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LAPISLÁZULI
MICRORRELATO
NINA RICARDI
A ti…
Siempre tuya, siempre mío, siempre nuestro
I
Era la tarde del sábado cuando Alexia ultimaba los detalles en su nuevo
hogar para recibir a sus amigos y familiares al open house que había organizado.
Mientras se arreglaba abrió su joyero y se encontró con la pulsera que había
encontrado días atrás, pensó que no tendría nada de malo usarla aquella noche, era
muy bonita y combinaría bien con el look que había escogido para esa ocasión.
La noche transcurrió llena de alegría, brindis, felicitaciones por el nuevo
departamento, y, además, un par de personas se fijaron en la pulsera “prestada” que
llevaba Alexia, lo que le hacía pensar en la idea de que le gustaría quedársela si su
dueña no regresaba a reclamarla. Horas más tarde Alexia se encontraba acostada
en su cama, mientras buscaba una posición cómoda debajo de las sabanas que la
envolvían, sintió que algo frio rozaba la parte interna de su muslo derecho, en ese
instante recordó que aun llevaba puesta la pulsera, sacó sus brazos de debajo de las
sabanas y observó la joya que se hallaba en su delgada muñeca.
- No, no puedo haberlo perdido nuevamente, no, ¡otra vez no! – pensó
mientras caminaba desesperada hacia la puerta para salir en búsqueda de él.
Tras varios minutos de ese abrazo dador de vida se separaron, sin dejar de
mirarla él pasó su mano suavemente de manera vertical por su rostro, bajando
suavemente por su cuello, hombro y brazo, la tomó de la mano y la condujo a un
rincón de la habitación donde la invitó a sentarse. Se observaban con miradas
nerviosas, temían mirarse fijamente, las sonrisas tímidas no abandonaban sus
rostros y sus manos no detenían sus caricias, tocándose como si fuera la primera
vez que lo hacían, era como si aquellas manos tuviesen vida propia.
Alexia no supo que decir, solo pensaba que ella también había vivido su
vida, que lo había extrañado como una demente, que él nunca había abandonado
su mente ni su corazón y que aún le dolía su ausencia, pero su amor era más grande
que cualquier error que alguno de los dos hubiese cometido.
Ella lo amaba, amaba su voz escandalosa, amaba aquellos ojos grandes color
café, aquella nariz ancha, aquella cicatriz larga y delgada que bajaba desde su cien
hasta la mitad de su mejilla, aquella sonrisa pícara y alegre, aquella piel morena
suave y cálida, aquellas manos callosas de dedos delgados pero fuertes y, aquella
boca pequeña y bien definida, añoraba esa boca en la que deseaba fundirse, besarla
hasta desgastarse si fuera posible, y así lo hiso.
Sintió que una ola calurosa subía desde sus pies envolviéndola y
acariciándola mientras ascendía por su espalda y se instalaba en su cuello mientras
sus lenguas se entrelazaban reclamándose mutuamente. Él la tomó del rostro con
pasión y la acariciaba de tal forma que parecía no creer que ella fuera real, ella sentía
el corazón desbocado de él, su desesperación y su fuego. El mundo a su alrededor
desapareció, solo eran ellos dos flotando en la atmósfera de pasión que juntos
habían creado, entregados a ese beso, a la necesidad de sentirse, de amarse, de
volver al estado en el que eran uno solo.
Las lágrimas de ella empezaron a fluir, una tristeza abrumadora se fue
concentrando en su estómago y en su pecho, algo le decía que nada de eso era real,
hasta que un ruido la trajo de vuelta a la realidad, la alarma de su smartphone le
indicaba que era hora de despertar.
Durante todo el dia Alexia convivió con aquella ultima sensación que había
experimentado en su sueño, la embargaba un sentimiento de tristeza y abandono.
Ella no lograba concebir cómo era posible que un simple sueño la mantuviese tan
alterada, e increíblemente, sentía que realmente extrañaba a aquel joven moreno.
III
El suspiró débilmente, la rodeo con sus brazos empujándola hacia arriba hasta
que la cabeza de ella quedó encajada perfectamente en el hueco que se formaba en
el cuello de él.
Alexia se acurrucó pegándose más a él, posó su mano en el pecho desnudo del
joven, sentía el vaivén de su respiración suave a la misma vez que el calor de su
aliento le acariciaba su pómulo al mismo tiempo él le acariciaba la espalda y el
contorno de su cintura.
- No hace falta que te diga que te lo debes comer todo ¿o sí? – dijo él con
tono que claramente denotaba su enfado mientras le extendía el plato.
- ¿Por qué llevas puesta esta pulsera y quién eres? – dijo aquella voz familiar.
Ella nerviosa alzó la vista para encontrarse con el rostro del aquel hombre que
reclamaba una explicación.
Alexia no podía creer lo que veían sus ojos.
Era él, literalmente era el hombre de sus sueños, no tan joven ya, aparentaba
unos 36 o 38 años, sus rasgos estaban más endurecidos, pero sin duda alguna se
trataba del mismo hombre. Hacía semanas que ella no podía sacarse de la cabeza
aquellos ojos, aquella boca, aquella cicatriz ahora difuminada por la sombra del
vello facial en crecimiento.
- ¡Es mía! – respondió ella con un tono de valentía al mismo tiempo que se
zafaba de su agarre.
- No puede ser tuya porque hace muchos años yo la mande a hacer
exclusivamente para una persona y no creo que esa persona haya decidido
deshacerse de esa pulsera – le dijo él mientras la miraba con una mezcla de
rabia y confusión.
FIN
RECUERDOS DEL
LAPISLÁZULI
MICRORRELATO
NINA RICARDI