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Cerrón Palomino, Rodolfo. (2011). "Sobre el carácter espurio de la trilogía moral incaica".

En
Regalado, Liliana y Hernández, Francisco (editores). Sobre los Incas, Lima: Instituto Riva
Agüero/ Pontificia Universidad Católica del Perú, pp. 67-87.

Sobre el carácter espurio de la


trilogía moral incaica

Rodolfo Cerrón-Palomino
Pontificia Universidad Católica del Perú

" [ ..] que entienda Su Magestad Católica que hallamos


.

estos rreinos de tal manera que los dichos ingas los tenían
governados desta manera que en todos ellos no había un
ladrón, ni hombre vicioso ni holgazán ni una mujer adúltera,
ni mala, ni se permitía entre ellos gente mala bivir en lo
moral y que los hombres tenían sus ocupaciones honestas y
provechosas" (énfasis agregado).

Mancío Serra de Leguízamo (1986 [1589])

l. Propósito

La famosa trilogía sentenciosa que pretende resumir el código moral


atribuido a los incas, y que se compendia en las tres consabidas
máximas del "no seas ladrón", "no seas mentiroso" y "no seas
ocioso", constituye parte del saber popular de todo peruano que
haya pasado por la escuela. Aun cuando se le atribuye como fuente
la tradición oral andina transmitida y expresada en quechua desde
el incario, vertida luego al castellano, es obvio que su popularidad
es el resultado más palpable del rol desempeñado por la escuela
como agente difusor de ciertos dogmas asumidos como verdades
eternas. Como tal se la encuentra, oleada y sacramentada, en los
manuales escolares, en las enciclopedias, e incluso en revistas
y textos universitarios de divulgación. No ha tenido la misma
fortuna, sin embargo, en contextos académicos más serios, de los
cuales parece haber sido cautelosamente descartada, atendiendo

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Sobre el carácter espurio de la trilogía moral incaica

a razones de constatación emptnca o documental antes que al


análisis lingüístico de los preceptos tal como han sido consignados
en quechua, sin dejar de mencionar motivaciones ideológicas
que también pesaron a favor o en contra de ella. En la presente
ponencia, llamaremos la atención sobre la naturaleza espuria de las
máximas consabidas indagando sobre su génesis y demostrando
la naturaleza aberrante de la sintaxis que subyace a los preceptos
en su versión quechua supuestamente original.

2. Sacralización de un mito1

Como se sabe, la mención a la famosa trilogía es un tema obligado


en los textos escolares y manuales universitarios de divulgación
cuando se toca el capítulo relativo al ordenamiento moral, educativo
y jurídico del imperio de los incas, y ello ocurre, naturalmente, no
solo en el país, sino también en el Ecuador2 y en Bolivia, en tanto
naciones herederas del viejo Tahuantinsuyo. Como muestra de
ello mencionemos algunos de tales tratados y manuales en orden

Empleamos aquí el término "mito" no en su sentido técnico, entendido


como: (a) que proviene o es consecuencia de un relato mítico, (b) que contie­
ne o hace referencia a una creencia de orden mítico y (e) que tiene un origen
anónimo comunitario (Enrique Bailón, Comunicación personal: 30 de octu­
bre, 2009), sino como una "cosa inventada por alguien, que intenta hacerla
pasar por verdad, o cosa que no existe más que en la fantasía de alguien", que
es como lo define Moliner (1979).
2 Según nos refiere Fabián Potosí, la divulgación de la trilogía en dicho país
es reciente. Nos informa el lingüista citado que "los diversos materiales escri­
tos de los últimos 25 años relacionados con el movimiento indígena hacen
referencia a ella; se populariza a partir de 1992. Su uso y difusión obedece
a la labor de antropólogos, sociólogos, pedagogos, lingüistas, asesores, con­
sultores, etc., que han trabajado con los indígenas. Su empleo, sobre todo de
manera institucionalizada, aparece en diversos textos escolares de EBIEIB,
etc." (Comunicación personal: 14 de octubre, 2009).

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Rodolfo Cerrón-Palomino

cronológico. Así, tenernos: Cantú (1856: Libro XIV, cap. VIII, 667),
Lorente (1879: 506-507)3, Calvo y Pérez (1918: 75), Mejía Xespe
(1924), Villar y Córdova (1926: 533), Baudin (1945: cap. X, 288-
289), Lara (1947: 26-27), Valcárcel (1959: 128, 1964: 676-678), Del
Busto (1981: cap. VIII, 180) y Espinoza Soriano (1987: cap. 12, 411).
Por si fuera poco, en 1958 ella fue objeto también de discusión y
debate nada menos que en el seno del 11 Congreso Nacional de
Historia del Perú, corno lo prueban los trabajos recogidos en las
actas respectivas: nos referirnos a los de Núñez Anavitarte (1962)
y Farfán (1962)4. Sintornáticarnente, la trilogía está ausente de toda
mención en los trabajos sobre historia incaica de Riva Agüero (1965
[1910]), Porras Barrenechea (1963 [1945]) y Rostworowski (1988).

Aclaremos, sin embargo, que si bien el mencionado código


moral incaico resumido en tres preceptos es el que predomina
en las fuentes citadas previamente, probando de esta manera
su arraigo generalizado, no deja de haber otra versión, menos
popularizada, pero más elaborada, con un incremento de dos
máximas; es decir, esta vez de composición quinaria. En efecto,
entre los autores citados, Calvo y Pérez, Mejía Xespe y Farfán,
son los que ofrecen lo que podríamos denominar el quinteto del

3 Agradecemos a Liliana Regalado de Hurtado por haber llamado nuestra


atención sobre esta referencia bibiográfica.
4 Es más, en su conocida columna "Inquisiciones", Abelardo Oquendo (2006)
da cuenta sumaria de la publicación del libro Tres principios para modernizar
el Perú: ama sua, ama llulla, ama quella (Lima: Fondo Editorial de la Univer­
sidad de San Marcos), de los autores Aldo F. Berti, neurocirujano, y Thomas
J. Cryan, especialista en Derecho. Comenta el conocido crítico literario: "La
ironía del título transparenta la índole de su contenido: lo que el país requie­
re para superar su situación actual es aplicar la vieja moral incaica y tener
gente recta, honesta y trabajadora en los puestos de gobierno. Gente que no
mienta, que no robe y que en verdad se esfuerce por alcanzar el bien común".
Más adelante, Oquendo se pronunciará sobre la "verdad" de tales principios
(ver nota siguiente).
Sobre el carácter espurio de la trilogía moral incaica

código moral inca. Además de los consabidos "no robar", "no


mentir" y"no ser ocioso", aparecen ahora el"no matar" y el"no
ser fornicario". La naturaleza apodíctica de la trilogía contrasta,
sin embargo, con el carácter vacilante, en orden y sanción, de los
otros dos"mandamientos". Así, mientras que para Calvo y Farfán
el cuarto precepto hace referencia a la concupiscencia sexual "
( no
ser fornicario"), para Mejía Xespe trata sobre el instinto tánico ("no
matar"); en este último autor, además, el quinto precepto varía
entre cl"no ser afeminado" y el "no ser pervertido". Ello explica
de suyo por qué esta versión quinaria, de claro origen añadido,
como se verá, no ha tenido fortuna en nuestros medios escolares
ni ha podido escalar a los ambientes académicos de mayor rango.
En tal sentido, la consagración la tuvo únicamente, apoyada por su
carácter escueto y lapidario, la consabida fórmula tríptica.

Pues bien, dejando para más adelante el examen de la textura


lingüística de las máximas quechuas correspondientes, en lo que
sigue pasaremos a indagar sobre el origen de tales aforismos.

3. Desmitificación

Que sepamos, no hemos contado hasta hace poco con la voz


autorizada de algún estudioso que cuestionara el carácter
supuestamente genuino de los preceptos morales compendiosos
atribuidos a los incas. Sin embargo, de lo que no hay duda es
que, a la par de su aceptación en bloque como un conjunto de
verdades incuestionables ( en número de tres o de cinco) por parte
de la mayoría de los estudiosos mencionados, los historiadores
más apegados a las fuentes documentales antes que a los datos
provenientes de otros cauces, incluyendo el de la tradición oral, han
preferido sencillamente ignorarlos, recurriendo a un expediente
que, aunque no lo dice expresamente, da a entender, si no su
rechazo absoluto, cuando menos su puesta en tela de juicio. Y es
que, en efecto, de basarnos exclusivamente en la documentación

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Rodolfo Cerrón-Palomino

colonial relativa al incario, no podemos sino concluir con ellos que


tales máximas brillan por su ausencia en las fuentes escritas de la
época, sean estas tempranas o incluso tardías. Si no hay registro
documental, lo más probable es que estemos ante un breviario
moralizante de carácter apócrifo y de procedencia desconocida,
por lo que conviene preguntarse sobre la antigüedad y la autoría
del mismo.

3.1. Autoría y fecha conocidas

Quien nos proporciona una posible respuesta a las preguntas


acabadas de formular es nada menos que el historiador Carlos
Araníbar, gran experto en fuentes históricas coloniales y en materia
de historiografía peruana en general. Para este investigador,
en efecto, la famosa trilogía moralizante (la versión quinaria ni
siquiera es mencionada ya) tendría autoría conocida y fecha de
introducción en las esferas del ambiente académico. Oigámoslo en
sus propias palabras, si bien señaladas al pasar:

fue Cantú el inventor de la manida fórmula de las tres


prohibiciones andinas 'no robar, no mentir, no ser ocioso'.
Esta terna fue absolutamente desconocida por toda la
crónica colonial. Pasada en 1878 al idioma quechua por un
fantaseador de calibre, el cuzqueño Pacheco Zegarra, se alzó
la frase desde entonces al rango espurio de socorrida clave
social y resumen apodíctico de la moral incaica: ama sua,
ama Hulla, ama quella. (d. Araníbar 1999: 220)

Los personajes citados son el italiano Cesare Cantú, autor de una


enciclopédica Historia Universal en diez tomos (d. Cantú 1856,
en versión castellana), y Gabino Pacheco Zegarra, traductor del
drama quechua Ollantay al francés (d. Pacheco Zegarra 1878). En
efecto, el escritor milanés, en su capítulo sobre el Perú, al ocuparse
de la moral incaica, nos refiere que ella

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Sobre el carácter espurio de la trilogía moral incaica

se reducía á tres prohibiciones: no robar, no estar ociosos, y no


mentir; estaban persuadidos [los antiguos peruanos] de que
las desgracias públicas y priv�das nacían de las culpas, y
por tanto denunciaban aun las mas secretas á los jueces, y si
hemos de creer a Garcilaso, en tanta extensión apenas había
un delito punible al año. (cf. Cantú 1856: Torno IV, Libro
XIV, Cap. VIII, 667, énfasis agregado)

Corno se ve, el tríptico moral proporcionado por Cantú aparece


en un orden que no es precisamente el canónico, pues allí el "no
mentir" ha sido relegado a tercera categoría. Veamos ahora lo que,
a su turno, trae el traductor del drama quechua, quien no habría
hecho sino verter a la lengua andina las máximas elaboradas por
el historiador milanés. En el estudio introductorio a su versión
francesa del drama ollantino, el quechuista cuzqueño, al tocar
sobre la moral, que para los incas "no era únicamente un deber
sino un dogma", refiere que aun

en los actos menos significativos, en el simple saludo que


se daban los indígenas, se puede constatar este espíritu de
avanzada moral. Ama suwa, ama llulla, ama killa: No robes, no
mientas, no seas ocioso, dice la persona que saluda, y la otra
le responde: Hinallataj kanpas: Del mismo modo tú también.
He aquí como uno de los actos más simples y frecuentes de la
vida encerraba todo un código de moral. (cf. Pacheco Zegarra
1878: XX-XXI, énfasis agregado y traducción personal).

Efectivamente, siguiendo a Araníbar, tal parece que el traductor


del drama, haciéndose eco de la terna moralizante ofrecida por
Can tú, una de sus "fuentes" en materia de historia incaica, a la par
que la vierte al quechua, desviándose del orden en que aquel la
introduce (en el presente caso el "no mentir" aparece en segundo
lugar), opta por contextualizarla pragmáticamente -"fantaseador
de calibre" como era, según diría Araníbar -dentro de un acto

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Rodolfo Cerrón-Palomino

de salutación imaginaria, con precisa y apurada respuesta que


otros autores repetirán después5. De esta manera, a estar por lo
señalado por Araníbar y de acuerdo con la confirmación que
acabamos de realizar, tendríamos la respuesta a las preguntas que
nos formulábamos previamente. Sin embargo, como veremos, la
tesis adelantada por Araníbar se ve contradicha no solo en cuanto
a la autoría del tríptico moralizante, sino también en cuanto a la
cronología de la documentación del mismo.

3.2. Autoría y fecha desconocidas

Que Cantú y Pacheco Zegarra no fueron los "inventores" de


la trilogía moral que supuestamente regía la moral incaica - el
primero de su versión castellana y el segundo de su traslado al
quechua -, se demuestra al constatar su registro previo en por los
menos dos fuentes anteriores. La primera de ellas es nada menos
que el historiador británico Clements R. Markham, en su conocido
libro de viajes de Lima al Cuzco (cf. Markham (2001 [1856]: cap.
VII, 201), quien, al referirse a las "muchas virtudes sociales" de
los antiguos cuzqueños, les atribuye no solo los tres, sino los cinco
"mandamientos", según él promulgados por los incas, a saber6:

5 Así nos lo recuerda Oquendo (2004), primeramente al comentar sobre la su­


puesta frase "El Perú es un mendigo sentado en un banco de oro", atribuida
al célebre viajero italiano Antonio Raimondi, y, luego, al informar sobre el
libro de Berti y Cryan, mencionado previamente (cf. nota 2), donde cita la
hipótesis de Araníbar con respecto de la autoría de la trilogía, atribuyendo a
Cantú la invención de la misma (e( Oquendo 2006).
6 Reproducimos aquí el quinteto preceptivo de Markham tal como aparece en
la versión castellana, con evidentes errores de segmentación, que tal vez ya
estén presentes en la edición inglesa original. Así, los dos últimos preceptos
deben leerse como <ama huachocchu canqui> y <ama huañuchinquiclm>,
respectivamente. Notemos, incidentalmente, que las glosas castellanas son más
bien libres, en la medida en que las expresiones quechuas correspondientes,
con excepción de la cuarta, son formas conjugadas y no copulativas.

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Sobre el carácter espurio de la trilogía moral incaica

I Ama quellanquíchu No seas ocioso


II Ama llullanquíchu No seas mentiroso
III Ama suanquichu No seas ladrón
IV Ama huachocchucanqui No cometas adulterio
V Ama huaiiu chinquichu No matarás

Como puede apreciarse, ahora nos enteramos de que la versión


quinaria de la preceptiva moral incaica tiene un noble antecedente,
y es muy posible, como se verá más adelante, que Calvo y Pérez
la haya tomado, por lo menos en parte, del famoso peruanista
británico (ver § 3).

La otra fuente corresponde a la del general Guillermo Miller, en sus


Memorias, aparecidas en traducción castellana en 1829 (cf. Miller
1975 [1829]).7 En ellas, luego de evocar la entrada apoteósica de los
patriotas al Cuzco tras la victoria de Ayacucho, ofrece un cuadro
sinóptico de la historia incaica, de clara inspiración garcilasiana,
y es en dicho contexto que desliza el tríptico moralizante. Así,
refiriéndose al sistema educativo, moral y jurídico de los antiguos
peruanos, expresa lo siguiente:

Tres concisos preceptos formaban la base de todo el sistema


[jurídico y moral incaico]: AMA SUA-AMA QUELLA-AMA
LLULLA. No hurtarás, no mentirás, no estarás ocioso. Sobre
estos tres principios cardinales estaba fundado el código de
sus leyes civiles, el cual abrazaba el todo de sus necesidades
y relaciones de la sociedad civil. (cf. Miller, 1975: cap. XXVI,
157)

Como puede apreciarse, el orden en el listado de los preceptos


es el mismo que encontramos, sintomáticamente, en el texto de

7 Agradecemos al Ing. Ramón del Valle Cárdenas por haber llamado nuestra
atención sobre esta documentación más temprana de la terna moralizante
(Comunicación personal, setiembre de 2007).

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Cantú (cuya versión originaria en italiano data de 1838) , con la


anteposición del "no ser ocioso" al del "no mentir". Este detalle,
sumado al dato cronológico de la publicación de las Memorias del
general vencedor de Junín y Ayacucho (la versión original inglesa
apareció en 1828) , nos inclina a sostener, contrariamente a lo que
pensaba Araníbar, que habría sido el escritor italiano quien, al leer
el pasaje de Miller, tomaría nota de la trilogía en cuestión, aunque
solo en su versión inglesa o castellana, según la fuente que haya
consultado.

Queda así demostrado que las dos versiones de los preceptos


morales incaicos remontan, la abreviada, por lo menos hasta la
primera mitad del siglo XIX; y la ampliada, hasta la segunda mitad
de la misma centuria. Nos preguntamos si pueden estar relacionadas
la una con la otra. Al respecto pensamos que es altamente probable
que Markham, al igual que Cantú, haya tomado de su compatriota
Miller los tres primeros preceptos, agregándoles, de su propia
cosecha, los dos restantes. En ambos casos, el historiador británico,
que algo de gramática quechua sabía, se habría encargado de
refrasearlos en la forma en que aparecen (ver § 3 para el examen
lingüístico respectivo).

Ahora bien, asumiendo que Markham tomó de Miller la trilogía


registrada por este, ¿en qué medida puede sostenerse que el autor
de las Memorias habría sido su"inventor"? No lo creemos así, pues
pensamos, más bien, que él se habría limitado a registrar algo que
circulaba en boca de los patriotas, como un cliché que sintetizara,
en tres postulados sencillos como categóricos, toda la historia
idílica y romántica a la vez del imperio incaico. Es más, estamos
persuadidos de que tales preceptos habrían sido forjados al calor
de lo que Rowe llamó "el movimiento nacional inca"; es decir,
alrededor de 1780. Como se sabe, para los líderes de dicha gesta
los Comentarios Reales eran su biblia, pero tampoco eran ajenos
a los destellos provenientes de la ilustración francesa y de la obra
de sus enciclopedistas (cf. Rowe 1976 [1954]). La visión utópica

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Sobre el carácter espurio de la trilogía moral incaica

del imperio incaico y los horrores de su destrucción circulaban por


igual en las páginas del Inca historiador y en la obra dramática Les
incas del académico francés Mannontel (1991 [17771).

Así, pues, por ahora, quedan inciertas tanto la autoría como la


primera documentación de la trilogía preceptiva. Al respecto,
las pesquisas parciales que hemos realizado consultando los
documentos relacionados con la gesta tupacamarista no han
sido alentadoras. No aparece ni sombra de ella, por ejemplo, en
el Ollantay, drama preparado para celebrar las paces entre los
parientes de Tupac Amaru y el virrey (cf. ltier 2006). Hace falta
entonces un trabajo de archivo más cuidadoso que, con un poco de
suerte, podría quizás regalarnos el dato perseguido. De una cosa
estamos seguros, sin embargo, y es que el compendio moralizante,
si bien se inspira en la historia incaica de corte eminentemente
garcilasiana y lascasiana a la vez, no puede remontar más allá de
la segunda mitad del siglo XVIII, de manera que cuando Miller lo
consigna todavía estaba fresco en la memoria de los gestores de la
independencia. Ello es cierto para la preceptiva ternaria, pues la
quinaria, al estar ausente de toda documentación anterior al siglo
XX, resulta a todas luces un parche tardío, y, por consiguiente,
desprovisto de tradición. Por lo demás, hay otro dato, esta vez de
carácter lingüístico, que confirma el carácter postizo de la trilogía
moralizante: los preceptos quechuas fueron elaborados por alguien
que no tenía un dominio pleno de la lengua. De este asunto, nos
ocuparemos en la siguiente sección.

4. Sintaxis quebrada

Al margen de la discusión desarrollada previamente, debemos


llamar la atención sobre el hecho de que quienes - tácita o
explícitamente, según se vio - han desautorizado o aceptado los
términos de la preceptiva moral atribuida a los incas nunca han
cuestionado, no al menos explícitamente, la naturaleza anómala en

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que aparecen formulados en su versión supuestamente original,


es decir, quechua. No parece en este caso, como es regla general
en otros, que ello obedeciera necesariamente al desconocimiento
de la lengua por parte de quienes le otorgan a la trilogía (o a su
versión aumentada) un carácter genuino. Conforme veremos, las
cosas parecen haber ocurrido al revés, ya que quienes estuvieron
en capacidad de cuestionarla no lo hicieron.

En efecto, tal es el caso de Toribio Mejía Xespe, colaborador de


Tello y catedrático sanmarquino, quien tenía un conocimiento
directo del quechua sureño por razones de oriundez geográfica. En
el artículo citado, que trata sobre el "origen de los cinco preceptos
fundamentales de la administración incaica", no solo acepta como
genuinas las tres primeras máximas, o sea <ama Bulla>, <ama sua>
y <ama ccella>, en ese orden; es decir, ama llulla, ama suwa y anza
qilla, respectivamente, sino también, como lo anuncia en el título
de su ensayo, cree completarlas con dos más: <ama sipix> y <ama
macclla> o <ama mappa>; es decir, ama sipiq y mna maqlla o ama
map'a, respectivamente. Es más, la manera en que el autor glosa
cada precepto muestra igualmente la misma anomalía, en la medida
en que lo que nos ofrece es una traducción literal de la versión
quechua. De esta manera, se tiene, para los cinco"mandamientos":
"¡no mentiroso!", "¡no ladrón", "¡no ocioso!", "¡no asesino!" y "no
afeminado!" o "¡no pervertido!", respectivamente. Lo anómalo
radica aquí en el hecho de que, en tales casos, en buen castellano se
habría recurrido, entre otras alternativas, al uso de las formas en
infinitivo, como ha sido la práctica en la mayoría de las veces en que
se invocan tales preceptos, ya sea cuando se los enuncia oralmente
o cuando se los cita en forma escrita. De esta manera, ambas
extrañezas, en quechua y en castellano, no solo son pasadas por
alto por Mejía Xespe, sino que son asumidas como impecables.

Quien, sin embargo, parece haber advertido el carácter defectuoso


de las expresiones quechuas, y ello por tener algún conocimiento
de la lengua, es ciertamente Markham. En efecto, este autor parece

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Sobre el carácter espurio de la trilogía moral incaica

enmendar, sin decírnoslo, la textura de las maxtmas quechuas,


para lo cual las refrasea de acuerdo con la gramática de la lengua,
pero también modificando la estructura interna de las palabras
que conllevan, según se verá en seguida, a propósito de la versión
proporcionada por Calvo y Pérez.

Así, pues, de los autores citados al inicio, tal parece que fue
Calvo y Pérez, quien, en su manual escolar de historia del Perú8,
malcopiando a Markham9, nos ofrece la siguiente versión:

l. <amanquichianquichu> "evita la ociosidad"


2. <amallullanquichu> "no mentirás"
3. <amasuacuquichu> "no robarás"
4. <amahuachucanqui> "no cometerás adulterio"
5. <ama pictapa huañachiquichu> no matarás a tu prójimo"
11

Dejando de lado las deturpaciones propias de su presentación, que


hace del listado un verdadero acertijo incluso para quien conozca
la lengua 10, lo interesante en esta versión corregida y aumentada",
1

8 Se trata de un auténtico libraco, merecedor sin embargo de un premio na­


cional (28 de julio de 1918) otorgado por el municipio de Lima y objeto de
cerca de una cincuentena de ediciones en la primera mitad del siglo XX. Ver
nota siguiente.

9 Lo que no descarta que el autor haya husmeado también, en busca de da­


tos, en la documentación colonial. Prueba de ello es que el quinto precepto
muestra el objeto directo <pictapa>; es decir, pi-kta-pas lit. 'incluso a quien­
quiera', con la marca antigua del acusativo -kta del quechua colonial, que
ahora solo subsiste en la variedad huanca.
1 O Recordemos que el libro del profesor guadalupano, paradójicamente con­
vertido en texto oficial de Historia del Perú, fue objeto de una reseña demo­
ledora escrita nada menos que por el entonces joven historiador Raúl Porras
Barrenechea. Oigamos lo que nos dice respecto de las erratas frecuentes del
libro, lo que explica suficientemente el carácter críptico de las expresiones
quechuas citadas: "Los nombres propios de personajes, de batallas, de lugares

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Rodolfo Cerrón-Palomino

y que copia a Markham, es que los principios, a excepción del


cuarto, aparecen ahora encerrados, como debe ser, dentro del
esquema" ama X-chu", exigido por las construcciones prohibitivas
(y negativas en general) del quechua. Así pareció entenderlo
en parte Farfán (1962), profesor de quechua sanmarquino,
quien, en un trabajo en el que busca llamar la atención sobre el
habitual maltrato que sufren los términos quechuas en manos
de los estudiosos del pasado andino, cita como ejemplo de ello
precisamente la preceptiva quinaria ofrecida por Calvo y Pérez.
Según el mencionado quechuista, la versión previamente listada
debería"corregirse" de la siguiente manera:

l. <ama qellakunkichu>
2. <ama llullakunkichu>
3. <ama suwakunkichu>
4. <ama wachoq kanki>
5. <ama pitapas wañuchinkichu>

Ocurre, sin embargo, que Farfán, al ofrecernos su versión, no solo


ha tratado de corregir los gazapos de la presentada por Calvo
y Pérez, para lo cual echa mano de una escritura de inspiración
fonética, sino que, siguiendo la vieja práctica de los quechuistas
de su tiempo, no ha tenido ningún empacho en intervenir en el
texto para reacomodarlo a su antojo. De esta manera, las máximas
contienen ahora, con excepción de la cuarta y de la quinta, el
sufijo medio-pasivo -ku, el mismo que les otorga un matiz de
cortesía y de compromiso personal a la vez. Para referirnos solo
a la consabida trilogía, esta vez los elementos predicativos -
"ociosear", "mentir" y "robar" -aparecen en forma conjugada y
no como predicados nominales sueltos, que es como se conocen
desde su documentación más temprana. La cuarta prohibición, sin

geográficos, mal copiados por el autor, o trastornados por el tipógrafo, sin


que el autor tuviera capacidad para rectificarlo una vez producido el yerro,
están por lo general groseramente alterados, lo cual es injustificable en una
obra destinada al aprendizaje" (cf. Porrras Barrenechea 1923).

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Sobre el carácter espurio de la trilogía moral incaica

embargo, escapa a esta regla desde el momento en que presenta


una forma nominal como complemento de predicado: wachu-q
'fornicario', pero al mismo tiempo aparece gramaticalmente
coja desde el momento en que el verbo copulativo que conlleva
carece del sufijo negativo -chu, obligatorio, como dijimos, en toda
expresión negativa. Lo que demuestra que ni el mismo Farfán,
que quiere erigirse en enderezador de entuertos quechuas, estaba
libre de incurrir en errores sintácticos de grueso calibre. De más
está señalar que Markham, el acuñador de dicho precepto, había
registrado correctamente <ama huachoc-chu canqui>.

Pues bien, dejando de lado las versiones quinarias para


concentrarnos únicamente en la consabida trilogía, ahora parece
claro por qué resultaban anómalas las expresiones que la integran:
ellas no satisfacen, según vimos, la fórmula ama X-chu exigida por
todo enunciado de carácter prohibitivo en la lengua. Que esto es
así ya nos lo sugería el propio Guaman Poma de Ayala, cuando
pone en boca de los españoles, a manera de velada sátira, una
frase curiosamente similar a las de la trilogía. Veamos el pasaje
respectivo, en el que el cronista indio nos refiere

cómo los primeros españoles conquistó la tierra con sólo dos


palabras que aprendió, decían" Ama mancha. Noca Ynga",
que no tenga miedo que él era Ynga. Decía a boses a los
yndios y se huyan de ellos por temor. Y no conquistó con
armas ni derramamiento de sangre ni trauajo. (cf. Guaman
Poma 1980 [1615]: 367)

La frase que nos interesa en el texto citado es, naturalmente, la


de "ama mancha", sin duda un ejemplo típico del aprendizaje
imperfecto y balbucientedel quechua porpartede losconquistadores.
Ella no se ajusta, como puede verse, a la fórmula de la estructura
quechua mencionada, pues para ser una expresión bien formada
le falta, entre otros elementos, el sufijo negativo terminal -chu, que
es el que cierra todo enunciado prohibitivo. Del mismo modo, los
apotegmas ama suwa, ama llulla y ama qilla, si bien entendibles como

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Rodolfo Cerrón-Palomino

expresiones sincopadas, resultan gramaticalmente incorrectos,


como cuando en castellano quisiéramos decir 'no ladrón', 'no
mentiroso' y 'no ocioso', que son las glosas que precisamente les
asigna Mejía Xespe, traicionando sus conocimientos del quechua,
pero mostrando a la par su dominio inseguro de la lengua.

Ahora bien, en verdad, para que la predicación negativa que


subyace a tales preceptos cobre una fuerza pragmática perlocutiva
no basta con solo adherirles la marca de cierre de la prohibición.
De hecho, los predicados que integran la trilogía, al igual que el
ejemplo guamanpomiano, no pueden admitir libremente la anexión
de -chu: *ama suwa-chu, *ama llulla-chu y *ama qilla-clzu son no solo
clamorosamente agramaticales sino, peor aún, incomprensibles en
cualquier situación comunicativa que podamos imaginar. Siendo
así, para enunciar correctamente tales preceptos la lengua ofrece
dos alternativas: (a) el recurso a una predicación copulativa; y
(b) el empleo verbalizado de los complementos predicativos.
De hecho, los intentos remediales de Calvo y Pérez, seguido por
Farfán, se inscriben dentro de la segunda opción: los preceptos
son enunciados en futuro de segunda persona, como en ama suwa­
nki-chu 'no robarás', etc. Queda otra posibilidad, que sepamos
nunca explotada: el recurso al imperativo de segunda persona,
verbigracia ama suwa-y-chu 'no robes', etc. La primera opción, con
predicación copulativa, requiere naturalmente de la presencia del
verbo copulativo ka- 'ser', de manera que tengamos, por ejemplo,
ama suwa ka-nki-chu 'no seas ladrón', etc.

Del excurso gramatical emprendido, resulta claro que, al no


ajustarse a los procedimientos gramaticales indicados, las
expresiones manidas de la trilogía moral, tal como ellas han
sido recogidas inicialmente, delatan un origen gramaticalmente
bastardo11, y las mismas solo pudieron haber sido acuñadas por

1 1 Explicable como resultado de la interferencia ejercida, en la mente del ha­


blante de quechua como segunda lengua, del esquema gramatical del caste-

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Sobre el carácter espurio de la trilogía moral incaica

alguien que no dominaba el quechua o, en el mejor de los casos,


que lo conocía imperfectamente. En tal sentido, no creemos
aventurado sostener que tales expresiones constituyen una muestra
más del tipo de quechua que más tarde se llamará "patronal"; es
decir, propio de la casta dominante, sociolecto que el cronista
indio ya barruntaba en labios de los españoles de su tiempo. Ello
no contradice ciertamente lo que adelantáramos en el sentido
de que la preceptiva haya sido "inventada" durante la etapa
del movimiento nacionalista inca, pues sabemos que en la gesta
tupacamarista participaron por igual mestizos y criollos; es decir,
miembros de una élite, como el autor del drama ollantino, o mejor
aún como el apu Marqués de Valleumbroso, que comulgaban de
la utopía incaica (cf. O'Phelan Godoy 1995: cap. 1, § 2). Dicho todo
esto de la textura formal de la preceptiva, pues del mensaje que
conllevan las prohibiciones que la integran bastará con recordar
que allí estaban, a la mano, los dictados morales atribuidos a los
incas dentro de la visión añorante - la imagen del bien perdido -
del Inca Garcilaso cuando no las ideas lascasianas que rezumaban
del drama de Marmontel. No hacía falta, pues, leer a Santillán, al
Jesuita Anónimo o a Mando Serra (ver epígrafe), inaccesibles por
lo demás para los revolucionarios de aquel momento, para forjarse
una imagen paradisíaca del imperio de los incas como modelo del
proyecto de nación anhelado.

5. Palabras epilogales

Llegados a este punto, solo nos resta señalar, a manera de resumen,


algunos de los aspectos más saltantes de la discusión ofrecida en
las secciones precedentes. En primer lugar, queda demostrado

llano que, en el caso concreto de los enunciados negativos, y prohibitivos en


particular, no requieren de un elemento de cierre, como ocurre en quechua
(cf. no mentir versus ama llullay-chu).

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Rodolfo Cerrón-Palomino

el origen tardío de la preceptiva tríptica, que no puede remontar


más allá de la segunda mitad del siglo XVIII, pues el mensaje
que conlleva parece inscribirse perfectamente dentro de la visión
utópica del imperio incaico que se forjaron los líderes del llamado
"movimiento nacional inca". Sintomáticamente, la trilogía se
incrementa, deviniendo en preceptiva quinaria, a iniciativa del
historiador viajero Markham, en la segunda mitad del siglo XIX,
variante que será invocada precisamente cuando el movimiento
indigenista cobre auge en las décadas iniciales del XX. Se explica
entonces, de este modo, por una parte, el argumento ex silentium
de su rechazo por parte de algunos de nuestros historiadores
(para quienes la ausencia temprana de su documentación parece
haber sido una de sus razones fundamentales), pero, a la vez, se
comprende también su reconocimiento tácito, como parte de la
tradición oral incaica, entre los estudiosos proclives a las corrientes
indigenistas del momento. En segundo lugar, el examen lingüístico
y gramatical de las expresiones comprendidas dentro de la terna
moralizante nos ha permitido: (a) desvirtuar el supuesto carácter
genuino quechua que se le asigna, en la medida en que se ha
demostrado que en verdad constituyen enunciados sintácticamente
quebrados, del mismo tipo de los que Guaman Poma ridiculizaba
en labios de los españoles; y (b) sugerir, en razón de su naturaleza
anómala, que tales principios, lejos de haber sido formulados
por alguien que tuviera al quechua como habla materna, habrían
sido elaborados por algún personaje de extracción criolla, vale
decir por alguien que tenía un dominio limitado de la lengua.
Finalmente, resta señalar que, como muchos de nuestros mitos
(piénsese en la famosa bandera del Tahuantinsuyo, para referirnos
solo a los del incario), será difícil erradicar el presente, puesto que
está muy bien enraizado dentro de nuestra tradición popular (algo
así como un santo y seña). De todos modos, siempre será saludable
distinguir entre aquello que tiene sustento histórico y aquello que
es producto de la imaginación popular.

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Sobre el carácter espurio de la trilogía moral incaica

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