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TRANSFORMACIÓN DE CHAPETE
Muy fastidiado estaba Chapete; al famoso capitán de los Piratas Negros todo le
salía mal. De nada le servían su ingenio, su audacia y su maldad; de nada le servían
la agilidad de Tintinelo ni la fuerza de Patapón. Sus planes maquiavélicos
fracasaban invariablemente; sus aventuras terminaban siempre en el más espantoso
de los ridículos.
Y lo peor, lo que le volvía loco de rabia, era que al final de todos sus fracasos
veía erguirse, burlona y triunfante, la nariz legendaria de su enemigo eterno, de su
aborrecido rival, de Pinocho.
«Lo mejor — pensaba el infame — era empezar por algún país donde Pinocho
no hubiera estado y donde no le conociera personalmente nadie; de este modo sería
más fácil «dar el pego».
Ahora, que el hallar un país donde Pinocho no hubiera estado, no era tan fácil
como a primera vista parecía. ¡Pinocho había estado en tantas partes!
Chapete cogió un mapa en el que había todos los países conocidos y aun los
desconocidos, no solamente los de la tierra, sino los del sistema planetario: un
mapa de pirata, en una palabra. Lo extendió sobre una mesa y empezó a buscar
II
III
IV
VI
TERRIBLE HAZAÑA
En su camita de oro, la Princesa Doralinda dormía angelicalmente, como niña
muy buena y muy bella que era. Sería, poco más o menos, la media noche; en el
Palacio Real todo era silencio y oscuridad. Pero no todo dormía en el Palacio Real
del Reino Dorado; alguien había que estaba en vela y en acecho. Suave y
sigilosamente se abrió una puerta...
La luz de una linterna eléctrica, de esas que se usan en los cines — los
acomodadores en la sala y los bandidos en la pantalla — agujereó las tinieblas de
un pasillo. . .
¿Qué ser misterioso llevaba aquella luz insólita y sospechosa? No lo sabemos,
porque el misterioso individuo estaba envuelto en la sombra, y así avanzó con tal
VII