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Política exterior peruana.

Teoría y práctica

Capítulo II

Política exterior del Perú

Había señalado que en la esencia del Estado está la capacidad compulsiva


de sus propias atribuciones. El Estado, por definición, tiene la autoridad
necesaria para poder imponer a los habitantes del territorio determinado
tipo de lineamiento, determinado tipo de conducta; ello se basa en la
existencia de la ley y en la soberanía del Estado dentro de sus fronteras.
Esto es, en cierto sentido, la esencia del Estado moderno, tal como todos lo
entendemos. Es ésta la forma que las sociedades, las agrupaciones humanas,
han considerado la más eficaz para disciplinar su propia convivencia.

La política del Estado es la forma mediante la cual el Estado se maneja,


la ciencia o el arte, como se le quiera llamar, que utilizan los hombres
a los que toca conducir un Estado. Lo que se requiere a efectos de la
conducción del Estado y para servir los intereses de la comunidad, se
llama la política. Consecuentemente, la política es el procedimiento
mediante el cual los conductores del Estado dirigen –orientan– la actividad
misma de la comunidad que les toca gobernar. Sin embargo, existe una
comprobación que es fundamental para entender al Estado y a quienes lo
conducen políticamente; es el hecho de que si bien una parte considerable
de responsabilidades de esa conducción del Estado puede ser ejercida
dentro del perímetro de sus fronteras y apoyada en el uso de la ley,
de la autoridad que el propio Estado reconoce a sus mandatarios, esa
circunstancia especial no cubre toda la esfera de actividades del Estado, ni
satisface todos los requerimientos que el Estado precisa para alcanzar el
bienestar y la protección de los habitantes que viven en su territorio. Es en
este momento que comienza a percibirse, con mucha claridad, que hay algo
más que la política interna, que hay algo más que la organización interna de
un Estado, que hay una serie de circunstancias y situaciones que escapan al
ejercicio pleno de ese imperio del cual están dotadas las autoridades, de esa
soberanía del Estado. Se percibe que es necesario para el Estado proyectarse
más allá de las fronteras e ir a buscar en un área, en un ámbito ajeno a su
soberanía –en el cual concurren otras soberanías con igual autoridad– la
satisfacción de determinados aspectos vinculados a los intereses esenciales
de la comunidad humana que ese Estado cautela; o precisamente, para
proteger su supervivencia, fuera de sus fronteras, mediante determinado
tipo de acciones.

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Este hecho excepcional que impulsa al Estado a hacerse presente más allá
de sus fronteras con el objeto de proteger su existencia, ha de generar toda
una problemática vastísima. Esa problemática es la que está vinculada a la
política exterior y a la política internacional.

Un Estado se traza determinados propósitos a ser alcanzados en el ámbito


externo. Es decir, señala sus objetivos y los procedimientos mediante los
cuales cree que puede alcanzarlos. Ese esquema esencial que implica una
decisión propia del Estado y la determinación de sus alcances, constituye
la política exterior propiamente dicha. Es, todavía en ese momento, una
decisión del propio Estado, que señala determinados objetivos y que
pone a disposición de su consecución determinados procedimientos. Sin
embargo, el hecho de que se haya procedido así, que se hayan identificado
estos objetivos externos y que se hayan propuesto los procedimientos
apropiados para alcanzarlos, no quiere decir que el resultado va a ser
exactamente el que el Estado ha concebido. No es posible para el Estado
conseguir esos objetivos plenamente, por cuanto entra, probablemente,
en una confrontación, con otras entidades similares a él, con otro tipo de
decisiones igualmente autónomas que las suyas, que convergen en ese
ámbito distinto al de su propia soberanía, que es el ámbito internacional.
Entonces allí encontramos una convergencia o una colisión de políticas
exteriores que provienen de centros autónomos de decisión, y cada una de
ellas, a su manera, busca la propia satisfacción de sus intereses, muchos
de los cuales pueden ser conflictivos con intereses de otros Estados. Esta
circunstancia especialísima, en la cual una serie de intereses concurren en
un área totalmente distinta a la que corresponde al ámbito interno de un
Estado, y en la cual el Estado no tiene los mecanismos de autoridad y de
coacción que tiene internamente, genera toda una rica y compleja gama
de relaciones, que son las que dan origen a las relaciones internacionales.

La política internacional vendría a ser el resultado de esa convergencia de


intereses distintos provenientes de centros autónomos de decisión y que
compiten entre sí en una arena totalmente neutral y diferente a la propia,
que es la sociedad internacional. Del cotejo o confrontación con objetivos
trazados por otros Estados con el mismo fin, habrá de resultar, al final, una
solución más o menos cercana a los intereses propuestos. Ello dependerá,
primero, de la nitidez y precisión de los objetivos, y luego, del margen de
seguridad que la propia acción exterior de un Estado le haya permitido
con objeto de obtener el mayor beneficio de esa competencia. Entonces, en
términos generales, el Estado que esté mejor preparado para hacer frente
a esa competencia a nivel internacional con los intereses de otros Estados,
que tenga ideas más claras con respecto a lo que son sus verdaderos intere-
ses, que haya trazado sus objetivos con mayor precisión y que tenga a su
alcance los mecanismos y procedimientos más solventes para alcanzar esos

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Política exterior peruana. Teoría y práctica

objetivos, será, probablemente, el Estado que obtenga un resultado final


mucho más cercano al de los objetivos que su política exterior se propuso.

Evidentemente, es muy raro en la historia que se encuentre que el resultado


final de un proceso internacional sea exactamente igual a los objetivos que
uno de los Estados que participaron en ese proceso se propuso a sí mismo;
siempre, por esa confrontación de intereses, el resultado asume una serie de
variables. Lo importante para el Estado que participa en esa competencia,
es que ese número de variables que se pueden producir en el ámbito
internacional sea lo más cercano a lo que fue su interés inicial. Esta es la
idea que da lugar a la política exterior como lineamiento o dirección de los
intereses externos de un Estado, y el resultado que provocan estas políticas
exteriores de diversos Estados, jugando en este ámbito internacional; esto es
lo que da lugar a toda la compleja vida de relación entre los Estados y es lo
que da sentido a la actividad internacional de un Estado. Se trata, entonces,
de fijar objetivos claros, de tener los procedimientos más apropiados para
que el margen de incertidumbre, inevitable en todo conflicto internacional,
en toda contraposición de intereses, sea lo más estrecho posible, de tal
manera que los resultados que se esperan sean lo más cercanos a los que se
habían buscado. Este es el marco teórico en el que se manejan las relaciones
internacionales.

Es evidente que todo este complejo de situaciones, y de ideas que se mueven


en torno a este tema, no son los únicos determinantes de la política exterior y
de la política internacional. Existen una serie de factores que es preciso tomar
en cuenta y que deben estar muy presentes cuando se traza una política
exterior. Tradicionalmente estos son los factores históricos y los factores
geográficos. Ningún Estado puede trazar ciertos objetivos de política
exterior si no tiene presente determinadas situaciones que son generadas
por las características geográficas del medio en el cual se encuentra ubicado.
Estos factores, pues, hacen aún más compleja la definición de los objetivos y
dependerá mucho del concepto que dicho Estado tiene de sí mismo, de cómo
entiende su propia historia y qué tipo de valor asigna a su presencia física
como territorio, dentro del ámbito geográfico más amplio de un continente e
inclusive del planeta entero. Dependerá mucho de esta percepción, la certeza
con la cual puede buscar sus objetivos y pueda tratar de alcanzarlos. Todos
estos factores se dan precisamente en un país que se fija una determinada
política exterior para lograr sus objetivos a través de su participación en
política internacional. En primer lugar se busca la preservación de la propia
identidad nacional, que es valor esencial de una política exterior.

A un país, el Perú concretamente, le ha sido dada, histórica y geográfi-


camente, una personalidad internacional. La primera obligación de una
política exterior es preservarla tanto desde el punto de vista de la propia

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independencia como del ámbito físico en el cual esa personalidad nacional
se desarrolla.

No voy a hacer acá una larga enumeración de todo lo que ha sido la vida
internacional del Perú; pero evidentemente esa vida se desarrolla en tres
grandes etapas de la historia peruana. Aunque parezca un tanto mítico,
los primeros aspectos de la vida internacional peruana se desarrollan en la
época del Imperio, es decir, cuando en este espacio que es actualmente el
territorio del Perú, más una serie de otros territorios vecinos, se estableció un
importante imperio que tuvo determinadas características de lo que puede
ser la vida internacional del Estado de otro tiempo. Tuvo las características,
precisamente, de un Estado imperial. Era un Estado que llevaba hacia
otros territorios y hacia otras naciones una marca propia y que buscaba
asimilarlos a sus propios intereses y a sus propios objetivos nacionales, tal
como eran concebidos en el Cusco. De tal suerte, hubo un cierto concepto de
vida internacional en la etapa más antigua de nuestra historia, que culmina
prácticamente con la consolidación del imperio incaico. El imperio incaico,
que cubre unos 200 ó 300 años de nuestra historia más reciente antes de la
Conquista, fue un Estado, según reconocen los tratadistas más importantes,
con las características de un Estado universal y consecuentemente con los
intereses internacionales de un Estado universal de su tiempo.

La segunda etapa de este proceso histórico peruano, es la etapa colonial.


Ahí la vida internacional del Estado peruano, “Estado” todavía entre
comillas, desaparece al producirse uno de los fenómenos característicos
internacionales, cual es que el interés de otro Estado no solamente absorbe
sino dispone cuáles son los intereses internacionales del territorio que ha
conquistado y, en el caso del Perú, como el de toda la América hispana, el
interés dominante de la potencia colonial es el que sustituye a los intereses
nacionales en formación que podíamos haber tenido en la época del Imperio.

De tal manera que la vida internacional del Perú, en ese momento, no es


una vida internacional propia ni es una vida internacional independiente;
la Colonia es, por decirlo así, un repositorio, una suerte de almacén, de
una serie de situaciones, de hechos y de procesos que tienen características
internacionales y que habrían de insurgir en la vida del Perú cuando
adquiere su independencia.

Luego de esa etapa colonial, que es la segunda gran etapa internacional


del Perú, viene la etapa de la lucha por la independencia. Yo a esta etapa
le doy una extensión que va desde 1821 hasta la fecha. Nosotros vivimos
en la tercera etapa de la historia peruana que es la etapa de la lucha por la
independencia.

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Evidentemente, alcanzamos nuestra independencia política oficial en


1821 y 1824, y desde entonces vivimos con las características de un Estado
independiente, políticamente organizado, pero la lucha por la independencia
del Perú no ha terminado. Y es precisamente dentro de este marco y dentro
de este ciclo histórico, en el cual tenemos que ubicar la diplomacia peruana.
Y más aún en los años recientes. Creo que en eso tenemos que ser muy
conscientes, porque es muy fácil decir que somos un país independiente,
y lo somos, pero no es tan fácil decir que todavía nos falta completar
integralmente nuestra independencia. Tenemos que hacer considerables
esfuerzos en muy distintas áreas para que la independencia del Perú sea
una independencia que recoja todas las características de una autonomía
propia en las grandes decisiones y que podamos resistir debidamente las
presiones, las influencias o los intereses de Estados extranjeros.

Para que esto sea así, para que nosotros alcancemos esta plenitud de
independencia –en cuanto pueda ser posible en un mundo donde la
interdependencia entre los Estados es tan acentuada como es en el mundo
contemporáneo– tenemos que crear un marco de referencia, una especie
de esquema tipológico, dentro del cual se puede manejar la política
exterior con el objeto de coadyuvar, precisamente, al establecimiento de
esa independencia definitiva.

Aparte de este marco histórico, la política exterior del Perú está muy
señalada por un contexto geográfico. Al lado de estas etapas que representan
el desenvolvimiento de la vida social en este país a lo largo de muchas
centurias, existe una constante geográfica que marca la política exterior
peruana. Esa constante está dada por tres ingredientes principales,
inherentes al territorio peruano: el mar, los Andes y la Selva; éstos, en buena
cuenta, están marcando gran parte del destino histórico del Perú, como país
con capacidad de acción internacional.

De un lado existen estos tres hechos físicos que al caracterizar al Perú


crean en él un tipo de responsabilidad especial, y así como el mar nos
ha exigido la elaboración de toda una compleja política con el objeto de
preservar nuestros derechos en él; los Andes han generado en el Perú
un movimiento importantísimo del cual somos en estos momentos
el centro, que es la Integración Andina; y finalmente, el Perú se está
abriendo internacionalmente al conocimiento, manejo y la utilización de
esta otra inmensa región nacional, la Selva. Es así como en la actualidad
se está generando todo un movimiento en torno a la idea que se llama la
Cooperación Amazónica.

Pero estas tres grandes áreas que generan grandes temas de política exterior,
es decir, el problema del mar, el problema de la integración, el problema

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de la cooperación amazónica, están circunscritas dentro de un perímetro
territorial que es el que señalan los tratados de fronteras y límites del
Perú. La existencia de este perímetro territorial, de este territorio y su
aprovechamiento, no es exclusiva responsabilidad del manejo interno del
Estado, sino que también existe una proyección internacional.

La vida de relación actual crea todo un complejo de vínculos en la zona de


frontera que establece formas de aprovechamiento inéditas del territorio
entre países vecinos. Ello ha generado experiencias muy importantes para
el Perú y habrá de generar seguramente otras más importantes aún en los
años futuros, a partir de lo que es una apreciación correcta de lo que eso
significa desde el punto de vista internacional.

Es así como hay proyectos de integración fronteriza, proyectos de


aprovechamiento de aguas internacionales, proyectos que vinculan las
cuencas de los grandes ríos sudamericanos a temas internacionales que
tienen relación con el aprovechamiento del territorio peruano, toda una
temática riquísima que constituye, también, otras de las grandes áreas de
la acción internacional del Perú.

Pero no solamente hay esto, lo que la acción internacional pueda hacer para
que esta heredad nuestra se potencialice y se enriquezca gracias a acciones
internacionales. Existe, además, la importancia del factor seguridad que
para la política exterior de un Estado es sustantiva, y es una de las grandes
preocupaciones, precisamente, de la diplomacia peruana. La definición
del territorio no es solamente su aprovechamiento; es su defensa, es su
seguridad, y en este campo la diplomacia peruana y la política exterior
del Perú tienen un papel fundamental que jugar. Lo ha jugado haciendo
lo que ha estado a su alcance, para que las generaciones nuevas reciban
como patrimonio lo esencial y lo sustancial de lo que fue el territorio que
todos los peruanos recibimos desde el momento de la independencia. Y en
realidad con todo lo que hay de contradicciones y de frustraciones en la
historia del Perú, lo que es el territorio peruano actual es sustantivamente,
salvo la desmembración chilena, lo que el Perú recibió en el momento de
su independencia. Hay variantes que pueden salir del mejor o menor buen
manejo de determinadas situaciones internacionales en algunos problemas
de fronteras, pero lo esencial del territorio peruano se ha preservado; lo
que hemos perdido, realmente, lo hemos perdido en una guerra. Es muy
discutible la afirmación que hay otras áreas de territorio peruano perdidas
por la diplomacia. En realidad hay pequeños baches en la negociación
internacional del Perú, a lo largo de 100 años, que pueden haberle costado al
Perú, en el manejo de los textos y de los tratados, tal vez algunas extensiones
de terreno, pero lo esencial del territorio nacional, lo que se recibió, es lo
que se transfiere a las nuevas generaciones.

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Política exterior peruana. Teoría y práctica

De manera que hay en esto una constante histórica que creo es importante
reconocer, porque a veces hay la fácil tentación de decir que la diplomacia
peruana a través de más de 100 años, lo único que ha hecho es perder el
territorio del país. Esto no es exacto y quien revise con seriedad la historia
del Perú sabrá en qué consiste la verdad de este problema.

Pero este hecho territorial, que estoy tratando de escribir como un aspecto
fundamental de una política exterior y de la acción de una diplomacia, no
se limita a ese contorno. El hecho que este territorio en el cual viven los
peruanos esté ubicado en el continente americano, tiene automáticamente
una proyección adicional y muy importante en materia de política exterior.
Nosotros vivimos en el espacio geográfico en el cual tiene también su
ubicación la potencia más importante de la Tierra, y esto genera todo un
cúmulo de graves problemas que es necesario afrontar. Es el viejo dilema
entre la vecindad y la dependencia, es el viejo dilema entre la autonomía y
la subordinación. A ese viejo dilema que todavía subsiste como un riesgo
evidente en la vida internacional de los países latinoamericanos, la acción
diplomática peruana debe dirigirse con especial énfasis y decisión. Hay que
afirmar la propia identidad nacional y la autonomía de nuestras decisiones
frente a una realidad nacional física y de poder que son los Estados Unidos,
del que surge toda una problemática sumamente compleja para un país
como el Perú y crea toda un área de acción internacional, que es sustantiva
y que está vinculada a la presencia física de ambos países en el mismo
continente.

El primer factor determinante de una propia personalidad internacional y


de proyección externa, está dado por la realidad física en la que un Estado
se encuentra ubicado. El caso del Perú es muy especial porque el perímetro
territorial peruano se encuentra ubicado en un área que es el continente
sudamericano, en la cual, a consecuencia del desarrollo de la historia de esta
parte del mundo, la nación peruana estuvo considerablemente extendida
a lo largo de otros territorios que en estos momentos no son los territorios
del Perú. Ese hecho físico tan peculiar, ha generado a lo largo de nuestra
historia independiente una serie de situaciones conflictivas y una serie
de problemas. Pero evidentemente, no es sólo el hecho en sí de dar una
cobertura, de dar una protección a ese territorio, lo que genera una política
exterior.

En el caso del Perú, uno de los hechos más importantes que ha generado
la ubicación de nuestro territorio es el hecho de que, histórica y geopolí-
ticamente, la Costa occidental del Pacífico Sur ha sido el escenario de una suerte
de competencia histórica entre dos de esos territorios ubicados en esa área, y
que finalmente adquirieron las características de Estados independientes. Este
hecho está fundamentalmente enmarcado por la presencia de Chile y del Perú

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en esta área del Pacífico sudamericano. Como todos sabemos, históricamente
el Perú fue en cierta medida no solamente la cuna del resto de los países
sudamericanos en una proporción considerable, sino que además, de alguna
manera, el centro conductor o de irradiación, tanto política como cultural, de
toda esta área sudamericana. Sin embargo, un extraño designio histórico lo ha
llevado históricamente a una confrontación periódica con las posiciones del
territorio y del Estado que más adelante se constituyó sobre el territorio al sur
del Perú. Se puede recordar, si bien es casi anecdótico, que ya en los orígenes
mismos de la nacionalidad, cuando los propios incas incursionaban en todos
los territorios o en todos los grandes espacios sudamericanos, tuvieron
importantes confrontaciones hacia el sur, en el Arauca y en la zona de los
araucanos. Más adelante, en los albores del nacimiento del Perú actual, en
los momentos en los cuales la Conquista española empieza a generar una
forma de nación nueva en el Perú, y en la cual el conquistador Pizarro se
establece como el jefe natural de esta tierra conquistada, el primer y más
grande conflicto que Pizarro tiene es precisamente con los que se llamó en
ese entonces “los de Chile”; vinieron los de Chile con Almagro, a quien
había tocado esa parte del territorio sudamericano, y tuvieron la primera
confrontación, en los momentos aurorales de la historia peruana. Esto,
que puede ser anecdótico, son hechos premonitorios de que parecía existir
una cierta inmanencia en toda esta vida de relación que se desarrollaría
posteriormente y que llevaba a inevitables confrontaciones y situaciones
conflictivas el vínculo entre estos dos territorios.

Este proceso se acentúa considerablemente en los momentos en que el Perú


accede a la vida independiente. El gran marco de confrontación es algo
que podemos llamar una competencia por el predominio en el Pacífico
sudamericano. Cuando la Confederación Peruano-Boliviana se establece,
Chile sale al frente de esta posibilidad y se produce una confrontación
militar. Más adelante, viene la cruel Guerra del Pacífico.

Han habido, en el siglo XIX, manifestaciones muy concretas de que habían


intereses contrapuestos, aparentemente esenciales, entre estos dos territorios
o entre estas dos idiosincrasias. Creo que lo que había era una muy severa
y profunda competencia por el predominio real en toda el área del Pacífico
sudamericano, que había sido una de las características que había presidido
la vida internacional del Perú y que por razón de la confrontación militar
se desplazó en un momento dado hacia el predominio de Chile. Este es el
conflicto histórico, por decirlo así, peruano-chileno que ha marcado y que
marca todavía muy severamente los intereses internacionales del Perú. Es
un conflicto histórico que nos ha llevado a situaciones sumamente difíciles
y sumamente complejas, que llegó a su punto culminante en el año 1879,
que se proyectó luego durante cincuenta años de permanente negociación

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Política exterior peruana. Teoría y práctica

diplomática, a través de las cuales el Perú trató de recuperar algo de lo


que había perdido, y que culmina en el año 1929 con la celebración de los
Tratados de Lima.

A partir de ese momento, que el Perú puede pensar en retomar nuevamente


un cierto margen de independencia para su actividad exterior, es que surge
de manera más crítica otro de los problemas que el Perú tiene en su política
exterior, que es el problema en el norte. Se trata de una problemática
vinculada esencialmente al hecho territorial, que también viene de muy
antiguo, pero que no ha tenido la virulencia que tuvo a lo largo del siglo
XIX y aun de una parte de este siglo el conflicto histórico chileno-peruano;
esta otra vertiente de la situación problemática del Perú, se centra en la
relación con el Ecuador.

La relación con el Ecuador y los problemas con ese país tienen también
un viejo origen colonial que parten de la manera cómo uno y otro país
entendieron lo que había sido la delimitación de los Estados independientes
que se crearon sobre estos territorios, y que generaron en el Ecuador, por
múltiples razones, todo un complejo de aparentes aspiraciones nacionales
que ellos han ido acondicionando, por decirlo así, hasta convertirlas de
aspiraciones en frustraciones, todo lo cual culmina en cierta manera en el
conflicto del año 41 y en el Protocolo de Río del año 42. Es otro de los grandes
conflictos históricos del Perú, vinculado esencialmente a su presencia física
en el ámbito sudamericano.

El otro problema dentro de esa naturaleza ya no directamente vinculado al


Perú, pero muy indirectamente vinculado a nosotros, es el problema de la
mediterraneidad de Bolivia, que es consecuencia de la Guerra del Pacífico,
y que ha generado en Bolivia también un complejo de aspiraciones que han
buscado canalizarse a través de Chile, a través del Perú, o utilizando un
poco la confrontación peruano-chilena para tratar de obtener una solución.

Estos tres hechos sustantivos, el conflicto histórico peruano-chileno, las


pretensiones ecuatorianas basadas en una antigua historia colonial, y la
aspiración boliviana a la solución de su mediterraneidad, sobre la cual
Bolivia de alguna manera reclama un tipo de participación peruana,
constituyen el centro de los conflictos sudamericanos en los cuales el Perú
está esencialmente involucrado, y que tienen relación con su presencia
física, tal como está histórica y geográficamente emplazada en esta
parte de América del Sur. Sucede que el Perú, en razón de sus elementos
históricos y geográficos, es un país que encuentra que su política exterior
está en cierta medida maniatada por determinados tipos de hipotecas que
vienen del pasado. Le ha sido difícil al Perú, y le es todavía difícil, asumir
una política exterior que tenga una proyección mucho más amplia y que

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pueda desenvolverse con el margen de libertad necesario, a consecuencia,
precisamente, de estos problemas directos e inmediatos que han venido
originados de un pasado complejo y de una región geográfica evidentemente
difícil. Entonces, si el Perú quiere hacer una política exterior acorde con lo
que son los intereses contemporáneos de un país en crecimiento, tiene que
buscar la forma de redimir esas injusticias del pasado y tratar de encontrar
en un tipo de soluciones el margen de libertad apropiado para lanzarse
hacia nuevos objetivos. ¿Por qué todo esto? Porque nuestro país tiene
una vocación natural, por las características de su propio territorio y por
la significación histórica de ese territorio en América del Sur, a tener una
posición realmente eminente e importante en el continente sudamericano,
y en América Latina en general. Somos un país que tiene una importancia
considerable en el Pacífico sudamericano, somos un país que es el centro de
todo un proceso, de toda una estructura física y política que es el proceso
andino; somos un país que tiene toda un área de su territorio volcada hacia
la Amazonia y, consecuentemente, toda un área que penetra en el centro
de América del Sur, en el cual habrá de resolverse en los años futuros una
parte del destino de este continente. Es un país que tiene entre el mar, los
Andes y la Selva tres elementos físicos que lo comprometen con toda la
problemática sudamericana y que lo hacen ser una especie de pivote en el
juego de la política sudamericana; por estas mismas razones corresponde
al Perú una participación muy activa y muy precisa.

Ahora bien, para que el Perú pueda jugar esas potencialidades, para que el
Perú pueda poner en marcha debidamente todos esos recursos que vienen
de la historia y de la geografía, para que haga de todas estas circuns-
tancias especiales un elemento de fuerza y de poder en su política exterior,
el Perú no puede estar demasiado amarrado por determinado tipo de
situaciones que vienen del pasado. De allí las apreciaciones con respecto
a estas dos hipotecas. La hipoteca de la mediterraneidad boliviana, que
permanentemente nos crea una situación de confusión, de preocupación,
de incertidumbre, con respecto a la manera de afrontar el problema y, de
otro lado, la hipoteca ecuatoriana y que todavía, lamentablemente, desde
el punto de vista de ellos, mantiene abierta una parte del problema.

Nuestra política exterior ha estado en buena medida empeñada, en lo


que a estos temas se refiere, a tratar de sentar las bases para una clara
posición peruana, de manera que podamos adquirir una mayor libertad
de movimiento, que nos permita jugar con otros factores dentro de la
política latinoamericana y proyectarlos hacia la política mundial. Por estas
razones, el Perú en años recientes ha intentado reajustar en lo posible sus
posiciones un poco más tradicionales; tan es así que nosotros, que sabíamos
perfectamente que la relativa indefinición peruana con respecto a este
problema era una causa de sospecha y prevención que Bolivia abrigaba

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Política exterior peruana. Teoría y práctica

y que Chile evidentemente aprovechaba, hemos procurado adoptar


posiciones más claras y encontrar fórmulas que le permitan al Perú jugar
un papel mucho más activo en estas situaciones. Es conocida cuál fue la
posición peruana con ocasión del diálogo boliviano-chileno en esta materia
y cómo en esos momentos el Perú tuvo la suficiente imaginación para hacer
un planteamiento que consideraba muy importante y como una base de
negociación seria; al margen que éste creó una gran confusión entre los
interlocutores de ese momento, le permitió al Perú, por primera vez en
muchos años, tener una posición clara que no le podría ser reclamada por
otros para decirle al Perú que no había tomado un punto de vista, una
definición, con respecto al problema de la mediterraneidad boliviana. De
tal manera que, con la decisión tomada en ese momento y con la línea de
acción que consecuentemente se fijó, aunque el camino se prosperara, hemos
logrado llevar a Bolivia a un cierto convencimiento de que el Perú no es el
obstáculo para la solución de su problema, como tradicionalmente se nos
había querido transferir esa responsabilidad. Sin que esto signifique que se
ha levantado totalmente la hipoteca de la mediterraneidad, sí creo que, en
todo caso, se ha redimido buena parte de las cuotas que nos correspondían.

El otro gran problema, la otra gran hipoteca, es la de Ecuador; evidentemen-


te no de fácil manejo. Mientras el Ecuador persista en un desconocimiento
liso y llano de las características y de las exigencias que el Protocolo de Río
plantea, evidentemente que el entendimiento se hace difícil. Pero como el
problema en sí tenía esta complejidad, y como apreciábamos claramente
que esa complejidad hacía de ese problema una situación casi paralizante y
que el Perú tenía que estar viviendo permanentemente a la defensiva para
salir al encuentro de narraciones ecuatorianas en los foros internacionales
en donde aparecíamos en una competencia de alegatos de los cuales nada
se sacaba en claro; hemos buscado, sin ceder para nada de lo que son
nuestras posiciones de fondo con respecto al Protocolo, circunvalar todo este
problema y tratar de llevar al Ecuador a una conversación y a un diálogo
que permita encontrar otras formas de cooperación, sin entrar a la discusión
del problema de fondo. Formas que crearan entre los dos países vínculos y
relaciones que fueran enriqueciendo nuestra comunicación con el objeto de
que la virulencia del problema fuera perdiendo intensidad. De esa manera
también nosotros adquirimos un mejor manejo de esta situación a nivel
internacional, sin la permanente presencia de este foco conflictivo. Esto
en cierta medida se ha logrado. Evidentemente no se puede decir que esto
sea definitivo, porque con frecuencia todavía surgen explosiones emotivas
del Ecuador que generan nuevas inquietudes y nuevas preocupaciones.
Pero dentro de esta política se ha logrado establecer con ellos formas de
cooperación que son importantes, que son de avanzada. Como por ejemplo
los avances que se han hecho en el campo de la integración fronteriza, en
la zona occidental de la frontera, con el Proyecto de Irrigación Puyango-

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Tumbes, que es un proyecto que en cierta manera equilibra o balancea las
ventajas que nosotros obtuvimos del acuerdo para el aprovechamiento
de la Cuenca de Catamayo-Chira-Piura. Ha habido una etapa en los años
recientes de nuestras relaciones con el Ecuador, muy rica de negociación
o de diálogo que, proyectando sus objetivos hacia metas completamente
distintas, como son el desarrollo de los dos países en determinadas áreas,
ha logrado facilitar el establecimiento de otras formas de comunicación con
el Ecuador que han atemperado, en cierta manera, la virulencia de nuestro
problema que, sin embargo está allí latente, pues en esto hay que ser realista.

Este ha sido el esfuerzo con respecto a lo que he llamado dos hipotecas


y nos ha permitido avanzar con un poco más de libertad en otras áreas
de nuestra política exterior. Al haber desactivado en parte el riesgo que
esas dos situaciones creaban continuamente a nuestra política exterior,
hemos logrado ir avanzado en otras áreas. Esto no quiere decir que los
problemas están resueltos y que la virulencia de los mismos no signifique
permanentemente un grave riesgo para el Perú. Para eso, evidentemente,
hay que estar preparados. Pero el manejo, probablemente, mejoró y permite
que en este momento, a pesar de todas las dificultades que tenemos que
confrontar, a pesar de todos los problemas posteriores que han surgido,
nosotros tengamos un relativo control de nuestros movimientos. Lo
importante es que el Perú pueda avanzar hacia metas superiores de su
influencia y de su poder a nivel sudamericano y a nivel latinoamericano.

Nosotros hemos sido el centro del desarrollo de una política totalmente


nueva en América del Sur y que se ha llamado la política del Pacífico Sur. El
Perú ha sido el gran promotor de toda una actividad importante en materia
internacional en América del Sur y que ha dado lugar a la conformación
de todo este sistema del Pacífico Sur, a través del cual la política de las
200 millas fue adquiriendo, primero una dimensión sudamericana, luego
latinoamericana y finalmente mundial. El Perú ha jugado en esto un papel
importante en el área del Pacífico y lo ha jugado con una óptica y una
perspectiva distintas. Esta es un área nueva que ha permitido desarrollar
determinado tipo de actividad importante en materia internacional.

Luego, en el área andina, otra gran área geográfica en la cual el Perú es el


centro, se ha logrado avanzar muchísimo. Hemos sido uno de lo países que
ha estado más activamente vinculado al proceso de integración subregional,
nos hemos transformado en la sede de este proceso y probablemente en uno
de los promotores más activos. Con esto el Perú lo que ha hecho es también
enriquecer su presencia en América del Sur, adquirir una dimensión de
influencia nueva y, consecuentemente, utilizar este hecho físico vinculado
a su propio territorio, es decir, su condición andina, para emplearlo como

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una suerte de trampolín hacia posiciones mejores que nos permita ampliar
el área de nuestra influencia en América del Sur.

Más recientemente, el establecimiento de toda una relación importante


y compleja con el Brasil y los países amazónicos a través del Tratado de
Cooperación Amazónica, determina nuestra participación a partir de un
hecho físico en la Amazonia peruana, en un proceso que es nuevo y en el
cual el Perú deberá jugar también un papel muy destacado en el futuro,
cual es el aprovechamiento de la cuenca Amazónica por los países del área.

Vemos así cómo se va diseñando una presencia más integral, una presencia
más amplia del Perú en la escena sudamericana. No nos limitamos, o no
debemos limitarnos, a considerar al Perú internacionalmente como un país
que está circunscrito a su propio territorio y a la defensa de los intereses
tradicionales que ese territorio pueda haber generado. Es decir, que hay
que estar muy atento al problema de Chile, al problema de Bolivia, al
problema del Ecuador –son temas sustantivos de nuestra política exterior,
pero mientras podamos mantener un cierto control sobre ellos, habremos
de tener el margen de libertad necesario para ir incursionando hacia otras
áreas que permitirán potencializar nuestra presencia internacional y que, en
última instancia, habrán de repercutir en estos tres problemas básicos. En
ese sentido vamos avanzando en el área sudamericana porque pensamos
que un país que tiene, como en el caso del Perú, una posición muy definida
y muy influyente en el área de mar; en el Pacífico sudamericano, por su
posición con respecto a las 200 millas y por la manera como la ha manejado;
y que tiene una importancia considerable a nivel de los países andinos por
lo que significa este país como centro del proceso, como promotor de los
nuevos alcances que el proceso andino debe tener; y finalmente, por lo que
el Perú pueda aportar y deberá aportar a una política de aprovechamiento
de la Amazonia coherente y eficaz; todo este complejo de problemas en
que giran, de una manera u otra, todos los países sudamericanos, tienen al
Perú, en cierta manera, como pivote central.

Esto, que significa la aparición o el manejo de problemas evidentemente


complejos y situaciones difíciles, proyectan al Perú a una dimensión nueva,
mucho más enriquecida desde el punto de vista político. Al darle una
presencia mucho más consistente y mucho más influyente al Perú en el
área sudamericana, se proyecta inevitablemente al área latinoamericana.

Pero este solo hecho que identifiquemos en este continente al área


latinoamericana con todos sus problemas, con toda su desunión, con todas
sus frustraciones y con todo su subdesarrollo, genera entre todos estos
países una forma de solidaridad que es necesario acentuar, y esa forma de
solidaridad, que está en el caso de América Latina vinculada a la historia, a

91
la lengua, a la religión y a una serie de experiencias comunes, en el mundo
de nuestros días adquiere una dimensión nueva porque es la solidaridad
en función de un tipo de problemas que nos pone en contacto con otras
regiones del mundo, lo que se da en llamar el Tercer Mundo o el mundo en
desarrollo. De ahí viene otra proyección a la cual es necesario acudir con
el bagaje internacional que se está tratando de formar para la diplomacia
peruana. Cómo el Perú, como parte de América Latina, puede contribuir a
crear ciertos elementos de interés común con otras áreas del mundo con las
cuales lo vincula, especialmente, este problema común del subdesarrollo.
Eso crea también una solidaridad, una solidaridad en la pobreza y en las
necesidades, y lo que es más, una solidaridad en la urgencia de avanzar, en
la necesidad de progresar y de que ese avance y ese progreso sean apoyados
unos por los otros dentro de este complejísimo y contradictorio mundo
que es el mundo en desarrollo. A eso también, la diplomacia peruana le ha
dedicado muchos y muy notables esfuerzos en los últimos años. Si hay algo
que es difícil, a veces, es saber ubicarse en el mundo; hay la tendencia, por
decirlo así, a la insularidad, o máxime, a reconocer en la vecindad los únicos
intereses internacionales de un país. Todo país, como toda persona, tiene la
tentación de sentirse un poco el centro del mundo, creer que el hecho de que
sea un país que tenga sus propios intereses internos, crea una problemática
que no tiene por qué preocuparse demasiado de otras áreas del mundo. Sin
embargo, sabemos muy bien que el mundo de nuestros días no tolera, no
acepta áreas insulares o países que se consideran totalmente parroquiales;
el mundo actual es un mundo de interrelación, de interacción, y potencias
grandes o pequeñas tienen que estar en actitud de poder desempeñar un
papel. Lo que se ha tratado en el Perú, a lo largo de estos años, ha sido de
dotarlo de los medios necesarios para que pueda saber dónde es que se
ubica en el mundo actual, en dónde tiene que dar una serie de batallas, y en
dónde se encuentran los intereses que convergen con los suyos o aquellos
que divergen.

Es por eso que se ha creado para la diplomacia peruana un área muy


importante y muy rica en actividad, que ha sido, a veces, contradictoriamente
ejecutada. Se ha pensado muchas veces que ese famoso tercermundismo
peruano es una fácil concesión a las graderías, es decir a las plateas o a las
cazuelas en este caso, del mundo en desarrollo. Lo fácil es decir que los negros
de África, los amarillos de Asia, son una colección de países miserables,
con los cuales no nos vincula nada y a los cuales debemos mantener a una
prudente distancia para no contaminar nuestro famoso occidentalismo, del
cual evidentemente somos la cola del ratón. Son prejuicios irracionales y
absurdos en un país mestizo, como el Perú, al que se pretende deba tener
una vocación extraordinaria de blanco occidental. Yo creo que esto es algo de
lo cual todos tenemos que lavarnos un poco, porque lo otro es una realidad,
y a un país, lo peor que le puede pasar es no saber dónde está, no saber

92
Política exterior peruana. Teoría y práctica

quiénes tienen que comunicarse; eso es suicida. Evidentemente, y esto lo


reconozco, hay argumentos para combatir este tipo de apertura. ¿Por qué
es entonces que los países árabes, de los cuales nosotros somos solidarios,
nos imponen sus alzas de los precios del petróleo? Todos sabemos que este
es un grave problema para los países en desarrollo, pero sabemos, también,
que esto se ha utilizado o que se ha intentado utilizar el extraordinario poder
que un grupo de países en desarrollo ha adquirido con el petróleo como un
elemento de negociación importante a nivel internacional. Evidentemente,
que para esto hay que pagar su entrada, hay que pagar su cuota, es la cuota
que nosotros tenemos que pagar para tratar de conformar grupos de países
importantes productores de materias primas significativas, que puedan de
alguna manera enfrentar con ciertas posibilidades de éxito a las grandes
potencias industrializadas.

Sin perder nuestra identidad y nuestro propio manejo de las cosas, tenemos
que reconocer en muchos de esos países una comunidad de intereses. Y
no solamente eso, sino que hemos iniciado una política exterior partiendo
del reconocimiento que el foco inmenso de la potencia dominante
norteamericana en América Latina generaba atracción de luz irremediable
y casi exclusiva; hemos tratado, precisamente, de introducir otros focos
para que distraigan un poco esta excesiva luminosidad. Y así, por ejemplo,
hemos hecho en años recientes toda esa apertura con los países socialistas,
que fue una de las grandes aventuras aparentes de la política internacional
peruana, pero que no era otra cosa que la comprobación de una realidad;
los países socialistas son países muy importantes en el mundo actual, a tal
punto que uno de ellos, la Unión Soviética, es el otro gran polo de poder a
escala mundial, y es inevitable para un país que aspira a estar presente en
el mundo de su tiempo una relación con estos países. Dentro de ese criterio
se estableció también toda una política de vinculación y de cooperación con
los países socialistas. Era una heterodoxia en esos momentos, hoy día es un
asunto de manejo diario en la Cancillería peruana.

Así, tenemos todo este otro complejo de relaciones que se ha ido abriendo
paso de manera importante en la diplomacia peruana en años recientes, y
que no es otra cosa que un intento de la propia Cancillería, de la política
exterior del Perú y del mismo gobierno, de ubicar a nuestro país en su
verdadera dimensión internacional y en su verdadera proyección a escala
mundial. Por más pequeño o modesto que aparentemente sea un país, si
sabe manejar debidamente sus intereses internacionales, automáticamente
potencializa su poder, lo enriquece, y ello es precisamente lo que hemos
tratado de hacer. Todo el esfuerzo de la política exterior de la diplomacia
peruana en estos años, ha sido un acarreo de elementos nuevos para el
incremento del poder del Estado peruano. Lo que hemos buscado con todo
esto, y lo que buscamos, es que en base a un tipo de mecanismos que no son

93
potencias, ni los del desarrollo científico y tecnológico que pueden tener
ciertos países, sino que son el trabajo lento y silencioso de una actividad
internacional que ha buscado emplazarse y ubicarse en muchas áreas
del mundo, que ha buscado abrir para el Perú una serie de canales de
comunicación distintos, que ha procurado amigos donde antes eran mundos
extraños y distantes, que ha tratado, precisamente, de establecer formas de
cohesión en América del Sur –que tienen al Perú como su centro–, que ha
hecho todo un cúmulo de acciones internacionales importantes dentro de las
cuales por ejemplo, para señalar una significativa, la doctrina del mar, que
el Perú con tanto empeño ha defendido durante casi 30 años, en realidad
se transforma en una política actualmente de interés mundial.

Un país adquiere una dimensión de poder considerable en base


al acrecentamiento de su capacidad de negociación internacional.
Evidentemente, cuanto menos gravitación tiene un país en la esfera
internacional, y menor su significación y dimensión tiene en esa esfera, su
poder de negociación es reducido; está muchísimo más a merced de otras
fuerzas, de otros poderes, de otras circunstancias que pueden con mucha mayor
facilidad circunscribir la acción de ese país y tenerlo virtualmente constreñido
y limitado; pero si un país logra tener una amplia esfera de influencia gracias
a su participación en movimientos y en situaciones importantes de su propio
continente, como las que he descrito, y si de allí inclusive se proyecta hacia otras
áreas del mundo como un elemento que también ahí comienza a jugar una serie
de funciones significativas, entonces, ese país está adquiriendo una paulatina
multiplicación de su propio poder de negociación y puede no sólo incrementar
su capacidad de obtener determinados objetivos nacionales más allá de sus
fronteras, sino que evidentemente también fortalece su capacidad de resistir
al interés o a los intereses de países que quieran de alguna manera limitar o
restar al país sus potencialidades políticas o naturales. De ahí que no podemos
limitarnos y que toda política exterior tiene que tener muy amplios horizontes,
no puede ser una política exterior que se circunscriba a determinados objetivos
inmediatos, y que están un poco alrededor del perímetro en el cual un país
esta enmarcado. Tiene que tener una visión mucho más distante, un objetivo
mucho más lejano, hacia el cual vaya haciendo converger una serie de fuerzas
que van generando la propia vida internacional del país, y que lo llevan
necesaria o inevitablemente al fortalecimiento de la presencia internacional
del país y el acrecentamiento de su capacidad de negociación internacional.
Esto es posible, para el Perú, si logra ir proyectando esta imagen en América
Latina y si continúa jugando un rol cada vez más significativo en otras áreas
del mundo en desarrollo, como es el Tercer Mundo, en la cual el Perú se ha
hecho presente, porque entiende que el mundo actual es mucho más complejo
que la exclusiva realidad latinoamericana y que es necesario tal relación y
contacto con otras áreas del mundo que tienen con nosotros una serie de
coincidencias en una problemática común.

94
Política exterior peruana. Teoría y práctica

Todo esto es difícil y tiene una serie de contradicciones; pero evidentemente


no se puede aspirar a que un país tenga una cierta significación en la vida
de nuestros tiempos, si no se juega en muy distintos tableros. Un país como
el nuestro no puede limitarse a jugar sus fichas en un exclusivo y limitado
terreno; tiene que ponerlas en varias partes, tiene que decidirse a jugar en
un rol protagónico en distintos ámbitos de la escena mundial. El objetivo
final de una política exterior que se puede estructurar dentro de estas
características, es precisamente hacer del Perú un país que tenga un peso
cada vez más significativo y pueda adquirir una dimensión mucho más
planetaria. Así, el Perú será un país que no solamente tendrá una presencia
real en determinados asuntos de interés latinoamericano y mundial, sino
que, al mismo tiempo, podrá preservar de mejor manera sus propios
intereses sustantivos. Todo esto es pues un complejo de relaciones que es
necesario manejar y que tiene una muy rica y variada gama de posibilidades.

He descrito muy someramente cuáles son los conflictos históricos, y cuáles


son las posibilidades futuras que toda esta situación genera; no quiere decir
que todo esté dado para que los resultados finales sean como quisiéramos
o como lo esperamos. A esto se oponen muchas cosas, muchos intereses de
varios países que aspiran a cosas similares o a contradecir lo que nosotros
creemos que pueden ser nuestros objetivos, pero precisamente para todo
eso hay que estar preparados en las distintas esferas de actividad que un
Estado tiene que confrontar. En estos términos se puede entender que el
Perú tenga una política exterior que aspira a determinados objetivos, con
ciertas limitaciones, pero también con ciertos medios; y que con el concurso
de todos y una comprensión nacional de lo que es el rol histórico del Perú
se logran identificar bien estos intereses, puede ir avanzando y hacerse
presente, de manera cada vez más activa y más significativa en la escena
mundial.

Esta riquísima gama de posibilidades y esta gran variedad de problemas,


de ser manejados de una manera dispersa, podrían crear una cierta
confusión en la actividad internacional del país. Consecuentemente, la
primera conclusión a la cual se llega es a la necesidad de establecer una
metodología apropiada que permita concentrar la acción internacional en
tipos o hechos que guarden similitudes; es decir, en el vasto campo de la
acción internacional que se le ofrece al Perú en la dirección señalada, se trata
de agrupar aquellos temas que tienen entre sí determinadas coincidencias o
determinadas aproximaciones, de manera tal que el tratamiento en bloque
de estos temas permita que haya coherencia entre ellos y, como resultado,
una mayor eficacia en alcanzar los objetivos que se persiguen.

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Primer tema: Territorio
Es así que la primera conclusión a la cual se llega y que es la base primigenia
de la política exterior peruana, es que el punto inicial de operaciones para
toda política exterior es su propio territorio, que es la realidad esencial de un
país. ¿Qué sucede con el territorio peruano? Hay que describir la ubicación,
características y aprovechamiento del territorio peruano; su significación
histórica, como nexo natural entre los extremos norte y sur y como antiguo
asiento del núcleo de cohesión política del subcontinente, que le otorga una
importancia singular dentro del contexto actual de la política internacional
sudamericana.

El territorio peruano tiene características especiales en la América del Sur.


Este territorio, donde históricamente se ha desarrollado un Estado, tiene
una responsabilidad que cumplir en relación con los Estados vecinos,
porque él fue, si se quiere, la cuna de los otros Estados. Entonces, para que
este territorio sea debidamente comprendido desde el punto de vista de la
política exterior, hay que apreciar cuáles son los elementos fundamentales
que lo integran como tema de política exterior.

El territorio peruano –el Estado peruano– naturalmente genera una


cantidad de relaciones con los Estados vecinos. Estas relaciones son
las que denominamos bilaterales y que están derivadas, precisamente,
de la presencia física del territorio y de su desenvolvimiento histórico,
que proyecta todo un complejo de problemas con los países fronterizos
sudamericanos; con los países de la América del Sur en particular y con los
países latinoamericanos en general.

El territorio peruano tiene determinados países a su alrededor que son


los países limítrofes que ocupan parte de la América del Sur, la que, a su
vez, proyecta necesariamente su propia presencia física en el marco más
amplio del cuadro latinoamericano que compartimos con todos los países
hermanos de esta región. Toda una problemática nace, pues, del hecho de
que el territorio peruano está ubicado en América; por lo tanto, con esta
afirmación tan sencilla, automáticamente estamos señalando una serie de
acciones internacionales que son las relaciones bilaterales con los vecinos,
con los países sudamericanos, y que son, al mismo tiempo, lo que debe
concebirse como una política latinoamericana.

Pero no solamente es esa problemática política y esa problemática bilateral


con los otros Estados, la única que genera la existencia de ese territorio
nuestro, sino que a la vez existe en el mundo de nuestros días un concepto
de lo que es el aprovechamiento del territorio. El territorio de un país, desde
el punto de vista internacional, es generador de formas de cooperación

96
Política exterior peruana. Teoría y práctica

para que ese territorio pueda ser mejor aprovechado con el concurso de los
países vecinos. Es lo que llamamos la organización del aprovechamiento
territorial. Me he referido en las páginas precedentes, a las experiencias
de aprovechamiento conjunto de áreas territoriales comunes entre, por
ejemplo, el Perú y Ecuador. Hay un área territorial importante en la cual
tenemos proyectos de cooperación para el establecimiento de todo un
sistema de aprovechamiento de aguas. Este ejemplo indica, pues, cómo
en determinados momentos el territorio de dos países puede ser trabajado
en común para obtener beneficios compartidos. Esta cooperación genera,
también, una problemática que es necesario manejar internacionalmente.

Con Bolivia tenemos el caso del aprovechamiento de las aguas del


lago Titicaca. Es un bien común que tenemos con Bolivia, en cuyo
aprovechamiento ambos países estamos comprometidos. Es otra forma
mediante la cual un aspecto territorial, en este caso del Perú y de Bolivia,
es aprovechado en común, en beneficio de ambos. Como éste hay muchos
ejemplos. El más reciente es el de la Cooperación Amazónica, que ha
establecido un Tratado por el cual los países de la cuenca Amazónica se han
puesto de acuerdo para cooperar entre sí, para un mejor aprovechamiento
de esa enorme región natural sudamericana.

Por lo tanto, existen dos grandes áreas, por decirlo así, del territorio como
tema de política exterior: de un lado, la problemática tradicional bilateral,
de los problemas de límites y los problemas de la relación política entre
los Estados vecinos y, de otro lado, toda esta área del aprovechamiento en
común de una serie de aspectos territoriales en los cuales el interés de dos
países vecinos se conjuga en provecho de ambos.

Objetivos

El objetivo que se persigue es el de desarrollar una política coordinada


de información y negociación a nivel bilateral, en función de la seguridad
nacional y de la cooperación latinoamericana. Esta sería la primera pauta
del tema territorio: necesitamos mantener políticas de cooperación y de
coordinación con los otros Estados, estar debidamente informados y en
capacidad de negociar con ellos, con el objeto de preservar algo que es
esencial; por un lado, la propia seguridad del Estado peruano en su vida
de relación con los países fronterizos y, por otro lado, el máximo provecho
del territorio nacional frente al proceso de revalorización del territorio
sudamericano en función de los objetivos políticos peruanos. Esos son los
dos grandes objetivos políticos, por decirlo así, que se persiguió al diseñar
el tema territorio como el primer gran tema de la política exterior del Perú.
Precisando, el tema territorio genera dos grandes corrientes de política
exterior: por un lado, la corriente de preservación del perfil territorio

97
peruano a través de una apropiada relación con los países vecinos y, por
otro lado, el aprovechamiento del territorio peruano en aquella área de
posible cooperación con algunos de los Estados vecinos.

Segundo tema: El mar


El segundo tema de nuestra política exterior es el del mar, el otro gran aspecto
de la presencia física del Perú. Se define como la incorporación a la jurisdicción
nacional de una gran extensión marítima equivalente a un tercio del dominio
terrestre del Estado peruano, cuya riqueza trae consigo un complejo de
problemas jurídicos y políticos: la proclamación de las 200 millas de soberanía
y jurisdicción del Perú en el mar que baña sus costas. No es del caso entrar a
detallar todos los problemas que ha afrontado el Perú para llegar a consolidar
efectivamente su derecho sobre esas 200 millas del mar. Ha sido una batalla
de más de treinta años en la cual el Perú, a través de una acción internacional
sumamente coherente y enérgica, no sólo ha logrado preservar esa enorme
extensión marítima dentro de su jurisdicción nacional, en provecho de su
pueblo, sino que ha llevado estos planteamientos a la conciencia general
de los Estados sudamericanos, primero, y del Tercer Mundo, después; de
manera tal que lo que fue inicialmente una tesis fundamental del Perú y de
los países del Pacífico Sur actualmente tiene una virtual aceptación mundial.
Esta importantísima batalla internacional del Perú, la batalla de las 200 millas,
se ha llevado a cabo gracias a una clara percepción de lo que son los intereses
del Perú y de cómo tienen que ser manejados. Queda por resolver, en la
Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, la cuestión
de la explotación de los fondos marinos fuera de la jurisdicción nacional.
La creación de una autoridad internacional facilitará el aprovechamiento
racional y beneficioso de los mismos. La ausencia de un régimen internacional
permitirá el saqueo de los mismos con gravísimas repercusiones para la
minería de tierra de los países del Tercer Mundo.

Es muy importante por eso señalar, como una segunda gran área de la
política exterior peruana, el área del dominio marítimo y de la defensa de
sus planteamientos.

Los elementos que integran este esquema del dominio marítimo que
describo son: el Decreto Supremo del año 1947, la Declaración de Santiago
sobre la zona marítima, el Sistema del Pacífico Sur, los problemas derivados
de la libre navegación y la oposición de intereses que existen en esta materia.

El elemento fundamental de esta concepción política peruana nace de ese


decreto supremo de agosto de 1947, promulgado durante la presidencia
del doctor Bustamante y Rivero, mediante el cual se reservó para el Perú

98
Política exterior peruana. Teoría y práctica

el aprovechamiento de esta amplísima zona del mar, hasta las 200 millas,
gracias al ejercicio de una soberanía y jurisdicción exclusivas del Perú.

Luego vino un largo proceso de negociaciones con nuestros dos países


vecinos del Pacífico Sur, con Chile y el Ecuador, con el objeto de llegar a
posiciones coherentes y conjuntas en esta materia, cuyo resultado fue lo que
se denomina la Declaración de Santiago. En esta ciudad, en el año 1952, se
suscribió un acuerdo internacional entre los tres países que creó el Sistema
del Pacífico Sur, mediante el cual una política aislada, del Perú, de Chile o
del Ecuador, se hace una política común a los tres países. Con este sistema
comienza el gran impulso que internacionalmente se va dando a estas
teorías hasta llevarlas a la aceptación mundial que, con diversos matices,
actualmente tienen.

El Sistema del Pacífico Sur, que es el gran estímulo de esta política, ha


permitido que otros países latinoamericanos se hayan ido acercando a
estos planteamientos –cada uno de acuerdo a sus realidades– y, en este
momento, virtualmente toda la América Latina acepta los planteamientos
de las 200 millas con variaciones nacionales propias.

Sin embargo, esto no ha sido fácil. Y no ha sido fácil porque sobre el


mar existía una muy antigua legislación internacional que le daba las
características de un bien que podía ser aprovechado por cualquiera,
Así, por ejemplo, al mar peruano, antes de que tuviéramos esta política y
diéramos estos pasos, podía venir los pesqueros de todos los países, llevarse
nuestras especies marítimas y no dejar ningún beneficio para el Perú. Era
una depredación sistemática. Por nuestro lado los peruanos no habíamos
desarrollado una conciencia clara y una capacidad técnica empresarial
apropiada que nos permitiera aprovechar al máximo esa riqueza que
teníamos frente a nuestras costas.

Al dar disposición de las 200 millas y al iniciar esta batalla internacional, la


gran confrontación que tuvo el Perú fue con las grandes potencias pesqueras
que tradicionalmente habían venido a nuestros mares para aprovechar esta
riqueza. Al promulgarse la ley peruana, y al determinarse ciertas sanciones
para aquellos que violaron las 200 millas peruanas, automáticamente se
generó toda una serie de conflictos con las grandes potencias pesqueras,
de los cuales todavía persisten algunas secuelas. Sin embargo, en términos
generales, hemos logrado imponer, paso a paso, el respeto a los derechos
que en esa época fueron declarados.

Objetivos

Los objetivos de esta política están descritos en esa doctrina: tenemos


que estar siempre precavidos con el objeto de cubrir internacionalmente

99
la explotación del mar peruano en beneficio del país. Tenemos que
salvaguardar el Sistema del Pacífico Sur, que ha sido la base de una operación
que ha permitido alcanzar ese gran éxito internacional ampliándolo a la
América Latina y al Tercer Mundo. Así hemos logrado resistir la presión
norteamericana, muy grande a través de todos estos años, que se negaba a
renunciar a lo que llama derechos históricos de pesca en el Perú.

Y, finalmente, con la política del mar no solamente aprovechamos estas


riquezas y estos intereses, sino que somos consecuentes con un mandato
histórico que tiene el Perú en el Pacífico sudamericano, del cual ha sido
siempre un país de especial importancia. Al afianzar nuestro dominio sobre
esa área marítima de las 200 millas estamos afianzando una presencia histórica
del Perú en esta parte del continente sudamericano, en esta zona del Pacífico
Sur, desde el punto de vista político de los intereses nacionales.

Tercer tema: Integración


El tercer tema de nuestra política exterior, dentro de este esquema, es el
tema de la integración latinoamericana.

¿Por qué el tema de la integración latinoamericana? Porque la formación de


vastos espacios económicos plurinacionales promueve el progreso de los
Estados de masa física, población y economía individualmente insuficientes.
Esto que parece una visión un poco abstracta, corresponde a una realidad
muy concreta y muy actual. La tendencia del mundo de nuestros días es
precisamente a la conformación de grandes unidades políticas y económicas
que les permitan competir en la vida internacional, desde el punto de vista
tanto del intercambio de la riqueza como de la presencia política en mejores
condiciones. Resulta muy difícil, en nuestra época, la sobrevivencia plena
de los Estados aislados, desde el punto de vista de la influencia que puedan
tener. Los Estados tienen que concertar sus políticas con otros que tienen
intereses comunes o similares. A nadie escapa que las dos grandes potencias
mundiales –los Estados Unidos y la Unión Soviética– son al mismo tiempo
dos grandes potencias continentales, debido a una enorme masa física, una
extraordinaria población y un vastísimo conglomerado de riquezas dentro
de esos territorios.

Contrariamente, países pequeños que individualmente habían dominado


el mundo en otras épocas de la historia, como son los países de Europa
Occidental, han considerado indispensable, para poder preservar la propia
identidad nacional o cultural europea, vincularse dentro de un proceso de
articulación política y económica que se llama las Comunidades Europeas.

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