Está en la página 1de 90

MENSAJE DEL DÍA 13 DE NOVIEMBRE DE 1980[1]

EN SAN LORENZO DE EL ESCORIAL (MADRID)

(Hacia las ocho de la mañana de este día, Luz Amparo comienza sus tareas
cotidianas en la casa donde trabaja como empleada de hogar. Por la tarde,
cuando se dispone a colocar la ropa planchada en un armario, escucha una
voz clara y fuerte, que hace eco en la habitación).

VOZ MISTERIOSA:
Hija, reza por la paz del mundo y por la conversión de los pecadores; que
el mundo está en un gran peligro.
(Luz Amparo asustada sale de la casa y se encuentra con Marcos, conserje
del edificio, a quien le comenta, entre lágrimas, lo sucedido. Enteradas del
hecho otras personas cercanas a ella, acuden todos a la vivienda mencionada
y, al cabo de un rato, se marchan. Más tarde, Luz Amparo escucha, de nuevo,
la misma voz de antes, que resuena potente y amable a la vez. Esto sucede en
presencia de Beatriz, la segunda de los hijos del matrimonio de Miguel y Julia,
para quienes trabaja Luz Amparo en esa casa).

VOZ MISTERIOSA:
Hija, no tengas miedo.
(Al mismo tiempo, Luz Amparo ve iluminarse la habitación con destellos de
varios colores, predominando el azul... También se forma como una nube de
luz más intensa y, en medio de esa luminosa nube, aparece una figura
humana, que ella identifica después con el Señor).

LUZ AMPARO:
¿Es mi padre, es mi padre?

VOZ MISTERIOSA:
Sí, hija, soy tu Padre celestial. En esta casa no hay nada de embrujamiento.
Reza por la paz del mundo y por la conversión de los pecadores. Amaos los
unos a los otros. Vas a recibir pruebas de dolor.

[1]
No existe grabación en audio de este mensaje; fue comunicado por Luz
Amparo después.

MENSAJE DEL DÍA 15 DE NOVIEMBRE DE 1980


[1]

EN SAN LORENZO DE EL ESCORIAL (MADRID)

(A eso de las tres de la tarde, Luz Amparo contempla, en medio de un gran


resplandor, a Jesucristo crucificado sangrando por frente, costado, rodillas,
pies y manos; el cabello enmarañado, sucio y cubierto de sangre; el ojo
derecho hinchado, morado, sanguinolento... Enseguida, empieza a sangrar
también ella por la frente y las manos).

LUZ AMPARO:
Pero, ¿qué es esto, Dios mío? (Irresistibles dolores la hacen pensar que se
muere).

EL SEÑOR:
Hija mía, esto es la Pasión de Cristo. Es una prueba. La tienes que pasar
entera.

LUZ AMPARO:
¡Yo no lo resisto!

EL SEÑOR:
Si tú, en unos segundos, no lo resistes, ¿cuánto pasaría yo, horas enteras
en la Cruz, muriendo por los mismos que me estaban crucificando? Puedes
salvar muchas almas con tus dolores. Por cada dolor tuyo se salvan
trescientas almas... ¿Lo aceptas, hija mía?

LUZ AMPARO:
No sé, Señor..., con tu ayuda lo soportaré.

[1]
No existe grabación en audio de este mensaje; fue transmitido por Luz
Amparo después.

MENSAJE DEL DÍA 22 DE NOVIEMBRE DE 1980


[1]

EN SAN LORENZO DE EL ESCORIAL (MADRID)

EL SEÑOR:
El que teme a Dios tendrá su recompensa en el Cielo. El que le desprecia y
le blasfema no entrará en el Reino de los Cielos.
Dios siembra la semilla en los corazones, pero sucede que la mayoría de
los corazones, llenos de abrojos, no dejan crecer la semilla; más les valiera no
haber nacido, porque a ellos les estoy dando muchas oportunidades de
salvarse. Cuando llegue el momento terrible no habrá lamentos, no tendré
oídos para escucharlos. El tiempo está muy cerca, no cerréis vuestros oídos.
Dichosos los que se arrepientan, pues ellos podrán entrar en el Reino de
Dios; porque Dios lo puede todo, y en un segundo puede arrojar al fondo del
Infierno al blasfemo, al impuro, al incrédulo, a los hipócritas...
Yo estoy dando pruebas para que se salven, que pidan a Dios, que es su
Padre Celestial. Yo di mi vida para redimirlos a todos, y que no sean tan
ingratos. Diles que Dios, con su gran poder, puede iluminar la Tierra y hacer
arder en ella a toda la gente impura, blasfema, sacrílega... Diles que Dios
persigue a aquéllos que publiquen doctrinas falsas. Diles que practiquen la
doctrina cristiana, y que el sacerdote o religioso que haga votos de pobreza,
de castidad y de obediencia cumpla con esos votos y, si no, luego vendré yo y
rendirán cuentas.
Hija mía, reza mucho por la paz de España y de todo el mundo; haz
muchos sacrificios y pide a todos que lo hagan; pide que no ultrajen el Divino
Corazón de Jesús, y que pidan por intercesión de mi divina y purísima Madre,
que tiene el Corazón traspasado por tantas ofensas hechas a su Hijo.
Que recen todos los días el santo Rosario por la paz del mundo y que
hagan muchos sacrificios.
[1]
No existe grabación en audio de este mensaje; fue comunicado por Luz
Amparo después. Tomado del opúsculo “¿Continúa Dios manifestándose a
los humildes?” (en citas siguientes: “o. c.”), nº1, pp. 1-2.

MENSAJE DEL DÍA 1 DE MAYO DE 1981


[1]

EN SAN LORENZO DE EL ESCORIAL (MADRID)

(Estando en casa, de noche, mientras hace sus oraciones habituales, Luz


Amparo ve a la Virgen vestida de Dolorosa, con manto negro y capucha que le
cubre la cabeza, debajo: un velo blanco. Aparece de rodillas, con las mejillas
surcadas por las lágrimas; lleva dos velas, una en cada mano, y pide por la
paz del mundo. Aparenta unos diecinueve o veinte años, con una cara
bellísima, aunque la mira con mucha tristeza).

LA VIRGEN:
Hija mía, no dejéis de rezar el santo Rosario. Diles que si no me escuchan
habrá muchas muertes y la Iglesia irá decayendo, y no habrá trabajo y habrá
muchas miserias, sobre todo en España...
Hija mía, el santo Rosario rezado con devoción tiene mucho poder; os pido
muy poquito: que recéis, que con vuestra oración y penitencia nos ayudaréis
a mi Hijo y a mí a salvar muchas almas que están errantes, esperando que
alguien las salve.
Yo me he manifestado en muchos sitios, pero están vacíos y no quieren
saber nada, y si no me escuchan, en España habrá otra guerra y la Iglesia
española padecerá.
Rezad mucho y haced mucha penitencia, para que todos os salvéis. Os
quiero a todos, porque todos sois hijos míos. Hay que ser más constantes en
recibir la Sagrada Eucaristía; es muy importante comulgar los primeros
viernes de mes con mucha devoción y pedir para que todos los sacerdotes
sean buenos católicos, y con sus buenos ejemplos el Espíritu Santo los
ilumine para servir a Dios y amar al prójimo, y que colaboren en salvar
almas...
Haced oración, y diles que hagan mucho sacrificio, que cuanto más sufráis
y más sacrificios hagáis más os amo; porque así me ayudáis a sufrir y a pedir
por tantos pecadores que tanto lo necesitan.

[1]
No existe grabación en audio de este mensaje; fue comunicado después
por Luz Amparo. Cf. o. c., nº 1, p. 2.

MENSAJE DEL DÍA 10 DE MAYO DE 1981


[1]

EN SAN LORENZO DE EL ESCORIAL (MADRID)

Me ha dicho la Virgen —comenta Luz Amparo—:


“Hija mía, diles a todos mis hijos que están cumpliendo muy bien con el
mensaje que les he dado de rezar el santo Rosario, pero que se tienen que
acercar más a la Eucaristía, que muchos de ellos no lo han cumplido; que
comulguen los primeros viernes de mes, que todos los que comulguen en
este día pidan por la Iglesia Católica, para que todos los cristianos estén más
unidos”.
El pecado de impureza ofende mucho al Señor, que seamos muy humildes,
que la soberbia cierra las puertas del Cielo, que sigamos perseverando, que
está muy contenta con nosotros, que pidamos por los sacerdotes, para que
sean buenos hijos de Dios.
“Acercaos más a la Eucaristía, sed constantes en recibir el Cuerpo de Jesús;
pedid por la paz de España, especialmente por el País Vasco”.
[1]
De este mensaje no hay grabación en audio; fue la misma Luz Amparo
quien lo comunicó después. Lo que está entrecomillado parece más
literal. Cf. o. c., nº 1, p. 3.

MENSAJE DEL DÍA 14 DE JUNIO DE 1981, DOMINGO DE LA SANTÍSIMA


TRINIDAD
[1]
,
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

(Aquel día estaban en el huerto que cultivaban, y que era propiedad del
Ayuntamiento de El Escorial [Madrid], Luz Amparo Cuevas Arteseros y varios
miembros de su familia; habían terminado de almorzar. Algunos regresaron a
su domicilio; cuatro del grupo inicial decidieron ir a fregar los utensilios usados
a la finca contigua de “Prado Nuevo”, donde había agua de una fuente. Se
acercaron Luz Amparo, su esposo Nicasio, el hijo de ambos: Pedro, y Marcos,
amigo de la familia. Una vez en el lugar, mientras estaban en la fuente-pilón,
es cuando Luz Amparo se siente atraída, por una fuerza misteriosa, hacia un
fresno situado a pocos metros. Enseguida, comienza a percibirse un intenso
aroma a rosas e incienso, y observan con extrañeza una especie de nube
blanca algodonosa, que surge de aquel árbol y se va difuminando sobre la
copa del mismo. Allí se para Luz Amparo, cae bruscamente de rodillas y se
golpea contra una roca. En esa postura permanece rígida e inmóvil alrededor
de media hora. Durante ese espacio de tiempo, ve aparecer a la santísima
Virgen sobre la nube, cuya figura se va formando gradualmente hasta
contemplarla con una belleza tan sublime que los pinceles son incapaces de
plasmar. Viene ataviada con una túnica granate, un manto negro que la cubre
sin ceñirse a la cabeza; debajo: un velo de encaje blanco. Unas lágrimas
silenciosas surcan las mejillas de esa faz, que refleja pena, sin dejar, a pesar
de ello, de transmitir una dulzura infinita. En esos instantes, le es comunicado
el siguiente trascendental mensaje).

LA VIRGEN:
Soy la Virgen Dolorosa. Quiero que se construya en este lugar (señala con
la mano la ubicación) una capilla en honor a mi nombre. Que se venga a
meditar de cualquier parte del mundo la Pasión de mi Hijo, que está
completamente olvidada. Si hacen lo que yo digo, habrá curaciones. Este agua
curará (se refiere a la que mana de la fuente que allí se encuentra). Todo el
que venga a rezar aquí diariamente el santo Rosario, será bendecido por mí.
Muchos serán marcados con una cruz en la frente. Haced penitencia. Haced
oración.

[1]
No existe grabación en audio de este mensaje; fue Luz Amparo quien
comunicó su contenido.

MENSAJE DEL DÍA 6 DE JULIO DE 1981


[1]

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

EL SEÑOR:
La Humanidad no quiere escuchar las palabras de mi santísima y pura
Madre; Ella se ha manifestado en muchos lugares de España, pero no creen
en Ella. Mi Madre sufre mucho por todos; está triste, llora por todos los
pecadores y siempre está pidiéndome que tenga piedad de todos, pero yo le
he contestado: “¿Y de Ti, Madre mía, quién tiene piedad? Te están
constantemente blasfemando, calumniando, despreciándote”. Mi santa Madre,
con ese manto de dolor, quiere redimiros a todos a cambio de sus lágrimas y
de sus dolores. Yo no puedo ver sufrir así a mi Madre; por eso voy a ser yo el
que va a mandar el Castigo a toda la Humanidad tan desagradecida; pero
diles que todos los que crean, que no tengan miedo, que no les afectará
nada; diles que perseveren en la oración y que se acerquen a la Eucaristía,
que allí estaré yo para ayudarles a perseverar y darles fuerzas para querer
mucho a esa Madre tan buena.
Os pido que no la hagáis sufrir. Creed en Ella, que Ella os abrirá las puertas
del Cielo, y que se quite ese manto de Dolorosa y se ponga el manto blanco.
Con vuestra oración, vuestra penitencia, pedid mucho por los que no creen,
que el tiempo del Castigo está muy cerca; los tiempos son muy graves. Diles a
todos que recen mucho el santo Rosario, para que se aplaque la ira de Dios
Padre. Los que estén con Dios y la santísima Virgen, que no tengan miedo,
pero para los que no quieran estar en gracia de Dios será espantoso.
[1]
No existe grabación en audio de este mensaje; Luz Amparo lo transmitió
más tarde. Cf. o. c., nº 1, p. 5.

MENSAJE DEL DÍA 28 DE JULIO DE 1981


[1]

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

LA VIRGEN:
Hija mía, diles a todos que, si no escuchan lo que les digo, en el mundo
habrá un castigo como jamás se ha visto, y antes que en ningún sitio será en
España.
Diles que se acerquen a la Eucaristía, que recen el santo Rosario todos los
días con mucha devoción; que comulguen los primeros viernes de mes, que
todos los que lo hagan con devoción se salvarán. Pedid por los sacerdotes y
religiosos, que mi Hijo lleva una cruz muy pesada por todos los que no
cumplen con Dios; ayudadle a descargarse esa cruz que lleva
constantemente. Pedid por los incrédulos. El Castigo está muy cerca; diles
que me escuchen, que quiero que se salven todos; que a todos los quiero y
mi Corazón sangra de dolor por todos. Haced penitencia y oración.

[1]
No existe grabación en audio de este mensaje; fue comunicado más tarde
por Luz Amparo. Cf. o. c., nº 1, p. 6.

MENSAJE DEL DÍA 8 DE SEPTIEMBRE DE 1981 (1)


EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

LA VIRGEN:
Hija mía, pide a todos que recen mucho por mi amado hijo, el papa Juan
Pablo II, y por la paz de España. Como no cambie España, será castigada.
Da este mensaje cuanto antes, para que se llame al orden a todos los
culpables, para que todos se arrepientan antes de que llegue la hora del
Castigo.
Diles que estén preparados, que yo vendré a por mis escogidos y el
enemigo vendrá a por los suyos. Ese día cercano estaré con mi Hijo y mis
ángeles. Hija mía, ofrece esos dolores de las llagas para que se salven muchas
almas. Une tus dolores a los míos para salvar el mundo.

[1]
No existe grabación en audio de este mensaje; Luz Amparo lo comunicó
después. Cf. o.c., nº 1, pp. 6-7.

MENSAJE DEL DÍA 25 DE SEPTIEMBRE DE 1981 (1)

EL SEÑOR:
Anuncia, hija mía, que soy como el padre del hijo pródigo, que todo el que
venga a mí estará salvado, que yo estoy esperando con los brazos abiertos.
Estoy muy triste. Diles que las trompetas están a punto de sonar. ¡Pobre del
que no esté preparado cuando oiga estos sonidos!
En 1983 aumentarán los castigos: habrá grandes terremotos, grandes
sequías, enfermedades que causarán la muerte. Rezad, hijos míos, y poneos a
bien con Dios; con la oración se puede calmar la justa y divina ira de Dios
Padre. Tú, hija mía, vas a sufrir mucho, pero también sufrí yo por todos
vosotros; es importante sufrir, sufriendo se alcanza el Reino de Dios. Di lo
que yo decía: “Padre, hágase tu voluntad y no la mía”. La voluntad de mi
Padre era que derramara hasta la última gota de mi Sangre, y la derramé por
todos vosotros.
La tercera morada se llamará Belén. Antes de llegar a esta morada hay que
coger la cruz, aunque sea pesada; yo os ayudaré a llevarla. Hija mía, no nos
defraudes. Yo vendré a por los escogidos. Te repito: no nos defraudes, lucha
contra el enemigo. Yo soy el Alfa y Omega, el que crea en mí tendrá el Reino
de los Cielos. Llevo una cruz a cuestas, para que Dios Padre derrame su divina
misericordia sobre toda la Humanidad.
Te repito: diles a todos que vengan a mí, que soy como el padre del hijo
pródigo. Sufre, hija mía. Adiós, cumple con la misión que te he
encomendado.
LA VIRGEN:
No hagas caso de los avisos terrenos, hija mía, pueden confundirte; haz
caso a tu director espiritual. Hija mía, sigue con el rebaño de mi Hijo, lucha
contra el enemigo; mi Hijo está muy contento, has devuelto muchas ovejas al
rebaño. Sufre, hija mía, extiende los brazos como mi Hijo los extendió en la
Cruz para salvar a la Humanidad. Sigue luchando, tu camino es el sufrimiento.
Los escogidos, hija mía, volverán al Edén del Paraíso. Yo vendré con mi Hijo a
por los escogidos. Coge esa cruz, hija mía, póntela sobre la espalda y sigue a
mi Hijo, como yo le seguí hasta la Cruz con mi Corazón traspasado de dolor y
con mi Hijo sufriendo para salvar a la Humanidad; mientras tanto, la mayor
parte de la Humanidad, de fiesta. ¡Qué ingratos!, en el abismo del Infierno mi
Hijo no tendrá compasión de ellos.
Los escogidos se verán en el Paraíso del amor y la felicidad. Mis ángeles
lucharán contra el enemigo, será una gran guerra en el aire. La lucha está
cerca. Mi Corazón estará traspasado de ver cómo a muchos de mis hijos se
los llevan al fondo del abismo, pero ya no puedo más, no puedo sujetar el
brazo de mi Hijo. Muchos morirán a manos del enemigo, el reinado del
enemigo no durará mucho.
Lucharán los hijos con los padres, las nueras con las suegras, y hermanos
contra hermanos. Morirán muchos inocentes; yo los esperaré en mi morada.
Las moradas están preparadas para los escogidos; los calabozos del Infierno
también están preparados. La lucha os parecerá muy larga; entonces el
enemigo será vencedor. Habrá tres días de oscuridad; el Sol se oscurecerá y
la Luna dará una luz muy tenue. Los verdaderos hijos de Dios seguirán con la
oración y no olvidándose de Dios; serán días terribles. En esos momentos se
conocerán los verdaderos imitadores de Cristo. No desenvainéis vuestra
espada; pensad que Dios dice: “Quien a hierro mata, a hierro muere”.
Oración es lo que pido, con la oración os salvaréis.
La cuarta morada está preparada para la lucha; en esos momentos, Elías
y Henoc harán su presencia y harán grandes prodigios, para que los enemigos
de mi Hijo se arrepientan y vuelvan a Dios.
Hija mía, hay que sembrar para recoger; cuando te presentes ante mi Hijo
no vayas con las manos vacías, alarga los brazos, que yo estaré allí para
recogerte. Las almas necesitan mucho; no os dejéis vencer por el enemigo,
que lo tenéis muy cerca. A mi Hijo se le conocerá por la cruz que llevan las
naves celestiales. Cuando esto vaya a suceder, los niños verán y los ancianos
soñarán.
Os hago un llamamiento, hijos míos: coged la cruz y seguid a mi Hijo, que
mi Hijo está muy cansado, ayudadle a descargarse la Cruz. Sed constantes en
la oración y haced sacrificios. Elías y Henoc, testigos de Jesús, serán muy
eficaces para la conversión de la Humanidad, serán dados a muerte y
después de acontecida esta muerte, habrá un gran milagro, hija mía; eso está
escrito: el que tenga ojos que vea y el que tenga oídos que oiga. El que tenga
sed que acuda a mi Hijo, que Él es la fuente de la vida. El que esté cargado
que acuda a mi Hijo, que Él lo descargará. Venid a mi Hijo, que Él os llevará a
la morada de la vida. En esa morada está escrito: “El que come mi Carne y
bebe mi Sangre será salvado”. Esa vida será eterna.
Hay muchos sacerdotes que están constantemente ofendiendo a mi Hijo.
Hija mía, coge esta cruz y sigue a mi Hijo. Con la cruz alcanzaréis el Cielo,
hijos míos. Tú, hija mía, estás sembrando el camino de mi Hijo de rosas. Tú
has vuelto a muchas ovejas a su rebaño, estaban perdidas.
El Castigo será el día... Las moradas de mi Hijo están casi vacías, las del
enemigo están llenas.
Avisa a todos que mi Hijo está sediento de almas que vayan a Él, que allí
estará esperando, como esperó en el pozo de Jacob, para convertirlos a
todos.
Procurad estar todos a la derecha del Padre; todo el que esté a la
izquierda irá al fondo del abismo. No hagas caso de los avisos terrenos —que
no te confundan—, haz caso de los avisos del Cielo. ¡Qué tristeza siente el
Padre de ver que se condenan tantas almas! Pero tú, hija mía, estás haciendo
una misión muy importante. ¡Cuántas ovejas descarriadas han vuelto al
rebaño de Jesús! Sigue sembrando rosas en el camino de mi Hijo; mi Hijo está
muy contento porque le estás quitando muchas espinas, estás uniendo su
rebaño disperso.

[1]
Se desconoce si existe grabación en audio de este mensaje. Cf. o. c., nº 1,
pp. 7-10.

MENSAJE DEL DÍA 2 DE OCTUBRE DE 1981 (1)

LA VIRGEN:
Mira, hija mía, cómo está mi Corazón; está traspasado de dolor. Mira,
cómo sangra por todos mis hijos; por todos, sin distinción de razas. Pedid
mucho por la conversión de Rusia; Rusia es el azote de la Humanidad; pedid
que se convierta.
Diles a todos, hija mía, que el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su
Padre acompañado de sus ángeles, y retribuirá a cada uno según sus obras.
Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre, y todos los
pueblos de la Tierra se darán golpes de pecho y verán al Hijo del Hombre
venir sobre las nubes del cielo con su gran poder y su gran majestad.
Hija mía, sufre, sufre, que yo también sufro por todos vosotros. Rezad
mucho, hijos míos, haced mucha penitencia; es de la única forma que se llega
a mi Hijo. Hija mía, diles a todos que no dejen de rezar el santo Rosario. El
santo Rosario rezado con devoción tiene una gran fuerza; hija, díselo a todos.
Diles que procuren estar arriba y buscar las cosas de arriba, donde Cristo está
sentado a la derecha de Dios. Hija, no hagas caso de nadie; te verás muy sola,
muy triste, no nos defraudes, ni a mi Hijo ni a mí; no nos defraudes, hija mía,
date cuenta de que el enemigo está rodeando todo esto y no sabe por dónde
atacar.
Esos dolores tan terribles los pasa mi Hijo por toda la Humanidad; la
Humanidad está vacía; no hacen caso de los mensajes de su Madre que tanto
sufre por ellos; eso que te pasa a ti, hija mía, les ha pasado a muchas almas:
han sido perseguidas por los mismos miembros de la Iglesia.
Si alguno os dice que Cristo está aquí, entre vosotros, no le hagáis caso,
son “cristos” falsos que quieren confundir la doctrina de mi Hijo y quieren
confundiros a todos para apoderarse de las almas. Tened cuidado, hijos míos,
no vayáis a confundiros con los falsos profetas; los escogidos que no se
confundan bajo ningún error.
Daos cuenta, hijos míos, de que Satanás está a ver si puede conseguir la
perdición de las almas; que está metido en la Iglesia —¡más confusión que
ésa!—; que Satanás se ha apoderado de muchos de mis hijos, de muchos
hijos míos predilectos de mi Hijo. Sí, hija mía, no hagas caso de los avisos
terrenos; ya te lo he dicho en otras ocasiones: escucha los avisos celestiales,
no se confundirán con los avisos del enemigo, pues el enemigo jamás dirá
que se hagan buenas obras.
Rezad mucho, hijos míos; daos cuenta de que no vale la pena nada de lo
de la Tierra, que mi Hijo os construirá una casa en el Cielo para toda una
eternidad. Hijos míos, vale la pena sufrir; pedid por todos los pecadores, hijos
míos.
Diles que comulguen los primeros sábados de mes en honor de mi
Corazón, que está traspasado de espinas por los dolores que causan tantos
pecadores y tantas blasfemias que están profiriendo constantemente contra
mi Hijo y contra mí. Diles a los que viven todo esto que ellos también tendrán
muchas pruebas; los calumniarán por muchos motivos; que estén alerta.
Muchos han recibido la gracia de ver algunos de estos prodigios; que luchen
hasta el final, que no se dejen engañar por nadie.
Hija mía, nosotros te ayudaremos a llevar la cruz; sufre por todos los
pecadores; diles que hagan una visita al sagrario, que mi Hijo se encuentra
muy triste esperando la visita de todos ellos; que no se acuerdan de nosotros
y nosotros estamos constantemente pensando en todos. Diles, hija mía, que
el tiempo se aproxima, que está muy cerca; que no hacen caso de mis avisos,
que algunos no tendrán tiempo de arrepentirse y se condenarán.
Adiós, hija mía, sé fuerte como mi Hijo hasta el último instante. Adiós, hija
mía.

[1]
Se desconoce si existe grabación en audio de este mensaje. Cf. o. c., nº 1,
pp. 10-12.

MENSAJE DEL DÍA 14 DE OCTUBRE DE 1981 (1)

LA VIRGEN:
Rezad el Rosario con mucha devoción todos los días; meditad un ratito
después de cada misterio, ofrecedlo por la paz del mundo, principalmente
por la paz de España, porque España está a punto de ser castigada. Yo soy la
Virgen de los Dolores; diles a todos, también a los sacerdotes, que deseo en
este lugar una capilla en mi honor, para que vengan de cualquier parte del
mundo a compartir conmigo estos dolores que estoy padeciendo por toda la
Humanidad. Que vengan a esta Capilla a meditar la Pasión de mi Hijo.
Diles a todos que se acerquen a la Eucaristía, que todos los que comulguen
los primeros sábados de mes en honor a mi Corazón, les estaré muy
agradecida, y les compensará mi Hijo en la hora de la muerte. Os pido, hijos
míos, que recéis mucho, que mi Hijo está esperando vuestras oraciones.
Rezad, hijos míos, mucho, porque muchas almas están condenadas porque
no ha habido nadie que haya rezado por ellas. Rezad mucho, hijos míos,
pedid por la intención de que no haya guerra, que el mundo está muy mal;
sólo vuestra Madre del Cielo puede ayudaros a todos a vencer en la lucha
contra el enemigo. Si se hace todo lo que os pido, se detendrá la ira de Dios
Padre. Rezad por el Vicario de Cristo, está en un gran peligro; también rezad
por la conversión de Rusia, haced penitencia y visitas al Santísimo.
Diles a todos que cuando esté hecha la Capilla se llame “Capilla de Nuestra
Señora de los Dolores”. Cumple mis mensajes; haced oración y
penitencia. (La Virgen se despide de Luz Amparo haciéndole la señal de la
cruz en la frente).

[1]
No existe grabación en audio de este mensaje; fue comunicado por Luz
Amparo después. Cf. o. c. , nº 1, p. 12.

MENSAJE DEL DÍA 16 DE OCTUBRE DE 1981

LUZ AMPARO:
¡Ay, ay, Dios mío! ¡Ay, ay, Dios mío! ¡Ay, ay, Dios mío! ¡Ay, qué dolor! ¡Ay,
Dios mío! ¡Ay! ¡Ay, Dios mío! ¡Ay, Dios mío! ¡Ay, ay, Dios mío! ¡Ay, Dios mío!
¡Ay, qué dolores! ¡Ay, Señor, Señor! ¡Ayúdame, Señor! ¡Ay, ay!

LA VIRGEN:
Hija mía, sé como sufres, hija mía, pero tú sabes cuánto mérito tienen
estos dolores, hija mía, cuántos pecadores se están convirtiendo y
arrimándose a la Sagrada Eucaristía. Diles que sigan cumpliendo, que
cumplan, hija mía, con los mandatos de mi Hijo. Diles que Cristo Jesús ha
dicho que se reconcilien con Dios todos los días. Los que no lo hayan hecho,
que confiesen sus pecados y comulguen todos los primeros sábados de mes;
también los primeros viernes de mes en honor del Corazón de mi Hijo; que
todos los que lo hagan, les dará mi Hijo vida eterna y los resucitará en el
último instante, hija mía.
¡Hija mía! ¡Ay, cómo sufres! Dios está muy contento contigo, hija mía.
Todo este sacrificio, hija mía, todo tu sacrificio vale para salvar muchas
almas. ¡Ay, hija mía, qué dolores tan horribles! Date cuenta de lo que pasó mi
Hijo en esa Cruz y lo que yo pasé al pie de la Cruz, abrazada, destrozada,
desgarrándose mi Corazón. ¡Ay, hija mía! Decid, hija mía, decid a cuantos
hicieren algún sacrificio: “Si haces algún sacrificio...” (1)que lo ofrezcan por la
salvación de toda la Humanidad. Todos los sacrificios tienen valor, hija mía,
todo lo que se ofrezca a mi Hijo Cristo Jesús. Decid cuando hiciereis algún
sacrificio: “Jesús mío, por tu amor, todo te lo ofrezco por la conversión de los
pecadores, por la conversión de Rusia, por el Corazón Inmaculado de tu
Madre María santísima”.
Ofrécelo, hija mía, pero que nadie se entere; lo que haga tu mano
derecha, que no lo sepa nunca tu mano izquierda, hija mía. El que quiere
salvar su vida, hija mía, la perderá, y el que quiera perder su vida por amor a
mí..., la encontrará, hija mía, por amor a mí y a mi Hijo. Hija mía, ofrécete a
Dios para soportar todos tus sufrimientos, hija mía. Que Él te ayude en
reparación por los pecadores, por tantas ofensas hechas constantemente a
mi Hijo y a mí, que somos ofendidos constantemente.
Deseo repetirte, hija mía: ofrécelo todo por la conversión de los
pecadores, pero sobre todo, hija mía, acepta y soporta con humildad los
sufrimientos que mi Hijo te envía, hija mía; ofrécelo, hija mía.
Mira, hija mía, date cuenta que todo el que es hijo heredero de Dios y
herederos con Cristo, tal que padezca con Él, a fin de que perciba con Él su
gloria, hija mía. Es muy importante salvar el alma; el cuerpo no tiene
importancia, el cuerpo no vale ni para estiércol en la tierra, hija mía. No
decaigas, hija mía, pide consejo a tu padre espiritual, que él te dirija, hija mía.
Vas a tener muchas contrariedades y vas a sufrir mucho, pero sigue
luchando, sigue luchando, hija mía, que yo también sigo luchando para poder
salvaros a todos...
Hija mía, tienes muchas dudas, hija mía; crees que son visiones tuyas; que
si no estaré realmente presente en el santo Rosario, hija mía. Te dije en la
primera aparición que todos los días estaré presente para dar la santa
bendición a todos los que vayan a rezar el santo Rosario. También te dije, hija
mía, que muchos de ellos serán escogidos y marcados con una cruz en la
frente. Que no te confundan, hija mía, porque yo estoy allí como la Reina
gloriosa sobre la Tierra, llevando a todos los pueblos de la Tierra la salvación
y la paz, hija mía. No lo dudes, puedes seguir diciéndolo en cada Rosario;
todos mis hijos serán bendecidos. Hay muchos que tienen muchas dudas, hija
mía. Son tan incrédulos que si no ven la marca en las manos del clavo, hija
mía, no creen.
Hija mía, ¡cuánto vas a sufrir!, pero sabes lo que dice mi Hijo: que, si para
creer tienen que ver, eso no tiene mérito, hija mía. Dichoso el que cree sin
ver; eso sí que tiene mérito muy grande ante mi Hijo, hija mía. Te sigo
insistiendo, hija mía: quiero que continuéis rezando el santo Rosario todos
los días. Rezad, hijos míos, haced mucho sacrificio por los pecadores, que
muchas almas están en el Infierno porque no han tenido quien rece por ellas,
hija mía; y ¡qué horrible es estar en el lago de las llamas, hija mía! Mira un
instante cómo es, hija mía...

LUZ AMPARO:
(Elevando el tono de voz con horror). ¡Ay...! ¡Ay...!

LA VIRGEN:
No, hija mía, no te horrorices; el que va al fondo de ese lago, hija mía, es
porque quiere, porque tiene muchas oportunidades de salvarse y no las
quiere coger, hija mía. Tú ayuda a todos los pecadores, pero no sufras, ya
tienes bastante con tus dolores, hija mía.
Diles a todos los que están constantemente contigo, hija mía, que procuren
hacer apostolado, que se dediquen en cualquier parte del mundo que estén,
que necesitan muchas almas recibir los mensajes de su Madre celestial, hija
mía. Que recen mucho, que se salven todos, que estoy constantemente dando
avisos y no me hacen caso. No quiero que se condenen, hija mía; pero muchos
de ellos, ni aun en el momento del Castigo sentirán temor de Dios.
Hija mía, sigue con tu cruz, ayuda a salvar muchas almas; que muchas
ovejas han vuelto a su rebaño, hija mía; ¡cuántas había descarriadas, hija
mía!, ¡cuántas!, y han vuelto al redil de mi Hijo, han vuelto a su rebaño.
Hija mía, adiós; sé humilde, hija mía. Es el consejo de cada día: la
humildad, hija mía. Adiós, adiós, hija mía.

(El texto siguiente se encuentra enseguida del anterior mensaje en la


grabación de que se dispone; se incluye en estas páginas, aunque no hay
certeza de su fecha).

LA VIRGEN:
Hija mía, te vuelvo a aconsejar: no hagas caso del juicio de nadie, hija mía;
no hagas caso de los consejos que te den, que no valen los juicios de los
demás. Haz caso de tu padre espiritual; muchos videntes los han perdido
haciendo juicios sin saber. Hija mía, hazme caso; muchas personas quieren
destruir, no saben cuánto daño hacen con aconsejar cosas que no saben, hija
mía. Haz caso a tu padre espiritual... (Hay un corte en la grabación por
motivos que se ignoran).
Sigue luchando, hija mía, que la lucha será terrible; tendrás que
enfrentarte contra el enemigo. Hija mía, te lo pido que no nos defraudes;
correspóndele a mi Hijo.
Adiós, hija mía; sé humilde, sé humilde hasta el final. Éste es el consejo de
cada día, hija mía; la humildad es la base principal de todo. Sí, hija mía,
tendrás una lucha terrible; pero que no salga el enemigo victorioso. Lucha
hasta el final, hija mía, lucha, que vale la pena luchar.
Adiós, hija mía. Adiós.

[1]
Corte en la grabación. La frase siguiente en cursiva está tomada del o. c., nº
1, p. 13.

MENSAJE DEL DÍA 23 DE OCTUBRE DE 1981

EL SEÑOR:
Llama a “Elohím”, hija mía, llama a “Elohím”, tu Padre Celestial, Rey del
Universo, hija mía, para que te consuele; ese mismo sufrimiento, hija mía, lo
estoy pasando constantemente yo por la perversidad de todos los pecadores.
Diles que se conviertan, que no cometan más pecados; que se destruirán
ellos mismos... Hija mía, llámale para que te consuele. Diles a todos que,
como no confiesen sus culpas y se arrepientan, el Padre Eterno los mandará
al lago de azufre para toda la eternidad.
Diles que tienen muy poco tiempo; que se arrepientan; que piensen un
poquito en la Pasión de su Hijo, que lo mandó a la Tierra para redimirlos a
todos del pecado y no quieren pensar en sus culpas. Que están ofendiendo
constantemente a Dios; que mediten, que piensen lo que su Hijo pasó en la
Cruz, cómo le coronaron de espinas, cómo le flagelaron, cómo derramó su
última sangre por todos vosotros, hija mía.
Díselo a todos, que no van a tener tiempo a arrepentirse. Que el Padre
Eterno va a mandar su ira de un momento a otro; que se arrepientan. Díselo,
hija mía, a todos. Que el Hijo de Dios bajará en una nube no tardándose
mucho y mandará a sus ángeles que sieguen la mies seca de la Tierra que no
da fruto; que sus escogidos estén preparados; que no hagan caso del
enemigo. Sí, hija mía, diles a todos que se conviertan, que el día del Juicio
bajaré como juez, no como amigo, porque ya les estoy dando oportunidades;
que las cojan, que no dejen para mañana lo que puedan hacer hoy; que se
den cuenta que los mil años de la Bestia se han cumplido; que Satanás está
en... Está entre los cuatro ángulos de la Tierra, hija mía, para apoderarse de
almas para la guerra. Diles a todos que procuren estar el día del Juicio
apuntados en el Libro de la Vida. Díselo a todos, que no quiero que se
condenen, que mi Madre está sufriendo mucho por todos ellos. No puedo
soportar que mi Madre sufra; está constantemente sufriendo, llorando. No
se podrían meter en ningún envase las lágrimas que derrama mi Madre
diariamente por todos ellos. Que se arrepientan antes que llegue la hora del
Castigo, que la lucha será horrible. Díselo a todos, hija mía; luego que no
digan que no aviso. Que se arrepientan, que confiesen sus pecados, que
procuren estar a la derecha del Padre el día de los escogidos; que será
horrible ir con el enemigo, hija mía. Diles a todos que se arrepientan, que
pidan perdón al Padre Eterno, que el Padre Eterno está esperándolos a
todos.
Adiós, hija mía. Sé fuerte como yo fui hasta el último momento. No te
importe esta lucha, que luego estarás eternamente en las moradas del Padre
Eterno. Adiós, hija.

LA VIRGEN:
Hija mía, aquí me tienes como Madre misericordiosa, hija mía, para
ayudarte a soportar esos sufrimientos tan horribles. Ofréceselos al Padre
Eterno, hija mía, por la conversión del mundo entero, hija mía; ofrece tus
dolores, hija mía. Si te desprecian, hija mía, ofréceselo; si te calumnian, hija
mía, ofréceselo. Sigue con tu humildad, hija mía, con tu obediencia, hija mía.
Tu obediencia tiene que ser muda, hija mía, para que nadie se entere, hija
mía. Dales el aviso a todos, que se arrepientan, hija mía, todos; que confiesen
sus pecados, que el Padre Eterno está muy enfadado. Diles que tienen que
ser mejores de lo que son; que va a venir un gran castigo, hija mía, para toda
la Humanidad; que confiesen sus culpas; que no se dejen engañar por el
enemigo; que Satanás quiere apoderarse de toda la Tierra; que se está
apoderando de la Iglesia; que está intentando aniquilar la Tierra. Hija mía,
díselo a todos, que no se dejen engañar de ninguna forma; que se
arrepientan, hija mía. No sabes qué dolores tengo en el Corazón de verte
sufrir, pero es preciso. Diles, hija mía, que el Castigo será peor aún que
cuarenta terremotos seguidos destruyendo la Tierra, hija mía; que será
horrible el Castigo y nadie se escapará de él, nadie. Todos verán el Aviso y
verán lo que significa el Aviso, hija mía.
Estad preparados para que vosotros no recibáis el Castigo. Es muy
importante estar con Dios. El día que veamos el Aviso habrá personas que
morirán del miedo, del miedo tan horrible, hija mía. Procurad estar esa noche
rezando ante el Santísimo o en vuestras casas con las puertas cerradas, hija
mía. Hija mía, tendrás que sufrir mucho, hija mía, en este mundo de
podredumbre y de maldad, hija mía. Tendrás muchas pruebas interiores que
te daré, hija mía; pero, al mismo tiempo, te ayudaré a soportarlas, hija mía.
Muchas veces has tenido muchas dudas de mis avisos. No lo dudes, hija mía,
no dudes lo que yo hable por mi boca, hija mía. Ayuda a tantas almas que
tanto lo necesitan. Sé fuerte, hija mía, te lo repito todos los días que te
sucede esto, hija mía.
Tienes que ser humilde; sin humildad no se ganan almas, hija mía. Date
cuenta que el pecado de soberbia es el pecado que conduce a todos los
pecados del mundo, hija mía. Hay que ser humildes. Date cuenta que mi Hijo
escogió lo más humilde de la Tierra y la humildad es la base principal de todo,
hija mía. Seguid rezando el santo Rosario. También es conveniente que reces
las quince partes de los misterios, hija mía. Corre mucha prisa salvar muchas
almas; y en cada Rosario se salvan muchas, hija mía. Hay que ayudar a mi
Hijo, y al Padre Eterno hay que consolarle también, hija mía. Con nuestras
oraciones hay que sujetarle el brazo de su ira, hija mía. Lo estoy pidiendo
constantemente que os dé más oportunidades; que se están salvando
muchas almas; que detenga el Castigo, hija mía. Está muy próximo. Haced
mucha penitencia. Rezad el santo Rosario con devoción. Es muy importante
rezar todos los días el santo Rosario. Ofrece tus dolores por la conversión de
Rusia, hija mía. Rusia, Rusia destruirá todo, hija mía. Pedid que se convierta.
Cumplid con mis mensajes. Haced caso. Mandad mis mensajes por cualquier
parte del mundo, hija mía. Que se lo tomen en serio, que el Castigo está muy
cerca. Que no quiero que se condenen, hija mía, adviérteselo a todos, que es
horrible, hija mía, el dolor que tengo.
Adiós, hija mía, te echo la santa bendición. Adiós.

LUZ AMPARO:
¡Ay, ay! ¡Ay, Dios mío! ¡Ay, mis huesos! ¡Ay, Señor! ¡Ay, Dios mío! ¡Ay, qué
dolor! ¡Ay, Señor!...
MENSAJE DEL DÍA 6 DE NOVIEMBRE DE 1981

LA VIRGEN:
Te voy a dar un mensaje; pero este mensaje va a ser muy corto, hija mía.
Los humanos son muy desagradecidos; no quieren saber nada de su Madre.
Diles a todos que no vendrán las gracias que necesitan, sino cuando se haya
satisfecho el deseo mío de hacer una capilla en el lugar que te he indicado.
Díselo a todos, hija mía: que deseo se haga una capilla para meditar la Pasión
de mi Hijo; que me escuchen, hija mía, que mi Corazón es víctima del dolor;
que no me hacen caso. Díselo también a los sacerdotes; que me escuchen,
que sólo pido que se haga oración, que se venga a meditar; que si hacen lo
que yo pido, estaré entre mis hijos visiblemente en la Segunda Venida de mi
Hijo, Cristo Jesús.
Sí, hija mía, no me hacen caso; quiero que me crean, que crean que yo soy
María,(1) María Dolorosa, hija mía. ¡Qué poco caso hacen de mis mensajes!
Diles a todos mis hijos que se arrepientan y dejen de escuchar doctrinas que
no sean las de mi Hijo; que escuchen la ley de mi Evangelio, de los Evangelios
de Jesús; que escuchen la palabra de Dios; que la ley del Evangelio es la ley
que ha dado mi Hijo a su Iglesia Santa, porque fuera de su Iglesia no habrá
salvación, hija mía. Díselo; que me escuchen, que los quiero a todos, hija mía.
Y tú, hija mía, no tengas miedo, porque Dios está contigo, hija mía, y si
Dios está contigo, ¿quién estará contra ti? Sí, hija mía, diles a todos mis hijos
que están constantemente contigo que no se acobarden; que vayan donde
sea para ver si se cumple la palabra de su Madre, que hagan un poquito más
de oración; que se acuerden un poquito más durante el día de su Madre, que
no los olvida ni un instante. Díselo, hija mía.
Adiós, hija mía, adiós. Cumplid mis mensajes, hija mía, hacedme caso, hija
mía; obedece las órdenes de nosotros, de mi Hijo y mías. No os confundáis,
hijos míos. Luchad, luchad hasta el final.
Adiós, hija mía; te echo la santa bendición, hija mía. Adiós.

[1]
La grabación disponible en audio se inicia a partir de este punto; la parte
primera resaltada en cursiva ha sido extraída del o. c., nº 1, p. 18.

MENSAJE DEL DÍA 13 DE NOVIEMBRE DE 1981


EL SEÑOR:
Sí, hija mía, aquí está tu Padre celestial, como te dije el primer día de mi
aparición. Soy tu Padre celestial; ya lo sé que sufres mucho, hija mía; fíjate si
no voy a saber yo qué tormentos tan horribles son ésos, y todo sufrirlo por la
Humanidad tan desagradecida. Ya lo sé que no se merecen nada de esto, hija
mía, pero hay que salvarlos, hay que salvarlos a costa de lo que sea, hija mía.
Óyeme, mi Corazón víctima se cansa de la ingratitud de mis amados hijos; no
te hablo de la maldad de los impíos, sino de la malicia de los cristianos.
Voy a relatarte abiertamente la situación del mundo, para que
comprendas el porqué de mi pasión mística como víctima inmolada por el
mundo, como Rey mártir de mi caridad por las almas y como Dios desdeñado
de mis criaturas. He empleado toda mi sabiduría, hija mía, en proporcionar
todos los medios de adquirir el gozo de mi Reino eterno, toda mi ternura en
atraerlos, mi bondad y mi misericordia, mis riquezas, mi magnificencia y mi
amor; pero no quieren nada, son ingratos. He hecho por todos lo que hubiera
hecho por mis propios hijos; no se merecen nada. Todo lo que he hecho por
ellos, por todos en general, lo he hecho como lo he hecho con mis elegidos;
lo hice por uno y lo hice por todos en general, y para todos di mi ejemplo en
el camino de este mundo. Por todos ascendí a los Cielos, volviendo al seno
del Padre, y por todos hice el milagro de la consagración de la Eucaristía, para
permanecer con ellos. Para todos estoy, no sólo para unos, encerrado en ese
Sacramento día y noche, triste, sufriendo. Por todos instituí mi sacerdocio
privilegiado y para todos la Iglesia santa con sus auxilios de...

LUZ AMPARO:
¡Qué dolores, Dios mío; sé cómo sufres!

EL SEÑOR:
...con sus auxilios de indefectible virtud y de única esperanza de eternidad.
Hija mía, para todos di mis palabras de salvación y de vida, que guarda el
Santo Evangelio de la ley de la gracia y del amor; y con toda claridad la
manifesté en aquellas palabras: “Amaos los unos a los otros”. Lo dije en un
lenguaje para que todos me entendiesen. Y os dije: “Permaneced todos
unidos, permaneced en mí, para que seamos una sola cosa..., para que
seamos una sola cosa como mi Padre y yo lo somos”. Pero, hija mía, ¿qué han
hecho de mi palabra, de mi doctrina, de mis deseos, sino mofa, crímenes y
traición?
Mira, hija mía: se formó mi amada Iglesia, se erigió y se extendió mi Reino
en las almas; pero el eterno enemigo entró en la raza maldita para
apoderarse de todos, se apoderó de toda la raza. También vino a formar la
división en la familia, la cual, surgiendo bandos, comenzó a minarse entre sí.
No me quejo del enemigo, ni de sus secuaces, porque todos ellos son
malditos; me quejo de los que, siendo míos, han secundado la acción del mal.
El enemigo, hija mía, quiere seducir y no sabe cómo.
Acordaos siempre de mis palabras, porque si no os hubiera advertido...,
pero estoy constantemente advirtiéndoos. Si no os hubiera advertido, seríais
menos responsables, pero de ahora, ¿de qué os excusaréis, hijos míos? No
podéis excusaros.
Está cerca el día postrero, hija mía, y ese día postrero vendré como juez.
¿Acaso no lo he dicho a mi Iglesia Santa?, ¿no los he socorrido con pastores?
No he dejado de derramar milagros por todas partes, de derramar amor; y
ellos no han querido recibir con corazón puro todas estas cosas. Claro,
todos éstos, ¿sabes cuáles son?: los ingratos, los desagradecidos.
Hija mía, diles que todavía están a tiempo, que vengan a mí todos, como
les dije en una ocasión: “Venid a mí todos los que estéis cargados, que yo os
ayudaré a descargaros”. Venid arrepentidos y contritos, haciendo esfuerzos
para superar las tendencias malignas de vuestras pasiones y de las
seducciones que el mundo, el demonio y la carne os presentan, como lo hizo
un día en el Paraíso de los primeros padres naturales.
Diles que cuando yo les invito a que vengan a mí, es con espíritu de
cambiar la mala vida de los vicios, de los pecados, de la incredulidad, de la
malicia, de las comodidades refinadas que cada día habéis rodeado vuestra
vida humana; porque los humanos, precisamente, son los que deben
sobrenaturalizar sus acciones, imitándome a mí cuando me hice humano;
que busqué desde el primer momento hasta el último de esta vida el
sacrificio, la pobreza, la humildad, la incomodidad en todo. Por eso nací una
noche de invierno en medio de los hielos y sobre pajas de un pesebre de
animales, para ofrecer a mi Padre el sacrificio reparador y propiciatorio de
pagar a la Justicia divina por vuestros pecados, hijos míos. Todos, pues, hija
mía, estáis obligados... (palabra ininteligible) a amarme; que por eso bajé a
vosotros haciéndome semejante a vosotros en todos los momentos, menos
en el pecado.
Diles a la juventud, hija mía, lo que es el verdadero amor; diles que se
acerquen a mí; y en el silencio, con fe en mi presencia en mi Eucaristía, me
pidan que les revele el secreto de la felicidad del corazón humano en esta
vida y en la eternidad , hija mía. Revélales, hija mía, cuán dichosa te ha hecho
a ti mi amor, y que no hay amor que haga feliz si no está injertado en mi
amor. Sí, hija mía, avísaselo a todos.
Mira, hija mía, hoy Satanás está celebrando su fiesta en la profundidad del
Infierno; lo vas a ver... Mira las cavernas cómo están llenas de malditos, de
pecadores, de injustos, cómo se rebozan en el fuego; son espíritus malignos,
hija mía. Piensa que el Infierno está lleno de pecadores y que es para toda
una eternidad. Hay quien piensa que ¿cómo Dios siendo misericordioso les va
a mandar ese castigo? Sí, hija mía, es misericordioso mi Padre Eterno, pero es
justo y a cada uno le da lo que se merece. Mira cuántos espíritus del mal hay
en medio; las almas de los pecadores cómo están sufriendo torturas, hija
mía, por sus pecados. Aquí no existe la muerte; sin embargo, en las moradas
del Cielo existe la vida, hija mía. ¡Cuántos quisieran morir para no sufrir!
Mira, hija mía, vas a ver una parte del Cielo, para que no te horrorices, no te
quede ese sabor tan malo: ¡mira qué felicidad, mira qué dulzura, mira qué
paz, mira qué alegría; aquí no hay envidias, no hay sufrimiento, todo es
amor! Donde yo estoy no puede haber nunca sufrimiento, hija mía; donde
está Satanás con sus secuaces no hay nada más que tormentos y
sufrimientos. Avísales a todos, diles que se conviertan, que no quiero que se
condenen; díselo, hija mía, díselo a todos.
Sé humilde, hija mía, ofrece tus sufrimientos, haz un poco más de oración.
Diles a los que están contigo que estoy muy contento con ellos, que cumplen
muy bien con mis mensajes, que sigan de la forma que siguen, que también
son hijos predilectos míos porque han tenido la oportunidad de ver todo
esto. Diles que Dios, cuando hace una cosa, sabe cómo la hace, dónde la
hace, de qué forma. Que sean humildes también, que la humildad es la base
principal para llegar al Cielo. Díselo a todos, hija mía.
Sí, hija mía, verás a mi Madre, la verás un segundo. Adiós, hija. Cumplid
con los mensajes de mi Madre y los mensajes de vuestro Padre Celestial.
Adiós, hija mía.

LA VIRGEN:
Hija mía, hija mía, aquí me tienes, hija mía, ¿cómo iba yo a faltar, tu Madre
gloriosa? No dudes que yo me apareceré a ti, hija mía, me seguirás viendo.
Recuerda que me haces sufrir cuando dudas de que soy yo quien te habla.
Soy tu Madre, estarás contenta, hija mía, del premio que te he dado de ver a
tu madre terrena; está gloriosa en el Cielo gracias a tus oraciones. Sí, hija
mía, sigue con humildad, sigue obedeciendo para que llegue ese día glorioso
y te juntes con ella, hija mía. ¡Pobre hija mía! Eres ciertamente muy ingenua,
hija mía; por eso te he elegido yo y te sostengo en mi propio Corazón, para
que el demonio no te trastorne. Prepara tu corazón, hija mía, para cuando
llegue el día, que estés preparada.
Ya sabes, hija mía, que no me agradas, que no puedes agradarme si no
eres humilde; sigue siendo humilde y que todos los que te rodean igualmente
sean humildes; que tenga servidores fieles a mi doctrina y que la prediquen y
la defiendan la doctrina de mi Hijo, que sean fieles para practicarla y para
predicarla; diles que se humillen, que sólo los humildes pueden agradarme,
hija mía. Que todas las almas sean humildes, que todas necesitan ser
humildes para que sus servicios me sean agradables, hija mía. Reza por
todos, por toda la generación, por todos, todos son hijos míos. Hija mía, para
mí no hay políticas; mi “política” es el amor, y la de mi Hijo, la cruz.
Diles que el que no tenga amor y no cumpla con los mandamientos de la
Ley de Dios no se salvará; el prójimo está en cualquier ser humano. Yo no
tengo distinción de razas; la política no va a servir para salvarse, hija mía, sino
para condenarse. Adiós, hija mía; sé humilde hasta el último instante, sigue
los consejos de tu padre espiritual, pues ya sabes, hija mía, que es un buen
hijo de Dios; haz caso a mis consejos y a los consejos de tu padre espiritual.
Adiós, hija, adiós.

MENSAJE DEL DÍA 20 DE NOVIEMBRE DE 1981 (1)

EL SEÑOR:
Aquí me tienes, hija mía, como tu Padre que soy, para ayudarte a soportar
esos sufrimientos. Ofrécelo, hija mía, por la conversión de los pecadores,
porque cada día son peor. Escucha bien lo que te digo, hija mía, y
comunícaselo a todo el mundo: como no cambien y sigan abusando de mi
misericordia, el mundo se verá envuelto en una gran guerra, serán destruidas
varias naciones, habrá muchas muertes, caerán nubes de fuego que
abrasarán la Tierra; todo esto será lo más horrible que se ha conocido por la
Humanidad.
Diles a todos que no hacen caso de los mensajes de mi Madre, ni de sus
súplicas; pero que sepan todos que el Castigo está muy cerca; que sepan
todos también que es mi Madre la que está sujetando ese Castigo con sus
lágrimas, con sus dolores. Todo lo que está sufriendo por todos sus hijos,
dando sus avisos, porque no quiere que se condenen, pero no le hacen caso.
Diles a todos, hija mía, que el tiempo pasa y los hombres no cambian, que
siguen cometiendo pecados sacrílegos y crímenes. No quieren salvarse, hija
mía, son unos ingratos; diles que el juicio de las naciones está muy cerca.
Diles a todos que hagan oración, que confiesen su culpabilidad, que se
arrepientan, que Dios va a castigar a toda la Humanidad; dará Castigo como
jamás se ha visto; que pidan perdón a Dios, que hagan oración, que el Padre
Eterno está esperándolos; que se arrepientan de sus culpas, que en el mundo
va a haber grandes desgracias y en varias naciones habrá grandes
terremotos. Este es un Castigo del Cielo, hija mía; están abusando de la
misericordia de Dios. Que se arrepientan, que estamos avisando
constantemente; que mi Madre santísima se está apareciendo en muchas
partes y está dando mensajes para que se difundan por todo el mundo, y no
le hacen caso.
Sí, hija mía, se están salvando muchas almas, pero hay muchos que están
en pecado mortal; ofrece tus dolores por todos ellos; ayúdame a mí también
a soportarlos, a consolarme; ayuda a mi Madre también, que el Corazón lo
tiene traspasado de dolor por la ingratitud de tantos pecadores que no
quieren hacer caso. Sí, hija mía, es muy duro, pero es preciso que sufras; es
preciso que se salve por lo menos una tercera parte de la Humanidad.
Sé humilde, hija mía, habla con tu padre espiritual, que te dirija; no te
dejes, hija mía, date cuenta de que el enemigo está rodeando todo esto y no
sabe cómo destruirlo.
Este mensaje, hija mía, lo puedes dar a todos mis hijos, díselo a todos, hija
mía, que se arrepientan, que hagan mucho sacrificio, que hagan penitencia.
Es muy importante rezar el santo Rosario todos los días. Sobre todo, diles
que lo hagan con mucha devoción, hija mía, que el mundo está muy mal, que
con su oración se están salvando muchas almas; díselo a todos mis hijos, hija
mía.
Adiós, hija mía, te doy mi santa bendición.

LA VIRGEN:
Hija mía, hija mía, aquí me tienes, para consolarte; aquí me tienes; estaré
hasta el último instante contigo, hija mía. Ofrece esos dolores por todos mis
hijos, por todos los pecadores. Muchos de ellos no han conocido a mi Hijo,
hija mía; no tienen culpa de estar materialmente en pecado mortal; no han
tenido quien los enseñe, pide por todos ellos, como yo suplico a mi Hijo.
Sí, hija mía, tú no sabes cuántas almas están subiendo al Cielo por medio
de vuestras oraciones; están subiendo en tropel luminoso, en bandas
luminosas al Cielo; esto me causa mucha alegría, a pesar de que tengo mucha
tristeza porque hay muchos pecadores que no quieren salvarse. Yo estoy
suplicando por ellos, pero no me hacen caso; no quieren salvarse. Ya lo sé,
hija mía, que estás pidiendo por los sacerdotes. Muchos sacerdotes no son
dignos ni de una oración, son los que están constantemente ofendiendo a mi
Hijo. Sí, hija mía, algunos sacerdotes ministros de mi Hijo, por su mala vida,
por sus errores, irreverencias, hija mía, por su mala disposición al celebrar los
santos misterios, por el amor al dinero, al honor y a los placeres carecen de la
debida pureza, hija mía. Los pecados de las personas consagradas claman al
Cielo y atraen la venganza, hija mía; he aquí, que la venganza está a sus
puertas, porque ya no se encuentra casi a nadie para implorar misericordia y
perdón para el pueblo; no hay almas generosas, ni hay casi nadie digno de
ofrecerle una víctima sin mancha al Eterno a favor del mundo. Dios va a
castigar de una manera sin precedentes.
¡Ay, hija mía! Pobres de los habitantes de la Tierra y de los ministros de la
Iglesia. Dios va a lanzar su castigo y nadie podrá sustraerse a tantos males
juntos. Sí, hija mía, algunos sacerdotes ofenden mucho a mi Hijo; muchos de
ellos no son dignos de celebrar los sagrados misterios de la Eucaristía por su
falta de fe y por sus manos manchadas de impurezas. Vendrá un gran castigo
sobre ellos, pues tienen todavía más responsabilidad que otros, porque están
condenando a muchas almas. Sí, hija mía, ciertos jefes y guías del Pueblo de
Dios han descuidado la oración y la penitencia, y el demonio ha oscurecido
sus inteligencias. Los malos libros abundarán en la Tierra; los espíritus de las
tinieblas esparcirán por todas partes el relajamiento universal en todo lo que
pide el servicio de Dios, hija mía. El Vicario de mi Hijo tendrá mucho que
sufrir, porque durante un tiempo la Iglesia será entregada a grandes
persecuciones; será el tiempo de las tinieblas; la Iglesia tendrá una crisis
horrorosa. Sí, hija mía, se abolirán el poder civil y el eclesiástico. Cada
individuo tendrá que guiarse por sí mismo e imponerse a sus semejantes.
Toda justicia será hollada y no se verá pronto por todas partes otra cosa que
homicidios, odios, discordias, sin amor en la Humanidad, ni en las familias.
Sí, hija mía, sí, muchos sacerdotes están destruyendo el amor a mi Hijo,
muchos, hija mía; muchas almas se están condenando por el mal ejemplo de
todos ellos. No quiero pensar el Castigo que se les avecina. Hijos míos,
ayudadlos a todos con vuestras oraciones; pedid por ellos y haced muchos
sacrificios; pedid que se purifiquen sus almas, hijos míos. Mi Hijo lleva una
cruz muy pesada por todos ellos; no os importe sufrir, hijos míos, que luego,
mira lo que os espera; qué maravilloso es todo esto. Aquí no hay envidias,
hijos míos; aquí no hay maldades, todo es amor, todo es felicidad, todo es
pureza. Sufrid, hijos míos, que vale la pena sufrir para alcanzar todo esto. Sé
humilde, hija mía, ya sabes que la humildad es la base principal de todo y la
soberbia es la que condena a todos los humanos, pues el Infierno está lleno
de soberbios, y Satanás ha formado su ejército con la soberbia. Sé humilde,
hija mía, guarda obediencia a tu padre espiritual, haz caso de sus consejos.
Distribuid mis mensajes por todos los lugares del mundo.
Adiós, hija mía, sé fuerte, hija mía. Adiós.

[1]
Se desconoce si existe grabación en audio de este mensaje. Cf. o. c., nº 1,
pp. 24-27.

MENSAJE DEL DÍA 25 DE NOVIEMBRE DE 1981 (1)

(Mientras se encuentra trabajando, Luz Amparo entra en éxtasis, sufre la


Pasión del Señor y le es comunicado el siguiente mensaje).

EL SEÑOR:
Hija mía, ya sabes lo que te hice ayer (durante el rezo del santo Rosario en
Prado Nuevo, quedó en éxtasis, padeciendo también los dolores de la Pasión,
con las llagas, pero sin sangrar); no creas que es una prueba; no es ninguna
prueba, es como si hubieses pasado la Pasión. Lo que pasará de ahora en
adelante será que sufrirás los dolores; yo también los pasaré contigo, pero yo
derramaré mi Sangre, para que con esa Sangre mía te purifiques, hija mía, y
te fortalezcas. Tendrás las llagas, pero no se te verán signos exteriores; pero
las sentirás igual que si las tuvieses. Hija mía, sé fuerte; no creas que mi
Madre y yo no te amamos, siempre te tenemos presente en nuestro Corazón.
Hija mía, busca la humillación; esto es lo que principalmente te encargo
muchas veces. Busca tu sencillez; es lo único que te salvará de las astucias del
demonio. Hija mía, sé humilde y sé sencilla.
Adiós, hija, adiós.

LA VIRGEN:
Sí, hija mía, ya me tienes aquí con mi Corazón destrozado de dolor por
tantas ofensas hechas en el mundo. Hija mía, aquí me tienes para darte un
mensaje; dile a tu padre espiritual que no tenga tantas dudas sobre lo que
dije del Cuerpo de mi Hijo: que no estaba consagrado. Alguna vez acaso no se
consagre el Cuerpo de mi amado Jesús, porque el sacerdote, con sus manos
manchadas por el pecado, ha perdido la fe en mi amadísimo Hijo y no hace
intención de consagrar, y durante esa Misa que está celebrando no le invoca,
no está pensando en Él, no baja mi Hijo, no baja porque el sacerdote no cree
en Él. Algunos de ellos celebran la Misa por rutina, por dinero; así que dile a
tu padre espiritual que no lo dude, que hay algunos sacerdotes que no son
dignos de celebrar la Misa ni de tocar el Cuerpo Sagrado de Jesús; que están
constantemente cometiendo muchos pecados y mi Hijo tiene un dolor tan
intenso... Siente en su Corazón las ofensas hechas por todos ellos. A muchos
los colma de talento y ellos se lo apropian a sí y se engríen; se engríen, hija
mía, su soberbia los engríe y se pierden por su soberbia; pues yo, hija mía,
estoy llamando constantemente a la puerta de sus corazones y no quieren
atender. Ponen resistencia, hija mía, se resisten; por eso dejo que actúe la
justicia de mi Hijo; mi Hijo los creó sin su voluntad, pero ellos son libres de
salvarse o condenarse; pide por todos ellos; rezad cada día esta invocación:
“Jesús mío, por vuestro Corazón amantísimo, os suplico inflaméis en el celo
de vuestro amor y de vuestra gloria a todos los sacerdotes del mundo, a
todos los misioneros, a todas las personas encargadas de predicar tu divina
palabra, para que, encendidas en santo celo, conquisten las almas y las
conduzcan al asilo de vuestro Corazón, donde os glorifiquen sin cesar”.
Esos dolores interiores ofrécelos por todos ellos; hija mía, cuando quieras
algo, pídemelo. Hija mía, guíate de tu director espiritual.
Los que están constantemente martirizando nuestro Corazón son los
malos sacerdotes; ofrece cuanto hagas por ellos y díselo a tu padre espiritual,
que tiene un mar de confusiones y de dudas. No son pruebas lo que te pasó
ayer; son los signos de las llagas; sentirás los mismos dolores, pero no
derramarás ni una gota de sangre; tienes que fortalecerte; nos quedan
muchas misiones que cumplir todavía.
Adiós, hija, adiós.
[1]
La grabación en audio disponible es como un susurro apenas perceptible;
por lo cual, el texto procede del o. c., nº 1, pp. 28-29.

MENSAJE DEL DÍA 11 DE DICIEMBRE DE 1981

LUZ AMPARO:
¡Ay, ay, ay, Dios mío! ¡Ay, ay, Dios mío, ay! ¡Ay, qué dolor! ¡Ay, ah, ay,
ah, oy...! ¡Ay, ay, ay...! (Quejas continuadas de Luz Amparo con expresiones
semejantes).

EL SEÑOR:
No temas, adonde voy yo...
Hija mía, sé que estás sufriendo, pero, como siempre te estoy diciendo: es
preciso sufrir para salvar almas. Aquí estoy yo, y donde yo estoy está la cruz...
Recibe esta cruz con todo respeto, hija mía, con todo respeto y amor por la
salvación de tantas almas que están en pecado mortal. Ofréceselo al Padre
Eterno; dile:
“Padre Eterno, por la Pasión de tu Hijo, por lo que Él sufrió, por esos
dolores tan inmensos, yo me uno a esa Cruz. ¡Oh Padre mío!, ¡oh Padre
Celestial!, mira las llagas de vuestro Hijo, y dígnate recibirlas, para que las
almas se abran a los toques de la gracia. Que los clavos que taladraron sus
manos y sus pies traspasen los corazones endurecidos por el pecado. Que su
Sangre los ablande y los mueva a hacer penitencia. Que el peso de la Cruz
sobre los hombros de vuestro Divino Hijo mueva a las almas a descargar el
peso de sus delitos en el tribunal de la Penitencia. Te pido, Padre Eterno, por
todas esas almas.
Por la Pasión de tu Hijo te ofrezco todos mis dolores. También te ofrezco,
¡oh Padre Celestial!, esta corona de espinas de vuestro amado Hijo; por estos
dolores os pido por los sacerdotes: que su vocación sea más grande, que
sean puros, que sean buenos hijos de Dios, dignos de consagrar los santos
misterios de la Santa Misa. También te ofrezco lo que padeció tu Hijo
amarrado a esa Cruz, su ardiente sed y todos los demás tormentos de su
agonía por todos los pecadores, para que se arrepientan de sus culpas y para
que por esa perseverancia que vuestro Hijo os rogó por los mismos que le
estaban crucificando, y con esa humildad os pedía: «Perdonadlos, que no
saben lo que se hacen», os ruego concedáis a todas las almas que tengan un
gran amor al prójimo y que sean fieles a vuestro Hijo. Sí, Jesús mío, os lo
ruego porque Jesús me lo pide”.
Cuando te veas afligida, hija, reza siempre esa oración. Cuando te veas
triste, encomiéndate a mi santísima Madre, que Ella te ayudará, hija mía.
¡Cuánto consuelo me das, hija, cuando cumples todos mis mandatos!
Pídeme que te ayude, que yo te reconfortaré; date cuenta que el que más
amo es el que más sufre. Déjate poseer por mí y consumir. Vive por mí y, por
la salvación de las almas, ofrécelo todo. No olvides, hija, que las almas que yo
escojo tienen que ser víctimas del dolor, pero vale la pena el sufrimiento y el
dolor. Ayuda a salvar muchas almas, no consientas que se alejen de mí. No
temas, yo no te pido nada más que buena voluntad; esfuérzate cuanto
puedas para mostrar que me quieres. Date cuenta que yo te quiero muy
pequeña, tan pequeña que puedas colocarte dentro de mí. Se están salvando
muchas almas con el Rosario, seguid rezándolo con devoción, ofrécelo por la
conversión de Rusia, porque Rusia es el flagelo de la Humanidad.
Haz mucha penitencia, ofrécelo por Rusia. No mezcles políticas en mis
doctrinas, no lo consientas, que nadie mezcle políticas en las doctrinas de
Cristo; diles que Cristo no quiere políticas. Pide sufrimiento y pide amor, y
que cumplan con los santos mandamientos. Eso es lo que pido. Pido sólo... Yo
estoy con la Cruz constantemente para redimirlos a todos. Pero no me hacen
caso, no hacen caso de los mensajes de mi Madre. Quiero que se
arrepientan, que confiesen sus culpas, que pidan perdón; que estoy
esperándolos con los brazos abiertos.
No tengas miedo del enemigo; date cuenta que soy tu Rey, no temas a los
enemigos. El enemigo está rabioso; date cuenta que se están salvando
muchas almas; date cuenta que estoy aquí para defenderte. No temas, te
sabré defender; quiero que seas muy pequeña con la humildad, la sencillez,
la plenitud en la obediencia; es el aguinaldo que te voy a pedir: que seas
humilde; es de la única forma que se puede salvar uno, con la humildad.
Mira, hija, ofrece todo por la conversión de las almas; vamos a reparar juntos
todas las ofensas que hacen constantemente los pecadores. Ponte de rodillas
cuando te veas afligida y adora a la Majestad Divina tan despreciada de los
hombres; haz un acto de desagravio y repite en cada momento:
“¡Oh Dios, infinitamente santo! Me postro humildemente delante de
vuestra Divina Majestad; os adoro, os pido por vuestro Divino Hijo, os pido
por el Papa; también os pido que perdonéis a tantos pecadores que os
ofenden”.
Y ofrece toda tu vida y deseo en reparación de tanta ingratitud. Pide por el
Vicario de Cristo; sé constante en tus oraciones; humíllate, pide por el Santo
Padre; va a sufrir mucho; yo estaré con él hasta el último instante para recibir
su sacrificio y su vida.
El mundo está al borde del precipicio; la masonería se ha metido en la
Iglesia; la sociedad está próxima a los más terribles castigos. Habrá muchas
muertes; habrá enfermedades; habrá grandes guerras; rezad, que la oración
lo puede todo, rezad mucho por la salvación de las almas, por la salvación del
mundo entero. Adiós, hija, adiós.

LA VIRGEN:
Sí, hija mía, aquí tienes a tu Madre, hija mía. No podía faltar tu Madre y
Madre de todos mis hijos; ya lo dijo mi Hijo al pie de la Cruz: Madre mía, he
ahí a mis hermanos, cuídalos y ámalos. Y también dijo: no estáis solos
vosotros por quienes he dejado mi vida, tenéis ahora una Madre a la que
podéis recurrir en todas vuestras necesidades.

Hija mía, cada día los humanos son peores. Los ministros de Dios, los
obispos, han descuidado la oración y la penitencia, y el demonio se ha
apoderado de ellos; han llegado a ser esas estrellas errantes que la vieja
serpiente arrastrará con su cola para destruirlos. Dios permitirá a Satanás
sembrar la división entre los gobernantes, las sociedades y las familias. Habrá
muchas penas físicas y morales. Dios abandonará a todos ellos y mandará
muchos castigos a todos ellos.
Hija mía, con tu oración y las de todos mis hijos haced que se salven
muchas almas; que no se condenen, que no hacen caso. La misericordia de
Dios es muy grande, pero no quieren salvarse. Los tormentos que se les
aproximan son horribles. Explica lo que ves en este momento.

LUZ AMPARO:
Estoy viendo un planeta oscuro lleno de cieno, que huele muy mal; veo
muchos seres abominables luchando unos contra otros, blasfemando; están
metidos hasta la cintura; ahora huele a azufre; se oyen gemidos por todas
partes; es horrible.

LA VIRGEN:
Sí, hija mía, mira sus rostros desencajados por el sufrimiento; no se oye
nada más que lamentos; mira, no hay ni un bosque, ni un río, no hay nada
más que oscuridad, tinieblas; ¿no es triste pensar que se condenan todos por
su voluntad? ¿No crees, hija mía, que por eso les estoy dando
constantemente avisos, porque no quiero que se condenen? Pero son
ingratos, no quieren hacer caso.
Mira, hija mía, qué distinto es este planeta; estos planetas están
separados de la Tierra, son las moradas, sobre las que está la vida eterna.
Mira qué separación hay tan inmensa de la Tierra; mira qué lagos tan
inmensos de colores; mira qué almas más puras; mira qué prados más llenos
de be... de bellas flores; mira qué árboles de bellos frutos, como jamás has
visto en ninguna parte de la Tierra. Yo creo que vale la pena sufrir para gozar
aquí toda una eternidad, hija mía.
No te dejes —te sigo diciendo—, pide consejos a tu padre espiritual, él te
dirigirá, pues es un alma escogida por mi Hijo y mi Hijo le iluminará para
dirigirte. No tengas miedo, ya estaremos aquí para dirigiros a los dos. Mi Hijo
y yo estamos constantemente sufriendo por la perversidad del mundo. No se
dan cuenta que el tiempo se aproxima, y ellos no cambian. Hija mía, tu
miseria no te debe desanimar, reconócela con humildad; pero no pierdas
ánimo, pues ya sabes que, por tu miseria y por tu indignidad, mi Hijo Jesús ha
puesto en ti los ojos. Mucha humildad, pero ten mucha confianza.
Sufre, hija mía, y ofréceselo todo al Padre Eterno por la salvación del
mundo.
El mundo está en un gran peligro, diles a mis hijos que hagan más oración;
que empiecen una nueva fase de su vida; que se marquen un horario para su
trabajo y les dará tiempo a hacer oración; que ellos pueden ayudar a muchas
almas; que hagan apostolado; que pidan consejo a algún sacerdote, que les
aconseje de qué forma pueden hacer apostolado.
Adiós, hija mía; rezad el santo Rosario todos los días; meditad un ratito
cada misterio, es preciso que se recen los quince misterios del Rosario, pues
en cada rosario se salvan muchas almas.
Adiós, hija; adiós, hija mía.

MENSAJE DEL DÍA 18 DE DICIEMBRE DE 1981

LUZ AMPARO:
¡Ay, ay, Dios mío! ¡Ay, ay,...!
EL SEÑOR:
Sí, hija mía, aquí estoy, como todos los días, presente en tus dolores, en
este sufrimiento; pero aquí estoy hoy también para consolarte, para aliviarte
a soportarlos.
El mundo cada vez está peor. No sé qué hace falta para que se salven.
Están cometiendo crímenes, pecados de impureza, sacrilegios..., el mundo
está invadido de pecado. Date cuenta que no hay nada más que perversidad,
no hay amor al prójimo, no hacen caso de los avisos; estoy avisando
constantemente, pero cierran sus oídos. El Castigo está muy cerca. No sé de
qué forma se va a purificar el mundo y mi Iglesia.
Estoy dando muchas oportunidades y voy a arrancar de cuajo toda la mala
hierba y preparar un renacimiento milagroso para el triunfo de mi
misericordia.
Daros cuenta que Dios Padre va a enviar dos castigos muy grandes. Uno en
forma de guerra, revoluciones y peligros revolucionarios. Y el otro enviado
por el Cielo: vendrá sobre la Tierra una oscuridad interna que durará tres días
y tres noches. Nada será visible; el aire se volverá pestilente y nocivo y
dañará, aunque no exclusivamente a los enemigos de la religión; durante los
tres días de tinieblas, la luz artificial será imposible; sólo las velas benditas
arderán durante todos estos días de tinieblas; los fieles deben permanecer
en sus casas rezando el santo Rosario y pidiendo a Dios misericordia.
Todos los enemigos de la Iglesia, visibles y desconocidos, perecerán en
toda la Tierra durante esta oscuridad universal, con excepción de algunos
que se conviertan.
San Pedro y san Pablo intervendrán para elegir un nuevo Papa. Mira: se
verá la Tierra envuelta en llamas, se hundirán numerosos edificios de la
Tierra y el cielo parecerá que está agonizando. Millones de hombres morirán
por el hierro; unos en guerra, otros en lucha, otros millones perecerán de
muerte imprevista. Esto ocurrirá cuando parezca que la Iglesia ha perdido los
medios humanos de hacer frente a la persecución.
Date cuenta, hija mía, que la ira tiene que descargar muy pronto porque el
Padre Eterno está muy enfadado. No hacen caso y el cáliz se está
derramando, está lleno hasta el borde. Descuidan la oración en la Iglesia los
obispos, los sacerdotes, los ministros de Cristo. No hay fe en la Iglesia. Por
eso vendré mandado por mi Padre Celestial, haré un acto de justicia y de
misericordia hacia los justos. Ordenaré a mis ángeles que todos mis enemigos
sean muertos; de momento los perseguidores de la Iglesia de Cristo y todos
los hombres dados al pecado perecerán; la Tierra quedará como en el
desierto. Entonces será la paz y la reconciliación entre Dios y los hombres. Yo
seré servido, adorado y glorificado; la caridad brillará por todas las partes; los
nuevos reyes serán el brazo derecho de la Iglesia, la cual será fuerte,
humilde, piadosa, pobre, celosa, imitadora de Jesucristo. El Evangelio será
predicado por todas las partes y los hombres vivirán en el temor de Dios.
Mi santa Iglesia será fuerte, humilde, piadosa, pobre, celosa, imitadora de
las virtudes de Jesucristo; pero hay que pedir, hay que rezar mucho para que
se den oportunidades a más almas. Que pidan perdón de sus pecados, que
hagan penitencia.
Tú, hija mía, sufre tu pasión, imítame; esos dolores salvan muchas almas;
mira lo que sufro; mira qué cuadro de dolor; cuenta cómo lo estás viendo.

LUZ AMPARO:
Veo al Señor en el Huerto de los Olivos. El Señor está muy triste, de
rodillas, todo nervioso; se levanta una vez, otra vez, otra, hasta tres veces.
Está mirando al cielo, implorando a su Padre Celestial. Hay tres discípulos al
lado de Él. También se les ve la cara de sufrimiento de ver al Señor que está
muy nervioso y sufriendo mucho. El Señor se pone de rodillas con las manos
juntas, ora al Cielo. El Sol empieza a oscurecerse. El Señor sigue rezando, se le
ve la frente y la cara que le cae sangre. Lleva una túnica blanca hasta los pies.
Se ve que le cae sangre hasta por debajo de la túnica.
Hay varios soldados, lo cogen, lo amenazan con una espada. El Señor los
mira con lástima y, entre los soldados, está Judas. El Señor le vuelve a mirar
con una mirada de pena. Judas se pone delante de todos los soldados y le
dice... (palabras en idioma extraño). Yo no sé lo que es eso, no lo he
aprendido.
Y los discípulos están allí, están muy enfadados, están
gritando... (se escuchan varias palabras en idioma extraño). Yo no sé lo que
quiere decir esto, no lo entiendo.
San Pedro está al lado de Jesús y con una espada corta la oreja de un
soldado. El Señor le dice: “¿Qué has hecho? Yo rogué a Dios, y es por ellos.
Mete la espada en tu vaina. ¿No sabes que el que a hierro mata, a hierro
muere?”. Entonces san Pedro le dice: “Rabí, si te han amenazado y te han
dado con la espada...”.
“Kefas, ponte de rodillas; sé piedra de... (palabra ininteligible) por ellos”.
¡Señor! Ha cogido la oreja y se la ha puesto al soldado... (1) (corte) están
haciendo, que vuelve por la salvación de su alma... (corte). Esto le ha dicho el
Señor a san Pedro... (corte).
Hay muchos soldados con Jesús. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete,
ocho, nueve, diez, once, doce... (corte), dieciséis, diecisiete, dieciocho,
diecinueve, veinte. Luego vienen tras Él (2) muchos más, con unas túnicas
muy raras, con cintas muy brillantes. Las cintas están alargando las túnicas,
son muy brillantes. También en este momento hay cuatro verdugos; están
atando al Señor a una viga. Ya le han quitado toda la ropa...
(A continuación, Luz Amparo describe, entre llanto, la escena de la
flagelación, pero la mayoría de las palabras no se entienden por la emoción
de la vidente y deficiencias en la grabación. Trascribimos las que se escuchan
con relativa claridad).
¡Es horrible! ¡Ay! ¡Es horrible...! (Palabras ininteligibles). En el cuerpo, en
las piernas, en el pecho, está todo ensangrentado como un..., llorando... el
Señor. Está en el suelo, maltratado, ensangrentado. Le ponen un hierro (así
se entiende, aunque con dificultad) ardiendo sobre sus partes. Le dan
patadas, le están escupiendo en la boca. Se hacen pis en Él.
¡Es horrible! ¡Esto es horrible! ¡Qué dolor tengo más fuerte! ¡Ay, qué
dolor!

EL SEÑOR:
Sí, hija mía, esto constantemente lo estoy sintiendo yo por los pecadores,
por la perversidad del mundo, por los pecados de impureza.
En otro momento, seguirás viendo toda la crueldad que hicieron conmigo.
Ya sé que estás sintiendo esos dolores tan profundos, pero ofrécelos por la
salvación del mundo; también ofrécelo por la conducta del clero y la
relajación futura de los conventos; por todos mis sacerdotes; por los pecados
de impureza que están cometiendo constantemente. Han descuidado la
oración, tienen olvidadas las cosas de Dios; ellos, con sus oraciones, podían
salvar muchas almas.
También pide por la conversión de Rusia. Rusia sería convertida si los
obispos atienden los deseos de su Padre Celestial y emprenden una
verdadera reforma en el clero, pues en mi Iglesia no hay nada más que
políticas, y las políticas destruyen mi religión católica... Porque en muchos
conventos están destruyendo la fe católica, y no hacen caso; pero, si no
hacen caso, Rusia será una vez más el castigo con que Dios los castigue
fuertemente. No hacen caso, tienen amor al dinero. Viven como el rico
avariento. Ofrece por sus almas la Víctima Divina al Padre Eterno. Esos
dolores sirven para purificación de muchas almas.
Este dolor que sientes es una centella del Corazón, que lo tengo
traspasado por la ingratitud de tantos pecadores. Cuando lo sientas muy
fuerte, cuida de ofrecerlo por esas almas que no quieren saber, que quieren
condenarse por su propia voluntad. Hija, ofrece todo a mi Padre Eterno en
unión de mis sufrimientos, de mi muerte en la Cruz, de los dolores de mi
Madre; ofrécelo todo por la salvación del mundo. En unión mía, todos los
días te daré dos horas de agonía; ofrécelas por los sacerdotes, que estoy
constantemente sufriendo por ellos. No tengas miedo de sufrir; el
sufrimiento es un tesoro que luego ese tesoro te lo recompensarán. Quiero
que hagas mucha penitencia y que reces con mucha devoción. No dejes de
recibir mi Cuerpo, que yo te confortaré. Tampoco dejes de pedir consejos a
tu padre espiritual, que te dirija; ya parece que se le van quitando las dudas;
yo le iluminaré para que te dirija, reza por él, que también lo va a necesitar
mucho; pero cuanto más le persigan, cuanto más os calumnien, más cerca
estáis de Dios. Daos cuenta de que yo vengo para sufrir juntos; yo he sufrido
las calumnias, esas impurezas que hicieron conmigo, esas blasfemias. Y en un
segundo podría haber destruido el mundo; pero no, no lo hice; quise redimir
a la Humanidad, para que se salvasen todos; pero los ingratos me
corresponden clavándome cada día y son unos desagradecidos; no quieren
escuchar los mensajes; pide por ellos, que se salven todos.
Adiós, hija, te echo la santa bendición.

LA VIRGEN:
Hija mía, hija mía, créeme, siempre estoy contigo. Hija mía, sí, haz todo lo
que mi Hijo te manda; ámale, agradécele todo lo que te ha dicho, el favor
que te ha hecho llamándote y escogiéndote como hija predilecta suya. Ámale
mucho. Date cuenta que Él también está sufriendo contigo. No te dejes por
tus propias fuerzas, sino únicamente en Jesús. Él te dará la fuerza necesaria y
yo te ayudaré. Esto lo hacemos constantemente con las almas privilegiadas.
Esto que te estoy diciendo a ti se lo he dicho ya a varias hijas predilectas. Sé
constante en la oración. Rezad el santo Rosario con devoción; ofrécelo por la
salvación del mundo y por la salvación de las almas.
Hay que hacer mucho sacrificio y mucha penitencia. Hay que visitar mucho
al Santísimo Sacramento, pues mi Hijo está muy triste y muy solo; pero antes
hay que ser muy buenos. Díselo a todos: hay que confesar sus culpas; que se
confiesen y se arrepientan; que lo hagan, que queremos que se salven todos.
Si no lo hacen, vendrá un gran castigo para toda la Humanidad. Haz que se
conozcan mis mensajes por cualquier parte del mundo, pues estoy dando
muchos avisos. Los sacerdotes, obispos, cardenales y la mayoría del clero
van, muchos, por el camino de la perdición, y por ellos se están condenando
muchas almas. Hay que rezar por ellos. Ofrece estas dos horas de agonía por
ellos. Diles a todos que pidan perdón al Padre Celestial, que los está
esperando con los brazos abiertos. Diles que recen las terceras partes del
Rosario, los quince misterios diariamente; que lo ofrezcan por la salvación de
las almas, por la conversión de los pecadores.
El mundo está en un gran peligro.
Adiós, hija mía, sé muy humilde; no olvides que eres nada, que
únicamente con la misericordia de Dios puedes ser algo; ten confianza. Date
cuenta que nada puedes; déjate guiar. Da gracias a Dios diariamente.
Adiós, hija mía.

[1]
A partir de aquí, y durante unos minutos, se producen varios cortes en la
grabación por motivos que ignoramos. No se ha podido comprobar en el
texto del o. c., pues no contiene estos fragmentos.
[2]
Las palabras anteriores, que inician la frase, son casi ininteligibles.

MENSAJE DEL DÍA 25 DE DICIEMBRE DE 1981 (LA NATIVIDAD DEL SEÑOR)

LUZ AMPARO:
¡Ay, ay, Señor! ¡Ay, Dios mío!... (Luz Amparo pasa unos momentos de
intensos dolores).

EL SEÑOR:
Sí, hija mía, ya estoy aquí; ya vengo a hacerte compañía; los dos estamos
con la cruz; colócate junto a mi pecho, junto a mi pecho, a mí, para
defenderte del enemigo; pero tú también defiéndeme de los ultrajes e
insultos de que fui víctima en la corte de Herodes. Contempla la vergüenza y
la confusión que allí pasé al oír las risas, las burlas que este hombre lanzaba
contra mí. Ofrece sin cesar en tus actos de adoración y de reparación y de
amor para la salvación de las almas. Hoy me vas a consolar. Te voy a dar un
mensaje, pero este mensaje no va a ser muy largo. Hoy quiero que me
consueles porque en estas fechas se condenan muchas almas; quiero que no
te separes de mí. Pídele a mi Padre que perdone a tantas almas ingratas que
le están ofendiendo; dile, también, que con tu pequeñez estás dispuesta a
reparar las ofensas que recibe; dile también que aunque eres una víctima
muy miserable, que te cubra con la Sangre de mi Corazón. Pide perdón para
todas esas almas, une tus sentimientos al celo y al ardor que me devora; no
quiero que esas almas se aparten de mí; las amo tanto, aunque me están
ofendiendo constantemente. Las amo y quiero decirles a todas que quiero
que sepan que estoy sufriendo por todas ellas; si ellas supieran la
predilección que tengo por esas almas que piden perdón de sus culpas y que
se arrepienten.
No me dejes solo, date cuenta que hay muchas almas que me tienen
olvidado, y hay tantas que se preocupan sólo de divertirse y no se preocupan
de su alma; hasta mis propias almas escogidas me abandonan y me dejan
solo días enteros; aunque las hablo, no quieren escucharme, porque su
corazón está demasiado apegado a las cosas de la Tierra. Tú no sabes, hija
mía, cuánto consuelo siento con esas almas cuando me hacen compañía; no
se pueden figurar hasta qué punto las ama mi Corazón.
Hay almas que son unas grandes pecadoras, pero se arrepienten y estas
almas son las que verdaderamente llevan mi cruz. ¡Qué alegría cuando esas
almas confiesan sus culpas y qué alivio siento sobre mis sufrimientos cuando
veo que se arrepienten! ¡Esas almas que han pecado tanto, muchas son las
que aman de veras! Sí, hija mía, ¡qué dolor tengo cuando veo que hay
muchas almas que no quieren aceptar mi cruz! Por eso tenemos que sufrir
los dos juntos para ayudar a esas almas que no se quieren arrimar a mí. Pide
a mi Padre Celestial y dile cuando tengas esos sufrimientos: “Oh, Padre mío,
Padre Celestial, os ofrezco estos dolores y estos sufrimientos y esta soledad
para que te dignes perdonar y sostener a esas almas cuando pasen del
tiempo a la eternidad”. Ya verás, hija mía; te doy esta cruz; verás qué
sufrimiento; cuenta...

LUZ AMPARO:
Hoy Jesús sigue por el camino, todo lleno de piedras, con la Cruz al
hombro. ¡Ay, está todo lleno de sangre! ¡Ay, ay, ay, ay! Los verdugos le
vuelven a dar golpes, le vuelven a empujar con la Cruz; el Señor no puede
más. ¡Ay, va andando, tropezando, le van dando latigazos! ¡Ay, ay, lo que
pesa! ¡Ay, si no puede tampoco! ¡Ay! El hombro derecho lo tiene todo
ensangrentado; le han tirado de la ropa; le han roto la túnica; le caen chorros
de sudor con sangre por toda la cara. ¡Cómo sufre el Señor! Mira a todo el
mundo; nadie se compadece de Él. Hace muecas de dolor; nadie tiene
compasión de Él. ¡Ay, cómo le miran con rabia! Tiene mucha fatiga; se cae, se
cae debajo de la madera; le levantan esos hombres fuertes; a tirones le
rompen la ropa; se le ve la espalda llena de sangre; le faltan los trozos; le dan
patadas para que se levante. ¡Ay, los vestidos se le ve los tiene pegados en
las heridas! Le agarran del cuello; le tiran del pelo; le dan con un látigo sobre
el cuerpo; con los puños cerrados le dan golpes en la cara; le vuelven a dar
patadas; vuelve a caer la Cruz encima de Él; vuelve a sangrar a chorros; la
cara le cae sobre la tierra, sobre las piedras. ¡Ay, cómo sangra, cómo tiene la
cara llena de polvo, llena de barro; no parece ni Jesús siquiera!
Viene la Virgen, le está viendo de esta forma; la Virgen se agarra el pecho;
se marea la santísima Virgen; la cogen entre dos mujeres; la Virgen está
sufriendo mucho. La empujan también; cae sobre una de las mujeres. El
Señor la mira y le dice: “Madre mía, no sufras”. ¡Qué dolor más grande! ¡Ay,
qué dolor! ¡Ay! La Virgen le mira con los ojos muy abiertos; el Señor no la
puede mirar, tiene los ojos que no los puede abrir; los tiene ensangrentados.
¡Qué cara tiene! ¡Ay, Señor! ¡Qué dolor siento! ¡Ay! El Señor sigue andando
con la Cruz, la Virgen sigue detrás de Él. “No puede más”, se dicen uno a otro
de los verdugos; “este hombre va a morir antes de llegar al Calvario”.
Entonces llaman a un hombre que sale de entre todos los que hay allí, y le
dicen: “¿Cuánto nos cobras por llevar la Cruz, ayudarle al Nazareno a llevar la
Cruz?”. ¡Ay, Señor!, se llama Simón, que ha cogido la Cruz del Señor; se ha
vuelto a caer el Señor, le escupen otra vez, le dan golpes. El Señor mira otra
vez a su Madre; su Madre le sigue, llorando, agarrada a las dos mujeres. ¡Ay,
el hombro le tiene todo destrozado! Mira hacia todos; todos se están riendo
de Él. ¡Ay, qué suplicio le están dando, Dios mío! ¡Ay, ay! Le dicen: “Vaya un
Rey, que no puede ni con un madero”. ¡Ay, ay, yo no puedo ver más esto!
¡No puedo más verlo! ¡Ay, no puedo, Señor!

EL SEÑOR:
Sí, hija mía, ya sé que estás sintiendo el mismo dolor. Todo por la
Humanidad, esta Humanidad tan vacía. Date cuenta que mi boca no se abrió
durante las afrentas de que fui víctima en mi Pasión. Y sigo sufriendo durante
todos los días por tantos pecadores; y con este sufrimiento no tengo más
deseo que el de salvar almas y el de glorificar a mi Padre y devolverle la
honra que el pecado le había quitado, y no pienso nada más que reparar las
ofensas de los hombres. Por eso me someto constantemente con profunda
humildad y todo lo que Él dispone. Hago su voluntad.
(Palabra ininteligible)..., hija mía, diles a todos los pecadores que no huyan
de mí, que vengan todos, porque estoy siempre esperándolos como el Padre
con los brazos abiertos para darles vida y una vida... (Palabras que no se
entienden).
Y tú, hija mía, sé fuerte, no te dejes vencer por el enemigo. Tú comprende
que te he escogido, y no te voy a dejar como un juguete, para que ese cruel
enemigo haga y deshaga. No permitiré que Satanás engañe a mis almas
escogidas. No tengas miedo, ten confianza en mí, que soy tu Padre, y en un
Padre Bueno no hay más que amor y misericordia. Date cuenta que mi Madre
te ha amado y te ha guardado, y yo también te amaré y te guardaré siempre
con ternura y misericordia.
Rezad el santo Rosario con mucha devoción. El Rosario tiene mucho
poder. Ofrécelo para salvar muchas almas. Hazlo con mucho amor.
Déjate guiar por tu padre espiritual. Cuando te veas afligida, pídele
consejo, pídele ayuda, que él te la dará.
No te resistas, no digas que no puedes más. Date cuenta que todos estos
sufrimientos, con amor y ofreciéndolos al Padre Eterno, puede
ser...(palabra ininteligible) la salvación de la Humanidad.
No temas cada vez que yo permita que sufras estas penas de dolor;
acéptalas con amor y agradecimiento. Date cuenta que, a pesar de tus faltas,
te he preservado de caer eternamente en el abismo del Infierno. Ten
ardiente celo por la salvación de los hombres. Ofrece tus sacrificios para
darnos muchas almas, pues date cuenta que es lo que más feliz me hace: la
salvación de las almas.
Adiós, hija mía, te echo mi santa bendición.

LA VIRGEN:
Sí, hija, no temas, no temas por sufrir tantos dolores, tanta ignominia.
Date cuenta que cuando mi Hijo te pide una cosa, te da la gracia para poderla
llevar. Tú considera que todo lo que mi Hijo te pide, todo es por su bondad,
por su amor a las almas. Acepta con humildad todo lo que mi Hijo te manda.
No te resistas, hija mía, pues es un corazón muy grande para... (palabras que
no se perciben con claridad) lo que mi Hijo te ha dado.
Adiós, hija mía. Rezad el santo Rosario todos los días con mucha devoción.
Díselo a todos, que lo recen con mucho amor y que piensen, cuando lo recen,
en cada avemaría, y en cada gloria, y en cada padrenuestro... (Palabras en
tono muy bajo, que no se entienden).
Y tú, hija mía, pon gran humildad para salvar almas, hija mía, y mucho
amor. Déjate que mi Hijo haga lo que quiera de ti, pero sé humilde y pide a
todos que tengan mucha humildad, que sin humildad no consiguen nada.
También pide mucho por tu padre espiritual, porque también recibirá
muchas pruebas.
Adiós, hija mía. Adiós.
MENSAJE DEL DÍA 1 DE ENERO DE 1982[1], SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS,
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

LA VIRGEN:
Hijos míos, yo traigo paz a la Tierra, quiero que haya paz en la Tierra.
Quiero que os améis unos a otros; de esa manera, podéis conseguir el Reino
de los Cielos. Rezad mucho por la salvación del mundo.
Algunos sacerdotes están dañando a muchas almas. Rezad por los que no
rezan y haced penitencia por los que no la hacen. Rezad por España, porque
está en un gran peligro. El comunismo está metido en la Iglesia.
Hija mía, di a mis hijos que he bajado a traer la paz. Visitad al Santísimo,
que mi Hijo está muy solo esperándoos a todos. Quiero que hagan una capilla
en honor a mi nombre, para hacer retiros y ejercicios espirituales.
Hija mía, el tiempo está muy cerca. Algunos sacerdotes, obispos,
arzobispos y cardenales no quieren arrepentirse, están sembrando ellos
mismos la semilla de la condenación.
Estoy contenta, hija mía, porque muchos rezan con devoción, pero hay
muchas almas que no se acercan a la Eucaristía. Diles que confiesen sus
culpas; que mi Hijo los está esperando con los brazos abiertos. También diles
que bajará pronto y escogerá a todos sus elegidos. Diles a todos que recen
por la conversión de Rusia. Rusia se está infiltrando en todo el mundo. Diles a
todos que sean humildes, que pidan y acudan a mi Hijo. Rezad por los
pecadores, mi Hijo está sufriendo mucho por esas almas.
Mira, hija mía, qué espinas tengo en el Corazón; esas espinas son de los
sacerdotes que no cumplen.
Hija mía, para llegar al Cielo, tiene que ser por el camino del dolor. Vale la
pena sufrir aquí en la Tierra, para recibir la recompensa en el Cielo.
Adiós, hija mía; sé humilde.
[1]
Se desconoce si existe grabación en audio de este mensaje. Cf. o. c., nº 1,
p. 41.

8-I-1982
MENSAJE DEL DÍA 8 DE ENERO DE 1982

LUZ AMPARO:
¡Ay, Dios mío! ¡Ay, Dios mío! ¡Ay, Dios mío...! (Así repetidas veces se
lamenta de intenso dolor). ¡Ay, Señor! ¡Ay, ay! ¡Ay, Señor! ¡Ay, Dios mío...!
¡Ay, Señor! ¡Ay, ay! ¡Ay, Señor! ¡Ay, Señor, qué dolores! ¡Ay, Jesús mío! ¡Ay,
Jesús mío! ¡Ay, qué dolores...! (Se prolonga durante unos instantes con
semejantes expresiones de dolor).

EL SEÑOR:
Sí, hija mía, ya sé que sufres como yo sufro; pero ya te he dicho
muchas veces que es preciso ayudar a los humanos, y esto tiene que ser a
costa de tu sufrimiento, del mío y de otras almas escogidas, para purificar a
las demás. Date cuenta que yo di el ejemplo de salvarlos a todos; los quiero a
todos mucho; no quiero que mis almas se aparten de mí; ¡las amo tanto!..., y
quiero que sepan que yo deseo ser su recompensa y su fe sobre todas las
almas que confiesan sus culpas, que piden perdón de sus pecados, que se
arrepienten con humildad. Por eso amo a mi sociedad, hija mía, por eso sufro
por todos; porque yo, como te he contestado en otras ocasiones, en un
segundo podría hacer arder toda la Tierra; pero estoy constantemente
dándoles oportunidad de salvarse poniendo a mi Madre por mensajera, (1)
porque sé que son débiles y que caen una y otra y otra vez en el mismo
pecado; por eso di mi Sangre para poderlas redimir a todas esas almas. Pero
lo único que pido es que pidan perdón; que mi Padre está esperándolos a
todos.
¡Qué alegría si, en este año que empieza, empezasen con amor, con
humildad, amándose unos a otros como yo he amado a todos! Date cuenta
que lo único que queremos es que se salven. Te voy a dar un mensaje para
este año que empieza: diles que muchos de ellos van equivocados por el
camino que van... Todos aquéllos que de lo más profundo de su corazón
gimen en secreto, pero que no les vale por su soberbia, porque les impide
tener humildad por su miserable condición, que se detengan, que se
arrepientan, que vengan a mí, que yo he venido a la Tierra para señalaros a
todos... (Palabra imperceptible) y la senda segura para ir al Cielo.
Diles que abracen mi cruz con amor, que solo eso los salvará. También
diles que no escuchen ninguna doctrina que sea falsa, porque todas, fuera de
la mía, les llevarán al fondo del abismo; todas esas doctrinas falsas los
precipitarán en una vida de amargura, de desesperación, de odio hacia los
demás. También diles que esas doctrinas son satánicas y van en contra de la
palabra de mi Padre Celestial. Diles que todo se lo dejé dicho en mis Santos
Evangelios; que me escuchen, que les hablo por medio de mis almas
humildes escogidas; por eso rechazan mis mensajes, porque no quieren
admitir que yo, siendo un Rey de Cielos y Tierra, pueda escoger a un alma tan
humilde y tan poca cosa; pero yo lo hago para que no piensen que es falso,
para que vean que esas almas no valen para confundir a los poderosos; por
eso cojo a las almas más pequeñas de la Tierra. (2)
Que se den cuenta de que siempre mi santísima Madre da los
mensajes a las almas más incultas y a las almas más humildes; por eso os
pido que creáis en mis mensajes, los mensajes que da mi santísima y pura
Madre, porque pongo por mensajera a mi santa Madre, para que los
extendáis por todas las partes del mundo.
Diles que se arrepientan, que crean en Dios Padre, en Dios Hijo y en
Dios Espíritu Santo; que todo el que no cree en una de estas Tres Personas no
cree en Dios.
Diles que tengan humildad, que honren a mi Padre y que me honren a
mí, porque el que honra a mi Padre me honra a mí, porque yo bendigo a mi
Padre, porque oculta sus secretos a los grandes y los descubre a los humildes,
(3) porque así lo manda Él, y yo siempre hago la voluntad de mi Padre, (4)
pues Él es el que me envió para estar entre vosotros.
Amaos los unos a los otros como yo os he amado, (5) hasta el punto de
cumplir la voluntad de mi Padre. Cumplí la voluntad de mi Padre y derramé
hasta la última gota de mi Sangre por redimiros a todos del pecado.
Y ahora vas a seguir viendo otro cuadro de mi Pasión. (6)

LUZ AMPARO:
Veo al Señor; ya no lleva la Cruz, va entre mucha gente, hay muchísima
gente, va tropezando, le van empujando. Veo cómo una mujer sale de entre
toda la gente, coge un paño, se lo da al Señor, que tiene la cara toda
ensangrentada; el Señor se limpia toda la cara con ese paño; se ha secado
toda la cara, se lo devuelve otra vez a esa señora. Ella lo coge y se lo guarda.
Todos lanzan muchos gritos: «¡Vaya un Rey cobarde! Pídele a tu Padre
que te salve». Le insultan, le dicen palabras muy feas. Hay muchas mujeres
que sacan a niños hacia donde va el Señor; el Señor les pone la mano a los
niños por encima la cabeza; a algunos de ellos los aprieta contra su..., así
contra un lado. La gente se pone en medio del camino, no dejan pasar al
Señor; entonces los verdugos empujan a la gente; empiezan a darle
empujones otra vez al Señor. El Señor las mira a todas y les hace con la mano
la señal de la cruz; entonces uno le da en una mano, en la mano con un palo.
Al Señor le vuelven a empujar y le tiran, le vuelven a dar patadas, unos
por un lado, otros por otro. Los oigo que dicen unas palabras que no lo
entiendo. Señor, dímelo que lo entienda; ¡ay, que yo no entiendo lo que
están diciendo!
Ahora el Señor está sentado en una roca grande, una piedra. El Señor
mira para arriba, al cielo, y le implora a su Padre y le dice: «¡Padre mío, Padre
mío!». Luego mira a toda la gente que está allí; mira a todos con una mirada
de pena. Otra vez vuelve a mirar para el cielo, y le dice: «¡Ayúdame!».
Entonces se empiezan a reír de Él y le dicen: «Mírale, el de los
milagros, y pide ayuda; haz un milagro y te dejaremos libre». El Señor no les
dice nada.
Van cuatro soldados, los mismos verdugos que le han estado dando; le
tiran de la ropa, le dan unos tirones..., se le arranca la carne; tiene la espalda
que le faltan los pedazos...
Ahora le quitan la corona de espinas de un tirón. Le vuelven a poner
otra vez una... una ropa de color blanco... Le ponen la corona y la empujan
para abajo con fuerza; le empieza otra vez a correr la sangre por toda la
cara... ¡Ay, Dios mío! ¡Ay! La ropa la tiene mojada de sangre otra vez.
Le han empujado otra vez, otra vez. El Señor va fatigado, no puede
más; va cuesta arriba, tropezando con las piedras. Llegan arriba, al monte; allí
tienen la Cruz extendida en el suelo. No es una cruz como la que vemos
nosotros; tiene los palos para arriba, dos palos. (7) Le mandan al Señor que
se tienda sobre la Cruz; el Señor mira para el cielo; le caen lágrimas de los
ojos, como sangre. Le atan con unas cuerdas a la madera.
Ahora le clavan la mano derecha; empiezan a estirarle el brazo
izquierdo, pero el palo es más largo que el brazo y no le llega a donde han
hecho el agujero. Coge uno de los verdugos y se pone encima del Señor, le
aprieta, le aprieta, le tiran del brazo fuertemente; el Señor se retuerce de
dolores. El del lado izquierdo empieza a tirar otra vez del brazo. ¡Ay, Dios
mío! Cuando le están clavando se oyen los ruidos de los martillazos, brota
sangre de las manos. ¡Ay! Se retuerce el Señor de los dolores; el Señor dobla
las piernas, se retuerce para un lado y para otro; le estiran otra vez las
piernas con cuerdas, y le atan la cintura y aprietan. Los pies se los atan con
una cuerda a la madera. Empieza de nuevo a sentir los martillazos en los pies.
El Señor mira para arriba, para el cielo; toda la cara la tiene ensangrentada. El
Señor está hablando y mira para el cielo y pide a su Padre que le ayude.
¡Ay, Dios mío, esto es horrible, esto es horrible! ¡Ay...! ¡Ay, Señor!

EL SEÑOR:
Sí, hija mía, este tormento que tú sientes es el que siento yo todos los
días por esas almas que me ofenden con tantos pecados de impurezas. ¡Y
cómo profanan mi Cuerpo! Esto lo hacen diariamente. Me clavan todos los
días. Por eso te pido, hija mía, que seas víctima de mi Pasión, porque yo
acepté con resignación la última voluntad de mi Padre, que era sufrir, sufrir
hasta el fin. Y todo lo hice para borrar el pecado de todos los pecadores, para
que todos pudiesen alcanzar mi Reino; pero no tienen corazón, son crueles,
están cometiendo ofensas constantemente, agraviando nuestros Corazones,
el de mi Madre purísima y el mío. Date cuenta que si me quieres dar gloria,
hija mía, y quieres que se salven tantas almas, deja que haga de ti lo que
quiera, y abandónate en mi amor.
Sé humilde, no contestes nunca con soberbia, contesta con humildad a
cualquier humillación; sé humilde, porque con la humildad se consigue todo;
date cuenta que con humildad puedes ayudar a salvar muchas almas. Ofrece
todo estos días en que tanto se ofende; quiero que seas como aquel buen
hombre que me ayudó a llevar la Cruz, que era un gran pecador; pero, ¡con
qué amor me ayudó a llevar esa Cruz, esa Cruz de amor!
Tú me consolarás, hija mía, y los dos sufriremos con esa Cruz. Date
cuenta cuánto ofende la Humanidad a nuestros Corazones. Sufre, ofrece todo
con amor por la salvación de esas almas, porque esas almas me crucifican de
nuevo; mi Corazón es un abismo de dolor; esas almas ingratas me pisotean,
me desprecian, no se dan cuenta que ellas solas se van marcando el camino
de su condenación. Por eso, hija mía, tu sacrificio y el de muchas almas
escogidas, y la oración, es la salvación de las almas y la salvación del mundo
entero. No te asombres, hija mía, hay muchos pecadores, pero también hay
muchas almas buenas que aman a su Creador y Redentor.
Ya sé que se pierden muchas almas, ¡qué tristeza tan grande! Pero por
ello no disminuye mi amor hacia ellas; todas esas almas que me aman
pueden reparar las ofensas de tantos y tantos pecadores que me están
ofendiendo y consolar la amargura de este Corazón y del Corazón de mi
purísima Madre, que está traspasado con esa espada de dolor. (8)
¡Me pesa tanto la cruz!... Por eso vengo a que me ayudes, y quisiera
repartir esta cruz entre tantas almas escogidas. Una parte de mi peso y un
poquito de mi agonía en cada alma querida, hasta tal punto que mi Corazón
se regocije de amor hacia todos ellos. Ya que estas almas ofenden tanto,
vosotros, almas escogidas, no pisoteéis a la Divina Majestad de Dios, la
Sangre de su Hijo; ayudadle a descargarse esa Cruz que lleva tan pesada.
Te sigo repitiendo, hija mía: sé humilde; recibe con amor todas las
blasfemias, todas las calumnias.
Adiós, hija. Toma mi santa bendición.

LA VIRGEN:
Hija mía, hija mía, aquí me tienes con el Corazón traspasado de dolor
por tantas almas que están ofendiendo todos estos días constantemente;
están ultrajando nuestros Corazones. Yo traigo un mensaje de paz y amor,
pero los hombres hacen la guerra (9) y la desunión. ¡Cuántas almas, hija mía,
están buscando su propia condenación!
Yo traigo, como Madre, la paz para todos mis hijos, el amor y la
humildad; pero no quieren aceptarlo, no hacen caso, hija mía. ¡Cuántas veces
he pedido que hagan una capilla en mi nombre para hacer meditación, para
hacer meditación sobre la Pasión de mi Hijo, que no piensan lo que pasó
sufriendo en la Cruz por todos ellos!
También pido que eso sirva para hacer ejercicios espirituales para
preparar sus almas, porque el tiempo se aproxima y queremos que estén
preparados; pero no hacen caso, hija mía.
También pide mucho por tu padre espiritual. Está hecho un mar de
confusiones y el enemigo no sabe por dónde meterse; pide mucho. Pero no
mezcléis políticas en mis rosarios, que la política no sirve nada más que para
odios, para destrucción del mundo.
Pedid paz para todas las naciones. Diles a todos, hija mía, que ayuden
a salvar muchas almas, que muchas almas están esperando que alguien les
lleve un mensaje de su Madre; por ignorancia se condenan, por no haber
tenido quien les hable. Sí, hija mía, tú no sabes cuánto dolor sentimos por
esas almas que están condenadas y que no quieren salvarse.
Adiós, hija mía; ten humildad, recibe con amor el peso de la cruz que
mi Hijo te manda. Adiós.
Yo os traigo la paz; pedid por la paz del mundo, pues el mundo está al
borde de la desesperación. Pedid por Rusia; Rusia es el azote de toda la
Humanidad; pedid que se convierta. Rezad el santo Rosario con mucha
devoción, porque se están salvando muchas almas.
Adiós, hija.

[1]
«En la segunda venida de Jesucristo, María tiene que ser conocida y puesta
de manifiesto por el Espíritu Santo, a fin de que por Ella Jesucristo sea
conocido, amado y servido. Pues ya no valen los motivos que movieron al
Espíritu Santo a ocultar a su Esposa durante su vida y manifestarla sólo
parcialmente aun desde que se predica el Evangelio» (S. Luis María Grignion
de Montfort, Tratado de la verdadera devoción a la santísima Virgen, 49).
[2]
Cf. Si 10, 15; Lc 1, 52; 1 Co 1, 27-28; St 4, 6; 1 P 5, 5.
[3]
Cf. Si 10, 15; Lc 1, 52; 1 Co 1, 27-28; St 4, 6; 1 P 5, 5.
[4]
Cf. Lc 22, 42; Jn 8, 29.
[5]
Cf. Jn 13, 34; 15, 9. 12.
[6]
Durante la Cuaresma del año 2004, fue estrenada la película La Pasión de
Cristo del director Mel Gibson; es inevitable, por ello, la asociación de las
imágenes descritas por Luz Amparo con las de dicho filme, convertido ya en
un verdadero clásico del cine. Apuntamos sólo unas palabras del cardenal
Darío Castrillón Hoyos, prefecto de la Congregación Pontificia para el Clero,
quien declaró tras haber asistido a la proyección: «Es una película que lleva al
espectador a la oración y reflexión, a una contemplación que conmueve el
corazón (…). Uno de los grandes logros de esta película es mostrar con
precisión tanto el horror del pecado y del egoísmo como el poder redentor
del amor (…). Esta película es un triunfo del arte y de la fe». Hemos de
resaltar, pues, el acierto del trabajo de Gibson, quien ha realizado una
excelente labor concorde —aun sin saberlo él— con la petición repetida por
la Virgen en Prado Nuevo desde aquel memorable 14 de junio de 1981: «Soy
la Virgen Dolorosa (…). Que se venga a meditar de cualquier parte del
mundo la Pasión de mi Hijo, que está completamente olvidada».
[7]
Es la Cruz en forma de «Y» griega mayúscula. Véase el comentario en nota
689 (31-5-1984). Otros mensajes en que se refiere el tema: 15-5-1984; 19-5-
1984; 26-5-1984; 27-5-1984; 2-6-1984; 21-6-1984; 4-8-1984; 15-9-1984.
[8]
Cf. Lc 2, 34-35.
[9]
«Harto ha vivido ya mi alma con los que odian la paz. Que si yo hablo de
paz, ellos prefieren guerra» (Sal 120 [119], 6-7).

MENSAJE DEL DÍA 15 DE ENERO DE 1982 (1)

EL SEÑOR:
Sí, hija mía, aquí estoy. No digas que no puedes más. Coge mi Cruz y sigue
conmigo estos dolores. Ya sé que sufres mucho, pero es preciso que sufras;
sufre con ánimo y con valor. Date cuenta de que, gracias a este sufrimiento,
se están salvando muchas almas. Así, hija mía, recibe con alegría y con
humildad todos estos dolores.
Vamos a participar los dos en estos sufrimientos; es muy importante
recibirlos con humildad y con amor. No tengas miedo de nada. Date cuenta
de que te he escogido porque eres muy miserable, para que vean una vez
más que no busco la grandeza ni la apariencia de santidad; que busco las
almas más pequeñas y más insignificantes para todos. ¡Cuántas almas hay
que ante los ojos de los demás son justas y ante los ojos de mi Padre están
condenadas! No te importe, hija mía, que te calumnien, que te desprecien,
porque esto lo hacían conmigo, lo hacían con mis discípulos, porque ya les
decía yo a mis discípulos: “Porque no sois del mundo os aborrece el mundo”.
Y a ti te digo, hija mía, que te des cuenta de que, porque no eres del diablo, el
diablo te persigue; pero tú tienes que ser fuerte y vencer al enemigo. Acepta
con humildad este sufrimiento. Ya sé que te pesa mucho esta cruz de
dolores; pero es preciso, porque hay muchas almas que están ofendiendo a
la Divina Majestad de mi Padre y pisoteando mi Sangre.
Me pesa tanto esta Cruz, porque muchas veces no saben apreciar este
sufrimiento tan horrible. Date cuenta de que se están condenando
constantemente tantas almas. ¡Cuánto estamos sufriendo para salvarlas! Tú
date cuenta de que estoy contigo, que no estás sola. Quiero que seas
humilde, que seas bondadosa con todos, porque el que tiene amor a los
demás, me tiene amor a mí. Tienes que abandonarte, hija mía, abandonarte
a mi sufrimiento; por eso te digo, hija mía: sigue luchando; sé fuerte. Date
cuenta de que todo lo de aquí, de la Tierra, pasará; pero el Cielo no se
acabará nunca, nunca jamás se acabará. Por eso te pido que recibas mi Cruz
con alegría y con humildad.
Date cuenta de que cuántas almas se condenan por su propia voluntad.
¡Pobres almas esas que no han querido salvarse! Porque no se condenarán
aquellas almas que no me conocen; pero las que me conocen y, aun
conociéndome, me han despreciado para seguir una vida de placeres, de
pecados, esas almas no saben lo que les espera. Porque no te hablo sólo de
las almas del mundo, sino también de mis almas escogidas. Porque hay
muchas que, aun siendo escogidas, desean gozar de los placeres de la vida y
se pierden, porque mi camino es el camino del sufrimiento y del dolor, y lo
único que les daría fuerzas para seguir sería la cruz; pero la desprecian, la
pisotean, no quieren saber nada de ella; ésos se condenan por su propia
voluntad, hija mía; ellos se lo han buscado. Yo les entregué mi Cruz y ellos me
la despreciaron; por eso, hija mía, diles a todos mis hijos que se arrepientan,
que dejen el pecado, que vuelvan sobre sí y sean humildes, que no hacen
caso de la ley de mi Evangelio, que es la ley de mi Iglesia Santa, Católica y
Apostólica. Porque fuera de mi Iglesia diles que no habrá salvación; que
dejen el pecado, que crean en mí, que hagan penitencia, que guarden mi
doctrina, que se aparten de todas aquellas doctrinas falsas, de aquellos
pastores falsos que predican las doctrinas contrarias a las mías y a las de mis
primeros apóstoles.
Que no hagan caso, que el tiempo se aproxima; que todos ésos que
publican esas doctrinas están equivocados, que tengan humildad, que
vengan a mí; que yo vine a la Tierra con mi Cruz para salvarlos a todos; que
me hagan caso, que no quieren escuchar la perfecta observancia de la
pobreza evangélica; que me escuchen. ¿Cómo avisarles para que nos hagan
caso? Mira, hija mía, hay veces que el sufrimiento no sirve para nada; sé
humilde, hija mía; sobre todo, te pido la humildad. Sé constante en la
oración. Adiós, hija, adiós.

LA VIRGEN:
Sí, hija mía, ya estoy aquí como tu Madre gloriosa, como la Madre de
todos mis hijos. Escucha, hija mía, lo que te voy a decir:
Diles a todos que no piensen en otra cosa que en hacer oración; que recen
el santo Rosario, que el Castigo está muy cerca, que caerá pronto, muy
pronto, sobre toda la Humanidad; que no sean tan desdichados y tan
desagradecidos; que hagan oración, que están en un gran peligro.
Diles a todos que sigo repitiendo que hagan oración y penitencia, que el
mundo está al borde del precipicio, que soy su Madre y quiero que se salven
todos; que yo he llorado muchas veces por todos ellos y sigo llorando y pido
sólo por la salvación de sus almas.
Diles, hija mía, que tengan confianza en Dios y que confiesen sus culpas,
que se arrepientan, que se den prisa, que recen el santo Rosario todos los
días, que pido mi Rosario en todos los lugares del mundo. El Rosario puede
salvar al mundo, pues, de lo contrario, va a perecer la mayor parte de la
Humanidad, de esta pobre Humanidad que está ciega y se deja cegar por el
demonio, que está siempre acechándolos a todos. Que dejen el vicio, que me
escuchen, que piensen más en hacer oración; que estáis al borde de los
últimos tiempos; que el Padre Celestial los está esperando a todos, que el
gran Castigo está muy próximo.
Diles a todos que he recorrido todo el mundo haciendo milagros y dando
gracias por toda la Humanidad. Diles a todos, hija mía, que estoy sosteniendo
la ira de Dios Padre, pero que no puede ser más; que recen el santo Rosario,
que el santo Rosario es lo que más me agrada; mi Rosario, hija mía. Yo quiero
que recen mi plegaria preferida. El Castigo es horrible, hija mía, y mi Hijo
vendrá a castigar a todos los que no han querido atender a sus llamadas.
Diles que se arrepientan, hija mía, que mi Corazón sangra de dolor por
todos ellos. ¡Qué pena, hija mía!, algunos morirán ese día sólo de la
impresión. Satanás está al acecho de todas esas almas, hija mía; quiero que
se salven todas.
Dad los mensajes de vuestra Madre misericordiosa por todo el mundo.
Daos cuenta de que hay muchas almas que no nos conocen. Que se acerquen
a la Eucaristía, que mi Hijo está muy solo, que no esperen hasta el último
instante. La Humanidad está amenazada, está en un gran peligro, hija mía;
que me escuchen; estoy muy triste, me he aparecido en muchos sitios de la
Tierra y no me escuchan; el Castigo se aproxima; la Segunda Venida de mi
Hijo Jesús está cerca, hija mía; que estén preparados, que estén a la derecha
del Padre, hija mía; que confiesen sus culpas, que se arrepientan, que mi Hijo
está con los brazos abiertos esperándolos a todos. ¡Qué dolor más grande,
hija mía! No quieren salvarse los humanos, son unos desagradecidos. Hija
mía, sé humilde; la humildad es la base principal de todo. Hija mía, ayuda a
todos a salvar muchas almas. Diles a todos los que están contigo que me
agrada mucho lo que han empezado; que sean constantes en seguir esa obra
tan importante que es el santo Rosario. Es lo que más me agrada, hija mía; lo
que más poder tiene y fuerza para salvación del mundo: el santo Rosario.
Que sean constantes, que yo les daré fuerzas a todos para poder extender el
santo Rosario por cualquier parte del mundo. Que no se acobarden, que
vayan de pueblo en pueblo. Tendrán muchos obstáculos, les pondrán en
algunos sitios muchos inconvenientes; pero que sigan, que sigan con el santo
Rosario, que es muy importante. Con el santo Rosario se puede salvar toda la
Humanidad y evitar una gran guerra.
Qué alegría, hija mía, más grande ver que todavía tengo almas que van
sembrando buena semilla y que luego recibirán el fruto en el Paraíso
celestial. Diles, hija mía, que es muy importante ayudar a las almas; que sigan
con esta misión, que les estaré muy agradecida. ¡Cuánto odia el demonio las
plegarias de vuestra santa Madre! Daos cuenta de que para ser salvados hace
falta rezar. Lo que más cuesta es rezar el santo Rosario. Lo que más os cuesta
a vosotros y lo que más me agrada a mí. Sed constantes en la oración, hijos
míos. Seguid extendiendo las plegarias de vuestra Madre. Por lo menos, a ver
si podemos salvar la tercera parte de la Humanidad; y seguid luchando, hijos
míos, daos cuenta de que la Humanidad está en un gran peligro y que el
Padre Celestial quiere mandar sobre los hombres su justicia, y esta vez
castigará mucho más severamente que cuando castigó con el Diluvio. Los
grandes perecerán, porque ante los ojos de los hombres son grandes, pero
ante los ojos de Dios son miseria; son fariseos hipócritas que están
engañando, arrastrando muchas almas al pecado; y de eso recibirán su
justicia, su merecido. Dios los castigará muy severamente porque tienen un
doble pecado. ¡Qué pena, hija mía, qué pena de Humanidad! Están vacíos, no
piensan nada más que en divertirse. Date cuenta de que no se salvarán, hija
mía, nada más que los verdaderos cristianos; los que crean en Dios Padre, en
Dios Hijo y en Dios Espíritu Santo. Diles que se arrepientan, hija mía, que los
estamos esperando a todos, hija mía. Seguid rezando el santo Rosario todos
los días y diles que los que puedan que recen los quince misterios.
Adiós, hija mía, sé humilde.

[1]
Se desconoce si existe grabación en audio de este mensaje. Cf. o. c., nº 1,
pp. 47-52.

MENSAJE DEL DÍA 22 DE ENERO DE 1982


LUZ AMPARO:
¡Ay, ay, ay..., Dios mío! ¡Ay, ay, ay, Dios mío!¡Ay, ay, ay..., Dios mío, ay!

EL SEÑOR:
Sí, aquí me tienes, no temas. ¿Por qué temes, por qué tienes miedo? Si yo
soy el que te lo manda. Yo te lo mando, pero te ayudo a llevar esa cruz. Date
cuenta que es preciso; que los hombres no cambian, que cada día cometen
más pecados; que se arrepientan, que el Castigo está muy próximo; que
viven los últimos segundos de antes de la catástrofe; para mí son segundos;
por eso vuestra Madre os manda los mensajes y no hacen caso.
El Castigo alcanzará y destruirá las dos terceras partes de la Humanidad.
Pero a pesar de eso, de todos los avisos, no hacen caso; que se arrepientan,
que hagan caso de los mensajes de su Madre. Que yo pongo a mi Madre por
mensajera, mensajera para toda la Humanidad.
El mundo, hija mía, camina hacia el abismo por la maldad de los hombres,
por sus pecados; cerca está el día del Juicio Final de las naciones y la
sentencia del Padre. Yo quiero salvar a muchos. Si ellos quisieran salvar a los
demás con sus oraciones, con sus buenos ejemplos, pero no hacen caso.
A muchas almas como a ti, las revelo mi agonía, mi amor; también las
revelo la profecía del desastre que el mundo traerá sobre sí; pero también las
revelo el amor inmenso de mi Corazón; pero cierran los oídos, no quieren
escuchar. Como a ti, a muchas almas he revelado todo esto, he dado mis
mensajes para el mundo, para que les dé tiempo a arrepentirse; pero se
hacen los sordos, porque Satanás se muestra bajo fingidas apariciones;
apariencias para seducir a muchos; y a él sí le creen. Pero tú, hija mía, dilo,
dilo a todo el mundo; afírmales que soy yo el que te habla; aunque no te
crean, aunque te calumnien, aunque te llamen farsanta, aunque tengas que
sufrir mucho. Diles que el tiempo se aproxima, que, como no se arrepientan,
el Castigo será horrible. Díselo a todos, hija.
Hoy para ti este mensaje es muy corto. Te pido humildad; aunque te
humillen, ofréceselo al Padre; aunque te calumnien, ofrécelo todo. Adiós,
hija, adiós.

MENSAJE DEL DÍA 5 DE FEBRERO DE 1982


EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

LUZ AMPARO:
¡Ay, ay, ay, qué dolores! ¡Ay, ay, ay, qué dolores! ¡Ay, ay, ay, ay, qué
dolores! ¡Ay, ay, ay, ay!

EL SEÑOR:
Sí, hija mía, como siempre, son muy horribles estos dolores. Todo por la
salvación de las almas, y las almas qué poco responden a estos dolores. Es
preciso sufrir, sufrir para el bien de la Humanidad; aunque la Humanidad está
vacía, hija mía. La Humanidad está llena de basura. Vas a seguir viendo otro
cuadro de mi Pasión.

LUZ AMPARO:
Jesús está en la Cruz retorciéndose. Hay muchos soldados montados a
caballo; uno de ellos lleva un papel, lo extiende y toca una trompeta, para
que se callen y escuchen; la gente se calla y el hombre se lo lee. El papel dice:
“Jesús Nazareno, Rey de los Judíos”. Y dice: “Este cartel será puesto sobre la
Cruz del Nazareno”.
Empiezan a gritar todos. ¡Qué gritos! Están diciendo: “Nosotros no
tenemos más rey que el emperador de Roma. No pongas ese cartel”. Todos
gritan; están gritando. ¡Cuánto grita la gente! Y dicen: “Pilato, nosotros no
queremos ese Rey. Ése no es Rey de los judíos; escribe esto: «Este hombre ha
blasfemado diciendo que es Rey de los judíos». Pon en ese cartel que Él ha
dicho que es el Rey de los judíos”. Pilato les está diciendo, muy enfadado: “Lo
escrito, escrito está”.
Hay muchos soldados con espadas. Hay dos hombres entre Jesús. Van a
crucificarlos con Jesús; están atados. La gente mira a Jesús; le hacen burla, le
hacen burla, le sacan la lengua, le escupen, se ríen de Él. Él los mira, no
puede abrir los ojos; inclina la cabeza para abajo; se está muriendo. ¡Dios
mío, se está muriendo! ¡Qué dolores siento más horribles! ¡Ay, qué dolores!
Todo el cuerpo.
Otra vez el Señor ha levantado la cabeza. Le están insultando unos que
llevan unas túnicas blancas y verdes hasta la rodilla; se ríen, se están riendo y
le dicen: “Mira el milagroso; el que cura a los enfermos; el que destruye el
Templo y lo construye en tres días. Bájate de la Cruz. Sálvate. Farsante”. Le
están diciendo hipócrita. Le miran otra vez. Se están riendo: “Mirad, vuestro
Salvador y no se salva Él. Vaya un Rey de Israel. Sálvate, sálvate Tú y
creeremos. Y si no, que te salve tu Padre, que es tan poderoso y tanto te
quiere”. “¡Hipócrita, farsante!”, le están diciendo. Los dos que han
crucificado con Él le están insultando también y le están diciendo: “¿Por qué
no te salvas y nos salvas a nosotros también? ¿No dicen que eres Cristo?
Pues sálvate. No nos salvas porque eres un malhechor”.
El Señor mira al cielo y dice: “Padre mío, Padre mío, no los condenes;
perdónalos, no saben lo que están haciendo”. Uno de los dos que están
crucificados le dice al Señor: “Tú eres el verdadero Hijo de Dios, Jesús
Nazareno. Acuérdate de mí cuando estés delante de tu Padre. Te pido
perdón por todos mis pecados”.
El Señor le dice..., le mira con la cara muy triste, no puede abrir los ojos.
No entiendo lo que le dice; le está mirando. Le mira otra vez y le dice: “Tus
pecados te son perdonados; hoy vendrás conmigo al Paraíso”.
¡Ay, el Señor cómo está, Dios mío! ¡Ay, cómo está, ay! ¡Ay, cómo sufre,
Dios mío! ¡Cómo se retuerce! ¡Ay, qué cara más morada tiene! ¡Ay, Dios mío!

EL SEÑOR:
Sí, hija mía, sufrimos mucho por la salvación de todas las almas; hay
muchas almas ingratas, pero también hay almas buenas que se arrepienten
de sus culpas, que piden perdón a su Padre misericordioso. Y que su Padre
misericordioso los está esperando a todos para darles su herencia, que son
las moradas celestiales. Ésa es la mejor herencia. Esa herencia es para toda la
eternidad. Por eso te repito que vale la pena este sufrimiento. Date cuenta,
hija mía, que no eres tú la que me has elegido; he sido yo el que te ha
elegido; por eso el fruto que des tiene que ser bueno, si tú aceptas todos tus
sufrimientos con humildad y con amor. Aunque te persigan, aunque te
calumnien, recíbelo con humildad. Tú piensa que tú no eres más que yo, y a
mí me lo hicieron. Me persiguieron, me calumniaban, ¿qué no van a hacer
contigo, hija mía? Todo eso lo harán contigo por causa de mi Nombre. Date
cuenta de esto, de estas palabras, hija mía: “Dichosos a los que calumnien
por mi causa, porque su recompensa será eterna en el Cielo”. Mira, hija mía,
hay muchas almas que están consagradas que creen que esto es obra de
Satanás. No lo creas, hija mía; Satanás destruye, no construye. Sigue pidiendo
por los sacerdotes y por las almas consagradas. Muchos de ellos están
sembrando su propia condenación.
Los sacerdotes que, por su vida de placeres, por su poco amor a Dios... —
celebran los santos misterios para amarme—[1], me están crucificando
diariamente por su falta de amor a los demás, por sus impurezas y por su
impiedad. Dios va a castigar sin piedad a todos ellos, a todos éstos que no
cumplen; porque ellos creen que están haciendo culto a Dios y lo que hacen
es culto al diablo. También pide por mi amado hijo, el Vicario de mi santa
Iglesia, está en un gran peligro; va a sufrir mucho. También te digo, hija mía,
que va a haber grandes castigos sobre los humanos; habrá grandes
terremotos.
Y aquellos falsos ministros de Cristo que no cumplan y que no cumplen
con las doctrinas, que mezclan políticas y doctrinas falsas, no serán llamados
hijos de Dios. Para mí mis verdaderos hijos son mis verdaderos imitadores de
mi santa Iglesia, tienen que sentirse almas de Dios y tener las virtudes que
me son más queridas. Esas virtudes son: la humildad y el amor a los demás.
Estoy dando avisos, pero esas almas que se creen predilectas de Dios no los
admiten. Estos avisos son para los verdaderos imitadores de mi Iglesia
Católica Apostólica. También llamo a todos los que han vivido en mi pobreza,
en la humildad. Llamo a los que han sido humillados, calumniados por mi
causa. A los que os calumnian y a los que os humillan, no tengáis miedo,
estoy con vosotros, y estando con vosotros, ¿a quién podéis tener miedo?
Tenéis que ser fuertes y pensad que tenéis que presentaros con las manos
llenas ante el Padre Celestial. Procurad, cuando ese día llegue, haber hecho
buenas obras; que esas buenas obras están escritas. No tengas miedo, pues
yo estoy con todas las almas de buena voluntad y, estando yo, nada temas.
Hay que pedir por esas almas destructoras, impregnadas del mal,
destructoras de almas puras e inocentes. Vamos a pedir a su Divina Majestad
por esas almas consagradas que se precipitan en el pecado, ¡pobres almas,
qué pena me dan! Vamos a reparar tantas ofensas. Cógete tu cruz, carga con
ella, y ofrece esos dolores por todas esas almas; están tan necesitadas...
Sigue haciendo oración, hija mía; no te abandones. Pide consejo a tu padre
espiritual. Rezad el santo Rosario. Sé humilde. Lleva esta cruz con humildad,
con amor. Sigue pidiendo por todos; diles que sigan haciendo apostolado,
que me agrada mucho.
Adiós, hija mía. Te echo mi santa bendición.

LUZ AMPARO:
¡Ay, ay, ay..., Dios mío! ¡Ay, qué angustia! ¡Ay, Dios mío!

[1]
El sentido de la frase es éste: los sacerdotes, que han de celebrar los santos
misterios con el fin de amarme, me están crucificando por su falta de amor a
los demás, por sus impurezas... (“todos éstos que no cumplen”, aclara
después).
MENSAJE DEL DÍA 11 DE FEBRERO DE 1982 (1)

LA VIRGEN:
Quiero, hija mía, que hagáis penitencia, que hagáis oración, que recéis por
los que no rezan, que améis por los que no aman.
Hijos míos, rezad el santo Rosario. El Rosario tiene mucho poder. Quiero
que pidáis por todos los obispos, cardenales, arzobispos; muchos de ellos son
políticos de destrucción. Hija mía, date cuenta de que estoy pidiendo
constantemente por la conversión de Rusia. Rusia está metida en mi Iglesia,
en algunos de mis obispos, de mis cardenales, de mis arzobispos y en muchos
de mis sacerdotes; están destruyendo las cosas de Dios, hija mía. No saben el
castigo que se les avecina. El Castigo está cerca; consistirá, hija mía, en que
los astros chocarán sobre la Tierra; están a punto de destruir la mayor parte
de la Humanidad. El astro Eros hará iluminación sobre toda la Humanidad;
será horrible, hija mía, parecerá que el mundo está en llamas, sólo será unos
segundos; muchos de los humanos quisieran estar muertos en ese momento.
Hasta los justos lo verán, pero no les afectará absolutamente en nada.
También muchos humanos morirán de esa gran impresión; será como lluvia
de fuego; temblará toda la Tierra, hija mía, será horrible.
Humildad os pido, sed humildes. Mira qué humilde fue mi Hijo hasta la
Cruz. La humildad es el buen camino para llegar al Cielo. Siempre ha dicho mi
Hijo: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón”, y el que es
manso y humilde alcanzará los bienes de Dios. Hijos míos, siempre tomad
vuestra cruz con humildad. Pensad en el buen Jesús, cómo se calló por todos
vosotros, y era inocente y puro. Pues vosotros, que sois polvo sucio y caído,
pensad que con la ayuda de mi Hijo os enmendaréis y seguiréis su camino,
hijos míos.

[1]
Se desconoce si existe grabación en audio de este mensaje. Cf. o. c., nº 1,
p. 56.
MENSAJE DEL DÍA 12 DE FEBRERO DE 1982 (1)

EL SEÑOR:
Sí, hija mía, vamos a ofrecernos como víctimas al Padre Eterno por la
salvación del mundo, por la salvación de esas almas que cada día se retiran
de mí, me desprecian, me blasfeman; me están recibiendo sacrílegamente,
no tienen compasión de mí. Os manifiesto a todos la amargura que siente mi
Corazón cuando veo que esas almas cada día sienten menos comprensión
para mí.
Fue una alegría, desde mi Última Cena, hacerme compañero de los
hombres hasta el fin del mundo y darles alimento de vino con mi Cuerpo.
¡Qué triste me encuentro algunas veces, cautivo por ellos, cuando veo que
me abandonan en el sagrario y cuando veo que no creen en mi presencia
real! ¡En cuántos corazones manchados tengo que entrar y cómo veo mi
Cuerpo y mi Sangre profanados! ¡Cómo veo todos los días los sacrilegios,
ultrajes y tremendas abominaciones que hacen contra mí!
Estoy de día y de noche en el sagrario por todos ellos, y ¡cómo rechazan
mis llamamientos desde esta morada fría y triste en la que me encuentro!
Por el amor de las almas estoy prisionero en la Eucaristía; pero ¡qué
desagradecidos son muchos! ¡Cuántas veces pido consuelo a muchos
corazones para que vengan a consolarme y me rechazan! Me encuentro allí
presente como el mejor de los padres, como el amigo más fiel, con un amor
inmenso que siento por esas almas, pero no soy comprendido, hija mía,
¡pobres pecadores! No son merecedores de estos sacrificios tuyos, míos y de
los de muchas almas escogidas para su salvación. Tú, hija mía, no te alejes de
mí; te espero día y noche, dame consuelo, abandónate en mí y diles a todos
que me hagan una visita, que los espero y quiero salvarlos a todos con la
Sangre de mis llagas. Que vengan a mí, que soy su Padre y los quiero a todos
con todo mi Corazón; que visiten al Prisionero; que si su alma está enferma,
que vengan a mí, que yo los sanaré. Que si su cuerpo está enfermo, que
vengan a mí, que yo los fortaleceré; que se den cuenta de que yo les puedo
hacer recobrar la fuerza del cuerpo y la salud del alma; que den amor,
limosna de amor a este pobre mendigo que los está esperando de día y de
noche; que mi Corazón está triste por todos; que no me hagan sufrir más,
que lo que quiero es que se salven. ¡Desgraciados los habitantes de la Tierra,
cómo buscan su propia condenación!
Vamos a ofrecernos los dos al Padre Eterno por esas almas que están
publicando las doctrinas de Jehová, su rey; las están publicando falsamente,
estoy muy apenado por esas falsas doctrinas que publican; mi verdadera
doctrina es la católica; que amen a mi Madre y me amen a mí. Yo no admito
que desprecien a mi Madre, esa Reina que sufre por todos porque todos son
sus hijos, por los cuales pide diariamente al Padre Eterno y derrama sus
lágrimas por la salvación de sus almas.
No les sirve para nada ese amor falso que tienen hacia mí, porque el que
no quiere a mi Madre no me quiere a mí, pues yo les dije agonizando al pie
de la Cruz: “He ahí vuestra Madre”. También le dije: “Madre mía, da amor a
todos tus hijos”. Pero, ¡qué poco corresponden a mis palabras! Mi Madre
está ultrajada y despreciada por todos ellos; están buscando ellos mismos su
propia condenación. ¡Qué pena me dan, hija mía! Vamos a ofrecer la escena
de la Pasión por la salvación de esas almas ingratas y desagradecidas...

LUZ AMPARO:
Jesús se retuerce en la Cruz, ¡cómo está! Está todo ensangrentado, le han
quitado la ropa a tirones; están repartiéndosela. Hay cuatro hombres. La
túnica la quieren los cuatro, se están peleando por ella. Coge uno una
moneda y les dice: “A ver si adivináis qué cara sale”. Lo adivina uno; es el más
gordo; le ha tocado la túnica; se ha quedado con ella. Los otros quieren
también la túnica, pero uno, riéndose, le dice: “Quédate con ella, vístete de
rey”. Se la pone y los otros tres empiezan a reír. “Mira —dice uno—, si se
parece al Nazareno. ¿También haces milagros?”. Y se ríen los cuatro. ¡Ay,
cómo está Jesús, Dios mío!, se está muriendo. ¡Ay, ay, Dios mío, ay, qué
dolores tan grandes siento! ¡Ay, qué dolores, Madre mía! ¡Qué negro tiene el
cuerpo el Señor! ¡Qué dolores siento tan horribles! ¡Ay, ay, ay, qué dolor!
¡Ay, qué dolor! ¡Ay, cómo abrasa el Sol, qué dolor tan horrible!... Se está
nublando el Sol, ¡ay!, parece que va a llover. ¡Qué oscuro se está poniendo,
qué truenos! ¡Ay! No se ve, hay mucha niebla, ¡ay! La gente corre, ¡cómo
corre la gente! Hay muchos truenos; el Señor se está quedando solo, nadie le
hace caso. ¡Oh, Dios mío! El Señor dice: “Todos me abandonan”. La Virgen se
agarra a la Cruz, está llorando amargamente. ¡Ay, qué dolor! ¡Ay, está
llorando!
El Señor la mira; hay otras dos mujeres con Ella; se abrazan a la Cruz.
También hay un hombre con el pelo muy largo. No sé quién es. Coge a la
Virgen por los hombros y la abraza. Dicen que es Juan, ¡ay! El Señor dice a la
Virgen: “Mujer, he ahí a tus hijos”. Y luego dice: “Hijos, ahí está vuestra
Madre, cuidadla”.
El Señor se está muriendo. Ahora sí que se está muriendo. ¡Qué dolor!
Siento mucha sed. Él también tiene mucha sed; por eso dice: “Tengo sed”.
Mojan un trapo en la vara del látigo en un vaso que tiene un líquido como
vino; lo mojan y se lo ponen en la boca. ¡Ay, qué malo está! ¡Ay, qué malo!
Pero, ¿cómo le dan eso? Pero ¡qué malos son!, ¿cómo le dan eso? El gordo
ese, ¡qué malo es! No darle ni un poquito de agua... ¡Ay, Dios mío! ¡Oh,
pobrecito, qué mal está! ¡Ay, Dios mío, qué pena! El Señor abre la boca, tiene
mucha fatiga, se está muriendo. ¡Ay, qué fatiga! ¡Ay, qué fatiga! ¡Ay, qué
fatiga! El Señor dice: “Todo está consumado. Padre mío, Padre mío, ¿por qué
me has abandonado? En tus manos encomiendo mi espíritu”.

EL SEÑOR:
Sí, hija mía, todos me abandonaron, todos, hasta mis discípulos me
dejaron solo en ese momento. Yo gritaba, pero, a pesar de mis gritos, nadie
me oía en esos momentos tan terribles. Se ríen de mí, se burlan, me llaman
farsante, no tienen compasión de mí; mis huesos están descoyuntados; mi
Corazón se derrite en mis entrañas por el fuego del Sol; mi garganta está
seca; la lengua se me pega al paladar; la muerte me llega, pero nadie siente
compasión; me taladraron los pies y las manos; me miran con burlas, se
mofan de mi dolor. ¡Hasta dónde llega la ingratitud de los hombres! No
tienen compasión, son crueles, me ven en la agonía y se siguen burlando.
Todo esto por la ingratitud de los hombres, por mis almas consagradas.
Quiero cumplas todos los días este sufrimiento. Hay que seguir pidiendo por
todas ellas. ¡Pobres almas! Tú, hija mía, da gloria a Dios, ofrece tus
sufrimientos; piensa, hija mía, que el dolor es el don de la salvación.
Ayúdame, hija mía, dame pruebas de amor con tu dolor, con tu sufrimiento,
con tu humildad, por esas almas. Piensa que al hombre, ¿de qué le vale tener
el mundo entero si pierde su alma? Seguid rezando el santo Rosario; que
sigan haciendo apostolado, que están ayudando a muchas almas; que recen
el Rosario, que es lo que más le agrada a mi Madre. No le quitéis su plegaria
favorita, es lo que más le agrada.
Tú, hija mía, date cuenta de que eres un instrumento miserable, que me
he valido de ti para que, por tus medios, ayudes a salvar a los demás. Ahora
haz un acto de humildad; besa el suelo y sé humilde; no te abandones en la
oración.
Adiós, hija mía, te doy mi santa bendición.
[1]
Se desconoce si existe grabación en audio de este mensaje. Cf. o. c., nº1,
pp. 57-60.

MENSAJE DE DÍA 26 DE FEBRERO DE 1982 (1)

EL SEÑOR:
Sé que sufres, hija mía, pero, por medio de tus dolores y los dolores de
otras almas, están volviendo a mi rebaño muchas ovejas perdidas. ¡Es tanto
el amor que siento por todas las almas que están en pecado, me dan tanta
pena, que las busco y corro detrás de ellas para que me encuentren y
perdonarlas!; pero no quieren ver, no quieren apartarse del pecado, buscan
los placeres de la vida. ¡Pobres almas, qué pena me dan!
También hay muchas almas que siguen a medias, se comprometen a
ayudarme a llevar la Cruz; se comprometen, pero cuando pesa un poco la
tiran, la pisan y gritan: “¡Quiero ser libre, fuera la cruz, quiero gozar!”. Estas
almas son mis almas consagradas; por gozar un segundo se condenan por
una eternidad.
Tú, hija mía, no te descuides en tus oraciones; abandónate en nuestros
Corazones, en el de mi Madre purísima y en el mío. Piensa que el mundo
pasa; pero la Gloria es eterna. Sufre, déjate humillar, déjate calumniar,
ofrécelo por la salvación de esas pobres almas que pierden el tiempo de esa
manera; ¡están tan necesitadas de oración! Sé fuerte, hija mía, no tengas
miedo de nada; sé que has sido una miserable pecadora, pero yo te he
escogido a ti, no has sido tú a mí. Por eso yo te ayudaré. Piensa que siempre
busco a los pecadores, son los que necesitan ayuda. Sé humilde, hija mía, y
ora mucho para no caer en la tentación.
Adiós, te bendigo en el nombre del Padre Eterno, del Hijo y del Espíritu
Santo.

LA VIRGEN:
Hija mía, te repito, como he repetido a otras almas muchas veces: sé
humilde y sigue el camino que mi Hijo te ha marcado. Todos los que siguen el
camino hacia la luz tienen que cargar con la cruz y seguir el camino del
sufrimiento. Pero los humanos no piensan nada más que en divertirse y en
cometer pecados. Diles a todos que, como no cambien y pidan perdón de sus
pecados y se arrepientan, el Castigo está muy cerca; que el toque de las
trompetas va a sonar muy pronto y, en ese momento, la Tierra temblará y el
Sol girará sobre sí con grandes explosiones, y la Luna se oscurecerá, y en todo
el planeta Tierra se verán muchos fenómenos. Un astro iluminará la Tierra.
Parecerá que está envuelta en llamas, durará veinte minutos; el pánico
cundirá por todas partes. Todos los que crean en Dios y la santísima Virgen
quedarán como en éxtasis durante esos veinte minutos. Esto está muy
próximo, hija mía.
Di a todos aquéllos que están publicando doctrinas falsas que no entrarán
en el Reino de Dios; que se arrepientan y dejen de publicar esas doctrinas;
que se sometan a la ley de los Evangelios de mi Hijo, que es la que ha dado la
Iglesia Santa, Católica y Apostólica. Porque fuera de la Iglesia de Cristo no hay
salvación.
Adiós, hija mía, sé humilde, pide consejo a tu padre espiritual; di que sigan
haciendo apostolado, que estoy muy contenta con esa gran obra que están
haciendo con mi plegaria favorita: mi santo Rosario; me agrada tanto...
Adiós, te doy mi santa bendición.

[1]
Se desconoce si existe grabación en audio de este mensaje. Cf. o. c., nº 1,
pp. 60-62.

MENSAJE DEL DÍA 5 DE MARZO DE 1982

LUZ AMPARO:
¡Ay, ay, ay, ay, Dios mío! ¡Ay, ay, ay, ay, Dios mío! ¡Ay, qué dolor!

EL SEÑOR:
Sí, hija, muchas almas como tú sufren para dar fuerzas a otras almas, para
evitar que caigan en el pecado. Sigue ofreciendo tus dolores por esas dos
almas que están cambiando.
Hija mía, sigue pidiendo por ellas. Por las almas, mis almas escogidas, mis
almas consagradas; las quiero tanto, que ardo en deseos de unirme con ellas.
Cuanto más ardo en deseos por ellas más me desprecian. Deseo que me
reciban en la Comunión todos los días con humildad, con amor; me ofrezco
como un viajero devorado por la sed, al que se le ofrece una gota de agua y,
después de haberla recibido en sus labios, queda mucho más sediento que
antes. Así, hija mía, suspiro yo constantemente por esas almas que me
desprecian. Así sufro yo por todas mis almas. ¡Qué pena me dan! ¡Sufro tanto
por ellas!... Tú, hija mía, no dejes de recibirme; te estoy esperando; no me
abandones. Haz oración, llégate a la Eucaristía, que yo te daré fuerzas para
sufrir y para seguir adelante.
Sé humilde, no te abandones. Pide consejo a tu padre espiritual. Haz
penitencia por los pobres pecadores. Adiós, hija mía.

LA VIRGEN:
Sí, hija mía, soy tu Madre, la Virgen de los Dolores, hija mía. Me he
aparecido en varios lugares del mundo, pero no hacen caso de mis
apariciones. La Humanidad corre un gran peligro. No se corrigen de sus
pecados. No vuelven sus ojos a Dios. Rezad el Rosario diariamente, hija mía,
para la conversión de los pecadores, por la paz del mundo, porque si no se
arrepienten, el Padre Eterno va a descargar su ira sobre toda la Humanidad.
¡Qué ingratos son! Profanan el Cuerpo de mi Hijo; desprecian la Sangre
redentora de Cristo. Viven en pecado mortal sin miedo; no hacen caso de mis
avisos; ¡pobres almas, qué pena me dan! Diles a todos que quiero que recen
el santo Rosario con mucha devoción; que hagan oración por todos los
pecadores; que deseo una capilla en mi lugar preferido; que me hagan caso;
que si hacen lo que yo pido, habrá curaciones.
También diles a todos que me agrada mucho que vayan de pueblo en
pueblo rezando el santo Rosario. El santo Rosario es lo que más poder tiene.
Con el santo Rosario, hija mía, se puede salvar toda la Humanidad. Yo
prometo a todo el que rece el santo Rosario diariamente y comulgue los
primeros sábados de mes, asistirle en la hora de su muerte.
Rezad el Rosario; con el Rosario practicaréis los santos mandamientos,
aprovecharéis la frecuencia de los sacramentos, procuraréis cumplir con
perfección vuestros deberes de cristianos, lo que Dios quiere de cada uno de
vosotros. Hacedlo, hija mía, con mucha devoción. Por cada Rosario que rezáis
se salvan muchas almas.
Aplicadlo por la conversión de los pecadores; es de lo que más necesidad
tenemos. Esas pobres almas que se arrepientan, que pidan perdón de sus
pecados. También decid en el apostolado, hijos míos, que se acerquen a la
Eucaristía; que mi Hijo está triste y solo, esperándolos a todos.
Os estoy muy agradecida. Os doy a todos mi santa bendición.
Sed humildes, hijos míos, llevad vuestro ejemplo por todas las partes del
mundo. Sed buenos apóstoles, ejemplos del amor y de la humildad. Y tú, hija
mía, sé fuerte, sigue ofreciendo todos tus dolores por la salvación del mundo;
está en un gran peligro. Sé humilde; no te abandones.
Adiós, hija mía, te doy mi santa bendición.

LUZ AMPARO:
¡Ay, ay, ay,...!

MENSAJE DEL DÍA 12 DE MARZO DE 1982


EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

LUZ AMPARO:
¡Ay, ay, ay..., Dios mío! ¡Ay, ay, Dios mío! ¡Ay, ay, ay, qué dolor!

EL SEÑOR:
No temas, hija mía, aquí estoy, no temas nada; piensa en la divina
voluntad de Dios. También te digo lo que he dicho a otras almas: tengo sed,
sed de almas que ofrezcan a mi Corazón un consuelo proporcionado al dolor
que me causan tantos pecadores. Tengo mucha necesidad de víctimas, pero
de víctimas fuertes. Para calmar la ira justa y divina del Padre Eterno.
Necesito almas cuyos padecimientos, tribulaciones, incomodidades de la vida
suplan la malicia y la ira y la ingratitud de los hombres.
Sufre, hija mía; ofrécelo por la salvación de los pobres pecadores. Piensa
que, para llegar al Cielo, se llega por el camino del dolor. También diles a
todos que dejen de pecar; que estos días tan señalados para mí, que se
mortifiquen, que hagan oración, que me hagan una visita, que les estoy
esperando; que estoy muy triste. Que estos días se aparten de las
diversiones, que confiesen sus pecados, que cumplan con los mandamientos
de la Ley de Dios, que vivan la doctrina que Cristo enseñó. Que no escuchen
doctrinas falsas, que crean en mí, que soy el Buen Pastor, y yo conozco a mis
ovejas y mis ovejas me conocen a mí; por eso di mi vida para salvar a mi
rebaño, aunque hay muchas ovejas que están fuera de mi rebaño.
Ésos que no quieren escuchar la palabra de mi santa y pura Madre, que la
desprecian, no pueden entrar dentro de mi rebaño. Todos ésos son los que
publican esas doctrinas falsas, ¡ésas no son mis ovejas! Mis ovejas escuchan
mi voz y yo las conozco a ellas y ellas me siguen. Yo les doy la vida eterna y
ellas no perecerán nunca jamás. Las guarda mi Padre, y estando con mi Padre
están conmigo. Porque yo y el Padre somos uno. Tú, hija mía, sigue
acercándote; acerca ovejas a mi rebaño. Se están salvando muchas almas. Sé
humilde, y no dejes de recibirme. Recíbeme todos los días. Yo te daré fuerzas
para perseverar y salvarte. Seguid rezando el santo Rosario. También te pido,
hija mía, que seas humilde.
Adiós, te doy mi santa bendición.
También diles a todos que sigan haciendo apostolado. A mí me agradó
tanto ir de pueblo en pueblo sin tener miedo al frío, a la lluvia... Pasamos
mucha hambre. En muchos pueblos tendréis muchas dificultades. También
las tuvimos nosotros. Seguid adelante. Donde os cierren las puertas, no
volváis la vista atrás. Sed humildes; no os rebeléis contra nada. Dad ejemplo
de vuestra humildad, hijos míos. También tenéis que ser astutos.
Adiós, hijos míos, os doy mi santa bendición.

MENSAJE DEL DÍA 19 DE MARZO DE 1982[1]

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

EL SEÑOR:
Hija mía, mi mensaje va a ser muy corto, como anteriormente te he
dicho. Te repito que comuniques a los humanos que hagan penitencia en
reparación de todos sus pecados. Penitencia, penitencia es lo que pido.
Comunícales que el Día del Creador está próximo; que procuren estar a la
derecha de mis escogidos para llevarlos a la Tierra Prometida. Mira, hija mía,
¿ves esos puntos luminosos qué pequeños son?, parecen una luz de una
bombilla; pues son astros sobre los que hay una vida eterna. Esa es la
Tierra Prometida. Nunca el hombre podrá descubrir la grandeza de este
tesoro rodeado de tanto misterio. Adiós, hija mía, te doy mi santa bendición.
(Al hacer su aparición la santísima Virgen de los Dolores, viene acompañada
del arcángel san Miguel, en medio de un resplandor de varios colores, que fue
percibido por algunos de los allí presentes. El Arcángel comunicó el
siguiente mensaje).

ARCÁNGEL SAN MIGUEL:


Soy el arcángel san Miguel. Si los hombres no cambian y dejan de ofender a
Dios, habrá manifestaciones que causarán terror a los habitantes de la Tierra;
se oirán grandes sonidos en el aire; habrá toda clase de temblores; las
casas volarán por los aires; muchos cuerpos volarán y la piel sedesprenderá
de su cuerpo. Todos los ojos lo verán y aún muchos no lo creerán. Así de
endurecidos están los corazones de los humanos. Haced penitencia y haced
oración. Acercaos a la Eucaristía; confesad vuestras culpas. Pedid al Padre
Eterno.
Apresuraos a escuchar mis palabras, que el tiempo se aproxima.
Pedid por los que no rezan y haced penitencia por los que no la hacen.

[1]
Se desconoce si existe grabación en audio de este mensaje. Cf. o. c., nº 1,
pp. 65-66.

MENSAJE DEL DÍA 25 DE MARZO DE 1982 (1)

EN SAN LORENZO DE EL ESCORIAL (MADRID)

LA VIRGEN:
Hija mía, los humanos no dejan de ofender a Dios. Pedid al Padre Eterno
que detenga su ira. El mundo está lleno de pecados y la divina ira está muy
próxima a caer sobre toda la Humanidad; pedid que se detenga. Habrá
grandes sequías, terremotos, huracanes y erupciones sobre todos los
habitantesde la Tierra. Pedid, hijos míos. Haced penitencia por los que no la
hacen, pedid al Padre Eterno que detenga su brazo, que tenga misericordia
de todos los humanos.
Los hombres no dejan de cometer pecados de impureza, de profanar el
Cuerpo de Cristo. Haced penitencia. Rezad el santo Rosario. No tienen
compasión de mi Divino Hijo. Su Corazón sangra por todos los pecadores;
tened piedad de Él, hijos míos. Pedid misericordia para todos los pecadores.
No quiero que os condenéis... (Aquí, durante algunos minutos, habla un
idioma extraño).
Este idioma, hijos míos, no lo entenderá nadie; es celestial. Mis avisos
corren mucha prisa, hijos míos, cumplid con mis mensajes, confesad vuestras
culpas; estad preparados para el día del Juicio de las naciones. Mi Corazón
Inmaculado está dolorido de tantas ofensas hechas a mi Hijo. Haced
penitencia. Sed humildes. Las moradas están preparadas. Es vuestra herencia
y la conseguiréis con oración y sacrificio. Quitad un poco de agonía a mi Hijo
con vuestra oración y penitencia. ¡Qué ingratos sois los humanos! No
correspondéis al dolor del Corazón de vuestra Madre Inmaculada. Di a todos
que se arrepientan; que pidan perdón; que procuren estar en gracia de Dios
el día del gran Castigo; será horrible; se oirán sonidos tan terribles que
parecerá el fin del mundo, pero los corazones de los humanos seguirán
endurecidos; no querrán ver ni oír. ¡Qué ingratos sois! ¡Qué pena me dais!
Adiós, hija mía. La humildad es una base muy principal para llegar al Cielo.

[1]
Se desconoce si existe grabación en audio de este mensaje. Cf. o. c., nº 1,
pp. 67-68.

MENSAJE DEL DÍA 26 DE MARZO DE 1982


EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

EL SEÑOR:
Sí, hija mía, aquí estoy, vengo a compartir contigo estos dolores;
sufriremos los dos, aunque los humanos creen que yo no sufro. Yo sigo
sufriendo, hija mía, sigo sufriendo porque el mundo sigue, y para mí no hay
pasado ni futuro, para mí todo es presente; sigo sufriendo por toda la
Humanidad, no quiero que se condenen; doy avisos para que preparen su
alma, pero los rechazan; rechazan los avisos celestiales; los avisos están a
punto de acabar y ellos tendrán que valerse por sí solos.
Di que hagan penitencia y oración, que confiesen sus culpas y que amen a
su prójimo; que el juicio está pronto, que hagan caso. Tú, hija, sigue haciendo
penitencia, ofrécete al Padre Eterno, sé humilde.
Adiós, hija mía, te doy mi santa bendición.

LA VIRGEN:
Hija mía, sufre por la conversión de los pobres pecadores. Diles a todos
que pidan al Padre Eterno para que detenga su ira. Que detenga los astros
con su ejército de ángeles. Decid a menudo: “Padre Eterno, por tu inmenso
poder, ten misericordia de todos los habitantes de la Tierra”.
Hija mía, el Padre Eterno está muy enfadado porque los hombres no
cambian. No se preocupan de nada más que de pedir por su cuerpo. Pero,
¡qué poco piden por la curación de su alma! Que pidan por su alma, que no
se preocupen tanto de su cuerpo, pues su cuerpo no les va a valer para
estiércol. Que hagan oración y penitencia; que el Padre Eterno está muy
necesitado de que le pidan en oración por todos.
También da el mensaje de esas almas consagradas que te hicieron esta
pregunta. Nos gustaría que las almas consagradas sean más esforzadas en la
voluntad, más leales en las pruebas, más entregadas en la oración, y más
pobres y mortificadas. Da este mensaje, hija mía, comunícaselo a tu padre
espiritual. Quiero que se lo comunique a ellos. Pero dales el mensaje que te
he dado, hija mía.
Sigue rezando por los pobres pecadores. Sé humilde. Pide por tu padre
espiritual. Ofrece tus dolores por él, pues va a tener muchas contrariedades.
Pero que sea fuerte; que no se deje engañar por nadie; porque, si Dios está
con vosotros, ¿quién va a ir en contra de vosotros?
No tengáis miedo, hijos míos, de nada. Seguid luchando. Seguid haciendo
apostolado, hijos míos; ¡estoy tan contenta con esa obra!..., ¡me agrada
tanto!... Dad ejemplo con vuestra humildad, con vuestra humildad y con
vuestra caridad.
Adiós, hijos míos; os doy la santa bendición. Y tú, hija mía, abandónate en
mi Hijo, que Él te ayudará y te dará fuerzas. Sé humilde.
Adiós, adiós.

MENSAJE DEL DÍA 31 DE MARZO DE 1982 (1)

EN MADRID

(Mientras estaba en un comercio de Madrid, Luz Amparo entra en éxtasis.


Comienza a sangrar por frente y manos, con intensos dolores y lamentos. A
continuación, habla en idioma extraño durante unos minutos; luego recibe el
siguiente mensaje).

EL SEÑOR:
Di a todos que no ofendan más a Dios, que le están ofendiendo con sus
impurezas. Mira qué coro tan inmenso de ángeles; están todos preparados
para la batalla final. Pide oración; que hagan penitencia.
Entre las nubes habrá una gran batalla; todos los ángeles intentarán
destruir al enemigo. Haced oración, hijos míos, penitencia por los pecadores.
Oración y penitencia, hijos míos, por los sacerdotes y religiosos.
Por los pecados de impureza que se cometen diariamente. En muchos
sagrarios se está profanando mi Cuerpo; pedid y haced oración para que no
se cometan profanaciones. Tú, hija mía, sé humilde y constante en la oración;
di a todos que no ofendan más a Dios, que está muy ofendido por toda la
Humanidad tan desagradecida; que pidan perdón al Padre Eterno, que el
Padre Eterno está esperando con las puertas de las moradas celestiales
abiertas.
Oración, oración y penitencia, hijos míos.
Adiós, hija mía, adiós; te pido humildad.

[1]
Se desconoce si existe grabación en audio de este mensaje. Cf. o. c., nº 1,
pp. 69-70.

MENSAJE DEL DÍA 2 DE ABRIL DE 1982 (1)

EL SEÑOR:
Sí, hija mía, di a toda la Humanidad que la misericordia del Padre Eterno se
está acabando y su ira está a punto de caer sobre la Tierra, que enmienden
sus vidas, que vistan con pudor sus cuerpos; que no cometan tantos pecados
de impureza; que dejen de ofender a Dios, que han de confesar sus culpas
antes de recibir mi Cuerpo, que dejen de cometer sacrilegios. Me agradaría
que me recibieran de rodillas y con amor; que, a ser posible, no toquen mi
Cuerpo manos que no estén consagradas. Dichosos todos los que cumplan
esto, hija, porque a medida del amor que recibo así recibirán su premio.
Sé humilde, hija mía, déjate calumniar, déjate humillar; sólo los humildes
me agradan. Sigue rezando el santo Rosario, que agrada tanto a mi Madre;
consoladla con su plegaria; y vosotros, hijos míos, id por todo el mundo
rezando el santo Rosario y propagando la ley de los santos mandamientos de
Dios.
También fomentad humildad con vuestro ejemplo. Seguiréis teniendo
muchas dificultades, pero seguid adelante; se puede ayudar a muchas almas,
pues, todo el que cumpla con todas mis palabras, tendrá su recompensa en el
Cielo.
Adiós, hija mía, adiós.

[1]
Se desconoce si existe grabación en audio de este mensaje. Cf. o. c., nº 1,
pp. 70-71.

MENSAJE DEL DÍA 9 DE ABRIL DE 1982

(Luz Amparo entra en éxtasis y ve al Señor sufrir la Pasión).

EL SEÑOR:
Sí, hija mía, este tormento lo acepté por amor a toda la Humanidad; por
amor a los humanos, acepté las burlas, las bofetadas, los salivazos, las
calumnias; estos sufrimientos los recibe mi cuerpo diariamente por la
perversidad de los hombres. Por eso los formadores, con apariencia de
santos, que hacen y deshacen sin cesar, están diariamente arrastrando
multitud de almas al abismo. Esos malos pastores que rehúsan entrar en mi
rebaño, que son veletas y cambian mi doctrina como el viento. Todos éstos
no entrarán en mi Reino. El que quiera entrar en mi Reino tiene que coger mi
Cruz y seguirme. El camino para llegar a mí es la luz, la oración y el
sufrimiento.
Haz penitencia, hija mía, sé fuerte, vas a sufrir mucho; piensa en mi
sufrimiento por todas esas almas tan ingratas, piensa en mis palabras:
“Dichosos los que sufren por mi causa, porque ellos serán premiados”. Hija
mía, sé fuerte y sé humilde; abandónate en mí, que yo te ayudaré.
Adiós, hija mía, adiós; te doy mi santa bendición.

MENSAJE DEL DÍA 16 DE ABRIL DE 1982

LUZ AMPARO:
¡Qué cosa más bonita, Dios mío! ¡Ay, qué ángeles! ¡Ay, qué luz, Dios mío!
¡Ay, qué cosa más bonita, Dios mío! ¡Ay, qué ángeles! ¡Ay! ¿Cuál es éste? Si
se parecen los dos. ¿Cuál es, Dios mío? Si son iguales. ¡Ay, Dios mío! ¡Qué
resplandores, Dios mío! ¡Ay, qué bonito, Señor! ¡Ay! ¿Qué quieres, Dios mío?
Hoy no me ha pasado esto. ¿Qué quieres, Dios mío? ¡Ay, ay! ¿Quién me va
dar el mensaje? ¿El arcángel san Miguel?

EL SEÑOR:
Sí, hija mía, te daré el aviso por el arcángel san Miguel.

ARCÁNGEL SAN MIGUEL:


Recibe este mensaje. Éste es el último mensaje que daré a los humanos.
Pero di a todos que todos esos mensajes que he dado serán cumplidos desde
el primero hasta el último, y que la ira de Dios Padre se derramará sobre la
Humanidad, sobre los hipócritas, los farsantes de mi Iglesia, los impuros. Tú,
hija mía, cumple con todo lo que yo te he explicado; publica todo lo que has
visto, todo lo que te he enseñado, y di a todos que enmienden sus vidas, que
cumplan con los mandamientos de la Ley de Dios. Me manifestaré muchas
veces a ti; pero no te daré más mensajes para la Humanidad; sólo te digo que
todo lo que te he manifestado será cumplido. Que hagan oración, penitencia
y amen al prójimo. Te sigo repitiendo, hija mía, que fuera de mi Iglesia, de la
Iglesia de Cristo, no hay salvación. Todo lo dejé escrito en la ley de mis
Evangelios. Hija mía, no tengas miedo y sigue repitiéndolo, que sin Cristo no
hay salvación. Di a todos mis apóstoles, hija mía, que sigan haciendo esa obra
tan bonita, me agrada mucho. Tendrán muchos impedimentos, hija mía, por
los mismos que se llaman hijos de Dios. Tendrán persecución, pero que sigan
adelante, como a mis discípulos también los persiguieron; pero vale la pena
hacer apostolado y recibir la recompensa eterna.
Y tú, hija mía, sé humilde, la humildad es lo que más me gusta. Sé humilde
y ofrece todo por la salvación de mi Iglesia, hija mía.
Adiós; os doy a todos mi santa bendición. Sed humildes, hijos míos, sed
humildes.

MENSAJE DEL DÍA 29 DE MAYO DE 1982[1]

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

LA VIRGEN:
Hijos míos, rezad todos los días el santo Rosario. También os pido que en
este lugar se haga una capilla en honor a mi nombre. Haced penitencia.
Haced mucha oración, hijos míos. Rezad por todos los pecadores. Pedid que
se haga en este lugar una capilla en honor de mi nombre.
Rezad por los que no rezan. Haced oración por los pecadores. Hijos míos,
haced caso de mis mensajes. Pedid al Padre Eterno por la conversión de
Rusia, hijos míos. Pedid por los sacerdotes, hijos míos. La Iglesia está en un
gran peligro.
Adiós, hijos míos, haced caso de mis mensajes. Os bendigo a todos en el
nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

[1]
Este mensaje fue grabado en cinta magnetofónica por unos asistentes al
Rosario en Prado Nuevo. No se ha conseguido copia. Cf. o. c., nº 1, pp. 72-73.

MENSAJE DEL DÍA 12 DE AGOSTO DE 1982[1]

EN SAN LORENZO DE EL ESCORIAL (MADRID)

(Estando Luz Amparo en su trabajo, queda estigmatizada. Las primeras


palabras del mensaje no se alcanzaron a transcribir).

LA VIRGEN:
...Están formando planes diabólicos contra ti, porque intentarán destruir
todo esto. Haz penitencia por mis almas consagradas; que muchos conventos
están muy relajados porque han aflojado en la oración y en la penitencia.
Satanás es el enemigo que está rodeando todo esto. Se está metiendo en
la Iglesia Santa de Cristo. La están destruyendo ellos mismos. No hables con
nadie, hija mía, a no ser con el Cardenal o el Obispo. No te dejes sorprender
por los lobos con piel de oveja, que están tratando...
¿Qué ha sido de mi Iglesia? La Iglesia de mi Hijo se destruye poco a poco;
no tiene humildad. Pide oración y sacrificio. Hazlo tú por todos ellos, por la
perversidad de la Humanidad, por todos mis hijos.
Haced penitencia y oración; haced sacrificios. Tú, hija mía, no te
abandones, extiende mis mensajes por todo el mundo; no hacen caso, les
espera un castigo muy grande. Haced oración al Padre Eterno. Oración y
penitencia.
Besa el suelo, hija mía...
Ésas, mis almas consagradas, hay que salvarlas; a mi Hijo lo ponen en cruz
esos falsos pastores. Besa el suelo otra vez... Levántate de este acto de
penitencia. Arrodíllate. Ofrécete como víctima al Padre Eterno, que Él haga lo
que quiera de ti. Ofrécete como un juguete en sus manos. Sé humilde.
Yo también sufro. Mira mi Corazón cómo está por esas almas consagradas.
¡Qué falsos profetas! El Anticristo está en mi Iglesia; está entre todos ellos.
No se ha dado a conocer.
Que salgan mis mensajes por el mundo para redimir a todos. Tu director que
no se acobarde, aunque sea un mártir como tantos otros que ha habido en la
Tierra. Pensad en el alma, que el cuerpo no vale nada. Hija mía, besa mi
mano. Te doy la bendición en el nombre del Padre Eterno, y del Hijo, y del
Espíritu Santo.
La cruz es lo más importante para llegar al Cielo. Llevadla sobre los
hombros. Mi Corazón está dolorido. Mi Corazón reinará, hija mía, en todo el
mundo; será la salvación de la Humanidad, hija mía; está transido de dolor
por la agonía y Pasión de Cristo. Meditad en la Pasión, hijos míos, que está
olvidada. ¡Cuántas almas se salvarían si la meditaran! Pero, ¡qué ingratitud
hay en el mundo de los humanos! Vas a sufrir mucho, hija mía. ¡Pobre
Vicario!, cuánto tiene que sufrir por algunos de los que le rodean. ¡Qué
ingratos son! Son fariseos hipócritas, destructores de la doctrina de mi Hijo;
no saben lo que les espera. Será horrible el Castigo.
Tú, hija mía, dedícate el viernes entero a la Pasión. La tienen olvidada. No
se acuerdan de sus tormentos. Haced oración y penitencia y alcanzaréis el
Reino de Dios.
Humildad, humildad es lo que pido. Vuelve a besar el suelo...
Hoy no me puedes quitar ninguna espina, están muy clavadas por los
pecados de mis almas consagradas. No intentes tocarlas, hija mía. No, hija
mía. Tu dolor vale para ayudar a salvar la Humanidad.
Adiós, hija mía. Adiós.

[1]
Se desconoce si existe grabación en audio de este mensaje. Cf. o. c., nº 1,
pp. 73-74.
MENSAJE DEL DÍA 15 DE AGOSTO DE 1982, LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN
MARÍA,
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

(Este mensaje se recibió una vez pasada la medianoche del día 14 de


agosto, mientras se rezaba en la vigilia de la Asunción de María; por tanto, ya
iniciado el día 15).

LA VIRGEN:
Hija mía, hija mía, hija mía, si la Humanidad no cambia, hija mía, me veré
obligada a aceptar... Sí, hija mía. Hijos míos, hijos míos, si no cambia la
Humanidad, me veré obligada, hija mía, a mandar un gran castigo.
Penitencia, hijos míos, penitencia; penitencia y oración.
Hijos míos, hijos míos, haced visitas al Santísimo, que mi Hijo está muy
triste y solo; no quiero que os condenéis; quiero que todo el mundo se salve.
Oración, hijos míos, oración y penitencia es lo que pido. Si la Humanidad no
cambia, hijos míos, me veré obligada a dejar caer el brazo de mi Hijo, hijos
míos.
El Padre Eterno, hijos míos, está muy enfadado. Besa el suelo, hija mía, en
reparación de todos los pecados del mundo, por mis almas consagradas... No
quiero que se condenen, hija mía. La Iglesia está en un gran peligro; haced
penitencia y oración, hijos míos. El mundo está en un gran peligro. No me
hacen caso, hija mía. ¡Qué ingratos son todos mis hijos! El Castigo será
horrible, hijos míos; se oirán grandes sonidos en el aire que causarán terror a
toda la Humanidad. Habrá grandes terremotos, hija mía; desaparecerán
grandes naciones. Quiero que se salve, por lo menos, la tercera parte de la
Humanidad. Haced penitencia y haced oración, hijos míos.
Pedid al Padre Eterno que detenga su ira, hijos míos, que la ira del Padre
Eterno está muy próxima.
Os bendigo, hijos míos, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu
Santo.

MENSAJE DEL DÍA 19 DE AGOSTO DE 1982[1]

EN ALICANTE
(Luz Amparo comienza a padecer fuertes dolores y a sufrir la Pasión del
Señor).

LA VIRGEN:
Repite, hija mía: “Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor está
contigo, bendita eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre,
Jesús”. Así me gusta, hija mía, que recéis pensando en la Humanidad.
En estos momentos, el mundo necesita oración y penitencia. Son unos
momentos muy difíciles para la Humanidad, la Humanidad está en un gran
peligro; oración, oración y penitencia, hija mía, pero que esta oración sea
salida del corazón; te voy a repetir cómo me gusta que recéis el santo
Rosario, con el Rosario se salvará la mayor parte de la Humanidad.
Pedid a mi Inmaculado Corazón que cambie el mundo, que mi Corazón os
salvará; haced oración y penitencia.
Bebe del cáliz, hija mía, éste es el cáliz, hija mía, que está rebosando para
la salvación de la Humanidad...
Te voy a repetir, hija mía, cómo me gusta que recéis: “Dios te salve, María,
llena eres de gracia, el Señor está contigo, bendita eres entre las mujeres y
bendito el fruto de tu vientre, Jesús”. ¡Qué contenta me pongo cada vez que
oigo el avemaría!
Pedid por los pecadores; vas a sufrir mucho, hija mía; te calumniarán;
piensa que también calumniaron a Jesús y ofrécete, hija mía, como víctima al
Padre por la salvación de la Humanidad.
Besa mi mano, hija mía. Te bendigo, hija mía, en el nombre del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo.
Adiós, hija mía.

[1]
No hay grabación en audio de este mensaje. Fue transcrito por Lourdes,
una de las hijas de Luz Amparo. Cf. o. c., nº 1, p. 76.

MENSAJE DEL DÍA 15 DE SEPTIEMBRE DE 1982, NTRA. SRA. DE LOS DOLORES,


EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

LA VIRGEN:
Hija mía, hija mía, haced caso de mis mensajes. Os salvaréis por María,
hijos míos. Los mensajes, hijos míos, serán cumplidos desde los primeros
hasta los postreros, hijos míos. Haced oración, haced penitencia. No seáis
incrédulos, hijos míos; me manifiesto a los humildes y a los incultos para
confundir a los poderosos, hijos míos.
Soy la Virgen, hija mía, de los Dolores, hija mía. Mira cómo está mi
Corazón, hija mía. Estas espinas, hija mía, son por mis almas consagradas, hija
mía. Quita dos... Hija mía, éste es el cáliz del dolor, hija mía. Mira cómo
sangra mi Corazón, hija mía...
Que cambien de vida, hija mía; di a todos mis hijos que enmienden sus
vidas.
Mira el castigo, hija mía... (Luz Amparo da un grito y llora al ver el
Infierno). Pero, hija mía, hija mía, todo el que va aquí, es porque quiere, hija
mía, porque no hacen caso de mis mensajes. No quiero que se condenen, hija
mía. Hija mía, ¡cuántos de mis hijos se burlan de mis mensajes, hija mía! ¡Qué
pena me dan! Más les valiera no haber nacido, hija mía.
Mira otro castigo, hija mía. Todo esto, hija mía, está a punto de pasar.
Que se arrepientan, que pidan perdón, que no puedo sostener el brazo de
mi Hijo, hija mía; el brazo de mi Hijo está muy pesado y va a caer sobre la
Humanidad.
Pedid por el Vicario de Cristo, está en un gran peligro, hijos míos.
Sacrificio, sacrificio es lo que pido, hijos míos.
Escribe en el Libro de la Vida otro nombre, hija mía. Besa el Libro, hija
mía... Jamás se podrá borrar esta firma, hija mía.
Serás calumniada, serás mortificada, hija mía; pero, ¿qué te importa para
el premio que te espera, hija mía? Sufre, hija mía, sufre como yo sufro por
todos mis hijos, hija mía, por el bien de la Humanidad.
Adiós, hija mía; os doy la santa bendición... Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo.

MENSAJE DEL DÍA 16 DE SEPTIEMBRE DE 1982[1]

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

(Al ir a rezar el santo Rosario a Prado Nuevo, Luz Amparo, en el camino


que conduce a dicho lugar, comienza a sentir intensos dolores y a sangrar
copiosamente por la frente, manos y pies, a la vez que emite fuertes
lamentos).

LA VIRGEN:
La salvación del mundo, hija mía, será por intercesión de María, vuestra
Madre gloriosa. Haced sacrificio y penitencia. Rezad el santo Rosario. Pedid al
Padre Eterno. Las moradas celestiales están preparadas, hija mía, para toda
la Humanidad que quiera salvarse. Diles a todos que confiesen sus culpas,
que el Castigo está muy próximo. Oración y penitencia es lo que pido, hijos
míos. Hija mía, reza por la conversión de los pecadores.
Mira cómo está mi Corazón por todos mis hijos, hija mía, sin distinción de
razas. Diles a todos mis hijos, hija mía, que el que quiera seguir el camino de
Cristo tiene que coger la cruz. El tiempo se aproxima, hija mía, y el Hijo del
Hombre vendrá para dar la recompensa a cada uno según sus obras.
El Vicario de Cristo está en un gran peligro. Haced penitencia y oración.
Publicad mis mensajes por todo el mundo; no os acobardéis, hija mía. Tienes
que sufrir mucho, pero piensa que Cristo sufrió por toda la Humanidad hasta
el final.
Recibid las calumnias con humildad, hijos míos, y haced lo que os pido.
Mira qué morada, hija mía; las moradas celestiales están preparadas y son la
recompensa que espera para todo aquél que quiera seguir por el camino del
dolor. Pensad, hijos míos, que esta recompensa será para toda la eternidad.
¿De qué sirve el placer del mundo si se pierde el alma? También te voy a
enseñar las cavernas del enemigo... El venir aquí será horrible. Hija mía, pide
que se conviertan; que quiero que se salven todos mis hijos. Hija mía, esto
que has visto no es nada para lo que les espera a todos los que no quieran
salvarse. No sufras, que el que viene aquí es porque quiere; estoy dando
oportunidades de salvarse.
Rezad por mis almas consagradas. La Iglesia de Cristo se está destruyendo.
Satanás se está metiendo en la Iglesia. Han abandonado la oración. Muchas
almas consagradas, por su mala vida, por su impiedad, han abandonado la
oración y el sacrificio, y el enemigo se ha apoderado de ellos; muchos de ellos
son lobos disfrazados con piel de cordero ¡Qué pena me da!
Rezad las tres partes del Rosario; con el santo Rosario se puede salvar la
mayor parte de la Humanidad; es mi plegaria favorita. El Anticristo se va a
desenmascarar; está ya en la Humanidad. Haced oración. Tú, hija mía, serás
calumniada y te verás muy sola. Serás calumniada por las almas consagradas.
Sé fuerte, hija mía, hasta el final, como lo fue mi Hijo hasta la Cruz.
Hijos míos: meditad la Pasión de Cristo, que está olvidada. Pensad en los
dolores que pasé yo viendo morir a mi Hijo siendo inocente.
Tú, hija mía, no te abandones. Visitad todos los días al Santísimo, que mi
Hijo está muy triste y solo esperándoos a todos. Con vuestro sufrimiento se
pueden salvar muchas almas. Deja que hagan lo que quieran de ti. Sé como
un juguete en manos de un niño. Piensa lo que te he dicho otras veces: que el
cuerpo no vale ni para estiércol; el alma es lo que vale. Que se vista el cuerpo
con pudor; que se están cometiendo muchos pecados de impureza. Ofrécete,
hija mía. Haced penitencia y oración por los que no quieren salvarse. Tú, hija
mía, sé humilde.
Adiós, hija mía.

[1]
No existe grabación en audio de este mensaje; fue transcrito por uno de
los asistentes al Rosario en Prado Nuevo. Cf. o. c., nº 1, pp. 78-79.

MENSAJE DEL DÍA 2 DE OCTUBRE DE 1982, PRIMER SÁBADO DE MES,


EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

LA VIRGEN:
Hijos míos: haced oración, haced penitencia; en estos momentos el mundo
está muy necesitado de oración y de penitencia. Hijos míos, rezad el santo
Rosario con mucha devoción, es la base de vuestra salvación. Repartid todos
los mensajes, que lleguen a Rusia, hijos míos; Rusia será el azote de la
Humanidad; se tiene que convertir. Haced caso de los mensajes, rezad por
mis almas consagradas, por la santificación de todas ellas. La Iglesia está en
un gran peligro. Oración, oración y penitencia.
Escribe un nombre, hija mía... Nunca este nombre, nunca jamás se
borrará, hija mía. Besa el Libro, hija mía...
Besa el suelo, hija mía, por la conversión de todos los pecadores.
Levántate, hija mía; bebe del cáliz del dolor, hija mía. Arrodíllate, hija mía.
Vuelve a besar el suelo por mis almas consagradas... Por mis almas
consagradas. Quita dos espinas, hija mía... No quites más, hija mía; estas
otras están sin purificar. Mira mi Corazón, hija mía, cómo está por toda la
Humanidad... (La vidente gime varias veces al ver el Corazón de la santísima
Virgen). Es preciso sufrir, hija mía, para la salvación de toda la Humanidad.
Así son los hombres de desagradecidos, hija mía; la ingratitud de toda la
Humanidad.
Hija mía, coge el crucifijo. (Luz Amparo toma el crucifijo de su rosario y lo
levanta en el aire).
Adiós, hija mía, adiós.

MENSAJE DEL DÍA 7 DE OCTUBRE DE 1982[1]

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

LA VIRGEN:
Hija mía, toca el rosario, hija mía. (Luz Amparo levanta los brazos y trata
de besar algo, permaneciendo así unos minutos). Toca las cuentas de este
rosario. ¿Qué sientes en estas cuentas? Por cada bola, mira qué luz entra en
el Purgatorio. Por cada avemaría, mira cómo salva almas. Cada cuenta del
rosario puede salvar un alma que está sufriendo. Mira qué luz desprenden las
cuentas de mi rosario. Así quiero que salga luz, ¡me agrada tanto!... Besa mi
rosario... Quiero, hija mía, que la luz de tu rosario se propague por todo el
mundo. El Rosario será vuestra salvación. Díselo a todos mis hijos; que no se
acuesten sin rezar diariamente esta plegaria, ¡me agrada tanto!... Hija mía,
por el Rosario se salvan muchas almas. Mira estas almas qué luz reciben. La
salvación del mundo está en este rosario rezado de esta forma: “Dios te
salve, María, llena eres de gracia, el Señor está contigo, y bendita eres entre
las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús”. Meditad en cada
avemaría, hijos míos, es muy importante. Rezad el santo Rosario, es el ancla
de la salvación de la Humanidad.
Bebe un trago del cáliz del dolor... ¡Qué amargura sientes!; es la amargura
de la Humanidad. Tienes que apurar el cáliz hasta la última gota; acábalo, hija
mía. Este es el camino para llegar a mí: el camino del dolor; y la Humanidad
no cambia, ¡qué pena me dan! Mira estas almas; con tus oraciones van a las
moradas que tienen preparadas. Mira qué luz desprenden sus
cuerpos. (Intenta alcanzar algo con las manos). No puedes tocarlos; no te
verán; la Tierra está llena de pecado y homicidio; un alma gloriosa no puede
entrar en la Tierra.
Besa el Libro de la Vida... Escribe otro nombre...; bésale. Otra firma que no
se borrará jamás; ya hay seis firmas. Toca el pie...
Mira otra clase de castigo. (Pone una cara horrible de dolor y llora
moviendo la cabeza y haciendo gestos con la cara). Es horrible esto que
sientes en tu cuerpo; las almas que se condenan lo sienten constantemente.
Quiero que se salven. Reza por las almas consagradas. Muchos de ellos han
abandonado la oración y la penitencia y están entregados al vicio ¡Pobres
almas, qué ingratas son! Sufre por el bien de las almas. Tienes que ser
valiente para su salvación. ¡Qué poco caso hacen a la gracia que han recibido!
¡Que hagan caso, hija mía!
Por el bien de todas las almas, mira mi Corazón cómo lo tengo:
diariamente está lleno de espinas. Quita tres. No toques ninguna de las otras;
siguen en pecado... Estira, hija mía; tira sin miedo; no quites ninguna más.
Una de estas espinas está muy clavada; es la de...; por tu sacrificio
intentaremos salvarle; pero, hija mía, no hace caso a mis llamadas. Hija mía,
te digo lo que a Abraham cuando le dijo Dios que sacrificara a su hijo y le
preguntó: “¿Dónde está la víctima, padre?”. La víctima eres tú. Sufre, que te
espera la recompensa para toda la eternidad. Todavía te queda que sufrir
mucho.
Humildad te pido. Te doy la santa bendición, en el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo.

[1]
No hay grabación en audio de este mensaje; fue transcrito por María
Amparo, hija de Luz Amparo. Cf. o. c., nº 1, pp. 81-82.

MENSAJE DEL DÍA 12 DE OCTUBRE DE 1982


EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

LA VIRGEN:
Hija mía, hija mía, rezad por la paz de España. Hijos míos, España está en
un gran peligro; haced oración, penitencia. Con el santo Rosario, hijos míos,
se puede salvar toda una Humanidad. Haced oración, que el mundo está en
peligro; no hacen caso, hija mía, ¡qué pena me da! Reza mucho por España,
que empezará el castigo por España. Hijos míos, soy vuestra Madre gloriosa,
hijos míos, la Virgen del Pilar; pedid, que os escucho, hijos míos; con María,
hijos míos, y por María os salvaréis. Todo el que no crea en María no entrará
en el Reino del Cielo, hija mía.
Os bendigo, hijos míos, como bendigo a España, en el nombre del Padre,
del Hijo, del Espíritu Santo.
Escribe un nombre, hija mía; escribe un nombre, hija mía, en el Libro de la
Vida... Ya hay otro nombre más, hija mía. Besa el Libro.
Este mensaje es para ti, hija mía... (Palabras en idioma desconocido).
Por la paz del mundo, hija mía, por la paz del mundo entero, besad el
suelo, hijos míos. Este acto de humildad, hija mía, es un acto de humildad,
hija mía, en reparación de todos los pecados del mundo.
Serás calumniada, hija mía; vas a sufrir mucho; recíbelo con humildad, hija
mía; piensa en mi humildad. Por mis almas consagradas. La Iglesia está en un
gran peligro, hija mía; ¡qué pena me dan esas almas! Pagarán por su castigo y
por las almas que arrastran, hija mía. Haz penitencia por todos ellos, ¡los amo
tanto, hija mía!, pero qué ingratos son.
Rezad por el Vicario de Cristo, está en un gran peligro por todos los que le
rodean, hija mía. Será martirizado.
Penitencia, hijos míos; haced visitas al Santísimo, hijos míos; rezad mi
plegaria, ¡me agrada tanto, hijos míos! Y tú, hija mía, sé humilde.
Adiós, hija mía.

MENSAJE DEL DÍA 6 DE NOVIEMBRE DE 1982, PRIMER SÁBADO DE MES,


EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

LA VIRGEN:
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice en el nombre del Hijo y
del Espíritu Santo.
Hija mía, soy vuestra Madre, sólo vuestra Madre os puede salvar, hijos
míos; os quiero salvar, hijos míos. Os pido, hijos míos, que publiquéis por
todas las partes del mundo mi plegaria favorita, hijos míos, esta plegaria del
santo Rosario, hijos míos; con la luz de mi Rosario os salvaréis. Hijos míos,
con el santo Rosario venceréis a Satanás, hijos míos.
Mira, hija mía, cómo sufre mi Corazón Inmaculado por todos los
pecadores. ¡Ayúdame, hija mía, a salvar almas! Tú también eres madre, hija
mía. Si uno de tus hijos, hija mía, fuese al fondo del abismo, piensa en el
dolor que sentirías por él; pero piensa en mí, hija mía, que todos los días van
al abismo montones de mis hijos, hija mía.
Mira mi Corazón, hija mía, cómo sufro... por todos mis hijos, sin distinción
de razas, hija mía. Para mí siempre existe el dolor, hija mía; piensa que no
sólo sufrí al pie de la Cruz, hija mía, sino que sigo sufriendo día a día por toda
la Humanidad, hija mía.
Pedid, hijos míos, a mi Inmaculado Corazón; pedid, hijos míos, por la
consagración de Rusia; hijos míos, el mundo está en un gran peligro.
España no quiere salvarse, hijos míos, no se quiere salvar.
Escribe otro nombre, hija mía... Este nombre, hija mía, no se borrará
jamás.
Hija mía, no permitáis que el enemigo se apodere de vosotros; pedid mi
ayuda, hijos míos; yo estaré siempre contigo, hija mía. ¿Qué madre buena,
como te he dicho anteriormente, puede abandonar a sus hijos?
Levantad los objetos, hijos míos.
Hija, sé humilde.
Adiós.

MENSAJE DEL DÍA 9 DE NOVIEMBRE DE 1982[1]

EN SAN LORENZO DE EL ESCORIAL (MADRID)

(Explica Luz Amparo: “Serían las diez de la mañana, estaba en mi


habitación haciendo el ofrecimiento de obras del día y oí la voz del Señor”).

EL SEÑOR:
Hija mía, ofrece este sacrificio por el clero. (No ha podido revelar de qué
tipo de sacrificio se trataba. “A continuación —continúa explicando la
vidente—, me indicó que cogiera un bolígrafo y escribiera el mensaje”).
En el pasado numerosos avisos se han dado por medio de videntes a
través del mundo. Mis hijos, muchos santos, fueron dotados de vista para ver
que hay un gran precio por la habilidad, hija mía, de ver que debajo de cada
rosa hay una cruz muy pesada.
Te uniré a Teresa, tienes que cumplir otra misión. Te advierto, hija mía:
acudirás a esa cita, aunque esas personas intentarán tirar el conocimiento de
lo sobrenatural. Te advierto, hija mía: no dejes entrar a nadie en tu casa, a
nadie que no sea de asociación íntima; no tiene que entrar a tu casa ninguna
persona desconocida, ya sea hombre, mujer o niño. No aceptes alimentos
fuera de tu casa ni bebidas. Acude con tus familiares o con personas de tu
confianza. En ningún momento te quedes sola sin alguno de esos
acompañantes. No te dejes inyectar nada y tampoco te dejes escudriñar las
intimidades del cuerpo; sé muy astuta, hija mía, porque hay quienes se
llaman hijos de Dios y son hijos de la maldad y el placer. También te digo: no
respondas a ninguna pregunta que no entiendas; habla poco; intentarán
destruirlo, pero tu firma está en el Libro de la Vida, que está en la morada del
Padre, y nunca podrá borrarse, porque es la morada de la luz eterna.
Adiós, te bendigo con la bendición de mi Padre y de mi santísima Madre;
te doy la luz por medio del Espíritu Santo.

(Continúa relatando Luz Amparo: “Una vez terminado el mensaje, se hizo


visible el Señor rodeado de luz, viéndosele perfectamente de medio cuerpo
hacia arriba con el Corazón lleno de espinas, y me volvió a repetir que fuera
muy astuta al contestar. Le pregunté la razón de tantas espinas en su
Corazón y me contestó que todas esas espinas eran por los que se llamaban
sus almas consagradas. Le insistí: «¿Todas?». El Señor hizo un movimiento
afirmativo con la cabeza poniendo en su cara una expresión de dolor. A
continuación, dándome la bendición y haciéndome una cruz en la frente,
desapareció”).

[1]
No existe grabación en audio de este mensaje; fue la misma Luz Amparo
quien lo escribió. Cf. o. c., nº 1, pp. 86-87.

MENSAJE DEL DÍA 21 DE NOVIEMBRE DE 1982, SOLEMNIDAD DE CRISTO REY,


EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

LA VIRGEN:
Sí, hijos míos, hija mía, soy la Madre de los Dolores, hija mía. Os traigo la
luz, el amor y la paz, hijos míos. Quiero que pidáis por la salvación de todo el
mundo, hijos míos. La copa, hijos míos, de la misericordia está llena, hijos
míos; la de la justicia va a llegar de un momento a otro; haced oración, haced
penitencia, hijos míos. Está a punto que el Hijo de Dios, Cristo, Rey de reyes,
vendrá con sus ángeles en una nube con su gran poder y gran majestad.
Haced penitencia por los que no la hacen, rezad por los que no rezan. Hijos
míos, la justicia del Padre está a punto de hacer justicia por toda la
Humanidad.
Rezad el santo Rosario; con el santo Rosario se puede salvar la mayor
parte de la Humanidad. Y tú, hija mía, apura el cáliz del dolor por la salvación
de las almas, hija mía. Pedid por las almas consagradas; el enemigo se está
apoderando de muchos de esos hijos, hija mía; oración y penitencia. Hija mía,
bebe del cáliz del dolor... Hija mía, sientes amargura, hija mía... Esa
amargura, hija mía, la siente mi Corazón por todos mis hijos, hija mía; no
quiero que se condenen, quiero salvar por lo menos la tercera parte de la
Humanidad. Mira, hija mía, qué dolor siento tan profundo. Mi Corazón está
transido de dolor, hija mía; mira cómo sangra. Quita dos espinas, dos nada
más... No toques más, hija mía... Éstas son las almas, hija mía... Estas almas
son las que no cumplen, mis almas consagradas.
Escribe un nombre, hija mía... Besa el Libro, hija mía, el Libro de la Vida...
Este nombre, hija mía, no se borrará jamás...
Besa el suelo, hija mía... Por mis almas consagradas, hija mía. Levántate,
hija mía. Arrodíllate, hija mía; es un acto de humildad para la salvación de
toda la Humanidad. Besad el suelo, hijos míos... Por la conversión de todos
los pecadores, por la conversión de Rusia, hija mía; pedid, hija mía, que Rusia
se convierta; Rusia será el azote de la Humanidad, hija mía.
Oración pido, oración y penitencia, hija mía. Al fin, hija mía, ¡pobres hijos
míos!, el que no consiga llegar a la vida eterna, hijos míos, mira lo que les
espera... (Luz Amparo gime impresionada). Esto, hija mía, es para toda, toda
la eternidad, este sufrimiento.
Por eso, hija mía, siento tanta pena. Pedid, hijos míos, por los pobres
pecadores, hijos míos. Y tú, hija mía, sé humilde.
Os doy la santa bendición: en el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu
Santo.

MENSAJE DEL DÍA 4 DE DICIEMBRE DE 1982, PRIMER SÁBADO DE MES,


EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

LUZ AMPARO:
En este cuarto misterio, la santísima Virgen nos va a bendecir a todos.
Levanten todos los objetos.

LA VIRGEN:
Yo os bendigo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
(A partir de aquí, según se aprecia en la grabación, es cuando propiamente
parece entrar en éxtasis la vidente y transmite el mensaje de la Virgen. En los
instantes previos, se percibe cómo va contactando con lo sobrenatural por el
tono de voz).
En estos momentos, hija mía, voy a hacer un llamamiento muy urgente,
hija mía. Este llamamiento va a ser para todos los discípulos de Dios; los
discípulos del Dios vivo, Rey de reyes en el Cielo. También hago este
llamamiento para todos los imitadores de Cristo en la Tierra, a todos aquéllos
que han vivido en la pobreza, en la humildad, en el sacrificio y en la castidad,
todos aquéllos que han estado olvidados de ellos mismos y del mundo.
También llamo a mis verdaderos hijos y devotos de mi Inmaculado Corazón, a
todos aquéllos que han confiado en mí.
Quiero, hijos míos, que salgáis para llevar la luz por todas las partes de la
Tierra, esa luz de la fe, hijos míos. Éstos son los apóstoles de los últimos
tiempos. Apresuraos, hijos míos, no tengáis miedo, ¡adelante! Si está Dios
con vosotros, ¿a quién podéis tener miedo? No os avergoncéis, hijos míos, de
publicar por todos los rincones de la Tierra la palabra de Dios. Pensad, hijos
míos, que todo aquél que niegue a Cristo en la Tierra, los ángeles le negarán
ante el Padre Celestial. Salid, hijos míos, salid a publicar la luz y la oración;
esta oración que es la del santo Rosario.
Ha llegado el fin de los tiempos, el fin de los fines, hijos míos. Apresuraos a
salvar almas, hijos míos; pedid por las almas consagradas[1].
Hija mía, besa el Libro, el Libro de la Vida... Escribe otro nombre, hija mía...
Ya tienes otro nombre escrito; este nombre, como los demás, no se borrará
jamás... (Palabras ininteligibles).
Quita dos espinas, hija mía. No toques más, hija mía, éstas no están
purificadas. Ve apurando el cáliz del dolor. Está amargo, hija mía. ¡Qué
amargura sienten nuestros Corazones por toda la Humanidad y por esas
almas que se llaman pastores de mi Iglesia y que son lobos revestidos con
piel de oveja! Rezad por ellos, hijos míos, ¡me dan tanta pena!
Hija mía, pronto habrá un aviso; este aviso será para toda la Humanidad.

Muchos, hija mía, se ríen de mis mensajes, ¡pobres, más les valiera no haber
nacido! Mira otra clase de castigo... (Luz Amparo explica que vio una clase de
Infierno con todos sus horrores). Todo esto, hija mía, es para los que no
cumplen con los santos mandamientos de la Ley de Dios.

Y tú, hija mía, vas a sufrir mucho; ofrécelo por los pobres pecadores. Rezad el
santo Rosario por todo el mundo. Es mi plegaria favorita.
Sed humildes, sin humildad no se consigue el Cielo, hija mía.
Besa mis pies...
Adiós.

[1]
Aquí se corta la grabación en audio; el texto siguiente, hasta el final, es
trascripción del o. c., nº 1, pp. 89-90.

MENSAJE DEL DÍA 8 DE DICIEMBRE DE 1982,


LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA,
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

LA VIRGEN:
Hija mía...; soy, hija mía, la Pura e Inmaculada Concepción. El mayor título
en el mundo, hija mía, que me pudo otorgar mi Creador y Señor, fue ser Pura
e Inmaculada. Ninguna, hija mía, ninguna criatura humana tuvo ese
privilegio, hija mía. También tuve el privilegio, después[1] de ser Inmaculada y
Pura, ser Madre de mi Creador y Señor.
Hijos míos, sed imitadores de mi pureza... La virtud más importante es la
pureza, hijos míos. Después: la humildad, la pobreza y el sacrificio, hijos míos.
Yo prometo a todo aquél que crea en mi pureza y que se haya encomendado
a mi Inmaculado Corazón, darle todas las gracias necesarias para entrar en el
Reino del Cielo.
Hijos míos, hijos míos, oración y penitencia es lo que pido, hijos míos;
como vuelvo a pediros, hijos míos, que prometo que mi Inmaculado Corazón
salvará a todo aquél que le pida la gracia necesaria; lo mismo, hijos míos, que
prometí un día que Rusia sería convertida. Rusia será convertida, hijos míos.
Llevad mis mensajes por todos los rincones de la Tierra. Haced caso, hijos
míos; el tiempo se aproxima, hijos míos. Os quiero salvar a todos.
Hija mía, vuelve a escribir otro nombre... Besa el Libro, hija mía... Otro
nombre, hija mía; no se borrará jamás este nombre; está escrito en el Libro
de la Vida.
Besa el suelo, hija mía, por mis almas consagradas...
Procurad, hijos míos, estar preparados para que, cuando el Hijo del
Hombre se presente, le recibáis con buena disposición, hijos míos. Levántate,
hija mía; arrodíllate... Esto, hija mía, es un acto de humildad, ofrécelo por los
pobres pecadores.
Mira mi Corazón, hija mía: cada vez está más lleno de espinas. ¡Qué
ingratos son los humanos, hija mía! Sólo puedes quitar una, sólo se ha
purificado una, hija mía. Mi Corazón está cercado y traspasado de dolor por
toda la Humanidad... No toques más, hija mía. Cada día se cerca más mi
Corazón de espinas.
Apura otro poco del cáliz del dolor... Está muy amargo, hija mía. Esta
amargura es la que siente mi Corazón por todos mis hijos, sin distinción de
razas, hija mía...
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, en el nombre del Hijo y
del Espíritu Santo.
Sé humilde, hija mía, sin humildad no se consigue el Cielo. Adiós.

[1]
“Después”, parece actuar aquí como adverbio de tiempo, denotando
posterioridad. María fue creada pura e inmaculada para ser después Madre
de Dios.
MENSAJE DEL DÍA 25 DE DICIEMBRE DE 1982, LA NATIVIDAD DEL SEÑOR,
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

LA VIRGEN:
Quiero, hija mía, que se hagan vigilias, hija mía, en reparación de tantos
pecados como se cometen en tantos días, hija mía, en esa juventud. ¡Qué
pena me da, hija mía! También quiero que en estas vigilias se haga el Vía
Crucis, hija mía, y se medite la Pasión de mi Hijo; hacedlo, hijos míos, y
ofrecedlo en reparación de tantos pecados y tanto dolor como siente mi
Inmaculado Corazón.
Hija mía, no os pido nada más que oración y penitencia; el mundo está al
borde del precipicio, no hacen caso de mis mensajes, ¡qué dolor siente mi
Corazón por esta Humanidad tan desagradecida!
Hija mía, como los hombres no cambien, está cerca el Castigo... (Habla
durante unos minutos en un idioma desconocido). Entonces, hija mía, llegará
el Castigo en estas fechas que te he dado. Hija mía, que enmienden sus vidas,
el Castigo está muy cerca; te he dado el mes y la fecha de cuando será el
Castigo, hija mía, en este idioma; sólo es celestial. Tú lo entiendes, pero no lo
revelarás, hija mía, hasta que yo no te avise[1].
Mira, hija mía, cómo está mi Corazón de tantos pecados como se están
cometiendo diariamente.
Besa el suelo, hija mía, en reparación de todos los pecados... Levántate,
hija mía. Arrodíllate. Esto, hija mía, son actos de humildad por la salvación de
las almas; ¡cuántos se ríen, hija mía, de todas estas cosas! Hija mía, tú no te
avergüences, humíllate por la salvación de toda la Humanidad.
Besa otra vez el suelo, hija mía. ¡Cuántas almas se pueden salvar cada vez
que otra alma se humilla! Rezad el santo Rosario, hijos míos; con el santo
Rosario podéis salvar muchas almas. Acercaos a la Eucaristía, que en estas
fechas os espera mi Hijo; está muy triste y muy solo por los pecados de toda
la Humanidad.
Pedid por las almas consagradas, ¡las amo tanto, hijos míos!, y qué mal
camino llevan; muchos arrastran montones de almas al camino de la
perdición...
Mira, hija mía, quita sólo una espina... ¡Qué pena, hija mía, qué pena
siente tu corazón de ver el mío! Pues esta pena tengo yo de ver la ingratitud
de todos los corazones endurecidos.
Escribe otro nombre, hija mía, en el Libro de la Vida. Besa el libro, hija
mía... Ya hay otro nombre más en el Libro de la Vida; jamás se borrará, hija
mía.
Coge el cáliz, hija mía, bebe otras gotas del cáliz del dolor... ¡Ay, qué
amargura, hija mía!, pero es preciso sentir esta amargura para salvar muchas
almas.
Mira, hija mía, en lo que consistirá el Aviso... (Luz Amparo llora
amargamente al tener esta visión). Parecerá, hija mía, que el mundo está
envuelto en llamas; ¡pobrecito del que no esté en gracia de Dios! Haced caso,
hijos míos, os estoy dando muchos avisos. Me estoy manifestando en
muchos lugares del mundo, para poder salvar por lo menos la tercera parte
de la Humanidad; no seáis ingratos, hijos míos. Y tú, hija mía, sé humilde, la
humildad es la base principal de todo.
Os bendigo, hijos míos, como os bendice mi Hijo, en el nombre del Padre,
y del Hijo, y del Espíritu Santo, hijos míos.
Adiós, hija mía, adiós.

[1]
“Pero no lo revelarás, hija mía, hasta que yo no te avise”: forma de
expresión popular en castellano; equivale a decir: “Cuando te avise, podrás
revelarlo”.

MENSAJE DEL DÍA 26 DE DICIEMBRE DE 1982, LA SAGRADA FAMILIA,


EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

LA VIRGEN:
Hija mía,... (durante unos segundos habla en idioma desconocido). Sí, hija
mía, todo esto sucederá si los humanos no cambian, hija mía. Que todos los
padres eduquen a sus hijos en el santo temor de Dios, hija mía. Pobres hijos,
hija mía, cuántos se están metiendo en el camino de la perdición, hija mía;
cuántos pecados de impureza están cometiendo diariamente, qué ofensas
están cometiendo al Padre Eterno, hija mía. Todo el que está ofendiendo al
Espíritu Santo, hija mía, no tendrá perdón de ninguna manera, hija mía. Te
sigo repitiendo, hija mía: que confiesen sus pecados; que estén preparados,
que la ira del Padre está próxima, hija mía. ¡Cómo pesa el brazo de mi Hijo!
Ya no lo puedo sujetar por más tiempo, hija mía. Haced visitas al Santísimo,
que mi Hijo os espera, hijos míos. Haced penitencia, que no hacéis penitencia
por los pobres pecadores; ayudad a salvar esas pobres almas con vuestro
sacrificio, hijos míos.
Mira, hija mía, mira mi Corazón: por medio de vuestras oraciones se ha
purificado otra pobre alma; quita una espina... No toques más, hija mía, no
toques más; las demás no están purificadas. Rezad mucho y haced mucho
sacrificio, para que se purifiquen, hija mía. Mira, ya no caben más espinas en
mi Corazón. Todos estos días se están cometiendo muchos pecados de
impureza, hija mía; ¡pobres almas!
Puedes escribir otro nombre, hija mía... Besa el Libro, hija mía... Coge el
cáliz, hija mía. Bebe otras gotas de él... ¡Qué amargo, hija mía! ¡Qué
amargura siente mi Corazón por todos mis pobres hijos!; diariamente, hija
mía, se están condenando muchas almas, ¡qué pena tiene mi Corazón!
Hija mía, rezad con una meditación: “Santa María, Madre de Dios ruega por
nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Dios te salve,
María, llena eres de gracia, el Señor está contigo; bendita eres entre las
mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús”. Hacedlo, hijos míos,
pensando en cada palabra el significado que tiene.
Mira, hija mía, lo que estás viendo... (Luz Amparo ve una morada que
irradia mucha luz; en ésta se halla san José vestido con túnica blanca. Hay
también muchos niños con idéntico vestido; entre ellos encuentra a Jesús
Niño, de cuyo cuerpo dimana un resplandor azul. Los ve desplazarse hacia
delante y hacia atrás, pero sin mover los pies, como si estuvieran flotando. El
suelo de esta morada lo cubría una especie de césped blanco).
¡Qué felicidad sientes, hija mía! Éste es el premio que está preparado para
todo aquél que cumpla con los mandamientos de la Ley de Dios, hija mía.
También repito otra vez, hija mía, que me gustaría tanto que levantasen
una capilla en honor a mi nombre para meditar la Pasión de mi Hijo, que está
muy olvidada, hija mía; y que todo aquél que haya recibido alguna gracia
especial, lo comunique, porque, hija mía, son cirios encendidos para dar
testimonio para la salvación de muchas almas. Pedid, hijos míos, para que
todas las familias vivan en el santo temor de Dios.
También os bendigo, hijos míos, en el nombre de mi Hijo y del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo.
Haced un acto de humildad, hijos míos, besad el suelo... Este acto de
humildad en reparación de tantos pecados como se cometen todos estos
días; en reparación por todos los pecadores, hijos míos, pedid por todos
ellos. Penitencia y oración y sacrificio, hijos míos. Si queréis una recompensa,
tenéis que ir por el camino del dolor y del sufrimiento, hijos míos. Sed
imitadores de Cristo en la Tierra; todo aquél que sea imitador de Jesús
recibirá su recompensa en el Cielo.
Os sigo repitiendo: rezad por el santo Vicario, sigue estando en un gran
peligro. Penitencia y oración; rezad el santo Rosario, me agrada tanto, hijos
míos. Y tú, hija mía, sé humilde, sé humilde.
Adiós, hija mía, adiós.

También podría gustarte