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La madre y la familia

Elaboró: Barajas López Melanie, De Anda Gonzalez Melissa Jazmín, Jiménez Beatriz Perla Paola, Ortega
Pérez Axel Arturo, Ortega Ortiz Fabiola Lucía

Función biológica de la madre

La experiencia de la mujer durante la lactancia no se limita al proceso del amamantamiento, sino


que involucra a la mujer como un todo, vivenciando la sexualidad en la maternidad y que la
lactancia materna es una entre las innumerables funciones maternas. Las mujeres perciben
modificación en su sexualidad en consecuencia de la experiencia de asumir y vivenciar la
maternidad como un todo. Siendo así, tenemos que la experiencia de amamantar tiene su
interface en la vivencia de la sexualidad en la maternidad, que puede ser comprendida por los
fenómenos: sintiendo que el cuerpo cambió, asumiendo nuevos papeles y no pudiendo estar
entera en la relación, cuya articulación reveló el fenómeno central: “dividiéndose entre ser madre y
mujer”. El primer fenómeno: sintiendo que el cuerpo cambió se refiere al nacimiento de un hijo,
aún planificado y deseado, desencadena en la vida de la mujer una revolución biopsicosocial. Una
de las primeras constataciones acerca de esa nueva condición se da cuando ella, sintiéndose
diferente, percibe que su cuerpo cambió; no es el mismo de antes del embarazo. La modificación
en la imagen corporal de esa mujer puede ser percibida por ella como esperada y normal para
quien acabó de dar a luz a un niño, no obstante, aún reconociendo que esas modificaciones
pueden ser “naturales” y transitorias, eso provoca descontento e insatisfacción. Para algunas
mujeres, la insatisfacción con las modificaciones corporales interfiere en sus relaciones intra e
interpersonales que abarca su sexualidad y más explícitamente su ejercicio sexual. Los cambios
corporales en esta etapa se presentan de la siguiente manera: ella se depara con las mamas
entumecidas: voluminosas y pesadas debido a la lactancia; el abdomen, ahora sin la presencia del
feto, flácido y no raramente con la presencia de estrías, además del peso encima de lo normal.
Estos son elementos concretos que la mujer toma como referencia para evaluar los resultados del
embarazo y de la nueva condición de puérpera y nodriza en su cuerpo. Teniendo la imagen
corporal modificada las mujeres atribuyen valor y significado a sus nuevas dimensiones. Las
puérperas que dan un significado negativo y de gran valor a las alteraciones experimentadas en
su autoimagen, acaban sintiéndose incómodas y no a gusto. Para ellas, no corresponder al patrón
de belleza física y estética deseado, genera un profundo disconfort y las deja intimidadas ante las
relaciones intra e interpersonales y, relacionarse con su pareja entonces, parece una misión aún
más difícil. La relación sexual deja de ser interesante, placentera, una forma de expresión de la
sexualidad y afecto por la pareja, pasando a tornarse una obligación, un deber de Mujer/
Amante/Esposa. Precisando cuidarse, independiente de estar sintiéndose o no incómoda con las
modificaciones corporales conscientes de la gestación, todas las puérperas, en mayor o menor
intensidad, desean mejorar su autoimagen y lo hacen procurando volver a su peso anterior y
cuidando su apariencia. Decidiendo modificar esa situación, las mujeres consideran que necesitan
cuidarse y buscan estrategias que posibiliten volver a su peso habitual y mejorar su apariencia. El
resultado de las medidas adoptadas hace que se sientan mejor en relación a su autoimagen y con
más confianza para ejercer su sexualidad.

Conforme progresa la edad de la mujer, su fecundidad experimenta una progresiva disminución.


Es así como la fecundidad femenina se altera con la edad, mostrando una lenta y constante
declinación entre los 20 y 35 años de edad, con una aceleración progresiva en esta disminución
en los siguientes diez años, de modo que la frecuencia de embarazos y nacimientos de niños es
rara después de que la mujer cumple 45 años de edad.

Esta disminución de la fecundidad se atribuye a distintas causas, incluyendo cambios en los


ovocitos, disminución de la frecuencia y eficiencia de la ovulación, disminución en la frecuencia
coital, disminución de la receptividad uterina y complicaciones del embarazo.

Hasta el desarrollo de la tecnología de donación de gametos, era impensado que una mujer
pudiera concebir y parir un bebé después de la menopausia. Sin embargo, en la actualidad no es
raro el reporte de casos de mujeres en su quinta, o incluso sexta década, que puedan parir un
bebé producto de la donación de ovocitos de mujeres jóvenes.

Dado que ya no existe esta limitación para conseguir embarazos, esto plantea la disyuntiva de
hasta qué edad realizar estos procedimientos. Si bien las mujeres que conciben naturalmente y
tienen un parto después de los 45 años de edad representan un grupo selecto, excepcionalmente
fértil, en el cual el envejecimiento ovárico está diferido significativamente, y podrían servir como
referencia para los médicos y pacientes que están considerando realizar un ciclo con donación de
gametos.

Función social de la madre


La maternidad es un proceso dinámico que está en constante construcción, deconstrucción y
búsqueda de sentidos. Tiene un inicio, generalmente situado con relación al embarazo. Luego
sigue una serie de etapas no bien diferenciadas, que pueden darse simultáneamente, que
cambian muy rápido a medida que avanza el proceso, y que fueron descritas así: a) inicio con la
sospecha de embarazo; b) confirmación, asimilación y acomodación del embarazo al proyecto de
vida; c) verificación dada por los signos y síntomas de embarazo y los movimientos del bebé; d)
cambios en la figura corporal y progresión del embarazo; e) parto, nacimiento del bebé; e)
cuidado, protección, educación y acompañamiento del niño; f) formación con miras a conseguir
que el hijo llegue a ser persona de bien. Todas estas etapas se acompañan con cambios
psicológicos que producen sentimientos encontrados: felicidad y angustia, alegría y tristeza,
preocupación y satisfacción, temor y esperanza, según las circunstancias que vive la gestante en
cada momento y en cada contexto. Para las gestantes la maternidad dura toda la vida y es una
vivencia particular, distinta para cada quien, en cada época de la gestación y con cada hijo.
Este proceso puede darse en un ambiente adverso de falta de empleo, baja escolaridad y
barreras de acceso a los servicios de salud; pero también en un ambiente donde se propicia la
preparación, el acompañamiento y el apoyo a la gestante por parte de la pareja, la familia y la
sociedad positiva en general. La gestante desarrolla aprendizajes y se adapta a las vivencias y
exigencias para proteger, cuidar y formar al hijo; ella vive la experiencia y se exige más con el fin
de cumplir su rol de madre. De igual manera, ellas consideran que el proceso ayuda a formar a los
ciudadanos para vivir en sociedad.

Para cuidar al bebé, reevaluar, innovar o imitar los patrones de crianza maternos, la madre hace
un esfuerzo por salir adelante, a veces con sensación de incapacidad y culpa ante los múltiples
roles y exigencias que la sociedad le impone. Todo esto lleva a tener cierto grado de ansiedad,
incluso con aparición de pesadillas, pero también a una reflexión sobre los elementos que le
causan preocupación. Ser madre, así entendida, ha dejado de ser un sistema de reproducción
que ataba a las mujeres, lo quisieran o no, a un inacabable “ser madre, saberse madre, sentirse
madre", hay muchas cosas que no se cuentan sobre la maternidad. Los aspectos que forman
parte de la tradición de ser madre, transmitida por generaciones, desde la que se va construyendo
la identidad femenina. Algo similar a una cultura en común, sin embargo, a las mujeres no se les
suele enseñar el tiempo que conlleva ser madre, ni todas las responsabilidades de las que hay
que hacerse cargo, desde las más simples, que se realizan día con día, hasta las más
importantes. Dentro de esta cultura se ha inculcado el amor que las madres deben tener a sus
hijos y el deseo de compartir la vida con quien queremos compartirla y crear un vínculo de
profundo amor con un ser nacido de nuestra propia elección, creado y amado por el efecto de
nuestra conciencia y de nuestra voluntad. Sólo por esto ya son mejores madres.

Relación madre– hijo


¿cómo le afecta ella a él?

El vínculo de apego que establece una madre con su hijo, reconocido por su relevancia en el
desarrollo psicológico infantil (Bowlby, 1976), ha constituido un terreno fértil donde diversos
estudios e intervenciones se han centrado en establecer los factores relevantes en el origen y
desarrollo del mismo, así como en las estrategias para su promoción en la primera infancia (Tizón,
2010). Sin embargo, investigaciones provenientes de diferentes ramas de la salud señalan desde
hace más de 20 años, que este vínculo no surge en el período posterior al nacimiento sino que
tiene su origen en la etapa prenatal.

Los primeros datos acerca de la existencia del llamado vínculo materno-fetal -de carácter
unidireccional desde la madre hacia el feto, frente al carácter bidireccional del vínculo de apego-
provienen de investigaciones clásicas acerca de la pérdida perinatal y el dolor asociado a la
misma. Provienen también del estudio de la relación existente entre la madre y el bebé en el post-
parto temprano (Brandon, Pitts, Denton, Stringer y Evans, 2009; Klaus et al., 1972) y del trabajo
de Rubin (1967) en el cual, buscando definir la importancia y los factores que intervienen en el
inicio del rol materno, postula que la relación existente entre una madre y su hijo recién nacido es
consecuencia de un proceso de vinculación prenatal. Sobre esta base, Condon y Dunn (1988)
rescatan la hipótesis de Caplan (1961), que afirma que si se conoce la calidad de vinculación de la
madre con el feto, es posible predecir la calidad de la vinculación en el post-parto temprano, ya
que en la mayoría de los casos ambas vinculaciones son idénticas, constituyendo el parto un
episodio de transición entre ellas. (Condon y Dunn, 1988).

El estudio acerca de la importancia de factores emocionales, ambientales y sociales en el periodo


gestacional, ha permitido detallar la influencia del estado psíquico materno tanto en variaciones en
tiempo real del comportamiento fetal; como en algunas alteraciones fetales del desarrollo, las
cuales presentan un correlato en el periodo post-natal. Así mismo se ha descrito su repercusión
en el vínculo materno-fetal y posteriormente en el comportamiento, desarrollo y vinculación
neonatal.

El primer contacto con el recién nacido desencadena en la madre cariño y deseo de protección: es
el primer paso para generar el vínculo madre hijo con el bebé. Si bien es cierto que durante el
embarazo ya se ha iniciado el vínculo madre-hijo, no se desarrollará del todo hasta después del
nacimiento. Cuando el bebé nace ya conoce a su madre, la ha oído hablar durante todo el
embarazo y su olor le es muy familiar. Es por ello que el bebé se calmará rápidamente, cuando
tras la primera asistencia en el paritorio, lo pongamos en los brazos de su madre.

¿cómo le afecta él a ella?

La maternidad conlleva una preocupación, sobre todo por el cuidado del niño, por la falta de
preparación para la crianza, la falta de autonomía, la dependencia económica, los temores
generados por circunstancias como la posibilidad de malformaciones congénitas en el niño, o por
perder o no conseguir empleo, y por no ser una buena madre. Esta preocupación es más
frecuente en un contexto de madre sola, desempleada, o aquella que tiene dificultades para
conseguir un empleo por el hecho de estar embarazada. O cuando la mujer realiza varios roles,
así como cuando hay múltiples expectativas y tensiones sobre el final del embarazo, el parto y el
hijo por nacer.

La preocupación se acentúa cuando hay barreras de acceso a los servicios de salud, cuando hay
desencuentros con el personal de salud que atiende a la mujer, o cuando la gestante conoce
experiencias negativas de otras mujeres embarazadas, sobre todo en caso de complicación o
muerte del bebé, falta de buen trato por parte del personal de salud, o fallas en la calidad de la
atención durante el embarazo o al momento del parto.

Muchas mujeres gozan la maternidad, la disfrutan al máximo, viven cada momento, se preparan,
averiguan, se informan, comparten con las demás mujeres de su entorno y reclaman sus
derechos. El hecho de poder compartir la maternidad les da mayor autonomía tanto económica
como en las decisiones de la crianza, también tienen mayor creatividad en cuanto a las decisiones
de autocuidado, así como en la programación y preparación para la crianza; como, les da mayor
seguridad en su rol de madres, y les permite hacer innovaciones mediante el uso de recursos de
aprendizaje como videos y libros, además de los cursos psicoprofilácticos y las consultas con los
profesionales de salud. Algunas de ellas ostentan cercanía con los profesionales que las atienden,
bien sea porque pertenecen a su círculo social, o son sus mismos familiares y amigos. Es así
como hay gestantes que hacen sus arreglos sociales y psicológicos y viven una maternidad
armoniosa, feliz y productiva a partir de los avances y logros que ellas mismas construyen, a
veces solas, a veces con ayuda de un familiar u otra persona de su entorno. La mayoría se dan
aliento en los vínculos que lograron establecer con otros, especialmente con su hijo por nacer.
Esto confirma los postulados del interaccionismo simbólico, según los cuales el ser humano es un
agente emergente que tiene capacidad de plantear objetivos, hacer arreglos psicológicos y sacar
sus metas adelante, a pesar de la adversidad, dada su capacidad de autointeracción y
autogestión.

Para otras madres, en cambio, la vivencia de la maternidad está acompañada de momentos de


tensión entre el rechazo y la aceptación de la gestación, dado que el embarazo no era deseado,
no estaba planeado, no había sido programado, o interfiere con sus planes de seguir estudiando y
construir su proyecto de vida. En quienes el embarazo no ha sido planeado o no es deseado
confluyen sentimientos encontrados, sobre todo al inicio. Por ejemplo, la gestante puede sentir
frustración, pero este sentimiento va cambiando a medida que su proceso de gestación evoluciona
y se van produciendo los arreglos psicológicos y sociales que le permiten pasar de la frustración y
la negación a un proceso de aceptación, adaptación y acomodación de la maternidad en su
proyecto de vida. Este proceso se hace más complejo cuando hay rechazo del embarazo por
parte del compañero, cuando hay conflictos de pareja, violencia intrafamiliar o abandono por parte
del padre del bebé, que lleva a la gestante a la condición de madresolterismo. También en
aquellas gestantes con limitadas redes de apoyo familiar y social, y con escasos recursos
económicos, por ejemplo, cuando no cuentan con un empleo o un ingreso estable. Pero sobre
todo, cuando el compañero no responde a su rol de padre.

Dado que la madre alberga una serie de sentimientos que pueden ir desde tristeza, angustia e
incertidumbre, matizados con momentos de esperanza, alegría y felicidad, es fundamental el
apoyo de familia y los servicios de salud para que ella logre rápidamente ubicar la maternidad en
su proyecto de vida.

Definición de familia

Es considerada como una institución y/o grupo de personas con lazos consanguíneos o no, que
viven bajo un mismo techo. También se le define como la unión de personas que comparten un
proyecto vital de existencia en común que se quiere duradero, en el que se generan fuertes
sentimientos de permanencia a dicho grupo, existe un compromiso personal entre sus miembros y
se establecen intensas relaciones de intimidad, reciprocidad y dependencia.
La familia es el entorno donde se establecen por primera vez el comportamiento y las decisiones
en materia de salud y donde se originan la cultura, los valores y las normas sociales. La familia es
la unidad básica de la organización social más accesible para llevar a la práctica las
intervenciones preventivas, de promoción y terapéuticas. La demografía cambiante ha producido
cambios en los modelos de relaciones familiares. Estos cambios, unidos a la pobreza
generalizada y a los comportamientos de riesgo mayores y más amplios, están ejerciendo
intensas presiones sobre la familia.
La repercusión de la interacción entre los cambios en la familia y las estructuras de población y los
patrones de la enfermedad carecen de información adecuada. En las declaraciones emanadas de
ocho cumbres internacionales celebradas en el último decenio se apoya y se demuestra la
necesidad cada vez mayor de contar con un nuevo programa social y de salud que ponga de
relieve la función de las familias. La OPS propone un enfoque que haga de la familia el centro de
las intervenciones de atención de salud, con el propósito de aumentar la función y la participación
de la familia y las comunidades en el mejoramiento de la calidad de vida y de los resultados en
materia de salud de la población de las Américas.

El papel y las funciones de esta institución están relacionados con diversas acciones: educar,
socializar, inculcar valores, procurar el bienestar y el desarrollo físico y mental de los hijos, formar
adultos sanos, entre otras; es decir, formar para la vida.
De ahí la importancia de este núcleo, ya que es en el seno familiar donde los hijos aprenden de
sus padres valores, formas de ser, de abordar la vida, de relacionarse con los hermanos y padres;
así como a convivir y acatar las reglas de convivencia social, lo que les ayudará a insertarse y
adaptarse adecuadamente a la vida en sociedad. Resulta fundamental que la familia tenga
claridad en sus funciones, que esté bien constituida y sobre todo, que construya un ambiente
propicio para el desarrollo de los hijos.
Funciones básicas de la familia
se ubican cuatro funciones:
1. Salvaguardar la supervivencia de los hijos (salud y bienestar).
2. Generar un clima de afecto y apoyo para que los hijos tengan un desarrollo psicológico y
emocional sano.
3. Impulsarlos y estimularlos en el desarrollo de su capacidad para relacionarse con su
entorno físico y social, así como para dar respuesta a las exigencias y al mundo que les
toca vivir.
4. Decidir qué tipo de educación van a continuar, la apertura a otros contextos educativos”.
En las funciones establecidas para los padres influyen dos factores importantes: a) tener
una mente abierta al cambio y b) la disposición de aprender constantemente, esto le
permitirá comprender y entender más a su hijo. Los beneficios a obtener son: una mejor
relación con su familia y con su hijo adolescente, más estabilidad y unión con la familia, el
que su hijo se desarrolle en un ambiente sano, el impulsarlo para que adquiera seguridad y
aprenda a tomar sus propias decisiones, entre otros aspectos. Para ello, es importante que
adquiera más información a través de diversos medios, incluyendo este portal.

Evolución histórica de la familia


A lo largo de los años, el papel de la madre en la familia ha sido determinado por una construcción
cultural que cambia según el grupo social y la época histórica a la que se pertenezca. La madre es
un arquetipo compuesto de discursos y prácticas sociales propias del género femenino que tiene
tiene dos piezas esenciales que siempre se le han atribuido: el instinto materno y el amor
maternal. Estos elementos son siempre los mismos sin importar el contexto histórico y cultural,
pues se consideran parte de la naturaleza femenina.
La experiencia cultural de la maternidad se sobrepone a los aspectos biológicos que esta conlleva,
tales como quedar embarazada, parir, alimentar y proteger a los hijos, además en esta
experiencia aparece una desigualdad afectiva entre hombres y mujeres. Esto da pie a que la
mujer sea desplazada a un papel meramente familiar mientras que el hombre juega un rol en las
decisiones públicas y el poder. Esto solo refuerza la imagen de las mujeres como madres
bondadosas y cariñosas, siendo esta idealización la aspiración de muchas mujeres, asociando la
feminidad con la idea del instinto maternal. Así, la maternidad se ha ido valorando cada vez más a
lo largo de la historia y el vínculo afectivo entre la madre y los hijos. A partir del siglo XIX, la
maternidad y la crianza se asimilan dentro de una atmósfera de sentimentalismo generalizado de
pureza y piedad, además de que las madres son aquellas responsables de la moral de sus hijos.

Con las reivindicaciones del movimiento feminista y los avances tecnológicos en el área
reproductiva (anticoncepción y concepción), la maternidad pasó de imposición a la opción para las
mujeres que actualmente ejercen otros papeles en la sociedad, además del materno, teniendo,
pues, otros proyectos de vida como aquellos ligados a la realización profesional, a la
independencia económica y al ejercicio pleno y satisfactorio de su sexualidad. La maternidad como
opción en la vida de las mujeres es un fenómeno social consolidado en el transcurso del siglo XX,
debiendo ser pensado y analizado juntamente con otros procesos sociales, como industrialización,
urbanización y globalización económica, que, sin duda, propició y desencadenó modificaciones
rápidas y difusas en los patrones de comportamiento y consumo mundial. Actualmente la
maternidad ya no es un acto que se considera aleatorio, si no que cada mujer puede decidir
cuántos hijos tener, si quiere o no tener un diagnóstico prenatal, o si el hijo o la hija serán
adoptados o por fecundación asistida. El papel de la madre en la familia es todo un ejercicio de
responsabilidad que consiste en conseguir la maduración óptima de los recursos potenciales de su
hijo y la superación óptima de sus defectos. La ideología sobre la correcta crianza ha originado
que las madres se queden en casa con sus hijos mientras conservan un comportamiento
abnegado. Esta forma de maternidad muchas veces no es natural por sí misma, sino que es una
construcción meramente social, cuya imagen resultante es la de una madre amorosa y disponible
todo el tiempo, a la vez que es eficiente y eficaz. Aun así, la maternidad suele surgir como una
experiencia positiva para algunas gestantes, pero con diferentes matices. En algunos casos es
compartido con el esposo o compañero y la familia, cuando ella cuenta con una pareja estable, y
los dos considerando que es el momento adecuado para tener un hijo porque ya han vivido,
planeado y decidido que es el tiempo propicio para dedicarse a ello. En este contexto el embarazo
es deseado, programado, buscado y esperado, y la mujer tiene empleo estable, autonomía
económica y acceso a los servicios de salud, además de una pareja que participa, una familia que
la apoya, y cuenta además con servicios de salud de buena calidad. La mayoría de las mujeres
que experimentan la maternidad compartida pertenecen al estrato socioeconómico alto.

Tipos de familia

La familia ha ido cambiando a través del tiempo debido a diversos factores (culturales,
económicos, sociales, políticos, científicos, humanísticos), lo que ha dado pie a que los expertos
realicen algunas categorizaciones con base en el número y tipo de miembros que la componen.
Esta clasificación parte de la idea de que la familia es un grupo de personas con lazos
consanguíneos o no, que viven bajo un mismo techo.

A continuación le presentamos algunos ejemplos de familias:

★ Nuclear. Está conformada por la madre, el padre y los hijos en común.


★ Extensa. Además del padre, madre e hijos, se incluye a los abuelos por parte de ambos
progenitores; los tíos, primos y demás parientes.
★ Compuesta. Formada no sólo por padres e hijos, sino también por personas que poseen
vínculos consanguíneos con sólo uno de los miembros de la pareja que ha originado esa
nueva familia.
★ Monoparentales. Formadas por un padre o madre y por sus respectivos hijos (viudas,
solteras).
★ Homoparentales. Las que se componen de una pareja homosexual, ya sea de dos
hombres o dos mujeres con sus respectivos hijos, si los hay.

No hay un solo tipo de familia, éstas se conforman de distinta manera y eso no quiere decir
que una sea mejor que otra, simplemente son diferentes.

Tipos de padres.

La forma de ser de los padres se refleja en la educación proporcionada a sus hijos, de ahí la
importancia de reflexionar sobre los estilos de paternidad que se asumen.

● Autoritario. “Las cosas son así porque lo digo yo”. Establece e impone las reglas según su
criterio, sin tomar en cuenta el parecer o los intereses de los demás. Sus reglas son rígidas
y espera que los hijos siempre obedezcan. La reacción de los hijos puede ser agresiva o
sumisa, puede no tener amistades, puede crecer con la sensación de vergüenza y no
atreverse a expresar sus puntos de vista; o bien ser como sus padres.
● Permisivo o negligente. “Haz lo que quieras”. Este tipo de padres, no establece reglas
claras y tampoco las cumple, piensa que así evitará conflictos. Otorga demasiada libertad.
Crea sensación de abandono, desamparo en los hijos, por lo que es muy probable que
tenga dificultades con éstos. El efecto es que los hijos tiendan a comportarse mal y sin
límites, así como sufrir depresión, baja autoestima, ira, relaciones fracasadas, miedo al
rechazo y necesidad constante de la aprobación ajena, entre otros.
● Democrático, persuasivo o negociador. “Podemos hablarlo”. Los padres ponen o marcan
reglas claras; así como un ambiente de armonía y consideración por los hijos. Éstos por lo
tanto son más seguros e independientes. Se tiende a tener menos dificultades con sus
adolescentes. De alguna manera son más estables y se encuentran bien consigo mismos,
se relacionan con los demás, tienen una buena autoestima y saben manejar su
responsabilidad y tomar decisiones. Son competentes socialmente y persistentes.

Relación familia

Los miembros de la familia son las primeras personas con las que se encuentra un niño, por lo
que no se debe subestimar su papel en el proceso de socialización del niño. Al cooperar con la
familia, los niños adquieren una mejor comprensión de sí mismos y de quienes los rodean. La
forma en que se cuida y cría a los niños en el hogar les permitirá funcionar mejor en la vida. La
influencia de la familia en el desarrollo de los niños es como una base para su futuro. Aquí hay
algunas formas en que las familias pueden influir en el desarrollo de un niño:

valores

Los niños son como esponjas, absorbiendo todo lo que perciben u observan. Esto pone mucha
responsabilidad en los padres porque los niños aprenderán mucho de ellos. La mejor manera de
enseñar a cualquier niño es con el ejemplo, por lo que es buena idea empezar a inculcarle buenos
valores desde una edad temprana. A menudo se cree que los niños pequeños no pueden
entender el significado de los valores, pero esto no es cierto. Los niños entienden mejor cuando
son conscientes de las consecuencias de sus actos. Ayudarles a entender qué pasará si hacen las
cosas de esta manera, y viceversa, será más efectivo si lo entienden en un entorno que intente
inculcarles buenos valores.

Socialización y desarrollo social

Usted y su familia son el primer grupo social con el que se encuentra su hijo. Esto significa que su
primer aprendizaje será al observar a su familia. Las familias que se tratan con amor y respeto
promueven los mejores valores familiares o comparten ejemplos positivos de interacción social.

Cuando su familia pasa tiempo de calidad en compañía de los demás, promueve una comunidad
saludable. Además, esta interacción ayudará a su hijo a aprender a interactuar con los demás.

La forma en que las familias interactúan con sus hijos les ayuda a comprender mejor las
relaciones. Aprenden a sentirse cómodos en su familia, hacer amigos o confiar en los demás. Las
relaciones son esenciales para la existencia humana y su hijo puede aprender a formar y
mantener relaciones con los miembros de la familia. La base de las habilidades sociales se
construye en el hogar, por lo que los padres influyen fuertemente en sus hijos para que
desarrollen mejores habilidades sociales y socialicen con éxito a medida que crecen.

desarrollar habilidades

Es importante que los niños aprendan una variedad de habilidades de desarrollo (tales como
habilidades motoras, cognitivas, emocionales y del lenguaje) para un crecimiento óptimo.

Para ayudar a su hijo a mejorar las habilidades motoras, debe involucrarlo en diferentes tipos de
actividades físicas para que pueda adaptarse. Considere que, si bien ciertas actividades pueden
parecerle naturales a usted como adulto, pueden ser una tarea abrumadora para su hijo.

Cuando se trata de habilidades relacionadas con el lenguaje, es importante que su hijo pueda
hablar, leer, cantar o participar en diversas actividades que requieren el uso del lenguaje. Se ha
descubierto que los padres o miembros de la familia que pasan más tiempo hablando con niños
pequeños mejoran sus habilidades lingüísticas.

También es muy importante que los niños aprendan habilidades emocionales, y las familias
juegan un papel vital en esto. Los niños aprenden emociones como el amor, la empatía y la
empatía familiar. Si no lo hacen, puede resultarles difícil expresarse y tomar decisiones.

La seguridad

Los niños entienden lo que significa sentirse seguros en casa, donde todas sus necesidades
básicas están cubiertas. Además de cuidar la supervivencia de los niños, un hogar brinda una
sensación de seguridad emocional que no se encuentra en ningún otro lugar.

Los niños que se sienten seguros crecen y se desarrollan mejor que los niños que viven en un
ambiente inseguro donde pueden tener miedo de expresarse libremente. La seguridad es
sumamente importante para todo niño, de la cual depende la calidad de su desarrollo emocional,
físico y cognitivo.

Criar a un hijo no es una tarea fácil y requiere mucho esfuerzo por parte de los padres. Pero ver a
un niño convertirse en una persona responsable y amorosa puede ser una experiencia muy
valiosa para los padres.

No solo inculcar buenos valores y hábitos en tus hijos, sino también brindarles un entorno seguro
y de apoyo para que puedan lograr lo que les has enseñado.

Bibliografía:
Greenland Panamerican School. La importancia de la familia en el desarrollo infantil
[Internet]. [citado el 21 de noviembre de 2022]. Disponible en:
https://blog.ecagrupoeducativo.mx/greenland/la-importancia-de-la-familia-en-el-desarrollo-infantil

‌Lilia, L., & Marín, G. (n.d.). COLEGIO DE CIENCIAS Y HUMANIDADES DIRECCIÓN


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https://www.cch.unam.mx/padres/sites/www.cch.unam.mx.padres/files/archivos/La-familia-
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