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NUEVA HISTORIA GENERAL DEL:

PERU
un compendio
CARLOS ARANÍBAR
HERACLIO BONILLA
MANUEL BURGA
JULIO CÓTLER
WALDEMAR ESPINOZA SORIANO
ALBERTO FLORES GALINDO
JOSÉ IGNACIO LÓPEZ SORIA
SINESIO LÓPEZ
LUIS GUILLERMO LUMBRERAS
ERNESTO YEPES

En 1968 Pablo Macera escribió -sin excluirse del juicio que emitía- que el historiador
peruano era "un hombre a la defensiva, no muy seguro de la validez científica y social de su
oficio". Sin embargo, y sobre todo en los últimos años, la historia en el Perú ha dado algunos
largos pasos. No sólo ha logrado superar la perspectiva metodológica y políticamente
conservadora en la cual se mantenía la mayor parte de su producción, sino que se ha
convertido en una suerte de `disciplina piloto' dentro de las ciencias sociales, en una disciplina
que renueva y profundiza nuestro conocimiento del pasado y lo proyecta fecundamente sobre la
actualidad.
Los factores determinantes de este cambio han sido, entre otros, el descontento con la
visión establecida por la historia tradicional, proclive a soslayar a los verdaderos
protagonistas y a tergiversar los verdaderos móviles del proceso histórico; una mayor lucidez
en la apreciación de lo que el cabal conocimiento del pasado significa en la forja de la
conciencia nacional; el aporte de nuevos métodos y perspectivas de trabajo, y un es-
trechamiento de lazos entre la historiografía y las demás ciencias que estudian la sociedad.
Hoy no son pocos los períodos de la vida peruana que vienen siendo reexaminados con
instrumentos de análisis y procedimientos científicos que ignoró la historia anterior, períodos
para los que se ha rescatado el papel cumplido por los movimien tos sociales y las luchas
populares. Estos avances se encuentran dispersos y no han alcanzado aún su articulación.
Para el gran trabajo de síntesis habrá todavía que esperar. Sin ignorarlo, la presente Nueva
historia general del Perú intenta ofrecer, en base a aportes renovadores, una visión global
coherente y de fácil lectura de la urdimbre de sucesos que conforma nuestro pasado y ayuda a
explicar nuestro presente.
Por mucho tiempo se ha reclamado un libro breve que contenga la historia del Perú sin
ser un inconducente catálogo de gobernantes y obras públicas, de batallas y fechas y actos
heroicos. Este compendio es un primer ensayo de respuesta a ese reclamo. Los diez trabajos
reunidos aquí han sido prepararlos para esta edición por especialistas e investigadores de las
etapas que cubren. Libres de toda traba erudita, estos textos están destinados al amplio
público del que inevitablemente se alejan las obras que requieren lectores con formación e
información en las disciplinas histórico-sociales. Ha sido el deseo de los autores -y es el
nuestro- ofrecer una aproximación a lo fundamental del pasado peruano, ajustada a la
realidad, inquisitiva, útil tanto para estudiosos y estudiantes como para el lector en general.

MOSCA AZUL EDITORES


CONTENIDO
EL PERÚ PREHISPÁNICO
Luis Guillermo Lumbreras

EL PRINCIPIO DE LA DOMINACIÓN (1531-1580)


Carlos Araníbar

LA SOCIEDAD COLONIAL (1580-1780)


Manuel Burga

LA ÉPOCA DEL ROMPIMIENTO (1780-1824)


José Ignacio López Soria

EL MILITARISMO Y LA DOMINACIÓN BRITÁNICA (1825-1845)


Alberto Flores Galindo

GUANO Y CRISIS EN EL PERÚ DEL XLX


Heraclio Bonilla

EL DESARROLLO PERUANO EN LAS PRIMERAS DÉCADAS DEL SIGLO XX


Ernesto Yepes del Castillo

LA CRISIS POLÍTICA (1930-1968)


Julio Cotler

LA SOCIEDAD ANDINA
LA SOCIEDAD COLONIAL Y REPUBLICANA (SIGLOS XVI A XIX
Waldemar Espinoza Soriano

DE IMPERIO A NACIONALIDADES OPRIMIDAS


Sinesio López

CRONOLOGÍA
BIBLIOGRAFÍA

El Perú prehispánico
Luis GUILLERMO LUMBRERAS
1. Los Recolectores de Alimentos
Los arqueólogos han descubierto que el hombre llegó al Pení hace por lo menos veinte mil
años. El que llegara antes o después es poco importante frente a la constatación del es tado de
desarrollo en el que se hizo presente. Venía del viejo mundo, antes de que se hubiera
descubierto la agricultura o el pastoreo y se limitaba a la apropiación de los recursos naturales
enteramente formados, sin participar en su producción. Poseía, pues, una economía de
subsistencia basada en la caza y la recolección, lo que, entre otros factores, condicionaba su
existencia a una organización social basada en grupos numéricamente reducidos -del tipo
conocido como banda- que habitaban todos los lugares protegidos que la naturaleza podía brin-
dar: cuevas, abrigos rocosos, ensenadas, etc. En aquellos lugares en donde no habían tales
`abrigos' organizaba campamentos protegidos artificialmente con pieles de animales, con
ramadas o, incluso, construyendo elementales recintos con barro o piedras. En la región de
Tarapacá, se ha encontrado campamentos de recolectores que casi son verdaderas aldeas.
Muchos de estos primitivos habitantes debieron recurrir a un sistema de vida transhumante,
semi-nomádico, cambiando periódicamente de campamentos de acuerdo con las variaciones
del clima; parece demostrado que algunos habitantes de las lomas que se forman en el invierno
en el desierto costero, subían durante el verano a las partes altas de la sierra o a los valles
interandinos, debido a que en el invierno los animales bajaban a las ricas y húmedas lomas del
desierto (que se forman gracias a la humedad de la niebla) y retornaban a la sierra o migraban
a los valles en el verano, época en la que las lomas se secan. Parece también que esta
trashumancia estacional operaba entre las partes altas y bajas de los valles serranos y en los
valles que se forman en la costa y puede finalmente pensarse que muchos de los grupos que
recolectaban o cazaban en las lomas y estos valles, recurrían a la pesca y la recolección de
mariscos como parte de su `ciclo' de lucha por la supervivencia. Pero es justo reconocer que
no todos los cazadores-recolectores tuvieron un tipo de vida trashumante; existen bastantes
razones y evidencias para suponer que muchos tenían una vida más bien estable, sedentaria; es
el caso de los cazadores de la estepa altoandina -llamada puna- quienes no sólo encontraron
allí abrigos naturales aptos y abundantes, sino también una permanente y rica fuente de subsis-
tencia basada en los camélidos altoandinos (vicuña y guanaco) además de venado como la
Taruca (Hippocamelus sp.), aves, roedores, tubérculos y algunos frutos.
Los arqueólogos han encontrado una impresionante cantidad de restos de la vida de estos
hombres, de forma tal que es posible reconstruir cada vez mejor su vida y costumbres. Los
cambios en la subsistencia, generalmente debidos a alteraciones en el clima y a descubrimientos
de nuevos recursos tecnológicos, se aprecian físicamente en cambios en el tipo de instrumentos
que ellos poseían, desde una etapa en que tales instrumentos eran `indiferenciados' y aplicables
a múltiples funciones, pasando por diferentes fases que nos hablan también de cambios de
población, migraciones y otros eventos propios de la época, hasta etapas de especialización que
se expresan en elaborados instrumentos de piedra con puntas de proyectil, raspadores, cuchillos
y otros productos de mayor especificidad. A base de ellos se ha establecido ya una secuencia
que abarca desde los casi hipotéticos veinte mil años hasta el quinto o sexto milenio antes de
nuestra era, época en que la experiencia humana en los andes peruanos permitió descubrir ,
progresivamente nuevos mecanismos de apropiación de los recursos mediante la domesticación
de plantas y animales y la tecnología de la pesca y la recolecta de mariscos.

2. De la economía recolectora a la producción de alimentos Todavía no están bien descritos


los diversos pasos que permitieron el tránsito de la economía recolectora a la economía
basada en la producción de alimentos; lo cierto es que entre el 6000 y 4000 a. C., los
habitantes de los valles adoptaron la agricultura -aún en forma incipiente- tanto en la costa
como en la sierra; los habitantes de las estepas altoandinas adoptaron la cría de los
camélidos (llama y alpaca) y los habitantes de la costa adoptaron la vida mixta de
pescadores-marisqueadores y agricultores. El hecho de que se haya dado todo esto en una
misma época no es, obviamente, circunstancial, pero aunque en parte es explicable por el
alto grado de desarrollo alcanzado en los últimos milenios previos y las favorables
condiciones del medio andino para el rápido intercambio de experiencias, la explicación
causal del proceso deberá aún buscarse por los arqueólogos; todo lo que por ahora se puede
hacer es elaborar algunas hipótesis o especular.

Los efectos inmediatos fueron relativamente sobrios, pero de gran trascendencia histórica;
en primer lugar una tendencia definida al establecimiento de núcleos permanentes de población
en todos los habitats, con una consecuente reorganización del modo de vida; un incremento
creciente de la población concentrada; una opción mayor a manejar con soltura los recursos de
vida, en la medida en que previamente la subsistencia dependía exclusivamente de la
naturaleza, sin intervención humana en la reproducción de las plantas y animales.
Los trascendentes logros sociales generados por el proceso de producción de alimentos
tienen su expresión física en la presencia de las estancias y aldeas cuya medida de ascenso está
en su proliferación y magnitud; pequeñas y aisladas primero, se hacen más grandes y
numerosas después.

Aparejados con este desarrollo, nuevos descubrimientos comienzan a tener gran éxito;
dos son principalísimos: la técnica de la construcción de viviendas y el tejido. La construcción
de viviendas es una forma fundamental de liberación social del medio ambiente; el hombre
deja su dependencia de los abrigos naturales para producirlos él mismo, decidiendo su re-
sidencia en cualquier lugar en donde el nuevo sistema productivo lo requiera, aun en las
llanuras o ,en los valles, cerca de los campos de cultivo o en las playas más ricas en mariscos.
El tejido no sólo provee de abrigo para el cuerpo contra el viento o el sol, contra el frío o la
humedad, pero es también un nuevo instrumento de producción, que los pescadores apro-
vechan apoteósicamente para la obtención de un mayor número de presas marinas; sirve para
hacer vestidos, pero también para hacer bolsas, ligar -con cordeles- arpones, o lanzar anzuelos,
amarrar los techos de las casas y reemplazar a las caras pieles de animales como cobertores.
Las más viejas construcciones, plenamente estructuradas, aparecen desde los 4000 a. C., sean
éstas chozas de material vegetal como las encontradas en Chilca -al sur de Lima- o en Nasca, o
construcciones de piedra y barro como las que unos años más tarde se encontraron en Ko tosh
(Huánuco). Los más viejos tejidos -primero simplemente cordeles y sogas y más tarde lienzos-
proceden de la sierra (Callejón de Huaylas), desde 6000-8000 a. C., y de varios sitios de la
costa. Hacia 4000 a. C., se generalizó el uso y la producción textil, con técnicas rudimentarias
manuales pero de gran éxito.
Desde entonces, y estamos hablando de lo que ocurría después del cuarto milenio antes
de nuestra era, no se detuvieron los cambios y poco a poco se fue configurando con más
claridad una sociedad compleja basada en la vida aldeana, con una economía cada vez más
organizada a partir de la producción agropecuaria.
Una nota aparte merece el desarrollo de las aldeas de pescadores que tienen auge en ese mismo
momento. Varios investigadores han sugerido que tales poblaciones pudieron ser el fundamento
social de los logros civilizatorios posteriores, concediendo así un carácter "su¡ generis" al
proceso peruano que dio origen a la civilización. Es cierto que la pesca y la recolecta de
mariscos permitió la formación de grandes núcleos de población, gracias a la riqueza marinera
de la costa peruana; pero es cierto también que el desarrollo de tales núcleos aldeanos no sólo
fue contemporáneo con el descubrimiento de la agricultura, sino que en la casi totalidad de los
casos registrados estos pescadores estuvieron apoyados con productos de los valles de origen
agrícola, de modo que o ellos mismos fueron `agricultores incipientes' u obtuvieron tales
productos por intercambio con los habitantes de los valles; finalmente, a menos que asumamos
que los valles en esta época estaban deshabitados en la costa, es necesario tener en cuenta que
los pescadores del litoral, en tiempos posteriores, siempre estuvieron ligados, por lazos de
dependencia o intercambio, con los habitantes agricultores vallunos.
El Perú del año 2000 a. C. es un territorio increíblemente distinto del que conocieron los
primeros habitantes del país, quince o veinte mil años atrás; pero igualmente distinto del que
era sólo 2 milenios atrás, cuando comenzaban a cambiar las cosas gracias al paso de la
recolección a la producción de alimentos.
En este tiempo la agricultura había avanzado mucho, incorporando nuevos productos, tales
como el maíz y otros de origen tropical y sub-tropical, sumándose así a la dieta ini cialmente
restringida a calabazas, frijoles, pallares y frutales.
El tamaño de las aldeas no solamente era significativamente mayor, sino
ya varias de ellas iban conformando núcleos de concentración de
edificios especializados en funciones ajenas a la vivienda, tales como
plataformas, recintos "sagrados", etc. Se comienzan a constituir
incipientes "centros ceremoniales", en donde lo fundamental de los
recintos o edificios aglutinados no son vivienda sino lugares de servicio
colectivo o público. Esto es especialmente notable en la costa central, en
los alrededores de Lima, lo que ha inducido a algunos arqueólogos a
plantear, un posible centro nuclear básico de la civilización en esta zona;
pero en ver
mucho por trajinar en el p~ especialmente ' verdad, todavía hay
la selva en la sierra y peruana, donde todo parece indicar que se estaba dando un
fenómeno similar.
Aunque suene muy especulativo aún, es posible que una parte de este exitoso
desarrollo se deba al algodón, junto con los excedentes alimenticios evidentemente
importantes. El algodón aparece en el Perú entre el 3000-2500 a. C.; todavía no sabemos si
por domesticación independiente o por difusión de otra área; pero su procedencia es si bien
un tema interesante, muy poco importante al lado de su rol económico y social. La presencia
del algodón, su cultivo y su procesamiento, introducen en el Perú el principio de la
producción agrícola con fines industriales (en el sentido pre-capitalista del término), adqui -
riendo un carácter nuclear en el proceso de organización económica de los futuros centros
urbanos. El tejido se convertirá en el eje del proceso productivo y distributivo de la sociedad
urbana del Perú a lo largo de toda su historia y será uno de los mecanismos principales de
cohesión orgánica de los centros urbanos, donde no solamente se organizarán grandes al-
macenes para guardar los ovillos de hilos de lana y algodón o las telas de distintas calidades,
sino que también se formarán escuelas y talleres para tejedores especializados y los futuros
reyes tendrán siempre en su corte al responsable de las telas para sus inmensos ajuares.
Es en estas circunstancias, de apoteósico desarrollo, cuando hacia el año 2000 llegó al Perú la
cerámica, al parecer conjuntamente con un complejo de productos de origen tropical tales como
el camote (Hypomoca batatas), la yuca, el maíz y quizá también el perro. Se trata evidentemente
de un proceso de difusión muy complejo, en donde el rol de la región ecuatoriana y la selva alta
del Amazonas fue de seguro primordial. La llegada de la cerámica y la aparición de los nuevos
productos no significó, sin embargo, un cambio de gran magnitud; se insertaron en el proceso
previo jugando un papel evolutivo más bien que revolucionario. Esto último indujo muchas
veces a pensar que la cerámica pudo también haberse inventado inde pendientemente en el Perú,
pero a la luz de los descubrimientos que se conocen del alto Amazonas, Ecuador y Colombia,
así como el carácter homogéneo y muy avanzado de la más antigua cerámica peruana, es
absolutamente claro que asignándose al norte del Perú, llegó aquí directamente y1o vía el
oriente.
3. Del ayllu al Estado
El ayllu, que es la forma andina del Clan, apareció con la agricultura, pero más que como
un sub-producto de ella, como el mecanismo social indispensable para sustentar la forma de
trabajo y la forma de propiedad que nacieron al mismo tiempo en torno al nuevo medio de
producción: la tierra para cultivo o chacra.
El ayllu es una organización de la comunidad basada en vínculos de parentesco
consanguíneo. Pertenecen a él todos los parientes que tienen vínculos de sangre, regulados de
distinta manera en cada región y en cada momento histórico. La asociación no es por cierto
solamente familiar; ella se realiza en torno a una participación colectiva en el proceso de
producción agrícola y dentro de un marco territorial concreto -conocido como marka- que se
identifica como propiedad colectiva de los miembros del ayllu: No se trata del simple reconoci-
miento de la "territorialidad", existente desde tiempos muy lejanos, sino de la defensa del
trabajo colectivo invertido en la preparación, conservación y tratamiento de los campos de culti-
vo; el surgimiento de la propiedad colectiva no tiene pues el carácter de apropiación de los
recursos naturales, sino de la defensa del trabajo social invertido por los mismos trabajado res.
Esta es una sustantiva diferencia con el carácter y formas que tiene la propiedad privada sobre
los medios de producción que se basa en la explotación y no en la producción.
El ayllu debió quedar constituido en forma definitiva durante el segundo milenio de la era
pasada, desplazando plenamente a las bandas de cazadores y recolectores. No sabemos
aún si desde entonces comenzó a dividirse en mitades, en cambio es bastante claro que el
conjunto de ayllus fueron confor mando unidades mayores de carácter tribal y más tarde
vaderas naciones. erd

El núcleo de vida del ayllu es la aldea y su área de cultivo. Esto en el Perú no


representa necesariamente un territorio continuo y en cambio permite una gran movilidad y
tenles contactos entre poblaciones vecinas. Geográficamente, el Perú ofrece distintos
habitats en espacios relativamente reducidos, lo que permite que determinados ayllus que
radican en ambientes de quebradas cálidas interandinas puedan gozar de los beneficios de la
producción altiplánica con sólo desplazar una parte de su población a una vecina zona con
tales características ambientales a fin de ampliar su producción con gado no se dan
favorablemente en las partes bajas Asopues,s tunay
llu puede mantener `colonias' de distinto tamaño en más de un territorio de su zona propia
de vida. Más adelante, este modelo de explotación macroadaptativa de los recursos
naturales será hábilmente regulada por algunos estados, con gran éxito económico.

La comunidad agrícola plenamente constituida desarrolló en el Perú técnicas


productivas muy avanzadas, entre las cuales la irrigación alcanzó niveles ro
un rápido ascenso de la producción Permitió que
excedentes que posibilitaron la manutención en númeerorac dr eciente, de una parte de la
población dedicada a actividades diferentes a las específicamente agrícolas. Esto se
advierte claramente hacia 1500-1200 a. C., cuando emerge, la civilización Chavín luego de
un período de tres o cuatro siglos de acelera_ do proceso de desarrollo previo, conocido en
la jerga arqueológica como período cerámico inicial o también Formativo inferior.

Por lo que sabemos hasta hoy, Chavín representó un pro_ ceso de intensa integración
entre los varios sistemas ecológicos de la costa, la sierra y la montaña, lo que repercutió en
cada región de modo ciertamente revolucionario

intercambio de experiencias agrícolas ' no sólo por el sos agropecuarios de y la


adaptación de recurdiverso origen en todas partes, sino también porque existen
indicaciones de un explosivo crecimiento— y enriquecimiento poblacional, de un
ascenso notable de las técnicas artesanales y productivas en general, todo lo cual es un
índice de gran desarrollo de las fuerzas productivas en su conjunto, que se produce
paralelamente a cambios en la organización social debido a la aparición de centros
ceremoniales que al concentrar transitoria o permanentemente a un sector `no agrícola'
de la población, permiten anunciar el inicio del proceso de urbanización que finalmente
dio origen a la civilización en los Andes.
Con el nombre de Chavín se conoce, en el antiguo Perú, no solamente al sitio de
ese nombre en Ancash, sino a una suerte de ola cultural que se extendió por casi todo el
territorio peruano. Con ese nombre se designa generalmente a un estilo artístico muy
peculiar que al margen de sus connotaciones estéticas revela la existencia de un aparato
religioso muy complejo y poderoso, cuya función estuvo evidentemente ligada al
montaje de un gran aparato represivo que seguramente servía para sustentar el dominio
y la existencia del grupo de personas residentes en los centros ceremoniales. Las
imágenes que aparecen en los grabados del estilo Chavín son draconianas, feroces, con
atributos terribles: los colmillos exageradamente prominentes del felino o la serpiente,
las garras también exageradas del halcón, las fauces siempre hambrientas de un
monstruo cuyos cabellos son serpientes, etc., etc. Todo esto, acompañado de
imponentes edificios, celosos guardianes y un evidente aparato de `dominio' sobre las
fuerzas- naturales (mediante la astronomía, la hidráulica o la magia), debe quizá
entenderse como el punto de partida de una superestructura política mayor: el estado.
Todavía es muy temprano para hablar aquí del estado y su sustento básico: las clases
sociales. Quizá más adelante la investigación permita reconocer los elementos vestigíales
de su existencia con más nitidez; es evidente, sin embargo, que ésta es la época y éste
el marco dentro del cual la sociedad puramente agraria y aldeana dejó de ser tal para
transformarse en una sociedad urbana, con una base productiva regulada por el sub-
producto urbano (tal como el tejido o el servicio especializado) y la explotación de los
productores del campo, que entonces se convierten en campesinos,
tuirse en la clase social explotada. pasando a constiEste es un tema importante de
análisis, pues de su comprensión depende la comprensión de todo el proceso posterior.
Es necesario entender que desde este tiempo -quizá mil años antes de nuestra era- se
más avanzad inició el fenómeno clasista que luego, o ya, fue conocido en el siglo XVI
por 1 os europeos. Se trata de p la existencia de un sector no agrícola en la pobla
ción, cuyo tamaño puede ser menor, pero cuyo poder es lo suficientemente grande como
para dictaminar el cursa y
de los productores del campo. Ese sector, r destino del Perú prehispánico, , en la
historia tardía era
Los curacas reconocido como el de los curacas. cuya diferencia eran jefes étnicos de
distinta jerarquía y poder, su acceso a la básica con el resto de la población residía en

fuerza de trabajo, mediante la cual se medía su riqueza. Los curacas de


más alta jerarquía pasaban del nivel tribal al nivel nacional, siendo señores de verdaderos
estados nacionales y los de mayor poder llegaban a constitu
multinacionales, con rango de reyes o emperadores . En el fondo toda esta jerarquía
revela existencia de una casta cuyo misterioso origen divino "se pierde en los siglos"
ahora sólo se reconoce y
que gicos. vestigialmente por los métodos a queoló

En la megalomanía de los templos chavinenses esparcidos por todo el perú, desde


Cajamarca y Lambayeque hasta Ayacucho e lea, y detrás de los fantasmas
o el barro se esconde se grabados en las piedras curaca, "señor étnico puramente el
misterioso tránsito del do efe local" al curaca-rey, del curaca designa
] por su sabiduría o dotes dirigentes en la tribu, rata, investido en gobernante r al
cu
-herencia "divina El poder del estado
andino
ta en la capacidad de y su clase dirigente se sustenP movilizar una cantidad dada de fuerza de
trabajo para desarrollar la producción. Un señor es más poderoso que otro según esta medida;
consecuentemente, la lucha por el poder no es una lucha por la posesión de tierras sino por la
captación de mano de obra. Siendo la fuerza de trabajo el principal medio de producción, dado
el bajo nivel del desarrollo tecnológico, la apropiación de la riqueza se basa en su sometimiento.
Se organiza el estado, con su aparato represivo inherente a él, logrando por la fuerza tal acceso a
"la riqueza". Hay varias formas de ejercer la represión; en esta etapa inicial parece ser que la
fuente más importante de ella debió estar en los dioses fantasmagóricos y sus leyes, pues
todavía no conocemos vestigios del ejército que sólo más tarde se constituirá en el sustento
principal del poder. Por eso algunos estudiosos piensan que es posible hablar de una primera
etapa del estado: la teocracia, que es el gobierno ejercido por tina casta sacerdotal que liga
directamente su poder al de los dioses que ella misma crea y organiza.

4. Los Estados Teocráticos


En este estadio del desarrollo histórico, la contradicción principal a resolver se
encuentra al interior de las fuerzas productivas, entre el bajo nivel de la capacidad
productiva y las condiciones de todo tipo que impone el medio ambiente andino. Con el
descubrimiento de la tecnología hidráulica para la racionalización en el uso del agua, con
el desarrollo progresivamente especializado del registro y programación de los ciclos
económicos derivados del clima, mediante la astronomía y, con la ascendente capacidad
de regular y adaptar cultígenos de distinta procedencia a cualquier habitat, la sociedad
peruana estaba preparada -después de Chavín- a afrontar esta contradicción con grandes
ventajas. Por eso, la declinación o descomposición de Chavín o del estadio conocido
como Formativo en su conjunto, no viene a ser otra cosa que la confrontación
dialéctica entre este nivel del desarrollo tecnológico y poblacional y las particulares
condiciones de cada región del país. El resultado fue una `regionalización' de las
culturas, que adquirieron una suerte de identidad regional o local como conse-
cuencia de su pleno dominio sobre cada región en particular y la correspondiente
máxima utilización de los recursos propios de cada una de ellas. Donde los recursos
constructivos dominantes eran el barro o la piedra, los edificios se hacían de bala rro
o cerámica Piedra, donde había pigmentos minerales polícromos,
era polícroma; donde había lana, las telas se hacían de lana y donde
algodón de algodón. arqueólogos registran como un Período de desarrollos Esto es or
egiona
les' o de diversificación de la cultura.

Pero en realidad la diversificación Post-Chavín, la tal regionalización es sólo la


expresión externa de un proceso uniforme que se estaba dando en toda el área, en
forma común y única al interior de todos estos pueblos separados sólo en apariencia
por el color de su cerámica, su estilo iconográfico o la forma y materiales de sus
construcciones.
todo esto, la unidad del proceso estaba dada no sólo Al fondo
por finten sos intercambios entre
región y región -que nunca se perdieron en el Perú- sino por el cumplimiento de metas
en la lucha por el dominio del medio. munes el desarrollo de la metalurgia,
Es,general por ejemplo en el conocimiento de las posibilidades transformativasadenla
acción humana, sino la utilización de un recurso que muy pronto se convirtió en factor
de poder: casi se puede decir que el cobre es uno de los responsables en el proceso de
organización de ejércitos de conquista, gracias al poder mortal de la jabalina con
aguzada punta de metal o al poder de jerarquía similar que tienen las masas de cobre
simple o en aleación. Muy pronto, en la costa norte, eso permitió que quienes podían
disponer de tales armas fueron más nes aún mantenían un instrumental bélico de
poderosos ogma
dera. Los mochicas, desde Piura hasta Nepeña, se sentían tan orgullosos de aquello
que junto con sus símbolos religiosos enterraban -con los muertos importantes- las
armas de metal que eran ya casi tan importantes como sus dioses para ejer cer el
poder.
La descomposición de Chavín se inició hacia el siglo V antes de nuestra era, y las culturas
regionales, luego de un tránsito conocido como período experimental o Formativo
Superior, ingresaron a su plena vigencia entre los siglos III a. C. y I de nuestra era. Los
logros regionales más conocidos son los de los valles de la costa norte (Moche o Mochica),
de la costa central (cultura Lima) y de la costa sur (Nasca) y los de los valles interandinos
de Cajamarca, Callejón de Huaylas (fase Recuay), Ayacucho (fase Huarpa) y el altiplano del
Titicaca (fase Tiwanaku). Hay muchos otros más, muchísimas variedades locales y
pequeños logros intrarregionales.
Es general también, y esto es más importante, un proceso creciente de organización
urbana. Desde los centros ceremoniales con muy poca concentración poblacional, se
avanza hacia una formación compleja de los poblados. Si bien la vida de la mayor parte de la
gente sigue siendo aldeana y rural, los grupos de poder curacal-sacerdotal tienden a integrar los
núcleos de servicio público (centros ceremoniales) con centros residenciales mayores,
formando lo que más adelante serán las ciudades. El centro urbano andino, la ciudad
antigua peruana, no viene a ser otra cosa que una zona de residencia de los señores y sus
asociados permanentes o temporales, todos ligados a la tarea productiva estatal de
carácter urbano: los jerarcas, los sacerdotes, su familia, sus servidores, los productores
de los artefactos destinados al culto, el trueque o el prestigio, etc. Por eso en los grandes
centros urbanos de este tiempo hay un dominio de los templos y los reointos destinados a la
vivienda de los señores y una periferia de casas destinadas a los asociados.
Pero en el centro urbano hay algo más que templos y casas; está en él el factor
fundamental de su existencia y sustento: el almacén de las reservas de alimentos y
manufacturas. La riqueza del centro urbano está en los depósitos; constituyen estos su
sistema de seguridad para fines de consumo y distribución; constituyen la base
sustentatoria del estado y la clase en el poder.
Los centros urbanos así organizados compiten en la tarea de producir mejores y más
sofisticadas telas, más y más bellos adornos o una vajilla selecta. Disponen los
recursos abun dantes para mantener ocupadas a tiempo completo extensas
cuadrillas de los más hábiles orfebres, tejedores o alfarero que puedan darse el lujo
de producir costosas telas s de Paracas como las
(en los comienzos de Nasca), que de acuerdo a cálculos modernos debían
demandar vamos meses de hábiles manos para la confección de cada pieza. Ni qué
decir del esfuerzo y magnitud de la mano de obra necesaria para la erección de los
inmensos edificios que servían para el culto o la vivienda en lugares como Moche (Huata,
del Sol y de la Luna), Pacatnamú o Pañamarca en la costa norte, Pachacamac o Maranga en
Lima, Kawachi en Nasca y tantos otros dispersos en el Perú de aquel tiempo.

Comentario aparte merece el desarrollo del Titicaca. Esta región no tuvo el


impacto de Chavín como las otras, y sus fases formativas, hasta donde sabemos, tuvieron
esencialmente un carácter aldeano, aun cuando muy pronto un desarrollo temprano que
abarcaba desde el Cusco hasta el Desaguadero desembocó en una fase que ahora se conoce
con el nombre de Pucara, donde aparecen inmensos centros ceremoniales, tan im-
portantes y complejos como los de Moche o Nasca. Varios arqueólogos sugieren que tal
proceso fue aparejado de un intenso tráfico de manufacturas altiplánicas en conexión con
centros de gran desarrollo urbano como los de Nasca y que en el intercambio de experiencias
se procesó el urbanismo alto peruano. Puede ser, pero todo eso está aún por estudiarse. Hay
que buscar más explicaciones en la riqueza agropecuaria y lacustre de la zona --que aun hoy
es una de las más pobladas del Perú y Bolivia- y en la especial riqueza de materias primas
para la metalurgia, el tejido y la producción de objetos para el culto o el adorno (piedras
semipreciosas especialmente). una potencia económica y social que se conoce con el
nombre
de Tiwanaku.

Todo indica que los centros urbanos, dominados por los templos y sus sacerdotes,
establecieron formalmente estados nacionales de diverso grado de extensión
vamente la tecnología de la guerra y poder. Pro parafernalia fue desplazando a la para-
fernalia religiosa en el trato y sustento del poder. Hacia el siglo III o IV de nuestra era
había estados en pugna, unos centros urbanos contra otros y en la base de todo eso los
campesinos como botín de conquista; no para entregar tributos o erogar impuestos: para
entregar su fuerza de trabajo y su vida a los intereses del grupo vencedor. No se trata de
guerras entre etnías distintas; muchas veces ellas se desarrollan dentro de un mismo grupo
étnico o entre grupos afines. En Nasca, por ejemplo, al principio dominaban los del norte -va-
lles de Chincha y Cañete- pero más tarde el poder fue conquistado por los del sur (valle de
Nasca); en el Titicaca el poder estuvo primero en la cuenca al norte, en Pucara, y más tarde
se trasladó al valle de Tiwanaku al sureste. La guerra adquirió un rol económico y social
de gran importancia.
5. El Imperio Wari

Así las cosas, el siglo VI de nuestra era presentaba un cuadro bélico generalizado, en
una suerte de pugna por la adq xisición de prestigio y poder por los centros urbanos. El de-
sarrollo tecnológico había elevado la producción a niveles jamás imaginados; los valles
estaban cruzados por complejas redes de irrigación; zonas antes desérticas asimiladas a la
agricultura mediante riego artificial; canales que unían unos valles con otros; una pesca
altamente productiva gracias a las redes de sección controlada, etc., etc. Se había pues
sometido al duro territorio peruano a una condición humana, a tal grado que en regiones de
gran aridez como Ayacucho, los Huarpa habían convertido cerros inermes apenas
humedecidos por la lluvia en verdaderos huertos colgantes, utilizando al máximo no ya el
agua de los ríos o los manantiales, sino la poca existente en los meses lluviosos de enero a
marzo, con mecanismos de captación, represamiento y distribución si bien muy ingeniosos y
útiles, onerosos, en términos de la necesidad de fuerza de trabajo a ser invertida.
En estas condiciones, precisamente en Ayacucho creció incontenible la ciudad de Wari.
Quienes la conducían habían absorbido fuertes elementos de la tecnología nasquense y
ha bían aprendido a obedecer a dioses cuyo origen estaba en Tiwanaku. En pocos años, entre el
siglo IV y V formularon un esquema económico y político propio que se basó obviamente en la
explotación de las materias primas regionales (especialmente para la industria textil y la
alfarería) y en la existencia de un importante cordón agrícola de gran potencia productiva en
los valles de Huanta, San Miguel y el Pampas. Poderosos señores de Wari, con una religión
prestigiosa y un ejército organizado, comenzaron a conquistar a los pueblos vecinos y luego a
otros, hasta conformar un gran estado imperial que sometió a los habitantes del Perú desde
Lambayeque y Cajamarca por el norte hasta Arequipa y Cusco por el sur. Los Wari rompieron
con cuanto obstáculo se opusiera a su demanda de poder, imprimiendo una imagen uniforme a
los rasgos previamente regionalizados. Los dioses de Wari, de antiguo origen Tiwanakense,
ocuparon los altares de todo el Perú y su imagen figurada en los tejidos más finos y la vajilla
más delicada desplazó o desfiguró a los dioses locales o regionales que les cedieron su lugar. El
parecido con Tiwanaku hizo pensar a algunos arqueólogos que todo esto era un fenómeno de
expansión altiplánica, pero ahora se sabe que Wari y Tiwanaku, además contemporáneos,
constituían dos estados de ámbito y métodos expansivos diferentes, con un límite territorial
muy preciso que casi no se atrevían a alterar. La frontera cruzaba por Sicuani al sur del Cusco y
el valle de Sihuas al norte de Arequipa.
Wari no es un estado que cumpla una función de desarrollo agrícola notable, aun cuando
en todas partes con su llegada se advierte un incremento de canales de riego y • obras
hidráulicas; Wari es un estado cuya función es la de completar la tarea del pleno desarrollo
urbano, con su máximo logro económico y social: la ciudad. Por eso, el énfasis mayor está en
la producción de materias primas para la artesanía: la ganadería de camélidos, para el tejido y
la industria del cuero, y la minería para la producción de objetos de metal y la obtención de la
sodalita (turquesa) y otras piedras semipreciosas para la confección de amuletos litúrgicos,
adornos, etc.

Por eso mismo, el verdadero carácter de la expansión Wari no está ni siquiera en la


distribución de los bellos tapices o la exquisita cerámica polícroma con sus figuras "tiwanakoi-
des"; el verdadero carácter de la expansión Wari está en la reorganización de los centros
urbanos -todavía conformados bajo el dominio del centro ceremonial- en verdaderas ciudades,
en donde los templos -más bien que el centro ceremonial- forman parte del paisaje en nivel
similar o aun menor que lose palacios, las tumbas o aun la residencia de los `urbanos'. Si bien
bajo la sombra de una religión a todas luces importante, Wari imprime un carácter civil al
centro urbano. La ciudad misma de Wari, cerca de Ayacucho, aparte de sus templos divide sus
espacios en grandes recintos que a modo de talleres-vivienda alojan a alfareros, orfebres,
tejedores, joyeros, etc.
Los Wari dispersan e imponen este patrón de vivienda en su área de influencia, lo que
permite encontrar centros de vivienda y/o administración de tipo Wari desde Cajamarca hasta el
Cusco, además de sustanciales modificaciones en la organización urbana de pueblos tan
desarrollados como los mochenses o los nasquenses.
Todo eso indica a las claras el carácter del proceso generado por Wari en el Perú, que
inicia la red de caminos en el Chinchaysuyo (su área de conquista imperial) y establece el
régimen de grandes conglomerados de depósitos en los territorios dependientes (como las
gollgas de Pikillaqta en el Cusco). Eso explica también por qué los cambios más importantes de
la tecnología no se dan ya en el campo de la agricultura, sino en la producción urbana; parte de
eso es el estimulante desarrollo de la metalurgia del bronce que sin embargo deberá esperar la
época inka para su pleno desarrollo; parte es también el uso de técnicas de producción en serie
de artefactos de arcilla para uso doméstico; a eso se suma el avance de las técni cas
constructivas y otros logros menores.
Wari sometió al Chinchaysuyo entre finales del siglo VI y albores del XI, es decir durante
casi cuatro siglos. Ese fue tiempo suficiente para lograr una cierta homogeneización de los
patrones de vida peruanos a partir del modelo warino; por eso desde entonces se inicia una
nueva etapa en la historia peruana dominada por varios elementos de origen ayacuchano,
que duran casi hasta el siglo XVI.

6. Los estados regionales tardíos

La declinación y caída del estado imperial Wari fue producto de sus propias
contradicciones. Wari, en su conquista, no se limitó a la obtención de los beneficios de la
fuerza de trabajo, sino que al mismo tiempo estimuló el desarrollo urbano local de sus
"colonias", algunas de ellas, como Pachacamac al sur de Lima, tan poderosas como la propia
capital del imperio en Ayacucho. Paehacamac en algún momento se convirtió en una
potencia de gran importancia en la costa, si no con connotaciones políticas, al menos
religiosas, como ocurrió también en la época inkaica.

El crecimiento de las ciudades no es tanto un fenómeno físico cuanto económico y


social; eso implica que la clase dominante dispone de grandes excedentes y tiene acceso a
una crecida cantidad de trabajadores. En el curso de los siglos VI a X muchas ciudades
locales se hicieron poderosas y muy pronto debieron estar en condiciones de liberarse del
yugo Wari, a fin de establecer su propio señorío. Al mismo tiempo, en Ayacucho había
ocurrido, al parecer, un fenómeno de acromegalia urbana, con una fuerte concentración de la
gente en la producción de objetos y materias primas y una suerte de abandono de la tarea
agrícola. Durante el período Huarpa se había domesticado severamente Ayacucho, pero todos
los campos habilitados muy costosamente por los huarpas fueron abandonados por los waris,
que obviamente tenían un fácil acceso a productos de origen colonial. Cuando cayó Wari, la
zona quedó convertida virtualmente en un desierto; por eso algunos arqueólogos piensan que
la insurgencia y declinación de Wari se debió a cambios en el clima.
Desde la caída de Wari hacia el siglo XI, se formaron pequeños reinos y señoríos a lo largo y
ancho del Perú, conprendi dos aún en una especie de remedo formal del viejo imperio. Los
estilos artísticos y los patrones de vivienda revelan un carácter epigonal, es decir copiado,
inauténtico de la cultura. Pero esto duró poco, pues un retorno a la independencia regional
permitió la revaluación de las conquistas previas a la conquista Wari y originó un retomo a las
nacionalidades regionales, aunque es indispensable reconocer que en ningún momento dichas
nacionalidades dejaron de existir pese a la fuerte presión imperial por adoptar los modelos
ayacuchanos.
Los nuevos estados y curacazgos crecieron de acuerdo a sus posibilidades económicas;
pronto se hicieron más poderosos aquellos que disponían de recursos más vastos para el
mantenimiento de ciudades y ejércitos más grandes; por cierto, los grandes valles costeños y
serranos fueron favorables para el crecimiento: los valles de Trujillo, de Lima e lea, en la costa,
y los del Vilcanota, el Mantaro, el Pampas, en la sierra. En tomo al Titicaca continuó la
tradición Tiwanaku hasta bastante tarde, cuando se descompuso en varios pequeños estados
como los de Pacajes, Lupacas y Collas, de habla aymara. En Trujillo, donde antes estuvieron los
Mochenses, se consolidó el reino de Chimú; en Lima principalmente Chancay; en Ica el señorío
de Chincha; en el Vilcanota el señorío del Cusco que luego dio origen al imperio de los inkas;
en el Mantaro los Wankas, en el Pampas los Chancas.
Es la época de apogeo de las ciudades, tan notable que algunos arqueólogos sugirieron el
nombre de "constructores de ciudades" para caracterizar la época. En los valles más ricos se
desarrollaron incluso más de una ciudad. Ciudades de piedra y barro cubrieron los andes y la
economía se hizo, en cierto modo, a partir de un modelo urbano, de modo que aun las pequeñas
aldeas se vieron afectadas' por el tráfico de los productos urbanos y el diseño de un régimen de
beneficios claramente a favor de los `señores' de las ciudades.
Por cierto, el esquema no tiene nada de común con la imagen contemporánea de la ciudad, sus
habitantes y sus `señores'. La base económica real se encuentra naturalmente en el campo y
la población -aun la que vive en el centro urbano- es totalmente rural, con efcepción de los
`señores' y sus allegados más próximos. Quienes viven en la ciudad son campesinos que han
sido trasladados allá temporal plir algunas funciones específicas pdeermanentemente para cum-
producción o servicio construcción de edificios, artesanos especializados, soldados, sirvientes,
etc. Además, la población urbana no era numéricamente tan grande; en ciudades físicamente
gigantescas como Chan Chan, la capital del reino de Chimú, donde podían alojarse quizá hasta
50,000 habitantes, probablemente éstos no llegaban siquiera al 10%. Es que la mayor parte de
los recintos eran oficinas, almacenes, salones, "audiencias" _ tros públicos similares
-incluyendo templos, tumbas y demássny relativamente pocos servían como viviendas o
dormitorios. Chan Chan está formado por una serie de "ciudadelas", a modo de inmensos
palacios cercados por murallas, en cuyo interior hay un laberinto de cuartos, patios, terrazas y
aun montículos piramidales y reservorios de agua; plenamente habitada cada "ciudadela" podría
contener quizá mil habitantes, pero seguramente que en tales recintos apenas vivieron unas
pocas decenas de personas; primero, porque eran oficinas y depósitos la mayor parte de los
cuartos y luego porque al parecer cada ciudadela era palacio de un rey y cuando éste moría se
transformaba el palacio en su mausoleo, dedicado a su culto y sin otra función más. De modo
pues que de aquellas ciudadelas sólo una funcionaba por vez; las demás eran inmensos reointos
funerarios con graneros y otros depósitos, con funcionarios
y allegados, todos al servicio del rey muerto.
El rey, muy alejado ya de la vieja imagen del curaca, era reconocido como un dios y los sabios
de aquel tiempo contaban largas y enredosas historias sobre el origen de la familia real y su
misteriosa presencia en el poder. Los señores de Lambayeque hacían contar la leyenda de que
provenían de un héroe llamado Ñamlap que llegó a las tierras áridas del norte des de un lugar
ignoto jamás visto ni oído, precedido por una corte señorial digna de los cuentos de la fantasía
oriental; los chimúes contaban que procedían del señor llamado Taycanamu, de cuya larga y
noble descendencia procedían los ci-quic que gobernaban el reino; los inkas del Cusco decían
que cuatro misteriosos hermanos, apellidados Ayar estaban en el origen de su abolengo, cuyo
fundador, hijo del dios Sol, había llegado al Cusco y establecido allí la ciudad por mandato de
su divino padre; dicho héroe Manko Qapaq era reconocido pues como el "primer inka". Todos
estos héroes de leyenda deben haber surgido en el seno mismo de la invasión Wari, allá por los
siglos X a XI, como una forma de sustentación del poder.
Por supuesto no todos eran reinos poderosos, pues mientras unos asumían el control de
varios valles, con ambientes de ecología variada, otros eran apenas algo más que pequeños
curacazgos, con el control de la población de un valle. Esto permitió la formación de fuertes
desequilibrios en las relaciones entre estados y la formación de estados de conquista y de si-
tuaciones de pugna permanente. Estas situaciones de lucha han confundido a muchos
historiadores haciendo pensar que se trataba de luchas o guerras interétnicas, de guerra entre
pueblos; en realidad no es ese el caso; las guerras las coordinaban, decidían y definían los
grupos de poder mediante alianzas, acuerdos, negociaciones o enfrentamiento armado. Los
guerreros, del pueblo, se limitaban a participar en este juego en función de su rol específico
dentro de la estructura de clases vigente. En la medida en que cada persona se debía a su rey,
una parte de sus obligaciones era la guerra, el servicio militar obligatorio. No lo hacían los
campesinos de buen grado, mucho menos si no había identidad étnica con el opresor; existen
muy buenas referencias acerca del rechazo de los trabajadores del campo para integrar tal
servicio, lo que se expresaba en huidas colectivas de la leva y otros sistemas de asimilación de
recursos humanos para la guerra.
Entre el siglo XIII y XV los estados regionales estaban plenamente constituidos, con
algunos sumamente extensos como el de Chimú, que había conquistado o asimilado a su
dominio los pueblos comprendidos entre Zarumilla, al norte de Tumbes, y el Chillón, al norte
de la actual ciudad de Lima.
Existen logros importantes en esta época en lo relativo a la producción. Los arqueólogos
en general advierten un decaimiento fuerte de la individualidad y el detalle de las obras de
arte. Indudablemente, los ceramios mochenses eran mejor elaborados que los chimús y los
wakos Nasca de una perfección no lograda en la fase lea. Los tejidos Paracas, con su virtuo-
sismo, jamás fueron igualados. La pérdida de esto se debió a la técnica más perfeccionada, que
permitió reducir el costo de la mano de obra invertida en la producción artesanal, mediante
procedimientos de confección de artefactos en serie: en la alfarería mediante el uso de moldes
para todo tipo de ceramios; en la textileria mediante el uso de telas llanas decoradas con
simple aplicación de pintura o por sistemas textiles -como el tapiz- que logran bellos lienzos
con menor tiempo y talento que el tratamiento por bordado.
La metalurgia entró a su fase de pleno apogeo, tanto en la técnica como en la función.
Ya desde antes de la expansión Wari se conocían todas las técnicas de trabajo en metal, pero
en esta época se generalizaron y perfeccionaron. De metal se hacían no solamente adornos y
armas, sino también instrumentos de producción tales como azadones para la agricultura, cu-
chillos (tumis), hachas, cinceles y punzones.

7. El Imperio de los Inkas


En estas condiciones insurgió el imperio de los inkas. Una de las castas de curacas, con
sede en Cusco, logró organizar ventajosamente su economía con una agricultura de valle bien
asentada en la cuenca del Vilcanota-Urubamba y una rica ganadería y agricultura de altura en
las cordilleras que flanquean esta cuenca, todo eso combinado con un fácil acceso a las tie rras
tropicales de la selva, hacia el norte y este, y al altiplano del Titicaca hacia el sur. La antigua
área del imperio Wari era el Chinchaysuyo para los cusqueños; la selva oriental el Antisuyo,
la región del Titicaca el Collasuyo y las tierras áridas del sur el Contisuyo; en su desarrollo,
conquistaron los cuatro suyos y por eso llamaban a su imperio: el Tawantisuyo (la tierra de las
cuatro regiones).

El estado cusqueño, como los demás estados peruanos contemporáneos, se fue


organizando desde el siglo XI-XII como un estado independiente, libre de la dominación Wari.
Fuertemente ligado al Titicaca desde milenios atrás, siempre reconoció que allí estaban sus
fuentes primarias y por eso en el origen de la clase gobernante -los Inka- aparece el gran lago
sagrado como paq'arina (lugar de nacimiento) de sus fundadores y aun de sus dioses Manko
Qapaq y su esposa Mama Ogllo salieron de sus aguas para fundar el Cusco por orden del dios
Sol (Inti). En cambio, los Wari, sus viejos opresores, identificados con el Apurimac y el
Pampas, eran despreciables enemigos.
Cuentan que en un momento en que los reyes inkas habían logrado consolidar un estado de
potencia local en tomo al Vilcanota, constantemente agredidos por sus vecinos del Apurímac y
Pampas -los llamados Chancas- hubieron de enfrentarlos en guerra definitiva que concluyó con
la victoria final de los cusqueños. Esta victoria sobre los Chancas es considerada como el punto
de partida del Imperio, cuyo fundador fue el noveno Inka, llamado Pachakuti. Pero este evento
se pierde entre el mito y la leyenda, de modo tal que la historia de los inkas se puede dividir
fácilmente en dos fases, una legendaria que concluye con este episodio y una propiamente
histórica que se inicia con él. Pachakuti es una figura genial, casi mitológica, cuyo liderazgo
transformó el estado cusqueño en Imperio. No importa si fue o no un personaje real o un
símbolo de una epopeya o una época. Su acción dio inicio a la más poderosa organización
económica y política del mundo americano precolombino.
Los cusqueños no habían organizado un estado sobre la base de nada; sobre ellos pesaba ya una
larga tradición de siglos de orden urbano, de modo que adaptaron a las necesidades propias del
nuevo imperio toda la experiencia acumulada. Sus conquistas se iniciaban con el trato
diplomático entre estados o grupos de poder y concluían con el sometimiento violento si éstas
no daban resultado. Con esta modalidad, a partir del siglo XIV o quizás comienzos del XV,
conquistaron los Andes desde Pasto en Colombia hasta el Maule en Chile (al sur de Santiago);
estuvieron pues, bajo su dorninio todo el Ecuador, Perú, Bolivia, el noroeste argentino y el norte
y centro de Chile.
Uno de los aspectos más destacados de la hábil política de los inkas fue el establecer
una red compleja de caminos que conectaba todas las ciudades del imperio ddo deuctos y
este al modo mismo una tiempo capacidad de con el circulación Cusco, ldeogproran
co po un más fácil control desde el Cuseste . a Estos caminos recorrían el territorio de
norte
oeste, con infinitas conexiones menores, a sur y de ron especial cuidado en tales
caminos, tanto en s
Lo inkas uscon t cpujón
como en su mantenimiento; embaldosados o empedrados por kilómetros y kilómetros,
con puentes, túneles, sistemas de drenaje para la lluvia, rellenos para ve, los caminos
inkaicos fueron una base lfun am ntal paraji

existencia de este imperio de algo más de


la 5,000 largo. Por ellos
circulaban los tesoros que consuía el Cusdco imperial, desde potajes exquisitos de lejanas
tierras hasta el preciado oro de toda la tierra. Para el caminante, de trecho en trecho había
posadas llamadas tambos donde además de la comida y el descanso podía encontrar
vestidos, tuallas. En aquellos tambos por cierto que armas
ho tras b cualquiera; ese
privilegio sólo les correspondía a los daba nos estatales, soldados o a aquellos que
funcionapecial para transitar en q tenían autorización especial del Estado.
La tierra era, a no dudarlo, la fuente
za, pero la riqueza, no de principal de la riqueacidad para pendía de su posesión, sino de
la capad hacerla productiva. Por eso pudo mantenerse el régimen de propiedad colectiva
de la tierra, el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas no habíargco
pado la posibilidad de apropiarse de tierras nuevas, lo que significa que cualquier
población con fuerzas staba en capacidad de crear nuevade con trabajo abajo, y de otro
lado que las características del medio b trte a y no -acceso al agua principalmente
trabajo ambiente andi colectivo, favorecieno esta forma de dan aun hoy del nización.
propiedad y orga El ayllu, el clan familiar, era pues el poseedor y propietario de la tierra. El
estado, es decir la clase en el poder, era en cambio poseedor del clan y a través de él de la
riqueza generada con su trabajo. El estado no era dueño directo de la tierra, pero mediante su
acceso a la fuerza de trabajo del ayllu, expropiaba la riqueza generada por éste en su trabajo
colectivo realizado en las llamadas "tierras del Sol" y "tierras del Inka", que de hecho eran
directamente usufructuadas por la clase en el poder. La clase en el poder podía, de este modo,
satisfacer plenamente sus necesidades de subsistencia sin trabajar en el campo, y podía además
acumular excedentes de mab nitud mayor -de acuerdo con sus avances militares- que usaba
para mantener paniaguados, funcionarios, allegados, soldados, etc. Su riqueza se guardaba en
los depósitos estatales, plenamente a su disposición, para su servicio y poder: a más riqueza
más ejército y poder, a más ejército-poder más conquistas, a más conquistas más riqueza... Ese
fue el secreto del Crecimiento del estado cusqueño, que se convirtió en Imperio.
La estructura de la propiedad colectiva de la tierra y la óptima racionalización del trabajo
por el estado, quien se preocupaba de crear nuevas y mejores tierras en todas partes, permitía,
en la base de la pirámide social, una vida con un cierto grado de seguridad y equilibrio, dado
que a nivel de las amplias masas de campesinos no existían propiamente diferencias en el
acceso a las fuentes de subsistencia y, además, el estado se preocupaba por favorecer el
desarrollo de su capacidad productiva y de consumo. Esta imagen del país inkaico fue idea-
lizada sobremanera, llamando "socialista" al imperio Tawantinsuyo, llamándolo "comunista" o,
en el otro extremo, considerando que aún no había pasado de la condición de vida propia de la
"Comunidad Primitiva".
Esta imagen es incorrecta. El estado Inka se basaba en la propiedad sobre la fuerza de trabajo,
al igual como ocurrió en todas las formas tempranas del estado en otras partes del mundo,
tanto en oriente como en occidente. Las diferencias entre las primeras formaciones clasistas en
el mundo son de forma yno de fondo; en unos casos la apropiación es individual, en otros
colectiva, pero en todo caso la apropiación era sobre el hombre-fuerza de trabajo. Hay
distintos estadios y tipos de posesión, en cada caso deben explicarse dentro de sus
particularidades.
De otro lado, la estructura dicha ha hecho pensar a algunos historiadores que el
estado era un fenómeno de reciente aparición en el Perú y que en cierto modo los inkas
eran los fundadores del estado peruano; que una casta -la de los inkas- se superpuso a un
mundo de bárbaros neolíticos. Esa imagen es también errónea. El estado, como vimos,
era una vieja y madura estructura; no una forma débil e incipiente. Los inkas no sólo
formaron su estado sobre la base de una larga práctica local, sino que conquistaron y
sometieron otros muchos estados tanto o más asentados que el suyo propio. Las relaciones de
propiedad y explotación eran pues de una vieja raigambre.
Cuando se trata de entender a la sociedad y al estado inkaikos, es menester entender
la relación campo-ciudad, porque la base de su existencia se deriva de su estructura
urbana, que para sobrevivir requiere de la explotación del campo en las condiciones que le
sean más ventajosas. Los inkas no son campesinos, son urbanos, eso es indispensable de
tener en cuenta, porque la mejor manera de oscurecer el análisis es partiendo del
supuesto de que su sistema era "Agrarista".
La producción del campo era agrícola y ganadera y tanto la propiedad como el trabajo tenían un
carácter colectivo. Por su carácter colectivo, las relaciones de producción y de distri bución se
basaban en principios de reciprocidad y ayuda mutua. Pero si bien tales relaciones permitían
la reproducción del sistema a nivel del ayllu, ellas servían también para trasladar los
beneficios de la producción al estado. Todo hombre y toda mujer, en el imperio, "debían" al
estado (léase el Inka, su corte y allegados), una cantidad de su tiempo y trabajo que entregaban
a éste según él se los demandara; a cambio de ello, el estado "debía" -recíprocamente- al
productor directo una serie de beneficios, que iban desde la protección divina hasta regalos o
dones que le concedía el Inka o sus representantes. Esta forma de reciprocidad asimétrica
le permitió al estado reproducir las relaciones básicas que manejaban la producción en el
campo y trasladar sus beneficios a su seno dando, en cambio, servicios, que es un producto
urbano. Al mismo tiempo, el uso de los recursos humanos, no sólo era utilizado en la
producción agropecuaria, aun cuando fuera ésta la mayoritaria. Una parte importante de
los mismos era destinada al servicio directo del o de los centros urbanos del imperio, para
la producción de manufacturas, para el apoyo en la producción de servicios, para el ejército,
para las construcciones, etc. Para eso los reyes del Cusco crearon varias instituciones. La
Mita permitía trasladar a una parte importante de la población local campesina -los mitayoq-
para hacer trabajos de carácter público tales como templos, caminos, palacios, etc.; mediante la
Minka se hacía trabajo colectivo en beneficio del estado. Existía la posibilidad de trasladar
total o parcialmente poblaciones -los mitmaq- de un lugar a otro con fines militares o de
producción. El Agllawasi permitía contar con fuerza de trabajo femenina -las agllacuna y las
mamacuna- especializada en la producción de telas y otras cosas; los aqllawasi eran ver-
daderas fábricas o talleres organizados como conventos que a la vez que proveían mano de obra
especializada, proveían también de mujeres para el Inka y sus allegados. Todo esto estaba
destinado a generar riqueza para el mantenimiento y engrandecimiento de la ciudad; los
productos del campo iban a los depósitos de la ciudad y las manufacturas también, de donde la
mayor o menor importancia de la ciudad se medía más bien por la cantidad de sus depósitos
que por su población aglutinada.
Los señores de la ciudad cumplían sus deberes de reciprocidad mediante,
finalmente, la redistribución de los productos, realizando de este modo un proceso
de circulación de la riqueza que, naturalmente, siempre les era más beneficioso a
ellos que a los campesinos. Un sistema así no requería de mercados, aunque
funcionaba el intercambio a diversos niveles; tampoco necesitaba de moneda.

Para sustentar este sistema, los ink


nismos muy rigurosos de re stro as recurrieron
1; demoáfico a mecasos y a Partir de un control decimal
de los mediante eenPor nas, nten , millares, etc., con jefes responsables l en ca ores:
dece_
'ejemplo, Chunka can'aYOq o jefe de diez. Pacha cada uno; ° jefe de cien
(normalmente un Curaca q carwy°q jefe de mil; Unu cama o )> Waranga camayoq o
una 'Provincia'. e mil;
Todos ellos estaban además bajo la administración de otros camayoq o
funcionarios de dmjnjsistramando a mando una pirámide de poder io mas alto nivel
for. En realidad, la base
jjurí~ca en cuya del sistemaderastaba el Inka
te, seguramente tanto como lo era la administrativa.
ripios básicos regían muy eficienoíalas pautas de conducta social: arma sua ama Bella,
ama hulla (no robar, no ser . No eran simples pautas morales, eran reglas ocioso,
aplicanobles mentir). cíficamente en
beneficio de la sustentación del régimen despótico-monárquico del imperio, para
prevenir la evasión de trabajo, el hurto, etc., especialmente en contra de los bienes es-
tatales.

Para todo esto fue indispensable establecer una red urbana muy poderosa y, claro,
conectada mediante los caminos
indicados; cerca de
Quito se pudo establecer un centro administrativo, en Cuenca la ciuda de Tomebamba,
luego la de ya marca, más al sur la de Caja nín, la de Vilcashuamán enuAyacucho, ólo
para mencionar Ju_ más grandes y poderosas, agregando quizá la de Inlas Cochabamba.
Rodeaban Inkallaqta en tancias a cada pueblo. Algunos a cada ciudad, y aldeas y esde , ta
ciashacamac cerca de gunos centros ceremoniales como el
grande, sólo comparable a lose templos deluCus o. En lcia muy cada valle tenía grandes
centros urbanos, aun todo osta, uo toindica que pervivieron varias de las grandes
ciudades
El imperio del Preinkaicas. XV, después Tawantisuyo se inició en el siglo XIV o de
Pachakuti. Durante su existencia hubo obvia mente grandes cambios en el Perú; uno de ellos,
quizá el más importante, fue la aparición de la propiedad sobre la tierra como una forma de
apropiación tan o más importante que aquella que existía sobre la fuerza de trabajo. Los inkas
del Cusco se distribuyeron el rico valle de Urubamba y también se apropiaron de tierras en
Cochabamba. Estaba en gestación una nueva era, cuando en el siglo XVI llegaron los
españoles. Acababa de dejar de existir el gran emperador Wayna Qapaq Inka y la sucesión
estaba en pugna entre sus hijos Waskar y Atawallpa.

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