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RECUERDOS DEL

LAPISLÁZULI
MICRORRELATO

NINA RICARDI
A ti…
Siempre tuya, siempre mío, siempre nuestro
I

E ra una soleada mañana de verano cuando Alexia recorría las transitadas


calles de Caseros en búsqueda de utensilios y productos de limpieza que
necesitaba para su nuevo departamento, apenas la noche anterior su
arrendatario le había entregado las llaves. Estaba apresurada en realizar las
compras, pues, sentía en su piel transpirada el calor que hacía aquella mañana,
además deseaba tener el departamento limpio al momento de la llegada de algunos
muebles que había comprado para su nuevo hogar.
Alexia se encontraba emocionada porque al fin tendría un lugar solo para
ella, pensaba que el haberse decidido por aquel departamento resultó ser muy
acertado debido a que se ubicaba en el barrio de Buenos Aires donde ella ya vivía
y en el que se sentía muy a gusto. Se trataba de un monoambiente de diseño
moderno con vista hacia una selva de tejados, edificios y casas que se expandía a
cualquier lugar donde mirase, con un respiro a lo lejos del espacio abierto que
ocupaba el aeropuerto de El Palomar.

Ya en su departamento, Alexia puso manos a la obra e inició las labores de


limpieza, la cocina fue donde primero fijó su atención y pensó que tendría que ser
muy cuidadosa en el mantenimiento del mobiliario ya que los gabinetes y la barra
desayunadora eran de color blanco impoluto. Continuó por la sala – dormitorio
pasando por el balcón y dejando por último el baño.
Mientras limpiaba pensaba en su próximo viaje a Barcelona, aunque sabía
que viajaría por motivos laborales le hacía mucha ilusión poder contar con algún
tiempo libre para escaparse a visitar la Catedral de La Sagrada Familia, El Parque
Güell, El Mirador de Colon y todos aquellos lugares que el tiempo le permitiese.

Cuando se hallaba limpiando el interior del vanitory de su baño su mano


golpeó algo enviándolo más hacia el fondo, el objeto desconocido hiso un ruido
metálico mientras rozaba suavemente con la melamina que recubría el mueble.
Alexia se arrodilló para así poder estirar mejor su brazo y lograr alcanzar aquel
objeto. Tocó una especie de aro delgado flexible, al traerlo hacia sí observó que se
trataba de una pulsera metálica elastizada. Aquella pulsera estaba formada por
pequeñas láminas de acero, adornada por ocho pequeñas franjas de lapislázuli los
cuales se encontraban separados por siete láminas de acero en cuyo centro se
hallaban engastados pequeños circonios muy brillantes.
Alexia pensó que esta pulsera quizás le pertenecía a la anterior inquilina del
departamento. La joya le pareció muy linda, decidió guardarla en caso de que su
dueña notara su ausencia y quisiera recuperarla.

Era la tarde del sábado cuando Alexia ultimaba los detalles en su nuevo
hogar para recibir a sus amigos y familiares al open house que había organizado.
Mientras se arreglaba abrió su joyero y se encontró con la pulsera que había
encontrado días atrás, pensó que no tendría nada de malo usarla aquella noche, era
muy bonita y combinaría bien con el look que había escogido para esa ocasión.
La noche transcurrió llena de alegría, brindis, felicitaciones por el nuevo
departamento, y, además, un par de personas se fijaron en la pulsera “prestada” que
llevaba Alexia, lo que le hacía pensar en la idea de que le gustaría quedársela si su
dueña no regresaba a reclamarla. Horas más tarde Alexia se encontraba acostada
en su cama, mientras buscaba una posición cómoda debajo de las sabanas que la
envolvían, sintió que algo frio rozaba la parte interna de su muslo derecho, en ese
instante recordó que aun llevaba puesta la pulsera, sacó sus brazos de debajo de las
sabanas y observó la joya que se hallaba en su delgada muñeca.

- ¿Cómo alguien podría haber olvidado tan hermoso accesorio y no notar su


ausencia? – pensó mientras dormitaba.

En ese instante tomó la decisión, se quedaría la joya para sí.


II

A lexia se encontraba en una habitación grande, de paredes altas pintadas de


un lindo color lila, poseía dos grandes ventanales cubiertos por cortinas
livianas de color marfil que llegaban hasta el suelo y que bailaban al suave
ritmo de la música del viento. Se sentía reconfortada y protegida en ese lugar.
Caminó hacia la ventana que se encontraba a su lado izquierdo y a través de ella
notó que aquella habitación no pertenecía a una casa, pues, se hallaba a tres o cuatro
pisos de altura, la vista la componía infinitos techos de tejas, pudo notar que la
arquitectura de aquellas casas que la rodeaban era de un estilo colonial.
Mientras observaba ese mar naranja sintió la sensación de que conocía ese lugar
y que no era la primera vez que se hallaba ante esa vista, estaba segura de que ya
había estado en esa habitación muchas veces, quizás en otra vida.

- ¿Será una especie de deja vú? – pensó

El movimiento en uno de aquellos tejados llamó su atención, se trataba de un


muchacho que hacia algún tipo de trabajo en el techo de una de esas casas. El
corazón de Alexia dio un vuelco de emoción, comenzó a palpitar de una manera
alocada, sintió una especie de vacío en el estómago hasta el punto de casi dolerle
de la pura emoción, sus manos sudaban y temblaban.
Ella supo que conocía a aquel muchacho, no recordaba de donde, y aunque no
entendiera como era posible, no solo supo que lo conocía, también sintió una
emoción arrolladora, sintió que lo amaba.

Dejándose llevar por aquel sentimiento sacó su brazo a través de la ventana


agitándolo varias veces en un intento de llamar la atención de aquel muchacho,
pensó en gritar, pero por la distancia no creyó que él pudiese escucharla; mientras
ella seguía agitando frenéticamente su mano él alzo la vista y la miró. La emoción
que le causaba el ver a ese joven le había tatuado una sonrisa en el rostro de Alexia.
Sintió un ardor en su pecho que la hacía querer volar hasta él, colgarse de su cuello
y sentir el calor de su piel, el latido de su corazón, su olor, sentir que él estaba allí
para ella y que la amaba tanto como ella a él.
Cerro los ojos y deseó que se detuviera el tiempo, que ese momento fuera real,
que ella podría correr hasta él mientras que él la estaría esperando con su amplia
sonrisa, como siempre.
Abrió los ojos y ella aún se encontraba en aquella habitación, aún estaban los
techos naranjas, pero él se había ido.

- No pudo haber sido mi imaginación, yo lo vi allí parado mirándome –


exclamó.

Alexia entró en pánico y sintió como la desesperación se iba apoderando de


ella.

- No, no puedo haberlo perdido nuevamente, no, ¡otra vez no! – pensó
mientras caminaba desesperada hacia la puerta para salir en búsqueda de él.

Mientras acercaba su mano al pomo de la puerta de la habitación ésta se abrió


de golpe, y a partir de allí todo fue muy confuso. Cuando reaccionó se encontraba
abrazada a alguien, no lograba recordar a quien había visto en la puerta, hasta que
un aroma familiar la golpeó en la cara, el aroma que percibía era una mezcla de
calidez, frescura y masculinidad aderezado con aquel perfume dulzón que ella tanto
odiaba pero que a él le quedaba tan bien.
Ella se aferró cada vez más a ese abrazo deseando con todo su ser que no se
desvaneciera y sobretodo que fuera real, se complació al escuchar la respiración
entrecortada de él, su corazón desbocado y sus brazos apretándola más hacia su
pecho, como queriendo meterla dentro de él, simplemente se amaban, ella lo sabía,
el silencio se lo dijo.

Tras varios minutos de ese abrazo dador de vida se separaron, sin dejar de
mirarla él pasó su mano suavemente de manera vertical por su rostro, bajando
suavemente por su cuello, hombro y brazo, la tomó de la mano y la condujo a un
rincón de la habitación donde la invitó a sentarse. Se observaban con miradas
nerviosas, temían mirarse fijamente, las sonrisas tímidas no abandonaban sus
rostros y sus manos no detenían sus caricias, tocándose como si fuera la primera
vez que lo hacían, era como si aquellas manos tuviesen vida propia.

- ¿Por qué? – pregunto ella.


Él se tensó y esquivó su mirada quizás por vergüenza. Ella observó en la
expresión de él un sentimiento de tristeza y angustia.
- Tú fuiste, eres y serás el amor de mi vida, yo te he amado desde el primer
momento que mi esencia existió. No sé en qué lugar, en qué tiempo, en qué
espacio ni en qué universo, sólo sé que desde siempre te he llevado conmigo
y así seguirá siendo incluso después de mi muerte; a donde vaya, mi amor
por ti irá, y si algún dia mi esencia desapareciera, este sentimiento seguirá
existiendo, vagando por el universo, porque no concibo que algo tan grande
se desvanezca.
No pretenderé justificarme, pero soy humano, un humano que ha
cometido infinidad de errores, y el separarme de ti ha sido el más grande.
No me arrepiento de la vida que he vivido, de lo que me arrepiento es de
no haberla vivido contigo. Ahora no sé cómo volver a ti, no se trata del
tiempo ni de la distancia que nos separa, se trata de que me falta valor para
pedirte que me recibas de nuevo en tu vida. Al poco tiempo de irme me
arrepentí y deseé tener el poder o la habilidad de poder cambiar mi rostro y
así volver a tu vida como otro hombre, uno que no te hubiese lastimado,
que no te hubiese dejado y así poder enamorarte nuevamente, borrar el
dolor que te causé y amarte de nuevo.

Alexia no supo que decir, solo pensaba que ella también había vivido su
vida, que lo había extrañado como una demente, que él nunca había abandonado
su mente ni su corazón y que aún le dolía su ausencia, pero su amor era más grande
que cualquier error que alguno de los dos hubiese cometido.
Ella lo amaba, amaba su voz escandalosa, amaba aquellos ojos grandes color
café, aquella nariz ancha, aquella cicatriz larga y delgada que bajaba desde su cien
hasta la mitad de su mejilla, aquella sonrisa pícara y alegre, aquella piel morena
suave y cálida, aquellas manos callosas de dedos delgados pero fuertes y, aquella
boca pequeña y bien definida, añoraba esa boca en la que deseaba fundirse, besarla
hasta desgastarse si fuera posible, y así lo hiso.

Sintió que una ola calurosa subía desde sus pies envolviéndola y
acariciándola mientras ascendía por su espalda y se instalaba en su cuello mientras
sus lenguas se entrelazaban reclamándose mutuamente. Él la tomó del rostro con
pasión y la acariciaba de tal forma que parecía no creer que ella fuera real, ella sentía
el corazón desbocado de él, su desesperación y su fuego. El mundo a su alrededor
desapareció, solo eran ellos dos flotando en la atmósfera de pasión que juntos
habían creado, entregados a ese beso, a la necesidad de sentirse, de amarse, de
volver al estado en el que eran uno solo.
Las lágrimas de ella empezaron a fluir, una tristeza abrumadora se fue
concentrando en su estómago y en su pecho, algo le decía que nada de eso era real,
hasta que un ruido la trajo de vuelta a la realidad, la alarma de su smartphone le
indicaba que era hora de despertar.
Durante todo el dia Alexia convivió con aquella ultima sensación que había
experimentado en su sueño, la embargaba un sentimiento de tristeza y abandono.
Ella no lograba concebir cómo era posible que un simple sueño la mantuviese tan
alterada, e increíblemente, sentía que realmente extrañaba a aquel joven moreno.
III

D espertó y se hallaba dentro de una habitación estrecha, de paredes azul


celeste, miró hacia el techo y pudo recordar cuanto le gustaba aquel azul
profundo con el que estaba pintado. Frente a ella estaba una tele
encendida, transmitía una película de Will Smith, Seven Pounds, pensó. Aquella
película le gustaba, en su opinión se trataba de una historia triste pero hermosa que
hacia reflexionar sobre la vida. Mientras iba haciendo conciencia del entorno se dio
cuenta de que se encontraba recostada sobre un pecho desnudo, supo a quién le
pertenecía al sentir el calor que se desprendía de él. Su corazón dio un brinco,
estaba allí, con él nuevamente. Aquello era muy confuso. No recordaba haber
conocido a este joven, pero obviamente lo conocía, lo conocía tanto que estaba
completamente enamorada de él. Recordaba haber estado enamorada en algún
momento de su vida real, no muy lejano, por cierto, pero su memoria no podía
encontrar algún momento en el que ella hubiese sentido esa ola arrolladora que se
mecía dentro de su pecho cuando se encontraba al lado de este joven.
Una mano que le acariciaba su cabeza la sacó de sus pensamientos.

- ¿Estás dormida? - le susurró él


- No, ya no, hace minutos desperté – contestó ella.

El suspiró débilmente, la rodeo con sus brazos empujándola hacia arriba hasta
que la cabeza de ella quedó encajada perfectamente en el hueco que se formaba en
el cuello de él.
Alexia se acurrucó pegándose más a él, posó su mano en el pecho desnudo del
joven, sentía el vaivén de su respiración suave a la misma vez que el calor de su
aliento le acariciaba su pómulo al mismo tiempo él le acariciaba la espalda y el
contorno de su cintura.

- ¿Tú no has comido? – preguntó él con voz firme mientras detenía


bruscamente sus caricias.
Ella notó que su estómago gruñía.
- No – dijo ella tímidamente.
- Vas a preocuparte por comer el dia que te enfermes – dijo él mientras se
desprendía de ella y se levantaba de la cama.

Sin mirarla salió de la habitación hecho una furia.


Alexia sintió que esta era una situación recurrente, recordó que a veces no
comía porque no sentía hambre y él la reñía por ello. Escuchó sonidos de platos y
cubiertos que provenían de la cocina.

- Me obligará a comer – pensó.

Decidió esperar acostada a que su amado regresara, no quería confrontarlo


porque sabía que él estaría malhumorado. Ya regresaría con un plato en la mano y
algunas palabras que harían más evidente su molestia.
Se estiró perezosamente y notó que se encontraba en una cama individual con
un respaldo de madera redondeado, pensó que era increíble la manera en que los
dos lograban acomodarse tan cómodamente en aquella camita, sonrió.
Al fondo de la habitación se encontraba un mueble multifuncional donde
además de libros y otras cosas se encontraba la PC. Recordó la tarde en que ella lo
acompañó a comprar aquel mueble. Fue una tarde lluviosa, pero eso no impidió
que fuera una tarde hermosa donde ambos compartieron su tiempo, sus risas, sus
caricias, sus complicidades y sus besos, adoraban besarse.

Alexia se encontraba sumergida en sus recuerdos cuando el sonido de la puerta


al abrirse la sorprendió, era él, enfurruñado con la boca hecha un morro. Llevaba
en una mano un plato con dos piezas de pan francés tostadas con margarina, un
huevo frito y dos trozos gruesos de queso asado; en la otra mano tenía un vaso
gigante de jugo de guayaba con muchos cubitos de hielo.

- No hace falta que te diga que te lo debes comer todo ¿o sí? – dijo él con
tono que claramente denotaba su enfado mientras le extendía el plato.

Ella negó con la cabeza mientras el olor de la comida se estrellaba contra su


nariz despertando el hambre que no había sentido anteriormente. Al momento de
tomar el plato que él le extendía un sonido la sobresaltó, 6.40 am, hora de ir al
trabajo.
Los días siguientes Alexia continuó experimentando esta clase de sueños, a
veces se trataba de sueños hermosos, llenos de amor y cuidados, otras veces no
tanto porque habían peleas y discusiones, sin embargo, lo que más llamaba su
atención era el hecho de que los sentimientos que experimentaba hacia este joven
durante sus sueños no la abandonaban al despertar y esto ya la empezaba a
angustiar. Sentía el amor arrollador cuando estaba con él, pero también la tristeza
desgarradora cuando despertaba.
Ella se preguntaba ¿cómo aquello era posible?, ¿cómo podía sentir tanto y con
tal intensidad por un hombre que en la realidad no conocía, pero que en sus sueños
existía, era real?
IV

H abía llegado el dia de su viaje a Barcelona, el vuelo saldría en la noche.


Mientras hacia las maletas meditaba sobre estos sueños y en toda la
revolución sentimental en la que se encontraba sumergida a causa de ellos
y notó que los sueños iniciaron la noche en que se puso la pulsera, misma que no
habría vuelto a quitarse. Desechó la idea al instante, realmente era una tontería
pensar que había algún tipo de relación entre la pulsera y sus sueños, ¿qué tendría
que ver una cosa con la otra?, como si acaso la pulsera fuera una especie de lámpara
mágica en el que éste joven se hallaba encerrado y solo podía ser liberado en
sueños. ¡Tonterías!

Aterrizó en Barcelona a las 10 am, tendría el resto de la tarde para


aprovechar y visitar alguno de aquellos lugares que anhelaba conocer. Una amiga
le había hablado sobre el paseo por Ciutat Vella, se trataba de un paseo que cubría
el corazón de Barcelona, en los que se encuentran el barrio más antiguo y el más
encantador de la ciudad, el Barrio Gótico. Alexia se encontró maravillada por los
edificios de estilo medieval y calles adoquinadas y estrechas. Prefirió omitir pasar
por el barrio El Raval, era cierto que ya no tenía tan mala fama como años atrás
pero aun así prefirió ser precavida y siguió hacia el barrio El Born, uno de los
lugares más modernos y más caros de la ciudad, una zona muy de moda en la que
se hallaban muchos bares y restaurantes. Allí decidió entrar en un bar de tapas para
cenar. Eligió un lugar cuyo interior llamó mucho su atención. Al entrar su
expectativa fue superada por la realidad. Se trataba de un edifico viejo, con paredes
de ladrillos, - le recordaba mucho a una gruta abandonada que estaba muy cerca
de la casa en donde había crecido- pero donde el diseño interior era una mezcla de
lo moderno y chic con lo antiguo. Las bombillas de luz amarilla bajaban a varios
niveles por largos cables desde el techo creando una atmosfera antigua que junto
a las paredes altas de ladrillos con marcos en forma de arcos daban la sensación de
hallarse en un ambiente medieval.
El lugar se encontraba lleno, Alexia divisó un lugar libre para sentarse en la
barra, un joven muy apuesto y de sonrisa pícara le dio la bienvenida y le tendió el
menú, Alexia lo estudió y se decidió por un tartar de atún con aguacate
acompañado de croquetas de setas con mariscos y una copa de Cabernet Blanc que
la acompañaría en la espera de su orden. Muy cerca de ella escucho la voz de un
hombre que decía el nombre de una mujer, ella no se percató del nombre, pero
algo en aquella voz le resultó muy familiar y tuvo la sensación de que se estaba
dirigiendo a ella, justo en ese momento una mano la tomó de la muñeca.

- ¿Por qué llevas puesta esta pulsera y quién eres? – dijo aquella voz familiar.

Ella nerviosa alzó la vista para encontrarse con el rostro del aquel hombre que
reclamaba una explicación.
Alexia no podía creer lo que veían sus ojos.
Era él, literalmente era el hombre de sus sueños, no tan joven ya, aparentaba
unos 36 o 38 años, sus rasgos estaban más endurecidos, pero sin duda alguna se
trataba del mismo hombre. Hacía semanas que ella no podía sacarse de la cabeza
aquellos ojos, aquella boca, aquella cicatriz ahora difuminada por la sombra del
vello facial en crecimiento.

- ¡Es mía! – respondió ella con un tono de valentía al mismo tiempo que se
zafaba de su agarre.
- No puede ser tuya porque hace muchos años yo la mande a hacer
exclusivamente para una persona y no creo que esa persona haya decidido
deshacerse de esa pulsera – le dijo él mientras la miraba con una mezcla de
rabia y confusión.

Fue entonces cuando Alexia creyó comprenderlo todo. No se trataba de ella,


aquel amor que la invadía, aquella tristeza que la angustiaba no le pertenecía a ella,
llegó a la conclusión de que aquellos sueños al ser tan reales eran los recuerdos de
la mujer que había vivido anteriormente en su departamento, la verdadera dueña
de esa pulsera y de esos sentimientos. Era ella la que con locura amaba a este
hombre y cuya tristeza desgarraba su alma por haberlo perdido, y esta pulsera era
una especie de cápsula donde se guardaron todos estos sentimientos, todos los
recuerdos de esa mujer, los cuales se proyectaban en la cabeza de Alexia en forma
de sueños, sería imposible saber toda la historia que aquella pulsera habría
presenciado y guardado.
¿Acaso esa mujer realmente olvidó aquella pulsera que claramente era
importante para ella?
¿O decidió dejarla atrás porque le traía muchos recuerdos de aquella vida que
vivió junto a este hombre, el amor de su vida, y que quizá no tuvo el valor de
echarla a la basura y prefirió que alguien más la encontrara para darle una nueva
vida?

Alexia jamás hallaría estas respuestas.

FIN
RECUERDOS DEL
LAPISLÁZULI
MICRORRELATO

NINA RICARDI

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