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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE HONDURAS

FACULTAD DE CIENCIAS JURIDICAS


“BICENTENARIO DE INDEPENDENCIA (1821- 2021)”

ASIGNATURA: CDE124 – DERECHO FORESTAL Y DE AGUAS


4 U.V. SECCION: 1000

“ENSAYO:
DERECHO AL AGUA”

CATEDRÁTICA:
ABOGADA YOLANY ISABEL CÁMBAR

NOMBRE DEL ESTUDIANTE: GABRIEL MATAMOROS SEVILLA


NÚMERO DE CUENTA: 20211024010

TEGUCIGALPA M.D.C 2 DE DICIEMBRE 2022


Introducción
Hablar de un derecho al agua es sencillo con el debido entendimiento de lo que abarca. Sin
embargo, existen muchas confusiones o errores acerca de lo que es el “derecho al agua”.
Primero que nada, es importante poder diferencia entre el “derecho al agua” propiamente
dicho y las llamadas “leyes del agua”. El primero de estos se refiere al reclamo o facultad que
se le otorga al ser humano para hacer uso inmediato y propio del recurso hídrico. El segundo,
la “Ley de Aguas” se refiere a todas las normativas que regulan el uso en términos generales
del agua. Este uso general, no necesariamente tiene que ser de consumo humano. El derecho
al agua es parte de la normativa de aguas, pero es una parte especializada y orientada al ser
humano.

Además de esta aclaración, es imperativo reconocer con claridad los elementos del derecho al
agua. Como todo derecho, su ejercicio optimo depende del conocimiento adecuado de las
prerrogativas otorgadas. Todos sabemos que tenemos derecho al agua, pero sospecho que
muchos desconocen lo que realmente significa este derecho. Tras una lectura de la legislación
hondureña, los convenios y declaraciones internacionales y la doctrina jurisprudencial, he
notado que se habla de las atribuciones positivas del agua con frecuencia: “el agua es esencial
para la vida”, pero usualmente no se ahonda en el por qué.

Si bien es cierto, muchos dirán que es obvio o “lógico” entender la importancia del agua. Sin
embargo, a mi criterio, este sentido común o entendimiento, es superficial. Es necesario,
como estudiante de las ciencias jurídicas profundizar el entendimiento y abandonar las
conjeturas y apreciaciones comunes. Con esta finalidad, la primera sección de este ensayo se
dedicará a explicar a profundidad lo que es el derecho al agua, sus elementos constitutivos y
prácticos y lo que no es derecho al agua.

Aparte de poder explicar lo que es el derecho al agua, también considero que es importante
conocer el fundamento del mismo. Muchas doctrinas disponibles promueven el derecho al
agua como una condición o esencia de la vida. De allí la famosa expresión “el agua es vida”.
Ciertamente concuerdo pues es innegable que la ciencia y la historia han demostrado el
vínculo que existe entre la vida y el agua. Sin embargo, también considero importante la
perspectiva utilitaria, mediante la cual el agua obtiene su valor por su uso práctico y no por
mera retórica.

En virtud de estas consideraciones, estudiare un poco sobre las doctrinas fundamentales del
derecho al agua. No es mi meta compararlas, desvalorarlas o criticarlas. Deseo más bien
utilizarlas para justificar la existencia del derecho al agua. Creo que existen diversos tipos de
personas y, por lo tanto, es imperativo poder justificar el derecho acoplado a las diferentes
sensibilidades de las diversas personas.
Definiciones y consideraciones del Derecho al Agua

En la actualidad, asegurar la existencia del derecho al agua no es una tarea difícil. La mayoría
de los ordenamientos jurídicos modernos han incorporado este derecho en su legislación en
las últimas tres décadas. Esta incorporación es tan general que podemos encontrar esta
prerrogativa al agua dentro de los derechos fundamentales garantizados por las
Constituciones, reconociéndole, por lo tanto, un rango constitucional. No obstante, existen
ciertas consideraciones que debemos aclarar sobre “el derecho al agua” moderno y su
apreciación jurídica.

En general, las disposiciones jurídicas relacionadas con el Derecho al Agua encuentran su


fundamento en los principios fijados por el derecho internacional. De acuerdo con los
parámetros establecidos por la ONU y sus organizaciones afines, el agua debe ser garantizada
la disponibilidad la calidad y la accesibilidad.

Sin embargo, ni estos parámetros ni las legislaciones individuales realmente se toman el


tiempo de explicar en qué consiste el derecho. En su mayoría, presentan disposiciones
positivas sobre el acceso, mas no explican los elementos ni la importancia del mismo. Este
defecto es común en las legislaciones ya que no son herramientas adaptadas para la
pedagogía.

El primer punto que debemos aclarar es que es “el derecho de agua” a nivel jurídico. Primero
que nada, hay que recordar que, al hablar de un derecho, hablamos de una facultad otorgada a
un ser humano. De esta manera, excluimos a los demás seres vivientes de la ecuación y
determinamos que el derecho al agua, se refiere al derecho que tiene el humano sobre este
recurso. Poco le importa al derecho y al legislador la tutela del “derecho” de la flora y fauna
al acceso a este recurso – no obstante, esto no quiere decir que el derecho no reconoce la
importancia de estos actores en el mantenimiento ecológico del agua. Su prioridad es
garantizar el acceso del recurso hídrico al ser humano.

Además de ser una atribución o facultad concedida al ser humano, es necesario delimitar con
exactitud, que comprende esta atribución. En la práctica, la relación entre el ser humano, el
agua y sus fuentes es marcado e innegable. Sin embargo, no todo uso o acceso al agua es
necesariamente propio del derecho al agua. En términos doctrinales, el derecho al agua es
concebido como el derecho del ser humano de adquirir y consumir el agua necesaria para el
sustento de una vida digna (Hoyos Rojas, pág. 4). Podemos apreciar, que, por consumo, nos
referimos a un uso inmediato y personal que le damos como personas al agua. Esto incluye la
bebida, el uso para la higiene personal, el uso en la preparación de alimentos y el uso
sanitario. Estos son usos humanos del agua vinculados con su derecho a la vida y derecho a la
dignidad.
Es aquí donde encontramos la primera controversia o error acerca del derecho del agua. El
derecho del agua recae sobre el consumo humano, personal y doméstico. Este derecho no
recae sobre los usos comerciales, agrarios (a menos que sea para un cultivo de subsistencia,
aunque esto todavía es objeto de debate) u otros usos relacionados con el ejercicio de los
oficios y profesiones (el uso práctico para realizar una mezcla de cemento, por ejemplo). En
otras palabras, el uso del agua, en estos contextos, no está cubierto por el derecho al agua,
sino más bien por otros derechos conexos al recurso hídrico. A pesar de esto, es importante
reconocer que el derecho al agua para el consumo humano tiene prioridad sobre estos usos
alternativos.

El consumo humano tampoco se refiere al uso práctico que se le puede dar al recurso hídrico
en materia de transporte, turismo o piscicultora. Todos estos son usos basados en derechos
sociales, económicos y culturales, pero tampoco engloban el concepto de consumo personal y
doméstico. Por lo tanto, el derecho al agua no se refiere a la capacidad y derecho de navegar
cuerpos de agua, disfrutar de paisajes o de realizar actividades recreativas acuáticas como los
deportes acuáticos ni al derecho de usar cuerpos de agua como criaderos o granjas de
producción alimenticia. Todos estos se vinculan con el recurso hídrico pero su naturaleza es
segunda al consumo verdadero.

Ahora bien, no todo el recurso hídrico es apto para el consumo humano. El derecho al agua
específicamente se vincula con el acceso al agua potable o a la garantía de calidad del agua.
Por potable, nos referimos a agua “limpia, insípida, inodora, incolora y libre de
contaminantes” (Mora Enriquez, pág. 12). Esto quiere decir que el agua debe cumplir con
ciertos parámetros de calidad para ser apta y viable para el uso propio del consumo humano.
El agua salada, por ejemplo, no es potable, pues no es “insípida”, posee depósitos minerales
que la hacen incompatible con el consumo alimenticio. El agua contaminada por la industria
(independientemente de qué tipo de industria) tampoco es potable, pues contiene substancias
que son dañinas para el ser humano y su salud. Es por esto que se recomiendan evaluaciones
de calidad del agua que prevengan la presencia de microorganismos, sustancias químicas o
radioactivas que puedan perjudicar la salud.

En relación a las sustancias en el agua, es importante resaltar que no todas las sustancias son
perjudiciales para la salud, por lo que existen controles de calidad que permiten la existencia
de sustancias en poca cantidad en el agua (depósitos mínimos de calcio no son sancionados
por la ley ya que estos prevalecen dependiendo de la naturaleza del pozo de extracción, por
ejemplo). Además de esto, numerosos estados, principalmente los desarrollados, han
permitido en sus legislaciones la introducción de sustancias beneficiosas en las fuentes de
abastecimiento de agua. El ejemplo por excelencia de estos permisos es la “fluoración” del
agua (Instituto Nacional del Cáncer, 2017). Con el debido cuidado, el gobierno introduce en
las fuentes de agua fluoruro, el cual contribuye a la salud bucal. En los Estados Unidos, tal
práctica se ha ejecutado desde los años 40 del siglo pasado.
La potabilidad del agua revela un tercer o conjunto elemento del derecho del agua: el
saneamiento. El saneamiento está previsto como la purificación y tratamiento que se le debe
dar a las aguas que no cumplan con los parámetros de potabilidad para hacer de estas viables
para el consumo humano. En la mayoría de las legislaciones, la obligación del saneamiento
recae en el Estado, quien deberá realizar las inversiones necesarias para realizar dicha
purificación. Dejando a un lado, la realidad de esta práctica, lo importante aquí es reconocer
la obligación jurídica que se le asigna a los gobiernos de velar por la limpieza del agua y
asegurar que esta estará en condiciones óptimas al llegar a los consumidores.

Esta obligación no es la única obligación que tiene el Estado en relación al derecho del agua.
Existe un cuarto elemento importante sobre este derecho: el acceso al mismo. Todo ser
humano tiene derecho a consumir el agua necesaria para su vida cotidiana. Tiene también el
derecho de que esta agua sea potable, lo cual es garantizado ya sea por su fuente o por los
procesos de saneamiento que la podrán hacer viable nuevamente. Pero de nada sirve este
derecho, si el usuario no tiene medios para obtenerlo. El último elemento esencial del derecho
del agua es el abastecimiento y distribución del recurso hídrico. Nuevamente nos
encontramos con otra obligación que recae sobre el Estado. En la mayoría de los casos, la ley
ordena la creación de sistemas de acueductos que permitan la distribución del recurso hídrico.

En lo particular, la ONU reconoce a la accesibilidad al recurso hídrico cuatro dimensiones


esenciales: a. la accesibilidad física, b. la accesibilidad económica, c. la no discriminación y
d) acceso a la información (Hoyos Rojas, pág. 28). Estas dimensiones se refieren a las
prerrogativas de igualdad y no discriminación que deberían permitir el acceso equitativo para
todos los consumidores sin importar factores sociales, económicos o culturales.

Cuando hablamos de accesibilidad física, hablamos de la posibilidad de recibir el recurso en


el hogar mediante instalaciones y acueductos. Muchas resoluciones incluso especifican que es
necesario que el almacenamiento del agua se encuentre a menos de 10 metros de distancia del
hogar. Lamentablemente, estas recomendaciones no siempre se cumplen, y como muchos
sabemos, hay millones de familias que deben viajar por varias horas solo para adquirir un
barril de agua.

La accesibilidad del agua no debería estar tampoco limitada por factores económicos. Según
la doctrina, debido al papel primordial del agua en la vida individual, los costos excesivos e
inalcanzables son contrarios al derecho de la vida. Debido a esto, es imperativo que los
sistemas de abastecimiento procuren mantener el líquido dentro de un rango razonable de
precio. Para responder a esta necesidad es inevitable el subsidio de los costos.

La no discriminación se refiere a la garantía que todos los sectores de la población tendrán el


acceso equitativo al recurso. Es importante que no se produzca una clase privilegiada que
acapare el recurso en su totalidad. Esta medida es ciertamente controvertida, pues cualquier
medida de distribución del bien se puede prestar a un favorecimiento bajo mala
administración. El principio busca regular que todas las personas tengan acceso
independientemente de factores sociales, culturales o políticos, más ignora factores prácticos.

Además de los cuatro elementos mencionados, hay un último elemento practico relacionado
tanto con el acceso al recurso como con el consumo justo. Este es el elemento que la ONU
denomina “disponibilidad” (Hoyos Rojas, pág. 28). Este elemento se refiere a la garantía de
poder tener acceso continuo y suficiente para satisfacer sus necesidades. El cuerpo humano
necesita una cantidad de agua mínima al día - 100 litros de agua diarios de acuerdo con la
OMS (ONU HABITAR, pág. 34). Si esta cantidad no está disponible, el derecho al agua no
se esta cumpliendo.

El derecho al agua es un derecho subjetivo, por lo que tiene atado obligaciones o deberes
correlativos al mismo. La principal obligación de este, es el uso racional y sostenible (Hoyos
Rojas, pág. 15). Las presentes generaciones de seres humanos tienen que ser conscientes que
su consumo puede perjudicar a las generaciones futuras. Por lo tanto, el consumo del recurso
hídrico debe ser ponderado y regulado para garantizar su conservación y disponibilidad a
futuro.

Es innegable que el derecho al agua es un derecho complejo pues representa un valor


humanitario, pero también social y económico. El ser humano necesita de este recurso para
sobrevivir. Debido a esto, existe controversia en la jurisprudencia sobre la naturaleza jurídica
de este derecho. Algunos jurisconsultos lo consideran un derecho de primera generación por
su íntima vinculación a priori al derecho a la vida y a la dignidad. El consumo de agua es
indispensable para la supervivencia por lo que, el derecho a la vida no existe o no es
alcanzable sin el acceso al agua. A pesar de esta conexión lógica, muchas disposiciones no
expresaron el derecho del agua y solo lo vinculan con “el nivel de vida adecuado” reflejado
en la Declaración Universal de los Derechos Humanos adoptados por las Naciones Unidas en
1948. La interpretación general de este texto nos indica que el agua, como condicionante de
las condiciones adecuadas para la vida, es imperativo y conexo.

El otro campo de la jurisprudencia lo considera un derecho de segunda generación, vinculado


al consumo en servicio del desarrollo. Para el Profesor Chacón, tal discusión es irrelevante,
pues sea o no de una u otra categoría, el ordenamiento jurídico siempre lo tutela (Hoyos
Rojas, pág. 4). No obstante, me parece imperativo estudiar un poco más estas dos posturas
con la finalidad de lograr una indiscutible defensa de la existencia del derecho al agua. Desde
mi perspectiva, este debate se puede reducir a una discusión entre la apreciación humanista y
una apreciación utilitaria.

Perspectiva Humanitaria
La perspectiva humanitaria es un criterio bastante conocido. En efecto muchas de las
aseveraciones que se efectuaron en la sección anterior se referían o apoyaban en criterio
humanitarios. Ahora bien, cual es el enfoque de esta perspectiva.

Para la perspectiva humanitaria, la clasificación de los derechos y su importancia y


valoración se deben hacer atendiendo a las necesidades del ser humano y de su dignidad. Esta
perspectiva se dedica a estudiar los derechos esenciales para la vida humana. Lógicamente,
podemos extrapolar este aproximamiento a los estudios jurídicos para aplicarlo al derecho del
agua.

Desde la perspectiva humanitaria, el derecho al agua es un “derecho fundamental, inalienable


y esencial para la [existencia] de la persona” (Mora Enríquez, 21). El derecho del agua bajo
esta perspectiva es a priori a los demás derechos pues es una condición necesaria para el
cumplimiento del derecho fundamental y absoluto: el derecho a la vida. Según los defensores
de esta postura, no se puede concebir la vida sin concebir primero los requisitos que la
forman. El derecho al agua, o más específico aun, el consumo del agua potable es intrínseco a
la naturaleza humana.

De la anterior acepción surge una importante consideración. El derecho al agua, como


condición del derecho a la vida, forma parte del Derecho Natural. Esto quiere decir que el
acceso al agua ha sido una realidad y necesidad previa a la existencia de los Estados
modernos y por consecuencia el ordenamiento jurídico. El simple hecho de que el
reconocimiento del derecho al agua sea relativamente moderno no desmerita la historia y
evolución de la especie humana, el cual siempre tuvo y tendrá la necesidad del consumo para
el sostenimiento de su vida. Recordemos que el Estado surge para resolver y satisfacer las
necesidades de las personas, por lo que el acceso al agua solo es resuelto por el Estado, pero
no es conferido por el (Mora Enríquez, 21).

Aun si aceptar al derecho al agua como un derecho natural a priori a la vida es discutible, no
es discutible la interrelación e interdependencia que existe entre el derecho al agua y los
derechos fundamentales.

En virtud de esta interdependencia, observemos otro derecho íntimamente vinculado con la


vida: la dignidad y el desarrollo personal. Como se expresó anteriormente, el agua es
necesaria para la salud, higiene personal, higiene doméstica y la preparación de alimentos.
Todos estos elementos forman parte de lo que considera la jurisprudencia como una vida
digna y satisfactoria.

El campo de la medicina y salud siempre defenderá la necesidad al agua. No solo cumple con
funciones vitales para el cuerpo, sino que conforma el sesenta por ciento del mismo. El agua
sirve principalmente como medio de limpieza del cuerpo, el consumo de la misma produce la
expulsión de los desechos del cuerpo. La falta de agua por otro lado, puede conllevar a la
deshidratación y de no ser tratada, llevaría está a la muerte. Sin el agua, la salud es
inalcanzable y por lo tanto la vida insostenible. Además de esto, el acceso al agua potable y
limpia es imperativo para la salud de las personas. Es conocido que el agua contaminada es
perjudicial para la salud. Esta puede conllevar numerosas bacterias y producir múltiples
enfermedades en las personas, las más comunes siendo el cólera y la diarrea. Según la OMS
aproximadamente 3900 niños fallecen al día por falta de agua o por enfermedades vinculadas
a agua contaminadas (ONU HABITAR, pág. 27). El nexo causal entre el acceso al agua
potable y la salud es innegable. Es por esta razón, que las constituciones del mundo (la
constitución de Honduras no es una excepción) reconocen en alguna capacidad el derecho al
agua como fundamento del derecho a la salud.

El campo de la psicología por su parte ha realizado numerosos estudios (Mora Enríquez, 30)
que defienden el impacto del agua en la psicología humana y la dignidad. Podrá sonar
romántico, pero el aseo propio es fundamental para el desarrollo de una autoestima y
percepción del ser saludable. La dignidad humana es un poco abstracta, pero se ha
demostrado un nexo psicológico entre la convivencia en un espacio salubre, limpio y aseado
y un buen comportamiento y autoestima.

Aseveraciones Utilitarias

Muchas de las normativas, convenios y declaraciones efectuadas sobre la materia hídrica se


han hecho bajo el paraguas de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales (DESC). Esta
perspectiva, a mi opinión, refleja un entendimiento utilitario del agua. El agua se convierte en
un medio, si bien es cierto necesario, para alcanzar y cumplir estos derechos consecuentes. El
acceso a agua potable es una condición previa fundamental para el goce de varios otros
derechos humanos, como los derechos a la educación, la vivienda, etc.

Este reconocimiento no es nuevo, es histórico. Un breve repaso de la historia nos revela que
la sociedad y los estados se han asentado conforme a la disponibilidad del recurso hídrico
(Mora Enriquez, pág. 11). No es una sorpresa que la mayoría de los planes urbanos se
desarrollan cerca o a la par de una fuente de agua. Inclusive ha habido conflictos armados por
los recursos hídricos. La sociedad humana siempre le ha dado una marcada importancia al
acceso a todos los recursos necesarios, y el agua no es una excepción.

Los desarrollos humanos siempre se han visto vinculados con el acceso al agua. Además de
esto, el agua siempre ha cumplido funciones practica (como el transporte y acuicultura) para
las personas. La perspectiva utilitaria sostiene que el recurso hídrico debe ser protegido para
proteger estos derechos causales, consecuentes o dependientes del mismo.

Dejando a un lado la doctrina humanitaria y el romanticismo, la perspectiva utilitaria


defiende que el agua tiene que ser garantizada y resguardada por los usos prácticos. Más allá
de basarse en criterios abstractos como la dignidad, se base en criterios prácticos. El agua es
por excelencia la mejor herramienta para la limpieza, por ejemplo. La valoración del recurso
entonces se orienta a la modificación que este puede ejercer sobre la vida humana.

Una importante consideración que nace de la perspectiva utilitaria se vincula a el dominio del
agua. En términos prácticos, el agua le pertenece al Estado, es de dominio público. Esto se
acepta con la interpretación de que todas las personas que viven en el Estado son dueñas por
ser parte del Estado. La explotación y acceso a esta agua es simplemente un derecho
consecuente a su pertenencia al estado.

En resumen, la perspectiva utilitaria sostiene que el derecho al agua tiene que ser garantizado
y defendido por su simple necesidad y uso en la vida cotidiana.
Conclusiones

Podemos asegura, tras una leve lectura que el derecho al agua es vital para la supervivencia
de la humanidad. No importa que criterio o perspectiva se tenga sobre este derecho, es
indiscutible que ambas lo reconocen como de suma importancia. Esto concuerda con lo que
aseguro el Profesor Peña Chacón, la categoría del derecho es irrelevante siempre y cuando el
derecho se garantice.

La perspectiva humanitaria se basa en principios abstractos vinculados con nociones de


dignidad y vida. Se orienta principalmente a garantizar el estándar de vida de la persona. Los
fundamentos de esta perspectiva recaen sobre el papel del agua para el sostenimiento de la
vida humana. Es una perspectiva atropo-centrista.

Por otro lado, la perspectiva utilitaria vela por la protección del recurso hídrico simple y
sencillamente por su valor practico. El agua cumple funciones en la vida diaria por lo que es
imperativo que esta se proteja. Esta perspectiva deja a un lado el sentimentalismo y se enfoca
en resultados y garantías.

Independiente de su fundamento, es importante siempre reconocer las características del


derecho al agua. El derecho al agua tiene que resumirse como el derecho equitativo al acceso
al agua potable sin perjuicio de la condición del usuario. Esta agua debe estar disponible para
todos en las cantidades mínimas requeridas por las personas. De igual manera, esta agua tiene
que contar con mecanismos e infraestructura capaz de facilitar su acceso y adquisividad para
todos los usuarios. Finalmente, este recurso hídrico debe tener la calidad necesaria para ser
apta para el consumo humano, no es posible ni permisible el consumo de agua contaminada,
pues esta es perjudicial.

Es también importante poder reconocer lo que realmente abarca el derecho al agua. El


derecho al agua no se refiere necesariamente a la conservación ambiental. Las
consideraciones ambientales suelen ser secundarias, como medios para garantizar el
suministro y para protección de la fuente. El interés humano realmente recae en el recurso.

El derecho al agua, por lo tanto, no se refiere a los usos externos o ajenos a los humanos.
Estos usos externos y consideraciones ajenas son sujeto de otros derechos y legislaciones
(Tales como el derecho a un ambiente sano y las responsabilidades de conservación). El
derecho al agua tampoco incluye todos los usos del agua. La navegación, el transporte, el uso
comercial, industrial, agropecuario, acuicultura y otros no son abarcados o protegidos por el
derecho al agua propiamente dicho. Estos son cubiertos por normativas relacionadas al agua,
más cuando hablamos de derecho al agua, hablamos del consumo humano del agua.
Bibliografía

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Mora Enriquez, A. (2010). “¿EL ACCESO AL AGUA POTABLE UN DERECHO
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ONU HABITAR. (2011). El Derecho al Agua. New York: Oficina del Alto Comisionado de
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Postigo de la Motta, W. (2016). Sobre el Derecho Humano al Agua. Quórum, 133-150.

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