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Uno de los grandes desafíos que tenemos hoy en materia de seguridad y de prevención del delito es que

transitemos de modelos reactivos y punitivos hacia otros que estén basados en reducir lo más posible las
causas que están originando que los miembros de la sociedad normalicen la violencia, el delito y la
impunidad, haciéndonos creer que no podamos alcanzar el estadio de paz que tanto anhelamos.
El tema de falta de seguridad se entrelaza con otras variables determinantes para entender la razón por la
cual, como población hemos creado la idea de que nunca más estaremos seguros, por ejemplo: el abandono
de los espacios públicos, la desintegración del tejido social, la desconfianza hacia las autoridades y la
ausencia de una cultura de legalidad.

En Fundación Reintegra, tras 36 años de trabajo, hemos detectado que la prevención del delito debe ser
entendida como una parte fundamental del combate a la inseguridad porque atiende el flanco que descuidan
las políticas que persiguen y castigan, dejando de lado el análisis del entorno social que permitirá la
formulación de otras que consideren los factores sociales, comunitarios y situacionales que inciden en que
una persona delinca y que asuma el conflicto como un estilo de vida, ignorando que está infringiendo la ley.
Pareciera que como sociedad hemos olvidado que la prevención del delito, puede evitar que el acto se fragüe
poniéndonos en riesgo a todos. Sin embargo, realizar un modelo de esta naturaleza requiere investigación y
estudios que permitan crear un diagnóstico de los factores sociales y contextuales que están impulsando las
actividades delictivas en poblaciones juveniles.

Contrario a lo que se cree, la construcción de modelos de prevención comunitaria es una tarea que requiere
de la participación de todos y especialmente la de aquellos por quienes se están construyendo y es una tarea
compleja porque la sociedad se dinamiza y conforme va pasando el tiempo las personas, sus intereses y
circunstancias cambian por factores que los influyen a veces sin que ellos lo sepan; la población adolescente
del día de hoy no es lo que era en la década de los 50, 60 o 70 ni tampoco lo que será dentro de diez años.

El diseño, implementación y evaluación de las políticas hechas para cualquier sector no debe estandarizarse,
es un trabajo que debe considerar, en primera instancia, una perspectiva de derechos humanos y los
múltiples factores que intervienen, tales como la violencia intrafamiliar, el acceso a estupefacientes, el difícil
acceso a educación de calidad, el estilo de vida y otros factores que no son determinantes pero sí inciden.

¿Prevención para quién? En realidad es para todos, si bien es cierto, que las políticas de prevención deben
ser enfocadas a ciertos grupos, sin embargo al atender las causas no solo podremos ayudar a esas personas
que no escogieron sus circunstancias sino que también podemos reducir las posibilidades de que el acto
delictivo llegue a nosotros, afectando nuestro bienestar.
Si no tomamos medidas preventivas, el miedo y la ansiedad seguirán creciendo en nuestras vidas. Así como
la normalización de la violencia ha llegado y tenemos que erradicarla, es tiempo de trabajar para que la
inseguridad no se aloje en nosotros como un sentimiento común e inevitable. Es momento de tomar las
calles y los espacios públicos ya que si nosotros no los llenamos, alguien más lo hará.

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