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Resumen:

Texto: “Revolución e imperio: experiencia e impacto, 1789-1815” de


Briggs y Clavin.

Los autores mencionan que durante la guerra de independencia de las colonias


británicas, Francia lucho contra Gran Bretaña. La victoria e independencia de
los Estados Unidos y la victoria de Francia (la cual había tenido un alto
esfuerzo económico invertido en esa guerra) fue una humillación para Gran
Bretaña. Sin embargo, esta derrota no impidió que siga avanzando en este país
el desarrollo industrial.

La industrialización trajo consigo un nuevo reordenamiento del tiempo: la vida


de los obreros era regulada por las sirenas de las fábricas.

Las transformaciones políticas que se dieron en Francia eran distintas a las


transformaciones económicas que se dieron en Gran Bretaña. Y los autores
muestran como una triunfo sobre la otra; lo que se pensaba con relación a esto
era que: “la fortaleza económica de Gran Bretaña, basada en la explotación de
carbón y hierro, la invención de nueva maquinaria y el dominio de nuevas
fuentes de energía” (p. 15), era lo que le había otorgado la victoria ante Francia
en las guerras que se dieron de 1793 a 1815. Británicos contemporáneos no
basaban su victoria por el avance industrial y su fuerza económica, sino por su
“fortaleza moral”. Con esto se da cuenta de dos sistemas: por un lado tenemos
al británico que se fundamenta en la historia (la moral) y por el otro tenemos al
francés que durante la Revolución se intentó separa de su historia.

Esta diferenciación de sistemas tiene muchas razones. Los autores explican


que el “sistema social francés” era más rígido, a pesar de haber tenido una
prosperidad en el siglo XVIII que permitió que apareciera una nueva
aristocracia que no favoreció a los empresarios. En Francia existía proyectos
de “lujo”, “se prefería la calidad antes que la cantidad” (p. 15).

Había entre estos dos países una diferencia económica fundamental: los dos
se beneficiaron de las “revoluciones comerciales” (basadas en el azúcar y los
esclavos) por lo que los dos aumentaron su riqueza en el siglo XVIII, pero en
Francia no se había producido una “revolución agrícola” (mejora en la
agricultura). Esto si lo tenía Gran Bretaña: “Las mejoras introducidas…
implicaban el mejor aprovechamiento de las tierras; nuevas técnicas de
producción de alimentos… la rotación sistemática de cultivos…” (p. 16), etc.

También estas dos revoluciones (Revolución Industrial y Revolución Francesa)


presentan coincidencias: 1) tenían un mensaje universal, aplicable a muchos
países y muchas épocas; 2) se presentaban como “inacabadas”.

En el siglo XVIII la fe en la razón había sido la creencia fundamental de la


Ilustración. Los enciclopedistas tenían puntos de vista en común: negativa a los
principios aceptados; hostilidad hacia la ignorancia; importancia de la difusión
del conocimiento y la información, etc. Se cuestionaba, en suma, la autoridad,
pero les importaba la “aplicación práctica de la políticas” que realizaban los
soberanos. Miraban a la sociedad desde arriba, no confiaban en el pueblo
como motor de cambio (lo mismo les pasaba a los fisiócratas y a los
intelectuales de Gran Bretaña).

Lo que atravesaba el pueblo era “el hambre, el despreció y la rabia”. Aparece


en esta época la “búsqueda por el beneficio propio” que podía hacer que la
burguesía se mostrara activa en el campo económico y político. “Las
aspiraciones de los abogados podían ser las mismas que las de los
comerciantes”, los dos se horrorizaban por lo que pasaba en las altas capas de
la sociedad.

En la Revolución Francesa hay un “carácter sangriento” que empieza con la


revuelta por parte de la nobleza.

Los orígenes de esta revolución se encuentran en las luchas que se dan para
resolver las carencias económicas. Para los años 1788 y 1789 la situación
económica había empeorado: malas cosechas, aumento del pan, los pobres se
morían de hambre, desastres naturales (granizo), etc. Las secuencias de
acontecimientos políticos estaban en completa relación con la crisis financiera
en la que se vivía.

Los autores destacan los acontecimientos que se sucedieron entre los años
1787 y 1789. El primero de estos fue en 1787 cuando fracaso el intento del
Ministro de Hacienda de conseguir fondos para la crisis económica en la
“Asamblea de Notables”. “Los aristócratas pertenecientes a la misma se
negaron a apoyar la propuesta radical de introducir un impuesto sobre la
propiedad de la tierra, sin tener en cuenta la condición social de los
propietarios…” (p. 22) No se encontró otra alternativa más que llamar a los
Estados Generales en 1789, organismo antiguo que no se utilizaba desde
1614. En este periodo, se publicaron infinidades de panfletos, las opiniones
eran importantes. También se empezaron a suscitar levantamientos violentos
por parte de los campesinos.

Hay un punto culminante en las reuniones de los Estados Generales: el Tercer


Estado forzó el ritmo de las reuniones aprobando una moción por la cual si los
dos estados (la nobleza y el clero) no aceptaban reunirse en la asamblea con el
tercer estado, éste actuarían en solitario. Posteriormente, por otra moción, la
Asamblea se autoproclamo “Asamblea Nacional” y el clero se terminó uniendo
a la Asamblea Nacional. Sucedió un acontecimiento que se describe siempre:
los miembros de la Asamblea se presentan a la sala de juntas y se encuentran
con las puertas cerradas, había un cartel que decía que se anunciaba en los
próximos días una “sesión real” no prevista. En lugar de irse, los miembros
juraron no disolverse hasta que “se haya establecido la constitución del reino y
sea reforzada por unos sólidos cimientos” (p. 24)

Luis XVI tuvo que ordenarles a los dos estados que se unieran a la Asamblea
Nacional. El centro de atención paso de Versalles (donde se reunía la
Asamblea Nacional) a París. Las disputas que se habían dado en la corte y la
movilización de tropas hicieron creer que la Asamblea Nacional podía
disolverse y, por tanto, que la voluntad popular estaba siendo amenazada.
Estallo una revuelta que no pudo parar la recientemente formada “milicia
ciudadana”. Esta revuelta fue tan profunda que se tomó y destruyo la fortaleza
de la Bastilla. Pero lo que hay que tener en cuenta es que: “fueron individuos
sin poder, y no los miembros de la Asamblea Nacional, quienes llevaron la
Revolución un paso adelante…” (p. 25).

Después de esto siguieron oleadas de destrucción para con las antiguas


instituciones por parte de la Asamblea Nacional. Esta destrucción fue un acto
simbólico, pero estuvo plagado de violencia tanto fuera como dentro de París.
Las revueltas de los campesinos llegaron a su máximo apogeo (el gran miedo
estaba presente). Sin embargo, había en esta violencia esperanza: los
campesinos actuaban porque creían que su situación podía cambiar y
temerosos de las represalias por parte de la nobleza actuaron con más
contundencias (algunos autores dicen que el accionar violento de los
campesinos se dio porque las represalias nunca llegaron, por tanto, se vieron
en vía libre para poder accionar).

Esta “revolución campesina” no fue para todos igual: algunos se beneficiaron,


consiguieron tierras, estaban ausentes de las cargas feudales (fueron abolidas
en 1789 por la Asamblea Nacional), pero se empezaron a volver políticamente
conservadores, mientras tanto, otros campesinos no pudieron obtener tierras,
siguieron siendo pobres, etc.

A pesar de esto, se prestaba más atención a los acontecimientos que pasaban


en París. Ahí la revolución era impulsada por “los pequeños”: artesanos,
pequeños fabricantes, libreros, etc. El término que se utilizaría para describirlos
era sans-culottes (en referencia a su ropa). Lo que unía a estos revolucionarios
era el “activismo revolucionario”, compartían el sentimiento de fraternidad y
solidaridad.

Lo que se empezó a notar a medida que pasaba el tiempo era la existencia de


diferencias sociales e ideológicas en la propia París, pero también diferencias
regionales.

Como mencionamos anteriormente, la Asamblea había eliminado los derechos


feudales, ahora iba a dar un paso más: la expropiación de los bienes de la
Iglesia junto con los bienes de la Corona. Esta fue motivada por los problemas
financieros, ya que el problema se fue haciendo cada vez peor. Con esta
medida se pudo respaldar el nuevo papel moneda. A pesar de esto, estas
medidas ayudaron a que las divisiones que se venían dando en Francia se
acrecienten. Otras medidas que ayudaron a esta división se tomaron en 1790:
supresión de las órdenes religiosas contemplativas, promulgación de la
“Constitución civil del clero”.

Sumado a estas diferencias que fueron aparecieron, surgió la


contrarrevolución. Estas empezaron con conspiraciones, después con
alzamientos en masa de base popular. A partir de ahora “la guerra civil cobraba
ímpetu en la propia Francia con el reforzamiento de un movimiento
contrarrevolucionario de base.” (p. 28).

A medida que se fueron dando los acontecimientos la Asamblea Nacional


Constituyente fue sustituida por una Asamblea Legislativa, la cual fue votada
por sufragio restringido en 1791.

La guerra revolucionó aún más la Revolución. El papel del Estado fue afectado
también por la guerra: lo engrandeció.

En 1793 es guillotinado Luis XVI y se proclama la Republica por la


recientemente creada Convención Nacional. Ésta, al igual que la Asamblea
Legislativa, estaba conformada por burgueses, con predominio de los
abogados, algunos antiguos nobles y artesanos. Es decir, tenía –aunque era
cualitativamente desigual– los dos extremos del espectro social. Es aquí donde
se consolidan los bandos políticos. Este años (1793) puede caracterizarse por
la lucha entre los revolucionarios.

Con la guerra podemos decir que la Revolución se empieza exportar. Por


ejemplo: “Francia ofreció su apoyo a todo pueblo que se alzase contra su
gobierno”. Esto no le gusto a Gran Bretaña, la cual echo al embajador francés
en Londres, lo que provoco que Francia le declare la guerra en febrero de
1793. Con esto, Francia se enfrentaba a la “Primera Coalición”. En estas
circunstancias, el “terror” se convirtió en algo inevitable de la revolución, pero
también hubo un aumento en la rigidez de la organización: se creó el Tribunal
Revolucionario y se llamó a la movilización de la nación para hacer la guerra.
Ahora dependía más la voluntad que la disciplina. “Toda medida en favor de la
movilización tenía una dimensión política”, se creó el Comité de Salud Pública
al que se doto de un Comité de Seguridad General.

Empieza en el periodo revolucionario una fase de Terror, la cual podríamos


decir que empieza cuando Robespierre toma el poder del Comité de Salud
Pública. En este periodo se eliminaron a los “moderados” (los girondinos), los
“ultras” de la izquierda y los “indulgentes” que de la mano de Danton querían
frenar la marcha del terror. Lo que se discutía en Francia o, mejor dicho, lo que
generaba discordia entre los franceses era: la centralización de la autoridad en
el país y la activa descristianización. Las fuerzas exteriores que acabaron con
Robespierre formaban una alianza menos compacta que la “Primera Coalición”,
pero que funcionaba para combatir a los ejércitos franceses. Con la ejecución
de Robespierre en 1794 termina la fase del Terror pero en un “punto medio”. La
Convención Nacional restringió los poderes del Comité de Salud Pública, abolió
el Tribuna Revolucionarios, se rehabilito a los girondinos, se abandonó el
sistema de precios fijos y la intervención por parte del Estado en el
funcionamiento de la económica.

Ya en 1795 la represión fue constante. La Convención Nacional creo una


nueva constitución conocida como “Constitución del año III”. A demás, se creó
el Directorio con poderes ejecutivos formada por dos cámaras: la de los
Quinientos y la de los “senadores”. Ya para 1797 el Directorio empieza a perder
el control de lo que pasa en Francia; se acrecienta la corrupción y hay cada vez
más tráfico de influencias. Para este mismo año tres de los cinco miembros del
Directorio se aliaron al general Napoleón Bonaparte para deshacerse de los
otros dos miembros. Este fue un golpe Republicano, al cual le siguió otro en
1799 en el cual Bonaparte ascendió al poder en calidad de uno de los tres
cónsules.

La guerra revolucionaria que se venía llevando a cabo desde el principio fue lo


que ayudo a Napoleón a preparar su camino, y fue gracias a la Revolución que
pudo mostrar su capacidad para ganarse a las tropas que comandaba. Fue
también gracias a la Revolución que Napoleón consiguió los contactos y apoyo
de influyentes sectores de las poblaciones locales. Napoleón genero un
gobierno a su manera, en forma de Consejo de Estado, en el cual ningún
ministro tenía autoridad independiente. Sin embargo, eran un gobierno con una
base amplia.

La única potencia que se mantuvo siempre hostil contra la Francia de Napoleón


fue Gran Bretaña, esto se debe a que: “Francia era un viejo rival, que en los
inicios de la rivalidad había sido mucho más fuerte Inglaterra; y, sin tener que
remontarse más allá del reinado de Luis XIV, Gran Bretaña había tenido que
luchar para impedir que Francia dominase Europa.” (p. 39) Sin embargo, el
freno que le ponía ahora Gran Bretaña a Francia era marítimo, es decir, las
luchas marítimas se daban para limitar el dominio de Francia sobre Europa y,
además, para aumentar el poderío británico en ultramar. Solo un intervalo de
tiempo corto (en 1802), con la paz de Amiens, pararon las hostilidades entre los
dos países.

Con Napoleón se consolidaron muchos logros obtenidos en la Revolución que


eran la base fundamental para su Estado. Promulgó el nuevo Código Civil en
1804, propuso una rigurosa política educativa (que se terminaría enfocando en
el ascenso de la escala social). Bonaparte estaba llevando la política del
“despotismo ilustrado” antes y después de haberse coronado como emperador.
Sin embargo, tenemos que tener en cuenta que en Francia se sacrificaron
algunas libertades antes y después de 1804. Uno de los problemas que va
tener que enfrentar Napoleón es la falta de “legitimidad”.

Las limitaciones del gobierno de Napoleón se vieron reflejadas en las políticas


comerciales y económicas. Se creó el Banco de Francia en 1800 y en 1803 se
le dio el monopolio de la emisión de billetes de banco; el sistema de
recaudación de impuestos tuvo que ser modificado; los fondos obtenidos en los
países ocupados fueron lo que le permitió al gobierno francés no aumentar los
impuestos hasta 1813. Se implementó, en 1807, el “bloqueo continental”, una
maniobra que tenía como fin estrangular la economía británica, pero que no
logro su objetivo, ya que Gran Bretaña recurrió a una serie de trucos
(contrabando, soborno, etc.) para romper el bloqueo. En relación con esto,
Gran Bretaña inicio, por “real decreto”, un control del tráfico internacional y
registro de los barcos neutrales en alta mar, lo que provocó que Estados
Unidos le declare la guerra en 1812.

Napoleón se dio cuenta de la importancia de la industria, fundamentalmente la


que contaba con una “base tecnológica”. Con esto pudo “promover la
producción de materiales que reemplazasen a los que no podían importar.” (p.
45) Sin embargo, nunca llegaron a superar a la economía británica que para los
años 1811 y 1812 había generado un radicalismo ideológico.

Hay dos años clave: 1807 y 1808. En el primero, Francia invade Portugal por
no aceptar el bloqueo continental contra Gran Bretaña; el segundo, Francia
derroca a los reyes Borbones de España, su aliado. Es la península ibérica en
la que las tropas británicas van a poder avanzar contra los Bonaparte
(recordemos que Napoleón pone como rey de España a su hermano José) de
manera terrestre. Consideramos que hubo dos consecuencias fundamentales:
la primera abrir un frente nuevo para luchar, por el cual, el ejército francés iba a
tener que dejar muchas tropas. Segundo, el desplazamiento de las tropas para
invadir Portugal hizo que los países hostiles al gobierno de Napoleón se
pudieran reagrupar para la resistencia.

En 1813, la recientemente formada Cuarta Coalición derroto a Napoleón en la


batalla de las Naciones; el ejército francés obtuvo un par de victorias contra los
ejércitos prusianos, pero en marzo de 1814 París se rinde y Napoleón abdica.
Posteriormente es exiliado a la isla de Elba. Logra escapar en 1815 pero es
derrotado en la batalla de Waterloo. Esta última fue la derrota definitiva de
Napoleón.

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