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Según esa gran leyenda o leyenda mayor, en la Amazonía había una virgen,
Jitiriguza, que fue preñada y concibió un hijo que se transformó en el árbol de
la vida, y de los alimentos.
Nadie sabe cómo nació ese niño-árbol, pero se volvió un árbol gigantesco de
la abundancia, que creció y siguió creciendo y creciendo, hasta que
sus frutos se volvieron inalcanzables para la gente.
Para disponer de sus frutos, el árbol debió ser derribado por seres mitológicos
(Púa-Mora 2010; Roldán-Cárdenas 2005).
Merú, el padre creador de los blancos, robó un hacha para tumbar al árbol,
ocasionando un diluvio devastador.
Una muchacha buscaba qué comer en la selva y se encontró con una gran
lombriz de tierra, que se transformó en un joven.
El joven murió y la muchacha sobrevivió, pero con una gran pena de amor. La
selva se oscureció y se llenó de tristeza.
Pero la codicia pudo más, y el árbol fue derribado para el provecho de unos
pocos. Y volvió de nuevo el hambre y la desolación a la selva.
Uno de los animales que juega un rol muy importante en sus mitos fundadores
es el murciélago.
La leyenda cuenta que había un murciélago gigante llamado Aetsetseu , que
habitaba en la selva. Mataba a las personas y les cortaba la cabeza, pero la
gente no sabía quién las mataba.
Para saberlo, usaron una planta sagrada, con el fin de adquirir fuerzas
sobrenaturales para descubrir al asesino. Bajo sus efectos, encontraron que el
“cortador” de las cabezas era Aetsetseu (Wong-Robles, Arbaiza-Gonzales
2010).
El mito cosmogónico de la anaconda: origen del universo.
Uno de esos mitos relacionados con la gran serpiente, origen del universo,
dadora de la vida, guardiana de las aguas, es una leyenda de los desano, etnia
amazónica que vive en la cuenca alta del río Vaupés, en la zona fronteriza
entre Colombia y Brasil, y específicamente en el departamento colombiano del
Vaupés y el estado brasileño de Amazonas.
Una gran anaconda ancestral penetró en el universo/casa, a través de la puerta
del agua y ascendió por los ríos Negro y Vaupé cargando dentro de su cuerpo
a los ancestros de toda la humanidad.
A lo largo de su viaje los remotos ancestros se transformaron en humanos. Al
llegar a la cascada del ipanoré, formada por el raudal del río Jirijirimo, que en
lengua indígena significa la cama de la anaconda, los ancestros se repartieron en
la tierra por lo que serían sus territorios particulares.
En cada clan de ese grupo patrilineal y exogámico, abierto al mundo, los hijos
de los primeros ancestros de la gran anaconda se organizan de acuerdo a una
estructura en la cual, a la cabeza de la anaconda se encuentran los jefes, en la
parte media los chamanes y en la cola, el pueblo.
Para otros, como sucede con algunos grupos amazónicos de Brasil (Gómez-
Platero, Palma-Elrichs 2011; Llorente, Sacona 2012), el río Amazonas nació
del amor imposible entre el Sol y la Luna, en los tiempos en los que los
animales hablaban.
La luna lloró y lloró sin parar. Y sus lágrimas se derramaron sobre la tierra, pero
fueron rechazadas por el mar. Y formaron, entonces, el caudaloso y largo río
Amazonas.
El árbol de la abundancia
ra un tiempo en que escaseaban los alimentos en la Amazonía. Había una
prolongada sequía. Los ríos se secaban y los peces escaseaban. La tierra se
agrietaba de lo seca que estaba. No se veían animales en el monte. El hambre
se sentía en todas partes.
Los gemelos Cuillor y Ducero viajaron desde su aldea para pedirle comida a su
amigo Mangia, que vivía en una aldea lejana. Caminaron días y noches. En
todas partes no había otra cosa que pobreza. Las chagras estaban secas y
abandonadas. Por ninguna parte llovía.
Vieron entonces un árbol corpulento, muy elevado, con muchas ramas y una
amplia copa. Trataron de cortar el tronco cerca de la raíz, pero era muy duro, y
por más que lo intentaban, no lo lograban. Estaban desanimados por tanto
esfuerzo inútil, hasta que un halcón, que por allí pasaba, les dijo que el
secreto estaba guardado en la copa del árbol. Uno de los gemelos
tomó ayahuasca. En trance por la bebida, se convirtió en una ágil ardilla, y subió
hasta la cima del árbol. Desde lo alto, la ardilla vio, en la copa, una inmensa
laguna llena de peces, con islotes donde había numerosos animales. Vio
también un largo bejuco tan largo como el árbol, y que lo sostenía desde la
raíz. Entonces, la ardilla se lanzó al agua, y con sus afilados dientes logró,
después de un gran esfuerzo, cortar el bejuco, y el gigantesco árbol se
derrumbó con un ruido ensordecedor, derramándose todo lo que contenía en
su copa. El agua de la laguna se esparció por doquier, buscando el cauce de
los ríos cercanos para alimentar su caudal, mientras se llenaban de peces.
Las aves salieron espantadas volando hacia el cielo. Los animales liberados se
refugiaron en el bosque.
Toda la gente que poblaban las aldeas se beneficiaron con los alimentos que
estaban en el árbol de la abundancia. Todos, menos los gemelos Cuuillor y
Duero y su amigo Mangia, que murieron sepultados por unas grandes piedras
negras que salieron del fondo de la laguna cuando se desplomó el árbol.