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Lectura 7: Ayudar a los demás

¡Llena! ¡La casa estaba llena! Jesús estaba enseñando y sanando en la casa, y todos
querían verlo. Había unos hombres que tenían un amigo que no podía caminar. Creían
que Jesús podía sanarlo, así que lo llevaron a la casa en una camilla.
Como la casa estaba tan llena, no pudieron entrar. ¡Así que
subieron a su amigo por los escalones hasta el techo y
comenzaron a romper las tejas! Hicieron un agujero en el techo.
¡Todos los que estaban en la casa miraron hacia arriba,
asombrados! Luego, estos hombres bajaron a su amigo en medio
de la multitud. Pensaron que Jesús sanaría a su amigo.

En cambio, Jesús le dijo: "Tus pecados son perdonados". Los líderes religiosos estaban
furiosos. "Sólo Dios puede perdonar los pecados", se quejaron. “¿Qué es más fácil?
–preguntó Jesús–. ¿Perdonar los pecados de un hombre o hacerlo caminar? Para
mostrarles que tengo el poder de Dios para perdonar, sanaré sus piernas.” "A ti te digo,
levántate, toma tu camilla y vete a tu casa", le dijo Jesús al hombre. ¡Y así lo hizo! Sus
amigos y todas las demás personas que estaban en el lugar, celebraron. Ahora, la casa
estaba llena... de alabanza.

Para memorizar: En esto conocerán que son mis discípulos, si tienen amor los unos por los otros.
Juan 13:35

Lectura 8: Permanecer cerca de Jesús

Durante el viaje a Jerusalén, Jesús y sus discípulos llegaron a cierta aldea donde
una mujer llamada Marta los recibió en su casa. Su hermana María se sentó a los
pies del Señor a escuchar sus enseñanzas, pero Marta estaba distraída con los
preparativos para la gran cena. Entonces se acercó a Jesús y le dijo:

—Maestro, ¿no te parece injusto que mi hermana esté


aquí sentada mientras yo hago todo el trabajo? Dile que
venga a ayudarme.
El Señor le dijo:
—Mi apreciada Marta, ¡estás preocupada y tan inquieta
con todos los detalles! Hay una sola cosa por la que vale
la pena preocuparse. María la ha descubierto, y nadie se
la quitará.
Para memorizar: Yo soy la vid; ustedes son las ramas. Los que permanecen en mí y yo en ellos producirán
mucho fruto porque, separados de mí, no pueden hacer nada. Juan 15:5
Lectura 9: Confiar en Dios
El primer rey de Israel se llamaba Saúl. El rey Saúl desobedeció a Dios. Entonces Dios le
dijo al profeta Samuel: "Encuentra a un hombre llamado Jesé, porque uno de sus hijos
será el nuevo rey". Samuel encontró a Jesé en Belén. Conoció a siete de los hijos de
Jesé. Se veían guapos y fuertes. “No es ninguno de ellos", dijo Dios. "No me importan las
apariencias. Me importa lo que hay en el corazón de una persona." Jesé envió a llamar a
su hijo menor, David, que estaba cuidando las ovejas en el campo. Cuando Samuel lo
vio, Dios le dijo: "¡Es él!". Así que Samuel ungió a David como el nuevo rey.
Algún tiempo después, Israel luchó contra los filisteos. Un soldado filisteo gigante,
llamado Goliat, desafiaba a los israelitas para que enviaran a un guerrero que luchara
contra él. Pero todos los israelitas estaban demasiado asustados. David le llevó comida a
sus hermanos, que eran parte del ejército. Escuchó la provocación de Goliat y no tuvo
miedo. "¿Cómo se atreve a desafiar al ejército de Dios?", preguntó David. "¡Yo voy a
luchar contra él!" Sorprendido, el rey Saúl le ofreció a David su armadura. "No", dijo
David. “Dios me ha ayudado a matar bestias salvajes. ¡Él también me ayudará a luchar
contra Goliat!"
David tomó cinco piedras y una honda. "¿Acaso soy un perro?", rugió
Goliat. "¡Envían a este muchacho tan pequeño a pelear contra mi!" "Tú
tienes una lanza", dijo David, "¡pero yo tengo la ayuda del Dios de
Israel!" David puso una piedra en la honda y la arrojó. La piedra golpeó
a Goliat en la frente y lo derribó. Los israelitas derrotaron a los filisteos.
¡Con la ayuda de Dios, David fue un héroe!

Para memorizar: Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. Filipenses 4:13

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