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PERU
un compendio
CARLOS ARANÍBAR
HERACLIO BONILLA
MANUEL BURGA
JULIO CÓTLER
WALDEMAR ESPINOZA SORIANO
ALBERTO FLORES GALINDO
JOSÉ IGNACIO LÓPEZ SORIA
SINESIO LÓPEZ
LUIS GUILLERMO LUMBRERAS
ERNESTO YEPES
En 1968 Pablo Macera escribió -sin excluirse del juicio que emitía- que el historiador
peruano era "un hombre a la defensiva, no muy seguro de la validez científica y social de su
oficio". Sin embargo, y sobre todo en los últimos años, la historia en el Perú ha dado algunos
largos pasos. No sólo ha logrado superar la perspectiva metodológica y políticamente
conservadora en la cual se mantenía la mayor parte de su producción, sino que se ha
convertido en una suerte de `disciplina piloto' dentro de las ciencias sociales, en una disciplina
que renueva y profundiza nuestro conocimiento del pasado y lo proyecta fecundamente sobre la
actualidad.
Los factores determinantes de este cambio han sido, entre otros, el descontento con la
visión establecida por la historia tradicional, proclive a soslayar a los verdaderos
protagonistas y a tergiversar los verdaderos móviles del proceso histórico; una mayor lucidez
en la apreciación de lo que el cabal conocimiento del pasado significa en la forja de la
conciencia nacional; el aporte de nuevos métodos y perspectivas de trabajo, y un es-
trechamiento de lazos entre la historiografía y las demás ciencias que estudian la sociedad.
Hoy no son pocos los períodos de la vida peruana que vienen siendo reexaminados con
instrumentos de análisis y procedimientos científicos que ignoró la historia anterior, períodos
para los que se ha rescatado el papel cumplido por los movimien tos sociales y las luchas
populares. Estos avances se encuentran dispersos y no han alcanzado aún su articulación.
Para el gran trabajo de síntesis habrá todavía que esperar. Sin ignorarlo, la presente Nueva
historia general del Perú intenta ofrecer, en base a aportes renovadores, una visión global
coherente y de fácil lectura de la urdimbre de sucesos que conforma nuestro pasado y ayuda a
explicar nuestro presente.
Por mucho tiempo se ha reclamado un libro breve que contenga la historia del Perú sin
ser un inconducente catálogo de gobernantes y obras públicas, de batallas y fechas y actos
heroicos. Este compendio es un primer ensayo de respuesta a ese reclamo. Los diez trabajos
reunidos aquí han sido prepararlos para esta edición por especialistas e investigadores de las
etapas que cubren. Libres de toda traba erudita, estos textos están destinados al amplio
público del que inevitablemente se alejan las obras que requieren lectores con formación e
información en las disciplinas histórico-sociales. Ha sido el deseo de los autores -y es el
nuestro- ofrecer una aproximación a lo fundamental del pasado peruano, ajustada a la
realidad, inquisitiva, útil tanto para estudiosos y estudiantes como para el lector en general.
LA SOCIEDAD ANDINA
LA SOCIEDAD COLONIAL Y REPUBLICANA (SIGLOS XVI A XIX
Waldemar Espinoza Soriano
CRONOLOGÍA
BIBLIOGRAFÍA
El Perú prehispánico
Luis GUILLERMO LUMBRERAS
1. Los Recolectores de Alimentos
Los arqueólogos han descubierto que el hombre llegó al Pení hace por lo menos veinte mil
años. El que llegara antes o después es poco importante frente a la constatación del es tado de
desarrollo en el que se hizo presente. Venía del viejo mundo, antes de que se hubiera
descubierto la agricultura o el pastoreo y se limitaba a la apropiación de los recursos naturales
enteramente formados, sin participar en su producción. Poseía, pues, una economía de
subsistencia basada en la caza y la recolección, lo que, entre otros factores, condicionaba su
existencia a una organización social basada en grupos numéricamente reducidos -del tipo
conocido como banda- que habitaban todos los lugares protegidos que la naturaleza podía brin-
dar: cuevas, abrigos rocosos, ensenadas, etc. En aquellos lugares en donde no habían tales
`abrigos' organizaba campamentos protegidos artificialmente con pieles de animales, con
ramadas o, incluso, construyendo elementales recintos con barro o piedras. En la región de
Tarapacá, se ha encontrado campamentos de recolectores que casi son verdaderas aldeas.
Muchos de estos primitivos habitantes debieron recurrir a un sistema de vida transhumante,
semi-nomádico, cambiando periódicamente de campamentos de acuerdo con las variaciones
del clima; parece demostrado que algunos habitantes de las lomas que se forman en el invierno
en el desierto costero, subían durante el verano a las partes altas de la sierra o a los valles
interandinos, debido a que en el invierno los animales bajaban a las ricas y húmedas lomas del
desierto (que se forman gracias a la humedad de la niebla) y retornaban a la sierra o migraban
a los valles en el verano, época en la que las lomas se secan. Parece también que esta
trashumancia estacional operaba entre las partes altas y bajas de los valles serranos y en los
valles que se forman en la costa y puede finalmente pensarse que muchos de los grupos que
recolectaban o cazaban en las lomas y estos valles, recurrían a la pesca y la recolección de
mariscos como parte de su `ciclo' de lucha por la supervivencia. Pero es justo reconocer que
no todos los cazadores-recolectores tuvieron un tipo de vida trashumante; existen bastantes
razones y evidencias para suponer que muchos tenían una vida más bien estable, sedentaria; es
el caso de los cazadores de la estepa altoandina -llamada puna- quienes no sólo encontraron
allí abrigos naturales aptos y abundantes, sino también una permanente y rica fuente de subsis-
tencia basada en los camélidos altoandinos (vicuña y guanaco) además de venado como la
Taruca (Hippocamelus sp.), aves, roedores, tubérculos y algunos frutos.
Los arqueólogos han encontrado una impresionante cantidad de restos de la vida de estos
hombres, de forma tal que es posible reconstruir cada vez mejor su vida y costumbres. Los
cambios en la subsistencia, generalmente debidos a alteraciones en el clima y a descubrimientos
de nuevos recursos tecnológicos, se aprecian físicamente en cambios en el tipo de instrumentos
que ellos poseían, desde una etapa en que tales instrumentos eran `indiferenciados' y aplicables
a múltiples funciones, pasando por diferentes fases que nos hablan también de cambios de
población, migraciones y otros eventos propios de la época, hasta etapas de especialización que
se expresan en elaborados instrumentos de piedra con puntas de proyectil, raspadores, cuchillos
y otros productos de mayor especificidad. A base de ellos se ha establecido ya una secuencia
que abarca desde los casi hipotéticos veinte mil años hasta el quinto o sexto milenio antes de
nuestra era, época en que la experiencia humana en los andes peruanos permitió descubrir ,
progresivamente nuevos mecanismos de apropiación de los recursos mediante la domesticación
de plantas y animales y la tecnología de la pesca y la recolecta de mariscos.
Los efectos inmediatos fueron relativamente sobrios, pero de gran trascendencia histórica;
en primer lugar una tendencia definida al establecimiento de núcleos permanentes de población
en todos los habitats, con una consecuente reorganización del modo de vida; un incremento
creciente de la población concentrada; una opción mayor a manejar con soltura los recursos de
vida, en la medida en que previamente la subsistencia dependía exclusivamente de la
naturaleza, sin intervención humana en la reproducción de las plantas y animales.
Los trascendentes logros sociales generados por el proceso de producción de alimentos
tienen su expresión física en la presencia de las estancias y aldeas cuya medida de ascenso está
en su proliferación y magnitud; pequeñas y aisladas primero, se hacen más grandes y
numerosas después.
Aparejados con este desarrollo, nuevos descubrimientos comienzan a tener gran éxito;
dos son principalísimos: la técnica de la construcción de viviendas y el tejido. La construcción
de viviendas es una forma fundamental de liberación social del medio ambiente; el hombre
deja su dependencia de los abrigos naturales para producirlos él mismo, decidiendo su re-
sidencia en cualquier lugar en donde el nuevo sistema productivo lo requiera, aun en las
llanuras o ,en los valles, cerca de los campos de cultivo o en las playas más ricas en mariscos.
El tejido no sólo provee de abrigo para el cuerpo contra el viento o el sol, contra el frío o la
humedad, pero es también un nuevo instrumento de producción, que los pescadores apro-
vechan apoteósicamente para la obtención de un mayor número de presas marinas; sirve para
hacer vestidos, pero también para hacer bolsas, ligar -con cordeles- arpones, o lanzar anzuelos,
amarrar los techos de las casas y reemplazar a las caras pieles de animales como cobertores.
Las más viejas construcciones, plenamente estructuradas, aparecen desde los 4000 a. C., sean
éstas chozas de material vegetal como las encontradas en Chilca -al sur de Lima- o en Nasca, o
construcciones de piedra y barro como las que unos años más tarde se encontraron en Ko tosh
(Huánuco). Los más viejos tejidos -primero simplemente cordeles y sogas y más tarde lienzos-
proceden de la sierra (Callejón de Huaylas), desde 6000-8000 a. C., y de varios sitios de la
costa. Hacia 4000 a. C., se generalizó el uso y la producción textil, con técnicas rudimentarias
manuales pero de gran éxito.
Desde entonces, y estamos hablando de lo que ocurría después del cuarto milenio antes
de nuestra era, no se detuvieron los cambios y poco a poco se fue configurando con más
claridad una sociedad compleja basada en la vida aldeana, con una economía cada vez más
organizada a partir de la producción agropecuaria.
Una nota aparte merece el desarrollo de las aldeas de pescadores que tienen auge en ese mismo
momento. Varios investigadores han sugerido que tales poblaciones pudieron ser el fundamento
social de los logros civilizatorios posteriores, concediendo así un carácter "su¡ generis" al
proceso peruano que dio origen a la civilización. Es cierto que la pesca y la recolecta de
mariscos permitió la formación de grandes núcleos de población, gracias a la riqueza marinera
de la costa peruana; pero es cierto también que el desarrollo de tales núcleos aldeanos no sólo
fue contemporáneo con el descubrimiento de la agricultura, sino que en la casi totalidad de los
casos registrados estos pescadores estuvieron apoyados con productos de los valles de origen
agrícola, de modo que o ellos mismos fueron `agricultores incipientes' u obtuvieron tales
productos por intercambio con los habitantes de los valles; finalmente, a menos que asumamos
que los valles en esta época estaban deshabitados en la costa, es necesario tener en cuenta que
los pescadores del litoral, en tiempos posteriores, siempre estuvieron ligados, por lazos de
dependencia o intercambio, con los habitantes agricultores vallunos.
El Perú del año 2000 a. C. es un territorio increíblemente distinto del que conocieron los
primeros habitantes del país, quince o veinte mil años atrás; pero igualmente distinto del que
era sólo 2 milenios atrás, cuando comenzaban a cambiar las cosas gracias al paso de la
recolección a la producción de alimentos.
En este tiempo la agricultura había avanzado mucho, incorporando nuevos productos, tales
como el maíz y otros de origen tropical y sub-tropical, sumándose así a la dieta ini cialmente
restringida a calabazas, frijoles, pallares y frutales.
El tamaño de las aldeas no solamente era significativamente mayor, sino
ya varias de ellas iban conformando núcleos de concentración de
edificios especializados en funciones ajenas a la vivienda, tales como
plataformas, recintos "sagrados", etc. Se comienzan a constituir
incipientes "centros ceremoniales", en donde lo fundamental de los
recintos o edificios aglutinados no son vivienda sino lugares de servicio
colectivo o público. Esto es especialmente notable en la costa central, en
los alrededores de Lima, lo que ha inducido a algunos arqueólogos a
plantear, un posible centro nuclear básico de la civilización en esta zona;
pero en ver
mucho por trajinar en el p~ especialmente ' verdad, todavía hay
la selva en la sierra y peruana, donde todo parece indicar que se estaba dando un
fenómeno similar.
Aunque suene muy especulativo aún, es posible que una parte de este exitoso
desarrollo se deba al algodón, junto con los excedentes alimenticios evidentemente
importantes. El algodón aparece en el Perú entre el 3000-2500 a. C.; todavía no sabemos si
por domesticación independiente o por difusión de otra área; pero su procedencia es si bien
un tema interesante, muy poco importante al lado de su rol económico y social. La presencia
del algodón, su cultivo y su procesamiento, introducen en el Perú el principio de la
producción agrícola con fines industriales (en el sentido pre-capitalista del término), adqui -
riendo un carácter nuclear en el proceso de organización económica de los futuros centros
urbanos. El tejido se convertirá en el eje del proceso productivo y distributivo de la sociedad
urbana del Perú a lo largo de toda su historia y será uno de los mecanismos principales de
cohesión orgánica de los centros urbanos, donde no solamente se organizarán grandes al-
macenes para guardar los ovillos de hilos de lana y algodón o las telas de distintas calidades,
sino que también se formarán escuelas y talleres para tejedores especializados y los futuros
reyes tendrán siempre en su corte al responsable de las telas para sus inmensos ajuares.
Es en estas circunstancias, de apoteósico desarrollo, cuando hacia el año 2000 llegó al Perú la
cerámica, al parecer conjuntamente con un complejo de productos de origen tropical tales como
el camote (Hypomoca batatas), la yuca, el maíz y quizá también el perro. Se trata evidentemente
de un proceso de difusión muy complejo, en donde el rol de la región ecuatoriana y la selva alta
del Amazonas fue de seguro primordial. La llegada de la cerámica y la aparición de los nuevos
productos no significó, sin embargo, un cambio de gran magnitud; se insertaron en el proceso
previo jugando un papel evolutivo más bien que revolucionario. Esto último indujo muchas
veces a pensar que la cerámica pudo también haberse inventado inde pendientemente en el Perú,
pero a la luz de los descubrimientos que se conocen del alto Amazonas, Ecuador y Colombia,
así como el carácter homogéneo y muy avanzado de la más antigua cerámica peruana, es
absolutamente claro que asignándose al norte del Perú, llegó aquí directamente y1o vía el
oriente.
3. Del ayllu al Estado
El ayllu, que es la forma andina del Clan, apareció con la agricultura, pero más que como
un sub-producto de ella, como el mecanismo social indispensable para sustentar la forma de
trabajo y la forma de propiedad que nacieron al mismo tiempo en torno al nuevo medio de
producción: la tierra para cultivo o chacra.
El ayllu es una organización de la comunidad basada en vínculos de parentesco
consanguíneo. Pertenecen a él todos los parientes que tienen vínculos de sangre, regulados de
distinta manera en cada región y en cada momento histórico. La asociación no es por cierto
solamente familiar; ella se realiza en torno a una participación colectiva en el proceso de
producción agrícola y dentro de un marco territorial concreto -conocido como marka- que se
identifica como propiedad colectiva de los miembros del ayllu: No se trata del simple reconoci-
miento de la "territorialidad", existente desde tiempos muy lejanos, sino de la defensa del
trabajo colectivo invertido en la preparación, conservación y tratamiento de los campos de culti-
vo; el surgimiento de la propiedad colectiva no tiene pues el carácter de apropiación de los
recursos naturales, sino de la defensa del trabajo social invertido por los mismos trabajado res.
Esta es una sustantiva diferencia con el carácter y formas que tiene la propiedad privada sobre
los medios de producción que se basa en la explotación y no en la producción.
El ayllu debió quedar constituido en forma definitiva durante el segundo milenio de la era
pasada, desplazando plenamente a las bandas de cazadores y recolectores. No sabemos
aún si desde entonces comenzó a dividirse en mitades, en cambio es bastante claro que el
conjunto de ayllus fueron confor mando unidades mayores de carácter tribal y más tarde
vaderas naciones. erd
Por lo que sabemos hasta hoy, Chavín representó un pro_ ceso de intensa integración
entre los varios sistemas ecológicos de la costa, la sierra y la montaña, lo que repercutió en
cada región de modo ciertamente revolucionario
Todo indica que los centros urbanos, dominados por los templos y sus sacerdotes,
establecieron formalmente estados nacionales de diverso grado de extensión
vamente la tecnología de la guerra y poder. Pro parafernalia fue desplazando a la para-
fernalia religiosa en el trato y sustento del poder. Hacia el siglo III o IV de nuestra era
había estados en pugna, unos centros urbanos contra otros y en la base de todo eso los
campesinos como botín de conquista; no para entregar tributos o erogar impuestos: para
entregar su fuerza de trabajo y su vida a los intereses del grupo vencedor. No se trata de
guerras entre etnías distintas; muchas veces ellas se desarrollan dentro de un mismo grupo
étnico o entre grupos afines. En Nasca, por ejemplo, al principio dominaban los del norte -va-
lles de Chincha y Cañete- pero más tarde el poder fue conquistado por los del sur (valle de
Nasca); en el Titicaca el poder estuvo primero en la cuenca al norte, en Pucara, y más tarde
se trasladó al valle de Tiwanaku al sureste. La guerra adquirió un rol económico y social
de gran importancia.
5. El Imperio Wari
Así las cosas, el siglo VI de nuestra era presentaba un cuadro bélico generalizado, en
una suerte de pugna por la adq xisición de prestigio y poder por los centros urbanos. El de-
sarrollo tecnológico había elevado la producción a niveles jamás imaginados; los valles
estaban cruzados por complejas redes de irrigación; zonas antes desérticas asimiladas a la
agricultura mediante riego artificial; canales que unían unos valles con otros; una pesca
altamente productiva gracias a las redes de sección controlada, etc., etc. Se había pues
sometido al duro territorio peruano a una condición humana, a tal grado que en regiones de
gran aridez como Ayacucho, los Huarpa habían convertido cerros inermes apenas
humedecidos por la lluvia en verdaderos huertos colgantes, utilizando al máximo no ya el
agua de los ríos o los manantiales, sino la poca existente en los meses lluviosos de enero a
marzo, con mecanismos de captación, represamiento y distribución si bien muy ingeniosos y
útiles, onerosos, en términos de la necesidad de fuerza de trabajo a ser invertida.
En estas condiciones, precisamente en Ayacucho creció incontenible la ciudad de Wari.
Quienes la conducían habían absorbido fuertes elementos de la tecnología nasquense y
ha bían aprendido a obedecer a dioses cuyo origen estaba en Tiwanaku. En pocos años, entre el
siglo IV y V formularon un esquema económico y político propio que se basó obviamente en la
explotación de las materias primas regionales (especialmente para la industria textil y la
alfarería) y en la existencia de un importante cordón agrícola de gran potencia productiva en
los valles de Huanta, San Miguel y el Pampas. Poderosos señores de Wari, con una religión
prestigiosa y un ejército organizado, comenzaron a conquistar a los pueblos vecinos y luego a
otros, hasta conformar un gran estado imperial que sometió a los habitantes del Perú desde
Lambayeque y Cajamarca por el norte hasta Arequipa y Cusco por el sur. Los Wari rompieron
con cuanto obstáculo se opusiera a su demanda de poder, imprimiendo una imagen uniforme a
los rasgos previamente regionalizados. Los dioses de Wari, de antiguo origen Tiwanakense,
ocuparon los altares de todo el Perú y su imagen figurada en los tejidos más finos y la vajilla
más delicada desplazó o desfiguró a los dioses locales o regionales que les cedieron su lugar. El
parecido con Tiwanaku hizo pensar a algunos arqueólogos que todo esto era un fenómeno de
expansión altiplánica, pero ahora se sabe que Wari y Tiwanaku, además contemporáneos,
constituían dos estados de ámbito y métodos expansivos diferentes, con un límite territorial
muy preciso que casi no se atrevían a alterar. La frontera cruzaba por Sicuani al sur del Cusco y
el valle de Sihuas al norte de Arequipa.
Wari no es un estado que cumpla una función de desarrollo agrícola notable, aun cuando
en todas partes con su llegada se advierte un incremento de canales de riego y • obras
hidráulicas; Wari es un estado cuya función es la de completar la tarea del pleno desarrollo
urbano, con su máximo logro económico y social: la ciudad. Por eso, el énfasis mayor está en
la producción de materias primas para la artesanía: la ganadería de camélidos, para el tejido y
la industria del cuero, y la minería para la producción de objetos de metal y la obtención de la
sodalita (turquesa) y otras piedras semipreciosas para la confección de amuletos litúrgicos,
adornos, etc.
La declinación y caída del estado imperial Wari fue producto de sus propias
contradicciones. Wari, en su conquista, no se limitó a la obtención de los beneficios de la
fuerza de trabajo, sino que al mismo tiempo estimuló el desarrollo urbano local de sus
"colonias", algunas de ellas, como Pachacamac al sur de Lima, tan poderosas como la propia
capital del imperio en Ayacucho. Paehacamac en algún momento se convirtió en una
potencia de gran importancia en la costa, si no con connotaciones políticas, al menos
religiosas, como ocurrió también en la época inkaica.
Para todo esto fue indispensable establecer una red urbana muy poderosa y, claro,
conectada mediante los caminos
indicados; cerca de
Quito se pudo establecer un centro administrativo, en Cuenca la ciuda de Tomebamba,
luego la de ya marca, más al sur la de Caja nín, la de Vilcashuamán enuAyacucho, ólo
para mencionar Ju_ más grandes y poderosas, agregando quizá la de Inlas Cochabamba.
Rodeaban Inkallaqta en tancias a cada pueblo. Algunos a cada ciudad, y aldeas y esde , ta
ciashacamac cerca de gunos centros ceremoniales como el
grande, sólo comparable a lose templos deluCus o. En lcia muy cada valle tenía grandes
centros urbanos, aun todo osta, uo toindica que pervivieron varias de las grandes
ciudades
El imperio del Preinkaicas. XV, después Tawantisuyo se inició en el siglo XIV o de
Pachakuti. Durante su existencia hubo obvia mente grandes cambios en el Perú; uno de ellos,
quizá el más importante, fue la aparición de la propiedad sobre la tierra como una forma de
apropiación tan o más importante que aquella que existía sobre la fuerza de trabajo. Los inkas
del Cusco se distribuyeron el rico valle de Urubamba y también se apropiaron de tierras en
Cochabamba. Estaba en gestación una nueva era, cuando en el siglo XVI llegaron los
españoles. Acababa de dejar de existir el gran emperador Wayna Qapaq Inka y la sucesión
estaba en pugna entre sus hijos Waskar y Atawallpa.