a
otra de san Agustín («credo ut intelligam»), causada por un fecundo
malentendido en la traducción de Is 7, 9 al latín de la Vulgata®. Esta
forma de discurso sobre Dios presupone la fe como respuesta a su re­
velación, Riendo ambas realidades -revelación y fe- principios internos
del conocimiento teológico. El logos que busca la fe para creer y com­
prender más y mejor no es un logos ajeno a ella, sino la luz y el logos
que la propia fe suscita en el creyente. Aquí no se trata, por tanto, de
una razón racional propia de la filosofía, ni mucho menos de la razón
instrumental propia de las ciencias experimentales, sino de una razón
creyente que ofrece una certeza e inteligibilidad propias de la mirada
espiritual y no la certeza racional propia del pensamiento discursivo.
Esa luz que otorga la fe es más bien una contemplación intelectual y es­
piritual en el marco del misterio de la salvación. Se da un conocimien­
to nuevo, no sólo por el objeto que es conocido, sino por el dinamismo
propio que el objeto crea en el sujeto cognoscente. Esta es la forma que
ha dominado en la historia de la teología y de la Iglesia, quedando co­

27. Cf. E. Coreth, Dios en el pensamiento de los filósofos, Salamanca 2006.


28. Cf. J. Ratzinger, «Introduzione», en ístruzione «Donum veritatis». Sulla
vocazione ecclesiale del teologo (24 Maggio 1990), Cittá del Vaticano 1992, 11.
29. Cf. M. Seckler, Theologie ais Glaubenswissenschaft, 137.
El ejercicio de la teología

mo referencia fundamental de lo que es la teología. Desde este punto de


vista podemos definirla como la fe pensada, la fe en acto de búsqueda
de su propia inteligibilidad, de sus propias razones, de su propio senti­
do interno, desde la luz y el lagos que la propia fe aporta al sujeto cre­
yente, expuesta de una forma sistemática y articulada.
Pero, siendo esta ultima manera de entender la teología la forma
que con justicia se ha convertido en paradigmática de lo que ella es
como ciencia de la fe, sin embargo ha de recoger en su quehacer y en
su tarea los tres impulsos originarios: la doxología y la narración; la
apertura radical a la verdad, como fundamento y sentido de realidad;
la luz y el logas de la fe misma.

4. ¿Qué es la teología? Definición y características esenciales

a) Una definición

Comenzábamos nuestro primer capítulo con esta misma pregunta.


Llegados a este punto, podemos arriesgarnos a ofrecer la siguiente
respuesta: La teología es la fe en acto de pensar, la fe pensada como
respuesta agradecida a Dios que se revela en su Palabra y se da en su
Espíritu, como expresión cabal de la apertura radical y búsqueda crí­
tica del hombre a la verdad.
Definiendo la teología de esta manera, hemos intentado recoger sus
tres formas originales, articuladas desde la tercera. El quicio de la de­
finición es la fe pensada («fides quaerens intellectum»), en línea con
san Anselmo. Esa fe pensada es expresión de la respuesta del hombre
en adoración y alabanza a Dios que nos ha hablado primero (doxolo­
gía). Pero simultáneamente quiere expresar también la apertura radical
y la búsqueda crítica del hombre a la verdad (teología filosófica).

b) La teología, características esenciales

La teología como fe pensada ha de realizarse desde tres ámbitos


fundamentales: en Iglesia, ambiente primordial y sujeto último de la
teología; en la academia, lugar donde son esenciales la razón y el diá­
logo interdisciplinar entre las diferentes ciencias desde el rigor y el
método; en el tiempo, coordenada donde ha de adquirirse la concien­
cia de que la teología se hace en un camino que estamos recorriendo
I

, ¿Qué es la teología? 29

(«theologia viatorum») hacia una plenitud definitiva y escatológica;


pero también reflexión que hay que hacer siempre con los tiempos y
a la altura del tiempo, de forma con-temporánea. Por lo tanto, a la ta­
rea teológica le es esencial la eclesialidad, la cientificidad y la con­
temporaneidad. Tales son sus características esenciales.

1) Eclesialidad: teología en Iglesia


La Iglesia es el lugar propio y el sujeto último de la teología. Si la
teología es la fe en acto y en pensamiento, tiene que ser necesaria­
mente eclesial y comunitaria. Eclesial tanto desde el punto de vista del
sujeto que cree y hace teología (fides qua), como desde el punto de
vista del objeto sobre el que se hace teología (fides quae). En el pri­
mer sentido de la expresión, esta eclesialidad tiene que ver con la con­
ciencia de pertenencia a una comunidad eclesial en la que desde dife­
rentes carismas y ministerios la Iglesia se va edificando como Templo
del Espíritu y realiza su misión en el mundo, hasta que el Cuerpo de
Cristo llegue a su madurez y alcance su plenitud.
En un estudio que se ha hecho clásico, el exegeta alemán Heinz
Schürmann demostró que tras la expresión «y maestros» se encuentra
el origen nqotestamentario del actual carisma y ministerio del magis­
terio teológico30. La expresión aparece en las listas de ministerios y
carismas que pertenecen a la estructura fundamental de la Iglesia31. El
maestro es un estado propio en la Iglesia junto a los apóstoles y pro­
fetas. El apóstol aparece en primer lugar como fundamento, raíz y re­
capitulación de todos los carismas. Después vienen los profetas, que
inspirados por el Espíritu iluminan el misterio y señalan la voluntad
de Dios para su Iglesia. El maestro aparece después de los dos caris-
mas anteriores, bajo cuya obediencia vive y realiza su misión32.

30. H. Schürmarm, «und Leher». Die geistliche Eigenart des Lehrdienstes und
sein Verhältnis zu anderen geistlichen Diensten im neutestamentlichen Zeitalter,
en W. Emst-K. Feiereis-F. Hoffmarm (hrsg.), Dienst der Vermittlung. Festschrift
zum 25jährigen Bestehen des Philosophisch-Theologischen Studiums im Pries­
terseminar Erfurt am 5. Juni 1977, ErfUrt 1977, 107-164. Cf., también, H. Schür-
mann, Orientierung am Neuen Testament. Exegetische Gesprächsbeitrage, Düs­
seldorf 1978, 116-156.
31. Rom 12, 6; 1 Cor 12, 10.28; 14, 1-4; E f4, 11.
32. Cf. A. Stolz, Was ist Theologie?, en G. Baumgartner (hrsg.), Die Siebten
SalzburgerHochschulwochen, Salzburg 1937, 17-23.
30 El ejercicio de la teología

Es obvio que sin esta conciencia de pertenencia real a la Iglesia


que vive de la verdad y en la verdad («sentire cum Ecclesia»)33, y de
ejercicio real de la teología entre los apóstoles, que aseguran el fun­
damento de la fe y la continuidad con la Iglesia apostólica, y los pro­
fetas, que nos ayudan a descubrir los nuevos caminos de la presencia
de Dios en el mundo y la voluntad de Dios en el momento actual, es
difícil realizar una verdadera teología. El sujeto último de la teología,
en el fondo, no es el teólogo en singular, ni la suma de los teólogos en
plural, sino la Iglesia en su totalidad, a la que pertenece la teología co­
mo una de sus funciones vitales.
De esta eclesialidad radical de la teología, nace el carisma particular
o el don concreto de la teología (donum veritatis) a unos cristianos de­
terminados34. Ella es un carisma dado al Pueblo santo de Dios en cuan­
to que el Don de la Verdad se le da primeramente a ella. De aquí nace y
haya su raíz el hecho de que miembros de este pueblo de Dios tengan
como vocación propia y específica esta labor teológica, que nunca pue­
de ser entendida como una acción individual y aislada sino inserta en la
comunión del pueblo de Dios. Por ello mismo, la relación con el senti­
do de lafe de los fieles (LG 12 y DV 8) y con el magisterio de los pas­
tores (LG 25 y DV 10) resulta esencial para el ejercicio de la teología.
Ambas relaciones no son externas, sino que pertenecen a su esencia.
Con todo, la eclesialidad no puede ser entendida tan sólo desde el
sujeto que hace teología, sino desde el objeto mismo de la teología. La
fe eclesial es la realidad sobre la que se realiza el trabajo teológico. La fe
de la Iglesia es contenido sobre el que se trabaja y en la que se hace teo­
logía. Esta relación esencial entre el sujeto y el objeto de la teología po­
sibilita que ella sea el lugar interno y propio de la teología. El sujeto de
la teología es la Iglesia. Sólo desde ella y en ella puede el teólogo es­
tablecer una relación de presencia y confianza con el objeto; sólo des­
de ella y en ella resulta posible realizar verdadera teología35.
Si la Iglesia es el sujeto de la teología, ¿dónde queda la libertad de
investigación? ¿Puede ser libre un teólogo que está sujeto al sentido

33. Y. Congar, Verdaderas y falsas reformas en la Iglesia, Madrid 1953, 199;


Cf. S. Madrigal, Estudios de eclesiologia ignaciana, Madrid 2002.
34. Este es el planteamiento de la instrucción de la Congregación para la Doc­
trina de la fe, Donum veritatis. La vocación eclesial del teólogo, Roma 1992.
35. K, Barth, Esbozo de Dogmática, Santander 2001, 10.
¿Qué es la teología? 31

de la fe de todo el pueblo de Dios y al magisterio que garantiza que


ese sentido de la fe es el original y auténtico entregado por el Señor a
su Iglesia? ¿No pierde acaso su libertad de actuación e investigación
cuando el teólogo tiene que contar con la fe como a priori de su co­
nocimiento? ¿Es verdaderamente libre el teólogo y la teología cuan­
do para el público ejercicio de su magisterio depende de la autoridad
apostólica?
Aunque la función del magisterio se abordará por extenso más ade­
lante36, cabe decir aquí que el magisterio es el marco dentro del cual la
teología se ejercita. Un marco que no es sólo formal, sino que pertene­
ce al contenido mismo de la teología. Ambos magisterios (el de la Igle­
sia y el de la propia teología) no pueden ser colocados en el mismo ni­
vel, como tampoco pueden ser reducidos el uno al otro. En sentido
moderno, magisterio sólo es el primero, y en cuanto que él da testimo­
nio de la continuidad con la fe apostólica resulta esencial y fundamen­
tal para la vida de la Iglesia. Su autoridad no proviene ni se funda en la
capacidad intelectual de sus razonamientos, sino en el sacramento del
orden (gracia) y en la comunión jerárquica. Con todo, no es necesario
poner estas dos’realidades en contradicción. La teología es otro tipo de
magisterio, pero como ya hemos dicho, no es comparable con el ante­
rior. No sytfata de un magisterio apostólico, sino científico, cuya au­
toridad proviene de la competencia y de la pericia en el campo en el
que trabaja cada teólogo o en el que una reflexión teológica es situada.
Ambos tipos de magisterio no están en competencia, sino en conver­
gencia, ya que sirven, en diferentes planos, a la misma fe, bajo la mis­
ma Palabra de Dios y en el único pueblo de Dios37.
La relación entre teología y magisterio es un problema que sólo
puede ser resuelto, por un lado, dentro de una comprensión más pro­
funda de la relación entre verdad y libertad; y por otro, de la relación
entre libertad y comunión. El hombre es libre para acoger la verdad y
es esa verdad la que nos va haciendo cada vez más libres. Si la teología
consiste en la apertura radical a la verdad, también le pertenece a su
quehacer la libertad de investigación. Ahora bien, una libertad de in­
vestigación que no puede ser entendida solamente como falta de cons­

36. Cf. el capítulo 7: El marco de la teología: el magisterio en la Iglesia.


37. Aquí sigo las palabras certeras y llenas de sentido común de X P. Torrell,
La teología cattolica, Milano 1998, 105-108; en concreto 107.
32 El ejercicio de la teología

tricción, sino como capacidad para adherirse totalmente a esa verdad


descubierta y desvelada en la investigación38. Además, resulta impres­
cindible contar también con la relación entre libertad y comunión, pues
resulta de una ayuda inestimable para comprender este problema cuan­
do en el seno de la Iglesia se da un conflicto entre la libertad personal
del teólogo y la comunión eclesial. Todo ejercicio de la libertad en la
Iglesia hay que entenderlo dentro de una Iglesia que es comunión, don­
de ni la libertad ni la autoridad pueden ser entendidas en un sentido ab­
soluto, sino en relación.
La relación entre teología y magisterio en ocasiones se vuelve
complicada y dificultosa. No obstante, resulta difícil hablar de esto en
teoría, cuando no se ha vivido en la práctica. De hecho, al reflexionar
sobre la vida de los grandes teólogos que, en algún momento de la
historia de la Iglesia, tuvieron dificultades doctrinales, uno intuye cuál
debe ser la reacción personal y eclesial ante este fenómeno: la humil­
dad para someter a discernimiento eclesial la doctrina teológica, el
silencio como forma de espera paciente en la maduración de las con­
ciencias hasta que con una nueva luz se puedan percibir quizá los as­
pectos verdaderos y legítimos que tenía la doctrina propuesta, y por
supuesto sus límites.
Finalmente conviene advertir que, en la actualidad, resulta muy
significativo comprobar que este carácter eclesial de la teología haya
dejado de ser considerado como un elemento negativo que minaba y
restaba legitimidad al carácter científico de la teología. Hoy se está re­
tornando a una comprensión más positiva de dicha eclesialidad, que
incluye esta esencial relación al magisterio, aunque como ya hemos
visto no se puede limitar a este aspecto. La eclesialidad de la teología
es una dimensión mucho más amplia y puede aportar elementos deci­
sivos y únicos en nuestra sociedad, pues «la vinculación eclesial de la
teología, así como la vinculación eclesial de la fe, no representan una
amenaza en nuestra cultura pluralista, sino su enriquecimiento, y ba­
jo determinadas circunstancias también su liberación»39.

38. R. Tremblay, Donum veritatis. Un documento chefa riflettere, en «Donum


veritatis». La vocazione eclesiale del teologo, 161. Cf., injra, p. 97-99.
39. J. Niewiadomski, Theologie zwischen Kirchiichkeit und Machtkonformi-
tdf. Bulletin ET 10 (1999) 112. Tomado de M. Seckler, Theologie ais Glaubens-
msschenschaft, 172.
í

¿Qué es la teología? 33

2) El carácter científico: teología en la academia


De forma problemática aunque decisiva, la teología se definió a sí
misma en el siglo XIII como ciencia. Karl Barth califica toda ciencia
como «un intento de cofnprensión y representación, de investigación y
de enseñanza, referido a un objeto y a un campo de investigación de­
terminado»40. Al situar la teología como ciencia de la fe en el mundo
de las ciencias, afirmamos implícitamente que ella es una tarea huma­
na y, en cuanto tal, su acción es finita y limitada. Definir la teología co­
mo ciencia junto a otras ciencias presenta ventajas e inconvenientes.
Cuando la teología fue definida como ciencia de la fe en la Edad
Madia, era la ciencia hegemónica, desde donde las demás se medían y
comprendían. A partir del siglo XVI, y especialmente desde el XVIII
y el XIX, la situación da un vuelco radical. La teología sufre tal des­
prestigio social e ínfravaloración académica que le obliga a justificar
su propio estatuto como ciencia y su razón de ser en la universidad41.
En este nuevo marco le asaltan dos tentacionesy peligros: 1. Si trata
de ajustarse al estatuto epistemológico de las ciencias dominantes, la
teología terminará por olvidarse de su propio objeto y de su propio
método; dejará de ser teología y se convertirá en el mejor de los casos
en una glorja arqueológicá o en un capítulo eminente de la historia de
las religiones, de la literatura antigua o de la sociología de la religión.
2. Si trata de encerrarse en sí misma y elude el verdadero diálogo con
otras ciencias, pensando que así está siendo fiel a su cometido propio,
correrá el riesgo de convertirse en una pura ideología al servicio de un
credo religioso o de un magisterio eclesiástico.
La cientificidad de la teología no le viene de una razón positivista
que de manera puramente formal se aplica a un contenido de fe. Esto
es en realidad unapseudociencia (K. Rahner). La cientificidad de la
teología le viene de ser capaz de lograr una articulación adecuada en­
tre la fe y ei logos, entre la fe y la razón; de una razón que se abre a la
fe y de una fe que se abre a la razón.
El carácter científico de toda teología se ha de juzgar por la capa­
cidad de expresar la realidad de Dios en lenguaje humano. La valía de

40. K, Barth, Esbozo de Dogmática, !5.


41. Un ejemplo claro de esta evolución nos lo muestra I. Kant, La contienda
entre las facultades de filosofía y teología, Madrid 1999.
El ejercicio de la teología

I» teología se ha de medir por su capacidad de traer al lenguaje la rea­


lidad de la que se habla, haciéndola contemporánea y presente al des­
tinatario que escucha y acoge la palabra teológica.
Todo lo dicho pone de manifiesto que la teología es ciencia siendo
y permaneciendo como teología. Sólo cuando se concentra de forma
rigurosa sobre su tema y su realidad, incluso renunciando ajustificar-
se a sí misma de forma apologética ante las demás ciencias, comienza
entonces a tener verdadero interés para los demás. Su justificación an­
te otras ciencias será más válida y segura cuanto más realice su propio
trabajo, observando las leyes propias según las cuales debe caminar,
sin pararse a dar excesivas explicaciones y justificaciones42. La teolo­
gía debe ser valorada y respetada por lo que ella es y por lo que ella
trata, no por glorias vanas o famas añadidas. Por lo tanto, la teología
debería desterrar su complejo de culpabilidad por un pasado deslum­
brante o de inferioridad por un presente en penumbra. Su cientificidad
y su puesto al lado de las otras ciencias, le vienen de su atenimiento a
su objeto medíante el método propio que nace del objeto singular del
que trata. Eso sí, con un lagos razonable que puede ser comprendido y
criticado (diálogo) por otras ciencias y otros ámbitos.
La teología no es el único logas sobre Dios, sobre el hombre y so­
bre el mundo, pero tiene el suyo propio, que sólo ella posee como glo­
ria y dignidad, como peso y encargo. Ella asume la sagrada misión y
la pesada responsabilidad de pronunciarlo en el mundo con atrevi­
miento y valentía, con sencillez y humildad, dentro de la sinfonía de la
verdad y en diálogo con el resto de las ciencias.

3) Contemporaneidad: teología en el tiempo


Como cualquier otra ciencia, la teología es una acción humana. Y
en cuanto tal, se halla sujeta al tiempo; es limitada. No constituye una
palabra definitiva y eterna, sino una palabra que vamos pronunciando
humildemente a lo largo del camino con nuestro Dios por la historia.
Que la teología se realice necesariamente en el tiempo significa
que hemos de tener en cuenta el carácter histórico de nuestro logos y
su necesaria apertura a la actual presencia del Espíritu. Vamos cami­
nando hacia una plenitud definitiva guiados por el Espíritu. Él nos

42. Cf. K. Barth, Introducción a la teología evangélica, 33-34.


1

# ¿Qué es la teología? 35

conduce hacia la Verdad completa, desde la que hemos sido consagra­


dos y por la que nos hemos consagrado. Él realiza en nosotros aquel
trabajo de interiorización, actualización y universalización de la Ver­
dad revelada en Cristo. '
Mas no hemos de ser ingenuos. El camino revela y oculta la altu­
ra, anchura y profundidad del misterio de Dios manifestado en Jesu­
cristo. La teología del siglo XVIII y XIX no ha sido más profunda que
la teología del siglo II, ni nos ha ayudado a penetrar de una forma más
clara y significativa en el misterio dé Dios. En la historia se dan avan­
ces y retrocesos que no dependen del simple progreso o suceder del
tiempo histórico. De igual manera, tampoco el carácter científico de­
pende de un lenguaje que en su formalidad nos parece científico, si­
no de la capacidad del lenguaje, es decir, de que nos haga presente y
actual a la vida personal y social la realidad de Dios. Por tanto, en es­
to consiste el progreso de la teología.
De hecho, Ireneo de Lyón es más contemporáneo con su aparente
sencillez e ingenuidad en la interpretación de la Escritura y en la teo­
logía que elabora que muchas obras inacabables de exégesis actual,
cuyo resultado final es raquítico. Dichas obras suelen dejar el texto in­
accesible, alejándonos el contenido del tema que tratan. Lo mismo po­
demos deqíf'de grandes obras dogmáticas que, con sus innumerables
citas y lenguaje pseudocientífico, en vez de hacer trasparente y razo­
nable el misterio de Dios, lo ocultan.
Por otra parte, es el mismo Espíritu quien nos conduce y guía a
nuestra historia y a nuestro mundo, para descubrir en ellos la presen­
cia de Dios (signos de los tiempos). Desde ella tenemos que volver a
anunciar al hombre de hoy de forma nueva, significativa y sugerente
las viejas palabras de siempre, que nunca pueden ser definitivamente
desterradas del corazón humano.
Esta contemporaneidad de la teología, por ello, no tiene que ver
tanto con una adecuación de la teología a los tiempos modernos, o a las
modas presentes y pasajeras, sino con una obediencia filial al Espíritu
de Dios que nos hace contemporáneos de él, de lo mejor de nuestra tra­
dición teológica y eclesial y de los deseos y anhelos profundos del
hombre actual. La contemporaneidad de la teología nos ha de volver
contemporáneos al corazón de Dios, al corazón de la Iglesia como Tra­
dición viva y al corazón del mundo.
36 El ejercicio de la teología

5. Las dimensiones de la teología

«Así podréis comprender, junto con todos los creyentes, cuál es la


anchura, la longitud, la altura y la profundidad del amor de Cristo» (Ef
3, 18). Este conocido texto, utilizado por los Padres de la Iglesia para
mostrar la dimensión cósmica y universal de la nueva religión cristia­
na, puede sernos de gran ayuda para mencionar brevemente cuáles
son las dimensiones o características que la teología tiene que acen­
tuar en el momento presente y en el futuro.

a) La altura de la teología: hacia una teología teológica

En primer lugar, si miramos a la altura del amor de Dios, la teolo­


gía ha de ser una verdadera teología teológica, construida y fundada
en el misterio trinitario de Dios43. Hemos visto que Dios es el sujeto
y objeto de la teología. Y lo tendrá que seguir siendo. Pero no un Dios
abstracto o impersonal, sino el Dios y Padre de nuestro Señor Jesu­
cristo que en su Hijo y en su Espíritu se nos ha revelado y donado co­
mo amor absoluto. La teología trinitaria ha vuelto a adquirir el pues-
to central que le correspondía dentro de la reflexión teológica. Y está
llamada a ser la clave de bóveda de la comprensión del cristianismo y
de la realidad. El tratado de Dios tiene que convertirse en la gramáti­
ca para elaborar el resto de los tratados teológicos; pues este tratado es
fundamento y condición de posibilidad para una verdadera compren­
sión de la creación, del ser humano, de Cristo, de la Iglesia, de la sal­
vación definitiva. Sin semejante fundamento, dichas realidades, en el
fondo, nos resultarían incomprensibles en su ultimidad y en su carác­
ter más radical.
Así, el misterio de la creación sólo es posible afirmarlo en toda su
radicalidad desde un Dios trinitario, ya que sólo un Dios que en sí
mismo sea relación y alteridad puede constituir la realidad, el mundo
en su estructura fundamental de alteridad-libertad y comunión-depen­
dencia respecto a Dios.
Sólo desde este misterio trinitario la cristología adquiere su estatu­
to definitivo. Sin ella no estaríamos más que en un capítulo de las ma­
nifestaciones de Dios en la historia de las religiones o en la enumera-

43. Entre otros autores W Kasper, El Dios de Jesucristo, Salamanca 1998, 321.
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« ¿Qué es la teología? 37

ción de los hombres emblemáticos y ejemplos de moralidad para todos


los hombres. El misterio de la encamación y del misterio pascual sólo
son inteligibles desde $1 fenómeno originario: el misterio trinitario de
Dios. Porque la capacidad de Dios de poder llegar a ser en lo otro (en­
camación), reside en que en sí mismo es comunicación y alteridad.
El misterio de la Iglesia se volvería una paradoja incomprensible
si no fuera comprendida desde este origen trinitario, tal como lo hace
el concilio Vaticano II. Y lo mismo sea dicho para la intelección de los
sacramentos-liturgia como momentos fundamentales en los que a tra­
vés de signos celebrados y realizados en acto, se nos comunica esta
vida trinitaria que transforma radicalmente nuestra vida (teología de
la gracia) y las acciones que realizamos en el mundo para que este sea
un reflejo y una imagen de la vida trinitaria (teología moral).
Toda esta «trinitarización» del mundo sólo se consumará cuando
el Hijo anule definitivamente el poder del pecado y de la muerte y en­
tregue la realidad completa al Padre, para que así Dios sea todo en to­
dos (escatología)^.

b) La hondura de la teología: hacia una teología histórica

En secando lugar, desde la profundidad del amor de Dios, tene­


mos que realizar una verdadera teología histórica que tenga en el cen­
tro la hondura del misterio pascual, como expresión suprema y reali­
zación concreta de la inserción de Dios en la historia humana, en su
complejidad, ambigüedad e incluso en su pecado. La teología no pue­
de conformarse con ser teológica (Dios en su centro), sino que ha de
ser salvífica (el hombre en su fin). Ha de poner en el centro de su lo-
gos la salvación que ofrece y al hombre concreto que necesita ser sal­
vado, Todas las grandes épocas de la historia de la Iglesia y de la teo­
logía han elaborado su propia teología de la historia: Ireneo en el siglo
II, Agustín en el siglo V, Buenaventura en el siglo X III,.. desde una
perspectiva trinitaria. Nosotros también tenemos que elaborar la nues­
tra, desde la historia concreta que nos toca vivir, con su pasado que
hay que leer e interpretar, y las claves fundamentales que encontramos
en la Escritura como norma viva y fuente permanente.

44. Un ejemplo de esto puede verse ya en la obra de G. Greshake, El Dios uno


y Trino. Una teología trinitaria, Barcelona 2000.
38 El ejercicio de la teología

c) La anchura de la teología: hacia una teología dialógica

Finalmente, desde la anchura del amor de Dios, hemos de elaborar


una verdadera teología dia-lógica, en comunicación serena con otras
ciencias, especialmente con la filosofía, y con la pluralidad de teolo­
gías existentes en la Iglesia, en otras confesiones y en otras religiones.
Un diálogo que debe entablarse desde lo que algunos llaman método
de integración; algo semejante a lo que acontece en una sinfonía, don­
de se van integrando diversas tonalidades en una estructura principal
que produce un conjunto armónico de similitudes y contrastes45.
Actualmente el pluralismo es una realidad en la cultura y en la
Iglesia que está siendo justamente subrayado y defendido. Pero dicha
pluralidad sólo tiene sentido en una unidad que no la anule, sino que
la integre y la conserve en sí misma. Esta unidad es la unidad relacio-
nal que de forma suprema constituye el ser mismo de Dios (Trinidad)
y que fundamenta e ilumina el camino hacia la plena unidad de todo
el género humano46.

Conclusión

Con la profunda expresión del evangelio de Juan que nos servía


para iniciar este capítulo, podemos considerar el ejercicio de la teolo­
gía como una forma de consagración a la verdad (Jn 17, 17.19).
En este sentido, la teología constituye una vocación divina que
tiene su origen en la entrega de Cristo por nosotros y en la donación
de su Espíritu, separándonos de tantas palabras vanas que nos apartan
del verdadero Dios y de nuestra realidad más auténtica como seres
humanos.
La teología es una gracia que alcanza nuestro ser en el dinamismo
de su libertad, amor e inteligencia. Una gracia donde la innata bús­
queda de la verdad que habita en todo hombre, se va tornando en
aceptación de una verdad ofrecida como amor y santidad. Una gracia

45. Cf. H. U. von Bafthasar, La verdad es sinfónica. Aspectos del pluralismo


cristiano, Madrid 1979. Agradezco a Alejandro Labajos esta descripción de lo que
es una sinfonía.
46. Cf. K. Hemmerle, Tras las huellas de Dios. Ontología trinitaria y unidad
relacional, Salamanca 2005; C. Gunton, Unidad, trinidad y pluralidad. Dios, la
creación y la cultura de la modernidad, Salamanca 2005.
I

t ¿Qué es la teología? 39

cuya ejercitación va introduciéndonos en el ámbito de Dios, el cual


nos lleva a existir y vivir en él y desde él.
La teología, finalmente, es una misión en el mundo. Misión que
reclama la total entrega del sujeto a la búsqueda de la verdad que ha
salido a nuestro encuentro guiado por el Espíritu. Porque hemos sido
llamados a ser discípulos y apóstoles, estamos llamados a ser teólo­
gos; pues el teólogo es el apóstol y el amigo de Dios47.

47. Cf. el capítulo 10.

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